jueves, 29 de abril de 2021

NADIA BOULANGER ● Maestra de Maestros ● Bio-Galería


Londres, 1936

Juliette Nadia Boulanger, nació en París el 16 septiembre de 1887, donde también murió el 22 de octubre de 1979. Fue pedagoga, pianista, organista, directora de coro y de orquesta y compositora. Su hermana menor, Lili Boulanger, fue compositora 

Aplicando métodos y técnicas modernas, fue durante más de 70 años una de las profesoras de composición más influyentes del siglo XX, y cuenta, entre sus casi 1.200 alumnos, con varias generaciones de célebres compositores, entre los que se encuentran, Aaron Copland, George Gershwin, Leonard Bernstein, Michel Legrand, Quincy Jones o Philip Glass. Su actividad musical se desarrolló fundamentalmente, en el Conservatorio americano de Fontainebleau, que dirigió durante treinta años, a partir de 1948/49.


Nadia Boulanger procedía de una familia que contaba con cuatro generaciones de músicos. Su padre fue el compositor y pianista Ernest Boulanger (1815-1900) y se casó con la princesa rusa Raïssa Ivanovna Mychetsky (1856-1935), que era cantante. Se conocieron en Rusia, en 1873; después ella le siguió a Paris y se matriculó en su clase de canto en el Conservatorio, en 1876. Finalmente, se casaron en Rusia, en 1877. 

Ernest Boulanger había estudiado en el Conservatorio de París y, en 1835, a los veinte años, recibió el prestigioso Premio de Roma de Composición. Escribió óperas cómicas y música para el teatro. Es también conocido por su música coral; como director de coro; profesor de canto y miembro del jurado de los concursos de canto coral. Después de intentarlo varias veces, en 1872, fue nombrado Profesor de Canto en el Conservatorio de París. 

Tras la pérdida de una primera hija de muy corta edad, nacieron, Nadia, en 1887, y Lili, en 1893.

Dirigiendo el Réquiem de Fauré. Carnegie Hall, 1962

Nadia Boulanger, que nació cuando su padre cumplía 72 años, fue animada por este para iniciar sus estudios de órgano y composición, desde los 9 años. 

Dado que en su familia se mezclaban aristocracia y élite intelectual parisina, Nadia creció en el París más musical y mundano de la época; su salón familiar era frecuentado por Gabriel Fauré, amigo muy cercano de los Boulanger; Charles Gounod; Camille Saint-Saëns y Raoul Pugno, del que Nadia se enamoró en su día, perdidamente.

Fauré, Gounod, Saint-Saëns, y Pugno.

Nadia Boulanger, 11.12.1937 en Londres, dirigiendo la Filarmónica

En 1903, Nadia ya era organista suplente de Gabriel Fauré, y después, de Henri Dallier, en el órgano de la Iglesia de la Madeleine. En el Conservatorio de Paris, fue una también una alumna destacada de Louis Vierne. A los dieciséis años obtuvo los primeros premios de órgano, acompañamiento y composición y, en 1908, el segundo gran premio de Roma de composición.


En diciembre de 1915, gracias al apoyo del Comité franco-americano del Conservatorio National de Musique et de Déclamation, fundó, con su hermana Lili, la Gazette des Classes de Composition du Conservatoire, que permitió a los músicos enviados a la guerra, recibir e intercambiar noticias; se publicaron diez números hasta junio de 1918.


En 1918, su hermana Lili moría con solo veinticuatro años. Compositora, como Nadia, dejó una obra importante. Nadia declaró entonces, que no compondría más y que se dedicaría solo a la dirección musical, a la difusión de la obra de su hermana y, sobre todo, à la pedagogía, y así, completó una larga carrera de profesora, hasta su muerte, a los noventa y dos años.


Lili Boulanger, fue la primera mujer que ganó el Prix de Rome desde el conservatorio de Paris. También fue cantante, pianista, violinista, cellista y arpista.

Nadia y Lili Boulanger, en 1913





Nadia Boulanger fue profesora del Conservatorio Americano de Fontainebleau desde su creación, en 1921, y directora, desde 1948 hasta su fallecimiento, en 1979. Desde la primera sesión, brilló su reputación como profesora muy notable, que parecía saberlo todo sobre armonía y tonalidad occidentales. En el transcurso de su larga carrera, miles de estudiantes que acudían desde el extranjero para asistir a sus cursos, quedaron cautivados por su talento, sus conocimientos y su filosofía: “Sigo vuestro grado de tensión más elevado –decía-; escuchadlo dentro de vosotros mismos”.

Permaneció soltera toda su vida, y siempre fue llamada «Mademoiselle» - Señorita. Era muy creyente, católica practicante y fue el pilar del salón musical y mundano del matrimonio Dujarric.

Descansa, igual que su hermana, en el cementerio de Montmartre. Sus rasgos quedaron fijados en el busto de terracota, obra del escultor Louis-Aimé Lejeune, que se conserva en Les Maisonnettes, en Gargenville, junto al de Lili.

Leonard Bernstein con Nadia Boulanger en el homenaje que la New York Philharmonic dedicó a Bruno Walter, fallecido el 17 de febrero de 1962. Library of Congress

En 1907, Nadia Boulanger fue nombrada profesora de Piano y Acompañamiento en el Conservatorio Femina-Musica creado poco antes. El año siguiente formó un dúo de Piano con Raoul Pugno, realizando numerosas actuaciones.

En 1924, durante una estancia en New York, interpretó obras para órgano solo, de su hermana Lili y compuso una sinfonía para órgano y orquesta, sobre una obra que le había dedicado Aaron Copland.

En 1936, Nadia Boulanger sustituyó a Alfred Cortot en algunas de sus clases magistrales de Piano y Acompañamiento sobre obras para Clave, de Mozart.

Volvió a Francia en enero de 1946 y aceptó un puesto de Profesora de Acompañamiento al Piano, en el Conservatorio de París.

En abril de 1912 debutó como directora de la Orchestre de la Société des Matinées Musicales. En el programa, su cantata La Sirène; dos de sus Cantos, y el Concertstück de Raoul Pugno, para piano y orquesta. Boulanger actuó como solista. 

En 1919, actuó en unos veinte conciertos, interpretando frecuentemente, su propia música o la de su hermana.

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En febrero de 1934 -durante la huelga general-, debutó en París con la Orquesta de la Escuela Normal con un programa en el que figuraban, Mozart, Bach y Jean Françaix y, a finales dl mismo año, dirigió la Filarmónica de París en el Théâtre des Champs-Élysées, con obras de Bach, Monteverdi y Schütz

En 1936, se convirtió en la primera mujer que dirigía la Orquesta Filarmónica de Londres, y en noviembre de 1937, también fue la primera que dirigió un concierto completo de la Royal Philharmonic Society de Londres, con un programa en el que aparecía: el Requiem de Fauré y Amor -Lamento della ninfa- de Monteverdi. Poco después, en 1938, también dirigió la Sinfónica de Boston. 

Durante tres meses, dio más de cien recitales-charla, o recitales y conciertos, y estrenó el Dumbarton Oaks Concerto de Stravinsky y el Concerto pour piano en re de Jean Françaix

También dirigió la Orquesta Filarmónica de New York, en el Carnegie Hall, así como la Orquesta de Filadelfia, y la Orquesta Sinfónica Nacional de Washington.

En 1956, se encargó de la música para la boda del príncipe Rainiero III de Mónaco con la actriz americana Grace Kelly. 

Y, por último, en 1962, viajó a Turquía, donde dirigió conciertos con su joven protegida, Idil Biret.

İdil Biret, nacida en 1941 en Ankara, Turquía: Turkish concert at Küçükçekmece, en 2012.

Nadia Boulanger afirmaba su aprecio hacia toda la “buena música”. En opinión de Lennox Berkeley, valoraba tanto un buen vals, como una buena fuga, porque ella juzgaba una obra únicamente por su contenido estético y por ello tenía gustos muy eclécticos. Admiraba a Debussy, pero, aun siendo discípulo de Ravel, no apreciaba la obra de Schönberg y los dodecafonistas de Viena. Sin embargo, fue una ardiente defensora de Stravinsky.

 

Boulanger asistió a la première de "El Pájaro de Fuego", con música de Igor Stravisnky, en 1910.

Nadia Boulanger aceptaba alumnos de todos los medios y procedencia; su único criterio era que tuvieran deseos de aprender y los trataba de acuerdo con sus capacidades; los más dotados, debían responder a cuestiones más rigurosas e interpretar bien, incluso en condiciones complejas. Los menos dotados, que no tenían intención de seguir una carrera musical, eran tratados con más indulgencia. Tenía para cada alumno un acercamiento distinto y trataba de extraer el don natural de cada uno de ellos, a cuyo efecto, empleaba diversos métodos de enseñanza, como armonía tradicional; lectura de partituras al piano; contrapunto, análisis musical o solfeo.

Siempre afirmó que no podía dotar de creatividad a sus alumnos, pues estimaba que el propio deseo de aprender y mejorar, era lo único necesario para alcanzar la excelencia. Citaba en este sentido, los ejemplos de Rameau, que escribió su primera ópera a los cincuenta años; a Wojtowicz, que ya era pianista de concierto a los treinta, y a Roussel, que inició su aprendizaje musical a los veinticinco; todo ello, a contracorriente de la idea, según la cual, los grandes artistas debían proceder siempre de niños superdotados.

Alumnado en 1938.

Nadia tenía una memoria prodigiosa, pues a los doce años, ya interpretaba el ensemble del Clavier bien tempéré, de Bach, de memoria y conocía, tanto la música antigua, como la de su tiempo; antes de Bach y después de Stravinsky. Practicaba la transposición armónica, la realización de basse chiffrée; un cifrado sobre la partitura, que indica ciertas variantes excepcionales; la lectura de partituras, y los registros de órgano. Conocía las diferentes técnicas instrumentales, practicaba el análisis estructural; como la fuga de escuela o la fuga libre; las formas griegas y el canto gregoriano.

Su abundante correspondencia se conserva en la Bibliothèque Nationale de France. BNF.

Yehudi Menuhin y Nadia Boulanger en el Festival de Bath, en 1960. David Farrell/Lebrecht/Leemage

Nadia Boulanger preparó a 1.200 alumnos.

Profundamente conmovido el compositor y Maestro Leonard Bernstein, recibe de manos de Nadia Boulanger, la “Legión de Honor” en París, el 17 de febrero de 1978. (AFP Photo Daniel Janin, Getty Images).

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Sus herederas fueron, su antigua alumna Cécile Armagnac y su asistente personal, la compositora y profesora Annette Dieudonné, que donó parte de su legado. La casa de Nadia, en el número 36 de la calle Ballu -hoy, Place Lili Boulanger, 1-, fue donado a la Academia de Bellas Artes.

Los compositores Narcis Bonnet y Jean Françaix, con Annette Dieudonné, la citada Idil Biret y Nadia Boulanger. Fontainebleau, 1952

Todos sus alumnos coincidieron siempre en definirla como una profesora estricta, severa y extraordinaria.

Ojalá que este sencilla aportación sirva como homenaje, reconocimiento y recuerdo de Nadia Boulanger.

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martes, 20 de abril de 2021

Zurbarán ● Apostolado de Lisboa● Galería

Retrato de Zurbarán. Grabado. Museo del Louvre.

Francisco de Zurbarán. Badajoz, Madrid, 1598 – 1664

Contemporáneo y amigo de Velázquez.

Entre Caravaggio y la “Maniera” italiana.

Su pintura es la implacable potencia/dependencia entre la sombra y la luz.

Ciertamente, la sombra es inseparable de la luz; no existiría sin ella, pero Zurbarán, cuando pinta sombra, está creando luz.

Una vez sentada esta evidente premisa ¿resultaría incoherente que definiéramos a Zurbarán como un pintor creador de luz?

El Greco, nacido casi 60 años antes que él, también apoyó un brazo en la maniera, mientras que el otro, lo aseguraba sobre Tiziano, Tintoretto y, ¿cómo olvidarlo?, sobre Miguel Ángel, cuyos “errores” en la Capilla Sixtina, aseguró que él los arreglaría de un “pincelazo”, si previamente se borraba toda aquella admirable obra. Menos mal que no fue escuchado, aunque, por otra parte, nunca sabremos qué hubiera hecho el Greco en aquellas innovadoras alturas.

Bien. Como es sabido, el señor Dominico Griego, creó o supervisó la composición de varios apostolados, los cuales, se han hecho tan familiares -afortunadamente-, que casi se quedan con toda la luz, pero, también por fortuna, no fue así. Hoy vamos a mirar el extraordinario Apostolado de Zurbarán que se conserva en el Museo Nacional de Arte Antiga, ubicado en la sugestiva y evocadora ciudad de Lisboa.

Zurbarán dibujado por Goya

Francisco de Zurbarán, Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 - Madrid, 1664

Sus primeros pasos en la pintura los dio en Sevilla, de la mano de Pedro Díaz de Villanueva (1614), y casi podría asegurarse que conoció e hizo amistad con Pacheco y Velázquez. 

Se convirtió en un pintor monástico, muy próximo a lo milagroso, pero siempre afrontándolo de un modo sencillo, con geniales matices cotidianos.

A partir de 1628 se estableció en Sevilla donde pintó numerosas obras para conventos, a cuyo efecto, contaba con un gran taller desde el que también se enviaban obras a América.

En 1634 se trasladó a Madrid, posiblemente invitado por Velázquez. Allí debía participar en la decoración del Palacio del Buen Retiro; Sala de Batallas.

La defensa de Cádiz 1634. Zurbarán. Hoy en el Museo del Prado

Volvió a Sevilla con un gran bagaje, conformado por las sucesivas visitas a las Colecciones Reales, así como por los encuentros y charlas con otros grandes artistas, con todo lo cual, inició las series monásticas para la Cartuja de Jerez o para el Monasterio de Guadalupe, que supusieron para él un período de sucesivos éxitos.

A partir de 1645, cuando Murillo empezó a brillar, decayó la valoración de Zurbarán, y los encargos se redujeron drásticamente, lo que le animó a volver a Madrid, en 1658, aunque en esta ocasión, no le acompañó la fortuna, ya que, en Madrid, llevó una vida muy difícil a causa de la falta de ingresos.

Y en Madrid falleció, poco antes de cumplir 66 años.

Dentro de su obra de carácter monástico, mantuvo siempre las técnicas de iluminación que empleaba Caravaggio; efectos de sombra muy contrastados, pero no violentos, y mantuvo la técnica del tenebrismo, hasta que, en sus últimas obras, trató de reflejar la calidez del color de Murillo, sin lograrlo.

Llama fuertemente la atención, dentro de su horizontalidad, la perfección de sus bodegones; precisos y detallados hasta producir valores increíbles, algo que, aparentemente, resultaría frío, dada su absoluta independencia de cualquier entorno, espacial o humano. Pueden ser observados con la misma atención y deleite con que miraríamos un paisaje.

Plato con limones, cesta con naranjas y taza con una rosa. 1633, Museo Norton Simon, Los Ángeles

El Apostolado al que vamos a referirnos, esta fechado en 1633 y se compone de doce pinturas que el autor creó para el Palacio São Vicente de Fora. Hoy se conserva en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa. No fue el único que realizó, pero sí el primero. 

Es muy posible que entre 1635 y 1637 pintara el segundo, en esta ocasión, incompleto, para la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de Marchena, en Sevilla, aunque, en este caso, se cree con bastante seguridad, que fue más obra del taller. 

A partir de 1640 Zurbarán empezó a pintar Apóstoles para iglesias y conventos de América. Es el caso de su tercera colección en este sentido: la que ejecutó para el Convento de Santo Domingo de La Antigua, de Guatemala, que hoy se conserva en el convento de la misma orden en la capital del mismo país. 

El cuarto Apostolado tuvo como destino el Convento de San Francisco de Jesús de Lima. 

En otros casos representó Zurbarán, sólo excepcionalmente, Apóstoles en diferentes circunstancias o actitudes, como es el caso del Martirio de Santiago que se conserva en el Museo del Prado, pero, no tienen relación con los Apostolados propiamente dichos, tal como se demandaban en aquellos momentos, lo cual no significa, en absoluto, que sean menos interesantes, o tengan menor valor artístico; más bien, al contrario.

Tenemos un ejemplo inestimable, en la imagen del arrepentimiento de San Pedo, que sigue, hoy en paradero desconocido. Aunque, en realidad, no precisa comentarios, añadiremos, que, en este caso no aparecen los habituales símbolos del martirio, ni cualquier otro elemento material descriptivo, sino que se trata de una escena de profundo arrepentimiento, de la más sincera y sencilla debilidad humana; profundamente humana.


San Pedro Penitente (¿?)

Así pues, cerramos la presentación previa del tema del Apostolado, con esta obra de arte sin paliativos; el retrato de San Pedro Penitente, cuyo origen y destino desconocemos, excepto que fue vendido en Sotheby´s.

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El Apostolado de Lisboa

Pedro, Andrés, Santiago el Mayor y Santiago el Menor

Mateo, Simón, Felipe y Bartolomé

Judas, Tomás, Juan y Pablo.

PEDRO

San Pedro es el único lienzo que tiene la firma y la fecha -Fran.co de Zurbaran faciebat, 1633-. Lleva una túnica azul ceñida con algo parecido a un cinturón, del que cuelgan las llaves que definen al personaje. Las manos cruzadas en actitud de oración, pero tensas, complementan el dramatismo del rostro. Posiblemente sea el retrato más cargado de dramatismo de todo el conjunto.

ANDRÉS

Andrés, lleva una amplia túnica y lee atentamente. A su espalda aparece la cruz, o, en realidad un simbólico fragmento de la madera de su cruz.

SANTIAGO el MAYOR

Santiago el Mayor camina con un bastón de peregrino y sobre el hombro, lleva la explícita y representativa concha de vieira.

SANTIAGO MENOR

Santiago el Menor sostiene un pesado libro con las dos manos. Túnica roja y manto blanco parduzco. Está descalzo.

MATEO

SIMÓN APÓSTOL

FELIPE

 es el quinto y último personaje con un libro en las manos.

BARTOLOMÉ

Bartolomé se representa con la herramienta premonitoria del martirio. Túnica de color amarillo-marrón y un gran manto verde con muchos pliegues, que serían como la firma del artista.

JUDAS

Judas Tadeo con una alabarda. Túnica gris -muy iluminada desde la izquierda, creando su correspondiente zona de sombra-, y manto marrón.

TOMÁS

Ya como un anciano.

JUAN EVANGELISTA

Juan Evangelista parece clamar al cielo con la mirada; actitud que confirma el gesto de su mano derecha. La pierna izquierda, girada al frente y un paso atrás de la derecha, parece corroborar en el mismo impulso. Es quizás el retrato que presenta más variedad de colores muy vivos. 

PABLO

Pablo. Túnica roja y manto verde. Se apoya en una espada apuntalada en el suelo. Ha quedado ya muy atrás en su vida, aquella cabalgada hacia Damasco.

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Marchena: La segunda colección. 1634-37

Seis Apóstoles: Pedro, Pablo, Santiago el Mayor, Juan, Bartolomé y Andrés.

Iglesia de San Juan Bautista. Museo Zurbarán

Pedro - Pablo - Santiago el Mayor

Juan -. Bartolomé - Andrés

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ANDRÉS1630-1632, Budapest, Museo de Bellas Artes de Budapest / Szépművészeti Múzeum

No podíamos ignorar esta gran obra, aunque no forme parte de las colecciones citadas. En otra ocasión trataremos de buscar análisis cualificados sobre la inverosímil calidad de los tejidos de Zurbarán.


miércoles, 7 de abril de 2021

EL MISTERIO DE LAS FUENTES DEL NILO Y EL VIAJERO ESPAÑOL PEDRO PÁEZ


El río Nilo, el más grande de África, fluye hacia el Norte atravesando diez países y 6.650 km., hasta llegar a su desembocadura en el extremo sureste del mar Mediterráneo, donde forma un gran delta, sobre el que se encuentran las ciudades de El Cairo y Alejandría.

El caudal del gran Nilo procede de dos fuentes principales, conocidas como el Nilo Blanco y el Nilo Azul. El Blanco nace en Ruanda, y fluye desde el lago Victoria, mientras que el Nilo Azul, nace en el lago Tana, mucho más al Norte, en Etiopía. Ambos confluyen sobre el cauce del Nilo cerca de la capital de Sudán; Jartum.


Lugar exacto donde se produce la confluencia de los ríos Blanco y Azul

Cuando se desbordaba cada año, el Nilo, aportaba fertilidad a sus riberas, gracias a lo cual, los egipcios podían cultivar trigo, cebada lino y papiro. Además, ofrecía abundante pescado, posibilitando mantenimiento suficiente para la población. Por otra parte, el curso del río constituyó también una valiosa, útil y cómoda vía de transporte, tanto de mercancías, como de personas. Se consideraba que el faraón, como divinidad, era quien provocaba tan beneficiosas inundaciones.

El historiador griego, Heródoto, escribió que “Egipto era el don del Nilo”, porque, de hecho, proporcionó siempre los elementos que posibilitaron la expansión y el desarrollo de aquella gran civilización a lo largo de tres mil años. 

Pero ¿por qué aquellas crecidas y desbordamientos? Allí había un misterio que, ni griegos ni romanos acertaron a resolver, porque el curso alto del Nilo era desconocido en su mayor parte. Varias expediciones fracasaron en sus intentos por determinar la fuente o fuentes del Nilo. 

Con Ptolomeo II, una expedición militar remontó lo suficientemente el curso del Nilo Azul/Victoria, como para determinar que la causa de las inundaciones veraniegas eran las fuertes lluvias estacionales en el Macizo Etíope; pero parece que ningún europeo de la Antigüedad alcanzó el Lago Tana/Nilo Blanco, de hecho, los exploradores europeos, prácticamente no alcanzaron ninguna certidumbre acerca de las fuentes del Nilo hasta los siglos XV y XVI, cuando viajeros por Etiopía visitaron el lago Tana y la fuente del Nilo Azul en las montañas al Sur del lago. 

James Bruce. Nat. Galleries, Scotland

Se considera al inglés James Bruce, el primer europeo que vio aquella fuente, pero en la actualidad se sabe que el hallazgo corresponde, sin dudas, al viajero jesuita español Pedro Páez (1564-1622), cuyos viajes eran comentados con admiración y reconocimiento, pero el largo y completo informe que escribió acerca de todo lo observado, vivido, e incluso, sufrido en el curso de sus experiencias, nunca se publicó, razón por la cual, en realidad, sus hallazgos permanecieron en la oscuridad durante siglos. 


Está la fuente al poniente de aquel reino, en la cabeza de un pequeño valle que se forma en un campo grande. Y el 21 de abril de 1618, cuando yo llegué a verla, no parecían más que dos ojos redondos de cuatro palmos de ancho. Y confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambises, el gran Alejandro Magno y el famoso Julio César. El agua es clara y muy leve, según mi parecer, que bebí de ella; pero no corre por encima de la tierra, aunque llega al borde de ella. Hice meter una lanza en uno de los ojos, que están al pie de una pequeña riba donde comienza a aparecer esta fuente, y entró once palmos, y parece que topaba abajo con las raíces de los árboles que hay en el borde de la riba." 

Páez, P., Historia de Etiopía. Libro I, pp. 319-320. Ediciones del Viento (A Coruña), 2014

Su descripción de la fuente del Nilo se encontraba, efectivamente, en su Historia de Etiopía, c. 1622, que no fue publicada hasta principios del siglo XX, aunque, como hemos dicho, ya aparece citada en varios escritos contemporáneos a su composición, como la Historia geral da Ethiopia a Alta, de Balthazar Telles, en 1660; Mundus Subterraneus, de Athanasius Kircher, en 1664; o El Estado Actual de Egipto, de Johann Michael Vansleb, en 1678. 

Algunos europeos habían vivido allí desde finales del siglo XV, y es posible que alguno de ellos hubiera explorado la fuente, pero nadie informó de ello por escrito, al menos, que se sepa hasta hoy. El portugués Jerónimo Lobo sí describe la fuente del Nilo Azul, pero la vio poco después que Pedro Páez y su relato también aparece en la obra de Balthazar Telles

Veremos en detalle la figura de este heroico y desconocido explorador español, después de tratar de los detalles geográficos y sucesivos avatares sobre las Fuentes del Nilo.

El Nilo Blanco fue siempre misterioso e incomprendido, pero el lago Victoria fue observado por otros europeos por primera vez en 1858. Los exploradores británicos John Hanning Speke, y Richard Francis Burton, alcanzaron su orilla Sur durante un viaje de exploración por el África central cuyo objetivo era localizar con exactitud los Grandes Lagos. 

Retrato de John Hanning Speke de una fotografía original de Southwell Brothers, aproximadamente, de 1863. Richard Francis Burton en 1864, de Rischgitz

Creyendo haber encontrado la fuente del Nilo al ver por vez primera aquella “gran extensión de aguas abiertas”, Speke le dio el nombre de la reina, Victoria, del Reino Unido, pero Burton, que se recuperaba de una enfermedad algo más al Sur, en las orillas del lago Tanganica, supo con profunda contrariedad, que Speke había dado por demostrado que su descubrimiento era la auténtica fuente del Nilo, cuando Burton lo consideraba aún como algo no suficientemente probado. 

Siguió una gran disputa pública, que originó un intenso debate dentro de la comunidad científica de la época, pero también animó a muchos otros exploradores a confirmar o refutar el supuesto descubrimiento de Speke. 

El famoso explorador y misionero británico David Livingstone, fracasó en su intento de confirmar las afirmaciones de Speke, al desplazarse demasiado al oeste y entrar en la cuenca del Congo. Finalmente fue el explorador galés Henry Morton Stanley quien confirmó la veracidad del descubrimiento de Speke tras rodear el lago Victoria y describir la gran salida de agua de las Cataratas Ripon en su orilla Norte. Fue durante este viaje, el 10 de noviembre de 1871, cuando se supone que Stanley pronunció la famosa frase: “¿El doctor Livingstone, supongo?” al encontrar al misionero escocés en su campamento a la orilla del lago Tanganica.


La zona media del río se extiende desde Jartum hasta Asuán. Es una región seca y árida que atraviesa una meseta desierta, pues solo tiene un afluente; el Atbarah. Este tramo tiene una longitud aproximada de 1800 kilómetros, y se caracteriza por sus seis cataratas. 


El Nilo en las proximidades de Asuán

Cataratas en Etiopía. Tana.

Cataratas del Nilo Azul cerca de la ciudad de Bahar Dar.


El Nilo Azul se conectó con el gran Nilo, hace entre 70.000 y 80.000 años, mientras que la confluencia del lago Victoria, o Blanco, se produjo aproximadamente hace 12.500 años.

Como nota curiosa: la superficie del río Nilo se ha congelado al menos en dos ocasiones, en 829 y en 1010.

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En 1999, la escritora Virginia Morell y el fotógrafo Nevada Wier hicieron el viaje en balsa desde el lago Tana hasta Sudán, después de publicar un documental sobre el viaje. En 2000, el estadounidense y lector de National Geographic, Kenneth Frantz, vio una foto tomada por Nevada Wier para la National Geographic que le animó a fundar la organización sin ánimo de lucro Bridges to Prosperity / Puentes para la Prosperidad. 

El puente colgante New Blue Nile River fue terminado en 2009 por “Bridges to Prosperity” sirviendo a más de 250.000 etíopes. Es el único puente peatonal de cable sobre el Nilo Azul en Etiopía.

Hombres cruzando a través del Nilo Azul por una cuerda antes de que fuera construido el nuevo puente.

Esa foto muestra un puente destruido durante la Segunda Guerra Mundial, con diez hombres a cada lado del tramo desaparecido, sosteniendo la cuerda, a través del peligroso vacío. Este puente histórico había sido construido por el emperador Fasilides de Etiopía, aproximadamente en el año 1660, con la tecnología de los puentes romanos, llevada a Etiopía por los soldados portugueses durante la batalla contra los invasores musulmanes en 1507. 

En los años 2001 y 2009, voluntarios de Bridges to Prosperity viajaron desde EE. UU. a Etiopía para reparar el puente roto a través del Nilo Azul, y luego construir un nuevo cable suspendido, no susceptible a inundaciones. Puentes para la Prosperidad ha construido más de 93 puentes peatonales en 13 países.

El puente colgante Nuevo Nilo Azul, Etiopía.

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El intento de hallar las Fuentes del Nilo, se basaría, fundamentalmente, como hemos visto, en la necesidad de comprender el origen de sus crecidas anuales, que, por otra parte, eran las que proporcionaban el sustento, y, por tanto, la supervivencia de sus habitantes costeros, llegando, como sabemos, a convertir a Egipto en lo que hoy denominaríamos, una “potencia”.

Sin embargo, las crecidas eran muy variables; unas veces proporcionaban poca agua, pero otras, provocaban terribles inundaciones, llegando hasta la base de las pirámides de Giza. 

Giza. Fotografía sin fecha, coloreada.

Giza: La Esfinge y la Pirámide

En el siglo XIX, una vez descubiertas y exploradas las "fuentes del Nilo" no tardó en aparecer una explicación científica. Efectivamente, la causa de la inundación. eran las lluvias monzónicas que caen sobre el Macizo etíope, en Addis Abeba, entre los meses de mayo y agosto. 

La mayor parte del agua, se encauza en los ríos Nilo Azul y Atbara, que aportan el 90% del caudal del Nilo durante unos meses, para después volver a convertirse en cursos menores. 

El caudal que aporta el Nilo Blanco, es más reducido, pero más constante. Sus aguas proceden de la región pantanosa del Sudd y los lagos de África Central; su afluente más septentrional, el río Sobat, es el que le aporta los sedimentos blancos de los que procede su nombre.

Por otra parte, la dependencia creada por la crecida del agua, se impuso en la conformación del calendario, que se dividía así, en tres “estaciones” o períodos, dependientes de la actividad fluvial:

Inundación: Julio a Noviembre.

Surgimiento: Noviembre a Marzo.

Calor: “Cosecha”; de Marzo a Julio.

El problema -tanto de la escasez, como del exceso-, se solucionó en fecha tan avanzada como el año 1959, con la construcción de la Presa de Asuán, capaz de contener excedentes para los años de escasez.

La presa de Asuán. Imagen de satélite, NASA

La formidable presa, que se terminó de construir en 1970 y es una de las más grandes del mundo -111 m. de altura y 3.830 m. de largo, por casi 1.000 m. de ancho-, benefició, sin duda a Egipto, al ofrecer energía e impedir las inundaciones, pero se cobró, no obstante, ciertas contrapartidas, algunas de ellas, de suma importancia. 

Por ejemplo, fue necesario buscar nuevas ubicaciones para algunos sitios arqueológicos.

El Templo de Debod en su lugar de origen, en Nubia, c. 1862. Foto Francis Frith

El Templo de Debod, reubicado en Madrid, en 1968.

Por otra parte, y, paradójicamente, las crecidas aportaban aproximadamente 110 millones de toneladas de limo, que enriquecía las tierras agrícolas, y que se perdieron, puesto que, a partir de la construcción de la presa, este sedimento quedaba retenido detrás de la misma, lo que provocó la necesidad de fertilización artificial, así como ha permitido la entrada de agua salada por la desembocadura.

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Pedro Páez Jaramillo. 

Pedro Páez recorrió los actuales países de Etiopía y Sudán, y fue el primer occidental, que se sepa, que vio y reconoció las fuentes del Nilo Azul; un descubrimiento que quedó inédito, por lo que, ciento cincuenta años después, el explorador escocés James Bruce, pasó a ser celebrado como su descubridor, al dar a conocer inmediata y públicamente, los resultados de su hallazgo.

Páez había nacido en una villa de Madrid, que, entonces, se llamaba Olmeda de las Cebollas, si bien, desde 1953 se renombró como Olmeda de las Fuentes y estudió en Coimbra, Portugal. -Téngase en cuenta que la Casa de Austria española, mantuvo la Corona Portuguesa, desde 1581, con Felipe II, hasta 1640, con Felipe IV-.

En 1582 Páez ingresó en la Compañía de Jesús y fue enviado a Goa, en la India, donde en 1688 recibió el orden sacerdotal. Desde allí realizó su primer viaje a Etiopía, con Antonio de Montserrat, otro sacerdote, también jesuita, que ya había recorrido el sudoeste asiático. Vieron tierras que seguramente, nunca antes había visto ningún occidental, pero, infortunadamente, engañados por un mercader, fueron apresados y vendidos como esclavos a los turcos. Así, Pedro Páez pasó siete largos años cautivo en galeras, hasta que Felipe II ordenó el pago de su rescate. Para entonces, tanto Páez como su compañero Montserrat, se encontraban muy enfermos, falleciendo pronto este último, mientras que Páez, revivió tras una convalecencia de ocho meses.

Parece, sin embargo, que las penurias de la esclavitud no pudieron con el ánimo del misionero explorador, porque la nostalgia de aquellas tierras, le animó a volver, en 1603; esta vez, ataviado como un nativo. Inmediatamente, aprendió el idioma, y observó atentamente los usos y costumbres de aquella tierra que, al parecer, cada vez le resultaba menos ajena.

Con aquel bagaje y su reconocido buen carácter, no solo se hizo amigo de dos emperadores -Za Dengel y Susinios-, sino que los convirtió al cristianismo. 

Además. como Consejero de Susinios, lo acompañaba en sus viajes, y, precisamente, fue en uno de estos, cuando descubrió el nacimiento del Nilo Azul, en 1618; algo que le hizo sentirse justamente orgulloso: “Confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver el rey Ciro, el gran Alejandro y Julio César”. 

Poseía también grandes conocimientos de arquitectura y la ingeniería, gracias a los cuales, diseñó y dirigió la construcción de un palacio y una iglesia a orillas del lago Tana -la fuente del Nilo Azul-, además de varios puentes.

En aquella ocasión, Páez pasó diecinueve años sin abandonar nunca sus exploraciones. Así, pasó por Yemen, cuya lengua también aprendió sin dificultad, cuando ya dominaba el árabe. 

Poco a poco se convirtió en un experto, probablemente único, en la historia y la cultura etíopes, que reflejó ordenadamente en varias obras, entre las cuales, como sabemos, destaca su gran Historia de Etiopía, curiosamente, escrita en portugués quizás, por ser Portugal un reino eminentemente más viajero-. En esta obra, abandona la anécdota, siempre de carácter más literario, para centrarse en asuntos estrictamente científicos, que, a la vez, eran de carácter empírico; geografía, historia, fauna, flora, costumbres, creencias, arte, etc. Sin embargo, aporta una curiosa anécdota, y es el hecho de que, probablemente, fuera el primer occidental que probó el café. 

Su manuscrito -cuatro tomos-, se conserva en el Archivo Histórico de la Compañía de Jesús, y hasta la fecha, aunque se puedan hacer todas las deducciones posibles, se ignora la razón o la sinrazón, por la que semejante trabajo permaneció inédito hasta 1945, y en portugués, pues su edición en castellano no se produjo hasta que se cumplió el 450 aniversario del nacimiento de nuestro héroe, cuando ya otros viajeros se habían adjudicado hacía tiempo, sus, entonces, inéditos, descubrimientos y observaciones.

Páez murió de malaria en 1622, cuando ya había terminado de redactar su obra. No se sabe dónde fue enterrado exactamente, aunque parece muy probable que fuera en Górgora, una ciudad asentada sobre una colina desde la que se puede ver el Nilo Azul.

Restos de la iglesia de Górgora

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“Voyage en Nubie et en Abyssinie pour découvrir Les Sources du Nil”/Viaje a Nubia y Abisinia para descubrir las fuentes del Nilo”, obra del inglés James Bruce, traducción francesa en 1768, en la que se cita a Pedro Páez, siempre con gran admiración.

Durante el siglo XIX la exploración de las fuentes del Nilo estimuló especialmente  el interés de científicos, geógrafos y exploradores. A pesar de que grandes extensiones de África habían sido ya cartografiadas, permanecía el enigma sobre África Central, zona a la que era muy dificultoso acceder a causa de sus complejas características geográficas, cuyas dificultades crecían con la aparición de diversas enfermedades de carácter grave y el persistente rechazo de los nativos.

El Reino Unido atribuyó el descubrimiento de las fuentes del Nilo al capitán inglés Speke, que viajó desde Zanzíbar, hasta el lago Victoria, para seguir después del curso del gran río desde el Nilo Blanco hasta a Egipto.

Sin embargo, el también célebre explorador James Bruce, en la edición francesa de su Voyage en Nubie et en Abyssinie (1768), no dudó en afirmar que el descubrimiento de las fuentes del Nilo había que atribuírselo a Pedro Páez (1564-1622) alrededor de 1618, añadiendo que, incluso los portugueses que llegaron por primera vez a Abisinia, como fueron, Collivan, Roderigo de Lima, Christophe de Gaina, o el patriarca Alphonso Méndez, jamás dijeron haber visto las Fuentes del Nilo.

“Pedro Páez llegó entonces, bajo el reinado de Za Dhengel, y es a él a quien se le atribuye este honor."

Páez escribió su Historia de Etiopía en 1620, que quedó inédita, como hemos dicho, hasta hace pocos años, en la que describe sus viajes misioneros por Etiopía, a la vez que ofrece una detallada descripción del país y de su historia.

El hecho es, en realidad, que Speke descubrió las fuentes del Nilo Blanco, el que nace en el Lago Victoria, y es el brazo más largo del Nilo, aunque menos caudaloso, mientras que, la mayor parte del caudal que llega a Egipto, procede del Nilo Azul, que es el brazo que nace cerca del lago Tana, en Etiopía, justamente, el que descubrió Pedro Páez, aunque durante mucho tiempo -por desconocimiento-, se pensó que el hallazgo era de Bruce. 

A mediados del siglo XIX los británicos Richard F. Burton y John Speke emprendieron la aventura de buscar el enigmático nacimiento del Nilo, por el que todos se preguntaban desde la época de los faraones, fundamentalmente, para tratar de hallar una explicación a sus crecidas anuales, desde Grecia y Roma. 

En 1857, la Royal Geographical Society (RGS) de Londres financió una expedición al efecto, al frente de la cual irían, Richard Francis Burton (1821-1890) y John Hanning Speke (1827-1864), dos oficiales británicos que, por así decirlo, no eran, precisamente muy amigos.

En esta ocasión, los expedicionarios, no siguieron la ruta tradicional remontando el Nilo desde Egipto, sino que salieron desde la costa oriental de África, frente a la isla de Zanzíbar, siguiendo el itinerario de las caravanas de esclavos árabes. Fue un viaje lento y difícil que duró ocho meses, durante los cuales, los 130 expedicionarios sufrieron enfermedades, deserciones y otros inconvenientes, hasta que llegaron al Lago Tanganika, en febrero de 1858, completamente, exhaustos.

Como ya hemos avanzado, Burton se mostró convencido de que allí nacía el Nilo, pero Speke era más escéptico y propuso bordear el lago en canoa para comprobarlo. No llegaron a hacerlo a causa de su agotamiento físico, por lo que decidieron emprender el viaje de vuelta. 

Ya en la ciudad de Tabora, donde pararon para descansar, Speke tuvo noticia por los indígenas de la existencia de otro gran lago más al norte y partió en su búsqueda en solitario. Al llegar a la parte sur de este nuevo lago, que bautizó Victoria en honor a la reina de Inglaterra, Speke intuyó, en esta ocasión, con acierto, que allí estaba la fuente del Nilo. Más adelante, se embarcó en solitario, y confirmó su tesis. Y así fue como, cuando Burton llegó a Londres, ya hacía quince días que Speke había informado de su hallazgo a la Royal Geographical Society. 

La Royal Geographic Society y el Foreign Office patrocinaron una nueva misión para certificar el hallazgo. En esta ocasión, Speke iría acompañado por James Augustus Grandt (1827-1892), un oficial de su confianza. La ruta fue idéntica a la del primer viaje, pero en Tabora se desviaron hacia el norte en busca del lago Victoria. Allí se entrevistaron con el rey Mutesa I de Buganda, en la actual Uganda, que les confirmó la existencia de un gran río que iniciaba su recorrido en la parte septentrional del lago. 

Finalmente, en un nuevo viaje promovido por la Royal Geographic Society y el Foreign Office el 28 de julio de 1962, John Speke –en esta ocasión, adelantándose a su nuevo colega, Grandt-, localizó la cabecera del Nilo, en una zona que, posteriormente, quedaría sumergida por la construcción de la presa, al elevarse el nivel del lago. 

Al parecer, Burton provocó que en la Royal Geographical Society se produjeran dudas y discrepancias sobre las afirmaciones de Speke, quien, de forma inesperada, y para algunos, incluso, sospechosa, murió en un extraño accidente de caza, poco antes de que se celebrara un debate público con Burton en la sede de la Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia.

En todo caso, como sabemos, Stanley, tras encontrar a Livingstone, comprobó y confirmó la tesis del descubrimiento, cuyo honor Speke, nunca pudo recibir en vida, pero que Richard Burton tampoco pudo arrogarse.

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Toda esta historia, no viene, si no a corroborar la hazaña, grandiosa y, prácticamente desconocida de Pedro Páez Jaramillo.


Pedro Páez yace en una tumba ignorada, junto a las monumentales ruinas de un lugar abandonado, sobre una colina que domina la fuente del Nilo Azul. Su olvido es incomprensible.

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Además de políglota, hombre de acción y brillante intelectual, mostró que era también arquitecto, pues levantó un palacio de piedra de dos plantas en las orillas del lago Tana. Como sabemos, escribió, en portugués, un extraordinario libro, jamás traducido al castellano, sobre Etiopía, y que en la época e incluso en nuestros días ofrece un gran valor científico.

En 1622 murió, probablemente de malaria, y fue enterrado junto a la iglesia que él mismo había diseñado en Górgora. Yace en una tumba ignorada, junto a las monumentales ruinas de un lugar, hoy abandonado, sobre una colina que domina la fuente del Nilo Azul.

Entre las docenas de exploradores y aventureros con que cuenta la historia de España, muy pocos pueden compararse con Pedro Páez, ya sea por la universalidad de sus conocimientos, ya sea por la sencillez de su carácter, ya sea por su admirables logros.

En su historia reproduce, por ejemplo, la afectuosa correspondencia entre Felipe II y el emperador etíope, al que pedía que fueran bien tratados los misioneros que habían convertido el reino al cristianismo.

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No se trataba de una simple curiosidad por el origen del río más largo del mundo, sino que se consideraba que quien tuviera el control de la fuente ejercería un dominio sobre las regiones favorecidas por sus aguas. Egipcios, romanos y griegos no llegaron nunca más al sur del punto de unión del Nilo Azul y Blanco. Ptolomeo ya dibujó, con gran precisión, en el año 150 un mapa, y después, muchas sociedades geográficas posteriores a Páez pretendieron identificar el origen y trazar su recorrido, pues sabían que se trataba de un río con dos fuentes distintas y alejadas entre sí, que llegaba a formar un cauce único a partir de Jartúm. Pero sus esfuerzos fracasaban ante dificultades, aparentemente imposibles de superar en aquella época. 

La obra de Páez, es, en este sentido. de un enorme e incalculable valor científico e histórico, pero, como sabemos, no apareció hasta tres siglos después, y en portugués; su traducción al castellano es, por así decirlo de ayer mismo y no es un consuelo, aquello de “más vale tarde”, porque el olvido de este gran hombre, será siempre incomprensible, ya que, como afirma, Alan Moorehead, autor de El Nilo Azul «ni siquiera la cara oculta de la luna ha ejercido tanta fascinación como el misterio de las fuentes del Nilo. Durante años fue el secreto geográfico más grande desde el descubrimiento de América». 

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Las fuentes del Nilo Azul

Pedro Páez y su compañero partieron de Goa hacia la Península Arábiga en 1589, pero fueron apresados por una nave turca a principios de 1590 y vendidos en Yemen como esclavos. En esta condición recorrieron el wadi Hadramaut a pie y vivieron durante algún tiempo en Sanaa y Moca. Las notas que Páez escribió durante los seis años de cautiverio son el primer documento de descripción del Yemen escrito por un occidental que ha llegado hasta nuestros días. 

Una vez liberados, en 1595 ambos regresaron a Goa, donde pronto consideraron que podían intentarlo de nuevo, y, en esta ocasión, el viaje tuvo éxito, y después de sortear el bloqueo turco, en 1603 Páez y otros hermanos de la orden -Antonio de Montserrat había muerto poco después de volver a Goa-, llegaban a la costa etíope, al enclave de Massawa, una vieja colonia portuguesa sometida cada cierto tiempo al bloqueo turco. 

Su primer objetivo fue alcanzar la misión jesuita en Fremona, en el interior, y una vez allí, Páez inició las tareas de reconstrucción y afianzamiento del enclave católico, aunque su situación no era fácil, pues durante muchos años los portugueses habían sido vistos como intrusos, y los misioneros como rivales que pretendían entrometerse en los asuntos religiosos del país, ya que, de hecho, tropas portuguesas habían intervenido en las disputas dinásticas etíopes años antes, y, por entonces, todos los misioneros eran tomados por portugueses, pues entre ellos hablaban esa lengua y bajo esa bandera habían llegado por primera vez a Etiopía. De hecho, la casa madre de Compañía, era Goa, y el avance por territorio africano, lo habían llevado a cabo exploradores portugueses.

A pesar de todo esto, Páez no tardó en hacerse amigo del rey etíope, Za Dengel, venciendo fácilmente las reticencias de la corte, gracias a su diplomacia y al respeto que mostraba por las creencias y costumbres locales. En poco tiempo había aprendido amárico y ge’ez, las principales lenguas de Etiopía, lo que le facilitó mucho el trato con los etíopes y el conocimiento de sus costumbres. Los lazos de amistad con el rey se hicieron tan firmes que el Páez, logró convertir al monarca, aunque al final, las cosas no resultaron como era de esperar, porque el rey se propuso imponer su nueva fe en todo el país, pese a los diplomáticos consejos de Páez, con lo que sólo logró provocar una revuelta que acabó con su vida.

El nuevo gobernante, Susinios Segued III ocupó el trono en 1605 y pronto llamó a Páez a la corte, pues, muy bien impresionado por sus dotes intelectuales decidió otorgar beneficios y tierras a los sacerdotes católicos. Aquellas nuevas tierras estaban en la península de Górgora, en la orilla norte del lago Tana, donde Páez eligió el lugar en el que crearía una misión y donde se dispuso a construir una iglesia de piedra, al tiempo que actuaba de consejero junto al monarca. Escarmentado por las lamentables consecuencias de la conversión de Za Dengel, en esta ocasión, procuró actuar con tiento y prudencia en materia religiosa, y aunque su cometido principal era la evangelización, quiso primero, conocer bien la cultura etíope, acompañando a su señor por todo el país, sin hacer causa especial, en principio, de las diferencias espirituales.

La residencia Jesuíta en Górgora Nova, Amhara Región, Ethiopia. Julio 2018.

Górgora Nova es un yacimiento arqueológico jesuita del siglo XVII, situado a once km. de la ciudad de Górgora, en Etiopía, en la orilla norte del Lago Tana.

Este conjunto arqueológico fue edificado por los jesuitas en el mismo lugar en el que Pedro Páez había edificado un palacio de dos pisos para el rey Susenyos, cuando la obra se encontraba parcialmente en ruinas, pero su estructura sirvió como andamiaje de la nueva iglesia. Hasta hace poco tiempo, las ruinas se identificaron, erróneamente, con la iglesia edificada por Páez para Susenyos, pero esta se levantó originalmente en Górgora Velha, en un paraje no identificado.

En 2011, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Víctor Manuel Fernández Martínez, inició los primeros trabajos arqueológicos en el lugar, que finalmente, resultaron muy esclarecedores.

El conjunto conserva los restos de la iglesia jesuita de Iyäsus/Jesús; la sacristía y los restos de la residencia. El templo fue construido en 1626 bajo la dirección del clérigo Juan Martínez / João Martins.

De la iglesia hay una sola nave, de 39 metros de largo por 16 de ancho y unos 14 de altura. Se le adosó una capilla mayor abovedada con casetones en su extremo oriental de 11 metros de ancho por 10 de largo, iluminada por dos óculos.

Desde 1995, y en proceso de degradación actualmente, solo se encuentran en pie la parte sur del altar y la parte baja de la pared externa. El estado ruinoso también afecta a los anexos.

El ruinoso estado de la edificación se debe, en parte, a su abandono por parte de los Jesuitas -expulsados por el emperador Fasilides.


Páez anotaba todo lo que visitaba, pero para él, su descubrimiento no tenía gran trascendencia, puesto que era un lugar conocido de sobra por los etíopes, de modo que se redujo a observar atentamente, tomando nota de todo. Sin embargo, ningún europeo había llegado antes a las fuentes del Nilo Azul, o, al menos no lo había contado, pues no hay ninguna noticia al respecto.

Algunos historiadores portugueses informan de que el capitán Joao Gabriel, al frente de un pequeño destacamento portugués, que intervino en las guerras civiles etíopes algún tiempo antes, habría podido alcanzar el lugar donde nace el gran río, pero este militar, amigo de Pedro Páez, tampoco dejó ningún documento escrito al respecto. 

Es en el Libro I de su obra, en el que Páez dice:

“Está la fuente casi al Poniente de este reino, en la cabeza de un vallecito que se forma en un campo grande, y el 21 de abril de 1618 que llegue a verlo, no parecía más que dos ojos redondos de cuatro palmos de largo (...) Y confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambises, el Gran Alejandro y el famoso Julio César”.

Historia de Etiopía, I, Cap, XXVI

Las cataratas del Nilo Azul poco después de salir del lago Tana. Etiopía

Cataratas del Nilo Azul cerca de Bahir Dar, Etiopía.

El misionero jesuita portugués Jerónimo Lobo alcanzó la fuente del Nilo Azul en 1629.

Charles Beke: «Mémoire justificatif en réhabilitation des pères Pierre Paëz et Jérôme Lobo, missionnaires en Abyssinie, en ce qui concerne leurs visites à la source de l'Abaï (le Nil) et à la cataracte d'Alata (II)». Bulletin de la Société géographique, vol. 9,‎ mars 1848, pp. 209-239.

El primer intento posterior de un no-local para explorar esta parte del río se llevó a cabo por el estadounidense W.W. Macmillan en 1902, con la asistencia del explorador noruego B.H. Jenssen; Jenssen procedería río arriba desde Jartum mientras Macmillan navegaría río abajo del lago Tana. Sin embargo, los botes de Jenssen quedaron bloqueados por los rápidos en Famaka poco antes de la frontera entre Sudán y Etiopía, y los barcos de Macmillan fueron destruidos poco después de haber sido botados. 

Macmillan animó a Jenssen a tratar de navegar aguas arriba desde Jartum de nuevo en 1905, pero se vio obligado a detenerse a unas 300 millas del lago Tana. El cónsul Cheesman, que dejó constancia de su sorpresa al llegar a Etiopía, al ver que las aguas superiores de «uno de los ríos más famosos del mundo, y uno cuyo nombre ya era bien conocido por los antiguos» estaba aún en su vida «marcado en el mapa con líneas de puntos», logró trazar el curso superior del Nilo Azul entre 1925-1933, aunque no siguió el río a lo largo de sus orillas y a través de su cañón infranqueable, sino sierra arriba, viajando alrededor de 8.000 km en mula por el campo próximo.

En 1968, a petición del emperador Haile Selassie de Etiopía, un equipo de 60 militares etíopes y británicos y científicos, realizaron el primer descenso del Nilo Azul desde el lago Tana hasta un punto cercano a la frontera con Sudán, dirigida por el eminente explorador y el entonces capitán John Blashford-Snell. El grupo utilizó lanchas de asalto inflables especialmente construidas para la expedición por Avon y modificadas por ingenieros de la Royal Navy para navegar los formidables rápidos. Esta expedición hizo muchos descubrimientos científicos importantes, aunque también tuvieron que rechazar dos ataques de bandidos.

El 28 de abril de 2004, el geólogo Pasquale Scaturro y su socio, el kayakista y documentalista británico, Gordon Brown, se convirtieron en los primeros en navegar el Nilo Azul. Aunque su expedición incluía otros miembros, Brown y Scaturro fueron los únicos que hicieron todo el recorrido. Grabaron su aventura con una cámara de cine y dos cámaras de video portátiles, compartiendo su historia en la película Mystery of the Nile y en un libro del mismo título. A pesar de este intento, el equipo se vio obligado a utilizar motores fuera borda la mayor parte del recorrido.

Hasta el 29 de enero de 2005 nadie logró descender el río con fuerza humana: lo lograron, el canadiense Les Jickling y el neozelandés Mark Tanner,  que llegaron al mar Mediterráneo tras haber remado, por primera vez, río abajo desde la fuente hasta el mar.

National Geographic (NG)

Nilo Azul. NG

Nilo Blanco

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