AGENDA HISTÓRICA 1788-1868
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Carlos IV de Borbón, nació en Portici -Nápoles-, el 11.11.1748, donde también falleció, el 19.11.1819. Reinó en España desde el 14.12.1788, hasta el 19 de marzo de 1808.
Portici, Palacio Real, construido por Carlos III de Borbón
Carlos IV, c. 1765. Mengs. Museo del Prado, Madrid. MNP
Los gobiernos de Carlos IV:
Floridablanca
José Moñino y Redondo, conde de Floridablanca, de Goya, c.1783, MNP.
Murcia, 21 de octubre de 1728-Sevilla, el 30 de diciembre de 1808. Fue Secretario de Estado entre 1777 y 1792 y presidió la Junta Suprema Central, creada en 1808.
Doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca, ejerció como abogado con su padre algún tiempo, en cuyo transcurso conoció a diversos personajes como el duque de Alba o Diego de Rojas y Contreras, que le facilitarían el acceso al Consejo de Castilla, en el que se integró como fiscal de lo Criminal en 1766.
Por entonces, conoció a Campomanes, con el que mantuvo una estrecha amistad, trabajando juntos en defensa de las prerrogativas de la Corona frente a otros poderes, muy especialmente, frente al de la Iglesia. En 1767 se empleó a fondo en la persecución y castigo de los instigadores del Motín de Esquilache.
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Motín de Esquilache, atribuido a Goya, hacia 1766. Col. privada, París.
La torre del Ayuntamiento, a la izquierda, sitúa la escena en la puerta de Guadalajara -hoy, calle Mayor-. Al fondo de la misma, la calle hacia Palacio, a donde los amotinados pretendían dirigirse. El personaje con hábito y crucifijo, que intenta calmar o coordinar a la multitud es el padre Yecla o padre Cuenca, un fraile gilito, es decir, un franciscano de los que predicaban en las plazas.
Un personaje subido en una silla, a los pies del fraile. gesticula ante la multitud, pero su lujosa casaca, le identifica como de alta posición social.
Otros personajes, entre ellos, un manolo, con redecilla en el pelo, levantan un estandarte con una inscripción difícil de distinguir: "Muera Esquilache" o "Muera el fantoche". Otros, a la izquierda van vestidos, precisamente contra la ordenanza de Esquilache: con chambergo y capa larga. A la derecha, un hombre arrodillado, firma sobre la espalda de otro la lista de peticiones que el fraile se encargará de presentar al rey.
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La movilización popular fue muy sonada, aunque no hay datos exactos, pero provocó un cambio de gobierno, con el destierro del marqués de Esquilache, el principal ministro del rey, al que los amotinados culpaban de la carestía del pan, pero que, en realidad, se había hecho extraordinariamente impopular por haber prohibido el uso del chambergo y la capa larga tradicionales. En el sombrero, se ordenó recoger el ala en tres partes, doblándolas hacia arriba, reuniéndolas en la parte superior -de donde procede la forma del tricornio-, y en cuanto a la capa, debía cortarse, como mínimo a una cuarta del suelo. Al parecer, ambas prendas solían utilizarse como camuflaje, tanto del rostro como de armas, que podían ocultarse muy bien bajo la capa, aunque fueran de gran tamaño. La guardia se encargaba de llevar a cabo los recortes y el arreglo del chambergo, recorriendo Madrid, en compañía de un sastre.
Un episodio del motín de Esquilache, de José Martí y Monsó.
Mención honorífica en la Exposición Nacional de 1864. MNP
En cumplimiento de lo ordenado en el bando de las capas y los chambergos, un sastre arregla ambas prendas. Un afectado parece resistirse, y es contenido por un clérigo -los jesuitas fueron acusados de haber instigado el motín-, y un alguacil preside la escena con gesto autoritario.
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Se han identificado diferentes intereses y grupos de poder nobiliarios y eclesiásticos, entre los acusados de instigar el motín. De acuerdo con la Pesquisa Secreta llevada a cabo desde el mes de abril de 1766, fue planificado por los jesuitas y personalidades afines, como el Marqués de la Ensenada, así como por algunos que podrían beneficiarse con un cambio de gobierno, tales como los llamados albistas -del Duque de Alba-, si bien, el personaje que salió mejor parado, fue el Conde de Aranda -cabeza del partido aragonés-, así como su grupo de burócratas ilustrados, como Roda o Campomanes.
La historiografía hoy, sin restarle su carácter espontáneo, considera que el motín fue instrumentalizado políticamente, en el contexto de la lucha por el poder entre las facciones de la Corte, por lo que se ha calificado de Motín de Corte, que fue lo que dio trascendencia a una revuelta que se había calificado de motín de subsistencias.
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Floridablanca colaboró con Aranda y Campomanes en la expulsión de los jesuitas ese mismo año. En 1772 fue nombrado embajador plenipotenciario ante la Santa Sede, donde influyó en Clemente XIV para obtener la disolución definitiva de la Compañía de Jesús, objetivo que cumplió en 1773. En premio a aquellos servicios, Carlos III le hizo conde el mismo año.
El 19 de febrero de 1777 fue nombrado Secretario del Despacho de Estado, cargo que ostentó hasta el 27 de febrero de 1792, ocupando también, interinamente, la Secretaría de Gracia y Justicia entre 1782 y 1790.
En 1785 creó la Dirección General de Caminos, que daría paso, en 1799 a la Inspección General de Caminos y Canales.
Orientó la política exterior de Carlos III intentando fortalecer la posición española frente al Reino Unido, motivo por el que intervino en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, con Francia y las colonias rebeldes a Inglaterra (1779-1783), recuperando Menorca, en 1782, y Florida, en 1783, si bien, fracasó en Gibraltar con el Gran Asedio; la última ocasión en que España intentó recuperarlo por las armas. con los franceses como aliados.
Floridablanca potenció la amistad con los príncipes italianos de la Casa de Borbón y con Portugal. Se enfrentó al partido aragonés del conde de Aranda, que propugnaba el sistema de Consejos, frente a las Secretarías de Estado y de Despacho y, en este sentido, en 1787 creó y presidió la Junta Suprema de Estado, que coordinaba las secretarías como una especie de actual Consejo de Ministros, en el que todos los secretarios tenían que reunirse semanalmente.
Ante la victoria de Aranda, Floridablanca pensó en abandonar su cargo, pero estaba atado por el testamento de Carlos III, que estipulaba que su sucesor debía contar con él.
En 1789 circularon por Madrid muchos panfletos, en los que se acusaba a Floridablanca de robo y deslealtad a la Corona; también quiso dimitir, pero Carlos IV creó para él las secretarías, de Gracia y Justicia, de la Real Casa, y del Patrimonio.
Aunque había sido reformista, la Revolución Francesa cambió su ideología, convirtiéndose en defensor de la más absoluta reacción, que le llevó a encarcelar a Francisco Cabarrús y a intentar acabar con las carreras de Jovellanos y Campomanes.
Cabarrús, Goya. Banco de España. Jovellanos, Goya, MNP. Campomanes, de Bayeu
El 18 de junio de 1790 sufrió un atentado, del que salió ileso, pero dos años después, Carlos IV le destituyó finalmente, y no de buenos modos, ya que fue detenido en su casa de Hellín. De hecho, la llegada al poder de Aranda, supuso para él la prisión en la ciudadela de Pamplona, bajo las acusaciones de corrupción y abuso de autoridad.
Pero cuando Aranda cayó a su vez, con la llegada de Manuel Godoy, en 1794, Floridablanca fue liberado, aunque no volvió a intervenir en política, retirándose definitivamente a Murcia, ciudad de la que procedía.
Durante su gobierno, se construyó el Canal Imperial de Aragón, del que todavía hoy depende el abastecimiento de agua potable de numerosos municipios, entre ellos Zaragoza, así como el regadío de 26 500 ha. de terreno entre Aragón y Navarra.
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1792 ARANDA
Retrato del militar y político español Pedro Pablo Abarca de Bolea (1719-1798), X conde de Aranda. Copia del s. XIX del retrato que le hizo Joaquín Inza. Colección de la Casa de Alba.
En 1792, como hemos visto, Floridablanca fue sustituido por el conde de Aranda, amigo de Voltaire y de otros ilustrados franceses, a quien el rey encomendó la quasi imposible tarea de salvar la vida de su primo el rey Luis XVI en un momento en que, tras el fracaso de la Fuga de Varennes, este había aceptado la Constitución Francesa de 1791.
Sin embargo, con la radicalización revolucionaria producida a partir, precisamente, de 1792 y el destronamiento y prisión de Luis XVI, quedó proclamada la República, que significó la caída del conde de Aranda, y la llegada al poder de Manuel Godoy el 15 de noviembre de 1792.
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Primer Gobierno de Manuel Godoy
Manuel de Godoy (1790), por Antonio Carnicero.
Real Academia de BBAA San Fernando, Madrid.
Manuel Godoy, gracias a su amistad con los reyes –probablemente, muy necesitados de un amigo, o que lo pareciera-, pasó de guardia de corps, a Duque de Alcudia y de Sueca, a Capitán General y, desde finales de 1792, a Ministro Universal de Carlos IV. Como ilustrado, impulsó medidas reformistas a la enseñanza de las ciencias aplicadas; y promovió las Sociedades Económicas de Amigos del País.
A pesar de que en la Corte española, se mantuvo el intento de salvar la vida de Luis XVI, para entonces, procesado y condenado a muerte, el monarca francés fue guillotinado en enero de 1793, dando paso a una guerra ya muy previsible de las potencias europeas contra la Francia revolucionaria; la Guerra de la Convención, en la que también participó España, y de la que resultó derrotada por la Francia republicana. Un ejército mandado por el General Ricardos llegó a entrar en el Rosellón y logró algunos éxitos, pero, desde 1794 las tropas españolas se vieron forzadas a la retirada, y las francesas ocuparon Figueras, Irún, San Sebastián, Bilbao y Vitoria, llegando hasta Miranda de Ebro.
Fue entonces cuando Godoy firmó con Francia la Paz de Basilea en 1795. La República devolvía las plazas ocupadas, a cambio del territorio hispano en la isla de La Española -colonia de Santo Domingo-. Carlos IV concedió por ello a Manuel Godoy el título de Príncipe de la Paz, por el que es históricamente conocido.
Poco después, en 1796, Godoy también firmó el Tratado de San Ildefonso por el que España y Francia se aliaban contra Gran Bretaña.
La escuadra española fue derrotada frente al cabo de San Vicente en 1797, pero Cádiz y Santa Cruz de Tenerife resistieron los ataques del almirante Nelson, si bien Gran Bretaña ocupó la isla de Trinidad. En todo caso, las sucesivas derrotas acabaron con la preeminencia de Godoy, que cayó, finalmente, del poder, en mayo de 1798.
Gobiernos de Saavedra y Urquijo
Los ilustrados, Francisco de Saavedra y Mariano Luis de Urquijo, sucedieron al favorito en el gobierno durante un breve período transcurrido entre 1798 y 1800.
Francisco de Saavedra y Sangronis (1746-1819), Secretario de Estado de España. Goya. Courtauld Institute of Art. Londres
Mariano Luis de Urquijo (1769-1817). Atrib. a Guillermo Ducke. MNP. (Depósito en Pontevedra)
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Segundo gobierno de Manuel Godoy
Para entonces, Napoleón había alcanzado el poder en 1799 y se proclamó Emperador en 1804, lo que indujo a España a renovar los acuerdos con Francia, deseados por Napoleón, que deseaba contar con el apoyo de la escuadra española, en su lucha contra los británicos. Al efecto, convenció a Carlos IV para que volviera a contar con Godoy, quien recuperó poder en 1800, firmando entonces el Convenio de Aranjuez de 1801. Esto implicaba, fundamentalmente, que la armada española se ponía a disposición de Napoleón, y que, con ello, se volvía a la guerra con Gran Bretaña.
Bajo las circunstancias citadas, en 1801 Godoy declaró la guerra a Portugal, porque era aliada de Gran Bretaña. Fue la llamada Guerra de las Naranjas, porque cuando estaba organizando el sitio de Elvas, Godoy envió a la reina María Luisa unas ramas de naranjos de la zona; detalle sentimental, que dio nombre a la batalla; una campaña que duró menos de tres semanas, entre mayo y junio de 1801 y concluyó con la entrega de Olivenza a España, y con el compromiso del reino vecino, de cerrar sus puertos a los buques británicos.
Pero en 1805, la derrota de la escuadra franco-española en la Batalla de Trafalgar por la Armada británica modificó la situación radicalmente. Frente a la hegemonía marítima de Gran Bretaña, Napoleón recurrió al bloqueo continental, medida al que se sumó España.
Así, en 1807 se firmó el Tratado de Fontainebleau que establecía el reparto de Portugal entre Francia, España y la persona de Godoy, acordándose, asimismo, el derecho de paso por España a las tropas francesas que se proponían invadir Portugal.
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La crisis
Carlos IV (1790-91) por Francisco Bayeu.
Real Academia de BBAA de San Fernando, Madrid.
Las sucesivas guerras arruinaron la Hacienda; y los sucesivos ministros de Carlos IV se mostraron incapaces de hallar una solución, porque cualquier reforma posible les parecía revolucionaria y, sobre todo, se temía que pudiera afectar a los intereses de los minoritarios estamentos privilegiados, algo que, en opinión de los mismos, iba contra el orden tradicionalmente establecido.
Al mismo tiempo, la presencia contínua de soldados franceses en territorio español –en principio, de camino a Portugal-, se le achacó a Godoy desde aquellos sectores más tradicionales, culpándolo por su política reformista y favorable a Napoleón.
A finales de 1807 se produjo la Conjura de El Escorial, por la que Fernando, príncipe de Asturias, se proponía eliminar a Godoy del gobierno, y a su padre, Carlos IV, del trono.
La conspiración fue descubierta el 27 de octubre de 1807, el mismo día que se firmaba el Tratado de Fontainebleau, que preveía la invasión franco-española de Portugal, y a tal efecto, aprobaba el paso de tropas francesas -25 000 hombres-, por territorio español, cuya permanencia y acuartelamiento se convertiría en un precedente de la posterior invasión francesa de la península ibérica, provocando la Guerra de la Independencia.
El 30 de octubre de 1807, Carlos IV, publicó en la Gazeta de Madrid un Real Decreto informando sobre la implicación de su hijo Fernando en la Conjura.
Ante la evidencia, el día 5 de noviembre, Fernando hizo pública, a su vez, una declaración de culpabilidad: “estoy muy arrepentido del gravísimo delito que he cometido contra mis padres y Reyes”, y, además, delató a sus cómplices: el Duque del Infantado, Escoiquiz, el Marqués de Ayerbe, el Conde de Orgaz, y algunos militares, los cuales resultarían absueltos por el Consejo de Castilla, el 25 de enero de 1808, por no haberse podido probar su delito, a pesar de lo cual, fueron condenados al destierro a 40 leguas de la Corte. Semejante incoherencia marcó el descrédito y el inicio de la caída de Carlos IV, a pesar del fracaso de la Conjura.
En marzo de 1808, ante la ya visible acumulación de tropas francesas, Godoy aconsejó a los reyes que se refugiaran en América, pero antes de que Carlos IV se decidiera, su hijo ya había olvidado el arrepentimiento y se produjo el Motín de Aranjuez, también animado por el heredero y los nobles enemigos de Godoy.
El Motin terminó con la prisión de un Carlos IV, que, además de enfermo, estaba completamente desmoralizado, y finalmente, fue obligado a abdicar en su hijo y enemigo, el que sería Fernando VII.
Como los achaques de que adolezco no me permiten soportar por más tiempo el grave peso del gobierno de mis reinos, y me sea preciso para reparar mi salud gozar en clima más templado de la tranquilidad de la vida privada; he determinado, después de la más seria deliberación, abdicar mi corona en mi heredero y mi muy caro hijo el Príncipe de Asturias. Por tanto es mi real voluntad que sea reconocido y obedecido como Rei y Señor natural de todos mis reinos y dominios.
Gaceta de Madrid, 25 de marzo de 1808
Napoleón, por si Fernando incumplía los acuerdos firmados por su padre, llamó a toda la familia real a un encuentro en Bayona, ciudad a la que Carlos y María Luisa partieron de inmediato, y en la que ya se encontraba Godoy, cuya libertad había sido exigida previamente por los franceses.
Napoleón exigió a Fernando que devolviera la Corona a su padre, y este obedeció, el día 6 de mayo, ignorando, quizás, que la víspera, Carlos IV, a su vez, se la había cedido a Napoleón, quien, finalmente, se la otorgó, sin el menor esfuerzo ni lucha, a su hermano José, que reinaría en España como José I.
EXILIO Y MUERTE de CARLOS IV
Napoleón decidió entonces que Carlos IV se trasladara al palacio de Compiègne, a 80 km al norte de París. El rey no volvió nunca más a España. Poco después, pidió permiso al Corso para irse a Niza por motivos de salud, y Napoleón se lo concedió, siempre que el ex monarca corriera con los gastos del desplazamiento. Pero los ex reyes estaban cargados de deudas, y no pudieron permitirse Niza, terminando por refugiarse en Marsella, hasta que Napoleón decidió que se fueran a Roma, destinándoles el palacio Borghese, al que llegaron en el verano de 1812.
Tras la caída de Napoleón en 1814, Carlos y María Luisa se trasladan al palacio Barberini, también en Roma, donde permanecerán casi cuatro años, con una pensión que les proporcionaba Fernando, ya repuesto en el trono de España, a donde no deseaba que volvieran sus padres.
A finales de 1818, Carlos IV viajó a Nápoles para visitar a su hermano Fernando I de las Dos Sicilias, esperando obtener allí alguna mejoría para los dolores que le producía la gota. Su esposa, María Luisa de Parma se quedó sola en Roma; al parecer, se había roto las piernas… y allí falleció, el 2 de enero de 1819. Tenía 67 años.
Cuando Carlos IV fué informado del fallecimiento, se dispuso a volver a Roma el 13 de enero, pero sufrió un grave ataque de gota con fiebre, del que ya no pudo recuperarse, falleciendo apenas unos días después que María Luisa de Parma, el 19 de enero de 1819. Tenía 70 años.
Carlos IV (1825), por José de Madrazo y Agudo, c.1825. Palacio Real de Aranjuez.
Maria Luisa de Parma, Agustín Esteve – Museo Nal. BBAA, La Habana.
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Carlos IV, en su juventud había sido violinista aficionado, y en 1775 compró para la corte, dos violines, una viola y un cello Stradivarius -que hoy se conservan en el Palacio Real de Madrid- y se rodeó de un grupo musical privilegiado, dirigido por el violinista y compositor Gaetano Brunetti.
Dos piezas del Cuarteto Palatino. Reales Sitios. Patrimonio Nacional
Réplica de la decoración original de los instrumentos.
También se interesó por la pintura, encargando obras a Luis Meléndez, a Claude Joseph Vernet y Luis Paret. Nombró a Francisco de Goya Pintor de Cámara en 1789 y adquirió algunas importantes pinturas, como las dos tablas laterales del Tríptico Werl de Robert Campin y dos obras de Rafael: Sagrada Familia del Cordero y Retrato de Cardenal hoy en el Museo del Prado.
Luis Meléndez. Nápoles,1716 - Madrid,1780. Autorretrato con un estudio académico.
Lovre, París.
Pintado en 1746, un año después de recibir el premio de la Academia de San Fernando, recién creado. Obligado a abandonar la Academia a causa de una pelea, Meléndez se consagró esencialmente, a las “naturalezas muertas”.
Joseph Vernet, de Élisabeth-Louise Vigée-Le Brun - (1778). Louvre
Luis Paret y Alcázar, Madrid, 1746-1799: Jura de Fernando VII como Príncipe de Asturias en el Real Monasterio de San Jerónimo de Madrid.
Goya, discretamente autorretratado con la familia real.
La familia de Carlos IV, 1800-1801. Goya. Museo del Prado.
Tríptico Werl de Robert Campin. Tablas laterales. MNP
Rafael Sanzio: Sagrada Familia del Cordero. MNP
Rafael Sanzio: Retrato de un Cardenal. MNP
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María Luisa de Borbón-Parma, princesa de Asturias –a los 14 años-.
Anton Rafael Mengs, c. 1765, MNP.
Carlos IV y su esposa y prima hermana María Luisa de Borbón-Parma, casados en 1765, tuvieron catorce hijos, si bien María Luisa estuvo embarazada veinticuatro veces. De los catorce nacidos, solo siete llegaron a la edad adulta; Fernado VII -1784-1833, fue el noveno de los nacidos.
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