martes, 9 de junio de 2020

El viaje entretenido I • Agustín de Rojas Villaldrando


BNE-BDH

El Viaje Entretenido, de Agustín de Rojas Villaldrando (1572 - 1635), se publicó en 1603. Está formado por cuatro libros, que contienen, en general, sucesivas narraciones de sus cuatro protagonistas, de profesión, actores; el titular, que es madrileño y tres colegas toledanos, que intentan entretenerse mutuamente, durante un viaje que va desde Sevilla hasta Burgos; 

Aquí hay de todo, fantasía, realidad, pseudo ciencia en diversas disciplinas; crítica social e incluso, auto crítica, todo ello, sazonado con mucha ironía y acompañado por curiosas e interesantes descripciones de las ciudades por las que atraviesan, con el complemento, que no podía faltar, de la pastoril historia de Leonardo y Camila.

Además del diálogo entre los protagonistas, el conjunto tiene una parte dramática, es decir, puramente teatral, y otra, en verso, especialmente en las llamadas “loas”; muchas de ellas, de carácter descriptivo, casi siempre, en verso, que, en número de cuarenta, quedan repartidas a lo largo del libro.

Algunos críticos creen que la obra es en buena parte autobiográfica, vistas las continuas aportaciones de Rojas en este sentido, pero no todos los estudiosos comparten este criterio, opinando que se trata, más bien un trabajo de carácter didáctico.

Lo cierto es, que si Rojas no tiene tan amplios conocimientos como aquí se exponen, sabe dónde encontrarlos, intercalándolos en su libro, de forma, en realidad, muy entretenida. Entre otras ciudades, habla ampliamente, de Toledo, de Granada, en particular, de la Alhambra, y otras; habla también de astrología, minerales, planetas, animales, etc. 

Se describe asimismo, a la mujer, de forma absolutamente misógina, que parece ser característica y definitoria de la época, aunque es posible que tal fuera el tópico y que quizás no todos los autores -ya que ahora nos referimos a ellos-, lo compartieran, ni aun para hacer reír; como es el caso de Cervantes, cuyo “Ingenioso Hidalgo” aparecería dos años después que nuestro entretenido viaje -aunque ya había publicado otras obras-, constituyendo Quevedo, posteriormente, la otra cara de la moneda en este sentido, es decir, el de emplear el tópico a favor de la obra, como elemento burlesco y exagerado, capaz de proporcionar una risa fácil, y socialmente asumido como tal en el terreno literario, aunque seguramente, no tanto en la vida privada o personal.

Hacia la mitad del Segundo Libro -momento en el que los protagonistas llegan a Toledo-, empieza la historia de Leonardo y Camila; un relato que a Rojas le contó un amigo suyo. Contiene muchos elementos de la tradición pastoril, de carácter trágico-amoroso, que tan bien representa Jorge de Montemayor y su “Diana”, publicada en 1559, y que el autor protagonista relata con un estilo más que rebuscado que, dicho sea de paso, no casa mucho, ni con su tono general, ni con su carácter personal, tal como él mismo se nos ha dado a conocer. 

En el Libro Tercero, la entretenida banda de los cuatro actores, llegará a Valladolid, pasando previamente por Segovia. Ambas ciudades son descritas de forma admirativa, acudiendo para ello, al relato de su historia, en buena parte, siempre envuelta en el mito.

Por último, en el Libro Cuarto, tal como estaba previsto, los cuatro amigos llegarán a Burgos, ciudad que constituía su destino.

Agustín de ROJAS: el autor, incluido en la obra como un personaje más, acostumbra a contar anécdotas en las que intercala datos biográficos y, sobre todo, escribe Loas, un recurso literario que él mismo definió, refiriéndose al elogiado Lope de Rueda

Comenzó a poner la farsa / en buen uso y orden buena; / porque la repartió en actos, / haciendo introitos en ella, / que ahora llamamos loa / y declaraban lo que era.

Casi con seguridad, los otros tres protagonistas no son personajes del todo ficticios, aunque conformen una aparente ficción, pues existen noticias y datos que certificarían su existencia real. Vamos, pues, a presentarlos.

Nicolás RÍOS: natural de Toledo, pasó más de veinticinco años en el teatro, siendo uno de los directores de comedia de más fama en el Siglo de Oro.

Miguel RAMÍREZ: también toledano, formó parte de la Compañía de Cisneros en 1595, pasando a la de Rojas dos años después. 

Agustín SOLANO: al parecer, también era de Toledo, pero de su existencia solo se sabe desde 1584, cuando trabajó en la Compañía de Tomás de la Fuente.

BNE-BDH

Nuestros entretenidos caminantes, tienen, pues, nombres propios y un apellido, pero la necesidad de economizar papel, en esta edición de 1614, hace que el editor presente los sucesivos parlamentos, enunciando únicamente, no ese apellido, sino la primera sílaba del mismo, tras el punto y seguido del parlamento anterior. Así,

Nicolás RÍOS, se convertirá en "Ri",
Miguel RAMÍREZ, será "Ra",
Agustín SOLANO, aparecerá como "So". Y, por último, el autor,
Agustín de ROJAS Villaldrando, será, sencillamente, "Ro".

Posibles ejemplos de las variadísimas fuentes de El viaje entretenido.

El mismo autor admite, sin complejos -como veremos-, que quizás sus Loas -el resto de la obra no habría sido sino una excusa para intercalarlas-, no sean del todo buenas, y aclara, con la misma sinceridad y desenvoltura, que no son inspiraciones estrictamente suyas, sino que las habría imitado de otros buenos autores; como todos hacen, al fin y al cabo. Tal vez convenga aclarar que el concepto de plagio, no tenía el mismo significado que tiene hoy; copiar públicamente a un autor era un gesto de admiración hacia el mismo. 

Algunas de las obras y autores de los que se nutre Rojas, son, o podrían ser los que siguen:

Marco Aurelio, de Antonio de Guevara, 1480-1545
De rebus Hispaniae memorabilibus de Lucio Marineo “Sículo”
Decamerón de Giovanni Boccaccio

Dichos y hechos célebres de Valerio Máximo
Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea
Historias filípicas de Trogo Pompeyo

Historia natural de Plinio
Jardín de flores curiosas de Antonio de Torquemada
Comedias, de Juan de Timoneda

Noches Áticas de Aulo Gelio.- Obra de Lope de Rueda y de Lope de Vega

Silva de varia lección, de Pero Mexía.

Rojas también tendría como precedentes, de manera más indirecta, a Pitágoras y Demóstenes.

Pitágoras y Demóstenes

En el caso de la historia pastoril de Leonardo y Camila, las fuentes más creíbles, serían las novelas pastoriles de Miguel de Cervantes; las Églogas de Garcilaso de la Vega; la Cárcel de amor de Diego de San Pedro y Los siete libros de la Diana de Jorge de Montemayor, entre otros. 

Cervantes y Garcilaso

Cárcel de amor de Diego de San Pedro y La Diana de Jorge de Montemayor

Por último, algunos críticos sostienen que los fragmentos de la obra de Rojas en los que se trata de la geografía, o de la descripción de ciudades, villas y algunos ríos, se debe a que Rojas imitó partes de la obra del cosmógrafo Pedro de Medina, titulada, Libro de grandezas y cosas memorables de España, de 1548. 

Pedro de Medina. Grandezas y cosas memorables de España

• • •

Vamos pues, a ofrecer aquí, no un resumen propiamente dicho, sino, una serie de fragmentos de la obra; los que parecen más ingeniosos, conservando en lo posible, lo que podríamos considerar el argumento, y, por supuesto, el valioso lenguaje de Rojas, tanto cuando lo emplea de la forma más literaria, como cuando lo aplica, diríamos, coloquialmente, pues en todo caso, es enormemente atractivo y muchas veces, francamente divertido.


El viaje entretenido. Agustín de Rojas Villaldrando. BVMC

A Don Martín Valero de Franqueza
Caballero del hábito de Santiago y gentilhombre de la boca de su Majestad

Conociendo el caudal de mi pobre ingenio, y el poco valor de esta pequeña obra, no acabo de entender lo que me ha podido animar a dirigir a vuestra merced una cosa tan humilde, siendo como es un atrevimiento tan grande. Porque si yo fuera un hombre muy docto, pudiera estar seguro vuestra merced no me imputara de necio: antes amparara mis buenos deseos, cual hizo el Magno Alejandro con el poeta Homero, que sin conocerle fue tan aficionado suyo, que debajo de su almohada tenía de contino su Iliada. Pero siendo yo tan mozo y de tan poco ingenio, la obra tan humilde y de tan poco fruto, bien conozco que no ha sido acertado; pero también confieso que aunque no tengo discreción para escribir, partes para merecer, suficiencia para dirigir, tengo humildad para suplicar: reciba vuestra merced debajo su poderosa mano la humildad de mi pobre entendimiento.
AGUSTÍN DE ROJAS

Al vulgo
Con mal va mi libro, cuando yo me acuerdo de ti, vulgacho. Dirás tú ahora: ¿Libro has compuesto de loas, prosas y versos? Pues ven acá, Rojuelas: las loas, ¿no conoces que son malas y un disparate todas? Porque ya sabes que no tienen más misterio de juntar rábanos, alcaparras, lechugas y falsas riendas, y decirlo con velocidad de lengua (que la tienes buena), y acabóse la historia. Pues prosa, tú la tienes mala, y cuando valga algo, no para hacer un libro. Pues versos, tú no tienes ciencia; ¡anda, que eres un bárbaro!»

Has de saber, amigo vulgo, que (así para mi intento, como para el discurso de mi libro) importa darte cuenta de quién soy, dónde nací, los padres que he tenido, y en los oficios que me he ocupado: te daré en poco razón de mucho. No digo que nací en el Potro de Córdoba, ni me crié en el Zocodover de Toledo, aprendí en el Corrillo de Valladolid, ni me refiné en el Azoguejo de Segovia: mas digo que nací en la villa de Madrid, fui soldado, y alojando por Galicia, hallé un gallego que afirmaba ser yo su hijo, porque era un traslado de la malograda de su mujer y de una hija que en su poder tenía, no poco hermosa. Al fin, que quise, que no quise, me llevó a su casa. Aconsejóme mi capitán que callase y concediese. Hícelo, regalóme, diome dineros y mi hermana tres camisas (que sabe Dios si llevaba yo más de una, y a esa le faltaba manga y media), Pasé por su hijo, llamándome el mismo nombre que él me puso.

Después de algunos años, andando en las galeras vine a Málaga, donde hallé un pagador que me llevó a Granada por su escribiente. Viéndome galán, dieron en decir que le parecía en todo a mi amo con grande extremo, y que sin duda era hijo suyo, y yo tenía entonces veinte y dos años, y él poco más de veinte y ocho: ¡mira como podía ser mi padre!

Vine a la Comedia, y en Ronda, estando para representar, llegóse a mí un morisco, y empieza a abrazarme, y dando gritos dice que soy su hijo. En efecto, quedé por su hijo.

Y ahora ha un año, estando representando con Villegas en Sevilla, un hombre que trataba en Indias da en decir que es mi padre y que me dejó niño de cuatro años en Córdoba, donde había nacido. Habláronme sobre ello, y díjele como no era yo, y no dándome crédito, responde que negaba porque era representante: y háceme prender, y dice que él dará información que soy su hijo, y que mi nombre no era Rojas, sino Jiménez, y que para más comprobación, había de tener un lunar en el muslo izquierdo. Míranme, y hallan el lunar como él lo había dicho. De manera que me llama un oidor y, después de un largo preámbulo, me dijo que no negase ser hijo de un hombre tan honrado, que si lo hacía por ser de la profesión cómica, que muchos buenos lo eran. Y al fin, para desengañarle de esto, dije había nacido en Madrid, en el Postigo de San Martín, y era hijo de Diego de Villadiego, receptor del Rey nuestro señor, natural de Melgar de Herramental, y de Luisa de Rojas, natural de la villa de San Sebastián, en Vizcaya. Y para más claridad, yo haría información de esto. Hícela con dos contadores y otros criados del Rey, que eran de Madrid, y vista por el mercader, dijo era falsa, y que él quería quitarme de la comedia y darme dos mil ducados de mercaduría y enviarme a las Indias; al fin, no quise aceptarlo, por no ser éste mi intento.

Y últimamente, ahora en Salamanca, no ha treinta días, estando en un monasterio, se llegó un viejo a mí, y me preguntó de dónde era y cómo me llamaba; díjeselo, y respondió que le engañaba y que era su hijo. Un fraile me apartó aparte y me requirió dijese la verdad y no me afrentase de decirla. En efecto, viendo que yo negaba, el viejo se fue santiguando y yo me quedé riendo.

Ves aquí, hermano vulgo, los padres que he tenido. Faltan ahora los oficios en que me he ocupado. Sabrás, pues, que yo fui cuatro años estudiante, fui paje, fui soldado, fui pícaro, estuve cautivo, tiré la jábega [red de pesca], anduve al remo, fui mercader, fui caballero, fui escribiente y vine a ser representante. ¿Qué azuda [noria] de Toledo ha dado más vueltas? ¿qué Guzmán de Alfarache o Lazarillo de Tormes tuvieron más amos ni hicieron más enredos? ¿ni qué Plauto tuvo más oficios que yo en el discurso de este tiempo?

Vesme aquí ahora en la comedia, por las loas que digo. Y aunque es verdad que los versos son malos, algunos sujetos son buenos, porque los más de ellos no son míos, mira tú. 

Respóndeme, pues me conoces: ¿no soy humilde? ¿no aprendo de los sabios? ¿no huyo de los necios? ¿no me corrijo de muchos? ¿no tomo parecer de todos? Tú, el primero, ¿cuántas veces me habrás dicho que de estos disparates hiciese un libro? ¿No te acuerdas? No. Pero no me espanto, porque tú eres un sueño que echa modorra, un piélago que no tiene suelo, una sombra que no tiene tomo, una fantasma que está encantada, y un laberinto que no tiene salida. Tirano vulgo, ya te conozco; a perro viejo, no cuz cuz. [No le engañas]. 

Si dices que no tengo ciencia, mira el natural que tengo, los trabajos que he pasado, las tierras que he visto, la experiencia de que estoy cargado, los muchos libros que he leído: y con no más de cuatro años de estudio, considera si puedo saber algo. Y cuando esta obra sea mala, (según dice Plinio) no hay libro por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena.  Porque has de saber (que tú no lo sabrás) que Sócrates fue reprendido de Platón, Platón de Aristóteles, Séneca de Aulo Gelio, Tesalo de Galeno y Hermágoras de Cicerón. Pues en los modernos, ¿quién se escapa de tu ponzoña venenosa y de tu rapante lengua, que es, como dice Séneca, comparada al perro rabioso, que él rabia, y a cuantos llegan a él hace rabiar? Mas no me espanto, porque eres un sepulcro de ignorantes, una sima de maldicientes, un tirano de virtudes, un inventor de mentiras, una mar de novedades, una cueva de traidores, un amigo de malos, un verdugo de virtuosos y un pantano donde se hunden los buenos entendimientos. No quiero que me honres; di de mí lo que quisieres: que cuando desplegares al viento las banderas de tu lengua, sobre el muro de tu ignorancia, y asestares la mosquetería de tus palabras y los tiros de tus mentiras sobre el alcázar de mi buen celo, y desportillares la muralla de mi voluntad, asaltando la ciudad de mis intentos, saldrá la escuadra de mi humildad con las armas de mis deseos, que resistan tus balazos, derriben tus muros y entronicen mis buenos pensamientos.

Al lector
Dice Aulo Gelio en el libro de las Noches de Atenas, que por eso fueron los pasados tan tenidos porque había pocos que enseñasen y muchos que deprendiesen. Al contrario se ve en el tiempo presente que hay muchos que enseñen y no hay ninguno que aprenda, porque todos pensamos que sabemos más para poder ser maestros que para humillarnos a ser discípulos: y antes nos inclinamos a dar pareceres que a admitir consejos, a censurar lo ajeno, que a enmendar lo propio. Y teniendo (como dice el divino Platón) tanta necesidad los sabios de consejo como los pobres de remedio, nos parece que el recibirle es locura, pero el darle, mucha discreción o sobra de experiencia, sabiendo que dice Cicerón que no hay en el mundo hombre tan sabio que no se aproveche del parecer ajeno. Pero como ya los hombres tengamos los pensamientos tan levantados y a todos nos parezca que podemos enseñar y no ser de filósofos reprendidos, queremos enmendar sin letras lo que otros han estudiado quemándose las pestañas. Y no contentos con decir de lo bueno mal, queremos muchas veces decir de lo malo bien, sustentando nuestro parecer y perseverando en nuestra necedad, Y así todo el tiempo se nos va en hablar, en contradecir y en porfiar; pero no en saber si no es vidas ajenas: cómo vive Rojas, de qué come, quién le viste; muchos milagros hace: y no ve lo que el triste Rojas padece.

Solón Solonino ordenó en sus leyes a los de Atenas que todos los de la ciudad tuviesen cerraduras en las puertas de sus casas y que si alguno entrase sin llamar, fuese castigado con la pena que el que roba la casa ajena. Entre los cretenses era ley inviolable que si algún peregrino viniese de extrañas tierras a las suyas propias, ninguno fuese osado preguntarle de dónde venía, quién era, qué buscaba, o a dónde iba, pena de muerte al que lo preguntase, y de doscientos azotes al que lo dijese. Plutarco, Aulo Gelio y Plinio loaban mucho al buen romano Marco Porcio, porque nadie jamás le oyó preguntar las nuevas que había en Roma, cómo vivía Fulano en su casa, del oficio que tenía el uno, ni de la vida ociosa que pasaba el otro. Filípides, poeta, siendo muy querido y privado del Rey Lisimaco, díjole un día: “Amigo Filípides, pide mercedes; mira, ¿qué quieres que te dé?” A lo cual respondió: ”La mayor merced que me puedes hacer ¡oh, Rey y señor mío! es que no me des parte de tus secretos”. La causa porque estos antiguos ordenaron estas leyes y estos filósofos dijeron estas sentencias, fue para quitar a los necios maldicientes el vicio de esta maldita murmuración y el mal deseo de saber vidas ajenas, no haciendo, como no hacen, caso de las suyas propias, y siendo cosa común que ninguno, por justo que sea o haya sido, tenga su fama tan limpia, su conciencia tan justa, ni aun su vida tan corregida, que no haya en ella qué decir y qué enmendar. Porque puesta en juicio, hallaría tanto que examinar en su casa o en su oficio que no se acordase de lo que el otro había hecho en el suyo. Y siendo juez de su vida propia, no se acordaría de murmurar la vida ajena.

Habiendo, pues, yo consumido la flor de la mía en Francia, en servicio del Rey nuestro señor (que fueron seis años), siendo de diez y seis, después de haber padecido inmensos trabajos y necesidades (así por tierra como por mar), arribé a España. Y como mi edad aún no fuese capaz de consejo, ni mi pobre ingenio cargado de experiencia, si hablaba mucho, decían que era necio; sí callaba, que era grave; si servía, no me estimaban; si no servía, me aborrecían; si buscaba la paz, era cobarde; si seguía la guerra, era perdido; si me enamoraba, era liviano; si quería un libro de un mercader, si me paseaba, decían de qué vivía; si andaba galán, que hacía milagros; si representaba, todos me honraban, todos me acariciaban, todos me prometían; y en no representando, nadie me remediaba. Y todo aquesto era falta de ventura. 

Procuré buscar los sabios, tratar con los sabios, aprender de los sabios, no dejando de aplicarme muchas veces con necesidad a los necios, a quien enseñaba lo que de los sabios aprendía, y con alguna experiencia aconsejaba. Y ojalá supiera yo también enmendar lo que hago como sabía y sé decir lo que los otros han de hacer. Y así como en todas las maneras de vivir, siempre vivimos tan descontentos, procuramos buscar alguna, por infame que fuese, donde hallásemos gusto, aunque en ello pusiésemos todo nuestro cielo: ya procurando a qué sabe el ser pícaro, a qué sabe el ser religioso, a qué sabe el ser soldado, y aun a qué sabe el ser representante (como yo lo he sido algún poco de tiempo).

Licurgo, en las leyes de los Lacedemones, mandó que los padres pusiesen a sus hijos (cumplidos catorce años), no a los oficios que los padres quisiesen, sino a los que los hijos se inclinasen. Que ya sabemos el ser buenos o ser malos no depende del oficio que elegimos, sino del ser nosotros poco o mucho virtuosos.

No con poco miedo me he atrevido, discretísimo lector, a sacar a luz esta pequeña obra, siendo como soy en edad tan mozo, en ciencia tan falto y en experiencia tan corto. Lo que me ha animado a hacer esto, no ha sido confianza de mi ingenio, sino persuasión de mis amigos y voluntad de mis nobles deseos, pareciéndoles que, pues había gastado el tiempo en componer tantas y tan varias loas, hiciese un libro para dejarles algún entretenimiento. 


Libro I
RÍOS, RAMÍREZ, SOLANO y ROJAS

RÍOS. - …siento más el dejar á Sevilla que todo lo que debo en España.
RAMÍREZ.- Pero dejando esto, Solano, ¿de qué viene tan melancólico?
SOLANO.- Dejo en Sevilla la mitad de mi pensamiento.
RÍOS.- Digo que dejemos a cada loco con su tema y volvamos a Sevilla, que desde esta cuesta se divisa alguna pequeña parte de su grandeza, que no es tan poca que no se pueda tratar mucho en su alabanza.
ROJAS.- La torre es la que se parece.
RÍOS.- Notable es su altura, y que puedan subir hasta lo alto de ella dos personas juntas a caballo.
ROJAS.- La custodia dicen que es cosa admirable verla.
RÍOS.- Es tan grande que la llevan en un carro.
RAMÍREZ.- ¿Pues qué tendrá de peso?
RÍOS.- Más de mil y trescientos marcos de plata, que hacen veinte y seis arrobas, y de altor tres varas y media, y esto sin la cruz que lleva por remate, que es de una cuarta; y del ancho de columna a columna tiene cerca de dos varas.
SOLANO.- Si supiérades esto cuando hicistes aquella loa de toda la compañía, no dejárades de ponerlo en su alabanza.
RAMÍREZ.- A fe de quien soy que habéis de decirla, ésa Y todas las que sabéis: que el viaje es largo y le habemos de llevar entretenido; que yo, Ríos y Solano contaremos algún cuento, y con esto entretendremos el camino.
ROJAS.- Cumpliré vuestro gusto, que a trueque de oiros, quiero empezar a obedeceros.
SOLANO.- Sospecho que es una de las ciudades más antiguas Sevilla, de cuantas hay en España.
RAMÍREZ.- Mil y setecientos y veinte y siete años antes que Cristo nuestro Señor encarnase, tuvo principio su antigua fundación. Pero dejando esto, ¿no es sin número la riqueza que en sí encierra y la remota gente que en ella se halla?
RÍOS.- Dos cosas me asombran de esta ciudad (dejo la riqueza de cal, de Francos y Alcaicería, la suntuosidad extraña de su Real Alcázar, Contratación, Aduana, Casa de la Moneda, lonja de mercaderes y comunicación con las Indias); lo que me espanta es la cárcel de Sevilla, con tanta infinidad de presos por tan extraños delitos, las limosnas que en ella se dan, las cofradías tan ricas que tiene, la vela de toda la noche que en ella se hace y el vino y bacalao tan bueno que en ella se vende, ésta es la una. Y la otra, la Alhóndiga, que es una de las mayores grandezas que tiene (no digo Sevilla, pero el mundo, aunque si bien se advierte, Sevilla y el mundo, todo es uno, porque en [ella] Sin duda está todo abreviado). Pero ¿no es cosa memorable que se arriende la renta de ella en más de mil ducados cada año, no más de los granos de trigo y cebada que se quedan entre los ladrillos? ¿Que tenga su jurisdicción de por sí, de sus puertas adentro, con horca y cuchillo, cárcel y prisiones, leyes y ordenanzas que los Reyes Católicos ordenaron y dieron?
ROJAS.- Cosa es peregrina.
RÍOS.- Sin esto, ¿que provea Sevilla de aceite a todo el reino y a las Indias?
RAMÍREZ.- Yo he oído decir que, muchos días, se registran en la Aduana más de diez mil arrobas, y que su diezmo y alcabalas pasa de cuarenta mil ducados y veinte mil arrobas de aceite. Y que en espacio de dos horas, se vende a su puerta todo de contado.
RÍOS.- Sin eso, mirad sus bastimentos de pan, vino, carne, frutas y caza. Pues pescados, son en tanta abundancia que la renta del fresco (dicen) pasa de veinte mil ducados, y del salado, de más de veinte y cuatro quintales. Sin esto, tiene nueve carnicerías y un matadero, de donde se sustentan tanto número de perdidos, valentones y bravos, como tiene esta ciudad.
RAMÍREZ.- Pues si eso no tuviera, ¿había otra para la comedia como Sevilla? Porque de tres partes de gente, es la una los que entran sin pagar, así valientes como del barrio. Y estorbárselo, no tiene remedio. -Entre las grandezas que habemos dicho, es la mayor la que se nos ha olvidado.
RÍOS.- ¿Cuál es?
RAMÍREZ.- La de su famoso río, pues según Plinio y Estrabón, toda la Andalucía tomó nombre de este celebrado Betis, llamándose ella Bética.
ROJAS.- Sin ese nombre, ha tenido otro, pues después de eso se llamó Hispalis, por la ciudad Hispalia o Hispalensis, que es Sevilla.
SOLANO.- Pues ¿cómo se llama ahora Guadalquivir?
ROJAS.- Cuando los moros entraron en España, le llamaron ese nombre de Guadalquivir, que en arábigo quiere decir río grande, el cual tiene su nacimiento de las tierras de Segura. Y según escribe Tolomeo en su Geografía, tratando del río Ganges, vemos claramente ser éste mayor que él.
SOLANO.- Famosos Ríos tiene España y muchos.
ROJAS.- Marineo Sículo cuenta a nuestra España ciento y cincuenta Ríos, y los más notables de ellos me parece a mí que son Ebro, Tajo, Duero, Guadiana y Guadalquivir.
RAMÍREZ.- También Miño es muy caudaloso, Pisuerga, Guadalete y otros muchos sin éstos.
ROJAS.- Manzanares, por humilde, bien pudiera entre todos tener nombre, pues si toda la riqueza de Sevilla, y aun el remedio de toda España entra por Guadalquivir desde Sanlúcar, ya en Manzanares hemos visto toda la hermosura, alegría y recreación del suelo, grandeza y majestad del mundo, cifrada en su manso, cristalino y deleitoso río. Donde ni las crecientes llevan los molinos, arrancan los árboles, hunden los navíos, ahogan los hombres, matan los ganados, destruyen los trigos, ni asuelan los cimientos. Porque si esotros son grandes, es ayudados de muchos que los engrandecen. Pero éste con razón se puede llamar grande, dichoso y rico, pues no ha menester favor de ninguno. Y si verdad tenemos de decir, en él se halla cuanto en el mundo se puede desear, ansí de bosques, jardines y huertas, agua de San Isidro que beber, y hondura en muchas partes donde nadar (dejo su puente de oro, en quien está engastado el diamante de este sagrado río), y vamos a su casa de campo: si se hubiera de decir y alabar todo lo que hay en ella, pregunto qué lengua bastaría para tratar de su famosa cerca, cuartos, salas, repartimientos, arboledas, frutales, galeras, castillos, ninfas, pastores, corderos, peregrinos, todo hecho de hierba, con tan grande ingenio y admirable industria que se afrenta la Naturaleza, un laberinto que llaman Troya, fuentes tan diversas que hay en ella, pues por todas las junturas de los ladrillos de una sala, salen mil hilos delgados de agua cristalina, sus estanques, con tanta cantidad de pescados y cisnes, los relojes tan concertados, las flores tan odoríferas, los edificios tan suntuosos, los castillos tan insignes, con tantas piezas de artillería para batirles y asolarles, todo hecho de agua, con tan extraña perfección, que ni tiene el mundo más que gozar, los ojos que ver, los gustos que pedir, ni los hombres que desear. Pues no quiero decir de lo que goza este famoso río en la casa del Pardo, que fuera proceder en infinito. Sólo digo que ni las riberas del Po, Rhin, Ganges, Tibre, Dan, Nilo, Tigris, ni Éufrates, gozan de tantas recreaciones y frescuras como tiene Manzanares en poco más de dos leguas.
RAMÍREZ.- Cosa es llana, y a no ser tan conocida, creyéramos que hablábades con pasión de la patria. [Rojas era de Madrid).
ROJAS.- Sin duda que no digo la mitad de lo que pudiera.
RAMÍREZ.- Con todo, no negáis la grandeza del río de Sevilla.
ROJAS.- Ésa, ¿cómo puedo yo negarla?
SOLANO.- En él se echó á nado (según me habéis dicho), uno de los que se hallaron en vuestra desgracia.
ROJAS.- Venturosa podéis llamarla, porque fue una de las mayores que yo he oído en mi vida.
RAMÍREZ.- ¿cómo fue?
SOLANO.- Que le sacaron ocho o diez hombres armados, en mitad del día, junto a Gradas, y le dieron por encima de la tetilla derecha una estocada que le pasó el cuerpo, y esto sin otras muchas, aunque ninguna de momento, sin hallarse a aquella hora un hombre que los metiese en paz: y ya público en toda Sevilla que era muerto, le dio un hombre dentro de ocho días sano.
RAMÍREZ.- Notable suceso.
[…]
RAMÍREZ.- Con razón la llamastes desgracia venturosa.
RÍOS.- ¿Y es posible que no hubo más causa de la que dijistes en la loa?
ROJAS.- Yo os prometo que aún no fue tanta. Porque verdaderamente no sirvió de más la pena que de un aviso que llegó a los umbrales del alma, y tocando en el cerrojo del descuido de la vida, me abrió las puertas de mi ignorancia para que viese mi vista ciega los pasos en que andaba y las graves ofensas que al Señor hacía.
RAMÍREZ.- Según eso, ¡bien digo yo que fue notable vuestra ventura!
ROJAS.- Yo os certifico que fue tan grande como el sentimiento que generalmente causó en toda Sevilla. Que fue tanto, que es poco lo que digo en la loa. 
[…]
SOLANO.- Al que es de vida, el agua le es medicina.
RAMÍREZ.- Yo lo supe en Granada; pero dijeron que estabais muerto.
RÍOS.- Las mismas nuevas tuvimos en Valencia yo y Solano, y aun nos dijo un fraile que se había hallado en vuestro entierro.
ROJAS.- No me espanto, porque fue eso en Sevilla tan público que cuando me levanté, no pasaba por calle que todos no se asombraban. 
[…]
Después que me libré por mi ventura / de aquella confusión, de aquel peligro,
de aquel surcar el mar a vela y remo, / cansado ya de ver tantas naciones,
tantos reinos remotos y apartados, / hallándome mancebo todavía,
procuré consumir otros dos años / en ver del mundo lo que me quedaba,
o al menos ver lo que posible fuese. / Tomé, pues, en Saona puerto un día,
y fuime desde allí a Roma la santa; / vi a Florencia la bella, vi a Saboya,
Bolonia grasa, Génova soberbia, / Tiro la fuerte, Numancia la dichosa,
Nápoles la gentil, Milán la grande, / Padua la fértil, Sena la valiente,
Venecia rica, Capua la amorosa, / sin otras muchas que diré adelante,
donde vi por los ojos tantas cosas, / que parecen de extrañas increíbles.

Pero como los ánimos se extiendan / a procurar saber cosas notables,
ver invenciones, novedades, trazas, / varios reinos, naciones extranjeras,
pasé con mis deseos adelante: / y vi gentes incógnitas y extrañas,
como son scitas, medos, babilonios, / dalmacios, partos, persas, garamantes,
hestracos, moscovitas, tesalianos, / esclavones, franceses, dinamarcos,
getas, hanitas, indios, cracios, ítalos, / húngaros, transilvanos, palestinos,
árabes, mauritanos, ninivitas, / escoceses, bohemios, macedonios,
iberios, frigios, rodos, penos, galos, / croacios, griegos, tiros, boloneses,
asirios, alemanes, longobardos, / dardanos, volscos, egipcios y noruegos,
cretenses, umbros, tártaros, germanos, / sirios, lacedemonios, masagetas,
albaneses, colosos y panonios, / ialocuos, monicongos y guineos,
epirotas, tebanos, zurgundiones, / hebraicos, turcos, bárbaros, caldeos,
panfilios, capadocios, atenienses, / loneses, betulianos y corintios,
normandos, rocheleses y tudescos, / irlandeses, ingleses, berberiscos,
sicilianos, bretones y flamencos. / Y pues tan por extenso os he contado
estos lugares, quiero ahora deciros / cuáles son las cabezas de estos pueblos,
que es adonde las cortes de ordinario / suelen estar, como en ciudades grandes.

Es Lanchín la cabeza de la China; / Pauris, de Persia; Moscate, de Moscovia;
de Berbería, Fez; Cairo, de Egipto; / Aburcia, de Bitinia, y de Etiopía,
Nadabera; Cetay, de la Circasia; / también Constantinopla lo es de Grecia;
de Babel, Babilonia, y Sarmacanda, / de Tartaria, y de la gran Italia,
Venecia, y de la Nueva España, / Méjico; Lantón de Macro, de Indias;
de Alemania, Babera, y de Polonia, / Cracovia y de Chipre, Nicosia;
de Dalmacia, Delum; de Austria, Viena; / Bozna, de Trapisonda; Amberes, de Flandes;
Samo, de Asia menor; Buda, de Hungría; / del nuevo reino de Granada en Indias,
Pamplona, y París, de toda Francia; / Croya, de Macedonia, y Zaragoza,
de Sicilia, y de Amasia, Sultania; / de la grande Tesalia, Tesalónica;
Valladolid, de nuestra madre España.
[…]

RÍOS.- Veis aquí una loa que no es buena y costaría mucho trabajo de hacer y no menos de estudiar. Porque tantos lugares, es fuerza que se lleve mucho cuidado en ellos.
SOLANO.- No es mala la ficción del viejo, aquel pintarle tan solo, pálido y en un desierto.
RAMÍREZ.- La loa llegado ahí promete mucho.
ROJAS.- El tratar de las naciones fue sólo mi fundamento.
RÍOS.- Una cosa he notado, y es que decís en ella algunas cabezas de los reinos, y de España hacéis cabeza a Valladolid, pudiendo serlo con más justa razón Sevilla, pues vemos solamente en ella las riquezas de Tiro, la fertilidad de Arabia, las alabanzas de Grecia, las minas de Europa, los triunfos de Tebas, la abundancia de Egipto, la opulencia de Escancia y las riquezas de la China. Y en efecto, si los siete milagros del mundo se encierran en España, el mundo todo se encierra dentro de Sevilla.

ROJAS.- Cosa es clara; pero yo no trato de grandeza, sino de majestad; y como ahora está en Valladolid la que nos gobierna, y [le] dé Dios muchos años de vida, hice a la Corte la cabeza de España. Y cuando eso no fuera, lo merecía, porque es una de las mejores ciudades de ella.
[…]
RÍOS.- Gracias a Dios que llegamos ya a Marchena
SOLANO.- Mucho me holgaría entrásemos mañana en Antequera, porque pudiésemos esotro día llegar a Granada.
RÍOS.- La primera loa que yo oí a Rojas en mi vida, fue en esa ciudad, y era, si no me engaño, alabando la comedia.
ROJAS.- Ya me acuerdo la que decís.
RÍOS.- Pues era buena, y aún me holgara harto de oírla.
ROJAS.- No sé si me acordaré de ella, pero mal o bien, quiero decirla:

Aunque el principal intento / con que he salido acá fuera / era sólo el alabar
el uso de la comedia, / Y porque yo no pretendo / tratar de gente extranjera,
sí de nuestros españoles, / digo que Lope de Rueda, / gracioso representante
y en su tiempo gran poeta,
[…]
El tiempo es breve y yo largo, / y así he de dejar por fuerza / de alabar tantos ingenios/
que en un sin fin procediera. /Pero de paso diré / de algunos que se me acuerdan
como el heroico Velarde, / famoso Micer Artieda, / el gran Lupercio Leonardo,
Aguilar el de Valencia, / el licenciado Ramón, / Justiniano, Ochoa, Cepeda,
el licenciado Mejía, / el buen don Diego de Vera, / Mescua, don Guillén de Castro,
Liñán, don Félix de Herrera, / Valdivieso y Almendárez, / y entre mucho[s], uno queda,
Damián Salustio del Poyo / que no ha compuesto comedia / que no mereciese estar
con las letras de oro impresa, / pues dan provecho al autor
y honra a quien las representa.

De los farsantes que han hecho / farsas, loas, bailes, letras,
son: Alonso de Morales, / Grajales, Zorita, Mesa, / Sánchez, Ríos, Avendaño,
 Juan de Vergara, Villegas, / Pedro de Morales, Castro, / y el del Hijo de la tierra,
Carvajal, Claramonte, / y otros que no se me acuerdan,
que componen y han compuesto / comedias muchas y buenas. / ¿Quién a todos no conoce? / ¿Quién a su fama no llega? / ¿Quién no se admira de ver / sus ingenios y elocuencia? / Supuesto que esto es así, / no es mucho que yo me atreva / a pediros en su nombre, / que por la gran reverencia / que se les debe a sus obras, / mientras se hacen sus comedias, / que las faltas perdonéis / de los que las representan.

SOLANO.- Por cierto, la loa es buena y tiene muchas cosas antiguas de la comedia y de hombres que ha habido en ella de mucha fama.
RAMÍREZ.- Un Navarro, natural de Toledo, se os olvidó, que fue el primero que inventó teatros.
RÍOS.- Y Cosme de Oviedo, aquel autor de Granada tan conocido, que fue el primero que puso carteles.
SOLANO.- Y aun el que trujo gangarilla por los lugares de la costa.
RAMÍREZ.- ¿Qué es gangarilla?
SOLANO.- Bien parece que no habéis vos gozado de la farándula, pues preguntáis por una cosa tan conocida.
RÍOS.- Yo tengo más de treinta años de comedia y llega ahora a mi noticia.
SOLANO.- Pues sabed que hay ocho maneras de compañías y representantes, y todas diferentes.
RAMÍREZ.- Para mí es tanta novedad ésa como esotra.
ROJAS.- Por vida de Solano, que nos la digáis.

SOLANO.- Habéis de saber que hay bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga, farándula y compañía

El bululú es un representante solo, ñaque es dos hombres Gangarilla es compañía más gruesa; ya van aquí tres o cuatro hombres. Cambaleo es una mujer que canta y cinco hombres que lloran. Compañía de garnacha son cinco o seis hombres, una mujer que hace la dama primera y un muchacho la segunda. En la bojiganga, van dos mujeres y un muchacho, seis o siete compañeros. Farándula es víspera de compañía; traen tres mujeres, ocho y diez comedias, dos arcas de hato; caminan en mulos de arrieros y otras veces en carros, entran en buenos pueblos, comen apartados, tienen buenos vestidos, hacen fiestas de Corpus a doscientos ducados, viven contentos (digo los que no son enamorados). 

RÍOS.- Échase de ver ahí Vuestro buen gusto; pero dejándolo a un lado, y volviendo a nuestro principio, que fue la loa de donde nació todo este fundamento y rato tan gustoso como hemos tenido, la memoria de los poetas me agradó mucho, porque es razón que de los hombres de buen entendimiento la haya.
SOLANO.- Dice Salustio que gran fama se debe a los que obraron las hazañas y no menor a los que en buen estilo las escribieron.
[…]
ROJAS.- Quisiera haber llegado ya a Antequera. Aunque hace el tiempo tan caluroso y los días tan largos, venimos tan entretenidos que ni sentimos el calor del día ni aun nos acordamos del sueño de la noche.
RAMÍREZ.- De mí confieso que en llegando a las posadas querría salir de ellas, aunque a ratos caen del cielo llamas.
RÍOS.- Mañana al amanecer estamos en Loja.
SOLANO.- A buena hora entraremos en Granada.
RAMÍREZ.- Fertilísima tierra es ésa, y en este tiempo la mejor de España. Mucho nos habemos de holgar en ella, porque cuanto es de invierno fría, es de agradable la primavera.
RÍOS.- Yo representé aquí una cuaresma, y podré bien decir lo mucho bueno que vi en ella.
RAMÍREZ.- ¿Y en mi tierra?
ROJAS.- Toledo tiene esa fama, por el gran donaire y pico que en las mujeres de ella se encierra.
RÍOS.- También en Granada hay muchas hermosas.
SOLANO.- Ésas y las de Toledo parecen unas mismas, ansí en el donaire y hermosura como en la desdicha y pobreza; trato de las mujeres de capa parda, que no hallaran en sus casas una silla, aunque entren por sus puertas trescientas albardas.
RÍOS.- Yo tuve en Santa Fe, ahora ha tres años, una huéspeda (yendo allí a representar en una bojiganga) la más hermosa que he visto en mi vida.
ROJAS.- De mucho bueno participa para ser una ciudad tan pequeña. Porque goza de muchos privilegios que le dieron los Reyes Católicos.
SOLANO.- ¿No habrá mucho que se fundó?
ROJAS.- El año de mil y cuatrocientos y noventa y uno; de manera que habrá ciento y once años que la fundó el Rey Don Fernando.

RÍOS.- La mayor parte de la compañía habrá entrado ya en Granada.
SOLANO.- Bien decís, porque salieron antes que nosotros más de dos horas, y nos hemos detenido cerca de otra en aquella venta.
RAMÍREZ.- Toda la demás llegará mañana.
RÍOS.- Oído he decir que es esta ciudad la mayor del Andalucía.
ROJAS.- Sospecho que es, sin duda, porque si miramos la población que tiene en el Albaicín y Alcazaba, es grandísima.
RAMÍREZ.- Dicen que tomó este nombre de una doncella llamada Gnata, y porque vivía junto a una cueva llamada Gar, la llamaron de este nombre: y de allí derivado se vino a llamar Granada.
RAMÍREZ.- Sea lo que fuere, ella es una de las mejores de España, y pues ya estamos cerca de sus puertas, roguemos a Dios que nos dé en ella a todos dicha y al autor mucha ganancia.
• • •

Libro II
RÍOS, RAMÍREZ, SOLANO, ROJAS

SOLANO.- Gracias a Dios que ha llegado el tiempo que vamos a Toledo, y gozará Ramírez lo que tiene deseado.

RAMÍREZ.- He tenido cartas que mi madre se está muriendo. Y ésta es la causa porque estos días me habéis visto tan disgustado, y de donde ha nacido el dejar lugar tan bueno y desear hacer este camino.
SOLANO.- A todos nos pesa de vuestro disgusto. Pero siendo Dios servido, cuando lleguéis a Toledo, será su mal acabado. Y pues tenemos propuesto de llevar nuestro viaje entretenido, la pena se olvide, que la mala nueva siempre llega por la posta, y cuéntenos Ríos cómo le ha ido en estas treinta y seis representaciones que ha hecho.
RÍOS.- Hanme salido, una con otra, a más de cuarenta ducados, y si no tuviera (como tengo) en Toledo la fiesta del Corpus, me estuviera aquí hasta la Pascua del Espíritu Santo.

SOLANO.- Yo puedo decir que no me he holgado tanto en mi vida como este sábado pasado en el Alhambra. Que aunque es verdad que la he visto diversas veces, ésta fue para mí de mayor gusto que todas.
RÍOS.- ¿Por qué le dieron, si sabéis, aqueste nombre de Alhambra?
SOLANO.- Porque en arábigo significa cosa bermeja, y como se ve claro serlo la tierra de ella, se le dio este nombre de Alhambra. Aunque pudiera llamarse ciudad ella sola.
ROJAS.- Aquel cuarto de los Leones es cosa peregrina ver tantas losas y mármoles puestos con tan admirable artificio e industria, que exceden a nuestro humano entendimiento. 


Y aquel cuarto de los Bencerrajes, con aquella sangre tan viva, como si hoy hubiera sido la miserable tragedia. Pues el de las Frutas, y la admirable perfección con que están pintadas, verdaderamente convidan a comer de ellas; sin esto la gran arquitectura del cuarto de Comares y sus peregrinas labores, los baños, aguas, aljibes y estanques que hay en ella, y aquella obra tan buena que ahora se va haciendo, que será, sin duda, después de acabada, la mejor del mundo.
RÍOS.- Admirado estoy de la población del Alcazaba.


SOLANO.- Eso también en arábigo quiere decir casa fuerte o lugar fortalecido. Pero no es de tanto espanto como el del Albaicín, que casi en la altura compite con la Alhambra; el cual tiene tantos árboles, alamedas, fuentes, huertas, recreaciones, frutales, aljibes de agua, acequias, acueduchos o cauchiles que pasan por toda la ciudad, fortalecida con mil y treinta torres y doce puertas, todas con salidas de grandes recreaciones.

RÍOS.- Bien decís, aunque algunos de sus edificios he visto muy arruinados, porque me dicen que era un paraíso en tiempo de los moros. Aunque ahora no lo es menos.
SOLANO.- ¿Cuánto habrá que se alzaron?
ROJAS.- Ya habréis visto, cerca del Alhambra, una casa de placer que se llama Generalife.


RÍOS.- Y se ve bien ser propia recreación de reyes.
RAMÍREZ.- Y la de los Alijares es muy buena.
RÍOS.- Hay tantas, que no puede un hombre acordarse de ellas.
ROJAS.- Pues ¿los dos ríos?, que generalmente es público que lleva Genil plata y Darro oro.
ROJAS.- Ya sé una alabanza de Granada.
RÍOS.- Cierto que me he holgado de oírla, porque es buena, bien aplicada y muy humilde.
ROJAS.- Eso es sin duda, y lo que la ensalza más que la bondad de ella.
RÍOS.- De una cosa no tratastes, que es de las mayores y de más consideración que hay en Granada. Voy al que no es para mí de menos que ella, que es la Capilla Real donde están enterrados los Reyes Católicos, el Príncipe don Miguel y el Rey don Felipe el Primero.
[…]

SOLANO.- Por extremo me holgaría llegásemos a Jaén temprano mañana.
RAMÍREZ.- No me pesara a mí que representáramos ocho días en él, porque es muy buen lugar de comedia y aun tiene muy buenos entretenimientos.
ROJAS.- Dícenme que hay en ese lugar muchas antigüedades, ansí de medallas y piedras como de otras cosas romanas muy antiguas.
RÍOS.- Es verdad, por haber sido en otro tiempo poseído de romanos; pues dice Tito Livio que estando antiguamente esta ciudad bajo de la obediencia romana, se rebeló, y Publio Scipión, capitán romano, vino sobre ella con grande ejército y la ganó. Y en este tiempo fue poseída de los romanos, la cual se llamaba entonces Illiturgi, aunque unos dicen que se llamó después Mentesa, y otros Giene, de donde afirman que ahora se llama Jaén; pero su verdadero nombre antiguo fue Aurigi.
[…]

ASTROS, PLANTAS Y ANIMALES

ROJAS.- Un gallo he oído cantar; sin duda quiere ya amanecer.
SOLANO.- Bien podremos decir: pues los gallos cantan, cerca está el lugar. En ellos, tienen tanta fuerza las influencias de los cielos, que les hacen obedecer a aquéllos a que el tal signo, planeta o estrella inclina. Y así hay algunos astros que tienen particular y principal dominio sobre particulares animales, de suerte que en ellos mismos se les echa de ver.

En el gato predomina admirablemente el primer planeta, que es la luna, y de suerte que ordinariamente les van creciendo o menguando a estos animales las niñas de los ojos, como la luna en el cielo va creciendo o menguando. En las palomas predomina el tercero planeta, Venus. Los animales ponzoñosos, fríos, como la tarántula, salamandria y otros, están sujetos a Saturno, y los cálidos a Marte, como son la víbora, culebra y la serpiente, que por nombre específico particular llama Lucano en su Farsalia. De la propia suerte en el gallo predomina el sol, cuarto planeta de los del cielo, y siente su influencia de suerte que cuando el sol se va a poner, sintiendo su ausencia, se recoge primero que ningún animal, y a la media noche, sintiendo que se va llegando su venida, da nuevas de ella al mundo y despierta a los que duermen.

Y no sólo reinan en los sensibles estas influencias, sino también en los insensibles, como lo podemos echar de ver en las plantas, que unas son dulces, otras agrias, otras acedas, unas frías, otras cálidas, otras templadas. La hierba que llaman los latinos heliotropio, y acá llamamos gigantea o tornasol, sigue con tan natural fuerza al sol, que siempre le va mirando, volviendo su cogollo y hojas hacia donde el sol anda y camina; ciérrase su flor cuando el sol se pone y ábrese cuando vuelve a salir. 

La cicuta, hierba ponzoñosa con que murió Sócrates, por la fuerza de Saturno que en ella reina, mata con la frialdad unas veces, otras con el calor por la de Marte. Otras en las cuales predomina Júpiter, como la escorzonera, lengua buey y borraja, son templadas y sanísimas. Los milagros que hace el sol en el romero ya son públicos; y finalmente, nunca acabáramos si hubiéramos de especificar y particularizar todas estas cosas y maravillas que se ven en las plantas.

Pues si vamos a las piedras, no nos da menos que admirar este maravilloso artificio en ellas, porque en ellas se reconoce admirablemente la superioridad de los astros. El precioso diamante es piedra del sol, cuya virtud parece divina, aunque su secreto es tan grande en la honra y castidad de los casados como necesario el callarle. El rubí es de Venus. El carbunco, parte del sol, parte de Júpiter, de quien son el zafiro y jacinto. La esmeralda es de la luna. La piedra imán del Norte, a quien mira y hace mirar al hierro, al cual atrae a sí con tanta fuerza que se sustenta de él y le convierte en su mesma substancia. Y finalmente, todas estas cosas inferiores dependen de las superiores en esto: guardando el orden y armonía dicha entre sí.

RAMÍREZ.- Muy bien habéis dicho; pero dejando esto, decidme: ¿qué loa lleváis para la fiesta del Corpus de Toledo?
ROJAS.- Soy tan malo en eso de divino, que no sé si vale algo un disparate que he hecho; escuchadla, y si os pareciere bien, se dirá, y si no, el Jurado es vuestro amigo y nos podrá remediar de todo.
RÍOS.- Ahora decilda, que si no fuere buena, no faltará quien haga otra.

[ROJAS].-

A la fiesta del convite / que hizo a la tierra el cielo, / el mismo cielo se admira,
temblando están los infiernos. / Los vicedioses de Cristo, / mármores doce del templo, / comiendo están, elevados / con tan divino sustento. / Suspensos están los hombres, / en libertad nuestros cuerpos, / las almas están en gloria, / los ángeles en silencio.
[…]

Y vos, insigne ciudad / y cristianísimo pueblo, / noble, inexpugnable,
antigua metrópolis de estos reinos, / catolicísima y santa, / archivo de mil secretos, / castigo de tantos malos, / defensa de tantos buenos, / con tu catedral iglesia, / con tus santos monasterios, / con tanta fama y milagros / cual todos saben y vemos.
[…]

¡Y qué mucho que mi autor, / siendo tan criado vuestro, 
sus faltas le perdonéis / y a mí que a serviros vengo!

SOLANO.- Yo no hallo en ella cosa que no me parezca tan bien como cuantas he oído.
RAMÍREZ.- A mí me ha parecido lo propio.
ROJAS.- Según eso, ¿bien se podrá decir?
RÍOS.- Y seguro que parecerá muy bien.
SOLANO.- A la venta nueva hemos llegado.
RÍOS.- Pues que Rojas diga el cuento que nos tiene prometido desde el viaje pasado.
[…]

ROJAS.- Como dice Ovidio en el libro De Arte amandi: Amor es un no sé qué, viene por no sé dónde, envíale no sé quién, engéndrase no sé cómo, siéntese no sé cuándo, mata no sé por qué, y al fin, es todo viento, y la mujer nada. ¿Qué cosa hay más liviana que el viento? el rayo. ¿Y que el rayo? la llama. ¿Y que la llama? la mujer. ¿Y que la mujer? nada, porque es la misma nada. Cuatro cosas hay insaciables que nunca se hartan: la tierra, el fuego, el infierno y la mujer.

RAMÍREZ.- Esto es lo propio que yo decía; pero hay hombres tan pobres de entendimiento, tan faltos de juicio y tan soberbios de corazón, que le dan a una mujer honrada por compañera, y a dos días la hacen su esclava, sin conocer sus prendas, virtud y honestidad, unas veces apartando cama, otras no comiendo a la mesa, y aun muchas tratándolas mal de palabra.
[…]

SOLANO.- Dice Galeno que la vejez ni es enfermedad acabada, ni salud perfecta.
RAMÍREZ.- También dice el mismo que los hombres tienen seis edades, que son: puericia, hasta los siete años; infancia, que dura hasta los diez y siete; juventud, hasta los treinta; viril edad, hasta los cincuenta y cinco; senectud, hasta los setenta y ocho, y decrépita edad hasta la muerte. Y éste era de los setenta arriba, porque no tenía pelo que no fuese blanco.
RÍOS.- Muchas veces vienen las canas por herencia, como la vejez por dolencia.
SOLANO.- Las canas de la cabeza son emplazadoras de la muerte, y las de la barba, ejecutores de la sepultura.
ROJAS.- Verdaderamente digo que cuando un viejo (si es pobre) no llore por la pobreza que tiene, podría llorar por lo mucho que vive.
RAMÍREZ.- Leí los días pasados en un libro de un hombre de muy buen ingenio un caso que sucedió al duque Filipo el bueno, que fue el primero que instituyó la Orden del Tusón en la villa de Tomer, en una iglesia que llaman de San Bertín, dándole a veinte y cuatro caballeros, a quien él llamaba sus doce pares, el cual traía por insignia pintada en sus banderas una mano con un eslabón que iba a dar en un pedernal, y alrededor un letrero que decía: «primero se ha de dar el golpe que salten las centellas». 

Entre los eslabones del collar del Toisón aparece el fuego, símbolo de Prometeo, que representa también la divisa del duque de Borgoña: “Ante ferit quam flamma micet», es decir, Hiere antes de que se vea la llama.

Leí, pues, como digo, que este cristianísimo príncipe era de mucha edad y acostumbraba a decir infinitas veces lo que era el mundo y cuán poco había que confiar en él. Yendo, pues, una noche rondando con algunos criados suyos, hallaron tendido en una calle un hombre que estaba borracho, lleno de lodo, toda la cara sucia y tiznada, y tan dormido estaba, que no pudieron meterle en su acuerdo. Mandó el duque que le llevasen a palacio, que quería aquel hombre enseñarles lo que era el mundo. Lleváronle de la manera que lo mandó, y después de esto dijo que le desnudasen y vistiesen una camisa muy buena y acostasen en su propia cama, y a la mañana le diesen de vestir y sirviesen como a su misma persona. 

Hízose todo aquesto, y otro día, cuando ya se había acabado la borrachera, entraron los gentiles hombres de la cámara a decirle de qué color quería vestirse, y él, asombrado de verse en aposento tan rico y rodeado de gente tan principal, y viendo que estaban tantos delante de él descubiertos, no sabía qué responder, sino mirábalos a todos, y debía de parecerle a él, sin ninguna duda, que no había dos horas que estaba bebiendo en la taberna y andando los fuelles en su casa (que según se supo después era herrero y vivía cerca de palacio). Diéronle, pues, un vestido muy bueno, diéronle agua a manos, la cual él rehusaba de tomar, porque aún no sabía cómo había de lavarse. A todo cuanto le preguntaban no respondía; miraba desde unas ventanas su casa y debía de decir: «¡Válgame Dios!, la casilla de aquella chimenea, ¿no es mía? Aquel muchacho que juega a la peonza, ¿no es mi hijo Bartolillo? Y aquella que hila a la puerta, ¿no es mi mujer Toribia? ¿Pues quién me ha puesto a mí en tanta grandeza?» Digo yo, sin duda que diría él esto.

Cuando pusieron las mesas, sentóse a comer, y el duque presente a todo: hecho esto y venida la noche, diéronle vino bastante para ponerle como le hallaron, y cuando estuvo fuera de juicio y bien dormido, desnudáronle y volvieron a poner su vestido viejo, y mandó el duque que le llevasen al mismo puesto donde le habían hallado. Hízose, y hecho, llegó el duque con mucha gente y dijo que le despertasen, y despierto, preguntóle quién era, y él, muy asombrado, respondió que según las cosas que en dos horas habían por él pasado, no sabría decir quién era. Preguntado la causa, respondió: 

«Señor, yo soy un herrero y me llamo Fulano; salí de mi casa habrá una hora o poco más, bebí un poco de vino, cargóme el sueño y quedéme aquí dormido. Y en este tiempo he soñado que era rey y que me servían tantos de caballeros, y traía tan lindos vestidos, y que dormía en una cama de brocado, y comía muy bien y bebía, y estaba yo tan gozoso de verme tan servido y regalado, que casi estaba fuera de juicio de contento, y bien se ve que lo estaba, pues todo fue sueño». Y dijo entonces el duque: Veis aquí, amigos, lo que es el mundo: todo es un sueño, pues esto verdaderamente ha pasado por éste, como habéis visto, y le parece que lo ha soñado.

ROJAS.- Yo he leído que, preguntando Filipo, padre de ese Alejandro, a unos filósofos cuál era la mayor cosa del mundo, dijo uno que el agua, otro que el sol, otro que el monte Olimpo, pues de él se descubría todo el mundo; otro dijo que el gigante Atlas, pues sobre su sepultura estaba fundado el monte Etna; otro dijo que el poeta Homero, pues había contienda entre siete ciudades sobre cuál sería su patria, y otro dijo que la mayor cosa del mundo era el corazón que despreciaba las cosas del mundo.
ROJAS.- Él dijo bien, por cierto, porque los bienes de él son como el sueño del otro, que cuando más metidos estamos en él y más sin memoria que ha de tener fin, entonces nos quita las haciendas y nos ejecuta en las vidas, porque mientras vivimos en él no hay hora de placer que no se mezcle con mil de pesares, y no hay día de gusto tras quien no vengan mil de acíbar. Porque todo este mundo no es más que trabajar para tener, tener para desear, desear para gozar, gozar para vivir, vivir para morir y morir para dejar. 

SOLANO.- De lo más que he gustado de todo lo que habéis dicho, es del cuento del borracho, que verdaderamente es muy bueno para considerado y mejor para tomar de él ejemplo.
RÍOS.- ¿Quién era al que decís que le sucedió?
RAMÍREZ.- Al duque Filipo de la casa de Borgoña, abuelo de Madama María, que fue casada con el emperador Maximiliano, por donde se juntaron estas dos tan nobilísimas casas de Austria y Borgoña.
ROJAS.- Pues habéis tocado en ellas, os quiero decir una loa que hice el otro día de esta famosa casa de Austria.
RÍOS.- Mucho gustaremos todos de oírla.

ROJAS
Tengo dichas tantas loas, / he compuesto tantos casos / de sucesos fabulosos,
ficciones, burlas, engaños, / alabanzas, vituperios, / enigmas y cuentos varios,
que ya no sé qué me diga / después de haber dicho tanto.
[...]
que la descendencia ilustre, / principio y origen claro / de la casa milagrosa
de Austria quiero contaros. / Austria, parte de Panonia / en otros tiempos pasados, / muy vecina de Alemania / y noble en todos sus tratos, / pasa por medio el Danubio, / y en sus riberas a un lado / está fundada Viena, / cabeza de estos estados.

Y entonces a esta provincia / la «marca oriental» llamaron / los marqueses, cuyos nombres / iré, señores, contando: / Balario, Grifón, Geroldo, / Teodorico, Alberto, Ocario, / Gotifredo, Rudigero, / Balderico, Sigenardo, / Gebelardo, Upaldo, Arnulfo, / otro Geroldo y Conrado, / y faltando aquí heredero / que viniese a estos estados, / el emperador Enrico / tercero dio el marquesado / a Opoldo, duque suevo, / cuyo descendiente entrando / fue duque de Austria el primero / y que éste fue Enrique el Magno. / A éste sucedió Leopoldo,

Después de aqueste hubo muchos, / y al fin sucedió al ducado / Federico el inquieto, / que «el Belicoso» llamaron, / al cual mataron los húngaros, / sin heredero acabando. / Y por ser la casa de Austria / feudo al imperio romano, / la recuperó Rodulfo, / descendiente por milagro / de la casa nobilísima / que es de los condes de Aspurg, / cuyos descendientes fueron, / por un don inmenso y raro, / Alberto, Alberto el segundo, / y aqueste, llamado «el Sabio», / Leopoldo el Bueno y Ernesto, / a quien «el Férreo» llamaron, / y Federico el Pacífico, / el Noble, el Bueno, el Callado, / que fue emperador tercero, / padre de un Maximiliano, / emperador invictísimo, / fuerte, invencible, gallardo, / muy piadoso y justiciero, / poderoso, justo y sabio.

A éste sucedió Filipo, / un gran príncipe cristiano / y el primero rey de España,
de su nombre y su reinado / Este gran Príncipe fue / con doña Juana casado,
hija única, heredera de Isabel y de Fernando. / Sucedió a aqueste Filipo
el emperador don Carlos, / un gran monarca del mundo / y el mayor de sus pasados,

A éste sucedió Filipo, / invictísimo cristiano, / el segundo de este nombre / y «sin segundo» llamado, / Sucedióle otro Filipo, / que guarde Dios largos años, / de aqueste nombre el tercero / y el primero de Alejandro. / Vuestros ingenios conozco, / aquí con ellos me amparo; / nobles y discretos sois, / perdonar sabréis agravios, / pues éstos, que no son yerros / de voluntad, ya está claro / que podrán tener disculpa / con el deseo de agradaros.

SOLANO.- Buena es la loa.

RAMÍREZ.- De lo que me pesa es que llegamos ya a Toledo y no hemos sabido en lo que paró aquel cuento de aquel amigo vuestro.
ROJAS.- Es largo, y por esto, y estar tan cerca como estamos, no le prosigo; pero yo tendré cuidado, del primer viaje que hagamos, de irle prosiguiendo.

RAMÍREZ.- ¡Ay, Toledo mío! ¿Qué es posible que te veo? Nunca entendí que este deseo se me cumpliera, según lo deseaba.

● ● ●   ● ● ●   ● ● ●


No hay comentarios:

Publicar un comentario