sábado, 14 de octubre de 2023

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, UNA BIOGRAFÍA OBSCURA.

 

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, UNA BIOGRAFÍA OBSCURA. 

(Desde el nacimiento hasta la edad de Cristo) Sergio García Oriol ALBI. Francia. 

ACTAS XXXI CONGRESO EN LEÓN. Sergio GARCÍA ORIOL. (Literal).

El modesto hispanista del montón que no se ha consagrado a la investigación y que no es un especialista de los estudios cervantinos tiene una visión general de la vida del autor del Quijote, conoce la fecha de su nacimiento y la de su muerte, no ignora que fue soldado en Italia donde mereció el apodo de  “el manco de Lepanto ", que estuvo cautivo en Argel, que lo rescataron unos frailes mendicantes, que vagabundeó por Andalucía al servicio del fisco, que lo mandaron a la cárcel, que en el ámbito teatral fue un rival desafortunado de Lope de Vega, que siempre vivió en la más modesta medianía y que falleció en Madrid el mismo día en que, en medio de las brumas británicas, William Shakespeare entregó su alma a Dios. 

Nuestro modesto hispanista del montón, con estas nociones generales, vive convencido de que conoce todo lo que hay que conocer respecto al tema. Tal era mi caso hasta el día en que a causa de una emisión de radio consagrada a todo lo que toca a España y a Hispanoamérica, quise narrar la vida de Miguel de Cervantes Saavedra. Me basé para ejecutar mi propósito en el libro de Francisco Navarro Ledesma “El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra", publicado en la Colección Austral con el número 401, que me sirvió de guía pero que me llevó a comprobar que en el relato de aquella existencia había puntos obscuros y que con frecuencia la narración se fundaba en meras hipótesis y carecía de base seria e indiscutible. 

Como consecuencia de aquella comprobación, he tratado de completar y poner en su punto la información suministrada por Navarro Ledesma cotejándola con la que nos proporcionan otros autores y he procurado indagar cuáles son los episodios de aquella vida que se conocen de manera cierta y los que se narran sin ninguna justificación. 

En primer lugar voy a contar la vida de nuestro héroe como la conté a los radioyentes de mis emisiones, puntualizando y corrigiendo después las inexactitudes, omisiones y falsedades evidentes. 

Era en 1547 bajo el reinado declinante de Carlos V, a principios del otoño. Sucedía en Alcalá de Henares, ciudad situada a unos treinta kilómetros de Madrid, poblachón sin importancia en aquel entonces, antes de que Felipe II lo escogiera como residencia de la corte durante la construcción del Escorial. 

Alcalá de Henares debía su importancia y la animación tumultuosa que en ella reinaba a su Universidad, fundada en 1498 por el cardenal Cisneros. Se trataba de crear un émulo moderno, impregnado de renacentismo humanista, de la prestigiosa Salamanca, adormecida en la tradición medieval y escolástica. 

En la ciudad de Alcalá, el 9 de Octubre de 1547 se bautizó a Miguel, hijo de Rodrigo de Cervantes y de Leonor Cortinas, su esposa. Miguel era el cuarto hijo del matrimonio. Antes nacieron Andrés, Andrea y Luisa. Como Andrés murió de corta edad Miguel era entonces el único varón de la familia. 

El abuelo paterno, Juan de Cervantes, abogado en Córdoba, todavía en vida cuando nació Miguel, había añadido a su apellido el más prestigioso de Saavedra, del que la familia se podía prevaler. Es lo que explica que nuestro gran hombre se conozca bajo el nombre de Miguel de Cervantes Saavedra. 

Rodrigo de Cervantes, su padre, sordo como una tapia, tímido y retraído a causa de su sordera, ejercía el oficio de cirujano, ya que su incapacidad física le impidió estudiar la medicina y le obligó a limitarse a la parte empírica de aquel arte. En nuestros días el cirujano es un príncipe de la ciencia médica, aureolado de prestigio y espléndidamente retribuido. No era así en los tiempos pasados. Rodrigo de Cervantes, como todos sus colegas, sangraba y entablillaba a sus pacientes, les administraba tópicos y cataplasmas según las prescripciones del médico. Era aquel un oficio triste y ... pobre. Rodrigo y Leonor rodeados por su prole las pasaban muy negras, ya que con la afluencia creciente de estudiantes, el coste de la vida en Alcalá se iba por las nubes. La familia se mudó a Valladolid en donde el cirujano no carecería de trabajo por ser una ciudad más importante y muy malsana por razones geográficas. Allí nació otra hija, Magdalena y aprendió a leer Miguel. 

En 1561 Felipe II estableció la corte en Madrid, pueblo de unos veinticinco mil vecinos, incómodo y sin ningún atractivo. La familia de Cervantes, poco favorecida por la suerte en Valladolid, se instaló allí. Miguel, con sus quince años era alumno de un estudio del Concejo en donde aprendió el latín. 

Sin embargo, una vez más, don Rodrigo decidió mudarse y establecerse en Sevilla. Los jesuítas acababan de abrir allí un colegio con dos cátedras donde es fama que Cervantes prosiguió sus estudios latinos. 

Sevilla era entonces el emporio que monopolizaba el trato con América, lina fauna variopinta hormigueaba por la ciudad. Marineros, soldados, frailes, aventureros, truanes, estafadores, mozas alegres de mal vivir y siniestros bribones se codeaban por todas partes y principalmente en las gradas de la catedral. Miguel no vacilaba en mezclarse con esa turba pintoresca, en observarla con una curiosidad atenta y divertida. Don Rodrigo se divertía menos, siempre en pos del dinero necesario para mantener a la familia. Sus dos hijas Andrea y Magdalena, ya que Luisa había profesado en el convento de las carmelitas de Alcalá, llevaban una vida libre y placentera, cortejadas por un enjambre de galanes que les daban serenatas por la noche y las visitaban de día. Los visitantes sabían hacerse bien ver con sus presentes que no siempre carecían de valor. Las dos jóvenes no eran mujeres perdidas, pero sabían medrar con la generosidad de sus pretendientes: una promesa de casamiento incumplida podía dar lugar a un provechoso proceso. En verdad, la familia de Miguel era una curiosa familia. 

Mientras tanto, a don Rodrigo le embargaron los bienes por deudas. Andrea reivindicó la propiedad de algunos de aquellos bienes, lo que mostraba que había sabido espabilarse muy bien. El pobre don Rodrigo decidió irse con la música a otra parte una vez más y regresó a Madrid con los suyos. 

Miguel tenía diecinueve años. Asistía a la cátedra de gramática del estudio de la villa, componía poemas de circunstancias y merodeaba por las calles de la nueva capital en donde genoveses, milaneses y florentinos monopolizaban los negocios en lugar de los judíos expulsados. Algunos de aquellos italianos se hicieron familiares de la casa de los Cervantes, atraídos por el encanto de las dos mozas. La hermosa Andrea se hizo la enfermera y consoladora de uno de ellos. Al regresar a su patria curado y sano, el rico mercader manifestó su gratitud con un generoso donativo, una especie de dote que facilitaría el casamiento ulterior de la interesada. Nada permite afirmar que la liberalidad del italiano recompensaba algo más que la abnegación de una enfermera cuidadosa. 

Por las calles de Madrid, Miguel encontró fortuitamente a uno de sus condiscípulos de Sevilla, Mateo Vázquez, cuyo origen novelesco le abrió las puertas de un envidiable porvenir. Un gran señor eclesiástico de quien se murmuraba que era el padre de Mateo le tomó bajo su protección y le facilitó una brillante carrera. A Mateo le encantó poder escapar al ambiente engolado en que vivía gracias a la compañía de Miguel y a sus interminables conversaciones sobre literatura y poesía, temas que Mateo no podía abordar en sus nuevas funciones. Se presume que por la intervención de su amigo Mateo Vázquez, Cervantes fue agregado al séquito de Julio Acquaviva como criado. El napolitano Acquaviva, camarero del Papa, hijo del duque de Atri, futuro cardenal había llegado a Madrid encargado por el Vaticano de una misión sobre diferencias entre las jurisdicciones eclesiástica y real en Italia. Con el fallecimiento de la reina y las preocupaciones del rey, la acogida no fue alentadora y Acquaviva se consagró al conocimiento de la lengua y de la clase dirigente antes de regresar a su país. 

Los grandes de aquel tiempo tenían su casa, un enjambre de empleados y de criados con atribuciones mal definidas. Cervantes se halló colocado en el séquito y acompañó a su amo a Italia. Cervantes supo apreciar el encanto de aquella tierra de la que siempre se rememoró con nostalgia. 

Le sedujeron de inmediato los paisajes armoniosos, las ricas ciudades, los monumentos venerables. Fue sensible a la vida libre de Italia, a la alegría amable de la gente, a la belleza y el desenfado de las mujeres, a la ausencia de temores en lo que tocaba a la religión o a la moral. Le impresionó la abundancia y la suculencia de la mesa tan alejadas de la austera frugalidad española. Al leer las páginas que consagró más tarde a Italia se entiende mejor la rigidez, el constreñimiento, la severidad y la pobreza de la vida de España en aquel tiempo. 

La existencia envarada, la atmósfera de cautela sigilosa del Vaticano no colmaban las aspiraciones de Cervantes, reducido a la condición de criado subalterno. En Roma no se hablaba más que de los turcos, de la guerra que se preparaba contra ellos. Miguel pensó que la carrera de las armas le prometía un porvenir más envidiable y se alistó en el tercio de don Miguel de Moneada, concentrado en Nápoles, diezmado a lo largo de innumerables batallas y que era preciso reforzar con soldados recién enganchados. Miguel . 

Miguel de Cervantes Saavedra, ...se incorporó a la compañía del capitán Diego de Urbina que le manifestó de inmediato simpatía. La vida militar no le impedía el encuentro con los buenos ingenios y el conocimiento de las grandes obras literarias. Miguel aprovechó aquella etapa de su vida para perfeccionar y completar su formación artística. 

La Liga Santa contra la amenaza de los turcos en el Mediterráneo, es decir Venecia, el Papa y España, reunió sus galeras y puso a sus tropas en pie de guerra bajo el mando de don Juan de Austria, hermano de Felipe II y bastardo de Carlos V. 

El Tercio de Moncada, ya completo en Nápoles, recibió la orden de reunirse con don Juan en Génova donde se concentraban las fuerzas. Cervantes embarcó en la galera Marquesa, en medio de una soldadesca brutal, pendenciera y cruel pero capaz del mayor heroísmo. 

Con las galeras sobrecargadas, las borrascas y el hacinamiento hicieron la navegación interminable y penosísima. En Génova, las galeras del Papa eran un modelo de orden, bien pertrechadas, con una tropa bien pagada y bien mandada. Contrastaban con las naves venecianas, no ya por el material sino por los hombres y la disciplina. Los arrogantes venecianos repugnaban someterse a la autoridad de un jefe tan joven y no aceptaban poner sus naves al servicio del transporte de tropas 

Por fin después de una larga negociación la armada se hizo a la mar el 15 de septiembre de 1571 dividida en tres escuadras, con rumbo a Corfú. La expedición no tenía nada de una travesía de placer por el Mediterráneo. Resulta imposible representarse la abominable situación de miles de soldados hacinados hasta el límite de lo posible en las exiguas galeras en que la tripulación y los galeotes ya vivían con estrechez en tiempo ordinario. 

La escala en Corfú llegó como una bendición del cielo, pero la isla no era tan sana como hermosa. Miguel enfermó y tuvo que refugiarse en un rincón de la galera, temblando y delirando de fiebre. Se reanudó la navegación, Cervantes empezó a mejorar y el 7 de octubre se hizo oír el zafarrancho de combate. Miguel, con las piernas que flaqueaban, empuñó el arcabuz a pesar de que sus jefes le gritaban que su estado no le permitía participar en la batalla. 

En lo más encarnizado de la pugna un proyectil le alcanzó la mano izquierda e inmediatamente después cayó herido con dos tiros en el pecho. El encuentro tuvo lugar a la altura de Naupacte, más conocida con el nombre de Lepanto

El sultán Selim II había juntado una potente escuadra al mando de Ah Pacha. Don Juan disponía de unas trescientas embarcaciones y Miguel de Cervantes Saavedra, ...cincuenta mil combatientes. Los turcos perdieron cerca de doscientas naves y más de quinientos cañones; tuvieron veinte mil muertos entre los cuales su almirante. Los cristianos perdieron ocho mil hombres pero libertaron a más de doce mil cautivos. 

Aquella gran victoria no tuvo las repercusiones esperadas. El embajador de Francia y el obispo de Aix mediaron entre los turcos y Venecia que trató con ellos, les cedió Chipre y abandonó la Liga en 1573. Los turcos volvieron a ser los amos del Mediterráneo y pudieron contar con la benevolencia del rey de Francia para el cual "los enemigos de mis enemigos son mis amigos, o por lo menos no son mis enemigos". 

Después de una primera cura, Cervantes ingresó en el hospital de Mesina. Por su conducta en el combate se le concedió una ventaja de tres escudos sobre su paga ordinaria y en tres ocasiones se le entregaron libranzas de veinte ducados cada una. Gracias a esto pudo subsistir en aquel hospital en donde, como en todos los de aquel tiempo, el enfermo sin recursos se moría de hambre o malvivía de limosna y donde enfermos fingidos despojaban a los vivos, a los moribundos y a los muertos. Después de seis largos meses, Cervantes salió curado del hospital, pero con la mano izquierda lisiada y anquilosada, lo que le valió el apodo de "manco de Lepanto" con que se le conoce, lo que ha hecho creer a menudo que perdió una mano o un brazo en aquella batalla. Aquel defecto físico no era entonces una causa de incapacidad militar. Miguel se incorporó al tercio de don Lope de Figueroa y participó en todas las campañas organizadas por Don Juan de Austria, principalmente la de Navarino y la expedición contra Túnez y La Goleta, que los turcos volvieron a tomar más tarde exterminando a los ocho mil españoles que allí se encontraban. 

Finalmente Cervantes fue a parar a Nápoles donde las comunicaciones con España eran frecuentes. Por los viajeros que llegaban se enteró de las comidillas de la corte y de que su amigo de antaño Mateo Vázquez era secretario de su majestad Felipe II. Con ello se dio cuenta de que sólo en la corte se podía medrar y no en los campos de batalla. También se informó de la situación de su familia, tan precaria como siempre, gracias a su hermano Rodrigo que se encontraba en Italia como soldado siguiendo el ejemplo de Miguel. Su padre contraía préstamos que reembolsaba tarde, mal o nunca; sus hermanas tenían pleito con jóvenes de alta alcurnia por oscuras razones de promesas no cumplidas. 

Con todo esto, Miguel juzgó llegada la hora de regresar a España. Consiguió cartas de recomendación para la corte del Duque de Sessa y del propio don Juan. Eran cartas halagüeñas en que se decía que aquel soldado era digno de recibir una merecida recompensa. 

Cervantes, con su licencia y sus cartas se embarcó en la galera Sol que zarpaba con rumbo a España a mediados de septiembre. La navegación fue de las más apacibles hasta que a la altura del puertecito de las Tres Marías, tres o cuatro navíos ligeros dieron caza a la galera cristiana. Iban al mando de Arnaute Mamí, renegado albanés que mandaba las galeras turcas de Argel. 

Entre los corsarios y marinos de Argel más temidos, los renegados eran numerosos. No faltaban cristianos ambiciosos de las riberas mediterráneas que se convertían al Islam para acceder a puestos de alta responsabilidad ni cautivos que renegaban de la fe cristiana para recobrar la libertad y emprender una provechosa carrera de corsario. La galera Sol, después de un inútil combate, cayó en manos de Dalí Mamí, renegado griego. 

Cervantes se vio encadenado y cautivo junto con su hermano Rodrigo, que le acompañaba en aquel viaje. Los cautivos eran un bien de alto precio. Capturados en el mar cuando los turcos apresaban una nave o en las costas españolas durante una de las incursiones tan frecuentes en aquel tiempo, tenían un doble valor comercial. Constituían una mano de obra barata, que se podía explotar a voluntad, que se podía vender en los mercados de esclavos cuando eran gente del montón cuyos allegados carecían de recursos para pagar un rescate. Los cautivos de buena alcurnia se convertían en preciosos rehenes cuyas familias comprarían la libertad a precio elevado. Según la norma, Cervantes pertenecía a la primera categoría. Pero con las cartas de don Juan y del duque de Sessa que le encontraron, pasaba por un personaje importante cuyo rescate sería fructuoso. 

El prisionero tenía actitud altanera y afectaba muchos humos, con lo que reforzaba el juicio de sus carceleros. Cervantes se encontró encerrado, encadenado y estrechamente vigilado en la casa de su amo Dalí Mamí, empecinado en su error respecto a la condición social de su cautivo del que esperaba un rico rescate. Con ello y con la pena de saber a su hermano en la misma situación, el estado físico y moral de Cervantes se encontraba visiblemente afectado, lo que llevó a Dalí Mamí a temperar los rigores del encierro. 

Miguel se aprovechó de esta mejora para organizar con otros cautivos su huida a Oran, en poder de los españoles desde 1509. Abandonados por el moro que había de guiarles, los fugitivos fueron capturados, lo que acarreó nuevos rigores al menos durante algún tiempo. 

El valor, la elocuencia, la cordura de sus consejos, la capacidad para sostener los ánimos de sus compañeros hicieron de Cervantes un conductor de hombres reconocido por todos. Preparó la huida o negoció el rescate de muchos cautivos, intervino como mediador en los conflictos y las discordias. Nunca más volvió a gozar de tal prestigio y de tal estatuto de jefe. 

En Madrid, la familia vivía en la ansiedad. A la situación, tan precaria como siempre, se añadía el tormento de las prisiones de los dos hijos. Las mujeres de la familia tomaron los velos de luto de las viudas y recorrieron las antecámaras para hacer libertar a los dos jóvenes, únicos sostenes de la familia según ellas decían, silenciando la existencia del pobre don Rodrigo. 

En España el cautiverio en Argel era un problema nacional. Ya en el siglo XII se fundó la Orden de la Santa Trinidad para el rescate de los cautivos. Con su acción eficaz las liberaciones alcanzadas llegaron a novecientas mil. 

Por otra parte, en el siglo XIII nació en Barcelona la Orden de Nuestra Señora de la Merced con el mismo fin. Entre Trinitarios y Mercedarios, la emulación rayaba en la rivalidad. La mendicidad para recoger fondos y verdaderas campañas para suscitar donativos por parte de los ricos eran el medio de obtener las sumas necesarias para pagar los rescates exigidos. 

Los argelinos dispensaban buena acogida a los religiosos negociadores provistos del dinero recogido en España y se entregaban con ellos a un encarnizado regateo para alcanzar el mayor número de rescates con las sumas disponibles. Verdaderos cargamentos humanos de esclavos rescatados salían así para España. 

La madre y las hermanas de Cervantes llamaban a todas las puertas para obtener el rescate de Miguel y de Rodrigo y no descuidaban la posibilidad de conseguir la intervención de los Trinitarios o de los Mercedarios. Miguel por su parte multiplicaba memorias y peticiones sin olvidar la menor posibilidad de huida que se pudiera presentar. Una de las tentativas más sonadas tuvo lugar cuando se esperaba la llegada a Argel de un nuevo gobernador con título de rey, Azán Bajá, renegado veneciano conocido por su codicia y su crueldad. 

En aquel momento se hallaban en Argel dos hermanos de la Merced encargados de negociar el rescate de un número de cautivos tal que sobrepasara todo lo que los Trinitarios habían conseguido hasta entonces. Con la llegada de Azán los costes del rescate aumentaron hasta el punto que uno de los religiosos tuvo que quedarse como rehén para permitir la salida de su compañero con ciento doce cautivos rescatados, entre los cuales iba Rodrigo, el hermano de Cervantes. Este le encargó que fuera a las Baleares para fletar una embarcación que acostara cerca de Argel. 


Miguel había conseguido esconder a catorce compañeros en una cueva en la que algunos se encontraban desde hacía seis meses. Contaba con la complicidad de un renegado de Melilla de quien se servía para mandar provisiones y noticias a la cueva. Con la llegada inminente del navío salvador, Cervantes se unió a sus amigos escondidos. Cuando la fragata se puso a cruzar en lontananza y a deslizarse hasta la ribera, unos pescadores descubrieron la extraña maniobra y advirtieron a las autoridades. Los soldados turcos capturaron a la tripulación así como a los fugitivos de la cueva, denunciados por el renegado. Cervantes interrogado por Azán Bajá en persona asumió la entera responsabilidad del caso. El gobernador indultó a los culpables y se apropió de ellos después de indemnizar a sus respectivos dueños. 

El incorregible cautivo escribió poco después una carta al comandante de la guarnición española de Oran con un proyecto para la toma de Argel, combinando una operación militar de los oraneses con la insurrección de los miles de cautivos que se hallaban en la ciudad. El mensaje fue interceptado, la carta cayó en manos de Azán. El mensajero fue empalado y a Miguel lo condenaron a recibir dos mil palos en el vientre y en la planta de los pies, lo que había de acarrear una muerte lenta y cruel, pero, inexplicablemente, la sentencia no se ejecutó. 

Los dos años de cautiverio que acababan de transcurrir pesaban lo suyo en el espíritu del cautivo. No paraba de lanzar llamadas de socorro a sus amigos, a los jefes bajo cuyas órdenes sirvió, a su familia. Los padres, las dos hermanas y Rodrigo recién llegado de su cautiverio redoblaban sus esfuerzos para obtener el rescate de Miguel. Rodrigo consiguió abrir nueva información sobre los méritos militares de su hermano. Numerosos compañeros de combate testimoniaron en su favor y recordaron su heroísmo en Lepanto El padre trataba de cobrar una vieja deuda impagada. La madre y las dos hermanas acudían al convento de los Mercedarios que nada podían por falta de recursos: su hermano en religión que se había quedado como rehén en Argel seguía sin rescatar.

En aquel entonces, los Trinitarios preparaban un nuevo rescate que sobrepasara el éxito reciente de sus rivales Mercedarios. La familia de Cervantes puso en ellos sus últimas esperanzas. 

Dos noticias sumieron al cautivo en la mayor aflicción: la derrota y la desaparición en Marruecos del rey de Portugal don Sebastián; la muerte en una hostería de Flandes de don Juan de Austria, su jefe tan querido. 

Miguel lloraba amargamente la muerte de los dos héroes. Una vez más Cervantes organizó una tentativa de evasión con la complicidad de un mercader que adelantó mil trescientas doblas para la compra de una fragata. Más de sesenta cautivos estaban en el ajo. 

Un fraile dominico denunció el proyecto a un renegado, familiar del gobernador. Miguel asumió toda la responsabilidad, pero por tercera vez se le perdonó la vida. 

En la primavera de 1580 el navío de los Trinitarios llegó a Argel y empezaron a negociar los rescates más fáciles. En el mes de agosto salió para Valencia un grupo de ciento ocho rescatados. Fray Juan Gil seguía en Argel negociando los casos más difíciles y costosos. El Trinitario se interesó por Miguel de quien le decían mucho bien a pesar del testimonio de un dominico contra algunos cautivos indignos y principalmente contra Cervantes. La maquinación del dominico fracasó y fray Juan Gil aceleró las negociaciones para el rescate de Miguel. 

El Trinitario no disponía más que de un tercio de la suma exigida por Azán Bajá. Este había llegado al término de su mandato y su salida para Constantinopla era inminente. A principios de septiembre las naves de Azán estaban dispuestas para zarpar. Miguel y otros compañeros embarcaron en ellas encadenados en los bancos de los remeros. En el último momento fray Juan Gil se personó en el puerto con el notario que establecía las actas de rescate. El Trinitario había obtenido de los mercaderes establecidos en Argel la suma que faltaba. Miguel pudo desembarcar, al fin libre, el 19 de septiembre de 1580. después de más de cinco años de cautiverio. 

Hacía tiempo que había cumplido los treinta. En esta primera parle de. la vida de Cervantes se halla lo que Francisco Navarro Ledesma narra en "El Ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra " condensado fiel y sucintamente. Lo que Navarro Ledesma cuenta en 136 páginas con 87500 palabras se encuentra condensado en ocho páginas y 4300 palabras. Ahora bien, la narración de Navarro Ledesma es hasta cierto punto una especie de cuento de hadas o de relato hagiográfico con una parte de verdades admitidas y otra de fabulación novelesca. Vamos a examinar lo uno y lo otro a través de lo que dicen tres autores de hoy, pero antes de hacerlo hay que tener en cuenta que hasta hace poco las biografías de Cervantes se compusieron recurriendo con frecuencia a la fantasía del autor por falta de documentos y de informaciones seguras. 

Jean Canavaggio dice: “La mayoría de las Vidas de Cervantes son relatos novelados". Los tres autores a los que me refiero son: - Jean Canavaggio en ”Cervantes. En busca de un perfil perdido" en su traducción al español publicada por Espasa Calpe en 1992.-Martín de Riquer en la introducción de la “Aproximación al Quijote" de 1970. - Fernando Arrabal en  "Un esclave nommé Cervantes" versión francesa de 1996. 

Todos los autores están de acuerdo sobre la fecha del bautizo de Cervantes, puesto que se encontró la partida de bautismo del 9 de Octubre de 1547 pero no precisan la del nacimiento. Se supone que pudo ser el 29 de septiembre, día de San Miguel a causa del patronímico dado al recién nacido. Un punto oscuro del que no habla Navarro Ledesma se refiere a la ascendencia del autor del Quijote, familia de judíos conversos según se dice. Martín de Riquer en una corta alusión, desmiente tal alegación. Canavaggio habla de su ,”presunta pertenencia a la casta de los descendientes de los judíos conversos" y admite que no presentó nunca la prueba tangible de su limpieza de sangre, acreditada por meros testimonios, pero finalmente no se pronuncia y deja en suspenso la cuestión. 


Por lo que se refiere a Arrabal no caben dudas en este dominio: la familia de Cervantes pertenecía a la casta de los conversos. Vivía en el corazón de la judería, sus ascendientes eran juristas, mercaderes, médicos, profesiones propias de la raza judía; además, las mujeres de la casa sabían leer y escribir otra característica hebraica. El pleito queda zanjado sin apelación. Notemos de paso, que estigmatizando los horrores de la inquisición, Arrabal alude a Estalin, al asesinato de Trotski, a las violencias verbales de Bretón y los superrealistas, y a un conflicto con Sartre, provocado por Goytisolo respecto a la publicación de una obra del propio Arrabal lo que aparece como una digresión incontrolada que no nos sorprende por parte de un escritor tan efervescente y, a mi ver, perfectamente irresponsable. 

Un punto que merece aclararse es el de la infancia, la formación y la adolescencia, ampliamente tratadas por Navarro Ledesma. Martín de Riquer habla de esta época en términos meramente hipotéticos: “,nada se sabe de seguro sobre los primeros estudios de Cervantes", "cabe la sospecha de que...", "es poco lógico pensar...". ,"es de suponer..." ,"Cervantes jamás lo hubiera hecho ". Arrabal evoca los acontecimientos históricos de la época, pinta a su manera los usos y costumbres de la sociedad, alude a episodios anecdóticos sobre la familia de Miguel pero deja al margen precisiones biográficas circunstanciadas. 

Por su parte, Canavaggio se muestra prudentísimo en sus afirmaciones, ya que "durante siglos no se ha sabido prácticamente nada de sus años de infancia y adolescencia". Evoca las peregrinaciones de Rodrigo, padre de nuestro héroe, pero no puede precisar hasta que punto su familia le acompañó en ellas. También menciona las suposiciones que se hicieron sobre la formación escolar y estudiantil de Miguel pero no las corrobora en lo más mínimo. 

Navarro Ledesma, en su propósito de forjar una aureola inmaculada, omite deliberadamente un acontecimiento importante mencionado por nuestros tres autores. 

En septiembre de 1569 un mandamiento real para la captura de un Miguel de Cervantes por  "haber dado ciertas heridas en nuestra corte a Antonio de Sigura" "condenado a que con vergüenza pública, le fuese cortada la mano derecha, y en destierro de nuestros reinos por tiempo de diez años. " Martín de Riquer supone que el rigor de la pena se explica porque Antonio de Sigura era intendente de las construcciones reales y porque el delito se cometió en el recinto del real alcázar, lo que la ley reprimía duramente. De todos modos, tres meses después Cervantes se encontraba en Roma huyendo de la terrible sentencia. 

Canavaggio, para consolar a los idólatras cervantistas, no excluye la posibilidad de que existiera un segundo Miguel de Cervantes, autor del desaguisado. Nuevo punto obscuro. Jean Canavaggio, aludiendo al perfil psicológico de Cervantes, escribe: "Tal vez revele tendencias masoquistas, incluso una homosexualidad latente, como se ha sostenido hace poco. Quien se lance a la búsqueda de imágenes obsesivas, si no quiere atenerse a una triste reunión de fantasmas dispuestos a gusto del clínico, debe emplear la prudencia ".

Fernando Arrabal no necesita la prudencia para nada. Afirma que Cervantes es hombre de aire afeminado y de sexualidad heterodoxa. Según él dos miembros de la compañía de teatro de Lope de Rueda le iniciaron, a la edad de diecisiete años, a “las delicias e inquietudes de la sensualidad". 

El bailarín de la compañía, Alonso Getino de Guzman, y un tramoyista “permitieron a Cervantes descubrir los laberintos, infiernos y edenes de la sexualidad". Más adelante narra el episodio de Cervantes al servicio del cardenal Julio Acquaviva y dice “durmiendo bajo el techo de Acquaviva, así pasó casi un año encadenado al lecho de su amo y señor antes de presentir el fin de la romanza". 

Posteriormente, aunque el libro se detenga antes del cautiverio de Cervantes, Arrabal da a entender claramente que Miguel fue el "querido " del bey de Argel. Si Navarro Ledesma idealiza a Cervantes, Arrabal se empeña en erigirle un pedestal de ignominia. A lo largo de su libro, presenta a su familia como una pandilla de hombres y mujeres indignos, gente poco recomendable, entregada a la mentira y a la falsificación de los hechos, ávida de riquezas, que vive de enredos, de galanterías y de corrupción. 

Por lo que toca al interesado, ademéis de su homosexualidad, denuncia la impostura de su heroísmo militar. Según Arrabal en Lepanto, Cervantes estaba enfermo de miedo y huyó de la batalla ocultándose en el sollado de la galera Marquesa. Sus gloriosas heridas no fueron más que una patraña forjada por el mismo Cervantes. 

El libro de Arrabal se detiene antes del cautiverio en Argel. La segunda parte que deja esperar promete nuevas revelaciones del mismo jaez. 

Por lo que se refiere a Martín de Riquer no encontramos en él gran cosa que difiera de la narración tradicional tanto en lo que toca a Lepanto como a la cautividad en Argel. 

Jean Canavaggio, se atiene siempre a la mayor prudencia. Pone de relieve la falta de informaciones irrefutables sobre la estancia en Italia, la imposibilidad de precisar los desplazamientos y las actividades de Cervantes durante largos espacios de tiempo, pero cuando aborda el capítulo de Lepanto no opone ningún reparo en lo que se refiere a la conducta ejemplar de Cervantes y a sus heridas.

“,¿Qué ha sido de nuestro arcabucero, al que habíamos dejado en su lecho de dolor?. El testimonio de sus compañeros es formal. A pesar de su fiebre se presentó en el puente antes de entablarse el combate.. El esquife constituía... un puesto de combate particularmente peligroso. El valor de Cervantes está fuera de duda". Canavaggio habla de las heridas de Cervantes, de su estancia en hospital de Mesina, pero no se pronuncia sobre la realidad de una visita de don Juan a los heridos, sobre el aumento de la soldada de nuestro héroe y precisa que recibió tres socorros de veinte ducados cada uno no a título personal sino como todos sus camaradas. 

Respecto a la participación de Miguel a las campañas ulteriores y a sus desplazamientos, nuestro autor evita las afirmaciones tajantes y se muestra circunspecto ante las informaciones no confirmadas documentalmente. Al hablar del regreso a España, nos informa de que el encuentro de la galera Sol con los piratas berberiscos frente a las Saint es Maries de la Mer como se decía hasta hace poco, es inexacto, ya que tuvo lugar no lejos de Cadaqués o de Palamós, a las puertas de casa por así decir. 

Tanto Martín de Riquer como Jean Canavaggio narran el cautiverio en Argel sin discrepar fundamentalmente de lo que cuenta Navarro Ledesma. Ensalzan la gallardía y la entereza de Cervantes y describen sus cuatro tentativas de evasión sin deferir de lo que ya sabemos, de la misma manera que dan cuenta de su rescate. 

Sin embargo, Jean Canavaggio se interroga sobre la mansedumbre con que se castiga a Cervantes después de cada huida fracasada y enumera las diversas intervenciones en su favor de las que se ha hablado. Pero no omite que  “Otra explicación apuntada hace poco querría que Hassan, cuyas costumbres conocemos, hubiera cedido a la seducción que Miguel ejercía sobre todos los que a él se acercaban... .¿Atractivo reciproco?...Algunos han observado que el autor del Quijote, al término de su cautiverio, había sido objeto de acusaciones cuyo tenor ignoramos.. .De modo paralelo han subrayado la importancia que reviste la homosexualidad en las piezas inspiradas por esta experiencia., ¿hay que ver en esa obsesión el indicio de una inclinación inconfesada de un individuo reputado como casto y recogido una inclinación reprimida hasta el punto de revestir las marcas de la repulsión más viva? ". 

Esto queda muy lejos de las tajantes afirmaciones de Arrabal. Jean Canavaggio es un biógrafo serio y prudente. El rescate y la liberación de Cervantes no dan lugar a ninguna observación particular. 

Cervantes y don Juan de Austria. De E. Cano de la Peña. MNP

Con esto ponemos punto final a una tentativa para mostrar que nos hallamos ante una biografía obscura, en el momento en que con sus treinta y tres años, la “edad de Cristo", Miguel de Cervantes da fin a la etapa heroica de su existencia para entrar en una vida asendereada y prosaica.

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