Edición Verdussen. Amberes, 1699
MELPÓMENE
Felipe III, Madrid, 14 de Abril de 1478- 31 de Marzo de 1621
Estatua en la Plaza Mayor de Madrid
Funeral elogio en la muerte del bienaventurado Rey Don Felipe III
Mereciste reinar y mereciste
no acabar de reinar; y lo alcanzaste
en las almas al punto que expiraste,
como el reinar al punto en que naciste.
Rey te llamaste, cuando padre fuiste,
pues la serena frente que mostraste,
del amor de tus hijos coronaste,
cerco a quien más valor que el oro asiste.
Militó tu virtud en tus legiones;
vencieron tus ejércitos, armados
igualmente de acero y oraciones.
Por reliquia llevaron tus soldados
tu nombre y por ejemplo tus acciones,
y fueron victoriosos y premiados.
Inscripción en el túmulo de Don Pedro Girón, Duque de Osuna,
Virrey y Capitán General de las dos Sicilias
De la Asia fue terror, de Europa espanto,
y de la África rayo fulminante;
los golfos y los puertos de Levante
con sangre calentó, creció con llanto.
Su nombre solo fue victoria en cuanto
reina la luna en el mayor turbante;
pacificó motines en Brabante:
que su grandeza sola pudo tanto.
Divorcio fue del mar y de Venecia,
su desposorio dirimiendo el peso
de naves, que temblaron Chipre y Grecia.
¡Y a tanto vencedor venció un proceso!
De su desdicha su valor se precia:
¡murió en prisión, y muerto estuvo preso!
Compendio de las hazañas del mismo en inscripción sepulcral
Diez galeras tomó, treinta bajeles,
ochenta bergantines, dos mahonas;
aprisionole al Turco dos coronas
y los corsarios suyos más crueles.
Sacó del remo más de dos mil fieles,
y turcos puso al remo mil personas.
¡Y tú, bella Parténope, aprisionas
la frente que agotaba los laureles!
Sus llamas vio en su puerto la Goleta;
Chicheri y la Calivia, saqueados,
lloraron su bastón y su jineta.
Pálido vio el Danubio sus soldados,
y a la Mosa y al Rhin dio su trompeta
ley, y murió temido de los hados.
Túmulo de Don Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y Cardenal de Roma
El Duque de Lerma. Escultura funeraria ejecutada por Pompeo Leoni.
Bronce dorado al fuego. Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Columnas fueron los que miras huesos
en que estribó la ibera monarquía,
cuando vivieron fábrica, y regía
ánima generosa sus progresos.
De los dos mundos congojosos pesos
descansó la que ves ceniza fría;
el seso que esta cavidad vivía
calificaron prósperos sucesos.
De Filipe Tercero fue valido,
y murió de su gracia retirado,
porque en su falta fuese conocido.
Dejó de ser dichoso, mas no amado;
mucho más fue no siendo que había sido:
esto al duque de Lerma te ha nombrado.
Inscripción al Marqués Ambrosio Spinola, que gobernó las armas católicas en Flandes
Espínola en La Rendición de Breda. Velázquez
Lo que en Troya pudieron las traiciones,
Sinón y Ulises y el caballo duro,
pudo de Ostende en el soberbio muro
tu espada, acaudillando tus legiones.
Cayó, al aparecer tus escuadrones,
Frisa y Breda por tierra, y, mal seguro,
debajo de tus armas vio el perjuro
sin blasón su muralla y sus pendones.
Todo el Palatinado sujetaste
al monarca español, y tu presencia
al furor del hereje fue contraste.
En Flandes dijo tu valor tu ausencia,
en Italia tu muerte, y nos dejaste,
Spínola, dolor sin resistencia.
Epitafio del Duque de Osuna, con sus armas habla el mármol
Memoria soy del más glorioso pecho
que España en su defensa vio triunfante;
en mí podrás, amigo caminante,
un rato descansar del largo trecho.
Lágrimas de soldados han deshecho
en mí las resistencias de diamante;
yo cierro al que el ocaso y el levante
a su victoria dio círculo estrecho.
Estas armas, viudas de su dueño,
que visten de funesta valentía
este, si humilde, venturoso leño,
del grande Osuna son; él las vestía,
hasta que, apresurado el postrer sueño,
le ennegreció con noche el blanco día.
Funeral discurso de Aníbal, tomando el veneno para morir, viéndose viejo, solo y desterrado
Quitemos al Romano este cuidado,
y un número a sus muchos prisioneros,
pues me temen, los cónsules severos,
amenaza caduca de su estado.
Impaciente a los términos del hado,
salga la alma que armó tantos guerreros:
no aprenda a servir estos postreros
años, que del afán he reservado.
Pródigo del espíritu y la vida,
desprecio dilatar vejez cansada:
venganza les daré, no triunfo y gloria.
Que es desesperación bien entendida
buscar muerte a la afrenta anticipada:
quede a guardar la vida a la memoria.
Rodrigo Calderón –el Valido de Lerma-, fue condenado a muerte y ejecutado. La valerosa aceptación de su condena, le convirtió en víctima y héroe popular.
Rodrigo Calderón. Rubens, Royal Collection, Castillo de Windsor
Elogio fúnebre al Marqués de Siete Iglesias
Tu vida fue envidiada de los ruines;
tu muerte de los buenos fue envidiada;
dejaste la desdicha acreditada
y empezaste tu dicha de tus fines.
Del metal ronco fabricó clarines
Fama, entre los pregones disfrazada,
y vida eterna y muerte desdichada
en un filo tuvieron los confines.
Nunca vio tu persona tan gallarda
con tu guarda la plaza como el día
que por tu muerte tu alabanza guarda.
Mejor guarda escogió tu valentía,
pues que hizo tu ángel con su guarda
en la gloria lugar a tu agonía.
Fray Hortensio Paravicino, distinguido Culteranista. El Greco. BBAA Boston
Su adhesión literaria al Culteranismo constituyó una de las dianas del sarcasmo del Conceptista Quevedo
Funeral elogio al Padre Maestro Fray Hortensio Félix Paravicino y Arteaga, Predicador de su Majestad
El que vivo enseñó, difunto muere,
y el silencio predica en el difunto:
en este polvo mira y llora junto
la vista cuando al púlpito le debe.
Sagrado y dulce, el coro de las nueve
enmudece en su voz el contrapunto:
faltó la admiración a todo asunto,
y el fénix que en su pluma se renueve.
Señas te dio del docto y admirable
Hortensio, tales, que callar pudiera
el nombre religioso y venerable.
La Muerte aventurara, si le oyera,
a perder el blasón de inexorable,
y si no fuera sorda le perdiera.
Glorioso túmulo a la serenísima Infanta Sor Margarita de Austria
Las aves del Imperio, coronadas,
mejoraron las alas en tu vuelo,
que con el pobre y serafín al cielo
sube, y volando sigue sus pisadas.
¡Oh cuán cesáreas venas, cuán sagradas
frentes se coronaron con tu velo!
Y espléndido el sayal venció en el suelo
púrpura tiria y minas de oro hiladas.
La silla más excelsa, más gloriosa,
que perdió el serafín amotinado,
premió a Francisco la humildad; y hoy osa
la tierra, émula al cielo, en alto grado,
premiarle con la frente más preciosa
que imperiales coronas han cercado.
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Poemas amorosos-caballerescos de un misógino irredento
A Aminta, que teniendo un clavel en la boca, por morderle se mordió los labios, y salió sangre
Bastábale al clavel verse vencido
del labio en que se vio (cuando, esforzado
con su propia vergüenza, lo encarnado
a tu rubí se vio más parecido),
sin que, en tu boca hermosa, dividido
fuese de blancas perlas granizado,
pues tu enojo, con él equivocado,
el labio por clavel dejó mordido;
si no cuidado de la sangre fuese,
para que, a presumir de tiria grana,
de tu púrpura líquida aprendiese.
Sangre vertió tu boca soberana,
porque, roja victoria, amaneciese
llanto al clavel y risa a la mañana.
A una dama que apagó una bujía, y la volvió a encender en el humo soplando
La lumbre, que murió de convencida
con la luz de tus ojos y, apagada
por sí en el humo, se mostró enlutada,
exequias de su llama ennegrecida,
bien pudo blasonar su corta vida,
que la venció beldad tan alentada,
que con el firmamento, en estacada,
rubrica en cada rayo una herida.
Tú, que la diste muerte, ya piadosa
de tu rigor, con ademán travieso
la restituyes vida más hermosa.
Resucitola un soplo tuyo impreso
en humo, que tu boca es milagrosa
aura, que nace con facción de beso.
Encareciendo las adversidades de los troyanos, exagera más la hermosura de Aminta
Ver relucir, en llamas encendido,
el muro que a Neptuno fue cuidado;
caliente y rojo con la sangre el prado,
y el monte resonar con el gemido;
a Xanto en cuerpos y armas impedido,
y en héroes, como en peñas, quebrantado;
a Héctor en las ruedas amarrado
y, en su desprecio, a Aquiles presumido;
los robos licenciosos, los tiranos,
la máquina de engaños y armas llena,
que escuadras duras y enemigos vierte,
no llorarán, Aminta, los troyanos,
si, en lugar de la griega hermosa Helena,
París te viera, causa de su muerte.
A una dama bizca y hermosa
Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.
El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinerosa luz, dulce y ardiente.
Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da a l'alma tantos premios como enojos.
¿Qué ley, pues, pudo mover al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?
A una dama tuerta y muy hermosa
Para agotar sus luces la hermosura
en un ojo no más de vuestra cara,
grande ejemplar y de belleza rara
tuvo en el sol, que en una luz se apura.
Imitáis, pues, aquella arquitectura
de la vista del cielo, hermosa y clara;
que muchos ojos, y de luz avara,
sola la noche los ostenta oscura.
Si en un ojo no más, que en vos es día,
tiene cuantos le ven muerte y prisiones,
al otro le faltara monarquía.
Aun faltan a sus rayos corazones,
victorias a su ardiente valentía
y al triunfo de sus luces aun naciones.
A otra dama de igual hermosura y del todo ciega
Envidia, Antandra, fue del sol y el día,
en que también pecaron las estrellas,
el quitaros los ojos, porque en ellas
el fuego blasonase monarquía.
A poder vos mirar, la fuente fría
encendiera cristales en centellas;
viera ceniza sus espumas bellas,
tronara fulminando su armonía.
Hoy ciega juntamente y desdeñosa,
sin ver la herida ni atender al ruego,
vista cegáis al que miraros osa.
La nieve esquiva oficio hace de fuego;
y en el clavel fragante y pura rosa
vemos ciego al desdén, y al Amor ciego.
Amor no admite compañía de competidor, ansí como el reinar
No admiten, no, Floralba, compañía
Amor y Majestad; siempre triunfante
solo ha de ser el rey, solo el amante:
humos tiene el favor de monarquía.
El padre ardiente de la luz del día
no permite que muestre su semblante
estrella presumida y centelleante
en cuanto reina en la región vacía.
Amor es rey tan grande, que aprisiona
en vasallaje el cielo, el mar, la tierra,
y única y sola majestad blasona.
Todo su imperio un corazón le cierra;
la soledad es paz de su corona;
la compañía, sedición y guerra.
Filosofía con que intenta probar a un mismo tiempo puede un sujeto amar a dos
Si de cosas diversas la memoria
se acuerda, y lo presente y lo pasado
juntos la alivian y la dan cuidado,
y en ella son confines pena y gloria;
y si al entendimiento igual victoria
concede inteligible lo criado,
y a nuestra libre voluntad es dado
numerosa elección, y transitoria,
Amor, que no es potencia solamente,
sino la omnipotencia padecida
de cuanto sobre el suelo vive y siente,
¿por qué con dos incendios una vida
no podrá fulminar su luz ardiente
en dos diversos astros encendida?
Celebra a una dama poeta, llamada Antonia
Antes alegre andaba, agora apenas
alcanzo alivio, ardiendo aprisionado;
armas a Antandra aumento acobardado;
aire abrazo, agua aprieto, aplico arenas.
Al áspid adormido, a las amenas
ascuas acerco atrevimiento alado;
alabanzas acuerdo al aclamado
aspecto, a quien admira antigua Atenas.
Agora, amenazándome atrevido,
Amor aprieta aprisa arcos, aljaba;
aguardo al arrogante agradecido.
Apunta airado; al fin, amando, acaba
aqueste amante al árbol alto asido,
adonde alegre, ardiendo, antes amaba.
Halla en la causa de su Amor todos los bienes
Después que te conocí,
Todas las cosas me sobran:
El Sol para tener día,
Abril para tener rosas.
Por mi bien pueden tomar
Otro oficio las Auroras,
Que yo conozco una luz
Que sabe amanecer sombras.
Bien puede buscar la noche
Quien sus Estrellas conozca,
Que para mi Astrología
Ya son oscuras y pocas.
Gaste el Oriente sus minas
Con quien avaro las rompa,
Que yo enriquezco la vista
Con más oro a menos costa.
Guardar sus perlas en conchas,
Que Búzano de una Risa
Las pesco yo en una boca.
Contra el Tiempo y la Fortuna
Ya tengo una inhibitoria:
Ni ella me puede hacer triste,
Ni él puede mudarme un hora.
El oficio le ha vacado
A la Muerte tu persona:
A sí misma se padece,
Sola en ti viven sus obras.
Ya no importunan mis ruegos
A los cielos por la gloria,
Que mi bienaventuranza
Tiene jornada más corta.
La sacrosanta Mentira
Que tantas Almas adoran,
Busque en Portugal vasallos,
En Chipre busque Coronas.
Predicaré de manera
Tu belleza por Europa,
Que no haya Herejes de Gracias,
Y que adoren en ti sola.
Amor constante más allá de la muerte
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisongera:
mas no de essotra parte en la rivera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a lei severa.
Alma, a quien todo un dios prissión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido;
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Desea, para descansar, el morir
Mejor vida es morir que vivir muerto,
¡oh piedad!; en ti cabe gran fiereza,
pues mientes, apacible, tu aspereza
y detienes la vida al pecho abierto.
El cuerpo, que de l'alma está desierto
(ansí lo quiso Amor de alta belleza),
de dolor se despueble y de tristeza:
descanse, pues, de mármoles cubierto.
En mí la crueldad será piadosa
en darme muerte, y sólo el darme vida
piedad será tirana y rigurosa.
Y ya que supe amar esclarecida
virtud, siempre triunfante, siempre hermosa,
tenga paz mi ceniza presumida.
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