viernes, 29 de diciembre de 2023

Teresa Wilms Montt


María Teresa de las Mercedes Wilms Montt, Escritora chilena de principios del siglo XX. Nació en Viña del Mar, Chile el año 1893. Se suicidó en París en 1921. Feminista y anarquista.

Firma de Thérese en su libro “Inquitudes Sentimentales”, de 1917

Considerada una precursora feminista, tuvo una vida novelesca. Rebelde a los valores burgueses de su sociedad, fue internada a la fuerza en un convento; sin embargo, con la ayuda de su amigo Vicente Huidobro, huyó a Buenos Aires, donde se rumoreaba que el célebre poeta chileno la pretendía.

Intentó ser enfermera en Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial, pero fue confundida y apresada como espía alemana. Fue amiga de los escritores Gómez de la Serna, Enrique Gómez Carrillo, Joaquín Edwards Bello, Víctor Domingo Silva y Ramón María del Valle-Inclán.

Nació en Viña del Mar en 1893. Fue la segunda hija entre seis hermanas: Luz Teresa Rosa, María Inés, Carolina Isabel, Carmen, Victoria Margarita y Ana Esperanza del matrimonio de Federico Guillermo Wilms y Brieba (1867-1943), supuesto descendiente de la realeza prusiana, con Luz Victoria Montt y Montt (1870-1917), nieta del presidente de la república Manuel Montt; de ascendencia alemana por parte de padre y española (Gerona, Cataluña) de lado materno. Tuvo una esmerada educación, conforme a las reglas de la época dirigida a llevar un matrimonio y el protocolo en la alta sociedad, sin contar su carácter rebelde que prontamente se manifestaría.

Con facilidades para los idiomas, aprendió francés (idioma con el que escribiría sus diarios), inglés, italiano, portugués y un poco de alemán.

En 1910, a los 17 años, se casó con Gustavo Balmaceda Valdés (sobrino del presidente José Manuel Balmaceda), contra la voluntad de su familia y de la de su elegido. En Santiago se integró a la activa vida cultural de la ciudad. Los celos y el alcoholismo de su marido le produjeron terribles conflictos familiares. Tuvieron dos hijas: Elisa, llamada Chita, y Sylvia Luz.

Residió entre 1912 y 1915 en Iquique en pleno auge salitrero por razones de trabajo de su esposo, y allí se iniciaron sus relaciones con feministas y sindicalistas y también donde observó los nacientes movimientos de reformistas. Se adscribió a la masonería e hizo sus primeras publicaciones en la prensa de esa ciudad con el seudónimo de Tebal.

Tras su regreso a Santiago, su esposo descubrió la relación que ella mantenía con Vicente Balmaceda Zañartu, primo de Gustavo, el "Vicho", "Mi amante ídolo" o "Jean", como lo llamaba poéticamente en sus diarios, quien poco a poco, se convirtió en la inspiración de sus primeros escritos. Un tribunal familiar la recluyó, el 18 de octubre de 1915, en el convento de la Preciosa Sangre, donde hizo su primer intento de suicidio el 29 de marzo del año siguiente.

Julio Romero de Torres, Retrato de Teresa Wilms Montt Teresa de la Cruz. 1920

En junio de 1916, Vicente Huidobro la ayudó a escapar del convento y huyeron juntos a Buenos Aires. Gracias a su permanencia en esta gran ciudad que comenzaba a destacarse por su intelectualidad cosmopolita, desarrolló nuevas amistades con los escritores y con Pelegrina Pastorino –Péle-, la revolucionaria de la moda feminista, que le presentó la posibilidad de llevar pantalones; una moda que hará un enorme impacto en ella.

En la capital argentina inauguró su carrera literaria: en 1917 publicó sus libros Inquietudes sentimentales y Los tres cantos. En agosto de ese año, Horacio Ramos Mejía, joven de 20 años y uno de los enamorados de Wilms, se suicidó frente a ella -en 1919 publicará Anuarí, poemario dedicado a él-. Tras esta tragedia, partió en el barco Vestris a Nueva York para colaborar con la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial, pero:

"No me dejaron desembarcar y me encerraron con llave en el camarote... por graves sospechas de espionaje al servicio alemán. (...) El día 4 (de enero de 1918), a causa de la primera letra de mi apellido, fui la última en desfilar ante la presencia de un empleado que acompañado de detectives y oficiales revisaba los pasaportes –en Ellis Island-. Al leer mi nombre el representante de la autoridad yankee me miró de la cabeza a los pies, y sin hacerme pregunta alguna, ordenó en voz alta a un subalterno que me acompañara en calidad de detenida."

Marchó entonces a España, donde se integró en la bohemia madrileña y frecuentó el café Pombo. Presentada por Joaquín Edwards Bello, conoció a los escritores Gómez de la Serna, Enrique Gómez Carrillo y, principalmente, a Ramón del Valle-Inclán, quien prologó sus libros publicados en este país. Aquí salieron a la luz En la quietud del mármol y Mi destino es errar, con de Teresa de la Cruz. En la capital española fue retratada por los pintores Julio Romero de Torres y Anselmo Miguel Nieto.

Tras errar por Sevilla, Córdoba y Granada, se estableció en 1920 en París, en donde se reencontró con sus hijas después de cinco años sin verlas. Cuando las niñas regresaron a Chile, el dolor de esta nueva separación le provocó una terrible depresión que la llevó al suicidio. 

Teresa falleció así, el 24 de diciembre de 1921 por una sobredosis de veronal. a los 28 años. Está sepultada en el cementerio Père-Lachaise, de París. en la división 82. 

Teresa Wilms Montt firmado por Antonio de la Gándara (1862-1917). Museo Histórico Palmira Romano de Limache

Elle est considérée comme une précurseur du féminisme libertaire.

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DIARIO II

1915

En esta época, el año pasado estaba yo en Iquique. Podré decir que ha sido el tiempo en que he gozado de mayor libertad. Fue una época simpática y desgraciada. Vivíamos en un hotel de mala muerte, pero el mejor del puerto, rodeado de toda clase de hombres, extranjeros y chilenos, comerciantes, médicos, periodistas, literatos, poetas, etcétera. Una vie de boheme, más o menos. La noche era para charlar, el día para dormir, la tarde para escribir.

Yo era la única del sexo femenino en aquellas reuniones y así era demasiado consentida, pues todo me lo celebraban. Yo abusaba del licor, de los cigarrillos, del éter, etc, etc. También me gustaban las ideas anarquistas y hablaba con el mayor desparpajo de la religión (en contra), y participaba de las ideas de la masonería. Escribía para los diarios, daba conciertos. Mis visitas eran a los hospitales, a las imprentas, acompañada de una tropa de médicos pijes y de pijes sin oficio, que me adulaban por las nubes.

Entré de lleno a esa vida que no conocía y que me era interesantísima. Adquirí gustos poco correctos pero agradables y para ser una mujer poco vulgar, con una aureola novelesca. Todo el mundo me quería. Nuestras noches eran alegres y sentimentales, se declamaba y se tocaba la guitarra. Se hablaba de Azorín, de Sócrates, de Rouge de Lisle, de Baudelaire, etc, y en esos temas, llegaba el día, y el sueño. 

El poeta Silva (Víctor Domingo Silva), que era el sobresaliente en nuestras reuniones, me hacía versos delicados y pasionales, yo los recitaba después, con todo mi arte para emocionarlo.

Es cierto, mi temporada (tres años en el Norte) constituyó una gran experiencia... Allí aprendí a vivir la verdadera vida. Conocí lo que es para las mujeres de mi clase un misterio, la verdadera miseria material y moral; los corazones y las pasiones bajas, mezquinas y grandes, los vicios... Y todo lo que conoce un hombre. Mi alma salió pura de la prueba, pero asqueada y con un fondo de amargura eterna.

Mi opinión sobre las mujeres es tristísima y muchas veces me avergüenzo de ser mujer... Sin ser malas, lo aparentan, son débiles, orgullosas, profundamente estúpidas y vanas. ¡Son animales de costumbre!

Los hombres, son malos de veras, viciosos, insensibles y egoístas. Son incapaces de un sentimiento delicado, que no sea para ellos mismos; pero son superiores... Cuando los veo elegantísimos, irreprochables, diviso a través de su indumentaria al mono, a la bestia carnívora, hambrienta y lujuriosa.

Sábado, 13 Nov. (1915)

Mi padre (Guillermo Wilms Brieba) manda advertir que si salgo de este convento no cuente con nada de lo que él me da para vivir: se me dan todas las facilidades, para que yo, desesperada, cometa una incorrección y me vaya contigo, Jean!

No quiero que mi amado, que mi ídolo, me desprecie; renuncio a él! Y hago el sacrificio de quedarme en este convento para probarle que mi amor es inmenso y puro, y que yo deseo, ser amada y estimada como una mujer de bien.

Y a estos inhumanos cobardes sin entrañas los aplastaré con mi conducta. Han querido hacer de mí una pervertida y se encontraron con que puedo darles lección de nobleza. Renunciar a Jean me costará la vida; lo siento porque él está adherido a mí como mi propio corazón, pero quiero que él no sufra una desilusión de la mujer que ha querido y que ha imaginado superior!...

Creo en Dios y creo en ti, Jean. Sé que ambos comprenderán mi conducta y mi sacrificio.

Miércoles 12 (enero 1916)

Mon Jean, idole de ma vie! Aquí están tus cartas extendidas bajo la caricia de mis ojos. Las estoy bebiendo una por una, saboreando en ellas tu cariño. El único cariño que tengo en la vida!...

Te prometo mucho amor y una abnegación a jamais!

Sábado 15 (enero 1916)

He dormido mal, muchas pesadillas y sobresaltos. Los zancudos, músicos infatigables, me hicieron su auditorio durante seis horas. Los ingleses, franceses, rusos, austríacos, serbios, italianos, etc, etc, han librado una sangrienta batalla en el fuerte de Vichoffits, y a mí me ha tocado una bala con tan mala suerte que me tiene frita.

Tengo hambre. Con profunda pena, mis ojos miran el lánguido desayuno, natación de moscas, y no me atrevo a mandar al estómago, lo que ha sido baño de tan poco aseadas doncellas.

Las galletas parecen suelas de botas militares, menos mal, me las como; pero a la mantequilla no me le atrevo; creo que no tendré la resistencia como un cañón de escopeta.

El anisette murió hace ya días, e hizo su tumba en la ambarina ánfora de Paul, y en la menos ambarina de Tejita.

El cognac marca "Tigre" saca las uñas ferozmente y deja huellas. Las reverendas religiosas tienen buen ojo (sobre todo para estas cosas) y pueden hacer comentarios poco chic.

Miro al espejo mi cara de gato flaco de pelo romano (pintado horroroso), y me da furia de verme tan fea. Los ojos ya no tienen brillo; sus dos globos azules empañados, donde se conoce el abandono en que viven. Cansados de mirar lo mismo y de llorar., guardan la apariencia de una ruina lastimosa. Mis ojos no tienen luz propia; necesitan como la Tierra de la luz del sol, los rayos de los ojos tuyos; ojos de oro animadores que les dan vida y calor.

Miércoles 26 (Enero, 1916)

¿Qué he hecho hoy? Nada, nada y nada. No he pensado en Vicente ni en mis hijas; he estado embrutecida, tendida sobre la cama, mirando el techo, con la mente vacía...

Me vengo a charlar con mi confidente creyendo despertar la imaginación pero en vano. No puedo desarrollar una idea y mi estado físico es el de un animal rendido de caminar.

Un diario me impuso de mi madre, que está muy enferma. Esta noticia no me ha inmutado, como si se tratara de una extraña. Estoy perdiendo un poco el corazón y la sensibilidad.

No tengo sueño pero me voy a la cama; antes destaparé mi última botella de cognac para dormir siquiera.

Vida imbécil de animal degenerada, infame! ¡Me está perdiendo todas mis energías, aquí toda mi alma! Vamos emborrachándonos hasta adquirir otro vicio, y después morir.

Viernes 28. Enero (1916)

Las mujeres somos vehementes, y por eso inconstantes.

El hombre es mil veces mejor organizado; ellos esperan... Cuando un ser femenino desea una cosa vive, agoniza, muere por conseguirla! Y en su cabeza no hay otro pensamiento. Cuando lo consiguen vienen casi inmediatamente el hastío y el desencanto! Nosotras somos locas insaciables de ideales, y uno tras otro, sin descanso ni tregua hasta que la vejez pone término al fuego de la imaginación y de la fantasía...

Sábado 29. Enero 1916

La mañana está preciosa. Su frescura ha calmado mis nervios, quebrados por el insomnio.

Fui al jardín cuando el sol comenzaba a bostezar para levantarse: estaba todavía el suelo brillante con las perlas del rocío que había llorado la noche. Recogí un ramito de flores olorosas y después de dar unas cuantas vueltas, acariciando los gatos que dormían tendidos por allí, me volví a mi celda para rezar y escribir. Y aquí estoy.

Recién se levantan las monjas a su tarea: las oigo afanarse en el corredor y en la cocina, ágiles, rebosantes de vida y de la santa tranquilidad que les da Dios.

Anoche no pude cerrar los ojos; estuve nerviosísima, triste, con deseos de arrancarme al corredor para respirar aire puro. Prendí la vela a las dos de la madrugada y me puse a leer medicina hasta las cuatro y cuarto, hora en que bajé al jardín a medio vestir. Como de costumbre, mis pensamientos de anoche eran para Vicho. La hora, mi soledad, el estado de mi espíritu, hacían que lo recordase intensamente con ese delirio que me toma a veces, y me deja extenuada. Su retrato que está siempre bajo mi almohada cuando me retiro a la cama, fue anoche mi confidente. Hablé con él como si pudiera oírme, le dije las más suaves ternezas, los términos más agitadores que brotaban de mi corazón.

Mi pasión es fatal e indomable. Inútiles son las secretas luchas de mi espíritu por dominarla. Ella triunfa de mí y me hace sentir su mordedura con toda la fuerza que ha adquirido en mi propio corazón.

Soy una pobre mujer débil e incapaz. No quiero pensar en él y me convenzo de que el no querer mío es querer más, y me desespero de mi impotencia para vencerme.

Viernes 3 de marzo (1916)

El recuerdo de mi Jean no me deja un instante, lo llevo dentro de mi alma como el ser espiritual de ella misma. Lo amo mucho, profunda, inmensamente, pero en mí algo ha muerto... Una cuerda se ha roto, una fibra se ha trizado.

Rezo y espero en Dios, pero nada para la tierra; mucho, mucho para el más allá y...

¡Mis hijas! Mis purísimas criaturas de las cuales son tan indignas y despiadada madre. ellas que llevan la savia de mi ser, algo o todo de mi corazón! Las recuerdo, pero en mí hay algo más poderoso que la poderosa voz del amor materno, el amor a Jean! Imploro al cielo su bendición de ellas, y para mi la muerte si mi deshonra ha de hacerlas desgraciadas. En esta noche apacible y dulcemente triste, me parece que mis ruegos llegan más intensos y fervorosos a Dios. Llevan todo el dolor de mi miseria, y la cariñosa esperanza del perdón!

Marzo, 17. 1916.

Gustavo:

Si Ud. de acuerdo con mi familia y la suya, y sin que pueda originarles más tarde remordimientos de conciencia, estiman que mi deber es hacerme pasar por loca, teniendo mis facultades mentales mejores que nunca, no tendré inconveniente en pedir un certificado a uno de los tantos médicos de orates que llegan a este monasterio.

Aun más, y por infinito amor a mis hijas, si cree Ud. que con mi vida puede salvar su reputación, y con ella el nombre que heredarán, aquí la tiene a su disposición y con todo gusto.

Thérese

Marzo 26. Domingo

No puedo estampar en mis páginas lo que siento.

Ayer me alejé de ellas por estar bajo la influencia de sedantes.

Hoy mi cabeza está bien pero mi alma ha desaparecido. En su sitio queda una piedra venenosa de reptíl ávido de venganza, un gusano vil que no puede más que arrastrarse.

El amor de mis hijas que debía enaltecerme, me hace descender hasta el más inmundo precipicio.

Me voy para no volver jamás. Iré donde no pueda perseguirme el dolor y desengaño de mi Vicente. Jamás pensé, ni en el delirio inmenso de mi dolor, que nuestro amor tendría un fin así. Mi pluma tiembla en la mano de rubor, mi corazón llora con el llanto de un criminal cobarde ante el patíbulo. No sé de mi existencia más que por un profundo sentimiento de hastío. ¡Sí, me voy. Ya no espero nada! Seré un autómata, seré una miserable ruina ambulante, seré una maldición viva.

Enero 6, 1918. Ellis Island. New York.

Llegué a New York. Fui tomada prisionera en el vapor. Cuatro detectives estuvieron guardándome. No me dejaron desembarcar y me encerraron con llave en el camarote... por graves sospechas de espionaje al servicio alemán.

Estupefacta, apenas me lo puedo explicar.

El día 4, a causa de la primera letra de mi apellido, fui la última en desfilar ante la prsencia de un empleado que acompañado detectives y oficiales revisaba los pasaportes.

Al leer mi nombre el representante de la autoridad yanki me miró de la cabeza a los pies, y sin hacerme pregunta alguna, ordenó en voz alta a un subalterno que me acompañara en calidad de detenida.

Madrid (enero 1920)

¡Me muero! Al decirlo no experimento emoción alguna, por el contrario, me inclino curiosamente a contemplar el hecho como si se tratase de un desconocido.

Si tuviera la capacidad de estudiar el fenómeno, podría asegurar que es mi conciencia la que ha desaparecido debilitando mis sensaciones corporales, hasta hacerme creer que el cuerpo sólo vive por recuerdo.

No hay médico en el mundo que diagnostique mi mal; histeria, dicen unos, otros hiperestesia. Palabras, palabras, ellas abundan en la ciencia.

Al escribir estas páginas una fuerza sobrenatural me ordena que imprima en ellas un nombre. ¡No, no lo diré, me da miedo!

Cuando aparece este nombre en mi círculo nebulosos, se levantan mis manos con lentitud profética y fulguran bajo la noche con estremecimientos sagrados.

¿Me muero estando ya muerta, o será mi vida muerte eterna...?

Madrid

Extraño mal que me roe, sin herir el cuerpo va cavando subterráneos en el interior con garras imperceptibles y suave.

¡Me muero!

París

Quiero reposar en la tierra solamente envuelta en una sábana o si es posible en un pedazo de tierra de la fosa común...

Dejo a mis hijas Elisa y Sylvia todas mis buenas intenciones, es lo único que poseo y mi único tesoro.

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Morir de amor: la intimidad mística de Teresa Wilms Montt

Se reeditan los míticos ‘Diarios íntimos’ de la poeta y escritora chilena Teresa Wilms Montt, un icono del protofeminismo y protoanarquismo latinoamericano con vocación europeísta.


“Soy Teresa Wilms… y aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya. Yo también tuve el privilegio de ser mujer. Es difícil ser mujer en este mundo. Tú lo sabes mejor que nadie. Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida. Destilé mujer. Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo». 

Así se definía la escritora Teresa Wilms Montt en uno de sus poemas, que firmaría algunas de sus colaboraciones en prensa y libros como Thérèse, Tebal o Teresa de la ♰, en ese afán suyo por querer ser Otra, y cuya vida fue pura existencia de novela; una vida tan arrebatada, pasional y trágica que, durante muchos años, opacó la excelencia de su obra. A ello, se le hubo de sumar el hecho de que la crítica canónica leyó su figura en contraposición a la de Gabriela Mistral. Así, si la de esta era la pura representación de Chile, la de aquella evidenciaba el rompimiento de todo vínculo con su país natal.

En una entrevista con la actriz Francisca Lewin -que encarnaría en la pantalla a Teresa Wilms-, Tatiana Gaviola, directora de la única obra cinematográfica dedicada a la obra de la escritora chilena, Teresa, Crucificada por amor (2009), ésta confirmaba que «las mujeres aún no podemos decidir qué hacer con nuestro cuerpo: seguimos siendo reprimidas».

La errancia de Teresa Wilms Montt comenzaría a los 17 años, en 1910, cuando abandona su ciudad natal de Viña del mar junto a su marido, Gustavo Balmaceda, también proveniente de una familia aristocrática chilena y sobrino de un presidente suicida, José Manuel Balmaceda. Un hombre primero enamorado, pero pronto perdido por los celos y el exceso de alcohol. Así, el alma errabunda de Teresa -desterrada ya para siempre por su familia, quienes no aceptaron la boda- inicia un periplo por Santiago de Chile, Valdivia, Iquique y, de nuevo, Santiago. Van huyendo de la bohemia, que le era tan cara a Teresa, en contraposición a la vida aristocrática y de lujo que había vivido en su casa. Su marido, empero, no soporta su carácter indómito, sus laxos modales. Pero, sobre todo, no soporta que le haga sombra: y es que Teresa brillaba en todas las fiestas; era el centro de atención. Y no solo por su belleza salvaje, de femme fatale, sino también por su asistemática brillantez, su indisciplinada inteligencia. De aquella época data la célebre frase (y leit motiv) de Teresa Wilms Montt: «La noche es para charlar, el día para dormir, la tarde para escribir». Y es que se ha de decir que su marido también tenía inoculado el veneno de la literatura. Así, en 1917, Gustavo Balmaceda publicaría, Desde lo alto, una novela en clave; una «martirológica ficción», como dice la escritora Alejandra Costamagna. Un ajuste de cuentas. Pero, para aquel entonces, Teresa estaría ya muy lejos de su marido, tanto como en Buenos Aires.

«La noche es para charlar, el día para dormir, la tarde para escribir»

La explosión de celos, se produjo -aunque todavía de manera injustificada-, en el verano de 1911. La razón: Vicente Balmaceda Zañartu, primo de Gustavo Balmaceda. Sin embargo, no se consumará el adulterio sino hasta febrero de 1915 cuando se diría que, en un arranque suicida y autodestructivo, Gustavo Balmaceda invita a su primo a trabajar por el candidato de la zona, en Iquique, para apoyar la campaña senatorial de quien sería futuro presidente del país, Arturo Alessandri Palma. Ahí sí comienza entonces el romance entre Vicente Balmaceda, de veintinueve años, y Teresa Wilms Montt, que contaba entonces veintidós.

Entretanto, habían nacido las dos hijas de Teresa: Elisa (el 25 de septiembre de 1911), y Sylvia (el 2 de noviembre de 1913). La fugaz aventura, que duró apenas unos meses, provocó que se organizara un tribunal familiar, donde se dictaminó que a la esposa deshonrosa y adúltera se la ingresara en un convento, además de retirarle la custodia de las niñas. El convento será el de la Preciosa Sangre, ubicado en Compañía 2226, en el aristocrático barrio Brasil de Santiago de Chile. Teresa Wilms Montt ingresará el lunes 18 de octubre de 1915.

En junio de 1916, ocho meses después de su ingreso, y dando ya por muerto su arrebatado amor por Vicente Balmaceda -a quien llamaba cariñosamente Jean, Tejo y Vicho-, se fuga a Buenos Aires con el también aristocrático poeta Vicente Huidobro, con quien mantendrá un breve idilio. 

V. Huidobro

No volvería nunca más a Chile. Huyó del convento disfrazada de viuda. No es atrevido afirmar que, tras su intento de suicidio del 29 de marzo de 1916 -con un frasco de morfina-, algo muy adentro de ella yacía ya muerto.

Igual que le habría de suceder algunos años después, en 1933, a Maria Luisa Bombal, en Buenos Aires. publicará Wilms Montt sus primeros libros. En un mismo año, 1917, dará a la imprenta, Inquietudes sentimentales -con grabados de Gregorio López Naguil- y Los tres cantos, dos volúmenes de prosa poética firmados como Thérèse Wilms Montt –ya sin el apellido del del marido. 

Con Gaston Bachelard, podríamos afirmar que aquí Teresa Wilms se nos revela como una «soñadora de ensoñaciones» y desarrolla un espiritualismo de vanguardia; o dicho de otra forma, pretende develar la vida de su espíritu, de una manera espontánea y sincera, sin demasiados aderezos. Vale la pena mencionar que Los tres cantos, además del conjunto poético, incluía unos apuntes para una novela, o esbozo de un trabajo futuro que nunca llegó a concluir, bajo el título, Del diario de Sylvia.

Fue en Madrid, donde pasó, según ella misma, los mejores años de su vida, y tras un breve e infructuoso intento de arribar a Nueva York, -donde, como sabemos, la confundieron con una espía alemana y no le dejaron entrar al país-, donde se publicaron sus otros dos libros de prosa poética, y también ambos en un mismo año (1918): En la quietud del mármol, prologado por Gómez Carrillo, y Anuarí, con prólogo de Valle-Inclán. Ambos están dedicados a Horacio Ramos Mejía, poeta argentino de veinte años, que se cortó las venas delante de Teresa, el 26 de agosto de 1917, frente a la negativa de esta a formar con él matrimonio y familia. 

De, En la quietud del mármol dejó dicho Zambonini Leguizamón que se trata de «una letanía erótica de dolorosa espontaneidad; trenos de angustioso tormento». Por su parte, Valle Inclán, escribiría en el prólogo de Anuarí que los versos del libro recordaban a los versículos de un libro sagrado. Sea como fuere, ambos están imbuidos de un intenso romanticismo, caracterizado por un deseo del imposible ideal. En 1919, y de vuelta en Buenos Aires, publicaría el libro de relatos Cuentos para los hombres que son todavía niños.

Tras esto, la vida de Teresa Wilms Montt iría dando tumbos por Londres, Liverpool, Andalucía, Toledo y Ávila, aunque su residencia estaba fijada de nuevo en Madrid.

Finalmente fue en París donde halló la muerte, de propia mano, el dia de Navidad de 1921, por una sobredosis de veronal y causada por la imposibilidad de ver ya más a sus hijas, que se volvían con su suegro a Chile, y con quienes había retomado el contacto, en la ciudad luz, apenas un año atrás. 

Está enterrada en el cementerio Père-Lachaise de París. Hay una placa sobre su tumba, puesta en 1993 por el Ayuntamiento gironés de Sant Pere Pescador -pueblo de donde los primeros Montt salieron para emigrar a Chile), que le rinde homenaje-.

La figura de Wilms Montt se recuperó en los años noventa del siglo XX gracias al empuje de Ruth González-Vergara, quien le dedicara una documentada biografía, Un canto de libertad, 1993, y reunió su obra en, Libro del camino: Obras completas, 1994. Se sabe que González-Vergara custodia, con el beneplácito de la familia, varias obras inéditas.

A pesar de que en vida no publicó ninguno de sus diarios, Teresa Wilms Montt, estando en Madrid, mandó mecanografiar algunos fragmentos con la voluntad de publicar un diario itinerante, que se publicaron en el mismo mes de diciembre de 1921, días después de su muerte, en la revista cultural argentina Nosotros.

En 1922, se publica en Santiago de Chile Lo que no se ha dicho, volumen que incluye: Páginas de mi diario, Con las manos juntas, Los tres cantos, Del diario de Sylvia y Anuarí

En 1994, como dijimos, Ruth González Vergara publica los cuatro diarios juntos. Y en 2015, en Santiago de Chile, la editorial Alquimia hace lo propio, con su libro Diarios Íntimos, con anotaciones a cargo de Julieta Marchant, además de un prólogo y un perfil de Wilms Montt por parte de la escritora Alejandra Costamagna. De esa edición lo toma la nueva, publicada en colaboración por la editorial Alquimia. Se ha de mencionar que, en 2007, no obstante, la editorial La señora Dalloway también publicó una edición de estos diarios (libro ya descatalogado), bajo el título de Preciosa sangre.

Estos Diarios íntimos de Teresa Wilms Montt se dividen en cuatro partes. La primera, «Iniciación», es un diario no datado, dividido en 6 capítulos. Escrito originalmente en francés, fue traducido por Carolina Uberti. Está escrito en tercera persona y desde la distancia, pues la autora, ya adulta, rememora la infancia, el pasado, con una fuerte voluntad narrativa, por lo que puede considerarse más una autoficción que una instancia confesional o autobiográfica.

La segunda parte, «Bajo las campanas», está escrita ya en primera persona. Es el más extenso de todos y las entradas vienen fechadas, no solo por días, sino en diferentes intervalos horarios de un mismo día. Es, con mucho, el más intenso, arrebatado, místico y doloroso. La sufriente Teresa da cuenta de un amor que la consume -el de su amante Vicente Balmaceda-, y de un encierro que la debilita. El diario va desde su viaje a Iquique en 1912 hasta un poco antes de la huida del convento de la Preciosa Sangre, donde estaba recluida.

«Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido»

El tercer diario es bastante breve. Lleva por título «Otros cielos, otras prisiones» y comienza en abril de 1917, ya fugada a Buenos Aires y camino de Nueva York. Es llamativo que no se mencione en ningún momento a Vicente Huidobro. Aquí se consigna el dolor por la muerte de otro de sus amantes, Horacio Ramos, de la cual se lamenta la autora constantemente. Además, nos hace partícipes de su segundo intento de suicidio (fallido), en alta mar, a bordo del Vestris.

En último lugar, tenemos «Peregrinaje y finitud». Es el más itinerante, autoconsciente y literario. De alguna manera, se diría; ya Teresa Wilms Montt está aquí posando para la que prevé una ingrata eternidad. Se abre así: «Este es mi diario. Soy yo desconcertantemente desnuda, rebelde contra todo lo establecido, grande entre lo pequeño pequeña ante el infinito… Soy yo… Teresa de la ♰». Y se cierra con una despedida, la única entrada que escribe en París, fechada en el año de 1921. Concluye de este modo: «Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido».

Esta última página de su diario es el único texto de toda su obra que está firmando con su nombre original, Teresa Wilms.

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