sábado, 16 de abril de 2022

FILOSOFÍA CANINA ● CERVANTES ● EL COLOQUIO DE LOS PERROS


La representación pictórica de animales es una constante en la historia del arte, cuyo significado, en la prehistoria, en ocasiones se nos escapa. Más tarde asumieron un carácter religioso -con el que también pasaron posteriormente a ser elementos constantes en la arquitectura-, con fines, a veces instructivos, a veces, ornamentales. Finalmente, entraron en el mundo de las letras, casi siempre con un objetivo satírico o crítico, que es el que nos ocupa, y en el que los animales representan a los humanos.

Como ejemplos, si bien hay muchos modelos prehistóricos, podemos acudir a las celebérrimas Cuevas de Altamira.

Bisonte magdaleniense negro. Altamira, Torrelaguna.

La Gran Cierva. Altamira. (Reproducción).

La Burra de Balaam en el Libro de los Números. Dotada del habla.

Balaam viaja a lomos de su burra, cuando esta se detiene de pronto al advertir la presencia de un ángel -invisible para Balaam-, que cierra el paso, espada en alto y, deteniéndose, evita que el jinete sea muerto por aquella espada desenvainada. Balaam molesto con la burra la golpea y esta comienza a hablar interrogándolo: 

- ¿Qué he hecho para que me golpees?

Finalmente se hace visible el ángel a Balaam, y declara: 

-Si tu asna no te detiene, yo te hubiera matado, pero no hubiera hecho daño a tu asna.

Peter Lastman. Museo de Israel.

Capitel en San Zoilo. Carrión de los Condes.

Miniatura de la Biblia romanceada escurialense, ms. I-j-3.

Libro de Horas de Maastrich

Se trata de un manuscrito iluminado, sobre todo, con representaciones animadas de animales o medio animales. Fue compuesto en la zona de Lieja-Maastricht, en el primer cuarto del siglo XIV. En el siglo XVIII era propiedad del I Duque de Buckingham y Chandos, quien, en 1849 lo vendió a Lord Ashburham, y en 1883 fue comprado por la Biblioteca Británica como parte de la colección Stowe. En el folio 97r aparece, precisamente, la escena de Balaam, con alguna diferencia de matices.

Los caballos de Aquiles: Janto/Χάνθος y Balío/Βαλίος en la Ilíada

H. Regnault: Automedonte y los Caballos de Aquiles. BBAA, Boston, Mass.

 Aquiles culpó a los caballos de la muerte de su amado Patroclo.

Janto y Balio fueron el regalo que entregó Poseidón a Peleo y Tetis en su famosa boda. Posteriormente pasaron al hijo de ambos, Aquiles, siendo muy admirados durante la Guerra de Troya, por sus extraordinarias habilidades. 

Sin embargo, Homero dice que Aquiles les reprochó duramente que hubieran sido incapaces de evitar la muerte de Patroclo, a lo que Janto, dotado momentáneamente de voz por la diosa Hera, respondió que Apolo y el destino habían permitido la muerte de Patroclo, por medio del troyano Héctor, comunicándole, asimismo, que su propia muerte ya estaba decretada por el destino y que se produciría a manos de un dios y un hombre.

- También tú estás destinado a morir.

 Como venganza, posteriormente, Aquiles ató a los caballos el cadáver de Héctor, responsable de la muerte de Patroclo, para que lo arrastraran en su galope, a la vista de todos.

¡Janto y Balio! ¡Cuidad de traer salvo al campamento al que hoy os guía y no le dejéis muerto en la liza como á Patroclo! (Ilíada, Canto XIX, versos 400 - 403.)

El poeta griego, K. P. Kavafis, escribió un gran poema sobre este hecho, titulado, “Los Caballos de Aquiles”.

Cuando vieron a Patroclo muerto,

que era tan valeroso, fuerte y joven,

los caballos de Aquiles rompieron a llorar.

La muerte indignaba a aquellos inmortales.

Levantan sus cabezas, sacuden sus crines,

golpean la tierra con las patas,

lloran a Patroclo, a quien sienten sin alma,

aniquilado, vil cadáver; un fantasma que emprende el vuelo,

indefenso, sin hálito, abandona la vida

para entrar en la inmensa Nada.

Zeus vio las lágrimas de aquellos inmortales y sintió gran pena.

—En las bodas de Peleo —dijo—

no debí entregaros imprudentemente

a miserables mortales, juguetes del azar. 

A vosotros, a quienes ni la muerte ni la vejez aguardan,

os pesan ahora las calamidades de los humanos;

esas fugaces criaturas 

os han involucrado en su infortunio.

Pero los dos nobles animales seguían llorando

la universal miseria de la muerte.

Konstantinos Kavafis, 1897

Las Ranas Βάτραχοι: de Aristófanes

Aristófanes. Uffizi. Florencia

Tras la desastrosa victoria griega en la Batalla de Arginusas, el divino Dioniso, desesperado por el estado de los autores de tragedias en Atenas, se dirige al Hades en busca de Eurípides. 

Un coro de ranas en la Laguna Estigia, repite a su paso —Brekekekex ko-ax ko-ax— βρεκεκεκὲξ κοὰξ κοάξ, βρεκεκεκὲξ κοὰξ κοάξ, en la única escena en que realmente aparecen.

Se trató allí de comparar la calidad de la obra de Eurípides con la de Esquilo, con el fin de averiguar cuál era mejor autor, a cuyo efecto, se dispone una balanza y se pide a ambos que digan algunos de sus versos; aquel cuya obra tenga más “peso” hará que la balanza se incline a su favor. Esquilo gana y Dioniso decide traerlo a la vida en lugar de Eurípides, pero antes de marchar, el propio Esquilo proclama que Sófocles era el mejor.

En Calila e Dimna, una colección de relatos fechada hacia 1251, probablemente traducida por orden de Alfonso X el Sabio cuanto todavía era un infante se cuenta que Dios concede la capacidad del lenguaje a dos aves, a ruego de un religioso.

Manuscrito del Calila y Dimna. España, 1251-1261

Esopo y Menipo

Esopo: autor de fábulas protagonizadas por animales que hablan, fue muy imitado a lo largo de la historia; ej. La Cigarra y la Hormiga.

Menipo: Es considerado generalmente, el creador de la sátira, denominada por ello, menipea, en la que alternan verso y prosa, y pudo muy bien constituir el modelo de Los Perros de Cervantes, aunque no necesariamente por que proponga animales parlantes. Ofrece aspectos serios y cómicos, e influyó claramente en autores como Marco Terencio Varrón, Luciano de Samosata, Erasmo de Róterdam o Bartolomé Leonardo de Argensola, que, en su diálogo, Menipo litigante, critica el ejercicio de la profesión de abogado.

Velázquez los imaginó y “creó”, de cuerpo entero, en sendos, imaginativos y espléndidos retratos.

Esopo y Menipo, de Velázquez. Museo del Prado

Y, aunque callado, no podemos olvidar la presencia permanente del león junto a San Jerónimo, desde el día en que el santo le curó una pata, hecho del que tenemos innumerables y cálidas interpretaciones artísticas. 


Los Músicos de Bremen, de los hermanos Grimm

La historia que se narra en el cuento de Jacob Grimm, Los músicos de Bremen, es la de cuatro animales domésticos: un burro, un perro, un gato y un gallo, que viven en la Baja Sajonia de Alemania, cuyos dueños han decidido sacrificarlos, porque consideran que, por su vejez, ya sólo suponen un gasto. Afortunadamente para ellos, se encuentran, después de huir -sin haberse puesto de acuerdo-, de la casa de sus respectivos dueños. Cuando se conocen, deciden viajar a Bremen, una ciudad liberal y abierta al mundo, conocida por su simpatía por los extranjeros. Emprendido el camino, llegan, al anochecer a una choza en la que pernoctan unos bandidos. Con el objetivo de amedrentarlos para ocupar ellos la vivienda, se sube cada uno sobre el lomo o el dorso de otro y empiezan a emitir los sonidos propios de su especie, pero al unísono, lo que, curiosamente, hace huir de terror a los bandidos.

Tomás de Iriarte. 

Tenerife, 1750 -Madrid, 1791. Fabulista, traductor, dramaturgo y poeta, ilustrado y neoclásico.

Iriarte. De Joaquín Inza y Ainsa. MNP

Esta fabulilla, /salga bien o mal, /me ha ocurrido ahora/por casualidad.

Cerca de unos prados/ que hay en mi lugar, /pasaba un borrico/por casualidad.

Una flauta en ellos/halló, que un zagal/se dejó olvidada/por casualidad.

Acercóse a olerla/el dicho animal, /y dio un resoplido/por casualidad.

En la flauta el aire/se hubo de colar, / y sonó la flauta/por casualidad.

«¡Oh!», dijo el borrico, «¡qué bien sé tocar! ¡y dirán que es mala la música asnal!».

Sin reglas del arte, borriquitos hay que una vez aciertan por casualidad.

Félix María de Samaniego. 

Álava, 1745 – 1801. Muy celebrado y aprendido de memoria por sus fábulas, seguidas de instructivas moralejas.

Imagen: París, Garnier

El zorro de Saint-Éxupery, en Le Petit Prince 

Richard Bach: Juan Salvador Gaviota

“Siempre hay una razón para vivir. Podemos elevarnos sobre nuestra ignorancia, podemos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podemos ser libres! ¡Podemos aprender a volar!

Siempre nos quedará preguntarnos cuántos animales pudieron entrar en el Arca de Noé. Tarea imposible.

Michel Coxcie. 1499-1592. Palacio Real. Madrid

"Este enorme cartón para tapiz (2,97 x 4,93 cm.) representa en primer término las figuras grandiosas de Noé y su mujer, dirigiendo el embarque de las parejas de animales de todas las especies, que van entrando en el arca de madera. Detrás de Noé, sus tres hijos, Sem, Cam y Jafet, con sus respectivas mujeres, hacen los preparativos para el viaje. Al fondo, se vislumbra ya el gran diluvio con inundaciones y personajes medio ahogados.



El cartón se suele atribuir al pintor romanista de Malinas, Michiel Coxcie, no sólo por sus claras conexiones estilísticas, sino también porque se conoce su labor de cartonista para tapices, en la que le inició su maestro Bernard Van Orley, creando escenas para algunas series destinadas a la Casa de los Austria. 

Entre ellas, realizó este, de la Historia de Noé, enviado a España en 1559, aunque durante el viaje de transporte por mar, se perdieron algunas piezas, que fueron vueltas a tejer en Bruselas por Wilhem de Pannemaker entre 1562 y 1565, llegando a la corte de Felipe II en 1566. De los cuatro tapices de esta serie, que continúa atesorando la colección de Patrimonio Nacional -Dios ordena a Noé que construya el Arca; Noé construye el Arca; Noé sale del arca con su familia y los animales y Noe sale del arca con su familia y los animales -el único de otro tejedor, Franz Geubels-, aunque ninguno presenta el tema del Embarque propiamente dicho.

La singularidad de los cuatro paños de la serie encargada por Felipe II, y que no presentan las otras historias de Noé, se encuentra en las aves y animales representados en sus cenefas, reflejo de las aficiones del rey por este tipo de representaciones naturalistas. Dichos animales son prácticamente idénticos a los que aparecen en este cartón, destacando la exquisitez y belleza con que están tratados, especialmente, los más exóticos.

Los cartones originales de Coxcie se guardaron en 1567 en el Guardajoyas del Palacio de Bruselas, por orden de Felipe II, y hoy se encuentran en paradero desconocido, a excepción de este extraordinario cartón, que entró en las colecciones reales españolas, ya durante el reinado de Alfonso XIII, en 1930, cuando se decidió comprarlo a un coleccionista alemán de Múnich. 

(Extracto, ligeramente resumido, del texto ofrecido por Patrimonio Nacional).

¿Qué decir, -a modo de broche de oro, y, para volver al punto de partida-, del extraordinario diálogo entre el caballo del Cid y el de don Quijote, que cierra el Prólogo de la primera parte de la obra maestra de Cervantes?

Diálogo entre Babieca y Rocinante

-¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?

-Porque nunca se come y se trabaja.

-Pues, ¿qué es de la cebada y de la paja?

-No me deja mi amo ni un bocado.

-Andad, señor, que estáis muy mal criado,

pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.

-Asno se es de la cuna a la mortaja;

¿queréislo ver? Miradlo enamorado.

-¿Es necedad amar? -No es gran prudencia.

-Metafísico estáis. -Es que no como.

-Quejaos del escudero. - No es bastante:

¿Cómo me he de quejar en mi dolencia

si el amo y escudero o mayordomo

son tan rocines como Rocinante?

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CERVANTES, gran lector, lleva la tradición a su obra y ofrece una crítica social, a veces irónica, a veces amarga, que precisamente, constituye su objetivo, en el Coloquio de los Perros.

¿Ironía y sarcasmo, para hacer burla, o amargura y decepción para hacer crítica?

    La más innovadora de todas [Las Novelas Ejemplares] es el "Coloquio de los perros", en el cual un perro, dotado una noche con el don maravilloso del habla, cuenta su vida azarosa, mezclada con observaciones acerbas de la sociedad, a un perro amigo. Esta novela, leída en castellano por Freud, contribuyó a la gestación de su teoría psicoanalítica. (D. Eisemberg).

NOVELA Y COLOQUIO QUE PASÓ ENTRE CIPIÓN Y BERGANZA, PERROS DEL HOSPITAL DE LA RESURECCIÓN, QUE ESTÁ EN LA CIUDAD DE VALLADOLID, FUERA DE LA PUERTA DEL CAMPO, A QUIEN COMÚNMENTE LLAMAN «LOS PERROS DE MAHUDES»

Fotografía de la fachada y portada del Hospital de la Resurrección, de Adolfo Eguren, tomada poco antes de su demolición. El cuerpo superior se conserva y se ha reubicado en el jardín delantero de la Casa de Cervantes y Academia de Bellas Artes.

Detalle del segundo cuerpo de la portada del hospital, colocado en el jardín delantero de la Casa de Cervantes y Academia de Bellas Artes.

La Puerta del Campo

Localización de la Puerta del Campo en el mapa de Diego Pérez (1787)

Licencia otorgada por el obispo de Valladolid Bartolomé de la Plaza a Luis de Mahudes dando permiso para pedir limosna por las calles, de noche, para el hospital de los Desamparados. En Valladolid 1598. Archivos del Hospital de la Resurrección, sección Desamparados, Libro 134, fol. 163

Cipión y Berganza hablando. Uno de los doce dibujos, encargados a Paret por el impresor Antonio Sancha, para una edición de las Novelas ejemplares de Cervantes que no se llegó a editar Dibujo preparatorio para la estampa grabada por Rafael Esteve Vilella hacia 1810 (BNE).

Antonio de Sancha (1783) El coloquio de los perros, gravado (sic).

Publicación original: Madrid, por Iuan de la Cuesta; Vendese en casa de Francisco de Robles, 1614. BNE. BVMC.

Teniendo en cuenta que, en realidad, Cervantes no necesita intermediarios, puesto que expresa mejor que nadie, cuanto desea decir, No trataremos de contar la historia de Cipión y Berganza, los inteligentes canes que el autor creó literariamente, para decir cuanto deseaba, nos reduciremos a resaltar algunos detalles de la conversación celebrada entre ellos, empezando por el asombro de ambos, cuando descubren, no solo que pueden hablar, sino también entender mutuamente lo que dicen.

BERGANZA.- Cipión hermano, óyote hablar y sé que te hablo, y no puedo creerlo, por parecerme que el hablar nosotros pasa de los términos de naturaleza.

CIPIÓN.- Así es la verdad, Berganza; y viene a ser mayor este milagro en que no solamente hablamos, sino en que hablamos con discurso, como si fuéramos capaces de razón, estando tan sin ella que la diferencia que hay del animal bruto al hombre es ser el hombre animal racional, y el bruto, irracional.

BERGANZA.- Todo lo que dices, Cipión, entiendo, y el decirlo tú y entenderlo yo me causa nueva admiración y nueva maravilla. 

CIPIÓN.- Lo que yo he oído alabar y encarecer es nuestra mucha memoria, el agradecimiento y gran fidelidad nuestra; tanto, que nos suelen pintar por símbolo de la amistad; y así, habrás visto (si has mirado en ello) que en las sepulturas de alabastro, donde suelen estar las figuras de los que allí están enterrados, cuando son marido y mujer, ponen entre los dos, a los pies, una figura de perro, en señal que se guardaron en la vida amistad y fidelidad inviolable.

BERGANZA.- Bien sé que ha habido perros tan agradecidos que se han arrojado con los cuerpos difuntos de sus amos en la misma sepultura. Otros han estado sobre las sepulturas donde estaban enterrados sus señores sin apartarse dellas, sin comer, hasta que se les acababa la vida. Sé también que, después del elefante, el perro tiene el primer lugar de parecer que tiene entendimiento; luego, el caballo, y el último, la jimia.

BERGANZA.-¿Qué te diría, Cipión hermano, de lo que vi en aquel Matadero y de las cosas exorbitantes que en él pasan? 

...ninguna cosa me admiraba más ni me parecía peor que el ver que estos jiferos con la misma facilidad matan a un hombre que a una vaca; por quítame allá esa paja, a dos por tres meten un cuchillo de cachas amarillas por la barriga de una persona, como si acocotasen un toro. 

BERGANZA.- ...una escurísima noche tuve yo vista para ver los lobos, de quien era imposible que el ganado se guardase. Agachéme detrás de una mata, pasaron los perros, mis compañeros, adelante, y desde allí oteé, y vi que dos pastores asieron de un carnero de los mejores del aprisco, y le mataron de manera que verdaderamente pareció a la mañana que había sido su verdugo el lobo. Pasméme, quedé suspenso cuando vi que los pastores eran los lobos y que despedazaban el ganado los mismos que le habían de guardar. Al punto, hacían saber a su amo la presa del lobo, dábanle el pellejo y parte de la carne, y comíanse ellos lo más y lo mejor. ...lleno de admiración y de congoja. ''¡Válame Dios! -decía entre mí-, ¿quién podrá remediar esta maldad? que la confianza roba y el que os guarda os mata?''

BERGANZA- Volvíme a Sevilla, como dije, que es amparo de pobres y refugio de desechados.

CIPIÓN.- Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero.

CIPIÓN.- Advierte, Berganza, no sea tentación del demonio esa gana de filosofar que dices te ha venido, porque no tiene la murmuración mejor velo para paliar y encubrir su maldad disoluta que darse a entender el murmurador que todo cuanto dice son sentencias de filósofos, y que el decir mal es reprehensión y el descubrir los defetos ajenos buen celo. Y no hay vida de ningún murmurante que, si la consideras y escudriñas, no la halles llena de vicios y de insolencias. Y debajo de saber esto, filosofea ahora cuanto quisieres.

CIPIÓN.- ...hay algunos que no les escusa el ser latinos de ser asnos.

BERGANZA.- ...y yo he visto letrados tontos, y gramáticos pesados...

CIPIÓN.-... maldita plaga de la murmuración, y dale el nombre que quisieres, que ella dará a nosotros el de cínicos, que quiere decir perros murmuradores; y por tu vida que calles ya y sigas tu historia.

BERGANZA.- Primero te quiero rogar me digas, si es que lo sabes, qué quiere decir filosofía; que, aunque yo la nombro, no sé lo que es; sólo me doy a entender que es cosa buena.

CIPIÓN.- Con brevedad te la diré. Este nombre se compone de dos nombres griegos, que son filos y sofía; filos quiere decir amor, y sofía, la ciencia; así que filosofía significa “amor de la ciencia”, y filósofo, “amador de la ciencia.

BERGANZA.- Mucho sabes, Cipión. ¿Quién diablos te enseñó a ti nombres griegos?

CIPIÓN.-…éstas son cosas que las saben los niños de la escuela, y también hay quien presuma saber la lengua griega sin saberla, como la latina ignorándola.

BERGANZA.- Acuérdome que cuando estudiaba oí decir al precetor un refrán latino, que ellos llaman adagio, que decía: Habet bovem in lingua. Los atenienses usaban, entre otras, de una moneda sellada con la figura de un buey, y cuando algún juez dejaba de decir o hacer lo que era razón y justicia, por estar cohechado, decían: “Este tiene el buey en la lengua”.

Por último, recordaremos que la principal crítica en esta novela, es la referida a alguaciles y escribanos, cuya actitud, parece que era casi un tópico en la sociedad del momento, pero nuestro autor, los presenta, sin generalizar, cuando encaja previamente, la idea de que no todos.., oigamos a Cipión:

-Sí, que decir mal de uno no es decirlo de todos; sí, que muchos y muy muchos escribanos hay buenos, fieles y legales,[…] que no todos entretienen los pleitos, ni avisan a las partes, ni todos llevan más de sus derechos, ni todos van buscando e inquiriendo las vidas ajenas para ponerlas en tela de juicio, ni todos se aúnan con el juez para «háceme la barba y hacerte he el copete», ni todos los aguaciles se conciertan con los vagamundos y fulleros, ni tienen todos las amigas de tu amo para sus embustes. […] Sí, que no todos como prenden sueltan, y son jueces y abogados cuando quieren...

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A modo de colofón:

No hay instante sin milagro. Al final de El coloquio de los perros de Miguel de Cervantes Saavedra, se supone que habrá un segundo coloquio canino, el de Cipión. Tuvimos que esperar 19 años después de la muerte de Cervantes para escuchar los curiosos ladridos de este segundo perro, según fueron transcritos por Ginés Carrillo Cerón en su Novela o coloquio que tuvieron Cipión y Berganza, perros que llaman de Mahudes, segunda parte de la que hizo Miguel de Cervantes Saavedra en sus novelas. Formaba parte esta obra de la colección Novelas de varios sucesos, en ocho discursos morales (Granada: Blas Martínez, 1635). Digo «formaba» porque «desapareció» por algún tiempo (obra de encantadores, sin duda). Fue encontrada por Emilio Cotarelo en 1925 y mencionada en 1965 por Eugenio Asensio en su Itinerario del entremés. Reaparece ahora en toda su plenitud gracias al estimado colega Abraham Madroñal, quien la ha descubierto de nuevo y editado esmeradamente. Las ironías no podrían ser más suculentas.”

“La más matizada ironía, sin embargo, es que fuera el propio Lope de Vega, como Familiar del Santo Oficio de la Inquisición, quien otorgara la censura del libro de Carrillo Cerón ese mismo año. El apreciado colega Abraham Madroñal nos brindó este segundo ladrido en 2013, exactamente 400 años después del primero (el cervantino). ¡Wow! (¿Guau?). [¡Sí!] Felicitaciones y gracias a Abraham Madroñal.”

Madroñal, Abraham, ed. La segunda parte del «Coloquio de los perros» de Ginés Carrillo Cerón. Prólogo de Carlos Alvar. Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2013. Publicación. Biblioteca de Estudios Cervantinos 31. 

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