domingo, 12 de diciembre de 2021

GRAMÁTICAS Y GRAMÁTICOS

 GRAMÁTICAS Y GRAMÁTICOS

Castellano de Nebrija – Kastellano de Korreas – Qastellano de Baliente

Cuando nos referimos a un autor del “Siglo de Oro”, c. 1500-1650, ya sea Fernando de Rojas (1465-1541), Cervantes (1547-1616), Góngora (1561-1627), Lope (1562-1535), Quevedo (1580-1645), o Calderón (1600-1681), inmediatamente, todo parece claro y definido, respecto al asunto del que se trate. Sin embargo, no es así. En primer lugar, necesitamos una definición precisa de lo que es el “Siglo de Oro”; durante cuánto tiempo se supone que se extendió, o cuándo empieza y cuando termina exactamente, puesto que las corrientes literarias, generalmente, no se atienen a fechas concretas. Pero es una tarea de delimitación casi imposible, aun cuando, en esta ocasión, queramos restringirnos al terreno literario y, más concretamente, al gramatical. ¿Cuándo estuvo la lengua castellana preparada para sobrevivir brillantemente durante siglos como vehículo de comunicación? 

De hecho, deberíamos hablar de más de un siglo, lo que ya requiere el uso del plural, como lo han hecho algunos autores, entre los cuales se cita frecuentemente, como creador del uso del plural en este contexto, a Gregorio Mayans y Ciscar, el primer traductor del Quijote al inglés, en su dedicatoria, escrita en 1738. Pero Mayans dice exactamente, refiriéndose a Cervantes, que fue persona dignísima de mejor siglo; porque, aunque dicen que la edad en que vivió era de oro, yo sé que para él y algunos otros beneméritos fue de hierro. ¿En qué quedamos, pues? Y no perdamos de vista que el concienzudo señor Mayans, habla de “mejor siglo” y de Cervantes y “algunos otros”; ¿a qué tiempo y a que autores se refería? Todos ellos tienen, sin duda, una deuda de agradecimiento hacia aquellos que, de un modo u otro, con éxito o sin él, emplearon buena parte de su existencia en el estudio y depuración del diverso legado lingüístico recibido.

Para restringir un poco más este casi ilimitado concepto, pensamos, no ya en literatura, sino en la literatura española, o, más precisamente, en la castellana, ya que la lengua mayoritaria en la que se expresan los componentes de este gran siglo literario, entonces se llamaba así, y así se seguía llamando en 1726, aunque, hacía más de siete décadas que se había dado por terminado -como hoy lo entendemos-, el “oro” y su siglo.

Diccionario de la Lengua Castellana... Compuesto por la RAE, Tomo I. Ed. 1726

Si hay algún dato preciso con respecto a la presente cuestión, en el que casi todos los estudiosos concuerdan, es en señalar el año 1492 como hito de su comienzo, y no por el viaje de Cristóbal Colón, ni por la Expulsión, ni tampoco por la conquista de Granada, sino por la publicación de la obra que conocemos como Gramática de Nebrija, la primera Gramática Castellana, y primera de otras lenguas románicas, para las que, en opinión de Lázaro Carreter, serviría de modelo. El final del denominado Siglo de Oro, coincidiría con el de su último escritor, Calderón de la Barca, que murió en 1681.

Por último, y a fuerza de delimitar al máximo nuestro objetivo, hemos de intentar comprender, ya centrados en la lengua, a través de diccionarios y gramáticas, cómo se produjo su evolución en estos territorios hispanos; de qué raíz partió; que términos conservó de sus distintos pobladores y cómo y por qué se impuso la que finalmente se asentó mayoritariamente; la Castellana.

De hecho, y fundamentalmente, se trataba de “escribir como hablamos”, aunque, de ser así. nos vemos ante la necesidad de preguntarnos también: cómo hablamos; ¿dónde? No se pronuncia igual la “J” en Badajoz y en Toledo, ni el grupo “Ce, Ci”, se pronuncia igual en Cádiz que en Teruel, por ejemplo. ¿Existe acaso algún tratado de pronunciación, con normativa y ejemplos comunes?

Lo cierto es que el asunto de la Gramática es mucho más complejo de lo que parece, a causa, precisamente, de la diversidad de orígenes a la que se referirá Valdés, entre otros, y las propuestas de unificación al respecto, son también variadas, como vemos en los siguientes ejemplos.

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Una mención previa para el reconocimiento y el recuerdo: Francisca de Nebrija, inestimable ayuda de su padre en la Universidad de Alcalá, quien, al igual que Luisa de Medrano, en la de Salamanca, fueron de las primeras mujeres que impartieron clase en una Universidad, no sólo en España, sino en el mundo.

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Elio Antonio de Cala y Jarana, al que conocemos como Antonio de Nebrija, nació en Lebrija –la romana Nebrissa Veneria-, alrededor de 1444, y falleció en Alcalá de Henares en 1522.

Se propuso fijar la ortografía, de forma acorde con la pronunciación; algo que no es tarea menor: «assi tenemos de escribir como pronunciamos i pronunciar como escribimos», pero su valioso esfuerzo no fue bien comprendido por todos; al parecer, tampoco por la reina Católica.

Cuando Nebrija presentó a doña Isabel, su Gramática, en Salamanca, la reina no dedujo el valor de lo expuesto; ni el esfuerzo llevado a cabo por nuestro estudioso, ni tampoco el mérito de haberlo hecho de forma tan concienzuda, pues puso en duda, incluso, la necesidad del mismo. Pero allí estaba Fray Hernando de Talavera, obispo de Ávila, el confesor real, que apoyó al autor y a su obra en forma realmente digna de alabanza, pues Nebrija andaba entonces en el punto de mira de la Inquisición, a causa de su empeño en leer la Biblia en hebreo, que, como veremos, consideraba la primera de todas las lenguas.

“…cuando en Salamanca di la muestra de aquesta obra a vuestra real Majestad e me preguntó que para qué podía aprovechar, el mui reverendo padre Obispo de Ávila me arrebató la respuesta; e respondiendo por mí dixo que después que vuestra Alteça metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros e naciones de peregrinas lenguas, e con el vencimiento aquéllos tenían necesidad de reçebir las leies quel vencedor pone al vencido, e con ellas nuestra lengua, entonces por esta mi Arte podrían venir en el conocimiento della, como agora nosotros deprendemos el arte de la gramática latina para deprender el latín”.

Los hechos hicieron realidad el planteamiento de Nebrija y Talavera; como el gramático escribió: “Una cosa hallo y saco por conclusión muy cierta: que siempre fue la lengua compañera inseparable del Imperio” .

Prólogo de la Gramática de la lengua castellana que su autor, Antonio de Nebrija, dedicó a la reina Isabel la Católica

A la muy alta y esclarecida princesa Doña Isabel la tercera de este nombre Reina y Señora natural de España y las islas de nuestro mar. Comienza la gramática que nuevamente hizo el maestro Antonio de Lebrija sobre la lengua castellana, y pone primero el prólogo.

Léelo en buen hora.

[...] una cosa hallo y doy por muy cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio, y de tal manera lo siguió que juntamente comenzaron, crecieron y florecieron y después junta fue la caída de entrambos.

Y vistas ahora las cosas más antiguas, de las que apenas tenemos una imagen y sombra de la verdad, cuales son las de los asirios, indos, fenicios y egipcios, en los cuales se podría probar lo que digo, vengo a las más frescas: a aquellas especialmente de que tenemos mayor certidumbre y primero a las de los judíos.

El caso es que muy ligeramente se puede averiguar que la lengua hebraica tuvo su niñez, en la cual apenas pudo hablar. Y llamo yo ahora su primera niñez todo aquel tiempo que los judíos estuvieron en tierra de Egipto. 

Tuvo así mismo la lengua griega su niñez, y comenzó a mostrar su fuerza poco antes de la guerra de Troya, al tiempo que florecieron en la música y poesía con Orfeo y Anfión, y poco después de la destrucción de Troya aparecieron Homero y Hesíodo. 

Mas después que comenzaran a desvincularse los Reinos y repúblicas de Grecia y los romanos se adueñaron de ella, entonces comenzó a desvanecerse la lengua griega y a emerger la latina. Sobre la que podemos decir otro tanto, que fue su niñez con el nacimiento y población de Roma y comenzó a florecer casi quinientos años más tarde de ese inicio, al tiempo que Livio Andrónico publicó su primera obra en versos latinos. 

Entonces fue aquella multitud de poetas y oradores que enviaron a los siglos el legado y los deleites de la lengua latina: Tulio, Lucrecio, Horacio, Virgilio, Ovidio, y todos los que les siguieron hasta la época de Antonino Pío. Allí comenzó a declinar el imperio de los romanos y, a la vez, a caducar la lengua latina, hasta lo que hemos recibido de nuestros padres. Cierto que cotejaba con la de aquellos tiempos pero poco más tenemos que hacer con ella como con la arábiga.

Lo que hemos explicado de las lenguas hebraica, griega y latina podemos claramente mostrar en la castellana, que tuvo su niñez en el tiempo de los jueces y Reyes de Castilla y de León, y comenzó a mostrar su fuerza en tiempo del muy esclarecido y digno por toda la eternidad Rey Don Alfonso el Sabio. 

La cual se extendió después hasta Aragón y Navarra y de allí a Italia siguiendo la compañía de los Infantes que enviamos a imperar en aquellos Reinos. Y desde entonces ha crecido hasta la monarquía y paz [...], después de la justicia y ejecución de las leyes que nos unen y hacen vivir en igualdad en esta gran compañía que llamamos Reino o república de Castilla, no queda sino que florezcan las artes y la paz. Entre las primeras esté aquella que nos enseña la lengua, la cual nos aparta de todos los otros animales y es propia del hombre, y en orden la primera después de la contemplación, que es oficio propio del entendimiento.

Yo quiero poner la primera piedra y hacer en nuestra lengua lo que hicieron Zenódoto en la griega y Crates en la latina. Pues aunque ellos fueron vencidos por los que después de ellos escribieron, fue aquella su gloria y será la nuestra la de ser los primeros inventores de obra tan necesaria, lo que procede en tiempo oportuno como el presente. Por estar nuestra lengua tan en la cumbre que más se puede temer su declive que esperar su ascenso. 

El tercer provecho de este mi trabajo pude ser el de que cuando en Salamanca di la muestra de esta obra a vuestra real majestad y me pregunto que para que podía aprovechar, el muy reverendo padre obispo de Ávila me arrebató la respuesta, y respondiendo por mí dijo que una vez vuestra alteza metiese bajo su yugo a muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas, y dada su derrota la necesidad que tendrían de recibir las leyes que el vencedor pone al vencido, con ellas se pondrá nuestra lengua. Entonces, por esta mi arte, podrían venir en el conocimiento de ella como ahora nosotros aprendemos el arte de la gramática latina para aprender el latín. 

Y así, después que yo haya deliberado sobre el riesgo de la opinión que muchos de mí tienen, sale la novedad de esta mi obra de la sombra y tinieblas escolásticas a la luz de vuestra corte. A nadie más justamente pude consagrar mi trabajo que a aquella en cuyas manos y poder también está el momento de la lengua y el arbitrio de todas nuestras cosas.

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Pues bien, siguiendo la regla de oro: "assi tenemos de escribir como pronunciamos i pronunciar como escribimos", no había pasado un siglo de la publicación del latinófilo Nebrija, (1550) cuando Gonzalo Correas, o, tal vez, Korreas, lanzó una nueva propuesta, con el objetivo de ahorrar algunas letras, aliviando así un poco el alfabeto/abecedario, a través de su libro titulado “Ortografía Kastellana” (1630), en la que: 

Ante todo, será necesario empezar por “Partir la Gramática en partes...”

Baltasar Karlos a kaballo y el Konde Duke (de Olivares), a la derecha; los destinatarios de la Ortografía de Korreas. Velázquez. (¿Belázkez?) Col. Duque Westminster.

La Ortografía del Katedrátiko Korreas no prosperó; quizás porque Olivares cayó en desgracia y fue desterrado en 1643 y el príncipe Baltasar Carlos, el entonces heredero del Katóliko rei Don Felipe IV, falleció de forma prematura, en 1646.




...de las vulgares usadas antes kon muchas inperfeziones. Fazil es á V.M. mandar poner estas letras en la kartilla, é imprimir el Rromanze con ellas, i sin agravio de nadie: se introduzirá de una vez komo es el kaso de las balonas, ke tan bien estuvo, sin esperar á diskurso de tiempo para introduzirlas. Porke aunque todos tienen por buena esta ortografía, i konfiesan ke tengo razón en ella, su viexa kostunbre tiene á muchos entumidos, i perezosos para moverse á lo bueno, i no saben dexar la otra, no mas de porque la supieron primero; i eso no ostante, desean la korreta. I porque kada uno de los ke se tienen por advertidos y reskatados, no kiere ser primero, i espera ke lo sea el otro: komo si en el saber i usarlo sin miedo, fuera lo mesmo ke en el traxe y uso del adorno exterior de las personas. I asi se están sin mover, komo los ke sueñan. Estense i pasen ellos norabuena, si kisieren, kon lo tal kual se saben, i del lugar á los niños pata comenzar i aprender... y haga kon su mano poderosa ésta nerzed á la tierna edad, i a toda España, i a su lengua natural, para que salga de la esklaviud en ke la tienen, los ke estudiaron Latin.

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En 1731 apareció una nueva propuesta de reforma, basada en las deducciones de José Hipólito Valiente: Alfabeto, o nueva qoloqazión de las letras qonocida en nuestro idioma Qastellano... tanto Gregorio Mayans, como el P. Feijóo, calificaron su esfuerzo muy negativamente. Pero es muy interesante resaltar que cuando Mayans comunicó su opinión al autor, escribió: “Matheo Alemán fue el primero que propuso un ingeniosissimo sistema orthografico cuyas reglas son sumamente coherentes; tanto que entre ellas no se hallará una inconsecuencia. Una interesante opinión que nos llevará a repasar también la “Ortografía” del susodicho.

José Hipólito Valiente o José Ipólito Baliente (¿?-1731-¿?) fue profesor de Artes en Plasencia (Cáceres) y de Leyes en la Universidad de Salamanca, pero es conocido por su controvertida propuesta ortográfica, en la línea de la reforma de Gonzalo Correas (1571-1631), criticada, como hemos visto, por Gregorio Mayans (1699-1781) y Feijoo (1676-1764), pero también por la Academia. 

Las innovaciones, consistentes, sobre todo en el empleo de la letra “Q”, ante “a”, “o” “u”, como, Qoloqazión; qonozidas, qastellano, qonsegir, qorrespondenzia o esqritura, en su manual de ortografía para las escuelas, en el que propone una reforma del sistema ortográfico español basada, seguramente, en la Ortografía kastellana nueva i perfeta (1630) de Gonzalo Correas (1571-1631), tampoco fue acogido favorablemente. 

Biblioteca Virtual Filología Española, BVFE.



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MATEO ALEMÁN, El contemporáneo DE CERVANTES

Retrato de Mateo Alemán, de Pedro Perret. Grabado en cobre, aparecido en la edición príncipe del Guzmán de Alfarache, Madrid, Várez de Castro, 1599.

Apoya la mano izquierda sobre un libro cerrado, en cuyo corte dice: "Cor. Ta." (Cornelius Tácitus) y con la derecha señala el emblema de la araña sobre el áspid, y la letra: "Ab insidiis non est prudentia" [Frente a la insidia (o el engaño) no hay prudencia]. 

Mateo Alemán y de Enero o de Nero, nació en Sevilla, en septiembre de 1547 y falleció en Ciudad de México, en 1614. Forma parte de los autores que se encuadran en la orla del Siglo de Oro, fundamentalmente, debido a su obra, Guzmán de Alfarache, publicada en dos partes, en 1599 y en 1604.

Nació, pues, el mismo año que Miguel de Cervantes, pero es evidente que su percepción de la humanidad es muy distinta de la que representa el creador del Quijote.

Es el hombre animal ferocísimo y dañoso, el más indómito y cruel de todos, pues los irracionales cada uno se conserva con los de su especie, y solo él, siendo enemigo aun de sí mismo, lo es también de su prójimo persiguiendo, cautelando, infamando, haciéndose robos y quitando las vidas los unos a los otros no teniendo seguridad ni guardándose fe los amigos, los conocidos, los deudos, hermanos ni el hijo al padre [...] En todas partes [hay] lágrimas, quejas, agravios, tiranías; todos gustan hieles, ninguno está contento, rendidos con el peso de su duro yugo desde que nacen del vientre de su madre hasta que vuelven al de la tierra. ¡Qué de varios pensamientos nos afligen, qué de temores nos acobardan, qué de cautelas nos acechan, qué de traiciones nos asaltan...! [De su obra: San Antonio de Padua].

Podría haber cursado Humanidades en Sevilla hacia 1560, con Juan de Mal Lara, en cuya Academia, dice: "Comenzábamos niños y salíamos casi barbados a la gramática, pasándose lo mejor de la vida entre las coplas del marqués de Mantua y fecha la plana", [Ortografía; en cita de F. Rico], asistiendo posteriormente a la Universidad de Sevilla, como todo parece indicar.

De acuerdo con la biografía publicada por la Real Academia de la Historia (RAH), que reproducimos fragmentada, pero con carácter literal, se trata de un “Polémico intelectual preburgués cuya obra cumbre es pieza clave en la historia de la novela realista moderna y riguroso coetáneo de Cervantes." 

Su padre, el médico Hernando Alemán, era médico y de ascendencia judeoconversa, oriundo de Jerez de los Caballeros -antaño, Jerez de Badajoz-, que, hacia 1540 se instaló en Sevilla, donde se casó, ya en segundas nupcias, con Juana del Nero, de una familia de mercaderes florentinos, allí afincados. Mateo fue el tercer hijo, tras sus hermanas, Leonor y Violante, y tuvo un hermano menor, llamado Juan Agustín. En Sevilla, el joven Mateo tenía numerosos parientes: además de una hermanastra nacida del primer matrimonio de sui padre.

No cita la RAH a Mal Lara, pero sí dice que, el 28 de junio de 1564, Alemán se graduó de bachiller en Artes y Filosofía por la universidad sevillana de maese Rodrigo, matriculándose entonces en Medicina, pero que, después del primer año, continuó “en las escuelas de Salamanca y Alcalá de Henares”, aunque sólo se documenta su presencia en Alcalá, y se sabe que antes de titularse, abandonó los estudios a causa del fallecimiento de su padre, lo que le obligó a volver a Sevilla. Allí heredó y contrajo deudas, entre las cuales una, cuyo incumplimiento conllevaba la condición de casarse con Catalina de Espinosa, hermana del prestamista, capitán Alonso Hernández de Ayala. Obligado a cumplir el acuerdo, nuestro autor se casó, pero el matrimonio resultó poco afortunado.

Además de obtener algunos encargos de la corte, precisamente, para efectuar cobros en Sevilla, entre 1571 y 1580, apenas se sabe nada de él, excepto que en 1579 —consigna él mismo en una de sus obras— presenció “la translación de los cuerpos del santo Rey don Fernando, Rey don Alfonso El Sabio y más personas reales” a la Capilla Nueva de los Reyes, una de “las mayores grandezas de la Cristiandad” celebrada a la sazón en la capital andaluza.

En enero de 1580, ya con más de treinta años, volvió a las aulas para estudiar Leyes, pero, en octubre, ingresó en la Cárcel Real por deudas: Catalina de Espinosa y, más tarde, su tío Alonso Alemán hubieron de fiarlo con su persona y bienes. 

Una vez libre, se las agenció para reunir el capital necesario para solicitar, el 31 de enero de 1582, “pasar al Pirú como mercader y para este efecto —reza su petición— tiene cargadas mercaderías de más valor de 300 p., que requiere conforme a las ordenanzas de la Casa de la Contratación”.

Aunque esta dedicación mercantil tampoco llegó a cuajar; interesa mucho destacar, que el Consejo de Indias, pese a la supuesta raza de conversos de su familia, le dio de inmediato la licencia —para embarcarse “con su mujer, dos mujeres de servicio y un criado”. 

Sin embargo, cuando zarpó la flota, Mateo se quedó en tierra. Bien pudo ser, precisamente, por aquello de la limpieza de sangre, como sabemos, imprescindible para pasar a las Indias pero también es posible que le surgiera algo mejor, pues el caso es, que en abril de 1583 formaba ya parte de la Administración de Felipe II, nada menos que, como juez de comisión real y ostentaba el título de “ilustre señor” al servicio del Consejo de Hacienda, con el cual se presentó en la villa extremeña de Llerena, donde debía investigar las cuentas de las alcabalas. El caso es, que Alemán investiga, pero también resulta investigado, pues pronto se sospecharon irregularidades, que él achacó a la “malicia” de sus oponentes. 

Al parecer actuaba con prepotencia, excarcelando a unos y encarcelando a otros, como podían ser, el alguacil y el alcalde, acaso de forma “quijotesca”, pues varios testigos declararon que Alemán “era muy buen juez”, si bien ello no le libró de ser arrestado en Mérida el 3 de octubre, y conducido a la Cárcel Real de Madrid, donde permaneció hasta mediados de 1584.

A ese período sucedería otro de “prosperidades”, que hubo de prolongarse hasta 1594, al que se refiere, sin duda con nostalgia, en una carta fechada en 1597, como “el tiempo de las abundancias”.

El año 1593 marcó un hito importante en su ajetreada vida. El 18 de enero recibió instrucciones del Consejo de las Órdenes para inspeccionar, en tierras de Calatrava, las minas de mercurio arrendadas por la Corona a los poderosos Fugger/Fucar, quienes, desde 1566, tenían derecho a utilizar galeotes en la explotación de los yacimientos de Almadén.

Ya en 1591, sospechando la Administración Real los daños que, en aras del rendimiento sufrían allí los forzados, un primer conato de “visita” se había visto aplazado por la oposición de los Fúcar. La misión de nuestro “juez visitador”, cuyos antecedentes en Usagre —donde también existía una mina de azogue— acreditaban la intransigencia, era a todas luces comprometida: “compeliendo si fuere menester con todo rigor a cualesquier personas, porque así conviene al servicio de Su Majestad”, debía él investigar todos los documentos relativos a las condiciones de trabajo impuestas a los galeotes en “la fábrica y pozo del azogue”, e indagar en especial “si reciben un trato propio de seres humanos”. 

El 24 de enero, Mateo Alemán, acompañado de su escribano, se presentó en Almagro y, acto seguido, procedió contra el agente de los banqueros de Augsburgo. Ante la negativa de éste a facilitarle los documentos exigidos, registró su domicilio y descubrió “los expedientes de galeotes” en cuestión. 

El 4 de febrero, se desplazó a Almadén, donde, tras dirigir escritos conminatorios al administrador de la mina, obtuvo la relación de forzados empleados en los pozos, resultando que, de los cuarenta, o más, que habían de estar, sólo quedaban trece. Alemán pasó a interrogarles, uno por uno, enterándose así de cómo, dos años antes, habían muerto veinticuatro o veinticinco de ellos por malos tratos y “porque [en los buitrones] se azogan los hombres y quedan tontos y fuera de juicio y vienen a enfermar gravemente”. Si bien esas atroces condiciones de existencia cambiaron, los supervivientes coincidían en que más les valiera cumplir su condena en galeras que no en la mina del azogue. De aquellos interrogatorios dejó Alemán constancia en una detallada Información Secreta destinada al Consejo de las Órdenes.

El 4 de marzo, cuando volvió a Almagro, le esperaba una carta del Consejo notificándole, con fecha de 13 de febrero, que “sin detenimiento deje el negocio en que está entendiendo tocante a Almadén [...], sin hacer ni proveer en él novedad alguna”. Con toda evidencia, los influyentes Fúcar habían logrado desviar de nuevo la atención de sus actividades en el Campo de Calatrava [...]. Pero quedaban los testimonios de los forzados, transcritos por el escribano, que cuatro años después, publicaría la inconformista y mordaz autobiografía del “galeote” Guzmán de Alfarache. “Líbrenos Dios, cuando se juntan poder y mala voluntad”, advierte el pícaro moralista al poco de pasar por Almagro.

Recordemos que Carlos V había cedido, entre otras cosas, la explotación de las minas a los banqueros Fugger, ante la imposibilidad material de devolverles la deuda contraída a causa de los dos votos que le faltaban para obtener la elección imperial.

Fue, probablemente, una de las últimas, si no la última misión de Mateo Alemán al servicio de la Contaduría Mayor; de hecho, a los pocos meses de la frustrada pesquisa en Almadén, empezó para él un “tiempo estéril” marcado por el “oprobio” y una “conocida pobreza”, a que se refiere en una de sus cartas —octubre de 1597— a Cristóbal Pérez de Herrera, ex protomédico de galeras, residente en Madrid, desde junio de 1592, como médico de Casa y Corte de Felipe II. 

Todo parece indicar que tuvo que dimitir y renunciar a su sueldo de “contador”, aunque en 1598, Alonso de Barros, apologista de la primera entrega del Guzmán, ofreció, evidentemente, otra explicación: el autor, que “se hallaba violentado” en el “honroso entretenimiento de los papeles de Su Majestad”, se había retirado por su voluntad para dedicarse a la redacción de su obra.

La realidad es, que, a partir de 1594, Mateo Alemán vivió en Madrid alternando un fecundo retraimiento literario con apuros económicos, sinónimos de “menos ostentación”. Así, en junio de 1594, vendió por 100 ducados una porcelana y varias piezas de una vajilla de plata. En julio, unas escrituras algo embrolladas indican que vendió su casa de la calle de Preciados, “junto al Postigo de San Martín”, y empezó a vivir de alquiler. 

Por otra parte, El licenciado Vallés, hijo del divino médico de Felipe II, y el doctor Herrera —promotor entonces de una ambiciosa reforma de la mendicidad— eran íntimos amigos, como lo eran Alemán y Barros, aposentador real y conocido poeta, y los cuatro se trataban con amistad y compartían activas preocupaciones sociales abogando por “el amparo de los legítimos pobres y reducción de los fingidos” en la parroquia de San Martín donde residían tres de ellos.

En octubre de 1597, la Primera parte del Guzmán de Alfarache estaba terminada, aunque tardaría casi dos años en ser publicado, con una sintomática dedicatoria a Francisco de Rojas, presidente del Consejo de Hacienda, y con un retrato del autor, que, entretanto, había traducido dos Odas de Horacio (II, X y XIV) y prologado los Proverbios morales (1598) de su “otro yo” Alonso de Barros

Mateo Alemán, de Manuel Cabral y Aguado Bejarano, inspirado en un grabado aparecido en la obra San Antonio de Padua, de 1605. S. XIX. Galería de Sevillanos Ilustres de la Universidad de Sevilla.

El clamoroso éxito —veintidós ediciones, españolas y europeas, hasta 1605— del Guzmán de Alfarache (Madrid, 1599), “poética historia” de “un hijo del ocio” pronto denominado el Pícaro por antonomasia, no significó, sin embargo, pingües beneficios para el escritor. Obligado a continuar paliando sus escaseces, recurre en febrero de 1601 a un oneroso préstamo disfrazado de mohatra, y, en mayo, vende mil quinientos ejemplares del Guzmán apresuradamente reimpreso por él mismo para pagar, se supone, la antedicha deuda.

Hacia finales de 1601 —ya con la Corte en Valladolid— decide volver a Sevilla, donde, en 1602, habita (separado de su mujer) en la collación de San Vicente. Traba entonces relaciones amorosas con Francisca Calderón, y estrecha su amistad con Lope de Vega que ha acudido allí en pos de la comedianta Micaela Luján. En agosto del mismo 1602, prepara una nueva edición del Guzmán costeada por su primo el mercader Juan Bautista del Rosso, quien le presta además 400 ducados para hacer frente a unas deudas que, no obstante, le llevan a la cárcel en diciembre.

Unas semanas antes había tenido la amarga sorpresa de descubrir una apócrifa continuación de su Guzmán publicada en Valencia a nombre de “Mateo Luján de Sayavedra”. Comprobamos así, que Alemán, tampoco pudo librarse de su “Avellaneda”.

A principios de 1603, gracias una vez más a Del Rosso, recobra su libertad y ultima la composición del San Antonio, prometida hagiografía (“por voto que hice” en Cartagena) que, previa cesión de los derechos a su primo, aparece en Sevilla, en 1604, con un prólogo de Juan López del Valle y una Canción de Lope. El de 1604 es año de intensa labor literaria: adelantándose al Quijote cervantino, da asimismo a la estampa su esperada Segunda Parte del Guzmán, subtitulada, atalaya de la vida humana con miras a desmarcarse del reductor marbete de “picaresca”.

La obra sale a fines de diciembre en Lisboa, a donde “su verdadero autor” ha viajado en abril de 1604, y donde va a quedarse hasta el verano de 1605; estancia ciertamente grata, ya que algo después dirá de los portugueses: “verdaderamente les tengo afición y deuda, por las muchas amistades que dellos tengo recibidas [...], cual si yo fuera de su propia nación”.

Apenas hay datos sobre su estancia sevillana en 1605 y 1606: se ocupa en algunos tratos de compraventa (octubre de 1605) e interviene en comisiones ajenas (agosto de 1606), al tiempo que Juan Bautista del Rosso se encarga de comercializar sus libros, mandando en particular “a las Indias” importantes remesas del San Antonio (abril de 1605) y de la Segunda Parte del Guzmán (julio de 1605).

En pasar al Nuevo Mundo, viejo proyecto abortado en 1582, estaría justamente soñando Alemán por esos años, puesto que, a comienzos de 1607, solicita la licencia del Rey para emigrar, esta vez, a México, alegando que tras haber “gastado la mayor parte de su vida en estudio y lectura de letras humanas y escrito algunos libros, se halla al presente desacomodado y con deseo de proseguir su servicio [de contador] en las Indias, donde los virreyes y personas que gobiernan tienen necesidad de personas de suficiencia”. A estas consideraciones que traducían su voluntad de abandonar definitivamente España, se sumaba —especifica la solicitud— el hecho de “tener primo hermano muy rico en las minas de San Luis de Nueva España, que le ha enviado llamar”. Este hacendado pariente debía de ser Alonso Alemán, doctor en Leyes y afamado profesor en la Universidad de México, cuya muerte en 1605 desconocía tal vez Mateo a no ser que acariciase la idea de heredarle. El caso es que, entre abril y junio de 1607, el Consejo de Indias le concede —como ya en 1582— el ansiado permiso de salida; pero previamente el solicitante ha donado su casa madrileña de la calle del Reloj, y cedido los derechos para volver a imprimir sus obras, al propio secretario de dicho Consejo “por las muchas y buenas obras que [de él] he recibido”.

El soborno parece obvio, dice su biógrafo, pero ¿se trataba de incitar al funcionario a hacer la vista gorda ante un posible linaje converso, o bien, se debía al hecho de que Mateo viajaba con su amante —Francisca Calderón, de veinticuatro años, a quien hacía pasar por hija suya— y con hijos notoriamente ilegítimos? No hay que olvidar que Alonso Alemán, su “primo hermano” (hijo del doctor Juan Alemán), no tuvo en 1571 problemas de raza para marcharse a Nueva España.

Sea lo que fuere, en junio de 1607, el novelista y sus acompañantes están a punto de embarcarse cuando la amenaza de unas naves holandesas en las costas gaditanas retrasa la salida de la flota hasta el año siguiente.

En el ínterin, Alemán, que esperaba en Trigueros, “un lugar en el Condado de Niebla”, donde vivían unos familiares suyos, concluyó su Ortografía castellana —una “nueva y verdadera manera de bien escribir”— empezada veinte años antes. 

Finalmenete, la flota zarpó de Cádiz en junio de 1608 llevando, además de nuestro escritor, al dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón y a fray García Guerra, recién designado arzobispo de México. El 19 de agosto, los viajeros llegaban al puerto de San Juan de Ulúa, Veracruz, y, el 29 de septiembre, García Guerra —de cuya protección ya gozaría Mateo que formaba parte de la comitiva— entra triunfalmente en la ciudad de México. 

Apenas instalado en la capital mexicana, Alemán publica la Ortografía en la imprenta de Jerónimo Balli (1609) como homenaje a “la ilustre ciudad generosa” de un “fatigado” pero “alegre y venturoso peregrino”. Preñado de inquietudes reformistas, el libro refleja las renovadas esperanzas de quien —lejos ya de su “patria (¡si dijera mejor madrastra!) Sevilla”— no vacila en proclamar: “el que quisiere sígame, que pocos venceremos a muchos, con las armas de la razón”. También, por las mismas fechas, escribe un sustancioso prólogo para la Vida de San Ignacio de su paisano y amigo Luis de Belmonte Bermúdez.

Entre 1609 y 1613, Mateo ejerce de “contador en la Universidad” de México y vive en una casa que le alquila el rector del Colegio carmelita de San Ángel, mientras asiste (angustiado ante su próximo desvalimiento) a la pavorosa enfermedad que, en febrero de 1612, se cobraría la vida de su admirado protector, fray García, que había sido nombrado virrey de Nueva España en marzo de 1611. Con motivo de esa muerte, precedida por funestos presagios, Alemán redacta (y termina en abril de 1612) su última obra, los Sucesos de D. Fray García Guerra, Arzobispo de Méjico, emotiva relación de las virtudes y dolencia del prelado, seguida de una Oración fúnebre, que sale a la luz a principios de 1613. A partir de entonces, todo es un enigma: aunque en 1615 está documentada su residencia en el pueblo de Chalco (a treinta y cinco kilómetros de México).

Se ignora el año de su fallecimiento, que bien pudo acaecer en 1616 —¿otra analogía más con Cervantes?—. El genial creador del Guzmán de Alfarache se lamentaba ya en 1609 de la “larga enfermedad”.

El Pícaro Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, se convirtió en el primer libro más vendido de la historia; traducido al inglés, al italiano, al latín, al alemán y al francés, e Influyó en la literatura de toda Europa, y, aunque siempre se cita El Quijote como la primera novela moderna, no falta quien cree que tal mérito corresponde a Guzmán de Alfarache, que, además, ejercería una notable influencia sobre la creación de Cervantes.

Obras:

-Información secreta hecha sobre la visita del pozo y mina de los azogues de la villa de Almadén que se hizo por el contador [...], juez visitador de Su Majestad, 1593 (ed. de G. Bleiberg, y

-El ‘Informe secreto’ de [...] sobre el trabajo forzoso en las minas de Almadén, Londres, Tamesis Books, 1985); 

-Odas de Horacio, traduzidas por [...], s. f. (ed. de R. Foulché-Delbosc, Revue Hispanique, 42 (1918), págs. 482-485);

-Dos cartas de [...] a un amigo. En la primera trata de lo hecho cerca de la reducción y amparo de los pobres del reino, y en la segunda cuál debe ser la verdadera amistad, 2 y 16 de octubre de 1597 (ed. de E. Cros, en Protée et le Gueux, París, Didier, 1967, págs. 433- 444); “

-Prólogo a A. de Barros, Proverbios morales, Madrid, Luis Sánchez, 1598; 

-Primera parte de Guzmán de Alfarache, Madrid, Várez de Castro, 1599;

-San Antonio de Padua, Sevilla, Juan de León, 1604; 

-Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana, Lisboa, Pedro Craasbeck, 1604; 

-Ortografía castellana, México, en la imprenta de Jerónimo Balli, por Cornelio Adriano César, 1609 (ed. de J. Rojas Garcidueñas, con est. prelim. de T. Navarro, México, El Colegio de México, 1950);

-Elogio” a L. de Belmonte Bermúdez, Vida del Padre Maestro Ignacio de Loyola, México, 1609;

-Sucesos de D. Frai García Gera, arçobispo de Méjico, a cuyo cargo estuvo el govierno de la Nueva España, y Oración fúnebre, México, 1613.

La interesante biografía de Mateo Alemán no estaría completa sin una revisión, por breve que esta sea, de su Ortografía, que, además, era nuestro objetivo.

Ortografía castellana, obra de Mateo Alemán editada en México, en la imprenta de Jerónimo Balli, 1609. Biblioteca Digital Hispánica (Biblioteca Nacional de España).

Ortografía Castellana, por Mateo Alemán. Bibl. Virtual Miguel de Cervantes

-Es Música la ortografía, y de sus efectos.

…me atemoriza el excesivo trabajo, si dijera mejor un imposible, intentar desarraigar del entendimiento lo que ya parece carácter indeleble. Muchos, y no se si diga todos, culparán este atrevimiento, trazas de innovar lo que un viejo abuso tiene tan canonizado, tan ejecutoriado y notorio, que lo contrario a ello parece muy fino disparate.

-Parécele que consiste la ciencia en el revolear de la pluma con donaire, gallardez con rasgos, poner Felipe con Ph, duplicando las letras, no siendo necesario, antes impropio, aún impertinente. 

-Planta el artillería con veintidós culebrinas, digo letras del abc, que aunque señales veintitrés, la una es falsa y déjanse siete letras durmientes, como si no fueses treinta. Verdad es, que yo querría (si pudieses) meter una de cuña, o como dicen, de gorra, y acrecentarla sobre las veintinueve que tenemos. Tendrán por muy cierto que no lo hago con ánimo de inmortalizarme por este camino, como el emperador Claudio lo intentaba con añadir tres a la lengua latina.

-Quien con mayor propiedad escribiese, dará más bien a entender lo que quisiere, y hablará muy mejor.

La lengua Castellana carece de caudal propio, por haberlo perdido con la destrucción de las Españas, fuele forzoso, como a bizarro pirata, salir en corso a buscar la vida, ganando por la guerra lo que perdió en ella, desvalijó el Hebreo, Griego y Latino, sin perdonar el Árabe, no los más que se le pusieron por delante, y puede hoy decir ser mucho su tesoro, habiendo quedado una de las más elegantes, galana, graciosa y grave de cuantas conocemos.

-Nosotros podemos, con propiedad, escribir cuanto hablamos, y hablar cuanto escribimos, y sólo esto es lo que pretendo introducir con este trabajo.

-Tenemos abundancia de vocablos, fuerza de ellos, para no ser necesario romper los dientes, ni buscar misturas o flautados: aprovechémonos de ellas, trabajen y suden sirviendo sus oficios, para que dondequiera que lleguen, vayan tan bien disciplinadas, que las estimen y respeten como a Españolas, y en especial, Castellanas.

-No soy tan vano que presuma con Hércules decir, no hay plus ultra; sí hay, bien lo sé, claro entendimiento tengo.

-[...] y habiendo trabajado en llegar, de una en otra mayor perfección, digamos con verdad (entre las más naciones libremente) haber llegado a igualar las letras con las armas.

Biblioteca Virtual de Andalucía


De la ignorancia de los maestros pasados, y cuánto importa la enmienda en los presentes, facilitando el escribir ortográficamente. Y se persuadan que tiene Castilla de las mejores letras y sutiles ingenios de que hay noticia, y bueno a malo, tal a tal, ninguno se les aventaja. También hay mediano y malo, como en todas partes, que allá ni acá, puede salir el grano todo puro, y en el mejor vino hay heces como en el oro escorias.

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