jueves, 31 de agosto de 2017

Querido señor • Carta a Sartre • Françoise Sagan



Françoise Sagan, 1935-2004, tituló su primer libro –que público, con un éxito rotundo e inmediato, a los 18 años– con el segundo verso de este poema de Paul Éluard:


El sereno crítico, católico militante y Premio Nobel, François Mauriac, acuñó para la autora la definición de charmant petit monstre; encantador pequeño monstruo, aludiendo a su precoz y notable aptitud literaria.

Bonjour tristesse estaba en las librerías el 15 de Abril de 1954, firmado por Françoise Sagan, seudónimo literario de la nueva escritora, apellidada en realidad, Quoiriez, quien, por deseo de su padre, no quiso hacer público el nombre familiar. Para ello, recurrió a otro grande de la literatura francesa; Marcel Proust, adoptando el apellido Sagan, extraído de un personaje de À la Recherche du temps perdu; En busca del tiempo perdido.

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En 1980, Françoise Sagan publicó una extraordinaria y conmovedora carta que había enviado a Jean–Paul Sartre un año antes, acompañándola con el relato de la sensible amistad que surgió entre ellos, tras su lectura por parte de Sartre. 

Fue en su último libro, publicado en 1985, Avec mon Meilleur Souvenir, Con mi Mejor Recuerdo (Ed. Gallimard), en el que Sagan incluyó esta carta, así como los detalles de los esporádicos pero regulares encuentros que a partir de entonces, se sucedieron entre ambos personajes.


Se trata aquí de una traducción en la que retoco, sólo levemente, algunos términos o expresiones, para su mejor percepción, sirviéndome al efecto, más del sentido, que de la palabra o la expresión literal, en ocasiones, intraducibles.

Ambos autores son sobradamente célebres –Sartre como filósofo, entre otras cosas; Sagan como novelista, entre otra cosas–, y aunque en esta historia no aparece-, no podemos olvidar la figura de Simone de Beauvoir, también escritora -entre otras cosas-, y compañera de Sartre a lo largo del período más conocido, prolongado y productivo de la vida de ambos. 

El gran escritor y filósofo Jean–Paul Sartre. 
París, 21 de junio de 1905 – 15 de abril de 1980

Para la fecha de la carta de Françoise Sagan, Sartre había perdido la visión y apenas le quedaba un año de vida.

Simone de Beauvoir
París, 9 de enero de 1908-14 de abril de 1986

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Carta de Françoise Sagan a Jean-Paul Sartre: Cher Monsieur

Françoise Sagan con su gato Brahms

Querido Señor:

Digo Querido Señor pensando en la interpretación infantil de la palabra, según el diccionario: “Un hombre, cualquiera que sea [la definición]”. No voy a decirle “Querido Jean–Paul Sartre” porque es demasiado periodístico, “Querido Maestro”, porque sé que lo detesta, ni “Querido Colega” porque pesa demasiado.

Hace años que quería escribirle esta carta, casi treinta. De hecho, desde que empecé a leerle, y sobre todo, desde hace diez o doce años, cuando la admiración, a fuerza de sentirme ridícula se volvió suficientemente rara, como para felicitarme, casi, por esa misma ridiculez. Quizás yo misma he envejecido, o he rejuvenecido lo suficiente, como para reírme hoy de aquel sentido del ridículo del que usted, ni ahora ni nunca, se ha preocupado.

Lo único que deseaba, es que recibiera esta carta el 21 de junio. día fasto para la Francia que vio nacer, con algunos lustros de intervalo, a usted, a mí, y más recientemente, a Platini (1); tres excelentes personas, llevadas en triunfo o pisoteadas salvajemente –usted y yo, gracias a Dios, sólo metafóricamente–, por excesos de honor, o por indignidades que no se explican. Pero los veranos son cortos, agitados y se acaban. He terminado por renunciar a esta oda de aniversario, y sin embargo, necesitaba decir lo que voy a decirle y que justifica un título tan sentimental.
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1 Se refiere a Michel Platini, futbolista y Presidente de la UEFA hasta 2015, nacido, precisamente, el día 21 de junio de 1955.
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En 1950 empecé a leerlo todo, y después, Dios o la Literatura, saben cuánto he amado o admirado a algunos escritores, especialmente entre los vivos, de Francia, u otros. Después conocí a algunos y también seguí la carrera de otros, y aunque aún hay muchos a los que admiro como escritores, usted es el único al que sin duda sigo admirando como hombre. 

Todo lo que me había prometido a los quince años, edad inteligente y severa, sin ambiciones precisas y, por tanto, sin condiciones; todas aquellas promesas usted las ha mantenido escribiendo los libros más inteligentes y más honestos de su generación. Incluso ha escrito el libro más deslumbrante de talento de la Literatura Francesa: Les Mots /Las Palabras. (2)
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Les Mots/Las Palabras, es una autobiografía de Sartre publicada en 1964 por Gallimard. Apareció primero en Les Temps modernes, n° 209, de octubre y en el n° 210, de noviembre de 1963. Se trata de su infancia entre los 9 y los 14 años y se divide en dos partes: Lire y Écrire/Leer y Escribir. La primera idea para el título fue Jean sans terre/Juan sin Tierra, en referencia a Juan de Inglaterra; sin herencia.
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Al mismo tiempo, se lanzaba siempre, sin presunción, en socorro de los débiles y los humildes y creía en la gente, en las causas y en otras generalidades. Se equivocó a veces, como todo el mundo, pero (y esto, al contrario que todo el mundo) siempre lo ha reconocido y ha rehusado obstinadamente todos los laureles morales y los ingresos materiales ofrecidos a su gloria, rehusando, incluso, el no obstante, tan deseado premio Nobel, a pesar de que carecía de todo y habiendo sufrido tres atentados con plástico a causa de la Guerra de Argelia. 

Aun encontrándose en la calle, sin pestañear, impuso a los directores de teatro a las mujeres que le parecían mejores para los papeles, aunque no fueran forzosamente las que querían ellos, demostrando así gloriosamente, que para usted, el amor podía ser por el contrario “El brillante luto de la gloria”. 

Resumiendo, usted ha amado, escrito, compartido, entregado, todo lo que tenía para dar y que era lo más importante, al mismo tiempo que rehusaba todo lo que se le ofrecía y que significaba ser importante.

Ha sido usted tanto hombre como escritor, sin pretender jamás que el talento del segundo justificarlas debilidades del primero, ni que sólo la felicidad de crear le autorizara a despreciar o a ignorar a los más próximos, ni a los demás, a todos los demás. Tampoco ha sostenido que el hecho de equivocarse con talento y buena fe, legitimara el error; de hecho, usted jamás se ha refugiado tras la famosa fragilidad del escritor; ese arma de doble filo que es el talento, a usted nunca le ha llevado al narcisismo, que es, por otra parte, uno de los tres únicos roles reservados a los escritores de nuestra época, junto con los de “petit maître” y “grand valet”. Bien al contrario, con esta arma, supuestamente de doble filo, lejos de dejarse endurecer entre delicias y clamores, como tantos otros, usted ha intentado que en su mano fuera ligera, eficaz y ágil, como usted deseaba y como se sirvió de ella, para ponerla a disposición de las víctimas, de las verdaderas a sus ojos; de aquellos que no saben, ni escribir, ni explicarse, ni luchar, ni aún lamentarse.

Sin acusar ante la justicia, porque no quería juzgar a nadie; sin hablar de honor, porque no deseaba recibir honras; sin evocar incluso, la generosidad, porque ignoraba que usted era la generosidad misma; usted ha sido el único hombre de justicia, de honor y de generosidad de nuestra época, trabajando sin descanso; dando todo a los demás; viviendo, tanto sin lujo, como sin austeridad, sin tabúes y sin fiesta, excepto la ensordecedora de la escritura. Haciendo el amor y entregándolo; seduciendo, pero siempre dispuesto a ser seducido. Superando a sus amigos en todos sus límites; con su ímpetu, rapidez, inteligencia y brillantez, pero volviéndose siempre hacia ellos para ocultarlo, porque siempre ha preferido ser utilizado o manejado, antes que ser indiferente y, al fin, frecuentemente decepcionado sin remisión. ¡Qué vida ejemplar, para un hombre que jamás quiso ser un ejemplo!

Y aquí está ahora, privado de la vista e incapaz de escribir, según dicen, y seguramente, tan desgraciado a veces, como se puede llegar a ser. Quizá entonces, le alegre saber que por dondequiera que he viajado durante veinte años; Japón, américa, Noruega, París o Provincias, he visto hombres y mujeres de todas las edades, que hablaban de usted con la misma admiración, la misma confianza y la misma gratitud que yo misma le he confiado ahora.

En este siglo, declaradamente loco, inhumano y corrupto, usted fue, y sigue siendo, inteligente, tierno e incorruptible. Gracias por todo.

Françoise Sagan
De: Avec mon Meilleur Souvenir. 
Gallimard.

Françoise Sagan, 1963

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Escribí esta carta en 1980 y la publiqué en L'égoïste, el bonito y caprichoso diario de Nicole Wiesnieck. Por supuesto que primero pedí permiso a Sartre, a través de otra persona, porque no nos habíamos visto desde hacía veinte años y, para entonces habíamos compartido algunas comidas con Simone de Beauvoir y mi primer marido, comidas algo forzadas; algunos encuentros divertidos en agradables lugares de perdición, por la tarde, en los que Sartre y yo fingíamos no vernos; y en un almuerzo con un encantador industrial algo entusiasmado por mi persona, que le propuso dirigir una revista de izquierda que él mismo financiaría con sumo placer, pero cuando el industrial, entre el queso y el café fue a cambiar el tiket de aparcamiento, Sartre se sintió desanimado y con ganas de reírse; en todo caso, de Gaulle ya iba llegando y aquel irrealizable proyecto, naufragó definitivamente.

Después de esos pocos y breves contactos, no nos habíamos visto durante veinte años y durante todo ese tiempo, siempre deseé decirle lo mucho que le debía.

Sartre, ya ciego, pidió que le leyeran mi carta y dijo que quería verme y cenar conmigo a solas. Fui a buscarlo al Boulevard Edgar-Quinet, lugar por el que ahora nunca puedo pasar sin sentir tristeza. Fuimos a La Closerie de Llilas. Yo lo llevaba de la mano para que no tropezara y tartamudeaba de timidez. Creo que formábamos el dúo más curioso de las letras francesas y los camareros revoloteaban ante nosotros como cuervos asustados.

La Closerie des Lilas, en Montparnasse

Todo esto ocurrió un año antes de su muerte y fue la primera de una larga serie de cenas, que yo no imaginaba entonces. Pensé que solo me invitaba por amabilidad y también creía que yo moriría antes que él.

Después seguimos comiendo juntos cada diez días. Yo iba a buscarlo. Él ya estaba preparado en la entrada, con su chaquetón con capucha y salíamos como ladrones, cualquiera que fuera la compañía. Debo confesar que contrariamente a lo que cuentan sus allegados en los recuerdos de aquellos últimos meses, nunca me sentí mal ni molesta por su manera de comer. Por supuesto que todo eludía su tenedor, pero era a causa de su ceguera, no por torpeza. Me dan mucha rabia los que se han quejado en artículos o libros, apenados o despectivos con respecto a aquellas comidas. Hubieran debido cerrar los ojos si eran tan delicados y reducirse a escuchar cuanto decía aquella voz alegre, valiente y viril, y la libertad con que hablaba.

Lo que le gustaba en nosotros, me decía, era que nunca hablábamos de los demás ni de nuestras relaciones comunes: conversábamos como viajeros en un andén de estación. Lo echo de menos. Me gustaba tenerlo de la mano y que él me tuviera atada por el espíritu. Me gustaba hacer lo que me indicaba y me importaban poco sus torpezas de ciego. Me admiraba que hubiera podido sobrevivir a su pasión por la literatura.

Me gustaba tomar su ascensor, llevarlo a pasear en coche, cortarle la carne, tratar de alegrar nuestras dos o tres horas, hacerle el té, llevarle whisky a escondidas, oír música con él y más que nada escucharlo. Me daba mucha pena dejarlo ante de su puerta, se quedaba allí parado, mientras de alejaba, con los ojos vueltos en mi dirección y un aire desconsolado. Cada vez tenía la impresión, a pesar de nuestras citas precisas y próximas, de que no nos volveríamos a ver; que se hartaría de la "revoltosa Lili" – que era yo - y de mis balbuceos. Temía que nos sucediera algo, a cualquiera de los dos. Y sin embargo, la última vez que lo vi, en la última puerta, esperando conmigo el último ascensor, me sentía tranquila. Pensaba que dependía un poco de mí, y no pensaba que de pronto tendría que depender tanto de la vida.

Recuerdo aquellas extrañas comidas en restaurantes discretos del distrito XIV.

-¿Sabe?, me leyeron su carta de amor -me dijo al principio-, y me gustó mucho. Pero ¿cómo pedir que me la releyeran continuamente para deleitarme con sus elogios?. ¡Me creerían paranoico!" 

Entonces le grabé mis propias declaraciones -tardé seis horas, tal era mi timidez-, y pegué una cinta adhesiva a la cassette para que la reconociera al tacto. Después me aseguró que la escuchaba a veces cuando estaba solo en sus noches de depresión, pero sin duda fue para agradarme.

Decía también: 

-Está empezando a cortarme el filete en trozos demasiado grandes. ¿No será que va perdiéndome el respeto? Y al oírme atareada con su  plato se echaba a reír. 

-Usted es muy amable, ¿no es cierto? Es un buen signo. Las personas inteligentes siempre son amables. Solo he conocido un tipo inteligente y malo; era pederasta y vivía en el desierto. También estaba harto de los hombres, de esos antiguos muchachos que lo reclamaban como padre a él, a quien sólo le gustaba y nunca le había gustado otra cosa que la compañía de las mujeres, 

-Oh me tienen cansado! -decía- ; qué culpa tengo de Hiroshima ... qué culpa tengo de Stalin, qué tengo que ver con la pretensión que tienen, con su idiotez? ... Y se reía de todos los subterfugios de esos falsos huérfanos intelectuales, que lo querían por padre. ¿Padre, Sartre? ¡Qué disparate! ¿Marido, Sartre? ¡Tampoco! Amante, quizá. Esa soltura, esa calidez, que aún ciego y medio paralizado, mostraba hacia una mujer, eran reveladoras. 

-¿Sabe? Cuando me quedé ciego y comprendí que no podía seguir escribiendo –escribía desde hacía cincuenta años diez horas al día, y fueron los mejores momentos de mi vida–, cuando comprendí que eso había terminado para mí, me sentí muy afectado y hasta pensé en matarme.

Como no dije nada y notó que me asustaba aquella idea, añadió: 

-Pero luego, ni siquiera traté de hacerlo. Ya ve, toda mi vida he sido tan feliz; hasta ese momento era un hombre, un personaje en tal forma hecho para la felicidad, que no iba a cambiar de golpe mi papel. Continué siendo feliz, por costumbre. 

Y yo, mientras él decía eso, oía también lo que no decía: no destruir, para no entristecer a los míos, a las mías, y sobre todo a esas mujeres, que a veces le telefoneaban por la noche cuando volvíamos de nuestras comidas, o por la tarde cuando tomábamos el té y que parecían tan posesivas, tan dependientes de ese hombre impedido, ciego y desposeído de su oficio de escribir. Esas mujeres que por su misma desmesura le devolvían la vida, su vida de hasta aquel momento, su vida de hombre mujeriego consumado, mentiroso, compasivo o comediante.

Se fue de vacaciones ese último año; vacaciones compartidas durante tres meses, con tres mujeres, que afrontó con fatalismo y una amabilidad sin tacha.

Durante todo el verano lo creí un poco perdido para mí. Luego volvió y nos vimos de nuevo, pero esta vez ya no sería –pensé-, para siempre; para siempre mi coche, su ascensor, el té, las casetes, aquella voz divertida, a veces tierna, aquella voz segura.

Otro para siempre lo estaba esperando ... sólo para él.


Fui a su entierro sin poder creer que era cierto. Pero fue, no obstante, un hermoso entierro, con miles de personas de todo tipo que también le amaban, le respetaban y que lo acompañaron durante kilómetros hasta su última morada. Personas que no habían tenido la desventura de conocerlo y verlo durante todo un año, que tenían en la mente cincuenta clichés desgarradores de él, personas que no lo extrañarían cada diez días, todos los días; personas a las que yo envidiaba y compadecía al mismo tiempo.

Y sí, por supuesto, luego me indigné con esos relatos que causaban vergüenza, de un Sartre gastado, hechos por algunas de las personas que lo rodeaban. Aunque dejé de leer algunos recuerdos sobre él, nunca olvidé su voz, su risa, su inteligencia, su coraje y su bondad. 

Verdaderamente creo que jamás me recuperaré de su muerte. Porque ¿qué hacer, a veces?, ¿qué pensar? Sólo ese hombre aniquilado podría decírmelo; era la única persona en la que podía creer. 

Sartre nació el 21 de junio de 1905 y yo el 21 de junio de 1935, pero no creo -y por otra parte no tengo ganas de hacerlo-, que pueda pasar otros treinta años sin él en este planeta.

Françoise Sagan en 1998

Jean-Paul Sartre murió en París el 15 de Abril de 1980

Simone de Beauvoir, también en París, el 14 de Abril de 1986

François Sagan, falleció 24 años después que Sartre, en Calvados, el 24 de Septiembre de 2004

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viernes, 18 de agosto de 2017

To Kill a Mockingbird * Matar un Ruiseñor * Nelle Harper Lee



El actor Gregory Peck y la escritora, Harper Lee durante el rodaje de Matar un RuiseñorFotografías: BETTMANN / CORBIS


Se trata de una novela que alcanzó inmediatamente un éxito rotundo –tanto literario como cinematográfico-, y que hasta hace realtivamente poco tiempo, fue la única obra de la escritora Nelle Harper Lee. Su título se tradujo erróneamente, como Matar un ruiseñor, pero en realidad, debería ser: Matar a un Sinsonte; traducción exacta de Mockingbird; un ave diferente del ruiseñor.

Veamos lo que dice al respecto la novela:

"I'd rather you shot at tin cans in the back yard, but I know you'll go after birds. Shoot all the bluejays you want, if you can hit ‘em, but remember it's a sin to kill a mockingbird." That was the only time I ever heard Atticus say it was a sin to do something, and I asked Miss Maudie about it.

“Your father's right," she said. "Mockingbirds don't do one thing but make music for us to enjoy. They don't eat up people's gardens, don't nest in corncribs, they don't do one thing but sing their hearts out for us. That's why it's a sin to kill a mockingbird."

To Kill a Mockingbird. Nelle Harper Lee

-Prefiero que dispares a unas latas en el patio trasero, pero sé que vas a perseguir a los pájaros. Dispara a todos los arrendajos azules que quieras, si puedes acertarles, pero recuerda que es un pecado matar a un sinsonte

Esa fue la única vez que oí a Atticus decir que era un pecado hacer algo, y le pregunté a la señorita Maudie sobre ello.

-Tu padre tiene razón-, -dijo-. Los sinsontes no hacen nada excepto música para que podamos disfrutar. Ellos no se comen los jardines de la gente, ni anidan en los graneros; no hacen otra cosa sino cantar con todo su corazón para nosotros. Por eso es un pecado matar a un sinsonte/mockingbird.

Matar a un Sinsonte. Nelle Harper Lee

Apunte del Cuaderno, de Concha Cano

Ruiseñor común -Luscinia megarhynchos- de Manzanares el Real, Madrid

El ruiseñor común, muy conocido por su enérgico canto, dispone de un variado registro de silbidos, borboteos y otros sonidos. El rasgo más típico de su canto es un silbido crescendo fuerte. Aunque también canta durante el día, tiene el hábito poco común de cantar hasta bien entrada la noche, al contrario que la mayoría de los pájaros, y razón por la que su nombre incluye la palabra "noche", en varios idiomas así,  Nachtigall, en alemán, o Nightingale, en inglés. Es insectívoro y está clasificado en la familia Muscicapidae.

Se cría en los bosques de Europa y Asia, pero no en América –Harper Lee sitúa su novela en Alabama-.

Muy presente en la literatura desde la Edad Media, es especialmente famosa la genial Oda a un Ruiseñor de John Keats:

            Porque tú, alada Dríada de los árboles,
            en alguna melodiosa trama
            de verdes hayedos e innumerables sombras,
            cantaste el verano a plena voz.

(La Dríada es una Ninfa, que vive el mismo tiempo que el árbol al que esté unida.)

Sinsonte. Mimus Polyglottus 

El cenzontle común o sinsonte -Mimus polyglottos- es un ave nativa de América del Norte, Central y el Caribe. Se caracteriza por imitar sonidos de otros animales, de donde procede su denominación latina. Construye nidos de ramas en arbustos o árboles de gran follaje, que defienden agresivamente del ataque de otras aves, de otros animales, o de los humanos. Cuando un depredador es muy persistente, los sinsontes de territorios próximos, acuden a la llamada de peligro del amenazado, y atacan juntos al agresor.

Comen insectos y bayas y prefieren árboles como el arce, mejor que el pino, aunque también se adaptan a los postes. Su presencia en Europa es extremadamente rara.
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Ahora bien, el bueno de Atticus Finch, defensor del sinsonte, no duda en aconsejar al niño, que mate todos los bluejays/arrendajos azules, que pueda. ¿Por qué? Veámoslo en estas notas tomadas de Wikipedia.

Blue Jay/Arrendajo azul, Cyanocitta cristata Welland, Canada

El arrendajo azul o urraca azul -Cyanocitta cristata-, es un córvido norteamericano. Busca su comida tanto en el suelo como en los árboles, y consume prácticamente todo tipo de alimentos vegetales, tales como bellotas, hayucos, semillas de herbáceas, granos, frutos, bayas, cacahuetes, pan o carne, pero también animales; huevos y crías de otras aves y diversos tipos de invertebrados.

Aunque cuesta creerlo a la vista de su agradable aspecto, su comportamiento agresivo y su reputación de destructor de nidos y huevos de otros pájaros han hecho que el arrendajo azul no sea bienvenido entre los cuidadores de otras especies. Su mala fama ha pasado a la literatura, como, por ejemplo, en la novela de Harper Lee, Matar un ruiseñor.

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Así pues, aclarada e ilustrada la cuestión del cambio en el título de la novela, pasaremos al estudio de la curiosa biografía de su autora, Harper Lee, que como hemos apuntado al principio, sólo escribió To Kill a Mockingbird, publicada en 1960. Cierto que en 2015 apareció otra obra firmada por ella; Ve y pon un centinela/Go Set a Watchman, pero, al parecer, no se trata sino de la primera y original redacción del Mockingbird, de la cual, esta última constituiría una versión, aunque, como veremos, es tarea compleja el definir con exactitud el fenómeno editorial que se produjo con esta novela.

Harper Lee nació en Monroeville, Alabama, el 28 de abril de 1926 y falleció en la misma localidad, el 19 de febrero de 2016, apenas unos días antes de cumplir 90 años. 

Su novela apareció en 1960 –como Matar un Ruiseñor–, con un éxito rotundo e inmediato, cuando la autora contaba 34 años. A los 35 recibió el Premio Pulitzer, y al año siguiente vio su obra coronada por el estreno de una película con el mismo título, que, producida por Alan J. Pakula; brillantemente dirigida por Robert Mulligan y protagonizada y Gregory Peck, se convirtió en un éxito, casi sin precedentes, que aún perdura.

A partir de entonces, se han vendido millones de ejemplares del libro, sin contar las ediciones electrónicas. Pero Harper Lee no volvió a publicar nada más, ni apenas hubo noticias sobre ella exceptuando su asistencia a algunos eventos locales relacionados con el libro -porque además, nunca concedía entrevistas-, hasta su fallecimiento en 2016, un año después de la controvertida publicación del citado original: Ve y pon un centinela / Go Set a Watchman.

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Nelle Harper Lee con su padre en la vida real

Nelle -al parecer, el nombre de su abuela -Hellen- deletreado al revés y liberado de la “h” inicial, que ahora, naturalmente, quedaba al final-, fue la menor de los cinco hijos de Frances Cunningham, que falleció en 1951 y de su marido, Amasa Coleman Lee, abogado en ejercicio en el Estado de Alabama entre los años 1926 y 1938, que vivió para ver el éxito de su hija, falleciendo en 1962.

Tras abandonar los estudios de Derecho, en 1949, a los 23 años, Nelle se trasladó a Nueva York, donde soñaba con iniciar una carrera como escritora mientras trabajaba en la venta de billetes de las compañías aéreas Eastern Airlines y BOAC. Allí se reencontraría con su vecino y amigo de la infancia, Truman Capote, en realidad, Truman Streckfus Persons, que había adoptado el apellido del segundo marido de su madre, cubano. 

El año anterior, Capote había publicado su primera novela, titulada, Other Voices, Other Rooms / Otras voces, otros ámbitos, en la que Nelle está representada por el personaje de la melliza Idabel, mientras que Capote, a su vez, será Dill, el tercer niño de la novela del Ruiseñor, vecino de los Lee/Finch, con los que compartió numerosas aventuras infantiles. El nombre literario de Nelle, era Scout, y Jem, era su hermano Jeremy.

Scout, Dill y Jem

Más adelante, Harper Lee y Capote trabajaron juntos en las investigaciones que sirvieron de base para la más famosa novela del escritor, A sangre fría. Sin embargo, en aquel momento fue más trascendente para ella, la amistad del compositor de Broadway, Michael Martin Brown y de su esposa Jay, amigos de Capote, quienes el día de Navidad de 1956, explicando que habían tenido un año productivo, le regalaron un cheque acompañado de una nota en la que habían escrito: “Para que vivas un tiempo sin necesidad de trabajar, durante el cual podrás escribir cuanto quieras.”

Los Brown también emplearon su influencia para lograr que un agente literario se interesara en su obra, el cual a su vez, consiguió que la editorial JB Lippincot Company, aceptara el manuscrito del Centinela. La aparición de Lippincott, será el verdadero hito en la vida de nuestra novelista.

Por entonces, Truman Capote preparaba un artículo para The New Yorker, en el que analizaba el terrible impacto producido por el asesinato de cuatro miembros de una familia en Kansas. Nelle y Truman viajaron al lugar del crimen con objeto de entrevistar a familiares, vecinos e investigadores, una tarea en la que la aportación de Nelle resultó inestimable, gracias a la sencillez de su trato y la facilidad con que se ganaba la confianza de los entrevistados, obteniendo unos resultados que Capote, según parece, a causa de su carácter, más bien frío y distante, posiblemente nunca habría conseguido. Llegaron incluso a entrevistar a los presuntos asesinos con ocasión de su procesamiento, en enero de 1960, tras el cual volvieron a Nueva York. 

Nelle se puso a trabajar de inmediato, junto con la editora de Lippincott, Tay Hohoff, en la reelaboración de su manuscrito del Centinela, que se convertiría en el Mockingbird, aunque es posible que se tratara de un texto prácticamente distinto y nuevo, basado, eso sí, en ciertos recuerdos latentes y apenas insinuados en el Centinela.

Simultáneamente, Truman ampliaba y elaboraba su artículo sobre el crimen, que a su vez, con ayuda de las múltiples y completas notas de Nelle, se convertiría, como sabemos, en, A sangre fría/ In Cold Blood, publicada en 1966.

En julio de 1960, precedido por un resumen de la novela, publicado en Reader's Digest, se ponía a la venta To Kill a Mockingbird, una historia que ponía de relieve los prejuicios raciales imperantes en Maycomb, el nombre literario de Monroeville, la ciudad natal de Nelle/Scout, cuyo padre, Atticus Finch, decide asumir como abogado, la defensa de un hombre de raza negra acusado de haber violado a una mujer blanca. Finch se propone apoyar la celebración de un proceso justo, tratando de evitar a la vez, el linchamiento del sospechoso, lo que le acarreará no pocas dificultades, en medio de las cuales se mantendrá admirablemente firme y sereno. 

Muy pronto, en 1961, llegó el Premio Pulitzer, literalmente, para la mejor ficción publicada en forma de libro durante el año por un autor americano, preferentemente tratando de la vida americana, -dotado con- quinientos dólares ($ 500): Para To Kill A Mockingbird, by Harper Lee (Lippincott).

Horton Foote escribió un guion basado en el libro y utilizó el mismo título para su adaptación cinematográfica de 1962. Harper Lee colaboró regularmente durante el rodaje y se prestó a realizar diversas entrevistas, con objeto de apoyar el proyecto, que, finalmente obtuvo ocho nominaciones al Premio Oscar, de las cuales obtuvo tres: Actor protagonista: Gregory Peck, Guion adaptado: Horton Foote y Dirección artística en blanco y negro: Henry Bumstead, Alexander Golitzen y Oliver Emert.

Scout (Nelle), Atticus (Amasa Coleman Lee, su padre) y Jem (Jeremy, su hermano)
Actores: Mary Badham, Gregory Peck y Phillip Alford

Cuando Truman Capote publicó finalmente, Cold Blood, en 1966, sorprendentemente escribió una tópica dedicatoria -Para Jack Dumphy y Harper Lee, con amor y gratitud-; evidentemente, no demasiado expresiva. Obtuvo un éxito notorio, pero no alcanzó la resonancia de Mockingbird, realidad que parece haber distanciado a Capote de Nelle, si bien, se dice que la actitud de la escritora hacia él nunca cambió. Aun así, cuando Capote la invitó a la sonada fiesta que celebró en el Plaza de Nueva York, a finales de aquel año, Lee no asistió.

Posteriormente, parece ser que Nelle emprendió un nuevo proyecto literario sobre un asesino en serie de Alabama, que se titularía The Reverend, que probablemente abandonaría, pero que, en todo caso, nunca fue publicado, aunque su argumento es conocido. Se trataba de un predicador de Alabama cuyas esposas y parientes cercanos iban muriendo de forma violenta. El predicador fue juzgado por asesinato en cuatro ocasiones, y siempre absuelto por falta de pruebas. Después de la quinta muerte, un pariente de Chicago acudió al funeral con una pistola y le disparó por la espalda. Él también fue absuelto. 

Nelle estuvo un año investigando aquellos crímenes, pero, parece ser que dijo que no era capaz de estructurar el relato.

La galardonada autora recuperó una tranquila y anónima existencia en su ciudad natal, con algunas escapadas a Nueva York. En Monroeville, vivía con su hermana Alice, abogada, a la que ella llamaba “Atticus con faldas”, dedicando parte de sus ingresos a causas filantrópicas, de forma anónima. Su enorme popularidad, se fundó, paradójicamente, en su deseo de evitarla, algo que, más o menos, logró, a lo largo de 55 años.

Harper Lee en Monroeville, Alabama, 1961. 
(Foto: Donald Uhrbrock / The LIFE Images Collection, Getty Images)

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2015 El Manuscrito “perdido”.

“Harper Lee no habla con la prensa desde 1964. Su amiga la abogada Tonja Carter, sin la que la nueva novela probablemente no existiría, rehuía este miércoles el asedio. “La señora Carter no da entrevistas”, dijo por teléfono una asistente en el venerable bufete Barnett, Bugg, Lee & Carter. Situado en el segundo piso de un edificio de Monroeville, es un despacho digno de figurar en la historia de la literatura. Allí trabajaba aún, entrados los noventa, Alice Lee, la hermana de la novelista. Uno de los primeros socios fue A.C. Lee, padre de ambas y modelo de Atticus Finch.

“Yo era una escritora novata e hice lo que me dijeron”, dice la autora en el comunicado. “No era consciente de que [el libro original] había sobrevivido, así que me sorprendí y me alegré cuando mi querida amiga y abogada, Tonja Carter, lo descubrió. Después de mucho pensar y muchas dudas, lo compartí con un puñado de personas en quienes confío y me complació escuchar que consideraban que valía la pena publicarlo. Me honra e impresiona que se publique ahora, después de tantos años”. 

Carter […] negoció el contrato con Michael Morrison, el presidente y consejero delegado de Harper Collins, según la agencia Associated Press. No se ha divulgado la suma. La primera edición en inglés de Go set a Watchman será de dos millones de ejemplares. La novela se publicará tal como fue escrita, sin revisiones. 
(EL PAÍS, Feb. 2016).
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Go Set a Watchman, aunque parece continuar las vidas de los personajes de To Kill a Mockingbird, es, por el contrario, su precuela, y fue el original presentado a la editora en 1957. 

Al parecer, la historia tal como aparecía, no fue aceptada, pero tampoco rechazada, ya que se le pediría a Nelle que revisara el texto y llevara a cabo importantes cambios. 

Tal como ella declaró, “hice lo que me dijeron”, hasta el punto de que surgió una novela nueva, que en realidad, sólo tenía en común con el primer manuscrito, una parte ínfima de su contenido argumental, amplia y definitivamente desarrollado, en colaboración con la editora Tay Hohoff, quien, sin duda, aportó nuevos puntos de vista.

“Alguien raro ha escrito esta excelente primera novela, una escritora con el más alegre sentido de la vida y el más cálido y auténtico sentido del humor.” –Declaró Truman Capote, dejando caer una clara semilla de duda, con aquel “alguien”, que claramente parecía referirse a otra persona que no sería precisamente Harper Lee.

Aun temiendo llegar demasiado lejos, se diría que Hohoff actuó con respecto al libro y su autora, como una especie de guía psicoanalítica, que logró transformar, por mano de la propia Nelle, los recuerdos que aparecían en su manuscrito, con muchas luces y sombras, y algo menos ideales que el libro resultante. 

En definitiva, de aquella colaboración surgiría un libro nuevo, por así decirlo, compuesto a cuatro manos y tal sería la razón por la que Nelle no volvió a escribir, ya que por sí misma, no produciría un texto de la misma calidad y estilo, ni provocar la misma repercusión. Pero esto es una simple conjetura que respondería al extraño hecho de que la autora sólo escribiera ese libro en su vida. a pesar de lo cual, es posible que si el Mockinbird no se hubiera instalado en nuestras vidas, el Watchaman pudo haber constituido un documento de gran fuerza testimonial; más real y verídico, aunque quizás con menos éxito popular, aunque, en teoría, los dos libros eran el mismo.

Una agente de Harper Lee, Annie Laurie Williams, utilizaba fichas para clasificar obras individuales. Usó la misma ficha para "To Kill a Mockingbird " y para "Go Set a Watchman". (Credit Annie Laurie Williams Papers, Rare Book & Manuscript Library, Columbia University in the City of New York).

Go Set a Watchman estuvo aparentemente perdido, hasta que fue descubierto por Tonja Carter –la abogada de Nelle–, en una caja de seguridad. –Ergo, no estaba perdido, sino guardado.

En febrero de 2015, se anunció que Harper Collins publicaría el manuscrito el 14 de julio de 2015. Ante los informes sobre la salud de Nelle, ya con 88 años, surgieron preguntas sobre si la publicación era decisión de la autora, ya que su hermana Alice había declarado que esta, "firmaría cualquier cosa que le presentara alguien en quien confiara". 

Es posible que una explicación muy próxima a la realidad, se encuentre en el siguiente artículo publicado en el New York Times.

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La Mano Invisible detrás de To Kill Mockingbird de Harper Lee. 
The New York Times. 12 de Julio e 2015

En la primavera de 1957, la novelista de 31 años, Harper Lee –a la que todo el mundo llamaba Nelle- entregó el manuscrito de "Go Set a Watchman" a su agente para enviar a los editores, incluyendo la ya desaparecida JB Lippincott Company, que finalmente lo compró.

En Lippincott, la novela cayó en manos de Therese von Hohoff Torrey -conocida profesionalmente como Tay Hohoff- una ya veterana editora de cincuenta años, que, gratamente impresionada tras su lectura, declaró: "La chispa del verdadero escritor brilla en cada línea".

Pero, a pesar de ello, tal como la Sra. Hohoff lo recibió, no consideró el manuscrito en absoluto apto para su publicación, ya que, a pesar de la chispa, describió la obra más como "una serie de anécdotas, que una obra totalmente concebida como una novela". Durante los dos años siguientes, Hohoff llevó a la Sra. Lee de un borrador a otro hasta que el libro finalmente logró su forma final y fue retitulado "Matar un ruiseñor."

Ahora, la publicación de esta semana en "Go Set a Watchman" ofrece una visión diferente del antes y el después de un libro generalmente considerado como una obra maestra. Los personajes principales pueden ser los mismos, pero "Watchman" es un libro totalmente diferente de "Mockingbird" en forma y tono. Scout ya no es una niña impresionable de Maycomb, que contempla a su padre como a un héroe, sino una mujer joven de Maycomb que lleva años viviendo en Nueva York, cuyo padre, el gran Atticus Finch, es un fanático.

La lectura de "Watchman", que ha sido sólo ligeramente retocado, nos lleva inevitablemente a la pregunta: ¿Quién fue la mano invisible que guió a la Sra. Lee mientras transformaba su libro en "Mockingbird"? Es más, ¿cuánto influyó su intervención en el paso, desde el oscuro relato de la desilusión que causaron a la joven las opiniones racistas de su padre, a representarlo como la imagen de la redención por el coraje moral y la decencia humana? Y, más aún, ¿cómo se habría sentido la señora Hohoff acerca de la decisión -más de medio siglo después-, de publicar el verdadero original de "Mockingbird"?

La tradición de la edición está llena de las historias de famosos editores que imponen su voluntad a los autores; Maxwell Perkins, el director editorial de Charles Scribner's Sons, le dijo a Ernest Hemingway que "bajara el tono"; a Thomas Wolfe, que recortara 90.000 palabras de la novela "Look Homeward, Angel", así como Gordon Lish reescribió pasajes enteros de las historias de Raymond Carver, de lo que, más tarde se jactaba ante sus amigos.

La Sra. Hohoff, que murió en 1974 a la edad de 75 años, actuaba de forma particular: "Sufro de algún tipo de complejo materno, por el que siempre quiero facilitar el camino a la gente que me gusta y de la que tengo una alta opinión", escribió en 1969 en una carta a Edward Burlingame, en aquel momento, el nuevo editor ejecutivo de Lippincott. En cuanto a su influencia sobre la Sra. Lee y "To Kill a Mockingbird", los signos apuntan a una estrecha e íntima colaboración.

La Sra. Lee había perdido a su madre, que sufría una enfermedad mental, seis años antes de conocer a la Sra. Hohoff en las oficinas de Lippincott. Su padre, sobre el que se modeló el personaje de Atticus, moriría dos años después de la publicación de "Mockingbird".

Como muchos autores inéditos, la Sra. Lee no estaba segura de su talento. "Yo era una escritora novel, así que hice lo que me dijeron", declaró en un comunicado de este año sobre la evolución desde "Watchman" hasta "Mockingbird".

La Sra. Hohoff ofreció una explicación más detallada del proceso: "Después de un par de intentos sin resultado efectivo, la historia, la interacción de los personajes y el centro donde debía recaer el peso del énfasis, se fueron aclarando”.

En 1978, Lippincott fue adquirida por Harper & Row, que se convirtió en Harper Collins, la editora de "Watchman".

Parece haberse producido un intercambio natural –give and take–, entre la autora y la redactora. “Cuando ella no estaba de acuerdo con una sugerencia, lo hablábamos, a veces durante horas –escribió la Sra. Hohoff–, a veces, ella se acercaba a mi manera de pensar, a veces, yo a la suya y, a veces la discusión abría una línea de visión completamente nueva."

Criada en una familia cuáquera de varias generaciones, cerca de Prospect Park en Brooklyn, la Sra. Hohoff había asistido a la escuela cuáquera, Brooklyn Friends, recibiendo una educación que sugiere ciertos valores progresistas. Pero probablemente la influencia más clara en su estado de ánimo cuando estaba colaborando con la Sra. Lee en la reescritura de "Mockingbird", fuera el libro que estaba escribiendo ella misma, en ese momento: una biografía de John Lovejoy Elliott, un activista social y humanista, en el Nueva York de principios del siglo XX que había dedicado su vida a ayudar a la clases más desfavorecidas de la ciudad. El libro, "A Ministry to Man", fue publicado en 1959, un año antes de "Mockingbird".

En otras palabras, cuando la Sra. Hohoff guiaba a la Sra. Lee para que transformara el "Centinela" -que Michiko Kakutani, en la crítica literaria del The New York Times, describió como "una narración angustiosa llena de personajes que emiten un discurso de odio"- en una página redentora, estaba haciendo su propio viaje literario, un viaje que tenía paralelos temáticos inconfundibles, con los de la Sra. Lee, y cuyo asunto era un descendiente de Lovejoy, Elijah Parish, un ministro abolicionista que fue asesinado por una muchedumbre pro esclavitud en Illinois, en 1837.

La Sra. Hohoff se casó dos veces. Su primer matrimonio terminó en divorcio en 1929, y en 1931 se casó con el agente literario Arthur Torrey. Tuvo un hijo y una hija.

Se unió a Lippincott en 1942, y finalmente se convirtió en vicepresidente senior de la compañía. En aquella época, era raro que una mujer tuviera una posición editorial tan importante en tan importante editorial. Parecía, sin embargo, que la Sra. Hohoff habitaba cómodamente el papel. –"Era una mujer enérgica, de cabello gris, que sabía lo que quería y hablaba de una manera franca"–, dijo Burlingame recientemente. 

Nicholas Delbanco –cuya novela, “Grasse”, ella había dejado, de 500, en 200 páginas–, recordó su reacción ante el primer borrador que le entregó en marzo de 1966, durante un almuerzo: "Ella dijo, -'¡Es coruscating/brillante, Nicholas! Asentí como si lo entendiera –continúa Delbanco–, sin tener ni idea de lo que quería decir, pero cuando terminé el segundo martini, tuve que correr a casa y mirar la palabra en el diccionario.

La Sra. Hohoff ofrecía una visión de su personalidad -y del mundo de la edición, alrededor de 1969- en una carta de seis páginas y media, escrita a máquina al Sr. Burlingame, informándole del estado de la compañía poco después de su incorporación. Es a la vez, auto-despectiva, chismosa, divertida y empática, con frecuentes referencias a los hábitos alcohólicos de la casa.

"No lleva bien la bebida, y suele llevar mucha", escribió de un colega. A otro lo definió como "la sal de la tierra", pero después añadía: "Personalmente, y como mujer, prefiero otros condimentos, incluyendo pimienta, pimentón, ajo, cebolla y vino. Pero le tengo mucho cariño."

En cuanto a su relación con la Sra. Lee, está claro que la Sra. Hohoff le proporcionó algo más que simplemente guía editorial. Una noche de invierno, relata Charles J. Shields en "Mockingbird: A Portrait of Harper Lee", la Sra. Lee tiró su manuscrito por la ventana a la nieve y después llamó a la Sra. Hohoff llorando. Tay le ordenó que saliera inmediatamente a recogerlo."

Después de "Mockingbird", autora y editora permanecieron muy unidas. Cuando un día la Sra. Lee encontró un gatito acurrucado contra una tubería en el sótano de su edificio de apartamentos, se lo llevó a la Sra. Hohoff y a su esposo, en una cesta de mimbre. –"Necesitaba un hogar", escribió Hohoff en "Cats and Other People", un recuerdo de sus mascotas; "Ella nos conocía muy bien e hizo las deducciones correctas".

Año tras año, la Sra. Hohoff trató de animar suavemente a la Sra. Lee, para que intentara un segundo libro, aunque al mismo tiempo, ésa actitud la distanciaba de sus impacientes colegas.

"El departamento de ventas de Lippincott habría publicado hasta la lista de la lavandería de Harper Lee" –dijo Burlingame–. Pero Tay protegía realmente a Nelle como a un perrito callejero y no iba a permitir que ninguna presión comercial o cualquier otra cosa le obligara a publicar algo que no hiciera que Nelle se sintiera orgullosa o que simplemente, no le hiciera justicia. A pesar de lo ansiosos que todos estábamos por conseguir otro libro de Harper Lee, apoyamos su decisión".

Cuando la Sra. Hohoff se retiró de Lippincott a principios de los 70, había pasado más de una década desde la publicación de "To Kill a Mockingbird" y todavía no había segundo libro. Y cuando murió, en 1974, la Sra. Lee quedó profundamente abatida, según el biógrafo, Shields.

Burlingame añadió que durante sus años en Lippincott, nunca se habló de publicar "Go Set a Watchman". Sólo podemos especular acerca de cómo la Sra. Hohoff habría reaccionado ahora ante la aparición del libro. ¿Lo habría considerado como un valioso artefacto literario con el potencial de profundizar en nuestra comprensión de la Sra. Lee? ¿O habría intentado convencer a su autora de que se volviera atrás, argumentando que "Watchman" podría cambiar para siempre el modo en que la gente había percibido "Mockingbird"?

"¿Será Atticus Finch el personaje heroico e inspirador que tanto hemos admirado durante todos estos años?", Se preguntaba Burlingame. -¿O fue quizás la preocupación relativa a este asunto, lo que, a lo largo de varias décadas, hizo que Nelle y Tay se negaran a publicar el Watchman?

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Cualquiera que sea la respuesta a estos interrogantes, lo cierto es que los principios planteados en Mockingbird, no sólo no tienen nada que ver con los que representa Watchman, sino que son absolutamente contradictorios. No se trata, pues, de retoques en el manuscrito, sino de una recreación del mismo, con unos planteamientos tan opuestos entre sí, que en ningún caso podrían representar un cambio tan radical de mentalidad en la autora, que pasaría así, de la realidad que ella había descrito, a la ficción creada por Lippincott, radicalmente opuesta a la suya, en apariencia, sin el menor tropiezo. 

La mayor incoherencia entre una y otra obra, la constituye precisamente, el retrato de Atticus/Amasa, cuya actitud en el Centinela, representa un conjunto de valores contrarios en todo, a la imagen que del mismo hombre se ofrece en el Ruiseñor, hasta tal punto que resulta imposible aceptar que se trate de la misma persona en ambos casos.

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Atticus y Maycomb/el abogado Lee y Monroeville 
en Ve y pon un Centinela:

Cuando Atticus defendió al muchacho cuyo proceso aprece en Mockinbird,

“… llevó el caso hasta el final poniendo en juego toda su habilidad y sintiendo al mismo tiempo un desagrado instintivo tan amargo que solo el hecho de saber que más tarde podría vivir en paz consigo mismo consiguió eliminarlo.”

Posteriormente aceptará la defensa de un hombre de raza negra que conduciendo ebrio, había matado a otro, para que no la asumiera la llamada NAACP; una asociación de abogados, también abolicionistas.

“En fin, para que lo entiendas, exigen que haya negros en el jurado en tales casos. Citan a declarar a los comisionados del jurado, piden el relevo del juez, se sirven de cualquier triquiñuela legal, y tienen muchas, intentan forzar un error del juez… Pero, por encima de todo, intentan que el caso llegue a un tribunal federal, donde saben que tienen todas las cartas a su favor.” 

Después de oír aquella explicación, Scout se siente incapaz de comprender:

—¿Puedo llevarle a la ciudad, señor Finch? […].
—Gracias, pero me llevará luego Scout.
Oír el apodo de su niñez en boca de su padre hizo que de pronto le chirriaran los oídos. «No vuelvas a llamarme así [pensó]. El que me llamaba Scout está muerto y enterrado».

Asimismo, cuando Jean Louise –Scout- vuelve a Maycomb veinte años después de los hechos teóricamente reales, narrados en el Ruiseñor, observa que en la mentalidad de sus conciudadanos se ha instalado una especie de confusa ideología en la que se amalgaman de forma incoherente, catolicismo, comunismo y abolicionismo.

…eran los mismos que formaban el “Imperio Invisible” (1), que odiaban a los católicos, ignorantes, timoratos, coloradotes, patanes respetuosos de la ley, anglosajones cien por cien, sus compatriotas americanos: gentuza. 

(1) Nombre por el que también era conocido el Ku Klux Klan. (N. del E.)

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Usan el medio que sea para conseguir lo que quieren. Son igual que los católicos. Ya sabes que los católicos van a esos sitios y que prácticamente se vuelven nativos con tal de conseguir conversos. Serían capaces de decir que san Pablo era un nigger igual que ellos con tal de convertir a un negro.

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—Hank, Bill Sinclair debe de ser un tipo de cuidado.
—¿Por qué?
—Por todas esas tonterías que le ha metido en la cabeza a Hester…
—¿Qué tonterías?
—Bueno, lo de los católicos y los comunistas, y Dios sabe qué más. Parece que se le ha mezclado todo en la cabeza.

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Primeras ediciones

Cuando alguien le dijo a Harper Lee que, de acuerdo con la versión King James del versículo de Isaías, faltaba una coma en Go Set A Watchman, dijo: 

-Eso es en el libro del Señor. Este es mi libro y no hay coma.

En todo caso, Harper Lee, reconoció haberse limitado a “hacer lo que le dijeron” al transformar sus vivencias negativas en un cuadro casi idílico. No sorprende que un día, harta de traicionarse a sí misma, tirara su manuscrito por la ventana. Pero lo que, casi con absoluta certeza, nadie, ni ella, ni la omnisciente Hohoff, ni la compañía editora, ni el mismísimo Truman Capote, fueron capaces de prever, fue el arrollador éxito que obtendría Matar un Sinsonte. La novela irrumpió en el mundo literario, como un huracán que, ya nadie quería, ni podía detener. Posiblemente sus promotores, además de la autora y su genio protector, fueron los primeros sorprendidos.

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