El tiempo mortal
Tal vez sea importante empezar diciendo que, en realidad, desconocemos los hitos verdaderamente trascendentales de la biografía de T. S. Eliot; aunque, nos parece intuirlos a través de sus versos, lo cierto es que sólo obtenemos una imagen borrosa y, en ocasiones, contradictoria. De hecho, críticos e historiadores de la literatura se preguntan aún por sus creencias, su sexualidad, su ideología, etc. así como las razones por las que cambió de país, de nacionalidad y de iglesia. Es decir, conocemos bien las cuestiones existenciales que se planteaba, y las drásticas decisiones que provocaron, pero no sabemos, ni cuál fue su origen, ni si alcanzó a resolverlas.
Los datos biográficos de los que disponemos, no aclaran del todo ninguna de estas cuestiones, por tanto, si bien es preciso conocerlos, ya que vivió momentos históricos de enormes consecuencias, se hace necesario recurrir a su obra, con la esperanza de hallar en ella la razón o la sinrazón de su vida y, acaso, de la nuestra, ya que, es un hecho, que sus versos inquietan al lector desde hace un siglo, y que sus dudas, son las de todos, característica esta, quizás responsable de su alcance universal, que es, precisamente, aquello que convierte una creación literaria, en una obra maestra.
Por otra parte, la seguridad de que la creación poética no es un truco de magia que hace aparecer los versos desde una chistera, hace imprescindible recordar que Eliot también tuvo su aprendizaje y sus mentores de los que, en un período relativamente breve, adquirió un conocimiento profundo e intensivo.
El Tiempo Mortal de Eliot, es, pues, su biografía; llena de grandes éxitos y grandes naufragios personales. El Tiempo Inmortal, hace referencia a su obra poética, leída, en este caso, un siglo después de su creación, considerando asimismo, la especie de revolución literaria que él contribuyó a alumbrar mediante la adopción de un novedoso empleo de la técnica y el lenguaje poético, uniéndolo, paradójicamente, con algunos de los métodos y modelos literarios más probados por la tradición.
El triunfo literario le llegó a T. S. Eliot, muy tamizado por la adversidad personal, y también, en ocasiones, por la crítica, pues aunque fue, en su mayor parte, positiva, también le fue desfavorable, especialmente, al poner en duda la validez de un testimonio oscurecido por la sombra de ciertas amistades y ciertas opiniones relativas a la exclusión de una parte de la humanidad, por imposición de otra. Opiniones, a veces expresas, a veces, sobreentendidas, pero que, en todo caso, serían impropias de un examinador de la conciencia común en tiempos de dictadura y guerra.
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T. S. Eliot nació el 26 de septiembre de 1888 –fue el menor de los siete hijos de Henry Ware Eliot y Charlotte Champe Stearns-, en St. Louis, Missouri, antaño dependiente de la corona francesa y de la española, hasta que se unió a los EEUU.
Henry Ware Eliot y Charlotte Champe Stearns
Cuando nació Eliot, San Luis era una ciudad muy próspera, con un millón de habitantes y zonas residenciales llamativamente lujosas, pero durante el siglo XX sufrió innumerables catástrofes. Eliot recuerda, parece que, con cierto temor, el famoso río natal en el tercero de sus Cuartetos -The Dry Salvages-:
No sé mucho sobre dioses; pero pienso que el río
Es un fuerte dios oscuro - hosco, indómito e intratable…
A causa de una hernia congénita, que no le permitía acometer ciertas actividades, en ocasiones quedaba el futuro poeta al cuidado de una enfermera irlandesa, que solía llevarlo a la misa católica. Hasta los 16 años estudió en la Academia Smith de Saint Louis, ciudad en la que todavía se encontraba, cuando se celebró allí la Feria Mundial en 1904. El año siguiente lo pasó preparando su ingreso en el Harvard College de Boston.
En 1907, a los 19 años, ya en Harvard, conoce a Emily Hale, que tiene con el poeta una relación difícil de comprender, pues a pesar de que se mantuvo a lo largo de muchos años, se veían sólo de forma esporádica, ya que ella permaneció en América, cuando Eliot marchó a Londres. No se sabe si fue sólo amistad, aunque parece que Emily se sorprendió cuando tuvo noticias de la boda de su íntimo amigo.
Ya en Harvard estudia con Irving Babbitt y George Santayana, moralizante uno y escéptico el otro. Aprendió Literatura Comparada durante tres años, e Inglesa durante el cuarto. Fue entonces cuando conoció a fondo a los poetas simbolistas franceses; Rimbaud, Verlaine… y cuando en 1908 leyó: The symbolist Movement in Literature, de Arthur Symons, entró de lleno en el mundo de los malditos, de la mano de sus héroes, Jules Laforgue (1860-1887) y Tristán Corbière (1845-1875), prematuramente desaparecidos ambos -a los 27 y 30 años respectivamente-, poco antes de que naciera Eliot.
Laforgue y Corbière
En 1910 se va a París y estudia en la Sorbonne; Literatura Francesa con Alain Fournier y Filosofía con Henri Bergson, –cuyas lecciones escuchaba asimismo, Antonio Machado, con gran interés-. Conoce, entre otros, a Charles Maurras, el conocido ultraconservador de Action Française; antisemita y católico, hasta su excomunión, del cual, a pesar de su aparente oposición, se considera que asumió Eliot su reconocida tendencia conservadora, monárquica, católica y neoclásica.
1910 (22 años)
Conoce asimismo, a Jean Verdenal, estudiante de Medicina, con quien crea lazos indelebles de amistad. Verdenal moriría en la batalla de Dardanelos –más conocida, quizás, como Galípoli–, en 1915. Eliot le dedicará The Love Song of J. Alfred Prufrock - Canción de Amor de Alfred Prufrock.
Jean Verdenal, Médico militar 1890-1915
El predominio de París era indiscutible –escribió Eliot en A Commentary, publicado en The Criterion, en abril de 1934-, la poesía, es verdad, estaba de alguna manera en eclipse; pero había allí una enorme variedad de ideas. Anatole France y Remy de Gourmont aún exhibían sus enseñanzas y ofrecían a los jóvenes cierto escepticismo que podían abrazar o repudiar; Barrés vivía en la cima de su influencia y reputación. Péguy, más o menos bergsoniano y católico socialista, se había vuelto importante, y la juventud era distraída por Gide y Claudel. Vildrac, Romains, Duhamel experimentaban con versos que parecían esperanzados, aunque fueron siempre, pienso, defraudantes. Algo se esperaba de Henri Franck, el tempranamente desaparecido autor de “La Danse devant l’arche”. En la Sorbona, Faguet era una autoridad para ser atacada violentamente; los sociólogos Durkheim y Lévy-Bruhl sostenían nuevas doctrinas, Janet era el gran sociólogo; en el Colegio de Francia, Loisy disfrutaba de su escandaloso prestigio; y sobre todos ellos flotaba la figura de araña de Bergson…”
Entre 1888 –año del nacimiento de Eliot-, y el comienzo de la Gran Guerra, en 1914, era la Belle Époque, con los viajes en el Orient Express…
1888
Con el Affaire Dreyfus…
Degradación y prisión de Dreyfus, 1895
Con el proceso y la condena de Oscar Wilde...
1895
Gustav Mahler dirigía sus Sinfonías; se celebraba la Exposición Universal en el París de Eiffel y, finalmente, en 1913, empezaba la publicación de  la Recherche du temps perdu, de Marcel Proust.
Entre 1910 y 1911, Eliot reunió en un cuaderno único los poemas que iban a representar su camino hacia el éxito: la ya citada, The love song of J. Alfred Prufrock, que, en 1914 su futuro mentor literario, Ezra Pound alabará sin condiciones, aunque le impondrá algunas variantes de cierto peso. Seguían, Portrait of a Lady - Retrato de una dama; La Figlia Che Piange; Preludes, y Rhapsody on a Windy Night - Rapsodia en una noche de Viento.
Ezra Pound, 1913
Más adelante, Pound tomaría a su cargo, en Italia, una serie de emisiones radiofónicas, consistentes en emitir propaganda de Mussolini. Terminada la guerra, fue detenido y se le instruyó un proceso, que finalmente, no se celebró, porque los médicos certificaron que no se hallaba en posesión de sus facultades mentales.
Eliot volvió a Harvard para estudiar filosofía oriental y empezó a trabajar en la tesis para obtener el doctorado: Experience and the objects of Knowledge in the Philosophy of F. H. Bradley que terminó en 1916, pero que no leyó, porque, para entonces ya se encontraba en Europa, si bien la citaría en The Waste Land. Bradley ejerció una notable influencia sobre Eliot y su evolución religiosa, evindenciada en los versos de Cuatro Cuartetos.
Tras recibir el título en Harvard, obtuvo una beca para estudiar Filosofía en Marburg, Alemania, donde se encontraba al estallar la Gran Guerra, asistiendo a las clases de Bertrand Russell, quien lo consideraba uno de sus mejores alumnos y del que pronto se convirtió en una especie de amigo y confidente, llegando a intervenir en alguna de sus decisiones más transcendentales, como veremos.
Su proyecto de empezar el curso siguiente en Oxford, asistiendo a las clases de Harold Joachin, colega y sucesor de Bradley, se adelantó a causa de la guerra, de modo que, en agosto de 1914, ya se encontraba en Londres. Fue entonces cuando el cuaderno manuscrito al que nos hemos referido, llegó a manos de Ezra Pound, quien, a pesar de ser considerado un crítico muy exigente, no sólo aprobó, sino que alabó calurosamente los poemas de Eliot; especialmente el Prufrock. Unos días después escribía en la revista Poetry, que Eliot se había hecho a sí mismo.
Tras asistir a un curso de Filosofía Griega, a principios de la primavera de 1915, conoció a Vivien Haigh-Wood y, a pesar de que su trato con las mujeres solía ser muy superficial, en esta ocasión, decidió casarse de inmediato, acudiendo con ella al Registro, en junio de aquel mismo año, sin avisar a su familia, que acogió la noticia con profundo disgusto. A pesar de ello, su boda, fue la clave de entrada del poeta en el exclusivo mundo literario inglés, e incluso, en la propia Inglaterra.
Bertrand Russel, que conocía a los dos desde antes de la boda, compartió con ellos su casa de Londres y los introdujo en su círculo de amistades. En su opinión, Vivien era Frívola, un poco ordinaria, atrevida. Él es exquisito y apático. Ella se aburrirá pronto de él; …vive en el filo de la navaja y si será santa o criminal, no lo sé todavía.
Vivien en 1930
Vivien, por su parte, decía a su amigos, que aunque Eliot era bien parecido y educado, había defraudado su imaginación.
La relación entre ellos se deterioró rápidamente, y en 1933, a causa de la decadencia física y mental de ella, Elliot obtuvo la separación legal, aunque no pidió el divorcio.
En 1916 Eliot terminaba su tesis: Experiencia y Objetos de conocimiento en la Filosofía de F.H. Bradley, pero decidió no afrontar el viaje a Massachusetts, donde debía defenderla, hallándose Europa en plena guerra, razón por la cual, como hemos apuntado, a pesar de haber terminado sus estudios brillantemente, nunca obtuvo el doctorado.
Durante la época de su matrimonio, al principio, trabajó como profesor, pero pronto fue contratado en el Lloyd’s Bank Ltd., pasando después a ser editor de Faber & Faber. Entre 1915 y 1919 también fue subdirector de la revista literaria Egoist.
1916 (28 años)
Y fue en Egoist donde apareció, en 1917, Prufrock y otras observaciones, que contenía el poema Canción de amor de J. Alfred Prufrock, ya publicado en 1915. Ezra y Dorothy Pound corrieron con los gastos de la edición, aunque no lo hicieron público.
Gracias al apoyo de Bertrand Russell, a pesar de su juventud, e incluso de su nacionalidad, Eliot tuvo acceso al más que exclusivo universo literario de Bloomsbury, en el que brillaban las estrellas de artistas y filósofos de calidad y de moda. Por otra parte, Ezra Pound le facilitó igualmente un lugar dentro de la vanguardia artística internacional, que incluía, por ejemplo, al gran poeta irlandés William Butler Yeats o al celebérrimo futurista, Tomaso Marinetti.
Eliot se forjó una notable reputación, publicando sólo cuando estaba seguro de que su obra tenía suficiente calidad y dosificando adecuadamente sus apariciones públicas, lo que contribuyó, en cierto modo, a crear en torno a su persona una especie de halo de misterio, que favoreció el interés y la valoración de su imagen pública.
A pesar de todo, aquellos años no estuvieron exentos de inquietud y desaliento en el aspecto familiar. Su padre moría en 1919, dejando un gran sentimiento de culpabilidad al poeta, que había confiado en la posibilidad de solucionar el desentendimiento surgido entre ellos, tanto por su abandono de la tierra natal, como por su inesperada boda.
Al mismo tiempo, el rápido deterioro de la salud de Vivien, supuso para él un enorme desgaste intelectual y moral, así como una inesperada carga económica causada por los tratamientos. En 1921, Eliot visitó a su madre y a su hermana Marion, tras lo cual sufrió un colapso nervioso que le obligó a tomar un descanso, pasando tres meses, por recomendación médica, en un sanatorio en Lausanne, Suiza.
A pesar de todo, durante la década de los 20 desarrolló y estructuró sus personales teorías en torno a asuntos literarios, religiosos y sociales y terminó un largo poema que sustancialmente, había escrito en 1919, y que ya reflejaba fotográficamente, la cosecha anímica de su experiencia londinense: The Waste Land – Tierra Baldía, un largo poema en cinco partes en el que dibuja en forma muy gráfica y viva la esterilidad de la sociedad que le rodea, contrastándola con la antigüedad, si bien afrontada como descripción, en ocasiones, incluso excesivamente gráfica, pero no como denuncia, ya que sólo muy esporádicamente roza las causas de la situación que refleja. Con todo, el poemario se convirtió en un hito de la modernidad, debido a la extraordinaria e intensa fusión de momentos históricos e hitos literarios, que el poeta empleó con increíble audacia, alcanzando un sorprendente equilibrio rítmico, aun conteniendo todo el horror condensado a causa de la guerra y el doloroso sentimiento ante el hecho de que se hubiera producido tras un período de paz que se había mostrado tan engañosamente prometedor.
Con Virginia Wolf en junio de 1924
Ezra Pound, como hemos apuntado, no sólo ayudó a Eliot a lanzar su obra, sino que contribuyó personalmente a su corrección, probablemente, para beneficio de la misma, o tal vez, no, ya que, entre otras cosas, hizo desaparecer las notas explicativas que, como sabemos, Eliot había incorporado de forma tan acertada, auqnue posteriormente, se recuperaron.
El éxito fue amplio e inmediato, a pesar de que aquel mismo año apareció el esperado Ulises de James Joyce, que unía, en cierto modo, la meteórica carrera literaria de ambos escritores, cuya influencia quedaría vinculada también a la figura de Einstein, gracias al ensayo titulado Ulises, el orden y el Mito. A pesar de su magnitud y resonancia mundial, Eliot no pudo disfrutar de su triunfo a causa de la ansiedad que le provocaba la compleja enfermedad mental de su esposa y de la distancia que siempre los separó; en 1923, Vivien estuvo a punto de morir y el poeta rozó sus propios límites, sufriendo, a su vez, una segunda crisis nerviosa.
La oferta del editor Geoffrey Faber, para que Eliot se hiciera cargo de la empresa, que más tarde sería Faber & Faber, debido a su probada experiencia, tanto en los negocios como en las letras, proporcionó al poeta un respiro, ya que le permitió abandonar su empleo bancario, que le absorbía la mayor parte de la jornada.
En 1927, se produce su integración formal en la Iglesia de Inglaterra, pues en junio se bautiza en la iglesia de Finstock de Costwalds y en septiembre, adopta la nacionalidad británica, causando enorme sorpresa con ambas decisiones, aunque pronto, él mismo las explicaría, en gran parte, en: For Lancelot Andrewes: Essays on Style and Order, publicado por Faber & Gwyer, en Londres, en 1928. En este escrito declaraba Eliot ser: clásico en Literatura, monárquico en política y anglo-católico en religión.
Debí prever –escribió más tarde en Criticar al Crítico-, que frase tan propicia para ser citada iba a perseguirme toda la vida. Así fue.
1928 (40 años)
Decía asimismo el poeta, que Lancelot, Obispo de Winchester, muerto en 1626, era muy superior al celebérrimo John Donne, el popular predicador de la Catedral de Saint Paul durante la década de 1620. En todo caso, el Obispo Lancelot, aparecería frecuentemente en su obra a partir de entonces, pues se centró en el diseño literario de situaciones siempre relacionadas con la religión. Así, ya a finales de 1920 publicó una serie de poemas cortos bajo el epígrafe Ariel: Journey of the Magi -Viaje de los Magos, en 1927, o A Song for Simeon -Una Canción para Simeón, en 1928; Animula en 1929; Marina en 1930 y Triunphal March en 1931.
En todos ellos se traslucen, además, sus más recientes investigaciones sobre Dante y Shakespeare, y anuncian su siguiente obra importante, titulada Ash Wednesday – Miércoles de Ceniza, publicada en 1930 y que al igual que Los Magos y Simeón, sería escrito en forma de monólogo dramático, lo que se ha interpretado como la puesta en práctica de una idea que Eliot ya había expresado públicamente en 1922: su deseo de pasar del simbolismo a una forma lírica, basada en la escenificación, más acorde con la tradición literaria. Eliot pasó gran parte de la segunda mitad de su carrera escribiendo en distintas formas dramáticas, que consideraba podrían alcanzar una audiencia más amplia.
A principios de 1934 escribe The Rock, que, con acompañamiento de coros, se puso en escena en mayo y junio del mismo año en Sadler's Wells. Siguió, muy pronto, Murder in the Cathedral–Asesinato en la Catedral, escrita por encargo del obispo Bell, y que se estrenó, precisamente en la Sala Capitular de Canterbury, donde había sido asesinado Thomas Becket. Pasó después a representarse en el Teatro Mercurio en Notting Hill Gate y finalmente, en Old Vic. Eliot tuvo que retirar algunos fragmentos de su primera redacción, que más tarde completaría e integraría en Burnt Norton, el primero de los Cuatro Cuartetos.
A finales de la década de 1930, se propuso componer un drama sobre la crisis de entre guerras, con fórmulas del teatro contemporáneo sobre costumbres sociales. The Family Reunion - La reunión de familia, basada en el drama de Esquilo, Las Euménides, trataba de la redención. Se estrenó en el West End en marzo de 1939 y estuvo en cartel cinco semanas, lo que desanimó a Eliot, aunque aumentó su popularidad después de la guerra, cuando volvió a intentar una especie de adaptación de Alcestes de Eurípides con The Cocktail, que alcanzó más éxito, con la participación, por cierto, de un prometedor Alec Guinness en el reparto. Repitió éxito en Edimburgo en 1949 y en Broadway, en enero de 1950.
Sus dos últimas piezas teatrales, al parecer, mucho más trabajadas, no aportaron el resultado que el autor esperaba. The Confidential Clerk, presentada en el Lyric Theatre de Londres en septiembre de 1953, y The Elder Statesman, estrenada en el festival de Edimburgo, en agosto de 1958, dejaron de representarse aquel mismo otoño, tras un éxito bastante relativo.
No ocurría lo mismo en el terreno poético en el que la reputación de Eliot fue siempre mejorando desde mediados de la década de 1920, aportándole numerosos premios y distinciones.
Contrariamente, su vida privada seguía una línea de retroceso, contraria a su progresivo éxito social y literario. Se había separado físicamente de Vivien, pero como ya apuntamos, no se divorció, porque era contrario a sus actuales creencias. A partir de entonces, en 1934, recuperó su relación de amistad con Emily Hale, quien le prestaba un gran apoyo escuchando sus confidencias.
Tras su separación, se fue a vivir a una residencia de clérigos con los que compartía los rezos matutinos antes de acudir a su trabajo en la editorial. Allí permaneció, hasta que un amigo, el erudito John Hayward, sujeto a una silla de ruedas, le ofreció compartir su casa; vivió con él hasta su segundo matrimonio, en 1957.
Tras su separación, se fue a vivir a una residencia de clérigos con los que compartía los rezos matutinos antes de acudir a su trabajo en la editorial. Allí permaneció, hasta que un amigo, el erudito John Hayward, sujeto a una silla de ruedas, le ofreció compartir su casa; vivió con él hasta su segundo matrimonio, en 1957.
Asociando un estado de ánimo creativo con la visita a una casa abandonada, escribió Burnt Norton, que fue incluido en principio en Collected Poems 1909–1935. Se trata de una mezcla de simbolismo y meditación profunda, que fue la tónica de sus composiciones poéticas durante los diez años siguientes.
En 1938 Vivien fue internada en un hospital mental en Northumberland, al norte de Londres. La guerra estaba a punto de empezar, y en 1939, la revista Criterion dejó de publicarse.
Ya durante la guerra, Eliot sirvió en la vigilancia antiaérea, aunque pudo disfrutar de la posibilidad de pasar tranquilos fines de semana como invitado en una casa de campo cerca de Guildford.
Ya durante la guerra, Eliot sirvió en la vigilancia antiaérea, aunque pudo disfrutar de la posibilidad de pasar tranquilos fines de semana como invitado en una casa de campo cerca de Guildford.
En tales circunstancias, compuso tres poemas, cada vez más sombríos, que después incluiría en la nueva estructura de Burnt Norton, en cinco partes.
En abril de 1940 publicaba East Coker, cuyo título procedía de la población en que había vivido uno de sus antepasados y que él mismo visitó en 1937. En The Dry Sauvages, de 1941, el poeta rememoraba sus experiencias infantiles en el Mississippi y sus recorridos por la costa de Massachusetts, haciendo el título referencia a un grupo de peligrosas rocas en las proximidades de Cape Town. En Little Gidding, por último, Eliot salía de su propia historia para referirse al lugar en el que antaño se había asentado una comunidad religiosa anglicana, cuya existencia asoció con su propia experiencia cuando caminaba por Londres en plena guerra, desarrollando reflexiones sobre la libertad y el sufrimiento humanos.
El poema se presenta como un homenaje a Dante, y en él dramatiza su encuentro con una fantasma familiar, al igual que Dante habla con otros personajes que le han precedido, manteniendo dramáticas conversaciones de carácter apocalíptico, tan acorde con los tiempos. Asimismo, se perciben frecuentes asociaciones con las obras de Yeats y Swift.
1942 (54 años)
Four Quartets - Cuatro Cuartetos, de 1943, es un conjunto de cuatro poemas que durante un tiempo desplazó a The Waste Land - Tierra Valdía, como obra más famosa de Eliot.
El lector británico, en general, adoptó inmediatamente las referencias a la guerra y las reflexiones de Eliot respecto al desastre presente, pero sus seguidores de los primeros tiempos fueron más críticos, al descubrir en su pensamiento un acento excesivamente personal o individualista, que entendían como una consecuencia de sus nuevas convicciones religiosas y políticas y que les parecían algo más que moderadas, alimentando su desconfianza, la aparición de ciertos matices, más o menos intermitentes, propios de la retórica antisemita; una faceta muy diversa del primer Eliot, que había alcanzado las cimas de la popularidad por otras vías.
Después de la guerra, Eliot no volvió a escribir ningún poema importante, centrando su atención en el teatro y el ensayo, a la vez que volvía al análisis del simbolismo y al desarrollo de la renovación del lenguaje poético que se impondría a lo largo del siglo XX.
Vivien falleció en enero de 1947 y de nuevo surgieron algunas críticas, en el sentido de que el poeta nunca la había visitado.
En 1948 Eliot recibió el Premio Nobel de Literatura: por su contribución sobresaliente y pionera a la poesía de hoy en día. A partir de entonces, puede decirse que había alcanzado un lugar definitivo en el olimpo literario junto a figuras de renombre ya consagrado como Samuel Johnson o Samuel Taylor Coleridge.
1948 (60 años) Ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura
En 1957 se casaba con Valerie Fletcher, mostrando, en opinión de sus amigos, una imagen de satisfacción vital que nunca antes se le había visto.
Con Valerie Fletcher
Eliot dejó ciertas disposiciones relacionadas con su entierro, entre ellas, la voluntad de que sus cenizas fueran depositadas en la iglesia de St. Michael en East Cocker, con una placa en la que debían aparecer dos frases inversas, de claras resonancias Stuart: In my beginning is my end. In my end is my beginning. En mi principio está mi fin. En mi fin está mi principio. Como dijimos, aquel era el lugar del que procedían sus antepasados.
1964 (76 años)
T. S. Eliot falleció en Londres el 4 de enero de 1965, habiéndose convertido en uno de los poetas más importantes del siglo XX.
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El tiempo inmortal
Nos centramos en la obra poética de Eliot, en la que, de acuerdo con la mayoría de los críticos, destacan los poemarios siguientes:
The Love Song of J. Alfred Prufrock. Canción de amor de Alfred Prufrock. 1917
The Waste Land. Tierra Yerma. 1922
Four Quartets. Cuatro Cuartetos. 1936-42
Parece interesante asimismo, hacer una referencia, a la obra de carácter cómico, Old Possum's Book of Practical Cat, de 1939 que hoy sigue representándose como musical, a partir de la performance de Andrew Lloyd Webber en el West End en 1981, con el título de Cats.
Y, por último, nos referiremos a la misteriosa Correspondencia del escritor, cuya revisión encomendó la Universidad de York a Hugh Haughton, en 2006 y que ya ha sido publicada en parte, aunque el veto puesto por su viuda, al parecer, a instancias del propio Eliot, no se levantará del todo, hasta el año 2020.
Un empleo equilibrado del espacio disponible, parece recomendar la introducción, en esta entrada del poema Prufrock, dejando los dos grandes poemarios –grandes en todos los sentidos–, Waste Land y Four Quartets, para la que seguirá inmediatamente, en la que, tal vez sea posible añadir unas notas sobre Cats, además de la información relativa a esa quasi secreta Correspondencia del autor, de la que podríamos decir, que aún no ha sido completamente desclasificada.
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The Love Song of J. Alfred Prufrock. 1917
Canción de Amor de J. Alfred Prufrock
Al parecer, Prufrock refleja, entre otras imposibilidades, la de comunicarse entre sí los seres humanos de forma satisfactoria. Ya desde el primer verso: Vamos pues, tú y yo; el “tú” puede referirse, tal vez, al lector, que acompañará al actor-poeta, a lo largo de un recorrido lleno de posibilidades, que, desde luego, no van a hacerse realidad de forma inmediata, en ese desconocido que protagoniza la duda y una inseguridad, hondamente dolorosas y cargadas de desencanto.
Pronto sabremos que no hablamos con Hamlet y su conocida question existencial, sino, en todo caso, con uno más de su corte, que incluso podría ser el bufón, como integrante de una mediocridad que también compete al lector, si ha llegado a implicarse cuando ha sido reclamado, aunque el “tú” podría ser otro "yo" de un monólogo interior del propio personaje. Al final, el lector podría ser uno u otro, e incluso, uno y otro.
Eliot empezó a escribir este poema en febrero de 1910, apenas llegado a Inglaterra, pero fue publicado en junio de 1915 con el decidido apoyo de Ezra Pound. En 1917 apareció de nuevo, formando parte de un conjunto de poemas titulado Prufrock and Other Observations.
La obra supuso un cambio evidente y muy novedoso en el aspecto formal de la poesía, a pesar de hallarse inmerso en las raíces del pensamiento de Dante y en algunos personajes de Shakespeare; es decir, que presenta una radical renovación, pero procede, a la vez, del más puro clasicismo, hacia el que tal vez, Eliot soñaba con un retorno vital. También trasluce vivamente el pensamiento y las formas de John Donne y, por supuesto, de los simbolistas franceses con los que Eliot aprendió poesía.
Pound aseguraba que Eliot se había hecho a sí mismo, si bien, esta posibilidad –quizás certeza-, no anula, sino que refuerza la existencia de sus fuentes inspiradoras.
Una parte del título Canción de Amor, hace referencia a un poema de Kipling: Aparecen rastros de Kipling en mis versos maduros -escribiría Eliot-, donde ningún diligente detective académico se ha puesto a observar pero que yo estoy dispuesto a revelar. Una vez escribí un poema llamado "Una canción de amor de Alfred Prufrock"; estoy convencido de que nunca se hubiera llamado "Canción de amor" sino por un título de Kipling que se quedó obstinadamente en mi cabeza "La canción de amor de Har Dyal".
En cuanto al nombre, Prufock, Eliot siempre aseguró no recordar de dónde lo había tomado: No tuve, en el momento de escribir el poema, y aún no he recuperado, ningún recuerdo de haber adquirido el nombre de ninguna manera, pero creo que hay que suponer que lo hice, y que la memoria ha sido borrada. Supliendo la crítica a su falta de memoria, se ha descubierto la existencia de una gran tienda de muebles en la ciudad de Saint Louis, llamada “Prufrock-Litton Company”, que quizá selló un recuerdo infantil inconsciente. Al fin y al cabo, como ya hemos dicho, todo se aprende y, la magia, aunque existe en la poesía, sólo sucede a partir del momento en que el lector la comparte y la diluye en su propio ser poético.
Sea como fuere, una profunda renovación empezaba a fraguarse por entonces en la poesía, tanto formal como interna, en su faceta de búsqueda permanente, que en todo caso se impuso, y sin duda, terminó con los modelos románticos que durante tanto tiempo se habían impuesto.
La dedicatoria a Jean Verdenal aparecía en la edición de 1915, seguida de un fragmento del Purgatorio de Dante, Canto XXI, 133-136.
La edición de 1917 ya no tenía la dedicatoria, y los versos de Dante habían sido sustituidos por otros del Inferno, Canto XXVII, 61-66.
Algunos críticos creen que Verdenal murió ahogado –la batalla de Dardanelos fue en gran parte, un encuentro naval-, circunstancia que justificaría el golpe de efecto del último verso de la obra: nos despiertan, y nos ahogamos.
(Incluyo ambos fragmentos de la Divina Comedia).
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Canción de amor de J. Alfred Prufrock
Para Jean Verdenal, 1889–1915
“Or poui la qantitate
comprender dell’amor ch’a te mi scalda,
quand’io dismento nostra vanitate,
trattando l’ombre como cosa salda.”
Ahora puedes comprender
el mucho amor que por ti me abrasa,
cuando olvido que somos cosa vana,
tratando con sombras como si fueran materiales.
Dante. Divina Comedia. Purgatorio. Canto XXI, 133-136
"S’i’ credesse che mia risposta fosse
a persona che mai tornasse al mondo,
questa fiamma staria sanza più scosse;
ma però che già mai di questo fondo
non tornò vivo alcun, s’i’ odo il vero,
sanza tema d’infamia ti rispondo.
“Si yo creyera que mi respuesta sería
para alguien que debe volver al mundo,
esta llama estaría sin más callada;
pero como nunca desde este fondo
volvió alguien vivo, si lo que oigo es cierto,
sin temor a la infamia te contesto. …”
Dante. Divina Comedia. Inferno. Canto XXVII, 61-66
Vamos pues, tú y yo,
a la hora en que la tarde se extiende contra el cielo
como un paciente anestesiado sobre la mesa;
vamos a través de ciertas calles medio desiertas,
bulliciosos refugios
de noches sin descanso en hoteles baratos de una noche
y de bares con serrín y conchas de ostra,
calles que se alargan como una discusión aburrida
que, con malévola intención
te llevan a la abrumadora pregunta…
¡No!, no preguntes: «¿Qué es esto?»
Vamos a hacer nuestra visita.
En el salón las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.
La niebla amarilla se frota la espalda en los cristales,
el humo amarillo se frota el hocico en los cristales,
ha pasado la lengua por las esquinas de la tarde,
se queda en los charcos junto a los desagües
y deja posarse en su espalda el hollín que cae de las chimeneas.
Después de arrastrarse por la terraza, da un salto de repente,
y viendo que es una suave noche de octubre,
se hace una rosca en torno a la casa, y se queda dormido.
Y, en efecto, habrá tiempo
para el humo amarillo que se extiende a lo largo de las calles
frotándose la espalda en los cristales;
habrá tiempo. Habrá tiempo
para componer un rostro que se desafíe los rostros que se encuentre;
habrá tiempo para matar y para crear,
y tiempo para todas los trabajos y días de manos
que levantan y tiran una pregunta en tu plato;
tiempo para ti y tiempo para mí,
y tiempo aún, para cien indecisiones,
y para cientos de visiones y revisiones,
antes de tomar el té y la tostada.
En el salón las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.
Y en efecto, habrá tiempo
para preguntarse: ¿Me atreveré? y ¿Me atreveré?
Tiempo para darse la vuelta y bajar por la escalera
–con una calva en medio de mi pelo.-.
(Ellos dirán: «¡Qué pelo más ralo le está quedando!») .
Mi chaqueta mañanera, el cuello que levanta firmemente la barbilla,
mi corbata, cara y sencilla, pero bien sujeta con un simple alfiler–.
(Dirán: “!Pero, qué delgados sus brazos y piernas!”)
¿Me atreveré
a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
para decisiones y revisiones a las que un minuto volverá del revés.
Porque yo ya los he conocido a todos, los conozco a todos–
He conocido las tardes, las mañanas, los anocheceres;
he medido mi vida en cucharillas de café;
conozco aquellas voces que mueren en mortal caída
bajo la música del más lejano salón.
Y con todo, ¿voy a presumir?
Y he conocido ya los ojos, los conozco a todos,
los ojos que te miran fijamente tras una frase convencional
cuando yo mismo soy una convención, debatiéndome en un alfiler;
al que estoy clavado y me retuerzo en la pared.
Entonces, ¿cómo voy a empezar
a escupir los restos de mis días y mis costumbres?
Y ¿cómo voy presumir?
Porque ya conozco los brazos, los conozco todos –
brazos que llevan pulseras, blancos y desnudos
(pero al fulgor de la lámpara cubiertos de leve vello moreno).
¿Es el perfume de un vestido
lo que me hace divagar así?
Brazos que descansan sobre una mesa o se envuelven en un chal.
Entonces ¿voy a presumir?
¿Y por dónde empezaría?
¿Diré que he paseado en la oscuridad por calles estrechas
y observado el humo que sube de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa, acodados en las ventanas…?
Hubiera preferido ser un par de míseras patas de cangrejo
recorriendo el fondo de silenciosos mares.
Y por la tarde, al anochecer, dormir tan apaciblemente.
Acariciada por largos dedos,
dormida.., cansada.., o fingiéndolo
tendida en el suelo, aquí, a tu lado y al mío.
¿Podré, después del té, de los dulces y los helados,
tener la energía para forzar el momento de su crisis?
Pero aunque he gemido y ayunado, he gemido y rezado,
aunque he visto mi cabeza (ya algo calva) sobre una bandeja,
yo no soy profeta –aunque esto no es mucho;
he visto mi grandeza tambalearse en un instante,
he visto al Lacayo Eterno, coger mi abrigo y burlarse,
y, en resumen; tuve miedo.
Hubiera valido la pena, después de todo,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre las porcelanas, entre la charla de tú a tú,
habría valido la pena
haberle hincado el diente al asunto con una sonrisa,
comprimir el universo en una bola
para lanzarla hacia alguna cuestión abrumadora,
Decir: «Soy Lázaro venido de la muerte
vuelto para decíroslo todo, todo os lo diré»...
Si alguien, poniendo una almohada junto a la cabeza
dijera: “Eso no es lo que quería decir, en absoluto.
No lo es, en absoluto».
Habría valido la pena, después de todo,
habría valido la pena,
después de los casos, las jardines, las calles regadas,
después de las novelas, después de las tazas de té y de las faldas
que se arrastran por los suelos-,
Y eso. ¿Y más todavía?
Es imposible que diga exactamente lo que siento!
Pero como si una linterna mágica proyectara los nervios sobre la pantalla:
habría valido la pena,
si al colocar un almohadón o tirando un chal,
volviendo a la ventana, hubiese dicho:
“Eso no es, en absoluto,
Eso no es lo que quería decir, en absoluto.”
¡No! No soy el príncipe Hamlet, ni estaba destinado a serlo;
Soy un lord de su séquito, uno que hace
bulto en el consejo, empieza una escena o dos,
aconseja al príncipe; no hay duda, un fácil instrumento,
respetuoso, encantado de servir,
político, precavido y meticuloso.
Lleno de altas sentencias, pero un poco obtuso
A veces, la verdad, casi ridículo-.
Casi, a veces, el Bufón.
Envejezco... Envejezco…
Tendré que subirme el bajo del pantalón.
¿Me haré la raya del pelo?
¿Me peinaré hacia atrás? ¿Me atrevo a comer un melocotón?
Me pondré pantalones de franela blanca y pasearé por la playa.
He oído cantar a las sirenas, unas a otras.
No creo que vayan a cantarme a mí.
Las he visto cabalgando mar adentro sobre las olas
peinando el blanco pelo de las olas hacia atrás
Cuando el viento sopla el agua blanca y negra.
Nos detenemos en las habitaciones del mar,
junto a ondinas adornadas con algas rojas y pardas,
hasta que voces humanas nos despiertan, y nos ahogamos.
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1962 Oil Painting by Sir Gerald Kelly. National Portrait Gallery. Smithsonian Institution, Washington D.C.
(T. S. Eliot's Life and Career. Ronald Bush)
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