Mascara micénica “de Agamenón”.
Museo Arqueológico Nacional. Atenas
La segunda parte de la biografía de Heinrich Schliemann, preparada por su viuda con la colaboración de Alfred Bruckner a partir de las memorias del Arqueólogo, e igual o, quizas, mas emotiva y evocadora que la primera, se contiene, en parte, en un extraordinario artículo de M. Belin –Historiador y Geógrafo (1814–1883). Fue publicado en la Revista Europea en 1874, es decir, cuando Schliemann aún vivía y se disponía a poner en marcha un proyecto de limpieza –casi desescombro–, en el Partenón de la Acrópolis de Atenas.
Jules Henri Robert Belin de Launay (1806-1867). Biblioteca Nal. Francia
Un arqueólogo en el palacio del Rey Priamo.
Últimos descubrimientos en las ruinas de Troya.
Revista Europea, Madrid, 20 de septiembre de 1874.
A dos millas del Helesponto hay una colina, sobre la cual, en los tiempos históricos, fue edificada la célebre ciudad de Ilium, cuya elevada ciudadela coronaba un templo de Pallas Athenea, su diosa titular, y una de las divinidades que, según la Ilíada, contribuyeron mas a entregar a los griegos la Troya de Homero, que ocupaba el mismo sitio. Abandonada después de Constantino el Grande, la ilustre ciudad, bajo la dominación de los emperadores cristianos, pareció que pagaba con su ruina su fama pagana. A la colina donde estaba Ilium la llaman los turcos Hissarlik, es decir, la fortaleza. Reinaba allí la mas completa soledad desde hace quinientos años, cuando hace tres ó cuatro, un aleman y su mujer fijaron en ella su tienda. Era el doctor Schliemann.
Después de establecerme en Paris con el propósito de entregarme por completo al estudio de la arqueología y de pasar allí algún tiempo, fui a visitar las islas Jónicas, principalmente Itaca, después el Peloponeso, y por fin la Troacia.
De vuelta de esta expedición arqueológica el doctor Schliemann escribió su primera obra, publicada en francés, en Paris en 1869, con el titulo de: Ítaca, el Peloponeso y Troya.
Supo por medio de un tal Mr. Frank Calvert, poseedor de una grande hacienda en la Troacia, y que habia hecho extensos trabajos arqueológicos, que la colina formada por el cerro mas elevado de Hissarlik, se componía en gran parte de restos de construcciones, conteniendo por lo menos las ruinas de un edificio importante. En esta convicción el doctor Schliemann fue a fijar su domicilio en Atenas -1870-, entre varios sabios franceses y alemanes que han hecho de «el ojo de Grecia» centro de estudios arqueológicos.
Estaba muy indecisa la cuestión de la ubicación de Troya, cuando el doctor Schliemann y su mujer plantaron sus tiendas en Hissarlik, desde el otoño de 1871 hasta el verano de 1873.
El doctor ha empleado frecuentemente 180 hombres, y gastado 200.000 francos en su empresa La narración de los progresos de las excavaciones la fue escribiendo a medida que se ejecutaba el trabajo en veinticinco Memorias, salvo la última que la escribió en Atenas.
Troya II. Rampa de entrada.
A estas Memorias va unido un atlas de 217 laminas fotografiadas; ademas de las llanuras de Troya y de Hissarlik, estan representados en estas laminas cuatro ó cinco mil objetos exhumados.
La meseta de Hissarlik no es muy elevada, contando 24 metros por encima del nivel de la llanura, y es de mayor extensión que el acrópolis de Atenas. La fortaleza, palabra traducida por el nombre turco Hissarlik, es escarpada por todos lados, inclinandose sólo de uno de ellos, por donde ofrece facil acceso a su extremidad Sudoeste.
Con tanta fe en los versos de la Ilíada como si fuesen palabras del Evangelio, imaginaba que Hissarlik, la colina donde he hecho las excavaciones durante tres años, era la Pérgamo de la ciudad troyana. Poco a poco fui adelantando las excavaciones hacia lo que imaginaba haber sido Pérgamo, pero sin mejor éxito: en fin, hice al pié mismo de la colina, hasta la roca, siete nuevas trincheras, de donde saqué tan sólo mampostería griega, y algunos pedazos de cacharros griegos. Por consecuencia afirmo con la mayor convicción, que Troya no ha traspasado los límites de la colina, y que Pérgamo sólo ha existido en la imaginación de Homero.
El doctor Schliemann añade lo siguiente: Debo asegurar con certidumbre que la ciudad de Priamo no debe haber traspuesto por ninguno de los lados la primitiva planicie de esta fortaleza, cuya circunferencia esta indicada al Sur y al Suroeste por la gran torre, por las puertas Sceas al Noroeste, y al Noreste y al Norte por el muro que la rodeaba.
Inspírame gran repugnancia el verme obligado a conceder un espacio tan restringido a Troya, y hubiese deseado que fuera mil veces mas grande; pero lo que importa ante todo es dar a conocer la verdad. La pequeñez de la ciudad no me impide felicitarme del resultado de mis tres años de trabajo, que han sacado a luz la Troya homérica por achicada que esté, puesto que he puesto de manifiesto la realidad histórica de los hechos en que la Iliada se funda.
Preciso es no olvidar que Homero no es historiador, sino poeta, y que naturalmente, con su licencia poética lo exagera todo. Ademas, los acontecimientos que describe han parecido tan maravillosos a algunos eruditos, que llegaron hasta dudar de la existencia de Troya, pensando que esta ciudad sólo existió en la imaginación de un poeta que se proponía hacer una composición alegórica.
A pesar de sus exageraciones, Homero ha cantado hechos que realmente pasaron. Debe ademas notarse que la extensión de Troya, por reducida que estuviese a esta pequeña colina, no es menor, sino mayor que la ciudad real de Atenas, que, limitada al Acrópolis, no se desarrolló mas alla de esta colina, sino después que Teseo añadió a ella doce aldeas, cuya reunión hizo poner en plural el nombre de Ἀθῆναι, Azinai. Probablemente esto sucedió también con la ciudad de Mukinai – Μυκῆναι, Micenas- que Homero nos representa como rica en oro.
La pequeña Troya no dejaba de ser inmensamente rica, con relación a los tiempos homéricos, porque en ella he descubierto un tesoro de objetos en oro y plata, como rara vez se encuentra en el palacio de un emperador; así pues, gracias a su riqueza, la ciudad era poderosa y su fama llegaba a lejanas comarcas.
Antes de examinar el valor de los descubrimientos del doctor Schliemann y a consecuencia de los asertos que hace con tal tono de certeza, vamos a exponer lo que realmente ha encontrado. Habla de un gran muro de circunvalación, de una gran torre, de las puertas Sceas y de un tesoro que ha exhumado. He aquí en qué orden se han ido haciendo estos descubrimientos y a cual lecho de escombros corresponden estas ruinas.
Reconstrucción de la acrópolis de la Troya de Homero
Lecho superficial. La superficie de Hissarlik es necesariamente del dominio de la colonia griega ó de Ilion histórica.
Segundo lecho. A dos metros debajo de la superficie, los vestigios de la Ilion griega desaparecen de pronto y con ellos todos los rastros de civilización.
Tercer lecho. Aquellos no podían ser los restos de la Troya homérica, y el doctor continuó las excavaciones. Al llegar a cuatro metros de la superficie encontró una inmensa cantidad de herramientas, armas y vasijas. En medio de estos montones de piedra se han encontrado dos alfileres de bronce, como prueba de que el uso de los metales no era entonces completamente desconocido.
Cuarto lecho. Motivo habia para desanimarse en vista de tales resultados, tanto mas, cuanto que las excavaciones continuadas tres metros mas abajo no produjeron otra cosa. Sin embargo, el doctor Schlíemann perseveró decidido a seguir los trabajos hasta descubrir la roca primitiva. Al llegar las excavaciones al décimo metro, encontráronse cuchillos, puntas de flecha y hachas de armas de bronce, trabajo bastante bello y bastante fino para demostrar que procedían de un pueblo adelantado en las artes.
Muros de Troya.
Quinto lecho. Fue preciso detener los trabajos del primer año antes de llegar a la roca: no se excavó hasta el año siguiente a la profundidad de 16 metros. El doctor Schliemann encontró en esta quinta capa las mismas armas, las mismas herramientas y la misma alfarería.
El doctor Schliemann llama «primera capa de ruinas» el lecho que hemos encontrado en quinto lugar, pero que se formó y pobló el primero; esta capa y la segunda capa, que es la que hemos llamado cuarta, son las que según su descubridor, pertenecen a la época heroica de Troya.
La enorme acumulación de escombros me hace creer que, en pasados tiempos, esta torre se elevaba en la orilla occidental del Acrópolis, ocupando una posición imponente y de sumo interés, puesto que desde lo alto se podia dominar, no sólo toda la llanura de Troya, sino también el Helesponto y el mar Egeo, con las islas de Ténedos, de Andros y de Samotracía. La situación es tan especial, que creo fué a esta torre donde subió Andrómaca –en el capítulo VI de la Ilíada-, para llorar y gemir cuando supo la derrota de los troyanos y la victoria alcanzada por los griegos.
Los pesados barrotes de bronce que sujetaban las puertas, se ven aún cogidos a los muros. Allí debían estar las famosas puertas Sceas que eran, según la Iliada, la comunicación habitual entre la ciudad y la llanura, tanto mas cuanto que Σκαιές Πύλες significaba literalmente las puertas de la izquierda y la posición de las encontradas, conviene a esta denominación, puesto que están realmente a la izquierda del augur que, al ofrecer el sacrificio, tiene la cara vuelta hacia el Norte.
Puertas Sceas
Αλλά στον θυμό του ο Αχιλλέας καταδιώκει τους Τρώες σχεδόν ως τις πύλες της Τροίας, και στις Σκαιές Πύλες σκοτώνεται από ένα βέλος που έριξε ο Πάρις, βοηθούμενος από τον θεό Απόλλωνα.
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Aquiles, furioso, persiguió a los troyanos hasta los muros de Troya, donde murió ante las puertas Esceas, herido en el talón por una flecha que le tiró Paris encaminada por Apolo.
El descubrimiento mas importante que he hecho hasta ahora desde hace tres años que estoy en Hissarlik -dice el doctor-, es seguramente el de una casa que hemos encontrado esta semana, habiendo desenterrado ya ocho habitaciones. Se encuentra precisamente debajo del templo griego de Palas Athenea, y sobre la gran torre. En algunas habitaciones habia tinajas rojas πίθοι, de una altura de 2,50 m. aproximadamente. Muchas de ellas las he dejado en su sitio.
El mas importante de los descubrimientos que el doctor Schliemann hizo enseguida, fue el último cuando ya iba a abandonar las excavaciones al Oeste de las puertas Sceas, y al pié del gran edificio.
De repente -dice-, vi un gran objeto de cobre de forma notable, detras del cual me parecía advertir que brillaba oro. Para sustraer este tesoro a la avidez de mis trabajadores y conservarle para la ciencia, sin perder un minuto, y aunque no habia llegado la hora de almorzar, mandé dar la señal de descanso, y mientras que mis trabajadores iban a comer y a dormir la siesta, empecé a sacar el tesoro con ayuda de un cuchillo grande. La empresa no carecía de dificultades ni de peligros. El gran muro que horadaba amenazaba a cada momento caer sobre mi cabeza, pero yo estaba fuera de mí.
La vista de tan gran número de objetos, cada cual de ellos de un valor inapreciable para la ciencia, impulsaba mi atrevimiento hasta la demencia. No pensé en el peligro; pero yo solo no hubiera podido sacar aquel tesoro, necesitando la ayuda de mi querida esposa que, sin apartarse de mi lado, envolvía en su pañuelo los objetos a medida que yo los iba sacando y los llevaba a sitio seguro.
Analicemos este tesoro descubierto a ocho ó nueve metros de la superficie de la roca. El primer objeto que apareció es un escudo de bronce de pequeña magnitud, en seguida apareció otro caldero de bronce sin importancia alguna; después otro objeto de bronce, cuyo destino es difícil averiguar, pero al cual estaba unido y soldado por la acción misma del calor un vasito de plata; después otro vasito de bronce, y últimamente tres vasijas de oro macizo.
La primera, cuya forma se parece mucho a una botella, pesa mas de 368 gramos; la segunda, de forma ordinaria, pesa cerca de 200, y la tercera, cerca de 539. Este es el mas importante, no sólo por el peso, sino por la forma. Parécese a un buque y acaso mejor a un mantequero, pero con una gruesa asa de cada lado, y las dos extremidades que se prolongan en forma de pico estan apropiadas para beber ó para verter el contenido.
Museo Pushkin
En las colecciones europeas no hay, que sepamos, ninguna vasija parecida a esta. Ademas de estos objetos de oro puro se encontraron vasos, grandes hojas ó lingotes aplastados de plata pura; un platillo ó pié de copa del mismo metal; trece hierros de lanza, catorce hachas de armas, siete puñales de dos filos, un cuchillo y fragmentos de una espada, todo de bronce. Todo ello formaban un montón, indicando que se los habia encerrado en una caja ó cofre, cuya madera fue devorada por el general incendio. Esta conjetura la confirmó al parecer, el encontrar cerca del depósito una llave de bronce mucho mas complicada y trabajada de lo que debía esperarse de una época tan remota. Al examinar el mayor de los vasos de plata se vio que contenia, evidentemente para ser guardados en él, gran número de alhajas de mujer; dos espléndidos adornos de cabeza; una banda para la frente, cuatro pendientes muy bien trabajados, gran porción de ellos mas comunes, é infinidad de pequeñas joyas, como anillos, botones y alfileres, parecidos a los que hoy se usan, todos de oro puro; seis brazaletes y dos copitas de oro completaban este joyero.
Las alhajas mas interesantes son los adornos para la cabeza y la banda para la frente que estan hechos de cadenillas unidas unas junto a otras, trabajadas con gran delicadeza y con verdadero sentimiento artístico. Las cadenillas de una de ellas estan hechas con hojitas que forman el cordon, teniendo cada hoja un pendiente singularísimo, cuyo objeto no es facil averiguar.
El “Tesoro de Príamo”. Fotografía c.1880
Imagen única antes de la limpieza y dispersión de los objetos arqueológicos.
Tres grandes revistas se han ocupado ya de estas excavaciones, la Revue de deux mondes, la Quarterly Review y la Edinburgh Review, y a la pregunta: ¿qué prueban estos descubrimientos? En la primera, Mr. Emilio Burnonf se expresa en en los siguientes términos:
Se nos pregunta: ¿Esta allí Troya? ¿Es la llium de Homero? Contesto que si Troya ha existido, allí esta la llium de Homero. Se ve claramente cuan vanos son los razonamientos de los que la colocan en otra parte; ademas, no hay nada, ó casi nada, en los sitios designados. Aquí existe aún la muralla de la ciudad en el lugar que consideraban como el sitio de Troya. La ciudadela en que mandaba este príncipe, tenia la puerta bajo del mismo palacio; esta puerta se hallaba al Occidente, lo cual da la significación del nombre: puerta Scea en la Iliada.¿Qué mas se quiere?» (Revue des deux mondes, 1º de Enero de 1874, paginas 74 y siguientes).
Si tomando nuestro punto de partida, escribe el Quarterly Review (Abril, 1874, paginas 558 y siguientes), en los acontecimientos, y sobre todo en las costumbres, las formas de la vida y otras alusiones contenidas en Homero, las comparamos con los monumentos de Hissarlik, podemos volver a la Iliada con la nueva convicción de que este poema nos conserva tradiciones maravillosamente antiguas sobre la ciudad, cuyas ruinas acaban de ser descubiertas.
Brazalete de oro con decoración en espirales. Tesoro de Príamo.
Tal es el gran servicio que el doctor Schliemann ha hecho al mundo. No ha encontrado seguramente ni tradiciones, ni inscripciones incontestables, pero los monumentos descubiertos hacen indudable la existencia de una población floreciente y civilizada en el mismo sitio que de continuo ha llevado el nombre de Ilium en los tiempos históricos, y prueban que habia allí de seguro una ciudad prehelénica, fuerte, aunque pequeña, civilizada, rica y que corresponde de un modo notable con la Troya cantada por Homero.
La regia cabeza que se adornaba con los hilos de oro que admiramos no puede ser un mito... Ha habido, pues, una verdadera ciudad con sus murallas, sus puertas y sus palacios. Una parte de su historia y de la vida de sus habitantes esta escrita en estos monumentos y en los objetos que allí se han encontrado, con tanta evidencia como si lo hubiera sido con pluma de hierro sobre diamante. Es una ciudad saqueada por los enemigos y reducida a cenizas por el fuego.
¿No es extraño que este conjunto de objetos y de hechos hayan sido encontrados en el sitio en que Homero describe los mismos objetos y la misma catastrofe, si no hay relación alguna entre estas ruinas y la Iliada? Si no es la verdadera Troya, esta ciudad es otra Troya.
En cuanto a nosotros -añade el Edimburgh Review (Abril de 1874)-, tenemos la firme convicción de que los descubrimientos del doctor Schliemann han confirmado de un modo inatacable la afirmación de Mr. Grote de que la Ilium de los tiempos históricos ha ocupado el mismo sitio que la Ilium cantada por Homero.
Sofía Schliemann posando con algunos de los objetos encontrados y conocidos como Tesoro de Príamo:
Pendiente. Museo Pushkin.
Diadema. Museo Pushkin.
Collar. Neues Museum, Berlín.
La prueba de la civilización relativa a la era troyana es completa, y los testimonios que dejó sepultados entre los despojos del incendio que destruyó la ciudad, son ciertamente los argumentos mas fuertes en favor de la creencia de que los restos así conservados son en realidad, los de la Ilium tradicional...» (Edimburgh Review.)
Antes de concluir quisiéramos poner en guardia a nuestros lectores contra los excesos de un escepticismo, renovado en Francia en el siglo XVIII, donde se explicaba razonablemente, pero que al pasar el Rhin ha adquirido las exageraciones y los defectos de la nebulosa Alemania, donde se complacen en cambiar los cuerpos en fantasmas. Lo mismo sucedera respecto a los muros, a la torre, a la doble puerta y al palacio exhumados en Troya.
J. BELIN DE LAUNAY. (Revue Britannique.)
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El doctor Schliemann –añade por último M. Belin-, acaba de anunciar en el semanario The Academy, que ha obtenido del gobierno griego autorización para demoler a su costa la gran torre cuadrada del Acrópolis, conocida con el nombre de “Torre Veneciana” y que probablemente data del siglo XIV. Esta torre ocupa 1.600 pies cuadrados de las Propyleas, construida con grandes pedazos de marmol y con piedras mas comunes, procedentes de monumentos antiguos; mide 80 pies de altura y sus muros tienen cinco pies de grueso. Con su demolición, que costara mas de 2.000 duros, el doctor Schliemann presta un gran servicio a la ciencia, porque descubrira las partes mas interesantes de las Propyleas y encontrara de seguro gran número de inscripciones importantes, de las que tendrá por tres años el derecho de publicación. Los trabajos empezaran el 2 de agosto con gran satisfacción de los atenienses al ver huir de la torre los millares de aves nocturnas que las poblaban.
Lado oeste de la Acrópolis con la torre de los francos. Pintura de Lemercier.
M. Belin escribía el artículo que precede, en 1874. Schliemann no inició las excavaciones en Mycenas hasta dos años después. Los hallazgos de este último yacimiento son de la maxima transcendencia, pero no se exponen en detalle en esta entrada, que se centra en lo relativo a Troya, objetivo primordial del Arqueólogo.
Así, la mascara llamada de Agamenón que aparece al principio, procede, precisamente de Mycenas; se data en época anterior al héroe que se supone que representa, alrededor de tres siglos, a pesar de lo cual, Schliemann optó por mantener la atribución, al menos en el nombre por el que se identifica la mascara mortuoria.
Mycenas, 1876
Schliemann halló seis tumbas y un buen número de restos humanos con sus ajuares, ricos y muy completos. Los enterramientos se protegían con vigas y, posteriormente, se cubrían con arena, colocando en la superficie del enterramiento, una sencilla estela.
El conjunto, que se ubica en el siglo XVII aC, contenía quince quilos de oro; copas, espadas, dagas, diademas, pendientes y collares, todo ello con clara influencia cretense.
Sir Arthur Evans
En aquella ocasión, Schliemann trabajó junto al britanico Sir Arthur Evans, 1851–1941; un investigador mas pragmatico que él y que ademas poseía conocimientos arqueológicos mas sistematizados. Evans representa la gloria de haber descubierto el palacio de Knossos en Creta, del que nos ocuparemos mas adelante, dada su enorme transcendencia.
Ante la inconfundible Puerta de los Leones, en Micenas, con Dörpfeld.
El arquitecto y arqueólogo, William Dörpfeld fue el otro puntal de la gran aventura desde 1882, en Olimpia, Orcómenos y Troya. Dedujo, mediante la aplicación del analisis estratigráfico que la Troya Homérica no era la II, como estimaba Schliemann, sino la VI, cuyas excavaciones continuó, en 1893–94, tras la desaparición de Schliemann.
Wilhelm Dörpfeld. (1853-1940)
Copas de oro del círculo de Tumbas A de Micenas.
Atenas. Museo Arqueológico Nacional.
Copa de Nestor. Círculo A en Micenas. Museo Arqueológico Nacional, Atenas.
Dos palomas sobre las asas:
Una copa de bello contorno traída de casa por el anciano,
guarnecida con dorados clavos. Las asas que tenía
eran cuatro. A ambos lados de cada asa dos aureas palomas
picoteaban, y por debajo había dos soportes.
Cualquier difícilmente podía moverla de la mesa
estando llena, pero el anciano Néstor la alzaba sin esfuerzo.
Homero, Iliada, 11.632-637
Durante sus últimos años, 1885-90, Schliemann se instaló en Atenas.
El antiguo chico de los recados vivía ahora en la más bella casa de Atenas, se relacionaba con personalidades del mundo entero y seguía consagrado a la investigación de las antigüedades homéricas que habían constituido siempre la meta de su existencia.
Era un hombre original que ejercía sobre todos los que se acercaban a él, el encanto inherente a una fuerte personalidad que se ha marcado fines elevados y ha conocido grandes éxitos; su sorprendente carrera y el brillo de sus descubrimientos, se imponían al mundo civilizado que se dejaba ganar. Ningún viajero que fuera a Atenas, se iba sin haber visitado la Acrópolis, los museos y a Schliemann.
En recuerdo del tiempo en que su mujer, Sofía y él, se habían alojado en una cabaña de tablas en la colina de Hissarlik, había llamado Ιλίου Μέλαθρον “Cabaña de Troya” a la casa que se hizo construir en Atenas.
La casa de Schliemann en Atenas, hoy, Museo Numismático
Los servidores que recibían a los visitantes en la reja adornada con la lechuza y la cruz troyana, se llamaban Belerofonte y Telamón. La pavimentación del vestíbulo reproducía la de Micenas; en las escaleras, citas de Homero; desde su despacho y la biblioteca, se veía la Acrópolis. A los sabios extranjeros que llegaban a la casa, Schliemann les hablaba en su lengua favorita; un griego que él se había compuesto con elementos tomados de Homero y de otros clásicos. Lo sorprendente es que, a pesar de haberse instalado en Grecia, no adoptó la lengua hablada en el país, sino que prefería aquel idioma especial que se había creado, y, si no podía usarlo en algún caso, conocía idiomas suficientes para hablar con soltura en la lengua de cualquier interlocutor.
La hospitalidad tradicional de los antiguos griegos, fue una de las virtudes que Schliemann aprendió de Homero y, su mujer, griega de nacimiento, la practicaba con la misma entrega. Aquellos dos seres tenían en común sus recuerdos y su ideal. Cuando Schliemann, con su prodigiosa memoria, recitaba un pasaje homérico, su mujer era capaz de seguir la cita donde él la interrumpía.
Pero aquellas estancias en Atenas, entre su mujer y su hijos, Andrómaca y Agamenón, no eran, para este hombre cargado de proyectos, sino pequeñas pausas, un poco más largas durante sus últimos años.
Sofía Schliemann y sus hijos, en 1880
El 31 de julio de 1890, cuando los grandes calores y las fiebres empezaron a hacer insostenible la estancia en Hissarlik, Schliemann suspendió los trabajos.
De vuelta en Atenas, el 12 de noviembre viajó a Halle para ser operado de los oidos. Confiando en sus fuerzas, abandonó la ciudad un mes después y fue a visitar una nueva exposición de sus colecciones troyanas en el Museo Etnografico, Después organizó los planes de trabajo para el año siguiente. El día 15 estaba en París y allí tuvo que consultar a un médico, a pesar de lo cual a los pocos días viajó a Napoles para ver la exposición de los mas recientes hallazgos de Pompeya. Después anunció su vuelta a la familia, que lo esperaba en Atenas, pero la noticia le llegó a Sofía seguida de otra en la que se le informaba de que la inflamación que Schliemann tenía en el odio, se le había extendido al cerebro; que estaba hospitalizado en Napoles; que había perdido la consciencia y que los médicos desesperaban de salvar su vida. Pocas horas después, le anunciaban el fallecimiento.
Dörpfeld y el hermano mayor de Sofía trasladadon el cuerpo a Atenas.
El primero en expresar sus condolencias a Sofía schliemann fue Guillermo II, soberano del país al que había regalado sus colecciones de Troya. Se colocó un busto de Homero a la cabeza del féretro cubierto de flores enviadas por la emperatriz Federica, la ciudad de Berlín, el rey Jorge, el príncipe heredero, Constantino y los ministros del gobierno griego, así como el poeta y diplomatico Ridsos Rangabis, –profesor de Arqueología en la Universidad de Atenas–, que testimoniaron con su presencia la gratitud de todos hacia Heinrich Schliemann. Dörpfeld, como amigo y en nombre de la ciencia alemana fue quien expresó el últimos adios:
¡Descansa en paz, has trabajado mucho!
Descansa, pues, en el lugar que él mismo eligió en el cementerio A de Atenas.
La Acrópolis y el Partenón; las columnas del Templo de Zeus Olímpico, la curva azul del Golfo Sarónico y, mas alla del mar, las aéreas montañas de Argólida tras las cuales se encuentran Micenas y Tirinto, velan sobre él.
Firma griega de Heinrich schliemann: Enrikos Sjliemann.
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Primera Parte: El Sueño de Troya, I
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