miércoles, 26 de julio de 2023

El Greco a partir del siglo XVII ● El Greco y el judaísmo

 

Desposorios de la Virgen. 1610. Museo Nal. Arte, Rumanía.La mano en el mundo judío. 

El origen de El Greco sigue siendo un misterio para los estudiosos. Según explicó Illán, no existe mucha documentación sobre El Greco, si bien existen algunas tesis doctorales, en su opinión, basadas en su iconografía, concluyen [deducen] que pudo tener un origen judío por parte de madre, dado que muchos de los judíos expulsados de España se instalaron en la isla de Creta.

Considera que la vida, la cultura y la pintura de El Greco estuvo intrínsecamente ligada al mundo judío. Esta relación se refleja especialmente en cómo pintaba las manos. “La presencia de la mano es muy simbólica. Las manos tienen un mismo signo, son masculinas y femeninas al mismo tiempo, no tienen ningún tipo de defecto. Es la mano del sumo sacerdote, que no debe tener ningún defecto y es esencial en el mundo judío”.

Alegoría de la orden de los camaldulenses. Esta obra se conserva en el Instituto Valencia de Don Juan, en Madrid - ABC

Es evidente que el Greco conocía bien la simbología judía, dada la fuerza de la comunidad hebrea en Oriente y, sobre todo, en los ambientes en los que el pintor se había criado. En la «Alegoría de la Orden de los Camaldulenses», cuadro que se pintó en la época del «triunfo de la fe» en un ambiente claramente antijudío, obra encargada por un, hasta ahora desconocido cliente, podemos apreciar cómo las celdas individuales de los monjes aparecen alineadas y cómo el Greco invierte el sentido y la imagen cristiana objetiva se transforma en candelabro talmúdico de siete brazos. ¿Homenajea el Greco en 1579, fecha de la realización del cuadro, a un pueblo, que le es simpático, perseguido y atormentado en España?

¿Qué sabemos acerca de la relación del Greco y el mundo judío? La época histórica del Greco en Toledo es la de la imposición del Estatuto de limpieza de sangre, que había llevado a cabo a todos los efectos el cardenal Silíceo. Se puede afirmar que en estos finales del siglo XVI el honor de los españoles lo constituía su religión y su raza, y acreditar este honor de “cristiano viejo” era necesario para acceder a determinados cargos. Sin embargo, la realidad nos demuestra que en estos tiempos oscuros había tantos españoles no “limpios” de sangre que optaban a puestos en las instituciones, que el fraude, el chantaje, el engaño y la coacción eran un resultado normal de las acciones que llevaban a cabo quienes tenían necesidad de limpiar su genealogía.[¿?] Era una sociedad en la que el deshonor conyugal se lavaba con la espada, pero se consideraba un estigma imborrable la ascendencia judía, que no eclipsaba ni el bautismo.

Con respecto al genio cretense, vivimos en el mundo de la conjetura, pero rodeados de algunas certezas. El Greco, cuando llega a Toledo, viene a una ciudad donde los Estatutos de limpieza de sangre están en vigor; sin embargo, se aposenta en el barrio de la judería en las casas del marqués de Villena, que había sido uno de los conversos más famosos de la historia de España; estas casas estaban cerca de la sinagoga de Samuel Leví, luego cristianizado su nombre como «sinagoga del Tránsito (de la Virgen). ¿Por qué? Se ha escrito que “Doménico no compartía la paranoia antijudía de los españoles, por educación, por trayectoria personal ya conocida en Oriente, por su pertenencia a la ‘Familia Charitatis’ y posiblemente porque él no era ajeno a la comunidad hebraica en su ascendencia de sangre”.

Dentro de esas certezas que acercan la hipótesis judaizante o de sangre judía del Greco están el hecho de que su hermano Manussos fuera recaudador de impuestos en Creta, actividad realizada habitualmente por judíos, y que los personajes (documentados) de los que se rodea en Toledo son conversos o descendientes de conversos, como Jerónima de las Cuevas, Petronila de Madrid, Juan de las Cuevas, Manuel de las Cuevas, el deán de la Catedral don Diego de Castilla que le encarga «El Expolio», la única obra que pintará para esta institución religiosa a lo largo de su vida-. y su hijo y amigo del pintor desde la época romana, don Luis de Castilla, Gregorio de Angulo -que intercederá para que se le adjudique al Greco, por parte del consistorio toledano, las pinturas para la capilla Oballe en la iglesia de San Vicente- y Pedro Vélez de Silveira, entre otros. No es descabellado pensar que El Greco tuviera sangre judía por ascendencia materna; que él fuera consciente de ello y, por esto, aceptara, y acaso buscara, el trato cotidiano con el universo judío y se sintiera a gusto entre ellos.

Diego de Castilla (c.1507-7 de noviembre de 1584) fue deán de la catedral de Santa María de Toledo desde 1551 y mecenas de arte hasta su fallecimiento. Fue uno de los principales opositores del estatuto de limpieza de sangre promovido por el cardenal Juan Martínez Guijarro -apellido que cambió por el de “Silicio”- en Toledo. Su ascendencia de origen judío sería una limitación en su posterior carrera religiosa; sin embargo, a lo largo de su vida se dedicaría a redactar e investigar sus rastros genealógicos demostrando su parentesco directo con Pedro I de Castilla en su libro Historia del Rey don Pedro y su descendencia que es la de Castilla.-Fueron sus medios hermanos, los Trastámara, los que persiguieron a los judíos implacablemente-.

Aunque se desconoce con exactitud la fecha de su nacimiento, sus padres fueron Felipe de Castilla y Francisca de la Encina. Estudió derecho civil en la Universidad de Salamanca, recibiendo el título de bachiller en 1528. A partir de esta fecha se trasladaría a la ciudad de Bolonia, para especializarse en derecho canónico. Después de culminar sus estudios académicos en 1536, volvió a España, a Palencia, donde dio inicio a su carrera religiosa siendo asignado al cargo de archidiácono de la catedral de San Antolín de Palencia. En 1545, tras la muerte de su padre, heredaría la posición de deán de la catedral de Toledo.

En 1547, el arzobispo de Toledo aprobó los estatutos de limpieza de sangre, por los cuales se excluía a las personas con indicios de linaje judío de ejercer cualquier oficio o labor eclesiástica. Debido a su linaje judío Diego de Castilla fue uno de los más importantes opositores de los estatutos de limpieza de sangre. Fue albacea del testamento de María de Silva, viuda de Pedro González de Mendoza, contador mayor del rey Carlos I, por el cual se ordenaba la construcción de la iglesia del monasterio cisterciense de Santo Domingo de Silos -El Antiguo, para distinguirlo del Real-. para su enterramiento. 

Expolio, en la Catedral de Toledo

Su hijo, Luis de Castilla, recomendaría a su padre la contratación de El Greco para la realización de los principales retablos del interior de la iglesia. Es así que el 2 de julio de 1577, el Greco recibió el encargo formal para la creación de tres retablos, con un total de nueve pinturas para el convento cisterciense de Santo Domingo. Entre las obras que realizó en este encargo constan los retablos laterales: la Adoración de los pastores y la Resurrección. También realizó el retablo mayor con un tema de importancia teológica y conocido como la Asunción de la Virgen. Según Mark Irving, el hecho de haber encargado estas comisiones artísticas es «una declaración pública de que él, uno de los principales personajes en la lucha contra la herejía protestante, respaldaría de manera confiable los argumentos teológicos de la iglesia católica».



Su hijo, Luis de Castilla, recomendaría a su padre la contratación de El Greco para la realización de los principales retablos del interior de la iglesia. Es así que el 2 de julio de 1577, el Greco recibió el encargo formal para la creación de tres retablos, con un total de nueve pinturas para el convento cisterciense de Santo Domingo. Entre las obras que realizó en este encargo constan los retablos laterales: la Adoración de los pastores y la Resurrección. También realizó el retablo mayor con un tema de importancia teológica y conocido como la Asunción de la Virgen. Según Mark Irving, el hecho de haber encargado estas comisiones artísticas es «una declaración pública de que él, uno de los principales personajes en la lucha contra la herejía protestante, respaldaría de manera confiable los argumentos teológicos de la iglesia católica».


La Trinidad



La Asunción









San Juan Evangelista

Hoy nadie discute que la madre toledana de Jorge Manuel, el único hijo del Greco, Jerónima de las Cuevas, procedía de conversos. En ningún archivo toledano consta que se hubieran casado. La familia de ella nunca reclamó el “honor”, como lo hubiera hecho una familia de casta y sangre vieja. De casarse, tendrían que haberlo hecho por el rito católico; pero también se afirma, con razones poderosas, que el Greco pudiera ser de religión ortodoxa, y el hecho de casarse por el rito católico -único posible-, habría significado, apostatar, o celebrar una ceremonia falsa. Pero el Greco hizo caso omiso del sacramento del matrimonio, que bien poco le importaba. Tampoco aparece registrada en documento alguno la muerte de Jerónima, como no lo hay sobre la posibilidad de que Jorge Manuel, fuera bautizado.

Petronila de la Madrid, también conversa, será importante en la vida y obra del Greco. Casada con un hermano de Jerónima, se hizo cargo de Jorge Manuel, el hijo del Greco, al morir la madre; gozó siempre de la familiaridad y la gratitud del pintor, como parece demostrarlo el hecho de que, al morir, aún en considerable pobreza, poseyera «un lienzo de nuestra señora de Domynico» y gran número de dibujos de tablitas del artista.

Es de suma importancia el hecho de que Petronila fuera pariente del párroco de Santo Tomé, Andrés Núñez, también de origen converso; el mismo que encargaría al Greco la que habría de ser una de sus obras maestras; «El entierro del señor de Orgaz».



Una hipótesis más, relaciona igualmente, por la misma vía -en este caso, sería sensacional-, al Greco con Santa Teresa; de origen converso, documentado, era descendiente de Teresa de las Cuevas, de Olmedo, Valladolid, que era tía de Miguel de las Cuevas, el padre de Jerónima. Por tanto, y dada también como cierta la simpatía del pintor hacia la reforma teresiana, convendremos en la posibilidad del conocimiento entre estos dos brillantes intelectuales, que son El Greco y Santa Teresa.

Hay más datos para apoyar esta hipótesis. Se sabe que el indiano Martín Ramírez de Zaya, protector de la Santa, tenía un sobrino, el converso Martín Ramírez, que fue quien le encargó al pintor, en 1579, por una notable suma, los retablos de la capilla de San José; la primera dedicada al mismo que se conoce. En un lateral del retablo aparece Santa Teresa.

Toledo en la base

Santa Teresa

Tenemos, pues, al Greco en Toledo entre los conversos toledanos, con un hijo de sangre judía, con una actitud tolerante, -el contacto entre ortodoxos-judíos en Oriente era normal-, que le lleva a entregar su amistad al margen de lo que piensen los demás. Los encargos más importantes -El Expolio, retablos de Santo Domingo el Antiguo; de la capilla Oballe; de la capilla de San José, el Entierro del señor de Orgaz-, están relacionados con personas que llevan sangre de conversos. Y se ha publicado -sin documentación, pero con argumentos coherentes-, la posibilidad de que el mismo Domenico Theotocopuli tuviera sangre judía y que, acaso, incluso su madre fuese sefardí. Si esto fuera así, la presencia del Greco en Toledo hay que verla como una especie de vuelta a las raíces, a la tierra de sus antepasados, e incluso al barrio en que habitaron, en las proximidades de una famosa sinagoga.

Siglo XVIII.Sinagoga del Tránsito

Actual

Hejal de la Sinagoga del Tránsito

En una sinagoga, los sefardíes llaman hejal es un armario, gabinete o pequeña recámara decorada donde se guardan los rollos con los pergaminos de la Torá. En la mayoría de los casos, esta recámara está ubicada en la pared de la sinagoga que está orientada hacia Jerusalén.

El Greco sigue haciendo reflexionar, ya no solo acerca de su pintura, sino de sus motivaciones; un mundo, acaso, cubierto por un silencio voluntario. 

Magia y alquimia siempre se asociaron con el estigmatizado pueblo hebreo, y, al parecer, es posible encontrar ciertas pruebas de este hecho, en algunas de las pinturas más complejas del Greco, a las que resulta casi absurdo aplicar tópicos relacionados con su estado síquico o alguna dificultad visual. 

Fernando Marías escribió que «El Greco podría haber sido un tibio, un incrédulo, un agnóstico, un libertino erudito, un cristiano ortodoxo o un católico sui generis, pero cada una de sus obras tendría que haber tenido su propia significación, jamás reductible a su propia personalidad con sus más personales creencias».

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El Greco fue un pintor prácticamente olvidado durante tres siglos y quedó en silencio hasta que fue recobrado y revalorizado a principios del siglo XX. La realidad muestra que fue el siglo XIX, el que colocó al Greco en la posición que merecía en el arte occidental. Este mismo hecho permite matizar la idea, muy extendida, del Greco, artista unánimemente reconocido en el presente como uno de los más grandes creadores de la historia, al que se mantuvo en el desconocimiento, el olvido, o la indiferencia, prácticamente, desde que murió.

Aun así, revisando los textos teóricos relacionados con el arte del siglo XVII, si bien no son en su mayoría muy positivos, en ocasiones reconocen en el Greco las facultades de un gran artista y reconocen ciertos rasgos que ayudan a su comprensión, como su afición por la actividad intelectual, su natural inclinación al saber, su ideario, tan cercano al humanismo, y su orgullo –a veces, soberbia-, de artista, que le llevó a entender la pintura como un arte liberal, no mecánica. De hecho, no sólo sostuvo esta tesis en los cenáculos intelectuales, en los que era asiduo, sino que la defendió en los numerosos pleitos en que se vio envuelto, a causa de la valoración de casi todas saus obras, desde que residió y pintó en Toledo, decidido a no rendirse ante las abusivas condiciones sancionadas por las leyes y costumbres de la época, que no entendían el arte sino como un trabajo más por el que se paga, igual que por cualquier otro de condición denominada “vil”, por la misma razón que el artista no sería sino un artesano, una categoría que El Greco jamás aceptó para sí.

El profesor José Manuel Pita Andrade [Coruña, 1922-2009, Dtor. MNP, 1978-1981] en el discurso que leyó en el Acto de Recepción Pública como académico electo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el 26 de febrero de 1984, constituye un excelente punto de partida en este sentido.

Así pues, lo primero que sorprende al revisar los juicios emitidos sobre El Greco y su obra en el siglo XVII, es el hecho de que parece ser más apreciado por los poetas que por los teóricos del arte, aún por los que le sucederían en el tiempo, lo que vendría a ratificar que probablemente, el Greco era, sobre todo, un intelectual. Consecuentemente, apreciaran en el pintor las ideas, más que la obra por medio de la cual las expresaba. 

De este modo, algunos escritores y poetas se refirieron al artista más y mejor que aquellos a los que podríamos denominar críticos de arte. Así lo hicieron Fray Hortensio Félix Paravicino, Luis de Góngora o Cristóbal de Mesa.


Paravicino, en unas póstumas «Oraciones evangélicas», muestra su contrariedad por el hecho de que la proliferación de copias creara confusión en el arte de su amigo, haciendo imposible el reconocimiento de sus exclusivas características.

Otro elemento curioso, en el mismo siglo XVII, es la repetición del adjetivo de «extravagante». ¿Por qué? Parece que su alta consideración de sí mismo, pudo ser ya un signo diferencial de su personalidad en vida, y es muy probable que este signo de su carácter sirviera para juzgar negativamente su obra, tan diferente de la que se imponía en su tiempo. 

Uno de los primeros en referirse a él con este adjetivo, fue el humanista portugués Manuel de Faria e Sousa, que, por otra parte, se refiere al pintor en estos términos: «Estacio y el Góngora de los poetas para los ojos; pero vale más una llaneza del Tiziano que todas sus llanezas juntas». La frase no deja de ser paradójica, pues al halago sigue el menosprecio, considerando, por cierto, a Tiziano como autor de “llanezas”. Difícl de comprender, por supuesto, aunque no es el único caso, pues resultan más llamativas y confusas las palabras del poeta Fernando La Torre Farfán: «Notables pinceladas son las de esta Glosa, y la manera parece del Griego, o yo no entiendo de pintura, y a fe que lo aborronado tiene arte, porque de cerca es nada y de lejos tampoco». 

Estas palabras, en una obra que data de 1663, revelan la opinión que suscitaba el estilo único e inconfundible del Greco. Cierto que era aceptada la singularidad de su pincelada, pero había postergado a un segundo plano el dibujo –lo que inspira la definición de un todo «aborronado»-, en defintivia, un juicio negativo, expresado por medio de una paradoja satírica muy propia del Barroco. Y esta opinión, para desesperación de sus admiradores, será que ganará crecientemente adeptos a medida que avanzamos a través de los siglos.

Por Antonio Illán Illán y Óscar González Palencia. 


viernes, 21 de julio de 2023

El Greco • "Mejor Patria·"

 

"Para ver, hay que saber hacerlo"
"El Greco". Manuel B. Cossío

Met. NY. Greco. Supuesto retrato, 1595-600

Doménikos Theotokópoulos/Δομήνικος Θεοτοκόπουλος.

Candía, 1-X.1541-Toledo, 7.IV.1614. Conocido como el Greco, fue un pintor cretense del final del Renacimiento que desarrolló un estilo muy personal en sus obras de madurez.

Hasta los 26 años vivió en Creta, donde fue un apreciado maestro de iconos en el estilo pos bizantino vigente en la isla. Después residió diez años en Italia, donde entró en contacto con los pintores renacentistas, primero en Venecia, asumiendo plenamente el estilo de Tiziano y Tintoretto, y después en Roma, estudiando el manierismo de Miguel Ángel. En 1577 se estableció en Toledo de España, donde vivió y trabajó el resto de su vida.

Su formación pictórica fue compleja, obtenida en tres focos culturales muy distintos: su primera formación bizantina fue la causante de importantes aspectos de su estilo que florecieron en su madurez; la segunda la obtuvo en Venecia de los pintores del alto renacimiento, especialmente de Tiziano, aprendiendo la pintura al óleo y su gama de colores —él siempre se consideró parte de la escuela veneciana—; por último, la estancia en Roma le permitió conocer la obra de Miguel Ángel y el manierismo, que se convirtió en su estilo vital, interpretado de una forma autónoma.

Su obra se compone de grandes lienzos para retablos de iglesias, numerosos cuadros de devoción para instituciones religiosas, en los que a menudo participó su taller, y un grupo de retratos considerados del máximo nivel. En sus primeras obras maestras españolas se aprecia la influencia de sus maestros italianos. Sin embargo, pronto evolucionó hacia un estilo personal caracterizado por sus figuras manieristas extraordinariamente alargadas con iluminación propia, delgadas, fantasmales, muy expresivas, en ambientes indefinidos y una gama de colores buscando los contrastes. Este estilo se identificó con el espíritu de la Contrarreforma y se fue extremando en sus últimos años.

Actualmente es considerado uno de los artistas más grandes de la civilización occidental. Esta alta consideración es reciente y se fue formando a lo largo del siglo XX, cambiando la apreciación sobre su pintura formada en los dos siglos y medio que siguieron a su muerte, en que llegó a considerársele un pintor excéntrico y marginal en la historia del arte. 

Creta

Candía, la actual Heraclion, en la isla de Creta, entonces era posesión de la República de Venecia. Su padre, Geórgios Theotokópoulos, era comerciante y recaudador de impuestos y su hermano mayor, Manoússos Theotokópoulos, también era comerciante.

Doménikos estudió pintura en su isla natal, convirtiéndose en pintor de iconos en el estilo posbizantino vigente en Creta en aquellos tiempos. A los veintidós años, era descrito en un documento como "maestro Domenigo", lo que significa que ya desempeñaba oficialmente la profesión de pintor. En junio de 1566, firmó como testigo en un contrato con el nombre Maestro Ménegos Theotokópoulos, pintor /μαΐστρος Μένεγος Θεοτοκόπουλος σγουράφος. Ménegos era la forma dialectal veneciana de Doménicos.

El estilo posbizantino era una continuación de la pintura tradicional, ortodoxa y griega, de iconos desde la Edad Media. Eran cuadros de devoción que seguían reglas fijas. Sus personajes se copiaban de modelos artificiales muy establecidos, que no eran en absoluto naturales ni penetraban en análisis psicológicos, siempre con el oro como fondo de los cuadros. Estos iconos no estaban influídos por el nuevo naturalismo del Renacimiento.

A los veintiséis años, Doménikos aún residía en Candía, y sus obras debían ser muy estimadas. En diciembre de 1566, pidió permiso a las autoridades venecianas para vender una «tabla de la Pasión de Cristo ejecutada sobre fondo de oro» en una subasta. Este icono bizantino del joven Doménikos fue vendido por 70 ducados de oro, igual valor que una obra de Tiziano o Tintoretto de la misma época.

Entre los trabajos de esta época se encuentra la Muerte de la Virgen/Dormitio Virginis, conservada en la iglesia de la Dormición, en Siros.


De esta etapa se han identificado otros dos iconos, solo con la firma de "Domenikos": San Lucas pintando a la Virgen y La Adoración de los Reyes Magos, ambas en el Museo Benaki de Atenas. 


En estas obras se ve el incipiente interés del artista por introducir los motivos formales del arte occidental, conocido por los grabados y las pinturas italianas que llegaban a Creta. 

El Tríptico de Módena, de la Galería Estense, de Módena, situado entre los periodos de Creta y Venecia, representa el paulatino abandono del artista de los códigos del arte oriental y el progresivo dominio de los recursos del arte occidental.

Algunos historiadores aceptan que su religión era la ortodoxa, aunque otros estudiosos creen que formaba parte de la minoría católica cretense o que se convirtió al catolicismo antes de abandonar la isla. 

Etapa de Venecia

Adoración de los Reyes Magos, 1568. Museo Soumaya. Fundación Carlos Slim, Ciudad de México, México.

Debió trasladarse a Venecia alrededor de 1567. Como ciudadano veneciano era natural que continuara su formación en esa ciudad. Venecia, en aquel tiempo, era el mayor centro artístico de Italia. Allí trabajaba intensamente el genio de Tiziano apurando sus últimos años de vida en medio de un reconocimiento universal. También Tintoretto, Paolo Veronese y Jacopo Bassano trabajaban en la ciudad y parece que el Greco estudió la obra de todos ellos. 

Tiziano - Tintoreto

Veronese - Bassano

La brillante y colorista pintura veneciana debió producir un fuerte impacto en el joven pintor, formado hasta entonces en la técnica artesana de Creta. El Greco no hizo como otros artistas cretenses que se habían trasladado a Venecia, los madoneros, pintando al estilo bizantino con elementos italianos. Desde el principio asumió y pintó con el nuevo lenguaje pictórico aprendido en Venecia, convirtiéndose en un pintor veneciano. Posiblemente pudo aprender en el taller de Tiziano los secretos de la pintura veneciana, tan diferentes de la bizantina: los fondos arquitectónicos que dan profundidad a las composiciones, el dibujo, el color naturalista y la forma de iluminar procedente de focos determinados.

En esta ciudad aprendió los principios básicos de su arte pictórico que estuvieron presentes a lo largo de su trayectoria artística. Pintar sin dibujo previo, fijando la composición en la tela con sintéticas pinceladas con pigmento negro, y convertir el color en uno de los recursos más importantes de su estilo artístico. En este periodo, el Greco utilizó grabados para solucionar sus composiciones. 

Entre las obras más conocidas de su periodo veneciano se encuentra la Curación del nacido ciego, en la Gemäldegalerie, de Dresde, en la que se percibe la influencia de Tiziano en el tratamiento del color y la de Tintoretto en la composición de figuras y la utilización del espacio.

Roma

Giulio Clovio. Detalle de su retrato pintado por el Greco sobre 1571

Clovio em la versión de la Expulsión de los Mercaderes conservada en Minneapolis.

Después, el pintor se dirigió a Roma. En su camino debió detenerse en Parma, para conocer la obra de Correggio, pues sus comentarios elogiosos hacia este pintor, al que llamó “figura única de la pintura”, demuestran un conocimiento directo de su arte. 

Su llegada a Roma está documentada en una carta de presentación del miniaturista Giulio Clovio al cardenal Alejandro Farnesio, fechada el 16 de noviembre de 1570, donde le solicitaba que acogiese al pintor en su palacio algún tiempo hasta que encontrase acomodo. “Ha llegado a Roma un joven candiota, discípulo de Tiziano, que a mi juicio figura entre los excelentes de la pintura”. -Los historiadores parecen entender que el término “discípulo de Tiziano” no significa que estuvo en su taller sino que era admirador de su pintura-.

A través del bibliotecario del cardenal, el erudito Fulvio Orsini, el Greco entró en contacto con la élite intelectual de la ciudad. Orsini llegó a poseer siete pinturas del artista; Vista del Monte Sinaí y un retrato de Clovio, entre ellas.

Monte Sinaí. Museo Histórico de Creta.

El Greco fue expulsado del Palacio Farnesio por el mayordomo del cardenal. La única información conocida de este incidente es una carta del Greco enviada a Alejandro Farnesio el 6 de julio de 1572, denunciando la falsedad de las acusaciones realizadas contra él. En esa carta decía: “en modo alguno merecía sin culpa mía ser luego expulsado y arrojado de esta suerte”. 


El 18 de septiembre de ese mismo año, pagó la cuota a la Academia de San Lucas como pintor de miniaturas y a finales de ese año, 1572 el Greco abrió su propio taller y contrató como ayudantes a los pintores Lattanzio Bonastri de Lucignano y Francisco Preboste. Este último trabajó con él hasta los últimos años de su vida.

Cuando el Greco vivió en Roma, Miguel Ángel y Rafael habían muerto, pero su enorme influencia seguía vigente. La herencia de estos grandes maestros dominaba el escenario artístico de Roma. Los pintores romanos de la década de 1550 habían establecido un estilo llamado manierismo pleno o maniera, basado en las obras de Rafael y Miguel Ángel, donde las figuras se fueron exagerando y complicando hasta convertirse en artificiales, buscando un virtuosismo preciosista. Por otra parte, es fundamental recordar que las reformas de la doctrina y de las prácticas católicas iniciadas en el Concilio de Trento, empezaban a condicionar el arte religioso.

 

En estas obras estilísticamente distintas, se aprecia cómo el Geco asumió el lenguaje del Renacimiento veneciano. La primera, del Tríptico de Módena, Galería Estense, es una obra titubeante del inicio de su estancia veneciana. La segunda; Thyssen-Bornemisza, (1573-1576), repite iconografía y composición, recuerda al Veronés en las figuras y a Tiziano en el nítido pavimento, en la composición equilibrada y en la serenidad de la escena. El manejo del color es ya de un maestro.

Julio Mancini escribió años después, hacia 1621, en Sus Consideraciones, entre otras muchas biografías, la del Greco, siendo la primera que se escribió sobre él. Escribió Mancini que el pintor era llamado comúnmente Il Greco, que había trabajado con Tiziano en Venecia y que cuando llegó a Roma sus obras eran muy admiradas y alguna se confundía con las pintadas por el maestro veneciano. 

Contó también que estaba pensando cubrir algunas figuras desnudas del Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina que el papa Pío V consideraba indecentes, y dijo el Greco que si se echase por tierra toda la obra, él podría hacerla con honestidad y decencia y no inferior a ésta en buena ejecución pictórica... 

Indignados todos los pintores y los amantes de la pintura, le fue necesario marchar a España...”. 

El estudioso De Salas refiriéndose a este supuesto comentario del Greco resalta la enorme manifestación de orgullo que supuso considerarse al mismo nivel que Miguel Ángel, que en esa época era el artista más encumbrado del arte.

Para comprender esta manifestación hay que señalar que existían en Italia dos escuelas con criterios muy diferentes: la de los seguidores de Miguel Ángel propugnaba la primacía del dibujo en el cuadro; y la veneciana de Tiziano señalaba la superioridad del color. Esta última era la defendida por el Greco. 

Esta opinión contraria sobre Miguel Ángel es engañosa, pues la estética del Greco estaba, efctivamente influida por el pensamiento artístico de Migiel Ángel, dominado por un aspecto capital: la primacía de la imaginación sobre la imitación en la creación artística. En los escritos del Greco, se ve que compartía plenamente la creencia en un arte artificial y los criterios manieristas de la belleza.

Actualmente, su apodo italiano Il Greco se ha transformado y es conocido universalmente como el Greco. Sin embargo, sus cuadros siempre los firmó en griego, normalmente con su nombre completo Domenikos Theotokopoulos. 

El periodo italiano se considera como un tiempo de estudio y preparación, pues su genialidad no surgió hasta sus primeras obras de Toledo, en 1577. De hecho, en Italia, no recibió ningún encargo de importancia, ya que era extranjero, y Roma estaba dominada por pintores como Federico Zuccaro, Scipione Pulzone y Girolamo Siciolante, de menor calidad artística pero más conocidos y mejor situados. 

Federico Zuccaro y Scipione Pulzone.

En Venecia fue mucho más difícil, porque los tres grandes de la pintura veneciana, Tiziano, Tintoretto y Veronés, estaban en su apogeo. Entre las principales obras de su período romano se encuentran: la Purificación del Templo; varios retratos —como el de Giulio Clovio –Nápoles. 1570-1575-, o del gobernador de Malta, Vincentio Anastagi -h. 1575, Nueva York, Colección Frick—; también ejecutó una serie de obras profundamente marcadas por su aprendizaje veneciano, como El soplón, h. 1570, Nápoles, Museo de Capodimonte, y la Anunciación, h. 1575, Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza (más arriba).

 Anastagi 
El “Soplón”.

No se sabe cuánto tiempo más permaneció en Roma. Algunos estudiosos defienden una segunda estancia en Venecia, quizá 1575-1576, antes de marchar a España.

España. Llegada a Toledo y primeras obras maestras

La Trinidad (1577-79), que formaba parte del retablo mayor de Santo Domingo el Antiguo, su primer gran encargo en Toledo. Es evidente la impronta de Miguel Ángel. Obra maestra.

En esa época el Monasterio de El Escorial, cerca de Madrid, estaba concluyéndose y Felipe II había invitado al mundo artístico de Italia a que fuera a decorarlo. A través de Clovio y Orsini, el Greco conoció a Benito Arias Montano, humanista español y delegado de Felipe II, pata gestionar la Biblioteca de El Escorial; al clérigo Pedro Chacón, que tuvo un trato fluido con el Greco, y a Luis de Castilla, hijo natural de Diego de Castilla, Deán de la catedral de Toledo. La amistad del Greco con Castilla le aseguraría sus primeros encargos importantes en Toledo.

En 1576 el Greco abandonó Roma y tras pasar por Madrid, llegó a Toledo en la primavera o quizá en julio de 1577. Fue en esta ciudad donde produjo sus obras de madurez. Toledo, además de ser la capital religiosa de España, por aquella época era también una de las ciudades más grandes de Europa. En 1571 la población de la ciudad era de unos 62.000 habitantes.

Los primeros encargos importantes en Toledo le llegaron de inmediato: el retablo mayor y dos laterales para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo. A estos retablos pertenecen, La Asunción de la Virgen -Art Institute de Chicago-, y La Trinidad -Museo del Prado-. También le contrataron simultáneamente El Expolio, para la sacristía de la catedral.

Santo Domingo el Antiguo

En la Asunción, basada en la composición de la Asunción de Tiziano -iglesia de Santa María dei Frari-, Venecia-, aparece el estilo personal del pintor, pero el planteamiento es plenamente italiano. También hay referencias al estilo escultural de Miguel Ángel en La Trinidad, de tintes renacentistas italianos y un marcado estilo manierista. Las figuras son alargadas y dinámicas, dispuestas en zigzag. Sorprende el tratamiento anatómico y humano a figuras de carácter divino, como Cristo o los ángeles. Los colores son ácidos, incandescentes y mórbidos y, junto con un juego de luces en contraste, dotan a la obra de un aire místico y dinámico. El giro hacia un estilo personal, diferenciándose de sus maestros, comienza a surgir en su trabajo, utilizando colores menos convencionales, agrupamientos más heterodoxos de personajes y proporciones anatómicas únicas.

Estas obras establecerían la reputación del pintor en Toledo y le dieron gran prestigio. Tuvo desde el principio la confianza de Diego de Castilla, así como de otros clérigos e intelectuales de Toledo que reconocieron su valía. Pero en cambio, sus relaciones comerciales con sus clientes fueron desde el principio complicadas a causa del pleito sobre el valor de El Expolio, pues el cabildo de la catedral lo valoró en mucho menos de lo que pretendía el pintor.

Expolio, Catedral Toledo.

El Greco no planeaba establecerse en Toledo, pues su objetivo era obtener el favor de Felipe II y hacer carrera en la corte. De hecho, consiguió dos importantes encargos del monarca: Adoración del nombre de Jesús -también conocido como la Alegoría de la Liga Santa o Sueño de Felipe II y El martirio de San Mauricio y la legión Tebana (1578-1582), ambos aún hoy en el monasterio de El Escorial. En la Alegoría mostró su capacidad para combinar complejas iconografías políticas con motivos ortodoxos medievales. Ninguna de estas dos obras gustó al rey, por lo que no le hizo más encargos. Según escribió fray José de Sigüenza, testigo de los hechos, «el cuadro de San Mauricio y sus soldados... no le contentó a su majestad».

Adoración del nombre de Jesús, Alegoría de la Liga Santa o El sueño de Felipe II. Greco.

El martirio de San Mauricio (1580-82). Encargado por Felipe II al Greco, para el monasterio de El Escorial. (El cuadro no gustó al monarca.)

Madurez





Entierro del Conde de Orgaz. 1586-1588, Santo Tomé, Toledo.


La obra más conocida del Greco. Describe una leyenda local según la cual el conde fue enterrado por san Esteban y san Agustín. En la parte inferior, realista, recreó un entierro con la pompa del siglo XVI d. C.; en la superior, idealizada, representó la Gloria y la llegada del alma del conde.

Al no obtener el apoyo real, el Greco decidió permanecer en Toledo, donde había sido recibido en 1577 como un gran pintor.

En 1578 nació su hijo, Jorge Manuel. 

Jorge Manuel Theotocópuli, pintado por su padre. BBAA. Sevilla


La madre era Jerónima de las Cuevas, con la que no se llegó a casar. Se ha creído que fue retratada en el cuadro La dama de armiño.


Tradicionalmente este lienzo se consideraba una obra del Greco, pero se han propuesto atribuciones como Juan Pantoja de la Cruz y Sofonisba Anguissola, ambos retratistas de la corte de Felipe II. 

El año 1901, Aureliano de Beruete atribuyó esta obra a Tintoretto, de lo que discrepó Manuel Bartolomé Cossío, quien señaló la circunspección y la introspección de esta dama, que contrasta con la exuberancia de los retratos femeninos de Tintoretto. Críticos como Harold Wethey, que asignó al retrato el número 148 en su catálogo razonado de la obra del Greco, no dudaron en atribuir la autoría al maestro cretense, y más recientemente se ha relacionado también con Sofonisba Anguissola. 

Sin embargo, a partir de 2019, tras los estudios científicos y técnicos llevados a cabo desde 2014 en el Museo del Prado, a los que siguieron análisis complementarios realizados en la Universidad de Glasgow y en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Berna, parece haberse llegado a un consenso entre los expertos para asignar el retrato a Alonso Sánchez Coello. Esos estudios demostraron que, si bien los materiales y técnicas empleados son propios de la pintura española del siglo XVI, el dibujo subyacente, la imprimación y la aplicación de las capas pictóricas difieren radicalmente de la técnica empleada por el Greco en tanto es compatible con la que se encuentra en el retrato de Joven desconocida del Museo del Prado (P-1140), obra de Sánchez Coello, con la que se puede relacionar también estilísticamente.

Joven Desconocida. Sánchez Coello. Prado

El 10 de septiembre de 1585 el Greco arrendó tres habitaciones en un palacio del marqués de Villena, que estaba subdividido en viviendas. Allí residió, excepto el periodo entre 1590 y 1604, el resto de su vida.

En 1585 está documentada la presencia de su ayudante en el periodo romano, el pintor italiano Francisco Preboste, y había establecido un taller capaz de producir retablos completos, es decir, pinturas, escultura policromada y marcos arquitectónicos de madera dorada.

El 12 de marzo de 1586 recibió el encargo de El entierro del conde de Orgaz, hoy, su obra más conocida y reconocida. El cuadro, realizado para la iglesia de Santo Tomé en Toledo, se encuentra todavía en su lugar. Muestra el sepelio de un noble toledano en 1323, que según una leyenda local fue enterrado por los santos Esteban y Agustín. El pintor representó en la comitiva de forma anacrónica a personajes locales de su tiempo, incluyendo también a su hijo. En la parte superior, el alma del muerto asciende a unl cielo, densamente poblado de ángeles y de santos. 

El entierro del conde de Orgaz muestra ya la característica elongación longitudinal de las figuras, así como el horror vacui, aspectos que se agudizaban a medida que el Greco envejecía. Estos rasgos provenían del manierismo, y persistieron en el trabajo del Greco aunque habían sido abandonados por la pintura internacional algunos años antes.

También el pago de este cuadro motivó otro pleito: el precio en que fue tasado, 1200 ducados, pareció excesivo al párroco de Santo Tomé, que solicitó una segunda tasación estableciéndose en 1600 ducados. El párroco solicitó entonces que no se tuviera en cuenta esta segunda tasación, aceptando el Greco cobrar solo 1200 ducados. Los litigios sobre el precio de sus obras importantes fueron una característica constante en la vida profesional del Greco y han dado lugar a numerosas teorías para explicarlo. 

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El periodo de su vida entre 1588 y 1595 está poco documentado. A partir de 1580 pintó temas religiosos, entre los que destacan sus lienzos sobre santos: 

San Juan Evangelista y San Francisco, h. 1590-1595, Madrid, colección particular, 

-Las lágrimas de san Pedro, Toledo

-La Sagrada familia. 1595, Toledo, Hospital Tavera, 

-San Andrés y San Francisco, 1595, Madrid, Museo del Prado, y

-San Jerónimo; principios del siglo XVII d.C., en Madrid, colección particular. 

-Otro San Jerónimo fechado en 1600 de gran calidad se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, comparable solo con el conservado en la National Gallery de Escocia. También realizó retratos como 

-El caballero de la mano en el pecho, de 1585, Madrid, Museo del Prado).

Último periodo

La crucifixión, del Colegio de María de Aragón (1597-1600).

Esta iconografía, muy habitual, fue concebida con sus figuras alargadas en una atmósfera nocturna y claustrofóbica. Meier-Graefe destacó la elipse compositiva que forman las cabezas y Gudiol el intenso modelado de Cristo en una especie de soledad esencial. 

Desde 1596 se produjo un gran aumento de encargos que se mantuvo hasta su muerte. Las razones son varias: la reputación alcanzada por el artista en los años anteriores, el prestigio y amistad con un grupo de mecenas locales que le proporcionaron con regularidad encargos importantes y también, desde 1600, la participación en el taller de su hijo Jorge Manuel, que recibió encargos en los pueblos cercanos a Toledo. La última década del siglo XVI. fue un periodo crucial en su arte pues en él se desarrolló su estilo tardío. 

Aunque le habían fallado los mecenas que inicialmente buscó, el rey Felipe II y la Catedral, que le hubiesen proporcionado un cargo seguro y lucrativo, al final ñps encontró en un grupo de hombres de iglesia cuyo objetivo era propagar la doctrina de la Contrarreforma, pues la carrera del Greco coincidió con el momento de la reafirmación católica contra el protestantismo propiciada por el Concilio de Trento, siendo el centro oficial del catolicismo español la Archidiócesis de Toledo. Así, el Greco ilustró las ideas de la Contrarreforma, como se comprueba en su repertorio de temas: representaciones de santos, tal como defendía la Iglesia, como intercesores de los hombres ante Cristo; penitentes que remarcaban el valor de la confesión que rechazaban los protestantes; la glorificación de la Virgen María, igualmente puesta en entredicho por los protestantes; por el mismo motivo se resaltaban los cuadros sobre la Sagrada Familia. El Greco fue un artista que sirvió a los ideales de la Contrarreforma mediante el diseño de retablos que exponían y resaltaban las principales devociones católicas.

La fama del pintor atrajo a muchos clientes que solicitaban réplicas de sus obras más conocidas. Estas copias realizadas en grandes cantidades por su taller, hoy todavía crean confusión en su catálogo de obras auténticas.

En 1596 firmó el primer encargo importante de este periodo, el retablo para la iglesia de un seminario agustino de Madrid, el Colegio de doña María de Aragón, pagado con fondos que esta señora especificó en su testamento. En 1597 se comprometió con otro importante trabajo, tres retablos para una capilla privada de Toledo dedicada a San José. A estos retablos pertenecen los cuadros: San José con el Niño Jesús; San Martín y el mendigo y la Virgen con el Niño y las santas Inés y Martina. Sus figuras son cada vez más alargadas y retorcidas, sus cuadros más estrechos y altos, su interpretación personalísima del manierismo alcanza su culminación.

Se ven las dos pinturas todavía in situ de El Greco: "San José con el Niño Jesús" y "La Coronación de la Virgen" en la parte superior.

Inmaculada Concepción, capilla Oballe de Toledo (1608-13).

A través de su hijo, en 1603 recibió un nuevo contrato para realizar el Retablo del Hospital de la Caridad de Illescas. Por razones desconocidas aceptó que la tasación final fuera realizada por tasadores nombrados por el Hospital. Estos fijaron un precio muy reducido de 2410 ducados, lo que provocó un largo pleito que llegó hasta la Cancillería Real de Valladolid y al Nuncio papal de Madrid. El litigio terminó en 1607 y, aunque se hicieron tasaciones intermedias en torno de los 4000 ducados, al final se pagó una cantidad similar a la establecida inicialmente. Ello afectó gravemente a la economía del Greco, que tuvo que recurrir a un préstamo de 2000 ducados de su amigo Gregorio de Angulo.

A finales de 1607, el Greco se ofreció a terminar la capilla de Isabel de Oballe, que había quedado inconclusa por el fallecimiento del pintor Alessandro Semini. El artista, ya con 66 años, se comprometió, sin gastos complementarios, a corregir las proporciones del retablo y a sustituir una Visitación. La Inmaculada Concepción para esta capilla es una de sus grandes obras tardías; los alargamientos y los retorcimientos nunca antes habían sido tan exagerados o tan violentos, la forma alargada del cuadro concuerda con las figuras que se elevan hacia el cielo, lejos de las formas naturales.

Sus últimos retablos importantes incluyeron un retablo mayor y dos laterales para la capilla del Hospital Tavera, siendo contratado el 16 de noviembre de 1608 con un plazo de ejecución de cinco años.


El quinto sello del Apocalipsis, lienzo para uno de los retablos laterales, muestra el genio del Greco en sus últimos años.

En agosto de 1612, el Greco y su hijo acordaron con las monjas de Santo Domingo el Antiguo contar con una capilla para el enterramiento familiar. Al efecto, el artista realizó La Adoración de los pastores: una obra maestra en todos sus detalles: los dos pastores de la derecha son muy alargados, las figuras manifiestan el estupor y la adoración de forma conmovedora. La luz destaca dando a cada personaje importancia en la composición. Los colores nocturnos son brillantes y con fuertes contrastes entre el rojo anaranjado, el amarillo, el verde, azul y rosa.

Adoración de los pastores.

El 7 de abril de 1614 falleció el Greco, a los setenta y tres años, siendo enterrado en Santo Domingo el Antiguo. Unos días después, Jorge Manuel realizó un primer inventario de los pocos bienes de su padre, incluyendo las obras terminadas y en ejecución que se hallaban en el taller. Posteriormente, con motivo de su segundo matrimonio en 1621, Jorge Manuel realizó un segundo inventario donde se incluyeron obras no registradas en el primero. El panteón debió ser trasladado antes de 1619 a San Torcuato, debido a una disputa con las monjas de Santo Domingo, y fue destruido al demolerse la iglesia en el siglo  XIX d.C.

La vida del Greco, llena de orgullo e independencia, siempre tendió al afianzamiento de su particular y extraño estilo, evitando las imitaciones. Coleccionó volúmenes valiosos, que formaron una maravillosa biblioteca. Un contemporáneo lo definió como un “hombre de hábitos e ideas excéntricos, tremenda determinación, extraordinaria reticencia y extrema devoción”. Por estas y otras características, fue una voz respetada y un hombre celebrado, convirtiéndose en un artista muy español y hasta, casi español. Fray Hortensio Félix Paravicino, predicador y poeta del siglo XVII, escribió de él, en un conocido soneto: 

“Creta le dio la vida, y los pinceles

Toledo MEJOR PATRIA, donde empieza

 a lograr con la muerte eternidades”.


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