martes, 24 de agosto de 2021

Albrecht Dürer ● Alberto Durero el Enigmático



¿Podremos saber algún día lo que pasaba por la mente y la conciencia de Albrecht Dürer? Sus obras tituladas “Melancolía I” y “Pesadilla”, por ejemplo, han sido analizadas desde todos los puntos de vista posibles, y por personajes de gran lucidez y conocimiento, pero ello no nos ha proporcionado una respuesta convincente, aunque ese misterio, lejos de anular su atractivo, no hace sino aumentarlo de manera considerable.

Teniendo en cuenta, por supuesto, que aparecen enigmas en buena parte de su obra, las citadas piezas, “Melancolía I”, o la pesadilla, titulada, en realidad, “Visión en sueños”, casi podríamos calificarlas de “acertijos” -y no empleamos este término de manera frívola ni superficial, como se verá, del mismo modo que podremos, o no, aceptar el legendario significado de la bellísima imagen de las manos que diseñó en actitud de oración.

Empezaremos por observar su rostro detenidamente, a través de sus espléndidos autorretratos; si la cara fuera el “espejo del alma”, alguna conclusión podríamos obtener, y, más aún, si, al mismo tiempo, el artista nos brinda la posibilidad de observar sus manos. Lo haremos.

De hecho, aunque conocemos su biografía, sabemos, más bien poco de su vida, de sus dudas, planteamientos, temores o esperanzas, a pesar de lo cual, al acercarnos a sus creaciones, parece recomendable revisar todos los eventos biográficos, aunque sea de forma breve. Haremos, pues, un recorrido por su cronología, ilustrándola con imágenes, siempre que sea posible, porque, al menos, en apariencia, podrían acercarnos a la comprensión de este enigmático artista.

Todo esto, nos llevará, probablemente a plantearnos una cuestión fundamental: Me gusta, o me atrae, o algo me dice la pintura de Durero, pero, ¿por qué me gusta?, o ¿qué me dice? Parecen preguntas retóricas, pero vuelven una y otra vez, siempre que contemplamos sus obras, y entre ellas, sus autorretratos, en los que parece hablar con la mirada, si bien, más que hablar, parece que les convendría mejor el término interrogar.

Albrecht Dürer. Núremberg, 21 de mayo de 1471-6 de abril de 1528

Durero: Autorretrato a los trece años. Punta de plata, 2,75x1,96. Albertina, Viena. (Col. Gráficos).

A los trece años, Durero creó el primer autorretrato que se conoce, de un artista tan joven. Utilizando punta de plata, sus rasgos se representan con trazos suaves. Él mismo escribió, en 1528; a los 44. que se trataba de un sencillo esbozo de "la esencia espiritual del impulso creativo del artista."

La mano derecha -con pentimentos-, parece señalar algo, mientras la izquierda queda oculta por la manga, lo que sugiere, al parecer, que este autorretrato, como es habitual, por otra parte, fue pintado frente a un espejo. De hecho, Durero lo firmó años después y escribió: "Me dibujé a mí mismo desde un espejo en el año 1484, cuando era un niño. Alberto Durero."

Autorretrato con una venda. 1491-92. Dibujo a lápiz sobre papel, reverso, 204 x 208 mm. Graphische Sammlung (Col. Graficos) der Universitätsbibliothek, Erlangen

El autorretrato de Durero con una venda, probablemente data del primer período de sus viajes; fue esbozado con trazos rápidos, y destaca en él una mirada inquisitiva. 


La posición de la mano podría interpretarse, más que como expresión de dolor, como gesto de melancolía, o quizá de preocupación.

Estudios: Autorretrato, Mano y Almohada. Pluma y tinta sobre papel, 1493. 28 x 20 cm. Metropolitan Museum of Art, New York


Estos esbozos estaban en el reverso de otro retrato, pintado de 1493, ahora en el Musée du Louvre, París. Posiblemente sea un estudio previo para la pintura al óleo. La textura de la almohada ya ofrece un excelente detalle y, en cuanto al gesto de la mano, podría significar precisión milimétrica, ya sea como deseo, o como logro. 

Autorretrato a los 22 años, 1493. Óleo sobre lino, transferido de vitela, 57 x 45 cm. Musée du Louvre.

Este es el primer autorretrato al óleo, pintado de Durero, fechado en 1493 y el también el primero conocido en el arte europeo producido como pintura independiente, aunque artistas anteriores a veces se habían retratado entre figuras en un retablo o fresco. El autorretrato esbozado en el reverso, que precede, fechado en 1493, podría haber sido un estudio previo. Durero completó la pintura al óleo hacia el final de sus viajes como aprendiz, casi con certeza en Estrasburgo. Originalmente estaba en vitela, lo que lo habría hecho relativamente fácil de transportar, y esto sugiere que podría haber sido enviado a Nuremberg. 


Durero inscribió en la parte superior del autorretrato: "Las cosas conmigo van como se ordenó desde arriba"; como representación de su fe. Los rasgos juveniles del artista están enmarcados por su cabello largo y pelirrojo, coronado por una gorra roja con borla de flecos. Bajo la capa gris, con ribetes rojos, viste una elegante camisa plisada con cintas rosas. Su nariz fuerte, labio superior en forma de corazón y cuello largo se enfatizan en la pintura. Evidentemente, a Durero le costaba pintar con un espejo las manos y los ojos, dos rasgos que siempre suponen un desafío para todo artista en el autorretrato.


Con enérgicas manos sostiene una ramita de acebo de mar, una planta parecida al cardo. Su nombre alemán significa "fidelidad del hombre" y esto, junto con el hecho de que la planta a veces se consideraba afrodisíaca, ha llevado a deducir que el autorretrato fue pensado como un regalo para su prometida, porque cuando aún estaba fuera, su padre lo había prometido con Agnes Frey. De hecho, se casaron el 7 de julio de 1494, dos meses después del regreso de Durero a Nuremberg. 

Sin embargo, también es probable que el autorretrato fuera un regalo para sus padres, a quienes casi no había visto en cuatro años. En cuyo caso, podemos imaginar la sorpresa y la satisfacción que debieron experimentar al recibir, después de tan larga ausencia, una imagen de su hijo, que, además de ofrecerles su evolución fisionómica, constituiría una prueba más de su floreciente talento.

Autorretrato a los 26; 1498. Óleo en panel. Museo del Prado, Madrid


Este autorretrato está fechado en 1498 y tiene la inscripción: "Yo mismo me pinté así. Tenía 26 años. Alberto Durero”. Dado que el artista cumplió 27 años el 21 de mayo, la imagen debe ser de principios de año. 

La pose del artista expresa seguridad en sí mismo. Está de pie, con el brazo derecho levemente apoyado. Su imagen llena el cuadro, y su rostro, y cuello destacan por la luz que entra en la habitación. Su largo cabello aparece minuciosamente rizado, rematando con un tocado, a juego con la manga, que, a su vez, hace destacar la cabeza sobre el oscuro fondo. 

Ahora tiene bigote y una barba, algo que, al parecer, por entonces no era muy usual entre los jóvenes. Nueve años después, Durero escribió un poema irónico en el que se describía a sí mismo como "el pintor de la barba peluda"

De su hombro izquierdo cuelga una capa de color marrón claro, sujeta al otro hombre por un cordón retorcido, que, por delante, parecería trenzado, y lleva guantes. 

Al fondo hay un alto arco que enmarca y destaca la cabeza y, a la derecha, se abre una ventana a un paisaje ideal. Campos verdes; un lago rodeado de árboles y, a lo lejos, montañas cubiertas de nieve, probablemente un recuerdo de su viaje por los Alpes tres años antes. 


Representar un paisaje lejano, visto a través de una ventana, era un recurso habitual de los retratos holandeses. Los alemanes. Igual que ocurría en otros reinos, todavía consideraban al artista como un artesano, como lo había sido durante la Edad Media, lo cual era incompatible con el concepto que Durero tenía de la pintura, así que se presenta elegantemente aristocrático, casi altivo y hasta distante. Su vestimenta, así como el bellísimo paisaje de la montaña a través de la ventana, vendría a demostrar que no se considera a sí mismo como un provinciano limitado. Durero proyecta claramente su dignidad como artista. 

Este retrato fue adquirido por Carlos I de Inglaterra, pero, posteriormente lo compró Felipe IV de España.


Las manos, finalmente, en actitud de descanso o espera. Proyecto terminado.

Autorretrato con traje de piel. 1500. Óleo sobre tabla, 67,1 x 48,7 cm. Alte Pinakothek, Munich.


Se podría decir que el presente retrato es una obra maestra, si no fuera porque los dos anteriores, también lo son, pero este tiene algo más. Fue pintado a principios de 1500, antes de que el artista cumpliera 29 años el 21 de mayo y, en él aparece la declaración: "Así, yo, Alberto Durero de Nuremberg, me pinté con colores indelebles a la edad de 28 años". 

Es una imagen oscura, pero no sombría, pintada, fundamentalmente, con marrones, sobre un fondo oscuro y liso. El rostro llama la atención por su parecido con la cabeza de Cristo, y la pregunta es, si Durero se propuso este efecto, lo cual supondría una extraña pretensión. Si el efecto fue buscado no parece propio de Durero, y, en todo caso, ignoramos qué pretendía retratándose de un modo que cualquiera podría confundir con una imagen de Cristo.

Incluso se pintó con el cabello castaño, aunque los otros autorretratos muestran que en realidad era rubio rojizo. ¿Qué respuesta nos ofrece la crítica? Que Durero se propuso deliberadamente crear una imagen parecida a la de Cristo, con la mano levantada hasta el pecho casi en actitud de bendición, pero que no fue un gesto de arrogancia, sino una declaración de fe: porque para él, la pintura significaba un reconocimiento de que las habilidades artísticas eran un talento otorgado por Dios. 

Sin embargo, Durero se distingue sutilmente de la imagen tradicional de Cristo, vistiendo ropa contemporánea; un manto forrado de piel. El resultado es una imagen muy personal, que todavía muestra la forma en que imaginamos que el artista se veía en sus últimos años. El resultado práctico, sería: no es lo que parece. 

Por otra parte, a pesar de lo que él mismo declara, su serena expresión parece mostrar un hombre de más edad. Las facciones en general, pero, sobre todo la mirada, son cautivadoramente profundas. Son ojos verdes que están un poco hundidos, con la mirada «sincera, noble y honesta». (Cirlot; Alte Pinakothek) Muy pocos cuadros han llegado a transmitir tal efecto y Durero lo ha logrado con su propio rostro.

El fondo transmite un efecto de quietud y silencio serenos, sobre los que habla la mirada del artista, que nos interroga francamente. Y el detalle último, pero no de menor importancia, sería el tratamiento exquisito, preciso, luminoso y llamativo, de su cabello; es “sencillamente” el trabajo d un genio.

Autorretratitos

A pesar de que son menos célebres, en general, destacaremos, los que hemos dado en llamar “Autorretratitos”, que son aquellos en los que el pintor aparece, si no siempre entre una multitud de personajes, si rodeado de un buen número de ellos, lo cual no impide que su figura destaque claramente, aunque sea miniaturesca, junto con su “tarjeta de presentación”.

Fiesta de las Guirnaldas de Rosas -o del Rosario-, 1506. Óleo sobre madera de álamo. Národní Galerie, Praga.

Santo Domingo es claramente el santo que vemos a la izquierda de la Virgen. Para todos los demás, se han propuesto muchos nombres, pero las identificaciones aún son inciertas. La Virgen está entronizada bajo un dosel verde que los querubines sostienen con cordones, mientras otros, sobre nubes, sostienen una gran corona de piedras preciosas suspendida sobre su cabeza. 

A sus pies se arrodillan el papa y el emperador, a la izquierda y a la derecha; mientras la Virgen coloca una guirnalda de rosas en la cabeza del emperador, el Niño coloca una idéntica sobre la cabeza del pontífice. Santo Domingo, a su vez, corona un obispo. Detrás del papa y el emperador, los mecenas están dispuestos simétricamente. Entre la multitud de creyentes, Durero mezcló retratos reales y ficticios. Otros querubines al estilo de Bellini, descienden, a su vez, sobre ellos con guirnaldas de rosas.

Con esta obra, Durero creó su primer retablo de un solo panel, aunque su estructura compositiva se parezca a un tríptico. El escenario de la obra tiene un aire muy veneciano, pero su composición piramidal no es veneciana; el artista fue uno de los primeros en crear este tipo de composición, y se inauguró, precisamente, en esta obra.

Durero aparece “discretamente” en último plano, ante un espectacular paisaje de ciudad, bosque y montaña.

Retablo Heller (Copia). 1507-09. Tempera en madera, 190 x 260 cm. Historisches Museum, Frankfurt

Este retablo fue encargado por Jakob Heller (1460-1522), un rico comerciante, miembro del ayuntamiento y alcalde de Frankfurt, no se sabe si, antes o después del segundo viaje de Durero a Italia. Solo el elemento central que representa la Asunción y Coronación de la Virgen es el ejecutado por el propio Durero. El retablo quedó destruido por un incendio en la residencia del duque Maximiliano de Baviera, en Múnich. Afortunadamente, sobrevivió una copia de la obra, ejecutada c. 1614 por Jobst Harrich de Nuremberg (c. 1580-1617). 

El tema de la asunción y de la coronación de la Virgen era familiar en la pintura de Nuremberg del siglo XV. Pero Durero le da una particular interpretación renacentista. Los otros apóstoles están de pie o arrodillados alrededor del sarcófago. San Pedro y San Pablo, en primer plano, y el paisaje detrás del grupo. En el centro del paisaje, pero en la distancia, tenemos a Durero, próximo a un lago rodeado por colinas y varios edificios. 

Detalles como, por ejemplo, los pies descalzos de San Pedro, fueron cuidadosamente estudiados, como lo demuestran dieciocho dibujos preparatorios que aún se conservan; están hechos a lápiz sobre papel, con fondo verde celeste; las famosas Manos en oración, forman parte de estos dibujos. 

Los paneles laterales internos fueron pintados por asistentes de los dibujos de Durero. A la izquierda está el Martirio de Santiago; Jacob Heller aparece abajo, arrodillado dentro de un nicho con su escudo de armas. A la derecha está el Martirio de Santa Catalina de Alejandría, con la esposa del donante, Katharina von Melem. La elección de los santos estaba relacionada con los nombres de los dos donantes.

Los paneles exteriores fueron pintados en grisalla, con la participación de un joven Matthias Grünewald. Incluyen ocho representaciones de santos; uno, San Lorenzo, está firmado "MGN". San Ciriaco es retratado durante el exorcismo de Artemia, hija del emperador romano Diocleciano. Sostenía un libro con la fórmula del exorcismo: ": AVCTORITATE DOMINI NOSTRI IHSVXPHISTI EXORCIZO TE PER ISTA TRIA NOMINA EDXAI EN ONOMATI GRAMMATON EN NOMINE PATRIS ET FILII ET SPIRITVS SANCTI AMEN".

Heller Altar (detail). 1508-09. Tempera and oil on wood, 189 x 138 cm (central element). Historisches Museum, Frankfurt.

En el centro del paisaje, Durero se sitúa, como de costumbre con la tabla explicativa, que muestra con la mano derecha, fijando su mirada en el espectador, cuya inscripción puede leerse claramente: ALBERTVS DVRER ALEMANVS FACIEBAT POST VIRGINIS PARTVM 1509. En el fondo, otro increíble paisaje en el que aparece un lago próximo a las colinas, parcialmente rodeado de edificios. Tanto el pintor como el paisaje, dada su relación porcentual con el conjunto de la obra, ofrecen al espectador detalles increíblemente precisos.

La Adoración de la Santísima Trinidad; Altar Landauer. 1511. Óleo sobre madera de tilo, 135 x 123,4 cm. Kunsthistorisches Museum, Vienna.

En el centro del panel, en la parte superior está la Trinidad. Dios el Padre, como emperador, sosteniendo a Cristo en la Cruz y arriba, el Espíritu Santo. En torno, dos grupos de ángeles. 

Debajo, a la derecha, figuras del Antiguo Testamento y, a la izquierda, los seguidores de Cristo con ramas de palma. 

En la parte inferior, las figuras de los vivos, un poco más grandes, encabezadas por el Papa (con una tiara azul) y el Emperador (con una corona dorada). La figura canosa de Matthäus Landauer, el donante, es mostrada a la multitud por la mano extendida de un cardenal. 

El paisaje en la parte inferior del panel se extiende a lo lejos y una figura solitaria a la derecha; el artista, representa a la comunidad reuniéndose con el reino del cielo. Su mano se apoya en un panel que está inscrito: "Alberto Durero de Nuremberg hizo esto 1511 años después de la Virgen". 

Durero también diseñó el marco ornamentado para el retablo. Uno de los primeros dibujos del marco y el panel datan de 1508 y proponen un conjunto cuidadosamente diseñado. El marco aún se conserva en el Germanisches Nationalmuseum, de Nuremberg, aunque desafortunadamente ha estado separado de la pintura durante mucho tiempo. El marco que se muestra de esta reproducción es una réplica exacta del original. Hecho de madera tallada y pintada, la parte superior representa el Juicio Final, con Dios entronizado y rodeado por las figuras arrodilladas de la Virgen y Juan el Bautista. La inscripción en la base del marco dice: “Matthäus Landauer finalmente completó la casa de culto de los Doce Bretheren, incluida la donación de este panel. Después del nacimiento de Cristo, el año 1511”.

El taller de Durero también diseñó vidrieras para la Capilla de los Doce Hermanos, pero fueron retiradas en 1810 y destruidas en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial.

El conjunto iconográfico con el marco, fue creado para el rico comerciante Matthäus Landauer, que había amasado una fortuna comerciando con minerales, y en 1501 fundó un hogar para doce viejos artesanos que habían caído en tiempos difíciles. Además del retrato del donante, hay un segundo en la imagen, el de su yerno Wilhelm Haller.


A la derecha, figura, fácilmente identificable por su armadura, como el yerno de Landauer, Wilhelm Haller, un capitán mercenario. En la parte inferior del cuadro, casi para contrastar las decenas de santos y hombres y mujeres entre nubes, Durero creó, desde una perspectiva ligeramente elevada, un pasaje, que, incluso más que el del Altar Heller, desaparece en un fondo infinito, iluminado por una luz vespertina muy suave que también brilla como las nubes.



En este territorio desierto, Durero se pintó a sí mismo, como el único ser humano, apartado hacia el ángulo inferior derecho, viste, como de costumbre, un rico manto de piel y muestra una tablilla de estilo antiguo con la inscripción: ALBERTVS DVRER NORICVS FACIEBAT ANNO A VIRGINIS PARTV [M].


El paisaje aparece ahora en la parte inferior del panel, en el territorio desierto, y a la derecha, la figura solitaria del artista, que viste, como de costumbre, un rico manto de piel, mostrando el cartel el que ha escrito: "Alberto Durero de Nuremberg lo hizo 1511 años después del parto de la Virgen".

Autorretrato, 1521. Coloured pen drawing, 127 x 117 mm. Kunsthalle, Bremen

Durante su viaje a Zelanda, Durero contrajo una infección parecida a la malaria de la que nunca se recuperó definitivamente. Este es el contexto en el que probablemente creó este pequeño autorretrato, en el que el artista apunta a un punto doloroso. El comentario inscrito, "Do der gelb fleck ist und mit dem finger drawff do ist mir we"  = Esta es la mancha amarilla y cuando presiono mi dedo sobre ella, duele, sugiere que el boceto tenía por objeto ser enviado a un médico para su diagnóstico.

Autorretrato como “Varón de dolores”. 1522. Lápiz sobre papel imprimado azul verdoso, 408 x 290 mm. Kunsthalle, Bremen

El dibujo fue destruido en la guerra. El Varón de los Dolores generalmente se considera un autorretrato de Durero creado durante su viaje a los Países Bajos. Semidesnudo, con el pecho hundido y los labios entreabiertos por el dolor, el hombre mira hacia fuera del lienzo. Sus brazos cruzados y los instrumentos de la Pasión como el azote y los fasces representan las torturas sufridas por Cristo.

Alberto Durero era profundamente religioso, y se implicó en las disensiones entre Lutero y Roma. Aquí se definiría como un creyente herido por la crisis de las instituciones. Como veremos más adelante, dos de sus últimos grabados, representan, precisamente, a Erasmo y a Melanchton.

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sábado, 7 de agosto de 2021

Agosto en el Calendario • Emperadores, Pontífices y Sabios

El nombre del mes de Agosto procede de Augustus, y fue así denominado en honor del emperador Octavio Augusto. Anteriormente se llamaba “Sextīlis”, porque en el calendario romano vigente, era el sexto mes del año.

Octavio AUGUSTO. Augustus Prima Porta. Museos Vaticanos. Mármol blanco siglo I

En el año 44 aC., Marco Antonio se propuso homenajear la memoria de Julio César, a cuyo efecto, decidió que el mes 5º del año, que entonces se llamaba quintilis, de 30 días, pasara a denominarse Julius/Julio.

Más tarde, en el año 23 aC., el Senado Romano, hizo lo mismo en honor a Octavio Augusto, y el mes 6º, sextilis, de 30 días, fue llamado Augustus/Agosto, al tiempo que se le añadía un día restado al mes de Febrero, que pasó de computar 29 días, a quedar con 28.

Julio César. Estatua en Roma.

Ambos meses fueron intercalados entre los anteriores ordinales, de modo que, hoy, Septiembre, que es el mes 9º, sigue debiendo su nombre al número siete que ocupaba antes del cambio, del mismo modo que Octubre = 8, hoy es el 10º; Noviembre = 9 ha pasado al puesto 11 y Diciembre = 10, es hoy el 12º.

Fragmento del Calendario Juliano

El calendario romano fue el primer sistema creado para organizar la sucesión de los días, agrupados en períodos regulares, acordes con las fases de la Luna, en la Antigua Roma. 

De acuerdo con la tradición, el primer calendario fue obra del mítico Remo; uno de los dos reyes y hermanos -el otro era Rómulo-, fundadores de la ciudad de Roma, que habrían sido criados por la Loba del Capitolio; Luperca.

P. P. Rubens; Rómulo y Remo alimentados por la Loba. 1615-16. Museos Capitolinos

Sucedió al de Remo, el calendario de Numa, que dio paso, a su vez, al de Julio César y, por último, al Gregoriano.

Los meses de aquel primitivo calendario romano duraban 29 días, 12 horas y 44 minutos, si bien algunos meses lunares contaban con 30 días que, posteriormente, también se dividirían en un número regular de horas, cuyo recuento se iniciaba a partir de medianoche.

Recordemos, de paso, que, el nombre del Calendario, procede de las Calendas, es decir, del primer día del primer mes, que para entonces, era el de Marzo.

En principio se establecieron diez divisiones o meses, pero después, su número aumentó en dos bloques más, aceptando la partición anual griega en doce meses, con un total de 368 días y tres cuartos, alternando una duración de 29 y 30 días, si bien, cada dos años se computaba uno de 13 meses cuya duración, mayor o menor, servía para regularizar los defectos o excesos resultantes de la subdivisión citada.

El año de diez meses empezaba en Primavera, con el mes que conocemos como Marzo/Martius, dedicado a Marte, el dios de la guerra. Seguían Abril/Aprilis, Mayo/Maius y Junio/Iunonius, cuyos nombres también tienen un origen mitológico, pero los siguientes, adoptaron el orden numérico correspondiente, es decir, Quintilis, Sextilis, Septembri, Octobri, Novembris y Decembris, nombres que se mantienen, pero que ya no encajan con el ordinal que representan. 

Posteriormente, al mes Décimo, se añadieron Januarius y Februarios –consagrados a Jano y Febo, y hoy llamados, Enero y Febrero-, meses dedicados a los trabajos agrícolas, que eran los que cerraban el recuento anual.

El sistema precedente se mantuvo hasta el año 46 aC. cuando Julio César implantó el que conocemos como Calendario Juliano, organizado por el científico griego Sosígenes de Alejandría. Es el que, finalmente daría paso al Gregoriano que, en líneas generales, pervive en la actualidad.

Al parecer, el calendario habría sido reformado ya en el período Etrusco -siglos VII-VI aC.-, aunque los historiadores romanos, entre ellos, Tito Livio, 59 aC.- 17 dC., atribuyen la reforma a Numa Pompilio, que fue el segundo rey de Roma -716 aC. - 674 aC.-.

En esta reforma, se modificó la duración de los meses, entre 29 y 31 días alternativamente, porque a los romanos, los números pares les parecían de mal agüero, así que los eludían libremente. Con los dos meses añadidos después de diciembre: los citados Ianuarius y Februarius, el año pasó a durar 355 días.

Numa Pompilio copiando las leyes de Roma, dictadas por la ninfa Egeria. Obra de Ulpiano Checa y Sanz, de 1886. Museo del Prado. (En el Museo de Arte Moderno).

La pintura representa a Numa Pompilio, "el Ceremonioso" -15-676 o 672 a.C.-. Uno de los siete reyes del periodo monárquico de Roma, sucesor de Rómulo, que era rey-sacerdote y recibía la inspiración de la Ninfa Egeria; "del álamo negro", que era la diosa de las fuentes y los partos, y se casó con Numa, al que transformó en un pozo cuando falleció. (Fuente: MNP).

El inicio del año en marzo todavía se usaba en el siglo II aC., pero en 153 aC. se adoptó el cambio del Ciclo Lunar por el Solar y, Enero fue colocado en primer lugar, seguido de Febrero, aunque, como hemos dicho, sin cambiar los nombres ordinales de los demás meses.

En primer lugar, [Numa] dividió el año en doce meses, correspondientes a las revoluciones de la Luna. Pero como la Luna no completa treinta días de cada mes, y así hay menos días en el año lunar que en los medidos por el curso del sol, introdujo meses intercalares y los dispuso de modo que cada vigésimo año los días deberían coincidir con la misma posición del sol al empezar, quedando así completos los veinte años. También estableció una distinción entre los días en que se podrían efectuar los negocios jurídicos -dies fasti- y aquellos en los que no se podía -dies nefasti-, en los que era más aconsejable no efectuar transacciones.

TITO LIVIO, Ab Urbe Condita.

Antes de convertir por completo el recuento de los diferentes ciclos desde las fases lunares, a las solares, se dividió cada mes en tres períodos consecutivos, que recibían el nombre de su primer día. Así, las CALENDAS, marcan el primer día de cada mes; una elección que, en principio, y muy probablemente, coincidía con la Luna “Nueva”.

Las NONAS: el día 5 o el 7 del mes, casi de forma alternativa; marcaban el noveno día contando el primero del ciclo siguiente: 

Los IDUS, el día trece de cada mes, excepto en algunos intercalados, en que era el 15, dependiendo de la fase de la Luna "Llena".

Es difícil no asociar este nombre, con la anunciada fecha del asesinato de Julio César.

La muerte de César de se produjo, como estaba previsto, en los Idus de marzo. Obra de Vincenzo Camuccini, 1804/4. Galleria Nazionale d'Arte Moderna e Contemporanea. Roma.

Calendario de misal medieval del mes de junio, usando el método romano. Se trata del original del Calendario de los santos, de aproximadamente 1340-1360, usado en el convento dominico de Turku, Finlandia. La página corresponde a Junio, pues aparece la conmemoración de un santo de origen finlandés correspondiente a dicho mes.

Para medir el día, los romanos observaban la luz, marcando una división en doce horas que, evidentemente, eran más largas en verano. Para medirlas, recurrían fundamentalmente a los relojes de sol, y, más ocasionalmente, a los de agua, o clepsidras; ambos bien conocidos en la actualidad.

Cada fragmento de la noche recibió un nombre específico, formando un conjunto enormemente evocador y, hasta diríamos, con un cierto carácter poético.

Media nox: la medianoche.

Inclinatio mediae noctis: declinación de la medianoche.

Gallicinium, o Gallicantus: el canto del gallo.

Conticinium: el momento en que el gallo deja de cantar.

Diluculum: el principio del alba, o la madrugada. Aparición de la Aurora.

Dies clarus et Mane: la mañana.

Antemeridianum tempus: tiempo antes del mediodía. (Hoy, AM)

Meridies: Mediodía.

Postmeridianum tempus: tiempo después del mediodía. Primeras horas de la tarde. (PM).

Serum, Sero o Vespera: La tarde, o Noctifer, de Catulo; la hora que llega hasta el ocaso.

Solis occasus, o Tempus occiduum: el ocaso.

Crepusculum vespertinum: el crepúsculo hasta el anochecer.

Prima fax, o Primae tenebrae: hora de encender las antorchas.

Concubium noctis, o Concubia nox: Hora de emprender el sueño.

Intempesta nox, o Silentium noctis: el silencio de la medianoche.

Posteriormente, como ya vimos, las horas recibieron números ordinales: prima, secunda, tertia, etc. La hora prima era, naturalmente, la primera del día, la del amanecer, mientras que la que marcaba el final de la jornada, con la puesta de sol, era la hora duodécima. La hora sexta, la que marcaba la mitad del día, evolucionó en la conocida siesta.

El tiempo de la noche se dividía en cuatro partes denominadas vigilia y seguidas de su ordinal correspondiente: prima vigilia, secunda vigilia, etc. Como es natural, no tenían la misma duración en invierno que en verano. Su distribución procedía de los turnos de guardia en los campamentos militares.

Calendario Juliano perpetuo

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El Calendario Juliano daría paso al actual, llamado Gregoriano, empleado en la mayor parte del mundo. 

El nombre del mismo procede del de su promotor, el papa Gregorio XIII, que lo implantó y promulgó mediante la bula conocida como Inter Gravissimas, asumido gradualmente a partir de 1582, en lugar del Juliano, que, como sabemos, estaba vigente desde el año 46 aC.

El calendario gregoriano se organizó a partir de un primer estudio realizado en 1515 por varios científicos de la Universidad de Salamanca, que prácticamente pasó desapercibido, pero que se reanudaría en 1578, con una nueva investigación, de la que sí nació el actual calendario mundial.

Los primeros países que adoptaron el calendario actual, en 1582, fueron, lógicamente, los estados italianos de la Santa Sede, a los que siguieron aquellos que quedaban incluidos dentro del área de influencia de la iglesia católica romana, fundamental y evidentemente, empezando por los dependientes de la Monarquía Hispánica –reinaba Felipe II-, y sus territorios americanos, así como las Islas Filipinas y los estados italianos de la Corona, además de Portugal, también bajo su órbita en aquel momento. Otros países o reinos fueron aceptándolo paulatinamente.

Esta reforma surgió de los acuerdos del Concilio de Trento, ante la necesidad de superar el desfase que se había producido desde el, primer Concilio de Nicea, en 325, es decir, 1257 años antes.

En Nicea se había fijado el calendario litúrgico en torno a la celebración de la Pascua, en función de la cual, se situaban otras fiestas religiosas movibles. En 325 se señaló para la Pascua, el domingo siguiente al plenilunio, posterior al equinoccio de primavera –en el Hemisferio Norte-, es decir, el día 21 de Marzo. Para 1582 ya había un desfase de 10 días y el equinoccio correspondía al día 11 del mismo mes.

La llamada Comisión del Calendario, de la que formaban parte, entre otros, el jesuita Cristóbal Clavio, matemático y astrónomo, además de colaborador de Galileo, y Luis Lilio, autor principal de la reforma, quien fallecería en 1576, sin ver la culminación de sus investigaciones.

La Comisión determinó tomar como punto de partida las célebres Tablas Alfonsíes –de Alfonso X El Sabio-, que asignaban al año, 365 días, 49 minutos y 16 segundos, y Pedro Chacón, matemático, redactó un Compendium, que contaba con las conclusiones de Lilio y Clavio.

Christopher Clavius. 1538–1612. Uno de los principales autores de la reforma. Grabado de Francesco Villamena

Antonio Lilio arrodillado ante el papa, presenta su calendario impreso. Detalle de la tumba del papa , realizada por Camillo Rusconi. 1723

Comisión de la reforma del calendario Juliano por el papa Gregorio XIII en 1582. Archivio di Stato di Siena, Collezione delle Tavolette di Biccherna. Scipio-Turaminus. 

La Reforma subsiguiente, se aprobó el día 14 de septiembre de 1580 y fue publicada en octubre de 1582. En consecuencia, al jueves, 4 de Octubre de 1582, del Calendario Juliano, sucedió, sin interrupción, el 15 de Octubre del Gregoriano. Diez días desaparecían en el curso de la reforma.

A pesar de que el nuevo calendario no fue aceptado por todos, hoy se emplea en todo el mundo.

Los años tienen una duración básica de 365 días; pero son bisiestos -366 días-, los años que son divisibles por 4, exceptuando los múltiplos de 100, con otras excepciones.

El calendario gregoriano suma 365,2425 días al año, con un margen de error, que aumenta casi medio minuto anualmente, lo que requiere el reajuste de un día cada 3300 años, debido al hecho de que el movimiento de traslación de la Tierra, el que realiza alrededor del Sol, no coincide exactamente con el de rotación, sobre su propio eje.

En consecuencia, cuando la Tierra ha dado una vuelta completa en torno al Sol y se halla en el punto de partida, en el que se encontraba el año anterior, han pasado 365 días y algo menos de la cuarta parte de uno más; 0,242189074 exactamente. Los ajustes periódicos se hacían, pues, necesarios para que el año coincidiera con un número entero de días, cada cierto número de años.

Lo más curioso e inevitable, ante tan concienzuda reforma, es el hecho de que, en realidad, tampoco resultó absolutamente exacta, debido a numerosas variantes, tanto de carácter temporal o astronómico, así como los desfases creados con respecto a ciertos eventos, no sólo religiosos, sino otros, de carácter social, educativo, o laboral.

En el año 321, Constantino el Grande, había implantado la semana de siete días, tomada de Mesopotamia, y fijada en función de los planetas que, entonces, se podían observar desde la tierra. Su plan pasó a ser aceptado en distintas culturas. Por otra parte, él mismo fue quien decidió que el domingo, el día del sol, fuera el día de descanso, en perjuicio del sábado.

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Pramática del Calendario de Felipe II: Pragmática sobre los diez días del año, fechada en 14 de mayo de 1583, reimpresa en Lima el 14 de julio de 1584.

PRAGMÁTICA SOBRE LOS DIEZ DÍAS DEL AÑO. 

[Extractos con grafía parcialmente corregida, exceptuando la palabra Kalendario y algunos detalles concretos.]

Don Philippe por la gracia de Dios, Rey de Castilla, León, Aragón, etc. 

Al Serenísimo Príncipe Don Felipe, mi muy caro, y amado hijo, y a los Infantes, Prelados, Duques, Marqueses.., así a los que ahora son, como a los que adelante fueren, y a cada uno, y cualquiera de vos.., etc.

Sabed, que nuestro muy Santo Padre Gregorio XIII conformándose con la costumbre y tradición de la Iglesia católica y con lo dispuesto por el sacro Concilio Niceno, y con lo que últimamente se dijo en el Santo Concilio de Trento, en razón de que las pascuas, y otras fiestas se celebren a los debidos tiempos, ordenó un Calendario eclesiástico, en el cual para enmendar, y reformar el yerro, que se había ido causando en la cuenta del curso del Sol, y de la Luna, se mandaron quitar diez días del mes de Octubre del año pasado de ochenta y dos (como se hizo) contando quince de octubre, cuando se había de contar cinco, y de ahí adelante, consecuentemente hasta los treinta y uno, y que todos los otros meses de dicho año, y de los demás corriesen por la cuenta que hasta ahora. 

Con lo cual, y cierta declaración, que su Santidad hace, quedó el dicho año, y quedan los venideros reformados: de suerte que las dichas Pascuas, y fiestas se vendrán a celebrar perpetuamente, a los tiempos que deben, y que los Padres santos antiguos, y que el santo concilio Niceno, determinaron, según que en el dicho Kalendario, y breve, que mandó despachar su santidad largamente se contiene. Y queriendo yo conformar en todo (como es razón) [...] he mandado... a los Arzobispos, y Obispos, y Prelados de estas partes, que hagan publicar dicho Kalendario, y guardarle en todo, según, y por la forma, que en él se contiene, este presente año de M.D.LXXXIII. 

Y porque si esta cuenta se hubiese de guardar para solo celebrar las fiestas de la Iglesia, podría causar confusión, y otras dudas, en daño de mis súbditos, y vasallos. Y para que esto cese, queriendo proveer en ello de remedio platicado en el mi Consejo, y conmigo.

consultado. Fue acordado, que debíamos ordenar, y mandar, como por la presente (que queremos, haya fuerza y vigor de ley, y Pragmática Sanción, como si fuera hecha, y promulgada en Cortes.) ordenamos, y mandamos, que del mes de octubre de este año de ochenta y tres, se quite diez días contando quince de Octubre, cuando se habían de contar cinco, y así venga a tener y tenga Octubre en este presente año, veinte y un días, y no más, y para los demás años venideros, se le den y cuenten treinta y un días, como hasta aquí, y todos los demás meses de este año, y de los de adelante, corran por la cuenta, y orden que hasta ahora, con la dicha declaración, que su Santidad añade. Y mando a todas mis Justicias [...] que así lo guarden y cumplan inviolablemente, y en todas las cartas, [...] pongan el día de la fecha, conforme a la dicha computación, de manera, que pasado el cuarto día de Octubre de este año, el día siguiente, que se había de contar cinco días, se diga, y cuente quince, [...] continuando los días, meses, y años, de ahí adelante como antes solían sin otra novedad, ni alteración alguna.

Y PORQUE el contar diez días menos en este mes de octubre próximo, que viene, no cause algún daño, duda, o inconveniente, ordenamos, y mandamos, que en todos los plazos, y términos judiciales, (que antes de la publicación del dicho Kalendario se hubieren dado) se añadan los dichos diez días más. 

OTROSÍ mandamos, que se rebatan, y bajen de los sueldos, y salarios del dicho mes de octubre, los diez días, que se han de contar menos, pues no sirviéndolos, ni habiéndolos, no se deben, ni es justo se paguen. Y que sobre todo, se tenga atención, a que de este nuevo Kalendario, y Ley, no redunde fraude ni perjuicio a nadie. Porque la intención de su Santidad, y nuestra, no ha sido tal, sino solamente de entender, y corregir el error y engaño, que había en el verdadero Cómputo del año, como está referido.

Y PORQUE en algunas partes de las dichas nuestras Indias, por estar tan distantes, no podrá tener noticia de lo suso dicho, que su Santidad ha ordenado, y en esta Ley se contiene, para poder hacer la disminución de diez días en el mes de octubre de este presente año, ordeno, y mando, que se haga en el año siguiente de ochenta y cuatro, o en el primero, que de lo suso dicho tuviere noticia, y [...] contra el tenor y forma de ello, no paséis ni consintáis pasar, ahora, ni en tiempo alguno, ni por alguna manera.

Y PORQUE lo suso dicho venga a noticia de todos, y ninguno pueda pretender ignorancia, mandamos, que esta nuestra carta sea pregonada públicamente en las ciudades.., y se repartan las copias impresas de ellas por las demás partes de manera que en todas se entienda y sepa, lo que su Santidad ha ordenado, y es nuestra voluntad, que se guarde, y los unos, ni los otros, no hagáis cosa en contrario, so pena de la nuestra merced, y de mil pesos de plata para la nuestra cámara. Dada en Aranjuez, a catorce de mayo, de mil y quinientos y ochenta y tres años.

YO EL REY

    Yo Antonio de Eraso Secretario de su Majestad Católica, la hice escribir por su mandado.

[firmas]

En los Reyes en 19 días del mes de Abril, de 1584 años, se recibió esta Real Pragmática en pliego de España, que vino en las galeras a tierra firme, y fue vista, y obedecida por los señores Presidente, y Oidores de esta Real Audiencia.

Ante mí, Ioan Gutierrez de Molina

En la Ciudad de los Reyes, en 26 días de julio, de 1584 años, por mandado de los señores, Presidente, y Oidores de esta Real Audiencia, se pregonó esta Real Pragmática de su Majestad en la plaza pública de esta Ciudad, por voz de Bartolomé Rodríguez pregonero público, en altas voces, en haz de mucha gente, que ahí estaba, siendo testigos el Alguacil mayor de esta Ciudad, y sus tenientes, escribano público y otra mucha gente, y de ello doy fe.

Ioan Gutierrez de Molina.

EL REY.

DON MARTIN Enríquez, nuestro Visorrey, Gobernador, y Capitán general de las provincias del Pirú [...] nos ha parecido ordenaros deis la orden conveniente, y necesaria, para que el dicho Kalendario se ejecute, y cumpla en estos Reinos, y en las Audiencias de Quito, los Charcas, y Tierra firme, y en todas las provincias, y partes de sus jurisdicciones, y en las Iglesias, puntual, y inviolablemente como en él se contiene, y se declara en la Pragmática, que sobre ello se ha hecho: y asimismo se os envía con esta, la

cual haréis imprimir y las copias repartiréis, para que se entiendan por todo esos Reinos, y provincias, por ser lo que conviene a la buena orden, unión, y conformidad, que es justo que haya. De Aranjuez, a Catorce de mayo, de MDLXXXIII Años.

YO EL REY.

Por mandado de su Majestad

Antonio de Eraso,

EN los Reyes, 19 días del mes de abril, de 1584 años. Fue vista, y obedecida esta Real Cédula, por los señores Presidente, y Oidores de esta Real Audiencia, Gobernadores de estos Reynos.

Ante mi

          Ioan Gutierrez de Molina

AUTO.

EN La Ciudad de los Reyes en 14 días del mes de julio, de 1584 años... vista la Cedula Real de su Majestad.., Mandaron, que la dicha Pragmática Real, se imprima en esta Ciudad en letra de molde, por el Impresor que en ella hay.., Y asi lo proveyeron, y firmaron, El Licenciado de Monçon. El L. Ramirez de Cartagena. El Doctor Arteaga. El D. Alonso Criado de Castilla.

Ante mi 

          loan Gutierrez de Molina.

Impresa por mandado delos dichos Señores Presidente y Oidores

De la Real Audiencia, y Chancilleria que reside en esta dicha

Ciudad de los Reyes, Gobernadores que al presen

te son en ella, y con su licencia impresa,

por Antonio Ricardo. Año

M.D.LXXXIIII.

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Primera página de la bula papal "Inter Gravissimas" por la que Gregorio XIII introdujo el Calendario.

El calendario gregoriano ofrece tres tipos de bloques anuales:

Año común: el de 365 días

Año bisiesto: el de 366 días

Año secular: el terminado en "00" —múltiplo de 100—.

El calendario gregoriano se compone de ciclos de 400 años.

La primera semana del año, la número 1, es la que contiene el primer jueves de enero. Las semanas de un año van de la 1 a la 52, excepto si el año termina en jueves, o viernes, si es bisiesto, en cuyo caso se añade una más, la 53.

Mes: periodo de 30 o 31 días, excepto febrero, que tiene 28 días en un año común, y 29 días en un año bisiesto.

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En consecuencia y visto todo lo anterior, aunque se trata de un relato muy sucinto, cabría preguntarse cómo encajamos aquí las fechas relativas a la llamada Era Cristiana, como todos sabemos, referida al nacimiento de Cristo, y que solemos especificar con las siglas a.C. o d.C, tras la cifra anual correspondiente.

Los romanos ya habían empleado otros sistemas, como el de empezar a contar a partir del año de la fundación de Roma, AB URBE CONDITA que se expresaba con las iniciales a.u.c. Por otra parte, también se contó por el llamado Sistema Consular y otros períodos marcados por una fecha clave, como, por ejemplo, la Era de Diocleciano, o la Era Hispánica, que se inició, precisamente, el año 38 antes de Cristo. 

Para la ERA CRISTIANA, con el papa Bonifacio IV, en 607, el origen del recuento pasó a ser el nacimiento de Cristo. Un matemático rumano, el monje Dionisio el Exiguo, basándose en los textos bíblicos y otras fuentes históricas, entre los años 526 y 530, dató el nacimiento de Cristo el día 25 de diciembre del año 753 a.u.c., el cual pasó a ser año 1 A. D., es decir, Anno Domini; o del Señor, aunque los anteriores a esta datación, siguieron llamándose a.u.c., hasta que, ya en el siglo XVII, se optó por cambiar la expresión y las siglas A.D., por las correspondientes a, “Antes” o “Después” de Cristo, apareciendo así las siglas a.C. y d.C.

Cuando empieza la cuenta de la Era Cristiana, no existía el concepto matemático de cero y los años se contaban ordinalmente a partir del Primero. El Calendario Gregoriano, computaría desde el año 1 d.C., dando paso al siglo I y al Primer Milenio, que seguiría al año primero antes de Cristo; -año 1 a.C.-., obviando, por ahora, el hecho de que Cristo nacería un poco después del citado Año I, del mismo modo que ninguno de los sistemas empleados hasta la fecha, ha logrado contabilizar con total exactitud; en principio, debido a errores de cálculo, pero también a las variaciones físicas en los ciclos de rotación de la Tierra, que nunca han permanecido uniformes.

Durante los períodos de transición entre calendarios, se recurrió al fechado dual, consignándose la fecha del sistema abolido y la del nuevo, con el fin de evitar errores mayores. Aún en la actualidad, encontramos con cierta frecuencia, explícitamente, la fecha correspondiente al sistema Juliano, junto con la del Gregoriano, especialmente, cuando el documento se refiere a los países que tardaron más en implantar la reforma. 

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Con todo, un cambio de semejante calibre, dio lugar a anecdóticos malentendidos, de los que algunos han pasado a la historia, como es el caso del fallecimiento y entierro de Santa Teresa de Ávila.


Santa Teresa de Jesús habría estado, sin enterrar once días, durante los cuales, su aspecto no cambiaría en absoluto. Es decir, que, habiendo fallecido el día 4 de octubre de 1582, no sería enterrada hasta el día 15 del mismo mes. Pero, en realidad, fue enterrada al día siguiente de su muerte, si bien, en apariencia, habrían pasado once días, puesto que, su fallecimiento se produjo justamente, el día en que se inició el paso del Calendario Juliano al Gregoriano, desapareciendo del nuevo cómputo, como sabemos, los días comprendidos entre el 5 y el 14 de octubre.

Yiorgos Seferis

En Grecia, el último país occidental en asumir la Reforma Gregoriana, en 1923, el día siguiente del 15 de febrero fue el 1 de marzo. El escritor griego Γιώργος Σεφέρης/Yiorgos Seferis, diplomático y Premio Nobel de Literatura, que nació en Esmirna, el día 29 de febrero de 1900, vio cambiar drásticamente su fecha de nacimiento, al día 13 de Marzo. Solía bromear al respecto, diciendo que sólo cumplía un año cada cuatro.

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En recuerdo de Juanelo Turriano. 

Janello Torriani. Cremona, Milanesado, 1500 - Toledo, España, 13 de junio de 1585.


En la creación del Calendario Gregoriano, hubo diversos colaboradores, cuyos nombres, parece interesante recordar, pues, probablemente, sin su aportación la reforma no habría sido posible. 

Tras la clausura del Concilio de Trento, Gregorio XIII, acogió el proyecto y empezó por pedir la opinión del matemático Carlos Octaviano Lauro, que este presentó, tras su estudio, en 1575. 

En 1577, sería Antonio Giglio quien presentara al pontífice, un calendario elaborado por su hermano Luis, ya fallecido para entonces, que Gregorio XIII hizo llegar a una Comisión creada para su análisis y estudio, en la que figuraban, el cardenal Sirleto; Serafín Olivario, asesor jurista de nacionalidad francesa y asesor de la Rota; el también asesor y teólogo Vicente Laureo, que era obispo de Mondovi; el citado Antonio Giglio, Juan Bautista Gabio; el matemático Ignacio Danti, fraile dominico; el jesuita alemán Cristóbal Clavio; el patriarca Ignacio de Antioquía, y los españoles, Julián Salom y Pedro Chacón, presbítero en Toledo.

En 5 de enero de 1578 envió cartas a los gobernantes católicos, pidiendo su colaboración, así como la de sus correspondientes Universidades, en las que acompañaba un resumen del proyecto, elaborado por Giglio con la colaboración de Pedro Chacón. Así llegó a España, Italia, Francia, Hungría y Portugal, y a las Universidades de París, Viena, Padua, Lovaina, Colonia, Alcalá y Salamanca. Alcalá, por ejemplo, aprobó el proyecto de forma unánime; la Sorbona lo rechazó del mismo modo, y en Lovaina no hubo acuerdo.

Además de las conclusiones aportadas por las Universidades de Alcalá y Salamanca, España contó con la extraordinaria participación del mítico Juanelo Turriano. Cremonés, nacido alrededor del año 1500, reunía todas las cualidades y conocimientos de un sabio, mecánico e ingeniero, que hacia 1530 entró al servicio de Carlos V como relojero mayor, y se instaló con la Corte en Toledo, donde también trabajaría para Felipe II, hasta su fallecimiento, en 1585, en la misma ciudad. 

La Comisión, pues, elaboró el documento que Gregorio XIII firmó el día 24 de febrero de 1582, por el que también aprobaba su publicación, que se produjo el 3 de marzo; fue el texto que se envió a todos los gobiernos e iglesias. 

Unos meses después, Felipe Sega y Juanelo Turriano se encontraron en Madrid y, el primero no puso límites a su admiración por el relojero imperial, a quien inmediatamente recomendó en Roma:

Aquí se encuentra Juanelo –escribió- con su discurso que, a mi juicio, será digno de ser estudiado con detenimiento, porque, con un instrumento que él ha construido, se ve demostrado fácilmente que no se puede desear mejor modo para esta reducción de sus razones. Y, como es un hombre que no hace las cosas, sino cuando le viene en gana, es necesario que se tenga un poco de paciencia. Y, como se trata de un negocio de tanta importancia y que influirá en el futuro, me parece que hay muchos que esperan que no deje de trabajar en este instrumento. Yo seguiré de cerca, con la destreza que conviene, a este erudito cerebro con el cual no puede ni Rey, ni Reina, ni Torre (del Ajedrez), y espero que lo tendremos en breve. 

(Arch. Secreto Vaticano, Nunciatura de España. f. 502).


Más o menos un año después, Sega informaba a Roma, que estaba imprimiendo el trabajo de Turriano, aunque no disponía aún de los instrumentos que el inventor se había comprometido a crear al efecto. Tras pasar unos meses gravemente enfermo, incluso con peligro de muerte, Turriano se desplazó a Madrid, para entregar al Nuncio aquellos instrumentos. Juanelo acompañó su entrega de una carta dirigida al Papa, en la que solicitaba, al menos, una pensión “que remediase su necesidad y la de sus herederos”; como es sabido, Juanelo vivió siempre envuelto en grandes dificultades económicas.

Stmo. Padre. Habiéndome escrito S.M. Católica que quería saber mi opinión en torno a la reducción del año al Calendario propuesto por S. S., por orden de S. M. vi las tablas y el compendio sobre ellas de Miguel; y, después de algunas consideraciones he fabricado algunas tablas e instrumentos, por las cuales, con una explicación que he puesto aparte, demuestro, según creo yo fácilmente, la manera de reducir al presente este negocio en aquel perfecto y perpetuo establecimiento que se deseaba.

Estas tablas y explicaciones las habrá recibido V. Sdad. con las cartas que S. M. a quien he entregado algunas otras, al Nuncio de V.S. aquí. De esta manera se podrá considerar diligentemente cada cosa, y, si son aprobadas y no se juzgan indignas de salir a la luz, suplico humildemente a V.S. de hacerme la gracia de que sean impresas y concederme a mí el llevar a cabo esta impresión por el tiempo que V.S. estime conveniente, Y yo, en tal caso, no dejaré por mayor justificación mía y satisfacción de los demás, de añadir las razones en las cuales están fundamentadas.

No he podido entregar estas obras con la brevedad que su Nuncio aquí y S. M. esperaban… he estado impedido por mi ancianidad y por una enfermedad más grave, además de mi indisposición ordinaria que, en la mayoría de las ocasiones, y no sin peligro de mi vida, me ha tenido cogido muchos meses.

…yo me atrevo a suplicar humildemente a V.B., así como lo hago, que me sea concedida con su acostumbrada benignidad el socorrerme en este momento de necesidad con la gracia de una pensión anual o cualquier otra renta simple. Con lo cual, además de su liberalidad, se conocerá, con cualquier signo, que mis fatigas, que no han sido poquísimas, y mi gran voluntad han sido premiadas.

…y dará mucho consuelo a mis pobres herederos y les animará.

En Madrid, a 26 de diciembre de 1579.

La carta tuvo una respuesta inmediata por medio de Felipe Sega:

Puede decir al maestro Juanelo que S.S, ha leído su carta y que, en cuanto aquí vean sus instrumentos y parecer, se le dará respuesta.

Era muy importante encontrar un medio seguro para hacer llegar a Roma los instrumentos preparados por Juanelo, formados por grandes ruedas de cartón, que era preciso manejar con gran cuidado. Y fue el mismo Sega, quien halló el medio, a través del conde de Montebello, a quien hizo llegar las tablas que un agente suyo debía llevar a Roma: Una rueda de cartón con algunas otras encima y algunos instrumentos metidos en una caja para que vayan bien protegidos. Suplico a V. Ilma. perdone el retraso y me envíe noticia de su llegada para apaciguar mi ánimo.

El 13 de junio, Sega recibía una carta: Llegó hace ya unos diez días el agente del conde de Montebello con los instrumentos de Juanelo, todos ellos en muy buen estado.

(Extractado de: Juanelo Turriano y la aportación española a la Reforma del Calendario Gregoriano, del investigador Ángel Fernández Collado, Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.)

La Bula Inter gravisimas, de 24 de febrero de 1582, aprobaba finalmente la nueva ordenación del Calendario y Martirologio, aboliendo al calendario Juliano. Ni el promotor Giglio, ni el creador Turriano percibieron recompensa ni mención alguna por sus respectivas aportaciones, y prácticamente se ignora el trabajo de este último, quien, sin duda, habría merecido, al menos, un elogio público.

El instrumento creado por Turriano demostraba que había que reducir el calendario en diez días. Además, entre los años 1570 al 80, también construyó un reloj planetario para Felipe II. Es preciso recordar, pues, que Turriano era, además, un extraordinario observador astronómico.

 

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