domingo, 28 de agosto de 2022

Mazeppa ● Su sorprendente historia, contada por escritores, músicos y pintores románticos.



Iván Stepanóvich Mazeppa, sufrió una cruel condena, de la que, contra toda previsión, saldría con vida, por lo que se transformó en una figura legendaria, que pasó a ocupar un importante espacio en los terrenos, literario, musical y pictórico, por obra de algunos de los principales creadores de la historia en estos terrenos, como Wilde, Liszt o Delacroix, aunque, non solum...

Mazeppa había “seducido” a la esposa de su jefe y protector, y este ordenó un castigo que, más bien, parecería una venganza, del que, contra toda expectativa, el castigado salió con vida. A partir de entonces, Mazeppa fue glorificado como un héroe. Quizás fuera la causa, la desproporción de la pena, pues, de no ser así, sorprendería que, además de los ya citados, el autor de “Los Miserables”; Víctor Hugo o Tchaikowsy, también contribuyeran a exaltar su figura. ¿Llegaremos a saber lo que pasó en realidad?

A pesar de la nebulosa que rodea a esta figura, elevada a los altares del arte -no sabemos, si como guerrero, como galán, o como víctima u objeto de venganza, MCNBiografias.com, es, quizás, quien ofrece su biografía más completa -si no tenemos que decir, la más probable-.

Iván Stepànovic Mazeppa, 1644-1709.

Nació en Matzepintzi, una aldea cercana a Kiev, hacia el año 1644, en una familia de la aristocracia cosaca y se formó en el colegio jesuita de Lodz, en Polonia. 

Su reconocida capacidad intelectual, sus maneras corteses y su valía militar le llevaron a servir en la Corte del rey polaco Juan Casimiro, en la que entró como paje de cámara. Pero no pasó mucho tiempo sin que se produjeran desavenencias entre él y la corte polaca, que le llevaron, en 1663, a aceptar el ofrecimiento de Piotr Doroshenko, noble polaco de origen ucraniano, atamán -dirigente cosaco- de Ucrania occidental.

Perfecta y brillantemente entregado a sus nuevas tareas militares al servicio de Doroshenko, su vida hubiera transcurrido entre victorias y admiración general, si no fuera porque, dio en enamorarse y enamorar a la esposa de Doroshenko, que, al parecer, los sorprendió en flagrante adulterio, motivo por el cual, Mazeppa fue atado, desnudo, a lomos de un caballo salvaje, y este, lanzado a ciegas, hacia ninguna parte; algo muy parecido a una condena a muerte, pero con tortura previa.

Sorprendentemente, el cosaco sobrevivió y se repuso de sus heridas en Kiev. 

Hacia 1670 otro atamán ucraniano, Yván Samoilovic, le confió el mando de sus tropas, al frente de las cuales Mazeppa combatió contra rusos, otomanos y polacos, con el objetivo de preservar la identidad territorial de Ucrania, un verdadero islote, pretendido por sus enemigos vecinos.

En 1675, Samoilovic, fue destituido por una presunta negligencia cometida en el transcurso de una incursión tártara, en el territorio de su mandato y fue entonces cuando, por aclamación popular, Mazeppa heredó el cargo, que ejerció a lo largo de unos años, en cuyo transcurso frenó a los tártaros, y transformó a Ucrania en una potencia militar.

Sus servicios fueron premiados, en 1687, con el nombramiento de atamán de Ucrania oriental, cargó que estrenó participando, junto a las tropas rusas, en la guerra contra los turcos, a pesar de lo cual, en San Petersburgo no terminaban de fiarse del cosaco ucraniano, considerando que, en cualquier momento, se enfrentaría a Rusia por conseguir la independencia de su país, a pesar de lo cual, Pedro el Grande siempre valoró su colaboración, pues se mostró invencible al frente de sus famosos diablos con coleta, como eran conocidos los cosacos en la Rusia zarista.

Así las cosas, en 1688 -aunque ya había llevado a cabo varias intentonas secesionistas en Ucrania, Mazeppa ayudó al zar en la Gran Guerra del Norte, entablada entre las dos potencias más poderosas de la zona, Rusia y Suecia; Pedro I, versus Carlos XII

El conflicto era claramente favorable a Rusia, sobre todo después de que las tropas de Mazeppa derrotaron a los suecos en Baturin, pero durante una de las treguas del conflicto, propiciada por la paz de Altranstädt, en 1706, entre rusos y suecos, Mazeppa recibió una delegación enviada por el rey Carlos XII, quien le ofreció pasarse al poder sueco, a cambio de la independencia de Ucrania.

Mazeppa no lo dudó ni un instante, abandonó al zar Pedro, quien lloró al ser informado de la traición, que, además, acarreó la deserción un tercio del ejército ruso.

El comandante en jefe de las tropas zaristas, Dimitri Menschicov, libre de penas y admiraciones reales, en octubre de 1708, organizó un ejército que se dirigía a Baturin, residencia palaciega de Mazeppa donde se estaba reuniendo el grueso de las tropas cosacas; unos 7.000 jinetes. 

El choque, con el que el ruso pretendía desmontar la quinta columna de Mazeppa, no se produjo de inmediato, porque Mazeppa fue alertado por sus espías, y consiguió retirarse a un territorio seguro con todos sus hombres. 

A pesar de todo, los contingentes, ruso y nórdico-cosaco, se enfrentaron muy pronto, el 28 de junio de 1709, en la famosa batalla de Poltava un choque en el que los rusos aplastaron al enemigo totalmente, viéndose obligados, Mazeppa y el propio rey Carlos XII, a emprender la huida hacia Bender, gobernada entonces por el imperio otomano, donde se les ofreció un salvoconducto a cambio de una futura alianza triple para combatir el poderío zarista. 

Mazeppa nunca salió de Bender, una ciudad, hoy moldava, pues se cree que las heridas recibidas durante el enfrentamiento, le causaron la muerte, sin llegar a ver su sueño de independencia ucraniana hecho realidad.

Falleció el 22 de septiembre de 1709 en Bender, Moldavia y fue entonces cuando empezó a formarse su leyenda heroica, cuya sorprendente carrera, se convertiría en tema de inspiración para los autores románticos.

Más allá de la idealizada historia de su supervivencia, al conseguir que el caballo le llevara a su tierra, lo cierto es que Mazeppa (¿1639/44?-1709) sirvió al zar ruso hasta que cambió de bando y se alió con su enemigo, el rey de Suecia.

Cierto que perseguía la independencia de Ucrania, pero fracasó en el intento. y también se cree que, al ser hecho prisionero, acabó suicidándose en una prisión turca. Un final inesperado que, sin embargo, no eclipsó la hazaña de superar el legendario castigo, convirtiendo su historia en uno de los grandes motivos románticos de las Bellas Artes.

Aparte de la lógica y congruente veneración de su figura por parte del pueblo ucraniano -aunque no siempre fue así-, Mazeppa, cuya moral no se detenía en barreras de ninguna clase, cuando se trataba de la independencia de Ucrania, se convirtió en un celebrado modelo artístico durante los siglos XVIII y XIX.

Víctor Hugo y Lord Byron, compusieron emocionados versos en su honor; los pintores Chaesérian y Horace Vernet plasmaron en sus lienzos la efigie del luchador por la libertad; y su paisano Bulgarin compuso una serie novelada basada en su vida, relato que, alejándose del furor heroico del romanticismo y engarzando la leyenda con tiempos más actuales, serviría posteriormente de base para el guion cinematográfico del conocido film norteamericano Taras Bulba, que, en 1962, sirvió, aunque sin referencias explícitas, para exaltar la figura de Mazeppa, ya en el siglo XX. 

Quizá sea el compositor ruso Tchaikovski quien más exaltó la leyenda del cosaco, al dedicarle una de sus óperas más famosas, Mazeppa, compuesta entre 1881 y 1883.

Mazeppa falleció, pues, el 22 de septiembre de 1709 en Bender, Moldavia.

Théodore Géricault (1791–1824), Mazeppa (c 1820). Col. Privada. 

“Entre los primeros artistas que pintaron a Mazeppa, aparece Théodore Géricault, aquí, en su primer estudio de alrededor de 1820. El caballo salvaje acaba de cruzar a nado un río por la noche y ahora intenta trepar por la orilla. Es casi seguro que el espectador hará una mueca de simpatía por el frío y el dolor del cosaco.”

El castigo que sufrió Iván Stepanóvich Mazeppa, atamán -en el Imperio ruso, el título oficial de los comandantes supremos de los ejércitos cosacos-, por seducir a una dama de la aristocracia polaca, acabó convirtiéndose en una idealizada fuente de inspiración para notables escritores, músicos y pintores románticos.

Voltaire afirma en su Historia de Carlos XII de Suecia: aquel hidalgo había sido paje de Juan Casimiro y había adquirido alguna erudición durante su permanencia en la Corte. Una intriga que tuvo en su juventud con la mujer de un caballero de aquel país -Polonia-, fue descubierta y el marido le hizo atar desnudo sobre un caballo indómito y le dejó partir en esta disposición.

Deducimos que el origen de su terrible castigo, no fue su lucha por la independencia de Ucrania.

Lord Byron también se refirió a este pasaje en su novela Mazeppa, donde leemos: “el insensato [el marido ultrajado] que quiso hacer más terrible mi suplicio para saciarse mejor en su venganza, me envió al desierto maniatado, desnudo y ensangrentado, no pudiendo imaginarse que me preparaba allí un trono… ¿Cuál es el mortal que puede adivinar sus destinos futuros?”

Víctor Hugo le dedicó el Capítulo XXXIV de su obra Les Orientales y Alexandr Pushkin, el poema titulado Poltava –la batalla que enfrentó al zar Pedro el Grande con el monarca sueco– que también sirvió de fuente al libreto de Viktor Burenin, que fue el que eligió Piotr I. Tchaikovsky para componer su Ópera, Mazeppa.

También expresó su admiración por esta leyenda romántica, Franz Liszt que le dedicó uno de sus bellísimos Poemas Sinfónicos, en 1851.

Voltaire - Byron - Hugo – Pushkin

Géricault – Boulanger - Tchaikowsky - Liszt

Louis Boulanger expresó la fuerza plástica de este relato en una escena febril en la que el conde Palatino, le castiga brutalmente atándolo desnudo a un caballo salvaje que le arrastraría en un galope de pesadilla, con lobos, cuervos y otros terrores del bosque (Rosenblum, R. y Janson, R. W. El arte del siglo XIX. Madrid: Akal, 1992, p. 155). El enorme lienzo, de 5 x 4 metros se mostró al público en la exposición del Salón de 1827.

Boulanger: Suplicio de Mazeppa, 1827.

Y así sucesivamente, la mortal tragedia que nunca ocurrió, fue igualmente inmortalizada por otros grandes maestros franceses – además de Théodore Géricault, Eugène Delacroix– y otros artistas menos conocidos como Théodore Chassériau, Nathaniel Currier, John Herring y Horace Vernet.

Delacroix

Chasseriau – Currier – Herring – Vernet

En cierto sentido, resulta más interesante recordar a las grandes figuras que se ocuparon del héroe, que, de él mismo, pues su imagen está envuelta en una nebulosa, de la cual, él no emerge con claridad, lo que no impidió, sin embargo, que fuera idealizado por los románticos. Aun así, veamos lo que se sabe de Mazeppa, cuyo principal mérito -involuntario, por otra parte-, consistiría, precisamente, en haber pasado a convertirse en un icono de la literatura, la música y la pintura.

Louis Boulanger (1806-1867), Muerte del caballo de Mazeppa, Litografía de Lemercier, Benard et Cie, 1839. Maison de Victor Hugo, Paris.


Louis Boulanger fue pintor, litógrafo e ilustrador del romanticismo.

Ingresó en la Academia de Bellas Artes de París en 1821, y en el taller de Guillaume Guillon Lethière, recibió una sólida formación clásica. Tras presentarse, sin éxito, al Premio de Roma en 1824, se hizo amigo de Eugène Devéria e íntimo de Víctor Hugo, en cuya compañía, frecuentó los círculos románticos parisinos y, sólo tres años después, obtuvo un éxito considerable en el Salón de 1827, obteniendo una medalla, precisamente, por el Suplicio de Mazeppa, en el Museo de Bellas Artes de Rouen. El Salón resultó de excepcional importancia para la nueva escuela, pues a él concurrieron también, Eugène Devéria con El nacimiento de Enrique IV, y Delacroix, con La muerte de Sardanápalo. 

Pero este éxito no se repitió en vida del joven pintor. Retrató a numerosas personalidades de la época, siendo la más célebre de sus obras en este sentido, el retrato de Balzac en hábito de monje, en el Museo de Bellas Artes de Tours.

También se conservan obras suyas en la casa de Víctor Hugo en la plaza de los Vosgos de París; para cuyas obras, así como para las de Alejandro Dumas, creó numerosas ilustraciones, así como una serie de extrañas litografías sobre temas fantásticos, acorde con la tendencia frenética de ciertos artistas de la época: entre ellas, la titulada La Ronda del Sabbat de Louis Boulanger, puede servir de ejemplo privilegiado.

Théodore Chassériau (1819–1856). Una joven cosaca encuentra a Mazeppa inconsciente sobre un caballo salvaje (1851). Musées de la Ville de Strasbourg.

Después de poco más de treinta años de fama en la pintura, la leyenda de Mazeppa se desvaneció, aunque se mantuvo viva en la música, aunque se transfirió de manera más significativa a actos ecuestres en vivo, en burlesque, haciendo que la leyenda perdiera su sentido.

Courier

Emile Horace Vernet (1789-1863) Siglo XIX Aviñón, Museo Calvet.

Théodore Géricault (1791–1824), Mazeppa (1823). Col. Privada.

Probablemente, entre sus últimas pinturas, Géricault revisó a Mazeppa en 1823, el año anterior a su muerte, debida, en parte, a los efectos acumulativos de las heridas que él mismo padeció como consecuencia de su afición por montar a caballo.

Entre 1821 y 1824, realizó una serie de pinturas en las que tuvo como modelos a locos o maníacos, pintando del natural a personas que eran tratadas en el asilo del psiquiatra Jean-Étienne Esquirol. A través de este trabajo, pretendía crear un repertorio de expresiones de la locura. 

En varias ocasiones, Géricault se cayó del caballo, y en una de las caídas, en 1823, se rompió la espalda, quedando postrado. Se le diagnosticó tuberculosis osteoarticular y pasó sus últimos años en el lecho sin poder acometer pinturas de gran formato, aunque produjo diversas litografías, con ayuda del artesano Eugène Lami. 

Murió el 26 de enero de 1824, tras una larga agonía, oficialmente debida a aquella caída del caballo, aunque también, y con muchas probabilidades, se habló de una enfermedad venérea, que hizo decir al filósofo y crítico de arte Élie Faure: "Géricault murió por haber hecho demasiado el amor".

La muerte de Géricault, por Ary Scheffer. 1824. Junto a la cama sus amigos, el coronel Bro de Cómeres y el pintor Pierre-Joseph Dedreux-Dorcy. Sus bocetos cubren las paredes de la habitación. Louvre. 

Eugène Delacroix (1798–1863), Mazeppa sobre el caballo moribundo. 1824. Ansallisgalleria, Ateneum, Helsinki, Finlandia.

Horace Vernet (1789–1863), Mazeppa; studio, 1826. Kunsthalle Bremen, Alemania.

John Frederick Herring (1795–1865), Mazeppa Rodeado de Lobos, según modelo de Horace Vernet. (1833). The Tate Gallery.

John Frederick Herring (1795–1865), Mazeppa rodeado de caballos, según modelo de Horace Vernet. (c 1833). The Tate Gallery.

Nathaniel Currier (1813–1888), Mazeppa Rodeado de Caballos Salvajes. (1846). The Tate Gallery, London.

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POLTAVA

Revisemos ahora, lo que pasó en Poltava; el epílogo de la leyenda de Mazeppa.

Gustaf Cedeström: Carlos XII e Iván Mazeppa tras la batalla de Poltava, en 1709. (1880)

Batalla de Poltava: Pierre-Denis Martin (1663–1742). Palacio de Catalina en San Petersburgo.

La batalla de Poltava, entre el ejército del zar Pedro I de Rusia y el del rey Carlos XII de Suecia, el 8 de julio de 1709, es una de las más famosas de la Gran Guerra del Norte, que terminó con la victoria rusa, y marcó el final del Reino de Suecia, como potencia europea.

Después de las victorias en 1700, Rusia y Dinamarca cayeron como potencias militares. A Carlos XII de Suecia le fue imposible finalizar la guerra ocho años antes de que pudiera llegar a acordar la paz con Sajonia y Polonia. Durante este tiempo, Pedro I reorganizó y armó un grande y moderno ejército, basándose en una infantería entrenada al modo occidental en el uso de armas, con el que alcanzó una resonante victoria en Livonia. Fundó además la ciudad de San Petersburgo. Como represalia, Carlos XII ordenó un golpe fatal al corazón de Rusia, con un ataque directo a Moscú.

En 1708, Carlos XII penetró en Rusia a la cabeza de un gran ejército. Las tropas del zar se negaron a entablar un combate directo, por lo que recurrió a la táctica de tierra quemada. 

El avance de Carlos XII dependía de una columna de abastecimiento y apoyo, al mando del general Adam Ludwig Lewenhaupt, pues el verano fue frío y húmedo, creando grandes dificultades para el abastecimiento. La columna se componía de 11.000 hombres de refuerzo; 16 cañones de artillería; numerosas cabezas de ganado para alimentación de la tropa y miles de carros, que integraban el tren de bagajes. Pero las pésimas condiciones de la primavera y el principio del verano en la llanura rusa, estación en la que se produce el deshielo combinado con las lluvias; raspútitsa, hicieron intransitables los caminos y ralentizaron enormemente la marcha de la columna.

Sin comunicación directa entre las dos fuerzas, el rey Carlos XII aguardó la llegada de Lewenhaupt a unos 130 kilómetros, pero, desconociendo la distancia que los separaba, la paciencia del soberano sueco se agotó y decidió dirigirse hacia el sur, hacia Ucrania, en busca de abastecimientos y mejor clima. Ucrania, que se hallaba bajo el mando de Iván Mazeppa, había mantenido conversaciones con Carlos XII y, se convirtió en un fiel aliado del mismo, esperando su apoyo para independizarse de Rusia.

El general Lewenhaupt, una vez fallido el punto de reunión inicial, en las proximidades de Moscú, se dirigió también hacia Ucrania en busca del rey sueco. En el vado del río Sozh, cerca de la pequeña aldea, que daría nombre a esta batalla, fue atacado por un destacamento ruso; batalla de Lesnaya. Sus fuerzas resistieron el hostigamiento, pero sus oficiales y soldados quedaron sorprendidos por el hecho de que el reformado ejército ruso les mostrara su nueva capacidad para afrontar una lucha con posibilidades de victoria. Lewenhaupt decidió reunirse a toda prisa con las tropas de Carlos XII, abandonando los cañones, el ganado y el resto de las provisiones, lo que ocasionó un motín entre sus tropas y la deserción, o desaparición, de 4000 hombres. Además, apoderándose del alcohol abandonado, los soldados se emborracharon y Lewenhaupt se vio forzado a abandonar a cerca de 1000 de ellos, bebidos, en los bosques. Para el 19 de octubre, momento en que, finalmente, alcanzaron a Carlos XII y la fuerza principal sueca, no solo habían perdido los abastecimientos, sino que apenas quedaban 6.000 hombres del contingente de 11.000.

Batalla de Poltava: fragmento del gran mosaico de Mijaíl Lomonósov.

Mientras tanto, Carlos XII había reanudado su avance, pero su ejército también se hallaba reducido casi a la mitad, a causa de hambre, congelaciones, enfermedades y otros contratiempos climatológicos, pues la humedad afectó seriamente a las reservas de pólvora y la artillería estaba prácticamente fuera de combate, debido a la falta de munición. No obstante, con sus menguadas fuerzas, la siguiente acción de Carlos XII fue poner sitio a la fortaleza de Poltava, en el río Vorskla, en Ucrania. Pedro I, con el fin de contrarrestarlo, organizó una gran fuerza para protegerla, organizando rápidamente, una doble línea defensiva, pero, finalmente, las fuerzas suecas quedaron encerradas entre los muros de la fortaleza y las líneas rusas.

Cuando empezó la batalla, Carlos XII tenía cerca de 20.000 hombres, en tanto que Pedro I disponía de 45.000. El 17 de junio, durante el sitio a la fortaleza y mientras inspeccionaba los puestos de avanzada suecos. en Vorskla Carlos XII fue herido en un pie por un francotirador ruso. Esta circunstancia le obligó a transferir el mando al mariscal de campo Carl Gustav Rehnskiöld. Planeó entonces romper las líneas rusas y escapar en dirección norte.

La batalla empezó a las 3:45 de la madrugada del 28 de junio, poco antes de amanecer, con el avance de las tropas suecas contra las líneas fortificadas rusas. Los suecos parecían poseer la ventaja al principio, pero ésta fue anulada rápidamente.

Para el amanecer, el día era ya muy cálido y húmedo, con el sol oscurecido por el humo de los cañones y el fuego de los mosquetes. Pedro I tenía un número considerablemente superior de soldados de infantería, -que alcanzaban los 25.000 hombres- que se desplegaron aproximadamente a las 9:00 de la mañana, con el apoyo de 73 cañones pesados.

Tras algunos enfrentamientos, viendo segura la derrota, Carlos XII ordenó la retirada a las 11:00 de la mañana. Al mediodía, la batalla había terminado.

Pasadas unas horas, Carlos XII reunió el resto de sus tropas y el tren del bagaje, y se retiró al sur, abandonando el sitio de Poltava, pero los rusos persiguieron a los suecos que se dirigían al río Dniéper, logrando su rendición explícita, tres días después, en Perevolochna, el 1 de julio.

Carlos XII logró atravesar el río Prut en su retirada, junto con su guardia personal y algunos altos oficiales, dirigiéndose luego a la ciudad de Bender en el Imperio otomano, donde encontró refugio.

El día de la batalla de Poltava, en el Zarato ruso, era el 28 de junio de 1709, debido a que allí regía aún el calendario juliano, pero en los países que ya habían adoptado el gregoriano, era el 8 de julio de 1709.

Casi todos los supervivientes del ejército sueco, capitularon en Perevolchna el 11 de julio de 1709 y, ya como prisioneros, fueron enviados a trabajar en la construcción de la nueva ciudad de San Petersburgo.

A Carlos y a Mazeppa se les permitió escapar con aproximadamente 1.500 hombres, a Bendery, en Moldavia, entonces controlada por el Imperio otomano. Fue en el transcurso de esta retirada, cuando Mazeppa le contó su historia al monarca sueco. Carlos pasó allí cinco años, hasta de que pudiera volver a Suecia.

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En conclusión: Se admirará a Mazeppa, porque es un guerrero, casi siempre triunfador; lo que haría olvidar su traición “enamorando” a la esposa de su protector, o su facilidad para cambiar de bando, cuando otro, hasta entonces enemigo, le ofrece algo mejor. Ello sería debido al hecho de que una mirada sobre la Historia es suficiente para comprender que, la guerra es su componente básico. Acaso no quedaría sino la vieja deducción: “Homo lupus homini”, de Plauto en su “Asinaria”, pues su continua lucha está en la base de algunos de los principales asuntos literarios, como la “Ilíada” -por citar un ejemplo clásico-. Posteriormente, el vencedor escribe la crónica correspondiente, culpando a quien mejor convenga a su gloria; ¿fue Helena la causante de la guerra de Troya?; ¿Roldán luchó contra “sarracenos”, o contra vascones? ¿Los árabes entraron en la península a solicitud de los hijos de Witiza, para derrotar a don Rodrigo? O ¿fue este último quien la provocó, a causa de sus relaciones con la “Cava”, la hija del conde don Julián? 

Finalmente, del relato histórico, se nutrieron en gran parte las artes.

¿Qué fue, exactamente, lo que fascinó de Mazeppa, a músicos, pintores y escritores?

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Mazeppa, el Poema Sinfónico compuesto por Franz Liszt en 1851, es el número seis, de su ciclo de trece Poemas Sinfónicos, escritos durante su estancia en Weimar. Narra la historia de Iván Mazeppa, con la noble dama polaca, y su castigo a lomos del caballo que lo llevaría a Ucrania. 

Se estrenó en el Teatro de la corte, en Weimar el 16 de abril de 1854.

En el primer movimiento. el compositor sigue a Víctor Hugo para describir el viaje del héroe a través de las vastas estepas. 

Seis golpes de los timbales, evocan la caída del jinete. 

Después de un silencio, las cuerdas, el fagot y la trompa solista, expresan el asombro del guerrero caído, que resucita mediante las trompetas en Allegro marziale. 

Los cosacos ponen a Mazeppa al frente de su ejército: -marcha-, y el tema pone al héroe en la gloria.


Mazeppa: Tchaikowsky. Ópera en tres actos y seis escenas, basado en el poema histórico de Aleksandr Pushkin. Compuesta entre Junio 1881 - April 1883, con algunas revisions posteriores.

Víctor Hugo. De León Bonnat. 1879. Palacio de Versalles.

Orientales. Mazeppa

¡Cuánto han disfrutado de su inútil rabia

Sus orgullosos verdugos...


Cada paso que da parece cavar su tumba

Pero llega al final... corrió, voló, cayó,

¡Y se levanta rey!

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Una vieja traducción del Poema de Lord Byron; fragmentos más expresivos.





Imágenes extraídas del ejemplar publicado por Biblioteca Virtual de Andalucía: Mazeppa: poema / por Lord Byron, traducido al castellano por A.R. Sevilla, 1851.

El protagonista relata su historia de amor al rey Carlos de Suecia, en un intento de desvanecer su amargura tras ser derrotado.

Llama la atención el repetido empleo de términos y expresiones coloquiales; -perdió la chaveta-, que, en absoluto se corresponden con el lenguaje empleado por Byron.

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jueves, 18 de agosto de 2022

La Galería Uffizi - Galleria degli Uffizi


Palacio y Galería de los Uffizi, Florencia. Sur

Norte

En 1560 Giorgio Vasari inició la construcción del Palacio de los Uffizi por encargo de Cosme I de Médici. La idea era alojar allí las oficinas de las magistraturas florentinas, puesto que el Palazzo Vecchio ya no disponía de espacio ni capacidad para albergarlas. Este destino fue, pues, el que dio nombre al edificio, como Galleria degli Uffizi, es decir, Galería de las Oficinas, si bien, una vez terminada la construcción, en 1581, ya se decidió trasladar allí, numerosas obras de arte, procedentes de la inmensa colección de la familia Médici.

 

Vasari. Copia de un autorretrato. Uffizi.- Ritratto del Granduca Cosimo I de' Medici con armadura, de Angelo Bronzino. (1503–1572). Réplica, conservada en la Galería de Arte de New South Wales. La versión más reconocida es la que hoy se encuentra en la Galleria degli Uffizi.

La visita a esta Galería empieza ya con la observación del hermoso edificio desde el exterior, incluyendo el Corridor Vasariano, en espera de la belleza que ofrece su interior, aún sin contar -todavía-, con sus numerosas y bellísimas obras de arte.

Corridor Vasariano

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Cuando la saga de los Médici se extinguió, en el siglo XVIII, su colección de arte estuvo a punto de ser enviada a Viena, pues el ducado de Florencia quedaba bajo dominio austríaco, pero la última duquesa, Ana María Luisa, ordenó que la colección permaneciera en Italia, a cuyo efecto la donó en su testamento al pueblo de Florencia. Fue el nacimiento de uno de los primeros museos modernos del mundo, pues la galería se abrió a los visitantes, ya en el siglo XVI, y pasó a ser pública, oficial y definitivamente, Museo, en 1765.

Retrato de Anna Maria Luisa de' Medici (1667-1743) de Antonio Franchi (1638–1709). Palacio Pitti. Florencia. Creadora de los Uffizi como galería de Arte.

Ana María Luisa de Médici, Florencia, 11.8.1667-18.2.1743, fue la última representante de la familia de los Médici. Hija del gran duque de Toscana, Cosme III de Médici, y de la princesa Margarita Luisa de Orleans. 

Cosme III de Médici. De Jan Frans van Douven. M.N. Varsovia y Marguerite Louise d'Orléans, Gran Duquesa de Toscana. (1645-1721), atrib. Henri y Charles Beaubrun. Pal. Versalles.

En 1691, Ana María Luisa se casó con Juan Guillermo del Palatinado, príncipe elector del Palatinado; [1] no tuvieron hijos, y al morir su marido en 1716, ella volvió a Florencia, poco antes de la extinción de la familia Médici, pues habían sido también estériles los matrimonios de sus hermanos, Fernando y Juan Gastón, a pesar de haberse urdido, sin resultados positivos en este sentido, la -calificada de tragicómica- tentativa de Cosme III de hacer abandonar el capelo cardenalicio a su hermano menor, Francisco María, para que se casase con la princesa Eleonora Gonzaga con la esperanza de conseguir un heredero.

Cosme III, ya resignado a la extinción de su casa, intentó prolongar el gobierno disponiendo que a su muerte el trono pasase a Ana María Luisa, pero la propuesta fue rechazada por las potencias europeas que consideraban el Gran Ducado de Toscana como una preciosa pieza en el juego de mercado de tronos. Después de varias guerras y tratados, se decidió que el trono toscano pasase a Francisco Esteban de Lorena.

[1] El Condado Palatino del Rin o Palatinado, Pfalz, es la denominación histórica del territorio del Conde Palatino, Pfalzgraf, un título que pertenecía a un príncipe secular del Sacro Imperio Romano Germánico -Reichfürst-, desde el siglo XIII vinculado a la Casa de Wittelsbach, y al que se confirió la condición de príncipe elector o Kurfürst.

Francisco I del Sacro Imperio Romano Germánico -Kaiser Franz Stephan- (1708-1765) y su esposa. María Teresa I de Austria (1717-1780). Retratos de Martin van Meytens.

A la muerte de su hermano Juan Gastón en 1737, el representante lorenés, el Príncipe de Craon, Marco di Beauvau, como plenipotenciario del Duque de Lorena, ofreció a Ana María Luisa la regencia del Gran Ducado en nombre de Francisco Esteban, nuevo soberano, pero la princesa rechazó la oferta, aunque siguió viviendo en el Palacio Pitti dedicada a su pasión por el arte y las antigüedades.

Fue esta pasión la que la llevó a tomar la decisión por la cual es recordada, y que supuso la fortuna de Florencia: en 1737, Ana María Luisa estipuló con la nueva dinastía reinante el llamado "Patto di Famiglia", que estipulaba que los Lorena no podían enajenar o 

"levare fuori della Capitale e dello Stato del GranDucato ... Gallerie, Quadri, Statue, Biblioteche, Gioje ed altre cose preziose... della successione del Serenissimo GranDuca, affinché esse rimanessero per ornamento dello Stato, per utilità del Pubblico e per attirare la curiosità dei Forestieri". 

Con este pacto Ana María Luisa impidió que Florencia perdiese ninguna obra de arte y que no sufriese la suerte de Urbino, que a la extinción de la Casa de los Della Rovere fue literalmente vaciada de sus tesoros artísticos.

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A causa de la magnitud de la colección, algunas obras fueron trasladadas a otros museos florentinos; así, las esculturas, pasaron a formar parte del Museo Bargello

La colección de arte de los Uffizi es inmensa, y, además, conserva numerosas obras no expuestas por falta de espacio. La exposición que conocemos se distribuye en dos plantas, con la obra ordenada cronológicamente, cuya visita empieza en la segunda.

Vestíbulo de entrada y Corredor Este

Este espacio, compuesto por tres vestíbulos, fue realizado a finales del Settecento, cuando, por voluntad del Gran Duque Pietro Leopoldo, fue completada la escalera monumental que permitió un nuevo acceso a la Galería.

Leopoldo de Habsburgo-Lorena, nacido Peter Leopold Josef Anton Joachim Pius Gotthard von Habsburg-Lothringen; nació y murió en Viena, 5.5.1747 – 1.3.1792. Era hijo de los emperadores Francisco I de Lorena María Teresa de Habsburgo y además, Gran Duque de Toscana (1765-1790), Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y rey de Hungría y de Bohemia (1790-1792) al fallecer su hermano José II.

En el primer vestíbulo están los bustos de mármol y pórfido de los Medici, desde Francisco I a Gian Gastone. Es rectangular, decorado en la bóveda de Giovanni da San Giovanni con capricci mitológicos y bustos. En el vestíbulo elíptico hay estatuas romanas, sarcófagos y relieves antiguos. La puerta que conduce a la galería, está coronada por el busto de Leopold.

Los tres corredores que se corresponden con los tres cuerpos del palacio corren a lo largo de todo el interior y en ellos se abren las diversas habitaciones, decoradas con frescos en el techo y las grandes ventanas que le dan ese aspecto de antigua logia.

Contiene estatuas, sarcófagos y relieves antiguos, entre los cuales, destacan dos Pilares con atuendos, tal vez de un edificio sagrado romano del siglo I, que representan armas y piezas de armaduras.

En la puerta que conduce a la Galería está colocado el busto de Pietro Leopoldo y la placa que recuerda la renovación por él promovida del museo mediceo. En los laterales hay dos perros mastines, copias romanas del siglo I de un original griego del siglo III a.C., que algunos expertos creen parte de un complejo escultórico que ilustra la caza de jabalí, mientras que otros lo consideran un elemento de carácter funerario.

En el primer vestíbulo, después de los bustos de mármol y pórfido de los Médici, aparece otro vestíbulo rectangular, decorado después, por Giovanni da San Giovanni con Caprichos Mitológicos y bustos antiguos y modernos. 

Giovanni [Mannozzi] de San Giovani. Autorretrato en el Corredor Vasariano. 1616

Jacopo Chimenti: Boda de María de Médici y Enrique IV de Francia

En el vestíbulo elíptico, hay estatuas romanas, sarcófagos y relieves antiguos.

Corredor del Este

Es la parte más antigua de la galería, estaba destinada a ser, sobre todo, galería de estatuas. Fue iniciado por Lorenzo el Magnífico y su colección, ampliada por Cosme I después de su primer viaje a Roma en 1560, cuando también decidió encargar estatuas para el Palacio Pitti, y retratos y bustos para el Palacio Vecchio. Por último, la colección se incrementó en la época de Pedro Leopoldo de Lorena, que llevó a Florencia las obras de Villa Medici, reunidas por el futuro Gran Duque Fernando I de Médici, que por entonces aun era cardenal.

Lorenzo el Magnífico – Cosme I – Leopoldo de Lorena – Fernando I de Médici

El techo de la galería fue decorado con antiguos grutescos en 1581, obra de Antonio Tempesta bajo la dirección de Alessandro Allori.

En el corredor también hay retratos de Hombres Ilustres, de la Colección Gioviana, y de los Médici, de la Colección Aulica

Al fondo del pasillo a la derecha de la entrada, se encuentra el retrato del fundador y conocido financiero, Giovanni di Bicci, y a la izquierda, la rama principal de sus descendientes: Cosme el Viejo, Piero el Gotoso, Lorenzo el Magnífico, y los papas León X y Clemente VII. A la derecha los descendientes de la rama secundaria: Giovanni dalle Bande Nere y su hijo Cosme I, iniciador de la dinastía que pervivió hasta 1737.

Las esculturas antiguas dispuestas a lo largo del corredor reproducen la decoración típica del Setecientos: hileras de retratos de medio cuerpo, y estatuas de cuerpo entero.

Entre los retratos, formados en gran parte con viejas cabezas montadas en bustos modernos, destaca el del emperador Adriano, original y de precisa elaboración, expresiva e intensa, y el del emperador Vespasiano, del que sólo la cabeza es original. Mención especial requiere el busto de Antínoo, uno de los mejores ejemplos de los tantos retratos antiguos que representan al joven preferido por el emperador Adriano.

Las estatuas griegas y romanas fueron restauradas, y a veces, reconstruidas, al estilo impuesto entre el Cinquecento y el Seicento. Entre las mejor conservadas se cuentan: la Estatua icónica de la Emperatriz Elena, sentada, de acuerdo con el modelo clásico griego. El Doríforo; copia romana del siglo I, del original griego de Policleto. Baco y Sátiro, arte helenístico del siglo II, restaurado en el siglo XVI.


También veremos aquí, Hércules y el Centauro, un modelo tardohelenístico original, integrado en la figura del héroe, de Giovanni Battista Caccini en 1589. Un Rey Bárbaro, creado en 1712, a partir de un busto antiguo. Pan y Dafne. Heliodoro de Rodas, de principios del siglo I. Antiguos sarcófagos con el Rapto de Proserpina y el Rapto de las hijas de Leucipo. Estatua de Proserpina, un original griego del siglo IV aC. Sarcófago de los Trabajos de HeraclesCopia antigua de Apolo y la oca de Escopas, del siglo IV a.C. y Heracles, original de Lisipo.

Busto de Adriano, que pertenecía a Lorenzo el Magnífico.

En la última parte del corredor se encuentra el pequeño sarcófago Tiaso Marino; dos Venus, de la original del siglo IV a.C. y un Apolo helenístico, que estaba en la entrada de Villa Medici e invitaba, con el brazo derecho restaurado, el acceso a la casa, como si fuera el reino de los mismísimos dioses.

Salas 1 a 14



Sala 1 Arqueología

Creada ya en 1921, alberga obras elaboradas en su mayoría en Roma, entre las que hay tres estatuas romanas copias del Doríforo de Policleto, obra griega del siglo I a.C.: una en bronce, otra en mármol, y la que se considera copia más fiel, el Torso de Doríforo tallado en basalto verde, que nunca se terminó, a causa de la dureza de este material. Un Busto de Cicerón, en ónice, de mediados del siglo I y el Torso Gaddi, que es quizás, un original griego del siglo I a.C.

Sala 2: Duecento y Giotto

En esta sala se exponen pinturas de las iglesias de la Toscana, que datan de la primera mitad del siglo XII, hasta principios del XIV. La técnica usada es témpera sobre madera, con fondo dorado, anterior a la expansión de la pintura al óleo en el siglo XV.

En este sentido destacan las tres tablas capitales de Duccio di Boninsegna: Madonna Rucellai; Cimabue: Maestà di Santa Trinitá, y Giotto: Maestà di Ognissanti.

Duccio conjuga la tendencia más clásica de la tradición oriental y el arte gótico. La tabla de Cimabue ofrece muchas características formales de la pintura bizantina, renovada por la fuerza plástica. Giotto con su representación del espacio y la luz, supone uno de los puntos de partida más significativos en el desarrollo del arte italiano. 

Sala 3: Trecento Sienés

Dos extraordinarias pinturas que proceden de la catedral de Siena; La Anunciación, de Simone Martini y Lippo Memmi y La Presentación en el Templo, de Ambrogio Lorenzetti, son tal vez los primeros ejemplos de retablo que relatan episodios evangélicos. 

Las dos obras testimonian diversas tendencias del arte sienés: Simone Martini, que desarrolla todo el refinamiento lineal y los colores del gótico, y los hermanos Pietro y Ambrogio Lorenzetti, atentos a las innovaciones de Giotto.

De Pietro Lorenzetti, la sala ofrece otra obra de gran interés: el Políptico de la Beata Humildad, que, en sus paneles dedicados a la  Beata, ilustra numerosos aspectos de la vida diaria en la Edad Media.

Anunciación de Martini

Presentación, de Lorenzetti.

 

Sala 4: Trecento florentino

Fundamentalmente, ofrece cuadros de pequeño formato, creados para la devoción doméstica.

Del Maestro della Santa Cecilia, colaborador de Giotto en una fase juvenil de su actividad, podemos admirar la tabla con la historia de Santa Cecilia, de la que el artista desconocido tomó su nombre. La herencia de Giotto está representado por Taddeo Gaddi, un maestro activo durante mucho tiempo en su taller, y varias décadas más tarde, por Andrea Orcagna, autor del Tríptico de San Mateo e historia de su vida.

Andrea Orcagna, Tríptico de San Mateo e historia de su vida.

Es totalmente distinto, Giottino, un artista al que se califica de “raro” y que con su Piedad, introduce caracteres más modernos, sensible a la expresión de los sentimientos, y utilizando ya un color variado en sutiles innovaciones cromáticas.

Piedad de San Remigio, Giottino.

Salas 5-6 Gótico Internacional

Obras de artistas procedentes de diferentes regiones de Italia contribuyen a ilustrar la cultura figurativa de las primeras décadas del Quattrocento, son las que hacen referencia al llamado Gótico Internacional.

Además de los florentinos se muestran obras del sienés Giovanni di Paolo, el veneciano Jacopo Bellini y de Gentile da Fabriano.

Giovanni di Paolo

Destaca entre los florentinos. Lorenzo Monaco con la magnífica Coronación de la Virgen, pintada en 1414 para la Iglesia del Convento de Santa María de los Ángeles de la Orden de los Camaldulenses, a la que el pintor pertenecía.

Coronación de la Virgen, Lorenzo Monaco, 1414.

Las formas alargadas de las figuras y la evolución de los pliegues, junto con los colores fríos, brillantes bajo la luz, muestran claramente la tendencia a principios del siglo XV el arte florentino.

A Gentile da Fabriano, situado entre la tercera y cuarta década del Quattrocento, uno de los grandes pintores italianos, le pertenecen dos de las más famosas obras de la sala: Cuatro santos del Políptico Quaratesi y la Adoración de los Reyes Magos, ambos realizados durante una estancia del pintor florentino.

Gentile da Fabriano: Adoración de los Reyes Magos

Sala 7 Primer Renacimiento

Se reúnen aquí algunas de las obras emblemáticas del Renacimiento italiano, universalmente conocidas, que expresan el redescubrimiento de lo antiguo, y la búsqueda de un espacio concreto y definido.

Masaccio: Sant'Anna Metterza, en colaboración con Masolino.

Los Duques de Urbino de Piero della Francesca.
Reverso del díptico anterior: a la izquierda, el duque coronado por la Victoria; a la derecha, la duquesa en un carro tirado por unicornios.

La Batalla, de Paolo Uccello ofrece una interpretación original de la perspectiva y un sentimiento de cuento de hadas.

Batalla de San Romano. Ucello

Veneziano. Virgen con el Niño y Santos: Juan Bautista, Francisco de Asís, Santa Lucía, etc. 

Sala 8. De los Lippi.

La sala contiene muchos cuadros de Filippo Lippi, realizados en las décadas centrales del Quattrocento, y de su hijo, Filippino, activo en las dos últimas décadas del siglo.

Filippo Lippi, fraile carmelita, se formó, humanamente y como artista, en el convento florentino del Carmine, en contacto directo con los frescos de Masaccio y Masolino.

La influencia de este último fue muy importante para el artista en su juventud. Filippo mostró una gran atención a la evolución de la escultura florentina contemporánea, en particular la producción de Donatello y de Luca della Robbia.

La pintura flamenca empleó materiales preciosos con extraordinaria eficiencia, como podemos constatar en la Coronación de la Virgen o en la Virgen con el Niño y dos ángeles, uno de los cuadros más famosos de la galería.

Virgen con el Niño y dos ángeles, de Filippino Lippi

En la sala hay varias obras maestras de Filippino, como el gran retablo con la Adoración de los Magos, y de Alesso Baldovinetti.

Baldovinetti. 1454. Pala di Cafaggiolo: Madonna col Bambino e i santi Cosma, Damiano, Giovanni Battista, Lorenzo, Giuliano, Antonio da Padova, Francesco e Pietro martire, Galleria degli Uffizi, Florencia -detalle-.

Sala 9 De los Pollaiolo

La sala contiene la mayoría de las pinturas de los hermanos Antonio y Piero Pollaiolo, intérpretes en la segunda mitad del Quattrocento, de una pintura de fuerte énfasis lineal, pero también muy atenta a las sugerencias de la pintura flamenca, como lo atestiguan dos de sus obras maestras, el Retrato femenino, de Antonio, y el Retablo de San Jaime, San Vicente y San Eustaquio -Retablo del cardenal de Portugal-, trabajo de colaboración entre los dos.

Se encuentran también las siete tablas con Virtudes, seis de los cuales fueron ejecutados por Piero Pollaiolo y el séptimo, que representa la Fortaleza, es obra de un Sandro Botticelli, todavía muy joven.

Retrato de Mujer. Pollaiolo

Salas 10-14, Botticelli

La gran sala, derivada del precedente del antiguo teatro de los Medici, mantiene la cubierta original. Es una de las más famosas de la galería, ya que alberga algunas de las obras maestras del Renacimiento, de las últimas décadas del Quattrocento.

Entre las quince obras de Sandro Botticelli las más conocidas son La Primavera y El Nacimiento de Venus; las primeras pinturas de tema profano de grandes dimensiones del Renacimiento italiano, que dan testimonio del clima cultural de Florencia en la época de Lorenzo el Magnífico.

Primavera de Botticelli
Nacimiento de Venus de Botticelli

De extraordinaria intensidad son también sus pinturas de temas sagrados como el Retablo de San Bernabé, o la maravillosa Virgen del Magnificat.

Pala de San Bernabé. Catalina de Alejandría, Agustín de Hipona, Bernabé apóstol, Juan el Bautista, Ignacio de Antioquía y Arcángel Miguel.

Madonna del Magnificat. Botticelli.

Una de las obras maestras de la pintura flamenca, es el Tríptico Portinari de Hugo van der Goes, una obra que llegó a Florencia en 1483, y ejerció una gran influencia en los artistas florentinos, incluso, en Botticelli.

Adoración de los Pastores, panel central del Tríptico Portinari. Hugo van der Goes

Retablo de San Ambrosio. Boticelli
San Agustín en su Estudio. Botticelli

Virgen con el Niño, o del Rosal. Botticelli

La influencia de las culturas nórdicas también se aprecia en Domenico Ghirlandaio, representado por tres pinturas en esta sala.

Domenico Ghirlandaio: Supuesto autorretrato de la Adoración de los Magos (1488).

Ghirlandaio: Sacra Conversazione. Uffizi

Ghirlandaio: Madonna en el Trono. Uffizi

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