viernes, 30 de agosto de 2019

EL MANIERISMO • Una visión distinta entre Renacimiento y Barroco



El Greco: Fragmento de Laocoonte. National Gallery de Washington


La pintura manierista es un estilo artístico, que, en realidad, abarca diversos campos del arte y la cultura, y que se inició en Italia desde el final del Alto Renacimiento -alrededor de 1530, aunque algunos historiadores lo adelantan a la fecha del fallecimiento de Raphael, en 1520, quizás, precisamente, por ser un dato tan significativo-, pero, en todo caso, nacería en Roma, bajo el pontificado de Julio II (1443-1513) y León X (1475-1521). Siguió después, Florencia, y todas las ciudades importantes de Italia hasta alrededor del año 1580, cuando empezó a imponerse el estilo barroco. Sin embargo, la corriente manierista continuó siendo practicada y apreciada en buena parte de Europa hasta ya entrado el siglo XVII; más o menos hasta el fin de su primera década, es decir, alrededor de 1610. 

El término «manierismo» -o al menos su fijación por escrito-, procede de las Vite de Vasari, refiriéndose a las obras que decía realizadas a la manera de los grandes maestros del Alto Renacimiento.

La imitación de Leonardo, Rafael y Miguel Ángel produjo imágenes muy artificiosas, ya que, en cierto sentido, la propia grandeza de sus obras maestras, parecía haber agotado la creatividad artística, no dejando otros caminos para la superación, si no era una especie de imitación, aunque en realidad, al final, los artistas, partiendo de la norma marcada por los “astros”, gradualmente, emprendieron vías más novedosas de lo que parece que se podría esperar. 

Leonardo (¿autorretrato?), 1512-15 Bibl. Reale di Torino
Raphael, autorretrato. 1506.Uffizi. Florencia
Miguel Ángel, 1518-20. ¿Sebastiano del Piombo? (Expuesto en la NGA de Londres en 2017, procedente de Hamburgo, Galerie Hans. Se ha dicho -Hope-, que es una falsificación, ya de mediados del siglo XX.)

Un momento clave en el desarrollo e implantación de la maniera, sería el del Saco de Roma en 1527, cuando muchos artistas abandonaron Italia. Los aristócratas reformistas centroeuropeos preferían las alegorías y la fábula antigua, mientras que la contrarreforma romana y su entorno. se decantó, casi en exclusiva por los asuntos de carácter bíblico, si bien, en ambos casos, se huyó del reflejo de lo “natural”; cambió radicalmente la postura clásica de los modelos, la figura humana se distorsionó y la perspectiva dejó de imponer su geometría.

Andrea del Sarto
, que dominaba la pintura florentina en el primer tercio del siglo XVI, aunque conservaba elementos del Cinquecento como el sfumato de Leonardo, muestra ya toques manieristas en las complejas posturas de sus modelos. Sus alumnos Jacopo da Pontormo y Rosso Fiorentino figuran entre los primeros manieristas de Florencia; figuras alargadas, figuras en extrañas posiciones, perspectivas muy personales y luces de artificio escénico.


Del Sarto, autorretrato. Uffizi y Rosso Fiorentino: Casa Vasari, ambos en Florencia.

Pontormo ya presenta casi todas las novedades en su Descendimiento de Cristo, de 1528; una pintura de cuya técnica, casi podríamos pensar que roza la “impresión” en el sentido pictórico.

Pontormo: Descendimiento/Il Transporto. Santa Felicità, Florencia.

Postura en inclinación forzada, cuya intención es causar más emoción en el espectador.

 Detalle y posible autorretrato de Pontormo en la misma obra

Incluso Miguel Ángel, que trabajaba en Roma por entonces, en alguna de sus obras incluyó ciertos rasgos que, si no eran, anticipaban el manierismo, como los ignudi en la bóveda de la Capilla Sixtina, de los que se ha dicho que podrían haberse inspirado en el antiguo Torso de Belvedere.


Un ignudo de Miguel Ángel y el Torso de Belvedere: de Apolonio de Atenas, hallado en el romano Campo de' Fiori, durante el pontificado de Julio II (1503-1513).

En Roma también trabajaban Parmigianino y Giulio Romano, formados en el primer Renacimiento, del que su obra sería, a la vez, consecuencia y reacción. Los artistas más jóvenes se propusieron el modelo de la escultura helenística y la pintura de los maestros antiguos. Con todo esto, su estilo, que fue llamado anticlásico, no sería sino una evolución, que habría que situar históricamente, en su fase temprana, precisamente, hacia la fecha del fallecimiento de Raphael Sanzio.

Parmigianino se formó en Parma, siguiendo a Correggio, muy imitado, más tarde, en el Barroco.
 
Parmigianino. Autorretrato en un espejo convexo. Kunsthistorisches, Viena


Entre sus obras más representativas -además de este sorprendente autorretrato, con la mano adelantada y el rostro reflejado en un espejo convexo-, tenemos la celebérrima Madonna del cuello largo (1534-1540), que delata su manierismo en las proporciones, la estilización de la figura y la carencia de perspectiva clásica.


La Madonna del cuello largo (1534-40) de Parmigianino. Uffizi.

Giulio Romano, de Tiziano

En cuanto a Giulio Romano, fue el principal ayudante de Rafael en el Vaticano y después trabajó en Mantua, para Federico Gonzaga, donde realizó la Sala de Amor y Psique –comedor-, (1527-1531) en el fantástico, abigarrado e inimaginable Palacio de Té.





Banquete nupcial de Amor y Psique, 1526-1528, detalle. Julio Romano
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La llamada Alta maniera, es ya como una segunda fase evolutiva diferente del manierismo anterior, la que frecuentemente se denomina anticlásica.

El artificio que pusieron en juego los artistas, pasa ahora rozar sus límites entre el antes, el después y un ahora, divergente, y a la vez próximo a ambos extremos.

Bronzino, por ejemplo, coloca una figura similar a la Venus de Médici, en una pintura que representa la Resurrección de Cristo.






Este fue el primer gran retablo de Bronzino, realizado por encargo de la familia Guadagna para su capilla familiar en la iglesia de la Annunziata. Empezó a pintar poco después de su marcha de Roma y conservaba la imborrable impresión causada por el fresco de Miguel Ángel, El Juicio Final.




Esta influencia respira en la atmósfera general, no menos que en la multitud de cuerpos desnudos. Incluso el gesto de Cristo con la mano levantada, se diría calcado de Miguel Ángel. Tal emulación le costó a Bronzino una pérdida evidente en su valoración crítica, aunque el paso del tiempo ha cambiado radicalmente aquella negativa consideración.

Con Agnolo Bronzino y Giorgio Vasari esta tendencia del manierismo se ubica entre los años 1530 y 1580, más o menos. Bronzino, que era discípulo de Pontormo, conserva la luz fría de su maestro, pero sus retratos se distinguen por una elegancia estática y por la meticulosa atención que presta al detalle.

Se ha dicho que Bronzino ponía una gran distancia entre la representación, sus modelos y el espectador, y que se centraba excesivamente en el brillo y la textura de las telas. Un ejemplo de este estilo es el Retrato de Lucrecia Panciatichi (1540). 


Lucrezia Panciatichi de Angelo Bronzino. Uffizi


Vasari y Daniele da Volterra también realizaron obras a la manera de Miguel Ángel, aunque tratando con su propio estilo la figura humana, siempre, con una extraordinaria previsión del resultado.


Vasari. Autorretrato. Uffizi

Daniele da Volterra, El profeta Elías, c. 1550-1560.

Da Volterra creó este inconfundible retrato de Miguel Ángel para la posteridad. 
MET, NY

El manierismo ofrece también, entre otros aspectos únicos: una notable elegancia en el conjunto; gran atención en la superficie y el detalle; figuras, a veces como de porcelana, bajo una luz plana y suave, sobre la que las figuras humanas parecerían, quizás, carentes de emoción; aunque todo esto, en definitiva, constituye uno de los aspectos fundamentales de la Maniera.

Las ciudades en las que se produjo esencialmente el paso al Manierismo en Italia, fueron, Roma, Florencia y Mantua. Venecia siguió su propia evolución con Tiziano a la cabeza; con un carácter más sensitivo, muy colorista y cargado de mágicos e inimaginables juegos de luz.

Fue Giorgione, sin embargo, quien inició el tratamiento que condujo a la evolución más esencial y notable, subrayando su manierismo con vistoso artificio, en ocasiones, muy complejo, como vemos en su Tempestad.


Giorgione: La Tempestad, 1507-08. Galería de la Academia. Venecia

El gran maestro de la pintura veneciana era, sin duda, Tiziano, condiscípulo de Giorgione, que realizó mucha obra de temática religiosa, así como retratos –recordemos el de Carlos V en Mühlberg-. Sería, posteriormente, Tintoretto, quien bajo la influencia del color de Tiziano y de la figura humana de Miguel Ángel, se convertiría en el más significativo representante del Manierismo, como puede observarse sin cansancioen cada detalle original de su Última Cena.


Originalidad suprema de la maniera de Tintoretto, en su Última cena, 1592-1594. Iglesia San Giorgio Maggiore, Venecia.
Le sucedieron, por así decirlo, Palma el Viejo, Paris Bordone, Sebastiano del Piombo, Lorenzo Lotto y Jacobo Bassano.

Palma el Viejo -Jacopo Negretti-: La Virgen y el Niño con santos y un donante. c. 1518 – 1520. Thyssen Bormemisza


Paris Bordone: Caballero con armadura, con dos pajes. MET. NY

Sebastiano del Piombo: Retrato de hombre –antaño, considerado, Colón-, MET- NY

Lorenzo Lotto: Probable Autorretrato. M.N. Thyssen-Bornemisza

Jacopo Bassano/ Giacomo da Ponte, Retrato en edad tardía. c.1580. Kunsthistorisches, Viena. 


Jacopo Bassano: El Buen Samaritano. NGA, Londres
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Después del tristemente célebre y ya citado, Sacco di Roma, de 1527, muchos artistas de la Maniera abandonaron la ciudad, y se asentaron en diversas ciudades europeas, llevando consigo el nuevo estilo, con lo que este se internacionalizó, de tal manera que, si bien en Italia, decayó a partir de 1580, en algunos de los más importantes emporios europeos, se mantuvo durante el siglo XVII


Il Rosso Fiorentino se instaló en Fontainebleau, donde fundó la escuela que lleva el nombre de la ciudad, dejando su influencia en artistas posteriores, como Ambrose Dubois –flamenco-, Toussaint Dubreuil y Martin Fréminet.


Figuras de il Rosso Fiorentino observan la Asunción en la Annunziata de Florencia


En torno a la corte de Rodolfo II, en Praga se creó también un gran movimiento formado por artistas de diversa procedencia, como Hans von Aachen, Josef Heinz el Viejo, el flamenco Bartholomeus Spranger; el milanés Giuseppe Arcimboldo -el gran acumulador de frutas, verduras, etc.-; y Josef Heinz, el Joven.



En Holanda se produjo un movimiento independiente del llamado Manierismo de Amberes, anterior al italiano, que estuvo representado por pintores como Jan de Beer o Jan Wellens de Cock


Jan de Beer: Huida a Egipto y Jan Wellens de Cock: San Cristobal

Destacan, además, los pintores de Haarlem: Cornelis van Haarlem y Hendrick Goltzius. 


Van Harlem y Gotzius: Autorretratos

Artistas de la misma época y estilo fueron Pieter Aertsen y Joachim Beuckelaer, quienes, al estilo Bassano, de Venecia, hicieron escenas religiosas realizadas como pinturas de género


Aertsen: Adoración Pastores y Beukelaer: Pesca milagrosa

Propiamente manieristas, fueron: Jan Sanders van Hemessen, Martin van Heemskerck y Marinus van Reymerswale, muy influidos por la anatomía esencial de Miguel Ángel, aunque interpretada de manera muy extrema.


Van Hemessen: San Jerónimo; Van Heemskerck: Retrato ante el Coliseo y Van Reymerswale: San Jerónimo de Estridón en su estudio.
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También se puede hablar de manierismo como categoría estilística en la pintura inglesa, aunque, en la misma época se impusieron tendencias autóctonas, como la isabelina o la jacobea. No obstante, podemos citar en Inglaterra la estancia y la influencia del flamenco William Scrots.


William Scrots: Eduardo VI en perspectiva distorsionada, 1546.

Posible modelo en nueva “distorsión” informática de la pintura anterior.


En España, pueden ser incluidos en la tendencia manierista, en parte, quizás, por confluir su arte en el tiempo, artistas como Juan de Juanes y Alonso Sánchez Coello, con su seguidor Juan Pantoja de la Cruz, a pesar de que intentaron mantener su personalidad frente a la “manera” italiana. Luis de Morales, por ejemplo, se movió con soltura entre el manierismo y una bien asentada tradición hispano flamenca.


Juan de Juanes, retrato mural y Sánchez Coello: Autorretrato

Pantoja de la Cruz: Juana I de Castilla. Luis de Morales: San Juan de Ribera

En todo caso, teniendo en cuenta que los márgenes históricos de un movimiento artístico, así como el número de sus componentes, puede ampliarse o simplificarse hasta el infinito, dependiendo del punto de vista con que se afronte su revisión, de acuerdo con los cuales en cada caso, habría artistas, de los aquí expuestos, que podrían quedar comprendidos, o no, en el Manierismo.

Ahora bien, sobre todos los destacados en España, hay que incidir especialmente en la figura de El Greco, Doménikos Theotokópoulos / Δομήνικος Θεοτοκόπουλος, que aunque nació en la Creta veneciana, entonces, Candía, realizó la mayor parte de su obra en Toledo.


Con obras como Laocoonte (1600) -National Gallery de Washington-, se propuso conjugar la tensión religiosa candente en su época, con un acendrado manierismo, del que no está ausente su origen, en cierto modo, exótico para los castellanos.


Alejándose con todas sus energías y posibilidades, del realismo “fotográfico”, se propuso dotar a sus figuras humanas de una especie de distorsión que, claramente aumentaba el impacto emocional de las escenas en las que aparecían. Sus novedosos, y discordantes colores; sus anatomías y sus inesperadas perspectivas, junto con su original tratamiento de la luz y la sombra, además del frecuente amontonamiento de figuras, hicieron de su obra, casi un paradigma de la pintura manierista.


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martes, 20 de agosto de 2019

ANA COMNENA: LA PRIMERA CRUZADA


LA PRIMERA CRUZADA

Versión histórica más conocida.

Captura de Jerusalén durante la Primera Cruzada, 1099. Tardomedieval no identificado –siglos XIV o XV-, probablemente de Sebastien Mamerot: El Paso de Ultramar.

En marzo de 1095, Alejo I Comneno envió mensajeros al Concilio de Piacenza para solicitar al papa Urbano II ayuda frente a los turcos. La solicitud del emperador encontró una respuesta favorable de Urbano, que esperaba reparar el Cisma de Oriente y Occidente, producido cuarenta años antes, y reunificar a la Iglesia bajo el mando del papado como «obispo jefe y prelado en todo el mundo», -como dijo él mismo en Clermont-, mediante la ayuda a las iglesias orientales en un momento de necesidad.

Al Concilio de Piacenza, que permitió asentar la autoridad papal en Italia en un periodo de crisis, asistieron unos tres mil clérigos y aproximadamente treinta mil laicos, así como embajadores bizantinos. que solicitaban toda «la ayuda de la cristiandad contra los no creyentes». El papa se encontraba entonces libre para dedicarse a la preparación de la cruzada pedida por los embajadores orientales. 

Por otra parte, sabía que Italia no iba a ser una tierra que «se despertase a una explosión de entusiasmo religioso» ante la convocatoria, coincidiendo con el hecho de que su propia situación había sido muy contestada. Con todo, se propuso persuadir «a muchos para prometer, mediante juramento, ayudar al emperador lo más fielmente posible y tan lejos como pudieran contra los paganos», pero, en realidad, fueron relativamente pocos los que respondieron a su convocatoria; además de los embajadores de Francia, Inglaterra y Alemania, acudió el de Hungría, cuyo monarca, Ladislao I, era considerado por el papa como el mejor candidato para comandar las fuerzas cristinas, pero falleció en 1905 y fue sucedido por Colomán.

Coronación de Colomán de Hungría, sucesor de Ladislao
1360 Chronicon Pictum, ed. facsímil, en la biblioteca de la Universidad de Maryland.

El anuncio definitivo se publicó en el Concilio de Clermont, reunido el 27 de noviembre de 1095. El papa Urbano declaró que era preciso arrancar el dominio de Jerusalén a los musulmanes, a cuyo efecto, añadió que, mientras Francia estaba superpoblada, la tierra de Canaán, rebosaba leche y miel.

Conocidas por todos las continuas luchas entre los nobles, añadió que la paz entre ellos surgiría cuando pusieran sus espadas al servicio de Dios y prometió recompensas, así como la remisión de los pecados a todos los que perecieran.

La reacción ante su discurso fue mucho más favorable de lo que se esperaba; el papa declaró entonces que, mujeres, monjes y enfermos, deberían permanecer en sus respectivas residencias, pero esto último fue ignorado, ante la emoción que su discurso levantó en villas, ciudades y monasterios. Para los caballeros, permanentemente enfrentados, a veces entre sí, a veces, también contra el papa, la asistencia a la Cruzada suponía la remisión de todas las condenas morales previamente pronunciadas por este contra ellos, que en general, además de hacer de la guerra su medio de vida, oprimían a los campesinos sin piedad, y se apoderaban de los bienes del clero por la fuerza.

El papa Urbano II en el Concilio de Clermont. Ilustración del Livre des Passages d'Outre-mer, de alrededor de 1490 (Biblioteca Nacional de Francia).

Con todo, la mayor parte de los que respondieron a la llamada de Roma, no eran nobles ni caballeros, sino campesinos pobres, sin preparación militar, que, además de obtener la remisión de sus pecados, esperaban salir de la miseria en la que los mantenían aquellos grandes propietarios, de modo que emprendieron inmediatamente la marcha, junto con sus familias y sus más que escasas posesiones. Su numerosa afluencia fue la causa de que la Primera Cruzada, sea conocida como la Cruzada de los Pobres.

Esto se debió al hecho de que, haciendo suya la iniciativa de Urbano II, algunos predicadores, como Pedro el Ermitaño, iniciaron sus propias campañas por medio de la predicación, con la que persuadieron y pusieron en movimiento aquella gran masa de pobres; “campesinos y artesanos, además de siervos”, de tal manera que, a pesar de que el papa había fijado la fecha de la partida para el 15 de agosto de 1096 –fiesta de la Asunción de María-, ellos se pusieron en marcha mucho antes, convencidos de que conquistarían Jerusalén por sí mismos, a pesar de su carencia de armas apropiadas y de formación militar. El ejército de cruzados pobres, reunió a cuarenta mil personas, si bien , como hemos apuntado, este número estaba compuesto, además de hombres sin experiencia -contraviniendo la declaración del papa-, por numerosas mujeres y niños.

Hungría

Pedro de Amiens y sus ejércitos

El animoso ejército, todavía se encontraba en territorio cristiano, cuando empezó a sufrir y provocar contrariedades. En el primer aspecto, no tardaron a comprender que no disponían de aprovisionamientos suficientes, y, en el segundo, puesto que había gente de todas clases, resultó que algunos se creyeron en el derecho de saquear los territorios por los que atravesaban, empezando por el reino de Hungría, cuyo monarca había aceptado la llamada del papa desde el primer momento. Primero fue atacada por el francés Valter Gauthier y sus caballeros y después, siguiendo su ejemplo, por los pobres de Pedro de Amiens, el Ermitaño.

Según los acuerdos, aquella multitud debía ser escoltada por soldados húngaros durante su paso por aquellas tierras, pero los cruzados del Ermitaño, atacaron en masa a aquellos soldados, causando unas cuatro mil bajas entre ellos. 

El hecho provocó que el nuevo monarca húngaro asumiera una actitud hostil frente al resto de los cruzados que tenían que pasar por su territorio, a pesar de lo cual, siguió sufriendo ataques de otros grupos que causaron graves daños y dejaron muchos muertos a sus espaldas.

La pesadilla terminó cuando el rey húngaro, Colomán, exigió a Godofredo de Bouillon la promesa, firmada en la abadía de Pannonhalma, de que ningún cruzado más entraría en su territorio, si no se comprometía a comportarse pacíficamente.

Asia Menor

Finalmente, la multitud que seguía al Ermitaño llegó a Constantinopla, a pesar de que alrededor de diez mil de ellos, había quedado en el camino.

Llegados a La Ciudad, surgieron enfrentamientos internos a causa de las múltiples diferencias mutuas, no sólo culturales, sino, también religiosas, cuando los seguidores del Ermitaño se reunieron con franceses e italianos.

Ante la inesperada “invasión” de treinta mil cruzados, el emperador Alexis Comneno, puso todos los medios a su alcance para que pudieran embarcar inmediatamente y cruzar el Bósforo.

Una vez en Asia Menor, los inexpertos guerreros siguieron peleando entre sí, terminando por dividirse en dos grandes bloques diferenciados y casi permanentemente enfrentados.

Ya en tierras turcas, consiguieron una victoria inicial, que pronto se convirtió en derrota, a causa del total descuido de la retaguardia, lo que convirtió aquel primer éxito en una derrota, a la que siguió una terrible masacre, o, en ciertos casos, la esclavitud. El Ermitaño logró volver a Bizancio y unirse a los caballeros. 

Persecución de judíos

Otra consecuencia de la situación creada en el fragor de la guerra contra infieles, fue el surgimiento de una ola de violencia masiva contra las comunidades judías residentes en Europa. Al ser considerados tan infieles como los musulmanes; eran igualmente enemigos de Cristo, y el deber de los cristianos, tal como se entendió, no era el de intentar su conversión, como se había predicado, sino el de emprender su destrucción. 

En Francia y Alemania, muchos consideraron que no tenía sentido emprender tan largo viaje para luchar contra los infieles, cuando los tenían tan cerca de sus propias residencias.

En el mismo verano de 1096, un ejército de 10000 cruzados alemanes recorrió al valle del Rin, dirigiéndose a diversas comunidades judías, como la de Colonia, a las que exigieron, convertirse o morir, a pesar de la protección brindada a aquellos, por el propio obispo de Colonia. Cuando se extendió la noticia de las primeras masacres, llegaron a producirse casos de suicidios colectivos.

Un ejército descontrolado y desobediente, había interpretado a su modo las palabras del pontífice, a pesar de que este predicó repetidamente en contra de aquellas matanzas, que se siguieron produciendo al amparo del desorden provocado por los grandes desplazamientos.

En todo caso, la Cruzada de los Pobres, no fue sino el prólogo de la llevada a cabo por los barones o príncipes, en la que los nobles feudales, procedieron a continuación, formando cuatro grupos bien definidos, de los que son muy conocidos los nombres de sus respectivos capitanes.

-El comandado por Godofredo de Bouillon, con sus hermanos Balduino y Eustaquio, que llegó a Constantinopla atravesando Alemania y Hungría.

-El de Hugo de Vermandois, hermano del monarca francés, Felipe I, con el estandarte del papa; Esteban II de Blois, cuñado de Guillermo II de Inglaterra; el conde Roberto de Flandes y Roberto II de Normandía, que salieron desde Bari, en Italia.

-El de Bohemundo de Tarento, con su sobrino Tancredo.

-El de Raimundo de Tolosa, con Ademar de Le Puy –legado pontificio y jefe espiritual-, que atravesó Eslovenia y Dalmacia.

Los cuatro contingentes estaban formados por unos cinco mil caballeros, a la cabeza de treinta y cinco mil cruzados. Todos ellos llegaron a Constantinopla sin intendencia, pero contando con la ayuda de Alejo I, quien tras haber sufrido la experiencia de los pobres, debía proveer, incluso, a la gente de Bohemundo de Tarento, hasta entonces, su enemigo.

Alejo acordó con los cruzados, que serían debidamente provistos de suministros, a cambio de un juramento de lealtad, por el que se comprometían, asimismo, a devolver a Bizancio, si las recuperaban, las tierras que anteriormente le habían sido arrebatadas por los otomanos. Los cruzados aceptaron, en buena parte, a causa de su urgente necesidad de vituallas. Alejo I aportó, además un contingente militar que los acompañaría y guiaría a través de Asia Menor.

Nicea se convirtió el su primer objetivo. La ciudad sufrió un largo asedio que no tuvo grandes resultados, puesto que los cruzados no fueron capaces de bloquear el lago, a través del cual recibía provisiones. Sin embargo, en esta ocasión los turcos fueron derrotados, si bien ambos bandos sufrieron terribles pérdidas.

Alejo I, temiendo que los cruzados se entregaran al saqueo, llegó a un acuerdo secreto de rendición con la ciudad, y la tomó él mismo, la noche del 19 de junio de 1097. 

Cuando amaneció, los cruzados vieron estandartes bizantinos en los muros de la ciudad, en la que se les prohibió la entrada, lo que no hizo sino aumentar la ya ancha distancia entre cristianos orientales y occidentales.

Finalmente, los cruzados decidieron marchar a Jerusalén iniciando un recorrido que, habiendo sido calculado de unas cinco semanas, duró dos años.

La marcha a través de Asia resultó muy dificultosa a causa del calor del verano y la falta de agua y alimentos, que provocó numerosas muertes de hombres y animales. Nada parecía haber sido previsto en aquel incoherente avance; y siempre que se presentaba la oportunidad, los cruzados recurrían al saqueo para solucionar sus carencias.

Antioquía

Cuando el ejército cruzado llegó a Antioquía, entre Constantinopla y Jerusalén, se propuso asediarla. La operación, que empezó el día 20 de octubre de 1097, duró casi ocho meses, durante los cuales, los cristianos sufrieron graves penalidades; Antioquía era una ciudad tan grande, que no disponían de fuerzas para rodearla, lo que permitió a los asediados recibir abastecimientos.
  
Por otra parte, cada vez se hacía más evidente entre los hombres, que el verdadero objetivo de Bohemundo era adueñarse de la ciudad y erigirse en su gobernante.

Del mismo modo, no tardó en saberse que Raimundo IV de Tolosa abrigaba el mismo proyecto. Así, llegó a ocurrir que, en cierta ocasión, cuando Bohemundo abandonó el cerco para ir en busca de alimentos, Raimundo atacó la ciudad en solitario, aunque fue derrotado.

Bohemundo de Tarento escala solo los muros de Antioquía. 
Grabado de Gustave Doré.

El gobernante de Antioquía pidió ayuda al de Alepo, que envió un ejército que fue derrotado. Más adelante, el de Antioquía aprovechó la marcha temporal del ejército invasor para atacar su campamento, pero también tuvo que retirarse. Unos meses después, En marzo, de nuevo el caudillo de Antioquía logró emboscar a un grupo de cruzados que traían intendencia desde el puerto de San Simeón. 

Sorprendentemente, llegó al campamento cruzado la noticia de que, tanto Raimundo como Bohemundo habían muerto en aquella emboscada, lo que provocó una enorme confusión, que el sitiado aprovechó para atacar a Godofredo de Bouillón, pero fue derrotado por este y por las fuerzas de Bohemundo y Raimundo, que oportunamente llegaron ante el campamento, sin haber recibido daño alguno en sus personas.

Al parecer, gracias a la traición de un soldado armenio que sirvió de espía, el 2 de junio de 1098 los cruzados entraron en la ciudad matando a casi todos sus habitantes.

La masacre de Antioquía, grabado de Gustave Doré.

Unos pocos días más tarde llegó el ejército musulmán de 200.000 hombres, cuya ayuda había pedido Antioquía, e inició a su vez, un nuevo asedio, ahora contra los cristianos; unos 20.000, incluidos los no combatientes.

Pero, justo entonces, un monje llamado Pedro Bartolomé, aseguró haber descubierto la Lanza Sagrada, lo que, a pesar de algunas dudas, fue considerado como un milagro, que vendría a presagiar que la victoria cristiana estaba próxima.

Ademar de Monteil -a la izquierda, con mitra- empuña la Lanza Sagrada, es decir, aquella con la que Longinos, el soldado romano, había herido a Cristo en la cruz, para comprobar si seguía con vida. Miniatura medieval.

Y así fue como el 28 de junio los cruzados obtenían la victoria en una batalla campal, a pesar de múltiples errores tácticos y diferencias entre los sitiadores,  gracias a la Lanza.

Como anteriormente, los soldados bizantinos que protegieron a los expedicionarios a lo largo del recorrido, se habían retirado al llegar estos a su destino, Bohemundo de Tarento los acusó entonces de desertores, lo que, en su opinión invalidaba las promesas que había hecho a Alejo I y tomó posesión de la ciudad en su propio nombre, con el acuerdo de los demás cruzados, aunque ello no supuso ninguna clase de acuerdo entre los mismos, ya que sus enfrentamientos, mantuvieron al ejército inoperante el resto del año.

Hizo entonces su aparición una plaga, al parecer, de tifus, que provocó gran número de muertes, entre ellos, Ademar de Le Puy, quien actuaba como legado pontificio. Apenas les quedaban caballos y los musulmanes del entorno, se negaron a abastecerlos, de modo que, ya en diciembre, lanzaron un ataque, en cuyo transcurso, no solo fue asesinada toda la población, sino que se habló incluso de canibalismo entre los atacantes.

Finalmente, ya a principios del año 1099, se reanudó la marcha hacia Jerusalén. Tal como había deseado, Bohemundo permaneció en Antioquía, como su nuevo soberano.

Jerusalén

Desde Antioquía los cruzados salieron hacia Jerusalén, tomando de camino algunos lugares, entre los que destaca el famoso Krak des Chevaliers, aunque en aquel momento, fue abandonado. Por lo demás, apenas encontraron resistencia, puesto que los jefes locales preferían proporcionarles suministros y evitar el enfrentamiento.

El Crac de los Caballeros Castillo Cruzado, en la actual Siria

En junio de 1099, doce mil soldados a pie y mil quinientos a caballo llegaban ante las murallas de la Ciudad Santa, a la que, en principio, sometieron a un asedio, que se alargó lo suficiente como para que entre los cruzados se produjeran muchas bajas por la falta de agua y alimento.

Hubo algunos intentos de ataque sin resultados positivos, hasta que un sacerdote -Pedro Desiderio-, aseguró que a través de una visión celestial, se le comunicó que el ejército debía marchar descalzo en procesión, en torno a las murallas, con lo que la ciudad caería en nueve días. 

La procesión se celebró el día 8 de julio y la ciudad fue tomada el día 15 del mismo mes, en 1909.

Conviene apuntar, sin embargo, que el día 15 también habían llegado tropas de Génova al mando de Guillermo Embriaco, aunque no con carácter de cruzados. Una vez terminado su desembarco, desmantelaron sus propias naves, que utilizaron para construir grandes torres de asedio, que aparecieron ante la Ciudad el día 14, para asombro general.

La mañana del 15, los jefes cruzados accedían a la ciudad por medio de las torres. Durante la tarde, la noche y hasta la mañana siguiente, llevaron a cabo una matanza general de hombres, mujeres, niños, musulmanes, judíos, y hasta los pocos cristianos que aún quedaban en la ciudad.

Según la Gesta Francorum, «...la carnicería fue tan grande que nuestros hombres andaban con la sangre a la altura de sus tobillos...». 

Dos mil judíos fueron encerrados en la sinagoga principal, a la que, acto seguido, se prendió fuego. Raimundo de Aguilers, canónigo de Puy, y cronista de Raimundo IV de Tolosa, que participó en la matanza, escribió:

"Maravillosos espectáculos alegraban nuestra vista. Algunos de nosotros, los más piadosos, cortaron las cabezas de los musulmanes; otros los hicieron blanco de sus flechas; otros fueron más lejos y los arrastraron a las hogueras. En las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón que los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares la sangre nos llegaba hasta la rodilla. Cuando no hubo más musulmanes que matar, los jefes del ejército se dirigieron en procesión a la iglesia del Santo Sepulcro para la ceremonia de acción de gracias." 

Fulquerio de Chartres, Capellán de Balduino de Boulogne, corrobora:

"En verdad, si hubieseis estado ahí habríais visto nuestros pies coloreados hasta los tobillos con la sangre de la masacre. Pero ¿qué más os puedo contar? Ninguno fue dejado con vida; no hubo piedad, ni de mujeres ni de niños."

Algunos jefes cruzados, como Gaston de Béarn, intentaron proteger a los civiles refugiados en el templo, pero sin éxito, aunque se salvó una parte de la guarnición, protegidos por Raymond de Toulouse.

Finalmente, dice la misma Gesta Francorum que algunas personas lograron salir con vida de la ciudad. «Cuando los paganos ya habían sido vencidos, nuestros hombres capturaron a muchos, tanto mujeres como hombres, y, o bien les daban muerte o los hacían cautivos».

«Nuestros jefes ordenaron que todos los sarracenos muertos fuesen enviados fuera de la ciudad debido al hedor, puesto que toda la ciudad estaba llena de cadáveres; y por ello los sarracenos vivos arrastraron a los muertos hasta las salidas de las murallas y los colocaron en piras, como si fuesen casas. Nunca nadie pudo ver u oír de una matanza como esa de paganos, puesto que las piras funerarias se alzaban como pirámides, y nadie sabe su número salvo el mismo Dios».

Baldwin I of Jerusalem, de Merry-Joseph Blondel (1781–1853). Versalles

Los cruzados ofrecieron a Raimundo de Tolosa el título de rey de Jerusalén, pero lo rechazó; Godofredo de Bouillón, aceptó gobernar la ciudad, pero sin querer ser coronado donde Cristo había llevado «una corona de espinas», de modo que fue titulado Advocatus Sancti Sepulchri. Murió en julio de 1100 y fue sucedido por su hermano, Balduino de Edesa, ya como rey; Balduino I de Jerusalén.

Esta Primera Cruzada fue la única que alcanzó su objetivo.

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VERSIÓN BIZANTINA

ANA COMNENA, LA PRIMERA CRUZADA EN LA ALEXÍADA
Libro X, V. Inicio de la Primera Cruzada. Proclama de Pedro el Ermitaño a occidente.

No todo el texto, pero la mayor parte del capítulo está dedicado a la llegada de los cruzados: primero la de Pedro el Ermitaño, del que la mayor parte de los seguidores fueron diezmados tratando de llegar a la Nicea conquistada, y después, la de los nobles, altivos, violentos y pretenciosos, aunque Ana Comnena reconoce la buena voluntad de algunos de ellos, como Godofredo de Bouillon, pero denuncia la duplicidad de otros, como Bohemundo de Tarento, cuyo fin último era dominar Constantinopla personalmente, y se sorprende de ver entre los soldados, a sacerdotes que llevaban el evangelio en una mano y la espada en la otra.

Añade que el emperador acogió a los extranjeros con cortesía, pero con desconfianza, exigiendo de ellos un juramento de lealtad, y prometiendo aprovisionarlos durante su paso a través de las tierras del imperio.


1. Después de haberse repuesto un poco de sus grandes fatigas y a raíz de unos informes sobre las correrías y los despiadados pillajes que los turcos estaban haciendo por el interior de Bitinia, aprovechando los problemas surgidos en occidente, que habían absorbido la atención del soberano, elaboró un proyecto grandioso y digno de su persona, pensado para reforzar Bitinia y protegerse de las incursiones de los turcos gracias a las medidas que expondremos a continuación, ya que merece la pena contar en qué consistían.

2. Mientras el emperador intentaba reprimir el empuje de los bárbaros y fortificaba sobre todo Nicomedia contra las incursiones al interior de su región, observó un extenso foso que se encontraba más abajo del lago Baanes y cuyo curso él siguió hasta el final; concluyendo que este accidente no era un producto espontáneo de la tierra y que no había sido excavado de modo natural, sino que era obra del hombre. Gracias a sus indagaciones acabó sabiendo que esa zanja había sido cavada por orden de Anastasio Dícuro, aunque no podían explicar su finalidad. El soberano Alejo, por su parte, opinaba que aquel señor había proyectado trasvasar agua del lago a ese canal artificial. Pues bien, con el mismo propósito, Alejo ordenó cavar el foso a gran profundidad.

3. Temiendo que las aguas no fueran vadeables en el punto de enlace de las corrientes, erigió una poderosa fortaleza, segura e inexpugnable en toda su extensión tanto por el agua como por la altura y grosor de sus murallas; ésta fue la causa de que se la llamara Sidera. Aún hoy ese férreo baluarte es una plaza fuerte delante de una plaza fuerte y una muralla delante de una muralla.

El soberano en persona inspeccionaba la construcción de la fortaleza desde la mañana a la noche y, aunque hacía mucho calor por estar en plena estación estival, soportaba polvo y ardores. 

Invirtió gran cantidad de fondos para que de allí surgiera una muralla poderosa e inexpugnable, recompensando generosamente a cada uno de los que acarreaban piedras, ya fueran cincuenta o cien. A partir de ese momento, no sólo los que a la sazón se encontraban en el sitio de las obras, sino todo soldado o sirviente, lugareño u oriundo de otro país, se movilizaba para acarrear dichas piedras al ver los generosos salarios y al emperador mismo presidiendo la marcha de los trabajos como si fueran unos juegos. Gracias a este recurso afluía mucha gente y el acarreo de aquellas enormes piedras se podía hacer con mayor rapidez. Así era él, un ser capaz de las más profundas reflexiones y de las más grandiosas acciones.

4. En suma, los hechos que el soberano protagonizó se habían desarrollado como hemos descrito, pero aún no había tenido tiempo de descansar un poco, cuando oyó rumores acerca de la llegada de innumerables ejércitos francos

Como es natural, temía su aparición porque conocía su incontenible ímpetu, su inestable y voluble temperamento y todos los demás aspectos que posee de forma permanente el carácter de los celtas tanto en sus simples rasgos como las consecuencias del mismo. Igualmente sabía cómo, paralizados por el brillo del dinero, siempre rompían los tratados sin reservas de ningún tipo y abiertamente, argumentando el primer motivo que les viniera en gana. Y efectivamente, siempre había tenido ocasión de comprobar los rumores sobre esta conducta. Pero no se dejó abatir y se preparaba con todo empeño para estar preparado en el momento en que fuera preciso pelear.

Ahora bien, la realidad resultó más aterradora incluso que los rumores que se difundían. Todo el occidente, la raza de los bárbaros al completo, que habita las tierras comprendidas desde la otra orilla del Adriático hasta las columnas de Hércules, toda en una masa compacta, se movilizaba hacia Asia a través de toda Europa y marchaba haciendo la ruta con todos sus enseres. Aproximadamente, las causas de tan enorme movimiento de masas fueron las siguientes.

5. Un celta de nombre Pedro y de apodo, de la Cogulla tras haber sufrido en su peregrinación hacia el Santo Sepulcro muchas calamidades por culpa de los turcos y sarracenos que devastaban toda el Asia, a duras penas logró regresar a su casa. Pero no aceptaba el hecho de haber fracasado en sus planes y quería volver a emprender el mismo camino. Como era consciente de que en esta ocasión no debía ponerse a caminar en solitario hacia el Santo Sepulcro, concibió un astuto plan para evitar posibles desgracias. Éste consistía en lanzar la siguiente proclama por todos los países latinos: "Una voz divina me ordena anunciar a todos los condes de Francia que deben abandonar sin excepción sus hogares y partir para venerar el Santo Sepulcro, así como dedicar todas sus fuerzas y pensamientos a rescatar Jerusalén del poder de los agarenos."

6. A pesar de todo, tuvo éxito. Como si hubiera grabado un oráculo divino en el corazón de todos los hombres, consiguió que los celtas, desde lugares distintos sin importar cuáles fueran, se congregaran con armas, caballos y demás impedimenta de guerra. Tanto ánimo e ímpetu tenían, que todos los caminos vieron su presencia. 

Acompañaba a aquellos guerreros celtas una muchedumbre de gente desarmada que superaba en número a los granos de arena y a las estrellas, llevando palmas y cruces en sus hombros, mujeres y niños que habían partido de sus respectivos países. Pudo verse entonces cómo, igual que ríos que confluyen de todas partes, avanzaban masivamente hacia nuestros territorios a través del país de los dacios.

7. Precedió a la llegada de tan numerosos ejércitos una plaga de langosta que respetaba el trigo, pero devoraba sin compasión los viñedos. Esto era signo, como los adivinos de entonces profetizaban, de que los ataques de tan gran ejército celta se apartarían de objetivos cristianos y se dedicarían con celo a combatir contra los bárbaros ismaelitas, que están esclavizados por la ebriedad, el vino y Dioniso. 

Esta raza, en efecto, es seguidora de los cultos de Dioniso y del dios Amor, está sumida en la práctica de toda clase de promiscuidad, de modo que, si bien su carne está circuncidada, no lo están sus pasiones y no es más que esclava y mil veces esclava de las perversiones de Afrodita. Es por esto por lo que ellos adoran y veneran a Astarté y Astarot y estiman muchísimo la imagen de ese astro junto con la imagen dorada de Cobar

Precisamente, el trigo, por el contrario, era símbolo del cristianismo en esa profecía por su sobriedad y su gran valor alimenticio. Ésta fue, pues, la interpretación dada por los adivinos a los viñedos y al trigo.

8. Dejemos en este punto las cuestiones relacionadas con la adivinación, aunque el hecho de que la llegada de los bárbaros viniera acompañada de estos signos provocaba, al menos en las personas inteligentes, ciertas extrañas sospechas. 

La venida de tan gran cantidad de gente no se producía de manera uniforme ni en el mismo instante (¿cómo hubiera sido posible que tan numerosa muchedumbre procedente de diferentes lugares, atravesara en masa el estrecho de Longibardía; hubo una primera travesía, luego una segunda a la que siguió otra más, hasta que, una vez la hubieron hecho todos, emprendieron camino por tierra firme. 

Como hemos dicho, a cada uno de sus ejércitos lo precedía una inmensa plaga de langosta. Todos, pues, cuando pudieron observarla varias veces, llegaron a la conclusión de que anunciaba la llegada de los batallones francos.

9. Ya en el momento en que algunos empezaban a atravesar aisladamente el estrecho de Longibardía (1), el soberano hizo llamar a determinados jefes de las fuerzas romanas y los envió a la zona de Dirraquio (2) y de Aulón (3) con orden de recibir amablemente a los que hiciesen la travesía y darles abundantes provisiones sacadas de todas las regiones que hay en el camino hacia aquellos lugares. Luego, tenían órdenes de no perderlos de vista y de emboscarse para alejarlos con breves escaramuzas, cuando vieran que realizaban incursiones y correrías para forrajear por las regiones vecinas. Los acompañaban también algunos intérpretes del idioma latino a fin de evitar los enfrentamientos que pudieran surgir entre tanto.

10. Pero, para dar más detalles y profundizar en este episodio añadiré que, cuando se expandió por todo el mundo el rumor de aquella convocatoria, el primero que vendió sus propiedades y se puso en camino fue Godofredo. Este hombre era adinerado y presumía grandemente de su valor, valentía e ilustre linaje; y, en efecto, cada uno de los celtas se afanaba en adelantarse al resto. Fue aquél un movimiento de masas como nunca nadie recuerda: había tantos hombres y mujeres con la sincera idea de correr a postrarse ante el Santo Sepulcro del Señor y contemplar los sagrados lugares, como había seres muy pérfidos, por ejemplo, Bohemundo y sus seguidores, que albergaban en su seno otras intenciones, es decir, poder apoderarse también de la ciudad imperial como si hubieran descubierto en ella una cierta posibilidad de provecho. Bohemundo, en concreto, turbaba las almas de muchos y muy valientes caballeros a causa del antiguo rencor que le guardaba al soberano.

Así pues, tras su proclama Pedro se adelantó a todos, atravesó el estrecho de Longibardía con ochenta mil jinetes y llegó a la capital a través de las tierras de Hungría. Como puede adivinarse, la raza de los celtas tiene además un temperamento muy ardiente e inquieto y es incontenible cuando se lanza a alguna empresa.

VI. Derrota del primer contingente de cruzados cerca de Nicea.

1. Como el emperador conocía los sufrimientos que había padecido Pedro [de la Cogulla] en su primer viaje, a causa de los turcos, le aconsejó que aguardase la llegada del resto de los condes; pero no logró convencerlo, ya que confiaba en el número de quienes lo acompañaban en aquel momento. 

Atravesó, pues, el estrecho y una vez en la otra orilla, fijó su campamento en una ciudadela llamada Helenópolis. Los diez mil normandos que lo seguían se separaron del resto de la expedición y se dedicaron a devastar los alrededores de Nicea (4), dando muestras de extrema crueldad con todo el mundo. De los recién nacidos, a unos los descuartizaban, a otros los empalaban y los quemaban al fuego y atormentaban con toda clase de mortificaciones a los adultos.

2. Sus habitantes, al percatarse de lo que estaba pasando, abrieron las puertas e hicieron una salida en contra de ellos. Tras un violento combate, retrocedieron hasta meterse dentro de la plaza, derrotados por la decidida manera de combatir que mostraban los normandos, que, de este modo, una vez hubieron recogido todo el botín, volvieron de nuevo a Helenópolis. (5) 

Constantino llamó a la ciudad "Helenópolis" en homenaje a su madre, Santa Helena [de Constantinopla]. Icono de Nikolla, hijo de Onufri, en la iglesia de Santa María de Vlaherna, en Berat (Albania). Segunda mitad del S. XVI.

Como suele suceder en semejantes circunstancias, se produjo una disputa entre ellos y quienes no los habían acompañado en sus correrías a causa de la envidia que corroía a los que se habían quedado. Tras un enfrentamiento, los osados normandos se separaron de nuevo, llegaron a Jerigordo y se apoderaron de ella al primer asalto.

3. Cuando se enteró de lo ocurrido, el sultán envió contra ellos a Elcanes con numerosas fuerzas. Tras llegar a Jerigordo, la tomó y, de los normandos, a unos los hizo víctimas de la espada y a otros se los llevó prisioneros; mientras, planeaba acciones contra los que estaban junto a Pedro de la Cogulla. Preparó emboscadas en lugares apropiados, para poder sorprenderlos por el camino hacia Nicea y matarlos; como conocía la codicia de los celtas, mandó buscar a dos hombres de carácter arrojado y les ordenó que se dirigieran al ejército de Pedro de la Cogulla, para darle a conocer que los normandos habían ocupado Nicea y estaban haciendo el reparto de las riquezas que había en ella.

4. Esta noticia intranquilizó tremendamente a los que acompañaban a Pedro. Pero tan pronto como oyeron hablar de reparto y de riquezas, se pusieron desordenadamente en camino hacia Nicea, olvidando no sólo los conocimientos militares, sino incluso la formación correcta que conviene guardar cuando se parte a la batalla. 

Como hemos dicho anteriormente, la raza de los latinos es asimismo muy codiciosa y cuando ha resuelto atacar un país, es imposible contener su invasión a causa de su desenfreno. En su avance carente de orden y formación, vinieron a caer en manos de los turcos que estaban emboscados en el Dracón y fueron masacrados miserablemente. 

Tan grande fue la muchedumbre de celtas y normandos que cayó víctima de la espada de los ismaelitas, que cuando se reunieron los despojos existentes por doquier de los hombres muertos, hicieron no digo ya un enorme collado, ni un montículo, ni una colina; sino una especie de montaña elevada que tenía una longitud y extensión considerables: tan voluminoso fue el amontonamiento de huesos. Posteriormente, algunos bárbaros del linaje de los masacrados, al edificar unas fortificaciones aparentemente semejantes a las de una ciudad, colocaron los huesos de los que habían caído intercalados como argamasa, haciendo que la ciudad les sirviera de algo parecido a una tumba. Aún hoy día sigue en pie esa ciudad, cuyas fortificaciones fueron erigidas con piedras y huesos mezclados entre sí.

5. En consecuencia, como todos habían caído bajo la espada, sólo Pedro en unión de unos pocos regresó y se introdujo de nuevo en Helenópolis. En cuanto a los turcos, le estuvieron tendiendo emboscadas nuevamente para capturarlo. El soberano, al oír todas estas noticias y confirmarse tan gran matanza, se indignaba al pensar que Pedro pudiera ser capturado. Mandó buscar enseguida a Constantino Euforbeno Catacalon, de quien ya hemos hablado en muchas ocasiones; embarcó bastantes fuerzas en naves de guerra y lo envió por mar en su auxilio. Los turcos, al observar su llegada, se dieron a la fuga. Él, sin perder un instante, rescató a Pedro y a sus acompañantes, que eran contados, y logró ponerlos a salvo junto al emperador.

6. Durante la entrevista en la que el emperador le recordó la imprudencia que había demostrado tener desde el primer momento y cómo por hacer caso omiso de sus recomendaciones se había sumido en tan horrendas calamidades, él, como altivo latino que era, no reconoció su propia culpabilidad en tan enormes desgracias y se la achacaba a aquellos que no lo habían obedecido, sino que habían seguido sólo sus particulares deseos, y los calificaba de piratas y ladrones; por todo ello afirmaba que Nuestro Salvador no había permitido que pudieran presentarse a venerar el Santo Sepulcro.

7. En conclusión, los latinos que como Bohemundo y sus secuaces ambicionaban desde hacía tiempo gobernar el imperio de los romanos y querían apropiárselo, como hemos dicho, hallaron una excusa en la proclama de Pedro para provocar tan inmensa movilización y engañar a las personas más puras; mientras, vendieron sus tierras con el pretexto de que partían contra los turcos para liberar el Santo Sepulcro.

VIII. Hazañas de Mariano Maurocatacalón.

7. (...) Un sacerdote latino, que estaba junto a otros doce compañeros de armas del conde y que se hallaba a proa, al ver estos hechos disparó numerosos dardos contra Mariano. Pero tampoco así cedía Mariano y mientras combatía, exhortaba a hacer lo mismo a los que estaban a su mando, de modo que en tres ocasiones hubo que relevar a los hombres heridos y agotados que rodeaban al sacerdote latino. En cuanto al sacerdote, aunque había recibido muchos impactos y estaba empapado en su propia sangre, aguantaba a pie firme.

8. No hay coincidencia de opiniones sobre la cuestión de los clérigos entre nosotros y los latinos; a nosotros se nos prescribe por los cánones, las leyes y el dogma evangélico: “No toques, no murmures, no ataques; pues estás consagrado”. El bárbaro latino, sin embargo, lo mismo manejará los objetos divinos que se colocará un escudo a la izquierda y aferrará en la derecha la lanza, y de igual modo comulga con el cuerpo y la sangre divinos que contempla matanzas y se convierte en un ser sanguinario, como dice el salmo de David. Así, esta bárbara especie no son menos sacerdotes que guerreros. Pues bien, aquel combatiente, mejor que sacerdote, lo mismo se vestía con la estola sacerdotal que manejaba el remo o se dedicaba a combatir en batallas navales, luchando con el mar y con los hombres simultáneamente. En cambio, como acabo de decir, nuestro modo de vida se remonta a Aarón, a Moisés y a nuestro primer pontífice.

X. Llegada del conde Raúl y de los demás condes

6. Después de que todos los condes comparecieran, incluido Godofredo, y prestaran juramento, uno de aquellos nobles tuvo la osadía de sentarse en el trono del emperador. El emperador soportó esta injuria sin decir una palabra porque hacía tiempo que conocía el temperamento altivo de los latinos. El conde Balduino se le acercó, lo tomó de la mano, lo levantó de allí y le recriminó su actitud en estos términos: "No deberías haber hecho eso, ya que has prometido ser vasallo del emperador". 


Godofredo de Bouillon sosteniendo una pollaxe [hacha de peto]. Castillo de Manta, Cuneo, Italia.
Balduino de Bolonia -hermano de Godofredo de Bouillon.

Tampoco es costumbre de los emperadores romanos el compartir su trono con los que les son inferiores en rango; los que por su juramento se han convertido en vasallos de Su Majestad deben observar las costumbres de su país. El otro no respondió nada a Balduino y fijando su penetrante mirada en el emperador, se dijo a sí mismo en su propio idioma: "Mirad cómo un campesino es el único que está sentado, mientras a su lado están en pie tan magníficos caudillos."

7. El emperador reparó en el movimiento de los labios del latino y llamando a un intérprete, le preguntó sobre lo que había dicho. Cuando hubo oído la frase de aquél, prefirió no dirigirse al latino por el momento y reservó para sí sus reflexiones. Cuando todos se despedían del emperador, hizo venir a aquel soberbio y desvergonzado latino y le preguntó quién era, de donde procedía y a qué linaje pertenecía. Él le respondió: 

-"Soy un franco de pura raza, de una familia noble; y una cosa sé, que en un cruce del país de donde procedo existe un antiguo santuario, al que se acerca todo el que esté dispuesto a enfrentarse en un combate singular y tras plantarse allí como un solitario combatiente, solicita ayuda a Dios desde las alturas y espera con tranquilidad al adversario que se atreva a contender con él. En dicho cruce pasé yo mucho tiempo inactivo, buscando a alguien que luchara conmigo; pero en ninguna parte había un hombre que se atreviera a ello." 

Cuando hubo oído estas palabras, el emperador le dijo:

-Si buscando entonces el combate no lo hallaste, te ha llegado el momento de hartarte con innumerables combates; te recomiendo que no te coloques ni en la retaguardia, ni en la vanguardia de la falange: pues hace mucho tiempo que conozco el método de combate de los turcos.

No sólo le daba a él estos consejos, sino también a todos los demás y les adelantaba todos los problemas que iban a encontrar en su camino; asimismo les recomendaba que no se obstinaran en perseguir a los turcos hasta el final, cuando Dios les concediera la victoria contra los bárbaros, para no caer muertos en medio de sus emboscadas.
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VERSIÓN PERIODÍSTICA DEL SIGLO XXI

Diario ABC, 29/07/2019

Toma de Jerusalén por los cruzados, el 15 de julio de 1099- Giraudon

PRIMERA CRUZADA: DESCUBREN EVIDENCIAS DEL ATROZ ASEDIO CONTRA LOS MUSULMANES EN LA CONQUISTA DE JERUSALÉN. UN EQUIPO DE ARQUEÓLOGOS ENCUENTRA RESTOS DEL ATAQUE, CONQUISTA, SAQUEO Y MASACRE DE FATAMID DURANTE JULIO DE 1099

A lo largo de tres milenios, el Monte Sión de Israel ha sido tierra sagrada por la que han luchado ferozmente diferentes culturas. Por ello, se han encontrado restos valiosos que han confirmado importantes hitos de la historia que han tenido lugar sobre esta tierra sagrada.

Este hallazgo que ha realizado ahora un equipo arqueológico de la excavación, codirigido por la Universidad de Carolina del Norte Charlotte y la Universidad de Haifa La Universidad de Carolina del Norte, se suma a la lista. Se trata de la primera vez que un descubrimiento arqueológico confirma los relatos históricos de la Primera Cruzada, hace casi mil años de antigüedad.

Se trata del asedio, la conquista, el saqueo y la masacre de Fatamid (musulmán) que llevaron a cabo los cruzados en julio de 1099. Estos restos encontrados son particularmente importantes porque esta batalla marca un momento crítico en la violenta historia de Jerusalén, cuando la ciudad fue destruida y recolonizada por sus conquistadores.

«Durante tres días, o tal vez incluso una semana, los cruzados perpetraron atrocidades: violación, saqueo, asesinato», ha afirmado a Shimon Gibson, profesor de Historia en la Universidad de Carolina del Norte Charlotte. «Los cronistas hablan de "ríos de sangre" que corrían por las calles de la ciudad -continúa este especialista-, y puede que no sea una exageración. Se cometieron terribles crímenes y murieron muchas personas, incluidos cristianos. Los cristianos locales eran considerados tan heréticos como los musulmanes y los judíos. Convirtieron a Jerusalén en un pueblo fantasma».

Estos investigadores han encontrado el foso que los defensores fatamidas cavaron a lo largo de la muralla sur de la ciudad para protegerse contra los asalto de los cruzados.

Según Eurekalert, a través de evidencia estratigráfica, los arqueólogos han podido confirmar la fecha del siglo XI de la zanja de 17 metros de ancho por cuatro metros de profundidad, que se apoyaba en la muralla de la ciudad fatamida. También han encontrado artefactos del asalto, incluidas las puntas de flecha, los colgantes de cruz de bronce de los cruzados y una espectacular pieza de joyería de oro musulmán, que es probablemente botín de la conquista.

La joyería, que incluye una fina manufactura de oro con perlas y cuentas de colores, ha sido encontrada por los arqueólogos John Hutchins y Melanie Samed, y la extrajeron cuidadosamente de la casa en ruinas, donde había permanecido durante 920 años. Gibson está bastante seguro de que es un botín del saqueo de los soldados que llevaron a cabo el ataque.

«Es grande y valioso, no es algo que perderías», ha apuntado Gibson. «Esta pieza de joyería puede haber sido de origen egipcio y parece haber sido utilizada como un accesorio para el oído y, debido a su gran tamaño, quizás también para sostener un velo en posición alrededor de la cabeza de una mujer». La sospecha de origen egipcio viene dada por que la dinastía Fatamida vino de Egipto.

Tenaz resistencia
Todos estos objetos se han encontrado en el interior de una antigua edificación que se encontraba en ruinas en el momento del asalto y que fue utilizada por los cruzados para defenderse.

«Parece que existía un barrio fuera de las murallas con varios edificios dispares. Excavamos uno de ellos en estado ruinoso, posiblemente dañado por el terremoto de 1033», ha afirmado a Gibson. «Puedes imaginar a los cruzados atacando la ciudad desde el sur, que se encuentran la zanja y este edificio en ruinas, y lo usan para cubrirse, y eso explica algunas de las puntas de flecha porque habrían estado lloviendo sobre ellos», ha indicado este especialista.

Todo ello, unido a restos de una puerta de la ciudad en el sitio hallada en temporadas anteriores, han llevado a pensar a los arqueólogos que este enclave fuera un punto focal para el principal asalto del sur, que, finalmente franquearon la ciudad por una operación simultánea desde el norte.

La arqueología aclara de este modo una imagen histórica que se conoce, principalmente, por cronistas contemporáneos que se consideraron cuestionables en su precisión. Para todos ellos, el ataque de los cruzados en la ciudad de Jerusalén fue sangriento y tuvo lugar al norte y al sur. Sin embargo, al ser la parte norte la que tuvo éxito, poco se ha sabido sobre este ataque desde el sur.

Saqueo y masacre

Peter Tudebode (sacerdote francés que participó en la Primera Cruzada y que la narra en «Historia de Hierosolymitano itinere») cuenta que las fuerzas dirigidas por Raymond de Saint Gille en el lado sur, se posicionaron en algún lugar del Monte Sión y procedieron a atacar la muralla.

Sin embargo, había una zanja enfrente de la pared y no podían levantar su torre de asedio de madera contra ella, por lo que Raymond pidió a sus hombres, al abrigo de la noche, que llenaran la zanja a cambio de ser recompensados con dinares de oro. Aunque la construcción de la torre de asedio pudo continuar, el asalto del sur no tuvo éxito debido a la tenaz resistencia de los defensores.

Los artefactos asociados con el hallazgo brindan algunos detalles sobre el momento histórico de la Primera Cruzada. En la zanja, los arqueólogos han encontrado lo que podría ser parte de un estandarte de batalla hecho de metal, así como piezas de cerámica china de celadón, que muestran un comercio activo con el lejano oriente durante el período Fatamida.

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NOTAS: 
1 Λογγοβαρδία, Longibardia y Λαγουβαρδία, Lagoubardia) era un término bizantino para los territorios controlados por los lombardos en Italia en los siglos IX y X, también fue el nombre de una provincia civil-militar bizantina (o thema) conocido como Thema de Langobardia situada en el sureste de Italia. Lombardía.
2 Hoy, Durrés, en Albania. Dirraquio.
3 Aulón, en Creta o quizás, Mesenia, en el Peloponeso.
4 Νικαïα, Nikaia, ‘victoria’. Antigua ciudad de Bitinia, en Asia Menor
5 Helenópolis: Bitinia, en Asia Menor.

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