2. Causas de la decadencia de Constantinopla: La Cuarta Cruzada.
Los cruzados entran en Constantinopla. Delacroix.
La Cuarta Cruzada –1202–1204–, fue una acción militar a la que parece incoherente seguir llamando Cruzada, cuyo objetivo sería conquistar Tierra Santa, porque sus dirigentes, movidos por otros intereses, terminaron cayendo sobre la cristiana Constantinopla, capital del Imperio bizantino, ciudad que atacaron, tomaron y saquearon, con el deplorable objetivo de obtener fondos para pagar a Venecia su transporte a Tierra Santa y con la contestable excusa de que, durante la III Cruzada, Constantinopla se había mantenido neutral. Entre tanto, otros personajes, movidos, casi siempre por causas no declaradas, movían los hilos de aquellos hombres a los que, en gran parte, impulsaba la miseria.
Durante los últimos años el siglo XII, se agravaron las diferencias entre el emperador germánico, Enrique VI de Alemania y el emperador bizantino Isaac II Ángelo –abuelo materno, por cierto, de Beatriz de Suabia, la esposa de Fernando III de Castilla, el Santo–.
Heinrich VI. Codex Manesse. Isaac II Ángelo
Parece, incluso, que Enrique VI barajaba ya la idea de apoderarse de Bizancio, cuando murió en Mesina, a causa de la malaria, en 1197, a los 32 años. Su sucesor, y hermano, Felipe de Suabia –el hijo menor de Barbarroja, quien había mandado la III Cruzada–, exigía de Bizancio que le entregara sus territorios en los Balcanes y se hiciera cargo de los gastos efectuados por Barbarroja. Entre tanto, aceptó el vasallaje de Armenia y Chipre, en abierta hostilidad contra Bizancio.
Philipp von Schwaben: “valiente, guapo, dulce y generoso”. De la Casa de Hohenstaufen: Obispo Elector de Wurzburgo; Margrave de Toscana; Duque de Suabia y el Rey de los alemanes. Fue asesinado por Otón VIII de Wittelsbach, Conde Palatino de Baviera.
Felipe de Suabia, tenía lazos familiares en los que basaba su derecho al trono de Bizancio, ya que estaba casado con Irene Angelo, otra hija del emperador Isaac II Ángelo, depuesto en 1195 por su hermano, Alejo III Ángelo, quien, tras dejar ciego a su predecesor, lo encerró en una mazmorra y se autoproclamó emperador, a pesar de haber recibido de él múltiples atenciones.
Suplicio de Isaac II
Venecia, por su parte, estaba interesada en recuperar los privilegios de su floreciente comercio con base en Bizancio, de los cuales le había privado el emperador Manuel I Comneno veinte años antes. En 1185, Venecia acordó reanudar las relaciones comerciales con el emperador Andrónico I Comneno, al paso que se proponía anular la competencia de otras ciudades italianas, como Génova y Pisa.
1.Manuel I Comneno, primo y rival de: 2. Andrónico I Comneno
En 1198, el recién elegido Papa Inocencio III autorizó la predicación de una nueva cruzada por medio de Fulco de Neuilly, quien a pesar de hallar a la mayor parte de los príncipes europeos inmersos en sus propias luchas entre sí, consiguió que se levantara un ejército cruzado, aprovechando un torneo organizado en 1199, por el Conde Teobaldo de Champaña, quien fue nombrado jefe de las fuerzas que también mandarían Balduino VI de Henao, conde de Flandes; su hermano Enrique; Luis, conde de Blois, Godofredo III de La Perche; Simón IV de Montfort; Enguerrando de Boves; Reinaldo de Dampierre y Godofredo de Villehardouin. La mayor parte de los caballeros procedían del norte de Francia y de los Países Bajos, aunque poco después se les unieron algunos alemanes y nobles italianos, como Bonifacio de Monferrato.
Simón de Monfort
Edición del siglo XVI de La Conquista de Constantinopla, Crónica de la Cuarta Cruzada, de Godofredo de Villehardouin.
Reunido el ejército de cruzados, se hizo imprescindible contratar un transporte marítimo, ya que el avance por tierra era imposible, a causa de que buena parte de los Balcanes ya era territorio enemigo. Se trataba de preparar un desembarco en Egipto, desde donde los cruzados avanzarían hasta Jerusalén por tierra.
En 1201 murió Teobaldo de Champaña, y los cruzados eligieron a Bonifacio de Monferrato. Los intereses ajenos a los Santos Lugares, empezaban a definirse: Bonifacio era partidario de los Hohenstaufen, y había conocido en la corte de Felipe de Suabia a Alejo, hijo del depuesto emperador Isaac II Ángelo, con cuya hermana, Teodora, estaba casado el de Monferrato. Alejo buscaba el apoyo de los cruzados para recuperar el trono imperial.
Bonifacio de Monferrato, elegido dirigente de la Cuarta Cruzada. Soissons, 1201.
Óleo de Henri Decaisne, c. 1740. Salles des Croisades, Palacio de Versalles.
Los cruzados enviaron embajadores a Venecia, Génova y otras ciudades para contratar el transporte de la expedición, uno de los cuales fue, Godofredo de Villehardouin, vasallo del Imperio latino de Constantinopla, capaz de reunir en torno a su persona a los estados cruzados griegos. Era además, cuñado de Balduino II de Constantinopla.
Así, en abril de 1201, se alcanzó un acuerdo con Venecia, según el cual, la República proveería el transporte de las tropas -33.500 hombres y 4,500 caballos-, hasta Egipto, mediante el pago de 85.000 marcos de plata, de los que los cruzados no disponían. desde luego, a la hora de embarcar, en junio de 1202. Ante la negativa de Venecia a efectuar el transporte, sin antes recibir el dinero acordado, los cruzados tuvieron que pasar el verano acampados en la isla de Lido.
Finalmente Bonifacio de Monferrato pudo llegar a un acuerdo con Venecia, basado en circunstancias que, evidentemente, nada tenían que ver con el objeto de la Cruzada.
Hacía tiempo que Venecia tenía graves desencuentros con Hungría, que recientemente se había apoderado de Zara –actualmente, Zadar–, una zona estratégica para el comercio veneciano. La propuesta hecha por Bonifacio fue la siguiente: si los cruzados ayudaban a la República a recuperar Zara, esta transportaría a los cruzados, aplazando el cobro del transporte.
Monferrato y el Dux Dandolo se pusieron de acuerdo sobre aquellas condiciones, que sólo presentaban un grave problema de carácter moral; el ejército cruzado estaba destinado a recuperar los Santos Lugares; no a combatir a otros cristianos, y Zara era un territorio poblado por cristianos. El Papa se vio obligado a desaprobar el proyecto, procediendo tímidamente a excomulgar a todos los expedicionarios, aunque muy pronto se desdijo, manteniendo la condena sólo para Venecia.
El ejército cruzado se embarcó finalmente, en Venecia, el día 8 de Noviembre de 1202 y, tras dos jornadas de navegación, desembarcaron en Zara, que el día 15 cayó en su poder.
Todavía se encontraban allí los cruzados, donde iban a pasar el invierno, cuando recibieron un mensaje de Felipe de Suabia, que era portador de una oferta de Alejo, el pretendiente al trono bizantino: si los cruzados le ayudaban a recuperar el trono de Constantinopla, él se haría cargo de la deuda con Venecia, y además aportaría a la cruzada, 10.000 hombres, más un extra de fondos y provisiones.
Monferrato y Dandolo aceptaron de inmediato, pero el problema moral obviado en Zara, persistía: Constantinopla también era territorio cristiano, una realidad que provocó que algunos de los principales jefes se retiraran, considerando el hecho evidente de que aquello no podía constituir de ningún modo, el objetivo de una cruzada; entre ellos, Simon de Monfort. El mes de abril de 1203, Alejo llegaba a Zara para unirse a la flota, con destino a Constantinopla.
Desde el Lido veneciano a Gálata, al otro lado del Cuerno de Oro.
Alejo III el príncipe bizantino exiliado era hijo del emperador Isaac II, que había sido derrocado, encarcelado y cegado años atrás por su hermano, Alejo III.
En junio de 1203 los habitantes de Constantinopla descubrieron con terror y sorpresa, la llegada de la flota veneciana. A bordo de sus galeras, un contingente de unos 20.000 hombres procedentes de Francia, Alemania, Flandes e Italia, seguros de que su sola presencia convencería a los bizantinos de que aceptaran al desterrado, pero lejos de ser así, aquellos se armaron y se dispusieron a la defensa. Los cruzados decidieron entonces imponer a su candidato por la fuerza.
Durante siglos el Cuerno de Oro había estado protegido en época de guerra por una gran cadena colgada entre las dos torres situadas en la boca del puerto y con la que se cerraba el acceso de barcos. Los cruzados atacaron la fortaleza de Gálata –la que sostenía la cadena por el norte–. Para ello, la galeras venecianas remolcaron hasta la orilla barcos de transporte que iban provistos de rampas y, al llegar, los caballeros se desplazaron sobre ellas, ya montados en sus caballos, para atacar a los bizantinos que defendían las playas. Los cruzados tomaron la Torre Gálata entre el 5 y el 6 de julio de 1203, e inmediatamente procedieron a destruir la cadena, para acceder al Cuerno de Oro.
Tras penetrar en el Cuerno de Oro los cruzados pudieron desembarcar tropas frente a las murallas del palacio de Blaquernas. La muralla tenía 9 m. de alto y estaba defendida con ballesteros y catapultas.
Los cruzados franceses atacaron por tierra y los venecianos por mar, desde las naves, que protegieron de las piedras y del temible fuego griego utilizado por los bizantinos, que lo habían empleado con éxito en otras batallas navales, ya que seguía ardiendo sobre el agua. Su composición es aún motivo de debate, pero los bizantinos perfeccionaron su uso al lanzarlo a presión.
El extraño y mortífero fuego griego.
El 17 de julio se produjo el asalto bajo las órdenes del dogo veneciano Enrico Dandolo, quien dispuso varias naves preparadas para atacar, al mismo tiempo que, los que ya habían desembarcado, ponían las escalas sobre los muros terrestres, combinados asimismo, con los hombres que cruzarían por las rampas hasta las torres, que tomaron inmediatamente, y desde las cuales, abrieron todas las puertas a su alcance.
La ferocidad empleada acto seguido por los cruzados, provocó el terror de Alejo III que huyó de Constantinopla con gran parte del tesoro imperial, abandonando a su suerte a los habitantes de la ciudad, que decidieron liberar a Isaac II Ángelo y recibieron con todos los honores a su hijo, a quien poco después coronaron en Santa Sofía como Alejo IV y que gobernaría junto con su padre, aunque su poder duró muy poco tiempo, ya que pronto se halló ante la imposibilidad de pagar los gastos a los cruzados, como se había comprometido. Del mismo modo, se había comprometido a llevar a los bizantinos a la Iglesia Católica, cambio al que la población se negó rotundamente.
Asalto de Constantinopla por los Cruzados en 1204.
El 1 de enero de 1204 se produjo un primer ataque bizantino contra la flota cruzada. Emplearon barcos incendiados sin tripulación, que fueron repelidos. Poco después, tras la correspondiente represalia de las tropas cruzadas, el noble griego Alejo Ducas Murzuflo –Cejijunto-, derrocó a Isaac II y a Alejo IV y se proclamó emperador, el día 5, con el nombre de Alejo V.
Poco después padre e hijo morían en prisión –Alejo, tal vez, asesinado-. Los cruzados, sabiendo que las promesas del destronado Alejo, ya nunca se cumplirían, pensaron en asaltar la ciudad por su cuenta.
En la segunda semana de abril se intentó un nuevo asalto. Los francos atacaron el palacio de Blaquernas, mientras los venecianos trataban de ocupar las torres de la muralla marítima desde sus navíos en el Cuerno de Oro. El asalto se produjo el 9 de abril, pero constituyó un fracaso y se produjeron muchas bajas que desmoralizaron a los asaltantes, a los que los clérigos trataron de convencer de seguir adelante, asegurándoles que los ortodoxos, eran herejes cuya destrucción sería recompensada a su debido tiempo.
Con el refuerzo de aquellas predicaciones, unido a la necesidad del botín, los cruzados se lanzaron de nuevo al ataque el día 12 de abril. En esta ocasión 40 naves se ataron de dos en dos, quedando dotadas de gran estabilidad. Casualmente, aquel día el viento sopló a su favor y, a pesar de las dificultades, pronto hubo cruzados en las torres.
Un clérigo francés, hermano del cronista Roberto de Clari, entró en la ciudad por una brecha del muro –próxima a Blaquernas-, seguido por un destacamento. Su acción sembró el pánico entre los bizantinos, pero aquel día no se tomó la ciudad. Alejo V, por su parte, huyó en un barco de pesca.
En todo caso, la resistencia se hacía imposible, por lo que algunos representantes del clero, se dirigieron al campamento invasor para ofrecer la rendición de la ciudad a cambio de evitar el saqueo, aunque esto último resultó inútil, porque los cruzados entraron y saquearon como si se tratara de una ciudad infiel.
Mientras los capitanes ocupaban los palacios, el ejército se lanzó sobre la ciudad durante casi una semana, como una verdadera plaga de langostas, que no respetaron ni Santa Sofía, ni los tesoros religiosos más venerados por los bizantinos como una Corona de Espinas de Cristo y el icono de la Virgen Nicopea, que fueron robados -hoy se encuentran en la Saint-Chapelle de París y en San Marcos de Venecia respectivamente-. Lo más cruel y penoso fue el trato al que se sometió a la población civil: además de robarlo todo, miles de mujeres fueron violadas y asesinados los familiares que intentaron defenderlas, ante la indiferencia de los jefes cruzados, con pocas excepciones.
Palma Le Jeune
Destrozaron las santas imágenes y arrojaron las sagradas reliquias de los mártires a lugares que me avergüenza mencionar, esparciendo por doquier el cuerpo y la sangre del Salvador [...] En cuanto a la profanación de la Gran Iglesia, destruyeron el altar mayor y repartieron los trozos entre ellos [...] E introdujeron caballos y mulas a la iglesia para poder llevarse mejor los recipientes sagrados, el púlpito, las puertas y todo el mobiliario que encontraban; y cuando algunas de estas bestias se resbalaban y caían, las atravesaban con sus espadas, ensuciando la iglesia con su sangre y excrementos. Tampoco mostraron misericordia con las matronas virtuosas, las doncellas inocentes e incluso las vírgenes consagradas a Dios.
Nicetas Coniates – Νικήτας Χωνιάτης. Arzobispo de Atenas.
Tras la caída de Constantinopla, Coniates o Joniates, se instaló en Nicea, en la corte del emperador Teodoro I Láscaris, donde se dedicó a la literatura. Su obra principal es una Historia, en 21 libros, que comprende el período 1118–1207, en la que relata acontecimientos de los que fue testigo o que escuchó a testigos presenciales. La parte más interesante de su obra es, precisamente, la que se refiere a la toma de Constantinopla. Su breve tratado sobre las estatuas destruidas por los latinos es de especial interés para la Arqueología.
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No mucho después, se nombró emperador al Conde Balduino de Flandes, como Balduino I de Constantinopla. Con él empezó la historia del Imperio Latino de Constantinopla, un estado de carácter feudal durante el cual la población ortodoxa sufrió una evidente discriminación. Aquel estado de cosas, sólo duró hasta la expulsión de los cruzados en 1261. Pero la ciudad nunca pudo ser reconstruida ni volvió a ser la sombra de lo que había sido.
Tintoretto
Finalmente, se procedió a un reparto del botín entre los cruzados, los venecianos y el nuevo emperador, elegido contra las pretensiones de Bonifacio de Monferrato, quien, en compensación, recibió la isla de Creta –como parte del disperso territorio bizantino-. Inmediatamente, Monferrato vendió la isla a Venecia, que la retuvo hasta 1669, cuando el Imperio otomano volvió a tomarla, a pesar de la defensa del veneciano Francesco Morosini.
Los cruzados llamaron a este acontecimiento Partitio terrarum imperii Romanie -partición del Imperio romano de Oriente-.
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La Cruzada de los Niños
Tras la denominada Cuarta Cruzada, en 1212, se produjo un fenómeno, cuya realidad aún hoy se debate. Se trata de la llamada Cruzada de los Niños, que algunos historiadores integran entre los sucesos posteriores a la fallida Cruzada: En el evento se mezclan las visiones de un muchacho francés; el intento de convertir a los musulmanes al cristianismo; niños que marcharon solos al sur de Italia; su venta como esclavos, etc., un conjunto de elementos, en buena parte increíbles y hasta contradictorios, pero que tuvo –y aún tiene-, visos de certidumbre.
Un niño aseguró haber tenido una visita de Jesucristo, en cuyo transcurso recibió la orden de que escribiera una carta al rey de Francia, en la que le informaba de que debía dirigir una cruzada a Jerusalén. Entregada la carta sin ningún efecto, Jesucristo volvería a visitar al niño, para decirle, en esta ocasión, que él mismo debía dirigir una cruzada formada por niños, ya que Jerusalén se entregaría, ante la pureza de sus almas. Los niños no tendrían que preocuparse por los peligros de la travesía por mar, ya que las aguas se abrirán a su paso, como ya ocurriera con el pueblo de Israel en tiempo de Moisés.
Pronto apareció otro niño a quien Jesucristo habría encomendado la misma empresa. En el presente caso el niño era alemán y consiguió reunir un grupo notable de niños alemanes.
Finalmente, entre veinte y treinta mil niños se reunirían para dirigirse a Niza. Completamente faltos de medios, robaban la comida donde la encontraban, arrasando pueblos a su paso, a pesar de lo cual, más de la mitad desertaron, llegando a su destino unos 2000 niños, acompañados por 200 adultos. Pasaron dos semanas rezando y esperando que el mar se abriera, pero solo aparecieron dos mercaderes que les ofrecían siete naves para pasar a Tierra Santa. Durante la travesía, dos naves naufragaron en Cerdeña, pero las otras cinco llegan a Alejandría, donde se produjo el desenlace. Los niños fueron vendidos como esclavos, por los mercaderes que les habían ofrecido sus barcos gratuitamente.
Gustave Doré
Algunos historiadores dicen que un niño francés llegó a adulto y regresó a Francia convertido en sacerdote, siendo él quien dio a conocer la historia. Investigaciones posteriores, aseguran que en 1212 se produjeron ciertos movimientos migratorios en Alemania y Francia, que por sus características trágicas, pudieron dar lugar a la leyenda.
Joanna Mary Boyce. The Departure: An Episode of the Child's Crusade 13th Century
Otra versión, dice que a principios de 1200, aparecieron en Europa grupos de vagabundos desplazados a causa de cambios económicos, que forzaron a muchos campesinos pobres del norte de Francia y de Alemania a vender sus tierras. Estos grupos fueron denominados pueri, del latín, niños, o muchachos. Algunos grupos se unirían en una protesta de carácter religioso que transformó su forzoso vagabundeo en una misión religiosa. Así, marcharon, tomando la Cruz Cristiana, aunque ello no constituyó el origen de ninguna guerra santa.
Más tarde, este movimiento se asociaría con el de Pedro el Ermitaño, el líder de la llamada Cruzada de los Pobres, que provocaría la formación de la Primera Cruzada.
En mayo de 1096, unos 12.000 hombres, entusiasmados por los sermones de Pedro el Ermitaño, emprendieron la marcha a los santos lugares. Al sufrir los primeros reveses, el predicador volvió a Constantinopla para solicitar el apoyo del emperador Alejo Comneno. Cuando volvió, su ejército había sido masacrado por los seleúcidas.
Los nobles que le habían prometido auxilio, llegaron en mayo de 1097 y tomaron Jerusalén el 15 de julio de 1099. Entonces Pedro pronunció un sermón en el Monte de los Olivos, a través del cual exigió a los cruzados que saquearan la ciudad y aniquilaran a la población infiel; musulmanes, judíos, mujeres y niños desarmados, prometiendo el Paraíso por hacerlo.
El diario ABC publicaba el 30 junio 2015 un artículo titulado: La misteriosa Cruzada de los Niños para conquistar Jerusalén que acabó en tragedia:
Entre la realidad y la leyenda, se mueve un episodio insólito de la historia medieval y de las cruzadas que terminó, como suelen hacerlo los grandes éxodos de personas, en una tragedia de dimensiones bíblicas. Estando cerca de Alejandría (Egipto), la Cruzada de los niños terminó dramáticamente cuando los marineros vendieron a los niños como esclavos.
No en vano, cuando el niño entregó personalmente las cartas al Monarca, éste desechó rotundamente la idea, quizás al rememorar el desenlace de la reciente Cuarta Cruzada, la cual ni siquiera pudo alcanzar Jerusalén, puesto que la conquista y el saqueo de Constantinopla, capital del Imperio bizantino, se convirtió en el destino final.
Pero a diferencia de lo que narra la leyenda, estos grupos de desplazados nunca tuvieron como objetivo preferente viajar a Tierra Santa, ni llegaron a alejarse de las fronteras europeas. El fervor religioso vertebró un movimiento de peregrinación sin rumbo fijo formado, indiferentemente de la edad, por campesinos sin tierras, prostitutas y vagabundos.
Diario El País, 8 de julio de 2014
Entre leyendas y veras, una serie de hechos del siglo XIII –entre reales e inventados por la imaginación de boca en boca— originaron lo que se conoce como La Cruzada de los Niños. En 1212, después de la Cuarta Cruzada (mesiánica misión por reconquistar Jerusalén de manos de los musulmanes, que incumplió de forma perversa) cundió la noticia de un anónimo niño francés que afirmaba haber sido visitado por Jesús de Nazareth y escribe una serie de cartas dirigidas al rey de Francia, que decían entregó personalmente en la corte, donde pedía al monarca la organización de una Quinta Cruzada para la salvación de Tierra Santa. Se decía que el rey hizo caso omiso de la petición y que el niño, al volver a su aldea, fue nuevamente visitado por Jesús de Nazareth para designarlo como líder y responsable de una Cruzada Infantil que retomaría Jerusalén y barrios circunvecinos con la invencible armada de la bondad y pureza de los niños que lograra reclutar. Ante la duda lógica e intuitiva del niño sobre cómo le harían los Cruzados Infantes para cruzar el Mediterráneo, el Cristo Redentor le garantiza que esas aguas se abrirán a su paso, tal como lo logró Moisés según relata no sólo la Biblia, sino también el Corán.
Corría por toda Europa la incomprobable verdad de que al mismo tiempo de que formaba la hueste francesa de niños, otro niño en Alemania recibió la misma instrucción divina con otra aparición de Jesús de Nazareth. Se decía que en el camino a Niza, en el sur de Francia, se unieron ambos contingentes sumando un total de 30,000 niños cruzados ya en el convencimiento de su misión y algunos académicos gustan asociar a la travesía el remoto origen del cuento de “El flautista de Hamelin”, pues la horda, hambrienta y cegada por su fe inquebrantable no hacía más que arrasar con cuanto campo cultivado, cosecha levantada y comida en toda choza, fonda o posada como inmensa plaga de roedores insaciables. Las diferentes versiones coinciden en narrar que al llegar a Niza sólo quedan tres mil niños y trescientos adultos que se unieron a la aventura, pues la inmensa mayoría desistió en el camino o murió de hambre en descampados de noches infinitas.
Los que lograron llegar a las faldas de espuma del Mediterráneo pasaron dos semanas rezando, hincados, a la espera de que se abriera el mar en vereda directa hacia la Tierra Prometida. Eso nunca sucede y a los niños cruzados por la fe ciega se les aparecen unos mercaderes que ofrecen siete barcos para poder cumplir su misión. The plot thickens –la trama se complica–, diría Dickens, cuando dos de los bergantines naufragan cerca de Cerdeña y los restantes cinco barcos llegan a Alejandría tan sólo para que los malvados mercaderes vendan a los miles de niños restantes como esclavos en mazmorras bereberes.
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