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SAN JUAN EVANGELISTA. San Ireneo, Padre de la Iglesia, discípulo de San Policarpo, que a su vez fue discípulo de San Juan Evangelista, es una segura fuente de información sobre el Apóstol. San Ireneo afirma que este se estableció en Éfeso después del martirio de San Pedro y San Pablo, pero es imposible determinar la época precisa. De acuerdo con la Tradición, durante el reinado de Domiciano, San Juan fue llevado a Roma, donde quedó milagrosamente frustrado un intento para quitarle la vida. La misma tradición afirma que posteriormente fue desterrado a la isla de Patmos, donde recibió las revelaciones que escribió en su libro del Apocalipsis.
Después de la muerte de Domiciano, en el año 96, San Juan pudo regresar a Éfeso, y es creencia general que fue entonces cuando escribió su Evangelio. El mismo nos revela el objetivo que tenía presente al escribirlo. "Todas estas cosas las escribo para que podáis creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al creer, tengáis la vida en Su nombre". Su Evangelio tiene un carácter enteramente distinto al de los otros tres y es una obra teológica tan sublime que, como dice Teodoreto, "está más allá del entendimiento humano el llegar a profundizarlo y comprenderlo enteramente". La elevación de su espíritu y de su estilo y lenguaje, está debidamente representada por el águila que es el símbolo de San Juan el Evangelista. También escribió el Apóstol tres epístolas. Se han hecho objeciones a la afirmación de que San Juan sea el autor del cuarto Evangelio.
San Juan murió pacíficamente en Éfeso hacia el tercer año del reinado de Trajano, es decir hacia el año cien de la era cristiana, cuando tenía la edad de noventa y cuatro años, de acuerdo con San Epifanio.
San Juan es sin duda un hombre de extraordinaria y al mismo tiempo de profundidad mística. Al amarlo tanto, Jesús nos enseña que esta combinación de virtudes debe ser el ideal del hombre, es decir el requisito para un hombre plenamente hombre. Esto choca contra el modelo de hombre machista que es objeto de falsa adulación en la cultura, un hombre preso de sus instintos bajos. Por eso el arte tiende a representar a San Juan como una persona suave, y, a diferencia de los demás Apóstoles, sin barba. Es necesario recuperar a San Juan como modelo: El hombre capaz de recostar su cabeza sobre el corazón de Jesús, y precisamente por eso ser valiente para estar al pie de la cruz como ningún otro. Por algo Jesús le llamaba "hijo del trueno".
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Domiciano, noticioso de sus actividades, lo llamó y lo condenó a morir en una tinaja llena de aceite hirviendo, colocada frente a la Puerta Latina; pero el santo salió de este tormento completamente ileso. Cuando Domiciano supo que el apóstol, tras la prueba a que lo había sometido, continuaba ejerciendo el misterio de la predicación, lo desterró a una isla inhabitada, llamada Patmos.
Santiago de la Vorágine, Leyenda dorada.
La representación sustituye la tradicional fórmula de la Última Cena, para situar en la composición a San Juan Evangelista como testigo de esta y a San Ignacio de Loyola, para quien el misterio de la Eucaristía era uno de los símbolos fundamentales.
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