lunes, 31 de mayo de 2021

El Greco ● Su vida y su obra ● El influjo de Sefarad.

Retrato de un caballero anciano, posible autorretrato (1595-1600), Museo Metropolitano de Arte (MET), Nueva York, EE. UU.

Doménikos Theotokópoulos / Δομήνικος Θεοτοκόπουλος, nació el 1 de octubre de 1541 en Candía, la actual Ἡράκλειον / Hiraklion, en la isla de Creta, que, desde hacía siglos, estaba bajo el dominio de la República de Venecia. Su padre, se llamaba Yorgos Zeotokópoulos, y se sabe que tenía un hermano mayor, Manúsos Zeotokópulos.

Conocido como el Greco, por la forma italiana del sobrenombre, el Griego, residió y pintó en Toledo desde 1577, hasta su fallecimiento, el 7 de abril de 1614.

A pesar de los siglos transcurridos, un halo de misterio sigue envolviendo la biografía de este gran artista cretense, así como la explicación o el sentido de algunas, o muchas de sus obras. De hecho, podríamos decir que todo lo que sabemos, no constituye, sino una especie de halo, que ya forma parte de una imagen apenas vislumbrada. Y no es por falta de estudios, análisis críticos, o datos de su entorno vital, pues es uno de los artistas más examinados de la Historia del Arte, pero las conclusiones han sido, en verdad, muy diversas y hasta opuestas entre sí. Entre ellas excluimos desde este momento, la hipótesis de la locura, puesto que, de ser aceptada, habríamos de aplicarla a docenas de grandes artistas.

Existe, no obstante, un hilo conductor, que, a pesar de ser hipotético, nos llevaría, como una luz, desde sus primeros pasos artísticos, en Creta, hasta el lugar y el momento de su inhumación, en Toledo, aun contando con la clara posibilidad de que ni siquiera conozcamos su verdadero rostro.

En realidad, hasta ahora, no podemos, ni debemos, entender nada como la solución a todo su misterio, pero sí hay una pista; un patrón, que, si se va aplicando a los pocos datos biográficos, sobre los que podemos estar seguros, parece que algo se va iluminando en el devenir vital de este artista único, sobre el que tanto se ha escrito.

Se trata ahora, de su posible origen sefardí; ¿podría ser? Sí, sin duda; ¿podría no ser? También. Muchos de los datos que servirían para sostener esta opción, pueden ser significativos, aunque el hecho de que los principales apoyos del pintor en Toledo, procedieran de conversos, afectaría al Greco o a cualquier otro artista, al ser aquellos los principales mecenas de la antigua capital. El hecho, no obstante, es que existen muchas más coincidencias en este sentido, razón por la que podríamos aceptarlas como punto de partida, y así lo haremos, en esta ocasión, aun sabiendo que, muy probablemente, el verdadero enigma del Greco, tampoco se resuelve por esta vía; el enigma existencial que envuelve su biografía, se basa fundamentalmente, en el silencio del artista. 

No parece necesario añadir aquí una relación de grandes figuras cuya procedencia sefardí, es demostrable y sería verdaderamente larga, tanto entre los que permanecieron en España, como entre los que sufrieron la dispersión; pensemos en Teresa de Ávila, Cervantes, o Velázquez, los cuales comparten la característica citada; el silencio. Ante semejante muro, es poco lo que se pude hacer, si bien, su revisión, en el caso de El Greco, puede contribuir a arrojar alguna luz sobre el pintor del contraste por su oscuridad. Si la hipótesis fuera cierta, alcanzaríamos a comprender mejor su carácter y sus actitudes, fundamentalmente, a través de lo expresado por sus pinceles, sin olvidar, por supuesto, que, analizado su entorno, y aun dejando a un lado sus raíces más lejanas, por su origen próximo, también pudo ser ortodoxo, o católico.

[NOTA: Transcribimos aquí los nombres griegos, tal como se pronuncian en Grecia actualmente, de donde resulta una fórmula muy similar al castellano más generalizado, y, por supuesto, más accesible. Por esta razón, se elude el uso de la transcripción “Th”, ya que no existe en nuestro caso, y su pronunciación es exactamente igual que la “Z” castellana. Del mismo modo, el grupo “ou” suena, sencillamente, “U”. En cuanto a la “Q” y la “K”, se han presentado diversas alternativas históricamente, pues, dado que el sonido es el mismo, al tratar de “escribir como se habla”, a partir de Nebrija, unos gramáticos propusieron una solución, y otros otra, llegando incluso a ofrecer, Gonzalo Korrea, en 1630, la escritura, “Konde Duke”, como podemos observar en la imagen que sigue. Aquí mantenemos la “K” como recuerdo de la escritura original, ya que su empleo no afecta a la pronunciación.]

BDH - BNE

La tarea es larga y compleja, pero antes de entrar en el asunto citado, parece conveniente revisar la biografía conocida de nuestro gran pintor, puesto que la presencia constante de su obra en el panorama artístico, puede crear una sensación de déjà vu, que, a veces, no es real, o, al menos, no es completa, especialmente, en lo que afecta a su persona. 

Domínikos Zeotokópulos, vivió y aprendió a pintar en Creta, donde permaneció hasta los 26 años (1567), convirtiéndose en un valorado maestro de iconos posbizantinos. 

Después residió diez años en Italia, (1567-77) y entró en contacto con los pintores renacentistas; primero en Venecia, donde asumió plenamente el estilo de Tiziano y Tintoretto, y después en Roma, estudiando el manierismo de Miguel Ángel. 

En 1577 se estableció en Toledo, la antigua capital, donde vivió y trabajó el resto de su vida.

Tiziano. MNP.- Tintoretto. Louvre.- Autorretratos. Miguel Angel, de Daniele da Volterra, MET

Actualmente es considerado como uno de los artistas creadores más grandes de la civilización occidental, si bien, esta alta consideración es muy reciente; de mediados del siglo XIX, tras casi tres siglos de desconocimiento y, a veces, de menosprecio.

Creta

Su padre, Γεώργιος Θεοτοκόπουλος/Yorgos Zeotokópulos, era comerciante y recaudador de impuestos y su hermano Μανούσο/ Manúso, también era comerciante. Domínikos aprendió pintura desde la infancia. 

A los veintidós años, ya aparecía en un documento como "maestro Domenigo", lo que significa que ya desempeñaba oficialmente la profesión de pintor. En junio de 1566, firmó como testigo en un contrato con el nombre Maestro Ménegos Theotokópoulos, pintor / μαΐστρος Μένεγος Θεοτοκόπουλος ζωγράφος). Ménegos era la pronunciación dialectal veneciana de Doménicos.

El estilo posbizantino era una continuación de la pintura tradicional, ortodoxa y griega, de iconos, desde la Edad Media. Eran pinturas para uso devocional, que seguían ciertas reglas tradicionales. Sus personajes se copiaban de modelos artificiales muy tópicos, que no perseguían ofrecer rasgos psicológicos, y que tenían el oro siempre como fondo. Estos iconos no recibieron la influencia del naturalismo del Renacimiento.

Al cumplir los veintiséis años aún residía en Candía, y sus obras debían ser muy estimadas. Consta que. en diciembre de 1566, pidió permiso a las autoridades venecianas para vender una “Tabla de la Pasión de Cristo ejecutada sobre fondo de oro”, en una subasta. La obra se vendió por 70 ducados de oro, valor que alcanzaba entonces una obra de Tiziano o de Tintoretto.

Entre los trabajos de esta etapa, tenemos, Muerte de la Virgen -Dormitio Virginis-, conservada en la Iglesia de la Dormición, en Siros, más que como obra de arte, como objeto devocional. También se han identificado otros dos iconos, solo con la firma de "Doménikos": San Lucas pintando a la Virgen y La Adoración de los Reyes Magos, ambas, conservadas en el Museo Benaki de Atenas. En estas obras se percibe ya el interés del artista por adoptar motivos formales del arte occidental, conocido allí, por grabados y por las pinturas italianas que llegaban a Creta. 

Dormición o Tránsito de la Virgen. Siros

San Lucas pintando a la Virgen y al Niño. Adoración Reyes. Museo Benaki. Atenas

El Tríptico de Módena -de la Galería Estense de Módena-, situado entre el período de Creta y el de Venecia, ofrece ya ciertas evidencias del gradual abandono de los códigos del arte oriental, acorde con el progresivo empleo de algunos recursos del occidental.

Tríptico de Módena

Algunos historiadores aceptan que el Greco podría ser incluido en el credo ortodoxo, aunque otros creen que formaba parte de la minoría católica cretense, o que aceptó el credo romano poco antes de abandonar la isla, pero no existen pruebas que documenten, confirmen o rechacen nada en este sentido.

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Venecia

El todavía conocido como Maestro Ménegos decidió acudir a Venecia alrededor de 1567, como ciudadano veneciano que era. Además, la República, en aquel momento, era el más nutrido y célebre centro artístico de Italia. Allí trabajaba Tiziano, ya en sus últimos años, pero en pleno reconocimiento general. También residían en la capital, Tintoretto, Paolo Veronese y Jacopo Bassano. Parece que el Greco estudió la obra de todos ellos.

 

-Veronese, Hermitage. -Bassano, Kunsthistorisches de Viena. Autorretratos.

El Greco no se adhirió a la costumbre de otros artistas cretenses en Venecia, conocidos como madoneros, que seguían pintando al estilo bizantino, aunque incorporando algunos elementos italianos. Él, desde el principio asumió y utilizó el nuevo lenguaje pictórico empleado en Venecia, convirtiéndose en un pintor veneciano. Es posible, incluso, que asistiera al taller de Tiziano, del cual aprendió el empleo de fondos arquitectónicos. De hecho, aquellos principios del arte pictórico nunca desaparecieron de su propia obra, del mismo modo que asumió el arte de pintar sin dibujo previo, fijando la composición sobre la tela, a base de sintéticos toques de pigmento negro, y empleando el color como uno de los recursos más importantes y personales de su personalísimo arte. 

Entre las obras más conocidas del periodo veneciano, tenemos, la Curación del ciego de nacimiento, en la que se muestra claramente la influencia de Tiziano, en el tratamiento del color, además de la de Tintoretto, en la composición de figuras y la utilización del espacio.

Greco. Curación del Ciego. Staatliche Kunsts. Dresden. 1570-75

Roma

Después de Venecia, Roma, marcaría definitivamente el futuro del pintor. Es muy posible que, de camino, visitara Parma, donde conocería la obra de Correggio, al que dedicó, entre otros comentarios halagüeños, el de que era una “figura única de la pintura”, lo que, en todo caso, exigiría la observación personal y previa de su obra.

Su llegada a Roma está documentada, fundamentalmente, en una carta del célebre miniaturista Giulio Clovio, al cardenal Alejandro Farnesio, fechada el 16 de noviembre de 1570, en la que le pide que acoja al pintor en su palacio, al menos, hasta que encuentre otro acomodo: “Ha llegado a Roma un joven candiota, discípulo de Tiziano, que a mi juicio figura entre los excelentes de la pintura”. El término “discípulo”, en este caso, habría que entenderlo como admirador, o seguidor, más que como “aprendiz”, puesto que el Greco nunca asistió a su taller.

Giulio Clovio. Detalle de su retrato pintado por el Greco sobre 1571.

A través del bibliotecario del cardenal, el erudito Fulvio Orsini, el Greco pudo conocer y tratar a la élite intelectual de la ciudad eterna. Orsini llegó a poseer siete importantes pinturas del artista, entre ellas, la Vista del Monte Sinaí y un retrato de Clovio.

Fulvio Orsini. -Greco: Vista del Monte Sinaí. 1570-72. Museo Histórico de Creta, Hiraklion

Sin embargo, el Greco terminó siendo expulsado del Palacio Farnesio por el mayordomo del cardenal. La única información conocida sobre el caso, es una carta que el Greco dirigió a Alejandro Farnesio el 6 de julio de 1572, en la que se queja de la falsedad de las acusaciones lanzadas contra él: “…en modo alguno merecía sin culpa mía ser luego expulsado y arrojado de esta suerte”. (Citado por Lopera).

Por otra parte, hay constancia de que el 18 de septiembre de ese mismo año, después de abonar las cuotas a la Academia de San Lucas, como pintor de miniaturas, abrió su propio taller, contratando como ayudantes a los pintores Lattanzio Bonastri de Lucignano y Francisco Preboste, que después le acompañó a Toledo y permaneció a su lado hasta el final de su vida.

Cuando el Greco estuvo en Roma, Miguel Ángel y Rafael ya habían fallecido, pero su enorme influencia seguía vigente, dominando el escenario artístico de la ciudad. Los pintores romanos de la década de 1550 habían dado paso al estilo denominado manierismo o maniera, basado en las obras de aquellos dos grandes creadores, de modo que las figuras se complicaron, buscando un virtuosismo que casi podría definirse como preciosista. Por otro lado, las reformas aplicadas a la doctrina y a la práctica católica, ordenadas por el Concilio de Trento, empezaban entonces a condicionar el contenido del arte religioso.

En estas obras sobre el mismo asunto, pero estilísticamente tan distintas, se aprecia cómo el Greco asumió el lenguaje del Renacimiento veneciano. La primera, del Tríptico de Módena -Galería Estense-, es una obra indefinida o impersonal, casi una especie de ensayo, del inicio de su estancia veneciana. La segunda -Thyssen-Bornemisza-, (1573-1576), repite el asunto y la composición, pero ya recuerda al Veronés, en las figuras, y a Tiziano en el tratamiento del pavimento; en el equilibrio de la composición y en la serenidad de la escena. Por otra parte, el manejo del color es ya propio de un maestro.

Para entonces, la salida del Greco, de la ciudad de Roma, parecía ya un hecho consumado. Pero ¿qué evento decidió realmente su partida? ¿Acaso sus supuestas palabras sobre Miguel Ángel, con su consiguiente expulsión del palacio Farnesio? -Recordemos que había declarado que “no merecía” aquella expulsión-. ¿O quizás, él mismo consideró que su aprendizaje había terminado? 

Julio Mancini escribió unas Consideraciones, en las que aparece, entre otras muchas biografías, la del Greco, siendo la primera que se escribió sobre él. Mancini decía que: “el pintor era llamado comúnmente Il Greco, que había trabajado con Tiziano en Venecia y que cuando llegó a Roma sus obras eran muy admiradas y alguna se confundía con las pintadas por el maestro veneciano. Contó también que se estaba pensando cubrir algunas figuras desnudas del Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina que el papa Pío V consideraba indecentes, y prorrumpió [el Greco] en decir que si se echase por tierra toda la obra, él podría hacerla con honestidad y decencia y no inferior a ésta en buena ejecución pictórica... Y termina diciendo: Indignados todos los pintores y los amantes de la pintura, le fue necesario marchar a España...”. 

Para mejor comprender la perplejidad que produce esta manifestación, conviene recordar, una vez más, que en Italia coexistían dos escuelas con criterios dispares: la de los seguidores de Miguel Ángel, que propugnaba la primacía del dibujo, y la veneciana de Tiziano, que defendía la superioridad del color. Esta última fue a la que se adhirió el Greco más claramente; una preferencia que no conlleva, en absoluto, el menosprecio por la obra de Miguel Ángel, supuesto sentimiento que podría proceder de un malentendido, ya que la nueva estética del Greco, estaba profunda y voluntariamente influida por un aspecto capital del pensamiento artístico de este maestro: la prioridad de la imaginación sobre la imitación en la pintura. De los escritos del Greco, resulta evidente que compartía plenamente la creencia en un arte más artificial y en los criterios manieristas de la belleza, defendidos por Buonarroti, todo lo cual justificaría las quejas dirigidas a Alejandro Farnesio, respecto al asunto de su expulsión.

A pesar de su ya conocido sobrenombre italiano Il Greco, nuestro artista siempre firmó su obra con su nombre griego, normalmente, completo: Dominikos Zeotokópulos, seguido en ocasiones de expresiones, como “lo hizo”.

La etapa italiana del Greco, se considera, en definitiva, como un período de estudio y preparación, pues su genialidad específica surgió con la creación de sus primeras obras en Toledo, a partir de 1577. En Italia, de hecho, no había tenido ningún encargo de importancia, tal vez por ser extranjero, en un momento en que Roma estaba dominada por pintores nativos de la talla de Federico Zuccaro, Scipione Pulzone o Girolamo Siciolante, quizás de menor calidad artística, pero más conocidos y mejor situados y, en Venecia había sido mucho más difícil, porque los tres grandes de la pintura veneciana, Tiziano, Tintoretto y Veronese, estaban entonces en su apogeo.

-Fede Galizia: Retrato de Federico Zuccari. Uffizi. -Scipione Pulzone, Autorretrato. -Girolamo Siciolante da Sermoneta: La Deposizione. King's College Chapel, Fitzwilliam Museum, Cambridge.

A pesar de todo, el Greco creó una serie de obras profundamente marcadas por su aprendizaje veneciano, como El soplón -h. 1570, en Nápoles, en el Museo de Capodimonte-, y la Anunciación -h. 1575, que se conserva en Madrid, en el Museo Thyssen-Bornemisza-.

Soplón, Capodimonte

Anunciación. Thyssen Bornemisza. Madrid

Del mismo modo, entre las principales obras del período romano, tenemos: la Purificación del Templo; varios retratos —como el de Giulio Clovio -1570-1575, hoy en Nápoles, o el del gobernador de Malta Vincentio Anastagi -h. 1575, que se muestra en Nueva York, en la Colección Frick. 

1571-76. Minneapolis

Tiziano, Miguel Ángel, Giulio Clovio y Rafael o Correggio

Giulio Clovio. Roma 1571-72. Capodimonte

Vincenzo Anastagi. Frick Coll. NY

No se sabe exactamente cuánto tiempo más permaneció el Greco en Roma. Algunos investigadores creen, además, que debió volver al menos una vez, a Venecia, hacia 1575-1576, antes de dirigirse a España. 

Madrid-Toledo

La construcción del Monasterio de El Escorial, cerca de Madrid, estaba llegando a su fin y Felipe II había invitado a los artistas italianos a participar en su decoración. A través de Clovio y Orsini, el Greco conoció a Benito Arias Montano, humanista español y delegado de Felipe II; al clérigo Pedro Chacón y a Luis de Castilla, hijo natural de Diego de Castilla, deán de la catedral de Toledo. La amistad del Greco con Castilla le proporcionaría sus primeros encargos importantes en Toledo.

En 1576 el artista abandonó finalmente Roma y tras pasar algún tiempo en Madrid llegó a Toledo en la primavera o quizá en julio de 1577. Fue ya en esta ciudad donde produjo sus obras de madurez. Toledo, aunque había perdido la capitalidad, era una de las ciudades más grandes de Europa. En 1571 su población ascendía a unos 62.000 habitantes.

Es a partir de su llegada a Toledo, evidentemente producida gracias a las amistades de toledanos que conoció en Italia, cuando empieza a desarrollarse la hipótesis de su posible origen sefardí, basado, precisamente, en el origen de aquellos amigos, pero también en el hecho de que decidiera instalarse en el llamado Barrio Judío, en las tierras del converso Marqués de Villena y muy próximo a la Sinagoga de Samuel Levi, hoy conocida por “El Tránsito”. Todas las posibilidades concernientes a este probable origen, serán analizadas en el próximo capítulo, puesto que, el presente, intenta servir, más bien, para centrar una biografía posible, basada en sus creaciones; una biografía, que, como se puede observar, declara muy poco acerca de su carácter y personalidad, pero, sobre todo, de los motivos de su silencio. En este sentido, los nombres que, a partir de ahora, aparecen en rojo, están relacionados con esta hipótesis.

Los primeros encargos importantes en Toledo le llegaron de inmediato: como el retablo mayor y dos laterales para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, de los que forman parte, La Asunción de la Virgen -Art Institute de Chicago-, La Trinidad -Museo del Prado-, y, al mismo tiempo, El expolio, para la sacristía de la catedral.

Hay evidentes referencias al estilo escultural de Miguel Ángel en La Trinidad, de tintes renacentistas italianos y un marcado estilo manierista. Sorprende el tratamiento anatómico y humano dado a figuras de carácter divino, como Cristo o los ángeles. El giro hacia un estilo personal, que lo diferenciaría de sus maestros, empezaba a surgir en su trabajo, utilizando, sobre todo, proporciones anatómicas únicas.

La Trinidad (1577-79), que formaba parte del retablo mayor de Santo Domingo el Antiguo.

En la Asunción de Santo Domingo el Antiguo, de Toledo, inspirada en la composición de la Asunción de Tiziano, de la iglesia de Santa María dei Frari, en Venecia, ya aparece el estilo personal del pintor; si bien el planteamiento es absolutamente italiano, el Greco lo personalizará paulatinamente, hasta alcanzar una expresión, prácticamente, exclusiva.

Estas obras aportaron gran prestigio al novedoso artista, que contó, desde el primer momento, con la confianza de Diego de Castilla, así como de otros clérigos e intelectuales de Toledo, que reconocieron su valía. Sin embargo, las relaciones comerciales con sus clientes fueron desde el principio, complicadas, como ocurrió con el pleito surgido sobre la tasación de El Expolio, que el cabildo de la catedral valoró en una cifra muy inferior a la que había ofrecido el pintor.

Expolio. 1577-79

En principio, no parece que el Greco hubiera decidido establecerse en Toledo, puesto que su proyecto consistía en pintar para Felipe II y hacer carrera en la nueva corte. En realidad, recibió dos importantes encargos del monarca: La Adoración del nombre de Jesús -también conocido como la Alegoría de la Liga Santa o Sueño de Felipe II, y El martirio de San Mauricio y la legión tebana (1578-1582), ambos aún hoy en el monasterio de El Escorial. Sin embargo, ninguna de estas dos obras gustó al rey, que no le hizo más encargos. Como escribió fray José de Sigüenza, testigo de excepción, «el cuadro de San Mauricio y sus soldados... no le contentó a su majestad».

 

Adoración del nombre de Jesús, Alegoría de la Liga Santa o El sueño de Felipe II y El Martirio de San Mauricio (1580-82). 

Al no poder alcanzar el favor real, el Greco decidiría quedarse en Toledo, donde había sido recibido en 1577 como un gran pintor.

En 1578 nació su hijo, Jorge Manuel, cuya madre fue Jerónima de las Cuevas.

Jorge Manuel, en el Entierro del Señor de Orgaz. Toledo.

El 10 de septiembre de 1585, el pintor alquiló tres habitaciones en un palacio del Marqués de Villena, que estaba subdividido en su interior, y allí residió el resto de su vida, excepto el periodo comprendido entre 1590 y 1604.

En 1585 está documentada la presencia del que sería su ayudante, ya desde su estancia en Roma, el pintor italiano Francisco Preboste, y que había creado un taller capaz de producir retablos completos, con pinturas, escultura policromada y marcos arquitectónicos de madera dorada.

El 12 de marzo de 1586 recibió el encargo de El entierro del conde de Orgaz, hoy, quizás, su obra más conocida. La extraordinaria pintura, creada para la iglesia de Santo Tomé en Toledo, se encuentra todavía en su lugar. Muestra el sepelio de un noble toledano en 1323, que según una leyenda fue enterrado por los santos Esteban y Agustín. El pintor representó en la comitiva de forma anacrónica a personajes locales de su tiempo, incluyendo también a su hijo. En la parte superior, el alma del difunto Señor de Orgaz, asciende al cielo, densamente poblado de ángeles y de santos. 

El entierro del conde de Orgaz muestra su característico alargamiento de las figuras, así como el horror vacui -no aparecen espacios vacíos-, ya marcas características y muy personales del Greco. Cierto es, que ambos aspectos procedían del manierismo, pero su persistencia en la obra del Greco, cuando ya habían sido abandonados por la gran pintura en general, hizo que se convirtieran en una especie de marca exclusiva del artista griego.

El entierro del conde de Orgaz, 1586-1588, Santo Tomé, Toledo.

El pago de este cuadro motivó otro pleito. El precio en que fue tasado, 1200 ducados, pareció excesivo al párroco de Santo Tomé, y solicitó una segunda tasación que, lejos de lo que este pretendía, resultó en un aumento de su valor, a 1600 ducados. El párroco solicitó entonces que no se tuviera en cuenta esta segunda tasación, y el Greco aceptó y cobró los 1200 comprometidos en un principio. Una de las pocas cosas que sabemos del Greco con seguridad, es que la valoración de sus obras más importantes, se convirtió con frecuencia en causa de problemas y litigios para él.

El periodo de su biografía comprendido entre los años 1588 y 1595 está poco documentado, pero sí se sabe que, a partir de 1580 pintó temas religiosos, entre los que destacan sus lienzos de santos, como San Juan Evangelista; San Francisco -h. 1590-1595, Madrid, colección particular-, Las lágrimas de san Pedro; La Sagrada familia -1595, Toledo, Hospital Tavera-; San Andrés y San Francisco -1595, Madrid, Museo del Prado-, y San Jerónimo -principios del siglo XVII, Madrid, colección particular-. 

Otro San Jerónimo fechado en 1600 y de gran calidad, se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y es comparable solo con el conservado en la National Gallery de Escocia.

San Jerónimo, h. 1600. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

También realizó otros retratos fundamentales en el conjunto de su obra, como El caballero de la mano en el pecho, de 1585, en el Museo del Prado.

La crucifixión, del colegio de María de Aragón (1597-1600). 

A partir de 1596 se produjo un gran aumento de encargos que continuó hasta la muerte del artista. Las razones son varias: la reputación alcanzada por el artista en los años anteriores; el prestigio y amistad con un grupo de mecenas locales que le proporcionaron con regularidad encargos importantes y también, desde 1600, la participación en el taller de su hijo Jorge Manuel, que consiguió encargos en localidades próximas a Toledo. 

La última década del siglo XVI, fue un periodo crucial en su arte, durante el cual aparecen nuevas características que definirán su estilo, denominado tardío.

Aunque le habían fallado los mecenas que inicialmente buscó; Felipe II y la Catedral, que le hubiesen proporcionado un cargo seguro y lucrativo, al final encontró sus mecenas en un grupo de hombres inmersos en la propagación de la Contrarreforma, pues la carrera del Greco coincidió con el momento de la reafirmación católica contra el protestantismo, propiciada por el Concilio de Trento, siendo el centro oficial del catolicismo español la Archidiócesis de Toledo. Así, el Greco ilustró las ideas de la Contrarreforma, como se comprueba en su repertorio: representaciones de santos intercesores; penitentes que defendían el valor de la confesión, rechazada por el protestantismo; la glorificación de la Virgen María y de la Sagrada Familia, etc.

La fama del pintor atrajo, además, a muchos clientes que solicitaban copias de sus obras más conocidas, de las que se realizaron tantas en su taller, que, hoy todavía crean confusión con las auténticas.

En 1596 firmó el primer encargo importante de este período para Madrid; el retablo para la iglesia de un seminario agustino; el Colegio de doña María de Aragón, que fue pagado con fondos que esta señora especificó en su testamento.

En 1597 se comprometió con otro importante trabajo consistente en tres retablos para una capilla privada de Toledo dedicada a San José, entre ellos, San José con el Niño Jesús -un tema muy inusual-; San Martín y el mendigo y la Virgen con el Niño y las Santas Inés y Martina. Sus figuras eran cada vez más alargadas y sus cuadros, más estrechos y altos, con lo que, su interpretación personalísima del manierismo alcanzó su máxima expresión. 

A través de su hijo, en 1603 recibió un nuevo contrato para realizar el retablo del Hospital de la Caridad de Illescas. Por razones desconocidas aceptó que la tasación final fuera realizada por tasadores nombrados por el Hospital, pero estos fijaron un precio llamativamente reducido; 2410 ducados, lo que provocó de nuevo, un largo pleito que llegó hasta la Cancillería Real de Valladolid, e incluso, al Nuncio papal de Madrid. El litigio no terminó hasta 1607 y, aunque se hicieron otras tasaciones en torno a los 4000 ducados, al final se pagó la cantidad establecida inicialmente. Tan baja valoración, afectó notablemente a la economía del Greco, que tuvo que recurrir a un préstamo de 2000 ducados de su amigo Gregorio de Angulo.

A finales de 1607, el artista se ofreció a terminar la capilla de Isabel de Oballe, inacabada, a causa del fallecimiento del pintor Alessandro Semini. El artista, ya con 66 años, se comprometió, sin gastos complementarios, a corregir las proporciones del retablo y a sustituir una Visitación. La Inmaculada Concepción para esta capilla, es una de sus grandes obras tardías; los alargamientos y otros matices de las figuras, nunca antes habían sido tan fuertemente marcados.

Inmaculada Concepción, Capilla Oballe de Toledo (1608-13).

Sus últimos trabajos importantes incluyeron un retablo mayor y dos laterales para la capilla del Hospital Tavera, contratado el 16 de noviembre de 1608 con un plazo de ejecución de cinco años. 

Encuentro de María, con su prima Isabel, pintado para el Hospital Tavera de Toledo, y que hoy se encuentra en Dumbarton Oaks, Washington D.C.

El quinto sello del Apocalipsis, lienzo para uno de los retablos laterales, muestra el genio del Greco en sus últimos años. Originariamente, creado como retablo para el lateral izquierdo, que hoy ocupa la obra titulada, San José y el Niño Jesús, de Francisco Camilo.

Visión del Apocalipsis. MET. NY.

En agosto de 1612, el Greco y su hijo acordaron con las monjas de Santo Domingo el Antiguo la cesión de una capilla para enterramiento familiar, para la cual, el artista creó La Adoración de los pastores; una obra maestra en todos sus detalles. Los dos pastores de la derecha son muy alargados, las figuras manifiestan el estupor y la adoración de forma conmovedora. La luz destaca dando a cada personaje importancia en la composición. Los colores nocturnos son brillantes y con fuertes contrastes entre el rojo anaranjado, el amarillo, el verde, azul y rosa.

Adoración Pastores de Santo Domingo el Antiguo. MNP.


Pastores: ¿El Greco y Jorge Manuel?

El 7 de abril de 1614 fallecía el pintor, a los setenta y tres años, y fue enterrado -como estaba previsto-, en Santo Domingo el Antiguo. 

Unos días después, Jorge Manuel realizó un inventario de los verdaderamente escasos bienes de su padre, incluyendo las obras terminadas y en ejecución que quedaban en el taller. 

Posteriormente, con motivo de su segundo matrimonio en 1621, Jorge Manuel realizó un segundo inventario donde se incluyeron obras no registradas en el primero. 

El panteón fue trasladado antes de 1619, a San Torcuato, debido a una disputa con las monjas de Santo Domingo, y fue destruido al ser demolida la iglesia, ya en el siglo XIX.

Una vida marcada por el orgullo y un profundo sentido de su propia independencia; artísticamente, siempre procuró el afianzamiento de su propio estilo; personal, y, sin duda, único, porque ni imitó, ni fue imitado. 

Poseía valiosos volúmenes, que formaban una excelente biblioteca. Un contemporáneo lo definió como un “hombre de hábitos e ideas excéntricos, tremenda determinación, extraordinaria reticencia y extrema devoción”. Con estas y otras características, fue una voz respetada y un hombre celebrado, convirtiéndose, a pesar de su aprendizaje, en un artista incuestionablemente español. 

Fine Arts. Boston

Fray Hortensio Félix Paravicino, predicador y poeta del siglo XVII, y modelo de uno de los mejores retratos del Greco, escribió proféticamente de él, un conocido soneto, en el que leemos: 

Creta le dio la vida, y los pinceles

               Toledo mejor patria, donde empieza

                                       a lograr con la muerte eternidades.


sábado, 15 de mayo de 2021

Marie Laurencin ● El color del viento


Marie Laurencin. NPG

París, 1885 – 1956. Fue pintora, grabadora e ilustradora, muy próxima al inicio del arte moderno y de la Escuela de París. También fue decoradora de ballets neoclásicos. Como su admirado Max Jacob, se propuso traspasar las fronteras de los géneros artísticos que desarrolló. 

Autora de numerosa correspondencia, poseía, además, una fantasía desconcertante. Escribió poesía en versos libres, muy similares, en cierto sentido, a la inspiración que alentaba su creación artística. Sobrevoló, los límites del fauvismo, y del cubismo

Junto a otros artistas de la época, entre los que destacan por su aceptación y el éxito de sus valores originales, como Georges Braque, Pablo Picasso, André Derain y Henri Matisse, fue una de las pioneras, tanto del cubismo que superaría, como del dadaísmo. En ocasiones, su estilo fue tachado de sentimental, pues creaba temas de princesas, animales fabulosos, flores y figuras de adolescentes de palidez irreal.

Después de vivir seis años en compañía del poeta Guillaume Apollinaire, Flap, como la había apodado su incondicional amigo Henri-Pierre Roché, se casó, finalmente, en 1914, con el pintor alemán Otto de Waetjen, un pacifista que no quiso alzarse en armas contra Francia, lo que le supuso, una vez desencadenada la Gran Guerra, perder su nacionalidad, sus bienes, y obligado al exilio, que pasó en España. 

Después de divorciarse, tras una serie de contrariedades, durante el período de entreguerras, recuperó su relación con Marie Groult, discreta pero no ocultada, que duraría alrededor de cuarenta años.

Después, convertida ya en una figura de reconocimiento internacional, retrató a muchos personajes del “tout Paris”

Durante la ocupación, continuó su vida mundana y mantuvo a sus amigos alemanes, colaborando con Max Jacob, una especie de cómplice, al que, desgraciadamente, no logró liberar, cuando fue internado en un campo de trabajo.

Más de treinta años después, en 1975, tanto su vida, como su pintura, volvieron a despertar gran interés, el ser rescatada del olvido, cuando el cantante Joe Dassin, la evocó en la letra de una de sus más grandes éxitos; L’Été Indien / El Verano Indio. Aunque el mismo cantante y su productor, consideraron, en principio, poco comercial la alusión a la pintora, Claude Lemesle los convenció de mantenerla, precisamente como un aspecto lo suficientemente misterioso como para hacer reaccionar al público. El éxito de la canción y el “despertar” de la artista, no se hicieron esperar.

L'été indien. Joe Dassin

Lo sabes, nunca fui tan feliz como aquella mañana

Caminábamos por una playa parecida a esta

Era otoño, pero un otoño cálido

Una estación que solo existe al Norte de América

Allí la llaman verano indio

Pero entonces era, simplemente, el nuestro

Con aquel vestido largo

Parecías una acuarela de Marie Laurencin

[...]

(Letra de Vito Pallavicini, Graham Stuart Johnson. Música de Salvatore Cutugno, Pasquale Losito y adaptación de Claude Lemesle y Pierre Dellanoe).

Una biografía escrita por Bertrand Meyer-Stabley, publicada en 2011, seguida de una exposición de su obra, en París, en 2013, contribuyeron a recuperar su personalidad y su obra, en un mundo del que parecía haberse desvanecido.

Madame Vigée-Lebrun y su hija, autorretrato, 1789. Paris, Louvre.

Desde los quince años, cuando Marie Laurencin comprendió lo que significaba el arte, y el gran espacio que podría llenar en su vida, sintió una predilección especial y observó incansable esta emotiva pintura de Vigée-Lebrun, que le emocionaba, a pesar de que, en el fondo, la consideraba representativa de un arte demasiado sentimental.

Marie Mélanie Laurencin, "hija natural, no reconocida", del diputado de la Unión republicana, Alfred Toulet (1839-1905) y de la bordadora Pauline Mélanie Laurencin, creció en París, donde su padre visitaba regularmente a la madre -veintidós años más joven que él-, y atendía a sus gastos básicos. Marie, que no fue informada de su origen hasta años después, tuvo una escolarización intermitente en colegios religiosos y después pasó al Lycée Lamartine, donde, además de descubrir la existencia del Museo del Louvre, terminó el bachillerato en 1901.

En contra del deseo de su madre que quería que se hiciera institutriz, ella prefirió el arte, y a pesar de la falta de medios, se inscribió en la Escuela de Sèvres, para aprender decoración de porcelanas, asistiendo, al mismo tiempo, con Eugène Quignolot (1858-1918) a las clases de dibujo, organizadas por las tardes, por el ayuntamiento de Batignolles, donde Louis Jouas-Poutrel le descubrió el grabado. También recibió formación artística de Madeleine Lemaire, una pintora independiente, que le enseñó la técnica de la pintura floral a pincel. Muy pronto, estuvo preparada para crear motivos y figuras decorativas, que su madre reproducía sobre seda para bordarlos.

Al empezar el curso de 1902, se inscribió en las sesiones de tarde, abiertas gratuitamente para mujeres, en la Académie Humbert, en el boulevard Clichy, de Paris, donde las clases eran supervisadas oficialmente, por Eugène Carrière. Allí fue compañera de Francis Picabia, Georges Lepape y Georges Braque, convirtiéndose estos dos últimos, en admiradores, que la animaron para que abandonara la pintura artesanal y emprendiera la vía estrictamente artística, a la que se oponía su madre. 

En la Académie Humbert, flirteó con Georges Braque sin que su relación sobrepasara la línea de los sobreentendidos . Sí trabó una relación con otra alumna, Yvonne Chastel, que mantuvo mucho tiempo, sin que ello le impidiera mantener otras relaciones.

Su último curso en la escuela de Sèvres terminó en junio de 1904, con un proyecto de plato, al parecer, no muy notable, en relación con lo que se esperaba de su aprendizaje, pero sí muy original e imaginativo.

La lectura de las Fleurs du mal, de Baudelaire, animó también sus primeros intentos de escribir poesía y, tras una primera colaboración con Pierre Louÿs, dibujó la que sería su primera aguatinta. Dos años después, Pierre Louÿs, la incluiría en una reedición de las Chansons de Bilitis.

Laurencin: Autorretrato, 1905. BBAA de Grenoble

Cuando alcanzó la mayoría de edad, su madre le reveló la identidad del padre, al que apenas le quedaban siete meses de vida, y, poco después del fallecimiento de este, en marzo de 1906, Georges Braque le presentó a Pierre Roché, que era quien había llevado a cabo, el otoño anterior, la primera venta importante de Pablo Picasso. Él mismo, especializado en "arte femenino", se convirtió en su primer coleccionista, y adquirió, con el tiempo, 140 obras de Marie, a la vez que se convertía en su amante, aunque muy pronto, la traicionó secretamente, con Pansy Lamb, la esposa del pintor inglés Henry Lamb. 

Roché Mantuvo una correspondencia larga y regular con Marie Laurencin, a la que, como dijimos, llamaba "Flap". Apoyado por su patrocinador Jacques Doucet, se encargó de la promoción de la obra de Marie; la introdujo en el círculo de la revista simbolista Vers et prose-Verso y Prosa, fundada por Paul Fort, grupo al que Jean Moréas, sucesor de André Salmon, reunía todos los martes en La Closerie des Lilas para celebrar la poesía de Mallarmé. Marie conoció allí a Pierre Mac Orlan y a Roland Dorgelès.

En 1907, Clovis Sagot, que se había fijado en Marie Laurencin tres años antes en la Académie Humbert, le ofreció una primera exposición en su galería de París y allí fue donde la descubrió Pablo Picasso, que le mostró la obra de sus períodos azul y rosa, cuya influencia se hizo patente en los estudios de Marie en aquel momento. 

En el Bateau-Lavoir y en la galería Berthe Weill, Marie mostró su pintura "Coco" a André Salmon, André Derain, Robert Delaunay, Kees van Dongen, y el Douanier Rousseau, a los que frecuentaba desde hacía seis años, y también a Max Jacob, Maurice de Vlaminck, un ferviente admirador; Charles Dullin y Harry Baur, todos los cuales eran habituales en los cafés de Montmartre.

Laurencin: Coco Chanel. L’Orangerie. / Fotografía de Chanel en 1912

A Chanel no le gustó el retrato y se negó a pagarlo, por lo que Marie lo conservó, y se negó rotundamente a hacerle otro.

Aquella primavera, participó por primera vez en el Salon des Indépendants. Animada por Paul Fort, y allí presentó Fleurs dans un vase, a sus colegas masculinos, de los cuales, en realidad, se sentía poco cercana. 

Laurencin: Fleurs dans un vase. c. 1907

Obtuvo el reconocimiento de sus colegas por su tratamiento fauviste de la línea oscura y las sombras órficas, en grises, azules y ocres. Su primera manera, considerada cubista, cuando el cubismo se estaba gestando, fue considerada, con justicia, como la más exigente. A pesar del tratamiento despectivo reservado a las mujeres artistas en la época, incluso en los medios más abiertos, Laurencin participó plenamente, en aquel período tan fértil de renovación y modernidad. 

La Muse inspirant le poète / La Musa inspirando al poeta. Fondation Louis Vuitton, Paris.  

La pareja Laurencin-Apollinaire fue así retratada por el Douanier Rousseau en 1909 –hay una 2ª versión, en el Museo de Bâle-. El pintor explicó su diseño caricaturesco, alegando que hacía falta una musa corpulenta para un gran poeta. 

Al llegar la primavera de 1907, Marie Laurencin dejó a Pierre Roché por Franz Hessel. Ni con él, ni con ninguno de sus futuros amantes, se despojó nunca de una frialdad que no disimulaba. 

En mayo, Pablo Picasso le presentó a Guillaume Apollinaire, y con él, que también era hijo natural, Marie Laurencin mantuvo una especie de falsa unión a partir de julio de 1907, aunque, los dos siguieron viviendo con sus respectivas madres, ya que Apollinaire era un aspirante a escritor, que, a los 27 años, seguía siendo más dependiente de su madre, que de cualquier pequeño empleo temporal. Gracias a Marie Laurencin, alimentó y mantuvo su pasión por un arte transgresor; y su relación con Picasso y el medio ambiente en el que encontró financiación para escribir L'Enchanteur pourrissant y Le Bestiaire. De hecho, Marie Laurencin le inspiró muchos poemas, entre los cuales, aparece el poema, Marie, en el que la compara sentimentalmente con un cordero, a causa de su pelo, y Le Pont Mirabeau en el que evoca la infidelidad del deseo y la inevitable separación. 

Hacia finales de año, Marie escenificó su pareja, así como la de Picasso y Olivier, en su primer cuadro grande; Groupe d'artistes, en el que también aparece Fricka, la perrita de Picasso. Se trataba de un homenaje al Douanier Rousseau y un manifiesto de la nueva vanguardia. La obra, que da el mismo valor a los accesorios que a los personajes, inauguró una inquietante singularidad surrealista.

Grupo de Artistas. París, 1908: Picasso, Laurencin, Apollinaire y Fernande Olivier, modelo de Picasso. Baltimore.

Marie Laurencin, 1909, Réunion à la campagne, Apollinaire et ses amis, o Grupo de Artistas; 2ª versión. Ó/l, 130 x 194 cm. Musée Picasso, Paris. 

Izq.: Gertrude Stein, Fernande Olivier, una musa, Fricka, la perrita de Picasso, Guillaume Apollinaire, Pablo Picasso, Marguerite Gillot, Maurice Cremnitz y Marie Laurencin.

La madre de Apollinaire, del mismo modo que lo hizo Pauline Laurencin, desaprobó la relación entre los artistas e impidió su proyecto de boda. Las Laurencin, madre e hija, se instalaron unos meses después en Passy, y “Wilhelm”-Guillaume, abandonó en octubre de 1909, su garçonnière de la calle Léonie, para instalarse cerca de ellas, en la rue Gros. En enero de 1910, a causa de las inundaciones provocadas por la “gran crecida” del Sena, volvió a cambiar de casa, pero permaneciendo siempre en la misma zona.

La “gran crecida” en el Quai [Muelle] de Passy

En noviembre de 1908, Marie Laurencin asiste al celebrado banquete ofrecido en el Bateau-Lavoir en honor del Douanier Rousseau. Gertrude Stein, que también participó, compró el mencionado Groupe d'artistes, que Marie había pintado el año anterior. Fue su primera venta, pero la coleccionista americana juzgaría después su pintura como insuficientemente modernista y en exceso decorativa. 

Le Bateau Lavoir, en Montmartre

En 1909, Eugène Montfort publicó, en el apartado de “autores femeninos” de su revista literaria, dos poemas de juventud de Marie Laurencin: Le Présent, y, Hier, c'est ce chapeau fané / El Presente, y Ayer es ese sombrero gastado, bajo el seudónimo, Louise Lalanne. Ambos serían puestos en música en 1931 por Francis Poulenc

El regalo

Si quieres, te daré

Mi mañana, mi alegre mañana

Con mis claros cabellos

Que tú amas

Mis ojos verdes

Y dorados

Si quieres.


Te daré todo el ruido

Que surge

Al despertar la mañana

Al sol

Y el agua que corre

En la fuente

Tan cerca; 


Y aún la noche que llegará pronto.

La noche de mi alma triste

Hasta el llanto

Y mis manos, tan pequeñas

Con mi corazón que habrás de mantener

Cerca del tuyo.

Francis Poulenc: Le présent (Trois poèmes de Louise Lalanne). 

Ayer es ese sombrero gastado

Que he usado tanto tiempo.

Ayer, es un pobre vestido

Que ya no está de moda.

Ayer era el más bello convento,

Tan vacío ahora,

Y la rosa melancolía

De las clases de niña.

Ayer mi corazón se encontraba mal.

Otro, ¡otro año!

Ayer ya no es esta noche más que una sombra

Cerca de mí en mi cuarto.

Mientras Apollinaire asumía, poco a poco, el papel de promotor del cubismo, Marie Laurencin estudiaba la misma técnica en el taller que Picasso -para entonces, muy acaudalado-, mantenía, en un enorme apartamento, en la Place Clichy.

Pierre Roché se la presentó por entonces a Wilhelm Uhde, al crítico Jos Hessel, que estaba en París; a marchantes, como Paul Cassirer, y a coleccionistas, entre los que estaba el costurero Paul Poiret. Este último fue, quizás, quien la introdujo en el círculo, mundano y libertino, de los escritores de la generación anterior, que reunía Natalie Barney, círculo en el que Marie conoció a Pierre Louÿs. A partir de 1911, mientras su inestable relación con Apollinaire se desmoronaba, Marie inició otra, que duraría el resto de su vida, con Nicole Groult, hermana del famoso costurero.

Mujer con paloma, 1919 o, Marie et Nicole [Groult] de Marie Laurencin. Musée des Arts Décoratifs. Centre Pompidou.

En 1914 Marie se casó con el barón Otto von Wätjen, pintor, al que había conocido el año anterior por medio de unos marchantes de arte alemanes. Después de la declaración de la Primera Guerra Mundial, la pareja se exilió en España, donde vivieron, primero en Madrid y, después en Barcelona. 

Marie Laurencin, Cecilia de Madrazo y Nicole Groult, hacia 1915, con Toledo de fondo.

Aparece entonces en su vida, la figura de Cecilia Madrazo, de la bien conocida saga artística de los Madrazo, a la que Marie pintaría en más de una ocasión.

Cecilia aparece con Fabio Mauroner, ¿su segundo marido?

Marie Laurencin: "L Infante”. Cecilia de Madrazo (1915).

Marie Laurencin, Cecilia de Madrazo y el perro Coco. De M. Laurencin, Tate Gal. 

El retrato que precede fue pintado en Madrid en 1915, representa de nuevo a Cecilia de Madrazo, con la artista autorretratada, a la izquierda.

Durante su estancia en Madrid, Marie, que se alojaba, al parecer, en una casa próxima al Museo del Prado, cedida por Cecilia Madrazo, pudo conocer con calma las obras de El Greco, Velázquez, y Goya, y declaró que, este último, marcó profundamente su apreciación del arte.

Después de vivir una segunda aventura con Pierre Roché -de acuerdo con fuentes francesas-, fue cuando Marie Laurencin se casó, el 21 de junio de 1914 con el barón Otto von Wätgen, al que había conocido el año anterior, en el ambiente artístico de Montparnasse, entre el Dôme y La Rotonde. Por aquel matrimonio asumía la nacionalidad alemana y se convertía en baronesa, beneficiaria de una renta anual de 40.000 marcos. Pero la guerra estalló durante su viaje de bodas; el anunciado desastre sorprendió al nuevo matrimonio en el sur de Francia, y optaron por seguir viaje a España, puesto que, en aquel momento, no podían volver a Francia, ya que Marie había sido despojada de su nacionalidad francesa, mientras que su marido, que no quiso tomar las armas contra Francia, se negó también a volver a Alemania, de modo que improvisaron una estancia en Madrid, en el hotel Sevilla. Durante este exilio, Otto cayó en el alcoholismo, renunció al arte, engañó a María y se volvió violento. María, por su parte, siguió manteniendo correspondencia con Apollinaire, que la apodó “Tristouse Ballerinette”, y también con Pierre Roché, Jean Émile Laboureur, Louise Faure-Favier, Yvonne Crotti y, sobre todo, con Nicole Groult.

Cecilia de Madrazo, titulada marquesa, por las mismas fuentes, introdujo a los Wätjen en el mundillo madrileño, donde conocieron, en noviembre de 1914, a Diego Rivera, en torno al cual se reunía, en el Café de Pombo, la tertulia de Ramón Gómez de la Serna. El círculo creció con diversos exiliados que se unían a medida que iban llegando, así, Alfonso Reyes -el gran estudioso de Góngora-, y Jesús Acevedo, a los que siguieron, Tsugouharu Foujita y Kawashima Rüchiro, Jacques Lipchitz, Marie Blanchard, y finalmente, Sonia y Robert Delaunay.

Sería a primeros de marzo de 1918, cuando el matrimonio respondió a la invitación de alojarse en una casa de Cecilia de Madrazo, frente al Museo del Prado. Cecilia le inspiró tres obras, aunque entonces, Marie pintaba poco y, más bien, lo hacía para sí misma; -de hecho, sólo recibió cuatro encargos en cinco años, para Léonce Rosenberg-. 

Como hemos dicho, estudió largamente en el Museo del Prado, a Velázquez, el Greco y Goya, a quien reconocería como su verdadero modelo y siguió escribiendo poemas cargados de una persistente melancolía, que publicaría con sus recuerdos durante la segunda guerra.

Laurencin en su estudio de Madrid

Fue en aquella casa, en la que organizó su taller, donde recibió la noticia del fallecimiento de Guillaume Apollinaire, producido el día 9 de noviembre de 1918, junto al cuadro que ella pintó en 1911 para él, Apollinaire et ses amis, y que sus amigos habían colgado sobre la cama del escritor en el hospital, en Val de Grâce.

Fichada como “esposa de boche”, no fue autorizada a volver a Francia después de la guerra, y permaneció a la espera de los decretos de aplicación de los tratados de paz. Para entonces, su casa de la rue La Fontaine, había sido requisada y, posteriormente, vendida por el Estado.

La relación de Marie con Apollinaire, marcada por el exceso de alcohol y la violencia del poeta, se había mantenido hasta junio de 1912, pero ya se había terminado el otoño del año anterior, a pesar de lo cual, cuando el poeta fue expulsado de su alojamiento, después de pasar cinco días en prisión, a causa de la desaparición de la Gioconda, Marie y su madre le habían acogido en su casa.

Como es sabido, el 21 de agosto de 1911, Vincenzo Peruggia, un antiguo empleado del museo, se presentó en el Louvre a las 7 de la mañana, vestido con un blusón de trabajo blanco como los utilizados por el personal de mantenimiento; descolgó el cuadro y, después, en una escalera, separó el marco, que abandonó allí mismo y salió del museo con el lienzoenrollado bajo la ropa. Cuando el pintor Louis Béroud entró en la sala para contemplar la pintura, avisó de inmediato a la policía. 

El museo permaneció cerrado durante una semana para proceder a la investigación, en cuyo transcurso, se recordó que, unos años antes, había sufrido el robo de otras piezas, lo que hizo deducir a la policía que ambos acontecimientos estaban relacionados. Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso se convirtieron en sospechosos, puesto que se les había relacionado con aquella anterior desaparición de varias piezas de escultura antigua. Pronto se demostró que ambos eran inocentes. 

Durante el período en que la Gioconda estuvo desparecida, se produjo una afluencia récord de visitantes al museo, ya que la posibilidad de contemplar el llamativo hueco que, hasta entonces había ocupado la mundialmente famosa obra, se convirtió en un asunto de interés general.

El “resonante” vacío de Gioconda en el Louvre

El mismo año de su ruptura, Wilhelm Uhde, había organizado una segunda exposición para María, en la que la acuarela titulada Les Jeunes Filles, se vendió por 4.000 francos; una cifra récord. que atrajo el interés y el reconocimiento de la entonces llamada la “Nymphe d'Auteuil” en el ambiente del “Tout-Paris”.

El 11 de mayo de 1913, Pauline Laurencin, la madre de Marie, moría, a los 52 años, en “una bruma de locura y desesperación”, y fue entonces cuando María se alejó definitivamente de Apollinaire, que tenía “un vino demasiado malo” y que, para entonces, ya se alojaba en el taller de Robert Delaunay: “La pintura es, propiamente, un lenguaje luminoso...”

La madre de la artista [Pauline]. Marie Laurencin (1883–1956). The Ashmolean Museum of Art and Archaeology. Oxford, RU

Fue también en 1913 cuando Pierre Roché, inscribió a Marie en el catálogo de Paul Rosenberg, en París. El contrato negociado con el heredero de un propietario de grandes silos, que tenía una galería en Dusseldorff, hizo la fortuna de la pintora. Revalorizadas por su presentación junto a obras de Picasso y Braque, las obras de algunos artistas, considerados como de segundo orden, fueron vendidas en Alemania con una nueva valoración, y, además. después de la guerra, triplicaron el valor marcado en París.

Marie Laurencin fue presentada junto a los expresionistas en el Sturm, por Herwarth Walden, que publicó paralelamente unos poemas de Apollinaire, elegidos para ilustrar el número de diciembre de 1913, de las Soirées de Paris / Veladas de París, una revista mundana que dirigía el poeta.

Cuando en la primavera de 1915, la pareja se instaló en Málaga. Apollinaire, ilustró Le Médaillon toujours fermé / El medallón cerrado, con siete poemas de Marie, que constituyen otras tantas referencias a su pintura y su amor, entre los cuales aparecía el famoso e irónico caligrama contra la guerra, El adiós del caballero, al que Marie Tailleferre -compositora del Grupo de “Les Six”- puso música y dedicó a F. Poulenc.

En abril de 1916, la pareja se reunió en Barcelona, donde Josep Dalmau los acogió en el grupo Dada. En julio, llegaron, Gabrielle Buffet y su marido, Francis Picabia, y en agosto, Nicole Groult, procedente de Paris, cuyo marido se encontraba en el frente. Marie Laurencin entregó dos poemas a la revista “dada 391”, animada por ella:


Más que aburrida

Triste.

Más que triste

Desgraciada.

Más que desgraciada

Sufriendo.

Más que sufriendo

Abandonada.

Más que abandonada

Sola en el mundo.

Exilada.

Más que exilada 

Muerta.

Más que muerta

Olvidada.

Marie Laurencin, Le Calmant, in 391, n°4, Barcelone, 1917.

A principios de 1917, llegaban también, Moïse Kisling y los Delaunay y, en julio, Gertrude Stein con Alice B. Toklas, la pintora de la escuela "rayonniste"; Nathalie Gontcharova, con su marido, Michel Larionov, así como Pablo Picasso, que asistió en el Liceo a la representación del ballet Parade, de Satie, del que había hecho los decorados, aunque, para entonces, el pintor ya no hablaba con Marie Laurencin, a la que, por un lado, consideraba como una desertora, desde su ruptura con Apollinaire y por otro, porque su trato podría hacerle sospechoso de “germanofilia”. Aquel mismo año, Pierre Roché, siempre fiel amigo de Marie, que se encontraba en Nueva York, en misión diplomática, vendió la pintura titulada el “Zèbre” por la fortuna de cinco mil francos.

No creas, Nicole / Que Zèbre es un animal / Como el caballo / El Zèbre es un bailarín español / Que me vuelve loca

(Marie Laurencin a Nicole Groult).

Marie Laurencin mantuvo el taller de Madrid, en la casa de Cecilia Madrazo, entre marzo de 1918 y octubre de 1919. A finales de este último año y, tras un mes de viaje de Génova a Basilea, vía Milán y Zúrich, en cuyo transcurso conoció a Rainer Maria Rilke, Marie Laurencin se alojó en Düsseldorf, en la casa de su suegra, Clara Vautier. Su familia política, que no le mostraba la menor simpatía, estaba arruinada a causa de las huelgas empezadas desde el día siguiente del armisticio y que siguieron después de la sublevación del Ruhr. En París, cuando volvió la paz, su fiel amigo Pierre Roché retomó su actividad promocional y vendió uno de sus cuadros a André Gide.

En diciembre conoció, en el museo de arte de Düsseldorf a Max Ernst, para el cual, intentó, en vano, obtener un visado. Para corresponder al fallido intento, Ernst le hizo, a la que, tras haber sido "Notre Dame du cubisme" y la "Dame Dada", una especie de retrato, como un metrónomo, montado sobre ruedas dentadas, titulado: Adieu mon beau pays de Marie Laurencin, que debía ser la cubierta de la revista de Tristan Tzara, Dadaglobe, aunque, finalmente no llegó a publicarse.

Adieu mon beau pays de Marie Laurencin. Max Ernst. MoMA

Con el fin de regularizar su situación, pasó el mes de abril de 1920 en París, acogida en casa de los Groult. El día 15, Georges Auric le presentó al joven diplomático Paul Morand, que había sido su vecino en Madrid en 1918, con el fin de iniciar los trámites para recuperar su nacionalidad francesa, recurriendo a los contactos del secretario de la embajada, Jean Giraudoux, quien, durante la guerra, le enviaba lienzos.

Con su matrimonio totalmente deshecho, María se fue a Múnich, desde donde realizó varios viajes con su amante de antes de la guerra, Thankmar de Münchhausen; después, con Yvonne Chastel, que había vuelto de Buenos Aires, y con los Fernet. Fue entonces cuando vendió, siempre por intermedio de Pierre Roché, al millonario de Nueva York, John Quinn, otras seis obras, entre las cuales estaba La Femme cheval, gracias a lo cual, pudo formalizar su divorcio, el 25 de julio de 1921, renunciado a toda pensión. 

Le femme cheval

Durante el período de entreguerras, Marie buscó a su exmarido, que había vuelto a París, sabiendo que se encontraba en la miseria, y lo ayudó económicamente.

A los 38 años, económicamente autónoma, “Mademoiselle” Marie Laurencin, volvió definitivamente a París, donde, entre 1921 y 1927, cambió tres veces de dirección. entre las calles de Penthièvre, José María de Heredia y Vaugirard, en Montparnasse.

Emprendió entonces una carrera de pintora independiente. Dejó a su marchante, Paul Guillaume, y renovó el contrato con Paul Rosenberg, que se ocupó de presentar su obra junto a la de Picasso, Braque, Léger, Matisse, etc. La exposición que el galerista organizó a partir del 4 de marzo de 1921, fue un acontecimiento mundano, esperado y muy mediático. Jean Cocteau presentaba ya en 1918 a Marie Laurencin como la promesa patriótica del triunfo del «buen tono». Entre tanto, Marie Laurencin se negó a ser involucrada en los movimientos de propaganda que tanto alimentaban los intelectuales en aquel momento.

Afirmó su relación con Nicole Groult, que la eligió como madrina de su primera hija. El escritor Ramón [Gómez de la Serna] denominó a esta relación, en tanto que acto artístico, “nymphisme».

En la primavera de 1922, Marie Laurencin fue hospitalizada por un cáncer de estómago e intervenida al efecto, al tiempo que se le hizo una histerectomía. Durante la convalecencia fue acogida por su exmarido en el dominio familiar de los Waetjen en Altenrode, Alemania. En septiembre, conoció allí al pianista Carl Friedberg y a su mujer, la cantante Gerda Friedberg. Seguía ligada por contrato, para el mercado alemán, por la galería Flechteim, que, en adelante, tuvo sucursales en Colonia, Franckfurt, Viena y Berlín.

René Gimpel también le presentó por entonces a su sobrino, el marchante de arte de Armand Lowengard, quien se convirtió en un amigo cercano, que velaría por sus asuntos hasta 1939. Gracias a la venta de su "Pyrame", en 1925, Marie compró una casa de campo en Champrosay.

En 1923, convaleciente, Marie Laurencin creó los papeles pintados por André Groult, que vivía a la sombra del éxito de la casa de costura de su esposa. A mediados de diciembre, acompañada por Jean Giraudoux y de Gaston Gallimard, se reencontró con Pablo Picasso en el entierro de Raymond Radiguet.

Retratista del Tout-Paris de los años locos, Marie Laurencin llevó en este período una vida de lujo y mundanidad. Si bien el retrato era para ella un medio lucrativo y para sus modelos, un artículo de moda, no hizo de este ejercicio el medio para hacerse una posición social. Bien al contrario, obviando los planteamientos de sus clientes y amigos, ella pintaba, no tanto la ilusión social y la apariencia física, como una especie de la máscara que ellos deseaban aparentar en sus relaciones mundanas, prolongando en el cuadro, algo de lo que escondía la fiesta permanente, hasta el punto que ella misma se disfrazó del personaje que aparentaba ser Laurencin.

Dentro de una búsqueda modernista, de una superación de la pintura por la pintura, se iba alejando voluntariamente de la comunidad de pintores a medida que creaba lazos más profundos y fecundos con poetas y escritores, de cuyas ediciones, sería ilustradora: André Gide, Paul Morand, Jacques de Lacretelle, Max Jacob, Saint-John Perse, Marcel Jouhandeau, su protegido, Jean Cocteau, además de Raymond Radiguet, Jean Paulhan, René Crevel, Valery Larbaud, Albert Flament, o amigos más o menos próximos: Jean Giraudoux, Julien Green, Léon Bailby, Francis Jammes, Antoine de Morceuf, Philip de László, Reynaldo Hahn, Marcelle Auclair, Jean Prévost y James Joyce, los tres presentados por Adrienne Monnier y Sylvia Beach, entre otros. 

También ilustró 80 ediciones literarias, entre las cuales, algunas de Somerset Maugham, su vecino de vacaciones en Biot, y Lewis Carroll.

En la misma línea modernista, tratando de conjugar la pintura con la música y la danza, trabajó igualmente como diseñadora de decorados para escenarios y trajes para los ballets rusos, Les Soirées de Paris de Étienne de Beaumont, la Ópéra-Comique, o la Comédie-Française. En la temporada de 1924, intervino en la puesta en escena del ballet Les Biches, directamente inspirado en Francis Poulenc, por el erotismo de su universo poético y, en gran parte elaborado por Bronislava Nijinska, autora de su propuesta de decorado, que fue recibido como un manifiesto de la modernidad. 

Marie Laurencin a los cincuenta años, 1932.

Marie Laurencin con unas alumnas, el mismo año.

Les Déguisés (1926) / Las Disfrazadas, de Marie Laurencin, Haggin Museum, Stockton, CA

1913, Le Bal élégant, La Danse à la champagne. / Baile elegante, Danza en el campo. Laurencin.

Jean Cocteau, 1921. De M. Laurencin

Las dos españolas, 1915. Laurencin

Baronesa Gorgaud con abrigo rosa. Laurencin

Laurencin: Autorretrato

Laurencin con su gato, en el estudio de Madrazo, en Madrid

En 1931 inauguró el Salón de las Mujeres Artistas Modernas, al que la crítica masculina dio poca importancia, pero convenció a muchas otras pintoras, como Suzanne Valadon, para que se unieran, consciente de las dificultades que tenían las mujeres para acceder a los territorios del arte.

Después de la derrota de Francia en 1940, Marie Laurencin y Nicole Groult siguieron con su vida mundana en casa de esta última, o de otra amiga, donde recibían a escritores políticamente ambiguos como Marcel Jouhandeau y Paul Léautaud; oficiales e intelectuales alemanes, reencontrándose con conocidos de la época de su primer matrimonio.

Como sabemos, Laurencin había firmado una petición para que liberasen a su viejo amigo Max Jacob del campo de internamiento de Drancy, donde el escritor murió poco después. Cosas del destino; el 8 de septiembre de 1944, día de la Liberación, Marie fue detenida y llevada al mismo campo, en el marco del proceso de depuración cívica. Liberada una semana después, sin cargos, fue recogida por Marguerite Duras, en cuya casa halló refugio y compañía, pues no pudo recuperar la suya, requisada durante la ocupación, hasta el año 1955.

Desde 1945 a 1956, año de su muerte, Marie siguió pintando en su taller de la calle Vaneau y asistió a tres retiros espirituales en conventos. 

En 1954 adoptó legalmente a la hija de su antigua criada, para entonces, de 49 años y que ya ocupaba el lugar de su madre.

Marie Laurencin fotografiada por Carl van Vechten. 1949.

En la primavera de 1953, le conmovió hasta las lágrimas la exactitud del relato que Henri-Pierre Roché, hizo de su juventud intemporal, en la novela “Jules et Jim”, que le dedicó: “hemos envejecido, pero los sentimientos permanecen.”

Carta de Marie Laurencin a Henri-Pierre Roché.

Jules et Jim sería llevada al cine, con gran éxito, de la mano de François Truffaut, en 1962, protagonizada por Jeanne Moreau.

La noche del 8 de junio de 1956, a los 72 años, Marie Laurencin fallecía en su casa. De acuerdo con su voluntad, sus funerales se celebraron con los coros del Dies Irae, que le cantaba su madre.

Descansa en el “Père Lachaise”, con un vestido blanco, una rosa en la mano y, sobre su corazón, las cartas de Guillaume Apollinaire:

Recuerda que el otoño ha muerto

No nos veremos más en la tierra

En el tiempo del aroma de las ramas de brezo

Recuerda que te espero.

Adieu, escrito por Guillaume Apollinaire, con ocasión de su ruptura, en 1912.

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Carta de Marie Laurencin al doctor Arnaud Tzank, coleccionista, al que había conocido en la Costa Azul, en 1912:

[..] sintiéndome cada vez más, parte del viento, del cielo, del árbol. Todavía evito el polvo, pero vendrá.»

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