miércoles, 19 de noviembre de 2014

Yiorgos Seferis – Γιώργος Σεφέρης: Myzistórima - Μυθιστόρημα, Poemas XIII-XXIV – Ποιήματα ΙΓ- ΚΔ´




G. Seferis. Γιάννη Ψυχοπαίδη



XIII Hydra - ΙΓ´ Ὕδρα
Δελφίνια φλάμπουρα καὶ κανονιές.

Delfines, banderolas, cañonazos. (*)
El mar, tan amargo para tu alma en otro tiempo,
lleva multicolores y resplandecientes barcos,
curvándose, los balancea, todo azul con alas blancas
tan amargo para tu alma en otro tiempo,
y ahora lleno de colores al sol.

Velas blancas, luz y remos mojados
golpean a ritmo de tambor una ola apaciguada.

Serían hermosos tus ojos si miraran
serían luminosas tus manos si se tendieran
estarían vivos como antes tus labios
frente a tal milagro
buscabas, qué buscabas frente a la ceniza
o entre la lluvia, en la niebla en el aire,
a la hora en la que se oscurecen las luces
y la ciudad se sumerge, y sobre los adoquines
te muestra su corazón el Nazareno,
¿qué buscabas? ¿por qué no vienes? ¿qué buscabas?
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(*) 



Seferis recuerda la isla de Hydra –Ύδρα, en fiestas, con banderolas en las calles y disparos de cañón, como anuncios festivos. Allí pasó algún tiempo, a finales de 1939, con el poeta Yiorgos Katsimbalis – Κατσίμπαλη, y con Henry Miller –en la fotografía que sigue,–, autor de El Coloso de Marussi, donde escribió:  Hydra se introdujo como una pausa en la partitura musical creada por un experto calígrafo. Y Yiorgos Seferis: Μερα με τη μερα ζουμε τη ζωη μας – δεν τη γραφουμε. –Día a día vivíamos la vida; no la escribíamos. La isla constituyó una fuente de inspiración inolvidable para el poeta.


Henry Miller. Fotografía de G. Seferis
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XIV - ΙΔ´
Τρία κόκκινα περιστέρια μέσα στὸ φῶς

Tres palomas rojas entre la luz
marcan nuestro destino entre la luz
con los colores y los gestos de aquellos
a los que hemos amado.


XV - ΙΕ´
Quid πλατανῶν opacissimus? (*)

Ὁ ὕπνος σὲ τύλιξε, σὰν ἕνα δέντρο, μὲ πράσινα φύλλα,

El sueño te envolvió, como un árbol de hojas verdes
respirabas como un árbol en la luz serena,
entre el diáfano manantial miré tu cara
con los párpados  cerrados y las pestañas rozando el agua.
Mis dedos en la hierba tierna, encontraron los tuyos
tomé tu pulso un instante
y sentí también la pena de tu corazón.

Bajo el plátano, cerca del agua, entre los laureles
el sueño te desplazó y te dispersó
en torno a mí, a mi lado, sin que pudiera tocarte entera
mezclada con tu silencio
viendo como tu sombra que crecía y menguaba
se perdía entre otras sombras, en algún otro
mundo que se aleja de ti y te retiene.

La vida que nos dieron para vivir, la vivimos.
Apiádate de aquellos que esperan con tanta paciencia
perdidos entre los negros laureles bajo los pesados plátanos,
y de esos solitarios que hablan a las cisternas y a los pozos
y se ahogan entre los remolinos de su voz.
Apiádate del compañero que compartió nuestras privaciones y sudores
y se sumerge en el sol como un cuervo más allá de los mármoles
sin esperanza de ganar nuestra recompensa.

Danos, además del sueño, la serenidad.
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(*) Cita de Plinio El Joven. Epistularum liber I. Gaius Plinius Caecilius Secundus. 3 C. Plinio el Joven: Epístolas, I–3:

Plinius Caninio Rufo suo s. 

Quid agit Comum, tuae meaeque deliciae? quid suburbanum amoenissimum, quid illa porticus verna semper, quid platanon opacissimus…

C. Plinio saluda a su estimado Caninio Rufo

¿Qué está pasando en Como, deleite tuyo y mío? ¿Qué en la amenísima residencia junto a la ciudad, en ese pórtico siempre en primavera y en el umbroso platanar? … Por qué no te dedicas, en ese profundo y fértil retiro al trabajo intelectual? Esta sea tu ocupación, este tu ocio, esta tu actividad, esto sea tu descanso, en esto se apoye tu vigilia, en esto también tu sueño. Construye algo que sea para siempre tuyo. En efecto, tus demás propiedades, después de ti, caerán en suerte a uno u otro dueño; pero esta no dejará nunca de ser tuyo una vez que has empezado. Sé a qué espíritu, a qué inteligencia estoy dando ánimo; esfuérzate sólo en valorarte tanto cuanto aparecerás ante los demás, si tú mismo te valoras. Vale.
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XVI - ΙΣΤ´
ὄνομα δ᾿ Ὀρέστης
su nombre es Orestes.
Sófocles, Electra, 694

Στὴ σφενδόνη, πάλι στὴ σφενδόνη, στὴ σφενδόνη,

En el fondo, otra vez en el fondo, en el fondo,
tantas vueltas, tantos ciclos de sangre, tantas negras
filas. Gente que me mira
que me mira cuando sobre el carro
levanto la mano radiante, y me aclaman.

La espuma de los caballos me golpea, cuándo llegarán?
los ejes chirrían, se calientan, cuándo arderán?
Cuándo se romperán las riendas, cuándo las botas
pisarán con toda su anchura sobre la tierra
sobre la suave hierba, entre las amapolas, allí donde
en primavera, cortabas una margarita.
Eran hermosos tus ojos pero no sabías dónde mirar
no sabía dónde mirar yo mismo, sin patria
yo, que lucho aquí mismo, cuántas vueltas;
y siento cómo las rodillas se doblan sobre el eje
sobre las ruedas, sobre la pista silvestre,
las rodillas se doblan mejor cuando lo quieren los dioses, 
nadie puede escapar, para qué quieres la fuerza? no puedes
escapar de ese mar que te meció y al que buscas
en esta hora de lucha, entre el resoplar de los caballos,
entre las cañas que cantaban en otoño al estilo de los lidios
al mar que no volverás a alcanzar aunque corras
ni aunque vuelvas ante las sombrías Euménides que se aburren
sin remisión.


XVII - ΙΖ´ Ἀστυάναξ - Astianacte
Τώρα ποὺ θὰ φύγεις πάρε μαζί σου καὶ τὸ παιδὶ

Ahora que te vas, lleva contigo también al niño
que vio la luz bajo aquel plátano
una día que resonaban las trompetas y relucían las armas
y los caballos sudorosos se inclinaban rozando
la verde superficie del agua
del estanque con sus húmedas narices.

Los olivos con las arrugas de nuestros mayores
las piedras con la sabidurías de nuestros mayores
y la sangre de nuestro hermano vivo en la tierra
era una alegría poderosa, una norma valiosa
para las almas que conocían su plegaria.
Ahora que te vas, ahora que el día del plazo
se cumple, ahora que nadie sabe
a quién matará ni cómo terminará,
lleva contigo al niño que vio la luz
bajo las hojas de aquel plátano

y enséñale a conocer los árboles.


XVIII - ΙΗ´
Λυποῦμαι γιατὶ ἄφησα νὰ περάσει ἕνα πλατὺ ποτάμι

Lamento haber dejado pasar un ancho río
entre mis dedos
sin haber bebido ni una gota.
Ahora me hundo en la piedra.
Un pino joven sobre la roja tierra
no tengo más compañía.
Lo que amé, se perdió con las casas
que aún eran nuevas el verano pasado
y se derrumbaron con el viento del otoño.


XIX - ΙΘ´
Κι ἂν ὁ ἀγέρας φυσᾶ δὲ μᾶς δροσίζει

Aunque el viento sopla no nos refresca
aunque la sombra se estreche bajo los cipreses
y alrededor todo es altas montañas

nos pesan
los amigos que ya no saben cómo morir.


Κ´ [ΑΝΔΡΟΜΕΔΑ] – XX [ANDRÓMEDA]
Στὸ στῆθος μου ἡ πληγὴ ἀνοίγει πάλι

Dentro de mí se vuelve a abrir la herida
cuando caen las estrellas y se confunden con mi cuerpo,
cuando cae el silencio sobre los pasos de los hombres

Estas piedras sumergidas en los siglos, hasta dónde me llevarán?
El mar, el mar, ¿quién podrá agotarlo?
Veo las manos cada mañana, haciendo señas al buitre y al halcón
atado a la roca que se ha hecho mía con la pena,
miro los árboles que respiran la sombría paz de los muertos
y también la sonrisa, inmutable, de las estatuas. 


ΚΑ´- XXI
Ἐμεῖς ποὺ ξεκινήσαμε γιὰ τὸ προσκύνημα τοῦτο

Nosotros, que empezamos esta peregrinación
contemplamos las estatuas destruidas
olvidamos y dijimos que no se pierde la vida tan fácilmente
que es la muerte un camino inexplorado
y tiene su propia justicia
que cuando morimos de pie
hermanados con la piedra
unidos por la dureza y la debilidad
los antiguos muertos superan su ciclo y renacen
y sonríen en una clama extraña.


ΚΒ´ - XXII
Γιατί περάσαν τόσα καὶ τόσα μπροστὰ στὰ μάτια μας

Porqué pasan tantas y tantas cosas ante nuestros ojos
que nuestros ojos no ven nada, sino más lejos
y detrás la memoria como esa vela blanca una noche, en un redil
donde vimos extrañas imágenes, aún más que tú,
llegar y desaparecer entre las inmóviles hojas de un pimentero
porque conocíamos muy bien este destino nuestro
errando entre las piedras rotas, tres o seis mil años
buscando entre los edificios destruidos que igual serían nuestras casas
intentando recordar cronologías y hechos heroicos
podremos?
porque estuvimos unidos y dispersos
y superamos dificultades que decían inexistentes,
y perdidos, volvimos a encontrar un camino lleno de ciegos batallones
hundiéndonos en los pantanos y en el lago de Maratón
¿podríamos morir normalmente?


ΚΓ´ -XXIII
Λίγο ἀκόμα

Un poco más
y veremos florecer los almendros
los mármoles brillar al sol
el mar en oleaje

un poco más,
elevémonos un poco más alto.


ΚΔ´ - XXIV
Ἐδῶ τελειώνουν τὰ ἔργα τῆς θάλασσας, τὰ ἔργα τῆς ἀγάπης.

Aquí terminan las obras del mar, las obras del amor.
Aquellos que algún día vivirán aquí donde nosotros terminamos
si llega a oscurecerse en su memoria la sangre y se desborda
que no nos olviden, almas débiles entre los asfódelos,
que vuelvan hacia el Erebo las cabezas de las víctimas (*):

Nosotros que nada tuvimos les enseñaremos la paz.



Δεκέμβρης 1933 - Δεκέμβρης 1934

Diciembre 1933 – Diciembre 1934
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(*) Odisea, Canto X, 527: …ofréndales un cordero y una oveja negra, que volverás hacia el Erebo, pero tú, vuélvete y mira a la corriente del río. Entonces vendrán en multitud las almas de los difuntos.
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jueves, 13 de noviembre de 2014

Yiorgos Seferis – Γιώργος Σεφέρης: Myzistórima - Μυθιστόρημα, Poemas I–XII – Ποιήματα Α´– ΙΒ´

1921 1963

Mythistórima - Μυθιστόρημα es un melancólico viaje de Yiorgos Seferis - Γιώργος Σεφέρης  por el amor y la vida, inmerso en la memoria homérica – historia y mito– también en forma poética. Fue publicado en 1935, cuando el poeta se encontraba justo Nel mezzo del cammin, iniciado por Dante en su Divina Comedia, cuando a los 35 años, hacía su propio viaje.

Seferis, nacido en 1900, murió en 1971, lo que sitúa la composición de Mythistórima, exactamente, en el medio del camino de su vida; una encrucijada existencial, en la que todo estaba dispuesto, pero no resuelto, de modo que el mezzo podía a su vez transformarse en un nuevo punto de partida, para entonces constituido por un bagaje que, en ocasiones, como es el caso, tanto en Dante, como en Seferis, puede haber alcanzado un peso notable y oneroso, teñido, quizás no voluntariamente, por la visión de la pérdida, que a través del verso alcanza su valor universal.

Es posible que Seferis culminara en parte su travesía cuando escribió el Diario de a Bordo – Ημερολόγιο καταστρώματος, compuesto en cuatro fases, por así decirlo, entre 1940 y 1945; comprendiendo para entonces ambos poemarios –no podemos ignorarlo en ningún caso–, dos guerras mundiales que Grecia sufrió con especial crudeza a causa de su estratégico emplazamiento, a pesar de lo cual, el poeta jamás abandonaría el sentimiento del amor –Lo primero que Dios creó–, tanto en su expresión particular como en la universal, que él asocia espiritualmente con la vuelta al hogar; a nuestras casas destruidas, a la tierra, para entonces tan castigada, en un interminable viaje de retorno, como el de Homero, plagado de accidentes y dificultades ya insalvables, por la desaparición de los amigos que quedaron en el camino, a los que el viejo puerto llora, fatigado por una larga e inútil espera.

Los veinticuatro poemas de Mythistórima, escritos en 1933–34 y publicados en 1935 representan una importante secuencia con respecto al tema del viaje y su simbólico significado, no sólo porque ese viaje no realizado, o nunca terminado es el tema de la mayoría de sus poemas, sino también porque contienen una explícita identificación entre el viaje y el amor. Los versos de Rimbaud que componen el epígrafe de estos versos tiene un complejo significado en su referencia a las piedras que tan frecuentemente aparecen en la poesía de Seferis –como se verá en los poemas 20 y 21. Podríamos decir que a pesar de que las piedras puedan implicar un declive de los sentidos, en la mayor parte de los casos, representan la tradición griega clásica con un explícito y evidente significado de mesura, equilibrio y justicia. 

C. Capri Karka: Love and the Symbolic Journey in the Poetry of Cavafy, Eliot and Seferis: 
An Interpretation with Detailed Poem-by-Poem Analysis.

***

Mizistórima - Μυθιστόρημα

Si conservo el gusto por algo, es apenas
por la tierra y las piedras.
Arthur Rimbaud

I Τὸν ἄγγελο

El mensajero
tres años lo esperamos atentos 
observando muy de cerca
los pinos, la orilla y las estrellas.
Estrechamente adheridos al filo del arado 
o a la quilla del barco
intentando volver a encontrar la semilla primera
para que volviera a empezar el antiguo drama.

Volvimos a nuestras casas destruidas
con los miembros inutilizados, con la boca arrasada
por el sabor del óxido y la sal.
Cuando despertamos navegamos hacia el norte, extranjeros
inmersos en la bruma de las alas inmaculadas de los cisnes que nos herían.
En las noches de invierno nos enloquecía el furioso viento del Este
y en los veranos nos perdíamos en la angustia del día que no terminaba de morir.

Traíamos de vuelta
estas tallas de una arte sencillo.


II Ἀκόμη ἕνα πηγάδι μέσα σὲ μιὰ σπηλιά..

Todavía hay un pozo dentro de una cueva.
Antaño nos era fácil dejar allí figurillas y adornos
para complacer a los amigos que aún nos eran fieles.
Se rompieron las cuerdas. Sólo los surcos del borde
nos recuerdan nuestra pasada alegría:
los dedos en el brocal, como dijo el poeta. (*)
Los dedos sienten un poco la humedad de la piedra
y la fiebre del cuerpo se expande
la cueva se juega el alma y la pierde
a cada instante, llena de silencio, sin una gota.

(*) Dyonisos Solomós. La Mujer de Zante: Y los justos, ¿cuántos son según la Sagrada Escritura? Y pensando en esto, mis ojos cayeron sobre mis manos, posadas en el brocal.


III Ξύπνησα μὲ τὸ μαρμάρινο τοῦτο κεφάλι στὰ χέρια


Recuerda el baño en el que te inmolaron
Esquilo. Coéforas, 491

Me desperté con esta cabeza de mármol en las manos,
me cansa los codos y no sé dónde dejarla. 
Cayó en el sueño cuando yo salía del sueño,
así se unieron muestras vidas y será muy difícil separarlas.

Miro sus ojos. Ni abiertos ni cerrados
hablo a la boca, que se esfuerza por hablar
acaricio sus pómulos que atraviesan la piel.

Ya no tengo fuerza
mis manos se alejan y vuelven a mi
cercenadas.


IV ΑΡΓΟΝΑΥΤΕΣ
Argonautas
Y el alma
si quiere conocerse,
en otra alma
debe mirarse.
Al extraño y al enemigo los vemos en el espejo. 
Platón.

Eran buenos chicos los compañeros; no se quejaban
ni del cansancio ni de la sed o del frío helado,
hacían lo mismo que los árboles y las olas
que soportan el viento y la lluvia
soportan la noche y el sol
sin cambiar con tantos cambios.
Eran buenos chicos todos los días
sudando al remo, con los ojos bajos
respirando al compás
y la sangre enrojeciendo su piel dócil.

Una vez cantaron, con los ojos bajos
cuando sobrepasamos la isla desierta con higueras
hacia Poniente, más allá del cabo de los perros
que ladraban.

Si quieren conocerse, decían,
que se miren en un alma, decían
y los remos golpeaban el oro del mar
en el ocaso.

Doblamos muchos cabos, muchas islas, el mar
que lleva a otro mar, gaviotas y focas.
Mujeres infelices que se lamentan, a veces a gritos
lloran a sus hijos perdidos
y otras, furiosas, claman por la vuelta de Alejandro Magno
y por la gloria enterrada en las profundidades de Asia.
Abordamos playas llenas de aromas nocturnos
con aves cantoras, agua que deja en las manos
el recuerdo  de una gran felicidad.

Pero no tenían final los viajes.
Sus almas se hicieron una  sola cosa con los remos y sus soportes,
con el austero rostro de la proa,
con el surco del timón,
con el agua que disolvió sus figuras.
Los compañeros terminaron en fila,
con los ojos bajos. Sus remos 
señalan el lugar donde descansan en la playa.

Nadie los recuerda. Justicia.


V Δὲν τοὺς γνωρίσαμε ἦταν ἡ ἐλπίδα στὸ βάθος ποὺ ἔλεγε.

No los conocíamos. En el fondo era la esperanza la que hablaba.
Unos decían que los habíamos conocido en la infancia.
Los habíamos visto dos veces quizás, y luego volvieron a sus barcos,
Cargas de carbón de cereales, y nuestros amigos
desaparecidos al otro lado del océano, para siempre.
El alba nos encontró con la lámpara cansada
dibujando con esfuerzo en un papel, titubeando,
barcos, sirenas y conchas.
Por la tarde bajábamos al río
para que nos mostrara el camino del mar
y pasábamos la noche en cuevas que olían a alquitrán.
Nuestros amigos se fueron. Igual no los vimos nunca, igual
los encontramos cuando todavía el sueño
nos llevaba muy cerca de la ola que respiraba
igual los buscamos porque buscamos otra vida
más allá de las estatuas.


VI Μ. Ρ. Τὸ περιβόλι μὲ τὰ συντριβάνια του στὴ βροχὴ
M.R. 

El jardín con sus fuentes de agua bajo la lluvia
lo verás sólo desde la ventana baja
tras el cristal borroso. Tu habitación
se iluminará sólo con el fuego del hogar
y, a veces, un relámpago lejano marcará
las arrugas de tu frente, mi viejo amigo.

El jardín con sus fuentes de agua, que en tu mano eran 
ritmos de otras vidas, más allá de los destrozados
mármoles y las trágicas columnas,
danza entre laureles silvestres
cerca de la nueva cantera,
un cristal turbio lo separa de tu tiempo.

No descansarás; la tierra y la savia de los árboles
surgirán de tu memoria para golpear
ese cristal batido por la lluvia 
desde fuera del mundo.


VII ΝΟΤΙΑΣ
SUR

El mar se confunde hacia el oeste con la línea de las montañas.
a nuestra izquierda el viento del sur sopla y nos enloquece,
Este viento desnuda a los huesos de su carne.
Nuestra casa entre los pinos y los algarrobos.
Grandes ventanas. Mesas grandes
para escribir las cartas que te escribimos
desde hace tantos meses, y que arrojamos
en medio de la separación para colmarla.
Estrella de la mañana, cuando cerrabas los ojos
nuestras horas eran más dulces que el aceite
sobre la herida, más ligeras que el agua fresca
en el paladar, más suaves que las plumas de cisne.
Sostenías nuestra vida en la palma de tu mano.
Después del amargo pan del exilio
si permanecemos por la noche ante el muro blanco,
tu voz nos llega como la esperanza del fuego
y de nuevo ese viento aguza
su filo sobre nuestros nervios.

Te escribimos todos las mismas cosas
y todos guardamos silencio frente el otro
mirando, cada uno el mismo mundo por su lado
la luz y las tinieblas en la línea montañosa
y tú.
¿Quién arrancará esta tristeza de nuestros corazones?

Anoche un diluvio y hoy
todavía pesa el cielo cubierto. Nuestras reflexiones,
-como las agujas de un pino, en el aguacero de ayer,
en la puerta de nuestra casa-, revueltas e inútiles,
se esfuerzan para levantar una torre que se derrumba.
En esos pueblos diezmados
en ese cabo entregado al viento del sur
con esa línea de montañas ante nosotros, que te oculta,
¿quién nos contará su voluntad de olvido?
¿quién acogerá nuestra ofrenda en este final de otoño?

VIII Μὰ τί γυρεύουν οἱ ψυχές μας ταξιδεύοντας

¿Pero qué buscan nuestras almas viajando
sobre el puente de barcos destruidos,
amontonadas entre mujeres pálidas y niños que lloran,
a los que no distraen ni los peces voladores
ni las estrellas que los mástiles señalan con sus agujas
gastadas por los discos de los fonógrafos,
ligadas, sin quererlo, a inoperantes peregrinajes,
murmurando pensamientos rotos en lenguas extrañas?

Pero ¿qué buscan nuestras almas, viajando
sobre podridos leños del mar
de puerto en puerto?
      
Desplazando piedras rotas, respirando
el frescor de los pinos más penosamente cada día,
nadando lo mismo en las aguas de un mar
que en las de otro mar,
sin contacto
y sin gente
en un país que ya no es nuestro
ni tampoco suyo.
Sabíamos que eran hermosas las islas
en alguna parte, cerca del lugar al que vamos a ciegas
un poco más bajo o un poco más alto
A una distancia ínfima.


IX Εἶναι παλιὸ τὸ λιμάνι, δὲν μπορῶ πιὰ νὰ περιμένω

El puerto está ruinoso, no puedo esperar más
al amigo que se fue a la isla de pinos
ni el amigo que se fue a la isla de los plátanos
ni el amigo que se perdió en la distancia.

Acaricio cañones oxidados, acaricio los remos
para que mi cuerpo reviva y se decida.
Ahora las velas ya no exhalan más que el olor
de la sal de otra tempestad.
Si quería estar solo, busqué
la soledad, no buscaba esta espera,
la fragmentación de mi alma en el horizonte,
estas líneas, estos colores, este silencio.

Las estrellas de la noche me devuelven a Ulises
esperando a los muertos entre los asfódelos.
Cuando entre los asfódelos largamos el ancla, queríamos encontrar 
el valle que vio a Adonis herido.


X Ὁ τόπος μας εἶναι κλειστός, ὅλο βουνὰ

Nuestra tierra está cerrada, todo montañas 
que tienen por techo el cielo bajo, día y noche.
No tenemos ríos, no tenemos pozos, no tenemos fuentes,
sólo algunas cisternas , también vacías, que tienen eco y adoramos. 
Un sonido muerto y vacuo, igual que nuestra soledad,
Igual que nuestro amor, igual que nuestros cuerpos.
Nos parece extraño que una vez construimos 
nuestras casas, nuestras cabañas y nuestros rediles para corderos.
Y nuestras bodas con sus coronas frescas y sus anillos
se convierten en enigmas insolubles para nuestra alma.
¿Cómo nacieron y crecieron nuestros hijos?

Nuestra tierra está cerrada. La cierran
las dos negras Symplegades. En los puertos,
el domingo, cuando bajamos a tomar el aire,
vemos brillar al sol poniente
los rotos leños de los viajes que nunca terminaron,
cuerpos que ya no saben cómo amar.


ΙΑ´ Τὸ αἷμα σου πάγωνε κάποτε σὰν τὸ φεγγάρι,

Tu sangre se helaba,a veces, como la luna.
En la noche interminable, tu sangre
extendía sus alas blancas, sobre
las negras rocas, las siluetas de los árboles y de las casas
con la lucecita de nuestros años infantiles.


ΙΒ´Μποτίλια στὸ πέλαγο – XII Botella al mar.

Tres rocas, unos cuantos pinos calcinados, una capilla desierta
y más arriba
el mismo paisaje descrito se repite:
tres rocas en forma de puerta, derruidas,
unos cuantos pinos calcinados, negros y amarillos,
una casita cuadrada, enterrada en cal
y más arriba todavía, a veces
el mismo paisaje vuelve y se extiende
hasta el horizonte, hasta el cielo que atardece.

Aquí echamos el ancla, para reparar los remos destrozados
para beber agua y descansar.

El mar que nos maltrata, profundo e insondable
expande una ilimitada serenidad.
Aquí, entre las piedrecillas, encontramos una moneda
y nos la jugamos a los dados.
La ganó el más joven y desapareció.

Volvimos a navegar con los remos destrozados.



Egeo
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