miércoles, 20 de noviembre de 2019

Catherine Pozzi • Poesía extrema


Catherine Marthe Louise Pozzi

Catherine Pozzi, alrededor de los 18 años (¿1900?)

Nació el 13 de julio de 1882, en el corazón del Tout-Paris aristocrático y burgués de finales del siglo XIX, donde falleció, el 3.12.1934.

Hija de Samuel Pozzi, de una familia protestante, cirujano y primer titular de la cátedra de Ginecología en la Facultad de Medicina de París, y de Thérèse Loth-Cazalis, "heredera de la gran burguesía católica lionesa, emparentada con el poeta Henri Cazalis (Jean Lahor) y con el pintor Frédéric Bazille"; tuvieron otros dos hijos menores; Jean y Jacques.

La familia de Samuel y Thérèse recibía en su casa y también frecuentaba otros salones de artistas y escritores, como Leconte de Lisle, Alexandre Dumas hijo, o José-María de Heredia, así como científicos y políticos, como Georges Clemenceau.

Durante su niñez, Catherine tuvo preceptores y aprendió piano, además de practicar el tenis y la equitación.

Ya en 1907, a los 25 años, Catherine siguió un curso en el Saint Hugh’s College de Oxford, pero a pesar de ser admitida para el curso siguiente, renunció a hacerlo, por deseo de su madre, para casarse –al parecer, sin convicción personal, dos años después, con Édouard Bourdet, cinco años más joven que ella. Bourdet se convirtió en un autor dramático de éxito, y con él tuvo Catherine a su hijo Claude, (1909-1996), pero el matrimonio fracasó rápida y estrepitosamente.

Desde 1912 se le reconocieron los síntomas de la tuberculosis que marcaría y acabaría con su vida, a los 52 años.

Desde 1913 hasta su muerte escribió un Diario y en 1935 publicó seis poemas: Ave, Vale, Scopolamine, Nova, Maya y Nyx; un reducido conjunto, que a pesar de su brevedad ocupa un lugar de privilegio en las antologías de la poesía francesa del siglo XX.

En 1913 conoció a André Fernet; un auditor del Consejo de Estado, autor de dos obras de teatro, con el que “vivió una relación amorosa de carácter platónico, y que, finalmente, murió en la guerra”. A partir de 1916 y hasta su propia muerte, el 1º de febrero de cada año, Catherine empezaba su diario con una invocación en su recuerdo: “Ma vie, mon esprit…”

En 1918, vivía con su madre en Montpellier, cuando ambas recibieron la noticia de que su padre, el célebre médico, había sido asesinado por un antiguo paciente. Samuel Pozzi había sido uno de los posibles modelos de Marcel Proust para su Doctor Cottard. Su dramático fallecimiento, el 13 de junio de 1918, cuando Catherine tenía 36 años –sólo le sobrevivió 16 años-, supuso, indudablemente, un terrible drama familiar, tras una vida de éxito –como veremos-, que no dejaría de influir en la formación y desenvolvimiento existencial de Catherine, que a los diez años, escribió en su primer Diario: "Quiero decir a los indiferentes cuanto puede sufrir un niño, y qué sola puede estar una muchacha.”

De hecho, se sabe que había mantenido una larga correspondencia con su padre, en la que continuamente declaraba su profundo afecto hacia él, hasta el extremo de que, tras leer algunas de aquellas cartas, su madre exclamó: “¡Pero ¡estas son cartas de amantes”! Del mismo modo que hay constancia del duro revés que sufrió, cuando empezó a dudar de que su padre la quisiera como ella creía a pesar de la adoración que aún le profesaba.
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Samuel-Jean Pozzi, nacido el 3.10.1846, fue un famoso cirujano, y uno de los principales ginecólogos de finales del siglo XIX, también especializado en antropología y neurología.

Nacido en Bergerac, en Dordoña, formaba parte de una familia de origen suizo-italiano, cuyo padre era ministro de la Iglesia Reformada de Francia. Su madre falleció cuando Samuel tenía diez años, y su padre volvió a casarse con la inglesa, Mary Anne Kempe.

Un joven atractivo y refinado, que, con el tiempo se convertiría en un elegante dandy, por alguna razón desconocida, era apodado “La Siren” por sus compañeros de estudios.

Samuel Jean de Pozzi, fotografiado por Nadar

En 1864, empezó a estudiar Medicina en París y cuando estalló la guerra franco-prusiana, en 1870, se alistó, voluntario como médico militar. Tras presentar su tesis, en 1873, dos años después, era profesor universitario. En el transcurso de su trabajo, entre otras cosas, introdujo (c.1877), el empleo de antisépticos en los hospitales franceses, convirtiéndose, además, en un pionero de la ginecología, creando la primera cátedra de esta especialidad en París, en 1884. 

En 1913, organizó con Georges Clemenceau, el primer simposio sobre trasplantes en París, y ya en 1914, al estallar la Primera Guerra Mundial, volvió al ejército como cirujano militar.

En 1879, se casó con Thérèse Loth-Cazalis, hija de un magnate de la industria ferroviaria, y tuvieron tres hijos: Catherine, Jean, y Jacques, pero nada impidió que el atractivo Pozzi tuviera diversos romances, algunos de ellos, muy sonados, como fueron los mantenidos con Georgette Leblanc, cantante de ópera; soprano y hermana del novelista Maurice Leblanc; con la conocida actriz Réjane; con Geneviève Halevy, la viuda de Georges Bizet; con la actriz Sarah Bernhardt, y, a partir de 1890, con Emma Sedelmeyer Fischof, con la que, a pesar de que su mujer se negó a concederle el divorcio, compartió el resto de su vida. 

Georgette Leblanc: Gabrielle Rejane, de Boldini; Geneviève Halevy -Bizet-, de Delaunay; 
Sarah Bernard y Emma Sedelmeyer Fischof

Pozzi, fue gran amigo del gran pintor John Singer Sargent, quien le hizo un extraordinario retrato, sencillamente, en bata, que hoy se muestra en el Hammer Museum de Los Ángeles.

El Doctor Samuel Jean Pozzi en casa: John Singer Sargent, 1881.

Fue asimismo amigo de Marcel Proust, de Robert Proust -hermano del escritor y, también médico-, de Reynaldo Hahn -compositor-, de Robert de Montesquiou -poeta-, y de la escritora Louise Ackermann.


En 1898 fue senador por Bergerac y entre sus logros se cuenta el de haber mejorado el suministro de agua, así como el sistema de alcantarillado. 

Convivió con el proceso a Dreyfus, en cuya inocencia creía, y al que atendió con ocasión de un atentado. Cuando los restos de Émile Zola –principal defensor de Dreyfus-, fueron llevados al Panteón, tanto Pozzi como Dreyfus estuvieron presentes en la ceremonia. 

El 13 de junio de 1918, un paciente al que había intervenido quirúrgicamente dos años antes, considerándole culpable de su impotencia, le disparó cuatro veces en el vientre. A pesar de hacerse intervenir sin esperar ni a ser anestesiado, pronto supo que la operación no tendría éxito y pidió ser enterrado con el uniforme militar. No tardó en fallecer, y su asesino se suicidó en el momento en que supo la noticia.

Samuel Jean de Pozzi (1918).
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Catherine hizo amistad con Rainer María Rilke, con el que también mantuvo correspondencia entre 1924-25 y, siempre en el mundo de las letras, también fue buena amiga de André Gide, de Anne de Noailles y de Colette.


Pero lo que realmente marcó su existencia para siempre, fue su relación con Paul Valéry, que se extendió a lo largo de ocho años de inquietud, desequilibrio, inseguridad y tristeza, y con el que también mantuvo una importante correspondencia.

Catherine Pozzi & Paul Valéry (c.1924)

Ya en 1927 Catherine decidió estudiar Biología en la Facultad de Ciencias de París, pero en 1928, su ruptura con Valéry, la llevó a abandonar los salones parisinos, viviendo inmersa en un doloroso sentimiento de soledad.

Al principio de la década de 1930, hizo una gran amistad con Raïssa Oumansoff, que desde 1904 estaba casada con el filósofo Jacques Maritain; escribe sobre ella en su Diario: “me gusta profundamente”, y de él: “es un gran placer para la inteligencia”.

Sin embargo, desgraciadamente, la mortal enfermedad que padecía, seguía su curso imparable y el sufrimiento no la abandonaba nunca. En 1931, escribió: “Soy uno de esos puntos singulares, por los que emerge el sufrimiento del planeta.”

Catherine Pozzi falleció el 3 de diciembre de 1934, a causa de la tuberculosis, acompañada por los tratamientos de morfina y láudano. Fue inhumada junto a su madre en el cementerio de Beauferrier, de Bergerac, en Dordoña, cerca de la finca familiar “La Graulet” en la que había pasado largas estancias; “La Graulet –había escrito-, ¡La Graulet! ¿Cuándo estaré allí? Lejos de París y de sus miserias, La Graulet, campos verdes llenos de flores, altas hierbas, que te ocultan por completo, puros manantiales corriendo junto al musgo… ¡descanso, descanso, descanso bajo los viejos árboles! Lejos, lejos, lejos, muy lejos de París y sus miserias. ¡Oh, mi amado Perigord..!

Falleció sin terminar su obra más ambiciosa, el ensayo filosófico Peau d'âme -Piel de alma-.

Aquella “gran joven, graciosa y fea”, como la definió, Jean Paulhan –como si la fealdad o la belleza constituyeran un elemento de trascendencia intelectual o moral-, era elegante, deportiva y lúcida, pero también intransigente y orgullosa; pasó la vida enfrentada al sufrimiento, sedienta de absoluto, atormentada por la necesidad de creer en algo y marcada por una –“sed desesperada de amor”-.

Sus rasgos pasaron a la posteridad a través de un retrato de la artista Raymonde Heudebert -hoy, no localizado-, además de la fotografía que encabeza esta reseña biográfica.
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Catherine Pozzi es conocida, fundamentalmente, por seis poemas que empezó a escribir en 1926, de los que cinco fueron publicados en 1935; un año después de su fallecimiento, en la revista Mesures, y que ella consideró como su herencia literaria: Ave, Vale, Scopolamine, Nova, Maya et Nyx. “De acuerdo con su estricta voluntad, solo el primero, “AVE”, fue publicado cuando aún vivía la poeta, en la NRF, del 1º de diciembre de 1929”, mientras que el último, “NYX” lo escribió “de un tirón”, el 5 de noviembre de 1934, “un mes antes de morir, inspirado por un soneto de Louise Labbé, también “lionesa y de Italia” a quien se lo dedicó.

“No sé qué fue lo que me hizo coger [sic] a Louise Labbé, y de un tirón escribí para aquella muchacha de mi tierra, en consonancia con uno de sus poemas, “NYX”; que sería el último de sus seis poemas, dedicado: “À Louise, también de Lión y de Italia” -Catherine Pozzi procedía de Lyon par su madre y de Italia, por su padre-, y está escrito en la misma línea que el “Soneto II” de Louise Labbé

NYX, de Catherine Pozzi

A Louise también de Lyon y de Italia

Oh mis noches, oh sombras esperadas
Oh tierra orgullosa, oh secretos obstinados
Oh largas miradas, oh nubes fulminantes
Oh vuelo permitido más allá de los cielos cerrados.

Oh gran deseo, oh sorpresa que se propaga
Oh hermoso camino de espíritu embelesado
Oh mal supremo, oh gracia descendida
Oh puerta abierta por la que nadie ha pasado

No sé por qué me muero yo y me ahogo
Antes de entrar en la eterna morada.
No sé de quién soy la presa.
No sé de quién soy el amor.

      Soneto II de Louise Labbé

      Oh, bellos ojos oscuros, oh, miradas extraviadas,
      oh, cálidos suspiros, lágrimas vertidas,
      oh, negras noches, vanamente esperadas,
      oh, días luminosos que vuelven en vano.

      Oh, tristes lamentos, obstinados deseos,
      oh, tiempos perdidos, penas dilapidadas,
      oh, mil muertes, dispuestas en mil redes,
      oh, peores males que me han sido destinados

      Oh, risas, oh, frente, cabellos, brazos, manos y dedos
      oh, quejoso laúd, viola, arco y voz,
      tanto fuego, para quemar a una muchacha.

      Me quejo, porque cuando llevabas tantos fuegos
      y abrasabas con ellos mi corazón y en tantas partes
      ninguna chispa volaba hasta ti.


Escribió una novela epistolar autobiográfica: Agnés, publicada en la Nouvelle Revue Française -NRF-, el 1 de febrero de 1927 “bajo las enigmáticas iniciales, C.K.”, que Jean Paulham calificó de "fraîche merveille".

De acuerdo con Lawrence Joseph, uno de sus biógrafos, “la redacción final de Agnès, data de la última fase [de su relación con Valéry] y es el testimonio de un esfuerzo para liberarse del dominio intelectual de Valéry”

A su imaginario amante, su "querido, querido amor, mi amor de la dura sonrisa –al que llama, por así decirlo, a la existencia, Agnès había escrito: “Te daré todas las cartas cuando te encuentre, cuando existas en realidad. Sabrás inmediatamente, sí valgo o no el amor.” Y se pregunta acto seguido: “Todo este amor que nadie ha recibido ¿quién sabe a dónde va?” 

La novela, dedicada a Audrey Deacon (1884-1904), “una americana bella y caprichosa” a la que conoció en 1903, tuvo de inmediato un enorme éxito, pero Audrey murió solo un año después en Florencia, tras sufrir el mismo proceso que Catherine.

Catherine dejó “una especie de ensayo metafísico” empezado hacia 1915, y que quedó inacabado: Peau d’âme, en el que trabajó durante mucho tiempo –a través de su diario-. El título, De libertate, procede, según sus propios términos, a "l'aube du désir d'écrire pour cette âme-là ... (...) la future moi, le corps de l'âme de moi qui aura besoin de MOI...". –"el alba del deseo de escribir para esa alma.. la futura yo, el cuerpo y el alma de mi yo y que necesitará de mí…”-.

Peau d’âme se publicó desde 1935. En un estudio publicado por la NRF, en 1936-, Julien Lanoë -promotor de arte, de cuya obra “Vacances” Catherine Pozzi hizo, a su vez una reseña para la NRF-, escribió: “El aspecto de Catherine Pozzi, su ligera rapidez, su noble caminar, su luminosa desenvoltura, otorgan un valor inestimable a este testamento tan particular”.

En 1929-1930, Pozzi escribió para Le Figaro algunos artículos científicos, así como una larga presentación, bajo el título, Nous, vus de l’Est… –Nosotros, vistos desde el Este-, de la obra de su amigo Ernst Curtius sobre Francia: Introduction à la culture française. 

La publicación en 1987 de su Journal-Diario (1913-34) y después, en 1995, de su Journal de jeunesse (1893-1906) “permitió el segundo nacimiento de esta escritora inclasificable, poeta, diarista, y también, novelista, ensayista y autora de cartas”. 

Su correspondencia con Rainer Maria Rilke, Jean Paulhan -director de la NRF-, o Ernst Robert Curtius -filólogo y crítico-, también fue publicada y muy comentada. Lo que se publicó de su correspondencia con Paul Valéry no representa, de hecho, más que una pequeña parte de las cartas intercambiadas entre ellos; las que sobrevivieron al deseo expreso de Catherine Pozzi en su testamento, de que todas fueran destruidas.

"El horror de mi vida es la soledad. Porque soy una enferma. No puedo unirme a los demás, nunca. De ahí, estas intoxicaciones a causa de un sentimiento, y estos libertinajes de materia espiritual.” (Journal –Diario-; 15 de mayo de 1927).

"Lo que no puede transformarse en noche o en fuego, hay que silenciarlo.” (Journal, 18 de octubre de 1921)
Obra publicada:

-Très haut amour.
-Agnès.
-Peau d'âme.
-Catherine Pozzi - Rainer Maria Rilke, Correspondance 1924-1925.
-La Différence.
-Catherine Pozzi - Jean Paulhan, Correspondance 1926-1934.
-Catherine Pozzi - Paul Valéry, La flamme et la cendre – Correspondance. –La llama y la ceniza –.
-Journal –Diario-: 1913-1934.
-Journal de Jeunesse- Diario de Juventud, 1893-1906.

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"Karin tiene un enorme interés por el Bien, lo Bello y lo Verdadero. Cuando la apremian, su voz se vuelve aguda y levanta el dedo, se agita e incluso se alarga; sorprende, intriga e inquieta... Pero el tiempo cambia; cae en un pozo negro. Se desploma y se repliega sobre sí misma. Sus ojos se vuelven casi imperceptibles". Paul Valéry, 11 de mayo de 1924.

En mayo de 1927, un periódico de París aseguraba que Valéry había participado en la creación de “Agnés”, obra de Catherine: "De cualquier obra que yo publique -escribió ella al respecto-, siempre se dirá que es de él [Valéry], ya que se cree que trabajábamos juntos y no se suele atribuir a la influencia de la luna, en general, el brillo del sol. Agnès soy yo, completamente yo; y la amo como me amo a mí misma. Desde ayer, he dejado de amarme".

Valéry, a pesar de que publicó parte de los escritos de Catherine, prefería que su identidad se mantuviera en el anonimato de unas iniciales, para no descubrir una relación, que pudiera poner en riesgo su propio matrimonio. Pero Catherine no quería callar ni ocultarse, y, además, no se sentía capaz de soportar el hecho de verse como una sombra, permanentemente oculta. 

En una nota para una posible reedición de Agnès, escribió:

"Me sienta en sus rodillas. Mi vestido no es bonito. No he querido ponerme un vestido de alta costura, un vestido que sólo se pone una vez. Además, todo eso me da igual. El raso blanco cuelga, nos cubre a los dos, se expande alrededor de la silla. Estoy sentada ahí, como una niña torpe que, en una fiesta, acaba de recitar un cumplido sin gracia".

Catherine Pozzi, era para Valéry, Beatriz, Bice, K, Eurídice, Laura o Venus, como si la escritora no existiera en realidad. Pero Catherine Pozzi, que había estudiado en Oxford, que se había casado, que había tenido un hijo, que se había divorciado, y que deseaba continuar su formación permanentemente, vivía ya sin esperanza, entre la enfermedad y un amor, casi convertido en nada, a fuerza de silencios, que despertaron en ella la dolorosa necesidad:

"Escribo para no morir de soledad".


La relación entre Catherine Pozzi y Paul Valéry, fue, pues, una pasión desesperada –por parte de ella-, y deseada, pero oculta –por parte del poeta-; si bien, no parecen, ni propiamente enamorados, ni, en absoluto, de personajes mundanos, a pesar de que ambos la vivieron, la sobrellevaron, e incluso, la terminaron, quedando profundamente afectados, tanto sentimental, como intelectualmente.

Se habían conocido exactamente, el día 17 de junio de 1920, a través de su común amiga, la baronesa Renée de Brimont. Catherine Pozzi tenía entonces 28 años y Valéry –con 49-, ya había triunfado ampliamente, con "La joven Parca" y "El cementerio marino". Muy pronto, Catherine, que para entonces tramitaba su divorcio, invitó al poeta a su casa de La Graulet, donde empezó aquella relación, frecuentemente calificada como de erotismo intelectual, de la cual, parece deducirse que los principales estados de ánimo de Catherine, fueron de soledad y pérdida continuada.
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Carta de Catherine Pozzi a Paul Valéry. 24 de octubre de 1920

[…] "nos refugiamos en el espíritu", dices, "y al final lo tenemos todo en contra". Porque estabas solo, alma querida —mi semejante—. No sabías que se reuniría apasionadamente contigo la más decidida y la más triste.

Verso 58 de "El cementerio marino", de Paul Valéry: 

Compuesto de oro, piedra y árboles sombríos…

Catherine:

Cuando leí este verso —hace mil años— vi, en my mind’s eye, una especie de paraíso inhumano con un elemento material transcendente, y también una especie de belleza extraña (como hecha de pasado) —soledad absoluta; sólo éramos posibles tú y yo—. Escribí —con sencillez aparente, y perfectamente lúcida bajo este cuerpo de conveniencia— algo como esto: "si debo reencontrarte alguna vez, que sea allí". Dijiste: ¡cuánta literatura…!

Amor mío, enciérrame en ti. ¿Qué puede impedirnos encontrar y alcanzar los árboles, la piedra y el oro que existen para nosotros? No te abandonaré jamás.

Carta de Paul Valéry a Catherine Pozzi.
26 de octubre de 1920

[…] En general, percibimos muy poco nuestro cuerpo. Percibimos los objetos, pero no los ojos. Cuando más percibimos el cuerpo es en el dolor y en el amor; y, en ese caso, a través de otro cuerpo que confiere al nuestro, la facultad de amarse.

Si nuestro espíritu estuviese también junto a nosotros, tan dispuesto a obedecer, tan decidido a alcanzar el límite de su potencia como el cuerpo… el que nuestro cuerpo alcanza en presencia de otro cuerpo. ¿Sería entonces nuestro espíritu el mismo? Pero le sería infinitamente más difícil hallar ese otro espíritu con el que… "gozar".


Después de terminar los estudios de Historia de la Filosofía y de las Religiones; Matemáticas y Ciencias, con el desorden –se dice-, de quien sabe que sus días están contados-; después de pasar la guerra y después de su matrimonio, su maternidad y su divorcio… Catherine conoce al hombre que, tal vez hubiera constituido su paraíso, pero que, en realidad, se convirtió en su pesadilla. Paul Valéry estaba casado desde 1900, con Jeannie Gobillard, la sobrina de la gran pintora Berthe Morisot.

Ernest Rouart (1874-1942) con Julie Manet (1878-1967) (hija de Berthe Morisot y Eugène Manet) y Paul Valery (1871-1945), con Jeannie Gobillard (prima hermana de Julie Manet), el día de la doble boda.

Poco antes del estallido de la Gran Guerra (1914-18) empezó su Diario de adulta, que mantuvo hasta su último día. En él quedó reflejada su atormentada pasión por Paul Valéry, entre 1920 y 1928; la creciente amenaza de su enfermedad, aun le permitió mantener amistad con personajes como los filósofos Julien Benda y Bernard Groethuysen, con Rainer Maria Rilke, con el también novelista y poeta Pierre Jean Jouve, con la novelista y poeta Marie de Régnier o la poeta Anne de Noailles…

Julien Benda; Bernard Groethuysen -con André Gide-; y Pierre Jean Jouve

Marie de Régnier -posando para Jacques-Émile Blanche-, y Mme.de Noailles, aquí retratada por Lázló.

"Lo que no puede transformarse en noche o fuego, hay que silenciarlo".

"Hay tantas razones para escribir, aparte de la de publicar… Por ejemplo, exaltar la conciencia, la atención; trazar un camino, el propio camino; destruir, crecer…”

“Sólo se llega a lo más alto de uno mismo, luchando contra uno mismo”.

Después de ocho años de una relación casi secreta, pero terriblemente exigente, rica en reflexiones comunes y cotidianas, pero dolorosa y devastadora para los dos, Catherine Pozzi rompió con el “Príncipe de los Poetas”.

A partir de entonces, una soledad negra y febril, interrumpida por algunas amistades amargamente fieles, como Julien Benda, Jean Paulhan, Pierre Jean Jouve, Jean Guéhenno, Ernst Robert Curtius, Jacques Maritain, Charles Du Bos…

Finalmente, la enfermedad que aumentó sus estragos; la extenuación a fuerza de morfina, de láudano, la fragilidad del cuerpo y los nervios desatados. Murió el 3 de diciembre de 1934.

Intransigente, orgullosa, viviendo al extremo de sus posibilidades, Catherine Pozzi fue toda su vida un alma sedienta de absoluto.


Por lo que respecta a Valéry, cabe preguntarse si el poeta salió indemne de esta relación, y es algo difícil de contestar, ya que, además de Catherine, otras mujeres jalonaron su vida, más o menos secretamente, pero no tanto, como para que no contribuyeran, en cierto modo, a su renombre.


Madame Rovira, mayor que él, no había pasado de ser un amor platónico, pero, al parecer, afectó profundamente al futuro escritor, que llegó a pensar en el suicidio. Después llegó Miss Bath, amazona de circo, y muy pronto, Jeanne Gobillard, con la que se casó en 1900, y con la que permaneció cuidadosamente, a lo largo de 45 años.

Entre 1920 y 1928, como sabemos, pasó por su relación Catherine Pozzi; ciertamente, muy compleja, y de la que a veces, ella misma hablaba con disgusto, a pesar de su "dependencia": “se observaba observado” –decía de él-, y muchas veces le trataba de “Magister”, a pesar de que no deseaba, en absoluto, que lo fuera; “Jamás fue mi maestro; fue mi hermano, mi igual, y mi más pura ternura, que no es lo mismo”.

Según parece, después de Catherine, Valéry cortejó –sin éxito-, a la escultora Renée Vautier y también se sintió atraído por la duquesa de La Rochefoucauld; por Emilie Noulet, etc.

Finalmente, a los 67 años, se rendiría ante el irresistible atractivo de Jeanne Loviton –conocida como Jean Voilier-, que se convirtió en la destinataria de 133 de sus poemas de amor, bajo el título de Coronilla.

Valéry y Voilier

La relación fue apasionada, aunque solo se veían los domingos, pero terminó poco antes del fallecimiento del poeta, cuando Loviton le abandonó para casarse con el editor Robert Denoël. 
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El Diario de Catherine Pozzi

En el Diario, que, en su día fue comparado con las Confessions de Rousseau, Catherine habla, sin complacencia ni frivolidad de sus relaciones con el tout Paris cultural: Martin du Gard, André du Bos, Guéhenno, Paulhan, Suarès, Julien Benda, Pierre-Jean Jouve, Jacques et Raïssa Maritain, Louis Massigon, etc. pero sobre todo, resulta de su lectura, que Catherine poseía un verdadero don de introspección en el océano de su tristeza, y un gran dominio de la escritura, y, además, revela una personalidad hipersensible.

En cuanto a Valéry; -"un dolor que me ha resultado incomprensible durante siete años"-, escribe:

«No has tenido una palabra para mí. Veo que no me ves… Te abrazo una vez, deprisa, y luego caigo. Empiezo a sentir, con horror, que, verdaderamente no sufres por mí…

Con respecto a su enfermedad:

“Mi cuerpo es demasiado estrecho para mí; no entra en él bastante aire como para que me permita hablar. El universo está lleno de gente que respira, que respira y que no tiene nada que decir. Quiero salir. No tendré tiempo. Nado contra corriente."

Sin profesar una religión concreta, Catherine Pozzi, aparece inmersa en inquietudes metafísicas: -la fe-, “Amo a Dios más que a todos los hombres. ¿Cuántos años hace, Dios mío, que te busco y te echo de menos, en el amor?


Como es ya evidente, el asunto central del Diario de Pozzi, es el dolor:

«Horrible matrimonio, horrible divorcio, … la enfermedad… mi padre asesinado.. en fin, la pasión de un loco.”

Y la idea de la muerte, siempre próxima y amenazadora:

“Bajé a la cocina para buscar en el calendario la fecha de mi muerte. Creo, desde siempre, que moriré el día de Pentecostés. Este año, es el 19 de mayo,”
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Los Poemas

AVE
Altísimo amor, si muero
sin haber sabido de dónde te tuve,
en qué estaba tu casa,
en qué pasado tu tiempo, en qué hora
Te amé,

Altísimo amor, que superas la memoria,
Fuego sin hogar del que hice todo mi día,
En qué destino trazabas mi existencia,
En qué sueño se veía tu gloria,

Oh mi estancia.

Cuando esté perdida para mí misma
Y dividida en abismo infinito,
Cuando esté infinitamente rota,
Cuando el presente del que estoy revestida
me haya traicionado,

Rota por el mundo en mil fragmentos,
De mil instantes aún no reunidos,
De ceniza a los cielos hasta la nada desvanecida
Reconstruirás para un año diferente
Un sólo tesoro

Reconstruirás mi imagen y mi nombre
De los mil cuerpos empujados por el día,
Viva unidad sin nombre y sin cara,
Corazón del espíritu, ¡oh centro del milagro!
Altísimo amor.


VALE
Del gran amor que me diste
ha roto sus rayos el viento de los días-
Donde estaba la llama, donde estaba el destino
Donde estábamos, donde, con las manos enlazadas,
nos teníamos.

Nuestro sol, cuyo ardor fue pensamiento
El orbe, para nosotros, el ser sin igual
Sin igual cielo de un alma dividida
Doble exilio donde el doble se funde.

Su sitio para ti aparece como ceniza y temor,
tus ojos no lo han reconocido
astro encantado que llevaba fuera de tu alcance
el instante extremo de nuestro único abrazo
hacia lo desconocido.

Pero el futuro del que esperas vivir 
Está menos presente que el bien desaparecido
Toda vendimia que él al final te entregue
La beberás sin que sea más que la ebriedad
del vino perdido.

He vuelto a encontrar lo celestial y salvaje
Paraíso o la angustia es deseo.
Alto pasado que crecido entre edades
Es mi cuerpo, y será mi herencia
Después de morir.

Cuando en un cuerpo mi delicia olvidada
donde estuvo tu nombre, tendrá forma de corazón
Reviviré nuestro gran día
Y el amor que te di
Para el dolor.


ESCOPOLAMINA
El vino que fluye por mis venas 
Ahogó mi corazón y se lo lleva
Y navegaré por el cielo
a bordo de un corazón sin capitán
Donde el olvido se funde como miel.

Mi corazón es un astro aparecido,
Que nada en el divino sin par.
¡Deriva, extraño acontecer!
Oh viaje hacia el sol—
Un sonido nuevo y continuo
Es la trama de tu sueño.

Mi corazón abandonó mi historia
Adiós, Forma ya no siento
Estoy salvado estoy perdido
Me busco en lo desconocido
Un nombre libre de la memoria.


NOVA
En un mundo del futuro donde tengo la vida
Que no se formó en el cielo de hoy,
En el más nuevo espacio donde el querer se desvía
En el más nuevo momento del astro que rehúyo
Vivirás, mi esplendor, mi desgracia, mi supervivencia
Mi más extremo corazón hecho de la sangre que soy,
Mi aliento, mi tacto, mi mirada, mi deseo,
Mi más terrestre bien perdido para el infinito.

¡Evita el porvenir, Imagen perseguida!
Estoy muerta de ti, oh mis actos queridos
No seas, deshazte, disípate, disuélvete
Denuncia el deseo que yo no elegí.

No llenes mi día, alma de mi locura, —
Abandona el destino que no agoté.


MAYA
Desciendo los peldaños de siglos y de arena
Que te devuelven el instante desesperado
Tierra de templos de oro, entro en tu fábula 
Atlántico adorado.

De un cuerpo que ya no es mío que finalmente huye de la llama
El Alma es un nombre amado, que detesta el destino 
Que se detenga el tiempo, que se derrumbe la trama,
Yo vuelvo sobre mis pasos al abismo infantil.
Los pájaros se elevan en el oeste marino
Hay que volar, alegría, al viejo verano
Profundamente dormido donde acaba la orilla
Rocas, canto, rey, árbol tanto tiempo mecido,
Astros tanto tiempo ligados a mi primera imagen.

Singular sol de calma coronado.
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