lunes, 25 de septiembre de 2023

MAXIMILIANO DE MÉXICO • IMPERIO Y TRAGEDIA•PARTE III, Suplemento: leyenda o realidad.

¿El archiduque Maximiliano no fue fusilado? ● ¿Murió en El Salvador con 104 años y el nombre de Justo Armas?

19 de junio de 1867, fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo y los Generales Miramón y Mejía.

México, 1864. Cuando el pelotón de fusilamiento hizo su última descarga, Maximiliano de Habsburgo empezó una nueva vida. A cambio de no revelar jamás su identidad, Juárez, masón como el archiduque, le perdonó la vida y le dio un salvoconducto para El Salvador donde el emperador vivió bajo el nombre de Justo Armas. Así lo asegura el investigador Rolando Deneke que durante quince años ha reunido numerosas pruebas que cambian el rumbo de esta historia.

Los padres de Maximiliano, Francisco Carlos y Sofía, de Ferdinand Georg Waldmüller (1839) y Joseph Karl Stieler (1839) respectivamente.

Francisco José I eligió personalmente a Maximiliano para ser virrey. Fotografía de Joseph Albert (1865).

Benito Juárez publicó un edicto poco después de que Maximiliano de Habsburgo fuera fusilado en el Cerro de Las Campanas en Querétaro en 1864 junto a los generales Mejías y Miramón. El escueto comunicado decía que «el Archiduque Fernando Maximiliano José de Austria “había sido hecho justo por las armas".

 Poco tiempo después, apareció en El Salvador un hombre culto, elegante y de esmerada educación, que se hacía llamar Justo Armas y que pronto llegó a convertirse en un personaje muy apreciado dentro de la alta sociedad salvadoreña. Este hombre, que guardaba un parecido asombroso con el emperador de México, siempre se mostró reacio a contestar cualquier pregunta que se le hiciera sobre su pasado y solía presentarse a sí mismo como el único superviviente de un gran naufragio.

Archiduque Maximiliano, por Carl Haase (1853).

QUINCE AÑOS DE INVESTIGACIÓN

Después de quince años de intensas y dilatadas investigaciones en El Salvador, Bélgica, Francia, México y Austria, Rolando Deneke, arquitecto de profesión pero apasionado por la historia, no tiene ninguna duda de que Justo Armas y Maximiliano de Austria eran una misma persona. La primera noticia de esta doble identidad la tuvo cuando era pequeño, pues su abuela Consuelo le contaba a menudo "cosas de Don Justo, a quien había conocido mi bisabuela Abelina. Ella insistía en que Justo Armas había sido el emperador de México y yo no cuestioné nunca esta historia por respeto, aunque no la creía. Pero a medida que crecía me fui interesando cada vez más por la historia y cuando tuve la oportunidad de visitar Austria aproveché el viaje para obtener datos y lo mismo hice en otros países. Ahora ya no me cabe ninguna duda".

Deneke ha encontrado documentación que muestra que Justo Armas ya estaba establecido en San Salvador en 1870. Cuando llegó a este país fue acogido por Gregorio Arbizú, vicepresidente y canciller en el Gobierno del presidente Francisco Dueñas y masón. Desde entonces y hasta su muerte Armas fue asesor de todos los presidentes de El Salvador y se encargó del protocolo de la cancillería y también de dirigir los servicios de los banquetes diplomáticos.

"Llamaba mucho la atención —afirma Deneke—, porque, a pesar de ser un hombre impecablemente vestido y de exquisito trato, no usaba calzado; elegantemente vestido recorría las calles de San Salvador y dirigía el servicio de banquetes completamente descalzo. Nunca le reveló a nadie el motivo de esta excentricidad, aunque se sabe con certeza que se vio amenazado por un grave peligro de muerte y, sin mayor esperanza de ser salvado, le prometió a la Virgen ir descalzo el resto de su vida si conseguía salvarse. Justo Armas hablaba de un naufragio y la esposa de Maximiliano, la emperatriz Carlota, ordenó hacer un grabado para comunicar la muerte de su esposo a las casas reales europeas en el que se le veía hundiéndose en un barco y abrazado a una bandera blanca".

FRATERNIDAD MASÓNICA

Pero, ¿por qué Benito Juárez, el hombre que juró acabar con los invasores extranjeros de su país, decidió perdonarle la vida al archiduque y se prestó a organizar un simulacro de su muerte? "Maximiliano de Habsburgo y Benito Juárez eran masones y siendo hermanos masones, Juárez no lo podía matar —explica Deneke—. La única salida que le quedaba era la de matar al emperador, pero salvar al hombre. El archiduque juró no revelar nunca jamás su identidad; fingieron su fusilamiento y le proporcionaron un salvoconducto para venir a El Salvador en donde vivió más de 60 años, pues falleció a la edad de 104".

Para Déneke son muchos los datos que apoyan esta historia que más parece un relato de ficción y que, de hecho, ya ha sido excelentemente novelada por el diplomático español Santiago Miralles en "La Tierra Ligera" (Ediciones de La Discreta). Una teoría que además de ser "ben trovata" parece "vera" si nos atenemos a los hechos tal y como los cuenta Deneke: 

"Después del fusilamiento, todas las potencias europeas presionaron a México para que devolviera el cadáver de Maximiliano y México respondía que por motivos de fuerza mayor les era imposible acceder a sus peticiones. Tengo copias de las fotografías de tres posibles cadáveres del emperador que no se parecen entre sí y que tampoco se parecen a Maximiliano. Cuando un supuesto cadáver llegó a Austria, siete meses después de su ejecución, su madre, la archiduquesa Sofía, exclamó que ése no era su hijo".

Además, en mayo de 1864 —un mes antes de ser fusilado en Querétaro—el austriaco, aduciendo razones de salud, dejó de comparecer en el juicio que se llevaba contra él y ni siquiera acudió a la lectura de la sentencia. Fueron muy pocas las personas que pudieron verle en los últimos días, como si se le quisiera tener expresamente apartado del mundo. 

El día señalado sólo una veintena de personas acudieron al lugar de la ejecución y fueron mantenidos a gran distancia por un cordón de soldados. Para formar el pelotón de fusilamiento reclutaron a un grupo de campesinos que no habían visto nunca antes al emperador.

PRUEBA DE ADN POSITIVA

Pero hay más datos que refuerzan la tesis de Deneker. "Existía un extraordinario parecido entre las facciones de Maximiliano, Justo Armas y Francisco José de Austria. Un estudio antropológico de comparación craneo-facial hecho por una antropóloga costarricense dio resultados positivos. 

Contando con la autorización de la familia adoptiva de Don Justo (los Arbizú) y con todos los permisos legales, se tomó una muestra de los restos óseos de Armas con el propósito de llevar a cabo la prueba más contundente para la identificación, el ADN. Recientemente, cuando encontraron los restos del último zar de Rusia, el Príncipe Felipe de Edimburgo sirvió como donante para el examen de ADN, pues su abuela materna era hermana de la zarina Alejandra. En nuestro último viaje a Austria conseguimos una muestra de sangre de una pariente de Maximiliano por la línea materna directa para poder llevar a cabo la prueba que dio positiva. Como positivo fue también el estudio grafológico que se realizó en Florida comparando la letra de Armas con la del archiduque".

Otro dato que refuerza esta teoría es que Justo Armas conservaba en su casa objetos —vajilla, cristalería, cubertería, una cajita de oro de rapé...— que habían pertenecido a Maximiliano de Habsburgo y que una mano invisible le enviaba desde México. 

"En uno de mis viajes a México —comenta Deneke— pude comprar algunas piezas de la cubertería de Maximiliano que he podido comparar con cucharas y tenedores de la cubertería de Don Justo. Son idénticas. Además, en París llevé todas estas piezas a la casa Christofle, que había hecho los cubiertos del archiduque, y me aseguraron que eran de la misma cubertería e intentaron comprármelas para su museo".

Pero las coincidencias no terminan aquí. En plena I Guerra Mundial, Don Justo Armas recibió la visita de dos emisarios austriacos a los que no quiso recibir en su casa. Por mediación del alemán Alexander Porth, que era propietario del "Nuevo Mundo", el mejor hotel de San Salvador, Don Justo acudió a la cita después de dos negativas. "La hija de Porth, Doña Fe, que murió hace diez años y sabía hablar bien el alemán, me contó cómo fue este encuentro. Estaba interesada por el comportamiento de Don Justo, ya que recibía de él clases de etiqueta y no comprendía por qué se mostraba tan reacio a recibir a estos señores y por qué cuando asistió a la cita, ésta tuvo lugar en la habitación de los austriacos y no en uno de los salones. 

Al encontrarse casualmente por allí pudo oír la conversación en la que se le pedía a Don Justo que volviera a Austria porque Francisco José estaba muy enfermo y debía subir al trono. Según contaba Doña Fe, Armas se negó rotundamente y dijo que en su día se le había obligado a renunciar al trono a él y a sus herederos, pues su hermano le hizo firmar esta renuncia antes de ir a México, aunque cuando le condenaron a muerte la revocó. Dijo que era un hombre anciano, que quería que le dejaran en paz y abandonó la habitación dando un portazo".

También resulta significativo que no se rompieran los sellos del archivo personal de Maximiliano, que él mismo mandó desde México antes de su caída, hasta mil novecientos treinta y muchos. Y Justo Armas falleció en 1936. "Parece increíble pensar —concluye Deneke— que el emperador Maximiliano de México viviera en El Salvador después de más de sesenta años descalzo y sin poder revelar su verdadera identidad. Pero ya no tengo ninguna duda y creo que el hecho cambia el rumbo de la historia y crea las bases para trazar nuevos lazos de amistad entre El Salvador, México y Austria». 

Fuente, Diario ABC.

Entrada de la fuerza expedicionaria francesa en México en junio de 1863 por Jean-Adolphe Beaucé (1868).

Entrada de la fuerza expedicionaria francesa en México en junio de 1863, por Jean-Adolphe Beaucé (1868). Detalle.
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viernes, 22 de septiembre de 2023

Guerra 80 años, 1568-1648; Empel • Una oportuna helada y la (futura) Inmaculada Concepción

Guerra 80 años, 1568-1648; Empel • el Tercio Viejo de Zamora • Una oportuna helada y la (futura) Inmaculada Concepción

El milagro de Empel: el Tercio Viejo de Zamora y la Inmaculada Concepción

¿Qué relación podríamos establecer a priori, entre el arma de Infantería y el dogma de la Inmaculada Concepción? Aparentemente, ninguna; máxime cuando el dogma no existió como tal, hasta trescientos años después de lo ocurrido. 

Una oportuna helada, vino a convertirse en un don procedente de esta acepción de María Virgen, como Inmaculada o Purísima Concepción; un dogma de la Iglesia católica, proclamado en 1854, que sostiene que la Virgen María no tuvo pecado original. Se celebra el 8 de diciembre, exactamente nueve meses antes de la celebración de la Natividad de la Virgen el 8 de septiembre. ¿Qué ocurrió exactamente?

Una “Inmaculada” de Murillo

La Batalla de Empel -en España, la del Milagro de Empel-, se dio los días 7 y 8 de diciembre de 1585, durante la Guerra de los Ochenta Años, en la que un Tercio del ejército español, el Tercio Viejo de Zamora, comandado por el maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla, se enfrentó y derrotó en condiciones muy adversas a una flota de cien barcos de los Estados Generales de los Países Bajos, al mando del almirante Felipe de Hohenlohe-Neuenstein.

Según las crónicas, el 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, compuesto por unos cinco mil hombres, combatía en la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, bloqueados por la escuadra del almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein. La situación era desesperada para los Tercios Españoles, pues, además del estrechamiento del cerco, carecían prácticamente de víveres y ropas secas.

El jefe enemigo propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue negativa: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, Hohenlohe-Neuenstein recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo

Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio.

En ese crítico momento un soldado del Tercio cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Virgen María.

El hallazgo

Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada: Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen María, esperaban en su bendito día.

Esa noche se desató un viento completamente inusual e intensamente frío que heló las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo, atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Hohenlohe-Neuenstein llegó a decir: «Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro».

Grabado de la Batalla de Empel, por Frans Hogenberg.

Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia.

Sin embargo, este patronazgo no se definió hasta trescientos años después, cuando por la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854 proclamase como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima. 38 años después, el 12 de noviembre de 1892, a solicitud del Inspector del Arma de Infantería del Ejército de Tierra de España, por Real Orden de la Reina Regente doña María Cristina de Habsburgo, se: Declara Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción.

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La Guerra, 1568-1648

Así pues, en 1585 el Tercio Viejo de Zamora, con la ayuda de la meteorología, pudo eludir una derrota segura y, tal vez su destrucción en el monte de Empel. El suceso, calificado de milagro por los que lo vivieron, es, pues, la causa y el origen del hecho de que la Inmaculada Concepción sea la patrona de la Infantería española.

El milagro de Empel: el Tercio Viejo de Zamora y la Inmaculada Concepción

En 1585 el Tercio Viejo de Zamora logró, con la ayuda de la meteorología, esquivar la derrota y tal vez su destrucción en el monte de Empel, un hecho que fue calificado de milagro por los que lo vivieron y que es el responsable de que la Inmaculada Concepción sea la patrona de la Infantería española.

La Guerra de los Ochenta Años es conocida en España como guerra de Flandes y en los Países Bajos como guerra de Independencia de los actuales Países Bajos, enfrentó a las Diecisiete Provincias de los Países Bajos contra su soberano, Felipe II, rey de España. La rebelión contra el monarca empezó en el año 1568, en tiempos de Margarita de Parma, gobernadora de los Países Bajos, y finalizó en el 1648 con el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas, hoy conocidas como Países Bajos. 

Como pretexto, las relaciones de Margarita con la nobleza neerlandesa protestante, nunca fueron del todo fluidas. Este hecho, sumado a su inoperancia y a la distancia existente entre ambos países, hizo que se fueran alejando cada vez más de la política española en busca de sus intereses económicos y políticos con un aire de independencia que comenzaba a gestarse en el ambiente. Los países que hoy se conocen como Bélgica y Luxemburgo formaban parte de las Diecisiete Provincias, pero permanecieron leales a la Corona -los territorios bajo el dominio del Obispado de Lieja, no formaban parte de las Diecisiete Provincias, sino que dependían directamente, del Sacro Imperio Romano Germánico-.

Kenau Hasselaar en las murallas de Haarlem

El resultado final de la Guerra de los Ochenta Años fue la independencia oficial de los Países Bajos tras la Paz de Westfalia; pero no está tan claro cual fuera la causa precisa de la guerra, si bien, fue el resultado final de las discrepancias entre la Monarquía Hispánica y la parte de los súbditos a los que tenían que gobernar en estas provincias.

En todo caso, las Provincias Unidas emergieron de la guerra como una potencia mundial gracias a su poderosa armada y flota mercante, y experimentaron un importante auge económico y cultural.

Para la Corona española, la independencia de las Provincias Unidas representó una gran pérdida de prestigio. El mantenimiento económico de la guerra durante un periodo tan prolongado contribuyó en gran parte a provocar las sucesivas bancarrotas de la Corona española a lo largo de los siglos XVI y XVII, y al hundimiento de la economía de España.

¿Por qué esta guerra? Los intereses españoles.

El emperador Carlos V, soberano de los Países Bajos con el ordinal de II en Borgoña, Brabante, Flandes, Holanda, Henao y Namur, III en Luxemburgo, Güeldres y Zutphen. que dictó la Pragmática Sanción de 1549.

El emperador Carlos V nació en Gante en 1500 y se crió en el Condado de Flandes, del cual era titular, por lo que era visto por sus súbditos neerlandeses como monarca de su tierra. Sin embargo, Carlos V abdicó en 1556 en favor de su hijo Felipe II, el cual, criado en España y con intereses siempre más en la línea de los de Castilla, era visto como un monarca extraño y extranjero. Esta impresión se puso de manifiesto el día de la abdicación de Carlos V en Bruselas, donde en contraposición al emperador, flamenco, cosmopolita y políglota por crianza, el nuevo rey era incapaz de dirigirse a sus súbditos flamencos en su lengua.

La situación de Flandes, a un paso de Inglaterra y fronterizo con Francia y con el Sacro Imperio Romano Germánico -del que nominalmente formaba parte-, tenía una gran importancia estratégica para la monarquía hispánica. Amenazaba a Inglaterra con una invasión; cerraba el cerco de Francia junto con España y las posesiones italianas de los Habsburgo, y era la puerta de entrada a Alemania desde el norte, sacudida por las guerras de religión.

La religión

Ya durante el reinado de Carlos V, el calvinismo había hecho acto de presencia en los Países Bajos y había sido reprimido, intentando incluso implantar un tribunal de la Inquisición para luchar contra la herejía. Su política fue continuada por su hijo Felipe II, que, en 1565 promulgó los Decretos Tridentinos, causando un gran malestar, ya que impedían la libertad de culto a la que aspiraban los nobles y los calvinistas.

Por otro lado, la reorganización de los cuatro grandes obispados existentes en los Países Bajos en catorce más pequeños, encontró la oposición de la gran nobleza, puesto que los segundones de las familias nobles solían aspirar al cargo de obispo, y no tenía el mismo prestigio, ni ingresos una gran diócesis, que una de las catorce pequeñas diócesis previstas.

La economía jugó un papel importante en el estallido de la rebelión en los Países Bajos. La guerra entre Suecia y Dinamarca cerró el comercio y las importaciones de trigo procedentes del mar Báltico, provocando una caída del comercio y de los salarios, una carestía de alimentos y la subida del precio de estos, lo que facilitaba la tarea de los calvinistas de criticar la riqueza y el lujo de la Iglesia cuando la población empezaba a sentir el hambre. Esta situación alcanzó su cenit en agosto de 1566 con una brusca subida del precio de los alimentos. Hay que hacer notar la coincidencia en el tiempo entre la subida de los precios y el estallido de los desórdenes iconoclastas de ese mismo mes, que provocaron el envío a los Países Bajos de Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba.

La pérdida de los subsidios enviados por la Corona en 1568 para pagar al ejército, a manos de corsarios ingleses -en concreto,William Hawkins, hermano de John Hawkins-, decidieron al duque de Alba a recaudar impuestos para sufragar al ejército estacionado en Flandes -la décima-. Esto fue demasiado para los neerlandeses, obligados a mantener a un ejército extranjero, utilizado para reprimirlos en época de recesión económica y en contra de los usos y costumbres de su tierra.

El rey Felipe II, soberano de los Países Bajos, con el ordinal V en Borgoña, Flandes y Namur, VII en Artois, IV en Brabante y Limburgo, III en Luxemburgo, Holanda y Henao, II en Güeldres. Retrato anónimo flamenco, Museo de Bellas Artes de Valencia.

Retrato de Guillermo de Orange-Nassau en sus años en la corte de Bruselas.

El 5 de abril de 1566, la pequeña nobleza presenta a Margarita de Parma, gobernadora de los Países Bajos y hermana de Felipe II, el Compromiso de Breda, una reclamación formal en la que solicita la abolición de la Inquisición y el respeto a la libertad religiosa. Posteriormente, el 15 de agosto, día de la Asunción, un incidente derivó en disturbios provocados por los calvinistas, durante los cuales, asaltaron las iglesias para destruir imágenes de santos que ellos consideran heréticas, considerando que se adoraba a la imagen y no a la persona que representaba- 

Este incidente fue luego conocido como Beeldenstorm o “furia iconoclasta”. Ante la clara rebeldía de parte de la población y la nobleza, Felipe II decide enviar a Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, Tercer Duque de Alba, al frente de un ejército para reprimir a los rebeldes, como primera medida de un plan de pacificación, que preveía un viaje de Felipe II a aquellos Países. 

Durante el año que tardó el duque de Alba en llegar a los Países Bajos, la princesa Margarita consiguió hacerse con el control de la situación dominando la insurrección e informado a su hermano, por lo que la llegada del duque de Alba al frente de un ejército provoca su dimisión en desacuerdo con la política del rey. 

El duque llegó a Bruselas el 28 de agosto de 1567, y el 5 de septiembre ya había creado el Tribunal de los Tumultos, conocido por los neerlandeses como el “Tribunal de la Sangre”, que condenó a muerte a centenares de flamencos y confiscó sus propiedades.

El 8 de septiembre citó a los nobles neerlandeses con la excusa de informarles sobre las órdenes del rey. Era una trampa en la que fueron detenidos los condes de Egmont y Horn, dos de los principales nobles flamencos que habían prestado importantes servicios al rey, y que serían decapitados en la Gran Plaza de Bruselas, el 5 de junio del año siguiente (1568). 

El Príncipe Guillermo de Orange, otro de los principales nobles flamencos muy apreciado por el padre de Felipe II, se había refugiado en las propiedades de su familia materna en Alemania. Desde allí financió a los llamados “mendigos del mar” y levantó un ejército de mercenarios alemanes de su propio pecunio y lo puso al mando de sus hermanos. Con este ejército inició la rebelión en contra de Felipe II.

El Gran Duque de Alba por Willem Key (Rijksmuseum).

El inicio real de las operaciones bélicas se dio en la Batalla de Heiligerlee, el 23 de mayo de 1568, con la victoria de las tropas de Luis de Nassau, hermano de Guillermo de Orange, sobre las fuerzas locales de la Corona que intentaban evitar la confrontación, muriendo el Estatúder  Juan de Ligne. Las tropas de Luis serían derrotadas a su vez por los tercios dirigidos por el duque de Alba en la batalla de Jemmingen, quedando el ejército holandés destrozado -con apenas un centenar de muertos en el ejército real-.

Esta derrota obligó a Guillermo de Orange a refugiarse de nuevo en Alemania. Con Guillermo fuera de los Países Bajos, sin muchos apoyos y con los principales líderes decapitados parecía que el duque de Alba había terminado con la rebelión y urgió al rey a poner en práctica la segunda parte del plan: su viaje a Flandes ejerciendo el papel de soberano clemente con sus súbditos. Pero el monarca no pudo, o no quiso, viajar a Flandes, dejando al duque de Alba solo en su papel de represor. 

La falta de dinero para pagar a sus soldados llevó al duque a imponer un impuesto; la alcabala, del diez por ciento sobre todas las compraventas, medida que fue vista como un castigo colectivo, y que volvió a poner en su contra a la población.

En 1572 el duque de Alba debió hacer frente a varios intentos de invasión. Los Mendigos del Mar capturan en abril la ciudad portuaria de Brielle y desde allí los puertos de Flesinga y Enkhuizen, cerrando la salida al mar de las ciudades de Brabante y Holanda, las más ricas de los Países Bajos, con el fin de acabar con su comercio. 

El éxito de los Mendigos del Mar fue una mecha que volvió a encender la rebelión por la región. Las ciudades de las provincias de Holanda, Zelanda, Frisia, Güeldres y Utrecht reclamaban la presencia de Guillermo, el cual volvió por el norte al frente de un ejército, y su hermano Luis atacó desde el sur al mando de otro. 

El duque de Alba reaccionó y pacificó el sur venciendo a las tropas de los rebeldes que sitiaban Mons, mientras en el norte su hijo, Don Fadrique, asaltaba y saqueaba las ciudades de Malinas, Zutphen y Naarden. 

Tras el asedio de Haarlem, que finalizó el 11 de julio de 1573, sus habitantes pagaron 250.000 florines para eludir el saqueo. Posteriormente el duque ordenó poner sitio a la ciudad de Alkmaar, cuyos habitantes decidieron romper los diques que protegían sus campos del mar, provocando la ruina de la ciudad, pero obligando al duque de Alba a levantar el sitio. 

Mientras, Felipe II había optado por sustituir al duque de Alba como gobernador para intentar una solución negociada al conflicto.

Luis de Requesens.

Luis de Requesens fue nombrado gobernador de los Países bajos en 1573 con el objetivo de buscar una salida negociada al conflicto con los sectores más moderados de los rebeldes. Suprimió el Tribunal de los Tumultos e inició conversaciones con los rebeldes en Breda, sin ningún resultado, ya que Felipe II pretendía la vuelta a la situación anterior al estallido de la rebelión sin aceptar ningún tipo de libertad religiosa ni autonomía política en sus dominios, algo inaceptable para los rebeldes, como demostraba la resistencia de ciudades como Alkmaar y Leiden.

Paralelamente, la falta de recursos económicos hacía inviable la victoria militar pese a algunos éxitos conseguidos en este campo, como la Batalla de Mook en la que perdieron la vida dos hermanos de Guillermo de Orange. 

La falta de pagas indujo a los tercios a amotinarse, impidiendo que después de esta batalla, tras la cual no quedaba ningún ejército rebelde que pudiera oponerse a las tropas reales, Luis de Requesens pudiera aprovecharse de ello para ocupar el territorio rebelde.

La muerte de Luis de Requesens el 5 de mayo de 1576 fue aprovechada por Guillermo de Orange para que las provincias de Holanda y Zelanda formasen un Estado federal del que fue nombrado estatúder.

Don Juan de Austria.

A la muerte de Luis Requesens, Felipe II nombró a su medio hermano Don Juan de Austria Gobernador de los Países Bajos con el mismo objetivo de negociar un acuerdo. 

A su llegada, en noviembre de 1576 se produjo el famoso Saco de Amberes por parte de las tropas mercenarias al servicio de la Corona española, las cuales estaban formadas por alemanes, italianos y españoles -solo un 20 % de estos formaba parte del ejército amotinado durante el saqueo-, -4 y 5 de noviembre-. 

Este hecho puso a todas las provincias en contra de la Corona e hizo que se comprometieran, mediante la firma de la denominada Pacificación de Gante, 8 de noviembre de 1576, a luchar unidas para expulsar a los ejércitos afines a la misma.

A principios de 1577, Juan de Austria empieza a negociar con los Estados Generales, que se mostraban profundamente divididos; reclamaban que la Corona negociase con Guillermo de Orange y que las tropas españolas, especialmente los “tercios viejos”, abandonasen el territorio. Don Juan, por su parte, reclamaba su reconocimiento como gobernador de los Países Bajos y la restauración del catolicismo como religión oficial. Aceptadas las condiciones por ambas partes, 

Don Juan pudo entrar en Bruselas y firmó el 12 de febrero de 1577 el Edicto Perpetuo por el que se comprometía a retirar los tercios viejos de los Países Bajos en un plazo de veinte días, eliminaba a la Inquisición y reconocía las libertades flamencas a cambio del reconocimiento de la soberanía de la Corona española y la restauración de la fe católica en el país. Guillermo de Orange entró en Bruselas en el séquito de Don Juan de Austria.

Pero, aunque los tercios se retiraron a Italia, la situación se deterioró rápidamente. A pesar de que se tomaron medidas que aseguraban la tolerancia religiosa, se incrementaba la autonomía política y se reconocía a Guillermo de Orange como gobernador (estatúder) de Holanda y Zelanda, al tiempo que los Estados Generales reconocían a Don Juan como gobernador, las provincias rebeldes proseguían en su empeño de alejarse de la monarquía hispánica. Las provincias protestantes, Holanda y Zelanda, no aceptaron el retorno del catolicismo. 

Los calvinistas ofrecieron la soberanía de los Países Bajos a Francisco de Valois. Por otro lado, las provincias católicas ofrecieron la soberanía de los Países Bajos al archiduque Matías de Habsburgo, hermano del emperador Rodolfo y los Estados Generales le nombraron gobernador en julio de 1577. Brabante aceptaba a Guillermo de Orange como ruwaard o guardián, haciendo este su entrada en Bruselas  el 24 de septiembre de 1577.

Alejandro Farnesio.

Ante estos hechos, Don Juan se refugió en Namur, el 24 de julio de 1577, al tiempo que llamaba de regreso a los tercios, los cuales arribaron a finales de 1577 al mando de Alejandro Farnesio, Tercer Duque de Parma. Los rebeldes se vieron forzados a evacuar Bruselas y Amberes. 

A principios de año, las tropas realistas se enfrentaron al nuevo ejército rebelde en la Batalla de Gembloux, el 31 de enero de 1578, destruyéndolo completamente. 

Juan de Austria murió en Namur al contraer el tifus en octubre de 1578, nombrando como gobernador de los Países Bajos a Alejandro Farnesio, decisión posteriormente confirmada por Felipe II.

La Unión de Arras y la Unión de Utrecht

Con la mayor parte de los Países Bajos en manos de los rebeldes, los calvinistas se lanzaron a la persecución de los católicos, asesinando a religiosos y encarcelando a los católicos partidarios del rey. La independencia de los Países Bajos se identificaba cada vez más con el calvinismo, lo cual fue aprovechado por Alejandro Farnesio.

Así, las provincias católicas del sur se reconciliaron con el rey para contar con su protección contra la intolerancia que ahora mostraban los protestantes. El 6 de enero de 1579, Alejandro Farnesio firmaba con las provincias de Hainaut y Artois, y la ciudad de Douai, la Unión de Arras por la que reconocían la autoridad del rey. 

En respuesta, las provincias rebeldes de Holanda, Zelanda, Utrecht, Güeldres y Zutphen firmaban la Unión de Utrecht -23 de enero- por la que rechazaban cualquier intromisión extranjera en sus asuntos y creaban el Estado de las Provincias Unidas de los Países Bajos o también llamada República de los Siete Países Bajos Unidos:. La Unión de Arras reconoció la soberanía real sobre su territorio y declaró su confesión católica el 17 de mayo de 1579.

El 15 de marzo de 1580, Felipe II declaraba fuera de la ley a Guillermo de Orange y ponía precio a su cabeza. Este, libre ya de toda atadura, abjuró públicamente de su obediencia al rey y consiguió que los Estados Generales reunidos en La Haya, hiciesen lo mismo el 26 de julio de 1581, declarando destituido a su soberano. Mediante el acuerdo alcanzado, las provincias rebeldes proclamaban formalmente su independencia y nombraban gobernador a Francisco de Anjou, duque de Alenzón y heredero del trono de Francia. Sin embargo, el duque no era bien visto por una parte de los rebeldes y aunque este, con ayuda de tropas francesas, intentó tomar Amberes, fue rechazado; -Ataque a Amberes, el 17 de enero de 1583-. Negociaciones posteriores mantenidas en la ciudad de Colonia entre los católicos y protestantes no obtuvieron resultado alguno.

Alejandro Farnesio y la toma de Amberes

Mientras Alejandro Farnesio proseguía con la recuperación de las provincias rebeldes, se concluía el Asedio de Maastricht en julio de 1579; se toman las ciudades de, Tournai, en 1581, y en 1583 se reconquistan los puertos más importantes de la costa flamenca; Dunkerque y Nieuwpoort. En 1584 se centra en las ciudades del interior, ocupa Brujas y Gante, y coincidiendo con la muerte del duque de Anjou y el asesinato de Guillermo de Orange, en julio de 1584 pone sitio a la ciudad de Amberes. Este asedio, que mantuvo en vilo a toda Europa a la espera del vencedor, representó un derroche de medios e ingenio por ambas partes durante los trece meses que fueron necesarios para forzar la rendición de la que probablemente era la ciudad más rica y más populosa de Europa y cuya toma representaba la determinación de la corona española en recuperar los territorios perdidos y en el mantenimiento de la iglesia católica.

La razón clave y actualmente admitida del avance de Alejandro Farnesio está en el nuevo uso de “asientos” que permitía enviar dinero sin transportar el oro físicamente, sería pues la economía una pieza clave.

La intervención extranjera y la intervención en el extranjero

La ininterrumpida serie de éxitos militares del duque de Parma en los Países Bajos y la coincidencia de la muerte del duque de Anjou (junio de 1584) con la de Guillermo de Orange (julio de 1584) hizo pensar a Inglaterra que la rebelión, falta de líderes y de ayuda, estaba a punto de ser derrotada. Al mismo tiempo, con la formalización de una alianza entre el líder del partido católico francés —Enrique, duque de Guisa— y la Corona española para evitar la subida al trono francés del protestante Enrique de Navarra y apoyar a los católicos en caso de una guerra civil, Felipe II obtenía la seguridad de que no sería atacado por Francia y que esta no se inmiscuiría en los asuntos de los Países Bajos. El rey francés, Enrique III, tras llegar, a su vez, a un acuerdo con el duque de Guisa, rechazó asumir el papel del duque de Anjou como soberano de los Países Bajos y retiró la ayuda que les prestaba.

La Grande y Felicísima Armada española contra la inglesa.

Los éxitos españoles, tanto militares como diplomáticos, junto a la unión con Portugal en los inicios de la década de 1580, hicieron aumentar considerablemente la sensación de aislamiento de Inglaterra. 

Al tener noticia de los acuerdos de Felipe II con el duque de Guisa -en diciembre de 1584-, y de la caída de Amberes en manos de Alejandro Farnesio, en agosto de 1585, Isabel I de Inglaterra decidió intervenir directamente en favor de la rebelión. 

Con el objetivo de desgastar a España. Isabel I proporcionó a los rebeldes holandeses 6000 soldados de su ejército, al mando del conde de Leicester, quien, en contra de la voluntad de la reina, aceptó el nombramiento de gobernador y se comprometió a sufragar una cuarta parte de los gastos militares de las provincias rebeldes. 

Aunque el cuerpo expedicionario inglés fue totalmente derrotado, la ayuda prestada por Isabel I a los rebeldes neerlandeses y a la piratería, así como la destrucción y el saqueo de ciudades costeras, fueron los motivos que decidieron el intento de invasión de Inglaterra con la Gran Armada de 1588.

Durante 1586 y 1587, el duque de Parma dirigió sus esfuerzos a organizar el ejército y a los preparativos necesarios para embarcar al ejército de Flandes en los buques de la Armada que debían recogerlos en el Canal de la Mancha, tomando las ciudades de Ostende y Sluis. 

Tras el fracaso de la Armada, España intervino en Francia en 1589 en apoyo de la Liga Católica. Esta intervención en las Guerras de Religión de Francia, hasta el año 1598, fecha de la promulgación del Edicto de Nantes, mantuvo ocupado en Francia a gran parte del ejército de Flandes y obligó a seguir una estrategia defensiva en los Países Bajos.

Por su parte, los Estados Generales de las provincias del norte decidieron no nombrar ningún nuevo gobernador y asumir ellos mismos la soberanía, creando así la República de las Provincias Unidas, el 12 de abril de 1588.

La recuperación neerlandesa

A partir de 1590, tras la marcha del duque de Parma a Francia —donde morirá en 1592—, los rebeldes neerlandeses, liberados de la presión a la que les sometía el duque, pudieron tomar la iniciativa. Por otro lado, la crónica falta de dinero de la monarquía hispánica propició un periodo de continuos motines entre los años 1589 y 1607, que limitaron la capacidad del ejército

En 1590 los holandeses conquistaban Breda por sorpresa. Entre 1591 y 1592 consiguieron ocupar gran parte de las provincias de Güeldres y Overijssel, situadas al norte de los ríos Rin y Mosa, y en julio de 1594 completaban la conquista de la provincia de Groninga en el norte, con lo que se creaba un frente más corto, desde La Esclusa, en el mar, hasta el Ducado de Cléveris, al este de Nimega. 

Frisia pasó a manos neerlandesas. La división del ejército del Flandes en dos grupos para combatir a franceses y holandeses y la marcha a Francia de las mejores tropas le permitió al ejército de Mauricio de Nassau recobrar gran parte de las ciudades conquistadas en la década anterior por Alejandro Farnesio.

El archiduque Alberto y la infanta Isabel, soberanos de los Países Bajos, duques de Borgoña, Brabante, Luxemburgo, Condes Palatinos de Borgoña, de Flandes, Holanda, Zelanda...

En 1595 Felipe II nombró gobernador de los Países Bajos al Archiduque Alberto de Austria, el esposo de su hija Isabel Clara Eugenia, como es bien sabido; los cuales se convirtieron, a la muerte del rey en 1598, en soberanos de los Países Bajos, al heredar aquella la Corona. La defensa y la política exterior del país quedaron de todas formas en manos de la Corona española.

Tras la muerte de Guillermo de Orange, el mando del ejército de las provincias rebeldes pasó a su hijo Mauricio de Nassau-Orange, que lo reformó, haciendo de él un peligroso oponente al ejército de Flandes, como se demostró en la Batalla de Nieuwpoort, en 1600, donde por primera vez las tropas neerlandesas vencieron a la españolas en campo abierto, si bien, la victoria resultó pírrica, pues el ejército holandés no logró levantar en su favor a la población de la región como había esperado y, dadas las pérdidas que sufrió en el combate, hubo de retirarse. Paradójicamente, el revés de Nieuwpoort favoreció a los archiduques, que empezaron a recibir más ayuda y respaldo de sus súbditos flamencos. En 1601, emprendieron el largo asedio del padrasto —fortaleza enemiga en territorio propio— de Ostende, que se dilató hasta 1604.

Retrato de Mauricio de Nassau.

La estabilización de la frontera cambió la forma de hacer la guerra practicada en Flandes. De una continua e intensiva serie de escaramuzas, golpes de mano, asaltos, tomas de pueblos y ciudades, salpicados con alguna batalla a lo largo de una frontera irregular, se pasó a un pulso anual de resistencia en que cada ejército sitiaba una o varias ciudades enemigas, que usualmente contaban con modernas fortificaciones, durante largos asedios en los que era necesario emplear a todo un ejército para finalmente rendir por hambre a la ciudad. El intento de la parte contraria por levantar el sitio de una ciudad asediada, enviando a un ejército en su ayuda, llevó a un aumento de las batallas en campo abierto.

A partir de la década de los noventa y hasta el final de la guerra, la mayor parte de los enfrentamientos entre españoles y neerlandeses se dieron por el control de las ciudades ribereñas de los ríos IJssel, Mosa y Waal, donde muchas de las ciudades cambiaron de mano más de una vez.

Para evitar los intentos del ejército de Flandes de invadir el territorio y tomar las ciudades rebeldes, los neerlandeses construyeron un muro defensivo a lo largo de la orilla de los ríos Ijssel y Mosa que enlazaba con las fortificaciones de las ciudades y que consiguió evitar el intento de invasión realizado por los españoles en 1606.

Hablaremos de una importante Tregua de Doce Años, en la entrada siguiente.

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miércoles, 13 de septiembre de 2023

Un Siglo Privilegiado. Literatura Española

 

Portada de la Editio Princeps de El Ingenioso Hidalgo de Don Quijote de la Mancha (1605).

Retrato del religioso y poeta San Juan de la Cruz. Junto con Santa Teresa de Jesús está considerado la cumbre de la mística experimental cristiana.

España produjo en su edad clásica algunas estéticas y géneros literarios característicos que fueron muy influyentes en el desarrollo ulterior de la literatura universal. Entre las estéticas, fue fundamental el desarrollo de una realista y popularizante, tal como se había venido fraguando durante toda la Edad Media peninsular como contrapartida crítica al excesivo, caballeresco y nobilizante idealismo del Renacimiento: se crean así géneros tan naturalistas como el celestinesco -Tragicomedia de Calisto y Melibea-,-Segunda Celestina-, etc., la novela picaresca -La vida de Lazarillo de Tormes-, -Guzmán de Alfarache-, -La vida del Buscón- o -Estebanillo González-, o la proteica novela polifónica moderna -Don Quijote de la Mancha-, que Cervantes definió como «escritura desatada».

A esta vulgarización literaria corresponde una subsecuente vulgarización de los saberes humanísticos mediante los populares géneros de las misceláneas o silvas de varia lección, harto leídas y traducidas en toda Europa, y entre cuyos autores más importantes se encontraban Pedro Mejía, Luis Zapata o Antonio de Torquemada.

 A esta tendencia anticlásica corresponde también la fórmula de la Comedia Nueva creada por Lope de Vega y divulgada a través de su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609): una explosión inigualable de creatividad dramática acompañó a Lope de Vega y sus discípulos: -Juan Ruiz de Alarcón, Tirso de Molina, Guillén de Castro, Antonio Mira de Amescua, Luis Vélez de Guevara, Juan Pérez de Montalbán, entre otros-, que quebrantaron como él las unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar. Todos los autores dramáticos de Europa acudieron luego al teatro clásico español del Siglo de Oro en busca de argumentos, una rica almoneda y cantera de temas y estructuras modernas cuyo pulimento les ofrecerá obras de carácter clásico.

Lope de Vega y Carpio. Museo Lázaro Galdiano, comienzos del siglo XVII.

A fines del siglo XVI se desarrolla notablemente la Mística de mano de Juan de la Cruz, Juan Bautista de la Concepción, Juan de Ávila o Teresa de Jesús; y la Ascética, con autores como Luis de León y Luis de Granada, para decaer en el siglo XVII tras una última corriente innovadora, el Quietismo de Miguel de Molinos.

Muchos de los temas literarios del siglo XVI  provenían de la rica y pluricultural tradición medieval, árabe y hebrea, del romancero y de la impronta italianizante de la cultura española —a causa de la presencia política del reino español en la península itálica durante bastante tiempo—. Por otra parte, géneros dramáticos como el entremés y la novela cortesana introdujeron también la estética realista en los corrales de comedias, y aun la comedia de capa y espada tenía su representante popular en la figura del gracioso.

A esta corriente de realismo popularizador sucedió una reacción religiosa, nobiliaria y cortesana de signo Barroco que también hizo notables aportaciones estéticas, pero que ya correspondía a una época de crisis política, económica y social. Al lenguaje claro y popular del siglo XVI, el castellano vivo, creador y en perpetua ebullición de Bernal Díaz del Castillo y Santa Teresa sucederá la lengua más oscura, enigmática y cortesana del Barroco. Y así resulta la paradoja de que la literatura española del Renacimiento de hace cinco siglos es más clara, legible y entendible que la literatura del Barroco de hace tan solo cuatro.

En efecto, la lengua literaria del siglo XVII se enrarece con las estéticas del Conceptismo y del Culteranismo, cuyo fin era elevar lo noble sobre lo vulgar, intelectualizando el arte de la palabra; la literatura se transforma en una especie de escolástica, en un juego o un espectáculo cortesano, aunque las producciones moralizantes y por extremo ingeniosas de un  Francisco de Quevedo y un Baltasar Gracián distorsionan la lengua, aportándole más flexibilidad expresiva y una nueva cantera de vocablos (cultismos).

El lúcido Pedro Calderón de la Barca crea la fórmula del Auto Sacramental, que supone la vulgarización antipopular y esplendorosa de la teología, en deliberada antítesis con el entremés, que, sin embargo, todavía sigue teniendo curso; pues estos autores todavía son deudores y admiradores de los autores del siglo XVII, a los que imitan conscientemente, aunque para no repetirse refinan sus fórmulas y estilizan cortesanamente lo que otros ya crearon, de forma que se perfeccionan temas y fórmulas dramáticas ya usadas por otros autores anteriores. La escuela de Calderón  proseguirá con este modelo, que continuarán y cerrarán definitivamente, a comienzos del siglo XVIII, José de Cañizares y Antonio de Zamora.

Poesía

Retrato del escritor Luis de Góngora, Diego Velázquez. Su rivalidad con Quevedo ejemplificaría el choque de las dos principales corrientes literarias del momento: el culteranismo y el conceptismo. Museo de Bellas Artes de Boston, 1620.

Retrato de la poetisa novohispana Juana de Asbaje y Ramírez, más conocida como sor Juana Inés de la Cruz, por Miguel Cabrera (c. 1750). Museo Nacional de Historia de México.

España experimentó una gran ola de italianismo que invadió la literatura y las artes plásticas durante el siglo XVI, lo que constituye uno de los rasgos de identidad del Renacimiento: Garcilaso de la Vega, Juan Boscán y Diego Hurtado de Mendoza introdujeron el verso endecasílabo italiano, el estrofismo y los temas del petrarquismo; Boscán escribió el manifiesto de la nueva escuela en la Epístola a la duquesa de Soma y tradujo El cortesano de Baltasar de Castiglione, ideal del caballero renacentista, en perfecta prosa castellana. Contra estos se levantó una corriente nacionalista encabezada por el nostálgico Cristóbal de Castillejo, residente en Viena, o Ambrosio Montesino, partidarios ambos del octosílabo, de las coplas castellanas y de la inspiración popular; todos eran, sin embargo, renacentistas.

En la segunda mitad del siglo XVI la tendencia italiana y la autóctona castellana coexistieron y se desarrolló la ascética y la mística, alcanzándose cumbres como las que representan San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y Luis de León, entre muchas otras que merecerían larga reseña; Ignacio de Loyola crea la Compañía de Jesús, que instruirá a grandes eruditos por toda Europa en todos los órdenes del conocimiento y además fomentará el estudio de las lenguas clásicas. 

El petrarquismo siguió siendo cultivado por autores como Fernando de Herrera, y un grupo de jóvenes nuevos autores comenzó a desarrollar un Romancero nuevo, a veces de tema morisco: Lope de Vega, quien desarrollará además un culto casticismo a través de sus diversos cancioneros -Rimas, Rimas sacras, La Circe, La Filomela, Rimas humanas y divinas. Luis de Góngora y Miguel de Cervantes, entre otros. 

El mejor poema de épica culta en español fue compuesto en esta época por Alonso de Ercilla: La Araucana, que narra la conquista de Chile por los españoles

En 1584, año de publicación de La Araucana, Francisco Hernández Blasco dio a luz otro extenso poema épico en estancias de asunto evangélico, la Universal redención, que tendría numerosas ediciones posteriores y notable éxito. Entre las figuras excepcionales de la lírica aparecen poetas tan interesantes como Francisco de Aldana, Andrés Fernández de Andrada, autor de la serena y meditativa Epístola moral a Fabio, los hermanos Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, Fernando de Herrera, Francisco de Medrano, Francisco de Rioja, Rodrigo Caro, Baltasar del Alcázar o Bernardo de Balbuena, quien en 1624 dará al mundo la segunda gran epopeya culta en español, El Bernardo o Victoria de Roncesvalles.

Francisco de Quevedo, máximo exponente del conceptismo, como caballero de Santiago. Instituto Valencia de Don Juan, mediados del siglo XVII.

Posteriormente, durante el siglo XVII, la expresión literaria fue dominada por los movimientos estéticos del Conceptismo y del Culteranismo, expresado el primero en la poesía de Francisco de Quevedo, principalmente satírica, moral y filosófico-existencial, y el segundo en la lírica de Luis de Góngora -los Sonetos, la Fábula de Polifemo y Galatea y sobre todo sus Soledades.-

El Conceptismo se distinguía por la economía en la forma, a fin de expresar el máximo significado en un mínimo de palabras; esta complejidad se expresaba sobre todo en paradojas y elipsis. El Culteranismo, por el contrario, extendía la forma de un significado mínimo y se distinguía por la complejidad sintáctica, por el uso constante del hipérbaton, que hace muy difícil la lectura, y por la profusión de los elementos ornamentales y culturalistas en el poema, que debía descifrarse como un enigma. Ambos parecen sin embargo las caras de una misma moneda que intentaba aquilatar la expresión para hacerla más difícil y cortesana. Luis de Góngora atrajo a su estilo a poetas importantes de personalidad muy acusada, como el Conde de Villamediana, Gabriel Bocángel, Sor Juana Inés de la Cruz o Juan de Jáuregui, mientras que el conceptismo tuvo a seguidores más templados, como el Conde de Salinas o imbuidos de un culto casticismo, como Lope de Vega o Bernardino de Rebolledo.

Teatro

En el Siglo de Oro el «monstruo de naturaleza», como lo llamó Cervantes, fue Lope de Vega, también conocido como «el Fénix de los Ingenios», autor de más de cuatrocientas obras teatrales, así como de novelas, poemas épicos, narrativos y varias colecciones de poesía lírica profana, religiosa y humorística. Lope destacó como consumado maestro del soneto.

 Su aportación al teatro universal fue principalmente una portentosa imaginación, de la que se aprovecharon sus contemporáneos, sucesores españoles y europeos extrayendo temas, argumentos, motivos y toda suerte de inspiración. Su teatro, polimétrico, rompe con las unidades de acción, lugar, tiempo, y también con la de estilo, mezclando lo trágico con lo cómico. Expuso su peculiar arte dramático en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609). Flexibilizó las normas clasicistas del aristotelismo para adecuarse a su tiempo y abrió con ello las puertas a la renovación del arte dramático. También creó el molde de la llamada comedia de capa y espada. En comedia palatina, fue el autor que más recurrió a la ambientación en el Reino de Hungría, recurso que se convertiría en frecuente en la literatura de la época. El ciclo de comedias húngaras de Lope consta de alrededor de veinte obras.

Junto a él, destacan sus discípulos 

-Guillén de Castro, que prescinde del personaje cómico del gracioso y elabora grandes dramas caballerescos sobre el honor junto a comedias de infelicidad conyugal o tragedias en las que se trata el tiranicidio; 

-Juan Ruiz de Alarcón, que aportó su gran sentido ético de crítica de los defectos sociales y una gran maestría en la caracterización de los personajes; 

-Luis Vélez de Guevara, al que se le daban muy bien los grandes dramas históricos y de honor; 

-Antonio Mira de Amescua, muy culto y fecundo en ideas filosóficas, y 

-Tirso de Molina, maestro en el arte de complicar diabólicamente la trama y crear caracteres como el de Don Juan en El burlador de Sevilla y convidado de piedra.

Pueden citarse como obras maestras representativas del teatro áureo español la Numancia de Miguel de Cervantes, un sobrio drama heroico nacional. 

De Lope, El caballero de Olmedo, drama poético al borde mismo de lo fantástico y lleno de resonancias celestinescas; 

Peribáñez y el Comendador de Ocaña, antecedente del drama rural español; 

El perro del hortelano, deliciosa comedia donde una mujer noble juguetea con las intenciones amorosas de su plebeyo secretario, 

La dama boba, donde el amor perfecciona a los seres que martiriza, y 

Fuenteovejuna, drama de honor colectivo, entre otras muchas piezas donde siempre hay alguna escena genial.

Retrato del dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, prolífico en el género de la comedia de carácter. Templo de santa Prisca de Taxco, siglo XVII.

Las mocedades del Cid de Guillén de Castro, inspiración para el famoso «conflicto cornelliano» de Le Cid, de Pierre Corneille; Reinar después de morir de Luis Vélez de Guevara, sobre el tema de Inés de Castro, que pasó con esta obra al drama europeo; La verdad sospechosa y Las paredes oyen, de Juan Ruiz de Alarcón, que atacan los vicios de la hipocresía y la maledicencia y sirvieron de inspiración para Molière y otros comediógrafos franceses; El esclavo del demonio, de Antonio Mira de Amescua, sobre el tema de Fausto; La prudencia en la mujer, que explora el tema de la traición reiterada y donde aparece el recio carácter de la reina regente María de Molina, y El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, sobre el tema del donjuán y la leyenda del convidado de piedra.

El otro gran dramaturgo áureo en crear una escuela propia fue Calderón de la Barca; sus personajes son fríos razonadores y con frecuencia obsesivos; su versificación reduce conscientemente el repertorio métrico de Lope de Vega y también el número de escenas, porque las estructuras dramáticas están más cuidadas y tienden a la síntesis; se preocupa también más que Lope por los elementos escenográficos y refunde comedias anteriores, corrigiendo, suprimiendo, añadiendo y perfeccionando; es un maestro en el arte del razonamiento silogístico y utiliza un lenguaje abstracto, retórico y elaborado que sin embargo supone una vulgarización comprensible del culteranismo; destaca en especial en el auto sacramental, género alegórico que se avenía con sus cualidades y llevó a su perfección, y también en la comedia.

Pedro Calderón de la Barca. Grabado de Las glorias nacionales (1852), Universidad de Sevilla.

De Calderón destacan obras maestras como La vida es sueño, sobre los temas del libre albedrío y e  destino; El príncipe constante, donde aparece una concepción existencial de la vida; las dos partes de La hija del aire, la gran tragedia de la ambició en la persona de la reina Semíramis; los grandes dramas de honor sobre personajes enloquecidos por los celos, como El mayor monstruo del mundo, El médico de su honra o El pintor de su deshonra. De entre sus comedias destaca, La dama duende, y cultivó dramas mitológicos como Céfalo y Procris, de los que él mismo sacó la comedia burlesca del mismo título; también, autos sacramentales, como El gran teatro del mundo o El gran mercado del mundo que sugestionaron la imaginación de los románticos ingleses y alemanes.

Tuvo por discípulos e imitadores de estas cualidades a una serie de autores que refundieron obras anteriores de Lope o sus discípulos puliéndolas y perfeccionándolas: Agustín Moreto, maestro del diálogo y la comicidad cortesana; Francisco de Rojas Zorrilla, tan dotado para la tragedia como para la comedia; Antonio de Solís, también historiador y propietario de una prosa que ya es neoclásica, o Francisco Bances Candamo, teorizador sobre el drama, entre otros no menos importantes.

Agustín Moreto y Rojas Zorrilla

Antonio de Solís y un aobra de Bances Candamo

Entre sus discípulos tenemos las comedias clásicas de Agustín Moreto, como la comedia palatina El desdén, con el desdén, la de figurón El lindo don Diego y el drama religioso San Franco de Sena, que remite a El condenado por desconfiado de Tirso de Molina; Francisco de Rojas Zorrilla con la comedia de figurón Entre bobos anda el juego, el drama de honor Del rey abajo ninguno y la deliciosa y moderna comedia Abre el ojo. De Antonio de Solís, El amor al uso y Un bobo hace ciento; de Francisco Bances Candamo, las tragedias políticas El esclavo en grillos de oro y La piedra filosofal.

Otro género teatral importante, y a veces descuidado por la crítica, es el Entremés, donde mejor y con más objetividad puede estudiarse la sociedad española durante el Siglo de Oro. Se trata de una pieza cómica en un acto, escrita en prosa o verso, que se intercalaba entre la primera y la segunda jornada de las comedias. Corresponde a la farsa europea, y en él destacaron autores como Luis Quiñones de Benavente y Miguel de Cervantes, entre otros.

Prosa

Retrato del escritor Mateo Alemán, conocido por su novela Guzmán de Alfarache. Grabado de la Editio Princeps de dicha obra (1599).

La prosa en el Siglo de Oro ostenta géneros y autores que han pasado a la historia de la literatura universal. La conquista de América dio lugar al género de las Crónicas, entre las que podemos encontrar algunas obras maestras, como las de Bartolomé de las Casas, el Inca Garcilaso de la Vega, Bernal Díaz del Castillo, Antonio de Herrera y Tordesillas y Antonio de Solís. También son espléndidas algunas autobiografías de soldados, como las de Alonso de Contreras o Diego Duque de Estrada. 


La primera obra maestra fue sin duda La Celestina, pieza teatral irrepresentable y originalísima obra de un desconocido autor y de Fernando de Rojas, que, junto a sus continuaciones por parte de otros autores -el llamado género celestinesco- o sus imitaciones libres -entre ellas la portentosa La Lozana andaluza 1528), obra maestra de Francisco Delicado-, marcó para siempre el Realismo en una parte esencial de la literatura española, cuya riqueza abona también ficciones caballerescas tan maravillosas y fantásticas como los libros de caballerías, menos leídos en la actualidad de lo que merecen, habida cuenta de que figuran entre sus piezas más destacadas novelas como Tirante el Blanco, escrita en valenciano, Amadís de Gaula o el Palmerín de Inglaterra; un autor característico del género fue Feliciano de Silva.

Baltasar Gracián, jesuita y escritor adscrito al conceptismo, destacó por su obra El Criticón, alegoría de la vida humana.

La novela sentimental se abre y se cierra en medio siglo con dos obras maestras: Cárcel de amor (1492) de Diego de San Pedro y Proceso de cartas de amores (1548), una novela epistolar de Juan de Segura (1548). Junto a estas hay que hablar también de otras dos obras maestras del género de la novela morisca: la Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa (1565) y Ozmín y Daraja de Mateo Alemán (1599).

Mateo Alemán

La novela picaresca tiene entre sus máximas creaciones, obras maestras como el anónimo Lazarillo de Tormes (1554), una sátira anticlerical y descarnada de las ínfulas de nobleza y el sentido de la honra de la clase alta. 

Vida del pícaro Guzmán de Alfarache (1599 y 1604) de Mateo Alemán, pesimista reflexión sobre el destino humano; la Vida del escudero Marcos de Obregón (1618) de Vicente Espinel, llena por el contrario de alegría de la vida; La vida del Buscón (1604-1620) de Francisco de Quevedo, una obra maestra del humor y del lenguaje conceptista, la anticlerical, Segunda parte de la vida de Lazarillo (1620) del protestante Juan de Luna, y la obra de enigmática autoría Estebanillo González (1646), que ofrece una visión espléndida de la decadencia de España en el escenario europeo, y de la Guerra de los Treinta Años. 

La novela cortesana suministró las obras maestras que constituyen las Novelas ejemplares (1613) de Miguel de Cervantes, cada una en sí misma un experimento narrativo; su inmortal Don Quijote de la Mancha (1605 y 1615), de la que habría que escribir capítulo aparte a causa de la riqueza de los contenidos y cuestiones que plantea, que viene a ser la primera novela polifónica de la literatura europea. 

La novela pastoril cuenta con obras maestras como las Dianas de Jorge de Montemayor (1559 y 1604) y de Gaspar Gil Polo (1564), La constante Amarilis (1607) de Cristóbal Suárez de Figueroa o Siglo de Oro en las selvas de Erifile (1608) de Bernardo de Balbuena

La novela bizantina cuenta con ejemplos como El peregrino en su patria (1634) de Lope de Vega, quien realiza la hazaña de incluir todas sus aventuras en la Península, el Persiles (1617) de Cervantes o el León prodigioso (1634) de Cosme Gómez Tejada de los Reyes.

Novela filosófica emparentada con este género es el Criticón (1651, 1653 y 1657), de Baltasar Gracián, alegoría de la vida humana. La prosa doctrinal, en ciernes ensayística, tiene por autores modélicos a Pero Mexía, Luis Zapata, Antonio de Guevara; Epístolas familiares, 1539, Relox de príncipes, 1539), Luis de León, De los nombres de Cristo, San Juan de la Cruz  -Comentarios al Cántico espiritual y otros poemas-, Francisco de Quevedo -Marco Bruto y Providencia de Dios- y Diego Saavedra Fajardo -República literaria y Corona gótica.

Retrato de fray Bartolomé de las Casas, que protagonizó en 1550 un debate ante una junta de teólogos y juristas en el Colegio de San Gregorio de Valladolid, acerca de la moralidad de la conquista y dominio de América, junto con otros intelectuales como Domingo de Soto, Melchor Cano, Pedro de la Gasca o el Arzobispo Carranza. Se le considera un precursor de los Derechos Humanos. 

Retrato del jesuita Juan de Mariana, autor de De rege et regis institutione (1599), ensayo en el que defiende la legitimidad de una revolución o de la ejecución de un rey si actúa de forma tiránica y contraria al interés del pueblo, lo que la convirtió en una de las obras más escandalosas de la Europa del siglo XVII. Fue relacionada con el asesinato del rey Enrique IV de Francia (1610) y con la Revolución Francesa (1789). 

Primer billete emitido por el Banco de España (1878), dedicado a Miguel de Cervantes.

Jean Rotrou (1609-1650) y Paul Scarron (1610-1660) alcanzaron grandes éxitos traduciendo o imitando a los autores españoles, y estos influyeron en los mayores dramaturgos galos, como por ejemplo Pierre Corneille y Molière, por no mencionar otros de menor importancia, como Thomas Corneille, Alain René Lesage, John Vanbrugh etc. Las obras de teatro españolas extendieron su influjo al ser traducidas, por ejemplo, en Holanda por Theodore Rodenburg, e Inglaterra, John Webster, Fletcher, Dryden, etc.

Filosofía

La filosofía del Siglo de Oro español abarca todo el pensamiento que va desde el primer humanismo hasta la instauración del racionalismo en el siglo XVIII, y su inmenso núcleo es la Escuela de Salamanca, desde Francisco de Vitoria hasta Francisco Suárez, que son sus genios mayores.

En la España áurea, donde convivían dos religiones, el judaísmo y el cristianismo, se desarrolló una filosofía que culmina en el período Barroco. De este modo, la filosofía del Siglo de Oro se podría dividir en dos épocas: la del Renacimiento y la del Barroco.

Juan Luis Vives destacó en su faceta de moralista y reformador educativo, con publicaciones como De subventione pauperum o De disciplinis libri XX.

El Renacimiento produjo el primer gran  humanista filólogo de España, Antonio de Nebrija, sobre todo gracias a su Gramática. Nebrija consiguió reconocer las primeras reglas de la lengua que luego tanta difusión tendrían con la posterior fundación de la Real Academia Española (1713). Por otra parte, el gran mecenas durante el humanismo fue el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, que puso su empeño en reformar las costumbres clericales. En 1499 fundó la Universidad de Alcalá de Henares, que superó en prestigio e influencia a todas las demás excepto la de Salamanca, su mayor rival.

Carlos I defendió las nuevas teorías de Erasmo de Róterdam y la nueva corriente humanista. Fiel seguidor del erasmismo fue Juan Luis Vives. Se convirtió en un reformador de la educación europea y en un filósofo moralista de talla universal, proponiendo el estudio de las obras de Aristóteles en su lengua original y adaptando sus libros destinados al estudio del latín a los estudiantes; substituyó los textos medievales por otros nuevos, con un vocabulario adaptado a su época y al modo de hablar del momento e hizo los primeros aportes a una ciencia en germen, la psicología.

Los nuevos descubrimientos en el Nuevo Mundo y la colonización española de las Indias llevaron a hacer reflexionar a algunos pensadores sobre el trato que los indígenas merecían. Las controversias fue suscitada por el dominico fray Bartolomé de las Casas en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, donde describía con tintes horrorosos la colonización española de América y defendía el iusnaturalismo. El contenido del escrito hizo convocar una disputa entre 1550 y 1551 en Valladolid contra su principal contrincante, Juan Ginés de Sepúlveda, que defendía el consuetudinarismo, la bondad de la colonización española y el derecho de guerra. Esta disputa llegó a llamarse la «Junta de Valladolid».

El teólogo y filósofo jesuita Francisco Suárez, miembro de la Escuela de Salamanca y autoridad escolástica.

Lección de Teología en la Universidad de Salamanca, con alumnos de diversas órdenes religiosas. Puertas del armario del depósito de manuscritos de la Biblioteca Universitaria. Martín de Cervera, 1614.

La Universidad de Salamanca contribuyó decisivamente al pensamiento político, económico y moral universal. El resurgimiento del nuevo espíritu se ve encarnado en la principal figura con Francisco de Vitoria, teólogo dominico, profesor de Salamanca, que rechazó toda argumentación basada en puras consideraciones metafísicas por estar a favor del estudio de los problemas reales que planteaba la vida política y social contemporánea. Fue el primero en establecer los conceptos básicos del derecho internacional moderno, basándose en la regla del derecho natural. Afirmaba así las libertades fundamentales como la palabra, de comunicación, comercio y tránsito por los mares, siempre que las naciones y razas no se perjudicaran mutuamente.

El cristianismo en España dio sus propios pensadores y teólogos, la mayoría ortodoxos mediante la Contrarreforma, pero también heterodoxos en una Reforma que solo pudo cuajar en el extranjero. En cuanto a los ortodoxos, destaca san Ignacio de Loyola, que escribió sus Ejercicios espirituales y fundó la Compañía de Jesús, con la que se quería llegar a la unidad religiosa y que con su red de colegios renovó la enseñanza de las lenguas clásicas. En poesía se desarrollaron movimientos de ascética y mística muy profundos y personales. La lírica del Renacimiento se caracteriza por tener a un grupo de religiosos que transmitían su filosofía mediante la poesía. Cabe destacar a San Juan de la Cruz, y a Santa Teresa de Jesús, como figuras eminentes entre un gran conjunto de figuras importantes.

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