Girolamo Francesco Maria Mazzola
Parma, 1503 - Casalmaggiore, cerca de Cremona, 1540.
Conocido como il Parmigianino por su lugar de nacimiento, y porque era de poca estatura y aspecto infantil. Es uno de los más celebrados “manieristas” y de los primeros artistas italianos que se decidieron a experimentar con el grabado. Además, consolidó la tendencia en Italia del retrato de tres cuartos -hasta las rodillas-, y los de cuerpo entero, que, hasta entonces sólo se hacían a la realeza.
Fue el octavo hijo del pintor Filippo Mazzola y su esposa Donatella Abbati. Su padre murió durante una epidemia de peste cuando él tenía dos años, por lo que los niños fueron criados por sus tíos Pier Ilario Filippo y Michele Mazzola; pintores modestos de provincia con los que Girolamo se formó en su ciudad natal. Después siguió su aprendizaje con Correggio en persona, cuando este trabajaba en los grandes ciclos de frescos de Parma.
Su primera obra es de 1519, El Bautismo de Cristo, aunque, por entonces, también colaboró en la decoración de algunas capillas del templo de San Juan Evangelista.
Hacia 1523 trabajó en el tocador de Paola de Gonzaga en la Rocca de los Sanvitale, en Fontanello, donde hizo una recreación de la “Camera de San Paolo”, de Correggio.
Una pequeña habitación -el Camerino-, en el Castillo de Fontanellato, contiene una increíble decoración al fresco de Parmigianino. Representa la famosa historia de Ovidio sobre el cazador Acteón, que, aunque inocentemente, vio a Diana bañándose, motivo por el que la diosa, enfurecida, lo transformó en un ciervo. La imagen muestra dos putti del conjunto. (WGA).
Viviendo en Roma, en 1524, conoció las obras de Miguel Ángel y de Rafael Sanzio, que, naturalmente, influyeron en su creación, de manera decisiva. Allí también tuvo la oportunidad de participar en los encuentros y discusiones que tenían lugar en la casa de Paolo Valdambrini, secretario del Papa Clemente VII, a los que también acudían, Rosso Fiorentino, Perin del Vaga y Giulio Romano.
Entre las obras de este periodo destacan: La visión de San Jerónimo, de 1525; los Desposorios Místicos de Santa Catalina y el Retrato de Lorenzo Cybo; todos del mismo año.
Tras el Saqueo de Roma. de 1527, el Parmigianino se fue a Bolonia, donde encargó a Antonio da Trento, que reprodujera sus diseños mediante xilografía de chiaroscuro, imitando la textura de la acuarela. Se conocen seis planchas, entre ellas, Martirio de dos Santos, y La Sibila tiburtina y el Emperador Augusto.
Parmigianino volvió a su ciudad natal, donde pasó los últimos años de su vida, tratando de evitar las reclamaciones del capítulo de la iglesia de la Virgen de la Steccata, que le apremiaban para que finalizase los frescos que le habían encargado en 1531.
Finalmente, terminó en prisión, por deudas, pero consiguió escapar, refugiándose en Casalmaggiore, donde, al parecer, intentó resolver sus dificultades por medio de la alquimia, sin lograrlo, evidentemente, y llegando a la desesperación, hasta que unas fiebres terminaron con su vida, cuando sólo tenía 37 años.
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La calidad de su obra hace que podamos conformarnos con el hecho de que, en realidad, se conserven muy pocas obras del Parmigianino, a pesar de lo cual, el Museo del Prado, ofrece siete:
-Pedro María Rossi, Conde de San Segundo, óleo sobre tabla, 133 x 98 cm, 1535 – 1538.
-Camilla Gonzaga, Condesa de San Segundo, y sus hijos, óleo sobre tabla, 128 x 97 cm, 1535 - 1537. La pintura, puede ser pareja de la anterior, pero decae en calidad, por lo cual se atribuye en parte a ayudantes.
-Santa Bárbara, óleo sobre tabla, 48 x 39 cm, hacia 1522.
-La Sagrada Familia con ángeles, óleo sobre tabla, 110 x 89 cm, hacia 1524. Obra que el artista regaló al papa Clemente VII.
-Cupido tallando su arco, óleo sobre lienzo, 148 x 65 cm, copia de finales del siglo XVI, del original conservado en el Kunsthistorisches Museum de Viena.
-Cabeza de hombre con barba, dibujo a sanguina sobre papel amarillento, 90 x 65 mm, primer tercio del siglo XVI, aunque es atribuido.
-Circe, dibujo a pluma y tinta parda sobre papel amarillento, 125 x 75 mm, primera mitad del siglo XVI.
Por último, el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga, conserva el lienzo de Santa Margarita, la Virgen, el Niño y otros santos, documentado en el catálogo de Il Parmigianino a través de los trabajos de Ireneo Affó. Este lienzo llegó a Málaga por donación de W. Newbery para la capilla del Hospital Noble. (MNP).
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DOSSO DOSSI
Giovanni di Niccolò Luteri, llamado Dosso Dossi. San Giovanni del Dosso, provincia de Mantua, h. 1490 – 1542.
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Desde el principio de su carrera, en 1514 vivió en Ferrara, donde permaneció y trabajó la mayor parte de su vida. Siempre mostró la influencia del estilo veneciano, probablemente recibida de Giorgione, que marcó profundamente su arte, en especial, su tratamiento del paisaje; lírico y muy sugerente. También recibió influencia de Tiziano, evidente en las formas, libres y sueltas, y el color. Por otra parte, la tradición quattrocentista de Ferrara y la obra de maestros como Amico Aspertini y Ludovico Mazzolino, también dejaron una huella definida en su obra.
Paulatinamente, se distanció de la tendencia clasicista de los vénetos, sustituyéndola por una expresividad, que en ocasiones, los investigadores definen como extravagante.
Entre los encargos más importantes que recibió por entonces, destacan, un gran cuadro de El triunfo de Baco en India, conservado en Bombay, en colección particular, y un friso de diez lienzos, entre 1520-21, para el Camerino de Alabastro del Castillo de los Este, del que formaron parte otras obras hoy muy valoradas, como El festín de los dioses, de Giovanni Bellini y tres de Tiziano: La bacanal de los andrios, Ofrenda a Venus y Baco y Ariadna.
Los lienzos del friso de Dossi se dispersaron después entre varios museos y colecciones de diversos países, pero en 2019 el Museo del Prado obtuvo uno de ellos, a través del Ministerio de Cultura; Llegada de los troyanos a las islas Estrófades y ataque de las arpías, que es la primera obra del artista que, con seguridad, formó parte de Museo madrileño.
En 1520 viajó a Roma, estancia que supuso un importante hito en su evolución artística. Allí observó los modelos de Michelangelo y de Sebastiano del Piombo, quedando patente en su obra, a partir de entonces, un sentido diferente para los efectos, tomado del clasicismo, que se percibe bien en los retablos que hizo a continuación, siempre sin abandonar su propio sello, pero aportando intensidad, interacción poética entre las figuras y el paisaje, y quizás, una cierta nueva retórica.
Realizó así una serie de grandes pinturas mitológicas, como Apolo o Melissa, ambos, hoy en la Galleria Borghese, que muestran cierta grandeza clasicista, completada y renovada por un personal y rico colorido, con llamativos y excelentes claroscuros.
Con Girolamo Genga, Francesco Menzocchio, Bronzino, Raffaellino del Colle y Battista Dossi, su hermano, participó en la decoración de la Villa Imperiale de Pésaro; Sala delle Cariatidi. En su serie de cariátides y en los extensos paisajes, Dosso dejó volar la fantasía, aunque ciñéndose, en lo posible a las directrices del conjunto, marcadas por Genga.
En Mantua le impresionó profundamente la pintura de Giulio Romano; cuya influencia se percibe claramente en su trabajo en el Castel Buonconsiglio de Trento; un proyecto en el que también participaron, el Romanino y su hermano Battista. Dentro del conjunto, su pintura es concisa, pues el artista frenó su personal fantasía en favor de una obligada corrección clasicista.
La necesidad autoimpuesta de corrección, anuló, en cierto sentido, la fantasía de Dossi, durante su última época, pues parece que prefirió -o quizás, se vio obligado-, a recurrir a los convencionalismos clásicos, impuestos por el arte oficial romano, bastante ajeno a su personalidad, por así decirlo.
A la muerte de Dosso, su taller siguió trabajando bajo la dirección de Battista Dossi, pero ya nunca fue lo mismo; los grandes creadores, siempre son exclusivos en sus más específicos matices.
Dosso había sido citado por Ludovico Ariosto, en su Orlando furioso, y el artista pintó el más célebre retrato del escritor, así como creó una numerosa colección de grabados para ilustrar su obra maestra, que Vicencio Valgrisio publicó en Venecia.
GALERÍA
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