sábado, 30 de junio de 2018

Charles Baudelaire • Las Flores del mal • ¿Qué le parecería suprimir la palabra "poesías"?



Retrato de Baudelaire -a los 23 años-, pintado en 1844 -por Émile Deroy.

París, 9 de abril de 1821-31 de agosto de 1867 (46 años).

Hay Dante en el autor de Las Flores del Mal, pero es un Dante ya pasado; un Dante ateo y moderno, posterior a Voltaire, en un tiempo en que ya no habrá un Santo Tomás.
Barbey d’Aurevilly –Las obras y los hombres-.

Baudelaire procede del clasicismo, se alimenta de romanticismo y se debate entre Parnasiano y Simbolista, para cantar la modernidad, terminando por ocupar un notable espacio entre los poetas franceses, a pesar de haber producido una obra relativamente escasa, si se compara, por ejemplo, con la de su contemporáneo Víctor Hugo. De hecho, él mismo dijo a su editor que temía que su poesía resultara poco más que un cuadernillo, al que, sin embargo, dedicó muchos años.

Cuando más se debatía la función de la literatura, Baudelaire optó por separar la poesía de la moral, proclamando que la primera sólo tenía como objetivo la Belleza; y no necesariamente, debía ser transmisora de la Verdad.

La poesía no puede, sino a riesgo de morir o de declinar, asimilarse a la ciencia o a la moral; tampoco es la Verdad y no tiene más objeto que sí misma.
Baudelaire. Notice sur Edgar A. Poe.

Como sugiere el título de su celebérrimo poemario, Baudelaire trató de crear, a través de la palabra poética, lazos entre el mal y la belleza; la felicidad fugitiva y el ideal inaccesible; la violencia y la voluntad; la relación entre el poeta y el lector –Hipócrita lector, mi igual, mi hermano-, e incluso entre los artistas a través de los tiempos. Creó algunos poemas cargados de sabias sentencias, y otros de carácter más escandaloso, a causa de una supuesta necesidad vital de expresar la melancolía, el horror, e incluso la necesidad de emprender un camino diferente a través del exotismo.

Charles Baudelaire nació cuando su madre, Carolyne Dufays, tenía 27 años, mientras que su padre, Joseph-François Baudelaire era sexagenario y murió en 1827, cuando el poeta sólo tenía seis años, dejándole una herencia de la que nunca tuvo el usufructo y que, además, debió compartir con un medio hermano, Claude Alphonse Baudelaire, del matrimonio anterior de su padre.

La madre volvió a casarse, con un militar llamado Jacques Aupick, con el que el poeta jamás tuvo relaciones cordiales, ni aún convenientes, puesto que Aupick fue como una muralla interpuesta, no sólo entre él y su madre, sino también entre él, su poesía y sus sueños.

Estudiando en el Collège Louis-Le-Grand, en París, obtuvo un premio en versos latinos, pero, sin embargo, cayó en desgracia por cometer una falta, que, aun cuando lo fuera en términos disciplinarios, le honra grandemente como persona y resalta su gran humanidad, en este caso, basada en una fidelidad sin condiciones.

Señor, esta mañana, su hijo, llamado por el subdirector, por ocultar una nota que uno de sus compañeros acababa de darle, se negó a entregarla; la hizo pedazos y se la tragó. Enviado a mi despacho, declaró que prefería cualquier castigo antes que revelar el secreto de su compañero, y cuando le exigí que lo explicara todo, por su bien y el de su compañero […] me respondió con burlas cuya impertinencia no debo soportar. Le he expulsado, pues, y le devuelvo a este muchacho, que está dotado de posibilidades suficientemente notables, pero que lo ha echado todo a perder por el mal carácter, que el buen orden del colegio ya le ha sufrido más de una vez. Fdo. J. Pierot.

Expulsado del Liceo en abril de 1839, por aquel pecadillo, Baudelaire se entregó a una vida ya radicalmente enfrentada a los valores burgueses que representaba su propia familia. Por fortuna, terminó el bachillerato en el Liceo Saint Louis, donde fue admitido en un último momento, casi a fin de curso.

Considerando escandalosa la vida de aquel adolescente, su padrastro, para que aprendiera a vivir, decidió mandarlo a... Calcuta, a cuyo efecto, se embarcó en Burdeos, a primeros de junio del año de su expulsión. 

Un naufragio ocurrido en septiembre, obligó a interrumpir el viaje, pero se ignora si finalmente Baudelaire llegó a La India, y, en todo caso, cuándo o cómo fue repatriado.

Ya de vuelta en París, empezó a relacionarse con Jeanne Duval, una “joven mulata” con la que, al parecer, conoció el placer y el sufrimiento, pero sorprendentemente, algunos de sus contemporáneos y amigos, como el gran fotógrafo Nadar, basándose en declaraciones de otro amante de la joven y de algunas prostitutas que conocieron a Baudelaire en la época, declararon, sorprendentemente, que el rasgo más definido del comportamiento del poeta, era, su voluntaria castidad.

A causa de sus grandes y continuas deudas, la familia decidió ponerlo bajo tutela judicial, pero, justo a partir de entonces, es decir, a partir de 1842, más o menos, y a pesar de las restricciones económicas, se entregó a una vida absolutamente desordenada, aunque también fue cuando empezó a componer su obra maestra: Les Fleurs du Mal.

Desde su faceta de crítico de arte y periodista, defendió la posición de Delacroix como representante del romanticismo en la pintura, y apoyó abiertamente a Balzac cuando fue atacado y caricaturizado por sus sonados fracasos económicos, sus habituales deudas, y otras supuestas perversiones.

En 1843, en el granero de la casa de su amigo Louis Ménard -que después se convertiría en un conocido Químico y hombre de letras-, descubrió los paraísos artificiales, es decir, que probó la llamada confitura verde –cannabis-. 

Aunque sufrió un cólico en aquella ocasión, le pareció que la experiencia mejoraba su inspiración. Volvería a probarlo ocasionalmente, pero bajo control médico, participando en las reuniones del Club des Haschischins. De ahí pasó al opio, cuya experiencia fue mucho más larga y desde 1487 hizo un uso terapéutico del láudano, que se le prescribió para combatir dolores de cabeza e intestinales, posteriores a una sífilis, probablemente contraída durante su relación con Sarah Louchette. 

Finalmente, al igual que le ocurrió al escritor inglés Thomas de Quincey antes que a él, la adicción le llevó a aumentar progresivamente las dosis. Desde el punto de vista literario, considerando sus efectos como un ingrediente de la creatividad literaria, describió los atractivos de su uso, al mismo tiempo que la tortura de la dependencia.

Por otra parte, Baudelaire, que era hombre de gustos caros y estaba poco acostumbrado a contar el dinero, recibió la herencia de su padre cuando alcanzó la mayoría de edad, pero la dilapidó en un año y medio. A la vista de sus ostentosos y desmedidos gastos, la familia solicitó un consejo judicial, por cuya decisión, un notario le acordó, a partir del 21 de septiembre de 1844, una pensión mensual de 200 francos para gastos, de los cuales, además, debía rendir cuentas. Tal situación indignó a Baudelaire hasta el punto de que trató -¿o simuló?- suicidarse de una puñalada en el pecho, el 30 de junio de 1845.

En 1848 participó activamente en las Barricades, y cuando la Révolution de Février, instituyó la libertad de prensa, fundó la efímera gaceta titulada Le Salut Public –de línea claramente republicana-, que alcanzó a poner en circulación dos números. 

Alphonse de Lamartine ante el Hôtel de Ville de Paris el 25 de febrero de 1848 rechaza la bandera roja. Obra de Félix Philippoteaux. Musée Carnavalet, París.

En febrero de 1848, obreros y burgueses liberales se unieron frente al rey Louis-Philippe. El 25 de febrero se proclamó un nuevo régimen, la Segunda República. Uno de sus representantes, Lamartine, rechazó la bandera roja, como símbolo del terror de 1793, pero también, del socialismo naciente y eligió la bandera tricolor. Flaubert y Alexis de Tocqueville fueron extremadamente críticos con él, pero no así, Víctor Hugo, a quien Lamartine nombró alcalde de distrito e incluso le propuso como Ministro de Instrucción Pública

El 15 de julio de 1848, apareció en La Liberté de Penser, un artículo de Edgar Allan Poe, titulado Révélation magnétique, traducido por Baudelaire, que, a partir de entonces, se convirtió prácticamente en su traductor oficial y nunca se cansó de proclamar su admiración por él. 

La madre de Baudelaire, cuya familia había emigrado a Londres durante la Revolución de 1793 le había enseñado inglés, idioma con el que se familiarizó profundamente y que dominaba a la perfección. 


E. A. Poe y J. de Maistre

Por otra parte, el conocimiento de la obra de Poe, así como la influencia de Joseph de Maistre –político, filósofo, magistrado, historiador y escritor-, redujeron casi a cero, su fe revolucionaria, y, aunque posteriormente compartiría con Gustave Flaubert y Víctor Hugo el rechazo hacia Napoleón III, lo expresó siempre desde un punto de vista literario, completamente alejado de la acción directa: 

Los disturbios, que resuenan vagamente en los cristales
no me harán levantar la cabeza de la mesa de trabajo.

Paysage, fragmento de Tableaux parisiens, en Fleurs du mal.

Flaubert y Víctor Hugo

Napoleón III, por Cabanel. 1865

Baudelaire adaptaba su estilo -como una partitura-, a los temas que elegía, algo que muy pocos comprendieron, excepto algunos autores como Armand Bachet, Édouard Thierry, Champlfleury, Barbey d’Aurevilly, Fréderic Dulamon o André Thomas, todos ellos, o casi todos, suficientemente documentados en la BNF, especialmente Thierry.

Pero aquellas amistades comprensivas y cercanas, fueron contrastadas entonces por la hostilidad de la prensa. Desde el momento de la aparición de Les Fleurs du Mal, en 1857, Gustave Bourdin reaccionó de forma virulenta en Le Figaro del 5 de julio de aquel año. 

Hay momentos en los que se duda del estado mental del señor Baudelaire y hay otros en los que se duda más todavía; es decir, la mayor parte del tiempo, con la repetición monótona y premeditada de la mismas cosas, de los mismos pensamientos. Lo odioso bordea lo innoble; lo repelente se alía con lo infecto...

El hecho es que, una apreciación tan absolutamente negativa, sin matices de ninguna clase, conocida su procedencia, se convirtió en opinión pública en aquel momento y, antes de que pasaran dos meses, Les Fleurs du Mal, fueron denunciadas por ofensa a la moral religiosa y ultraje a la moral pública y a las buenas costumbres. Bien entendido que las malas, sobrevivían de forma encubierta, lo que no anula que Baudelaire las hiciera visibles, contrariando la mirada hipócrita sobre la realidad, costumbre muy simple y generalizada por la que suele ser castigado el mensajero.

Baudelaire fue condenado el 20 de agosto de 1857, por el Tribunal de la Seine, por esta última causa, con una multa de 300 francos, que finalmente se redujo a 50, curiosamente, a causa de la intervención de la Emperatriz Eugenia de Montijo, a quien, Baudelaire se había dirigido por carta, pidiendo su mediación.

Eugenia de Montijo. Emperatriz de Francia -casada con Napoleón III-, 
con su único hijo, Eugenio Luis-Napoleón.  Winterhalter. 1857

Carta de Charles Baudelaire a la Emperatriz Eugenia. Archives Nationales de Francia

6 de noviembre de 1857
    Madame,

    Se necesita la prodigiosa presunción de un poeta para atreverse a ocupar la atención de V.M. en un caso tan pequeño como el mío. He tenido la desgracia de ser condenado por una colección de poesías titulada Les Fleurs du Mal, de la que la horrible franqueza del título no ha sido suficiente para protegerme. Yo creía haber hecho una bella y grande obra, sobre todo, clara; pero ha sido juzgada lo bastante oscura como para ser condenado a rehacer el libro y a eliminar algunas partes (el seis por ciento). Debo decir que he sido tratado por la justicia con una cortesía admirable, y que incluso los términos del proceso

[hoja 2] implican el reconocimiento de mis altas y puras intenciones. Pero la multa, acrecentada por gastos incomprensibles para mí, supera las facultades de la pobreza proverbial de los poetas, y, animado por tantas pruebas de estima que he recibido de amigos altamente situados y al mismo tiempo, persuadido de que el corazón de la emperatriz está abierto a la piedad, tanto para las tribulaciones espirituales como las materiales, he concebido el proyecto, tras la indecisión y la timidez de diez días, de solicitar la graciosa bondad de Vuestra majestad y rogarle que intervenga a mi favor, ante el Señor Ministro de Justicia.

    Dignaos, Señora, aceptar el homenaje de los sentimientos de profundo respeto con los cuales tengo el honor de ser, de V.M. el más entregado y obediente servidor y súbdito,
    Charles Baudelaire,
    19, quai Voltaire.

El editor, Auguste Poulet-Malassis, pagó una multa de cien francos y tuvo que eliminar seis poemas que quedaron prohibidos: Les Bijoux ; Le Léthé ; À celle qui est trop gaie ; Lesbos ; Femmes damnées y Les métamorphoses du Vampire. 

Sin embargo, Víctor Hugo, a quien Baudelaire había enviado el libro, le mandó una estimulante carta desde su exilio de Guernesey:

Sus Flores del Mal brillan deslumbrantes como estrellas. Lanzo un ¡bravo! con todas mis energías a su poderoso espíritu. Permítame terminar estas líneas con una felicitación. Una de las raras condecoraciones que el actual régimen puede conceder, usted acaba de recibirla. Lo que ellos llaman Justicia, le ha condenado en nombre de lo que llaman su moral; esto es una corona más. 

A pesar de la relativa clemencia del jurado, que deseaban una requisitoria más severa, sobre once de los poemas; la calificación recibida conmovió profundamente a Baudelaire, que, a pesar de todo, en 1861 encargó una nueva edición, aumentada con 32 poemas. 

Pero, sobre todo, hay que destacar el hecho de que, el año siguiente fue propuesto como candidato a ocupar el sillón de Eugène Scribe en la Académie Française, apadrinado por Saint-Beuve y por Alfred de Vigny, aunque finalmente desistieron de su proyecto por falta de apoyos suficientes. Más tarde, el mismo Baudelaire renunció a la oferta para ocupar el sillón vacante de Henri Lacordaire.


Con todo, en 1866 consiguió que le publicaran en Bruselas -fuera de la jurisdicción francesa-, bajo el título Les Épaves -que podría traducirse como restos de un naufragio-, los seis poemas condenados, junto con otros 16 nuevos.

Para el 24 de abril, completamente endeudado, Baudelaire se fue a Bélgica con el fin de realizar una gira de conferencias, pero apenas tuvo audiencia. No obstante, se quedó allí para visitar a Víctor Hugo, por entonces, voluntariamente exiliado. 

Después escribió un auténtico panfleto contra aquel país, que, para él, no era sino una caricatura de la Francia más burguesa; el resultado, un durísimo artículo titulado, Pauvre Belgique, quedó inacabado.

Por el lado más amable, allí conoció a Félicien Rops, que, en 1866 diseñó una portada para Les Épaves e ilustró otros poemas, que lograron atraer el interés de varios escritores como Gautier, Musset, Mallarmé Barbey d’Aurevilly o Joséphin Péladan -este último, un conocido ocultista, además de escritor-.

Durante una visita a la iglesia de Saint-Loup, en Namur, Baudelaire perdió el conocimiento a causa de ciertos problemas cerebrales, que, a partir de la primavera de 1866, le provocaron hemiplejia.

En julio fue llevado a París, siendo inmediatamente admitido al tratamiento de un reconocido médico alienista y acogido en una agradable habitación, junto a un jardín, bien iluminada y decorada con pinturas de Manet, entre ellas la Maîtresse de Baudelaire, de 1852, que hoy se encuentra en el Museo de Beaux-Arts de Budapest.

Jeanne Duval, la amante de Baudelaire cuando este tenía 21 años. De Édouard Manet.

Y allí fue donde falleció el poeta, el 31 de agosto de 1867, siendo inhumado en el cementerio de Montparnasse

No pudo, pues, ver la que sería la edición definitiva de sus Fleurs du Mal. El poemario titulado Spleen de Paris, se publicó de manera póstuma en 1869.

Primera edición de Les Fleurs du Mal, de 1857
y segunda, de 1861, con los grabados de Bracquemond

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En 1929, a instancias del entonces Ministro de Justicia, Louis Barthou se celebró una revisión del proceso de 1857 por el que se había condenado a Baudelaire y a su poesía, pero terminó en nada, al no hallarse ningún error de procedimiento. Sin embargo, ya en 1946, por la Ley de 25 de septiembre, se creó un procedimiento de revisión de las condenas -por ofensa a las buenas costumbres cometidas a través de un libro-, promovida por la Societé des gens des Lettres. Entonces se solicitó, de inmediato y casi por unanimidad –sólo un voto en contra-, una nueva revisión de la condena. 

De acuerdo con la nueva sentencia. los poemas objeto de la prohibición, no contienen ningún término obsceno, ni aun grosero, y no sobrepasan, en su forma expresiva, las libertades permitidas al artista; si ciertas imágenes han podido, por su originalidad, alarmar a algunas mentes de la época de la primera publicación de Las Flores del Mal y aparecer a sus primeros jueces como ofensivas para las buenas costumbres, tal apreciación sólo atañe a la interpretación realista de estos poemas, olvidando su sentido simbólico, y se ha revelado de carácter arbitrario, nunca ratificado por la opinión pública, ni por el juicio de los letrados.

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En el aspecto político, Baudelaire asumió los planteamientos de Joseph de Maistre, -máximo representante del pensamiento contrarrevolucionario-, de acuerdo con el cual adoptó –al contrario de lo que pudiera parecer-, un catolicismo aristocrático y místico, lo que unido al hecho de que era un dandy –en el sentido coloquial del término en francés-, le llevó a rechazar las Luces, la Revolución, la Democracia y la tiranía de la opinión pública. En su opinión, no había gobierno más razonable y seguro que el aristocrático, teniendo siempre en cuenta que, si la monarquía o la república, se basaban en la democracia, serían igualmente absurdas y débiles. 

Al evocar la “ebriedad” que le provocó la Revolución de 1848, precisó: ¿De qué naturaleza era aquella ebriedad? Placer por la venganza… atractivo por la destrucción. 

El golpe de Estado de Louis Napoleón la noche del 1 al 2 de diciembre de 1851, no le provocó la menor ilusión: El 2 de diciembre me despolitizó físicamente. En política –declaró-, no tengo convicciones como las entiende la gente de mi época, porque no tengo ambición.

De forma sorprendentemente pesimista, denunció el absurdo del progreso y la herejía moderna de la supresión del pecado original, porque el hombre eterno –decía-, no es sino el más perfecto animal de presa; concepto del que procederían, la polémica violencia de sus textos, sobre todo, los últimos; el sentimiento de inevitable decadencia; la convicción de la victoria del satanismo, y ciertas afirmaciones como: Sólo hay tres seres respetables: el sacerdote, el guerrero y el poeta; saber, matar y crear, añadiendo esta interesante deducción final: el resto de los hombres son manejables y válidos para la caballería; es decir, para ejercer lo que llamamos una profesión.

Para completar sus sorprendentes y soberbias opiniones, propias de alguien que, a pesar de renegar aparentemente de su origen, mediante sus actitudes de carácter bohemio, estaba profundamente apegado al mismo, como un don especial, merecido por nacimiento. 

Por otra parte, en su escrito inacabado Pauvre Belgique, escribió -con sencillez y claridad rotundas: Me dicen que en París se han presentado 30000 peticiones por la abolición de la pena de muerte; 30000 personas que la merecen. 

Consecuente con tal planteamiento, en Mon coeur mis à nu, explica que la pena de muerte tiene por objeto salvar –espiritualmente-, a la sociedad y al culpable, y después, precisa: Para que el sacrificio sea perfecto, es necesario que haya asentimiento y alegría por parte de la víctima. En consecuencia, el hecho de dar cloroformo a un condenado a muerte, sería una impiedad, pues sería quitarle la consciencia de su grandeza como víctima y evitarle la posibilidad de ganar el paraíso. 

En su trabajo titulado Entre Bainville et Baudelaire, Charles Maurras –político de extrema derecha, fundador de Action Française-, definía a Baudelaire como al admirador de Maistre quien, en la débil medida de la atención prestada a la vida cívica [tomó partido] adhiriéndose a la posición en contra de todo lo que se pareciera a la opinión del pueblo o al sufragio universal. 

Extraño cristiano -añadía Maurras-, atormentado y disidente, tampoco creía en supuestos tales como la bondad natural o la utilidad pública de la voluntad general. 
Charles Maurras: Poesía y Verdad.

De hecho, Baudelaire, refleja el Mal en sus Flores; porque lo ve a su alrededor, en toda la sociedad de su tiempo, especialmente en aquellos destinados a ejercer una profesión, multitud de la que exceptuaba sólo un reducido número de elegidos al que él mismo pertenecía, no precisamente por méritos propios, sino, más singularmente, porque aseguraba que él no tenía ambiciones

Con todo, es un hecho que su forma de afrontar la vida y la sociedad, no le proporcionó la menor felicidad. La imagen de Baudelaire, tanto en el gesto, como en el verso, es clara y profundamente amarga, pero, como tantas veces, en este caso también se hace preciso desligar biografía y obra, porque la creación literaria, parece proceder y transcurrir por caminos diferentes e inaccesibles a la experiencia más evidente. 

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Para intentar completar el diseño de la imagen del creador de Las Flores del Mal, disponemos del criterio que acerca de él expresaron algunos autores contemporáneos.

Gustave Flaubert

Agradece a Baudelaire el envío de un ejemplar de las Fleurs du mal:

Desde hace ocho días lo releo, verso a verso, palabra por palabra y, francamente, esto me complace y me encanta. -Ha encontrado usted el medio de rejuvenecer el romanticismo. No se parece a nadie (lo que constituye la primera de todas las cualidades). La originalidad del estilo fluye del concepto. La frase está tan llena por la idea que parece estallar. -Me gusta su acritud, con esas delicadezas del lenguaje que le dan valor, como el damasquino sobre una fina hoja de acero... ¡Ah!, ¡cómo comprende usted lo desagradable de la existencia! -Pero lo que sobre todo me gusta en su libro, es que en él predomina el arte. Además, usted canta la ”carne” sin amarla, de una manera triste y ajena que me resulta simpática. Es usted resistente como el mármol y penetrante como la bruma inglesa.

Gustave Flaubert, Correspondance, t. II, Gallimard (Pléiade), 1980, 
Lettre à Charles Baudelaire du 13 juillet 1857, p. 744-748.

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Barbey d’Aurevilly

Jules Amédée Barbey d’Aurevilly, 1808-1889. Llamado Condestable de las Letras, era novelista, ensayista, poeta, crítico literario, periodista y polemista. Tras un lapsus republicano y democratizante también se unió al entorno de Joseph de Maistre, asumiendo el monarquismo más intransigente, y menospreciando toda evolución y todos los valores de su siglo. Hacia 1846 volvió al catolicismo y se convirtió en violento defensor del ultramontanismo y el absolutismo, aunque llevando una vida elegante y desordenada de dandy-bohemio.

Teorizó antes que Baudelaire sobre esta actitud ante la vida, en su ensayo Du dandysme et de George Brummell. Su ideología se reflejaba en su obra, de forma original, siempre, claramente marcada por su recuperada fe católica y por el concepto siempre presente del pecado.

Criticó la modernidad, el positivismo y la hipocresía del partido católico y sus novelas son entre románticas, fantásticas y sobrenaturales, mezcladas también con realismo histórico y simbolismo decadente, basado en su atractivo por los duelos, los temas brutales y sanguinarios, y las novelas melodramáticas con elementos demoníacos, los cuales, en su opinión, constituían un camino para el conocimiento divino.

D’Aurevilly destacó en las Flores del Mal el logro de los detalles... el acierto del pensamiento... el lujo y la florescencia del color, pero, sobre todo, la arquitectura secreta, un plan calculado, concluyendo que a Baudelaire sólo le quedaban dos caminos después de semejante poemario; ¡volarse la cabeza... o hacerse cristiano!. Le envió una carta en parte muy halagadora y, en parte, irónica; aunque con un claro matiz de comprensión, aseguraba que el poeta estaba ebrio de aburrimiento, de opio y de blasfemias.

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Víctor Hugo (1733-1828)

Escribió a Baudelaire en 1859 diciéndole que no compartía su visión del arte por el arte, puesto que él defendía el arte para el progreso, pero reconocía que el autor dotaba a la poesía de una nueva fuerza: Usted aporta al cielo del arte no sé qué nuevo rayo macabro, creando con ello una nueva emoción.

Leconte de Lisle (1818-1894)

Poeta posromántico, helenista y parnasiano. A finales de 1861, se declaraba maravillado, al observar el efecto que provocaba la poesía de Baudelaire; dejando a la vez en el espíritu la visión de cosas aterradoras y misteriosas, en el oído ejercitado, una especie de vibración múltiple y sabiamente combinada de metales sonoros y preciosos, y en los ojos, espléndidos colores. Igual que otros, fue sensible a la originalidad de la obra marcada con el sello enérgico de una larga meditación.

Sainte-Beuve (1804-1869)

Crítico literario y escritor. Entendía que la obra de un escritor es siempre el reflejo de su vida y puede ser explicada a través de ésta; una idea que otros rechazaban, como es el caso de Marcel Proust

Saint-Beuve Sitúa la obra de Baudelaire en el extremo opuesto de lo romántico y ve en el autor al representante perfecto de aquellos círculos literarios en los que se recitan sonetos exquisitos mientras se enervan con haschish para razonar después, o se toma opio y mil drogas abominables en tazas de fina porcelana.

Théodore de Banville (1823-1891)

Poeta, dramaturgo y crítico teatral, es uno de los principales precursores del parnasianismo. Se refirió a las Flores del Mal y a sus pequeñas obras maestras como un verdadero acontecimiento literario.

En 1872 abandonó la corriente simbolista y escribió El Gato, obra en la que asegura que: Todo animal es superior al hombre por lo que hay en él de divino, es decir, por instinto. Pero de todos los animales, el Gato es aquel cuyo instinto es más persistente, el más imposible de erradicar. Silvestre o doméstico, permanece siendo él mismo, obstinadamente, con una serenidad absoluta y nada puede hacerle perder su belleza y su gracia suprema.
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Verlaine au café. Photo Dornac

Paul Verlaine (1844-1896). Simbolista. Juzgó los poemas de las Flores del Mal, como la quintaesencia… la concentración extrema, de lo que hace al hombre moderno, con sus agudezas y vibraciones, su espíritu dolorosamente sutil, su cerebro saturado de tabaco, su sangre quemada de alcohol; en fin, una muestra de la humanidad, es decir, al grupo al que denomina biblio-nervioso por excelencia.

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Théophile Gautier (1811-1872) 

Poeta, dramaturgo, novelista, periodista, crítico literario y fotógrafo. Fue romántico y costumbrista y se le considera fundador del parnasianismo además de precursor de la literatura modernista.

En 1868, dijo de Baudelaire: este poeta a quien se quiso hacer pasar por una naturaleza satánica enamorada de la maldad y la depravación, amaba el Bien y la Belleza en el más alto grado.

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Otros personajes, por el contrario, arrojan sobre la obra y su autor, auténticos comentarios muy ácido.

Los hermanos Goncourt

Edmond (1822-1896) y Jules (1830-1870) de Goncourt formaban en las filas del Naturalismo. Siempre colaboraron mutuamente en sus vidas y obras, como una sola persona. Tras el fallecimiento de Jules, Edmond creó, en su memoria el célebre Premio Goncourt, que se otorgó por primera vez, en 1903.

Para ellos, Baudelaire pertenecía al círculo de épaffeurs cyniques -una expresión difícil de traducir, en la cual épaffeur, podría entenderse como el que hace saltar lascas de un bloque de piedra, a golpes, aunque no, desde luego, como lo haría un escultor, y, además, en este caso, con el complemento de cínico-, que profería en público enormes obscenidades. 

Dos meses después del proceso de agosto de 1857, se cruzaron con él, y dejaron escrito su retrato: Sin corbata, con el cuello al aire, y la cabeza rapada, como un auténtico guillotinado. Un solo detalle delicado; las manos cuidadas y limpias. La cara de un loco. La voz fina como una hoja afilada y una elocución pedantesca. No obstante, añadían, que se defendió obstinadamente... de haber ultrajado las costumbres en sus versos.

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Louis Edmond Duranty (1833-1880)

Novelista y crítico de arte, del que se dijo que podría ser hijo ilegítimo del famoso escritor Prosper Mérimé. Como crítico de arte, fue partidario de las innovaciones, como el realismo y el impresionismo, aunque tardó en emplear este último término, a causa del significado satírico que se le dio en un principio.

Decía que Baudelaire era un duende literario, de talento sobrevalorado, que empleaba y alimentaba pábulos de horror y misterio, para sorprender al público.

Duranty es uno de los personajes que aparecen -imagen de arriba-, justamente, en el extremo opuesto a Baudelaire -, en el famoso y representativo retrato de grupo, titulado Homenaje a Delacroix, que el artista Henri Fantin-Latour, realizó en 1864.
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Jules Vallés (1832-1885)

Vallés dijo que Baudelaire, no era más que un loco y un fanfarrón de inmoralidad, que creó un mundo en el que los ángeles tenían alas de murciélago y caras de mujeres públicas.

Participante activo en la Revolución de 1848; dirigió periódicos antimonárquicos, como Le Cri du Peuple. Fue dirigente de la Commune de Paris, del 18 al 28 de mayo y condenado por ello a la pena capital, aunque el 14 de julio de 1872, se exilió en Londres, volviendo a Francia en 1880.

Zola recomendaba su obra, que por otra parte solía ser asimilada con las de Lautréamont y Rimbaud, si bien, a su vez influyó en otros autores, como Jules Renard. 

Escribió un estremecedor relato autobiográfico en tres partes, bajo el seudónimo de Jacques Vingtras.
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Finalmente, un desconocido crítico llamado Louis Goudall, escribió en el famoso periódico Le Figaro, el 4 de noviembre de 1885 que le sorprendía que Baudelaire hubiera logrado hacerse pasar en el mundo de las letras, por un poeta de genio...cuando su reputación y su talento estaban rotos en mil pedazos, y añadía: Desafío a la posteridad a que encuentre un solo fragmento suyo... para preguntarse finalmente, cómo podría ser de otro modo, ante una inspiración puerilmente pretenciosa... y tal amontonamiento de ambiciosas alegorías destinadas a disimular la falta de ideas... lenguaje ignorante, helado y descolorido con un gusto marcado por lo inmundo y lo escabroso. No -terminaba-, decididamente, Baudelaire, en adelante, nunca será citado, sino entre los frutos secos de la poesía contemporánea.
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Baudelaire, de la Bibliothèque de la Pléiade, Œuvres complètes, volume I.

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Selección de títulos citados:

Les Fleurs du mal (1857) ;
Les Paradis artificiels (1860) ;
Réflexions sur quelques-uns de mes contemporains (1861) ;
Richard Wagner et Tannhäuser à Paris (1861) ; (Baudelaire fue gran admirador de Wagner)
L’œuvre et la vie d’Eugène Delacroix (1863) ;
Mon cœur mis à nu (1864), journal intime ;
Lettres ;
L’Art romantique (1869) ;
Journaux intimes (1851-1862) ;
Pauvre Belgique (inacabado).

Portada de la prueba de 1857 de las Fleurs du mal, anotada por Charles Baudelaire.

¿Qué le parecería suprimir la palabra poesías? A mí, me choca mucho.

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sábado, 23 de junio de 2018

Jean Cocteau: "Sé que la poesía es indispensable, pero no sé para qué."



Je sais que la poésie est indispensable, mais je ne sais pas à quoi.


Capilla Saint-Blaise des Simples, Milly-la-Forêt

La capilla de Saint-Blaise-des-Simples -Plantas medicinales-, dedicada al obispo y médico San Blas, se encuentra en la ciudad de Milly-la-Forêt, departamento de Essonne, en Francia.

Construida en el siglo XII, es el testimonio de lo que fue un lazareto; entonces y ahora, rodeada por un jardín botánico en el que se cultivan plantas medicinales. Fue decorada por Jean Cocteau, que vivió en esta ciudad desde 1945 hasta su fallecimiento, el 11 de octubre de 1963. Sus restos descansan aquí. 

La Capilla de St-Blaise se ha vuelto a abrir, tras su reconstrucción, el 1º de marzo de 2018.



Detalle de la decoración de Jean Cocteau en la Capilla Saint-Blaise des Simples. en Milly-la-Forêt, cerca de Fontainebleau


 Je reste avec vous/Me quedo con vosotros, dice su epitafio.


El poeta diseñó las vidrieras y los murales que representan, la Resurrección de Cristo y varias plantas medicinales; los”simples”, que dan nombre a la capilla.



Jean Cocteau dans le jardin d'Offranville, de Jacques-Émile Blanche, 1913.
Musée des Beaux-Arts de Rouen.

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Un amigo duerme

Tus manos extendiendo las sábanas eran mis hojas muertas.
Mi otoño amaba tu verano.
El viento del recuerdo hacía golpear las puertas
de lugares donde estuvimos.

Te dejaba mentir un sueño egoísta
Donde el sueño borra tus pasos.
Crees estar donde estás. Es tan triste
estar siempre donde no se está.

Vivías sumergido en otro tú mismo,
Y tu cuerpo se abstraía tanto,
que parecías de piedra. Es difícil, cuando se ama,
no tener más que un retrato.

Inmóvil, despierto, visitaba estancias
a las que nunca volveremos.
Mi loca carrera no me hacía mover los brazos,
el mentón apoyado en el puño.

Cuando volvía de aquel recorrido inerte,
Te encontraba aburrido,
Con los ojos cerrados, tu aliento y la mano abiertos,
Y la boca llena de noche.

¿No nos pareceremos a ese águila de dos cabezas,
Al Jano de doble perfil,
A los hermanos siameses que muestran en las ferias,
A los libros cosidos con un hilo?

El amor convierte a los amantes en un solo monstruo de felicidad,
erizado de crines y crines,
Y ese monstruo, ebrio de ser su propia presa,
se devora a cuatro manos.

¿Qué amistad es esta larga soledad?
¿A dónde se dirigen los amigos?
¿Cuál es, este laberinto donde nuestro triste estudio
es reunirnos en el sueño?

Pero ¿qué es lo que tengo? ¿Qué me pasa?
Me duermo. No debería dormir.
A menos que, si duermo, no vaya a la deriva
En el sueño en el que te he perdido.

¡Dios! ¡Qué hermosa es una cara cuando nadie la insulta!
El sueño, copiando a la muerte,
La embalsama, la limpia, la repinta, la reesculpe,
Como en Egipto a sus durmientes de oro.

Así te contemplaba, enmascarado por tu cara,
Insensible a nuestro dolor.
Tu ola moría al borde de mi orilla
y se alejaba de mi corazón.

La divina amistad no es el hecho de un mundo
que siempre se sorprenderá por ello.
Y siempre, ese mundo, confundirá
nuestros amores y amistades.

El tiempo ya no cuenta en nuestro monasterio.
¿Qué hora es? ¿En qué día estamos?
Cuando nos llega el amor, en lugar de callarlo,
de inmediato lo contamos.

Yo corro. Tú también corres, pero contra corriente.
¿A dónde vas? ¿De dónde vengo yo?
¡Ay! no tenemos nada de dragón chino,
ni de flautista hindú.

Enredados en la cumbre de tus crisis,
Amantes, amantes, felices amantes…
Ser para ti el ogro con alas, esculpido en las iglesias,
en torno a los capiteles romanos.

Somos dos brazos anudados por las almas
(Para eso se esfuerzan los cuerpos.)
Sólo el nuestro es un infierno sin llamas,
Un vacío donde se buscan los muertos.

Acodado junto al lecho veía en tu sien
latir la prueba de tu sangre.
Tu sangre es el mar rojo donde se apagó mi lámpara…
Ahí nunca desciende una mirada.

Uno de nosotros visitaba los hielos de memoria,
el otro, las mezclas que hacen
el sol y el mar removiendo sus destinos
a través de vidrios, sobre el techo.

Y esto es lo que tu ojo interior contempla.
Sólo tenía que tomar tu brazo
Para hacer, al despertarte, desvanecerse el templo
que se construía entre tus sábanas.

Me quedaba inmóvil observando. El codo
en la rodilla, el mentón en el aire.
No podía sostenerme porque nada me suelda
a los mecanismos de tu carne.

Y yo soñaba, y tú soñabas, y todo gravedad.
La sangre, las constelaciones.
El tiempo, que no existe en absoluto, y parece ir tan deprisa…
Y el odio de las naciones.

Tus ropas tiradas, los pliegues de las telas,
su hato de sombra, sus detalles,
Parecían un cuerpo después de la catástrofe
que los transformó en espantajos.

Lejos de la cama, en el suelo, uno de tus zapatos
Moría, vivía aún un poco…
aquel desorden tuyo, sólo era heridas.
Pero ¿qué puede hacer un durmiente?

Te seguía. Imitaba tus gestos.
Se te adivinaba.
Y ¿no se diría que la manga de tu chaqueta
Acababa de soltar un revólver?

Así, en los arrabales, un robo, un suicidio,
Convierten la ciudad en una tumba.
Tendida sobre el duelo, tu cara plácida
era el alma de todo aquello.

Volvía al camino, disgustado por el sueño,
como en la época del Canto llano.
Mi edad se acorta y el sol alarga
la sombra que hago al caminar.

Entre todas, esta sombra era reconocible.
Está bien mi aspecto.
Está bien, ante mí, en un desierto de arena,
Mi cuerpo alargado con la tarde.

Esta forma de mi sombra demuestra el infortunio.
¿Qué puede esperar mi sombra?
Sino el final del día y que el claro de luna
la derrumbe tras de mí.

Es suficiente. Vuelvo. Tu desorden es el mismo.
Sólo tú puedes cambiar su aspecto.
Donde el amor no teme despertar lo que ama
la amistad vela con respeto.

El cielo es atravesado por falsas estrellas, por autómatas,
Águilas con cara humana.
Despertarte, hijo mío, sería para que combatieras.
El sueño desarma tus manos.

Jean Cocteau



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Poeta, dramaturgo, novelista, pintor, diseñador, crítico, cineasta y ocultista, Jean Cocteau, nació en Maisons-Laffitte, cerca de París, el 5 de julio de 1889.

Cuando su padre, Georges Cocteau se suicidó disparándose en la cabeza, sus hermanos mayores, Marthe y Paul fueron enviados a vivir con los abuelos, mientras que él, que apenas tenía nueve años, permaneció junto a su madre, Eugène Lecomte, que lo educó en una continua sobreprotección.

Empezó a estudiar en el Lycée Condorcet, pero pronto fue expulsado por su absoluta falta de disciplina y aunque lo intentó de nuevo en el Lycée Fénelon, nunca obtuvo resultados positivos, ya que jamás le interesaron los estudios reglados en aquellos centros.

No obstante, empezó a escribir buenos poemas desde muy joven, despertando, con apenas 19 años un profundo interés por su obra, en Édouard de Max, que no dudó en presentarlo y apadrinarlo en la llamada matinée poética, del Teatro Fémina, publicando, el año siguiente un primer poemario titulado La lampe d’Aladin.

Aquel mismo año, 1909 –seguía viviendo con su madre-, tuvo un breve romance con la actriz Madeleine Carlier, a la vez que hacía amistad con el gran bailarín Serguei Diaguilev, y se familiarizó con la compañía de danza de este último, integrándose así en los círculos de la danza y el teatro.

La muerte temprana y súbita, el 12 de diciembre de 1923, de su queridísimo amigo, el escritor Raymond Radiguet le afectó tan profunda y dolorosamente, que aseguró que nunca más volvería a escribir.



R. Radiguet. De Modigliani. 1915

Cocteau y Radiguet habían fundado Le Coq, revista en la que colaboraban, entre otros, el futuro y célebre académico Paul Morand, o el no menos reconocido Tristan Tzara, quien, a su vez se convertiría en el principal representante del Mouvement Dada.



Retrato de Tristan Tzara. Robert Delaunay, 1923. MNCA Reina Sofía, de Madrid

Por otra parte, en un vano intento de escapar al dolor, se acostumbró al opio, creándose una dependencia que, a pesar de sucesivos intentos clínicos de desintoxicación, no pudo abandonar durante el resto de su vida.

En 1925 conoce a Jean Desbordes (1906-1944) también escritor, a quien representará en sus 25 Dessins d'un dormeur de 1929.



De: 25 Dessins d'un dormeur / Dibujos de un durmiente

Desbordes, que fue un gran activista de la Resistencia durante la ocupación, contribuyó, con otros muchos, al éxito del desembarco de Normandía, pero murió en 1944 a causa de las torturas infligidas por colaboracionistas obedientes a la Gestapo.

En 1930, cuando Jean Cocteau realizó su primera película, de carácter surrealista, titulada La sangre de un poeta, aparecía el propio Desbordes como actor.

En 1932 mantuvo una relación amorosa con Natalia Paléi -Наτаля Павловна Палей-, más conocida como la Princesa Paléi, una descendiente directa de los Romanov, refugiada a causa de la revolución bolchevique. Al parecer, Cocteau la inició en el consumo de opio, como medio para olvidar el terror. Amiga de Merlène Dietrich y actriz ocasional para Visconti, quedó embarazada durante aquella relación con el poeta, pero sufrió un aborto natural, suceso del que Cocteau habla en Le passé défini.

Cocteau conoció aquel mismo año a Marcel Khill, con quien realizó en 1936 su viaje alrededor del mundo en 80 días -Mon Premier voyage-, en el que Khill es Passepartout

Tras el inicio de la guerra, en septiembre 1939, Khill fue mobilizado al frente de Alsacia. Obtuvo una cruz de guerra, pero a causa de ciertas dificultades en las comunicaciones, antes de conocer la noticia del armisticio, murió en el frente en junio de 1940.

En 1938, Khill había conocido a la dibujante e ilustradora Denyse de Bravura con la que se prometió. Denyse fue quien recibió la noticia de su muerte en Alsacia



¿Bravura?



Dos años después del fallecimiento de su madre, Cocteau rodó La Belle et la Bête, que estrenó en 1946, con un guión creado ad hoc para Jean Marais, actor sobradamente conocido como hiper-guapo, que se había convertido en su compañero amoroso casi desde que se conocieron, en 1937. La no oculta relación entre ambos provocó múltiples comentarios y críticas, que inspiraron a Cocteau para escribir un conocido ensayo contra la homofobia.

Marais representó un papel sin texto en Edipo Rey. En 1938, protagonizó el drama, Los padres terribles y, en 1946 intervino también en su pieza teatral -también dramática-, titulada El águila de dos cabezas; en buena parte, inspirada en la historia de la emperatriz Sissi, cuya acción transcurre en un castillo de leyenda, al estilo de los de Luis II de Baviera.



Castillo en el que transcurre la acción de El Águila de dos cabezas

Y en la celebrada película Orfeo, estrenada en 1950.



Cocteau ante su dessein de Orfeo



Jean Marais en Poncio Pilato, de 1962

Tras protagonizar múltiples películas; la última, en 1996, dirigida por Bertolucci, Marais falleció en Cannes en 1998, convertido en defensor a ultranza de la obra de Cocteau.

El gran mentor artístico del poeta, tanto en el teatro como en el cine, fue su amigo Christian Bérard -Bebé, como le llamaba Cocteau-, autor de sus mejores escenografías, que falleció en 1949, con sólo 47 años.

Cocteau fue elegido miembro de la Academia Francesa en 1955, donde su sorprendente discurso de recepción fue brillantemente respondido por André Maurois. En Nueva York también lo fue, con carácter honorario, por el Instituto Nacional de Artes y de Letras.

Finalmente, Cocteau murió, como sabemos, en Milly-la-Forêt, el 11 de octubre de 1963, a causa de un ataque al corazón, producido, sólo unas horas después de ser informado del fallecimiento de su gran amiga, la inolvidable Édith Piaf.



Edith Piaf, París, 19.12.1915 - Plascassier, Grasse, Alpes Marítimos, 
11 de octubre de 1963

C'est le bateau qui achève de couler. C'est ma dernière journée sur cette terre. Je n'ai jamais connu d'être moins économe de son âme. Elle ne la dépensait pas, elle la prodiguait, elle en jetait l'or par les fenêtres.

La nave acaba de naufragar -declaró Cocteau-. Es mi último día en la tierra. Jamás conocí a un ser más dadivoso de su propia alma; no la gastaba, la prodigaba, la echaba, como oro, por las ventanas.



Cocteau - Piaf