jueves, 31 de agosto de 2023

Cuando la Historia estaba empezando (1)


La historia de España se desarrolla durante el período comprendido desde la primera colonización humana en la prehistoria, en la península ibérica, de fecha desconocida, hasta la actualidad. La formación de España se inicia a finales de la Edad Media con la unión o invasión -caso de Navarra y Granada- de los reinos que acabarán formando Castilla, León, Aragón, Navarra y Granada.

Los primeros de los que tenemos información. homínidos llegaron al territorio de la actual España hace 1,2 millones de años aproximadamente. Se sucedieron varias especies, como Homo antecessor, los preneandertales de la Sima de los Huesos -identificados en un principio como Homo heidelbergensis- y los neandertales -Homo neanderthalensis-, hasta que hace unos 35.000 años los humanos modernos -Homo sapiens- entraron en la península ibérica y fueron desplazando a estos últimos, con los que aún coexistirían durante cerca de 10 000 años. Hace unos 27000 años se extinguieron las últimas poblaciones neandertales en el sur. 

Durante los milenios siguientes el territorio fue lugar de asentamiento de pueblos íberos, celtas, fenicios, cartagineses y griegos y hacia el 200 a.C. la península empezó a formar parte de la República romana, constituyendo la Hispania romana. Tras la caída de Roma, se estableció el Reino Visigodo. Dicha monarquía visigótica se inició en el siglo V y se mantuvo hasta principios del siglo VIII

El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas en la batalla de Guadalete, de Bernardo Blanco. 1871. Museo del Prado, Madrid.

En el año 711 se produjo la primera conquista musulmana desde el Norte de África; en pocos años el islam dominó gran parte de la península ibérica. Durante los 750 años siguientes, el territorio dominado, sería conocido como al-Ándalus, y mientras gran parte del resto de Europa permanecía en los años oscuros, Al-Ándalus experimentaba un esplendoroso florecimiento multicultural, científico y artístico.

La conquista musulmana se inició el 19 de julio del año 711, cuando en las orillas del Guadalete, las tropas árabes y bereberes de Táriq, liberto de Muza, derrotan al ejército visigodo del rey don Rodrigo, víctima de la traición alevosa de los hijos de Witiza y sus allegados, entre los que destacaba el arzobispo de Sevilla, Oppas

Don Rodrigo, rey de los Visigodos, de Mariano de la Roca y Delgado. Museo del Prado, Madrid

Entre esta fecha (711) y la de Covadonga, en 722, corren once años, quizá los más oscuros de la historia de España. En esa larga década se consuma lo que la historiografía clásica española denomina pérdida de España, con razón, pero en esos años se gesta también la resistencia y la reacción, que estallará en las montañas de Asturias. Covadonga es un momento natal y estelar para la historia de España; el historiador Claudio Sánchez Albornoz, que reconstruyó los hechos sobre el terreno y desde dentro de los archivos cristianos y las crónicas árabes, inapelablemente. Luego concretó sus investigaciones en su obra El reino de Asturias con el antetítulo Orígenes de la nación española.

Toma de Toledo por el Califato de Damasco

El cadáver del rey vencido no fue hallado en el campo de batalla del Guadalete. Corren, desde entonces, extrañas leyendas sobre su destino final; pero parece que sus fideles lo llevaron a su descanso definitivo en Viseu, en el actual Portugal. Ha cundido también la especie de que los godos pudieron dar una batalla posterior cerca de la Peña de Francia, en los campos de Salamanca, junto a la localidad de Segoyuela; pero Sánchez Albornoz rebate esta hipótesis, aunque admite una segunda, y definitiva derrota, de los visigodos frente a los islamitas en Ecija, donde ya no se repitió la traición del Guadalete y los invasores sufrieron por ello una gran mortandad. Después de su victoria en Ecija, Tariq avanzó hasta la capital del reino, Toledo, donde defraudó a los witizanos, que esperaban la entronización de uno de los suyos. Táriq, que conquistó Toledo con la eficaz cooperación de los judíos, despreció a los traidores y asumió el reino de España en nombre del califa de Damasco. Era el día de San MartÍn, 11 de noviembre de 711, fecha que marca la pérdida de España.

Batalla de Guadalete

De modo paulatino, se produjo la Reconquista, y los reinos cristianos arrebataron progresivamente el territorio a los musulmanes. 

Comenzada aproximadamente en 722 con la rebelión de Don Pelayo y partiendo desde el norte, avanzó durante los siglos VIII a XV culminando con la conquista de Granada en 1492. Durante este periodo los reinos cristianos se desarrollaron notablemente; la unión de los dos más importantes, Castilla y Aragón, por el matrimonio en 1469 de los Reyes, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, posibilitaría la unificación de España y el fin de la Reconquista. 

En 1492 los Reyes Católicos financiaron el proyecto del navegante Cristóbal Colón, en la búsqueda de una nueva ruta comercial con Asia. a través del océano Atlántico, y proclamarían la expulsión de los judíos

La llegada al Nuevo Mundo y la posterior conquista de América forjaron la creación del Imperio español. Durante los siguientes siglos España se alzaría como actor principal del mundo occidental y primera potencia de la época. Durante los siglos XVI y XVII tendría lugar también la época de mayor apogeo de la cultura y las artes hispanas conocida como Siglo de Oro.

El Imperio español en 1580, tras la unificación de la península ibérica bajo un único rey español, Felipe II, comprendía América del Sur, América Central y el Caribe, grandes áreas de América del Norte en diferentes grados de influencia o control, las islas Filipinas en Asia, así como enclaves de diversa importancia en las costas de África y la India. Incluía además numerosas posesiones en Europa, los Países Bajos Españoles, el Ducado de Milán o el Reino de Nápoles, la mayoría de ellas perdidas tras la Paz de Utrecht, de 1713.

El tres de mayo de 1808 en Madrid, pintura de Goya, mostrando los fusilamientos de la resistencia española a manos de las tropas de Napoleón.

La católica e imperial España se vio involucrada durante este período en numerosos conflictos especialmente contra el Imperio otomano, los Países Bajos, los protestantes, Inglaterra y Francia.

Con la muerte de Carlos II en 1700, la casa de Austria se extinguió para dejar paso a la de los Borbón tras la guerra de sucesión española. España fue perdiendo progresivamente su preponderancia militar y tras sucesivas crisis el país redujo paulatinamente su poder; a principios del siglo XIX ya se había convertido en una potencia de segundo orden.

El Primer Imperio francés de Napoleón Bonaparte invade la península; meses después, el 2 de mayo de 1808, se inició la sublevación popular que desembocaría en la guerra de la Independencia Española. 

Como principal consecuencia de la guerra y tras la expulsión de los franceses en 1814, España sufrió las guerras de independencia hispanoamericanas. El siglo continuó caracterizándose en la metrópoli por la inestabilidad política y la puja entre liberales y partidarios del Antiguo Régimen. 

Entre 1873 y 1874 tuvo lugar la I República. La llegada de la Revolución Industrial y el sistema canovista a finales del siglo elevó el nivel de vida de una clase media que empezaba a consolidarse en los núcleos urbanos principales; sin embargo, la guerra hispano-estadounidense o “Desastre del 98” supuso la pérdida de la mayoría de las últimas colonias del antiguo imperio -como Filipinas, Cuba y Puerto Rico-, generando así una profunda conmoción en la sociedad española.

Mientras el nivel de vida y la integración con el resto de Europa progresaban, la inestabilidad política marcaba el primer tercio del siglo XX. Al conocerse en las elecciones municipales la victoria en las principales ciudades de las candidaturas republicanas, el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República, abandonando el rey Alfonso XIII el país, con el fin de evitar una guerra civil, que llegaría cinco años más tarde, en 1936, con el Golpe de Estado de julio de 1936. La guerra civil española se saldaría en 1939 con la victoria del bando franquista. 

España fue oficialmente neutral durante la Segunda Guerra Mundial; tras la posguerra, periodo marcado por la escasez y el aislamiento internacional, siguió un periodo de fuerte desarrollo económico y de cierto aperturismo durante las décadas de 1960 y 1970.

Tras la muerte del dictador Franco, se recuperó la monarquía española en la figura del jefe del Estado, el rey Juan Carlos I, y se aprobó la Constitución de 1978 durante el transcurso del periodo conocido como Transición, que garantizó una gradual evolución de la nación hacia la consolidación de la monarquía democrática parlamentaria. 

España ingresó en la Comunidad Económica Europea, actual Unión Europea, en 1986, organizando importantes eventos internacionales como la Copa Mundial de Fútbol de 1982 o los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, y en 2002 adoptaría el euro como moneda oficial.


De Hispania a España

Mapa histórico y geográfico de los reinos de España y Portugal, en el Atlas historique de Henri Abraham Chatelain (1705 a 1739). Biblioteca Nacional de España.

El momento histórico exacto en que se hace referencia a España por primera vez no está claramente definido, existiendo escritos del siglo VI en los que ya aparece la palabra España, como el «Laus Spaniae» de la Historia de los reyes godos, vándalos y suevos de San Isidoro de Sevilla.

San Isidoro (c.556-636), que fue el vigésimo cuarto arzobispo de Sevilla entre los años 600 y 636, aparece con mitra y báculo. Y la tradición señala que el rostro del santo, que destaca por estar profundamente concentrado en la lectura, corresponde al del licenciado Juan López de Tabalán.

 En otros países de Europa comenzó a conocerse al conjunto de reinos cristianos de la península como España, en singular, desde tiempos muy tempranos. El propio término español aparece documentado a comienzos del siglo XV en el Concilio de Constanza, cuando los reinos de Portugal, Aragón, Castilla y Navarra aparecen formando una sola entidad, “la nación española” y compartiendo el mismo voto.

En la península ibérica se hablaría de los reinos de León, Navarra, Castilla, Aragón y de Portugal como reinos hispanos, de Hispania, por tanto; y, cuando por razones dinásticas o de conquista uno de ellos conseguía tener bajo su cetro la mayor parte de la España cristiana, se autotitulaba Emperador de España, como Alfonso VI y Alfonso VII de León. 

Los Reyes Católicos eran conocidos como reyes de España (o de las Españas). El historiador Hernando del Pulgar comenta cómo en 1479 se planteó en el Consejo Real si designar a los Reyes Católicos como Reyes de España; finalmente se acordó no usar dicha titulación. En 1493 el gobierno municipal de Barcelona se refirió a don Fernando como el «rey de Spanya, nostre senyor». Nicolás Maquiavelo en su obra más reconocida El Príncipe (1513) hace referencia al rey de España, así como Lope de Vega cita a Carlos I como rey de España.

A partir de Carlos I, todos los reyes son llamados rey de España -o de las Españas-, aunque utilizan todos sus títulos, desde rey de Castilla hasta Señor de Vizcaya y de Molina. Hasta el siglo XIX, las monedas españolas solían llevar junto al nombre del rey la leyenda «Hispaniarum (et Indiarum) Rex». Igualmente, monarcas como Fernando VII de España e Isabel II de España usaron el título de rey o reina de las Españas en las menciones constitucionales: 1812 y 1845 

Prehistoria

Existe un cráneo, de Homo heidelbergensis: cráneo n. 5 de la Sima de los huesos de la Sierra de Atapuerca, de unos 500.000 a 350.000 años de antigüedad, el llamado «Miguelón».

Natural History Museum, Vienna (Austria). Model of a male Australopithecus afarensis.

La presencia de homininos en la península ibérica se remonta al menos a 1,3 o 1,2 millones de años, datación de la mandíbula encontrada en la Sima del elefante, uno de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, en Burgos. 

Corresponde a un Homo aún por determinar, próximo a los más primitivos Homo africanos y al hombre de Dmanisi pero con algunas características derivadas propias. De esta edad sería también el yacimiento con industria lítica propia del Paleolítico inferior arcaico (Pre-Achelense) de Fuente Nueva 3, en la cuenca de Guadix-Baza, provincia de Granada. 

De hace unos 900.000 años son los restos del yacimiento de la Gran Dolina, también en Atapuerca, que definen una especie clave para entender la evolución humana, bautizada como Homo antecessor.  El siguiente hallazgo, datado en unos 430.000 años, es la ingente cantidad de restos de Homo heidelbergensis -especie precursora del Homo neanderthalensis-, hallados en la Sima de los Huesos de Atapuerca, yacimiento que ha proporcionado, entre una variedad ósea excepcional, numerosos cráneos muy bien conservados. Son numerosos los yacimientos con industria lítica Achelense de esta época en la península, como los de Torralba y Ambrona -provincia de Soria- o los de las terrazas del Manzanares -provincia de Madrid-.]

En el Paleolítico medio se sitúa la presencia del hombre de Neanderthal, asociado a la cultura Musteriense, datando en unos 60.000 años sus primeros restos en Gibraltar. En la Cueva de Nerja (Málaga), se han datado en 42.000 años de antigüedad algunos restos orgánicos asociados a unas pinturas de focas que podrían ser la primera obra de arte conocida de la historia de la humanidad.

En el Paleolítico superior se sitúa la llegada a la península del Homo sapiens, el hombre «moderno», hace unos 35.000 años, manifestada por los restos de la cultura Gravetiense hallados en Cantabria. Cohabitan la península durante varios millares de años con los neandertales, hasta la extinción de las últimas poblaciones de neandertales en el sur hace unos 27.000 años. Hace unos 16.000 años, la cultura Magdaleniense estaba presente en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, cuya aportación más notable lo representan las pinturas rupestres de las Cuevas de Altamira.

El arte rupestre se desarrolló en dos zonas estilística y cronológicamente bien diferenciadas: el arte franco-cantábrico y el arte levantino.

La Revolución eolítica, que la teoría difusionista entiende como una difusión cultural a partir de su inicio en el Creciente Fértil de Oriente Próximo, apoyándose en la difusión simultánea de la cerámica cardial, alcanza la costa mediterránea en torno al 6000 a. C., provocando el abandono del tradicional modo de vida cazador-recolector por un estilo de vida sedentario, enfocado en la agricultura y la ganadería, extendido al resto de la península durante los siguientes dos milenios. En torno al 5000 a.C. aparece la cultura Megalítica en el tercio occidental de la península.

Las culturas que usaron los metales -Edad de los Metales- aparecieron en la península ibérica en torno a los años 3000 a 2500 a. C. Su distribución geográfica es mayor y se considera que la búsqueda de los metales trajo flujos migratorios importantes, destacando Los Millares en Almería, con una gran fortificación, y en el curso del río Tajo en la zona portuguesa actual. 

Vaso campaniforme de Ciempozuelos, arcilla negra, pulimentado con una capa de barro fino, y decorado con motivos geométricos incisos rellenos de pasta blanca- Museo Arqueológico Nacional (Madrid).

Edad Antigua

Pueblos indígenas y colonizaciones históricas

Dama de Elche, escultura ibera. Museo Arqueológico Nacional de España (Madrid).

La Edad del Hierro se inicia en la península ibérica con la penetración de población e influencia cultural indoeuropea desde el comienzo del I milenio a.C.; determinando la identidad étnica y lingüística celta de la mayor parte de los pueblos indígenas de las zonas norte, oeste y centro, con alguna excepción: lusitanos y vetones, también indoeuropeos, se califican de “precélticos”, mientras que los vascones se califican de “preindoeuropeos”. A pesar de la “similitud de su forma de vida a la de otros pueblos de la zona norte (galaicos, astures y cántabros), su lengua -el “protoeuskera”- se supone similar a las habladas en la zona oriental peninsular; las del grupo de pueblos denominados iberos, de mayor desarrollo económico. Las fuentes clásicas denominaron celtíberos al grupo de pueblos situados en una posición intermedia geográficamente.

La costa peninsular meridional y el área tartésica -con centro en el valle del Guadalquivir-la Turdetania- y con proyección hasta zonas muy lejanas, de la desembocadura del Tajo a la del Segura-, la más rica en metales y de mayor desarrollo económico y social. una verdadera civilización, fue profundamente influida por la colonización fenicia. La fundación mítica de Gadir (Cádiz) se data en el 1104 a.C., aunque no hay base arqueológica para sustentar semejante cronología hasta varios siglos más tarde. En el siglo VIII a.C. ya hay pruebas de la presencia de un abundante grupo de factorías y colonias fenicias, como Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra).

Dama de Ibiza, representación de Tanit, una divinidad cartaginesa, hallada en la cueva santuario de Es Culleram, Ibiza, datada del siglo III a. C., época cartaginesa.

Las colonias griegas se instalaron más al norte, en Akra Leuké; Alicante, Hemeroskopio, Denia, Emporion Ampurias, y Rhodes, Rosas. Su contacto con los iberos les hizo dar las primeras referencias escritas de estos pueblos. Las mismas fuentes griegas señalan que los navegantes griegos habían establecido contactos con el «reino» de Tartessos y con su «rey» Argantonio, que les habría dado suficiente plata como para construir murallas contra los ataques persas. Tales contactos no fructificaron, precisamente por el dominio fenicio de esta ruta, y no ha podido constatarse arqueológicamente la presencia griega en la costa mediterránea malacitana, en una colonia que habría llevado el nombre de Mainake.

Hispania cartaginesa

Cartago y Roma entrarán finalmente en una serie de guerras -Guerras Púnicas- por la hegemonía en el Mediterráneo occidental. Tras la derrota en la Primera Guerra Púnica, Cartago intenta resarcirse de sus pérdidas de Sicilia, Cerdeña y Córcega, incrementando su dominio en Iberia.

  

Amilcar y Aníbal Barca

Amílcar Barca, Aníbal y otros generales cartagineses sitúan las antiguas colonias fenicias de Andalucía y el Levante bajo su control y proceden después a la conquista o extensión de su área de influencia sobre los pueblos indígenas. A finales del siglo III a.C., la mayor parte de las ciudades y pueblos al sur de los ríos Duero y Ebro, así como las islas Baleares, reconocen el dominio cartaginés. Fundan Qart Hadasht –Cartagena-, que se convierte rápidamente en una importante base naval, debido al interés por controlar la riqueza generada por las minas de plata de Cartagena.58 Esto último se desprende de las palabras del arqueólogo Adolf Schulten.

Con la plata de las minas de Cartagena pagaron ellos sus mercenarios, y, cuando por la toma de esta en 209 a. C. Cartago perdió estos tesoros, Aníbal ya no fue capaz de resistir a los romanos, de manera que la toma de Cartagena decidió también la guerra de Aníbal. Schulten A. Fontes Hispaniae Antiquae

En el año 219 a. C. se produce la ofensiva de Aníbal contra Roma, tomando la península ibérica como base de operaciones e incluyendo un gran porcentaje de hispanos en su ejército.

Es en este proceso cuando intentarán someter a la colonia griega de Sagunto, situada al sur de la frontera pactada del Ebro pero aliada de Roma, dando lugar a la segunda guerra púnica, que culminará con la incorporación de la parte civilizada (íbera) de la península a la República Romana.

Hispania romana. 206 a. C. – siglo V

Imperio Romano, siglo III

Acueducto de Segovia.

Tras la segunda guerra púnica entre el 218 a.C. y el 201 a.C., se puede considerar la península ibérica sometida al poder de Roma. La campaña de ocupación, tras la expulsión cartaginesa, fue rápida, excepto en el interior -Numancia- y el pueblo cántabro que resistió hasta la llegada de Augusto en los inicios del Imperio romano. 

En el 197 a.C., los romanos dividen el territorio ibérico en dos zonas: la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior.

El sometimiento total de la península tiene lugar en el año 19 a.C. finalizadas las guerras cántabras-, tras lo cual se divide en tres provincias: Bética, Tarraconense y Lusitania, organización que perduró hasta el Bajo Imperio, cuando el territorio se divide en Bética, Cartaginense, Gallaecia, Lusitania y Tarraconensis. 

El proceso de romanización entendido como la incorporación de la lengua, las costumbres y la economía romana se inició aproximadamente hacia el 110 a.C. y duraría con toda su fuerza hasta mediados del siglo III d. C.

En esta época, los hispanos se configuraron como parte muy destacada del Imperio romano, aportando notables figuras durante el periodo histórico como los emperadores Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Teodosio, el filósofo Séneca, los teólogos Paulo Orosio o Prisciliano, el retórico Quintiliano, los poetas Marcial, Lucano o Prudencio, el agrónomo Columela, el geógrafo Pomponio Mela o políticos como Marco Annio Vero o Lucio Cornelio Balbo, entre otros.

 

Trajano (reino 98–117 CE), de una estatua, around 2.70 m alto).
Hadrian (reinado 117–138)
Marco Aurelio, muy joven


San Ambrosio y el emperador Teodosio, Antón van Dyck.

Ambrosio de Milán y Séneca

Paulo Orosio representado en una miniatura perteneciente al códice de Saint-Epure.

Según Orosio, en su texto contra Prisciliano, Communitorium de errore Priscillianistarum et Origenistarum “Prisciliano enseñó que los nombres de los Patriarcas corresponden a las partes del alma, y de modo paralelo, los signos del Zodíaco, con partes del cuerpo».

el Retórico Quintiliano, 

poeta Marcial,

 Lucano y Columela

● ● ●

CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario