Primera Parte
L. M. Nieto
Pocas ciudades españolas tan identificadas con Gregorio Marañón como Toledo. A su cigarral “Los Dolores”, iba todos los fines de semana, no para recrearse sino para trabajar; más bien para trabajar recreándose. En Toledo escribió la mayor parte de sus libros; allí recibía a·las personalidades del mundo de las letras y de la medicina, a las que luego gustaba de acompañar por las calles de la ciudad. En Toledo se sentía Marañón más él, más entrañable, más profundo en su pensamiento y cuando paseaba por Zocodover, después de la misa de doce que solía oír en la iglesia de Santo Tomé, o visitaba los viejos conventos, cubierto con su capa gris, durante los días invernales, no pocos toledanos le saludaban ya casi familiarmente, con respeto y admiración, pero, sobre todo, con cariño; porque sobre su excepcional personalidad de singular escritor y maestro de médicos destacaba todavía más su amor apasionado a la Imperial Ciudad; a las cosas y a los hombres de aquí, hasta el punto de que cuando murió y la gente leyó su biografía en los periódicos, muchos se extrañaron de que fuese madrileño.
No tuvo Toledo ni antes ni ahora mejor heraldo que Marañón; nadie caló tan hondo como él en la psicología de la ciudad, en su pasado histórico y en su momento presente, que estimaba un tanto desquiciado y del que esperaba una mayor estimación de los valores espirituales que la ciudad simboliza y encierra.
Aparte de sus ·obras Elogio y nostalgia de Toledo y Toledo y El Greco, Marañón estudió la figura del Arzobispo toledano Fray Bartolomé de Carranza en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de esta ciudad.
También escribió sobre la proyección en Toledo de la guerra de las Comunidades y sobre la figura del. toledano Juan de Padilla.
Pero el tema toledano que más·interés y más comentarios suscitó fue su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el 20 de mayo de 1956, que versó sobre El Toledo del Greco, y en el que expuso una teoría original muy discutida pero que. entonces dió la vuelta al mundo: demostró que el Greco utilizó como modelos para pintar sus apostolados a los perturbados mentales recluidos· entonces en el manicomio de Toledo que se conocía por el sobrenombre de “Nuncio”.
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Segunda Parte
LA EXPERlENCIA EN EL MANICOMIO TOLEDANO. 015
Gregorio Marañón con uno de los alienados del Hospital de Dementes de Toledo
Había dos caminos para demostrar lo que en principio era sólo una intuición: uno, la investigación encaminada a conseguir el mayor acopio posible de datos y pruebas históricas; el otro, ver si, efectivamente, los dementes de hoy, igual que los de ayer y los de siempre, guardan parecido con algunos rostros de los Apóstoles del pintor cretense que se exhiben en la Sacristía de la Catedral de Toledo.
Sin desdeñar el primer sistema, Marañón puso especial empeño en el segundo, más intuitivo. Para ello, de acuerdo con el psiquiatra Virgilio García Mora, director del Hospital de Dementes, situado hoy en la calle Real, seleccionó los veinte enfermos que más se parecían físicamente a las figuras del Greco y les·pidió que se dejasen crecer la barba.
Excepto dos, los demás se sometieron de buena gana a la inocente experiencia. No se insistió sobre los «rebeldes”. Ni hubo tampoco la más leve falla de consideración hacia los alienados. Fue, sencillamente, una manera de recuperar (¿?) en pocas semanas los siglos transcurridos desde Doménico Thetokópoulos. hasta hoy.
Durante los dos meses largos que duró la ausencia del barbero, un buen toledano apellidado La Flor, ya fallecido -que alternaba su oficio con el de sereno-, Marañón hubo de estudiar semana tras semana el nuevo semblante de estos hombres -alguno de los cuales vive todavía-, que posaban para tres expertos fotógrafos, mientras el escultor Miranda tomaba apuntes y Marañón presenciaba la escena, acompañado de su ayudante de cátedra.
Con esta experiencia logró el doctor un nuevo argumento, y de los más concluyentes, en evidencia el genio del gran pintor, que, con sus pinceles, supo transformar los rostros de los pacientes en otros de gran espiritualidad, que piensan y miran hondamente.
Tres de los internados que tomó Marañón como modelo para demostrar su famosa teoría, ataviados de manera similar a la de los Apóstoles del Greco.
San Pedro, uno de los doce Apóstoles de Jesucristo, primer Papa de la Iglesia Católica, de quien dice la tradición, que murió crucificado en Roma durante el reinado del Emperador Nerón.
LA TEORÍA EN DESARROLLO.
Hacía ya dos años que Marañón había empezado a trabajar en defensa de su tesis; nada nueva en él, pues ya en su Elogio y Nostalgia de Toledo, escrito hace cinco lustros, expone su convicción de que el Greco amaba y comprendía a los locos.
«Es para mí segurísimo -dice-, que los modelos de sus Apóstoles fueron más de una vez los inquilinos forzosos del manicomio toledano del Nuncio que aún sirve de asilo a estos seres no siempre infelices, a dos pasos de la casa que habitara el pintor. Aún están allí vivos, con sus mismas barbas blancas, con sus manos expresivas y secas, con sus caras asimétricas y sus orejas desiguales algunos locos venerables y dignos que parecen los mismos que·transformó el pincel de Theotokópouli en arquetipos admirables de San Juan o de San Lucas. Modelos insuperables, porque estos dementes, a lo mejor estaban y están convencidos de que eran Apóstoles de verdad.
La teoría de Marañón, presentida ya hace tiempo, pero elaborada científicamente y con aportación de pruebas durante los años 1954 y 1955, podrá ser discutida, naturalmente; pero, en todo caso, da que pensar, pues no resulta fácil·para nadie rebatir sus argumentos, como tampoco, demostrarlos.
Pensaba el doctor Marañón que cuando Doménico llegó a Toledo el año 1577 se identificó con la creencia, frecuente entonces entre los toledanos, de que los dementes eran seres privilegiados, elegidos por Dios que, por especial providencia, se hallaban ya, antes de morir, ausentes del mundo.
«La fe profunda y sencilla del Greco -dice Marañón- le incitaba a observar a los locos y a estudiar en ellos las huellas de la espiritualidad y del éxtasis. Después de haber asentado así las bases de mi teoría, me dirigí a los archivos de la Casa de Locos de Toledo, que se remontan a la época del Greco. Y acabé por encontrar lo que buscaba.”
El conserje había anotado cuidadosamente los nombres de todos los visitantes y entre ellos descubrí al Greco. Rogué entonces a la Directora del Asilo que mostrara alguno de los internados. Lo que quería, no era establecer semejanzas directas entre los retratos del artista y los enfermos que observaba, sino encontrar de nuevo esa expresión tan típica en el Greco, del éxtasis y de la espiritualidad que hace que sus personajes parezcan pertenecer a otro mundo. Y lo encontré.
L. M. N.
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El Apostolado del Museo del Greco
♦Composición del apostolado del Museo del Greco
Los trece lienzos del apostolado constan con las referencias de 173 a 185 en el Catálogo Razonado del Profesor e Historiador del Arte, Harold Wethey, especializado en el Greco. Pintura al óleo sobre lienzo;
• miden aprox. 100,5 x 80,5 cm.;
• fecha de realización: ca. 1610-1614.
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Firmado con letras griegas iniciales en cursiva: δομήνικος θεοτοκóπουλος ε'ποíει.
La figura del Salvador se presenta frontal, a la manera de los antiguos iconos, y apoyando su mano izquierda en el globo del mundo. Es la única figura del Apostolado que mira de frente al espectador, al contrario que los apóstoles, quienes miran hacia la figura del Salvador y casi parecen conversar entre sí. La versión del Museo del Greco se considera la más majestuosa de las que se conservan, y se encuentra firmada. Es una de las obras completamente acabadas del conjunto. La posición frontal es casi bizantina, pero su mano derecha levantada coincide con la bendición latina, como en el mosaico de Monreale. Viste una túnica rosa y paños azules, y su nimbo romboidal lo distingue de los Apóstoles.
Como observó Camón Aznar, el Greco supo asociar maravillosamente las imágenes del Pantocrátor bizantino, con los modelos de la Escuela Veneciana, especialmente con el Cristo bendiciente de Tiziano, actualmente en el Museo del Hermitage.
• 100,4 x 80,4 cm.; Catálogo Wethey: número 175.
San Bartolomé es una figura única dentro de este conjunto, y tampoco aparece en los otros apostolados conocidos. Aquí substituye a San Lucas, sin que se sepan las razones. Es una obra inconclusa, y el personaje presenta un tono espectral, de mirada alucinada, envuelta en un ropaje blanco, que tal vez fuera la base para un acabado final nunca realizado. Pero el efecto es realmente sorprendente, siendo una de las figuras más impresionantes de todo el corpus pictórico del maestro. En su mano derecha sostiene el cuchillo con que fue desollado y con la izquierda, a sus pies, sujeta con una cadena al demonio cuyas tentaciones venció.
• 100,7 x 80,6 cm.; Catálogo Wethey: número 174.
San Andrés está representado mirando hacia la izquierda. Sostiene con su mano derecha la Cruz de San Andrés, mientras alza su mano izquierda en un gesto indeterminado. Viste una túnica azul y manto verde. Los estudios técnicos y permiten situar esta obra, junto con las de San Judas Tadeo, San Mateo, San Felipe y San Simón, en un estado inacabado de ejecución, dejando visible la imprimación ocre de la tela. Tanto el personaje como la Cruz dan una impresión casi espectral.
• Catálogo Wethey: número 180.
El personaje sostiene un libro abierto en la mano izquierda, y una pluma de ave en la derecha, La amplia túnica azul contrasta con los paños rosa, que irradian reflejos blancos en la zona derecha del lienzo. Se trata de una de las obras menos acabadas de la serie, ya que la cara, barba, manos, manto y libro, están sólo parcialmente realizados.
• Catálogo Wethey: número 176.
Lleva un corto bastón de peregrino en la mano izquierda y gesticula con la palma horizontal de la derecha. Es muy hermoso el colorido de la túnica azul pálido y el manto verde vivo, que contrastan con el fondo castaño.
• Catálogo Wethey: número 178.
San Juan, el más joven de los apóstoles y predilecto del Señor, es una de las figuras más bellas de este Apostolado. En este cuadro el pequeño dragón representa el veneno, al que señala mientras mira hacia otro de los apóstoles. Es muy agradable el colorido del manto rosa, realzado con luces blancas, sobre una túnica verde con reflejos amarillos. La cabeza, la mano derecha y el cáliz, deben ser obra de taller.
• 100,6 x 80,8 cm.; Catálogo Wethey: número 179.
El santo es representado anciano, ligeramente inclinado hacia la izquierda, sosteniendo con ambas manos la alabarda de su martirio, Viste túnica azul y un manto amarillo casi anaranjado. La figura está apenas esbozada, dejando zonas con la Imprimación al descubierto. Las manos y la barba están inacabadas, pero el efecto general es impresionante. La mirada de su ojo izquierdo es de una gran penetración.
• 100,5 x 80,4 cm.; Catálogo Wethey: número 182.
• Firmado con las letras griegas iniciales en cursiva: Delta (δ) y Zeta (θ)
Siguiendo la tradición iconográfica, San Pedro es representado con el cabello y la barba blanca, portando en su mano izquierda las llaves, que son su atributo, mientras lleva la derecha a su pecho. Es representado casi de frente, con mirada ensoñadora y ausente, vistiendo túnica azul y manto anaranjado. Es una figura monumental, a la que el tratamiento de los paños confiere una gran solidez.
• Catálogo Wethey: número 177.
Este santo es representado a veces con vestiduras episcopales y el báculo. También se puede representar con la maza curva de su martirio. Aquí aparece con un libro en la mano izquierda, lo que ha hecho más complicada su identificación. Con la derecha realiza un gesto dialogante, mirando hacia el compañero de su diestra. Los paños son de un color azul pálido sobre túnica amarilla. (Museo del Greco)
• Catálogo Wethey: número 183.
La manga del brazo izquierdo tiene un hermoso azul luminoso, pero los paños amarillos con sombras rojas se han oscurecido. San Felipe sostiene la gran cruz -que es su atributo más habitual-, cuyo travesaño queda cortado por el marco del lienzo. El personaje muestra un gesto de comunicación hacia un compañero, a su izquierda. Como los lienzos de San Andrés, San Mateo, San Judas Tadeo y San Simón, esta obra parece inacabada.
• 100,4 x 81 cm.; Catálogo Wethey: número 181.
• Firmado con letras griegas en cursiva, en el puño de la espada: δομήνικος θεοτοκóπουλος ε'ποíει
Este lienzo es el único concluido por el maestro. En todas sus series, el Greco incluye a San Pablo substituyendo a San Matías, ya que, pese a no ser uno de los Apóstoles canónicos, se autoproclamó "Apóstol de los Gentiles". Es una de las imágenes más bellas de los apostolados, que repitió casi sin variantes. San Pablo viste túnica verdosa y manto rojo-anaranjado. Su rostro es muy alargado, nariz afilada, barba cana partida en dos y frente despejada, casi calvo. Con su mano izquierda muestra un papel con el principio de su Epístola a Tito: "A Tito primer obispo ordenado de la iglesia de los cretenses", mientras que con la mano derecha sostiene la espada con que fue decapitado, y con la que se le asocia desde el siglo XIII.
• Catálogo Wethey: número 185.
Las imágenes aisladas de San Tomás son infrecuentes. Habitualmente es representado llevando como atributo el cinturón de la Virgen, que alude a su incredulidad sobre la Asunción de María, o una escuadra de carpintero, alusiva a un palacio celestial que construye. La lanza que porta en este cuadro —en la mano izquierda— se refiere a su martirio por parte de sacerdotes hindúes. En este lienzo, el Greco abandonó la combinación cromática de las otras obras, y representó al santo con un manto azul pálido sobre túnica rojo-anaranjada, con virajes castaños en las sombras.
• Catálogo Wethey: número 184.
La concepción de este santo es la más confusa del conjunto, ya que su único atributo es un libro abierto que sostiene con las dos manos, hacia el lado izquierdo del lienzo. Como consecuencia, ha sido confundida con San Mateo, que también sostiene un libro. El personaje viste túnica azul, que contrasta con los paños amarillos. La barba y la cabeza están inacabados, apareciendo la imprimación oscura.
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SEGUNDA PARTE; POSIBILIDADES
El Greco, Marañón y su teoría de los pacientes del Nuncio de Toledo
Marañón sostuvo en un primer momento la teoría de que el pintor tomó por modelos a los judíos de Toledo, precisamente por su hábito asténico, para posteriormente defender la idea de que algunos otros serían los enfermos mentales asilados en el Hospital del Nuncio toledano. Para demostrarlo, en 1954, tras pedir a la dirección del hospital que dejara crecer el pelo y barba a un puñado de ellos, los retrató disfrazados de apóstoles al estilo de los retratos del Greco.
Marañón alegó que fue Cossío, gran estudioso del pintor, quien primero sugirió la hipótesis, algo que algunos autores reproducen actualmente. Aquí, tras presentar el experimento de Marañón, se recogen diacrónicamente algunos de sus escritos en torno a los supuestos modelos del Greco para, finalmente, desestimar, en base a las referencias citadas habitualmente, que los escritos de Cossío realmente sugieran que él creyera en la hipótesis de los locos como modelos reales para el Greco.
[Oscar Martínez Azumendi Psiquiatra. Servicio de Psiquiatría. Hospital de Basurto. Osakidetza, Bilbao.]
El Greco, Marañón y los locos del Nuncio de Toledo Gregorio Marañón (Madrid, 1887 – Madrid, 1960), gran médico, académico por excelencia, profundo conocedor del alma humana y enamorado de Toledo, dejó tras de sí un ingente legado escrito sobre sus investigaciones científicas y amplios intereses humanistas. Entre ellos, sus publicaciones sobre Doménikos Theotokópoulos, el Greco (Candía, 1541 – Toledo, 1614), no son de menor importancia.
Nada partidario de buscar motivos patológicos en el genial pintor (astigmatismo visual, supuesta locura…) para explicar su inconfundible alargamiento en las figuras que pintaba, sin embargo, sustentaba una peculiar teoría sobre el origen de sus modelos: judíos de Toledo y pacientes del Nuncio, el viejo manicomio toledano.
Y si la primera posibilidad no sería nada improbable, al menos en algunos casos, aquella otra que apunta a que los Apóstoles fueron retratados de entre los pobres asilados del frenocomio se antoja especialmente chocante y poco plausible. Sin embargo, esta hipótesis parece inquietó a Marañón durante muchos años, para finalmente realizar un inesperado experimento en el propio manicomio, que llegó a trascender fronteras y recabar la atención mediática internacional.
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El Hospital de la Visitación de Nuestra Señora la Virgen María, fue el primer hospicio y manicomio de Toledo, siendo conocido popularmente como “Hospital del Nuncio”, o “Nuncio”, sencillamente.
Fue fundado en 1483 por Francisco Ortiz, Nuncio Apostólico del papa Sixto IV, lo que explica tan peculiar apodo para una institución similar. También recibió otras denominaciones algo más inquietantes como “los alberguillos de Toledo”, en alusión a las celdas o jaulas en que se encerraba a los locos furiosos.
Famoso ya desde épocas cervantinas, fue el lugar donde don Quijote, en sus aventuras apócrifas, recaló durante un tiempo. A ello alude Cervantes en la segunda parte de su genial obra: “pero no sé qué me diga: que osaré yo jurar que le dejo metido en la casa del Nuncio, en Toledo, para que le curen, y agora remanece aquí otro don Quijote, aunque bien diferente del mío”.
Con el paso del tiempo, este “Nuncio Viejo” fue relevado por otro edificio, el denominado “Nuncio Nuevo” diseñado por Ignacio Haan entre 1789-90, considerado uno de los ejemplos más interesantes de arquitectura hospitalaria del S. XVIII en Europa, específicamente concebido para atender enfermos mentales. En la actualidad y desde 1985 el edificio alberga diversos servicios administrativos del gobierno autonómico.
El experimento: Durante décadas Marañón estuvo convencido de que el Greco había utilizado a los alienados del Viejo Nuncio como modelos para sus pinturas, especialmente sus Apostolados. Sería a finales de 1953 cuando se decidió a ensayar esa posibilidad de forma empírica y comprobar visualmente si alguno se los entonces asilados se parecía a alguno de los Apóstoles pintados por el Greco.
Con la ayuda del director del Hospital, Virgilio Sánchez García Mora, se seleccionó a una veintena de enfermos, quienes tendrían rapado el pelo como era la práctica habitual, para dejarles luego crecer pelo y barba durante un par de meses largos. Pasado ese tiempo, durante las primeras semanas de 1954 y, al menos en dos ocasiones, los enfermos fueron conducidos al patio, disfrazados con túnicas y provistos de diversos adminículos que les dieran un aire apostólico. Allí, en una de las más inusitadas aplicaciones de la fotografía en el ámbito psiquiátrico, menos en el caso de dos de los pacientes que al parecer se negaron a ello, fueron retratados por tres fotógrafos: Pardo Bea, Pablo Rodríguez y José María Lara, bajo la atenta mirada de Don Gregorio, que se ocupaba de que el atrezzo apostolar presentara su mejor aspecto. Mientras tanto, el artista Sebastián Miranda se entretenía en recoger algunos bocetos en su cuaderno (fotos 1 a 4)
Parece evidente que la intención de Marañón, al menos en ese momento, era la de mantener el experimento con la mayor reserva y discreción posible; así lo podemos inferir de una nota suya a uno de los fotógrafos firmada el 25 de febrero de 1954.
“Querido Rodríguez. Están muy bien las fotografías. Sin embargo, no son más que un ensayo que espero dejemos terminado el próximo domingo. Le ruego que no se las enseñe a nadie pues es un asunto delicado”.
Repercusión mediática.
El disimulo duró poco ya que, ese mismo año, el periódico El Alcázar anunciaba “Marañón cree que El Greco se inspiró, para sus personajes, en los locos del manicomio de Toledo”, dando a continuación cumplida cuenta del experimento y de la existencia de las fotografías que, adelantaba, Marañón presentaría en su discurso de ingreso a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, para la que había sido elegido miembro numerario en 1953. A partir de ahí, lo que pudiera haber quedado como una mera astracanada de un genial pensador, por algún motivo, que seguramente fue precisamente lo extravagante de la puesta en escena, trascendió el ámbito local y tuvo una gran resonancia en los medios de comunicación, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Al año siguiente, mucho antes de la divulgación por el propio Marañón de las fotos realizadas, un cierto número de publicaciones europeas y americanas se hicieron eco de la noticia como resultado de su distribución por la misma fuente informativa que suministró las imágenes y texto, en este caso impreso en diferentes idiomas.
En abril, algunos de los retratos tomados en el Nuncio fueron publicados en la revista alemana Munich, incluyendo además una imagen de su fachada y al mismo Marañón supuestamente explicando su teoría al periodista alemán Hans Hubmann frente al cuadro de San Juan Evangelista.
Poco después, la revista francesa Noir et Blanc, bajo el título “Une étonnante révélation, Le Greco prenait des fous pour modèles”, publicaba la noticia a doble página acompañada de varias de las fotografías tomadas en Toledo, contrapuestas, como dobles, a aquellos Apóstoles a los que se parecerían y de las que al día siguiente se hacían eco también otras publicaciones.
En el texto se incluyen unas supuestas declaraciones de Marañón en las que asevera, sin referencia alguna a autores previos, que la idea se le ocurrió al contraponer a la visión cristiana de los locos como endemoniados, imperante en aquella época, la perspectiva árabe de ser elegidos de Dios. Suponiendo que el cretense participaría de esa segunda opinión y tras, según se dice en el texto, haber reconocido el registro del pintor en uno de los libros de visitas de la institución, pudo sentar entonces las bases de su teoría y encontrar entre los alienados “los rasgos de espiritualidad y éxtasis que el pintor reprodujo”.
En cualquier caso, estas aseveraciones habría que tomarlas con la mayor precaución si tenemos en cuenta una de las notas aclaratorias que Marañón incluyó en su libro, en la que explica: “no tiene interés enumerar los periódicos y revistas de todo el mundo que espontáneamente han reproducido las fotografías de los ‘inocentes’ de Toledo; naturalmente fue sin un solo comentario mío; a pesar de lo cual varios articulistas o conferenciantes han impugnado lo que ellos se figuraban que yo había dicho, pero que no había dicho”.
Poco más tarde, la norteamericana Life Magazine publicaba un par de páginas que resumía en el índice como: “un experto en arte trata de probar con fotografías que El Greco utilizó locos como modelos para sus pinturas”. El artículo, con el explícito título de “Los locos de El Greco. Una nueva teoría sugiere que utilizó locos como modelos”, presentaba esa posibilidad como alternativa al supuesto astigmatismo del pintor o su creatividad derivada de un posible y enfermizo frenesí místico.
Junto al texto, se reproducen de nuevo las imágenes publicadas en las revistas anteriormente citadas. En la página de créditos, se atribuyen las imágenes al fotógrafo alemán Hanns Hubmann de B.S. (corresponsal de Life en Europa), un detalle improbable para las que reproducen a los asilados disfrazados, posiblemente debido a que el fotógrafo trabajara como periodista para la agencia de noticias que distribuyó la información por todo el mundo.
De rebote, la publicación del reportaje en Life resonó en diferentes medios españoles, curiosamente incluso antes de la llegada de la propia revista desde América. Así, en base a una ambigua nota de la agencia Efe (fechada el 3 de agosto), y de la que no se desprende que las fotos de Life son precisamente algunas de las que tomara Marañón.
ABC publicó el 5 de agosto (cuando todavía no había llegado una copia de la revista a la península) una nota apoyándose en la opinión del Dr. Escardó. Este defendía allí la plausibilidad del punto de vista marañoniano, apoyándose en la teoría constitucionalista, por la que las figuras pintadas por Domenico Theotocopuli mostrarían precisamente aquellas características asténicas que predispondrían a la esquizofrenia.
Parece ser que la noticia dio que hablar, siendo La Vanguardia la que, muy pocos días después, se hacía eco de la polvareda levantada entre un público sediento de noticias veraniegas: “El reporte sobre esto publicado en ‘Life’ ha transcendido a la prensa de Madrid y hoy se habla de los locos de Marañón como otros días del equipo del Madrid, y del Greco como de ‘Chamaco’”.
Pero la cosa no acabó ahí y, ya en octubre, vemos la noticia reproducida en el Nuevo Zig Zag de Santiago de Chile, donde se publican las mismas fotos y texto traducido al español del artículo aparecido previamente en Noir et Blanc.
En noviembre, El Impulso de Barquisimeto venezolano publicó una entrevista donde el genial médico reconocía su agrado por la repercusión mediática de sus experimentos visuales, si bien puntualizaba que sus planteamientos no habían sido bien entendidos:
“Yo nunca dije que los personajes del Greco fueran unos lunáticos o unos pobres exaltados mentales, de lo que se desprendería, naturalmente, que los apóstoles, pongamos por ejemplo, y las figuras que comprenden la obra mística del pintor, corresponderían a unos pobres dementes, afectados de taras psicopáticas… El que se observen características de esta índole en muchas de las figuras del Greco no quiere decir que se atribuyan globalmente a sus representaciones y que haya, por tanto, que llevar sus consecuencias desastrosas que de tales suposiciones provendrían, hasta extremos que yo nunca pensé y que no se encontraban en el fondo de mis estudios y observaciones en torno a esta interesante cuestión en la obra del excelso pintor toledano”.
Las declaraciones, realizadas con ocasión de una visita al Instituto de Cultura Hispánica, parecen desilusionar en cierto sentido al reportero, quien escribe a continuación: “en cierto modo (las declaraciones) vienen a restar interés a las palabras pronunciadas con anterioridad”, quizás deseoso de una mayor contundencia y sensacionalismo en la interpretación de las pinturas.
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Las explicaciones de Marañón
Llegado 1956, el 20 de mayo, en su Discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Marañón abordó el tema de “El Toledo del Greco”. Hizo entonces una extensa referencia al debate suscitado por los modelos, a la vez que se inhibía de responsabilidad alguna en la publicación de las fotos.
Alegando que antiguamente los locos eran designados como “inocentes”, conjeturó que tal inocencia pudiera ofrecer al espectador transcendencias sobrehumanas imposibles de sentirse o fingirse siendo “personas normales”. Motivo que hubiera llevado al pintor a buscar ese fuego espiritual; la expresión de santidad o heroísmo, entre las paredes del Nuncio en aquellos que se creían héroes o santos. Explicaciones que vemos incluidas en su espléndida obra “El Greco y Toledo”, donde además leemos:
“Yo, y otro cualquiera, hubiera podido hacer un número de ‘cuadros vivos’ disfrazando a locos y a cuerdos con el pergeño y vestidos de los Apóstoles… Esto es justamente lo que no me interesaba, sino tratar de encontrar en los enajenados del Toledo actual, vistos sin artificio indumentario y teatral alguno, o quizá con muy leve adobo cosmético… la expresión de arrebatado misticismo de los modelos del gran pintor...
En cuanto al otro aspecto del sencillo experimento, éste evidenció también la agudeza del Greco, si, como el estudio de sus lienzos hace probable eligió, en efecto, como modelo de algunos de sus santos a los enajenados; quizá dejándoles crecer barbas y cabellos, como yo también lo hice, pues entonces no sólo estaban los dementes pelados al rape como ahora, sino afeitados a navaja la cabeza y la cara, lo mismo que los galeotes, según nos cuenta Tirso de Molina”. Un leve adobo cosmético, que más adelante denomina pasatiempo, que le permite concluir: “El Greco pintaba locos, no me cabe duda, porque tenía la intuición de la proximidad del desvarío a la santidad… Claro es que esta hipótesis es compatible con que en otros casos pudieran ser hombres o mujeres normales los modelos de sus figuras hagiográficas… Nótese que los modelos de locos se utilizan para los santos varones y no para las santas mujeres; y así debe ser, porque el paso del genio a la locura es mucho más frecuente en el varón que en la mujer; en ésta, la locura, como la borrachera, tiene muchas más veces un sentido de enfermedad lamentable y sin la posible grandeza que en el varón”.
El texto incluye en sus páginas algunas de las ya famosas fotografías, entre ellas a “un inocente del Nuncio que piensa que es San Pedro”, imagen especular de “Las lágrimas de San Pedro” (seleccionadas igualmente para ilustrar la sobrecubierta del libro, tal fue la importancia de la idea propuesta), junto a tres láminas con unos mosaicos compuestos por retratos alternantes de los Apóstoles del Greco y algunos enfermos mentales “toledanos de hoy, huéspedes del Nuncio”, de quienes asegura no haber “querido disfrazar de Apóstoles… sino mostrar que son los mismos en la morfología y en la exaltación expresiva”. Un objetivo sin duda visualmente cumplido, pero que no llegó a convencer a todo el mundo.
A modo de descargo, posiblemente ante la abrumadora atención mediática, “hiperetésica publicidad de hoy” la califica, sobre sus propuestas y experimentos, Marañón se disculpa y justifica en el libro.
Aclara primero que la primacía de la hipótesis pertenecía exclusivamente a Manuel Bartolomé Cossío (Haro, 1857 – Madrid, 1935), gran estudioso del candiota que en 1908 había publicado una magnífica obra sobre su biografía y producción artística. Añade seguidamente que él había sido ajeno a la publicación de las fotografías, dando en ese momento excusas semejantes a las que, tal como redacta Marañón, parecería había dado Cossío años antes.
El origen de la idea
Para justificar la atribución de la idea a Cossío, Marañón se refiere a un par de comentarios en el libro del primero acerca del aspecto e impresión que le daban algunos de los personajes reproducidos por el pintor. Cossío, sin explicitar en ninguna de esas citas que los modelos del Greco fueran realmente asilados del Viejo Nuncio, utilizó calificativos como “aires de enajenados” para algunas de las figuras de sus cuadros y al referirse a sus “Apostolados” (ya que fueron varias las series de apóstoles pintadas por el cretense) escribía: “el límite máximo de excitación, desequilibrio y anormalidad, en cuanto a figuras aisladas, ha de buscarse en el apostolado de San Pedro Mártir … Del obsesionante y aterrador San Bartolomé… no cabe decir más que es un loco furioso, escapado del antiguo y célebre Hospital del Nuncio, allí vecino, porque es imposible traducir con más verdad que lo hace aquel alucinado Apóstol el completo extravío de las facultades mentales”.
Descripción en la que Marañón va más allá, quizás dejándose llevar por el entusiasmo retórico, al incluir en la misma el aspecto del pequeño demonio que le acompaña (“también enajenado y sujeto con cadenas como los locos del Nuncio”). Pero de la contemplación desinteresada del cuadro, no podemos dejar de preguntarnos en qué podría basarse alguien para hacer una aseveración similar, no revistiendo característica alguna desde nuestro conocimiento actual de la psiquiatría para tal diagnóstico, sin duda más poético que clínico.
En cualquier caso, si fueron solo esas las pruebas que tenía Marañón acerca de lo que pensaba Cossío, no parecen suficientes para asegurar nada en este sentido, ya que parecería más se trata de expresiones literarias que realmente sugestivas de que Cossío considerara que el Greco tomara por modelos de carne y hueso a los enajenados del Nuncio.
Así lo aclararía también Marañón, aparentemente de forma contradictoria, al decir en otro lugar que Cossío en este tema “hizo una sugestión delicada y no ninguna afirmación”.
Aún así, aunque la mayoría de críticos internacionales. no consideran y, ni siquiera citan como posibilidad la hipótesis de los locos como modelos, son varios los autores posteriores, que parecen mantener que Cossío también creía en esa directa relación basándose exclusivamente en las citas dadas por Marañón en “El Greco y Toledo”. Referencias que a veces se reproducen incluso citando como fuente documental lo que no es más que una errata aparecida en el libro de Marañón.
Realmente la referencia es a una nota a pie de página, en la que Cossío anuncia la circulación liberal y publicación en revistas nacionales y extranjeras de algunas fotografías, realizadas por primera vez en aquellos años a alguno de los retratos del cretense precisamente para el libro.
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Descartado que Cossío hiciera experimentos fotográficos similares a los de Marañón, volvamos de nuevo a la teoría de los locos como modelos. Una hipótesis que generalmente se pasa por alto, venía de mucho antes de la realización de sus polémicas fotografías en 1954. Ya en 1927, en el que es probablemente su primer trabajo publicado sobre el Greco, Marañón relaciona el aspecto de las figuras pintadas por el cretense con un tipo constitucional asociado a determinadas enfermedades mentales. “Este canon corresponde exactamente a lo que en medicina se llama el hábito asténico”, explica, “un modelo que sin duda tenía casi siempre delante y copiaba con detalles de una delectación realista, que recuerda, a veces, las láminas de los libros de patología”. Y con referencia a los psiquiatras de la época y su terminología recuerda los tipos constitucionales de Krestchmer conjeturando: “¿Quién era ese ser asténico y espiritado que tenía el pintor tan metido en sus ojos?... en Toledo, en el barrio de la Judería, estaba en contacto, seguramente, con muchedumbre de seres asténicos, flacos, espiritados, leptosómicos… Es preciso recordar que entre los judíos se da con gran frecuencia este tipo”.
Pero aún da un paso más allá para interrogarse por la psicología de aquellos sujetos retratados que le impresionan o bien de “inmovilidad estática, catatónica”, o bien “de agitación, de inquietud, de frenesí, de dinamismo atormentado”, precisamente características psicológicas de la mayoría de los asténicos, remedando “arquetipos esquizoides puros”.
De aquí, convencido, como vemos de que, el Greco dispondría de numerosos modelos donde inspirarse en su entorno inmediato, prosigue añadiendo posibilidades médicas, como el hipertiroidismo, para explicar no solo el hábito somático sino otras características como la inquietud motora o la exagerada afectividad. Juventud hipertiroidea que Marañón identifica especialmente en algunas de las mujeres (Vírgenes, Santas…) retratadas. Dicho esto, Marañón aclara que la tipología del Greco tuvo que ser debida a “una reacción… ante un ambiente de tipos reales”, pero en ese primer escrito muy alejados de poder ser considerados los inquilinos del temido Nuncio, calificando a el Greco de pintor “de un tipo y de un carácter humano, no patológicos, sino situados en esa zona… que se columpia entre la normalidad y la patología”.
Pero no tuvo que pasar mucho tiempo para que tanto Marañón, como el Greco y unos desafortunados locos, vieran cruzarse sus destinos en 1930. A finales de ese año “…en la sala de locos del hospital Provincial de Madrid alguien levantó la vista sobre la miseria humana que la habita, y topó en las alturas de un muro con un viejo cuadro, desgarrado, sucio, lamentablemente maltrecho, que, más bien qué a un santo, parecía representar a un energúmeno, a modo de recuerdo iconográfico de algún loco que hubiese paseado hace siglos su quimérica actividad por este mundo. Tal piltrafa pictórica interesó a médicos y visitantes, y entre los primeros el doctor Marañón diagnosticó certeramente qué el sujeto representado no era ningún loco, sino más bien un San Jerónimo pintado por el Greco, el extraño artista cretense, que en opinión del vulgo fue un lunático, y para los doctos un genial revolucionario de la técnica y de la estética de su tiempo”.
Con ocasión del descubrimiento, Marañón fue invitado a dar su opinión, siendo en una de esas entrevistas, realizada de forma apresurada en su domicilio, cuando Marañón descubre al entrevistador su peculiar teoría, añadiendo a los judíos como modelos del pintor. Además, y de forma muy pertinente para el tema que nos ocupa, sugiere la utilización de técnicas fotográficas para cotejar su proposición como posibilidad.
• Se ha encontrado… (el cuadro), al hacer obras. La luz ha animado á San Jerónimo; le ha mostrado tal como era, como nunca se le supo encerrado en sombras, con la presencia de críticos de arte tan extraños como eran los que allí entraban: los locos del Hospital. Marañón se convoca á sí mismo, piensa un momento y dice: • Claro que donde mejor podía estar era entre locos.
• ¿Y eso?
• ¡Ah, eso es, ni más ni menos que una teoría!. Verá usted; Yo tengo la evidencia de que el Greco pintaba locos. Sus modelos fueron casi todos los locos del Nuncio de Toledo. La cosa es clara: contra lo que era frecuente en los artistas de la época, el Greco se interesaba por los intravertidos, por los que se vierten hacia dentro y tienen la vida del espíritu; lo contrario que Rubens, por ejemplo, que buscaba los tipos extravertidos, la alegría y opulencia de las formas.
• ¿De modo que usted cree que los modelos...?
• Locos y judíos. Judíos de Toledo. Allí quedan aún tipos estupendos, con sangre judía; tipos que cogiéndolos con una máquina fotográfica reproducirían exactamente modelos del Greco. Aquí, en Madrid, yo tengo en cartera á un portero formidable. La cabecita pequeña, el cuerpo espirituado... Nada más le vi, le pregunté si era de Toledo. Era, en efecto, de La Puebla de Montalbán. Si se le pusiera una mitra, resultaría el auténtico San Bernardino… … El doctor Marañón va a un estante de su biblioteca y saca un libro. Busca en él, y me dice, mostrándome unas fotografías de esas médicas, pavorosas y enfermizas de placa, fotografías de galería de hospital ó de texto de criminología.
• ¿Qué le recuerdan estas figuras?
• Apóstoles del Greco... afeitados. Es el mismo tipo.
• ¡Naturalmente! Mire usted la disimetría facial, la cabecita pequeña... No pintaba así por capricho, sino porque aquellos seres existían, tenían una realidad evidente… Y estas fotografías del libro son de los mismos tipos asténicos que él buscaba y prefería…” Y de forma premonitoria para décadas venideras el reportero concluía: “Esta media hora con el ilustre é inquieto -¡qué pocas veces se aúnan estos adjetivos!- doctor Marañón tiene el valor de una promesa. La teoría suscitada con motivo de la aparición del nuevo Greco del Hospital debería ser ampliada y formalizada por él”
Sin poder descartar en el fondo de su pensamiento que fuera la lectura del Cossío (aunque no lo cita en la entrevista, atribuyéndose entonces a él mismo la teoría) lo que le inspirara para dar el paso desde los modelos “asténicos-normales” a la inclusión de aquellos “asténico-enajenados” inquilinos del Nuncio, comprobamos que ya en 1930 intuía el experimento fotográfico que llevó a cabo años después y tanta notoriedad alcanzó.
Para entonces, comprobamos que ya decía tener “la evidencia de que el Greco pintaba locos” y de que “sus modelos fueron casi todos los locos del Nuncio de Toledo”. De igual forma que junto a ellos seguía incluyendo también a los judíos, pobladores de Toledo en tiempos del pintor. Es bien conocida la afición y cariño que Don Gregorio profesaba a esa ciudad, donde pasó largas temporadas de su vida, y de la que escribió el encendido ensayo: “Elogio y nostalgia de Toledo”, cuya primera edición publicada en 1941 no incluía referencia al ilustre pintor entre sus páginas.
Sin embargo, en la segunda edición de 1951 vemos añadido un capítulo, titulado “El Greco y Toledo”, firmado en Buenos Aires en 1939 cuatro años después del fallecimiento de Cossío. Y ahí le cita como inspirador de su punto de vista:
“…Los ojos de Theotocópuli eran, sin duda, normales. Y también su cerebro. No estaba loco… Amaba, sin duda, a los locos y era capaz de comprenderlos. Pero esto les sucede a todos los hombres que son, en verdad, razonables. Los locos también le amaban a él, a través de sus cuadros, como el del San Jerónimo del Hospital Provincial…
Es para mí segurísimo, como Cossío pensaba, que los modelos de sus Apóstoles fueron, más de una vez, los inquilinos forzosos del manicomio toledano, del Nuncio, que aún sirve de asilo a estos seres, no siempre infelices, a dos pasos de la casa que habitara el pintor. Aún están allí, vivos, con sus mismas barbas blancas, con sus manos expresivas y secas, con sus caras asimétricas y su orejas desiguales, algunos locos venerables y dignos, que parecen los mismos que transformó el pincel de Theotocópuli en arquetipos admirables de San Juan o de San Lucas. Modelos insuperables, porque estos hombres, a lo mejor estaban y están convencidos de que eran Apóstoles de verdad. Pero el pintor, a trueque de sus aires extravagantes, fue el hombre más cuerdo de este mundo. Si tuvo alguna manía, fue la de pleitear; y es ésta, precisamente, ejemplo de la manía razonadora”.
Encontramos en esas líneas, redactadas como expatriado en el último año de la Guerra Civil, referencia explícita a Cossío como artífice de la idea de los locos como modelos del cretense, una hipótesis que en 1930 se atribuía a él mismo y que años después desarrolló más en extenso en su monografía sobre el pintor. En ese libro, junto a los Apóstoles, también otras obras se atribuían a modelos seleccionados entre los pacientes hospitalizados, algunos de ellos incluso en diferentes momentos de su evolución clínica, como sería el “loco coronado” que inspiraría dos de las versiones del “San Luis, Rey de Francia” del que dice ”Los dos son el mismo loco haciendo de rey; el primero tranquilo (en el Louvre), el segundo exaltado (Museo del Greco)”. Pero, frente a ese convencimiento y en otras partes del texto, no dejan de llamar la atención las justificaciones de Marañón y, más aún, las equívocas referencias al texto de Cossío. Tal vez como si se hubiera estremecido por la repercusión mediática y las eventuales consecuencias de tan sacrílega mezcla en la España de la época, los locos como apóstoles de Jesús. Una relación tampoco nada probable en tiempos del Greco.
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Resumen biográfico
Marañón llega a Toledo de la mano de Benito Pérez Galdós, amigo y contertulio de su padre durante los veranos santanderinos. Con él visitó la ciudad de niño; y ya en 1921, siendo un médico de renombre, adquirió el Cigarral de Menores, donde, según propia confesión, pasó las mejores y más fructíferas horas de su vida.
Desde su exilio en París, en 1941 escribe la obra “Elogio y nostalgia de Toledo”, donde profundiza en aspectos y figuras toledanistas como los conventos, el Tajo, Garcilaso o El Greco. Con su discurso “El Toledo de El Greco” ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1956. Por su cigarral toledano pasaron muchas e importantes personalidades españoles y extranjeras como Federico García Lorca, Ramón María del Valle Inclán, Albert Einstein, Alexander Fleming, o Charles de Gaulle, a quienes guíaba por la ciudad que tan a fondo conocía.
Pocos días antes de morir, en marzo de 1960, regresó al cigarral para contemplar por última vez un atardecer toledano y pronunció su famosa frase de “Toledo, luz de mi vida”. La ciudad, a su vez, recuerda a su hijo adoptivo con un busto de Victorio Macho en la calle de Santo Tomé, donde acostumbraba a oír misa en la iglesia parroquial cada domingo.
La Fundación Gregorio Marañón se creó el 11 de noviembre de 1988, con los propósitos de «perpetuar el pensamiento y la obra del Dr. Marañón, difundir la alta magistratura de la medicina que ejerció y fomentar la investigación en los campos de la medicina y la bioética». También, «es tarea primordial de la Fundación la localización y recuperación de todos los documentos biográficos y bibliográficos para constituir un Fondo Documental a disposición de los estudiosos que deseen analizar y profundizar en la significación y vigencia del pensamiento y obra de Gregorio Marañón». Desde 1990 se celebra anualmente una Semana Marañón.
La Semana Marañón de 1999 se dedicó al tema de la emoción; la de 2000, celebrada en Oviedo, a Benito Jerónimo Feijoo, la de 2001 a la figura de don Juan; la de 2002, celebrada en el Complejo Hospitalario Universitario de Albacete, se dedicó a "La obra médica de Marañón", la de 2006, celebrada en Valencia, a "Luis Vives: humanista español en Europa" y la de 2009 a "La tradición liberal".
El 9 de julio de 2010 la Fundación José Ortega y Gasset y la Fundación Gregorio Marañón se fusionaron, creando una única entidad: la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, también conocida como Fundación Ortega-Marañón. Unos de sus centros es el Instituto de Humanidades y Ciencias de la Salud Gregorio Marañón.
El Ateneo de Madrid conmemoró el 50 aniversario del fallecimiento de Marañón, el 19 de octubre de 2010. En 1924 Marañón «había sido elevado al cargo del presidente del Ateneo por aclamación de los socios, que le consideraron su presidente legítimo, pero su presidencia fue de facto pues la dictadura de Primo de Rivera no permitió la sesión electoral. Tras la "junta facciosa", no reconocida por los socios, Marañón fue elegido presidente del Ateneo en marzo de 1930».
• 1908: licenciado en medicina en la Universidad Central de Madrid.
• 1910: doctorado en medicina. Realiza estudios de postgrado en Alemania.
• 1918: consecuencia de la epidemia de gripe que sufre España, viaja en comisión oficial a Francia. En el viaje conoce a Edward Babinski, Almroth Wright, Alexander Fleming y Harvey Williams Cushing.
• 1922: viaja a Las Hurdes (Extremadura) acompañando a Alfonso XIII en su célebre viaje. Adquiere el «Cigarral de Menores» (Toledo), casa de recreo donde pasaría muchas horas de su vida y escribiría buena parte de sus obras. Elegido miembro de la Real Academia Nacional de Medicina.
• 1924: elegido Presidente del Ateneo de Madrid.
• 1926: es acusado de participar en la Sanjuanada de 1926 contra la dictadura de Miguel Primo de Rivera, por lo que se le condena a un mes de prisión y a una multa de 100.000 pesetas. Durante ese mes traduce El Empecinado visto por un inglés.
• 1927: viaje a Cuba con el doctor Celedonio Calatayud.
• 1931: tras la caída de la dictadura, Marañón, José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala firman un manifiesto con el título de «Agrupación al Servicio de la República», a la que luego se incorporaría Antonio Machado. El 14 de abril se celebra en casa de Marañón la histórica reunión entre Niceto Alcalá Zamora y el Conde de Romanones, donde se decidió la salida de Alfonso XIII al exilio y la proclamación de la Segunda República. En junio es elegido diputado por Zamora a las Cortes Constituyentes. Protesta públicamente contra la quema de conventos. Nombrado catedrático de Endocrinología de la Facultad de Medicina de Madrid.
• 1932: se disuelve la Asociación al Servicio de la República. Doctor Honoris Causa, por La Sorbona de París.
• 1933: cofundador el 11 de febrero de 1933 de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética.
• 1934: elegido miembro de la Real Academia Española.
• 1936: elegido miembro de la Real Academia de la Historia. Comenzada la Guerra Civil y aterrado —al igual que sus antiguos compañeros de la extinta Agrupación al Servicio de la República, Ortega y Gasset y Pérez de Ayala— ante la represión que sucede en el Madrid de principios de guerra, consiguió huir a finales de 1936, bajo pretextos inventados y no sin graves dificultades. Pasó entonces a residir en Francia, desde donde hizo repetidas y graves acusaciones contra los sucesivos Gobiernos republicanos, acusaciones que repitió de palabra y por escrito en el curso de varios viajes a Sudamérica.
• 1937: viaje a Uruguay, Argentina, Chile y Brasil.
• 1939: viaje a Perú, Bolivia, Argentina, Uruguay y Brasil. Es destituido de su cargo en el Hospital Provincial (que hoy lleva su nombre).
• 1942: obtiene el permiso para volver a Madrid, donde establece su consulta privada.
• 1944: se reincorpora a su trabajo en el Hospital Provincial de Madrid (hoy Hospital General Universitario Gregorio Marañón).
• 1946: se reincorpora a su cátedra de endocrinología de la Facultad de Medicina. Doctor Honoris Causa de la Facultad de Medicina de Oporto (Portugal).
• 1947: elegido miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
• 1956: elegido miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia. Elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
• 1958: elegido presidente del Centro de Investigaciones Biológicas.
• 1959: Doctor Honoris Causa, por la Universidad de Coímbra.
• 1960: fallece en Madrid a la edad de setenta y dos años.
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• Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo (1930)
• El Greco y Toledo (1957)
• Elogio y nostalgia de Toledo (1941)
35_maranon-gregorio-el-toledo-del-greco-1956-08-_-101_pp-23-26.pdf
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