Estamos ante un verdadero maremágnum de más de 190 composiciones que, en realidad, nada tienen que ver con la Talía verdadera.
175–150 aC. Talía, procedente de Villa Adriana, en Tívoli, hoy en el Museo del Prado, Madrid. Obra original.
Talía es una de las dos musas del teatro, la inspiradora de la Comedia, –Melpómene lo es de la Tragedia–, por lo que suele ser representada con una máscara. También sugiere la poesía bucólica, en cuyo caso, llevará un cayado de pastor. Su corona de hiedra, simboliza la inmortalidad.
BNE
Se trata de la última de las Musas publicadas por González de Salas, que falleció en 1654, dejando incompleta la recopilación, que no se publicaría hasta 1670 con la publicación de la Segunda Cumbre, por Pedro de Alderete Quevedo y Villegas.
INSULTOS JOCOSOS CVC
Aquí, más de cincuenta poemas específicos sobre las mujeres, repiten tópicos hasta la saciedad, desde el Soneto I. Sorprende que un genio tan activo como el de Quevedo, empleara así su tiempo y su creatividad. En ocasiones, también dedica algunos sarcasmos a los hombres; especialmente, a los calvos, a los teñidos y a los que usan peluca, aunque los más repetidos son los que se refieren a aquellos que son engañados, burlados, o robados por sus propias mujeres o por otras.
Pedro Alderete, vendió el original heredado, al editor Pedro Coello, y en la escritura de venta –descubierta por Crosby (1)–, aparece una cláusula en virtud de la cual se autoriza a Coello, para que "haga las diligencias que bien visto le fueren para recoger los cuadernos del dicho libro que así le vendo, para que no salga su impresión diminuta, y tenga el lustre que se pretende con esta diligencia".
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(1) Contrato para la publicación de El Parnaso español, Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. James O. Crosby, En torno a la poesía de Quevedo.
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En todo caso aquí prescindiremos de los referidos poemas, con lo que la cifra total se reduce a unas 140 composiciones –un poco más diminuta–, aunque igualmente difícil de clasificar, a pesar de la rebaja.
En todo caso, no hay aquí donaires morales como dice el título –a no ser que moral, se refiera a su significado latino de costumbre-. Tampoco hay Donaires, propiamente dichos. Las Censuras, al fin, son más fáciles de hallar. No cabe duda de que Quevedo –si todo lo contenido en El Parnaso procede de su pluma–, se sentía donairoso, moralista y censor.
Caben varias explicaciones al respecto; la fácil; que la gente le pedía los poemas y él era capaz de componer una rima de este tipo en poco tiempo, aunque posiblemente, no pensara en su publicación. La otra, ya apuntada: ¿y si no todos los textos incluidos en estas Musas, fueran suyos? No olvidemos que él no estaba allí para certificar su autenticidad. Quizás por entonces fuera relativamente fácil decir: “de Quevedo”, igual que se decía “de Lope” en otros aspectos, y ello mejoraba las ventas.
Al contrario de lo que ocurre con Cervantes, cuyo nombre parece haberse eclipsado tras el de su héroe literario, aquí el nombre del autor era un marchamo que, cierto o falso, podía otorgar a algunas composiciones un valor del que tal vez carecían. En realidad, hay muchas cuestiones que no han podido ser resueltas en torno a esta publicación, como hemos dicho, de carácter póstumo.
Conviene quizás, empezar por nuestra lectura por el Romance XVI en el que el autor asume la inteligente actitud de ironizar sobre sí mismo y sobre su mala fortuna, al que seguirán otros, de carácter aparentemente autobiográfico, aunque lo sean sólo por el hecho de estar expresados en primera persona. La realidad es que la actitud y la forma de pensar de Quevedo, traslucen por todas partes, aunque su obra poética no es, necesariamente, un reflejo de su fuero interno.
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Romance XVI. Refiere su nacimiento y las propiedades que le comunicó.
Parióme adrede mi madre,/¡ojalá no me pariera!,
aunque estaba cuando me hizo, /de gorja naturaleza.
… … …
Nací tarde, porque el sol/tuvo de verme vergüenza,
en una noche templada/entre clara y entre yema.
Un miércoles con un martes/tuvieron grande revuelta,
sobre que ninguno quiso/que en sus términos naciera.
… … …
Murieron luego mis padres,/Dios en el cielo los tenga,
porque no vuelvan acá,/y a engendrar más hijos vuelvan.
Tal ventura desde entonces/me dejaron los planetas,
que puede servir de tinta,/según ha sido de negra.
Porque es tan feliz mi suerte,/que no hay cosa mala o buena,
que aunque la piense de tajo,/al revés no me suceda.
De estériles soy remedio,/pues con mandarme su hacienda,
les dará el cielo mil hijos,/por quitarme las herencias.
… … …
Como a imagen de milagros/me sacan por las aldeas,
si quieren sol, abrigado,/y desnudo, porque llueva.
… … …
De noche soy parecido/a todos cuantos esperan,
para molerlos a palos,/y así inocente me pegan.
Aguarda hasta que yo pase/si ha de caerse una teja;
… … …
No hay necio que no me hable,/ni vieja que no me quiera,
ni pobre que no me pida,/ni rico que no me ofenda.
No hay camino que no yerre,/ni juego donde no pierda,
ni amigo que no me engañe,/ni enemigo que no tenga.
Agua me falta en el mar,/y la hallo en las tabernas,
que mis contentos y el vino/son aguados donde quiera.
Dejo de tomar oficio,/porque sé por cosa cierta,
que siendo yo el calcetero/andarán todos en piernas.
Si estudiara medicina,/aunque es socorrida ciencia,
porque no curara yo,/no hubiera persona enferma.
Quise casarme estotro año,/por sosegar mi conciencia,
y dábanme un dote al diablo,/con una mujer muy fea.
Si intentara ser cornudo,/por comer de mi cabeza,
según soy de desgraciado,/diera mi mujer en buena.
… … …
Si alguno quiere morirse/sin ponzoña o pestilencia,
proponga hacerme algún bien,/y no vivirá hora y media.
Y a tanto vino a llegar/la adversidad de mi estrella,
que me inclinó que adorase/con mi humildad tu soberbia.
Y viendo que mi desgracia/no dio lugar a que fuera
como otros tu pretendiente,/vine a ser tu pretenmuela.
Bien sé que apenas soy algo,/mas tú de puro discreta,
viéndome con tantas faltas,/que estoy preñado sospechas.
… … …
El cuadro se completa con el siguiente
ROMANCE, XCVIII. La Vida Poltrona.
Tardóse en parirme /Mi madre, pues vengo,
Cuando ya está el mundo /Muy cascado y viejo.
Y agora los malos/ Andan ellos mesmos,
Por falta de diablos, /Yéndose al infierno.
Yo que he conocido /De este siglo el juego;
Para mí me vivo, /Para mí me bebo.
Dicen, que me case; /Digo, que no quiero;
Y que por lamerme. /He de ser buey suelto.
Yo no quiero hijos, /Ni aumentar el pueblo,
Que harta gente sobra /Cansada en el suelo.
Hago yo mi olla /Con sus pies de puerco,
Y el lloron judío /Haga sus pucheros.
Dénme á las mañanas /Un gentil torrezno,
Que friendo llame /Los cristianos viejos.
Todo cabría, pues, en una probable descripción de Quevedo, como él parece admitir, aunque –como siempre ocurre–, sólo lo parece:
ROMANCE C. Refiere el mismo sus defectos en bocas de otros.
Muchos dicen mal de mí,
y yo digo mal de muchos;
mi decir es más valiente,
por ser tantos y ser uno.
Que todos digan verdad,
por imposible lo juzgo;
que yo la diga de todos,
con mi licencia lo dudo.
Por eso no los condeno,
por eso no me disculpo;
no faltará quien nos crea
a los otros y a los unos...
Convento de San Marcos, León. Sirivió de prisión a Quevedo
Muy pronto encontramos el famoso soneto A una nariz, cargado de ingenio y sarcasmo, cuya perfección es innegable desde el punto de vista literario. ¿Se refería el autor a Góngora? Parece que sí; especialmente, por el rasgo físico al que se refiere, pero también es posible que el poeta cultista no fuera su objetivo.
SONETO III. A una nariz.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Góngora. Velázquez, 1622. Museum of Fine Arts, Boston
Pero sigamos con la serie autobiográfica.
SONETO VI. Prefiere la hartura y sosiego mendigo, a la inquietud magnífica de los Poderosos.
Mejor me sabe en un cantón la sopa,
y el tinto con la mosca y la zurrapa,
que al rico, que se engulle todo el mapa,
muchos años de vino en ancha copa.
Bendita fue de Dios la poca ropa,
que no carga los hombros y los tapa;
más quiero menos sastre que más capa:
que hay ladrones de seda, no de estopa.
Llenar, no enriquecer, quiero la tripa;
lo caro trueco a lo que bien me sepa:
somos Píramo y Tisbe yo y mi pipa.
Más descansa quien mira que quien trepa;
regüeldo yo cuando el dichoso hipa,
él asido a Fortuna, yo a la cepa.
SONETO XIII. Al Tabaco en polvo, Doctor a pie.
(Cuando se usaba con fines terapéuticos).
¡Oh doctor hierba, docto sin Galeno,
barato sin barbero y sin botica,
en donde el bote suele ser de pica
para el que malo está, y aun para el bueno!
Tú, que sin mula vas, de virtud lleno,
a la nariz de el pobre que te aplica,
que no orinal ni pulso te platica,
ni el que con barba y guantes es veneno,
como el oro por Indias graduado,
sin el martirologio de la vida,
de solo un papelillo acompañado,
hoy medicina a la otra preferida:
¿cuánto va, si se mira con cuidado
de la [medicina] que es moledora a la molida?
SONETO XXIV. Pronuncia con sus nombres los trastos y miserias de la vida.
La vida empieza en lágrimas y caca,
luego viene la mu, con mama y coco,
síguense las viruelas, baba y moco,
y luego llega el trompo y la matraca.
En creciendo, la amiga y la sonsaca:
con ella embiste el apetito loco;
en subiendo a mancebo, todo es poco,
y después la intención peca en bellaca.
Llega a ser hombre, y todo lo trabuca;
soltero sigue toda perendeca;
casado se convierte en mala cuca.
Viejo encanece, arrúgase y se seca;
llega la muerte y todo lo bazuca,
y lo que deja paga, y lo que peca.
ASTROLOGÍA
SONETO XIV. Desacredita la presunción vana de los Cometas.
A venir el cometa por coronas,
ni clérigo ni fraile nos dejara,
y el tal cometa irregular quedara
en el ovillo de las cinco zonas.
Tiénenle, sin por qué, las más personas
por malquisto del cetro y la tiara,
y he visto gran cometa de luz clara
no hartarse de lacayos y fregonas.
Yo he visto diez cometas veniales,
a quien, desesperados, los doctores
maldijeron, porque eran cordiales.
Tres cometas he visto de aguadores,
uno de ricos, siete de oficiales,
y ninguno de suegras y habladores.
SONETO XIX. Búrlase de la Astrología de los Eclipses.
¿Porqué el sol se arreboza con la luna
en la cabeza horrible del severo
dragón, pretendes, pérfido agorero,
amenazar de túmulo a la cuna?
El metal de sus rayos importuna
tu ciencia, con examen de platero,
cuando eclipsarse el sol en el Carnero
influye calidad sólo ovejuna.
Hoy se eclipsa en Carnero, y otro día
se eclipsará de viernes en los Peces,
signo Corvillo en buena astrología.
Eclipses hay picaños y soeces,
amigos de canalla y picardía:
que no son linajudos todas veces.
Los MÉDICOS constituyen otro de los asuntos más recurrentes en las simpatías de Quevedo. Sus apreciaciones al respecto, son casi paradigmas.
SONETO XX. Un enfermo, a quien los médicos fatigan con la dieta, se burla de su regimiento.
Si vivas estas carnes y estas pieles
son bodegón del comedor rascado,
que, al pescuezo y al hombro convidado,
hace de mi camisa sus manteles;
si emboscada en jergón y en arambeles
no hay chinche que no alcance algún bocado,
refitorio de sarna dedicado
a boticario y médicos crueles,
hijo de puta, dame acá esa bota:
bebereme los ojos con las manos,
y túllanse mis pies de bien de gota.
Fríeme retacillos de marranos;
venga la puta y tárdese la flota:
y sorba yo, y ayunen los gusanos.
SONETO XXXII. Mató un médico su candil estudiando, por despabilarle y reconoce el candil justa aquella pena por su culpa.
Si alumbro yo porque a matar aprenda,
¿de qué me espanto yo de que me apague?
Pues en mí «Quien tal hace que tal pague»
justifica el doctor se comprenda.
Despabila al que cura y a su hacienda;
cura al que despabila, aunque le halague;
basta para matar que sólo amague:
de calaveras es su estudio tienda.
Por ser matar la hambre comer, come;
hasta a su mula mata de repente;
ninguno escapa que a su cargo tome.
Es matalos hablando eternamente;
será el mundo al revés siempre que asome,
pues el amanecer vuelve Occidente.
SONETO XXXIII. Médico, que para un mal, que no quita, receta muchos.
La losa en sortijón pronosticada
y por boca una sala de vïuda,
la habla entre ventosas y entre ayuda,
con el "Denle a cenar poquito o nada".
La mula, en el zaguán, tumba enfrenada;
y por julio un "Arrópenle si suda;
no beba vino; menos agua cruda;
la hembra, ni por sueños, ni pintada".
Haz la cuenta conmigo, doctorcillo:
¿para quitarme un mal, me das mil males?
¿Estudias medicina o Peralvillo?
¿De esta cura me pides ocho reales?
Yo quiero hembra y vino y tabardillo,
y gasten tu salud los hospitales.
SONETO LXII. Sacamuelas, que quería concluir con los cerramientos de una boca.
¡Oh! tu que comes con ajenas muelas
Mascando con los dientas que no mascas
Y con los dedos gomias y tarascas
Las encías pellizcas y repelas;
Tu que los mordiscones desconsuelas
Pues en las mismas sopas los atascas
Cuando en el mijagon corren borrascas
Las quijadas que dejas bisabuelas,
Por ti reta las bocas la corteza,
Revienta la avellana del valiente:
¡Y su cáscara ostenta fortaleza!
Quitarnos el dolor, quitando el diente
Es quitar el dolor de la cabeza,
¡Quitando la cabeza que lo siente!
SONETO LXXVII. Que la pobreza es medicina barata y descuido seguro de peligros.
Mi pobreza me sirve de Galeno,
menos bestial por falta de la mula;
presérvame de ahítos y de gula,
y el barro de acechanzas de veneno.
Cenas matan los hombres; yo no ceno;
ni ladrón ni heredero me atribula;
güevos me dan sufragio de la bula,
mas no la bula sin sufragio ajeno.
Nunca maté la sed en la taberna,
que aun de sed no es matante mi dinero,
y abstinencia forzosa me gobierna.
Mi hambre es sazonado cocinero,
pues del carnero me convierte en pierna
hasta los mismos güesos del carnero.
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ROMANCE XLIII. Descubre Manzanares secretos e los que en él se bañan.
Dibujo de 1562, en el que se ve desde la primera ermita de San Isidro en Carabanchel la ribera del río Manzanares y la Villa de Madrid
«Manzanares, Manzanares, /arroyo aprendiz de río,
platicante de Jarama, /buena pesca de maridos;
»tú que gozas, tú que ves, /en verano y en estío,
las viejas en cueros muertos, /las mozas en cueros vivos;
«Tiéneme del sol la llama /tan chupado y tan sorbido,
que se me mueren de sed /las ranas y los mosquitos.
»Yo soy el río avariento /que, en estos infiernos frito,
una gota de agua sola /para remojarme pido.
»Enjuagaduras de culpas /y caspa de los delitos
son mis corrientes y arenas: /yo lo sé, aunque no lo digo.
»Para muchas soy colada, /y para muchos, rastillo;
vienen cornejas vestidas, /y nadan después erizos.
»Mujeres que cada día /ponen con sumo artificio
su cara, como su olla, /con su grasa y su tocino.
»Río de las perlas soy, /si con sus dientes me río,
y Guadalquivir y Tajo, /por lo fértil y lo rico.
»Soy el Mar de las Sirenas, /si canta dulces hechizos,
y cuando se ve en mis aguas, /soy la fuente de Narciso.
»A méritos y esperanzas /soy el Lete, y las olvido;
y en peligros y milagros, /hace que parezca Nilo.
»A rayos, con su mirar, /al sol mesmo desafío,
y a las esferas y cielos, /a planetas y zafiros.
»Flor a flor y rosa a rosa, /si abril se precia de lindo,
de sus mejillas le espera /cuerpo a cuerpo el Paraíso.
»Las desventuras que paso/ son estas que he referido,
y éste el hartazgo de gloria /con que sólo me desquito.»
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ROMANCE XCV. Describe el Río Manzanares, cuando concurren en el verano a bañarse en él.
Llorando está Manzanares / Al instante que lo digo,
Por los ojos de su puente, / Pocas hebras hilo á hilo.
Cuando por ojos de agujas /Pudiera enhebrar lo mismo,
Como arroyo vergonzante. /Vocablo sin ejercicio.
Más agua trae en un jarro /Cualquier cuartillo de vino
De la taberna, que lleva /Con todo su argamandijo.
Que con una gota de agua/A su rescoldo dé alivio.
No llueve Dios sobre cosa/Suya, á lo que yo colijo.
Pues que de calientes queman/Las migas de su molino.
En verano es un guiñapo,/Hecho pedazos y añicos,
Y, con remiendo de arena,/Arroyuelo capuchino.
Florida toda la margen/De jamugas y borricos,
De damas que, con carpetas,/Hacen estrado el pollino.
Al revés de los gotosos,/Ya no se mueve, estantío,
Pues de no gota es el mal /De que le vemos tullido.
No alcanza á la sed el agua./En su madre, á los estíos;
Que, facistol de chicharras./Es la solfa de lo frito.
Pues no aprende lo aguanoso/De tan húmedos resquicios,
No saldrá, de puro rudo./En su vida de charquillos...
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ROMANCE LXXI. Suceso de un religioso, proveido aviesamente, aunque electo ya obispo.
Monseñor sea para bien/el haberos proveído
A la Cámara se debe/Y ayudaros los amigos.
El envidioso que dice/que ya no estáis de servicio
ni sabe vuestro suceso/ni huele vuestro designio.
Vanidad, y no caida/tanto cardenal ha sido
pues os halláis consistorio/y fuisteis quidam obispo.
Hacer sus necesidades/debe todo buen ministro
que los grandes sacerdotes/nunca hicieron edificios.
Entre culebra y pastor/equivocaste los silvos
que si llamaron ovejas/os juntaron palominos.
Vigilante enfermedad/de puro antistes os vino
pues por no cerrar el ojo/tuviste tanto peligro.
El Ama, cuando lo vio/llorando a cántaros dijo:
como buen obispo vela/y aun campar puede de cirio.
Vuestros servicios os valen/sois propio pastor de apriscos
bien mostrais que los pecados/os tiene, señor, ahíto.
Asco da, no devoción,/(estimad aqueste aviso)
Quien en su servicio muere/y no en el de Jesucristo.
Pues sois hombre de correa/deste parabien prolijo
no os corran las advertencias/ aunque de correncia han sido.
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Romance LVII Testamento de don Quijote
Muerte de don quijote. Francisco Muntaner
De un molimiento de güesos/a puros palos y piedras,
don Quijote de la Mancha/yace doliente y sin fuerzas.
Tendido sobre un pavés,/cubierto con su rodela,
sacando como tortuga/de entre conchas la cabeza;
con voz roída y chillando,/viendo el escribano cerca,
ansí, por falta de dientes,/habló con él entre muelas:
«Escribid, buen caballero,/que Dios en quietud mantenga,
el testamento que fago/por voluntad postrimera.
Y en lo de “su entero juicio”/que ponéis a usanza vuesa,
basta poner “decentado”,/cuando entero no le tenga.
A la tierra mando el cuerpo;/coma mi cuerpo la tierra,
que según está de flaco,/hay para un bocado apenas.
En la vaina de mi espada/mando que llevado sea
mi cuerpo, que es ataúd/capaz para su flaqueza.
Que embalsamado me lleven/a reposar a la iglesia
y que sobre mi sepulcro/escriban esto en la piedra:
“Aquí yace don Quijote,/el que en provincias diversas
los tuertos vengó, y los bizcos,/a puro vivir a ciegas”.
A Sancho mando las islas/que gané con tanta guerra
con que si no queda rico/aislado a lo menos queda.
Ítem, al buen Rocinante/dejo los prados y selvas
que crió el Señor del cielo/para alimentar las bestias;
mándole mala ventura/y mala vejez con ella,
y duelos en qué pensar,/en vez de piensos y hierba.
Mando que al moro encantado/que me maltrató en la venta
los puñetes que me dio/al momento se le vuelvan.
Mando a los mozos de mulas/volver las coces soberbias
que me dieron por descargo/de espaldas y de conciencia.
De los palos que me han dado,/a mi linda Dulcinea,
para que gaste el invierno,/mando cien cargas de leña.
Mi espada mando a una escarpia,/pero desnuda la tenga,
sin que a vestirla otro alguno,/si no es el orín, se atreva.
Mi lanza mando a una escoba,/para que puedan con ella
echar arañas del techo,/cual si de San Jorge fuera.
Peto, gola y espaldar,/manopla y media visera,
lo vinculo en Quijotico,/mayorazgo de mi hacienda.
Y lo demás de los bienes/que en este mundo se quedan
lo dejo para obras pías/de rescate de princesas.
Mando que en lugar de misas,/justas, batallas y guerras
me digan, pues saben todos/que son mis misas aquestas.
Dejo por testamentarios/a don Belianís de Grecia,
al Caballero del Febo,/a Esplandián el de las Jergas.»
Allí fabló Sancho Panza,/bien oiréis lo que dijera,
con tono duro y de espacio/y la voz de cuatro suelas:
«No es razón, buen señor mío,/que cuando vais a dar cuenta
al Señor que vos crió/digáis sandeces tan fieras.
Sancho es, señor, quien vos fabla,/que está a vuesa cabecera,
llorando a cántaros triste/un turbión de lluvia y piedra.
Dejad por testamentarios/al cura que vos confiesa,
al regidor Per Antón/y al cabrero Gil Panzueca,
y dejaos de Esplandiones,/pues tanta inquietud nos cuestan,
y llamad a un religioso/que os ayude en esta brega.»
«Bien dices —le respondió/don Quijote con voz tierna—:
ve a la Peña Pobre y dile/a Beltenebros que venga.»
En esto la Extremaunción/asomó ya por la puerta;
pero él, que vio al sacerdote/con sobrepelliz y vela,
dijo que era el sabio proprio/del encanto de Niquea,
y levantó el buen hidalgo/por hablarle la cabeza,
mas viendo que ya le faltan/juicio, vida, vista y lengua,
el escribano se fue/y el cura se salió afuera.
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