domingo, 29 de julio de 2018

Enrique IV de Borbón, Rey de Francia y Navarra



El paso de la Corona de los Valois-Angulema a la Casa de Borbón se produjo, no sin lucha, pero fue legalmente propiciado por la falta de herederos del último nieto de Francisco I de Francia.

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Para recordar la historia de los Borbón-Francia que tuvieron relación con el Tesoro del Delfín, actualmente expuesto en una nueva y cuidada presentación del Museo Nacional del Prado, de la que nos ocupamos en la entrada anterior, es decir: Luis XIV; su hijo mayor, el Gran Delfín, y su nieto, Felipe V de España, resulta imprescindible, o cuando menos, interesante, referirse al acceso al trono francés de los Borbón, con la sorprendente e inesperada coronación de Enrique IV de Navarra; al hijo de este último, Luis XIII, padre a su vez, no menos inesperadamente, de Luis XIV, y a los dos monarcas con los que se cerró aquella etapa borbónica, es decir, Luis XV y Luis XVI.

Se trata de un período muy complejo y en ocasiones, muy sangriento, de la historia francesa. El primer Borbón, Henri IV murió degollado y el último, Luis XVI, fue guillotinado. Con aquella ejecución, terminó la principal época de la dinastía en aquel reino, -hasta la Restauración de 1814-mientras que, de forma casi imprevista, en 1700, tras la Guerra de Sucesión contra los Habsburgo/Austria, se instalaba en el trono de España, donde permanece hasta la actualidad, con algunos lapsos.

Es, pues, de los cinco primeros reyes Borbón de Francia de los que vamos a ocuparnos, advirtiendo que los lazos de sangre entre las ramas establecidas a ambos lados de los Pirineos, son tan complejos, que la elaboración de un árbol genealógico de sus componentes, resulta algo muy parecido a un laberinto, a causa de las líneas que van, vuelven y se entrecruzan continuamente, tanto entre sí, como con los ascendientes de la Casa de Austria, a la que finalmente sustituyeron a este lado de esa cadena de montañas que, en opinión de Luis XIV, habría desaparecido tras la coronación de su nieto.

Proclamación de Felipe V como Rey de España en el Palacio de Versalles, el 16 de noviembre de 1700. François Pascal Simon Gérard (1770-1837)

Il n'y a plus de Pyrénées! – ¡Ya no hay Pirineos!

Según Voltaire, Luis XIV habría pronunciado estas palabras con ocasión de la sucesión al trono de España en 1700.

En 1665, Carlos II –de Austria-, se convertía en rey de España y se casaba con Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV. Ningún hijo nació de esta unión y la muerte de Carlos II el 1º de noviembre de 1700, puso fin a la dinastía Habsburgo de España. En su testamento, Carlos II designaba sucesor a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y de María Teresa y biznieto de Felipe IV de España.

Tal sería la razón por la que Luis XIV habría dicho, hablando de Francia y de España: Las dos naciones, en la actualidad, ya no deben verse sino como una misma nación. 

La célebre fórmula, il n'y a plus de Pyrénées-ya no hay Pirineos, procedería de una frase pronunciada por el embajador de España en París, Manuel Oms de Santa Pau, marqués de Casteldosrius, a propósito de los cortesanos deseosos de acompañar a Felipe de Anjou a España: el viaje de París a Madrid se ha hecho más fácil, ahora que los Pirineos han desaparecido.

Felipe de Anjou accedió al trono español bajo el nombre de Felipe V. Tuvo un difícil principio con la guerra de Sucesión, por la que el Archiduque Carlos de Austria le disputó la corona, hasta la batalla de Villaviciosa, en 1710. Reinó hasta 1746 e inauguró la dinastía Borbón de España, en el trono hasta hoy.

Des petites phrases pour une grande histoire. Valentin Daucourt

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Enrique IV por Frans Pourbus el Joven

Enrique de Borbón, nació en Pau, el 13 de diciembre de 1553 y fue asesinado en París, el 14 de mayo de 1610. Fue rey de Navarra como Enrique III, entre 1572 y 1610 y rey de Francia, el primero de la casa de Borbón, como Enrique IV, entre 1589 y 1610 y es recordado como Henri le Grand o Le bon roi Henri.

El 1 de agosto de 1589 el rey Enrique III de Valois-Angulema moría apuñalado por Jacques Clément, fraile dominico de la Liga Católica. Falleció al día siguiente, sin hijos, por lo que su primo Enrique de Navarra se convirtió en su sucesor natural, con el nombre de Enrique IV. Enrique III fue, pues, el último rey de la dinastía Valois, que reinó en Francia entre 1328 y 1589.

El precedente y otros dos trágicos acontecimientos marcaron el reinado de Enrique IV de forma trágica e indeleble; la llamada Masacre de San Bartolomé y su propio asesinato.

Enrique fue y es considerado por muchos franceses como su mejor monarca, pues se propuso mejorar las condiciones de vida de unos súbditos, que no parecían ni existir en los proyectos de otros reyes. Se le atribuye la frase: Un pollo en las ollas de todos los campesinos, todos los domingos, que refleja su política de mejorar la vida de su pueblo, no sólo con poder, conquistas, o aumento sin fin del patrimonio real, sino también con paz y prosperidad para todos. Es el referente de los monárquicos franceses, los cuales realizan todos los años un homenaje frente a su estatua del Pont Neuf, en París, representando el día de su entrada a la ciudad.


Hijo de Antonio de Borbón, duque de Vendôme y Borbón, y de la reina de Navarra, Juana de Albret, fue bautizado católico pero educado por su madre en la fe calvinista. Su padre murió en 1562 y él lo sucedió en sus dos ducados. 

Antonio de Borbón, duque de Vendôme y Jeanne d’Albret, reyes de Navarra, padres de Enrique IV

Enrique de Borbón combatió junto a los hugonotes durante la Tercera Guerra de Religión francesa, que terminó con la Paz de Saint-Germain (1570), con la que se pretendía alcanzar la reconciliación entre católicos y hugonotes; un plan que se completaba con el matrimonio del nuevo rey con Margarita de Valois, hermana del rey Carlos IX de Francia, ambos hijos de Catalina de Médicis.
Catalina de Médici en 1561 con sus hijos: Francisco, Carlos IX, Margarita y Enrique.

Margarita de Valois 

El matrimonio se celebró el 18 de agosto de 1572 en contra de los deseos de los contrayentes. Enrique se convirtió en Enrique III de Navarra el mismo año, sucediendo a su madre, la reina Juana de Albret, fallecida precisamente cuando iba de camino a París para asistir a la boda de su hijo.

Enrique y Margarita de Valois, su primera mujer. Reyes de Navarra.

El papa Gregorio XIII no autorizó la boda, y buena parte del pueblo francés, es decir, los católicos, tampoco se mostró de acuerdo; París se alteró durante días, provocando la huida del gobernador y el asesinato del hugonote Gaspar de Coligny el 24 de agosto de 1572; una semana después de la boda de Enrique y Margarita. Carlos IX se refería a él como mon père.

Gaspard de Coligny

Acto seguido, los extremistas católicos llevaron a cabo la sangrienta Masacre de San Bartolomé contra los hugonotes. Se dice, aunque sin pruebas, que la orden fue dada por Catalina de Médici y que Carlos IX aceptó los crímenes, con la condición de que se preservaran las vidas de Enrique de Borbón, y de su primo Enrique I de Borbón, Príncipe de Condé.

Masacre de la noche de San Bartolomé. François Dubois 
Museo Cantonal de Bellas Artes de Lausana

-El matrimonio de Enrique de Navarra y Margarita de Valois, se celebró el 18 de agosto de 1572.

-El atentado contra el almirante Gaspar de Coligny, se produjo el 23 de agosto de 1572.

-Durante la noche del 23 al 24 de agosto de 1572, los nobles protestantes fueron sacados del Palacio del Louvre o de sus propias casas y masacrados en las calles, o en algunos casos, arrojados por las ventanas. Los asesinatos se extendieron después a otras ciudades durante meses. Sin embargo, la cifra de víctimas no está bien documentada, pues se estima con un margen demasiado amplio, entre 10.000 y 20.000.

Alexandre-Évariste Fragonard: Scène du massacre de la Saint-Barthélémy, (1836).
En el dormitorio de Marguerite de Valois

“La madrugada del 23 de agosto de 1572, una señal dada por las campanadas de maitines desde la iglesia de San Germán-Auxerrois, próxima al Louvre, dio comienzo a la llamada Matanza de San Bartolomé en Francia. Como Felipe II de España llevaba años aconsejando, Carlos IX ordenó eliminar a los cabecillas protestantes reunidos en París durante esos días a modo de ataque preventivo. Cuando el embajador francés acudió al Alcázar de Madrid a dar las novedades, Felipe «empezó a reírse, dando muestras de placer y satisfacción» y aseguró que tuvo aquel día uno de los mayores «contentamientos de mi vida».

¿Quién estuvo detrás de un atentado que ponía en riesgo una paz tan precaria? La Casa de Guisa atrajo todas las miradas sospechosas, porque además creían que Coligny había estado detrás de la muerte de Francisco de Guisa, asesinado diez años antes. Asimismo, el disparo contra el almirante se hizo desde la casa de un miembro de la familia. El otro de los grandes sospechosos era el propio Rey de España, aliado de Guisa, que buscaba así evitar una paz que iba a perjudicar sus intereses en los Países Bajos: un partido protestante fuerte en Francia significaba más aliados para los rebeldes en Flandes. 

Mientras la Reina madre cenaba en vísperas del día 23, los protestantes irrumpieron para pedir justicia y recordando a Catalina que a las afueras de París un ejército 4.000 hugonotes clamaba por encontrar a los asesinos. Catalina entendió al momento (si es que todo no formaba parte de un plan organizada por ella para llegar a esa situación) que debía adelantarse al inminente ataque hugonote. 

Tras cerrar todos los accesos a la ciudad y proporcionar armas a los burgueses, la Reina madre se dirigió a la habitación de su hijo y le describió con grandes palabras un complot de los hugonotes para asesinarle aquel mismo día y apoderarse de la Corona. Histérico por la noticia, Carlos IX ordenó ejecutar «a los que pretenden levantarse contra el Estado», a excepción de los príncipes Enrique de Navarra y el príncipe de Condé. 

A los pocos minutos, la campana de la iglesia de Saint Germaint Auxerrois, que durante siglos había avisado a los ciudadanos de París para que tomaran las armas, tocó a rebato y Catalina transformó en masacre lo que todavía era parte de los festejos por el enlace matrimonial entre su hija y un calvinista.

Una guarnición de soldados se dirigió también a la casa del almirante Coligny a terminar el trabajo. El almirante Coligny fue sacado por la fuerza de su lecho y arrojado a la calle por una ventana de palacio. La matanza se extendió a las calles parisinas y se alargó varios días, a pesar de los intentos reales por frenar la locura homicida del pueblo. 

Además, el Rey firmó la orden de que se aplicaran medidas similares en el resto del país. En los días siguientes tuvieron lugar matanzas en los lugares en los que los hugonotes estaban en minoría. El número total de muertos se estima en total en 2.000 en París y de 5.000 a 10.000 en toda Francia.

ABC, HISTORIA. 5.10.2016
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La Matanza de San Bartolomé, fue precedida de varios acontecimientos cuyo resultado fue un "proceso en escalada, cuyas últimas consecuencias no había deseado ni previsto", al parecer, Catalina de Médici, aunque se ha hablado de premeditación. (Elliott). 

La Paz de Saint-Germain puso fin a la Tercera Guerra religiosa el 8 de agosto de 1570.

El 22 de agosto de 1572 se produjo un atentado con arcabuz contra Gaspar de Coligny. El almirante perdió como consecuencia un dedo y resultó herido en el brazo izquierdo. Las sospechas se orientaron inmediatamente hacia el bando de los Guisa y se apuntó -probablemente sin razón-, a la complicidad de la reina madre, Catalina de Médici

Seguramente, el terrible atentado fue pensado para sabotear el proceso de paz, pero los más exaltados vieron en él un castigo divino, perpetrado, no obstante, por mano humana. Finalmente, aunque resulta imposible saber quién fue el instigador del mismo, la historiografía contempla otras posibilidades:

-Los Guisa: serían los sospechosos más probables. Los católicos Guisa, muy populares entre el pueblo, aprovecharían la situación para presionar tanto al rey como a la reina y Carlos IX habría ordenado la masacre respondiendo a sus graves provocaciones. 

El 26 de agosto. el rey, en una sesión solemne de las Cortes los hizo responsables de la matanza. Declaró que él pretendía: "prevenir la ejecución de una detestable y desdichada conspiración tramada por el susodicho almirante, jefe y autor de la misma y sus secuaces y cómplices contra el rey y su Estado, la reina, su madre, MM. sus hermanos, el rey de Navarra y cuantos príncipes y nobles que estuvieran a su lado".

-El duque de Alba, gobernador de los Países Bajos en nombre de Felipe II. Coligny proyectaba intervenir militarmente en aquellas Tierras Bajas, para liberarlas de la influencia católica de la potencia hegemónica en Europa, manteniendo la alianza que había contraído con los Nassau. 

-Catalina de Médici: se dice que Coligny habría adquirido demasiada influencia sobre el joven rey. Carlos IX lo había escogido como su favorito, y como hemos dicho, le llamaba filialmente, mon père. Sin embargo, la mayor parte de los historiadores contemporáneos encuentran difícil aceptar la responsabilidad de Catalina de Médici a la vista de sus esfuerzos por alcanzar la paz en el interior de Francia y la tranquilidad del Estado. Para otros, tampoco está demostrado que Coligny ejerciera tanta influencia sobre Carlos IX.

-Finalmente, quedaría la hipótesis de un acto encargado por alguna persona de importancia secundaria, cercana a los medios de los Guisa y pro-españoles. 

-Los ciudadanos de París, profundamente antihugonotes, serían también responsables de la matanza por decisión propia y conjunta, respondiendo a una señal, sin cálculos previos; algo prácticamente imposible. 

En todo caso, las posturas moderadas fueron barridas "por la intensidad del odio político-religioso que llevó, en 1572, a aquella matanza de protestantes, tan tristemente famosa, de la que el papa Gregorio XIII acuñó una moneda conmemorativa".

Medalla de la “Victoria” de la masacre.

La situación de odio y rencor creada como consecuencia de tan innumerables crímenes, desembocaría en la Cuarta Guerra de Religión. Las hostilidades se reanudaron, aunque fueron interrumpidas por treguas, entre 1575-1580. 

Enrique IV, forzado a convertirse al catolicismo desde el 5 de febrero de 1576, a finales de ese año consiguió escapar de la corte; se volvió atrás de su adhesión al catolicismo, y se puso al frente de las fuerzas protestantes durante aquella guerra. 

El Edicto de Nantes, ya en 1598, concedió libertad de culto "en todos aquellos lugares donde se ejercía libremente en 1597 [...] pero no se admite ni en París ni donde resida la corte".

Carlos IX de Valois, Rey 1560-1574 y Enrique III de Valois, Rey 1574- 1589
Hijos de Enrique II y Catalina de Médicis

Tras la muerte de Carlos IX subió al trono su hermano Enrique III, católico, como su antecesor, pero la muerte de Francisco de Alençon, duque de Anjou en 1584, hermano menor y próximo heredero, convirtió a Enrique de Navarra en el legítimo sucesor de la Corona de Francia, pues las hijas de Catalina y Enrique II no podían acceder al trono a causa de la Ley Sálica

El 30 de abril de 1589, Enrique de Navarra se reconcilió con Enrique de Valois, que reconoció oficialmente su derecho.

Las diferencias religiosas, condicionando radicalmente la política, llevaron a la que sería conocida como la Guerra de los Tres Enriques: Enrique I de Guisa, con la Liga Católica, que se negaba a que Francia fuese gobernada por un hugonote; Enrique III, que ordenó su muerte, y lógicamente, Enrique IV

Al poco tiempo, Enrique III también fue asesinado de una puñalada por el monje Jacques Clément, al parecer, en venganza por la muerte de Enrique de Guisa. Su desaparición, el 2 de agosto de 1589, hizo recaer finalmente la corona francesa sobre Enrique de Navarra. 

Aunque, en principio, sólo fue reconocido por los hugonotes, ya que la Liga Católica, el Papa y Felipe II de España, se negaron rotundamente a reconocerlo y propusieron al cardenal Carlos de Borbón –para que reinara como Carlos X-, quien, dicho sea de paso, era hermano de Antonio de Borbón, el padre de Enrique IV. El cardenal se encontraba en prisión en aquel momento y finalmente renunció a su proclamación, reconociendo el derecho de su sobrino. 

El Cardenal de Borbón, Carlos X para la Liga Católica. Château de Beauregard.

A pesar de todo, la Liga –con la decidida ayuda de España– obligó a Enrique IV a retirarse al sur del país, preparándose ante la idea de que, a pesar de su derecho, tendría que acceder al trono por medio de las armas.

Aunque los protestantes consiguieron significativas victorias en las batallas de Coutras (1587), Arques (1589) e Ivry (1590), Enrique no pudo tomar París en aquel momento, gracias a la intervención de tropas enviadas por Felipe II, al mando de Alejandro Farnesio.

Contrariamente a lo esperado, la idea de que la intervención de Felipe II de España, además de imponer el catolicismo, obedecía al plan de que su hija Isabel Clara Eugenia accediera al trono de Francia –entre otros lazos, era sobrina de Francisco II de Francia, de Carlos IX y de Enrique III-, hizo retroceder a los partidarios de la Liga Católica, que prefirieron acceder a la coronación de Enrique IV, con la condición de que volviera a abjurar del protestantismo. Así pues, sabiendo el navarro que sus fuerzas no eran suficientes para entrar en París por sus propios medios, volvió al catolicismo el 25 de julio de 1593.
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Enrique IV fue coronado en la catedral de Chartres, el 27 de febrero de 1594 y poco después entró en París. La guerra contra la Corona de España y contra los últimos resistentes de la Liga Católica, continuó hasta que se produjeron los acuerdos de 1598, año en que se firmó con España, la Paz de Vervins -quasi copia de la de Câteau-Cambrésis, de 1559, por la cual, Felipe II renunciaba a intervenir en los asuntos franceses y reconocía la legitimidad de Enrique IV.

La tan esperada y necesaria tolerancia religiosa hacia los hugonotes fue decretada por el Edicto de Nantes, de 1598, si bien, precedida por el reconocimiento del catolicismo como religión del Estado, pero también de una política de reconciliación basada en la renuncia a toda venganza o depuración. Con su firma terminaban los gravísimos enfrentamientos religiosos que habían asolado el reino desde mediados del siglo XVI, lo que, a su vez, reforzó la autoridad de la Corona francesa.

A partir de entonces, y para consolidar la Corona, Henri restauró la autoridad real. No nombró primer ministro; no convocó los Estados Generales; redujo la influencia de los parlamentos y controló el acceso a los puestos de la administración y la corte, pero si nombró un Ministro de Relaciones Exteriores por primera vez en la historia, llamado Louis de Revol.

Por otra parte -y así se reconoce, prácticamente, por unanimidad-, Enrique adoptó políticas y emprendió proyectos de todo tipo para mejorar la vida de sus súbditos, lo que le convertiría en uno de los gobernantes más populares del reino.

Durante su época, Francia vivió un importante avance económico que se extendió más allá de sus fronteras. Financió varias expediciones de Pierre Dugua, sieur de Mons y de Samuel de Champlain a Norteamérica, a partir de las cuales, se fundaron las primeras colonias francesas en Canadá.

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Anulado su primer matrimonio en 1599, el 17 de diciembre de 1600 Enrique IV se casó, en segundas nupcias, con la princesa italiana María de Médici, con la que tuvo seis hijos.

Boda de María de Médici con Enrique IV de Francia, en 1600, de Jacopo Chimenti.

Obviamente, el caballero de la pintura, no es Enrique IV. La boda se celebró por poderes en Florencia y fue Fernando I, Gran Duque de Toscana, tío de María, quien representó al contrayente.

Enrique IV fue un hombre compasivo y amado por su pueblo, pero no por los que se oponían a su orientación religiosa. Sufrió varias tentativas de asesinato en las calles de París, como la de Jean Châtel (1594), antes de que el 14 de mayo de 1610 el fanático católico François Ravaillac acabó con su vida.

El asesinato de Enrique IV según un grabado de Gaspar Bouttats.

Enrique IV volvía de visitar a Sully, su ministro de Finanzas que estaba enfermo, y con el que tenía una gran amistad. Salió en su carruaje, atravesó una calle pequeña, en la cual había dos carretas que le impedían el paso; de una de las carretas salió el asesino, que le asestó dos puñaladas mortales.

Enrique había sospechado a los Jesuitas como autores de los intentos de asesinato anteriores contra su persona y en sus Memorias aparece la frase siguiente:

¿No juzgáis conveniente ceder ante los jesuitas? ¿Podéis acaso garantizarme la vida? Bien sé que la anhelan, pues atentaron más de una vez contra ella: tengo la prueba por experiencia, pudiendo manifestar algunas cicatrices de sus heridas. No hay necesidad de irritarlos más, ni excitarlos para que lleguen a los extremos. Consiento en su perdón, pero bien a pesar mío y por necesidad.

Fue sucedido por su hijo, Luis XIII de Francia, bajo la regencia de su madre, la reina María de Médici durante su minoría, que se dio por concluida en 1617.
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De su segundo matrimonio, celebrado el 17 de diciembre de 1600, con María de Médici, nacieron seis hijos.

Enrique IV en 1610 y María de Médici, en 1600

María de Médici, nacida en Florencia, Italia, el 26 de abril de 1575, fue Reina Consorte de Francia, de 1600 a 1610; y Reina Viuda Regente, de 1610 a 1617. Murió en Colonia, 3 de julio de 1642. Es mejor recordada como coleccionista y mecenas de artistas, que como reina.

María formaba parte de la de la acaudalada y poderosa Casa de Medici, siendo la sexta hija de Francisco I de Médici (1541-1587), gran duque de Toscana, y de Juana de Habsburgo-Jagellón, archiduquesa de Austria -sobrina de Carlos I de España-, (1547-1578). 

María de Médicis hacia 1595. De Pietro Facchetti. Palacio Lancellotti, Roma

Los Médici, banqueros y acreedores del rey de Francia, ofrecieron una dote de 600.000 escudos de oro, lo que hizo que María fuera conocida popularmente como la Gran Banquera

Su llegada a Francia, en Marsella, tras el matrimonio por poderes en Florencia y antes de que se llevara a cabo su confirmación oficial, fue todo un acontecimiento, ya que la acompañaban dos mil personas. Se reunió con Enrique en Lyon, donde pasaron la noche de bodas, quedando María embarazada muy pronto. 

El 27 de septiembre de 1601 nacía su primer hijo, el Delfín Luis, un evento muy celebrado, pues que hacía ya cuarenta años que la Corona de Francia esperaba el nacimiento de un Delfín. A pesar del nacimiento de otros hijos, parece que María no tuvo muy buenas relaciones con su marido, el enamoradizo Vert Galant.

María de Médici, por Frans Pourbus, c. 1606, Museo de Bellas Artes de Bilbao.

María de Médici deseaba hacerse coronar como Reina de Francia, pero Enrique IV, por diversas razones había ido posponiendo la ceremonia. Finalmente, el 13 de mayo de 1610, en vísperas de la partida para una larga ausencia del rey, María consiguió ser coronada en Saint-Denis. 

El día siguiente, 14 de mayo de 1610, Enrique IV fue asesinado. 

María de Médici asumió la regencia en nombre de su hijo Luis XIII, que aún no tenía 9 años. Inmediatamente anuló la política de Enrique, destituyendo a todos sus consejeros, pero no supo, o no pudo hacerse con una nueva Corte a su medida entre los grandes de Francia, que se negaron a obedecerla. En vista de ello, decidió acercarse a España, casando a dos hijos suyos con dos hijos de Felipe III; a Isabel de Borbón, con el heredero, Felipe IV y a su hijo, Luis XIII, con la Infanta Ana de Austria, hermana del anterior.


Sin embargo, su acercamiento al católico rey de España fue mal visto por los protestantes, así como la constante intervención en los asuntos de Estado de sus famosos colaboradores Concino Concini y Leonora Dori, que fueron acusados de enriquecerse en perjuicio de la nobleza francesa, no sin que en ello interviniera en buena parte su condición de extranjeros.

Finalmente, los nobles de las grandes familias, con el famoso príncipe Luis II de Borbón-Condé a la cabeza, se alzaron contra la reina, quien, por otra parte, tampoco tenía buenas relaciones con su hijo, el ya rey, Luis XIII, que en 1617 promovió el asesinato de Concino Concini, ordenado, acto seguido, el exilio de su madre en el Castillo de Blois.

En 1619, María de Médici, logró escapar de su prisión y alentó una sublevación contra su hijo, el rey, que se recuerda como la Guerra de la madre y del hijo, que terminó con la firma del Tratado de Angulema, negociado por el Cardenal Richelieu.

María de Médicis volvió a levantarse en armas contra su hijo con la colaboración de los Grandes del reino, en la llamada Segunda Guerra de la madre y del hijo; que acabó con la derrota de los nobles en la batalla des Ponts-de-Cé, a pesar de lo cual fueron perdonados por Luis XIII, que además, permitió la vuelta de su madre a la Corte.

Una vez asegurada su permanencia en París, María de Médici se hizo construir el Palacio de Luxemburgo. 

Palais du Luxembourg

Richelieu logró que madre e hijo se reconciliaran, consiguiendo que ella se incorporase al Consejo Real y, a partir de entonces, María de Médici, se convirtió en mecenas de las artes, contratando, por ejemplo, a Nicolas Poussin y a Philippe de Champaigne para que decoraran el palacio recién construido. También apoyó a Guido Reni, pero, sobre todo, a Rubens, que realizó toda una colección dedicada a enaltecer la imagen de su benefactora, de la cual se conservan 22 pinturas en el Louvre.

Con todo, María de Médicis no se percató a tiempo de que el mismo Richelieu la estaba desplazando y cuando intentó su destitución, era demasiado tarde, pues el Cardenal ya dirigía la voluntad del rey. María intentó poner una especie de trampa al Cardenal, pero al final fue ella la víctima de la misma, siendo engañada por el rey y el cardenal en la llamada Journée de Dupes, el 12 de noviembre de 1630, fecha a partir de la cual, Richelieu se convirtió en Primer Ministro.

Finalmente, María abandonó la corte e intentó refugiarse en Bruselas en 1631, donde pensaba encontrar ayuda, precisamente entre los enemigos de su hijo, por lo que este le retiró su condición de reina de Francia, y anulo sus pensiones. Tras buscar asilo en diversas cortes, en 1642 se refugió en la casa de Rubens en Amberes

Murió, el 3 de julio de 1642, a los 67 años, en Colonia, sólo unos meses antes que Richelieu. 

A partir de los matrimonios de sus hijos, varios descendientes de la Corona de España ocuparon casi una docena de tronos en Europa.

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La familia de Enrique IV y María de Médicis

J.-A.-D. Ingres, 1818. 
Enrique IV, jugando con sus hijos; los niños le han quitado el sombrero y la espada. La reina, María de Médicis, sentada, acoge a una de las hijas pequeñas, mientras el perrito parece ladrar al percibir la entrada del embajador de España. (Joan Santacana)


Luis XIII de Francia y Navarra (27.9.1601-14.5.1643) Philippe de Champaigne. M.N. Prado
Casado con Ana de Austria

Isabel de Borbón (22.11.1603-6.10.1644) Velázquez. Col. Priv. NY. USA
Casada con Felipe IV de España

Cristina María (12.2.1605-27.12.1663) Nicolas Mignard, Galleria Sabauda. Musei Reali di Torino
Casada con Víctor Amadeo de Saboya

Nicolás Enrique, duque de Orleans (16.4.1607-17.11.1611). Daniel Dumonstier. Musée Condé


Gastón de Orleans (25.4.1608-2.2.1660) Anthony van Dyck. Musée Condé
Casado con María de Borbón, duquesa de Montpensier (1605-27), y después con
Margarita de Lorena (1615-1572).



Enriqueta María (25.11.1609-10.11.1669). Anthony van Dyck. British Royal Collection
Casada con Carlos I de Inglaterra (1600-1649).

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domingo, 22 de julio de 2018

El Tesoro del Delfín ● Museo del Prado ● La Casa de Borbón-Francia-España





Portada del catálogo de L. Arbeteta Mira

El denominado «Tesoro del Delfín», o, según los viejos inventarios, «Alhajas del Delfín», es un conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe, primer rey de la rama borbónica española, que reinó bajo el nombre de Felipe V. El gran delfín era, a su vez, hijo de Luis XIV, coleccionista de similares objetos que, de haber fallecido antes que su hijo, se habrían reunido en una colección de magnitud sin precedentes.

La posesión de este tipo de bienes no se debía únicamente al amor por la belleza o al placer del coleccionismo, sino que, dado su precio y su rareza, solo príncipes y magnates podían adquirirlos, por lo que se convirtieron en símbolos de poder y magnificencia, así como expresión de cualidades morales y simbólicas, además de poseer supuestas propiedades mágicas y profilácticas, idea recogida desde la Antigüedad y plasmada en los lapidarios medievales, pues están realizados total o parcialmente con piedras naturales, labrados en la masa del mineral y ornados con guarniciones de metales preciosos, a veces enriquecidas con esmaltes y piedras preciosas. 

Según atestigua la documentación francesa, Luis XIV dispuso que se enviara a su nieto una selección bien sopesada de las mejores piezas existentes en la colección del delfín, colección que, en algunos aspectos, sobrepasaba la propia del rey. De ahí la importancia del conjunto madrileño, pese a su escaso número (ciento sesenta y nueve piezas de un total de seiscientas noventa y ocho contabilizadas en 1689). Sin embargo, de esas ciento sesenta y nueve piezas falta una cuarta parte y casi todos los vasos se hallan mutilados por los sucesivos robos. 

Existen, asimismo, indicios de que Luis XIV, perdidas las esperanzas de unir las coronas de Francia y España bajo un solo cetro, pretendió crear el núcleo de un tesoro dinástico para los Borbones españoles. Sin embargo, Felipe V, quizá decepcionado por la pronta muerte de su padre, acaecida en 1711, y el fracaso de la Conspiración de Cellamare en 1715, que truncaba sus esperanzas de acceder al trono francés, tras el fallido intento de derrocar al regente Felipe de Orleans. parece que no concedió importancia a las alhajas, abandonando el proyecto, diseñado por Carlier, de ubicarlas en el Alcázar de Madrid.

Luis de Francia, el Gran Delfín, Padre de Felipe V.  1700 – 1750. Anónimo, según François Troy
Felipe V, Rey de España. Jean Ranc, Museo del Prado. 1723
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En 1724 las piezas que nos ocupan, se encontraban depositadas en el Real Sitio de La Granja de San Ildefonso, posiblemente para ser empleadas como elemento decorativo, lo que las salvó de la destrucción en el incendio del Alcázar en 1755. 

En 1776, Carlos III, considerando la rareza de sus materiales y el interés científico -no artístico- que pudieran tener, ordenó entregar las alhajas al Real Gabinete de Historia Natural, para el que Juan de Villanueva había construido el edificio que alberga actualmente el Museo del Prado.

El saqueo llevado a cabo por las tropas francesas en su retirada de 1813 incluyó el Real Gabinete, del que se sacaron las piezas, empaquetadas, sin sus estuches. Pese a los intentos del Empecinado por cortarles el paso, llegaron, vía Orleans, hasta París, si bien, las piezas fueron devueltas en 1815, muchas de ellas, deterioradas, más doce importantes vasos que no volvieron a aparecer.

De nuevo colocadas en el Real Gabinete, las alhajas fueron cedidas por Isabel II al Real Museo de Pinturas, posteriormente, Museo Nacional del Prado, considerando que su valor artístico primaba sobre su riqueza mineralógica, lo que se realiza en 1839, en medio de una gran polémica. 

En 1986 se realizó un estudio gemológico de la colección por especialistas de la Escuela de Gemología de la Universidad Autónoma de Madrid, que complementaba el realizado en 1839 por la Junta Gubernativa del Museo de Ciencias Naturales, en el que se intentaba resaltar la importancia de las alhajas como especímenes mineralógicos. 

En 2001, finalmente, se publicó un catálogo razonado, incluyendo todo el conjunto que vino a España. 

En cuanto a los materiales, los vasos se agrupan tradicionalmente en cristales de roca (cuarzo hialino), separados por ser incoloros, y lo que se ha venido denominando «gemas de color» o «piedras duras», incluyendo el grupo de los jades, tanto europeos como orientales [...] «plasma de esmeralda»; las ágatas, muy numerosas, en todas sus variantes, ónices, ágatas amigdaloides, bandeadas, ruinosas; las calcedonias, incluyendo la cornalina y la sanguina o heliotropo, reconocible por sus manchas rojas sobre campo verde; el lapislázuli de diversas procedencias; los jaspes de varios colores: rojo, verde, amarillo, multicolor; el citrino, el cuarzo ahumado; la serpentina, el alabastro, etc. 

A esto hay que añadir la presencia de piedras preciosas -diamante, zafiro, rubí, esmeralda- y finas -turquesa, amatista, granate, peridoto, etc.-, sin olvidar las perlas, sean de buen tamaño o diminuto aljófar. 

Las guarniciones son, por lo común, de oro, aunque también las hay de plata blanca y dorada; pocas veces, cobre o bronce, y se complementan frecuentemente con ricos esmaltados

Su cronología es también muy amplia, pues, si atendemos a las labores en piedra, hay ejemplares desde la época clásica y la Edad Media, con algunos ejemplos importantes, presumiblemente helenísticos, sasánidas y bizantinos.

El grupo de los cristales de roca es, en su mayoría, obra de los talleres milaneses. Constituyen excepción, además de los ejemplos medievales citados, un grupo de vasos labrados en grueso, con gallones en relieve, rectos y torsos, que pudieran provenir del entorno parisino de mediados del siglo XVI, pues se asocian a guarniciones realizadas por la escuela de Fontainebleau

En resumen, la importancia de las «Alhajas del Delfín» no radica en el número sino en la calidad del conjunto, constituyendo una de las colecciones mejores del mundo en su género.
Letizia Arbeteta Mira

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La colección llegó al Museo del Prado en 1839, y se expone ahora en su totalidad, lo que supone la visión más completa del Tesoro desde hace más de doscientos años. Durante el siglo XX fue expuesto en distintos espacios del mismo Museo, siendo la última vez, la inaugurada en 1989 en una sala acorazada en el sótano del edificio.

De las 169 obras que han llegado hasta hoy, 120 estaban ya expuestas en el Museo y de las 24 restantes, 10 proceden del Museo de América, y otras 14 del Museo Arqueológico Nacional

Se ha contado con el asesoramiento científico de Letizia Arbeteta –la mayor especialista en el Tesoro-; se ha realizado la revisión científica y técnica de todos los vasos, procediendo a su restauración y a un minucioso estudio documental del que han resultado nuevas atribuciones.

Se trata de una colección única en España, equiparable a otros grandes tesoros dinásticos europeos, tanto por su calidad como por su valor intrínseco y su belleza, además de ser un importante ejemplo del coleccionismo europeo de artes suntuarias en los siglos XVI y XVII, que al mismo tiempo aportan una imagen realista del poder y prestigio regios.

En el Renacimiento, la rareza de los materiales empleados en este tipo de creaciones tan complejas y la destreza técnica que implicaba su factura y decoración explican que fueran tan apreciadas, a veces por encima de otras obras de arte como pinturas o esculturas, actualmente, mucho mejor valoradas. De hecho, en el inventario realizado tras el fallecimiento de Felipe II, algunos vasos de cristal de roca, seguramente de gran parecido con los de esta colección, se tasaron muy por encima de célebres pinturas de Tiziano, Sánchez Coello o el Bosco.

Algunas obras se exhiben por primera vez en el Museo del Prado -como se ha apuntado-, desde el siglo XIX, y otras presentan la novedad de haber recuperado, en su totalidad o en parte, su volumen y forma original.
MNP


Jarro de pico cristal. Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1550 – 1600. 
Vaso de cristal con piquera y asa trebolada. Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1600 – 1650. 
Jarra alta de cristal con asas en forma de bichas. Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1550 – 1600. 

Barco de la tortuga. Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1570–1590. 
Bernegal de cristal con seis gallones y asas en forma de cartones. Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1575 – 1660.

Bernegal de cristal con aves, frutos y asas en forma de cartones. Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1590 – 1610.
Copa de pie alto en cristal, con tapa Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. Hacia 1550
Jarra de cristal con asas en forma de bichas. Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1590 – 1610

Copa de cristal con mascarones tallados Oro, Plata dorada, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1662 
Vaso oval de cristal con gallones Cristal de roca / cuarzo hialino. 1550 – 1600
Copa de las Cuatro Estaciones Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1570 – 1600.

Urna con dos picos y busto de mujer Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino. Hacia 1680.
Tiborcito de cristal facetado Cristal de roca / cuarzo hialino. Finales del siglo XVI - Principio...
Vaso de la Montería Cristal de roca / cuarzo hialino. 1550 – 1575

-Jarra de cristal con asas en forma de cartones y decoración de rosas Oro, Rubí, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1550 – 1610
-Copa de la Vendimia Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. 1570 – 1600
-Salero de cristal de roca en forma de delfín. Plata dorada, Cristal de roca / cuarzo hialino. 1670 - 1700
-Jarro de cristal con asa en forma de bicha alada Plata dorada, Cristal de roca / cuarzo hialino. 1670 – 1689

Copa de cuarzo citrino con una turquesa en el remate Oro, Turquesa, Cuarzo citrino, Cristal de roca / cuarzo hialino.
Copa de sardónice con cabeza de águila. Oro, Rubí, Diamante, Esmeralda, Ágata sardónice, Esmalte.
Vaso de cuarzo citrino en forma de velón Oro, Cuarzo citrino, Esmalte. 1600 – 1630

Azafate octogonal de cristal con decoración de canastillos Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino. 1610 – 1620
Azafate octogonal de cristal con cuatro delfines grabados Latón, Cristal de roca / cuarzo hialino. 1600 –

Flamenquilla o fuente de cristal con un águila grabada Plata dorada, Cristal de roca / cuarzo hialino. 1689
Salvilla de cristal con decoración de gallones Plata dorada, Cristal de roca / cuarzo hialino. Hacia 1600


Salvilla de cristal con borde calado y cuatro ramos grabados. Plata dorada, Cristal de roca / cuarzo hialino. Hacia 1615.
Salvilla de cristal con borde calado y diez ramos grabados. Plata dorada, Cristal de roca / cuarzo hialino. Hacia 1615.

Bernegal de cristal con ramos y asas en forma de cartones Oro, Cristal de roca / cuarzo hialino, Esmalte. Hacia 1610
Salvilla de cristal con borde lobulado Cristal de roca / cuarzo hialino. 1670 – 1689

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Braserillo de jade y plata dorada con dos mascarones. Plata dorada, Jade nefrita. 1684 – 1687.
Copa de ágata rematada por un busto.Oro, Ágata, Esmalte. 1600 – 1650
Copa de ágata con tapa. Oro, Ágata, Calcedonia, Esmalte. 1600 – 1650

-Copita de ágata y carneola. Oro, Ágata, Carneola, Alabastro, Esmalte. 1670 – 1700
-Vaso aovado de ágata con camafeos en pie, vástago y remate. Oro, Ágata, Calcedonia, Carneola, Plata dorada, Esmalte. 1600 – 1630.
-Copa de ágata con un asa Oro, Ágata, Esmalte. 1650 – 1675

Copa agallonada de jaspe con tapa Jaspe. 1550 – 1600
Taza de jaspe abarquillada. Oro, Jaspe multicolor agatizado. Siglo XVII.

Taza oval de jaspe con vástago calado. Oro, Jaspe, Esmalte. 1625 – 1630
Salvilla de pie alto de heliotropo Oro, Heliotropo, Esmalte. 1600 – 1630

Copa abarquillada de heliotropo Oro, Heliotropo, Esmalte. 1600 – 1625
Copa de lapislázuli. Oro, Lapislázuli, Esmalte. 1630 – 1640

Copa de heliotropo con dos mascarones Oro, Heliotropo. 1650 – 1700
Copa abarquillada de ágata con una banda de aves y flores en la... Oro, Ágata, Rubí, Diamante, Esmeralda, Jaspe, Esmalte.

Bandeja oval de ágata con decoración cruciforme Ágata. Siglo XVII
Fuente con la historia de Hermafrodito y camafeos de los Doce Césares Oro, Plata dorada, Cristal de roca / cuarzo hialino, Lapislázuli.

Salvilla de lapislázuli Plata dorada, Lapislázuli. Hacia 1689
Salvilla de cristal ovalada Plata dorada, Cristal de roca / cuarzo hialino. 1600 – 1610

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Estuche para cofrecito. Tela, Cuero, Madera. Siglo XVII 
Estuche para jarro de cristal con una sirena por asa Tela, Cuero, Madera. Siglo XVIII 
Estuche para vaso con emperadores Tela, Cuero, Madera. Siglo XVIII ANÓNIMO

Estuche para Vaso aovado de ágata con camafeos en pie, vástago y remate Tela, Cuero, Madera. 1650 – 1711 
Estuche para Copa gallonada de pie alto con rubíes Terciopelo, Metal, Cuero, Madera. Hacia 1600
Estuche para Copita de ágata y carneola Seda, Terciopelo, Metal, Madera. 1670 – 1700 

Estuche para Copa abarquillada de ágata con Cupido sobre un dragón Terciopelo, Metal, Cuero, Madera. 1600 – 1711 
Estuche para Salero de cristal de roca en forma de delfín Metal, Tela, Cuero, Madera. 1670 – 1711 
Estuche para Bernegal de heliotropo con tapa y asas de oro Terciopelo, Metal, Cuero, Madera. Hacia 1610 

Estuche para Copa de ágata con un asa Metal, Tela, Cuero, Madera. 1650 – 1675 
Estuche para Vaso de cristal en forma de barco con Neptuno sobre un delfín Metal, Tela, Cuero, Madera. Hacia 1590 
Estuche para Jarro de cristal con gran asa en forma de cartón Seda, Metal, Cuero, Madera. 1689 – 1711 

Estuche para vaso de sardónice con cabeza de águila. Terciopelo, Metal, Madera. 1689 – 1711 
Estuche para el Barco de la tortuga. Terciopelo, Metal, Cuero, Madera. 1570 – 1590 
Estuche para vaso en forma de orza con labor de panal. Terciopelo, Metal, Madera. 1680 – 1711 

Estuche para copa de sanguina con tres delfines de color de oro Tela, Cuero, Madera. Segunda mitad del siglo XVII 
Estuche para vaso desaparecido con forma globular Metal, Tela, Cuero, Madera. 1650 – 1711 

Estuche para Fuente con la historia de Hermafrodito y camafeos de los Doce... Metal, Tela, Cuero, Madera. 1650 – 1711 
Estuche para Bandeja oval de ágata con decoración cruciforme. Metal, Tela, Cuero, Madera. 1600 – 1711.

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Vaso gallonado de heliotropo con turquesas. Plata dorada, Turquesa, Heliotropo, Esmalte. 1600 – 1620 
Bernegal de heliotropo con tapa y asas de oro Oro, Heliotropo, Esmalte. Hacia 1610 
Copa de heliotropo con cabezas de leonas Oro, Heliotropo, Esmalte. Hacia 1665 

Copita de jaspe parcialmente agatizado. Oro, Plata dorada, Jaspe, Esmalte. 1610–1620 
Taza de heliotropo con turquesas y rubíes Oro, Rubí, Turquesa, Heliotropo. Siglo XVII. 
Pomo con asas en forma de delfines. Oro, Onfacita. Después de 1689. 

Bandeja oval de heliotropo con retícula octogonal Oro, Plata dorada, Latón, Heliotropo, Perlas, Esmalte. 
Bandeja oval de heliotropo Oro, Plata dorada, Cobre dorado, Heliotropo, Perlas, Esmalte. 

Copa abarquillada de ágata con Cupido sobre un dragón Oro, Ágata, Rubí, Diamante, Esmeralda, Esmalte.
Copa abarquillada de ágata con sirena alada Oro, Ágata, Alabastro, Perlas, Esmalte. 1600 – 1630 

Copa gallonada con cabeza de águila Oro, Plata dorada, Rubí, Serpentina, Diamante.
Copa de heliotropo con pie, en forma de ánade Oro, Heliotropo, Esmalte. 1590 – 1620

Jarro de sardónice Ágata sardónice. 323 A.C. - 321 a.C. 
Copa con sirena de oro Oro, Ágata, Rubí, Diamante, Esmalte. 1550 – 1575 
Guarniciones del pie y del vástago de un vaso con varias figuras desaparecido Oro, Esmalte. 1675 – 1700 

Copa avenerada de jaspe con caracol en la tapa Amatista, Oro, Plata dorada, Rubí, Topacio, Turquesa. 
Vaso oriental de jade con pie de plata dorada Plata dorada, Jade nefrita. 1684 - 1687
Copita abarquillada de ágata con dos mascarones y tapa Oro, Ágata, Esmalte. 1590 - 1600

Copita de ágata con bandas oscuras Oro, Ágata, Esmalte. Hacia 1630 
Copita de heliotropo en forma de venera con asas Oro, Heliotropo, Esmalte. Hacia 1600
Vaso en forma de orza con labor de panal Oro, Rubí, Heliotropo, Esmalte. Hacia 1680

Taza baja gallonada de calcedonia Oro, Calcedonia, Esmalte. 1570 – 1600 
Taza abarquillada con pie de filigrana Plata dorada, Jaspe multicolor. 1650 – 1689 

Cuenco de ágata. Siglo XVII 
Taza de ágata en forma de melocotón. Siglo XVII 

Pomo de ágata con mascarones Oro, Ágata, Rubí, Diamante, Esmalte. 1550 – 1600 
Gran vaso con tapa, de jade y plata dorada Plata dorada, Jade nefrita. 1684 – 1687 

Taza de ágata con ramos de oro y rubíes Oro, Ágata, Rubí. 1580 – 1620 
Taza de oro con turquesas y rubíes Oro, Rubí, Turquesa. 1580 – 1630 

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Copa de jaspe con camafeos y esmeraldas Ágata, Calcedonia, Plata dorada, Jaspe. 1662 - 1675
Cuenco de jaspe con camafeos en tapa y pie Oro, Ágata, Calcedonia, Pasta vítrea, Jaspe, Lapislázuli.
Vaso de ágata con tres bandas de camafeos. Oro, Ágata, Calcedonia, Carneola, Plata dorada, Lapislázuli. 

Vaso de ágata con banda central de camafeos Oro, Ágata, Calcedonia, Carneola, Plata dorada, Esmalte. 1680 – 1688
Copa de pie cuadrado de jaspe con camafeos Oro, Ágata, Calcedonia, Carneola, Plata dorada, Rubí, Esmeralda.
Copa de pie cuadrado de jaspe con camafeos. Oro, Ágata, Calcedonia, Carneola, Plata dorada, Rubí, Esmeralda.
Vaso aovado de ágata con dos bandas de camafeos Oro, Ágata, Calcedonia, Plata dorada, Esmalte. Hacia 1680 

Arqueta recubierta de camafeos Amatista, Oro, Ágata, Carneola, Plata dorada, Sardónice, Seda.
Cofre ochavado recubierto de oro esmaltado con entalles y camafeos Amatista, Oro, Ágata, Carneola, Plata dorada, Prasio, Granate.

Busto de Enrique IV de Francia (1595-1610). Pasta vítrea. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII.

Busto de mujer Ágata. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII 
Filosofía Ágata. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII 

Busto de mujer. Calcedonia. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII 
Busto de mujer. Ágata. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII 

Busto de hombre barbado Calcedonia. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII 
Busto de mujer con indumentaria del siglo XVI Carneola. Finales del siglo XVI - Principio XVII 
Busto de hombre Carneola. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII 

Busto masculino con corona de laurel. Ágata. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII 
Busto de niño Calcedonia. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII 
Camafeo con inscripción hebrea Ágata. Siglo XIII 

Busto de mujer con indumentaria clásica Calcedonia. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII. 
Busto de mujer con indumentaria el siglo XVI. Calcedonia. Finales del siglo XVI - Principio del siglo XVII 

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FUENTE: MUSEO NACIONAL DEL PRADO

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Y hasta aquí, la colección conocida como El Tesoro del Delfín, cuyo valor intrínseco, resultará más interesante, si cabe, cuando, en breve, recordemos la compleja historia de los tres personajes por cuyas mayos pasaron estos valiosos objetos: Luis XIV rey de Francia; su hijo, el Gran Delfín, que no llegó a reinar, y Felipe V, hijo de este último, que fue el primer rey Borbón de España, definitivamente asentado, tras la Guerra de Sucesión.

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