lunes, 26 de octubre de 2020

Yorgos Seferis en Chipre ●Heleni ● Poesía

EL 16 de Agosto de 1960, Chipre se independizó del Imperio Británico; Yorgos Seferis había publicado, en aquella ocasión, en su "Diario de a Bordo III" / Ημερολόγιο καταστρώματος, Γ, el poema que sigue: HELENI.

Chipre alcanzó su independencia oficial después de 46 años bajo administración británica, por la firma del Tratado de Londres y Zúrich en 1959. El hecho se conmemora el 1 de octubre. La salida de las autoridades británicas supuso un proceso de reconversión política muy complejo a causa de la tensa convivencia entre dos grupos étnicos enfrentados; grecochipriotas y turcochipriotas, que aún provoca conflictos diplomáticos entre Nicosia y Ankara.


Yorgos Seferis: Esmirna, 1900 – Atenas 1971 (Premio Nobel de Literatura, 1963).

Helena. Cerámica. Louvre. Detalle.

Crátera de figuras rojas, de forma de campana, c. 440. Menelao persigue a su esposa, Helena. Eros vuela entre ellos.

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HELENA

Teucro: a la tierra de Chipre, en medio del mar, donde Apolo dispuso mi nuevo hogar, la llamaré Salamina, en memoria de mi isla, de mi patria perdida. (Teucro, hermanastro de Ayax de Salamina, fundó otra Salamina en Chipre, tras la muerte de Ayax).

Helena: Jamás estuve en Troya, fue una quimera.

El mensajero: ¿Qué dices? ¿Entonces hemos sufrido todo esto por una sombra? 

Eurípides, Helena

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Ἑλένη

“Τ᾿ ἀηδόνια δὲ σ᾿ ἀφήνουνε νὰ κοιμηθεῖς στὶς Πλάτρες.”

Eleni

"Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres." 

Tímido ruiseñor, entre el hálito de las hojas, 

tú que aportas la fresca música del bosque 

a los cuerpos separados y a las almas 

de los que saben que no volverán. 

Ciega voz, que aleteas entre recuerdos nocturnos,

pasos y gestos. -No me atrevo a decir besos-; 

y la amarga furia de la esclava. 

"Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres." 

 ¿Qué es Platres? ¿Quién conoce esta isla?

Pasé la vida oyendo nombres desconocidos:

nuevos lugares, nuevas locuras de los hombres

o de dioses; 

el destino, como las olas, 

entre la última espada de un Ayax

y otra Salamina, 

me trajo aquí, a esta playa. 


La luna 

surgió del mar como Afrodita;

ocultó las estrellas del arquero -Sagitario-, ahora va a buscar

el corazón de Escorpio, y todo cambiará.

¿Dónde está la verdad?

Yo también fui arquero en la guerra [Teucro]:

mi destino, el de un hombre que falló el tiro. 


Y los ríos se llenaban de sangre y lodo, 

por una oleada de lino, por una nube, 

por el aleteo de una mariposa, por el plumaje de un cisne, 

por una túnica vacía, por una Helena. 

¿Y mi hermano? 

Ruiseñor, ruiseñor, ruiseñor,

¿Qué es un dios? ¿qué no es un dios? ¿Y qué entre los dos? 

"Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres." 

Ave llorosa, en Chipre, la que el mar besa

donde me enviaron para que recordara mi patria,

llegué sólo con este mito,

Ruiseñor poeta, 

en una noche como ésta en la playa de Proteo 

también te oyeron las esclavas espartanas y prorrumpieron en llanto,

y entre ellas —quién lo diría— ¡Helena! 

Aquella que perseguimos durante años junto al Escamandro. 


Estaba allí, junto al desierto; me acerqué y me habló: 

"No es verdad, no es verdad", gritaba, 

"Nunca entré en la nave de proa azul. 

Nunca pisé la valerosa Troya". 


Con el ceñido sayal, el sol en los cabellos y su porte, 

sombras y sonrisas por todas partes, 

en los hombros, en los muslos, en las rodillas; 

radiante la piel, y los ojos 

con sus largas pestañas, 

estaba allí, a la orilla de un delta. 

¿Y en Troya? 

En Troya, nada —una sombra.

Así lo quisieron los dioses. 

Y Paris se acostaba con una sombra como si fuera un cuerpo real;

y nosotros nos matamos durante diez años por Helena.


Un gran dolor cayó sobre Grecia. 

Tantos cuerpos arrojados 

a las fauces del mar, a las fauces de la tierra; 

tantas almas entregadas como trigo a la piedra del molino. 


Si es verdad que se trata de un mito,

si es verdad que los hombres no volverán a caer

en la vieja trampa de los dioses; 

si es verdad 

que otro Teucro, después de tantos años,

o un Ayax o un Príamo, una Hécuba,

o cualquier desconocido, 

alguien anónimo, que, a pesar

de ver un Escamandro rebosante de cadáveres, [1]

no tenga en su destino poder escuchar

al mensajero que viene a decirle,

cómo tanto dolor, tanta vida,

cayeron al abismo

por una túnica vacía, por una [quimérica] Helena.

πὼς τόσος πόνος τόση ζωὴ

πῆγαν στὴν ἄβυσσο

γιὰ ἕνα πουκάμισο ἀδειανὸ γιὰ μίαν Ἑλένη.

[1] Homero: Ilíada, XXI, 210 ss.; el enorme número de cadáveres que Aquiles arrojó al Escamandro, llegó a formar una especie de presa, que obstruyó el curso del agua.

Grabado de 1795, obra de Tommaso Piroli (1752 – 1824) a partir de un dibujo de 1793 de John Flaxman, empleada en una edición de la Ilíada: Escamandro mueve sus aguas y los cadáveres que hay en ellas contra Aquiles.

La estancia de Helena en Troya no habría sido más que un engaño, o una excusa, de acuerdo con autores como Estesícoro; Palinodia, que cita Platón en Fedro y, además, recuerdan Heródoto, y Eurípides.

Por otra parte, algunos críticos dicen que el verso “Los ruiseñores no te dejan dormir en Platres” era un reclamo publicitario; pero otros aluden al hecho de que los ingleses allí residentes, se quejaban, precisamente, de aquellos cantos madrugadores.

Seferis se trasladó a Beirut en 1952, como embajador de Líbano, Siria, Jordania e Iraq, hasta 1956. Desde allí hizo tres viajes a Chipre en 1953, 1954 y 1955, convirtiéndose en testigo de excepción de los momentos más graves de la llamada “cuestión chipriota”, frente a la oposición británica a la reunificación de la isla con Grecia.

En Diario de a bordo III, Seferis muestra, anímica, poética y dolorosamente su posición ante la situación de Chipre en aquel momento; toda su emoción se refleja en el poema Heleni. Ante el hecho, que, como hemos visto, ya aparecía en la tragedia de Eurípides, en la que Príamo, el rey de Troya, aseguraría a Helena: “Tú no eres responsable de esta guerra”.

Seferis esperaba y deseaba, que los hombres no volvieran a caer en lo que llama “vieja trampa de los dioses”; esa quimérica Elena.

Elena de Troya. Museo Victoria y Alberto, Londres.

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Nota del poeta, en la primera edición del "Diario de a bordo":

"Los poemas de esta colección, además de Μνήμη, Α΄y Μνήμη, Β΄ / Memoria, o Recuerdo, I y II me fueron inspirados en el otoño del 53 cuando viajé por primera vez a Chipre. Fue la revelación de un mundo y, además, la experiencia de un drama humano que, cualquiera que fuera el propósito de los hechos sucedidos, mide y juzga a nuestra humanidad. Volví a la isla en el 54. Pero incluso ahora que estoy escribiendo esto en una mansión muy antigua en Varosia —una casa que está a punto de convertirse en un árbol—, me parece que todo quedó cristalizado en torno a las primeras sensaciones de aquel otoño tardío. La única diferencia es que, desde entonces me he vuelto más íntimo, más veraz. Y reflexiono sobre el hecho de que, si encontré en Chipre tal inspiración, fue, quizás porque la isla me dio todo lo que tenía que darme en un contexto lo suficientemente limitado como para que no desapareciera, como en las grandes capitales del mundo, cada sentimiento, y lo suficientemente amplio como para encajar en el milagro. 

Es extraño decirlo hoy; Chipre es un lugar donde el milagro todavía se produce. Aquí es donde empecé a ver las sensaciones que se me acercaban, y... podría decir mucho más para explicarme, pero no es mi propósito..."

Βαρώσια /Varosia, septiembre de 1955.

La primera edición de la colección se publicó en 1955 bajo el título, Chipre, donde me predijeron... y se incluiría en la tercera edición de los poemas de Seferis, en 1962, con el título de Diario de a bordo. La forma final de la colección se completó, por deseo del poeta, con "Los gatos de San Nicolás", Οι γάτες τ’ Αϊ-Νικόλα, con el que terminó el poemario el 5 de febrero. 1969.




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sábado, 17 de octubre de 2020

1961 ● Desaparece de la National Gallery un retrato de Wellington, pintado por Goya


El retrato desaparecido del duque de Wellington. 1814. 

Francisco de Goya, (1746-1828) realizó este retrato durante la Guerra de la Independencia, de forma privada, para el duque de Wellington. Su realización se convirtió en algo verdaderamente problemático, que pudo desatar un grave enfrentamiento entre el militar y el artista, como veremos, a pesar de lo cual, quedó terminado en 1814.

Se trata de un retrato de medio cuerpo en el que lo que más llama la atención son las condecoraciones que le penden del cuello y lleva prendidas en la casaca de militar. La banda rosa y la estrella superior que lleva sobre la pechera pertenecen a la Orden del Baño; la banda azul y la estrella inferior izquierda pertenecen a la Orden de la Torre y Espada de Portugal; la estrella inferior derecha pertenece a la Orden de San Fernando y el Toisón de Oro. Cuelga de su cuello el distintivo de la Orden del Toisón de Oro, que le fue concedida en España en agosto de 1812.

El rostro, que está pintado con gran precisión, mira al espectador con inteligencia a la vez que transmite serenidad. Se aprecian las diferencias entre las pinceladas empastadas y llenas de pintura dadas al cuerpo y condecoraciones del modelo y las realizadas en el rostro que son mucho más precisas, delicadas y compactas. 

[Fuente: Fundación Goya en Aragón].

Después de pasar por varias manos, finalmente, fue muy notoria su venta en Sotheby's, a un comprador americano, pues provocó numerosas reclamaciones el hecho de que un retrato de carácter histórico y de un personaje tan popular, saliera del país. 

Ante el clamor público, el gobierno británico invocó una vieja ley para anular la venta mientras se estudiaba el caso. Sea como fuere, el comprador aceptó entregarlo a la National Gallery en junio de 1961, por la misma cantidad que él había pagado; 140.000 Libras. Gracias, en parte, a una colecta popular, y en parte a una aportación estatal, se reunió la cantidad y el cuadro fue inmediatamente expuesto en el museo, constituyendo un enorme éxito de visitas, tras la publicidad dada por la prensa a su compra. 

Pero los problemas no habían terminado. Apenas dos meses después, la famosa obra maestra de Goya desapareció misteriosamente del museo y no fue recuperada hasta mayo de 1965, después de casi cuatro años de perplejidad y desorientación, ya que se trataba de un “robo” muy particular, aparentemente, no motivado por su valor económico, ni por el deseo de enriquecerse por parte de “robador”, cuya acción tampoco estaba tipificada penalmente, lo que, por otra parte, provocó que, en 1968, se introdujera un nuevo tipo de delito en el Código Penal británico.

Cuando los vigilantes del museo observaron la falta de la pintura, no habiéndose producido la menor señal de alarma, creyeron que habría sido retirada por especialistas de la galería, que olvidarían colocar un aviso en el lugar en que había estado colgado el lienzo, como era costumbre, de modo que, las primeras veinticuatro horas transcurrieron sin que cundiera el pánico, pensando en un descuido. 

Pero a las ocho de la mañana del día siguiente, la desaparición del retrato ya era evidente, por lo que después de avisar a la policía a las nueve y media, se procedió a buscarlo por todo el edificio y a interrogar al personal, considerando todavía la posibilidad de un descuido, o un error, ante la falta de evidencias de que se hubiera producido un robo.

“El Goya desaparecido”

Ante la desconcertante falta de pistas, y del menor rastro que condujera a alguna conclusión lógica, el 26 de septiembre de 1961, la Galería ofreció públicamente una recompensa de 5.000 Libras a quien devolviera la pintura.


Durante los primeros días se llegó a fantasear, incluso, sobre el hecho de que los ladrones pertenecieran a una banda francesa que ya se había apoderado en París de una valiosa colección de pinturas. Se dijo, al efecto, que el robo del Retrato del Duque de Wellington no era sino una especie de venganza histórica por la victoria británica sobre Napoleón, pero se esperaba que, una vez restaurado el honor patriótico a través del sonado escándalo, la pintura sería devuelta, pues no tendría sentido retenerla. Pero no fue así.

Entre las numerosas y falsas cartas anónimas inspiradas por el deseo de la recompensa, llamaron la atención algunas, al parecer, del mismo remitente, de las que la primera, que había llegado a la agencia de noticias Reuters, el 31 de agosto de 1961, contenía detalles de ciertos datos que aparecían en el reverso del lienzo, desconocidos para todo el mundo, y de los cuales, por lógica, solo podía hablar alguien que los hubiera visto personalmente. Después continuaba: 

Tengo el Goya. No lo voy a vender… solicito un rescate de 140.000 Libras, que deben destinarse a obras de caridad. Si se crea un fondo, debe hacerse rápidamente y cuando se prometa el perdón para los culpables, la pintura será devuelta.

Una segunda carta se recibió en la Agencia de Noticias Exchange Telegraph, el 4 de julio de 1962: 

El Duque está a salvo. La temperatura de conservación y su cuidado están garantizados, aunque su futuro es incierto… Queremos un indulto para salir del país y que se inicie el fondo de 140.000 libras…

Y una tercera:

“Goya Com’ 3 

El Duque está seguro. La temperatura vigilada – su futuro incierto. La pintura no está mal cuidada, iría en contra de nuestro propósito y nos deja expuestos a la posibilidad de un arresto. Queremos el indulto o el derecho a salir del país – el destierro. Pedimos que algún inconformista con la fortaleza intrépida de un Montgomery inicie la creación del fondo de 140.000 libras. Ninguna ley podrá tocarlo. La moral pública puede fruncir el ceño – pero Dios debe estar sonriéndome...”. 

“Goya Com’3” enviada a la agencia de noticias Exchange Telegraph.

La policía se negaba a hacerse eco de tales comunicados y por tanto, no los contestaba, pero dos cartas más hicieron que la investigación asumiera otro punto de vista.

La carta 4 aseguraba: 

“Los términos son los mismos…. Una amnistía en mi caso no estaría fuera de lugar. Scotland Yard está buscando una aguja en un pajar, pero no tiene ni idea de donde está el pajar… estoy ofreciendo tres peniques de leña antigua española, a cambio 140.000 libras de felicidad humana.”

Y ya en marzo de 1965, llegaba la carta titulada “Com 5 y Final”: 

“El Wellington de Goya está a salvo. He considerado este asunto como una aventura en broma “…las autoridades se niegan a verlo de esta manera. Ahora que sé que estoy en medio del mal, he ido demasiado lejos para retroceder.“ 

El remitente ofrecía, para entonces, la devolución anónima de la pintura, que debía ser expuesta, para poder ser visitada de nuevo, mediante el pago de cinco chelines, y que los fondos así obtenidos, se entregaran a una organización benéfica. Además, el autor de la extracción de la obra de Goya, no debía ser perseguido.

El Daily Mirror aceptó con entusiasmo el reto de organizar aquella exposición, sugiriendo: “este gran tesoro nacional del arte debe ser conocido inmediatamente en todo quiosco de prensa en la tierra”. En cuanto al responsable de la sustracción, ni la policía, ni la National Gallery podían ofrecerle inmunidad, aunque el Mirror se ofreció a actuar y actuó como intermediario.

Así, en mayo de 1965 llegó un sobre a las oficinas del periódico, que contenía un resguardo de equipaje de la consigna de New Street, la estación de ferrocarril de Birmingham. Y allí apareció, enrollado, el retrato de Wellington realizado por Goya, en perfecto estado de conservación, aunque, naturalmente, sin marco. 

El envoltorio había sido depositado por un tal “Mister Bloxham”; un falso nombre, evidentemente, que, con toda probabilidad hacía referencia a la obra de Oscar Wilde, “La importancia de llamarse Ernesto“ –como se ha dado en traducir “La importancia de ser correcto”-, en la que una señora Bloxham encuentra un bebé en una bolsa, en el control de equipaje de una estación de ferrocarril.

Finalmente, la pintura se mostró en una conferencia de prensa el 24 de mayo de 1965, volviendo, acto seguido a recuperar su lugar en el museo, casi cuatro años después de su desaparición.

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La policía seguía ignorando la verdadera personalidad del “Señor Bloxham”, hasta que, unos meses después, en julio de 1965, un hombre de edad madura, llamado Kempton Bunton se presentó en una comisaría y declaró que era el autor del robo del retrato de Goya. 

Se trataba de un taxista jubilado, cuyo aspecto, hizo difícil que la policía lo tomara en serio al principio, pues su imagen no encajaba, ni lejanamente, con la que ellos se habían forjado del autor de las notas que permitieron la recuperación del famoso retrato. De hecho, el hombre mostraba un notable parecido con Alfred Hitchcock, pero en absoluto respondía al perfil que Scotland Yard se había creado sobre el “secuestrador” del Duque de Wellington, al que imaginaban como una persona joven, fuerte, con ingenio y, sobre todo, con conocimientos de arte. 

Kempton Bunton, el ladrón del Retrato del Duque de Wellington, según la Justicia Británica

Pero cuando Bunton confesó el móvil de su delito, por fin pudo asociarse con una de las características del autor de los comunicados: había sido multado en dos ocasiones por negarse a pagar la cuota para poder ver la televisión; un acto de desobediencia civil que encajaba con el motivo aducido para llevar a cabo el robo y con el rescate propuesto en las notas enviadas a los medios. Veamos el asunto en detalle. 

Kempton vivía en Yewcroft Avenue, Newcastle en la época que sucedieron los hechos y ya había aparecido en el Evening Chronicle a principios de la década de 1960, por su participación en una campaña a favor de la concesión de licencias de televisión gratuita para jubilados. Él mismo había alterado su televisor para que no pudiera recibir la BBC, al tiempo que se negaba a pagar su cuota personal, alegando que no veía aquel canal, lo que, de hecho, le había costado dos breves condenas en la cárcel de Durham. 

Fue por entonces, cuando supo que un acaudalado americano había adquirido la pintura de Goya del duque de Wellington, para su colección privada. Cuando el Gobierno pagó las 140.000 libras para evitar que la obra de arte saliese del país, Kempton dijo haberse sentido profundamente indignado: 

-¿Saben cuántas licencias de televisión para jubilados se podrían haber pagado?” 

Por entonces, conducía camiones de largo recorrido y, en uno de sus viajes, se alojó en Londres. Movido por la publicidad que se había dado a la adquisición de la obra de Goya, decidió visitar la National Gallery.

Charló con los vigilantes acerca del sistema de seguridad de alta tecnología que protegía todas las pinturas famosas; un sistema que hacía imposible, incluso para los ladrones más sofisticados, acercarse a los cuadros, excepto a primeras horas de cada mañana, cuando los sistemas se apagaban para realizar los trabajos de limpieza. Kempton, que, como sabemos, ya tenía una reivindicación, de inmediato sintió que había dado con el medio de apoyarla públicamente. 

-“Fue un golpe de suerte para mí. Los guardias debían estar jugando a las cartas. Me metí en una escalera a la izquierda de la obras“. 

“He sido multado tres veces por no pagar mi licencia de televisión. En el momento en que me llevé la pintura estaba indignado porque el Gobierno no permitía la televisión gratuita para los pensionistas. Por eso la robé.“

La declaración de Kempton Bunton, cuando se entregó a la policía en julio, presentaba tres puntos fundamentales:

-No me gustaría que nadie se beneficiara económicamente. 

-Estoy enfermo, y cansado de todo este asunto. 

-Al entregarme en Londres pretendo evitar el estigma de ser traído aquí encadenado. 

Pero fue detenido entonces, y acusado de varios cargos: 

-El robo del cuadro, 

-Exigir dinero con amenazas, 

-Molestias causadas al público con la sustracción y 

-Retención ilegal de un cuadro expuesto en la Galería Nacional.

Kempton Bunton, declaró, por medio de su abogado:

No tenía ninguna intención de quedarme con la pintura o de privar a la nación de forma permanente de la misma. En cuanto al marco creo que era de color dorado y lo dejé el 21 o 22 de agosto de 1961 en un armario bajo las escaleras en una casa a tres millas de Kings Cross; no es cierto que lo tirara al Támesis, como dije; fue porque no quería dar explicaciones… 

Mi único objetivo era la creación de una organización benéfica que pagase las licencias de televisión para los ancianos y los pobres que están muy descuidados en una sociedad con tanta abundancia.

El juicio fue casi tan sorprendente como el robo. Los abogados de Bunton argumentaron que no podía ser culpado, porque siempre tuvo la intención de devolver la pintura. El juez aceptó el argumento y ordenó al jurado que actuara en consecuencia; y que si no creían que Bunton había tenido la intención de mantener la pintura en su poder –algo evidente, ya que él mismo la devolvió-, debería ser absuelto. 

El jurado encontró a Bunton “no culpable” del robo de la pintura, pero sí del marco, ya que nunca fue recuperado. En consecuencia, el juez le condenó a tres meses de prisión, tras amonestarle: “Aunque los motivos sean buenos, no pueden justificar el robo, y el hecho de atacar una galería pública, extrayendo de ella una valiosa imagen, para utilizarla con fines propios, debe ser desalentado.“

“Bunton no culpable del robo del Goya”

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Este hecho provocó un importante cambio en la legislación del Reino Unido, creándose la Theft Act 1968; una ley que revisaba las anteriores en materia de robo y delitos similares en Inglaterra y Gales. El Parlamento incluyó una cláusula que convertía en un acto ilegal, el hecho de “extraer sin autorización cualquier objeto que se muestre o se mantenga para su exhibición en un edificio de acceso el público” –y ello a pesar de cualquier motivo que pudiera presentarse como justificación, incluso de la intención previa de devolver el objeto-. 

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En otros aspectos, sin embargo, la historia de Bunton, proponía ciertas dudas importantes. Para empezar, no encajaba el hecho de que un hombre corpulento, de edad avanzada y con sus energías bastante disminuidas, hubiera sido capaz de llevarse aquella obra de arte por una ventana, y descender, con ella en las manos, más de cuatro metros. 

Por otra parte, en 1969, varios años después de la condena de Bunton, se presentó otra persona afirmando ser el responsable del robo. Bunton se retractó y afirmó su inocencia, si bien en Scotland Yard se llegó a la conclusión de que el nuevo confeso no era creíble y que Bunton, por tanto, seguía siendo responsable, si bien, su abogado, añadió entonces, que alguien robó la pintura y se la pasó a Bunton, para que pudiera utilizarla en la promoción de su causa social.

En 1996, sin embargo, la National Gallery emitió un comunicado declarando que Bunton probablemente era inocente después de todo y que el autor podría haber sido su hijo. Tal declaración se produjo dos décadas después del robo y el proceso; demasiado tarde para exculpar a Bunton, que había fallecido en 1977. De ser exacta la conclusión de la galería, aquel extraño robo, a pesar de la recuperación de la obra, no habría sido verdaderamente resuelto hasta entonces.

Algún tiempo después, los jubilados quedaban eximidos del pago de las licencias de televisión, al menos, hasta 2017. 

Dondequiera que se hallara para entonces, Kempton Bunton debió considerar alcanzado su objetivo, fuera él, o no, el autor del gran robo del siglo XX, en un caso sólo superado en el XIX, por la desaparición de la “Gioconda” del Museo del Louvre. En esta ocasión se trataba del primer suceso de repercusión internacional que afectó a la National Gallery, ya con 138 años de historia.

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El asunto se hizo tan popular que, en la película Dr. No, de la primera de las novelas de Ian Fleming con su personaje James Bond, estrenada en 1962; aparece el refugio submarino del malvado científico en Cayo Cangrejo, Jamaica. En una escena, Sean Connery -James Bond-, se detiene repentinamente, sorprendido, cuando ve, colocado en un caballete; el retrato del Duque de Wellington, de Goya, que, en aquel momento estaba en paradero desconocido.

En cualquier caso, el hombre que en principio fue considerado como un sofisticado delincuente, que habría desafiado los perfectos sistemas de alarma de tan célebre museo, pasó a ser un moderno Robin Hood que robaba al Estado para ayudar a los pobres; un hombre indignado con el Estado y enfrentado a una sociedad que daba la espalda a los jubilados con pocos medios económicos.

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Para terminar, conocemos con cierto detalle la tensa relación creada en su día entre el pintor y el duque, desatada a raíz, precisamente de la creación por Goya, del retrato de este último, narrada por Mesonero Romanos en su libro: Memorias de un Setentón Natural y Vecino de Madrid, a quien se lo contó “uno de los más importantes interlocutores de la escena.” 

A través de este breve relato, es posible discernir lo que sería el colosal carácter de ambos personajes:

“¡Y viva la nación!

¡Y viva Velintón!”.

Son los versos populares que preceden a nuestra historia, que destaco por el interés de su castiza grafía. De hecho, los españoles conocían a los personajes internacionales de complejos nombres, que ellos simplificaban libremente, para facilitar su pronunciación, así, resulta igualmente curioso que dijeran y escribieran “Guaterrale”, para designar a Walter Raleigh, o hispanizaran a Drake, como Draquez, todo lo cual, presupone, en cualquier caso, su interés por estar informados acerca de personajes de resonancia internacional, mientras que, al parecer, el señor Wellington mostró siempre un desinterés absoluto por todo lo relativo a España, incluyendo un mínimo conocimiento de su idioma del reinó que le condecoró y premió de mil maneras.

Describe, pues, Mesonero Romanos, una escena quasi teatral, en la que aparecen cuatro personajes:

El propio Goya, frente a Wellington, y Javier, el hijo del pintor -los tres retratados por el artista-. Abajo, a la derecha, el General Álava, retratado por George Dawe.

    “Para concluir lo poco que puedo narrar de la estancia, en Madrid de este ilustre personaje, estamparé aquí una anécdota, que pudo tener las más graves consecuencias, y que muchos años después escuché de los labios de uno de los más importantes interlocutores de la escena.”

        “Deseando Wellingthon (no sé si por impulso propio o por excitación ajena) tener su retrato pintado por el celebérrimo Goya, pasó, acompañado de su amigo predilecto, el general Álava, a casa del artista, que, como es sabido, era una quinta de recreo y de labor a orillas del Manzanares, camino de San Isidro.

     -Sabe todo el mundo también la excentricidad y braveza del carácter de Goya, que le había granjeado tanta popularidad como sus mismas inmortales obras; y que esta condición, verdaderamente excepcional, se había exacerbado con una sordera tan profunda, que no alcanzaba a oír a cuatro pasos el estampido de un cañón.

      -Pues bien, dadas estas premisas, presentóse el Lord, acompañado de Álava, en el estudio de Goya, a quien le bastaba una hora de sesión para bosquejar un retrato, y este puso inmediatamente manos a la obra.

      -Cuando ya lo creyó en estado de poderle enseñar, lo presentó al Lord, el cual, o sea por escasa inteligencia, o sea por natural despego, hizo un gesto despreciativo y añadió no pocas palabras expresivas de que no le gustaba el retrato, que era un verdadero mamarracho y que no podía aceptarlo de modo alguno; todo lo cual decía en inglés al general Álava, para que lo trasladase al artista por conducto de su hijo D. Javier, que estaba presente, y por el lenguaje de los dedos, que era el único que podía servir a Goya. 

     -Observaba este con recelo y disgusto los gestos del Lord y sus contestaciones con Álava; y el hijo de Goya, persona muy instruida y que conocía la lengua inglesa, se negaba políticamente a poner en conocimiento de su padre ninguna de las apreciaciones ni palabras del Lord, procurando convencer a este de su equivocado concepto respecto a la pintura; pero ni las juiciosas observaciones del D. Javier, ni la prudente intervención del general Álava bastaban a mitigar la desdeñosa y altiva actitud de Wellingthon, como ni tampoco los accesos mal reprimidos de ira que se dibujaban en el rostro del artista; y a todo esto, don Javier, que observaba al uno y al otro, que veía a su padre echar siniestras ojeadas a las pistolas -que tenía siempre cargadas sobre la mesa-, y que temía un desenlace espantoso de aquel conflicto, no sabía a cuál acudir; hasta que vio levantarse al Lord con mucha arrogancia y ponerse el sombrero en actitud de partir. 

       Entonces Goya, sin poderse ya contener, echó mano a las pistolas mientras el Lord requería el puño de su espada, y sólo merced a los gigantescos esfuerzos del general Álava, diciéndole que el artista estaba atacado de enajenación mental, y los del hijo de Goya conteniendo por fuerza la mano de su padre, pudo al fin terminar una escena lamentable, que acaso hubiera atajado inopinadamente la serie de triunfos del vencedor de los Arapiles, del héroe futuro de Vitoria, de Toulouse y Waterlóo.”

La batalla de Waterloo, como es sabido, constituyó la derrota definitiva de Napoleón, el 18 de junio de 1815.

The Battle of Waterloo, 1824. (5,67 x 8,22). Obra de Jan Willem Pieneman, 1779–1853. Rijksmuseum ND.

Pieneman propone una panorámica del campo de batalla, cuando Wellington es informado de que la ayuda prusiana está en camino. Herido, a la izquierda, en primer plano aparece William, príncipe de Orange. En el centro, los comandantes y otros oficiales a caballo y, en el primer plano a la derecha, soldados heridos o muertos. Al fondo, el enfrentamiento en el campo de batalla.

El entonces Teniente General Don Miquel de Alava, es el cuarto personaje detrás de Wellington y se distingue -a pesar del notable parecido con algunos de los presentes-, porque lleva la Cruz de Santiago. Es el único español que aparece en la obra.

El Duque de Wellington dirige a sus generales en la batalla de Waterloo. El General Álava, mostrando la Orden de Santiago en el pecho, es el segundo por la derecha. 


Álava

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Goya: Autorretrato (h. 1800), Museo Metropolitano de Arte, Nueva York

Wellington se hizo retratar en muchas ocasiones, constituyendo una de ellas un nuevo trabajo de Goya, que veremos en una próxima entrada, junto con las muestras de que disponemos para observar su evolución biológica, además de sus diversas campañas en España, pero una de sus acciones más ilustradas fue, naturalmente, la batalla de Waterloo, de la que ya hemos visto una representación de grandes proporciones, y que supuso la derrota y caída definitiva de Napoleón, que moriría en su exilio de la Isla de Santa Elena, siendo el primer personaje que desapareció -1821-, entre los protagonistas de esta época de terribles guerras.

Pero Wellington, que vivió hasta 1854, pudo sumar a sus múltiples retratos, un curioso daguerrotipo.

Daguerrotipo del duque de Wellington, a los 74 o 75 años, por Antoine Claudet, 1844

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martes, 6 de octubre de 2020

Pedro Sarmiento de Gamboa ● Marino, Cosmógrafo, Matemático, Escritor, Soldado, Historiador, Filólogo, Astrónomo, Científico, Humanista, Explorador, Conquistador e infortunado.

Retrato imaginario de Pedro Sarmiento de Gamboa, hombre de letras, de ciencia, y navegante. Guillermo Muñoz Vera

Nacido en Alcalá de Henares, hacia 1532, pronto fue llevado a Pontevedra, donde aprendió y practicó las artes navales, que ya constituían su trabajo en 1550. Se interesó profundamente en las matemáticas, y, al parecer le atraían el ocultismo y la magia, y perseguido en más de una ocasión por la Inquisición, si bien, no a causa de aquellas artes, sino por sus conocimientos astronómicos.

Hacia 1557, ya era un navegante bien formado, reflexivo y sereno, cualidades que, sumadas a una demostrada capacidad de expresión, le permitieron, cuando estuvo en el Virreinato de Nueva España, la oportunidad de redactar una Crónica sobre la cultura incaica: la Historia Índica. Buscando in situ la información necesaria para la preparación de este proyecto, conoció numerosos datos sobre el Pacífico meridional. El trabajo resultante, estuvo perdido hasta 1893.

En 1568 pilotó uno de los navíos que conformaban la expedición de Álvaro de Mendaña, que, por cierto, casi cuatro siglos después, se convirtió en la base de la excelente obra de Robert Graves, Las islas de la imprudencia. Durante la expedición se produjeron desórdenes y motines, pero consiguieron llegar a las 

A la vuelta de esta “aventura”, Sarmiento de Gamboa se vio envuelto en otra, tal vez más difícil y quizás, más peligrosa: la captura de Francis Drake, en la que, como es sabido, nunca alcanzó su objetivo.

Después de vivir nuevas aventuras y desventuras en el Estrecho de Magallanes, volvió a España, y se dedicó a elaborar cartas náuticas, además de inventar un ingenio capaz de calcular la longitud, gracias a sus conocimientos de Astronomía. Sin embargo, un nuevo viaje a la isla de Asunción vino a enturbiar sus últimos años. Falleció hacia 1592, al final de una travesía, en las proximidades de la costa de Lisboa. (BVMC)

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Tabula Magellanica de1635. Willem Janszoon Blaeu, cartógrafo neerlandés -PPBB-, 1571–1638).

Sarmiento de Gamboa, el reconocido marino, poseedor de los múltiples conocimientos arriba citados, fue nombrado por Felipe II Gobernador y Capitán General de las Tierras del Estrecho de Magallanes a finales de 1580.

En 1584 fundó las ciudades Nombre de Jesús y Rey Felipe— pero los nuevos pobladores que dejó allí, fueron muriendo de hambre o a causa de las extremas condiciones climáticas de la zona, frente a las cuales estaban indefensos. En 1590, parece que solo quedaba allí un hombre, que sería rescatado a principios de año, paradójicamente, por la nave inglesa The Delight. Para entonces, el lugar en el que residía el superviviente, ya era conocido en todas partes como Port Famine; Puerto del Hambre.

Aunque se cree que Sarmiento había nacido en Pontevedra, de donde era su familia paterna, y donde realizó sus primeros estudios, cuando fue interrogado por la Inquisición, en Perú, dijo haber nacido hacia 1532, en Alcalá de Henares, pero dada la situación en que se hallaba, resulta  tan inseguro el lugar, como la fecha; tal vez ocultó su verdadera procedencia, por considerarse Galicia tierra adepta a la brujería; un dato que podría utilizarse a favor de las acusaciones presentadas contra él. Sí conocemos el nombre de sus padres; Bartolomé Sarmiento, natural de Pontevedra, y María de Gamboa, natural de Bilbao.

En Pontevedra vivió hasta los dieciocho años, cuando entró en el servicio de las armas, todavía bajo el reinado de Carlos I, entre 1550 y 1555, período en que atravesó el océano por primera vez, permaneciendo en México durante dos años, de los cuales nada se sabe, excepto, de sus encuentros con la Inquisición, por haber organizado la parodia de un auto de fe, que le costó una sentencia de azotes en la plaza de Puebla y, es posible, aunque no seguro, que también el destierro, puesto que inmediatamente después, se fue a Perú, donde vivió desde 1557 hasta 1577. De aquel periodo procede una parte importante de su formación en Geografía y Astronomía, a la vez que se convirtió en un notable soldado y reconocido marino.

Tuvo que defenderse ante la Inquisición de Lima, en dos ocasiones, por sospechas de hechicería, basadas, como era común, en denuncias anónimas. A fines de 1564, cuando ya era un reconocido astrólogo, el arzobispo que actuaba como inquisidor, lo encarceló bajo la acusación de practicar nigromancia, de la cual resultó una orden de destierro dictada el 8 de mayo de 1565, pero, sorprendentemente, el mismo arzobispo le conmutó la pena por el compromiso de participar en una expedición por el Pacífico, que se preparaba en aquel momento. De aquella expedición surgió el descubrimiento de las Islas Salomón.

El año 1567, los españoles, atendiendo a la leyenda inca, de que, hacia el oeste, había unas islas que eran auténticas minas de oro, algunos comerciantes y capitalistas, ofrecieron al presidente de la Real Audiencia de Lima, Lope García de Castro, entonces gobernador general del Virreinato, en funciones, que Sarmiento de Gamboa, hiciera un viaje en busca de aquellas islas. García de Castro aceptó, y armó la expedición, cuyo objetivo sería, descubrir las islas, ocuparlas y poblarlas. Encargó la dirección a su sobrino, Álvaro de Mendaña, de veintidós años; a Sarmiento de Gamboa lo nombró cosmógrafo y capitán de una de las dos naves que formarían la expedición, encomendando el mando de la otra, a Pedro de Ortega.

Álvaro de Mendaña, 1541-1595

Las dos naves zarparon de el Callao el 20 de noviembre de 1567, con unos 160 hombres, pero, en lugar de seguir la derrota recomendada por Sarmiento, optaron por la que decidió Mendaña, aconsejado por el piloto mayor, Hernán Gallego. Las quiméricas islas de oro, no aparecieron, pero sí las Islas Salomón.

El 7 de febrero de 1568 llegaron a la primera de las islas, que fue llamada Santa Isabel; después pasaron un año recorriendo a fondo las innumerables islas del archipiélago en busca del oro. Sucesivos desacuerdos entre los capitanes, impidieron la posibilidad de crear un asentamiento, tal como les había sido ordenado en caso de descubrimiento.

Mendaña pensó que lo más recomendable era volver a Lima y equiparse debidamente para poder llevar a cabo el proyecto de poblar aquellas tierras, a cuyo efecto necesitaría, al menos, armas, ropas, semillas y madera.

Cuando llegaron a Callao, el 22 de julio de 1569, Sarmiento y Mendaña se culparon mutuamente de nulos resultados de la expedición. Para entonces, ya había sido nombrado Virrey Francisco Álvarez de Toledo, quien los citó ante la Audiencia de Lima, para que expusieran sus respectivos argumentos. Tal vez, gracias a la fluidez de su expresión, y a la admirable claridad y orden de sus argumentos, Sarmiento convenció al Virrey muy positivamente, quedando inmediatamente absuelto el marino de cualquier acusación.

Islas Salomón

En 1570 el virrey Francisco Álvarez de Toledo, con el objetivo de tomar posesión de aquellas tierras para la Corona, intentó demostrar que los incas -dueños de Perú cuando llegaron los españoles-, habían sometido a los naturales de las islas por la fuerza, lo cual, moral y legalmente, permitía a España intervenir, con el fin de liberar de ellos a los indígenas, y convertirlos después al cristianismo.

El Virrey y Sarmiento, para entonces, Cosmógrafo General de los Reinos del Perú, recorrieron las Islas desde 1570 hasta 1572, período durante el cual, Sarmiento, informándose por medio de los sucesores de primeros incas, escribió la Historia Índica, organizada en tres partes, siendo la primera, la descripción geográfica; seguía la historia de los incas, y concluía con la llegada y conquista por parte de los españoles, hasta 1572.

 

B.N. Chile

Portada de la segunda parte de la Historia Índica de Sarmiento de Gamboa, 1572.

   Durante el siglo XVI, fue en España objeto de serios estudios, sonadas controversias y eruditas disertaciones, el intento de dilucidar, si a pesar de la Bula del papa Alejandro VI, que otorgaba a Castilla la soberanía de las tierras que descubriese y conquistase, más allá de un meridiano trazado 100 leguas al Oeste de las islas de Cabo Verde, era lícita la conquista de aquellas tierras y la destitución de los que en ellas ejercían el poder hsta entonces.

    D. Francisco de Toledo, virrey del Perú, desde 1569 a 1581, quiso probar que los antepasados de los Incas reinantes en el Perú, a la llegada de los españoles, eran extranjeros, que por la fuerza se habían hecho señores de los naturales, estableciendo un gobierno tiránico, y, por tanto, que Castilla pudo lícitamente acabar con aquel estado social, estableciendo otro régimen para civilizar y convertir los indios al cristianismo.

    Para conseguir el fin que se proponía, ideó el Virrey que, tomando por base las declaraciones de los sucesores de los Incas y de los indios más conocedores de la historia de su país, se escribiera una general del Perú, confiriendo este cometido al capitán Pedro Sarmiento de Gamboa "el hombre más hábil para tal obra que allí existía", según escribió al rey Felipe II en 1.º de Marzo de 1572, y dispuso que le acompañara en la visita de inspección que comenzó a hacer en las provincias del Virreinato a fin de que en ellas pudieran practicar las necesarias informaciones.

    Conocida es, por los trabajos de D. Martín Fernández de Navarrete, D. Cesáreo Fernández Duro, D. Marcos Jiménez de la Espada, el Sr. Clemente R. Markham y otros historiadores, la vida de este sabio cosmógrafo que fue el primero que para fijar la longitud en el mar se sirvió de la distancia angular de luna á sol, ideando un aparato para medirla; que, según dice Argensola, en la "Historia de las islas Malucas", escribió tratados de navegación, fundiciones de artillería y balas, fortificación y noticias de estrellas para seguir en todos mares; que como soldado combatió con los indios Chiriguanos; que a su pericia se debe el descubrimiento de las islas de Salomón y que inmortalizó su nombre con las dos expediciones que realizó al Estrecho de Magallanes, en las que no se sabe qué admirar más, si su pericia como navegante, su sereno valor ante los peligros, o la entereza con que sufrió el frío, el hambre y las contrariedades con que la adversa fortuna le persiguió constantemente.

    Para corresponder Sarmiento a la confianza en él depositada, trazó el plan de una gran obra que debía componerse de tres partes; la primera, la constituiría la descripción geográfica del Perú; la segunda, la historia de los Incas, y la tercera, la del descubrimiento y conquista por los españoles hasta el año 1572.

    La circunstancia de acompañar al virrey D. Francisco de Toledo en las visitas a las provincias, le facilitaba en gran manera la investigación y el ser la más interesante para el objeto que el Virrey se proponía, hizo que comenzase su trabajo por la segunda parte, o sea la historia de los Incas, instruyendo 13 informaciones en Xaragua, Huama, Cuzco y Yucay, en las que declararon gran número de indios, las cuales se conservan en el Archivo de Indias en un volumen de 213 hojas útiles, habiéndose publicado parte de algunas en el tomo XXI de la Colección de documentos inéditos de Indias, y otras lo han sido por D. Marcos Jiménez de la Espada en unión de las Memorias antiguas del Perú de Juan de Montesinos, en el tomo XVI de la Colección de libros españoles raros y curiosos.

    Mucho facilitó la labor de Sarmiento el cuidado con que los indios procuraban conservar la memoria de los hechos de sus antepasados, pues según se dice en su obra "para suplir la falta de letras tenían estos bárbaros una curiosidad muy buena y cierta y era que unos a otros, padres a hijos, se iban refiriendo las cosas antiguas pasadas hasta sus tiempos, repitiéndoselas muchas veces como quien lee lección en cátedra, haciéndoles repetir las tales lecciones historiales a los oyentes, hasta que se les quedase en la memoria fijas, y así cada uno a sus descendientes iba comunicando sus anales por esta orden dicha para conservar sus historias y hazañas y antigüedades y los números de las gentes, pueblos y provincias, días, meses y años, batallas, muertes, destrucciones, fortalezas y cinches, y, finalmente, las cosas más notables que consisten en número y cuerpo notábanlas y agora las notan en unos cordeles a que llaman quipo que es lo mismo que decir racional o contador. En el cual quipo dan ciertos nudos como ellos saben por los cuales y por las diferencias de los colores, distinguen y anotan cada cosa como con letras. Es cosa de admiración ver las menudencias que conservan en aquestos cordelejos de los cuales hay maestros como entre nosotros del escribir."

    "Y demás desto había, y aún agora, hay particulares historiadores destas naciones que era oficio que se heredaba de padre á hijo."

    Ofrecían, pues, las declaraciones de los indios cierta garantía de verdad, y confrontándolas y depurando las diferencias que encontraba, pudo Sarmiento dar por terminada esta parte de su trabajo que ilustró con cuatro grandes lienzos que se hallan descritos en una información que el Virrey mandó instruir en el Cuzco en Enero de 1572, publicada por D. Marcos Jiménez de la Espada en el citado tomo XVI de la Colección de libros raros y curiosos, y en la que el escribano Alvar Ruiz de Navamuel da fe que en los dichos lienzos estaban escritos y pintados los "bultos de los Incas con las medallas de sus mugeres é la historia de las cenefas de lo que sucedió en tiempo de cada uno de los Incas y la fábula y notables que van puestos en el primer paño que ellos dicen de Tambo-toco, y las fábulas de las creaciones del Viracocha que van en la cenefa del primer paño por fundamento y principio de la Historia, cada cosa por si distintamente, como está escrito y señalado de la rúbrica de mí el presente secretario, excepto lo que es declaración y prevención para la inteligencia de la historia y los rumbos vientos para la demarcación de los sitios de los pueblos que es puesto por el capitán Pedro Sarmiento», certificando en la información 37 indios principales de los linajes de 12 Incas, y el licenciado Polo de Ondegardo, corregidor del Cuzco, Alonso de Mesa, Manco Sierra, Juan de Pancorbo y Per Alonso Carrasco de los primeros conquistadores que lo pintado en los lienzos, estaba conforme «con la Historia general que de los dichos Incas el capitán Pedro Sarmiento ha fecho por las memorias y relaciones destos dichos testigos y otras de muchos indios principales." [...]

    Sea de ello lo que quiera, lo cierto es que la Historia, en unión de los lienzos que la ilustraban, fue traída a España en 1572 por Jerónimo Pacheco, según consta en carta que el virrey D. Francisco de Toledo dirigió a Felipe II en Iº de Marzo de dicho año, y que a partir de esta fecha no se volvieron a tener noticias ni de las pinturas ni de la obra, creyéndose definitivamente perdidas, hasta que el profesor Guillermo Meyer encontró la Historia en la biblioteca de Gottingen, que la había adquirido de la de Abraham Gronow en 1785, desgraciadamente no se han hallado los lienzos que le servían de ilustración.

    Precedida de un extenso y erudito estudio, la publica ahora el Sr. Richard Pietschmann. En la dedicatoria á Felipe II expone Sarmiento la importancia de la obra para probar el derecho que Castilla tuvo a la conquista del Perú, manifiesta que estaba terminando la Descripción geográfica del Virreinato, la que no sabemos si acabó, y ya en el texto desarrolla la teoría de que las Indias formaron parte del continente Atlántida que se extendía hasta Cádiz, y que a consecuencia del gran cataclismo que sepultó buena parte de él en el Océano que lleva su nombre, quedó América aislada del resto del mundo.

    Basado en que Estrabón y Solino afirman que Ulises, después de edificar a Lisboa, quiso navegar el Atlántico y no se volvieron a tener noticias suyas, deduce que arribó a Nueva España y pobló hasta Veragua, y funda esta suposición en que "los mejicanos usaban el traje tocado y vestido grecesco".

    Entrando ya á compendiar lo declarado por los indios en las informaciones, expone la idea que tenían acerca de la creación de tierra y de la raza humana, haciendo notar que las naciones de indios del Perú conservaban la tradición de un gran diluvio que duró sesenta días y sesenta noches, y que en todas existía la particular creencia de que se habían salvado de la catástrofe algunos de su nación, y que de ellos descendían; narra cómo los Incas invadieron y dominaron el valle del Cuzco, fundando el año 565 de la Era Cristiana un imperio que duró hasta que en 1533 lo conquistaron los españoles; hace la biografía de los doce Incas que reinaron desde Manco Capac, fundador de la dinastía, hasta Guascar, y termina con una disertación tratando de demostrar que «los naturales del Perú siempre tuvieron las armas en las manos para cada vez que se les ofrecía ocasión alzarse contra los tiranos Incas que los tenían opresos, [...].

    ...así por sus propias manos se destruyeron todos, deduciendo de lo expuesto el justísimo y legítimo tiempo que los Reyes de CastiIla tuvieron para conquistar las tierras del Perú».

    No se conformó Sarmiento con extractar y compulsar las informaciones, sino que obtuvo del Virrey que compareciesen ante el doctor D. Gabriel Loarte, alcalde de corte en el Cuzco, hasta 42 indios de los más antiguos linajes, [...].

    Por lo expuesto se puede apreciar que Sarmiento agotó todos los medios de investigación que estaban a su alcance para depurar los hechos, y de aquí que su obra tenga un gran valor como fuente de conocimiento.

La historia de los incas de Pedro Sarmiento de Gamboa publicada por el Sr. Richard Pietschmann. Ángel de Altolaguirre y Duvale. (Cervantes Virtual).

De hecho, el trabajo de Sarmiento sirvió para constituir las bases de la administración general en aquellas tierras, que, en definitiva, iba a constituir el sistema virreinal en el Perú.

En 1577, Isabel I de Inglaterra, encargó al marino Francis Drake, la organización de una expedición contra los intereses españoles en la costa americana del Pacífico. Drake zarpó del puerto de Plymouth el 13 de diciembre de 1577 a bordo del Pelican, con otras 4 naves y 164 hombres. A finales de agosto de 1578 recaló en el estrecho de Magallanes; para entonces había perdido todas sus naves, excepto el Pelican –cuyo nombre cambió por de Golden Hind- y algunos de sus hombres, en diversos choques con los indios patagones, y a su paso por las costas de Chile y Perú, atacó numerosos navíos españoles, así como los puertos de Valparaíso, Coquimbo, Arica y Callao, causando grandes pérdidas y daños, en vista de lo cual, el virrey, Francisco Álvarez de Toledo, equipó dos naves que puso bajo el mando de Pedro Sarmiento de Gamboa, con el objetivo de perseguirlo y capturarlo. Pero cuando sarmiento alcanzó la zona en la que Drake navegaba al corso, este ya la había abandonado.

Francis Drake, de Gheeraerts. 1591

El Cabo de Hornos al amanecer. Sarmiento de Gamboa buscó a Francis Drake por esta zona.

En 1579, volvió Sarmiento, con orden de equipar dos naves para explorar el estrecho de Magallanes; buscar zonas en las que asentar la nueva población y construir fuertes para cerrar el paso a extraños y enemigos. Asimismo, debía explorar los canales de la Patagonia y el estrecho de Magallanes; levantar cartas geográficas de las nuevas tierras y averiguar si los ingleses se habían asentado en alguno de aquellos lugares. Se le recomendó tratar a los nativos con prudencia, pero, su primer objetivo, sin duda, era, que si llegaba a encontrarse con Drake, debía combatirlo, intentar hacerlo prisionero, o acabar con su vida.

Felipe II aprobó el proyecto de establecer un fuerte en el estrecho de Magallanes con el propósito de asegurar el control estratégico del Virreinato del Perú, y encargó al Consejo de Indias que planificara la expedición para poblarlo y fortificarlo.

Estrecho de Magallanes y territorio sur de los kawésqar. Fotog. Satélite.

Se organizó, pues, una expedición en la que participarían unos 2.500 hombres, a bordo de 23 embarcaciones, al mando a Diego Flores de Valdés. Sarmiento fue nombrado por el rey, Gobernador y Capitán general del Estrecho. Alonso de Sotomayor, también se embarcó, tras ser nombrado gobernador de Chile y su tropa.

Atardecer en una playa del Estrecho de Magallanes

Mapa del Estrecho, de 1617 diseñado a partir de las anotaciones y diseños realizados por un superviviente de la expedición holandesa de 1599. RAH


Alonso de Sotomayor.

Colección de Retratos de los Gobernadores de Chile, conservados en el Museo Histórico Nacional de Chile. Fue un encargo de Benjamín Vicuña Mackenna para la Exposición Colonial de 1873 y pintado por varios artistas. La colección resultó destruida durante las guerras por la independencia.

La expedición salió de Sanlúcar de Barrameda, el 25 de septiembre de 1581, pero a los pocos días, se perdieron cuatro naves durante un temporal, por lo que el 9 de octubre volvió al puerto de Cádiz para reparar los daños de las que se salvaron. El 9 de diciembre de 1581 volvieron a levar anclas, entonces, con 16 navíos, rumbo a Río de Janeiro. 

Anclaron en una de las islas de Cabo Verde en la que permanecieron hasta el 2 de febrero de 1582, y allí se produjeron bajas, unas, por muerte y otras por deserción. Llegaron a Río de Janeiro el 25 de marzo y permanecieron allí seis meses en espera de mejores condiciones climáticas, pero siguió aumentando el número de muertes y deserciones.

El 2 de noviembre de 1582 zarparon hacia el Río de la Plata. En Buenos Aires el gobernador Sotomayor desembarcó su tropa, con el proyecto de seguir hasta Chile por tierra. Diego Flores de Valdés, llegó el 17 de febrero de 1583 a la entrada del Estrecho con cinco naves, pero el mal tiempo le obligó a volver a Río de Janeiro, para seguir después de vuelta a España.

Sarmiento permaneció en Río de Janeiro, al mando de las naves con las que intentaría llegar al Estrecho. Una vez reorganizados, el 2 de diciembre de 1583, zarpó con cinco naves y 538 expedicionarios, con los que, el 1º de febrero de 1584 alcanzó el Estrecho, llegando hasta la llamada, Segunda Angostura, pero no pudo evitar ser arrastrado por la corriente y el viento, hasta el cabo Vírgenes, donde, finalmente, desembarcó Sarmiento el 4 de febrero de 1584, procediendo a tomar posesión de aquellas tierras en nombre de España, de donde había salido hacía ya más de dos años y medio. 

El 11 de febrero de 1584 Sarmiento fundó la Ciudad del Nombre de Jesús, la primera y más austral del mundo en la época, a tres kilómetros de lo que hoy es el cabo Vírgenes; actual territorio de Argentina. Pero una vez más, el mal tiempo obligó a cuatro de las naves a abandonar aquel fondeadero y enfilar el Atlántico, para volver a España. Sarmiento se quedaba solo con la Santa María de Castro y 338 nuevos pobladores para la ciudad.

Sabiendo que en aquel lugar no se podía mantener tanta gente, decidió fundar otra ciudad en la que alojar a la mitad de aquellos pobladores, a cuyo efecto, envió la Santa María de Castro con 50 de ellos hacia Punta Santa Ana, donde él había estado cuatro años antes -1580- al tiempo que él iniciaba el recorrido por tierra, con otros 100 pobladores.

El 25 de marzo fundó en Punta Santa Ana la ciudad Rey Don Felipe, cerca de la actual Punta Arenas, hoy, Chile. El 24 de mayo zarpó hacia Nombre de Jesús y poco después decidió volver a España en busca, fundamentalmente, de víveres. El 29 de junio llegó al puerto de Santos donde las autoridades le proporcionaron víveres y elementos para sus colonias.

Pingüinos. En aguas del Estrecho de Magallanes, visto dese Punta Arenas. Chile

De nuevo salió hacia el Estrecho, pero, una vez más le acompañó la adversidad, pues a la altura de Bahía, un temporal destruyó la Santa María de Castro que se hundió con toda su carga. Solo Sarmiento y algunos tripulantes salvaron la vida, logrando alcanzar la costa. 

El 3 de octubre pudo volver a Bahía cuyo gobernador lo ayudó de nuevo, y le dio una pequeña embarcación de 60 toneles, que Sarmiento volvió a cargar víveres para abastecer a las dos poblaciones. 

Así las cosas, el 13 de enero de 1585 cuando volvió a levar anclas para dirigirse al estrecho de Magallanes, se produjo otro terrible temporal, le obligó a arrojar al mar toda la carga, en un extremo intento de salvar la embarcación y poder volver a Bahía.

Las sucesivas contrariedades provocaron una especie de rebelión y los tripulantes se negaron a embarcar de nuevo.

El 22 de junio de 1586, Sarmiento emprendió el retorno a España en una nave mercante, y, en esta ocasión, no fueron los temporales, sino tres buques ingleses de la flota de Walter Raleigh, atacaron la nave, haciendo prisionero a Sarmiento, que fue llevado ante la Reina Isabel I de Inglaterra. 

Parece que, en esta ocasión, la fortuna le dio una tregua, pues, tras una conversación -en latín-, con la reina, esta lo dejó en libertad tras encomendarle una misión de paz, que debía transmitir al rey de España.

Presentación de Sarmiento ante la reina Isabel I de Inglaterra, tras ser hecho prisionero por los ingleses en 1585. Litografía de Vicente Urrabieta en Historia de la Marina Real Española (1849-1854).

El 30 de octubre de 1586 Sarmiento inició el regreso a España pasando por París, y -de nuevo el infortunio-, en cuanto puso pie en la frontera francesa, el 9 de diciembre, fue capturado por los hugonotes, y encerrado en la prisión de Mont-de-Marsan, mientras sus captores exigían un elevado rescate por él, que, en principio, Felipe II se negó a pagar.

Mientras tanto, los pobladores de los nuevos establecimientos del estrecho seguían muriendo –inevitablemente-, bien por falta de víveres, bien a causa del rigor del clima, bien por las secuelas de ciertas enfermedades, como veremos más adelante, así como sabremos de la suerte Sarmiento corrió en manos e los hombres de Enrique IV de Borbón. Valga recordar, por ahora, que, ya el 10 de enero de 1587 -dos meses después de la detención de Sarmiento en Francia-, el corsario inglés Thomas Cavendish fondeó en la bahía San Blas, y que, en febrero, pasó por Ciudad del Rey Felipe, donde encontró solo quince hombres y tres mujeres supervivientes, de los trescientos pobladores que habían quedado allí. 

Sin embargo, en lo relativo a la nueva ciudad propiamente dicha, parece que Cavendish admiró su excelente planificación y asentamiento, pues, ciertamente, se encontraba en el mejor y más apropiado lugar del estrecho, donde era relativamente fácil hallar leña y agua, de las que él mismo se sirvió, aunque su admiración, claro está, no le impidió apropiarse de las piezas de artillería, apostada en los cuatro fortines. Comunicó -pues no había signos de lucha-, que había encontrado numerosos cadáveres sin sepultar, optando, finalmente, por embarcar a uno de los que seguían con vida. 

Dando por hecho que había sido el hambre la causa de aquellas múltiples defunciones, renombró aquella tierra, Port Famine/Puerto Hambruna –o del Hambre-.


Puerto de Hambre 1827, vistas norte, en el Estrecho de Magallanes, durante la expedición del almirante Phillip Parker King. Tomado del libro "Narrative of the surveying voyages of His Majesty's Ships Adventure and Beagle between the years 1826 and 1836, describing their examination of the southern shores of South America, and the Beagle's circumnavigation of the globe. Proceedings of the first expedition, 1826-30, under the command of Captain P. Parker King, R.N., F.R.S. London: Henry Colburn".

Finalmente, en diciembre de 1589, el monarca español firmó una real cédula por la que ordenaba el pago del rescate; para entonces, un paciente Sarmiento de Gamboa había sufrido diez años de continuos reveses, sin mostrar más queja que la que le causaba el abandono de su gente.

El último superviviente del poblado del estrecho, ya internacionalmente conocido como Puerto del Hambre, fue rescatado a principios de enero de 1590 por la nave inglesa The Delight, mandada por Andrew Merrick

El fracaso y la tragedia de aquella expedición al Cono Sur, suele achacarse en parte, a la inexperiencia y falta de capacidad organizativa de Flores de Valdés, pero, sobre todo, a la falta de apoyo naval eficiente, aliada con la inclemencia del mar y el extremado clima austral.

A su llegada a España, Sarmiento siguió demandando socorros para la gente que quedaba en el Estrecho, pero, para entonces, Felipe II ya había decidido desentenderse de aquel asunto, si bien, en 1591 nombró a Sarmiento Almirante de una de las Armadas encargadas de proteger la flota de Indias.

Y en el fiel ejercicio de sus funciones, el 17 de julio de 1592, Sarmiento falleció mientras dirigía una flota en las proximidades de Lisboa, ciudad en la que, parece ser, fueron sus restos, aunque nunca se ha sabido exactamente el lugar elegido al efecto.

Su admirable descripción del golfo de la Trinidad y del Estrecho de la Madre de Dios, y sus recomendaciones para la navegación de los canales patagónicos y del estrecho de Magallanes han sido ensalzadas por los hidrógrafos modernos que han trazado las cartas definitivas, entre ellos el vicealmirante Fitz Roy.

La obra escrita de Sarmiento tiene dos características: su variedad y cantidad. 

-1 Historia, 

-10 Relaciones, 

-5 Memoriales, 

-17 Cartas, y

-Poesías

además de otros escritos, unos conocidos, y otros, desafortunadamente desaparecidos, que formaban su inapreciable legado. En ellos, Sarmiento da muestra de su rico vocabulario; gran viveza en la expresión y una extraordinaria capacidad descriptiva.

Hoy, ya en pleno siglo XXI, aún no se ha hecho un estudio completo sobre su obra literaria, si bien conviene aclarar, que ello no se ha debido a falta de interés, sino al hecho de que el azar -o quizás el infortunio-, ha ocultado hasta ahora datos y obras. Aun así, en el siglo XX apareció su Historia Índica lo que ha dado impulso a nuevas búsquedas, investigaciones, estudios y publicaciones.

Finalmente, hay que destacar, además de su habilidad como navegante, sus conocimientos culturales, y su insaciable deseo de adquirir nuevas informaciones. Su reconocido saber náutico, y su calidad como escritor y narrador, muestran el contacto con un foco cultural de primer orden. Conviene recordar, asimismo, que para su conversación con la reina Isabel de Inglaterra, empleó el latín.

El Monte Sarmiento, es un macizo nevado que domina el paisaje de gran parte del Estrecho de Magallanes -el más alto de Tierra del Fuego en la cordillera Darwin-, mientras que el Lago Sarmiento de Gamboa, es el 18º en extensión, de Chile.

El Monte Sarmiento. Una torre de hielo en los mares del confín del mundo. (Barrabes)

“La costa me pareció baja, pero a lo lejos se erguían altas montañas. Entre ellas me pareció entrever el monte Sarmiento, de dos mil setenta metros de altura sobre el nivel del mar, un bloque piramidal de esquisto con una cima muy aguda, y que según esté despejada o velada por la bruma, me dijo Ned Land: «anuncia el buen o el mal tiempo».

-Un excelente barómetro, amigo mío.

-Sí, señor profesor, un barómetro natural que nunca me ha engañado cuando navegaba por los pasos del estrecho de Magallanes.

En aquel momento el pico se mostraba nítidamente recortado sobre el fondo del cielo. Era un presagio de buen tiempo. Y se confirmó.

Julio Verne: Veinte mil leguas de viaje submarino (1869).

Monte Sarmiento al fondo.

«Entre los libros y mapas que llevaba Darwin contaba con el diario de Pedro Sarmiento de Gamboa.”

El 27 de diciembre de 1831, zarpaba del puerto inglés de Plymouth el HMS Beagle, un barco de guerra británico con la misión de cartografiar las costas del hemisferio austral. Recordemos aquel otro grupo de españoles olvidados, los protagonistas del Viaje Científico y Político Alrededor del Mundo» (1789-1791) conocido como Expedición Malaspina -Bustamante o simplemente Expedición Malaspina.

Dicho esto, hemos de recordar que entre los libros y mapas que llevaba Darwin como preciosa información contaba con el diario de Pedro Sarmiento de Gamboa quien en el siglo XVI reconoció detalladamente los canales patagónicos y tras su desgraciado intento de asentamiento sería capturado por piratas ingleses cuando regresaba a España con objeto de solicitar ayuda al Rey para su incipiente asentamiento.

Su trágica aventura le llevó a la cárcel de la torre de Londres donde se ganó la amistad y admiración de su carcelero Walter Raleigh.

Su detallado, concienzudo y exhaustivo diario hidrográfico con distancias, profundidades, descripciones permitió a Darwin atravesar con tranquilidad el canal que hoy se llama Beagle y que debió llamarse Sarmiento.

Darwin, dio el nombre de Sarmiento al inmenso cono volcánico que preside desde la margen izquierda la salida al Pacífico, a la salida del canal magallánico, 

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Monte Sarmiento.  París: Firmin Didot frères,1839-1840. 2 t.

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11 de marzo de 2020. Prensa.

“Hallan restos de la expedición de Sarmiento de Gamboa, el Ulises gallego que imitó a Cristóbal Colón.”

Científicos chilenos localizan artillería perteneciente al primer asentamiento de la historia en el sur de América organizado por el explorador pontevedrés.

Las dos piezas de artillería encontradas en la ciudad Rey Don Felipe pesan unos cuatrocientos kilos y miden aproximadamente dos metros. 

Universidad Austral de Chile

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Continuará.