lunes, 31 de marzo de 2014

Johannes Brahms


Brahms en 1853

El segundo hijo del maestro músico Johann Jacob Brahms y de su esposa Christiana Nissen, al que llamaron Johannes,  nació en Hamburgo el 7 de mayo de 1833. Una familia modesta que vivía en casa de la abuela materna en el Gängeviertel, un barrio humilde. Su padre no tenía trabajo fijo, pero solía tocar  en los bailes, el contrabajo, el violín, el cello, la flauta o el corno. La madre, de 44 años en aquel momento; 17 más que el padre, contribuía a la economía familiar haciendo trabajos de costura. 

Fotografía de 1891 del edificio donde nació Johannes Brahms. Rudolf Dührkoop. 

Su familia ocupó parte del primer piso al lado izquierdo. La casa quedó destruida en 1943

Muy próximo al lugar que ocupaba la casa natal del compositor, se encuentra hoy el Museo Brahms

Johannes se inició en la música con su padre y dio su primer recital público a los seis años y, a los siete, empezó a recibir lecciones de piano del profesor Otto Friedrich Cossel. A los diez, ya era un Wunderkind -niño prodigio-, por lo que su profesor consideró que estaba suficientemente preparado para iniciar una carrera de compositor, más que de intérprete, razón por la que su padre rechazó una oferta para que Johannes realizara una primera gira por América. Cossel le recomendó a Eduard Marxen que había sido profesor suyo, quien desde el principio pensó que al pequeño prodigio no le quedaba nada por aprender para su edad, aunque más adelante, decidió enseñarle teoría de la composición, sin cobrar por sus clases.

En 1847 tuvo su primer triunfo como intérprete de su propia obra; Fantasías sobre un vals popular, hoy perdida, y Variaciones sobre una canción popular. Dos años después -1849-, asiste a un concierto de Joseph Joachim, un violinista húngaro alumno de Mendelssohn, cuya interpretación del Concierto para Violín de Beethoven, le gustaba muy especialmente. Más tarde conocería también a Eduard Hoffmann, otro violinista de origen austro-húngaro, desterrado de su patria por haber participado en la revuelta de 1848, conocido como Eduard Remenyi, quien tras una gira de conciertos por Estados Unidos con la que tuvo gran éxito, invitó a Brahms a acompañarlo en otra gira por Europa, durante la cual le presentó a su compañero de estudios Joseph Joachim, entonces ya famoso primer violín en la corte de Ernesto Augusto de Hannover; a partir de entonces, Joachin y Brahms asentaron una amistad que sería muy duradera y creativa.

En Weimar conoce al extraordinario, excéntrico e histriónico pianista y compositor, Franz Liszt, con el que, en principio, poco o nada tiene en común, sino más bien todo lo contrario, tanto en su actitud vital como en su forma de pensar y de componer. Brahms, que tiene veinte años menos que Liszt, es tímido y duda de su propia capacidad artística; mientras que Liszt es algo presuntuoso y, sin duda, está muy seguro de la calidad de su música y de su gran habilidad para ejecutarla. A pesar de todo, Liszt recibe una excelente impresión del romántico Brahms, a quien decide ayudar por medio de recomendaciones.

A partir de su primera gira, Brahms y Remenyi toman diferentes derivas; Johannes recorre la rivera del Rin y llega, a finales del verano a Düsseldorf para visitar a Robert Schumann, por intermedio de Joseph Joachim. Al poco tiempo de llegar, escribe el tercer movimiento de una sonata para violín y piano que dedicó a Joachim, de cuyo primer movimiento se encargó Albert Dietrich, ya muy conocido en la época, mientras que el segundo y el cuarto, los compuso Robert Schumann; el movimiento de Brahms, apareció como Scherzo, WoO 2, en 1906, mientras que el catálogo de Schumann alude a la composición, en 1956, como Sonata para Violín nº 3 en la menor, WoO 2.

Brahms y Schumann son muy afines y se admiran mutuamente. Un Brahms emocionado por la cercana amistad de Schumann y su esposa, Clara Wieck, escribe –durante una visita al matrimonio- la Sonata para piano nº 5 y le habla admirativamente a Joachim de la genialidad del compositor que a su vez, expresa su admiración por Brahms en un artículo publicado en el Neue Zeitschrift für Music, del que es editor jefe:

Ha llegado el elegido cuya cuna parecen haber velado las Gracias y los Héroes. Su nombre es Johannes Brahms y viene de Hamburgo… Desde el instante en que se sienta ante el piano nos arrastra a regiones maravillosas, haciéndonos entrar con él en un mundo ideal. Su genial ejecución convertía el piano en una orquesta de voces triunfantes y dolorosas. Sonatas que atravesaban la sinfonía, lieder en los que se revelaba la poesía, piezas para piano en las que se unía un carácter demoníaco con la forma más seductora, sonatas para piano y violín, cuartetos para instrumentos de cuerda y, cada una de sus creaciones, tan diferente la una de la otra que parecen salir de otros tantos manantiales diferentes… Cuando incline su mágica batuta hacia grandes obras, cuando la orquesta y los coros le presten sus poderosas voces, más de un secreto del mundo del ideal nos será revelado…

Apenas tenía Brahms veinte años pero ya era muy conocido, aunque todavía no había compuesto sus obras maestras. Sus continuos éxitos parecían augurarle un prometedor futuro, a pesar de lo crítico y exigente que era con su propia obra, hasta el extremo de que, con frecuencia quemaba lo que componía. Pero acompañando al éxito, en 1854 la tragedia vino a dar un giro inesperado a su tranquila y ya brillante existencia. 

El 27 de febrero de aquel año, Schumann –que ya había dado señales de desórdenes mentales-, abandonaba su hogar y después de atravesar Düsseldorf en zapatillas bajo una intensa lluvia, se arrojaba al Rin desde un puente. Unos pescadores lo sacaron del agua con vida, pero al día siguiente fue ingresado en una clínica en Endenich, cerca de Bonn, donde permanecería hasta su muerte, apenas dos años después.

No hay explicaciones satisfactorias para aquella tentativa de suicidio; se habló vagamente de un exceso de melancolía agravado por una profunda depresión, aunque pareció imponerse la teoría de que padecía sífilis desde su juventud y que esta enfermedad, que él conocería, sería la causa de su declive mental y acaso, de su drástica decisión.

  
Robert Schumann y Clara Wieck en 1847

El amor de Robert Schumann y Clara Wieck es uno de los más apasionados de la historia de la música. A causa de la oposición absoluta del padre de Clara a su relación, vivieron años de separación y angustia antes de que ella alcanzara la mayoría de edad. 

En septiembre de 1837 Schumann escribía al maestro Wieck:

El hecho de que me haya puesto a prueba durante los últimos dieciocho meses ha sido algo tan duro como la propia mano del destino. ¡Cómo sobrellevar su mala voluntad! Le ofendí profundamente y mi castigo ha sido también grande. Siga poniéndome a prueba por un tiempo igual; acaso lograré coincidir con sus deseos y recobrar su confianza, si no exige de mí lo imposible (…) Lo que siento por Clara, y que conmueve todas las fibras de mi ser, no es un deseo fugaz, ni una emoción violenta, ni algo superficial, sino la convicción profunda de que todos los augurios son favorables a nuestra unión, convicción basada en la capacidad de Clara para asegurar la felicidad de ambos. Si lo admite así, seguramente me prometerá no disponer nada definitivo acerca del porvenir de Clara. Por mi parte le doy palabra de que no me comunicaré  con ella sin su permiso. Sólo pido que me consienta escribirle cuando se halle ausente en sus largos viajes.

Al día siguiente, Schumann se entrevistó con Wieck, quien se mantuvo firme en su negativa. Schumann escribió entonces a Clara una carta desesperada:

La conversación con su padre fue terrible. Su frialdad, su mala voluntad, su confusión, sus contradicciones; tiene una inesperada manera de herir en el corazón y clava el cuchillo hasta la empuñadura… ¿qué hacer ahora, querida Clara? No sé por dónde empezar. Mi inteligencia se anonada y los sentimientos poco valen ante su padre. ¿qué hacer ahora? Ante todo, esté prevenida y no se deje vencer… ¡Confío en usted, con todo mi corazón, y esto me sostiene! Tiene que ser muy fuerte, mucha más de lo que usted misma sospecha, puesto que su padre me ha dicho esas horribles palabras de que a él nada le conmoverá. Témalo todo de su parte; logrará con violencia lo que no consiga con astucia. ¡Témalo todo! Me siento hoy tan desfallecido, tan humillado, que casi no puedo concebir un pensamiento decoroso y bueno; su misma imagen se me diluye de tal manera que apenas consigo imaginar su mirada. Ser pusilánime y estar dispuesto a abandonarla es algo a lo que no he llegado; pero me siento muy crispado, ofendido en mis más sagrados sentimientos. ¡Si por lo menos recibiera una palabra suya!

En vano busco una disculpa para su padre, a quien siempre he considerado hombre noble y compresivo. En vano, para explicarme su negativa, busco un motivo más hermoso y profundo; por ejemplo, que al comprometerse podría usted verse disminuida como artista, o que es usted demasiado joven. A él nada de eso le importa, créame. La echará en brazos del primero que posea suficientes títulos y dinero. Para él lo más importante se reduce a dar conciertos y viajar; por eso la extenúa a usted, por eso destruye mi fuerza cuando está en pleno empuje para hacer algo hermoso en este mundo. Se ríe de todo, incluso de las lágrimas que usted llora. Consuéleme; ruegue a Dios que no me deje caer en la desesperación. Me siento atacado en las raíces mismas de mi vida.

En 1839 Schumann alcanza una situación financiera estable y solicita de nuevo la aprobación de Wieck, quien le contestó imponiéndole una serie de condiciones humillantes: que se sometieran a un administrador elegido por él, y que abandonaran Sajonia, a pesar de lo cual, Clara sería, en todo caso, desheredada. Schumann decidió casarse a pesar de todo y pedir amparo a la justicia, lo cual no le libró de seguir sufriendo los ataques de Wieck, que no dudó en difamarlo y calumniarlo públicamente.

Finalmente, el primero de agosto de 1840, un tribunal de Apelación dictaminaba que Clara Wieck era libre para casarse con Robert Schumann.

Tuvieron ocho hijos, de los cuales el último nació cuando Schumann estaba ya en el hospital.
Seis de los hijos de Clara Wieck y Robert Schumann

Brahms se enamoró de Clara profunda y platónicamente en cuanto la conoció, hasta el punto de que, desde entonces, renunció a casarse con cualquier otra. Parece, sin embargo,  que ninguno de los dos se planteó nunca alcanzar una mayor intimidad.

Cuando Brahms recibió la noticia del intento de suicidio de Schumann, viajó a Düsseldorf para visitar a Clara y ofrecerle el apoyo de su amistad ante la trágica situación. Clara, a punto de tener un hijo, estaba desesperada y su posición económica era insostenible. Los médicos le aconsejaron que no visitara a su esposo ante el temor de que una crisis emocional afectase negativamente a su estado. 

El único recurso de Clara era volver a su abandonada carrera como pianista, aspecto en el que Brahms podría ayudarla indudablemente. Cuales fueran realmente los sentimientos de Brahms hacia ella, nunca lo sabremos, porque el compositor nunca habló de ello. 

El criterio musical de la pianista era de gran importancia para él, y aunque en su lenguaje epistolar se le ve evolucionar gradualmente hacia una relación relativamente afectuosa, no parece haber indicios de que en sus relaciones pasaran nunca a otro plano, aparte del hecho de evidenciar su mutua admiración artística.

Desde el distante y correcto usted de las primeras cartas, Brahms pasó al, muy querida amiga; mi bienamada amiga o, mi querida Señora Clara. Incluso, en una carta del 25 de noviembre de 1854, Brahms se mostró muy emocionado al recibir un , de ella: Muy querida amiga, ¡cuánto me enternece la intimidad del “tú”! Mil gracias por esta carta, no puedo dejar de mirarla y releerla, siempre como si fuera la primera vez; raramente las palabras me han sido tan necesarias, como cuando leí su última carta.

Joseph Joachim, Violinista y Compositor (1831–1907)
Joseph Joachin y Brahms fueron casi los únicos amigos que visitaron a Schumann en el hospital de Endenich.

Desde su primer encuentro, en 1853, Brahms se entusiamó por el virtuosismo del violinista. El Concerto à la manière hungroise pour violon et orchestre op. 11 de Joachim está dedicado a Brahms.

En 1855 Clara Schumann, Joseph Joachin y Johannes Brahms organizaron y llevaron a cabo una gira de conciertos. Clara tenía 36 años, Joachim, 24 y Brahms, 22.

Programa del concierto en Danzig el 14 de noviembre de 1855. 
Archivos fotográficos del Preussischer Kulturbesitz.

Para entonces Brahms ya era muy solicitado como concertista de piano y sus ingresos le permitían una vida cómoda, pero ese año y el siguiente apenas compuso pequeños esbozos que después emplearía en diversas composiciones.

Hacia finales de julio Clara Schumann recibe un telegrama en el que se le informa de la gravedad del estado de su marido, y a pesar de que se traslada a Endenich y le visita todos los días, la tarde del 29 de julio, cuando Schumann fallece, ella no se encuentra en el hospital. A partir de entonces se sumerge en una profunda tristeza y pone cierta distancia en su relación con Brahms, aunque la amistad se mantiene en pie.

El intento de suicidio de Schumann había provocado ciertas especulaciones, puesto que no hubo testigos directos y tampoco lo mencionaron los periódicos, lo único que se sabía era que el compositor había salido de la casa cuando su médico hablaba a solas con Clara. 

Se discutió sobre si su ingreso en Endenich había sido forzado, puesto que él odiaba aquellas instituciones, además de que desde su internamiento, agredió a sus cuidadores en varias ocasiones. A pesar de que Clara siempre dijo que los médicos se habían opuesto a que ella le visitara, esto tampoco ha sido atestiguado, constando, sin embargo, que el doctor Richarz del hospital de Endenich, consideraba muy saludable el contacto de los pacientes con las personas de su entorno. Consta asimismo que Clara controlaba la correspondencia y las visitas del compositor durante su internamiento. En todo caso se ha hablado de diversas enfermedades mentales, pero también se ha escrito que, en realidad, Schumann no padecía ninguna, lo cual crearía un enorme e intenso interrogante sobre el motivo de sus actitudes

Más adelante, Clara se expresaba así en sus Memorias:

Johannes –Brahms– lo vio pero me rogó, de acuerdo con los médicos, que yo no lo viese; como un deber para mis hijos, creyeron que no tenía que conmoverme mucho. En una palabra, emprendí el viaje de regreso sin haberlo visto. Pero no soporté esto mucho tiempo: por el dolor, la nostalgia de Robert, el deseo de recibir aunque sólo fuese una mirada, el hacerle sentir mi proximidad, por todo eso tenía que volver a él, y así viajé de nuevo el domingo 27 junto a Johannes. 

Lo vi al atardecer, entre las seis y las siete, me sonrió y me rodeó con un brazo, haciendo un gran esfuerzo, pues ya no podía dominar sus miembros. Jamás lo olvidaré. No cambiaría ese abrazo por todos los tesoros del mundo. Mi Robert, ¡así hube de volverte a ver! ¡Con qué dificultad me fue preciso reconocer tus queridos rasgos! ¡Qué imagen dolorosa! Hace dos años y medio me fuiste arrebatado, sin despedida. Con cuanta tristeza en el corazón yacía yo a sus pies, y apenas si me atrevía a respirar. Sólo de vez en cuando me regalaba Robert una mirada nublada pero indescriptiblemente suave. 

A su alrededor todo me parecía sagrado, incluso el aire que respiraba. Al parecer hablaba mucho, y siempre con los espíritus, y no toleraba que alguien permaneciese largo tiempo en su compañía; entonces se mostraba intranquilo y era casi imposible entender lo que hablaba. Una única vez comprendí “mi”, y seguramente quería decir “mi Clara”, puesto que al pronunciar aquella palabra me miraba con ternura. Sufría terriblemente, aunque el médico decía que no. Tenía continuas convulsiones e intentaba hablar con gran agitación. Tuve que rogar a Dios que por compasión lo liberase. Desde hacía semanas sólo se alimentaba de vino y jalea. Hoy se los di yo misma y los tomó con expresión feliz y verdadera ansia, el vino lo sorbía de mis dedos. ¡Ah, bien sabía él que era yo quien se lo daba! 

El martes 29, fue liberado de sus sufrimientos. A las cuatro de la tarde se adormeció sosegadamente. Sus últimas horas fueron tranquilas, y así se durmió definitivamente mientras los demás no lo observaban; nadie estaba con él en ese momento. Lo volví a ver sólo después de una media hora. 

Joseph Joachim había venido desde Heidelberg tras recibir un un telegrama nuestro. Esto fue lo que después de mediodía me detuvo en la ciudad más que de costumbre. La cabeza yacía hermosa, con la frente despejada, límpida, suavemente curvada. Me encontré junto al cadáver del hombre al que amé apasionadamente, y me sentí en paz; toda mi desolación se trocó en agradecimiento a Dios por haberlo liberado finalmente, y cuando me arrodillé junto a su lecho, experimenté la santidad de la hora. Tuve la sensación de que su maravilloso espíritu flotaba sobre mí. ¡Ah! ¡si por lo menos me hubiese llevado consigo! Lo vi por última vez; le puse algunas flores junto a la cabeza. Se llevó mi amor consigo. 

¡El jueves 31, a la 7 de la tarde, el entierro! Estuve en la diminuta capilla del cementerio y escuché la música fúnebre; luego lo sepultaron en la tierra, pero yo tenía el claro sentimiento de que no era Robert, y si tan sólo su cuerpo. Su espíritu se cernía sobre mí; mi oración nunca fue tan fervorosa como en esa hora. Que Dios me conceda la fuerza de vivir sin él.

En 1857 Brahms se convertía en director de coro y profesor de música para las princesas de Lippe-Detmold, donde pudo dedicarse a componer Canciones durante el invierno; el resto del año lo pasaba en Hamburgo, donde retomó a fondo su trabajo, casi abandonado durante el fatídico año anterior. Alli retoca y perfecciona una sonata para dos pianos que, mil veces modificada, se convertiría en el Concierto para Piano nº 1 en re menor, op. 15, con la aprobación  y el aplauso de su amigo Joseph Joachim.

A través de amigos comunes, Brahms conoce a Agathe von Siebold, hija de un profesor de la Universidad de Göttingen; parece que se enamora de ella y le propone matrimonio; Clara hace un comentario algo incoherente, dada su distante actitud habitual: ¡Qué pronto te has consolado! Quizás a causa de su desaprobación, unos meses después, Brahms anula el compromiso, aunque se dijo que parecía haberse enamorado realmente. Su naturaleza y sus preferencias, dan testimonio de una personalidad romántica, llena de ensueños y deseos sin objeto, como él mismo escribió. No obstante, tuvo algunos amigos muy próximos cuyos lazos duraron muchos años y sobrevivieron a decepciones y controversias sobre planteamientos artísticos y existenciales. 

Una vez terminada su Primera Danza Húngara, WoO 1, Clara la estrenó en octubre de aquel año.

A lo largo de 1859 escribió muchas obras nuevas que no tuvieron gran acogida. Interpretó, por ejemplo, su Concierto para Piano nº 1, op. 15, primero en Hannover y luego en Leipzig, pero sólo recibió críticas intranscendentes. Acompañando al barítono Julius Stockhausen, que cantaba Lieder de Schubert y Beethoven, Brahms empezó a prestar más atención a los lieder.

Johannes Brahms y Julius Stockhausen (1826–1906). Foto, Vienne 1869. Coll. Kurt Hofmann, Hambourg. 
Stockhausen participó en la creación del Requiem Alemán.

La editora Breitkopf & Hartel, se mostró algo remisa ante la mala acogida del Concierto para Piano nº 1, pero para entonces, Brahms conoció a Fritz Simrock, propietario de otra editora, que se ocupó de comercializar sus composiciones; gracias a su impulso, Brahms vio mejorar sus ingresos en pocos años hasta un nivel de prosperidad.

En 1860 tras la publicación de un artículo en la revista Neue Zeitschrift für Musik, en la que el poema sinfónico, el drama musical, la ópera y la llamada música de programa, eran entendidos como la música del porvenir; hubo un intercambio de cartas feroces entre Liszt, Wagner y otros representantes de la llamada Nueva Escuela Germánica, por una parte, y, por la otra, Brahms, Joachim, el director de orquesta Hans von Büllow –ex marido de la esposa de Wagner-, y el influyente crítico Eduard Hanslick, que estaban a favor de la denominada Música Absoluta, más conservadora. Brahms y sus amigos redactaron un manifiesto conteniendo su punto de vista, al que respondieron los Neudeutschen, con una carta llena de ataques. 

Fue una disputa tristemente célebre, para la cual no hubo una solución en aquel momento. Hans von Büllow, un hombre sencillo y nervioso, que había sido ferviente admirador de Wagner a pesar del hecho de que el maestro de la gran ópera mantuviera una relación amorosa con su esposa, Cósima, la hija de Liszt, con la que tuvo además, varios hijos, en un principio, a espaldas de von Büllow, quien, poco a poco se alejó de la influencia de Wagner, llegando a declarar que su música partía de emociones muy elementales. Por otra parte, Brahms nunca se adhirió a la tendencia antisemita promovida por el entorno de Wagner, que no admitía en sus conciertos a los maestros con este origen, quienes, a su vez, expresaron públicamente su admiración y apoyo a Brahms.

Posiblemente, entre las razones que motivaron los resentimientos y ataques de los Neudeutschen, pudo estar Mathilde Wesendonck, esposa de un poderoso comerciante de textiles germano–americano, que dejó de apoyar a Wagner tras una desagradable escena con Cósima; Mathilde dio la espalda a Wagner y centró su interés en Brahms, a quien, en 1868 ofreció su drama Gudrum, como libreto para una ópera.

En todo caso, es evidente que se equivocaron los que creían que la música de Brahms no tenía futuro, cuando en realidad, su estilo representó un punto de partida que, pese a todo, sigue manteniendo hoy una enorme actualidad.

Brahms pasó el año 1861 en casa de sus padres en Hamm, cerca de Hamburgo, donde escribió las Variaciones sobre un tema de Händel, op. 24, que fueron muy admiradas por Liszt y poco después, en Hamburgo, Clara Schumann estrenó su Cuarteto para piano nº 1 en sol menor, op. 25.

Brahms en 1862
Fotog. Estudio F. König de Haburgo. Coll. Kurt Hofann, Hamburgo.

1862 pasó a la historia como una año decisivo en la vida del compositor. Emprendió un viaje a Viena, la ciudad de su ídolo Ludwig van Beethoven, y allí fue inmediatamente recibido con caluroso entusiasmo. En una serie de recitales presentó algunas de sus obras y escribió a sus padres expresando la alegría que le causaban las largas ovaciones y valorando el gusto musical del público vienés. Allí se encontraba muy cómodo, hizo nuevas amistades y se sintió inspirado para emprender nuevos proyectos.

A pesar de sus éxitos, Brahms esperaba ser nombrado director de los conciertos filarmónicos de Hamburgo, por lo que su decepción fue enorme cuando su amigo Julius Stockhausen, ya muy famoso barítono, obtuvo el puesto. Felizmente, para entonces Brahms había desarrollado más confianza en sí mismo y estaba más convencido del valor de su música. Cuando volvió a Hamburgo, empezó a trabajar en la Cantata Rinaldo, que sería su opus nº 50. Allí asistió a una representación de la ópera Tristán e Isolda de Wagner, que le hizo “temblar de emoción”, como recuerda su biógrafo Max Kalbeck.

El año siguiente, le ofrecen dirigir la Singakademie –Academia de Canto– de Viena, y después de dudarlo mucho –era casi costumbre en él a la hora de tomar decisiones–, aceptó y abandonó Hamburgo en agosto, deteniéndose en Baden–Baden, para visitar a Clara.

Al principio todo fue bien, pero los cantores y cantoras de Viena, no parecían tomarse las representaciones tan en serio como Brahms esperaba; a sus alegres almas vienesas, tampoco parecía agradarles la aparente melancolía del director. A principios de 1864, Brahms renunciaba al puesto, a pesar de haber sido reelegido para un nuevo período. 

Su editor, Simrock le ruega entonces que escriba nuevas composiciones porque se vendían muy bien y así, se decidió a publicar el ciclo Lieder und Gesänge, op. 32. Como si se hubiera convertido en una costumbre, Brahms era continuamente solicitado como virtuoso del piano.

Tras el fallecimiento de su madre en 1865, terminó su Cantata Fúnebre en la que trabajó mucho tiempo y que terminó siendo el Réquiem Alemán, op. 45 sobre textos de la Biblia de Lutero.

Johanna Henrika Christiane Brahms, nacida Nissen (1789–1865) y Johann Jakob Brahms (1806–1872)
Foto de 1862, de la Biblioteca Nac. Austriaca de Viena. 

Libre de las obligaciones del empleo fijo, Brahms viaja por toda Europa durante los años siguientes actuando en casi todas las grandes ciudades, cada vez con más obras suyas en el programa. Durante el verano permanece en Suiza, pero viaja durante el invierno dando recitales, a pesar de lo cual, aquella época resultó muy productiva en nuevas composiciones. 

En Viena alquila un modesto apartamento, pero suficiente para contener su gran biblioteca; Brahms intentó reunir el mayor número posible de manuscritos de Franz Schubert, al que admiraba, y que todavía no se encontraban en el mercado. El Cuarteto para Piano en fa menor, op. 34 de Brahms, de 1866, es muy parecido al Quinteto para Cuerda en do mayor de Schubert.

Casi todo el año 1868 transcurre en gira de conciertos a través de Alemania, Austria, Hungría, Dinamarca, Holanda y Suiza, en compañía del barítono Stockhausen y de Joachim. Termina entonces las diez primeras Danzas Húngaras, WoO 1, para Piano a Cuatro Manos, cuyos modelos le habían fascinado desde que hizo una gira con Eduard Remenyi.

Brahms con Eduard Remenyi en 1853. Coll. Kurt Hofmann. Hamburg.

En abril de 1853 Brahms empieza su primera gira con el violinista húngaro Eduard Remenyi. Joachim, también húngaro, grabó en 1903, la primera de las Danzas Húngaras, sobre el llamado Cilindro de Edison, y el Deutsche Requiem, op. 45, que fracasó en Viena, en 1867, fue extraordinariamente aplaudido tras su presentación en la catedral de Bremen.

Casi todas las composiciones de Brahms en 1869 fueron Lieder o Liebeslieder en los que trabajó en un ambiente de tranquilidad. El año siguiente asistió en Munich a la representación del Rheingold -Oro del Rin- de Wagner, cuya música le hechizó, lo mismo que le había ocurrido antes con Die Meistersinger en su estreno, dirigida por Hans von Büllow. Wagner, por el contrario, le trató de forma muy hostil en su Tratado Über das Dirigieren –Sobre la Dirección-, de orquesta.

Para 1872 Brahms ya era muy célebre como compositor. Se considera que Eduard Hanslick, crítico musical y profesor de Historia de la Música en la Universidad e Viena, un buen amigo suyo, fue en buena parte responsable de la decisión de la Gesellschaft für Musikfreunde –Sociedad de Melómanos–, de nombrar al compositor Director y Jefe de Orquesta. Por las mismas fechas, a raíz de la muerte de su padre se rompía su último lazo con Hamburgo.

La versión orquestal de las Variaciones sobre un tema de Haydn, op. 56a, escrita en Tutzing, cerca de Múnich, en 1873, fue un enorme éxito en su première en Viena en noviembre de aquel año, durante el cual dedicó su Cuarteto para Cuerda, op. 51, a su nuevo amigo Theodor Billroth, un cirujano muy famoso.

Un año después se constituye el Bachverein de Leipzig en honor de Bach; sus principales administradores son, el compositor Heinrich von Herzogenberg –también encargado de la coral de la sociedad–, y su esposa, Elisabeth, notable pianista, en cuyo entorno se agrupaba el mundo cultivado de la ciudad, además de ser amiga de innumerables artistas, como Clara Wieck. Adoraba a Brahms y se unió a él con toda su energía, motivo por el que este le confió los manuscritos de sus últimas obras; en parte porque apreciaba su juicio y, en parte, porque se enamoró un poco de ella, de su espíritu, de su intelecto, de su manera de cantar y de tocar el piano y, singularmente, de sus talentos culinarios. Conoció también a Max Kalbeck que más tarde escribirá una biografía del compositor en varios volúmenes.

En 1875 dimitió del puesto de Director de la Gesellschaft für Musikfreunde de Viena. Con frecuencia estaba de mal humor y reaccionaba con cierta aspereza, excepto cuando hablaba de su trabajo. Rehuyó la vida social y se entregó totalmente a la música. Cuando no estaba al piano o sobre el podio de la orquesta y, especialmente cuando paseaba, era sabido que siempre estaba tarareando alguna melodía. 

Habían pasado unos 19 años desde que Brahms empezó a escribir bosquejos para una sinfonía, bien para aprovecharlos después, o para utilizarlos en otras obras; entonces envió algunas de sus composiciones inacabadas a amigos como Clara, Joseph o Fritz Simrock, aunque, permanentemente sometido a la grandeza de la Novena Sinfonía de Beethoven, no llegaba a sentirse del todo seguro de sí mismo. Finalmente, durante una prolongada estancia en Sassnitz, en la isla de Rügen –Mar Báltico– en el verano de 1876, completó su Primera Sinfonía, op. 68 en do menor cuya première se produjo en Karlsruhe en noviembre, y unos días después, en Mannheim, bajo la batuta del propio Brahms. El público y la crítica quedaron entusiasmados, pero las críticas de la obra en Boston un año después, fueron sorprendentemente desagradables; la obra se consideró aburrida, ruidosa, pobre de ideas y con temas poco elaborados; por el contrario, en Europa, Brahms fue glorificado como sucesor de Beethoven y su Sinfonía, denominada la Décima.

En 1877 empezó la Segunda Sinfonía, op. 77 en re mayor, tras una estancia en Pörtschach –200 km al sur de Salzburgo–, la terminó rápidamente y la presentó en Viena, ya en diciembre, constituyendo el año siguiente un período de alegrías y éxitos para el compositor, que viajó mucho y, por primera vez, a Italia, en compañía de su amigo, el médico Theodor Billroth. Poco a poco iba tomando forma su magnífico 2º Concierto para Piano, aunque lo abandonó temporalmente para concentrarse en el Concierto para Violín en re mayor, op. 77.

En 1879 recibe un doctorado honorífico en Filosofía por la Universidad de Breslau –en aquel momento parte de Prusia–, que agradecerá al año siguiente por medio de la Akademische FestouvertüreObertura para un Festival Académico–, op. 80, que, como es sabido, contiene la antigua canción estudiantil, Gaudeamus igitur. El mismo año estrena el Concierto para Violín en re mayor, op. 77 en el Gewandhaus de Leipzig, dirigiendo él mismo y con Joseph Joachim como solista.

En 1881 da los últimos toques a su Concierto para Piano nº 2 en si bemol mayor, op. 83, durante una estancia en Bad Ischl –al este de Salzsburgo–, donde había estado el año anterior. Él mismo lo presentará en Budapest y será uno de sus mayores éxitos. Von Büllow y su orquesta de Meiningen, una pequeña ciudad al sur de Göttingen, lo presentó por toda Alemania y Brahms emprendió un viaje por Italia, de nuevo en compañía de su amigo Billroth.

A partir de 1883 produce sus más grandes obras orquestales; termina la 3ª Sinfonía en fa mayor, op. 90 y la interpreta por primera vez en Viena. Unos meses después, Joachim sospecha que Amalia, su mujer tiene una liaison con Fritz Simrock y pide el divorcio; Brahms defiende enérgicamente a la mujer y ello pone fin a la larga relación entre los dos amigos.

En 1885 termina su Cuarta Sinfonía en do menor, op. 98, cuya première se produce en Meiningen bajo la dirección de von Büllow. Los críticos van desde la admiración incondicional hasta la invectiva; Hugo Wolf, un admirador de Wagner, dice que es pobre de ideas y fastidiosa, pero lo cierto es que condenaba, a veces de manera insultante, todo lo que provenía de Brahms. Algunos personajes conocidos declararon su aversión por aquel tipo de música, por ejemplo, George Bernard Shaw y Friedrich Nietzsche, y también críticos influyentes como John F. Runciman en Londres y, sobre todo, y de forma muy violenta, Tchaikovsky. Johann Strauss Hijo, el Rey del Vals, que ya era muy conocido, visitó a Brahms, al que admiraba; pero aseguraba que no creía en el porvenir de aquella música absoluta.

Johannes Brahms  con Johann Strauss Jr.

La Sonata en fa mayor, op. 99 para cello y el Concierto para Violín y Violoncello en la menor, op. 102, son de 1886. Durante el verano del año siguiente, Brahms emprendía su quinto viaje a Italia en compañía del compositor Theodor Kirchner y de Fritz Simrock. 

En 1888, ya de vuelta en Leipzig presentó su Trío para Piano, violín y Violocello en do menor, op. 101, con el violinista ruso Adolphe Brodsky, quien le invitó a su casa para la cena de Navidad, causando gran sospresa al compositor, cuando se encontró allí a Edward Grieg y a Tchaikovsky; para los cuales la velada resultó amistosa y agradable, al contrario que para Brahms, que estuvo disgustado y molesto. 

Posteriormente, durante varias estancias en Thun, cerca de Berna, en Suiza, Brahms escribiría casi exclusivamente, Lieder.

En 1889 la ciudad de Hamburgo le nombró ciudadano de honor, lo que le causó más alegría que la mayor parte de las distinciones recibidas hasta entonces. En abril viajó a Cadenabbia, en el Lago Como; su séptimo viaje a Italia, aunque en esta ocasión fue solo, alojándose en la villa del Duque de Meiningen. A primeros de diciembre grababa la Danza Húngara nº 2 también en un Cilindro de Edison.

En 1891 se quedó maravillado ante el virtuosismo del clarinetista Richard Mühlfeld, que era miembro de la Orquesta de Meiningen y, bajo su impresión, compuso el Trío para Piano, Clarinete (o Viola) y Violoncello, en la menor, op. 114, así como el Quinteto para Clarinete (o Viola), dos Violines, Viola y Violoncello, en si bemol menor, op. 115.

El lugar de vacaciones que prefería ahora era Bad Ischl, cerca de Salzburgo, a donde volvería regularmente el resto de su vida.

En 1893, tras el fallecimiento de su hermana Elisa, realizó su noveno y último viaje a Italia, visitando Sicilia con tres viejos amigos. Resultó aquel un viaje lleno de complicaciones: perdió su portafolios lleno de partituras, después, su amigo, el poeta y crítico literario Joseph Widmann, sufrió un doloroso accidente en el barco que los llevaba de Mesina a Nápoles y, finalmente, su buena amiga, la Contralto Hermine Spies, destacada intérprete de sus Canciones, moría a los 33 años. El Cirujano Theodor Billroth y Hans von Büllow también fallecieron el año siguiente. 

Hans von Bülow y Johannes Brahms. 
Fotografía de C. Brasch, tomada en Berlín en 1889 (Coll. Kurt Hofmann. Hambourg).

Ya en 1895, Clara Schumann y él se ven por última vez en Frankfurt, donde ella se gana la vida con grandes dificultades como profesora de piano tras haber renunciado a su empleo en la Academia de Música de la ciudad. Muy agobiada por la necesidad, aceptó finalmente alguna ayuda económica de Brahms.

En el 96 el Duque y la Ciudad de Meiningen organizaban el Primer Festival de Música de Brahms, poco antes de que Clara falleciera, después de escuchar el Romance en F. sharp major, op. 28 nº 2,  de Schumann interpretado por su nieto Ferdinand. Fue el 20 de mayo, a los 75 años, tras sufrir una enfermedad no determinada que le había provocado una delgadez extrema.

Brahms recibió la noticia en Bad Ischl y salió inmediatamente hacia Frankfurt donde fue informado de que Clara sería enterrada en el Viejo Cementerio de Bonn, cerca de su marido. El compositor llegó tarde a los funerales, pero justo a tiempo para dirigir la música de la ceremonia, anegado en lágrimas.

Clara Schumann 
(Enlace Clara Wieck/Schumann)

El año siguiente, 1897, fallecía él mismo, el 3 de abril, en Viena, de una enfermedad que sufría desde el año anterior. Fue enterrado en el Cementerio Central, cerca de Beethoven y Schubert. 

Su obra sigue viva para los que tenemos el privilegio de oírla, del mismo modo que se mantiene como referencia imprescindible para compositores e intérpretes de todo el mundo.
                                                                  


viernes, 21 de marzo de 2014

Guillermo Tell –Wilhelm Tell- y Tommaso Aniello –Masaniello-.


Si verdaderamente hubo alguna vez un Guillermo Tell, es difícil de probar a estas alturas, pero de lo que no hay ninguna duda, es de que en la lucha por la independencia suiza frente al poder Habsburgo, durante el siglo XIV hubo muchos Guillermo Tell.

Wilhelm Tell y su hijo. Altdorf

En cualquier caso, esta historia se refiere a un héroe –mitificado, quizá, pero no inventado–, que vivía en Bürglen, en el cantón suizo de Uri, nacido quizás a finales del siglo XIII y que era muy célebre por su destreza con el arco o la ballesta. En la época, los Habsburgo –a cuyo descendientes hemos conocido muy bien–, se habían anexionado algunos territorios suizos próximos a sus fronteras del Alto Rin y el Tirol. 

El Castillo de Habsburgo, del que tomó el nombre la dinastía.

Hermann Gessler, gobernador de Schwiz y de Uri, en nombre Albert I de Habsburgo, tratando de imponer su autoridad en la zona, mandó erigir un poste coronado con un sombrero, ante el cual la gente debía hacer una reverencia, bajo pena de muerte, como si se tratara de la propia majestad; algo que Tell prefirió ignorar, y que pondría en marcha la refinada maldad del gobernador. El castigo por no saludar al sombrero, consistió en que Wilhelm Tell tendría que disparar su ballesta sobre un blanco muy pensado: una manzana, colocada, justamente, en la cabeza de su propio hijo.

Los detalles de la historia se consideran hoy legendarios; no así los hechos en general, cuyo relato podría proceder de la llamada Gesta Danorum, del siglo XII, cuyo autor Saxo Grammaticus –Gramático Sajón–, describía un episodio similar al supuestamente sucedido a Tell, y en la cual aparecía también la historia más antigua de Hamlet, el personaje que pasó a la posteridad de la mano de Shakespeare.

Pues bien, como el domingo, 18 de noviembre de 1307, Wilhelm tuvo la mala fortuna de cruzarse con el poste del sombrero y la audacia de no inclinarse ante él, fufe acusado ante el gobernador, que añadió a la terrible prueba de puntería, la posibilidad de que, si el ballestero fallaba el tiro, sería ejecutado al instante. Por suerte, Tell, dio fe de su reconocida fama de buen tirador, lo cual no le había impedido pensar en lo que pasaría si, fallando el tiro, acababa con la vida de su hijo.

Una ballesta podía disparar dos proyectiles en un minuto; era un arma tan fácil de usar y tan demoledores sus efectos, que un Decreto del Concilio II de Letrán, en 1139, había prohibido el empleo de este arte mortal, tan odioso a Dios, contra cristianos y católicos, bajo pena de excomunión.

Una vez superada la prueba, el gobernador, observó que Tell ocultaba una flecha y le preguntó por qué lo hacía; ante su insistencia, Wilhelm respondió que estaba destinada al propio gobernador, en el caso de que hubiera matado a su hijo con la primera. Fue inmediatamente detenido y, una vez encadenado, conducido hasta la barca en la que junto con el gobernador y sus hombres, debía atravesar el Lago de los Cuatro Cantones para dirigirse al castillo de Gessler en Küssnacht.

Durante la travesía se levantó una tormenta que hizo necesaria la colaboración de todos los hombres a bordo para salvar la embarcación, a cuyo efecto, se le retiraron las cadenas a Tell, quien, cuando ya se encontraba cerca de la orilla, saltó a tierra y empujó de nuevo la barca hacia el lago, mientras corría por el bosque buscando un lugar donde ocultarse.

Los Cuatro Cantones y el Lago

Después se emboscó y esperó el paso de la comitiva del gobernador, al que finalmente, hirió de muerte con aquella segunda flecha. La muerte de Gessler constituiría el punto de partida de la sublevación en los Cantones de Uri, Schwyz y Unterwalden contra los Habsburgo, transformándose el héroe en el mito de la lucha de los suizos por su independencia.

Y hasta aquí la historia o el mito de Guillermo Tell; un relato que se ha transmitido con distintas variantes, que podrían, o no, referirse a este héroe o a cualquier otro de los que, sin duda, se enfrentaron al expansionismo de los Habsburgo. Es el caso, que hablamos de un personaje del que –como dice el historiador Jean–François Bergier–, ni yo, ni nadie puede afirmar con toda certeza, ni que haya existido verdaderamente, ni que sea una figura de leyenda.

La Capilla de Tell –erigida por primera vez en 1388–, en el camino abierto en el bosque próximo a Kussnacht

En todo caso, la Liga Perpetua, creada en 1291, contra el poder Habsburgo, se había transformado para entonces, en impulsora de una rebelión que culminó con la victoria de los Cantones de habla alemana, sobre el duque Leopoldo de Habsburgo en la batalla de Morgarten, en 1315. Aquella victoria constituyó el origen de la Confederación Helvética.

Literariamente, el mito se transmitió a través del Libro Blanco de Sarmen, de la Balada de Tell y de La Crónica de Etterlin, todos ellos de fines del siglo XV y principios del XVI y que parecen proceder de los alrededores del Lago de los Cuatro Cantones. Su finalidad, elevar la moral de la región en un momento de decadencia.

Y la función del espíritu de Guillermo Tell en aquel momento, era la de recuperar una alianza ya muy amenazada por idiosincrasias políticas, intereses económicos y diferencias confesionales, legitimando así, moral y políticamente a la Confederación, frente al Imperio del que aún formaba parte. El mito Tell, llegaba, pues, a la literatura en apoyo de un proyecto de independencia de mayores dimensiones.

Había pues, posteriormente, dos concepciones diferentes del héroe: por un lado, el pueblo pensaba en el arquero que antaño había liberado al país del opresor, y, por el contrario, una visión más política, veía en él al unificador cantonal, cuyo recuerdo contribuía a poner en duda la legitimidad política de la Confederación. Destaca en este aspecto, la neutralidad religiosa de Guillermo Tell, cuando el país atravesaba un período de luchas confesionales, y esta cualidad hizo evolucionar positivamente el mito, como espíritu unificador de la identidad nacional, recreando una imagen que se mantuvo hasta el siglo XX y se internacionalizó a través del drama de Friedrich Schiller, quien enriqueció la imagen del héroe, confiriéndole un valor más universal.

En el siglo XVIII, los racionalistas volterianos plantearon fundamentadas dudas sobre la realidad del héroe, que incluso fue tachado de fábula danesa; aunque siguió siendo el símbolo de la lucha por la libertad.

A principios del siglo XIX, el mito fue reivindicado por diferentes tendencias políticas, exceptuando a los conservadores católicos que recuperaron el poder con la Restauración, y veían en él más bien a un característico héroe revolucionario, los mismo que, aunque por otras razones, los investigadores positivistas, que al defender una historia basada solo en archivos, no podían admitir nada que no estuviera documentado: sin papeles, no hay personaje –aunque hablemos de una época en que aún no había registros.

En cualquier caso, Guillermo Tell, nunca dejó de ser una referencia espiritual implícita, presente en la memoria común de los suizos, que se saben generalmente comprendidos gracias al reconocimiento del héroe del que se sienten tan orgullosos más allá de sus fronteras, prácticamente en todo el mundo occidental.

De acuerdo con el historiador Louis Vuillemin: La leyenda, asumida por la nación, se ha convertido en parte de su existencia; posee más valor moral y ha adquirido más importancia que muchos otros hechos, materialmente constatados.

A pesar de todo, y como parte de su propia evolución, el mito ha sufrido el frío análisis de la autocrítica de la conciencia nacional a partir de los años 60 de siglo XX que, finalmente, terminó por convertirlo en una especie de anti-mito cuyo ejemplo más expresivo fue, sin duda, Guillermo Tell para la Escuela, de Max Frisch.

Después de Schiller y, sobre un libreto basado en su historia, Rossini contribuyó a su vez a la mitificación del rebelde suizo, a través de su ópera Guillermo Tell, estrenada en 1829.

Bürglen

En Bürglen, la ciudad de Wilhelm Tell, hay un interesante Museo, en el que, curiosamente se expone un libro que reúne la historia del suizo Guillermo Tell, con la del napolitano Tommaso Aniello, más conocido como Masaniello, cuyo paso a la posteridad, ya en el siglo XVII, también está marcado por la rebeldía contra el gobierno de los Habsburgo; en este caso, contra el Virrey o representante de un familiar de la rama española de la misma dinastía, a la que conocemos como los Austria; Felipe IV.


Tommaso Aniello d'Amalfi, Masaniello fue un pescador napolitano nacido en 1620, sobre cuya existencia real, no hay ninguna duda. El 7 de julio de 1647, el pueblo de Nápoles, no pudiendo soportar el permanente aumento de tasas impuestas por el Virrey Rodrigo Ponce de León, salió a la Plaza del mercado reclamando contra el aumento del precio de la fruta, gritando: Viva il re di Spagna, mora il malgoverno!

Onofrio Palumbo (attribuito)-Ritratto presunto di Masaniello. 
Napoli, Museo di San Martino.

Masaniello solía recogerse el pelo en cola de caballo, con una gorra roja y nunca llevaba zapatos.-


Rodrigo Ponce de León y Álvarez de Toledo (1602-1658) más conocido como Duque de Arcos, Grande de España con otros títulos de la más rancia aristocracia, fue enviado a Nápoles en 1646 como Virrey. Durante su representación se produjo la revuelta de Masaniello y la instauración de la República. 

Los rebeldes, que en principio, como hemos dicho, nunca se refirieron al rey de España, Felipe IV, sino solo al Virrey, duque de Arcos, llegaron a ofrecer una recompensa por la cabeza de este último, que finalmente se vio obligado a abandonar Nápoles en enero de 1648.

Edicto de doce de Noviembre de 1647.
Del Pueblo de Nápoles, ofreciendo diferentes premios, y entre ellos cinquenta mil ducados de contado a qualquiera que entregue la cabeza del Duque de Arcos, Virrey, y Capitán General de aquel Rey, o haga constar de su muerte. Fecha en el Torreón del Carmen.
La Plaza del Mercado de Nápoles el día 7 de julio de 1647, cuando estalló la revuelta encabezada por Masaniello, obra de Michelangelo Cerquozzi.

Sept. 18
Perdón General, concedido por el Duque de Arcos, Virrey de Nápoles y Sicilia , en nombre del Señor Rey Catholico, a los […] que desde el día veinte de Mayo pasado, hasta la fecha de este, hayan delinquido de qualquier modo en las precedentes revoluciones, y tumultos.

Octubre 1647
Representación hecha por el Pueblo de Nápoles a la Santidad de Innocencio X, en que le expresa la firme resolución que tiene de echar de este Reyno a los Españoles por haber dado causa a violar fu fidelidad al Rey Católico.


Don Juan José de Austria –Calderón–, nació en 1629 en una casa de la madrileña calle de Leganitos, siendo hijo, como es sabido, de Felipe IV y de La Calderona. Muchos achacaron la paternidad al duque de Medina de las Torres, lo cual fundamentalmente sirvió, para ser utilizado política, o cortesanamente en contra de Juan de Austria, quizás el preferido de los muchos hijos del monarca, que, según se decía, en aquel menester tenía muy buena mano. 

Duque de Medina de las Torres (1600–1668). Colección Particular

Así en las facciones del cuerpo, como en las habilidades e inclinaciones del ánimo, salió este niño una vivísima imagen de Don Ramiro de Guzmán, semejanza que se ha ido recogiendo más claramente, al paso que ha ido adelantándose en la edad, el talle, el semblante, el pelo, la voz, la lascivia, la ambición, la venganza, el fausto, la fantasía, la ineficacia y las facciones se ven, tan correspondientes en uno y en otro, como la copia corresponde al original.

Todo podría ser, aunque, no significa absolutamente nada, porque, ni los títulos de uno ni la filiación del otro, ni los cargos de los envidiosos, contribuyeron a frenar la estrepitosa decadencia del Reino. 

De Ramiro Núñez de Guzmán, como su nombre indica, pertenecía a la Casa de Guzmán, tenía tantos títulos, que conviene resumir la lista para no aburrir: además de Duque de Medina de las Torres, tenía un título de Príncipe; otros tres Ducados; tres Marquesados; siete Condados y cuatro Señoríos. Además era Sumiller de Corps; Gran Canciller de Indias; Tesorero General de la Corona de Aragón; Capitán de los Continos el Rey; Castellano y Virrey en Nápoles y Lugarteniente, Capitán General y Ministro de Felipe IV. Todo esto, sin contar que era yerno de Olivares y Favorito del monarca.

Su proyecto consistió en encontrar una tercera esposa rica y napolitana – Anna Caraffa, princesa de Stigliano– cuya familia exigió que el pretendiente fuera, al menos, Virrey. Felipe IV, que todo lo daba y, que anteriormente había hecho Duque a don Ramiro sólo para que se casara con la hija de Olivares, ya fallecida, le nombró Virrey de Nápoles, apeando del puesto al Conde de Monterrey.

Aunque las revueltas a las que nos referimos se produjeron en 1647, la etapa de gobierno del Guzmán, viene al caso, porque demuestra claramente, que aquellos sucesos no emergieron de la nada, ni fueron inesperados.

Domenico Gargiulo-Rivolta di Masaniello (Napoli, Museo di San Martino)

Nápoles constituía una fuente de ingresos absolutamente indispensable para la Corona, por lo que el rey, ordenó a su favorito, que cargara la mano en los impuestos cuanto fuera posible e imposible; algo que el Virrey cumplió adecuadamente, empobreciendo progresivamente a aquel reino, sin la menor compensación, hasta crear un profundo malestar tanto entre el pueblo como entre la nobleza.

Parece que Medina de las Torres tomó conciencia del creciente disgusto y que informó a Olivares de que las cosas se encontraban en un estado que podía derivar en sublevación si no se reducía la presión fiscal, pero las guerras en curso, no permitían hacer rebajas en aquel momento.

Para colmo, en 1638, Nápoles había tenido que afrontar las consecuencias de una erupción del Vesubio, y de varios terremotos, a los que, naturalmente, sucedieron el hambre y las epidemias. Medina de las Torres, redujo algunos impuestos y emprendió diversas obras públicas –aún existe la Vía Medina, en el Quartieri Spagnoli, próxima al Castel Nuovo–, y se mantuvo en el Virreinato, incluso después de la caída de Olivares.

Habéis sido mi hechura por mano del conde –le escribió Felipe IV después de ordenar a Olivares que se fuera a descansar a sus tierras y abandonara la Corte–, y que aunque él se aparte mientras durare la cura, quedo yo aquí para favoreceros y honraros como siempre, y haceros espaldas en cuanto hubiéredes menester, pues el peso del gobierno y la dirección de los gobiernos ha de ser más inmediatamente por mi persona, que faltándome el conde no me atrevo a fiar de nadie lo que de él.

El multititulado Guzmán permaneció en Nápoles hasta 1644, tres años antes de la sublevación. Pero la muerte de Felipe IV, en 1665, supuso para él una verdadera catástrofe, ya que, a pesar de sus promesas de apoyo, el Virrey fue ruidosamente olvidado en el real testamento. Murió tres años después, tras haberse casado tres veces productivamente, y haberse relacionado con nuestra famosa actriz, la madre de don Juan de Austria.

Juan José de Austria, 1629–1679. Hijo de Felipe IV y de la actriz madrileña María Inés Calderón.

Fuera quien fuera su verdadero padre, Juan José de Austria fue bautizado como hijo de la tierra, pasó después a residir en la localidad toledana de Ocaña, donde empezó sus estudios bajo el cuidado de un jesuita matemático y un inquisidor teólogo. Parece que fue buen estudiante y que mostró dotes especiales para la escritura y el manejo de las armas, tras lo cual se produjo su reconocimiento y recibió el título y tratamiento de Alteza.

Su padre no le escamoteó beneficios desde la adolescencia, haciéndole Prior de la orden de San Juan, Gobernador General de los Países Bajos y Príncipe del Mar, en 17 de abril de 1647; 

...considerando que don Juan de Austria, mi hijo, Prior de la religión de San Juan en mis Reinos de Castilla y León, se halla con edad que puede comenzar a ejercitar el valor y demás virtudes de que debe adornarse quien tiene tantas y tan grandes obligaciones como las que residen en su persona...he resuelto elegir y nombrar...al dicho don Juan de Austria, mi hijo,...para que representando mi persona y veces, tenga en las presentes ocasiones, el Gobierno General de todas las fuerzas marítimas de Galeras, Navíos, de Alto bordo otras cualesquier embarcaciones así ordinarias como extraordinarias que en cualquier parte se juntaren sin excepción alguna. 


Tras una terrible sequía, a la que, como de costumbre, siguieron el hambre y las epidemias, fue cuando el Duque de Arcos, decidió imponer la nueva tasa sobre la fruta. Ante las reclamaciones populares, prometió anularla, pero nunca lo hizo. En 1647, fue quemada la casa donde se pagaba el tributo; la noticia de la sublevación llegó a Palermo al mismo tiempo. 

Todo empezó en el mercado. El tumulto se expandió rápidamente, llegando al palacio del Virrey, que fue objeto de grandes destrozos. El 7 de julio de aquel año, el pescador, Tommaso Aniello –Masaniello- a la cabeza de un numeroso grupo de jóvenes reunidos en torno a su persona, se dirigió al palacio del virrey exigiendo la abolición de las tasas. El Duque de Arcos se vio obligado a huir y en Nápoles se multiplicaron los incendios.

Andrea De Lione-Ritratto di Masaniello. Napoli, Museo di San Martino.

1647, Julio 8 –día siguiente de los tumultos: el Duque de Arcos, Virrey de Nápoles, exime, en nombre de S.M. Catolica al pueblo de esta Ciudad de todas las gabelas, e imposiciones establecidas desde el tiempo del Emperador Carlos V y concede indulto general de todo lo ocurrido con motivo de ellas en este día, y el antecedente.

Julio 13: Capítulos y Privilegios concedidos por el Duque de, Arcos, … en nombre de S.M. Catholica, al Pueblo de este Reyno, para apaciguar el Tumulto, que se había levantado en él con motivo de algunas imposiciones. –Nuevas Concesiones, Restituciones y Privilegios, se concederían, por orden de Felipe IV a finales de agosto.

Ante el terrible cariz que adoptaban los acontecimientos, y por orden real, Arcos se había visto obligado a suspender las gabelas. Después recibió a Masaniello, quien pidió tranquilidad a la gente. 

Para celebrar los acuerdos entre ambos, se organizó una ceremonia a la que asistieron, el propio Virrey, Masaniello, los ministros del Consejo Colateral y el cardenal Ascanio Filomarino, arzobispo de Nápoles.

De forma muy evidente, Arcos hizo llamativos regalos a Masaniello, que al mismo tiempo se adjudicó una autoridad inesperada sobre aquellos que le habían seguido. 

Cuando pronunciaba una arenga en el mercado, el día 16 de julio de 1647, fue inesperadamente asesinado, aunque sus seguidores apenas tardaron veinticuatro horas en arrepentirse.

Las condiciones parecían inmejorables para que se produjera la intervención francesa, cuyo objetivo –decían–, era liberar a los napolitanos del yugo del rey de España, empleando para ello el descontento del Duque de Módena, que se sentía mal recompensado por su anterior colaboración con la Corona de España.

Sept. 1647, días 1 y 2
Tratado de Alianza entre Luis XIV Rey de Francia, y Francisco I. Duque de Módena, en virtud del qual se obliga S. M. Christianissima a tomar bajo fu protección a Su Alteza y Estados.
El Duque de Módena. Velázquez. Galería Estense de Módena.

Sept.13. 1647
Manifiesto publicado por parte del Duque de Módena, en que se pormenorizan los motivos que tuvo para adherir al partido de la Francia, e invadir los Estados de S. M. Catholica en Italia. Fechado en Módena. 

Tanto la rebelión como la muerte de Masaniello supusieron una extraordinaria baza para los intereses de la Francia de Mazarino, que se erigía en potencia liberadora aprovechando el descrédito español y la desaparición del rebelde napolitano. Ante la aproximación de una flota francesa, los napolitanos se manifestaron, por primera vez, abiertamente, contra el rey de España. Parecía llegada la hora del Duque de Guisa, Enrique de Lorena.

Enrique II de Lorena. Anthony Van Dyck, 1634

Enrique de Lorena, que tenía pretensiones hereditarias en Nápoles, colaboró con Masaniello en 1647, siendo posteriormente nombrado Dux de la nueva República bajo la protección de Francia, si bien nunca logró el afecto de los napolitanos, sino todo lo contrario. Capturado por los españoles en 1648, fue su prisionero durante cuatro años.

Juan José de Austria recibió entonces la orden de pasar a Italia con la Armada, sin recibir explicaciones sobre su cometido, excepto que debía atacar, si la avistaba, la flota francesa. El 1º de octubre de 1647, don Juan llegó a Nápoles y procedió a entrevistarse con el duque de Arcos. Pocos días después, tras reunirse con los caballeros que ejercían el gobierno en nombre del pueblo, concluyeron que era posible la negociación, si bien los representantes exigieron que fuera el propio don Juan su interlocutor, y en ningún caso el duque de Arcos, en el que ya no confiaban a causa del continuo incumplimiento de sus promesas.

Retrato de don Juan José de Austria con Nápoles al fondo (1648). José de Ribera. Palacio Real de Madrid.

Oct. 7, 1647
Memorial presentado por el Pueblo de Nápoles al Señor D. Juan de Austria, en que pide a Su Alteza que haga observar todas las Gracias, Privilegios, y Capítulos concedidos por el Virrey Duque de Arcos, en nombre de S.M. Católica: la deposición del referido Duque del Virreinato, y la del Visitador General del dicho Reyno y con otras diferentes Gracias, e Indultos.

Manifiesto 17 de Octubre de 1647 
Del Pueblo de Nápoles, en que expone ampliamente los motivos que ha tenido para tomar nuevamente las armas en fu defensa, contra los Ministros de S. M. Católica, e implora la protección, y asistencia de todos los Príncipes de Europa. Publicado en Nápoles.

BANDO de 26 de octubre de 1647. 
Publicado de orden de Genaro Anease, General del Pueblo de Nápoles, por el cual (en consecuencia de haberle ofrecido S. M. Cristianísima su protección, y otros auxilios) manda a todos los Habitantes de esta Ciudad, y Reyno, que no obedezcan al Rey Católico, ni a su hijo, o Ministros.

MANIFIESTO de diez, y siete de Diciembre de 1647
De Henrique De Lorena, Duque de Guisa, &c. en que después de expresar, que ha admitido el cargo de General de las Armas del Reyno de Nápoles, y las reiteradas instancias que se le hicieron para pasar a este Reyno en fu defensa contra los Españoles, participa su arribo a él, y el juramento hecho el día veinte de Noviembre, de servir fielmente en todas ocasiones al referido Pueblo. 

Don Juan aceptó, no sin antes hacer desembarcar a 3.000 hombres, que debían situarse en los centros estratégicos de la ciudad. De las conversaciones surgieron cuatro exigencias, entre las cuales, la dimisión del Duque de Arcos, era la primera. Seguía una amnistía general; la confirmación de las concesiones juradas e incumplidas por el Virrey y la entrega del castillo de Santelmo.

Don Juan lo aprobó todo, siempre y cuando se depusieran las armas y volviera la paz, pero para entonces el pueblo ya no estaba dispuesto a cumplir las condiciones propuestas por sus representantes; las promesas hechas por Francia, habían cumplido ya su objetivo.

Fue entonces cuando Felipe IV destituyó finalmente al duque de Arcos, confiando a don Juan José el gobierno de Nápoles:

Tengo por bien que vos, el dicho don Juan de Austria, mi hijo, hayáis admitido el ejercicio del cargo de mi Virrey y Capitán General en el dicho mi Reino de Nápoles, en lugar del dicho duque de Arcos, en el ínterin que yo proveo y envío Virrey propietario, que será con toda brevedad.

MANIFIESTO de ocho de Febrero de 1648. 
Del Señor D. Juan De Austria, Gran Prior de Castilla y León, Gobernador General de las Armas Marítimas de S. M. Católica, y su Virrey, y Capitán General en el Reino de Nápoles, en que después de ponderar los notables perjuicios que se habían seguido a muchos Vasallos de Su Majestad en aquel Reyno, con motivo de los tumultos, los exhorta a que se reduzcan a la Paz, y quietud, ofreciéndoles un Indulto general de cualesquiera delitos, y otras diferentes gracias compatibles con la razón: dado en el Real Palacio de Nápoles.

PLENIPOTENCIA de  nueve de Febrero de 1648
Concedida por el Señor Don Juan De Austria a Don Antonio Capoblanco, para asegurar, bajo de cualesquiera condiciones, a las personas, con quienes asentare y ajustare la reducción a la obediencia de Su Majestad: dada en Nápoles.

Posteriormente, en carta de 11 de enero de 1648, el rey daba facultad a su hijo para tratar, ajustar, disponer y concluir con el fidelísimo pueblo de Nápoles y otros del Reino, todo lo que pareciese conveniente al intento referido, sin exceptuar cosa por extraordinaria que sea. 

Quince días después, el duque de Arcos abandonó definitivamente Nápoles, pero, sorprendentemente, no había pasado un mes, cuando el rey escribió nuevamente a su hijo, para comunicarle que había nombrado un nuevo Virrey: He resuelto que el conde de Oñate, mi embajador en Roma, pase luego a servir por ínterin el cargo de mi Virrey y Capitán General en el dicho Reino. Oñate ya estaba en Nápoles el 18 de Marzo.

Ante la inminente llegada de una flota francesa, Oñate decidió adelantarse y, con el concurso de don Juan, invadió Nápoles con 2000 hombres, cien caballos y unos 500 nobles, napolitanos casi todos. El pueblo empezó a dar de nuevo vivas al rey de España, por lo que pudo librarse de represalias. Efectivamente, Oñate concedió un indulto del que exceptuó a los franceses, por lo que el duque de Guisa, viendo su causa perdida intentó refugiarse en los Estados Pontificios, pero fue hecho prisionero y conducido posteriormente al Alcázar de Segovia. La ciudad fue rápidamente pacificada.

ÚLTIMO BANDO de 11 de Abril de 1648
Contiene el Indulto general concedido al Reino de Nápoles por el Señor Don Juan De Austria, habiéndose dado fin a aquellas alteraciones con la prisión del Duque de Guisa, en el cual, además del perdón, que se concede en general, y en particular, se franquean diferentes gracias. Dado en Nápoles.

PLENIPOTENCIA de veinte y seis de Agosto de 1648. Dada por S. M. Católica al Señor D. Juan De Austria, Gobernador General de todas sus Armas Marítimas, para que en su Real nombre pueda tratar, concluir, y firmar cualquiera Confederación, Liga, o Ligas defensivas, y ofensivas con cualquier Príncipe, o República de Italia, para establecer en Italia y en todos los demás Reinos de Europa, una Paz firme, y durable: firmada en Madrid.

Resa di Napoli a Don Giovanni d'Austria nel 1648
La rendición de Nápoles a don Juan de Austria en 1648. Carlo Coppola. 
Museo di San Martino, Nápoles.

Don Juan participó en casi todas las numerosas guerras a las que la Corona se enfrentó en la época, dentro y fuera de sus fronteras; desde los Países Bajos hasta Portugal, pasando por Cataluña; tuvo éxitos y fracasos y sirvió al rey de forma incondicional, pero, cosas del destino, sería Mariana de Austria, la última esposa de Felipe IV y madre del penoso heredero, Carlos II, la que acabara con su carrera, mostrando ante su esposo el profundo desagrado que le causaba su presencia en la Corte. Felipe IV, como hemos dicho, siempre lo daba todo, de modo que don Juan José de Austria fue retirado del mando y prácticamente desterrado a sus tierras de Consuegra. Se convirtió en representante de la oposición a la reina tras la muerte de Felipe IV y alcanzó el poder, debido a los abusos de doña Mariana, pero no supo corresponder a las expectativas que había creado.

Don Juan José de Austria, el hijo más célebre de los treinta que, como mínimo, se le achacan a Felipe IV, moría el 17 de septiembre de 1679 con sospechas de envenenamiento.

Juan José de Austria. Juan Carreño de Miranda, c. 1678. Staatliche Museen. Berlín.