Monumento a Leónidas en Termópilas
Molón labé
La frase Μολὼν λαβέ suele traducirse como Ven y tómalas, pero es una antigua expresión de desafío que, según Plutarco, Leónidas I contestó a Jerjes antes de la batalla de las Termópilas, cuando el aqueménida, o persa, seguro de la victoria, le conminó a que rindiera las armas.
Leónidas no tenía escapatoria, y le acompañaban muy pocos hombres, a pesar de lo cual, la traducción del sentido de sus palabras, expresa un valor diferente del que se desprende de la frase citada:
Μολών, del verbo griego βλώσκω, significaría aquí, más bien: Habiendo venido, en el sentido de “habiendo logrado venir”. Y en cuanto al término Λαβέ, del verbo griego λαμβάνω, debe traducirse como “toma [las]”, con el sentido de “consíguelas”.
De este modo, la famosa y lacónica expresión, habría que entenderla como un reto: No pienso rendir las armas; si tienes el coraje suficiente, ven y tómalas tú mismo.
Monumento a Leónidas en Esparta
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Pero, ¿qué pasó realmente en las Termópilas? Y ¿Quiénes fueron y qué representaban en aquel momento, tanto Leónidas, como Jerjes?
Nos hallamos en el contexto de las llamadas Guerras Médicas, como son conocidas las producidas entre el emergente imperio persa y algunas polis griegas, en decadencia, entre los años 490 y 478 aC.
Desde que Ciro el Grande conquistara Jonia en 547 aC. el enfrentamiento greco-persa, se extendió en realidad, a lo largo de dos siglos y sólo terminó cuando Alejandro Magno conquistó el imperio Aqueménida.
El nombre de estas guerras se debe al hecho de que los griegos, aun sabiendo que sus enemigos de entonces eran persas, seguían llamando Media a su imperio, si bien esta sólo era una parte, pequeña y sometida, del mismo.
Cuando Darío sucedió a Ciro, procuró mostrarse tolerante con los griegos, pero sin olvidar nunca su estrategia, consistente en favorecer el mutuo enfrentamiento entre los pueblos sometidos, ahorrándose la tarea de desgastarlos él mismo.
Se produjeron, no obstante, diversos encuentros entre griegos y persas; entre ellos, las famosas batallas conocidas como, Maratón, Termópilas y Salamina; o lo que es lo mismo, las Guerras Médicas.
Se dice que en Maratón murieron 6000 persas frente a 192 griegos. El persa Artafernes decidió retirarse con sus naves, alzándose los griegos con la victoria. El Polemarca Calímaco mandó inmediatamente un mensajero a Atenas, donde se temía la entrada persa, para que anunciara la retirada de aquellos y su victoria. Se trataba del famoso Filípides, que corrió a la ciudad y murió apenas comunicada la buena nueva.
Luc-Olivier Merson (1846–1920)
Philippidès annonçant la victoire après la bataille de Marathon. 1869
Jerjes sucedió a Darío y se dispuso a atacar de nuevo a los griegos, a los que -se cuenta-, envió embajadores encargados de pedir tierra y agua, lo que, lejos de ser una inocente petición, era una exigencia de sumisión que, a la vez encerraba una amenaza. Algunas islas griegas se sometieron, pero no así Atenas y Esparta. Se dice que los espartanos, valerosos, pero obviando la debida inmunidad de los embajadores, les contestaron; Tendréis toda la tierra y el agua que queráis, y, acto seguido, los arrojaron a un pozo. Esto enfadó a los persas y a los dioses.
Los persas pidieron voluntarios para aplacar la venganza divina y la suya, y se presentaron dos señores espartanos, a los que el persa exigió que se postraran ante su persona. Los espartanos respondieron que habían sido enviados para compensar con su vida la muerte de los embajadores, pero no para inclinarse ante él.
-Está bien -respondió Jerjes-, no haré yo lo mismo que hicisteis vosotros, y, por otra parte, vuestras muertes tampoco limpiarían el deshonor en que ha incurrido vuestro pueblo. Se avecinaba la II Guerra Médica.
Léonidas aux Thermopyles. Jacques-Louis David, 1814
(Obsérvese la pertinacia de los artistas occidentales, en pintar a los griegos desnudos en cualquier circunstancia).
Varias polis griegas se aliaron, encabezadas por Esparta, para luchar en tierra, al tiempo que Atenas, se defendería en el mar, cortando el paso a los navíos de la intendencia persa.
El recorrido de Jerjes
Adrien Guignet, Xerxes at the Hellespont
La batalla se produjo en el paso de las Termópilas -Puertas Calientes, por los manantiales de aguas cálidas que allí se encuentran-, a finales del verano o principios del otoño del 480 aC. y el enfrentamiento duró apenas una semana de la cual, en realidad, se combatió durante tres días.
Al mismo tiempo que los griegos impedían la llegada de la intendencia persa por mar, en Artemisio, los espartanos, muy inferiores en número, se situaron en el estrecho desfiladero de las Termópilas para cortar el paso al ejército persa, que se proponía franquearlo y avanzar desde allí con el objetivo de tomar posesión de toda la península griega.
En la época, por el paso del desfiladero de las Termópilas, en la costa sur del golfo Maliaco, según Heródoto, no podían pasar dos carros al mismo tiempo, y por el lado sur caía un profundo desfiladero. Leónidas pues, se situó con sus hombres en la parte más angosta del paso por el que pretendían los persas acceder a Grecia, procediendo a una valerosa defensa, durante la cual fueron numerosas las bajas persas –entre 20 y 50.000 se evalúan-, frente a muy pocas de los griegos, que peleaban enérgicamente. Hasta que se produjo una traición que dio al traste con aquel enorme esfuerzo.
Efialtes de Tesalia -Efialtes significa, precisamente, “pesadilla”-, traicionó a los suyos, sin que se sepa el motivo, -aunque se cree que esperaba una recompensa de los persas, que nunca llegaría a recibir-, por informarles de la existencia de un paso desconocido que, rodeando las montañas, los llevaría hasta la retaguardia de los griegos.
Sabiendo Leónidas que, desde aquel momento todo estaba perdido, ordenó que abandonaran el paso la mayor parte de sus hombres, quedándose él, junto con 300 voluntarios espartanos, unos 700 tespios y 400 tebanos.
El séptimo día del enfrentamiento, después de rodear los montes Anopea y Eta, los persas aniquilaron a los espartanos y emprendieron el avance hacia hacia Atenas.
Aunque las cifras exactas se desconocen, los 300 valerosos espartanos fueron los que pasaron a la historia junto a su general Leónidas. Pero, si bien fueron derrotados y masacrados, lograron retrasar el avance de los persas, dando tiempo a que los atenienses se pusieran a salvo evacuando la ciudad. Murieron todos los defensores del paso, y Jerjes ordenó descuartizar el cadáver de Leónidas.
Los atenienses, entre tanto, se refugiaron en la isla de Salamina, a donde también acudió la flota, y los soldados griegos se reagruparon en Corinto, en un estrecho espacio de ocho kilómetros de ancho, impidiendo que Jerjes pasara al Peloponeso y ocupara Esparta
Un futuro enfrentamiento entre griegos y persas en Salamina terminaría con la amenaza de la invasión persa.
Xerxes, King of the Persians, Crosses a Bridge with His Army.
Medieval Manuscript
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En 440 aC., los restos de Leónidas fueron llevados a Esparta, donde se levantó un magnífico mausoleo. Sobre su tumba se erigió una estela, que siglos después pudo ver el viajero y geógrafo Pausanias en la que figuraban los nombres de los Trescientos.
En el lugar donde cayeron Leónidas y sus hombres se grabó un epitafio sobre piedra, redactado por Simónides de Kíos / Σιμωνίδης ο Κείος:
Ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε
κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι
Viajero, anuncia a los lacedemonios que yacemos aquí
obedeciendo su mandato.
obedeciendo su mandato.
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Algunos autores consideran que Leónidas, interpretó literalmente las palabras del Oráculo de Delfos, a pesar de su aparente incoherencia, pero así son los oráculos: Mirad, habitantes de la extensa Esparta, o bien vuestra poderosa y eximia ciudad es arrasada por los descendientes de Perseo, o no lo es; pero, en ese caso, la tierra de Lacedemón llorará la muerte de un rey de la estirpe de Heracles. Pues al invasor no lo detendrá la fuerza de los toros o de los leones, ya que posee la fuerza de Zeus. Proclamo, en fin, que no se detendrá hasta haber devorado a una u otro hasta los huesos.
Leónidas, pues, pudo deducir que, o bien moría él, o bien, Esparta se perdía, y prefirió su propio sacrificio.
La teoría más lógica sostiene que Leónidas optó por organizar una retaguardia que actuara como freno en el desfiladero, para facilitar la retirada de la mayor parte de los griegos aliados, ya que si todas las tropas se hubiesen retirado al mismo tiempo, los persas habrían podido atravesar el paso de las Termópilas sin tropiezos, e incluso alcanzar a los soldados que se retiraban. Ante la gran inferioridad numérica, lo más probable hubiera sido que todo el ejército pereciera en caso de permanecer en el paso, que se perdería de todos modos. Así pues, ordenando la retirada de la mayoría de los hombres, Leónidas habría salvado muchas vidas.
En cuanto a los que se quedaron, Heródoto escribió: Aquí se mantuvieron hasta el final, aquellos que todavía tenían espadas, usándolas, y los otros resistiendo con sus manos y sus dientes.
También es posible, que si los griegos hubieran podido mantener la posición durante más tiempo, los persas habrían tenido que retirarse por falta de agua y comida para mantener tan numeroso ejército, por lo que la retirada de los aliados, si bien constituyó una victoria moral, y, a pesar de que seguramente salvó numerosas vidas, no pudo contribuir más significativamente a evitar la derrota.
Tras las posteriores batallas de Platea y Salamina, Persia desapareció como imperio definitivamente, a manos de los griegos, sus antiguos vasallos, dando paso al período que conocemos como helenístico.
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Plutarco escribió, entre sus numerosas Máximas, algunas que, al parecer, corresponden a Leónidas y que definirían su personalidad.
Jerjes le escribió: Si no luchas contra los dioses y te incorporas a mis filas, tendrás la posibilidad de ser el monarca absoluto de Grecia.
Leónidas le contestó: Si conocieras la belleza de la vida, te apartarías del deseo de lo ajeno; para mí es mejor morir por Grecia, que ser monarca absoluto de la gente de mi raza.
Antes del choque de las Termópilas, Leónidas dijo a sus soldados que desayunaran como si fueran a cenar en el Hades.
Cuando salía hacia las Termópilas, su esposa, Gorgo le preguntó qué debía hacer en caso de que él muriera, le contestó: -Casarte con un hombre bueno y tener unos hijos buenos.
Cuando llegó a las Termópilas dijo a sus compañeros de armas: -Dicen que el bárbaro se aproxima y que está cerca y que nosotros, en cambio, nos retrasamos; en efecto, o matamos pronto a esos bárbaros o nos disponemos a morir nosotros mismos.
Alguien le dijo: Los bárbaros son tantos que sus flechas ocultarán el sol. Él respondió: -Será ciertamente, agradable para nosotros luchar a la sombra.
Un soldado le dijo: -Están muy cerca de nosotros. -Así es -dijo-, y nosotros muy cerca de ellos.
Le dijeron: Leónidas, ¿estás dispuesto a correr un riesgo así con tan pocos hombres frente a tantos?. Respondió: -Si pensáis en el número, ni toda Grecia sería suficiente, ya que no es más que una pequeña parte del número de ellos; pero si es por el valor, entonces nuestro número es suficiente.
Deseando salvar la vida de los jóvenes, pero sabiendo abiertamente, que no lo aceptarían, dio un despacho secreto a cada uno de ellos y les ordenó llevarlos a los éforos. También quiso salvar a tres hombres maduros, pero éstos se dieron cuenta y no aceptaron hacerse cargo de los despachos. Uno de ellos dijo: No te seguí como heraldo, sino como combatiente; el segundo: Mejor sería que permaneciera aquí; y el tercero: No lucharé detrás de éstos, sino en primera fila.
Plutarco: Obras morales y de costumbres. Moralia: Máximas de Espartanos
Detalle del munumento a Leónidas en Esparta
Hoy, en el lugar de la batalla hay un monumento en honor a Leónidas -el mostrado al principio de la página-, representado en una estatua de bronce con la lanza en alto, bajo el cual aparece la célebre frase Μολών λαβέ sobre la representación de algunas escenas de la batalla. Añadiremos ahora, que las dos estatuas de mármol, a izquierda y derecha del monumento, representan el río Eurotas y el monte Taigeto, como símbolos de Esparta.
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