lunes, 21 de agosto de 2023

EL JUDÍO ERRANTE de EUGENIO SUE • LA PINTURA DE COURBET

 

El Judío errante, de G. Doré

El Judío Errante es una figura mitológica del colectivo imaginario de Occidente, que figura en el arte y la literatura antisemita cristiana. El mito relata que un personaje judío, cuya caracterización concreta varía según las versiones, negó un poco de agua al sediento Jesús durante el camino hacia la Crucifixión, por lo que Dios lo condenó a “errar hasta su retorno”; el retorno de Jesucristo a la Tierra. Por tanto, el personaje en cuestión debía andar errante por la Tierra hasta la Parusía.

A menudo se ha visto en el judío errante una personificación metafórica de la diáspora judía, interpretando desde el punto de vista cristiano, que la destrucción de Jerusalén habría sido un castigo divino a todo el pueblo judío por la responsabilidad de algunos de ellos, es decir, las autoridades religioso-políticas, tuvieron en la crucifixión de Jesús por los romanos, razón por la que se considera una leyenda o mito antisemita.

Eugène Sue (1804-1857) de Gabriel Lapaulle. 1835. Carnavalet

Marie-Joseph Sue llamado Eugène Sue, nacido el 26 de enero de 1804, en París, murió en el exilio el 3 de agosto de 1857 en Annecy-le-Vieux-, entonces, división de Annecy del Royaume de Sardaigne. Escritor. Es principalmente conocido por dos de sus novelas-folletón, de carácter social: Les Mystères de Paris (1842-1843) y Le Juif errant (1844-1845).


Su padre, Jean-Joseph Sue –hijo-, 1760-1830 había sido hecho Caballero del Imperio por Cartas Patentes del 17 de febrero de 1815, procedentes de una línea de cirujanos parisinos, originarios de Provenza. Tras haber sido cirujano de la Guardia Imperial de Napoleón y luego, médico jefe de la casa militar del rey, era profesor de Anatomía y médico consultante del mismo rey. 

Su madrina, Eugenia, no era otra que Josephine y su padrino Eugène de Beauharnais. Eugenio estudiaba en el liceo Condorcet. Parecido a su mejor amigo de la época, Adolphe Adam, el futuro compositor de Giselle y el Postillon de Lonjumeau. Se reveló como un alumno mediocre y turbulento, y después un joven cuyas escapadas llegaban a los titulares.

Adam

En 1821, abandonó el liceo en clase de retórica y gracias a su padre fue admitido sin dificultad como interno en la Casa militar del rey.

Tras dos años de aprendizaje fue aceptado en 1823 en los hospitales de 11ª división militar de Bayona. El mismo año, cuidó a los heridos de la toma del Trocadero. Siguió una ocupación del territorio español y su afectación al hospital militar de Cádiz. Allí permaneció hasta 1825- y allí escribió su primera obra; un Propos dramatique sur le sacre de Charles X. tuvo incluso el honor de verle representar a vez ante los notables de la villa.

Tentado por la literatura, dimitió en 1825 de su puesto y se fue a París. Sus primeros textos aparecen en dos pequeños periódicos: La Nouveauté y Le Kaléidoscope. Pero volvió muy pronto a su primer oficio y se embarcó en 1826 en la corveta Le Rhône, con destino a los mares del sur, como cirujano de la marina –auxiliar, de 3ª clase-.

Durante tres años, ocupó este puesto en el mar, pasando de un navío militar a otro - le Foudroyant, le Breslaw- yendo de las Antillas al Mediterráneo oriental. En octubre de 1827, en Grecia, participa como cirujano auxiliar de 2ª clase en la batalla naval de Navarino y asiste a la destrucción de la flota turco-egipcia por una coalición  que agrupaba Francia, Inglaterra y Rusia; hizo el relato más tarde, en 1842.

En 1828 de vuelta en las Antillas, sufrió un fuerte ataque de fiebre amarilla, pero lo superó, gracias a los cuidados de una mujer negra de la que se enamoró. Sue se servirá de esta experiencia rica en color y en dramas para escribir sus novelas marítimas.

Dandi de 26 años, hereda en 1830 la fortuna paterna, se dedica a la pintura con su amigo Théodore Gudin, convirtiéndose en amante de las más bellas mujeres de París –se le apodó, “Beau Sue” –el guapo-.

Se adhirió al muy snob Jockey Club desde su creación en 1834. Dilapidó la fortuna de su padre en siete años, y se volvía más hacia la literatura para asegurarse ingresos.

Eugène Sue es autor de siete novelas exóticas y marítimas; doce de costumbres; diez históricas; otras quince de carácter social; cuya serie tituló Les Sept Péchés capitaux; dos compendios de novelas; ocho obras politicas; diecinueve obras de teatro, entre comedia vaudeville y drama, y otras seis obras de carácter diverso, (79 en total).

Cuando empezó  a escribir sus primeros relatos en los años 1830, Francia estaba precisamente bajo el encanto de las novelas marítimas de James Fenimore Cooper. Fortalecido por su experiencia y con su talento de narrador oral y de estilista  muy superior al de sus rivales –sobre todo,  Corbière, Eugène Sue publicó las novelas del mar -Kernok le pirate, El Gitano, Atar-Gull, La Salamandre-, que alcanzaron un auténtico éxito.

Se interesó mucho menos por el exotismo, que por una acción aventurera de fuertes caracteres y situaciones dramáticas.

Se incluyó resueltamente en un romanticismo negro. Francis Lacassin, en un prefacio a estas novelas marítimas, escribió que Sue “lleva a la sublimidad a sus personajes exacerbados, con un pincel expresionista.”

Una de las originalidades de estos relatos es igualmente la gran parte que tiene de cómico e irónico. A imagen de los románticos y de Víctor Hugo, Eugène Sue busca la alianza de lo sublime y lo grotesco. Integra también ya una verdadera crítica social en el corazón de sus novelas –como hará más tarde en sus obras maestras-; la trata de negros en Atar.Gull, la religión en “El Gitano…

Sus novelas suscitaron la admiración de escritores de renombre. En su informe de “La Salamandra” en la Revue des deux Mondes (1832), Balzac alaba “la ciencia de observación del autor”, “una acción triste y sombría, sembrada de escenas de la comicidad más verdadera y descripciones alucinantes; un estilo cálido, ideas nuevas, y sobre todo, la singular facultad de colorear todo de poesía”, Sainte-Beuve declaró lo mismo en 1840.

“a Eugène Sue el honor de haber arriesgado la primera novela francesa en pleno Océano; de haber descubierto el primero, nuestro Mediterráneo en Literatura".

Pero, a pesar del éxito de sus primeras novelas, Sue sitúa cada vez más sus relatos marítimos en una perspectiva histórica: La Vigie de Koat-Vën, Le Morne-au-Diable. Su ensayo de una gran Histoire de la Marine, en 5 volúmenes (1835.1837), demasiado romántica, fue un fracaso.

Volvió, finalmente, a la novela histórica, muy en boga en la época –Lautréamont, Jean Cavalier, etc-. y hacia la novela de costumbres - Cécile ou Une femme heureuse, Arthur, Mathilde, Mémoires d'une jeune femme…-, en este último género, describe las costumbres y perversidades del mundo. Su éxito fue, sin embargo, más desigual.

Les Mystères de Paris y las novelas sociales.

Sue era de pluma fácil, se adhirió al socialismo y escribio, entre 1842 y 1843, Les Mystères de Paris, inspirado por una obra ilustrada, aparecida en Inglaterra, sobre el tema de los misterios de Londres. Inventó situaciones ta complejas que, como dice Ernest Legouvé en Soixante ans de souvenirs, ignora a menudo, cómo hallar el desenlace. Esta novela suscitó un interés enorme en todas las capas de la sociedad. Théophile Gautier escribió: “Los enfermos han esperado para morir, el final de los Mystères de París.” 

El éxito fue inmenso, así como su orientación literaria. Sobrepasó las fronteras e influyó en su vida pública. –Sue fue elegido diputado del Sena-; ispiró a Léo Malet en el siglo siguiente, la serie Les Nouveaux Mystères de Paris.

Imediatamente publicó Le Juif errant, también como folletón en Le Constitutionnel.

Empezó entonces a reconocerse el interés de los Mystères du peuple, fresco histórico y político cuyo tono venía dado por su exergo: "No hay reforma religiosa, política o social que nuestros padres no se hayan visto obligados a conquistar de siglo en siglo, a costa de su sangre, por medio de la insurrección". Fue censurado por el Segundo Imperio.

El proyecto remonta a los meses que siguieron al fracaso de la revolución de 1848, en noviembre de 1849, Maurice Lachâtre, su amigo y editor, puso en venta las primeras entregas de Mystères du peuple, utilizando para hacerlo, un sistema de fidelización por primas y una distribución por el correo, que permitía frustrar la censura. A pesar de las precauciones, la publicación se interrumpió varias veces; fue puesta en el Índice por Roma, y condenada por los obispos de Francia e inquietada por la policía.

No la terminó hasta 1857, pero justo en ese momento, 60.000 ejemplares fueron retirados. El shock fue tal, que agravó el estado de salud del novelista. Enfermo y exiliado, sucumbió. A pesar de su desaparición, el tribunal, siguiendo la requisitoria del procurador  Ernest Pinard, condenó al impresor y al editor y ordenó la retirada y la destrucción de la obra.

Politique

Caricatura de la Asamblea legislativa, de Charles-Marie de Sarcus. Sue está representado entre los diputados, huyendo.

Eugène Sue era diputado republicano, libre pensador y socialista del Sena, elegido el 28 de abril de 1850, frente al conservador Alexandre Leclerc, e la Asamblea legislativa. Cuando Louis-Napoléon Bonaparte efectuó  su golpe de estado, Sue tuvo que huir y exiliarse en 1851.

Fue acogido e los Estados de Savoya incluso aunque el clérigo local se opuso a su acogida. 

De hecho, el rey Victor-Emmanuel II y su jefe de gobierno, Massimo d'Azeglio, era favorables a las ideas liberales. Sue terminó por instalarse en un manoir que había pertenecido a la familia Ruphy, en los Barattes, de Annecy-le-Vieux, donde vivió, desde 1851 hasta su muerte en 1857.

Fue otro proscrito republicano, el Coronel Charras, quien asistió a sus últimos instantes y cumplió su voluntad de ser inhumado civilmente, como “libre pensador”.

Sus exequias provocaron una inmensa concentración, aunque tuvieron lugar a las seis de la mañana, precisamente para evitarla. Fue enterrado e Annecy, en el cementerio de Loverchi, en el carré de los “disidentes”, o sea, no católicos.

Le Juif errant, de Eugène Sue, publicada en feuilleton en Le Constitutionnel del 25 juin 1844 al 26 de agosto de 1845 y luego en volumen, de 1844 à 1845 chez Paulin à Paris.

El libro fue uno de los grandes éxitos de librería del siglo XIX, el segundo de Sue después de Les Mystères de Paris. El título es sin embargo engañador, puesto que no constituye  el tema de la novela. No es, hablando con propiedad, sino la potencia tutelar que, ayudada por su homólogo femenino, Herodiades, se esfuerza en ser el angel guardián  de los herederos, que son por lo demás, los últimos descendientes de un protestante que la Compañía de Jesús, había llevado al suicidio. 

Relata las intrigas montadas por los Jesuitas para aprovecharse de la fabulosa herencia, la novela, que termina con el fin de los sufrimientos del Judío errante y de Herodiades, es, entre otros, una requisitoria contra el fanatismo y la intolerancia religiosa. Publicado en la época del principio en torno a la enseñanza secundaria, suscitó una verdadera “jesuitofobia”. Con esta novela de 800 páginas, el número de abonados del Constitutionnel, pasó de 3.600 à 23.600.

Gavarni 1845

Paul Gavarni, pseudónimo de Sulpice Guillaume Chevalier. París, 13.I.1804-23.11.1866, fue un caricaturista, que empezó como dibujante. La mayor parte de sus mejores obras aparecieron en Le Charivari, aunque algunas de sus ilustraciones más ácidas y formales, fruto de una visita a Londres, aparecieron en L'Illustration. Fue también ilustrador de novelas de Balzac y de la obra de Eugene Sue, Judío Errante.

Copia de autorretrato de Gavarni, , de Emile Boilvin (1845-1899)

La historia empieza en el Océano polar, que rodea los bordes desiertos de Siberia y de América del Norte, separados por el estrecho canal de Bering. Huellas de paso de hombre con siete clavos salientes en la suela, formando ua cruz, se hacen notar sobre la nieve del lado de Europa, mientras que hay pasos de mujer del lado de América. El Judío Errante y su “hermana” Herodiades aparecen y se tienden mutuamente los brazos desde los dos lados del estrecho. Serán las dos potencias protectoras de los héroes de la obra.

Autorretrato

El relato

Bajo Louis XIV, el marqués Marius de Rennepont abjuró, en la época de la revocación del Edicto de Nantes -libertad religiosa parcial, a los hugonotes-, del calvinismo, pero su conversión no fue, parece, absolutamente sincera.

Los Jesuitas lo denunciaron y lograron entrar en posesión de sus bienes. El marqués de Rennepont, sin embargo logró escapar de ellos y encomendarse a la custodia de una familia judía, que se sucedía de padre a hijo, con una suma de 150.000 francos, respecto de la cual, por testamento de 13 de febrero de 1682, el capital y los intereses debían devengarse, a partir del año 1683, de año en año hasta el 13 de febrero de 1832. los más o menos 250 millones producidos,  a esta fecha por los intereses compuestos, debían ser distribuidos a los herederos, el 13 de febrero de 1832, ni la víspera, ni el día después, sino en esta misma jornada. Se presentaron en ua casa, en el número 3 de la rue Saint-François, en París, para asistir a la apertura del testamento. Para guardar el recuerdo de la cita, cada descendiente llevaba una medalla sobre la cual estaban grabados en cruz los siete clavos de la suela del Judío Errante, con estas palabras de exergo: 13 de febrero de 1832, calle Saint-Fraçois, nº 3.

En 1832, los herederos Rennepont, eran siete por la descendencia materna, Rose y Blanche Simon, hijas de un mariscal del Imperio, que ganó su bastón y su título de duque en el campo de batalla de Ligny; François Hardy, manufacturero furierista en Plessis, cerca de París, y el príncipe Djalma, hijo de Kadja-Sing, rey de Mondi. Por la descendencia paterna, el señor Jacques Rennepot, conocido como Couche-Tout-Nu, artesano libertino y borracho; Adrienne de Cardoville, hija del conde Rennepony, duque de Cardoville, y Gabriel Rennepont, sacerdote de Misiones extranjeras. 

Pero el general de los Jesuítas, de Noyelle, en 1682, no dejó de recomendar, al morir, a todos los miembros de su orden, los que vivían y sus sucesores hasta 1832, que debían “vigilar furiosamente a la familia Rennepont y de volver por fas y por nefas en el bien que ha sido traidoramente robado a la Sociedad.” 

La recomendación del padre de Noyelle fue fielmente seguida. Ni un solo día perdieron el rastro de los herederos Tenepont, tan bien que en el 1º de enero de 1832, la Compañía de Jesús, sabe exactamente donde se encuentran todos los personajes que deben reunirse en la calle Saint.Fraçois, el 13 de febrero.

De los siete herederos, uno, Gabriel Rennepont, el misionero, está en América, en las montañas Rocosas. Cuando entró en la Compañía, se le hizo entregar una donación general y especial de sus bienes presentes y por venir. 

Se veló sobre él y estuvo de vuelta el 13 de febrero. La Sociedad, puso igualmente los ojos sobre los otros cinco, en Siberia, en India o en París, pero tenían ante ellos un formidable adversario en la persona de Joseph, el Judío Errante, cuya hermana, objeto de su más tierna afección, honestamente casada, dejó como descendiente al Rennepont de 1682, su heredero directo. Los Rennepont de 1832 eran los tataranietos del Judío Errante, que los defendió.

Joseph, asistido por Herodiades, -ella tambén condenada a marchar hasta el fin del mundo-, no ahorraron esfuerzos para frustrar los artificios de los Jesuítas, especialmente, el abad d’Aigrigny y Rodin, con vistas a impedirles llegar a la fecha prevista. Así, Rosa y Blanca Simon, serían rigurosamente secuestradas en un covento;  la señorita de Cardoville sería encerrada como loca en la casa de salud del doctor Baleinier; Djalma sería afiliada, a su pesar y sin que lo supiera, a la horrible secta de los Étrangleurs; Couche-Tout-Nu y puesta en prisión porque no podía devolver 10.000 francos que le prestaron los jesuítas, para tener así un pretexto que le permitiera desembarazarse en un tiempo útil.

Cuando llegó el día fatal, la compañía triunfó, Estaba e posesión de la caja fuerte Rennepont, cuando sobrevino misteriosamente Salomé, que, entrando por una puerta que nadie podía ver, fue derecha a un mueble en el cual nadie había puesto atención, sacó un codicilo que prorrogaba la apertura del testamento a varios meses hasta junio de 1832, antes de atravesar la sala silenciosa y grave y retirarse en medio de asistentes estupefactos. Rodin remplazó entonces a d’Aigrigny y tendió a los herederos diversas trampas que los llevaron a la muerte, pero entonces, cuando acababa de ser nombrado general de los Jesuítas, llegó su turno de morir, envenenado por un rival. Sólo Gabriel sobrevivió, pero el tesoro terminó destruido por su guardián, mientras que Gabriel fue condenado por heterodoxo.

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Bonjour Mr. Courbet.

Casanova optó por una iconografía inusual en los autorretratos que conocemos de artistas españoles y que irremediablemente recuerda, a pesar de todas sus diferencias, al famoso gesto de Courbet en, Bonjour monsieur Courbet, que se autorretrató con una pose más altiva y rebuscada que la de Casanova (Texto extractado de Pérez Rojas, J.) Museo del Prado, 1997.

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Esta pintura es tradicionalmente interpretada como un cuadro en el que Courbet se retrata a sí mismo mientras viajaba a Montpellier siendo saludado por su mecenas Alfred Buyas, su sirviente Calas y su perro Breton. 

El cuadro está basado en la figura del Judío Errante. Fue expuesto por primera vez en la Exposición Universal de París de 1855, donde los críticos de arte lo ridiculizaron llamándolo "Bonjour, Monsieur Courbet". Bruyas no lo exhibió otra vez hasta que lo donó al Museo Fabre en 1868.

La obra que nos ocupa, Bonjour… realizada en 1854 en el transcurso de una estancia del autor con su cliente, Alfred Bruyas, en Montpellier, representa el desarrollo de una escena bajo un cielo soleado y luminoso. El efecto de los personajes, erguidos contra un paisaje de lo más banal, es de una monumentalidad extrañamente onírica. Bruyas (pelirrojo) saluda ostentosamente con el sombrero. Está de pie, pero con la mirada baja, humilde. Tras él, su criado Calas inclina respetuosamente la cabeza. Breton, el perro de Bruyas, parece el único a quien no intimida la presencia del pintor. 

La postura de Courbet, con su mochila llena de utensilios de pintura, se basa, precisamente, en un grabado del Judío Errante, como representación simbólica de la humanidad doliente. Recibe el sol de lleno y proyecta una sombra muy nítida, mientras que las figuras de Bruyas y su criado se ven atenuadas por la sombra. La arrogante inclinación de la cabeza del pintor, y lo prominente de su barba, indican que acepta la muestra de respeto como algo que se le debe. Aunque fuera clasificado como realista, en este cuadro Courbet formula rotundamente la visión romántica del artista como profeta y rebelde que se merece el homenaje de la humanidad.

Alfred Bruyas, pelo rojo, barba, de pie, bastón, sombrero, anillo de sello, pantalón, guante, zapato, abrigo, pajarita, perro, 

Empleado doméstico, pantalón, chaleco, manto, corbata, gorra, cabello castaño, patillas, bigote de morsa, bastón, 

Gustave Courbet, polainas, pantalones, camisa de vestir, chaleco, bastón, sombrero, mochila, material de pintura, cabello castaño, barba, perfil perdu, carretera, diligencia, árbol, cielo, nube, saludo, hombre, punta de sombrero, Papaver rhoeas, carretera, collar de perro, camino, zona rural y reunión

Alfred Bruyas, de Gustave Courbet 1854, musée Fabre, Montpellier.

La obra objeto de comentario, Bonjour, Monsieur Courbet, se corresponde con un óleo sobre lienzo realizado en 1854 por el pintor realista Gustave Courbet (1819-1877). Actualmente, el cuadro puede ser visitado en el Musée Fabre de Montpellier.

El realismo fue un movimiento artístico, enraizado en la primera mitad del siglo XIX, cuya eclosión se produjo en la década de 1850, coincidiendo con la publicación en 1855 del manifiesto del realismo de Courbet, en la Europa posterior a las oleadas revolucionarias de 1830 y 1848.

A partir del enriquecimiento de la clase media en la nueva sociedad industrial, el mercado de arte se amplió, proliferaron las exposiciones y las galerías, la prensa burguesa publicó revistas y artículos que promocionaban, defendían y explicaban las obras de arte y los movimientos artísticos, y la transformación de los modelos de mecenazgo y patronazgo afectó, inevitablemente, al gusto. Las actitudes igualitarias que acompañaron la ascensión de la clase media tuvieron como consecuencia que el arte se hiciera más accesible. Los temas abstrusos y autocomplacientes dejaron paso a aquellos otros que reafirmaban los valores de la burguesía. Los avances científicos abrieron las puertas del empirismo y promovieron una nueva actitud hacia la importancia de los hechos. Los filósofos positivistas y materialistas reforzaron el valor de lo tangible, lo que, llevado al terreno artístico, significó la preferencia por los detalles realistas y por imágenes extraídas a través de un proceso de observación. La necesidad y la urgencia de reproducir el mundo visible aceleró el descubrimiento de la fotografía a finales de la década de 1830, un invento que suponía un reto al mismo proceso de observación y, por tanto, a la pintura.

El realismo pictórico apareció en el momento en que la pintura de género abundaba en detalles historicistas y se extendió a las pintorescas escenas de la vida cotidiana. Influidos por la literatura realista, especialmente por las novelas de Balzac, los pintores de la Hermandad Prerrafaelita, Menzel o Courbet se interesaron por los aspectos sociales y en representar “el heroísmo de la vida moderna”, es decir, escenas de la vida campesina y obrera.

Courbet nació en el seno de una acomodada familia de terratenientes y se inició en el dibujo, mientras cursaba estudios de Derecho, de la mano de un discípulo de David, Flajoulot. En 1839, a los 20 años, se trasladó a París y completó su formación en la Academia Suisse mientras estudiaba las obras de Chardin, los hermanos Le Nain, Ribera, Zurbarán, Murillo y Velázquez. 

El descubrimiento de las obras de Rembrandt en su viaje a los Países Bajos en 1847 revirtió en una madurez artística que le permitiría firmar las mejores obras del realismo: El entierro de Ornans, Los picapedreros (1849) y El taller del pintor (1855), obra capital de la exposición celebrada el mismo año en oposición a la Exposición Universal de París. 

Hombre revolucionario y provocador, abrazó la filosofía anarquista de Proudhon, participó en 1871 en la Comuna de París y fue encarcelado durante seis meses, hasta que se refugió en Suiza, donde murió, en la miseria.

El entierro de Ornans

Picapedreros

El Estudio

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Trompe-l'œil que representa a Gustave Courbet

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