jueves, 16 de julio de 2020

EUGÈNE DELACROIX ● II


Delacroix, autorretrato,1840

En el Salón Oficial de 1827-1828, Delacroix expuso varias obras que la crítica rechazó unánimemente: La Muerte de Sardanápalo –Louvre-. El 21 de marzo, Étienne-Jean Delécluze, afirmó en el Journal des débats que se trataba de un error. “El ojo no puede desenmarañar la confusión entre líneas y colores… el Sardanápalo es un error del pintor”, y añadió: “Delacroix debería tomar clases de perspectiva; este arte es a la pintura, lo que la ortografía para todo el mundo.”  El día siguiente publicó La Gazette de France, que era “el peor cuadro del Salón” y Le Quotidien lo definió como “obra extraña” el 24 de abril. Para el crítico Vitet, “Eugène Delacroix se ha convertido en la piedra de escándalo de las exposiciones”, a la vez que, Charles Chauvin en el Moniteur Universel, escribió: “¿Dónde estamos?, ¿sobre qué base se apoya la escena? ¿Dónde está este esclavo que pretende montar a caballo? […] La mayor parte del público encontró el cuadro ridículo. Que M. Delacroix recuerde que el gusto de los franceses es noble y puro, y también que cultive a Racine antes que a Shakespeare.”

Sin embargo, Delacroix no se proponía sorprender a nadie, sino, más bien, comunicar su creación por medio de referencias al pasado, basadas en numerosas fuentes de inspiración, así como por la elección de los temas del antiguo Oriente.

Las reacciones desencadenadas por la presentación del cuadro, molestaron a sus amigos, que, sin embargo, no intervinieron en su defensa. Víctor Hugo tampoco tomó partido por él, aunque manifestó su entusiasmo en una carta a Víctor Pavis, el 3 de abril de 1828: “No crea que Delacroix se ha equivocado. Su Sardanápalo es magnífico y tan gigantesco, que escapa a las visiones reducidas”. 

Delacroix también fue víctima de humoristas que no apreciaba, a pesar de su gusto por los juegos de palabras. 

En aquella ocasión, el cuadro no fue adquirido, y el superintendente de Bellas Artes, Sosthène de La Rochefoucauld (1785-1864) le invitó a “cambiar de estilo”, algo a lo que él pintor se negó categóricamente, pero, en todo caso, la violencia de los ataques recibidos, precipitó su distanciamiento del movimiento romántico. Escribió que abandonaría durante cinco años los encargos públicos, pero su proyecto no se cumplió, pues al año siguiente, empezó a recibirlos. 

Delacroix: La muerte de Sardanápalo, 1827. Louvre

Sardanápalo conspiró contra Asurbanipal y, este, para castigarle, asedió la ciudad (650-648 aC.). Cuando Sardanápalo intuyó su inminente derrota, decidió suicidarse con todas sus mujeres y sus caballos e incendiar su palacio y la ciudad, para evitar que el enemigo se apropiase de ellos.

Delacroix sintió la necesidad de realizar algunas declaraciones cuando el lienzo fue expuesto por primera vez, y lo hizo en los siguientes términos:

Los rebeldes asediaron su palacio... Recostado en una magnífica cama, junto a una inmensa hoguera, Sardanápalo da la orden a sus eunucos y a los oficiales de palacio de degollar a sus mujeres, a sus pajes, y hasta sus caballos y perros favoritos; ninguno de los objetos que habían servido a sus placeres debía sobrevivir.

El poeta inglés Lord Byron, uno de los más emblemáticos del romanticismo, había publicado en Inglaterra en 1821 el drama Sardanapalus, traducido en Francia en 1822. Algunas historiadores piensan que Delacroix se habría inspirado en esta obra. 
El neoclásico Ingres, presentó aquel año en el Salón, La Apoteosis de Homero, que representaba a la pintura clásica, como Delacroix y su Sardanápalo, a la romántica, y fue considerado como su principal rival durante el resto de su vida.


La apoteosis de Homero, de Ingres. Se aprecian numerosos personajes históricos; artistas y literatos, que no corresponden a la época de Homero.

Dos concepciones opuestas de la pintura se enfrentaban por medio de estos dos artistas; el disegno -dibujo-, para los clásicos, contra el colorito -color- con que se afirmaba y expresaba el carácter individual, para los románticos.

Con L'Apothéose d'Homère y La Mort de Sardanapale, los dos artistas trataban de afirmar sus respectivas doctrinas, evidentemente, opuestas, a pesar de la evidente creatividad de ambos. La querella del color que también oponía a poussinistas y rubenistas en la década de 1670, se reproducía entonces, con la nueva oposición, color vs. dibujo. La crítica consideró a Delacroix como el principal representante y defensor de los coloristas, hasta el siglo XX.

Tras aquel “fracaso”, Delacroix conservó su pintura en el taller, hasta que, en 1844 se decidió a ponerlo en venta, y el año siguiente, un coleccionista americano, lo adquirió por 6.000 francos. La tela fue restaurada por Haro y presentada al público, en 1861, para ser finalmente adquirida por el Louvre, en 1921.
El Salón de 1827-1828 constituyó, con la Exposition Universelle de 1855, la manifestación más importante de Delacroix, por el número de obras presentadas. En dos envíos, expuso 12, de las que la última fue: Milton y sus Hijas.

Milton y sus hijas.
El escritor les dicta su obra: “El Paraíso Perdido”.

Tras la visita de Carlos X a Nancy, Delacroix recibió, el 28 de agosto de 1828, el encargo, a través del ministro del Interior, de un pintar un cuadro que el monarca quería donar a la ciudad. Del mismo, surgió, en 1831, La muerte de Charles “le Hardy”, o “El Temerario” -Carlos I de Borgoña-, obra más conocida como La Batalla de Nancy –en el Museo de Bellas Artes de Nancy-, que no fue presentada en el Salón hasta 1834.

La Batalla de Nancy. Delacroix

La Bataille de Nancy representa, justo el momento previo a la muerte de Carlos El Temerario, en 1477, de forma muy dramática. Nos detendremos brevemente en algunos de sus momentos históricos -tal como hizo el artista-, para mejor comprender la trascendencia de la escena, con sus causas y sus consecuencias históricas.
En octubre de 1476, El Temerario invadió Lorena y procedió al asedio de Nancy. Se sabe que aquel invierno fue excepcionalmente frío, pero, ignorando los consejos de sus capitanes -no en vano se le apodaría el Temerario-, Carlos decidió mantener el sitio. Así, el día 5 de enero de 1477 se produjo la que conocemos como Batalla de Nancy, en la que René II de Lorena, comandando tropas mercenarias con la colaboración de Luis XI, logró levantar el asedio, y acabar con la vida de Charles.
Este fue el primer encargo oficial de Delacroix y, al efecto, la Societé Royal des Sciences, Lettres et Arts, de Nancy, le propuso tres temas: la batalla propiamente dicha; la victoria de los Lorena sobre los Burgundios/Borgoña, o el descubrimiento del cuerpo del Temerario -que se supone hallado sobre el campo, tres días después de su muerte.

Delacroix no visitó Nancy, al efecto, sino que se sirvió de numerosos dibujos preparatorios sobre armas y hábitos medievales, datos topográficos, y obras literarias, como fue, en este caso, lógicamente, la novela de Walter Scott, Charles Le Téméraire.

Fragmento argumental. (Aclarado).

En primer plano, a la izquierda, aparece el Temerario, derribado con su caballo, mirando, impotente, la lanza con la que el caballero Bauzémont, acabará con su vida, escena que René II observa desde la derecha, montado en un caballo blanco, esperando la muerte de su enemigo. El resto de la pintura muestra un terrible entorno de hombres y caballos, agonizantes o muertos, en el centro, y varias compañías preparadas, al fondo. 
El Salón de 1834, consideró la obra “No conforme con la verdad histórica” por lo que, La Bataille de Nancy fue muy criticada en su presentación. 
Tres días después del enfrentamiento, apareció el cadáver de Carlos de Borgoña, desnudo y medio devorado por los lobos, al borde de un estanque helado. El cuerpo del duque se hallaba tan desfigurado que sólo su cirujano portugués, del que se sabe que se llamaba Mateo, declaró haberlo identificado observando algunas de sus viejas cicatrices de guerra.

Carlos el Temerario, es encontrado después de la Batalla de Nancy. 1865. Auguste Feyen-Perrin (1826-1888). Musée des Beaux-Arts en Nancy.

De acuerdo con esta representación, parece que la identificación se produjo por medio de una sortija que el muerto llevaría todavía en la mano izquierda; algo raro, sin duda, ya que los cadáveres no retirados, solían ser despojados por propios y ajenos. El cuerpo, en todo caso, recibió los máximos honores por parte del duque de Lorena, que lo depositó en su propia cripta familiar, si bien, curiosamente, ante la imposibilidad de confirmar sin lugar a dudas, la identidad del cadáver, durante mucho tiempo se contempló la lejanísima posibilidad de que el duque hubiera sobrevivido.

En 1550 su biznieto homónimo, el emperador Carlos V, ordenó el traslado de los restos a la Iglesia de Nuestra Señora en Brujas, donde fueron depositados junto a la tumba de su única hija y heredera María. Ambos sepulcros, de bronce y mármol negro, presentan las esculturas yacentes de ambos.

Charles le Téméraire, con el Toisón, de Rogier van der Weyden, c. 1462. Gemäldegalerie, Berlin.

Charles de Valois-Bourgogne, llamado Charles le Hardi -Audaz-; Charles le Travaillant -Trabajador, pero más conocido por su sobrenombre póstumo de le Téméraire, - Dijon, 1433 – Nancy, 1477-, fue, después de Philippe le Hardi, Jean sans Peur y Philippe le Bon, el cuarto y último duque de Borgoña de la Casa de Valois.

Su reinado estuvo marcado por el enfrentamiento, casi permanente, con su primo el rey de Francia, del que se declaró emancipado, a la vez que se aproximaba al Imperio, en el que deseaba suceder. Reanudó la alianza anglo-borgoñona con su apoyo a Eduardo IV de York, con el que casó a su hermana.

Al no alcanzar el Imperio, se propuso la anexión de la Alta Alsacia y Lorena, con las que quiso crear un reino independiente. Su desmesurada ambición le creó numerosos enemigos, como las Confederaciones suizas y el duque de Lorena, apoyado por Louis XI, que terminaron por derrotarlo en Nancy, cobrándose su vida.

Dejó una hija, Marie, quien, para frenar las pretensiones del rey de Francia, se casó con Maximiliano de Austria, siendo ambos posteriormente, los abuelos de Carlos I de España, V como emperador Habsburgo.

En diciembre de 1828, o enero de 1829, Delacroix recibió el encargo de dos pinturas para la duquesa de Berry, viuda del hijo menor del rey, fueron: Quentin Durward et le Balafré y La Batalla de Poitiers, también conocido como, El Rey Juan en la Batalla de Poitiers.

Quentin Durward et le Balafré. –De la novela de Walter Scott-, 
Museo de BBAA de Caen.

Quentin Durward, es un joven escocés noble, que forma parte de la guardia personal de Louis XI, en la que ya sirvió prósperamente, su viejo tío -soldado mercenario- el Balafré. Quentin llama pronto la atención del rey, que le confió una misión de confianza, que le colocaría en el centro del conflicto entre Luis X y Charles le Téméraire, duque de Borgoña. El encargo llevó al pintor a Péronne, lugar del famoso encuentro entre los adversarios que, en realidad, representan el poder real unificador contra el viejo sistema feudal, que Walter Scott echaba de menos, aduciendo que se perdía el “espíritu caballeresco”.

La Batalla de Poitiers, o, El Rey Juan en la Batalla de Poitiers. 
Museo del Louvre. Terminado en 1830.

La batalla de Poitiers había tenido lugar el 19 de septiembre de 1356, en el contexto de la más que terrible guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia. Posterior a la de Crecy, en 1346, y anterior a la de Agincourt, en 1415, fue la segunda de las tres sonadas victorias inglesas de la guerra, todas ellas igualmente sanguinarias, con sus “famosas chevauchées (cabalgadas) inglesas,” violentas y rápidas, que castigaban especial y cruelmente a la población civil.

A petición de Louis-Philippe d'Orléans, Delacroix pintó también un cuadro de grandes dimensiones, (420 × 300 cm) para su galería histórica en el Palais Royal: Richelieu disant sa messe (1828) o Le Cardinal de Richelieu dans sa chapelle au Palais-Royal, destruido durante la Revolución de 1848 y del que no queda más que una litografía de Ligny, que figura en la Histoire du Palais Royal, de Jean Vatout (1830?).

Réplica de la pintura del cardenal Richelieu

En enero le encargó una nueva obra, también inspirada en Walter Scott, L'Assassinat de l'évêque de Liège/El Asesinato del obispo de Lieja -Museo del Louvre-, que presentó, primero en la Royal Academy, en 1830, después en el Salón de 1831 y, finalmente, en la Exposition Universelle de 1855 en Paris, y en la de Londres de 1862.

Eugène Delacroix, L'Assassinat de l'évêque de Liège, 1830, Musée du Louvre.
(También representa una escena de “Quentin Durward”, de W. Scott.)

La escena está tomada del capítulo XXII de Quentin Durward y representa el asesinato de Luis de Borbón, Príncipe-Obispo de Lieja, por los hombres de Guillaume de La Marck, el “Jabalí de las Ardenas”, en el siglo XV. Cuando La Marck celebraba una fiesta en la gran sala del Palacio arzobispal, el obispo, que era su prisionero, fue amenazado e injuriado por los soldados y rebeldes de Lieja, rechazó las promociones de La Marck y mostró una actitud “entre noble feudal y mártir cristiano”, antes de ser abatido por Nikkel, el carnicero, cómplice de La Marck.

La sala se inspiraba en las del Palacio de Justicia de Rouen y en Westminster Hall de Londres, sobre cuyo fondo, Delacroix realizó un claroscuro, en el que un gran mantel blanco marca una luz sorprendente en medio de la sombría sala.

Una anécdota circuló con respecto al citado mantel blanco, punto central de la escena, cuya ejecución había causado muchas dificultades a Delacroix; dibujando un día en casa de su amigo Frédéric Villot, el pintor se puso un ultimatum: “Mañana atacaré ese maldito mantel, que será para mí, Austerlitz, o Waterloo.” Y fue Austerlitz.

[Como es sabido, Austerlitz, en 1805, supuso la primera gran victoria de Napoleón, mientras que Waterloo, en 1815, fue su última gran derrota.]


La estructura de la bóveda, a imagen del antiguo hall de Westminster, que Delacroix había observado atentamente durante su estancia en Londres.
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En 1831, Delacroix presentó en el Salón, que había abierto sus puertas, aquel año, el 14 de abril, La Liberté guidant le peuple/La Libertad guiando al pueblo, que había pintado por dos razones; la primera, relacionada con su fracaso en el Salón, en 1827; deseaba hacerlo olvidar y atraerse el favor del poder del momento, creando una obra de arte que representara las ideas liberales que compartía con el nuevo rey de los franceses, Louis Philippe I. 

Delacroix no era favorable a la instauración de una República, sino que deseaba una monarquía moderada que respetara tanto las libertades, como el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. 

Por otra parte, durante la revolución de los “Tres Gloriosos”, -27, 28 y 29 de julio de 1830, son los «Trois Glorieuses», que pusieron a Louis Philippe en el trono-, Delacroix, encargado de la guarda de la colección del museo del Louvre, no había podido participar, pero en una carta fechada el 28 de octubre de 1830, dirigida a su hermano Charles Delacroix, escribió: "He empezado un tema moderno; una barricada, y si no he luchado por la patria, pintaré para ella. Esto me ha devuelto el buen humor". En la misma carta, aseguraba que intentaba con ello, honrar a los que sí habían participado en los «Tres días». Para él, pues, la realización de aquella obra, constituía un acto patriótico y, por lo tanto, su objetivo primero, no era tanto complacer de nuevo al rey, con el cual mantenía lazos de amistad, ya desde antes, sino, realmente, honrar a los que habían hecho posible aquella revolución, es decir, al pueblo; a las clases populares que levantaron las barricadas y que lucharon por acabar con la monarquía de Charles X

La composición del cuadro revela esta voluntad de glorificación del pueblo, ya que el conjunto de personajes, exceptuando la figura femenina alegórica de la libertad, representa, efectivamente, al pueblo. La presencia de un niño a su lado viene a mostrar la misma idea generalizada, de derribar a Charles X. Aquellos ideales liberales, eran también los de Louis Philippe I, quien, finalmente, adquirió el cuadro por 3.000 francos, con la idea de exponerlo en el Palais du Luxembourg, aunque sólo estuvo allí unos meses, pues el entonces director de Bellas Artes, lo reservó por temor a que el tema provocara disturbios, si bien, su sucesor en el cargo, permitió a Delacroix recuperar la obra en 1839. 

Fue expuesto de nuevo en 1848; pero unas semanas después, el pintor, de nuevo fue invitado a retirarlo. El director de los museos y el conservador del Louvre, lo destinaron a las reservas del museo del Luxembourg, pero después, con el acuerdo de Napoleón III, se presentó de nuevo en la Exposition Universelle de 1855. El Louvre lo expone permanentemente desde noviembre de 1874.

Delacroix: La Liberté guidant le peuple, 1830. Louvre

Une mujer joven, que lleva el gorro frigio, sostiene la bandera tricolor representando la alegoría de la Libertad. Avanza, armada y acompañada por un niño que empuña dos pistolas. A la izquierda, un hombre joven, con levita y chistera, lleva también un trabuco con dos cañones, que, según la leyenda, representaría a Delacroix, como si hubiera participado activamente en la revuelta.

¿Delacroix?

Por lo que respecta al niño, se sabe que inspiró a Víctor Hugo para crear a su personaje Gavroche de Los Miserables.

La crítica acogió la obra con moderación; Delécluze escribió en el Journal des débats del 7 de mayo: "[…] Este cuadro, pintado con energía, y coloreado en algunas de sus partes, con un raro talento, recuerda absolutamente el estilo de Jean Baptiste Jouvenet […]" (con obra en el Museo del Prado). 

Otros críticos encontraron inaceptable la figura de la Libertad, que calificaron de "vulgar, sucia, mujerzuela y arrabalera" cuyo realismo molestaba, por la desnudez del torso y la “pilosidad” de sus axilas.



El escultor François Rude se inspiró en esta obra para su Départ des volontaires/Partida de los voluntarios, en el Arco de Triunfo de la Plaza de l'Étoile, en París y, en 1924, el pintor Maurice Denis, recuperó el tema para decorar la cúpula del Petit Palais. También constituyó el cartel de la reapertura del Louvre, en 1945.

"Le Départ des Volontaires de 1792", también conocido como La Marseillaise. Escultura de François Rude, en el Arc de Triomphe de la Place de l'Etoile, Paris.

Maurice Denis, en Le Petit Palais. 

Las diferencias que oponían a clásicos y románticos, molestaban a Delacroix, que propuso, con otros amigos y críticos, la adopción de una estrategia común frente a la poderosa influencia de la Société des Amis des Arts, próxima al Institut de France, y en una larga carta que envió a M. d’Agoult, ministro del Intérieur, le planteó lo absurdo y arriesgado que era separar a los artistas oficiales, de otros, a veces, con más talento.

El reconocimiento oficial de Eugène Delacroix, se produjo en septiembre de 1831, cuando le fue concedida la Légion d’honneur.

En 1832, Eugène Delacroix formó parte, durante siete meses, de la misión diplomática que Louis-Philippe encomendó al conde de Mornay (1803-1878) cerca del sultán de Marrruecos, Moulay Abd er-Rahman (1778-1859). Mornay tenía que llevar un mensaje de paz y tranquilizar al Sultán y a los británicos, inquietos tras la conquista de Argelia por parte de Francia.

El viaje marcó profundamente al pintor, que descubrió, primero Andalucía -el barco salió de Toulon el 11 de enero de 1832; bordeó las costas de Menorca, Mallorca, Málaga y Granada, pasando cerca de Salobreña y Motril, y se detuvo en Algeciras para su aprovisionamiento-, antes de alcanzar África del Norte, Marruecos y Argelia; con sus paisajes, sus arquitecturas, sus poblaciones, tanto musulmanas como judías, sus costumbres, su arte y sus vestimentas. 

El artista tomó notas incansablemente y realizó dibujos y acuarelas, que constituyeron una de sus primeras agendas de viaje, en la que describió todo lo que observaba. El viaje resultó fundamental para su técnica y su estética. Completó siete cuadernos como diario de viaje, de los cuales solamente se han conservado cuatro. Durante el resto de su vida, el pintor volvería regularmente al tema marroquí en más de ochenta pinturas de "temas orientales", como Les Femmes d'Alger dans leur appartement, de 1834, en el Louvre; La Noce juive au Maroc, de 1841, y también en el Louvre o Le Sultan du Maroc, ya en 1845, que se conserva en el Museo des Augustins, de Toulouse.

Les Femmes d’Alger dans leur appartement
Eugène Delacroix, 1834.  Musée du Louvre, Paris

El viaje, realizado a sus expensas, permitió al pintor, que nunca había estado en Italia, descubrir "l’Antiquité vivante" la Antigüedad viviente. En una carta que envió a Jean-Baptiste Pierret, el 29 de enero, es muy elocuente en este sentido: "Imagine, amigo mío, lo que es ver puestas de sol paseando por las calles, remendadores de zapatos, personajes consulares; Catones, Brutus... a los cuales no falta ni el aire desdeñoso que debían tener aquellos dueños del mundo.”

Voyage en Afrique du Nord

Acuarela del Voyage

Gracias a aquel viaje, Delacroix se convirtió en uno de los primeros artistas que pintó "Oriente" del natural; el "orientalismo" se convirtió en característica de artistas y escritores en el siglo XIX.
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El 31 de agosto de 1833, Thiers, entonces ministro de Obras Públicas, encargó a Delacroix su primer gran decoración: los murales del Salon du Roi o Salle du Trône, en el Palais Bourbon, actualmente, Assemblée Nationale


En cada uno de los cuatro espacios principales, Delacroix representó sendas figuras alegóricas representativas del Estado: Justicia, Agricultura, Industria y Comercio, y Guerra. Para los ángulos, entre los cuales están dispuestas las imágenes correspondientes, diseñó figuras menores, especialmente, niños, y atributos, como La Sabiduría, representada por la lechuza de Atenea; el mazo de Hércules, como La Fuerza y el Cincel y el Martillo para las Artes. La Salle du Trône en la que el rey inauguraba las sesiones parlamentarias, es hoy, la Sala Delacroix.

La pared de la Justicia

Detalle de la Justicia

Para llevar a cabo aquellos grandes encargos, Delacroix abrió, en 1841, un taller con alumnos ayudantes, que tenían que ejecutar literalmente el estilo del pintor. Fueron encargados de la realización de los fondos y grisallas.

En 1850, Delacroix recibió también el encargo de la decoración central de la Galerie d'Apollon en el Louvre, donde presentó su Apollon vainqueur du serpent Python – Apolo venciendo a la serpiente Pitón, y en 1851, la ciudad de París le encargó también las decoraciones del Salon de la Paix de l’Hôtel de Ville – Salón de la Paz del Ayuntamiento, hoy desaparecidas a causa de un incendio producido en 1871.

A partir de 1844, Delacroix vivió en Draveil, en el lugar llamado Champrosay -gracias a una "ocasión única", al parecer, en el terreno económico-, donde había un chalet en el que organizó un taller de diez metros cuadrados, en pleno campo, y accesible por tren. Delacroix se fue a descansar allí, lejos de París, donde se había desatado el cólera. 

Allí, acompañado por su gobernanta Jenny, que había entrado a su servicio hacia 1835, pudo dar largos paseos por el campo, favorables contra su tuberculosis. Compró la casa en 1858 y allí creó numerosos paisajes, como algunas vistas de Champrosay, tanto al pastel -en el Musée du Louvre-, como al óleo, -en el Musée du Havre-. 

También pintó muchos cuadros de memoria, releyendo sus notas de Marruecos. Su temática se volvió más optimista y los marchantes parisinos le vendieron muchas pinturas de tamaño reducido. 

Acudía a la costa normanda, a Etretat, Fécamp o Dieppe, con regularidad, y allí pintaba acuarelas y pasteles. También hizo bodegones y flores imaginarias, como unos lirios amarillos de cinco pétalos.

El estudio de Delacroix, 1852
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 George Sand interpretada por Delacroix, en 1838. Ordrupgaard, Copenhague, DK

La relación de Delacroix con Georges Sand, aunque siguió un tiempo, se enfrió después de realizar el retrato de la escritora, pero desde 1834. Delacroix acudió regularmente a Nohant-Vic, donde pintó, para su iglesia, une Éducation de la Vierge -Educación de la Virgen.

L'Éducation de la Vierge. Museo Delacroix, 1842.

Acabo de ver –escribió-, al volver al parque, un motivo soberbio para un cuadro; una escena que me ha conmovido mucho. Era tu granjera con su nieta. He podido observarlas tranquilamente desde detrás de un arbusto donde ellas no me veían. Estaban sentadas en el tronco de un árbol y la anciana tenía una mano sobe el hombro de la niña que, atentamente, estaba aprendiendo a leer.

(Comentario aportado por Alfred Robaut, redactor del primer catálogo razonado de la obra del pintor.)

Delacroix regaló un Bouquet de fleurs dans un vase - Ramo de flores en un jarro, a la escritora, que lo colocó a la cabecera de su cama, pero cuando Sand se enamoró del grabador y alumno de Delacroix, Alexandre Manceau, Delacroix se distanció de ella, ya que, además él se oponía a la revolución de 1848, de la que Sand fue una de las figuras más reivindicativas.

En 1844, el prefecto de Rambuteau le encargó una Pietà para la iglesia de Saint-Denys-du-Saint-Sacrement de Paris. Creó una obra maestra en diecisiete días, pero le quedó "un profundo surco de melancolía", como aseguró Baudelaire.

Delacroix: Pietá. 1844. St. Denis.

Durante un período en que las peticiones de coleccionistas fueron muy escasas, su carrera dependió de los encargos oficiales. Para conciliarse los favores del poder, frecuentó los círculos políticos de moda y nunca rechazó una visita que pudiera ser fructífera en este sentido. A lo largo de toda su vida, exceptuando los años marcados por la enfermedad, tuvo una intensa vida mundana, pero sufrió, al verse obligado a procurarse encargos.

También intentó cuidarse, practicando regularmente curas termales en Eaux Bonnes, en 1845 y en Bad Ems, en 1861, pero prefería retirarse a su casa de campo en Champrosay, cerca del bosque de Sénart, sobre todo, a partir del decenio de 1840.

En 1851 fue elegido Consejero Municipal de París, función que ejerció hasta 1861.
Eugène Delacroix (1798-1863) Musée d'Orsay
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Delacroix encontró apoyos en la prensa, a través de las revistas de arte y también el de algunos críticos.

Por ejemplo, Baudelaire consideraba que el pintor no sólo era un “excelente dibujante, prodigioso colorista, ardiente y fecundo compositor y que todo ello era muy evidente”, sino que, añadió; además, expresaba, sobre todo “lo más íntimo del cerebro y el aspecto más sorprendente de las cosas.” Un cuadro de Delacroix “es lo infinito en lo finito.” Y, es “el más sugerente de todos los pintores” al traducir “al color, aquello que podríamos llamar, la atmósfera del drama humano.”

Adolphe Thiers le dedicó algunos artículos laudatorios en el Constitutionnel, sobre todo, a partir de la exposición de Les Massacres de Scio.

Théophile Gautier no dudó en criticar algunas telas, pero a lo largo de los años, jamás negó su admiración: “M. Delacroix comprende perfectamente el alcance de su arte, pues es un poeta, al mismo tiempo que un hombre muy activo. Su pintura no depende, ni de las puerilidades góticas ni de los desvaríos seudo griegos, sino que su estilo es moderno y se corresponde con el de Víctor Hugo en las Orientales: el mismo ardor y el mismo temperamento.”

Víctor Hugo, sin embargo, estaba mucho menos convencido. Un día dijo, y lo transmite su hijo Charles, que Delacroix tenía todas las cualidades, menos una, “le falta lo que siempre han buscado los artistas supremos; pintores y poetas; la belleza.” Y añadía, que en toda su obra no se encontraba una mujer verdaderamente hermosa, exceptuando los ángeles -que Hugo veía femeninos-, del Christ au Jardin des Oliviers – Cristo en el Huerto de los Olivos, y el busto de una mujer -sin precisar cuál-, en las Masacres de Kíos. Según él, los personajes femeninos de Delacroix, se caracterizan -con un oxímoron muy atrevido-, por su “exquisita fealdad”, como puede observarse particularmente –de acuerdo con su alto criterio-, en la pintura "Femmes d'Alger dans leur appartement".

Alexandre Dumas se aproximaba a Hugo cuando escribió respecto al pintor: “ve más bien lo feo que lo bello, pero su fealdad está siempre poetizada por un profundo sentimiento.” Veía en Delacroix, «un pintor en todo el sentido del término [...] lleno de defectos imposibles de defender y de cualidades imposibles de discutir.” 

De hecho, Delacroix, al igual que Hugo en la literatura, llegaría a tener “ciegos fanáticos o implacables detractores.”

Del mismo modo, su genio sería tardíamente reconocido en los medios oficiales de la pintura. No triunfó, propiamente, hasta la Exposition Universelle de 1855. En aquella ocasión, Ingres expuso cuarenta telas y Delacroix, treinta y cinco, a modo de retrospectiva, que comprendía algunas de sus obras maestras, prestadas al efecto, por diferentes museos. En aquella ocasión fue definido como el hombre que acertó a superar la formación clásica para renovar la pintura.

El 14 de noviembre de 1855, se convirtió en Commandeur de la Légion d'Honneur, y también fue condecorado con la Grande Médaille d'Honneur de l'Exposition universelle, entrando finalmente en el Institut de France en enero de 1857, en el sillón de Paul Delaroche, después de siete candidaturas fallidas, ya que Ingres siempre se opuso a su elección. Sin embargo, no quedó del todo satisfecho, pues la Academia no le concedió la plaza de profesor de Bellas Artes que esperaba, por lo que decidió dedicarse a crear un Diccionario de las Bellas Artes, que no llegaría a terminar. 

Baudelaire escribió en su defensa un artículo apologético para la Revue Française, Salon de 1859, que terminaba así: “Excelente dibujante, prodigioso colorista, compositor ardiente y fecundo, todo esto es evidente y así se ha dicho. Pero ¿de dónde viene que produzca esa sensación de novedad? ¿Qué es lo que nos da, diferente de todo lo anterior? Tan grande como los grandes, tan hábil como los hábiles, ¿por qué él nos agrada más? Se podría decir que, dotado de una imaginación más rica, expresa, sobre todo, lo más íntimo de su cerebro, el aspecto más sorprendente de las cosas, y su obra contiene fielmente la marca del ánimo de su concepción. Es el infinito en lo finto. ¡Es como un sueño! Y no entiendo con esto, sino la visión producida por una intensa meditación, o en los cerebros menos fértiles, por una excitación artificial. En una palabra, Eugène Delacroix pinta, sobre todo, el alma, en sus horas más hermosas.” 

Delacroix contestó al poeta con una carta que se hizo famosa: “¿Cómo agradecerle dignamente esta nueva prueba de amistad? […] Me trata como no se trata ni a los grandes ya desaparecidos; me hace enrojecer a la vez que me complace enormemente; así estamos hechos.”
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Église Saint-Sulpice - La Chapelle des Anges.

Delacroix recibió también el encargo de tres frescos para la Chapelle des Anges de la iglesia de St. Sulpice de Paris, en 1849, un trabajo que dirigió hasta 1861. Los frescos, Le combat de Jacob et l'Ange y Héliodore chassé du temple, además de la linterna del techo; Saint Michel terrassant le Dragon, se convertirían en el testamento espiritual del pintor.

Para realizarlo, se trasladó a vivir cerca de la iglesia y empleó un procedimiento a base de cera y pintura al óleo, pero le iglesia tenía una humedad permanente y originaria, que provocó la destrucción de los frescos a causa del salitre. Un Delacroix ya enfermo, se agotó a causa del frío y las difíciles condiciones de su trabajo. Además, el día de la inauguración, no apareció ningún representante oficial.

Le combat de Jacob avec l'Ange. Héliodore chassé du temple.

Delacroix escribió, refiriéndose a la pintura de San Jorge: “Esta pintura me acosa y me atormenta de mil maneras; a decir verdad, es como la amante más exigente; desde hace cuatro meses, salgo al amanecer y corro a ese encantador trabajo, como quien va a los pies de la amante más querida, y, lo que, desde lejos, me parecía fácil de superar, me presenta incesantes y horribles dificultades. Pero ¿de dónde viene que este eterno combate, en lugar de abatirme, me eleva, y en lugar de desanimarme, me consuela y llena todo mi tiempo cuando ya me he ido?”

En 1861, Baudelaire también publicó un elogioso artículo sobre estas pinturas de Saint-Sulpice, y Delacroix, de nuevo le contestó con una cálida carta. No mucho tiempo después, en 1863, el poeta publicó la obra y la vida de Eugène Delacroix; un trabajo en el que le rendía homenaje como genio de la pintura.
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Delacroix pasó sus últimos años muy afectado por el declive de su salud, que lo sumergió en una gran soledad. Sus amigos acusaron a Jenny -su compañera-, de haber tenido hacia él un sentimiento de afecto, celoso, excluyente y hasta interesado, reforzado, además, por su desconfianza y por un carácter sombrío.

Delacroix murió “cogido de la mano de Jenny”, el 13 de agosto de 1863, en su casa-taller de la calle Furstemberg, de París, donde vivía desde 1857. Fue enterrado en el cementerio Père-Lachaise, donde, de acuerdo con su deseo, se construyó un cenotafio que reproducía fielmente la tumba de Escipión.

En 1862, Eugène Delacroix había participado en la creación de la Société Nationale des Beaux-Arts, cuyo comité estaba compuesto por los pintores: Albert-Ernest Carrier-Belleuse y Pierre Puvis de Chavannes; entre los artistas que allí expusieron, se encontraban: 

Léon Bonnat
Jean-Baptiste Carpeaux
Charles-François Daubigny
Laura Fredducci
Gustave Doré y 
Édouard Manet. 

En 1864, la Sociedad organizó una exposición retrospectiva de su obra, y el mismo año, Henri-Fantin Latour realizó su Hommage à Delacroix, el famoso retrato de grupo que reunía a diez artistas y escritores de la vanguardia parisina; entre ellos, Baudelaire, James Whistler, Champfleury y el propio Manet, ante un retrato de Delacroix. 

Fantin-Latour - Hommage à Delacroix - Musée d'Orsay.

Para aquellos artistas, la pintura fue una manera de reivindicar un cierto lazo de parentesco con Delacroix, en la medida en que su estilo afirmaba la libertad frente a los preceptos académicos.

Otros artistas contemporáneos también le ofrecieron vibrantes homenajes, especialmente, Gustave Courbet.

Su compañera Jenny se reservó los cuadernos del Journal de Delacroix frente a su ejecutor testamentario y se dispuso a preparar su edición. 

Delacroix: Jenny Le Guillou. Estudio y retrato en el Louvre

Delacroix había conocido a Jenny Le Guillou, en 1833, en casa de Pierret, donde ella trabajaba en el servicio. Se convertiría en la más y fiel y entregada gobernanta del artista. 

Jenny murió en noviembre de 1869 en París y fue enterrada al lado del pintor, de acuerdo con la voluntad del mismo.

El taller y las colecciones de Delacroix se vendieron en tres días, en febrero de 1864, con un éxito rotundo.

Eugène Delacroix en 1858. Photo de Félix Nadar (1820-1910).
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