sábado, 9 de julio de 2022

Don Quijote y “el deseo de alcanzar fama” de los antiguos ● Julio César, Adriano, Mausolo y otros. Cervantes.

Quiero decir, Sancho, que el deseo de alcanzar fama es activo en gran manera. ¿Quién piensas tú que arrojó a Horacio del puente abajo, armado de todas armas, en la profundidad del Tibre? ¿Quién abrasó el brazo y la mano a Mucio? ¿Quién impelió a Curcio a lanzarse en la profunda sima ardiente que apareció en la mitad de Roma? ¿Quién, contra todos los agüeros que en contra se le habían mostrado, hizo pasar el Rubicón a César?

CERVANTES: Don Quijote. II Parte, Cap. VIII. Ed. Rico. BVMC

¿Quién piensas tú que arrojó a Horacio del puente abajo, armado de todas armas, en la profundidad del Tibre?

Se trata de Horacio Cocles, que defendió la entrada del puente sobre el Tíber de los ataques de los etruscos, dirigidos por Porsena, hasta que pudo ser cortado; sólo entonces se arrojó al agua y cruzó el río, sin abandonar sus armas. La serie de interrogaciones que introducen personajes ejemplares es una práctica retórica frecuente. (F. Rico).

Publio Horacio Cocles  es un héroe legendario romano del siglo VI a. C. Según la leyenda, defendió en solitario el puente Sublicio que conducía a la ciudad de Roma, contra los etruscos liderados por Lars Porsena. Probablemente fuera hermano de Marco Horacio Pulvilo, cónsul en el año 509 a. C., cuyo cognomen “Cocles” significa, “con un solo ojo”.

Las obras de Polibio, Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso son las principales fuentes clásicas que han trasmitido la leyenda de Cocles, si bien, otros autores como Plutarco y Plinio el Viejo, también mencionan a este héroe, aunque discrepan en la fecha, pues Tito Livio y Plutarco lo sitúan en el segundo año consular (el 508 a. C. de la cronología varroniana), y Dionisio de Halicarnaso lo hace en el tercero, es decir, el 507 a. C. de la misma cronología, curiosamente, un año que Tito Livio omite.

Charles Le Brun, - Horatius Cocles defendiendo el Puente. Dulwich Picture Gallery. Londres

Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso sitúan el episodio en la guerra contra Porsenna, al principio de la época republicana. El primero dice que los romanos habían fortificado las colinas que rodeaban la ciudad para hacer frente a la invasión del rey etrusco. Cocles era miembro de la guarnición que defendía el puente Sublicio y fue testigo de la caída del Janículo y el avance de las tropas de Porsenna. El segundo, en cambio, narra una batalla campal entre etruscos y romanos en la que, derrotados, los romanos huyeron en desbandada perseguidos por los etruscos. 

Cocles era uno de los soldados que luchó en la batalla. Desde este punto, las narraciones de los dos autores clásicos son muy similares. Cocles, viendo que dejar el puente atrás permitiría el avance de las tropas de Porsenna hasta Roma, conmina a los suyos a que lo destruyan mientras él y dos compañeros, Espurio Larcio y Tito Herminio, impedían a los etruscos el acceso. Antes de que el puente cayera, Larcio y Herminio tuvieron que retirarse por el deterioro de sus armas defensivas, dejando a Cocles solo, quien, lejos de rendirse, se defendió con tal energía, que frenó el ímpetu de los asaltantes. 

Dionisio de Halicarnaso dice que los etruscos veían en el romano a un loco o a un suicida, mientras que Tito Livio dice que Cocles insultó a los etruscos y estos tuvieron un momento de indecisión. Cuando el puente finalmente cayó, Cocles se lanzó al río y nadó hasta alcanzar la otra orilla. Los romanos recibieron a su compatriota con honores. Ordenaron que se le erigiera una estatua en la ciudad, que recibiera toda la tierra que pudiese arar en un día y, a pesar de la escasez que sufrían, cada ciudadano le entregó una parte de sus provisiones.

Según Dionisio de Halicarnaso, Cocles quedó cojo a causa de las heridas recibidas, circunstancia que le vedó el acceso al consulado y al mando militar.

¿Quién abrasó el brazo y la mano a Mucio?

Cayo Mucio Escévola, el Zurdo, amenazado de tortura por Porsena, metió voluntariamente la mano en un brasero para mostrar lo poco que le importaba el dolor y lo mucho que anhelaba la gloria (Tito Livio, Ab urbe condita, II, 12-14). (F. Rico).

Rubens: Mucio Escévola

Apenas instaurada la República, Porsena, el rey de Clusium, marchó sobre la ciudad de Roma para restablecer en el trono a los Tarquinios expulsados recientemente. Después de que las tropas romanas rechazaran un primer ataque, Porsena sitió la ciudad e instaló su campamento en una llanura a orillas del Tíber.

Mucio, un joven de linaje patricio, en vista de que el asedio se prolongaba y el hambre empezaba a atormentar a la población, decidió introducirse en el campo enemigo para matar al rey etrusco. Para evitar ser tenido por desertor, presentó su resolución al Senado que dio su aprobación. Disfrazado, penetró en campo enemigo, pero, al no conocer en persona a Porsena y temer que si no se daba prisa podía ser descubierto, se equivocó y mató a un hombre distinto. Arrestado y conducido ante el rey, y lejos de intimidarse, Mucio se presentó como ciudadano romano dispuesto a matarlo y, para castigarse por el error en la ejecución de la víctima, puso la mano derecha en el brasero de sacrificios mientras anunciaba a Porsena que más jóvenes habían jurado acabar con su vida. Impresionado, el rey ordenó deponer las armas y envió embajadores al Senado.

Mucio recibió el sobrenombre «Escévola», «zurdo», por este acto y el Senado le donó unos terrenos al otro lado del Tíber, más adelante llamados prados mucios.

Mucio Escévola ante Lars Porsena. Obra de Giovanni Francesco Romanelli. Palacio del Louvre.

¿Quién impelió a Curcio a lanzarse en la profunda sima ardiente que apareció en la mitad de Roma? 

Marco Curcio, montado en su caballo, se arrojó a una sima que se abrió en medio del Foro romano, para obligar a que los dioses la cerrasen. (F. Rico).

Inmolación de Curcio. Veronese. Kunsthistorisches, Viena.

Según la leyenda, en los primeros tiempos de la República se habría abierto un gran agujero en el Foro, agujero insondable e imposible de rellenar con tierra. Finalmente, el oráculo dictaminó que la única forma de cerrar aquel gran agujero era el sacrificio de lo más valioso de la República.

Curcio comprendió que lo más valioso que tenían los ciudadanos de Roma era la juventud y la fuerza de sus soldados, por lo que decidió sacrificarse personalmente, como representante de tales valores, por lo que se arrojó al abismo montado en su caballo. El agujero se cerró, y allí se formó el lago Curcio Lacus Curtius.

En sus orillas crecieron tres árboles de simbología positiva: una higuera, una viña y un olivo. Además, existía la costumbre de lanzar monedas al lago como ofrenda al «genio del agujero», Curcio. Lo cuentan, Tito Livio, Suetonio, Plutarco, etc.

El lago Curcio -curtilacus según Sexto Pompeyo Festo; en latín, lacus Curtius-, es un espacio sagrado aproximadamente en la mitad del antiguo Foro Romano. Hoy es de pequeño tamaño, está cubierto por un pavimento con piedra antigua. Está rodeado por un enrejado de cerca, donde se encuentra un brocal de pozo redondeado llamado «puteal» y varios altares. Un relieve en mármol, probablemente de la época de César, que fue descubierto cerca de 1553, representa el héroe Curcio lanzándose al abismo.

Estela hallada en el Foro Romano, en las proximidades del lago Curcio

Estructura circular del Lacus Curtius en el Foro Romano.

Los romanos creían que era una sima infinita. No se sabe con exactitud cuál fue el significado que se le dio hasta el último periodo de la República, excepto que, el nombre del lago parece estar relacionado con la Gens Curtia, una importante y antigua familia romana de origen sabino.

Sí hay constancia de que el lugar ya gozaba de cierta veneración en la Roma antigua, pues su leyenda, transmitida por diversos autores, como Tito Livio y Varrón, dice que Roma se enfrentaba a un peligro, cuando un oráculo afirmó que podía superarse sólo cuando la Ciudad lanzara allí, lo que tuviera de más valor. Así, el joven, M. Curcio, miembro de la Gens Curtia, entendió que lo más valioso en Roma era la fuerza de la juventud, motivo por el que él mismo se lanzó a la sima, armado y montado a caballo. Entonces, la tierra se cerró sobre él y Roma se salvó. 

Tito Livio ofrece otra una versión, según la cual, el lago Curcio habría recibido su nombre de Metio Curcio, un jinete sabino que se lanzó o cayó dentro, mientras luchaba contra Rómulo, durante la guerra derivada del rapto de las sabinas. El lago sería un pantano en que habría quedado aprisionado el rey sabino Metio Curcio, caído allí con su caballo y del que saldría, si salió. con gran dificultad. 

Varrón, en su estudio sobre el origen de los nombres de lugares romanos, menciona la existencia de tradiciones romanas múltiples; la caída de Metio Curcio y otras dos. De acuerdo con la primera, se abrió un abismo, y los oráculos dijeron que los dioses deseaban que se sacrificara allí a un ciudadano. En consecuencia, Marco Curcio se habría lanzado voluntariamente, ofreciendo así en sacrificio, parte de lo que más apreciaba Roma, un miembro de su ejército juvenil. La última versión evocada por Varrón no contiene elementos sobrenaturales, sino que dice que cayó un rayo, siempre entendido como señal de Júpiter, y que el Senado ordenó al cónsul de aquel año, 445 aC., precisamente, Cayo Curcio, que cerrara el entorno, puesto que se había convertido en sagrado.

La versión más heroica, la que Livio consagra a Marco Curcio, que data en el 362 aC. fue asumida por la mayor parte de los autores latinos.

¿Quién, contra todos los agüeros que en contra se le habían mostrado, hizo pasar el Rubicón a César?

Cuando dejó las Galias para volver a Roma, desobedeciendo al Senado, Julio César atravesó el río Rubicón. (F. Rico).

Julio César cruza el Rubicón. 11 de enero del 49 aC. “Ανερριφθω κυβος” - El dado ha sido lanzado.

Julio César dio el paso más importante de su vida cruzando el río Rubicón con la XIII legión. Este río era el límite entre la Galia Cisalpina e Italia. El Senado Romano, prohibía cruzar aquella frontera a todo general en armas, sin su autorización. César, pues, incumplió la ley romana, con lo que sorprendió a sus enemigos optimates y dió comienzo una guerra civil.

Al cruzar el río, según el historiador Suetonio, César exclamó “Iacta esto alea”, o, según la tradición más extendida, “Alea jacta est”; “la suerte está echada”, y, a partir de ese momento, ya nada lo detendría. La guerra civil terminó con la toma del poder por César, que ya nombrado dictador vitalicio, reestructuró la República Romana y puso las bases del Imperio.

La frase de César a la orilla del Rubicón, en el original griego que transmitió Plutarco, tenía el sentido de inicio de partida. Según este autor, César citó en griego al comediógrafo griego Menandro con la frase: ανερριφθω κυβος; sea lanzado el dado, es decir, que todo quedaba entonces, en manos de la fortuna, pues no estaba echada la suerte, sino sólo los dados.


El río Rubicón es de cauce poco profundo y de régimen torrencial, en el nordeste de Italia. Discurre por la provincia de Forlì-Cesena y desemboca en el mar Adriático. Parece que el nombre deriva del color del agua, ya que atraviesa una región arcillosa, que la tiñe de un color rubí. De hecho, nace en algún lugar no bien determinado y encuentra la vía Emilia a la altura de Savignano sul Rubicone.

Puente romano sobre el Rubicón, en Savignano, Emilia-Romaña.

En época tardorrepublicana, entre 202 y 42 a. C.-, marcó la frontera entre Italia, o el territorio metropolitano de Roma, y la provincia de la Galia Cisalpina y estaba prohibido que los generales la cruzasen en armas.

Gioco di nebbie e colori sul Fondovalle Rubicone

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Y añade aún don Quijote:

—Los sepulcros de los gentiles fueron por la mayor parte suntuosos templos: las cenizas del cuerpo de Julio César se pusieron sobre una pirámide de piedra de desmesurada grandeza, a quien hoy llaman en Roma «la aguja de San Pedro»; al emperador Adriano le sirvió de sepultura un castillo tan grande como una buena aldea, a quien llamaron moles Hadriani, que agora es el castillo de Santángel en Roma; la reina Artemisa sepultó a su marido Mausoleo en un sepulcro que se tuvo por una de las siete maravillas del mundo. Pero ninguna destas sepulturas ni otras muchas que tuvieron los gentiles se adornaron con mortajas, ni con otras ofrendas y señales que mostrasen ser santos los que en ellas estaban sepultados.

CERVANTES: DON QUIJOTE. II Parte, Cap. VIII. Ed. Rico. BVMC

Julio César

Obelisco. Año 1586, el Papa ordena su traslado definitivo a la Plaza de San Pedro

...las cenizas del cuerpo de Julio César se pusieron sobre una pirámide de piedra de desmesurada grandeza, a quien hoy llaman en Roma «la aguja de San Pedro» 

El obelisco es de origen egipcio, carente de jeroglíficos, y proviene, según Plinio, de la ciudad de Heliópolis. Primero fue colocado en el Forum Iulii de Alejandría y en el año 40 fue llevado a Roma por Calígula, y colocado en la spina del Circo de Nerón. Permaneció en esta posición incluso después de que el circo cayera en desuso y su superficie fuera ocupada por la necrópolis vaticana. Siglos más tarde se descubrió junto a la antigua basílica de San Pedro, al lado de la iglesia de Santa Maria della Febbre. Es el único obelisco antiguo de Roma que nunca se ha caído.

Pintura mural (1585-1588) de la Biblioteca Apostólica Vaticana, que muestra la instalación del obelisco en la plaza de San Pedro.

Fue trasladado e izado por órdenes del papa Sixto V en el verano de 1586 bajo la dirección del arquitecto Domenico Fontana, que para realizar la tarea usó cuatro meses de trabajo, novecientos hombres, setenta y cinco caballos y cuarenta cabrestantes. Fue el primer obelisco izado en la época moderna. En las operaciones de elevación realizadas el 10 de septiembre de 1586 se produjo el famoso grito de un marinero llamado Benedetto Bresca: «¡Agua a las cuerdas!», con el objetivo de evitar la rotura de las cuerdas que estaban a punto de ceder bajo el gran peso del obelisco. Desde el 10 de septiembre de 1586 despunta en la plaza de San Pedro.

Con ocasión del traslado, el globo colocado sobre la cima del obelisco fue trasladado a los Museos Capitolinos, a la primera sala del Palacio de los Conservadores, en una esquina cerca de la gran ventana. Según las leyendas, este globo podría contener las cenizas de Julio César o, quizás las de san Pedro. De la referencia al águila imperial romana de Julio César deriva el término italiano aguglia, inicialmente usado solo para los obeliscos, y por lo mismo, actualmente se ha transformado en guglia, aguja, pináculo, o chapitel.

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...al emperador Adriano le sirvió de sepultura un castillo tan grande como una buena aldea, a quien llamaron moles Hadriani, que agora es el castillo de Santángel en Roma.

Adriano


“moles Hadriani”

El Castillo de Sant'Angelo - Castel Sant'Angelo, llamado Mole Adrianorum o Castellum Crescentii entre los siglos X y XII, también conocido como Mausoleo de Adriano, está situado en la orilla derecha del Tíber, frente al Pons Aelius -actualmente, también Puente Sant'Angelo-, muy cerca del Vaticano, entre el rione de Borgo y el de Prati. Está unido a la Ciudad del Vaticano a través del pasillo fortificado; Il Passetto. El castillo ha sido modificado radicalmente varias veces en las épocas medieval y renacentista.

El año 135 d.C., el emperador Adriano, ordenó al arquitecto Demetriano que construyera un mausoleo para él y para su familia, inspirándose en el modelo del Mausoleo de Augusto, pero más grande.

El mausoleo de Augusto en el Campo de Marte.

Recreación hipotética de la construcción original.

Las obras duraron varios años y fueron finalizadas por Antonino Pío en 139. Se levantó frente al Campo de Marte, al cual se conectó mediante un puente construido a tal efecto; el Puente Elio -hoy Sant’Angelo-. Estaba compuesto por una base cúbica, revestida con mármol de Carrara, que tenía un friso decorativo con cabezas de buey (bucráneos) y lesenas angulares. En la parte del friso que daba al río, se podían leer los nombres de los emperadores sepultados en su interior. También en este lado se encontraba el arco de entrada dedicado a Adriano; el dromos, o avenida de acceso, estaba completamente revestido de mármol amarillo antiguo.

Sobre el cubo de la base había un tambor realizado en peperino y en opus caementicium totalmente revestido con travertino y lesenas estriadas. Sobre él se encontraba un túmulo de tierra arbolado y rodeado por estatuas de mármol, que decoraban todo el perímetro del monumento; de ellas se conservan algunos fragmentos encontrados en el lugar. La escultura más completa encontrada, es el famoso Fauno Barberini, hoy, en la Gliptoteca de Múnich.

Fauno Barberini. Gliptoteca de Múnich.

Finalmente, el túmulo estaba coronado por una cuadriga de bronce dirigida por el emperador Adriano, representado como el sol, colocado sobre un alto basamento o, según otros, sobre un tholos circular. Alrededor del mausoleo discurría una muralla con una puerta de bronce decorada con pavos de bronce dorado, dos de los cuales se conservan en el Vaticano.

Riconstruzione del mauseleo di Adriano. Jean-Claude Giovin.

En el interior, varios pozos de luz iluminaban la rampa helicoidal de ladrillo, revestida con mármol, que, mediante una lenta subida unía la entrada o dromos, con la celda funeraria, situada en el centro del túmulo. Esta última, de forma cuadrada y completamente revestida de mármoles policromos, estaba coronada por otras dos salas, quizá utilizadas también como celdas sepulcrales.


En el mausoleo se depositaron los restos del emperador Adriano, y su esposa Vibia Sabina; los del emperador Antonino Pío, su esposa Faustina la Mayor y tres de sus hijos; los de Lucio Elio César; de Cómodo; del emperador Marco Aurelio y tres de sus hijos; del emperador Septimio Severo, su esposa Julia Domna y sus hijos; y de los emperadores, Geta y Caracalla.

Restauración del foso y los bastiones, en 1933

Interior

...la reina Artemisa sepultó a su marido Mausoleo en un sepulcro que se tuvo por una de las siete maravillas del mundo.

Mausolo en Bodrum -antigua Halicarnaso-.

Artemisia y la construcción del Mausoleo, de Simón Vouet. Nationalmuseum. Estocolmo.

“un sepulcro que se tuvo por una de las siete maravillas del mundo”.

Mausoleo de Halicarnaso.

Mausolo, gobernador sátrapa de la provincia de Caria, falleció en el año 353 a.C.

Su hermana y esposa, Artemisia II, asumió su cargo, y mandó erigir un monumental sepulcro y para ello reunió a los artistas griegos dedicados a la escultura y arquitectura más importantes de la época; Briaxis, Escopas, Leocares, Sátiros, Timoteo y Piteos, que diseñaron un templo funerario en Halicarnaso. Allí colocaron la tumba rectangular de mármol y la rodearon de 36 columnas jónicas sobre las que descansaba un arquitrabe y sobre este una pirámide en la que colocaron un carro de bronce con las estatuas de Mausolo y Artemisa, que falleció un año antes de ver finalizada la obra.

Halicarnaso, entonces ciudad griega, situada en la costa sudoccidental de Caria -Asia Menor-, en el mar Egeo, es la actual Bodrum, en Turquía.

El año 350 aC. el monumento estaba terminado, pero en 1404 fue destruido por un terremoto.

Artemisa II de Caria se dispone a ingerir las cenizas de Mausolo. Atribuido a Francesco Furini, 1630. Galeria Arte Univ. Yale. New Haven, Connecticut.

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Y, con ejemplos más modernos, ¿quién barrenó los navíos y dejó en seco y aislados los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo? 

Aunque generalmente, la extrema medida ha pasado a la historia, como “quemar las naves” se trata de la historia de las que Cortés embarrancó, o barrenó, para evitar la tentación del regreso a Cuba o la sedición.

Un grupo disconforme de amigos de Diego Velázquez decidió regresar a Cuba; entre ellos, estaban, fray Juan Díaz, Juan Velázquez de León, Diego de Ordás, Alonso de Escobar, Juan Escudero, el piloto Diego Cermeño, y los marineros Gonzalo de Umbría y Alfonso Peñate. Ante la situación se celebró un consejo de guerra presidido por Cortés y organizado por el regimiento de la villa con el respaldo de los nuevos alcaldes. Como resultado Juan Escudero y Diego Cermeño fueron sentenciados a morir en la horca, a Gonzalo de Umbría se le cortó parte de un pie, y a los demás se le puso bajo arresto. Como medida preventiva para futuras conspiraciones, Cortés mandó barrenar y hundir la mayor parte de los barcos. A manera de excusa, dijo que las embarcaciones eran «innavegables» y dicha declaración fue respaldada por sus seguidores. De acuerdo a la crónica de Díaz del Castillo, quienes pretendían desertar se vieron obligados a continuar en la empresa. Los que estaban a favor de la aventura, no necesitaban artificios para decidirse: Pues, ¿de qué condición somos los españoles para no ir adelante, y estarnos en partes que no tengamos provecho de guerra?

Hernán Cortés mandó hundir sus naves. «Cortés dio con los navíos al través». Grabado de Van Beecq.

Rafael Monleón y Torres: Recreación del varado de las naves ordenado por Hernán Cortés. Museo Naval, Madrid.

Colofón

Todas estas y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama, que los mortales desean como premios...

Nosotros -termina diciendo don Quijote-, Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas las partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros. Ves aquí, Sancho, los medios por donde se alcanzan los estremos de alabanzas que consigo trae la buena fama.

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