Poco desviados de allí hicieron alto estos tres carros, y cesó el enfadoso ruido de sus ruedas, y luego se oyó otro, no ruido, sino un son de una suave y concertada música formado, con que Sancho se alegró, y lo tuvo a buena señal; y así, dijo a la duquesa, de quien un punto ni un paso se apartaba:
— Señora, donde hay música no puede haber cosa mala.
MIGUEL DE CERVANTES
El Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha, II, XXXIV
Ensemble Guerrero. Fotografía de Concha Cano
Juan Ignacio Díaz Hellín, Piano
Juana Molinero, Soprano
Isabel Egea, Mezzosoprano
Emiliano Cano, Tenor
Rodrigo Guerrero, Barítono y Director
El domingo, 18 de febrero de 2018, el Ensemble Guerrero, presentó en el Ateneo de Madrid, un Concierto titulado, Las líneas en torno a Manuel de Falla, con un variado e interesante programa, cuyas piezas estaban seleccionadas, justamente, en torno a tres etapas relacionadas con la evolución artística del gran compositor nacido en Cádiz, y exiliado en Argentina.
Primera Línea. Sus Fuentes: Con piezas de Tomás Luis de Victoria, Francisco Guerrero, Juan Vásquez y una Tonada popular granadina.
Segunda línea. Su Círculo: Con obras del propio Falla, como la conocida Danza del Molinero, de El Sombrero de Tres Picos; Ave María, de Stravinsky, y Dieu qu’il la fait bon regarder, (de las Trois Chansons de Charles d'Orlèans) de Claude Debussy.
Tercera línea. Su Herencia: Para la sepultura de don Quijote, de Tres Epitafios (Op. 17), de Rodolfo Halffter; Ojos claros, serenos (Gutierre de Cetina), con música de Valentín Ruíz Aznar; Cien jinetes enlutados, de Juan Alfonso García, y Nocturnos de la Ventana, de Francesc Vila.
Me gustaría extenderme en detalles, tanto sobre los compositores, como con las obras -algunas de ellas, basadas en textos fundamentales, también en la literatura castellana- y en esta ocasión, también en cada uno de los componentes del extraordinario Ensemble Guerrero, cuyo trabajo nos ha permitido escuchar piezas poco frecuentes en los conciertos; todas ellas interpretadas con excelente calidad y, ¿por qué no decirlo? con una dosis de simpatía, que no restó en absoluto solemnidad al evento, pero sí le aportó un matiz de ligereza, que a su vez contribuyó a que la velada se hiciera corta, lo que provocó el regalo de dos bises.
Surgirán oportunidades, no tengo la menor duda, para volver sobre el Ensemble Guerrero y sus componentes, pero entre tanto, quisiera ahora centrarme en una pieza de la última parte del programa; el Epitafio Para la Sepultura de don Quijote, por razones tan obvias como son mis nunca disimuladas preferencias por Cervantes, que aprovecharé asimismo, para exponer, cómo y por qué surgió para Rodolfo Halffter, el deseo, o quizás la necesidad de componer sobre los Tres Epitafios –de don Quijote, de Dulcinea y de Sancho, los dos últimos, también contenidos en la obra de Cervantes-, en una bellísima composición que, sinceramente, gracias a este concierto he tenido la oportunidad de escuchar por primera vez.
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LA MUERTE DE DON QUIJOTE
Capítulo LXXIV. De cómo don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte. Fragmentos. (Fin de la Segunda Parte).
Como las cosas humanas no sean eternas, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba.
El médico dijo que por sí o por no, atendiese a la salud de su alma, porque la del cuerpo corría peligro, y que melancolías y desabrimientos le acababan.
Don Quijote lo oyó con ánimo sosegado y rogó que le dejasen solo, porque quería dormir un poco, así y durmió de un tirón, como dicen, más de seis horas. Despertó al cabo del tiempo dicho, y, dando una gran voz, dijo:
–Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia. Y añadió:
La muerte de don Quijote, pintura de José López Tomás.
Museo de Bellas Artes, Valencia
–Yo, señores, siento que me voy muriendo a toda priesa. Traíganme un confesor que me confiese y un escribano que haga mi testamento.
Acabóse la confesión, y salió el cura, diciendo:
–Verdaderamente se muere, y verdaderamente está cuerdo Alonso Quijano el Bueno.
Comenzó Sancho a hacer pucheros y a derramar lágrimas.
–¡Ay! No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado.
Entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió.
Viendo lo cual el cura, pidió al escribano le diese por testimonio como Alonso Quijano el Bueno, llamado comúnmente don Quijote de la Mancha, había pasado desta presente vida y muerto naturalmente; y que el tal testimonio pedía para quitar la ocasión de algún otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase falsamente, y hiciese inacabables historias de sus hazañas. -como había hecho, de forma hartera, un supuesto “Avellaneda”-.
Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero.
Sansón Carrasco le puso éste [epitafio]:
Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto estremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.
Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma:
–Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte.
A despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio; a quien advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja.
Vale.
Fin
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Capitulo LII -final de la primera parte.
Pero el autor desta historia, puesto que con curiosidad y diligencia ha buscado los hechos que don Quijote hizo en su tercera salida, no ha podido hallar noticia de ellas, a lo menos por escrituras auténticas. Ni de su fin y acabamiento pudo alcanzar cosa alguna, ni la alcanzara ni supiera si la buena suerte no le deparara un antiguo médico que tenía en su poder una caja de plomo, que, según él dijo, se había hallado en los cimientos derribados de una antigua ermita que se renovaba; en la cual caja se habían hallado unos pergaminos escritos con letras góticas, pero en versos castellanos, que contenían muchas de sus hazañas y daban noticia de la hermosura de Dulcinea del Toboso, de la figura de Rocinante, de la fidelidad de Sancho Panza y de la sepultura del mesmo don Quijote, con diferentes epitafios y elogios de su vida y costumbres.
Y los que se pudieron leer y sacar en limpio fueron los que aquí pone el fidedigno autor desta nueva y jamás vista historia.
Las palabras primeras que estaban escritas en el pergamino que se halló en la caja de plomo eran estas:
Los académicos de la Argamasilla, lugar de la Mancha, en vida y muerte del valeroso don Quijote de la Mancha, «hoc scripserunt». Y siguen los epitafios de Sancho Panza, cuyos últimos versos, son estos:
¡Oh vanas esperanzas de la gente,
cómo pasáis con prometer descanso
y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño!
Y el de Dulcinea:
Fue de castiza ralea
y tuvo asomos de dama;
del gran Quijote fue llama
y fue gloria de su aldea.
Con un verso de Ariosto, contenido en el Orlando Furioso -XXX, 16,
Forse altro canterà con miglior plectro-,
termina Cervantes esta parte de El Quijote, y con él nos proporciona la ocasión de referirnos al mejor plectro, en esta ocasión, el de Rodolfo Halffter.
Tras aclarar que el plectro, que procede de la palabra griega πλήκτρον, [plíctron] es la púa que se emplea para tocar instrumentos de cuerda, y que también se emplea poéticamente, como inspiración, nos permitimos, citar, justo el siguiente verso de Ariosto:
Io sono a dir tante altre cose intento.
Estas altre cose, serán, pues, los nexos que, de uno u otro modo surgen y aproximan identidades, entre algunos creadores españoles del siglo XX, en torno a la luz del astro del inmortal Cervantes. Aunque intentaré describir, en la medida de mis posibilidades, al menos, los relativos a Rodolfo Halffter, también podemos hallarlos, entre otros, en el compositor que encabeza el programa del Ensemble Guerrero; Manuel de Falla, cuyas líneas recorreremos brevemente. Pero hay más, como se verá a continuación.
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Don Quixote, de Edward John Gregory. England, 1850-1909
El exilio puede revestir mil formas diferentes; el de Cervantes, fue un exilio interior, provocado por la falta de su merecido reconocimiento en vida, aunque todo el mundo conociera a don Quijote.
Fue víctima de una especie de plagio de su obra maestra, cuyo objetivo era hacer fracasar su propia Segunda Parte del Ingenioso Hidalgo, ya convertido en Caballero.
El Lepanto tuvo la mala fortuna, no sólo de perder el movimiento de un brazo, sino que también le fue arrebatada la laudatoria hoja de servicios firmada por don Juan de Austria.
El Lepanto tuvo la mala fortuna, no sólo de perder el movimiento de un brazo, sino que también le fue arrebatada la laudatoria hoja de servicios firmada por don Juan de Austria.
Se le ofrecieron trabajos duros, peligrosos y mal pagados, como el de requisar víveres para la “Gran Armada”, o el de recaudar impuestos atrasados; un menester que nunca se encomendaba a cristianos viejos, y que al inmortal le causó la ruina y le llevó a la cárcel.
Por último, fue despachado con un “Busque por acá...” (1) cuando solicitó un empleo en Indias, de aquellos que también estaban reservados para cristianos viejos. En fin, que, hasta la fecha -exceptuando la estancia en su exilio interior-, no sabemos cómo ni de qué vivió uno de los principales escritores del mundo y del que hasta los huesos se han extraviado.
(1) ...acordóse denegar la petición, paliándola con las palabras siguientes: "busque por acá en que se le haga merced".
(1) ...acordóse denegar la petición, paliándola con las palabras siguientes: "busque por acá en que se le haga merced".
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Thomas Mann, el Nobel alemán, al parecer, conocía la pintura de El Greco -otro exiliado-, y poco más, en relación con España. Pero cuando él mismo, antiguo simpatizante del nacional socialismo -opinión que le costó gravísimas y dolorosas discusiones con su hermano Heinrich-, comprendió lo que estaba pasando, y aun lo que iba a pasar en Europa, también emprendió el camino del exilio, y fue entonces cuando, para entretener la larga travesía por mar hacia América: 19 a 29 de mayo de 1934-, leyó El Quijote, en la traducción del poeta e hispanista alemán, Ludwig Tieck.
Estaba entonces escribiendo Mann la tetralogía José y sus hermanos, y descubrió que la más bella muerte jamás contada por la literatura era la de don Quijote, lo que le hizo concluir, que, si él mismo no se sentía capaz de describir una muerte más hermosa que la descrita por Cervantes, no valía la pena la empresa.
No hay que entender en sus palabras un afán de superar a Cervantes, porque ése no era su estilo, sino, bien al contrario, quería dejar constancia de que tal objetivo era insuperable, razón por la cual hay que entenderlas más bien, como lo que son, un homenaje a una obra maestra, de la que Mann resalta muchos elementos de admiración, todos relativos a la humanidad del personaje-autor. Bien al contrario de la percepción descrita por Nabókov, a quien sólo se le alcanzó un objetivo de burla donde, en realidad, hay una dolorosa crítica.
Escribe Mann, por ejemplo, que Cervantes es excepcional, porque después de ridiculizar a los personajes que se enfrentan a Don Quijote, siente compasión por ellos, o destaca la gran dignidad de don Quijote, en un mundo plagado de indignidad, en ocasiones, en el entorno de la nobleza más rancia.
Thomas Mann se muestra igualmente conmovido por la humanidad de Cervantes y por su libertad al llegar a la solidaridad casi total del autor con su héroe; por la tendencia a equiparar su nivel espiritual con el propio, a convertirlo en portavoz de las propias convicciones y opiniones.
Lübeck, la ciudad natal de Thomas Mann, fue completamente arrasada por la aviación aliada al final de la Segunda Guerra Mundial
Harold Bloom (nacido en Nueva York, en 1930), también ha declarado al respecto: Nunca se ha escrito nada más grande que El Quijote.
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Rodolfo Halffter Escriche (Madrid, 1900 - México, 1987) fue el primer miembro de una familia de músicos españoles. Estudió en el Conservatorio de Madrid, aunque, sobre todo, fue un autodidacta que recibió muchos consejos de Manuel de Falla, a quien visitó por primera vez en Granada, en 1928.
Fue miembro del grupo de compositores conocido como Los Ocho; de la vanguardia musical iniciada por figuras como Debussy, Schömberg, Ravel, o Bartok, durante la época en que compuso sus mejores obras, a la vez que colaboraba como crítico musical del diario de Madrid, La Voz, siendo asimismo secretario de música del Ministerio de Propaganda del gobierno republicano, motivo por el que tuvo que exiliarse en 1939.
El violinista Samuel Dushkin y R. Halffter en México
Viajó a México, con su familia, invitado por el gobierno mexicano, decidiendo posteriormente nacionalizarse en aquel país. Antes del exilio ya había estrenado en España su composición Dos Sonatas de El Escorial en 1930, en homenaje a Antonio Soler.
En México fue profesor del Conservatorio Nacional de Música y director de las Ediciones Mexicanas de Música. Entre otras cosas, Halffter introdujo allí la música dodecafónica. Nunca dejó de componer y mantuvo siempre la línea y los principios de Los Ocho.
Volvió a España en varias ocasiones, para impartir cursos o dirigir conciertos, y en 1986 recibió el Premio Nacional de Música.
En 1924 Rafael Alberti escribió su poemario Marinero en Tierra, por el que recibió el Premio Nacional de Literatura y el año siguiente, Rodolfo Halffter escribió la música -op. 27-, para cinco de aquellos poemas.
En opinión de Tania Perón Pérez, de la Universidad de Oviedo, la llegada a México de los músicos exiliados españoles no fue en solitario ya que la figura de Miguel de Cervantes estuvo muy presente entre los muchos recuerdos que llevaron consigo de la cultura española al país azteca. Este recuerdo se vio reflejado sobre todo en la figura de don Quijote como punto de inspiración en numerosas composiciones, pero, no sólo de la mano de los autores españoles sino también de algunos compositores mexicanos que se vieron contagiados con este recuerdo que de alguna manera también consideraron como propio.
Rodolfo Halffter fue uno de los pilares de Los Ocho, quienes tenían grandes afinidades con sus contemporáneos, los poetas de la Generación del 27.
Adolfo Salazar Castro (Madrid, 6 de marzo de 1890-Ciudad de México, 27 de septiembre de 1958). Musicólogo, crítico, historiador, periodista y compositor.
Jesús Bal y Gay (Lugo, 1905 - Torrelaguna, Madrid, 1993), compositor y musicólogo.
Rosa García Ascot (Madrid, 8 de abril de 1902-Torrelaguna, 2 de mayo de 2002) fue compositora y pianista. Se casó con Jesús Bal y Gay en 1933.
Simón Tapia Colman (Aguarón, Zaragoza, 1906-México D.F., 13 de febrero de 1993) fue compositor y violinista.
Gustavo Pittaluga González del Campillo (Madrid, 1906 - Madrid, 1975). Compositor, director de orquesta y ensayista.
¿
Otto Mayer-Serra (Barcelona, 1904- Ciudad de México, México, 1968) Musicólogo. También emigró a México a principios de los años 40. Dio a conocer los primeros escritos sobre música mexicana del siglo XX, y sus estudios se convirtieron en la base del estudio sistemático de la música en México.
María Teresa Prieto Fernández de la Llana (Oviedo, 1896 - Ciudad de México, 1982) Compositora. Emigró a México durante la Guerra Civil.
Los autores españoles encontraron un México emergente tras la revolución de 1910, que llevó a la estabilización de los estamentos políticos y al resurgir económico y cultural, con la llegada, en 1934, de Lázaro Cárdenas al poder. Por lo tanto, la presencia de los músicos españoles en el panorama musical mexicano del momento incentivó las ideas compositivas que llevaban de Europa, pero, aun así, la angustia y la nostalgia que sufrían respecto a su país de origen, se vieron reflejadas en sus obras. Entre muchas de las maneras que aludieron a su tierra de origen, encontramos el Quijote como elemento de referencia debido a su carácter universal.
Manuel de Falla ejerció gran influencia sobre la mayor parte de los compositores del grupo, de forma indirecta, a través del análisis minucioso de sus obras, de la lectura meditada de sus escritos sobre música y músicos, y del respeto que inspiraba su ejemplar condición humana.
Rodolfo Halffter fue fundamental entre los músicos de la generación del 27 y entre los exiliados en México, y sus Tres Epitafios forman parte fundamental del recuerdo y homenaje a Miguel de Cervantes.
Cuando se celebró el cuarto centenario del nacimiento de Cervantes, tanto Halffter como otros compañeros exiliados y algunos músicos mexicanos, pusieron música a varios de sus textos, con el Quijote como protagonista.
Se estrenaron entonces, Dos letrillas de Adolfo Salazar, para coro mixto a capella; el Epitafio a la tumba de Don Quijote de Rodolfo Halffter, para coro mixto a capella; Oda a Don Quijote de Jesús Bal y Gay para pequeña orquesta; Quisiera te pedir, Nisida, de Luis Sandi (1905-1996), para coro mixto a capella; Homenaje a Cervantes para dos oboes y orquesta de cuerda de José Pablo Moncayo (1912-1958) y una Suite para orquesta, después titulada Homenaje a Cervantes de Blas Galindo (1910-1993). Además, se interpretó El retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla (1876-1946) en versión concierto.
La pieza de Halffter, el Epitafio a la tumba de Don Quijote, era la primera parte de los Tres Epitafios -que compuso a partir de 1947, pero que no terminó hasta 1953-, para coro a capella. La obra formó parte de la programación del I Festival Internacional de Música de Washington, en 1958, interpretada por The Howard University Choir y dirigida por Warner Lawson.
Los Tres Epitafios pasaron a ser un símbolo de España a través de la música, convirtiéndose en una obra muy difundida para el mundo coral, a lo largo del siglo XX.
Para La sepultura de Don Quijote; el Primer Epitafio, el compositor adoptó una estructura en forma de lied y una rítmica, muy empleada en la época de Cervantes. Del mismo modo, se aproxima a un ritmo de petenera, tan relacionado con la música de raíz hispana.
Finalmente, el drama del exilio que sufrieron, al igual que Rodolfo Halffter, numerosos intelectuales españoles, los llevó a plantear esta obra como una crítica al sistema que se estaba viviendo en aquel momento en España. A través de la música, Cervantes representaba la belleza, el orgullo y también la nostalgia, del país que había quedado lejos de forma indeseada.
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Líneas en torno a la biografía de Manuel de Falla
Manuel de Falla
Manuel María de los Dolores Falla y Matheu, nacido en Cádiz, en 1876, como sabemos, es uno de los compositores españoles más importantes de la primera mitad del siglo XX, junto con Albéniz, Granados, Turina y Rodrigo.
A los quince años prefería la literatura y el periodismo, y fundó, con un grupo de amigos, la revista literaria El Burlón y en 1890 participó en otra titulada El Cascabel, que después dirigió, pero en 1893, asistió a un concierto en Cádiz donde, al escuchar algunas obras de Grieg, descubrió que su vocación profunda, era la música.
Desde 1896 asistió al Real Conservatorio de Música y Declamación, en Madrid y en 1897 se trasladó definitivamente a la capital, donde terminó, con honores los estudios. Siguió después con solfeo y piano, terminando en 1899 los estudios oficiales; obtuvo el primer premio de piano y añadió el “de” a su apellido.
Entre otras obras, estrenó su Serenata andaluza y el Vals-Capricho para piano en el Ateneo de Madrid, dedicándose al mismo tiempo que componía, a impartir clases de piano.
En 1902 estrenó conoció a Joaquín Turina y colaboró en la composición de algunas zarzuelas.
En 1904, compuso la ópera La vida breve, en colaboración con Carlos Fernández Shaw, que ganó el primer premio de un concurso convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Aunque las bases del concurso estipulaban que el trabajo ganador debía representarse en el Teatro Real de Madrid, Falla hubo de esperar ocho años para dar a conocer su obra, en Niza.
La siguiente experiencia se produjo en París, a donde se dirigió aconsejado por Joaquín Turina. Allí conoció a Debussy, Ravel, Dukas, Albéniz, y Pablo Picasso, entre otros.
Debussy le aconsejó que tomara el flamenco como fuente de inspiración, consejo que Falla siguió en la composición de sus Noches en los jardines de España, obra en la que aplicó el impresionismo contemporáneo, pero con armonías, ritmos y sonoridades flamencas.
En parte, fueron las dificultades para estrenar La vida breve, a pesar del premio de la Academia de Bellas Artes, las que le animaron a marchar en 1907 a París, donde permaneció hasta el inicio de la Guerra del 14.
Habían pasado nueve años, cuando, el 12 de febrero de 1923, ya en Granada, Falla escribió a Zuloaga una carta en la que decía:
[...] para cuanto se refiere a mi oficio, mi patria es París. De no ser por París [...] yo hubiera tenido que abandonar la composición y dedicarme a dar lecciones para poder vivir.
Y fue precisamente al principio de aquella estancia en París cuando descubrió la verdadera Granada.
Había leído el libro de María Lejárraga -la esposa de Gregorio Martínez Sierra, que era quien firmaba sus obras-, Granada: guía emocional, e iba con frecuencia a visitar a Albéniz, que estaba muy enfermo. Allí coincidía con Ángel Barrios, que a veces tocaba a la guitarra Aires de Granada, para distraer al maestro. Justo entonces, creó el nocturno, En el Generalife, que después fue la primera parte de las Noches en los Jardines de España-, cuya inspiración surgió, sin duda, de aquellos momentos, a la vez, emotivos, dolorosos y creadores.
En 1908 Alfonso XIII le otorgó una beca para que pudiera permanecer en París y durante aquel periodo, se dedicó a la lectura exhaustiva de literatura francesa, quedando fuertemente impresionado por Víctor Hugo, cuya obra, Les Misérables, inspiró su obra Con afectos de júbilo y gozo.
En 1909 empezó a componer Noches en los jardines de España y el año siguiente, Trois mélodies, sobre textos de Théophile Gautier y conoció Igor Strawinsky, a Ignacio Zuloaga, a Joaquín Nin y a la pianista y clavecinista Wanda Landowska.
Manuel de Falla en París en 1913
En 1914 compuso las Siete canciones populares españolas, pero la Gran Guerra le hizo volver a España, donde a finales de año, estrenó, finalmente, La vida breve en el Teatro de la Zarzuela.
El 15 de enero de 1915, él mismo y Joaquín Turina recibieron un homenaje del Ateneo de Madrid, en cuyo transcurso se estrenaron las Siete canciones populares españolas, interpretadas por la soprano Luisa Vela, acompañada al piano por el compositor.
En abril estrenó la primera versión de El amor brujo en el Teatro Lara. Después se fue a Barcelona, donde permaneció seis meses. Invitado a pasar una temporada en Sitges por Santiago Rusiñol, terminó allí las Noches en los jardines de España.
En 1916 se hizo amigo de Ígor Stravinsky y de Sergéi Diágilev, que estaban en Madrid con los Ballets Rusos. Ya en 1917 estrenó en el Teatro Eslava la obra El corregidor y la molinera y en el otoño visitó Fuendetodos para asistir a la inauguración de un monumento a Goya.
Diagilev, de Valentin Sierov
En 1918 Falla participó en los actos celebrados en Madrid en memoria de la muerte de Claude Debussy, y de aquella ocasión procede una obra fundamental para guitarra, creada a instancias de Miguel Llobet: Le Tombeau de Claude Debussy; seis piezas para piano solo, de Dukas, Roussel, Malipiero, Goossens, Bártok y Schmitt; una para guitarra, de Falla, otra para violín y violoncello, de Ravel, una melodía de Satie y una adaptación para piano, extraída de la Sinfonías de instrumentos de viento, de Stravinsky.
Fotografía de Claude Debussy dedicada a Falla
En 1919, año en que fallecieron sus padres, el Ballet Ruso de Diágilev estrenó El sombrero de tres picos en Londres, con decorados y figurines de Pablo Picasso. La obra pasó a formar parte del repertorio fijo de la compañía rusa.
En el otoño se le ofreció un homenaje en el Centro Artístico de Granada, ciudad a la que se fue a vivir con su hermana y con el matrimonio Vázquez Díaz. Allí llevó una vida retirada, tratando sólo con algunos amigos entre los que se encontraba Federico García Lorca, y a partir 1920, estuvo muy vinculado a la vida cultural de la ciudad andaluza, frecuentando a personajes tan brillantemente representativos de la cultura, como Fernando de los Ríos, y, sobre todo, el poeta García Lorca.
Federico García Lorca
El retablo de maese Pedro, inspirado en el episodio de Don Quijote de La Mancha, se representó el 29 de diciembre en Nueva York, con la Philharmonic Symphony Orchestra y Wanda Landowska, bajo la dirección de Willem Mengelberg.
Falla fue nombrado miembro de la Hispanic Society of America.
Falla compuso la música para el Soneto a Córdoba de Luis de Góngora en conmemoración del tercer centenario del fallecimiento del escritor. La obra fue estrenada en la Salle Pleyel de París, con Falla al piano.
En 1928 tomó posesión como Académico de Número de la Real Academia de Bellas Artes de Granada y en marzo realizó un viaje a París, donde recibió la Legión de Honor. En el otoño de aquel mismo año recibió en Granada la visita de Maurice Ravel y ya en 1931 realizó su última visita a Londres para dirigir El retablo de maese Pedro en una retransmisión de la BBC.
El 14 de mayo, un mes después de la proclamación de la Segunda República en España, escribió junto con otros amigos granadinos, al presidente, Niceto Alcalá Zamora, y a su amigo Fernando de los Ríos, ministro de Justicia, pidiendo que tomaran medidas para evitar la destrucción de iglesias. Ese año fue designado vocal de la recién creada Junta Nacional de Música.
El 28 de septiembre de 1939, poco después de terminada la Guerra Civil, pero recién empezada la Segunda Mundial, Manuel de Falla se exilió en Argentina, negándose a volver, a pesar de la constante solicitud del gobierno, que, en 1940 le nombró Caballero de la Orden de Alfonso X el Sabio.
Vivió en su exilio argentino gracias a la ayuda de algunos mecenas, y al cuidado de su hermana, pues, para entonces, ya estaba muy enfermo. Y allí falleció el 14 de noviembre de 1946.
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La música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu.
Miguel de CERVANTES
El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha: I, XXVIII
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