Mortales luchas hubo entre los componentes de las diversas dinastías que ocuparon los tronos hispánicos ya durante la Reconquista, cuando cada uno buscaba sus zonas de expansión, a veces, en territorios ya recuperados por otros. Pero los más graves enfrentamientos, sin duda, fueron los producidos, entonces y después, entre padres e hijos; entre hermanos, o medio hermanos; en ocasiones, entre marido y mujer y, ya con menor incidencia, entre madres e hijos o hijastros.
Uno de los momentos históricos más graves en este sentido, fue quizás el que se produjo tras el fallecimiento de Alfonso XI, el 26 de marzo de 1350, durante el asedio de Gibraltar, a causa de la temida peste negra.
Alfonso XI, el Justiciero, había tenido un único hijo legítimo –Pedro I- con su esposa, desde 1328, que además era su prima hermana –María de Portugal-, pero tuvo otros diez, a partir de 1330, con Leonor de Guzmán, a la que realmente consideró como esposa, y a cuyos hijos trató con gran afecto, además de procurarles múltiples beneficios.
Pedro I de Castilla. J. Domínguez Bécquer. Sevilla (Casa Consistorial)
El día de su entierro, los hijos de Leonor y sus partidarios, fueron abandonando discretamente el cortejo fúnebre, ante la posible venganza del nuevo rey, quien realmente, se había propuesto llevarla a cabo de forma inexorable, pero dando tiempo al tiempo y empleando para ello cualquier trampa o engaño, pues se consideraba moralmente justificado para hacerlo, ya que algunos de los hermanos, además de serlo contra su voluntad, se le habían enfrentado, como hicieron Enrique, Fadrique, Tello y Sancho. Por ejemplo, los invitaba a visitarle con la excusa de parlamentar amistosamente, y hacía que los recibiera una guardia armada, que inmediatamente, procedía a matar al desarmado visitante. Se deshizo, pues, de tres de ellos: Fadrique, Juan y Pedro, pero la guerra propiamente dicha, estalló entre Pedro I y Enrique, el tercer hijo de Leonor.
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En 1358 don Pedro mató a Fadrique y poco después, al infante Juan de Aragón y Castilla, hijo de Alfonso IV de Aragón, a cuya madre, Leonor, hizo arrestar, así como a su viuda Isabel de Lara-, confiscando los bienes de ambas. A Leonor la hizo matar más tarde, para vengarse del infante don Fernando, hermano de Juan, del mismo modo que hizo envenenar a Isabel de Lara, a pesar de que su esposo ya estaba muerto. Se cobró asimismo la vida de Juana de Lara, por odio a Tello, con quien estaba casada.
Tras su derrota en Araviana, mandó matar a sus medio hermanos, Juan y Pedro, de diecinueve y catorce años. Después de que Enrique se apoderase de Nájera, se vengó haciendo ejecutar a Pedro Álvarez Osorio; a dos hijos de Fernán Sánchez de Valladolid, y al Arcediano de Salamanca, Diego Arias Maldonado.
De acuerdo con el relato de Pero López de Ayala, Pedro salió un día con sus gentes en busca de Enrique, y cuando llegó a Nájera, un sacerdote de Santo Domingo de la Calzada, le advirtió que, si no se prevenía, Enrique lo mataría con sus propias manos. El rey, ofendido, por lo que entendió como un insulto, mandó quemar al sacerdote. Poco después, encontrándose en Sevilla, hizo ejecutar a un capitán y a la tripulación de cuatro galeras de Aragón que había apresado.
Tras firmar un pacto con el monarca portugués, según el cual ambos se devolverían a los refugiados; don Pedro se vengó matando a todos los que le fueron entregados, entre ellos, Pedro Núñez de Guzmán, el padre de Leonor de Guzmán.
Leonor de Guzmán fue hecha prisionera ya cuando acompañaba el cortejo fúnebre del rey Alfonso, y encerrada en la cárcel del Palacio Real en Sevilla. Cuando en 1350, su hijo Enrique, siguiendo su consejo, se casó con doña Juana Manuel , fue trasladada a Talavera de la Reina bajo la custodia de la reina viuda, la madre de don Pedro, que fue quien ordenó su ejecución en 1351.
Antonio Amorós Botella. La última despedida. 1887. Óleo sobre lienzo, 290 x 412 cm. Museo del Prado
Leonor de Guzmán se despide de su hijo Fadrique Alfonso, en presencia de la reina María de Portugal, viuda de Alfonso XI y madre de Pedro l, que en 1351 ordenó la ejecución de Leonor en Talavera de la Reina.
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En un momento en que la Guerra de los Cien Años se encontraba en tregua, parte de los soldados vacantes de Inglaterra –los del Príncipe Negro- y de Francia –las Compañías Blancas-, tomaron partido por Pedro y Enrique respectivamente, acudiendo a luchar en tierras castellanas, en función de sus respectivos intereses políticos y económicos.
El final de la historia es conocido. El 23 de marzo de 1368 combatían entre sí cerca de Montiel ambos hermanos. Al ser derrotado Pedro I en aquella ocasión; Bertrand Duguesclin, de las Compañías Blancas, simulando ayudarle, lo llevó a la tienda de Enrique, donde, enfrentados los hermanos, cuerpo a cuerpo, parece ser que Duguesclin sujetó, literalmente, a Pedro I, para facilitar su apuñalamiento por parte de Enrique.
Se atribuye a este condottiero francés, la famosa y cínica sentencia: Ni quito, ni pongo rey, pero ayudo a mi señor, que no se refiere, evidentemente, a su señor natural, sino al que se hacía cargo de su paga y la de sus tropas; es decir, en este caso, Enrique de Trastámara.
Arturo Moreno Calvo: La muerte del rey Pedro I de Castilla.
Museo del Prado–Univ. de Zaragoza
Pedro I tuvo nueve hijos conocidos, cinco reconocidos y, parece que algunos más que no quedaron registrados. Tuvo asimismo tres matrimonios, a veces simultáneos, a veces, no consumados, cuya historia es muy truculenta y enmarañada.
Con María de Padilla tuvo cuatro hijos:
-Beatriz, (1353-1369), que fue jurada como sucesora; pero falleció el mismo año que su padre.
-Constanza (1354-1394), casada con Juan de Gante, duque de Láncaster e hijo de Eduardo III de Inglaterra, fue la madre de Catalina, futura mujer del que sería Enrique III de Castilla.
-Isabel (1355-1392), casada con Edmond, duque de York, también hijo de Eduardo III de Inglaterra.
-Alfonso (1359-1362).
Con su esposa Blanca de Borbón no tuvo descendencia.
Con su esposa Juana de Castro, tuvo un hijo:
-Juan de Castilla (1355-1405). Se casó con Elvira de Eril y Falces.
A pesar de que disponemos de los datos principales, para comprender correctamente la vida amorosa de don Pedro I, es aconsejable leer tomando notas.
Su verdadera historia de amor, hasta donde se puede dilucidar y, tal como él mismo declaró públicamente, fue la vivida con María de Padilla, nacida hacia 1334 y fallecida en 1361. Hija de Juan García de Padilla y de María González de Hinestrosa, y hermana de Diego, Maestre de Calatrava.
Pedro I la conoció en 1352, cuando se dirigía a Asturias a luchar contra su hermano Enrique de Trastámara. Le fue presentada por su privado Juan Fernández de Hinestrosa, tío de María, según Pero Pérez de Ayala, con el premeditado objetivo de alcanzar el favor de don Pedro, convirtiéndola en su amante.
Y así fue, María se convirtió en amante de don Pedro y fue madre de cuatro de sus hijos, a pesar de los sucesivos matrimonios del rey, que en 1353, se casó con Blanca de Borbón, de la familia real francesa, como parte de un acuerdo político, con el que él nunca estuvo de acuerdo, por lo que la abandonó a los dos días de la boda, ante la sorpresa de su corte y el pueblo, para volver con María, de la que, poco antes había tenido a su primera hija, Beatriz.
La suerte de doña Blanca, abandonada y prácticamente prisionera, fue comunicada al Vizconde de Narbona y a otros caballeros franceses, que la habían traído de Francia para la boda, los cuales, informaron al papa Inocencio VI, quien amenazó a don Pedro con la excomunión, aunque sólo sirvió para que visitara a doña Blanca y permaneciera con ella un par de días.
En 1354 se reunieron en Zamora, Pedro I y los defensores de Blanca; dos pequeños ejército de hombres bien armados, por ambas partes, celebraron las llamadas Vistas de Tejadillo. Don Pedro obligó a los obispos de Salamanca y Ávila a que anularan su matrimonio con Blanca, para casarle, acto seguido, pero, sorprendentemente, no con María de Padilla, sino con Juana de Castro, que para entonces, era ya viuda de Diego de Haro.
Cuando el Papa lo supo, procesó a los obispos y conminó a don Pedro, a que abandonase a Juana y volviera con Blanca.
Para entonces, nació Costanza, la segunda hija de María de Padilla, quien ideó, de acuerdo con don Pedro, solicitar al Papa las licencias necesarias para fundar un convento al que, según dijo, pensaba retirarse. El Monasterio se fundó, pero María de Padilla volvió al lado de don Pedro, que abandonó a Juana de Castro, con la que, en 1355 tuvo un hijo, legítimo, llamado Juan de Castilla, al mismo tiempo que nacía Isabel, su tercera hija con María.
Tal como aparece el relato en las Crónicas, se diría que, por algún motivo, Pedro I odiaba a Blanca de Borbón -álgunos dicen que fue porque había tenido relaciones con uno de sus hermanos, pero no parece creíble, pues la venganza habría sido mortal e inmediata sobre ambos y habría parecido suficientemente justificada. En 1536 la encerró en Arévalo y después, en Toledo.
En 1539 tuvo María de Padilla en Tordesillas, su cuarto y último hijo con el rey, Alfonso, que falleció a los tres años.
En 1361 -22 años después-, don Pedro fue a Medina Sidonia y dio la orden de asesinar a doña Blanca, mandando asimismo, que se recibiera como reina a María de Padilla, que, cosas del destino, murió aquel mismo año, al parecer, a causa de la peste.
Pasados unos meses, don Pedro declaró públicamente, ante representantes de la nobleza y e la Iglesia, que María de Padilla había sido su única y verdadera esposa. El Arzobispo de Toledo aceptó su reclamación, declarando nulos los otros dos matrimonios celebrados por el rey, algo que las Cortes ratificaron, legitimando post mortem a María de Padilla como esposa y reina, y, quedando igualmente legitimadas sus tres hijas, dos de las cuales se casaron con sendos hijos del rey de Inglaterra, Eduardo III.
En aquellas circunstancias, habría sido perfectamente posible que la Corona de Castilla hubiera pasado al poder de Inglaterra.
Finalmente, como veremos, Catalina de Lancaster, la hija de Constanza, se casó con Enrique III de Castilla, legitimando una dinastía que, en cierto modo, ya se había legalizado a sí misma.
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Se convirtió así Pedro I, en el último representante de la Casa de Borgoña, y Enrique II, en el fundador de la saga de los Trastámara, que pervivió hasta la llegada de Felipe el Hermoso de Habsburgo, esposo de doña Juana I, la hija de Isabel y Fernando, o más bien, hasta la de Carlos I, el hijo de Juana y Felipe. Podríamos fijar el período entre dos fechas, el 14 de marzo de 1369 –fecha en que se produjo el llamado Fratricidio de Montiel y la desaparición de los Borgoña-, hasta el 14 de marzo de 1516, cuando don Carlos fue jurado junto a su madre; prácticamente, un siglo y medio después, con el retorno Borgoña; pues aunque Carlos V había renunciado al territorio del ducado, nunca renunció al título.
Enrique II. Fragmento de La Virgen de Tobed, de Jaume Serra y Juana Manuel
Enrique II se casó con Juana Manuel de Villena, el 27 de julio de 1350, una hija del poderoso Don Juan Manuel –el escritor- y de Blanca Núñez de Lara.
Tuvieron tres hijos:
-Juan (1358-1390), sucesor de su padre con el nombre de Juan I.
-Leonor (1362-1415), casada con Carlos III El Noble, de Navarra
-Juana (1367-1374), fallecida en la infancia.
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Juan I de Castilla. Vicente Arbiol. Fragmento.
Museo del Prado – Palacio de las Cortes, Madrid
Juan I de Trastámara nació en Épila, Zaragoza, o quizás en Tamarite de Litera, Huesca, en 1358, durante el destierro de su padre, Enrique II. Fue rey de Castilla desde el 24 de agosto de 1379, hasta su fallecimiento, en 1390, en Alcalá de Henares.
Se casó con Leonor de Aragón entre 1379-82, hija de Pedro IV el Ceremonioso.
Tuvieron dos hijos:
-Enrique III de Castilla (1379-1406), que sucedió a su padre en la Corona de Castilla.
-Fernando I de Aragón (1380-1416), que sería elegido Rey de Aragón.
Después se casó con Beatriz de Portugal, pero no tuvo más hijos.
Queriendo asumir el trono portugués en virtud de anteriores acuerdos, Juan I sufrió un terrible descalabro en Aljubarrota en agosto de 1385, que supuso el forzado abandono de su proyecto portugués. Pero además, el eco de la derrota reanimó las aspiraciones de los descendientes de Pedro I el Cruel -es decir, de su hija Constanza, casada con el inglés Juan de Gante-, a recuperar el trono de Castilla, del que ambos se habían autoproclamado propietarios en 1372
Miniatura de la Batalla de Aljubarrota en las Anciennes et nouvelles chroniques d'Angleterre por Jean de Wavrin, c. 1470. Biblioteca británica.
En mayo de 1386, Portugal e Inglaterra se asociaron por el Tratado de Windsor, en virtud del cual, en julio llegaban a Galicia, Juan de Gante, su esposa y la hija de ambos, Catalina de Lancáster, la nieta de Pedro I, estableciendo su Corte en Orense. Juan I, que para entonces carecía de suficientes apoyos, negoció un acuerdo con ellos, en Bayona, el 8 de julio de 1388, por el cual, Juan de Gante y Constanza renunciaban a sus posibles derechos en favor de su hija Catalina, que tendría que casarse con el hijo mayor de Juan I –el que sería Enrique III-.
Juan I fallecía el 9 de octubre de 1390, en Alcalá de Henares, a causa de una caída del caballo.
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Enrique III el Doliente y Catalina de Lancaster
Enrique III de Castilla,el Doliente.
Burgos, 4 de octubre de 1379-Toledo, 25 de diciembre de 1406
Poco después de su nacimiento fue prometido por Juan I a la heredera del trono portugués Beatriz de Portugal, como parte del acuerdo de paz entre ambos reinos, pero fue su padre –Juan I– quien se casó con ella en 1382, tras el fallecimiento de su esposa Leonor de Aragón.
Finalmente se celebró su boda de Enrique con Catalina de Lancaster, la nieta inglesa de Pedro I, con objeto de legitimar la dinastía Trastámara.
Tuvieron tres hijos:
–María de Castilla (1401-1458). Casada con Alfonso V de Aragón.
–Catalina de Castilla (1403-1439). Casada con otro Enrique de Trastámara, hijo de Fernando I de Aragón y Leonor de Alburquerque.
–Juan II de Castilla (1405-1454), el sucesor.
Enrique III fue el primero en ostentar, como sucesor, el título de Príncipe de Asturias y su acceso al trono, el 2 de agosto de 1393, se produjo con toda normalidad, tras el fallecimiento de su padre. Sin embargo, sólo tenía 13 años, lo que despertó las ambiciones de diversos regentes.
Durante su reinado, la flota castellana obtuvo varias victorias contra la inglesa.
En 1402 inició la colonización de las Islas Canarias, encomendada al explorador francés Jean de Béthencourt.
Apoyó al papa Benedicto XIII.
Envió dos embajadas a Tamerlán, la segunda, dirigida por Ruy González de Clavijo y relatada en el libro, la Embajada a Tamorlán, reúne en buena parte las características de una gran epopeya.
Hallándose enfermo el Doliente, durante sus últimos años delegó en su hermano Fernando de Antequera, que se convertiría asimismo en regente del heredero, Juan II de Castilla, junto con la madre de este, cuando Enrique III de Castilla falleció en Toledo, en 1406.
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Aragón
Fernando I de Aragón. Aguirre y Monsalve. Diputación Prov. de Zaragoza
Leonor de Alburquerque, La Rica Hembra.
Fernando I de Aragón
Medina del Campo, 27 de noviembre de 1380 -Igualada, 2 de abril de 1416.
Conocido como el de Antequera, el Justo y el Honesto, sería el primer rey aragonés Trastámara, aunque también era Aragón, por su madre, Leonor de Aragón, hermana de Martín I de Aragón el Humano y nieta, pues, de Pedro IV el Ceremonioso.
Con vistas a suceder a su hermano, El Doliente, que parecía que ya no iba a tener hijos varones, se había casado en 1393 con su tía Leonor de Alburquerque, nieta de Alfonso XI, aunque, como sabemos, Enrique tuvo finalmente un hijo en 1405, el que reinaría en Castilla, como Juan II.
Como hemos visto, Fernando fue nombrado regente de su sobrino, junto con la reina viuda, Catalina de Lancaster, dos cuñados que nunca se llevaron bien, por lo que Castilla tuvo que ser dividida en dos zonas de influencia para contentar a ambos y que pudieran actuar así con independencia. A Fernando le correspondió la mitad Sur, lo que le animó a continuar la guerra en Granada, tomando algunas plazas, entre ellas, la de Antequera, en 1410; de ahí su famoso sobrenombre.
Aquel mismo año, moría su tío el rey de Aragón, Martín I, sin más descendencia que un nieto ilegítimo, que no fue aceptado. Fernando decidió presentar su candidatura a la sucesión, frente a otros cinco pretendientes:
-Fadrique de Luna, conde de Luna, hijo bastardo de Martín I de Sicilia, respaldado por Benedicto XIII.
-Jaime II de Urgel, conde de Urgel, hijo de Pedro, nieto de Jaime y bisnieto de Alfonso IV de Aragón; esposo, además de Isabel, hija de Pedro IV el Ceremonioso y de Sibila de Fortiá, su cuarta mujer.
-Alfonso de Aragón y Foix, conde de Denia, y Ribagorza, marqués de Villena y duque de Gandía, nieto, por línea masculina, de Jaime II de Aragón. Murió poco antes de la reunión de Caspe y fue reemplazado por su hermano Juan de Prades.
-Louis de Anjou, duque de Calabria, nieto, por su madre, Violante, de Juan I de Aragón.
-Juan de Prades, conde de Prades, tras la muerte de su hermano Alfonso, duque de Gandía.
Todos ellos pertenecían a la Casa Real de Aragón y eran parientes próximos del rey.
Se decidió que el sucesor sería designado por un Parlamento General de la Corona –Aragón, Cataluña y Valencia-. Las Cortes de Aragón se reunieron en febrero de 1411 en Calatayud acordando que las asambleas de los dos reinos y la de Cataluña se celebrarían en lugares próximos a la frontera común.
El arzobispo de Zaragoza fue asesinado y con su desaparición, perdió fuerza la candidatura de su protegido, Louis de Anjou, y provocó que Fernando de Trastámara se convirtiera en favorito, además de su mejor parentesco con el monarca aragonés.
Cada Estado debía reunir una asamblea; Aragón, en Alcañiz. En Valencia se formaron dos: una en Vinaroz y otra en Traiguera. Y en Cataluña se eligió Tortosa. Al final prevaleció la asamblea de Alcañiz con el apoyo de la iglesia y de Benedicto XIII. Allí, el 15 de febrero de 1412, Cataluña y Aragón firmaron la Concordia de Alcañiz por la que se estableció el número de compromisarios que se reunirían en la localidad aragonesa de Caspe.
El 22 de abril de 1412 se iniciaron las deliberaciones de los compromisarios, que se marcaron dos meses de plazo para presentar sus conclusiones. Finalmente, la elección fue unánime a favor del ya poderoso Fernando de Trastámara.
El compromiso de Caspe Andrés Parladé y Heredia. Ayuntamiento de Sevilla
Acta de la elección de Fernando de Antequera como rey de Aragón, por los nueve compromisarios de Caspe.
25 de junio de 1412:
Publicamos que los parlamentos nombrados y los súbditos y vasallos de la Corona de Aragón deben y están obligados a prestar fidelidad al ilustrísimo, excelentísimo y potentísimo príncipe y señor don Fernando, infante de Castilla, y que al mismo don Fernando deben y están obligados a tener y reconocer como su verdadero rey y señor.
Fernando de Trastámara fue proclamado el 28 de junio de 1412 como Fernando I de Aragón y el 5 de agosto prestó juramento ante las Cortes en Zaragoza.
De su matrimonio con Leonor de Alburquerque tuvo siete hijos:
-Alfonso el Magnánimo (1396 - 1458), su sucesor en el reino de Aragón, con el nombre de Alfonso V, y rey de Nápoles, como Alfonso I
-Juan el Grande (1398 - 1479), rey de Aragón y de Navarra como Juan II
-Enrique (1400 - 1445), Conde de Alburquerque, duque Villena y Gran Maestre de la Orden de Santiago
-Sancho (1401 - 1416), Gran Maestre de la Orden de Alcántara.
-Leonor (1402 – 1445) casada con Eduardo I de Portugal
-María (1403 - 1445), casada con su primo Juan II de Castilla
-Pedro (1406 - 1438), IV Conde de Alburquerque y duque de Noto
En marzo de 1416 encontrándose en Igualada, Fernando I cayó enfermo, falleciendo el 2 de abril siguiente. Dejó designado a su hijo mayor, Alfonso el Magnánimo, como sucesor.
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Alfonso V de Aragón. Vicente Juan Massip. Museo de Zaragoza
Alfonso V de Aragón el Magnánimo
Medina del Campo, 1396 - Nápoles, 27 de junio de1458
Jurado heredero de la Corona de Aragón el 28 de junio de 1412, cuando su padre fue proclamado rey tras el Compromiso de Caspe. Le sucedió el 2 de abril de 1416 e instaló su Corte en Nápoles.
El 12 de junio de 1415, se había casado, en la catedral de Valencia, con su prima la Infanta María, hija de Enrique III de Castilla y de Catalina de Lancáster.
Con respecto a Cataluña, en 1448, hallándose en Nápoles, publicó una provisión que permitía a los payeses organizarse para suprimir los malos usos de los terratenientes, que estos hicieron fracasar. De nuevo, en 1455, dictó la llamada Sentencia interlocutoria que abolía la servidumbre y los malos usos. Fue igualmente contestada, y aún en 1462, reinando ya Juan II, la negativa a cumplir dicha ley, provocó la llamada Primera Guerra Remensa. Diez años después, la revuelta seguía en pie a causa de la negativa de los señores feudales a aceptar las nuevas medidas. Sería ya Fernando II –el Católico-, quien zanjaría la cuestión mediante la Sentencia Arbitral de Guadalupe, que abolió los malos usos, si bien los remensas se vieron obligados a pagar una indemnización a los señores que habían sido sus propietarios.
Cuando Fernando I fue elegido rey de Aragón, viéndose obligado a abandonar la regencia y tutela de Juan II de Castilla, dispuso que sus hijos, Juan II de Navarra y Enrique, asumieran la regencia en su nombre, al tiempo que se ocupaban de defender sus intereses en Castilla.
En 1419, cuando Juan II de Castilla alcanzó la mayoría de edad, rechazó a los Infantes aragoneses y puso toda la responsabiliad de la Corona en manos de don Álvaro de Luna, que, apoyado por la pequeña nobleza, mantuvo un enfrentamiento permanente con los Infantes, respaldados por la alta nobleza y, naturalmente, por Alfonso V. Sin embargo, estos no tardaron en enfrentarse entre sí, provocando una rápida pérdida de la influencia aragonesa en Castilla, hasta el punto que Alfonso V tuvo que regresar de Nápoles para conseguir que don Álvaro de Luna fuera desterrado de la corte, aunque volvió a su puesto a los pocos meses.
Así, entre 1429 y 1430, Alfonso preparaba la guerra contra Juan II de Castilla y don Álvaro de Luna, aunque no llegó a producirse el enfrentamiento, gracias a la mediación de doña María de Aragón, gracias a su doble condición de reina de Castilla y hermana del monarca aragonés. Finalmente, en 1436, encontrándose Alfonso de nuevo en Italia, se firmó la paz entre ambos reinos y los Infantes abandonaron Castilla, a cambio de cuantiosas rentas anuales.
Alfonso V se casó en 1415 con su prima María de Castilla, hermana de Enrique III el Doliente. No tuvieron hijos, pero Alfonso tuvo tres con una señora italiana.
Alfonso V merece ser especialmente recordado como un príncipe renacentista, gran mecenas de escritores humanistas, y profundo admirador de los autores clásicos. Reunió en su corte un grupo de poetas, cuya obra se recopiló en el célebre Cancionero de Stúñiga.
El Cancionero de Stúñiga reune la poesía de la corte napolitana de Alfonso V de Aragón
Alfonso volvió a Nápoles definitivamente el 23 de febrero de 1443. Instalado en la fortaleza de Castel Nuovo; nunca más volvió a Aragón. Murió el 27 de junio dde 1458 en el Castel dell’Ovo, en Nápoles.
Castel dell’Ovo
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La novela italiana de Alfonso V
El 2 de abril de 1416, Alfonso había sucedido a su padre en todos sus reinos: Aragón, Sicilia, Cerdeña, Córcega y Nápoles.
En Sicilia, isla que el papa –Benedicto XIII– entregó a Fernando I en 1412, Alfonso había nombrado lugarteniente a su hijo Juan. Más tarde, los sicilianos reclamaron la independencia y la coronación efectiva de Juan, pero Alfonso exigió a este que volviera a Aragón y que se dispusiera a pelear en Castilla, junto con su hermano Enrique, alejándolo así de su imaginación cualquier sueño de ser coronado en aquella isla.
En cuanto Cerdeña, Aragón reclamaba su soberanía desde que en 1297, el papa, Bonifacio VIII, le concedió la isla como feudo a Jaime II, en contra de Génova. En el momento narrativo actual, es decir, en 1420, solo la aparición de las velas aragonesas mandadas por Alfonso de Aragón, acabó con todo intento de emancipación. Acto seguido, con la misma facilidad y, prácticamente por las mismas causas, pacificó Córcega.
En 1421 Alfonso recibía una petición de auxilio por parte de Juana II de Nápoles, asediada por las tropas de Louis III de Anjou. El aragonés logró levantar el asedio y, como agradecimiento, doña Juana lo adoptó, lo nombró heredero y le concedió el título de Duque de Calabria. Así dejando como regente de Aragón a su esposa María de Castilla –la hermana de Enrique III–, se fue a vivir a Nápoles.
Pero, he aquí, que Caracciolo, el amante de la reina, que además se ocupaba de todos los negocios del reino, empezó a sentir celos del adoptivo y a montarle toda clase de conjuras, pero fué Alfonso quien hizo arrestar al Consejero-Amante en 1423, provocando un grave disgusto a la reina, que se apresuró a escapar al castillo de Castel Capuana, contratando la ayuda del condotiero Sforza, que derrotó al aragonés.
La reina le retiró la adopción y Alfonso tuvo que volver a Aragón, dejando en Nápoles a su hermano Pedro, y en su plaza de heredero a Louis de Anjou, quien, por elección de la reina, de pronto veía caer del cielo el reino por el que su padre y su abuelo habían luchado durante años en vano. Caracciolo recuperó su posición junto a la reina.
De camino a Aragón, Alfonso destruyó el puerto de Marsella, porque era del patrimonio Anjou. Después permaneció en su reino peninsular hasta 1432, fecha en que retomó la idea de recuperar Nápoles.
Pero allí encontró una barrera formada por el Papa, el emperador Segismundo, Venecia, Florencia y Milán, que le obligaron a aceptar una tregua de diez años con su antigua madre adoptiva, Juana II de Nápoles.
Cuando en 1434 fallecíó Louis de Anjou, Juana II nombró heredero a su hermano René de Anjou, a quien el papa no permitió acceder al trono tras la muerte de la reina al año siguiente.
Alfonso creyó llegada su hora y, junto con sus hermanos, Juan, Enrique y Pedro –a los que siempre hallamos dispuestos-, se propuso recuperar Nápoles, que tan cerca había estado de pertenercerle.
El día 4 de agosto de 1435 preparaba el asedio de Gaeta, cuando una flota genovesa acabó radicalmente con sus intentos, frente a la isla de Ponza. Alfonso y sus hermanos, Juan II de Navarra y Enrique, fueron hechos prisioneros y entregados al duque de Milán, Filipo María Visconti. La batalla pasó al terreno literario a través de la célebre Comedieta de Ponza del Marqués de Santillana.
Juan de Navarra fue liberado el año siguiente y se ocupó de la regencia aragonesa desplazando a la reina a Cataluña.
Alfonso pactó con el duque de Milán y volvió a asediar Nápoles en 1438, muriendo su hermano Pedro en el intento.
Finalmente, entraría victorioso en Nápoles el 23 de febrero de 1443, con el apoyo del papa a cambio de su colaboración contra los Sforza.
Como apuntamos más arriba, Alfonso nunca más volvió a Aragón.
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Llegaba así el momento en que los tronos de Castilla y Aragón eran ocupados simultáneamente por sendos Trastámara, ambos llamados Juan y ambos, siendo el segundo de tal nombre, aunque ahí terminaba todo parecido entre ellos.
Terminaron uniendo patrimonialmente los reinos de Castilla y Aragón, a través del matrimonio entre sus respectivos hijos, Isabel y Fernando, pero antes de que eso ocurriera, pasaron por esta historia personajes, como don Álvaro de Luna, Enrique IV de Castilla, Isabel de Portugal, Alfonso de Castilla, Blanca de Navarra, Carlos, Príncipe de Viana, etc. algunos de ellos, muertos en circunstancias siniestras o, cuando menos, sospechosas.
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CONTINUARÁ...