lunes, 31 de enero de 2022

Una obra maestra de El Greco ● Un Infante coleccionista, Sebastián Gabriel de Borbón Bragança. (II Parte).

¿Quién era, en realidad, el Infante que adquirió la Asunción de Santo Domingo el Antiguo, de El Greco

Sebastián Gabriel de Portugal: El Infante Coleccionista.

Ancestros de Sebastián Gabriel y María Cristina Borbón y Borbón

Sebastião Gabriel de Bourbon e Bragança, nació en Río de Janeiro (4.11.1811),y  falleció en Pau, Francia, (14.2.1875). Era el único hijo del infante luso español Pedro Carlos de Borbón y de la infanta portuguesa María Teresa de Portugal, princesa de Beira. Sus abuelos paternos eran el infante Gabriel, hijo predilecto de Carlos III de España, y la infanta portuguesa Mariana Victoria, fallecidos ambos en 1788. Los maternos, eran el rey Juan VI de Portugal y la infanta española Carlota Joaquina de Borbón. 

Retrato de Don Sebastião Gabriel de Bourbon e Bragança, de  Armand Julien Pallière. Museo Histórico Nal. Brasil

El Infante Sebastián Gabriel. Goya, 1822. Col. Privada

Siendo, pues, Infante de España y Portugal, Optó por apoyar al Carlismo, participando en la Primera Guerra Carlista, contra Isabel II, razón por la cual, tras la muerte de Fernando VII en 1833, ya bajo la regencia de María Cristina, María Teresa y los demás partidarios y familiares del infante Carlos fueron expulsados de España.

El infante Sebastián de Borbón, por Luis Ferrant y Llausás: 1835, Museo del Romanticismo de Madrid y 1837, Academia de San Luca, Roma.

Cuando Sebastián Gabriel nació, la familia real portuguesa se había refugiado en Río de Janeiro, Brasil, a raíz de la invasión de Napoleón. Sebastián era Infante de Portugal desde el 9 de diciembre de 1811, y de España, desde 1824, por decisión de su tío abuelo, Fernando VII, pero en 1812, cuando apenas tenía un año, quedó huérfano de padre.

Cuando, en 1814 la familia real portuguesa decidió volver a Portugal, Sebastián Gabriel y su madre permanecieron en Brasil, hasta 1821, año en que María Teresa decidió volver a Madrid, donde reclamó para su hijo la cuantiosa herencia que entendía le correspondía legalmente.

María Isabel de Bragança-esposa de Fernando VII-, señalando el Museo del Prado y sus planos. Bernardo López y Piquer, 1829

María Francisca de Bragança, esposa de Carlos María Isidro, de Luis de la Cruz, c. 1825. MNP, depositado en M. Romanticismo

En un intento por mejorar las tensas relaciones entre la familia española y la portuguesa, se acordaron las bodas de las infantas portuguesas María Isabel de Bragança, con Fernando VII y María Francisca de Bragança, con su hermano menor Carlos María Isidro de Borbón. Las bodas se celebraron en 1816 y, a partir de entonces, la presencia de las tres princesas portuguesas en la corte española, fue un enfrentamiento continuo, especialmente, en el transcurso de los últimos años de reinado de Fernando VII.

María Francisca y Carlos María Isidoro, se casaron el 22.2. 1816, en Cádiz, por poderes y el matrimonio fue ratificado el 5 de septiembre, ya con la presencia de los contrayentes, en el Palacio Real de Madrid. La pareja se i8nstaló en la Corte de Madrid y tuvieron tres hijos: 

-Carlos Luis de Borbón y Braganza (Madrid, 1818 - Trieste, 1861), conde de Montemolín, que se casaría, en 1850 en el Palacio de Caserta con la princesa María Carolina de Borbón-Dos Sicilias. No tuvieron hijos.

-Juan de Borbón y Braganza (Aranjuez, 1822 - Brighton, 1887). Fue conde de Montizón, y se casó, en 1847, en Módena, con la archiduquesa María Beatriz de Austria-Este. Tuvieron hijos.

-Fernando de Borbón y Braganza (El Escorial, 1824 - Brunsee, 1861). Soltero y sin descendencia.

A partir de 1832 María Francisca, acompañó a Carlos María Isidro en todos sus desplazamientos y apoyó su radical negativa a aceptar la Pragmática Sanción, que abolía la Ley[semi]Sálica, que permitió el acceso al trono a la infanta Isabel, futura reina Isabel II de España. Su denodado interés por acceder al trono de España, no le permitía, a pesar de su rotunda defensa del absolutismo a ultranza, acatar la decisión de su hermano, monarca absoluto por definición.


El 12 de junio de 1834, Carlos María Isidro y María Francisca, llegaban a Inglaterra con sus hijos; con la princesa de Beira, esposa de Pedro Carlos de Borbón -nieto de Carlos III, por el hijo predilecto de este, Gabriel de Borbón-, y madre de Sebastián Gabriel, -a la que, en ocasiones, se define como “la verdadera reina carlista”-, y algunos partidarios más.

Pedro Carlos y María Teresa

A fines de junio se instalaron en Gloucester Lodge en Old Brompton, un suburbio de Londres, donde unos días después, el conde de Ludolf, embajador de Nápoles en Londres, visitó al infante Carlos, quien le recibió con toda solemnidad, acompañado por las dos infantas portuguesas, María Francisca y María Teresa; en opinión del napolitano, "tan negras y feas, con ojos de una casta africana", añadiendo, que le dieron miedo "esos cuatro terribles ojos negros fijos en él con la furia de bestias salvajes", motivo por el cual, después de saludar al infante se marchó, declarando que "¡se alegró de escapar con vida de esa guarida de bandidos!". Lo que demuestra una elegancia infinita, que podría definirse con muchos adjetivos, aunque no es el caso, pero no olvidemos que habla un cortesano con carácter diplomático, que, fundamentalmente, y entre otras cualidades, parece reflejar un extraño racismo.

El 4 de septiembre de 1834 María Francisca fallecía en Inglaterra, donde se encontraba su marido el Infante Carlos María Isidro, retenido, en un intento de que no volviera a España, quien se volvió a casar; esta vez con la infanta María Teresa de Portugal, princesa de Beira, a la que ya conocemos; hermana mayor de la fallecida y ya viuda, a su vez, de Pedro Carlos de Borbón.

Precedentes de la reivindicación y la guerra por el trono de España

No mucho tiempo antes, y, como es bien sabido, cuando Fernando VII enviudó por tercera vez, se había casado, por cuarta y última, en 1829, con su sobrina, la princesa napolitana María Cristina de las Dos Sicilias.

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, 1830, de Vicente López Portaña. MNP.

Tuvieron dos hijas: Isabel y Luisa Fernanda y, después de decirse y desdecirse, -costumbre inveterada de este monarca-, se acordó que la heredera al trono fuese su hija Isabel y no su hermano Carlos María Isidro, como él mismo esperaba y como se había dado por seguro hasta entonces.

En todo caso, la presencia de la reina Cristina, facilitó a Sebastián Gabriel, su boda, en Madrid, el 25 de mayo de 1832, con la princesa María Amalia de las Dos Sicilias; hermana menor de la propia reina.

María Amalia de las Dos Sicilias / Maria Amelia delle Due Sicilie. Pozzuoli, 25. 02.1818 - Madrid, 6. 11.1857. Princesa de las Dos Sicilias, y, por un tiempo, Infanta de España y de Portugal, precisamente, por su matrimonio con el infante Sebastián Gabriel.

Cuando la familia se dividió con respecto a la sucesión, la madre de Sebastián Gabriel, muy conservadora, apoyó a su cuñado Carlos, contra la que finalmente, sería reina, como Isabel II, por lo que, al morir Fernando VII en 1833, siendo ya regente su viuda, María Cristina, María Teresa y los demás partidarios del aspirante, fueron expulsados del reino.

Sebastián Gabriel se mostró fiel a la decisión del difunto rey y al derecho de su hija Isabel, que sólo tenía tres años cuando heredó el trono, pero María Teresa, su madre, inició una larga batalla cargada de chantaje emocional para hacer cambiar a su hijo de bando, contando con el apoyo de su nuera María Amalia, también empeñada en la causa carlista.

Finalmente, Sebastián Gabriel cambió de bando y bajo un falso pretexto se fue a Barcelona, y de allí a Nápoles, a la corte de su cuñado, Fernando II de las Dos Sicilias.

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Fernando II delle Due Sicilie. Unas pinceladas.

Fernando II, firmado por “P. La Monica F. 1851”. Col. particular.

Fernando Carlos, nacido en Palermo -Sicilia-, fue el primogénito de Francisco I de las Dos Sicilias y de su prima y esposa, María Isabel, infanta de España. Era nieto del rey Fernando I de las Dos Sicilias y de la archiduquesa María Carolina de Austria, por vía paterna y, por parte de madre, nieto del rey Carlos IV de España y su esposa, la princesa María Luisa de Parma; bisnieto, por tanto, de Carlos III de España por las dos ramas.

Retrato de la familia de Francisco I. Nápoles en el Museo de Capodimonte, procedente del Palacio Real de Caserta.

Francesco I encargó esta pintura a Giuseppe Cammarano, para regalárselo a Fernando IV, su padre, como se puede leer en la inscripción de la columna. A pesar de que el artista rinde homenaje a Canova, autor de la escultura central, resulta evidente el carácter burlesco del conjunto, que, casi sin duda, Cammarano quiso expresar voluntariamente.

En la pintura aparecen, María Isabel de Borbón-España -segunda esposa de Francisco I-, que tiene en brazos a María Carolina; también, Ferdinanda Luisa, María Antonia -que sería Gran Duquesa de Toscana-. Luisa Carlota, que recibe el abrazo y el apoyo afectivo de la que sería reina de España, María Cristina. Francisco I acerca a María Amalia, futura esposa del infante Sebastián de Borbón, al pedestal. Los dos pequeños, a la derecha del espectador, son, Carlos, príncipe de Capua y Leopoldo, conde de Siracusa.

En su juventud se le consideraba un muchacho de tendencias liberales, lo que le granjeó una cierta popularidad, y su actitud le ganó el afecto de los lazzaroni (Nota al final) napolitanos. Después de suceder a su padre en 1830, Fernando II prometió administrar de forma imparcial la justicia; reformar las finanzas de las Dos Sicilias y ayudar a olvidar los horrores de los numerosos conflictos que afectaron durante décadas a su reino. Estas promesas, aparentemente, las hizo para apaciguar a sus opositores, pues, aunque sí llevó a cabo algunas reformas económicas en las Dos Sicilias, muchos problemas relacionados con los impuestos apenas sufrieron alteraciones o mejoras; la corrupción siguió floreciendo en todos los ámbitos de la administración, y el absolutismo se estableció como sistema político de forma aún más dura que en tiempos de sus antepasados. 

La historia considera a Fernando II como un hombre astuto por naturaleza, de escasa formación, muy supersticioso y con una desorbitada autoestima.

Al casarse por segunda vez, en 1837, con una archiduquesa de Austria, creció el despotismo, al mismo ritmo que el descontento de sus súbditos, que, en ocasiones intentó manifestarse, pero siempre de manera fallida. 

Pero, en enero de 1848, una sublevación en Sicilia, creó un aliento revolucionario, que pronto recorrió toda Italia y parte de Europa. De hecho, siguió otro levantamiento en Nápoles, tras el cual, Fernando II aceptó jurar una constitución, sin embargo, los desacuerdos sobre el texto de la misma, se produjeron nuevos disturbios en Nápoles, a consecuencia de los cuales, el monarca disolvió el parlamento el 13 de marzo de 1849.

Después se retiró a Gaeta, y se puso en contacto con otros absolutistas depuestos y, tras la noticia de la victoria austríaca en la Batalla de Novara, en el mismo mes y año, Fernando II volvió su política férrea. Las ciudades principales de la isla de Sicilia, fueron bombardeadas; una acción que le hizo acreedor del apodo de Rey Bomba.

En 1851 William Gladstone, estimó que había en Nápoles más de 15.000 prisioneros políticos -aunque se estima, que la cifra superaba los 40.000-. En 1856, Francia e Inglaterra, enviaron sendos representantes diplomáticos a las Dos Sicilias, con el objeto, no ya, de otorgar libertades, sino, simplemente, mitigar la crueldad el rey, pero de nada sirvió. 

Fernando II falleció el 22 de mayo de 1859, poco después de que Francia, y Piamonte-Cerdeña, le declarasen la guerra al Imperio Austríaco, que no solo acabaría con la existencia del reino de las Dos Sicilias, sino también, con la dinastía.

Sus 2 esposas:

María Cristina de Saboya (1812-1836. Beatificada), y María Teresa de Austria-Teschen (1816-1867). 

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Pues bien, volviendo sobre nuestros pasos; digamos que Sebastián Gabriel volvió sobre los suyos, presentándose en Barcelona, para dirigir una campaña militar que fracasó, tras lo cual, volvió a la capital de Nápoles, desde donde se desplazaría posteriormente, a Leybach, para reunirse con don Carlos y su familia, incluida su madre, la princesa de Beira. 

Disfrazado de comerciante inglés, Sebastián Gabriel entró de nuevo en España por Zugarramurdi, donde fue nombrado ayudante de campo de don Carlos y después, jefe del ejército carlista. Participó en la batalla de Oriamendi (1837); en Huesca y Barbastro; sitió Bilbao y llegó a Castilla la Nueva. 

En 1838 su madre, la princesa de Beira, se casó en Azcoitia con don Carlos, convirtiéndose así en reina de los carlistas. En 1839 terminó la Primera Guerra Carlista, y Sebastián Gabriel residió desde entonces en el Palacio Real de Nápoles con su esposa. En el marco de este exilio napolitano se concertó el matrimonio de Carlos Luis de Borbón y Braganza con Carolina de Borbón-Dos Sicilias y Borbón.

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Carlos Luis María Fernando de Borbón y Braganza. Madrid, 31.01.1818 - Trieste, 13.1.1861. Conde de Montemolín. Fue un pretendiente carlista al trono de España, bajo el nombre de Carlos VI. Era hijo de Carlos María Isidro de Borbón y de María Francisca de Braganza, y primo de la reina Isabel II de España.

Había pasado la adolescencia y la juventud en el exilio, en Portugal y Gran Bretaña. Durante la Primera Guerra Carlista, acompañó a su padre en el frente del norte, y, al terminar la guerra, ambos se establecieron en Francia.

Su padre abdicó de sus supuestos derechos el 18 de mayo de 1845, a la vez que intentaba casar a Carlos Luis con Isabel II, aunque no debería figurar como consorte, sino como titular; algo que no sucedió, como es sabido. 

A finales de 1846 Carlos Luis publicó un manifiesto en el que llamaba a la lucha armada. Se estableció en Londres y, poco después empezó la Segunda Guerra Carlista, conocida como dels Matiners.

Intentó entrar en España, pero fue detenido en la frontera francesa y volvió a Londres. En 1850, se casó con Carolina de Borbón-Dos Sicilias, hija del rey napolitano, Francisco I de las Dos Sicilias, y de su tía, María Isabel de Borbón, y se instaló en el reino de sus suegros.

El ministro plenipotenciario de los Estados Unidos en Madrid, le informó de que su gobierno le facilitaría todo el dinero que le hiciese falta para llegar al trono, a cambio de que una vez coronado entregase a su país la isla de Cuba. El Conde de Montemolín -nobleza obliga-, contestó que prefería vivir siempre en el destierro antes que atentar contra la integridad de España.

El 1 de abril, de 1860, al frente de 4000 hombres, que desconocían sus objetivos, se dirigió a San Carlos de la Rápita desde donde marcharon a Amposta, pero la tropa se sublevó al sospechar de las intenciones de los mandos, y el pretendiente y los líderes de la insurrección tuvieron que huir. El día 21, el ejército lo detuvo junto a su hermano, Fernando de Borbón y Braganza, y llevó a ambos a Tortosa, donde el 23 de abril, ambos renunciaron a sus pretendidos derechos al trono. Pero una vez liberados, viajaron a Trieste, y el 15 de junio declararon nulas tales renuncias, aunque su otro hermano, Juan, las consideró válidas, asumiendo personalmente los derechos al trono.

Finalmente, la muerte de Carlos Luis, en enero de 1861, en Trieste, poco después de la de Fernando, así como la de la viuda de Carlos, Carolina, dejó a Juan como titular, representante, o heredero de la dinastía carlista, con el nombre de Juan III.

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Tras el fallecimiento de don Carlos, en 1855 y de su esposa, en 1857, Sebastián Gabriel empezó a replantearse su vuelta a España. No tenía hijos y había perdido sus títulos a causa de la rebelión armada, y decidió escribió a su prima, la reina Isabel II, y pedirle permiso para volver a Madrid. Así, el 12 de junio de 1859, ante Salvador Bermúdez de Castro, ministro de España en Nápoles, donde aún residía, juró fidelidad a Isabel II.

Juramento de fidelidad a la Reina y a la Constitución de la Monarquía. Prestado por el Infante D. Sebastián de Borbón, en Nápoles... y demás documentos adjuntos.

Su llegada fue profundamente amarga, a causa de la actitud de su madre, que no le perdonó que abandonara la causa carlista, aunque ya se diera por perdida, y su actitud empeoró cuando Sebastián Gabriel decidió volver a casarse, precisamente, con María Cristina de Borbón y Borbón, la hermana menor de Francisco de Asís de Borbón, el rey consorte, como es bien sabido, esposo de Isabel II. 

María Cristina de Borbón y Borbón

Desde entonces, Sebastián Gabriel, que fue restituido en sus honores de infante de España, vivió tranquilamente en la corte, al margen de los intentos carlistas y manteniendo la fidelidad a su sobrina y reina. Se empleó en numerosas buenas obras, lo que le hizo muy popular en la corte. 

En 1861 se le restituyó una valiosa colección de arte que le había sido incautada en 1835.

En 1868 la reina fue destronada, y Sebastián tuvo que abandonar España con su familia, pasando a residir en París, al igual que la reina y su esposo y apoyó a Alfonso XII.

La muerte de su madre la princesa de Beira en 1874 le afectó profundamente, y él mismo fallecería en Pau, en Francia, el 14 de febrero del año siguiente. 

El 23 de junio de 1875 fue sepultado en el Panteón de Infantes del Monasterio de El Escorial, con el siguiente epitafio:

SEBASTIANUS, CAROLI III PRONEPOS Tu es enim, Domine, qui vitae et mortis habes potestatem (Sab 16, 13)

Ritratto di Sebastiano Gabriele di Borbone

Su viuda, la Infanta doña Cristina, falleció el 19 de enero de 1902

“La Infanta deja su fortuna a sus hijos y nietos”, por testamento otorgado el 11 de agosto de 1892 ante el notario de la Casa Real.”

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Nota. Los Lazzaroni de Nápoles eran los más pobres de la clase más baja, que apenas disponía de medios de subsistencia. Nunca se realizó un censo preciso de ellos, pero los contemporáneos estimaron su número total en alrededor de 50.000. Durante las primeras décadas del siglo XIX, los Borbones perdieron gradualmente su apoyo, lo cual resultó evidente en 1860 cuando Garibaldi llegó a la ciudad durante la campaña para la unificación de Italia.

El periodista Charles Arrivabene escribió al respecto: "Garibaldi fue acompañado por una gran procesión a lo largo del paseo marítimo hasta Piedigrotta (...) Fue vitoreado por pescadores y lazzaroni, y las mujeres gritaron '¡Que la Santísima Virgen esté contigo, Eccellenza!'". Otro observador, Marc Monnier, señaló que "Garibaldi es un santo para les lazzarones. Es Dios quien lo ha enviado para salvar al país. Algunos lo llaman Jesucristo, y sus oficiales son los apóstoles. Las limosnas se piden en nombre de Garibaldi".

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viernes, 21 de enero de 2022

Una obra maestra de El Greco ● Un Infante coleccionista, Sebastián Gabriel de Borbón Bragança (1ª Parte, la obra).

Una obra maestra de El Greco

Un Infante coleccionista, Sebastián Gabriel de Borbón Bragança . Ferrán y Llausás, Museo Romanticismo, y su Consejero Artístico, José Madrazo y Agudo. Auto. 1840, MNP.

"En 1828 el infante Don Sebastián Gabriel, según consta documentalmente, comenzaba a comprar cuadros con vistas a reunir una colección (1) que con el tiempo se convertiría en una de las Galerías de Pinturas más importante del siglo XIX en España. Dos años más tarde de esta primera noticia, [1830] adquiría a través de Valeriano Salvatierra el cuadro central del retablo de Santo Domingo el Antiguo de Toledo por la cantidad de 14.000 reales, se trataba de una inmensa tela cuyo asunto estaba dedicado a la Asunción de la Virgen (2) del pintor Domenico Greco (1540-1614). Con tal motivo el Infante a través de su administrador debió pedir la opinión que sobre el cuadro podía tener uno de los pintores más representativos del reinado de Fernando VII, José de Madrazo (1781-1859), por entonces pintor de cámara, profesor en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, director de la Galería del Rey y director del Real Establecimiento Litográfico (3). Este artista, padre de toda una estirpe de pintores que dominaron la pintura española del siglo XIX, gozaba de gran fama dado sus múltiples cargos por lo que no debe extrañar que el Infante buscara el asesoramiento del pintor más cercano al Rey, cuando él mismo estaba intentando formar una colección con pretensión casi “real” (4). 

Este primer contacto entre José de Madrazo y el infante don Sebastián Gabriel se prolongó durante años, sirviéndole como intermediario para la compra de algunos cuadros. A esta petición de dictamen sobre la calidad del cuadro de El Greco recién adquirido, el pintor respondió con una carta que hoy damos a conocer en su integridad por su interesante contenido y por las conclusiones que se puedan extractar sobre las opiniones vertidas en el texto."

José de Madrazo y su crítica al Greco. Mercedes Águeda VILLAR UCM (Literal)

Madrid 18 de mayo de 1830 Sr. Dn. Vicente Martínez: 

Muy señor mío y de mi mayor aprecio: He visto esta mañana el cuadro de la Asunción de Domenico Greco con la detención que prometí y creo que mi juicio sobre su mérito no le separará mucho del que ya tenía formado S.A. porque sabe ver.

La composición y el dibujo de este cuadro no tiene las extrabangacias de las obras de este autor y si en la primera [parte] no hubiese dexado aquel hueco entre los dos grupos de los apóstoles sería más perfecta; el dibuxo aunque no sea puro, las figuras tienen buenas proporciones y las cavezas estan correctamente dibuxadas, lo mismo que algunas manos y particularmente el brazo de un Apóstol: En el manto de la Virgen se inspiró algo de los partidos grandiosos de los pliegues de Miguel Ángel, pero sin la pureza y buen gusto de este. Más feliz fue en la actitud de aquel Apóstol que muestra a señalar la Virgen que recuerda desde luego a uno de los que hay en el cuadro de la Transfiguración de Rafael. 

En lo que mas sobresale este cuadro es en el colorido, y señaladamente en las cabezas de los Apóstoles que se acercan mucho al modo de hacer de las últimas obras de Tiziano, en la execución y en el colorido aunque les falta la variedad de tintas que usó este último aun en su vejez; y en el colorido de los paños está perfectamente convinada la riqueza con la armonía, y luego que esté forrado arrojará mucho jugo y nervio en lo general del colorido, las tintas aparecerán también mas gustosas por que no se notará tanto el negro de marfil de que solía abusar en las sombras, mezclado del carmín que aun que no haya usado tanto en este cuadro como en otros de dichos colores, reina sin embargo un cierto morado que le es peculiar y caracteriza su estilo; pero como he dicho, desaparecerá bastante, luego que esté forrado y varnizado, y concluyo diciendo que este cuadro de la Asunción es el que mas me gusta de cuantos he visto ahora del Griego, y considero que la vista de este cuadro es muy util para los jóvenes y aun para los pintores tenidos [sic] porque enseña a usar las tintas de la paleta, mostrando de un modo patente cuales son, y el modo de ponerlas sin temor, descubriendo al mismo tiempo las que usaba Tiziano aunque con menos artificio. 

Es regular que S.A. haya notado como este cuadro está pintado sin imprimación con sólo una mano de cola y a esto debe el estar tan bien conservado y el tener las tintas tan frescas. La mayor parte de los cuadros de Tiziano están pintados así, y todos los de Andrea Schiavoni su discípulo; y si esto no se nota tanto en los cuadros del expresado Tiziano es porque usaba de telas muy finas. Esta máxima me parece excelente, y debería adoptarse generalmente, menos para los cuadros pequeños que exigen más conclusión y ésta no puede conseguirse sin una superficie tersa y muy unida. 

Sírvase Vm. ponerme a A.L.R.P. de S.A. cuando le haga presente el contenido de esta carta, con el cual no sé si habré podido satisfacer a los deseos de S.A. y en el caso que desease otra cosa que haya omitido tendrá Vm. la bondad de indicármela, para corresponder en cuanto pueda.

Espero que esté Vm. más alibiado de su indisposición de estómago y que mande como a su más affmo. y servidor….. 

José de Madrazo

Exp [resiones] al Sr. Rivera.

"Por lo que se deduce del texto arriba transcrito el Infante buscaba en la opinión de una persona autorizada, la corroboración de su compra. No nos debe extrañar este hecho por la escasa repercusión que hasta ese momento había tenido la obra del Greco en la historiografía española (5). A principios del siglo XIX la pintura del artista cretense se seguía viendo como producto de un estilo algo caprichoso derivado de su extravagancia, palabra muy repetida por tratadistas como Ceán (6) para referirse al Greco y por el propio José de Madrazo en esta carta. Sin duda este adjetivo no era tanto de carácter peyorativo sino fruto de un intento de definición a aquellas personalidades de difícil clasificación. Por esta razón, la compra de este cuadro por D. Sebastián Gabriel habría que situarla en la fiebre adquisitiva o requisitoria que desde la llegada de los franceses a nuestro territorio durante la Guerra de la Independencia, se había despertado y no, en una admiración por el estilo del cretense. Durante estos años, recordemos que la carta está fechada en 1830, numerosos agentes franceses se desplazaron a nuestro país para proveerse de las abundantes pinturas españolas que todavía colgaban en altares y retablos y que daban fe de su autenticidad por haberse conservado in situ desde hacía varios siglos. 

Precisamente este fue uno de los argumentos esgrimidos por Valeriano Salvatierra ante el administrador del Infante para justificar su compra y seguramente su alto precio: que se informe [al Infante] del famoso cuadro del Altar Mayor de las Monjas de Sto. Domingo el Antiguo del Dominico Greco, cuadro respetable y de mucha reputación, que a mi modo de ver es el 2º Capo de Opera de este grande hombre, este cuadro se a ofrecido a los Monjas en barias ocasiones algunas sumas pero las Monjas jamás han accedido a ninguna propuesta (7) . El cuadro de El Greco todavía de estilo muy romano debió gustar mucho al Infante porque cinco años más tarde, en el inventario de 1835 figuraban otros dos Greco más del mismo retablo: San Bernardo y San Benito (8)."

San Bernardo, en El Hermitage y San Benito. Museo del Prado

NOTAS

1 Águeda Villar, Mercedes “El Infante Don Sebastián Gabriel de Borbón. Educación artística y formación de una Galería en el siglo XIX (1811-1835)”. Reales Sitios, núm. 157, 2003, p. 59. La carta fechada en Madrid, 18 de mayo de 1830 estaba dirigida al administrador del Infante, Vicente Martínez (AGP. Fondo Infante Don Gabriel, Sección Anexo, leg. 8) 

2 Chicago, The Art Institute

3 AA. VV. José de Madrazo (1781- 1859). Catálogo de la exposición celebrada en Santander/Madrid, 1998. 

4 Águeda Villar, ob. cit. p. 53. Como ya expusimos en su momento la idea de formar la colección partió de la madre del Infante, la Princesa de Beira.

5 Álvarez Lopera, José De Ceán a Cossio: la fortuna crítica del Greco en el siglo XIX. Vol. II, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1987. 

6 Ibidem, p. 14. 

7 AGP. Fondo Infante Don Gabriel, Sección Anexo, leg. 8. Carta de Valeriano Salvatierra a Vicente Martínez, 3 mayo 1830.

8 Águeda Villar, M. “La colección de pinturas del Infante Don Sebastián Gabriel”. Boletín del Museo del Prado, 8, 1982, pp. 102-117. Allí figuraban con el núm. 68, hoy en paradero desconocido y núm. 184, Madrid, Museo del Prado.

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La Asunción de María, de Santo Domingo el Antiguo, en Toledo, fue reemplazada por una copia, realizada por el pintor neoclásico José Aparicio, que, en París fue el primer alumno español de Jacques-Louis David y allí coincidió con Juan Antonio Ribera y Fernández y con José de Madrazo.

José Aparicio, (1773-1838), 1821. Probable autorretrato.

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La Asunción original figura con el número 1 en el Catálogo Razonado del historiador del arte, Harold Wethey, especialista de El Greco.

Se trata de un lienzo pintado al óleo, (403,2 x 211,8 cm.), del que, gracias a una investigación técnica se observó que se habían añadido a derecha e izquierda, sendas tiras de lienzo de 15 centímetros de ancho.

La pintura en cuestión:

Asunción (1577), El Greco. Chicago, Art Institute. Procedente de Sto. Domingo el Antiguo, de Toledo.


Generalmente, se habla de La Asunción de la Virgen, de Tiziano, como “modelo” próximo de la de El Greco, aunque parece más lógico que se trate sólo de un precedente propio de los temas preferidos en la época.

En la base inferior se muestra una parte del sepulcro de María, y a la derecha, Santiago el Mayor, con una rodilla en tierra, fija su mirada en la altura. También aparecen San Pablo, Simón Pedro y otros apóstoles. 

A la izquierda, un joven apóstol -posiblemente Juan el Evangelista, levanta la mano derecha abierta hacia el Cielo, en un gesto que El Greco utilizaría muchas veces para mostrar la presencia divina. Los otros apóstoles muestran claramente diversas emociones, entre la alegría, la incredulidad, la sorpresa, la emoción, etc.

María, sobre una luna creciente, aparece respaldada por un buen número de ángeles y extiende los brazos con las palmas hacia arriba, pero su gesto facial expresa un dolor, que quizá se deba a la terrible, aunque grandiosa, escena de la parte superior del retablo: La Trinidad.

Trinidad. Parte superior del retablo de Santo Domingo

Hay rasgos manieristas, por ejemplo, en la falta de profundidad de la escena, y en la agitación de los personajes, algunos de cuyos cuerpos se sitúan de frente al espectador, sin embargo, el color recuerda más la escuela veneciana. Así, La túnica amarilla y los paños rosados de Juan Evangelista contrastan con los intensos verdes de otros personajes en segundo plano. En la parte inferior derecha, San Pablo, con el brazo derecho levantado, lleva una túnica de color castaño oscuro y dorado, mientras que la vestimenta de San Pedro es azul-grisáceo y amarillo. Detrás de él, el apóstol de la derecha -de color verde brillante con mangas rojas- completa la zona más colorida de la parte terrenal. En el lado celeste predominan los colores delicados, en contraste con el azul profundo que viste María sobre la túnica rosa. La técnica del acabado pictórico y el generoso uso de los reflejos blancos, sí que podrían proceder de su empleo por Tiziano.


En definitiva, hay un equilibrio perfecto entre tono, profundidad y color. Tanto los ángeles de la parte superior como los personajes de la mitad inferior, están tomados de modelos reales, por medio de los cuales, el Greco muestra su prácticamente exclusiva facultad para representar actitudes extremas, escorzos y hasta exclamaciones que parecen brotar de la pintura.

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El Greco se instaló en Toledo en 1577, y su Asunción, conforma el elemento central del retablo que sería su primer gran encargo en esta ciudad y, a la vez, su primera gran obra pública. Como es sabido, había vivido en Venecia y en Roma, donde observó y asumió el llamado manierismo tardío.

La iglesia del convento cisterciense de Toledo, estaba siendo reconstruida como capilla funeraria de la viuda doña María de Silva. En el extraordinario diseño de El Greco, la Asunción, como hemos visto, aparece bajo una personalísima y extraordinaria representación de la Trinidad, y flanqueada por dos altares laterales. con sendas creaciones que representan la Adoración de los Pastores y la Resurrección.

 


Altar mayor y laterales de Santo Domingo el Antiguo.

La Asunción permaneció allí durante más de 250 años, hasta que, en 1830, fue retirada y vendida al infante don Sebastián Gabriel de Borbón, entonces de 19 años, descendiente de Carlos III de España y de María I de Portugal.

Insignia de Sebastián Gabriel en el dorso del bastidor.

El comprador y aficionado Borbón, Sebastián Gabriel, militaría posteriormente en las filas Carlistas, por lo que perdió los títulos reales, además de que su colección de arte fue entregada al Museo de la Trinidad en 1835, si bien, todo le sería devuelto en 1865, incluyendo su colección de pinturas.

El Infante y su segunda esposa, María Cristina

Tras el derrocamiento de la monarquía en 1868, la familia de Sebastián Gabriel tuvo que abandonar España y refugiarse en Francia, donde fallecería el infante, en Pau, en 1875. María Cristina volvió a España, y vivió tranquilamente, hasta su fallecimiento en 1902, en Madrid. Fue enterrada en San Lorenzo de El Escorial.

Es posible que sus herederos empezaran a vender algunas obras después del fallecimiento de Sebastián Gabriel, en 1875, si bien, su viuda conservaría buena parte de las mismas hasta su propio fallecimiento en 1902. 

En 1901, o 1902, la Asunción fue prestada por la familia, para su exposición en el Museo del Prado -donde se habían reunido, finalmente, las obras de arte procedentes del extinguido museo de “La Trinidad”-. A partir de entonces, cambiaría el destino de la admirable pintura de El Greco, que constituye nuestro objeto.

Catálogo de Villegas Cordero. 1902

El secular viaje de una gran obra de arte: de Toledo a Chicago

Mary Cassatt (1844-1926).

En 1901, la pintora estadounidense Mary Cassatt vio La Asunción en Madrid y la valoró extraordinariamente. Convencida de que un artista de tal calidad sería un modelo extraordinario para los estudiantes de arte de su país, planteó su posible adquisición a varios museos, como el Metropolitan de Arte, el de Bellas Artes de Boston, la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, y a algunos de los grandes coleccionistas de Nueva York, que, sin embargo, no valoraron suficientemente la obra en cuestión. Por entonces, El Greco todavía no había entrado en el Olimpo y tenía numerosos críticos; el gran estudio de M.B. Cossío, que tanto contribuyó a la comprensión del pintor cretense, no apareció hasta 1908.

Ya en 1904, Cassatt pudo convencer al famoso marchante de París, Paul Durand-Ruel, para que comprara la pintura, contando ya con la financiación de H. O. Havemeyer, pero tardó algo más en encontrar un Museo que se interesara por el lienzo, aunque finalmente, apareció. Fue el Instituto de Arte de Chicago, cuyo presidente, Charles L. Hutchinson, se sintió interesado por la pintura y pidió que le fuera enviada para su estudio, pensando en su posible adquisición, previo análisis y valoración de la misma, por la Junta de Fideicomisarios del Museo.

Una primera votación, el día 7 de junio de 1906, resultó negativa, tal vez, como se ha dicho, porque todavía no era tan universal la aceptación de El Greco, como lo fue posteriormente; en aquel momento, solo dos museos estadounidenses mostraban obras del griego, y además, parece que la tasación de la gran pieza del retablo toledano, era altísima. Sin embargo, tras una nueva reunión de la Junta, solo un mes después, el 17 de julio, la compra fue aprobada por unanimidad. 

Inmediatamente se solicitó y obtuvo un crédito, que se seguía pagando en 1915, año en que Nancy Atwood Sprague, en recuerdo y honor de su marido, decidió saldar la deuda, pendiente, desde hacía nueve años. La Asunción, del El Greco, llegó a su nuevo destino, pasando a ser propiedad del Instituto de Arte de Chicago. 

La Asunción en su antiguo marco renacentista, realizado por Hermann Dudley Murphy, en el Instituto de Arte de Chicago. 1924

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Como una de las aportaciones esenciales de El Greco, aparecen en la obra, algunas manos de tal expresividad, que, no solo las vemos con admiración por su valor artístico, sino que podemos leer y, casi escuchar palabras en sus explícitos ademanes.






Expresiones faciales








La pintura está firmada, y es la única obra conocida del Greco -de su etapa española que aparece fechada. Tanto la firma como la fecha, aparecen en letras griegas, en un papel en el ángulo inferior derecho: 

doménikos theotokópouolos Krés ó deixas,1577

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Tiziano, el predecesor 


Tiziano, c. 1562. Autorretrato. Museo del Prado

Tiziano. Asunción. Sta. Maria dei Frari. Venecia. Obra realizada durante los años 1516 a 1518 (6,90 x 3,60).

Recordemos la opinión de J. Madrazo: “Es regular que S.A. haya notado como este cuadro [La Asunción de El Greco] está pintado sin imprimación con sólo una mano de cola y a esto debe el estar tan bien conservado y el tener las tintas tan frescas. La mayor parte de los cuadros de Tiziano están pintados así, y todos los de Andrea Schiavoni su discípulo; y si esto no se nota tanto en los cuadros del expresado Tiziano es porque usaba de telas muy finas. Esta máxima me parece excelente, y debería adoptarse generalmente, menos para los cuadros pequeños que exigen más conclusión y ésta no puede conseguirse sin una superficie tersa y muy unida.”

La zona celestial muestra una brillante luz dorada, que se transforma en azul celeste hacia el centro de la obra, en la zona que divide cielo y tierra. En la parte inferior, o terrestre,los apóstoles; Pedro, Tomás y Andrés, parecen desesperados, clamando hacia las alturas, como si quisieran retener a María.

Cuando Tiziano mostró la obra terminada, causó una impresión colosal, quizás especialmente, por la movilidad y expresividad de las figuras de la parte inferior.

El Rojo y el Negro de Tiziano




La obra de Tiziano también provocó al principio, sensaciones opuestas, entre la admiración y el rechazo, pero finalmente, se impuso como la obra maestra que en realidad es.

Se dice que el día que la pintura se presentó públicamente, un enviado de Carlos V, que se hallaba presente, comunicó a los frailes propietarios, especialmente, a los que se mostraron más insatisfechos con la obra, que, si por alguna razón optaban por deshacerse de la obra, se la ofrecieran al Emperador, que estaba dispuesto a adquirirla, sin ninguna clase de condiciones.

Giuseppe Borsato - Conmemoracion de Canova en la Scuola Grande della Carità. Gal. Internac. Arte Moderna. Venecia.

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Por las mismas fechas, Rafael Sanzio, ofreció otra genial creación, dentro de un parecido estilo compositivo;  su Transfiguración, deja al espectador sin aliento.

Rafael Sanzio: Transfiguración. 1517-20. Museos Vaticanos. 

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