viernes, 21 de febrero de 2020

Rembrandt Harmenszoon van Rijn


Rembrandt: Autorretrato en 1628; 22 años. 
Gemäldegalerie Alte Meister. Kassel. Alemania
• • •

El presente trabajo acerca de la pintura de Rembrandt no se refiere sólo a su gran creación pictórica, sino a su relación con la historia bíblica, reflejada en muchos de sus lienzos.

Ello se debe a una casualidad –si las hay-, y es el hecho de que, reuniendo información para preparar un pequeño estudio sobre la obra de Leonid Pasternak –excelente pintor postimpresionista, padre del poeta y novelista Boris Pasternak, autor de Doctor Zhivago-, supe que Leonid se consideraba descendiente de sefardíes, entre los que citó en una carta, a los autores hispanos, Abravanel y León Hebreo-, y que había llevado a cabo un estudio sobre el “Judaísmo” de Rembrandt. 

El artículo o artículos sobre los Pasternak –sin duda, de origen sefardí-, siguen en preparación, pero, habiendo descubierto a Rembrandt desde este nuevo punto de vista, he comprendido mejor su pintura, y esto ha hecho que el artista se convirtiera en una prioridad llena de interés.

A una primera serie de pinturas, fundamentalmente, de tema veterotestamentario, seguirá, seguramente, otra, en la que se encuadrarán las obras relativas al Nuevo Testamento, además de los paisajes, retratos y otras escenas, que, con el nuevo criterio de observación, a pesar de ser obras conocidas desde muchos años atrás, se me han hecho mucho más accesibles de lo que lo habían sido nunca antes.
• • •

Rembrandt, Autorretrato, 1650. Museum het Rembrandthuis, Ámsterdam

 Leiden, 15 de julio de 1606 - Ámsterdam, 4 de octubre de 1669.

Como pintor y grabador, es considerado como un hito cultural en Holanda. Es muy probable que fuera educado en el calvinismo, la religión oficial del país, del mismo modo que es posible que se convirtiera en menonita -de la doctrina de Mennón, reformador holandés del siglo XVI-, a pesar de lo cual, siempre ha sido asociado con los judíos de Ámsterdam. Su ascendencia religioso-cultural, sin duda, lo acercaba más a la herencia hebraica que a la helenística y, como sus paisanos más próximos en el tiempo, conocía muy bien los Testamentos, Antiguo y Nuevo

La República Holandesa celebraba por entonces su liberación de la Corona de España –tras la terrible Guerra de los Ochenta Años (1568-1648)- y se consideraba a sí misma como el pueblo elegido, el "Nuevo Israel", o la "Nueva Jerusalén", mientras que el Reino de España quedaba asociado con el Faraón de los textos bíblicos. 

Como otros artistas holandeses de su época, Rembrandt pintó numerosas escenas del Antiguo Testamento, además de crear muchos y espléndidos dibujos y grabados. Sus alumnos continuaron esta tendencia, a veces, incluso, utilizando sus dibujos como punto de partida. Para aquellas representaciones, parece que el artista empleó modelos judíos, que retrató de una manera comprensiva y humanista.” (Extr. De: Alfred Werner /Rivka Weiss-Blok (ed.). (Jewish Virtual Library).
●●●

Rembrandt aprendió sus primeras lecciones al dar forma a textos bíblicos de su maestro Pieter Lastman (1583–1633) -al que se dice que superó-, y que se sirvió también de grabados del siglo XVI. Uno de sus primeros trabajos fue Balaam y el asno (1626; París), muy parecido al de Lastman sobre el mismo tema (1622; Jerusalén).

P. Lastman, 1624: Adán y Eva lloran la muerte de Abel. 
Museum Ret Rembrandthuis, Amsterdam

En ciertos casos, Rembrandt se desvía de la tradición, lo que ha llevado a los investigadores a considerar que pudo haber extraído sus interpretaciones de conversaciones con maestros rabínicos, que le proporcionarían detalles de la literatura judía post bíblica. Se ha demostrado, por ejemplo, que, tanto él, como otros artistas, consultaron las Antigüedades de Josephus Flavius/Flavio Josefo, para enriquecer su interpretación iconografía. 

Still life con joyas, violín, globo terráqueo y libro –de Flavio Josefo-. 
Anónimo S. XIX. Col. Priv.

Rembrandt vivió en el barrio judío de Ámsterdam, Breestraat, más de veinte años, lo que sugiere una elección motivada por su proximidad personal con la creciente comunidad judía de la ciudad. Si bien, muchos artistas residieron en aquel barrio, Rembrandt tuvo allí buenos amigos sefardíes -del hebreo ṣĕfārad; topónimo que la tradición identifica con la península ibérica, de donde procede el término sefardí, referido al judío oriundo de España, o al que, sin proceder concretamente, de España, asumió las prácticas religiosas específicas de los judíos españoles-. Uno de ellos, amigo de Rembrandt, fue el médico y escritor Efraín Ezequías Bueno. 

Ephraín Bueno, de Rembrandt. Rijksmuseum de Ámsterdam. 1647

Otro amigo judío de Rembrandt fue Manasseh ben Israel; Se supone que el grabado que Rembrandt le hizo en 1636 se basó en un retrato que desapareció. Algunos consideran dudoso que se trate exactamente de Manasés ben Israel, aunque, por otro lado, no hay duda de que Rembrandt y él se conocían bien.

Govert Flinck: Manasés ben Israel (1615–1660) Mauritshuis. Ámsterdam

En la Cena de Baltasar, de Rembrandt, 1635 -National Gallery, Londres-, una mano misteriosa escribe las palabras: Mene Mene Tekel Upharsin, con letras hebreas, en la pared. Rembrandt pudo haber consultado a Manasés sobre el texto y de qué manera se debería organizar su escritura. Escribió las palabras de arriba a abajo, y de derecha a izquierda, de acuerdo con una antigua tradición judía, que más tarde fue citada en el libro de Manasés, De Termino Vitae. 

Rembrandt: La Cena de Baltasar. 1635. National Gallery, Londres.
El mensaje está escrito de derecha a izquierda y de arriba a abajo: 
"MENE", "MENE", "TEKEL", "UPHARSIN" ”contado, contado, pesado y dividido.
Para el libro de Manasés, La piedra gloriosa o la estatua de Nabucodonosor, de 1655, Rembrandt hizo cuatro grabados, uno de los cuales fue David y Goliat. (4º en la imagen).

"Piedra gloriosa o de la estatua de Nebuchadnesar".
Cuatro ilustraciones para un libro español. Firmadas: Rembrandt f. 1655. 
Aguafuerte, buril y punta seca

Piedra gloriosa o de la estatua de Nebuchadnesar, con muchas y diversas authoridades de la S. S. y antiguos sabios. Ámsterdam, 1655. 
BNF, Estampes Rés. Rb-12, in-8°. 

 “La Piedra gloriosa es el único libro ilustrado por Rembrandt. El artista realizó cuatro estampas para esta obra de Samuel Manasés ben Israel, cuyo título completo es Piedra gloriosa o de la estatua de Nebuchadnesar, con muchas y diversas authoridades de la Sagrada Escritura y antiguos sabios. Fueron grabadas sobre una misma plancha, que se dividió en cuatro partes casi inmediatamente después de su conclusión. El autor estampó algunas pruebas aisladas de la lámina completa, que en su mayoría fueron cortadas a continuación. El rabino Manasés ben Israel (1604-1657) evoca en su libro la interpretación del sueño de Nabucodonosor, rey de Babilonia del 625 al 602 aC, por el profeta Daniel, exiliado en sus dominios y admitido en la corte. El reinado de este monarca marcó el apogeo del imperio neobabilónico. La representación de la estatua de Nabucodonosor hace alusión al coloso con los pies de arcilla. Daniel la comenta así: 

"Tú, ¡oh rey!, estabas mirando, y hete aquí una gran estatua. [...] La cabeza de tal estatua era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus lomos, de bronce; sus muslos, de hierro, y sus pies, parte de hierro y parte de arcilla. Estábasla mirando, hasta que se desgajó una piedra sin que interviniera mano alguna e hirió a la estatua en sus pies de hierro y arcilla y los pulverizó. Entonces pulverizáronse a una el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro [...]. Tú eres la cabeza de oro. Después de ti se alzará otro imperio inferior al tuyo, y luego un tercer imperio de bronce, que dominará en toda la tierra; luego un cuarto imperio, fuerte como el hierro, [que] pulverizará y destruirá todas las cosas. Y lo que viste, que sus pies y sus dedos eran en parte de arcilla de alfarero y en parte de hierro, indica que el reino será dividido [...], una porción del imperio será fuerte y parte de él será quebradizo. [...] Y en los días de estos reyes suscitará el Dios del cielo un reino que jamás será destruido [...]. Conforme viste que de la montaña se desgajó una piedra sin intervenir mano alguna y pulverizó el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro, el Dios grande ha dado a conocer al monarca lo que ocurrirá en lo futuro." (Daniel 2, 31-46).

Manasés analiza las profecías de Daniel en favor del pueblo judío y el próximo advenimiento del Mesías: "Resulta incontrovertible que la estatua de Nabucodonosor es el símbolo de las cuatro mayores monarquías [...]: los babilonios, los persas, los griegos y los romanos [es decir, un reino de oro, de plata, de bronce y de hierro]. La piedra es el Mesías, y saldrá de una gran montaña sin ser lanzada por la mano del hombre [...]. Y del mismo modo, también el Mesías destruirá todas las otras monarquías con su imperio temporal y terrenal. [...] Es así como el Mesías y el pueblo de Israel, reunidos en esta última monarquía, serán los señores temporales, terrenales y eternos del universo, según la infalible interpretación de Daniel." El Libro de Daniel ha sido objeto de una considerable labor de interpretación por parte de los teólogos”. G. L.

La pintura y los cuatro grabados del libro de Daniel, estarían relacionados con ideas mesiánicas comunes en Holanda en aquel momento. Manasés fue, en muchos aspectos, un mediador entre judíos y cristianos. Él, como los filo-semitas, fomentaba esperanzas milenarias sobre la salvación mesiánica.

Se ha discutido mucho sobre si Rembrandt y Baruch Spinoza se conocían, pero la afirmación de que Rembrandt fue maestro de dibujo de Spinoza ha sido rechazada. Muchos estudiosos han afirmado ver una semejanza de Spinoza en las pinturas de Rembrandt, pero las supuestas identificaciones siguen siendo muy discutibles. Existe la posibilidad de que se conocieran en la casa de Manasseh ben Israel, que era uno de los maestros de Spinoza, o en la casa de su maestro de latín, el Dr. Frans van den Emden, donde uno de los alumnos de Rembrandt era inquilino, o quizás en reuniones de menonitas a las que asistía ocasionalmente el filósofo.

Baruch Spinoza. Autor desconocido, c. 1665
Gemäldesammlung der Herzog August Bibliothek, Wolfenbüttel, Germany

Gran parte de lo que pensamos sobre Rembrandt y los judíos deriva de ideas formuladas en el siglo XIX. E. Kolloff escribió en 1854 sobre las representaciones de Rembrandt del pasado bíblico como "un fuerte toque de lo judaico" y se creía que los problemas financieros, que, en un momento dado, llevaron a Rembrandt a la bancarrota en 1656, fueron resultado de sus relaciones con mecenas judíos, especialmente Manasseh ben Israel, quien supuestamente lo habría animado a gastar tiempo y dinero en proyectos cabalísticos.

En todo caso, la evidencia del interés artístico de Rembrandt por el universo judío que conoció en Ámsterdam, la avalan sus numerosos dibujos, a pluma y bistre, o tiza marrón o negra, de viejos judíos barbudos con largos abrigos. Sus primeras representaciones de mendigos con sombrero alto, sin embargo, no son de judíos, sino que probablemente se basan en planchas de vagabundos del grabador lorenés J. Callot. En este sentido, su grabado conocido como Judíos en la Sinagoga, de 1648, muestra nueve judíos y no un minyan (quórum) como se ha dicho. Tampoco ha habido acuerdo sobre la posibilidad de que el escenario sea una sinagoga. Finalmente, se ha sugerido que la imagen debería titularse más propiamente, Una escena en el barrio judío de Ámsterdam. 

Judíos en la Sinagoga, o Una escena en el barrio judío de Ámsterdam.

De acuerdo con S. Schama, se supone que, muy a menudo, los mendigos judíos, que padecían pobreza “Schama”, como son algunos de los tipos de personas vestidas con abrigos pesados y sombreros de piel “kolpaks” son en realidad nobles polacos de Gdansk, y no judíos y que posiblemente fueran refugiados Ashkenazi de Polonia, quienes sirvieron como modelos contratados.

Ashkenaz, es el término hebreo medieval comúnmente empleado para designar a Alemania, y también el nombre dado en dicha lengua a toda la región del centro y este europeo, mientras que asquenazí es un término que designa de un modo general a la población judía que desciende de los judíos que se asentaron en Europa central y oriental. Mantuvieron costumbres y leyes particulares, que los diferencian de otros grupos del pueblo judío (sefardíes mizrajíes, por ejemplo). Los asquenazí desarrollaron su propia lengua, el yidish, que combina términos provenientes de diversos dialectos alemanes junto con algunos de origen eslavo y hebreo-.


La novia judía, del Rijksmuseum; pintada después de 1665, puede no ser un retrato de judíos en absoluto, aunque un erudito sostiene que los personajes son, el cordobés, militar, poeta, historiador, dramaturgo y filósofo sefardí, Miguel de Barrios -Córdoba, 3.11.1635-Ámsterdam, febrero de 1701-, y su segunda esposa mucho más joven que él, Abigail de Pinna. 


El título se le dio a la pintura en 1825 y, por lo tanto, carece de justificación histórica, a pesar de que hoy se cree que es una pintura bíblica, que representaría, probablemente a Isaac y Rebecca. Lo cierto es que, ya en el siglo XVIII, los coleccionistas de arte que catalogaban sus colecciones dieron nombres judíos "románticos" a algunas de las obras del artista.

Rembrandt: Isaac and Rebecca, Portrait of a couple as figures from the Old Testament, known as ‘The Jewish bride’. 1668. Rijksmuseum, Ámsterdam.

Se cree, por otra parte, que algunos retratos atribuidos a Rembrandt, pueden ser obras de sus alumnos, pues los títulos solos, a menudo suministrados por distribuidores, no son prueba suficiente. La única evidencia documental de que Rembrandt encontró mecenas entre los acomodados sefardíes de Ámsterdam es una declaración sobre un desacuerdo entre el artista y cierto Diego d'Andrade sobre un retrato de una mujer joven (tal vez la hija de Andrade) que el patrón encontró insatisfactorio. Todas las identificaciones de retratos de judíos desconocidos basadas en características "raciales" son provisionales, aunque en algunos casos la fisonomía y el estilo de la vestimenta parecen ser más convincentes que en otros. Personajes judíos han sido identificados hasta en 40 óleos, pero tal cifra está todavía abierta a muchas posibilidades.
Una pintura en el inventario de Rembrandt de 1656 que figura como Cabeza de Cristo, un estudio en vida, y otras obras relacionadas, probablemente fueron pintadas según un modelo judío. 

Cabeza de Cristo, hecha en vida, de mediados del siglo XVII.
Staatliche Museen zu Berlin, Gemäldegalerie, Alemania
Entre los óleos más famosos de Rembrandt sobre temas del Antiguo Testamento en las principales colecciones públicas, se pueden citar los siguientes: Sansón y Dalila (1628; Berlín), Jeremías lamentando la destrucción de Jerusalén (1630; Ámsterdam); Saúl y David (1631; Frankfurt); Sacrificio de Isaac/Abraham (1635; San Petersburgo); Sansón amenazando a su suegro (1635; Berlín); Cegamiento de Sansón (1636; Frankfurt); El ángel dejando a la familia de Tobías (1637; París); Fiesta de bodas de Sansón (1638; Dresde); Adiós de David a Jonathan (1642; San Petersburgo); Betsabé en el baño (1643; Nueva York); Susanna y los viejos (1647; Berlín); Betsabé con la carta de David (1654; París); José acusado por la esposa de Potifar (1655; Berlín); Saúl y David (c. 1655; La Haya); Jacob bendiciendo a los hijos de José (1656; Kassel); Jacob luchando con el ángel (c. 1659; Berlina); Moisés sosteniendo las tablas de la ley (1659; Berlín). En esta última pintura, las tablas están escritas en hermosas letras hebreas, de acuerdo con la manera sefardí de Ámsterdam. Veámoslos:

Sansón traicionado por Dalila. Óleo sobre lienzo, pintado en 1628. La historia de la pasión fatal de Sansón y Dalila aparece en el Antiguo Testamento (Jueces 16:4-6, 16-21). Staatliche Museen, Berlín.

Jeremías prevé la destrucción de Jerusalén. 1630. Rijksmuseum, Ámsterdam


Saúl y David. Mauritshuis. La Haya

David tocando el arpa; fragmento de “Saúl y David” de Rembrandt. 
Mauritshuis. La Haya

La pintura muestra a un joven David arrodillado ante el rey Saúl, tocando las cuerdas de su arpa. Conmovido por la música y su intérprete, el patriarca enjuga sus lágrimas con una cortina. Esta pintura fue catalogada como uno de los trabajos más hermosos del pintor y una de las obras más admiradas por los visitantes del museo Mauritshuis, en La Haya. Fue a finales de la década de 1960 cuando un notable experto en el artista sembró la duda acerca de su autenticidad, quizás por su particular historia. 

Pintada por el maestro del Siglo de Oro en dos etapas, posiblemente entre 1645 y 1652, fue cortada en dos partes en el siglo XIX. Pertenece a la serie de temas bíblicos de Rembrandt, y figuraba en el catálogo de la sala holandesa desde 1898 como una de sus piezas esenciales.

Horst Gerson estaba convencido de que no fue el maestro, sino uno de sus alumnos, quien pintó esta escena; algo comprensible ya que el lienzo estaba cubierto por una capa oscura y varias partes habían sido repintadas una y otra vez.

Finalmente las dudas quedaron atrás y la directora del museo, Emilie Gordenker, anunció que la colección del recinto sí contaba con un Rembrandt original, esta afirmación fue posible gracias a un grupo de expertos internacionales que pasó ocho años examinando la pintura y que, finalmente llegaron a la conclusión de que la obra era auténtica.

Sacrificio de Isaac, 1635. Hermitage. San Petersburgo
• 

Sansón amenazando a su suegro (1635; Berlín).

Cegamiento de Sansón. 1636; Frankfurt

Sansón creció entre la humillación de los esclavos de su pueblo y decidió vengarse de los esclavistas, lo que logró al acometer muchas veces a los filisteos. Al estar dedicado a Dios como nazareno, llevaba el pelo largo, que le servía como fuente de su extraordinario poder. Sucumbió a la pasión por Dalila que le cortó el pelo a traición, perdiendo Sansón la fuerza, ante la gran alegría de los filisteos que, para dominarlo mejor, lo cegaron y, sometieron a diversas humillaciones.

La dura prueba llevó a Sansón a un arrepentimiento sincero, pero su vida terminó bajo las ruinas de un templo filisteo, destruido por él y que se derrumbó sobre él mismo, junto con un gran número de filisteos. Sansón, como personaje bíblico-histórico, es un tipo característico del héroe nacional de los tiempos del Libro de los Jueces; La historia de sus hazañas abunda en interesantes detalles personales, que se confirman en los estudios de los modernos arqueólogos y geógrafos.

El ángel alejándose de la familia de Tobías. 1637; París

El Libro de Tobit describe la historia de una familia que ha caído al cautiverio asirio de un “país del norte”, es decir, Israel. Este libro no está incluido ni en el canon bíblico judío ni en el canon protestante, idéntico en composición al judío. Se incluye en las Biblias ortodoxa y católica como un segundo libro canónico. El élder Tovit realizó muchas buenas acciones, distribuía pan entre sus compañeros de tribu; proporcionaba ropa a los necesitados y, a pesar de la prohibición, enterraba en secreto a los judíos asesinados. Por todo ello tuvo que soportar persecución por los asirios.

A la vejez, Tobit perdió la vista. Anticipándose a la muerte, dio algunas instrucciones a su hijo Tobiah, que fue a cumplirlas acompañado por un joven que se hacía llamar Rafael

Tobías pescó un gran pez y, siguiendo el consejo de su compañero de viaje, le sacó el corazón, el hígado y la bilis y los preservó, ya que con el humo del corazón y el hígado quemados, debía expulsar a un espíritu maligno, y con la bilis tenía que impregnar los doloridos ojos de un hombre, que quedaría sanado. 

A la vuelta de Tobías y Rafael, expulsaron el demonio del cuerpo de la niña Sara, que después sería la esposa de Tobías, y devolvieron la vista a su padre. Cuando Tobías le ofreció a Rafael una recompensa por su ayuda, el hijo declaró que su compañero no era un hombre, sino un arcángel, y que él llevó a cabo la misión que Dios le había confiado.

La pintura de Rembrandt representa el momento de la partida del ángel frente a los agradecidos miembros de la familia de Tobías, incluyendo el perro, tímidamente acurrucado, mientras el ángel, ya inaccesible, se apresura al cielo para unirse al anfitrión celestial.

Este fenómeno extraordinario lo recrea, como siempre lo hace Rembrandt, en sus características más significativas y nada mas No hay un solo gesto falso. Sin exageraciones, crea la impresión de una gran naturalidad.

Fiesta de bodas de Sansón, 1638; Dresde

La historia de Sansón debió ser para Rembrandt una buena fuente de inspiración ya que, como hemos visto, también lo pintó cegado por los filisteos dos años antes. 

Sansón era un israelita famoso por su fuerza que se casó con una filistea a pesar de ser este pueblo enemigo acérrimo de los israelitas. En su boda planteó un acertijo a los invitados: "Del que come se extrajo carne y del fuerte se extrajo dulzura". Los asistentes al banquete tenían una semana para resolver el acertijo y decidieron utilizar a la esposa de Sansón para averiguar la respuesta. La solución era el león que había matado Sansón en cuyo interior encontró un rico panal de miel. Al verse engañado por su mujer, el israelita mató a 30 filisteos. 

Rembrandt elige para su composición el momento del banquete, obteniendo la mayor animación posible. Sansón aparece a la derecha, rodeado de invitados que le interrogan para obtener pistas. A su lado encontramos a su esposa y, en la zona de la izquierda se sitúan varios grupos de comensales. 

El maestro se interesa por ofrecer el mayor verismo en sus trabajos, presentando todas las figuras con vestidos orientales e incluso reclinados sobre la mesa, según la costumbre también oriental. Sin duda, la luz vuelve a ser la principal protagonista; un fuerte foco lumínico penetra por la izquierda impactando de lleno en el protagonista y su esposa, quedando el resto de figuras en semipenumbra. Esta técnica está inspirada en el naturalismo tenebrista que Rembrandt conocía a través de su maestro, Pieter Lastman, y del grupo de Caravaggistas de Utrecht. Otra de las grandes preocupaciones del pintor serán las calidades de las telas y el interés hacia los detalles, sin olvidar las expresiones de los personajes, otorgando un realismo extraordinario al conjunto. (ArteHistoria).

Adiós de David a Jonathan. 1642; San Petersburgo; 
una de las obras que iniciaron la colección. 

Jonatán, era hijo del rey Saúl de Israel y futuro heredero, y David, músico y soldado al servicio del rey israelita con el que el enfrentamiento había llegado a un punto en el que la propia vida de David corría peligro.

A pesar de esas circunstancias, descritas en el episodio bíblico de Samuel, la amistad entre David y Jonatán había sido tan profunda que, en el momento de separar sus caminos, fueron inevitables las muestras de dolor y cariño.

El futuro rey David llora desconsolado en los brazos de su amigo Jonatán, vestido con turbante al uso oriental, frecuente en otras pinturas del autor como su David tocando el arpa ante Saúl o Banquete de Belsasar. David es representado mucho más joven, como en mucha de la extensa y rica iconografía del sucesor de Saúl.

Betsabé en el baño. 1643; MET Nueva York

Rembrandt: Betsabé con la carta de David. 1654; Louvre París.

Considerado el principal desnudo del pintor, ha sido recientemente restaurado y sometido a una serie de exámenes durante ocho meses. Rembrandt lo pintó en 1654. La obra se refiere a un episodio de la Biblia en el que el rey David, tras haber visto a Betsabé en el baño, le envía una carta para invitarla a su palacio.

Susanna y los viejos. 1647, Gemäldegalerie, Berlín.

José acusado por la esposa de Putifar. 1655; Berlín

“José fue llevado a Egipto, y le compró un egipcio, Putifar, eunuco del Faraón y jefe de la guardia. Yahveh asistió a José, que llegó a ser un hombre afortunado, mientras estaba en casa de su señor egipcio. José ganó su favor y entró a su servicio, y su señor le puso al frente de su casa y todo cuanto tenía se lo confió. José, además, era apuesto y de buena presencia.

Y sucedió que la mujer de su señor se fijó en él y le dijo: "Acuéstate conmigo."  Pero él rehusó y dijo a la mujer de su señor: "He aquí que mi señor no me niega nada de lo que hay en su casa, y todo cuanto tiene me lo ha confiado. ¿No es él mayor que yo en esta casa? Y sin embargo, no me ha vedado absolutamente nada más que a ti misma, por cuanto eres su mujer. ¿Cómo entonces voy a hacer este mal tan grande, pecando contra Dios?" 

Ella insistió hasta que cierto día entró él en la casa y coincidió que no había nadie que pudiera ver lo que ocurría. Entonces ella le tiró de la ropa diciéndole: "Acuéstate conmigo." Pero él, deshaciéndose de su ropa, salió huyendo. Ella, entonces gritó a los de su casa diciéndoles: "¡Mirad! Nos ha traído un hebreo para que se burle de nosotros. Ha venido a mí para acostarse conmigo, pero yo he gritado, y al oírme levantar la voz y gritar, ha dejado su vestido a mi lado y ha salido huyendo afuera." 

"Ha entrado a mí ese siervo hebreo que tú nos trajiste –dijo a su marido-, para abusar de mí; pero yo he levantado la voz y he gritado, y entonces ha dejado él su ropa junto a mí y ha huido." 

Al oír esto, su esposo se encolerizó; prendió a José y le puso en prisión.

En la pintura, José, aparece alejado del centro de la escena. Su gesto es casi irónico, como rindiéndose a la mentira. Supuestamente sabe que para que se cumpla su destino deberá pasar por esta y otras humillaciones.

Jacob bendiciendo a los hijos de José. 1656, Kassel

La imagen muestra una conmovedora despedida en el lecho de muerte, pero el episodio bíblico es más complicado. 

Anciano, casi ciego, Jacob bendice a los hijos de su hijo José, que se había convertido en el principal consejero del faraón egipcio. Pero, contrariamente a la costumbre, puso su mano derecha, no su mano izquierda, sobre la cabeza del nieto más joven de Efraín, y en respuesta a la queja de José, anunció que Efraín sería más alto que el primogénito, y que sería inmensa su descendencia.

Una fuerte luz se introduce por la zona de la izquierda, iluminando a los personajes y dejando el resto de la habitación a oscuras resaltándose el volumen de las figuras. La pincelada del artista es cada vez más suelta trabajando con esa "manera áspera" que decían en la época. (ArteHistoria).

Jacob luchando con el angel.c. 1659; Gemäldegalerie, Berlín

En aquellos días, todavía de noche se levantó Jacob, tomó a las dos mujeres, las dos siervas y los once hijos y cruzó el vado de Yaboc; pasó con ellos el torrente e hizo pasar sus posesiones. Y él quedó solo. Un hombre luchó con él hasta la aurora; y, viendo que no le podía, le tocó la articulación del muslo y se la dejó paralizada, mientras peleaba con él. Dijo: «Suéltame, que llega la aurora.» Respondió: «No te soltaré hasta que me bendigas.» Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?» Contestó: «Jacob.» Le replicó: «Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con dioses y con hombres y has podido.» Jacob, a su vez, preguntó: «Dime tu nombre.» Respondió: «¿Por qué me preguntas mi nombre?» Y le bendijo. Jacob llamó aquel lugar Penuel, diciendo: «He visto a Dios cara a cara y he quedado vivo.» Mientras atravesaba Penuel salía el sol, y él iba cojeando. Por eso los israelitas, hasta hoy, no comen el tendón de la articulación del muslo, porque Jacob fue herido en dicho tendón del muslo.

Moisés sosteniendo las tablas de la ley. 1659, Berlín.

El maestro holandés corrige el error exegético y escultórico cometido por Miguel Ángel en su famosísima representación de Moisés. El libro de Éxodo describe cómo, descendiendo del Sinaí, sin saberlo Moisés, ki karan o panav, brillaba. 

Por una analogía errónea con la palabra “keren”, "cuerno", los comentaristas no hebreos de la Biblia tomaron la palabra karan como "cuernos" y así aparecen en la cabeza no solo del Moisés de Miguel Ángel en la tumba del papa Julio II, sino de otras representaciones artísticas a lo largo de los siglos. Sin embargo, Rembrandt, entendió claramente que la traducción más precisa de la frase bíblica es que, sin que Moisés lo supiera, su frente o su rostro, "brillaba".

También ha habido confusión sobre la forma de las tablas, pero, la veracidad de las de Rembrandt, no depende de su forma sino de sus letras. Para un artista que no leía hebreo, la caligrafía de Rembrandt es exquisitamente fiel, y la ortografía casi perfecta, algo que, Incluso entre sus contemporáneos holandeses, era inusual. 

"Ningún otro pintor no judío en la historia… igualaba su habilidad para hacer que el hebreo real, sea un elemento integral de la obra". Lo más notable en esta pintura es la letra del octavo mandamiento, “lo tignov”; No robarás; los extremos horizontales de la letra se alargan exactamente como lo haría un escriba de la Torá.

Si bien la primera tabla está en gran medida oculta a la vista del espectador, el texto en la segunda tableta comienza con la prohibición del asesinato, que también se conoce como el sexto mandamiento.

Rembrandt asumió que los mandamientos estaban divididos equitativamente, cinco en cada tabla, para los judíos, un acuerdo totalmente dado por sentado, pero, en el contexto de su tiempo y lugar, completamente revolucionario.

Queda una pregunta más: ¿exactamente, qué escena bíblica está representando Rembrandt? Muchos historiadores del arte han asumido que Moisés descendió del monte Sinaí con las tablas, y al ver a los israelitas adorando un becerro de oro, las levanta sobre su cabeza, a punto de arrojarlas violentamente. De hecho, el título de la pintura, es a veces Moisés Rompiendo las Tablas de la Ley.

En resumen, de todos los elementos judíos en esta pintura extraordinaria, el más genuinamente judío puede ser la imagen de Moisés lanzando desde la montaña, no las tablas, sino, la misma palabra de Dios: cuyo otorgamiento al pueblo judío se celebra cada año en el festival. de Shavuot
● ● ●

Los artistas judíos después de la Emancipación consideraron a Rembrandt y sus creaciones "judías" como prueba del hecho de que el arte judío era posible.

Fuente principal: Alfred Werner / Rivka Weiss-Blok, ed. (Jewish Virtual Library)
●●●


jueves, 6 de febrero de 2020

Galdós ●Trafalgar ● La misteriosa muerte del Almirante Villeneuve


Resumen de lo ocurrido: Los planes de Napoleón

Napoleón concibió el proyecto de invadir Gran Bretaña; una aventura que dependía fundamentalmente, de la colaboración del almirante Villeneuve.

En 1804, ordenó al vicealmirante con base en Toulon, que rompiera el bloqueo británico, distrajera a la flota inglesa y acudiera después en apoyo de la invasión. Para ello, Villeneuve tenía que navegar, en primer lugar, desde Brest a las Indias Occidentales, donde se había acordado su encuentro con la flota española; atacar las posesiones británicas en el Caribe para atraer a los ingleses en su defensa; volver a cruzar el Atlántico; atacar a las patrullas inglesas del Canal de la Mancha, y escoltar, acto seguido, a la napoleónica Armée d'Angleterre, desde Boulogne, hasta su desembarco en las Islas Británicas.

Villeneuve abandonó Toulon el 29 de marzo de 1805 con once navíos de línea; burló, efectivamente, el bloqueo de Nelson; atravesó el estrecho de Gibraltar el 8 de abril y cruzó el Atlántico perseguido por la flota del inglés, que se vio retenida por vientos contrarios. 

Una vez en las Indias Occidentales, Villeneuve pasó un mes en Martinica, esperando la llegada de la flota del almirante Ganteaume, atracada en Brest, que no llegaba. Los oficiales de Villeneuve insistían en que iniciara en solitario el ataque a las posesiones británicas del Caribe, pero, al parecer, aquello no entraba en sus planes. El 11 de junio, al saber que Nelson ya había llegado a Antigua, navegó hacia Europa. Nelson salió tras él.

El 22 de julio, con veinte navíos de línea y siete fragatas, Villeneuve se enfrentó a la flota inglesa en la batalla del Cabo Finisterre, y, poco después, el 1º de agosto ancló en La Coruña, donde recibió órdenes de Napoleón, para que se dirigiera de inmediato a Boulogne y Brest, tal como estaba previsto. 

Pero Villeneuve decidió poner rumbo a Cádiz, frustrando así la invasión de Inglaterra, que Napoleón no podía llevar a cabo sin su concurso. ¿Por qué?

La Batalla de Trafalgar

La flota franco-española, mandada por Nelson, quedó bloqueada en Cádiz por la de Nelson.

En septiembre, Napoleón ordenó a Villeneuve que se dirigiera a Nápoles para intentar de nuevo distraer a los buques ingleses, pero Villeneuve, inconcebiblemente, volvió a desobedecer. ¿Por qué?

A mediados de octubre, cuando el almirante supo que Napoleón se proponía sustituirle y llamarlo a París para rendir cuentas por su repetida insubordinación, el 18 de octubre, antes de que llegara el sustituto, salió de Cádiz con la flota combinada, entonces formada por 34 buques, y se encontró frente a frente con la de Nelson, cerca del cabo de Trafalgar.

El día 21 de octubre de 1805, se produjo el mayor combate naval de la historia: la batalla de Trafalgar, en el que la flota franco-española fue definitiva y abrumadoramente derrotada por la Armada Real británica. Villeneuve y su buque insignia, el Bucentaure, fueron capturados, junto con otros muchos buques españoles y franceses. 

● ● ●

Un almirante desesperado

El 15 de abril de 1806, el almirante Pierre-Charles Villeneuve volvía de Inglaterra, donde acababa de pasar casi seis meses, prisionero de los ingleses, como hemos visto, desde en encuentro de Trafalgar. Liberado bajo palabra, desembarcó en Morlaix, y se dirigió a Rennes, donde se alojó, el día 17, en el Hotel de la Patrie, en el número 21 de la rue des Foulons, dirigido por un tal Déan.

Se alojó en la primera planta, habitación número 5, junto a un gabinete, cuyo acceso estaba cerrado por una puerta con un simple pestillo.

El Almirante iba acompañado por el doctor Perron y un criado, Jean-Baptiste Bacqué. El médico abandonó pronto Rennes, el 21 o el 22 de abril-, tomando la diligencia de París y el almirante se quedó sólo con su criado.

Apenas se le vio por las calles de Rennes, pues no tenía humor para frecuentar los paseos o los lugares públicos, ni para participar en conversaciones. Parecía hundido en una oscura melancolía, dijo después un testigo.

El emperador había contado con él para cortar el paso a los ingleses, impidiéndoles el acceso a la Mancha y permitirle así efectuar un desembarco en Inglaterra, que preparaba hacía meses desde las costas del norte de Francia. 

Como sabemos, había concebido un plan, cuando menos, aventurado, mediante el cual, algunas escuadras francesas debían alejar a los ingleses de sus bases, hacia las Indias, y una vez hecho esto, volver a Francia a toda vela. Pero los ingleses, aunque salieron tras ellos, no se dejaron engañar del todo y se mantuvieron a popa de las naves francesas, cuando estas emprendieron el retorno.

A finales de julio, Villeneuve tuvo un enfrentamiento con ellos cuando se dirigía a Ferrol.
• • •

Fouché

Joseph Fouché. Francia, 1759-Trieste, 1820. Ejerció un enorme poder policial durante la Revolución y el Imperio, sirviéndose del espionaje –práctica en la que fue un adelantado-, dirigiendo el Ministerio de Policía, que posteriormente sería el Ministerio de Interior. 
• • •

Campo de Boulogne, 9 de agosto de 1805
Napoleón a Fouché.

El 3 de termidor, [21 Julio] a treinta leguas del Ferrol, ha habido un combate entre el almirante Villeneuve y una escuadra inglesa compuesta por 14 naves; tres de ellas, de tres puentes. Hubiera concluido a nuestro favor y de forma gloriosa, si dos naves españolas de tres puentes no se hubieran perdido. Se teme que estén a la deriva, o hayan sido capturadas o hundidas. Haga correr la noticia de que hemos resultado vencedores.

Villeneuve ha cumplido su cometido: interceptarlos. La escuadra inglesa inició la persecución y rechazó tres días el combate. La ventaja de tres naves de tres puentes contra una escuadra que no se le podía comparar, con ocho naves más, y todos acostumbrados al mar y perfectamente adiestrados. En fin, la escuadra francesa sufrió poco, está totalmente reparada y en estado de volver a combatir.

Como todo esto será bastante desagradable para los españoles, haga el elogio de Gravina y explique mil conjeturas sobre la suerte de los españoles, que no se sabe con certeza si han sido hechos prisioneros, aunque, particularmente, pienso que sí.

La escuadra, por otra parte, ha causado al enemigo pérdidas por valor de unos veinte millones; tres navíos ingleses han sido desarbolados con certeza y uno ha sido hundido.

En Boulogne, sin embargo, Napoleón empezaba a impacientarse.

Campo de Boulogne, 10 de agosto de 1805
Al Vicealmirante Decrès

Le ministre Decrès

Monsieur Decrès, le envío una carta que he recibido de La Haya; verá por ella que además del Windsor Castle, el Malta también se ha visto obligado a volver a los puertos de Inglaterra, y, como sabemos que nuestras escuadras están preparadas, si Villeneuve tiene un nuevo encuentro con Calder, no encontrará más que doce navíos.

Parece que el 12 termidor [30 de Junio], todavía no había llegado al Ferrol. Envíele hoy mismo un correo extraordinario al Ferrol; infórmele de estas noticias de Londres y dígale que espero que haya continuado con su misión, y que sería demasiado deshonroso para las escuadras imperiales, que una refriega de tres horas y un encuentro con 14 naves, echaran a perder tan grandes proyectos; que la escuadra enemiga está debilitada con dos navíos menos, y que, de acuerdo con su propia confesión, parece que ha sufrido muchos daños. Escriba también al Príncipe de la Paz [Godoy] para informarle de que he sabido, con disgusto, de la pérdida de dos naves españolas; que parece que la escuadra inglesa ha sido muy dañada en la acción; que dos naves enemigas han llegado en malas condiciones a Plymouth; que no hay que desanimarse y persistir con fortaleza en los proyectos; que yo cuento con la firme resolución del rey de España, y que él dará las órdenes para que la escuadra del Ferrol, unida a las mías, continúen con la actividad a la que estaban destinadas.

Le envío también una nota sobre los bosques de Córcega; es un objetivo demasiado importante. Creo que sería preciso, lo primero, pagar lo que se debe y pedir un informe a Toulon. Deseo mucho animar esta explotación. 

Villeneuve había entrado finalmente en El Ferrol

Campo de Boulogne, 11 de agosto de 1805
A M. Schimmelpenninck (Batavia)

(…) Acabo de recibir un correo del Ferrol; mi escuadra ha entrado allí. Ha encontrado, efectivamente, a la escuadra del Almirante Calder y le ha dado caza. El viento era muy frío del oeste, lo que ha impedido a la escuadra del Ferrol salir; las fanfarronadas de los ingleses terminarán pronto, y de nuevo la escuadra inglesa será abatida, pues ha emprendido tres persecuciones, pero el almirante Villeneuve ha cumplido su misión. Así pues, ahora mismo, tengo en El Ferrol 35 naves reunidas. Estos detalles solo son para usted.

Sin embargo, dos de las naves españolas se habían perdido; algo que no había complacido mucho al emperador.

Camp de Boulogne, 11 agosto 1805
Al vicealmirante Decrès

Monsieur Decrès, (…) 
sabrá que las escuadras han anclado en la Coruña (…) que Villeneuve, que, por otra parte, tiene talento, pierde demasiado tiempo en decidirse, pues si hubiera hecho la maniobra que se le dijo, habría salvado los navíos españoles, tomado los navíos franceses desarbolados, y el éxito habría sido completo; y [que cette bête de Gravina] que ese tonto de Gravina por el contrario tiene genio y decisión en el combate. Si Villeneuve tuviera sus cualidades, el asunto habría salido lo más brillante posible (…)

Muy pronto empezó a cambiar el tono, pues Villeneuve no se decidía a salir del Ferrol.

Camp de Boulogne, 13 agosto de 1805
Au vicealmirante Decrès

Monsieur Decrès, envíe un correo extraordinario al Ferrol. Informe al almirante Villeneuve del disgusto que me causa que pierda un tiempo tan importante (…) que espero que en cuanto los vientos le permitan salir, lo haga, y que maniobre para reunirse con Allemand, ya sea en uno o en otro de los puntos de cita (…) Villeneuve debe saber que según mis cálculos, deseo que ataque cada vez que sea superior en número (…) que ahorre al pabellón la vergüenza de estar bloqueado en El Ferrol por una escuadra inferior. Los marineros son valientes, los capitanes, animosos, las guarniciones numerosas, no hay que dejarse caer en la inactividad y el desánimo (…)

Napoleón reiteraba sus quejas sobre las operaciones de Martinica:

Camp de Boulogne, 13 août 1805
Al viceamirante Decrès

(…) mis islas de La Martinica y La Guadalupe han estado muy comprometidas durante un tiempo. Todo esto es consecuencia del miedo que ha tenido Villeneuve. (...) Todo esto prueba que es un pobre hombre, que ve doble y que tiene más percepción que carácter (...).

Pero le daba igual “calor que frío”, porque seguía creyendo en su proyecto:

Camp de Boulogne, 13 août 1805
Au vice-amiral Villeneuve

Monsieur le Vice-Amiral Villeneuve, he visto con placer, que en el combate del 3 thermidor [21 de Julio], algunas de mis naves se comportaron con la bravura que yo podía esperar. Me consta que está satisfecho de la gran maniobra que realizó al comienzo de la acción y que desbarató los proyectos del enemigo. Hubiera querido que hubiera empleado más fragatas en socorrer a los navíos españoles, que siendo los que primero se comprometieron, lo necesitaban más. También habría querido que, al día siguiente de estos sucesos, no hubiera dado tiempo al enemigo para poner en seguro sus navíos, Windsor-Castle y Malta, que habiendo sido desaparejados, navegaban de forma embarazosa y pesada. Todo esto hubiera dado a nuestras armas el brillo de una gran victoria. Pero la lentitud de la maniobra, dio tiempo a que los ingleses los llevaran a sus puertos. 

Pero estoy decidido a pensar que la victoria sigue siendo para nuestras armas, puesto que ha entrado en La Coruña. Espero que este despacho no le encuentre allí y que haya pospuesto el avance para unirse con el capitán Allemand; barrido todo lo que se encuentre en el camino, y llegado a la Mancha, donde le esperamos con ansiedad. Si no lo ha hecho, hágalo; marche valerosamente contra el enemigo. El orden de batalla que me parece preferible, es mezclar las naves españolas con las francesas y poner, junto a cada nave española, dos fragatas, para socorrerlas en el combate, y utilizar el gran número de fragatas de que dispone. Puede aún aumentarlas por medio de la Guerrière y de la Revanche, empleando los tripulantes del Atlas, sin que, no obstante, ello retrase las operaciones (...).

Si dispone de tres días, no necesita más que veinticuatro horas y su misión se habrá completado. Avise por correo extraordinario al Almirante Ganteaume de su salida. En fin, nunca, para mejor finalidad, una escuadra habrá corrido algunos azares, y jamás mis soldados de tierra y de mar habrán vertido su sangre por una finalidad más grande y más noble. Por el gran objetivo de favorecer el declive de esa potencia que desde hace seis siglos oprime a Francia, podríamos morir todos sin lamentar la vida. Tales son los sentimientos que deben animarle y que deben animar a todos mis soldados (...).

Camp de Boulogne, 14 août 1805
Au vice-amiral Decrès

(…) Supongo que mi despacho al almirante Villeneuve salió en el correo de esta mañana. Le repito lo que ya le dije; no comprendo que 30 naves francesas estén bloqueadas en El Ferrol por menos de 24 inglesas y que Villeneuve, con la escuadra combinada se encuentre bloqueado por menos de 29 navíos ingleses. 

Camp de Boulogne, 15 août 1805
Au vice-amiral Decrès

(…) Es imposible haber maniobrado peor de lo que Villeneuve lo ha hecho; él es el responsable de los enfermos del Alqésras y el Achille, y de la falta de agua potable que han sufrido, por el número de hombres que mantiene. Ha debilitado mis colonias cuanto es posible, y finalmente, con 30 navíos, no tiene sentido salir al rescate de 5 que sabe que están en esos parajes, sino barrer la escuadra inglesa; (…) Creo que era muy sencillo que Villeneuve fuera a cruzar con sus naves ante El Ferrol. Hubiera valido la pena hacer algunos movimientos para salvar una escuadra tan importante. De hacerlo así, enviando dos fragatas, se hubiera reunido con ellos en pocos días.

Camp de Boulogne, 22 août 1805
Au vice-amiral Decrès

(…) Creo que Villeneuve no tiene el carácter necesario para comandar una fragata. Es un hombre sin resolución y sin valor moral. Dos naves españolas se han abordado; algunos hombres han caído enfermos a bordo; añada a esto la contrariedad de dos días de vientos, el enemigo que le observa; rumores de que Nelson se ha reunido con Calder… y sus proyectos han cambiado, cuando, aisladamente, esos eventos, unos tras otros, no son nada.

Y lo menos pertinente, es que, en una expedición así compuesta, no dé ningún detalle; no dice lo que va a hacer, lo que no va a hacer… Es un hombre que no tiene ninguna experiencia de guerra y que no sabe hacerla (…)

Camp de Boulogne, 22 août 1805
Au vice-amiral Villeneuve

Señor Vice Almirante Villeneuve, espero que esté en Brest, no pierda un momento, y, con mis escuadras reunidas, entre en el Canal de la Mancha. Inglaterra es nuestra. Todos estamos preparados y embarcados. En veinticuatro horas, todo habrá terminado.


Una vez que Napoleón comprendió que, sin protección naval, su proyecto de desembarco en Inglaterra no llegaría a buen fin, volvió la mirada hacia el centro de Europa. El 3 de septiembre abandonó Boulogne y los días siguientes estuvo furibundo.

Napoleón y su ejército en Boulogne, 1804 (15 de agosto). 

La Malmaison, 4 septembre 1805
Au vice-amiral Decrès

Mr. Decrès, le devuelvo sus cartas. El Almirante Villenuve acaba de colmar la medida; al salir de Vigo, da al capitán Allemand la orden de ir a Brest, y le escribe que su intención es ir a Cádiz. Esto es una verdadera traición (…) Ya no tiene nombre. Hágame un informe de toda la expedición. Villeneuve es un miserable al que hay que expulsar ignominiosamente. Sin planes, sin valentía, sin interés general, lo sacrificaría todo por salvar su piel (…) Nada es comparable con su ineptitud. Deseo un informe de todas sus operaciones. 

1º. Le entró un terror pánico y no desembarcó en Martinica y Guadalupe el 67º y las tropas que el almirante Magon llevaba a bordo. 
2º. Ha puesto en peligro mis colonias devolviendo solo 1.200 hombres de la élite de la guarnición en cuatro fragatas. 
3º. Se comportó cobardemente en el combate del 3, al no volver a atacar a una escuadra desgastada, que remolcaba dos naves. 
4º. Llegado al Ferrol, dejó el mar al almirante Calder, cuando él esperaba una escuadra, y no cruzó ante Ferrol hasta que llegó la escuadra. 
5º. Sabía que la escuadra veía las naves enemigas llevar la fragata Didon a remolque, y no dio alcance a las naves para recuperarla. 
6º. Se fue el día 26 y, en lugar de venir a Brest, se dirigió a Cádiz, violando así sus instrucciones. 
Finalmente, supo que la escuadra del capitán Allemand debía llegar el 25 Thermidor [7de julio] a Vigo a recibir órdenes, y el 26 aparejó del Ferrol, sin dar órdenes nuevas a la escuadra, habiéndole enviado a Ferrol instrucciones en contrario, puesto que se le ordenaba dirigirse a Brest, mientras que él, Villeneuve, se fue a Cádiz.

Saint-Cloud, 6 septembre 1805
Au vice-amiral Decrès

Monsieur Decrès, le devuelvo sus despachos. Imagino que está tan indignado como yo por la infame conducta de Villeneuve. En cuanto a mí, estoy tan confundido que no puedo concebir cómo ha sido lo bastante cobarde, como para exponer así la escuadra del capitán Allemand. No puedo ver ello otra razón que la falta de valor que le impidió ir a Brest, le hizo pensar que no debía reunirse con la escuadra de Rochefort, porque habría sido más culpable.

Pero de camino a Austerlitz, había dado la orden a Villeneuve:

…de operar una diversión poderosa, dirigiendo al Mediterráneo nuestras fuerzas navales reunidas en el puerto de Cádiz, combinadas con las de Su Católica Majestad, [Carlos IV de España] le hacemos saber que nuestra intención es que, en cuanto reciba la presente, aproveche la primera ocasión favorable para hacer aparejar la armada combinada y se dirija a ese mar. 

Lo que confirmaba al ministro.

Saint-Cloud, 15 septembre 1805
Au vice-amiral Decrès

Monsieur Decrès, le envío sus despachos; parece, por su contenido, que, desde hace quince días, le reunión con la escuadra de Cartagena, no se ha llevado a cabo; que el almirante Villeneuve la considera peligrosa, y que está prácticamente bloqueado por once naves de guerra inglesas. Yo deseaba que mi escuadra saliera, se dirigiera a Napoles y desembarcara en un punto cualquiera, las tropas que llevaba a bordo, para reunirse con la escuadra de general Saint-Cyr (…) 

La existencia de una escuadra tan considerable en Toulon tendrá resultados incalculables, creando una poderosa diversión. Es el partido más útil que podría sacar de esa escuadra en estas circunstancias. Estimo, pues, que hay que hacer dos cosas: 1º. mandar un correo extraordinario al almirante Villeneuve, para ordenarle que realice esta maniobra; 2º. como su excesiva pusilanimidad le impedirá emprenderla, enviad, para remplazarle, al almirante Rosily, quien llevará estas cartas que ordenarán al almirante Villeneuve que vuelva a Francia para dar cuenta de su conducta. Si el almirante Rosily encuentra la escuadra, tomará el mando; si no la encuentra ya (el caso no es previsible) debe volver a Toulon para tomar el mando a su vuelta. La sangre fría con la que Villeneuve habla de la escuadra de Allemand, es llamativa.

Decrés transmitió las órdenes de su jefe, añadiendo, con cierta perfidia: Cualesquiera que sean los reproches que Su Majestad me ha ordenado hacerle, (…) su benevolencia y su gracia sólo esperan una primera acción brillante que demuestre vuestro valor.

Villeneuve, pues, se veía ya remplazado por aquel Rosily-Mesros, 15 años mayor que él, que se había hecho un nombre en la época de Suffren en las Indias, pero que, por entonces, se ocupaba más de hidrografía que de guerras marítimas. Pero Decrés no había informado de su nombramiento.

Pero ser derrotado en Trafalgar no era la mejor forma de hacerse célebre. En su cámara, el almirante meditaba y afrontaba con angustia el desarrollo de los acontecimientos. A los 43 años, tenía razones para temer que su carrera terminara para siempre. Pero no era solamente eso: temía, por encima de todo, que su honor hubiera quedado cubierto de infamia, pues aquella derrota de Trafalgar, sabía que era de las que no se perdonan: el 21 de octubre de 1805, día en que las 27 naves y los 2,368 cañones de Nelson, habían aplastado los 18 navíos franceses, los 15 españoles y las 1.780 piezas de artillería de la flota imperial. Napoleón vio desaparecer así sus esperanzas de dominar Inglaterra.

«Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber», había proclamado Nelson aquel día por la mañana, con una lacónica sencillez muy británica. Napoleón, esperaba lo mismo de sus marinos. Pero al caer la noche, apenas quedaba nada de sus escuadras. Villeneuve era prisionero a bordo de un buque inglés, y era llevado a una reserva de Reading, una de las residencias forzosas asignadas a los oficiales prisioneros, donde podían vivir en una libertad relativa, aunque no estaban libres de recibir ciertas humillaciones, ni, sobre todo, de las manifestaciones de odio de la población.

En Reading fue alojado en la misma casa que sus primeros oficiales y compartía la mesa con ellos, pero estaba siempre sombrío y pensativo, y solo manifestaba breves accesos de alegría cuando los periódicos anunciaban una victoria francesa.

Desde octubre de 1805 hasta abril de 1806, los días resultaron muy largos y tristes para el almirante, hasta que, finalmente, sonó la hora de la liberación; pero su vuelta a Francia no llevó la paz a su espíritu. El drama de la derrota y sus inquietudes, le habían hecho enfermar y necesitó atención de un médico. Sabía que le esperaba una prueba más temible que las balas inglesas; tenía que rendir cuentas; comparecer ante el emperador y, sin duda, ante un Consejo de Guerra.

Sabía que Napoleón había escrito al día siguiente del desastre:

La marina francesa sólo necesita un hombre de carácter y con valor, frialdad y audacia. Este hombre aparecerá, quizás, un día, y entonces, se verá de los que son capaces nuestros marinos.

Mientras esperaba la ida a París, Villeneuve escribió al ministro de marina, el almirante Decrés.

Estoy profundamente afectado por la enormidad de mi desgracia y por todas las responsabilidades que este terrible desastre implica. Mi mayor deseo es poder, lo antes posible, llevar a los pies de Su Majestad, o bien la justificación de mi conducta, o a mí mismo, como víctima que debe ser sacrificada, no en nombre de la bandera que, me atrevo a decirlo, permanece sin tacha, sino por los que han muerto por mi imprudencia, mi falta de clarividencia, o incluso las infracciones en algunas de mis órdenes.

Decrès había sido, y, sin duda, todavía, era su amigo y Villeneuve estaba seguro de que le contestaría. Efectivamente, el ministro le escribió el día 17:

Todavía no he podido recibir órdenes se Su Majestad en lo que le concierne. Pero por mucho retraso que pueda haber, le aseguro que no creo en absoluto, que deba presumir intenciones desfavorables de Su Majestad.

Entonces, ¡no estaba todo perdido!

El “suicidio”.

El 22 de abril, Villeneuve cenó, como de costumbre, en su habitación. Bacqué, su doméstico, le pidió permiso para ir a dar un paseo; naturalmente, Villeneuve, se lo concedió.

Hacia las cinco, al volver al hotel, el doméstico llamó a la puerta de la habitación, pero nadie contestó. ¿Quizás el almirante había salido? Becqué volvió un poco más tarde; llamó de nuevo, pero tampoco hubo respuesta.

Cuando cayó la noche, el doméstico empezó a preocuparse por tan prolongado silencio, tanto más angustioso, cuanto que se había informado, y nadie había visto salir al almirante. Entonces decidió avisar al hotelero y ambos subieron a la planta, a la luz de una vela. Llamaron una vez más, en vano. Examinaron de cerca la cerradura, y vieron que la llave estaba puesta por dentro. El almirante pues, se habría encerrado y después se había puesto enfermo, lo que explicaría su silencio. No obstante, no se atrevieron a derribar la puerta por su cuenta y decidieron alertar a la policía, que envió dos comisarios; Alexandre Bacon y Noël Bart, que llegaron inmediatamente, acompañados por un cerrajero.

Llamaron a la puerta una vez más, sin obtener respuesta, después de lo cual, los policías decidieron forzar la cerradura.

La habitación estaba vacía y la cama hecha.
En la mesa había algunos papeles y dos portafolios de cuero rojo. Todo de forma muy visible.
Uno de los comisarios empujó la puerta del cuarto de baño.

¡La trágica sorpresa estaba allí!

Villeneuve yacía sobre la espalda, con los brazos extendidos sobre los azulejos. Llevaba un pantalón de paño azul y botas, las mismas con las cuales tantas veces había recorrido el puente de su nave-almirante, el Bucentaure. Tenía el torso prácticamente desnudo hasta la cintura, con un chaleco de franela, empapado de sangre en la parte delantera.

El pecho estaba cubierto de sangre y un cuchillo de mango negro –un cuchillo de mesa-, aparecía clavado en el lado izquierdo de su pecho, hasta el puño.

Mudos de estupor, los cinco hombres contemplaron un momento aquel siniestro espectáculo, pero inmediatamente, los dos comisarios se dieron cuenta de que la muerte de aquel ilustre personaje, no era de las que podían pasar desapercibidas.

Llamado a toda prisa, un cirujano examinó el cadáver; las piernas y los muslos estaban ya rígidos y el cuerpo estaba frío. La muerte, pues, se había producido varias horas antes. Como ya pasaba de la medianoche, se postergó la autopsia para el día siguiente.

El asunto Villeneuve no había hecho más que empezar.

¿Crimen o suicidio?

Muy pronto, dado que la habitación había aparecido cerrada, igual que las ventanas, se dio preferencia a la versión del suicidio. Por otra parte, había otra “prueba”; la carta que sigue; la última que Villeneuve había escrito a su esposa, “nacida, Dantoine”, a Valensole, en Basses Alpes.

Mi tierna amiga,

¿Cómo recibirás este golpe? Desgraciadamente lloro más por ti que por mí. Se acabó; he llegado a un punto en el que la vida es un oprobio y la muerte un deber.

Aquí solo, abatido por el anatema del Emperador, rechazado por su ministro, que fue mi amigo; cargado por la inmensa responsabilidad del desastre que se me ha atribuido y, al cual me ha arrastrado la fatalidad, debo morir.

Sé que no podrás tener ningún sentimiento de elogio por mi acción. Te pido perdón por ello, mil veces perdón, pero es necesario y me siento arrastrado por la más violenta desesperación. 

Vive tranquila, consuélate con los tiernos sentimientos religiosos que te animan; mi esperanza es que encuentres el descanso que a mí se me ha negado.

Adiós, adiós: consuela las lágrimas de mi familia y de todos aquellos por los que puedo ser querido. Quería terminar, no puedo.

Qué alegría no tener hijos que reciban mi horrible herencia, ni que carguen con el peso de mi nombre. Yo no había nacido para correr esta suerte; no la he buscado, ha ocurrido a mi pesar.

Adiós, adiós.
Villeneuve.

Junto a la carta encontraron tres paquetes con dinero destinado a los sirvientes.

El ministro de la policía envió una carta al de la Marina, explicándole:

Creo que sería aconsejable obtener de la Sra, Villeneuve, o bien esta carta, o bien una copia autentificada, a fin de poder, si es necesario, acallar los rumores que podrían intentar expandir sobre la clase de muerte de este antiguo general.

Porque, efectivamente, circularon rumores: ¿crimen o suicidio?

Saint-Cloud, 26 avril 1806
Au vice-amiral Decrès

Monsieur Decrès, ceo que debería pedir un informe al médico del almirante Villeneuve para enviar a los periódicos el lunes, y, si es posible, incluso, mañana, a fin de impedir que instrucciones falsas se apoderen del asunto. Haga imprimir las dos cartas que le envió y las que él le escribió en respuesta; el informe del médico y el del mariscal Moncey, donde dice cómo le encontraron muerto. Es inútil hablar de la carta a su mujer.
Napoleón.

[¿Por qué consideraría Napoleón "inútil" dar a conocer una carta que, aparentemente, constituiría la mejor evidencia del suicidio?]

La investigación oficial, concluyó: suicidio.

Asesinato; proclamó de inmediato el rumor público. 

Villeneuve muerto se convertía en un instrumento para los enemigos del Usurpador.

La ejecución del duque de Enghien, en los fosos de Vincennes, había sido un torpe error y constituía una mancha de sangre indeleble e inútil, de modo que un asesinato más discreto, fuera de los ritos judiciales, suponía un procedimiento tan radical como el pelotón de ejecución, pero menos comprometedor, si sabía ser presentado con una buena puesta en escena.
● ● ●

“La muerte del Duque de Enghien” (1872). Jean-Paul Laurens (1838-1921).
Museo de Bellas Artes de Alençon.

Luis Antonio Enrique de Borbón-Condé, duque de Enghien. Chantilly, 2 de agosto de 1772 – Vincennes, 21 de marzo de 1804. Hijo único de Luis Enrique, duque de Borbón y príncipe de Condé, y último descendiente de la rama de Condé de la Casa de Borbón.

Informado de rumores sobre un complot realista para asesinarlo, dirigido por el mariscal Georges Cadoudal -que negó la participación de Enghien-, y el ex general Jean-Charles Pichegru, y convencido de que el joven Enghien formaba parte de éste, Napoleón I dispuso su captura. Fue arrestado la noche del 15 al 16 de marzo de 1804, junto con otras personas por las tropas republicanas dirigidas por Armand de Caulaincourt. Fue llevado primero a Estrasburgo y después encerrado en el Castillo de Vincennes. Sometido a un consejo de guerra compuesto por siete coroneles y por el General Hilin, que lo presidía, fue condenado a muerte, sin pruebas. En vano Enghien negó su culpabilidad. Fue fusilado el 21 de marzo y su cuerpo arrojado a una fosa a los pies del Pabellón de la Reina. El cínico Fouché declaró: “Peor que un crimen; fue un error”.
● ● ●

Naturalmente, algunos dijeron que sin duda estaba detrás “la mano de Inglaterra”, como se decía entonces, ya que a Inglaterra no le desagradaría nada que sirviera para desacreditar al terrible enemigo, Napoleón, a los ojos de los franceses.

Con todo, incluso los que aceptaron la tesis del suicidio comentaban detalles fantasiosos: Unos decían que Villeneuve, intentando evitar el Consejo de guerra, se había volado la cabeza. 

Fundándose en las Memorias de O’Meara, el médico británico que atendió a Napoleón en Santa Elena, otros dijeron que se suicidó clavándose en el pecho un largo estilete que le llegó al corazón, -teniendo en cuenta que el autor decía hablar por boca del Emperador-.

Un libelo titulado: Histoire secrète du cabinet de Saint-Cloud, firmado por Lewis Goldsmith, contaba que Villeneuve había sido asesinado por cuatro mamelucos ¡”disfrazados de gendarmes, por orden de Napoleón”!

Un curioso personaje

En 1826, entraba en escena un curioso personaje, con la publicación de las Mémoires de Robert Guillemard, sergent en retraite, suivis de documents historiques, la plupart inédits, de 1805 à 1823 dedicadas a los suboficiales del ejército francés, que tuvieron un enorme éxito, saliendo, incluso, una segunda edición el año siguiente. El autor, que había sido hecho prisionero en Trafalgar, al mismo tiempo que el almirante, y que, según decía, había vuelto con él a Francia, narra la muerte de Villeneuve, como sigue:

El aire de la tierra francesa pareció dar al espíritu del almirante una serenidad que nunca le había visto desde que le acompañaba. Se proponía permanecer unos días en Rennes para descansar antes de viajar a París, donde yo debía acompañarle. Salía poco, reflexionaba mucho y yo apenas le dejaba solo. Recibía a muy pocas personas. Los preparativos de nuestro viaje ya estaban dispuestos y el equipaje ordenado en una silla de posta que el almirante había adquirido. El día siguiente, al amanecer, debía efectuarse nuestra partida.

La tarde del último día, llegaron al hotel cuatro individuos con grandes mostachos y ropa de burgués, muy limpia, a la que no parecían estar acostumbrados.

Su acento y su color cobrizo, hicieron pensar a Guillemard que, evidentemente, no eran franceses. Hicieron mil y una preguntas sobre el almirante, sus costumbres y su viaje. Guillemard, considerando que la curiosidad respecto a un hombre tan célebre era completamente natural, les informó de todo, sin mala intención y con franqueza.

Pero, he aquí, que aparece un quinto personaje.
Era un francés; al menos, una pronunciación muy acentuada, indicaba que procedía de nuestras provincias meridionales; incluso creí reconocer a Rouergue. Podría tener entonces cuarenta y cinco años; bajito, brusco, con el pelo blanco muy empolvado, y unos pelillos reunidos en una pequeña y puntiaguda coleta; rasgos viles; una mirada penetrante y aguda, y un color que denunciaba al hábito de bebedor y piernas flacas; tal era aquel hombre.

En un momento dado, también interrogó a Guillemard. El tono de su voz y el respeto que le tenían los otros cuatro individuos, revelaban que era el jefe. A las diez, el almirante fue a acostarse. Guillemard le ayudó a desvestirse y después subió a su habitación, que estaba en la planta superior, se metió en la cama y se durmió. En cuanto a Pieur o Pierre, se alojó en la posta de los caballos, donde esperaba el coche.

Me desperté sobresaltado por un gran ruido que me pareció que procedía de la habitación del almirante. Redobló; voces confusas se mezclaban, y de repente, gritos de dolor, que ya no me dejaron dudas.

Salté de la cama y, parándome solamente a coger una luz y un sable que el almirante me había comprado al llegar a Morlaix, bajé en un instante los escalones que me separaban de la planta en la que estaba su habitación, y oí muy claramente los pasos precipitados de varias personas.

Corrí más, y todavía vi al último individuo con el que había hablado la víspera, deslizarse hacia la planta baja. Luego recordé que no había ningún cambio en su ropa, y que, sin duda, no se había desnudado desde entonces. Algo me decía que le persiguiera, pero la primera intención me llevó a la habitación del almirante, de la que encontré la puerta abierta.

Di unos pasos más y vi al infortunado, al que las balas de Trafalgar habían respetado, tumbado, pálido y sangrante sobre la cama, cuya ropa aparecía tirada por el suelo. Palpitante y lívido, aun se debatía contra los dolores de sus últimos momentos. Me reconoció; en vano quiso incorporarse y se esforzó por decir algunas palabras, sin ilación e interrumpidas, de las que solo pude entender algo como, ”comisario”, o “secretario”, y rindió el último suspiro, antes de que yo pudiera pensar en prestarle el menor socorro.

Cinco heridas profundas perforaban su pecho, pero no había ningún hierro ni armas cerca de él. Llamé, grité con todas mis fuerzas. En un instante, los dueños del hotel y los viajeros que lo ocupaban, llenaban la habitación, con una agitación extrema y una sola idea, la de que el almirante había sido víctima de un asesinato.

Más adelante, Guillemard fue convocado por el emperador, ante el que hizo, en presencia de Decrés, el relato del acontecimiento. Se abrió una encuesta que nunca se llevó a cabo.

Añade Guillemard:

Tres o cuatro días después de este interrogatorio, encontré en el paseo al individuo de Rennes. Llevaba un uniforme azul celeste con cuello rojo y bordados de plata. Pasó a mi lado sin aparentar reconocerme.

Era, pues, de un oficial de marina, quien había asesinado al almirante Villeneuve, en el que, de acuerdo con la descripción de Guillemard, podría reconocerse al capitán de navío Magendie.

Retrato de un sospechoso

Originario de Burdeos, homónimo y, sin duda, pariente del médico bordelés François Magendie (1783-1855), Jean-Jacques Magendie, Oficial de la Legión de Honor, Caballero de San Luis, condecorado con la Flor de Lis, Magendie había mandado en Trafalgar el Bucentaure, enarbolando el pabellón del almirante Villeneuve. Estuvo, pues, bajo sus órdenes directas, antes, durante y después de la batalla y fue su compañero de cautiverio en Reading.

Como jefe de pabellón, participó en la dramática contra-persecución a la que nuestras escuadras se entregaron, desde que el dos de marzo de 1805, Napoleón se propuso concentrar nuestras fuerzas navales en las Antillas, antes de que se volvieran en bloque hacia la Mancha, para sorprender a los ingleses. Villeneuve y él burlaron la vigilancia de Nelson ante Toulon, lanzado hacia la Martinica, y zarparon de nuevo hacia Europa, descansando en Cádiz, donde la escuadra española de Gravina se reunió con nuestras naves, para, finalmente, enfrentarse a los cañones ingleses en Trafalgar.

El mismo Magendie describió esta trágica jornada que vivió la agonía del Bucentaure:

...sin aparejos, sin mástiles, habiendo perdido a todos los hombres más fuertes, la batería completamente desmontada, el lado de estribor cubierto por el mástil caído, sin posibilidades de defendernos, teniendo a bordo 450 hombres heridos o muertos, y sin recibir ayuda de ninguna nave, estábamos aislados en medio de cinco navíos enemigos haciendo fuego muy vivo sobre nosotros.

Subía al puente en aquel momento, cuando el almirante Villeneuve se vio obligado a ordenar la rendición, con el fin de evitar que murieran más hombres valerosos sin poder responder al ataque, lo que fue ejecutado después de tres horas y cuarto de combate con el más grande encarnizamiento y casi siempre a tiro de pistola. Los restos del águila fueron arrojados al mar, así como todas las demás insignias.

Fuimos remolcados por el navío inglés, “Conqueror” y llevados a bordo del “Marte”; el almirante Villeneuve, Contamine y yo, más dos ayudantes del almirante, llegados a bordo del Marte, nos hicieron bajar al falso puente mientras el combate continuaba.

La jornada se había cobrado de una parte y la otra, 8.200 muertos. De los 33 navíos de Villeneuve y Gravina, 18 estaban hundidos, fuera de combate o tomados. Nelson había muerto de sus herida y Gravina moriría de las suyas. De los “tres grandes”, un superviviente; Villeneuve, a quien el dios de la guerra había dado una tregua.

Tales eran los recuerdos comunes que podían evocar, Villeneuve y Magendie y era, precisamente, a este antiguo jefe de pabellón, a quien se acusaba de haber asesinado a su almirante, por orden del ministro de Marina.

Pero ¿por qué?

Pues, porque Decrés tenía interés en hacer desaparecer a Villeneuve y porque, por ambición, a Magendie no le habría repugnado el asesinato.

Estupefacto y furioso ante semejante infamia, Magendie empleó hasta sus últimas energías en responder a las calumnias que le aplastaban, especialmente, en un libro que publicó en 1814: Notice historique sur la vie du amiral Villeneuve. Reunió testimonios demostrando que, ni materal, ni moralmente, pudo cometer el crimen que se le imputaba.

En cuanto a Decrés, quien habría armado la mano del asesino, quedó aterrado por la trágica noticia. Uno de sus colaboradores, diría:

Es un hecho, que cuando yo recibí la carta de Rennes en la que se informaba de la muerte del almirante Villeneuve, pasé por su casa, haciendo todos los esfuerzos posibles para disimular el dolor que sentía. Después me acompañó a mi despacho y allí, dio rienda suelta a la aflicción que le causó un acontecimiento tan cruel como inesperado. Le vi llorar y llorar amargamente.

Una hábil superchería

A despecho de los esfuerzos d Magendie y de otros, por demostrar que aquellas acusaciones no tenían fundamento, la calumnia seguía su curso.

De pronto, el 8 de octubre de 1830, un efecto teatral: los Annales maritimes et coloniales, publicaban dos confesiones que causaron enorme estupefacción, firmadas por un tal Lardier, antiguo contable de la Marina. 

Había leído una noticia sobre Villeneuve, escrita por Magendie.

El susodicho Lardier, escribió:

Los detalles ofrecidos sobre los últimos momentos del almirante y la carta que escribió a su mujer, la víspera de su muerte, fueron el resultado de un suicidio y desmienten los rumores que corrieron en la época, sobre su asesinato. Yo mismo, quizás, contribuí a propagar semejante error mediante la publicación de las memorias del Sargento Guillemard, según las cuales, la muerte del almirante fue recreada con detalles muy circunstanciados y que algunos periódicos reprodujeron.

La realidad es que Guillemard no es sino un personaje creado por la imaginación y sus supuestas Mémoires, no son más que una novela histórica en la que yo añadí a mis recuerdos personales algunos acontecimientos poco conocidos, y que, por su oscuridad, podían conformar un material con interés dramático.

Así pues, todo lo que en esa obra se refiere al asunto en cuestión, es puramente ficticio. Cuando lo escribí, pensaba que el almirante había sido asesinado y sobre este simple dato, reuní los incidentes y los personajes que me sirvieron para desarrollarlo.

El misterio subsistía.

El asunto Villeneuve, ¿quedaba así aclarado?

Evidentemente, no, y después de siglo y medio, las dudas subsisten.
Porque, tal como subrayaba el informe de la policía: Villeneuve murió de seis cuchilladas.
¿Se ha visto alguna vez que un desesperado se acuchille seis veces seguidas? Se puede admitir que, al primer golpe, se causara una herida mortal con una hoja perfectamente afilada (aunque en este caso se trataba de un vulgar cuchillo de mesa), pero se puede dudar de que un individuo logre, seis veces, superar el dolor de una hoja cortando la propia carne.

Fue este hecho, por otra parte, lo que hizo ser prudente a uno de los investigadores, François Martin, magistrado de seguridad para el distrito de Rennes, quien prescribió la apertura de una encuesta:

Habiendo sido informado de que esta muerte es el resultado de varias cuchilladas, y dado que en semejantes circunstancias, es necesario agotar todas las pruebas para conocer con exactitud las causas o los autores de semejante suceso, hemos elevado una queja, de oficio, contra todos los autores, instigadores o cómplices de este crimen...

Los demás indicios no eran una prueba absoluta de suicidio. ¿Y la carta? Un hábil falsificador pudo escribirla y no contiene nada que una tercera persona no pudiera escribir. ¿La llave en la cerradura? Hay medios de cerrar una puerta desde fuera haciendo girar la llave en el interior. Todo consiste en disponer de personas hábiles, preparadas, discretas...

Para colmo de dudas, del ministro de la policía de entonces, que se llamaba Fouché, se sabía que era capaz; sí, capaz, de todo.

El 7 de mayo de 1808, tres años después de los hechos, Napoleón hizo conceder a Catherine Villeneuve una pensión de 4.000 francos, en consideración a los servicios de su marido, mientras que la viuda del almirante Bruix, recibía 6.000. Había para alimentar comentarios...

Los rumores habrían podido extinguirse tras la muerte de Napoleón, pero la publicación del libro de O’Meara -Napoleon en exil-, los devolvió a la actualidad. En efecto, el cirujano irlandés, daba una versión algo diferente de la muerte de Villeneuve, transcribiendo, dijo, las declaraciones del mismo Napoleón, en su destierro de la isla de Santa Elena.

Villeneuve tomó su derrota tan a pecho que se puso a estudiar anatomía, con la idea de suicidarse, y compró algunos grabados que mostraban la anatomía del corazón. Cuando volvió a Francia, le ordené permanecer en Rennes y que no viniera a París. Villeneuve temía ser juzgado en corte marcial por haber desobedecido mis órdenes, provocando la pérdida de la flota. Mis órdenes eran que no se diese a la vela y que no combatiera con los ingleses (...) Estaba, pues, decidido al suicidio, y comparó los grabados con su propio pecho. Marcó el centro del grabado con un largo estilete, que, acto seguido hundió en su pecho, hasta el extremo. El estilete atravesó el corazón y murió instantáneamente. Cuando su habitación fue abierta, se le encontró con el estilete en el pecho y la marca del grabado correspondía con el emplazamiento de su herida. No debió hacerlo, era un hombre valeroso, aunque carecía de talento.

Además de que en estas supuestas declaraciones, Napoleón introduce una nueva herramienta para el también supuesto suicidio, cabe recordar dos consideraciones más. Una de ellas es el hecho de que el emperador decidiera ocultar en su día, la supuesta carta de suicidio de Villeneuve dejaría para su esposa. La otra, que, de acuerdo con las Memorias de la, entonces fiel napoleonista duquesa de Abrantes, Laure Junot, -que en el momento de la batalla de Trafalgar, se encontraba en Lisboa-, Napoleón prohibió que la prensa, tanto española, como francesa, hablara del asunto. Parece asimismo, por último, que en Inglaterra, tampoco se le dio mucho eco, quizás a causa de la muerte de Nelson, a pesar de la victoria.

¿Entonces? -Concluyen los autores y concluimos por el momento, con la misma perplejidad. 
●●●

Acta de defunción del Vicealmirante Villeneuve, levantada el 23 e3 abril de 1806. Registro Civil de Rennes

Villeneuve aparece entre los nombres grabados en el Arco de Triunfo de l’Étoile -París-, pilar Este, segunda columna izquierda.

Eugène Galien-Laloue: Paris Arc de Triomphe

● ● ●

NOTA:
Este artículo es, en gran parte, traducción del publicado en:


22 avril 1806: La muerte del almirante Pierre-Charles de Villeneuve, ¿suicidio o asesinato? Robert Ouvrard – Cori Hauer

Las transcripciones de las cartas son iguales, lógicamente, en todos los trabajos relativos al tema, pero los comentarios (en rojo) son aportes de los autores citados.

Las cartas de Napoleón, tienen fechas del calendario de la Convención, cuya equivalencia con el Gregoriano, ha sido añadida. Del mismo modo, sustituimos el usual tratamiento de “vos”, modernizándolo.

● ● ●