martes, 21 de febrero de 2017

PUSHKIN Y EL MAR • Tres grandes poemas y una elegía de Lermontov


1799–1837
Estatua de Pushkin en Moscú. Alexander Pushkin
Inaugurada por Dostoyevsky y Turgueniev en 1880. 


Pushkin, de Vasily Tropinin

Oda a la libertad
Adiós al mar
A Ovidio

La poesía de Pushkin, bondadosa y luminosa, abrazó todos los aspectos de la vida y del destino. «Pushkin es nuestro todo», dijo un poeta ruso. La frase, por certera y afortunada, se ha hecho proverbial. La riqueza temática de su obra es inabarcable en un ensayo.

El irresistible encanto de la poesía pushkiniana, la nitidez de las imágenes, la contagiosa fuerza de los sentimientos, el brillo de la inteligencia, el virtuoso dominio de los medios verbales en el primer contacto con su obra puede incluso opacar lo más importante: el contenido de los versos.

Pero, La dificultad de traducir a otros idiomas el hechizante verso de Pushkin explica, en parte, el relativamente pobre conocimiento de su obra en occidente.

La poesía de Pushkin vive en la cultura rusa como parte inalienable de la vida del corazón y de la mente de toda una nación. El académico Lijachev resume en breves palabras esta esencialidad del legado pushkiniano: Pushkin es el genio que fue capaz de crear el ideal de la nación. No simplemente de «reflejar» o «representar» las particularidades nacionales del carácter ruso, sino de crear el ideal de la nacionalidad rusa, el ideal de la cultura . . . Pushkin es el genio de la ascensión, el genio que en todo buscaba y creaba las manifestaciones supremas; en el amor, en la amistad, en la tristeza, en la alegría y en el valor guerrero. En todo, él ha plasmado tanta tensión creadora de cuanta sea capaz la vida. 
Marina Kuzmina

Fantasioso, resuelto, lúcido, alegre, independiente y uno de los hombres más inteligentes y eruditos de su época, el poeta fue considerado siempre figura preocupante y peligrosa por los que tenían el poder. 

Estatua en San Petersburgo

Su Oda a la Libertad, que circulaba en copias manuscritas, le convirtió en sospechoso y sólo la influencia familiar le libró de entrar en prisión, pero fue obligado a residir lejos de la peligrosa San Petersburgo. Mientras vivía en Ekaterinoslav, en el Cáucaso, en Crimea, o en las ciudades de Kishiniov y Odesa, compuso algunos de sus grandes poemas, como El prisionero del Cáucaso, en 1820–21; La fuente de Bajchisarai, en 1823, o Los zíngaros, en 1823–24.

En 1880 Dostoievski pronunció un largo discurso sobre las cualidades del poeta en una reunión de La Sociedad de los Amateurs de la Literatura Rusa: Pushkin ha sabido encarnar admirablemente en sí, el alma de todos los pueblos. Es un don que le corresponde y que sólo existe en su persona, como también el don profético que le hizo adivinar la evolución de nuestra raza, era una de sus tesis. 

Iván Turgueniev, por otra parte, el autor de Padres e Hijos, también pronunció un discurso sobre el poeta, en la inauguración de su monumento en Moscú: Su esencia, todas las cualidades de su poesía corresponden a la esencia y las cualidades de nuestro pueblo.

Pushkin en Crimea. Aivazovsky

Pero en 1824, surgieron desentendimientos con sus superiores, que desembocaron en su deportación a Mijailovskoie. Fue entonces cuando escribió su Oda Al Mar, como despedida, y una vez allí, a pesar de la amargura que le provocaba la soledad, escribió el gran drama histórico Boris Godunov.

En Mijailovskoie recibió noticias, muy confusas, de la insurrección de los decembristas en San Petersburgo, así como de la muerte de algunos de sus amigos, durante el bombardeo, o ahorcados de forma sumaria.

En 1826, Nicolás I, que iba a ser coronado como el nuevo zar, le convoca a una audiencia.

-¿Qué habría hecho –le pregunta-, si el 14 de diciembre, hubiera estado en San Petersburgo?

-Habría estado en la Plaza del Senado, con los insurrectos. 

El Zar adoptó una actitud paternal hacia el poeta, creyendo que se rendiría, indefectiblemente, ante su bondadosa protección, pero Pushkin, apenas tardó el comprender que aquella actitud sólo pretendía ocultar la tiranía de su aparente protector.

-Puedo ser súbdito y hasta esclavo –escribió–, ¡pero no lacayo ni bufón!

Natalia Goncharova, de Ivan Makárov

Se casó con Natalia Nikolaievna Goncharova, de la que estaba profundamente enamorado, por lo que se volvió un fácil blanco para enemigos y envidiosos, viéndose abocado a aceptar un duelo, del que resultó gravemente herido, muriendo, en consecuencia, el 29 de enero de 1837; apenas unos meses antes de cumplir 38 años. Pero ni sus peores enemigos, ni el poder contra cuyos abusos vivió enfrentado, lograron oscurecer el brillo inmortal e indiscutido, que su obra aportó a su nombre y a la historia de la Literatura. Se dijo que los graves insultos que provocaron el duelo, habían sido instigados por el Zar Alejandro.

Es casi imposible llegar a comprender la profundidad infinita de la palabra de Pushkin. 
Anna Ajmátova, poeta. 1889–1966

Pushkin es un fenómeno excepcional y quizás único del espíritu ruso. Nikolai Gogol.
Gogol, de F. Moller, 1840. Gal. Tretiakov, Moscú
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Mijaíl Lermontov escribió en su honor, La muerte del poeta.

Lermontov. Retrato por Pyotr Zakharovich Zakharov-Chechenets

Ha muerto el Poeta. Esclavo del honor.
Difamado por rumores, lleva
plomo en el corazón...y la sed de desagravio 
inclina su orgullosa frente.

Sí, el alma del poeta sucumbió
ante la infamia de ofensas mezquinas;
enfrentado a la difamación,
en solitario, como siempre… y fue vencido,
¡Vencido!... ¿A qué vienen ahora los lamentos,
el inútil coro de los vacíos elogios,
los balbuceos rehabilitadores?

¡La sentencia de la suerte halló su hora!
¿No fuisteis siempre los primeros
en ridiculizar sus dones audaces y libres?
¿No atizasteis, para distraeros
el íntimo incendio que tan mal ocultaba?

¿Entonces? Alegraos… No ha podido
soportar el peso de los últimos ultrajes;
sorprendente genio, antorcha extinguida,
soberbia corona, ahora ajada.

El asesino, a sangre fría
golpeó sin remedio:
corazón vacío, que late sin sobresaltos:
la mano que sostiene el arma es firme.

¿De qué sorprenderse? De un país lejano
llegó, como tantos fugitivos,
a la caza del placer, las dignidades, (1)
lanzado entre nosotros por deseo de la suerte.

Insolente y despectivo, se burla
de nuestra lengua y costumbres;
¿Cómo iba a respetar nuestra gloria?
¿Cómo iba a saber, en el instante sangriento,
sobre quien había osado levantar la mano?

El poeta ha muerto, ya pertenece a la tumba,
igual que el aedo, desconocido y amable,
presa de la sorda envidia,
a quien él celebró con tan maravillosa fuerza
igualmente golpeado sin piedad. (2)

Dejando serenas alegrías y amistades sinceras,
¿por qué entraría en ese mundo de envidias,
donde todo es peso para el corazón libre y la pasión ardiente?
¿Por qué tender la mano a viles calumniadores?
¿Por qué dar fe a falsos juramentos?
Aquel que desde muy joven ya conocía a los hombres!
Tomaron su corona, y ciñeron sus sienes
con laureles enredados de espinas,
que en secreto herían su noble frente…

El duelo entre Pushkin y d’Anthés. Aivazovsky

Con groseras burlas, su últimos instantes
fueron envenenados con pérfidas alusiones,
y con él murió su vana sed de venganza,
con el secreto pesar de las esperanzas traicionadas.

Se ha extinguido el acento de sus mágicos cantos,
que jamás volverán a vibrar:
ahora su asilo es estrecho y austero
y un sello cerró sus labios para siempre.

Y vosotros, insolentes herederos de padres
cuya notoria infamia los hizo demasiado célebres,
vosotros, que con servil pie pisoteáis los vestigios
de familias heridas por el juego del Destino.
Vosotros, ambiciosos, multitud alrededor del trono,
verdugos del genio y de la libertad!
Os escondéis a la sombra de la ley
y ante vosotros, callan los tribunales y la verdad.

Sí, pero en el tribunal divino, ¡depravados!;
el temible Juez os espera;
es inaccesible al sonido del oro,
y de antemano conoce las causas y los pensamientos.
Entonces, ya podéis calumniar
que de nada os servirá.
No lavaréis con toda vuestra negra sangre
la justa sangre del poeta.
                                                  1837
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(1) D'Anthés era francés.

(2) Se refiere a Lenski, uno de los héroes de la novela de Pushkin, Eugenio Onieguin, que murió en duelo, precisamente, con Onieguin.

La muerte de Pushkin interpretada por Ilya Repin
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Valdimir Weidié, fue un crítico literario, que huyendo del comunismo, emigró a Francia, y vivió en París, desde 1924 hasta su muerte. Es considerado como una importante figura de la “intelligentzia” rusa en el exilio, como Nicolás Berdiaev, y escribió algo que aquí y siempre, tenemos en cuenta: Un poema de Pushkin, aun correctamente traducido, sin su “milagro”, produce la molesta impresión de un tópico.

Aun siendo esto muy cierto, este blog se atreve a proponer una versión personal, muy libre, porque las traducciones clásicas, son… muy clásicas, y en ocasiones, riman.

ODA A LA LIBERTAD

Autógrafo de Pushkin. 1817

LIBERTAD– ВОЛЬНОСТЬ

¡Aléjate de mi vista,
débil reina!
¿Dónde estás, dónde estás, tormento de reyes
orgullosa cantora, Libertad?

Ven  y toma mi corona.
Rompe mi delicada lira...
Quiero cantar la Libertad del mundo,
y que en el trono se estremezca la perversión.

Ábreme la noble senda
del altísimo galo (1)
a quien en medio de las dificultades, gloriosos,
inspiraste valientes himnos.

Encumbrados por el mudable Destino
¡temblad, tiranos del mundo!
Y vosotros, levantad el corazón y oíd,
levantaos, esclavos caídos!

¡Ah! no importa dónde brille el sol,
en todas partes veo hierro 
en todas partes llanto y servidumbre,
leyes de vergüenza y desastre.

En todas partes el poder injusto,
la virtud es niebla densa
donde se asienta el genio formidable de la esclavitud
y una fatal gloria maldita.

Sólo sobre la cabeza del rey 
se detendrá el sufrimiento del pueblo
cuando con una poderosa y sacra alianza,
la libertad imponga sus grandes leyes.

¿Dónde está la protección del fuerte,
para todos, con mano fiel?
Sobre las cabezas de los ciudadanos
su espada pende.

Combate el crimen 
con justos deseos
con mano limpia de corrupción,
no con avaricia codiciosa o miedo.

¡Señores! La corona y el trono
los da la Ley, no la naturaleza.
La Ley eterna está por encima
del pueblo y el trono.

Y ¡ay, ay de las tribus, 
donde esto se olvide,
donde la gente y los reyes
ignoren la norma del derecho!
Sois testigos sin nombre
gloriosos mártires de los errores.
Por vuestros antepasados reconocéis 
el sonido de la tempestad
que borra el nombre de los reyes.

Remonta la muerte Luis
ante la mirada de sus hijos, en silencio,
su cabeza, ya sin vida
sobre el sangriento cadalso.

La ley no dice nada - la gente está en silencio,
cae el hacha criminal ...
Y he aquí - pórfido villano,
al galo encadena.

¡Malvado absolutista, villano!
Odio tu trono;
tu condena; la muerte de tus hijos
con feroz alegría contemplo.

Siguen leyendo tu frente
tu furiosa maldición.
Te teme el mundo, vergüenza de la naturaleza,
reproche de Dios en la tierra.

Cuando el sombrío Neva
la estrella de medianoche ilumina.
Con la mente despreocupada,
el sueño llega en la calma;
el cantor pensativo
observa entre la niebla
el monumento del tirano, desierto,
hasta el olvido abandonó el palacio. (2)

Oye la terrible voz de Clío
tras los odiados muros,
la última hora de Calígula
ve con viveza extrema.
Ve pasar a los asesinos
en vino y éxtasis malvado
audaces de corazón temeroso.

Cómplice el traidor centinela
baja en silencio el puente levadizo
abre las puertas en la noche oscura
con mano traidora y mercenaria.

¡Oh vergüenza y horror de nuestros días!
Igual que animales, invaden!
Caen sin gloria
y matan al villano coronado.

Y esto aprenderán los reyes:
Ni castigo ni recompensa,
no hay mazmorras, ni sangre ni altares,
ellos serán su muralla.

Sólo la ley es refugio seguro
y serán eternos guardianes del trono
la libertad y la paz de los pueblos.
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1. André Marie Chénier, 1762 - 1794. Poeta, precursor del Romanticismo, ejecutado durante el Terror. Su muerte inspiró a Umberto Giordano, la conmovedora ópera Andrea Chénier, donde se refleja el amor surgido entre el poeta y la hija de la condesa de Coigny, mientras ambos esperaban la ejecución.

2. El Palacio Mijailovsky, en San Petersburgo, donde fue asesinado el emperador Pablo I.
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ADIOS AL MAR

Les Adieux de Pouchkine à la mer, pintura de Ilia Repin e Ivan Aïvazovski (1877)

Una de las más brillantes admiradoras de Pushkin, Marina Tsvietáieva -en su ensayo Mi Pushkin, describió impecablemente su impresión sobre de este poema. Como persona que nunca antes lo había visto, se enamoró del mar con todo su corazón, a través de este poema.

Monumento a M. Tsvetáieva, frente a su casa de Moscú. Fragmento

Adiós al mar
según la Traducción de Marina Tsvétaeva: Adieux à la mer (1)

Adiós, Espacio de Espacios
Por última vez mis ojos
Ven extenderse tu viva gracia
Y ensancharse tu hermoso orgullo.

Como una fiesta que se acaba
Súplica de una voz amada
Tu grave voz, tu voz de ensueño
oigo por última vez.

Refugio de mi corazón silvestre
¡Cuántas veces vagué
por tus orillas desiertas
Consumido por no sé qué dolor.

¡Cuánto amaba tu indolencia,
Tu paso de fiera, tu ritmo lento,
La intensidad de tu aliento,
La inmensidad de tu silencio…

Un frágil barco, como una cuna
Protegida por tu capricho
Puede navegar sin temor sobre tus aguas.
Pero te refuerzas, te alzas
Y engulles trescientas naves!

Lamento no haber podido, por tus tempestades
Abandonar esta orilla que me es prisión
Para celebrarte con toda mi alma
Proclamando de ola en ola
Mi poética evasión.

Me llamabas… ¡Qué tristes semanas!
En vano soñé aquel sueño.
Esclavo de un amor sin límites,
Me quedé en la orilla.

¿Pero, de qué me lamento? De querer a toda vela
Correr, ¿hacia qué climas y lugares?
Sólo una cosa bajo tus estrellas
Habría impresionado a mis tristes ojos.


Una sola roca, del color del ébano:
Allí donde se alinean en batallones
Resonancias inhumanas,
Allí donde se extinguió Napoleón. (2)

Allí donde lo acabó la ignominia…
Y le siguió –¡corred llantos nuestros!-
Otro genio deslumbrante.
Otro dueño de nuestros corazones… (3)
Llorado por todo lo que es libre
Dejando un mundo sin sueños…
¡Gime, abismo! ¡Grita! ¡Vibra!
Tempestad, ¡canta a tu igual!

Fue creado a tu imagen,
Sólo soportaba tu ley:
Profundo, impenitente, salvaje,
E indomable, como tú.

Sin su figura maravillosa
¿Qué me ofrece el Océano?
Siempre la misma calamidad!
Vigilando todas las cosas hermosas
Un montón de ignorantes – un tirano.

¡Adiós, oh, ensenada! Llega la hora
Pero en todo tiempo y en todo lugar
Me perseguirá sin fin y sin descanso
Tu voz, a la hora del adiós.

En mi desierto sin manantiales
Llevaré, lleno de Ti,
Tus duras rocas de granito
Tus aguas, tus olas, tu sonido de voces…

                                                    Odessa,1824

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(1) Con este poema dramatizó Pushkin su salida de Odesa, para dirigirse al destierro en Mikhailovskoe, el 9 de agosto de 1824.

(2) Napoleón había muerto en el destierro en la Isla de Santa. Elena, en 1821.

(3) Lord Byron murió en Mesolonghi en 1824, participando en la lucha del pueblo griego por la libertad.
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I. Aivazovsky: Pushkin en la orilla del Mar Negro. 1887
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Publio Ovidio Nasón: Un enfrentamiento con César Augusto en el año 8 d. C. le costó el exilio en Tomis –hoy, Constanza, en Rumanía, en la costa oeste del Mar Negro, donde pasó el resto de su vida.

Estatua de Ovidio en Constanza. Ettore Ferrari

A OVIDIO 

Vivo cerca, Ovidio, de la orilla 
donde trajiste tus dioses tutelares desterrados 
dejando luego tus cenizas. 
Tu llanto desolado eternizó estos lugares 
y todavía el eco de tu lira.
expande tu recuerdo con sus ecos.

En mi mente permanece
la imagen del oscuro desierto,
la prisión del poeta.
La niebla, la nieve, el aire suave
de los campos
me llevaron siempre hacia ti en la poesía
y camino por tus huellas.

Veo tu nave anclada,
llevada por el temporal contra la roca
donde te espera el triste destino.

No hay vides en esos campos sin sombra,
sin alma. Sola cabe la guerra
que los escitas difunden por la tierra. 
Sembrando el terror acechan su presa.

Ellos pueden con todo; por los mares embravecidos
nadan, y caminan por aguas heladas.
Cuando tú, Nasón, ¡contraria fortuna!
nunca quisiste la guerra
y por ello te coronaban de flores.
Ahora debe pesarte, junto a la lira
y la espada. Ni hijos, ni esposa,
ni amigos fieles… ni las Musas
que antaño cantaban contigo,
pueden hoy aliviar tu soledad de poeta desterrado.

Ni todas las Gracias,
ni los jóvenes que saben
tus versos de memoria,
ni la pena, ni las más tiernas canciones
conmueven a Octavio.

Tu ancianidad será presa del olvido,
amado hijo de Italia;
los barbaron no te conocen.
¡Devolvedme a mi ciudad –escribes–,
al horizonte paterno, a aquellos jardines
de quietud eterna!
¡Llevad mis súplicas a Augusto!
Pero si el vengativo dios no me escucha
y no vuelvo a ver Roma,
aliviad mi sufrimiento,
desde la tumba permitidme verla.

¿Cómo no emocionarme ante tu llanto?
¿Cómo puede el orgulloso
leer sin pena tu última elegía?

Estoico yo, retengo el llanto,
pero te entiendo; también castigado 
por pensar libremente,
me hastié de todo, del mundo
que debo habitar, y con el alma helada
llegué a esta tierra donde tú lloraste,
donde te abandonó la vida.
Y repetí tus cantos, Ovidio,
sintiendo en mí tu desconsuelo.

Veo aquí brillar un sol tranquilo
que acorta la crueldad de los inviernos.
Por estas orillas
crece la viña deslumbrante.
En los campos de Rusia
los fríos hielos cubren diciembre de sombras
cuando aquí ya huele el campo a primavera,
y al caer la tarde, sopla una fresca brisa sobre el agua.

Pero aun así te recuerdo vivir
creo ver pasar tu sombra a mi lado
y escucho con claridad tu voz,
que después se pierde en la distancia,
como una despedida que permanece.

Sin embargo, Ovidio, tu laurel aún florece
en mi alma. Yo seré algún día para otros
un cantor sin nombre, y mis versos
un rumor que se desvanece.
Pero si un día alguien viniera
buscando mis restos,
el olvido le devolverá mi imagen
y mi sombra le mirará agradecida.

Permanecerá una historia en el secreto:
aquí vivió otro poeta
al que igual que a ti
hostigó el infortunio.

Pero tuya es la gloria, Ovidio.
Yo rompí el silencio con mis versos
por la orilla del Danubio
cuando los griegos gloriosos clamaban libertad.

Ni un amigo me escuchó.
Pero aquí me protegerán las musas.
                                                              1821

Estatua de Pushkin en Moscú. Alexander Pushkin
Inaugurada por Dostoyevsky y Turgueniev en 1880