El Greco: Fragmento de Laocoonte. National Gallery de Washington
La pintura manierista es un estilo artístico, que, en realidad, abarca diversos campos del arte y la cultura, y que se inició en Italia desde el final del Alto Renacimiento -alrededor de 1530, aunque algunos historiadores lo adelantan a la fecha del fallecimiento de Raphael, en 1520, quizás, precisamente, por ser un dato tan significativo-, pero, en todo caso, nacería en Roma, bajo el pontificado de Julio II (1443-1513) y León X (1475-1521). Siguió después, Florencia, y todas las ciudades importantes de Italia hasta alrededor del año 1580, cuando empezó a imponerse el estilo barroco. Sin embargo, la corriente manierista continuó siendo practicada y apreciada en buena parte de Europa hasta ya entrado el siglo XVII; más o menos hasta el fin de su primera década, es decir, alrededor de 1610.
El término «manierismo» -o al menos su fijación por escrito-, procede de las Vite de Vasari, refiriéndose a las obras que decía realizadas a la manera de los grandes maestros del Alto Renacimiento.
La imitación de Leonardo, Rafael y Miguel Ángel produjo imágenes muy artificiosas, ya que, en cierto sentido, la propia grandeza de sus obras maestras, parecía haber agotado la creatividad artística, no dejando otros caminos para la superación, si no era una especie de imitación, aunque en realidad, al final, los artistas, partiendo de la norma marcada por los “astros”, gradualmente, emprendieron vías más novedosas de lo que parece que se podría esperar.
Leonardo (¿autorretrato?), 1512-15 Bibl. Reale di Torino
Raphael, autorretrato. 1506.Uffizi. Florencia
Miguel Ángel, 1518-20. ¿Sebastiano del Piombo? (Expuesto en la NGA de Londres en 2017, procedente de Hamburgo, Galerie Hans. Se ha dicho -Hope-, que es una falsificación, ya de mediados del siglo XX.)
Miguel Ángel, 1518-20. ¿Sebastiano del Piombo? (Expuesto en la NGA de Londres en 2017, procedente de Hamburgo, Galerie Hans. Se ha dicho -Hope-, que es una falsificación, ya de mediados del siglo XX.)
Un momento clave en el desarrollo e implantación de la maniera, sería el del Saco de Roma en 1527, cuando muchos artistas abandonaron Italia. Los aristócratas reformistas centroeuropeos preferían las alegorías y la fábula antigua, mientras que la contrarreforma romana y su entorno. se decantó, casi en exclusiva por los asuntos de carácter bíblico, si bien, en ambos casos, se huyó del reflejo de lo “natural”; cambió radicalmente la postura clásica de los modelos, la figura humana se distorsionó y la perspectiva dejó de imponer su geometría.
Andrea del Sarto, que dominaba la pintura florentina en el primer tercio del siglo XVI, aunque conservaba elementos del Cinquecento como el sfumato de Leonardo, muestra ya toques manieristas en las complejas posturas de sus modelos. Sus alumnos Jacopo da Pontormo y Rosso Fiorentino figuran entre los primeros manieristas de Florencia; figuras alargadas, figuras en extrañas posiciones, perspectivas muy personales y luces de artificio escénico.
Del Sarto, autorretrato. Uffizi y Rosso Fiorentino: Casa Vasari, ambos en Florencia.
Pontormo ya presenta casi todas las novedades en su Descendimiento de Cristo, de 1528; una pintura de cuya técnica, casi podríamos pensar que roza la “impresión” en el sentido pictórico.
Pontormo: Descendimiento/Il Transporto. Santa Felicità, Florencia.
Postura en inclinación forzada, cuya intención es causar más emoción en el espectador.
Detalle y posible autorretrato de Pontormo en la misma obra
Incluso Miguel Ángel, que trabajaba en Roma por entonces, en alguna de sus obras incluyó ciertos rasgos que, si no eran, anticipaban el manierismo, como los ignudi en la bóveda de la Capilla Sixtina, de los que se ha dicho que podrían haberse inspirado en el antiguo Torso de Belvedere.
Un ignudo de Miguel Ángel y el Torso de Belvedere: de Apolonio de Atenas, hallado en el romano Campo de' Fiori, durante el pontificado de Julio II (1503-1513).
En Roma también trabajaban Parmigianino y Giulio Romano, formados en el primer Renacimiento, del que su obra sería, a la vez, consecuencia y reacción. Los artistas más jóvenes se propusieron el modelo de la escultura helenística y la pintura de los maestros antiguos. Con todo esto, su estilo, que fue llamado anticlásico, no sería sino una evolución, que habría que situar históricamente, en su fase temprana, precisamente, hacia la fecha del fallecimiento de Raphael Sanzio.
Parmigianino se formó en Parma, siguiendo a Correggio, muy imitado, más tarde, en el Barroco.
Parmigianino. Autorretrato en un espejo convexo. Kunsthistorisches, Viena
Entre sus obras más representativas -además de este sorprendente autorretrato, con la mano adelantada y el rostro reflejado en un espejo convexo-, tenemos la celebérrima Madonna del cuello largo (1534-1540), que delata su manierismo en las proporciones, la estilización de la figura y la carencia de perspectiva clásica.
La Madonna del cuello largo (1534-40) de Parmigianino. Uffizi.
Giulio Romano, de Tiziano
En cuanto a Giulio Romano, fue el principal ayudante de Rafael en el Vaticano y después trabajó en Mantua, para Federico Gonzaga, donde realizó la Sala de Amor y Psique –comedor-, (1527-1531) en el fantástico, abigarrado e inimaginable Palacio de Té.
Banquete nupcial de Amor y Psique, 1526-1528, detalle. Julio Romano
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La llamada Alta maniera, es ya como una segunda fase evolutiva diferente del manierismo anterior, la que frecuentemente se denomina anticlásica.
El artificio que pusieron en juego los artistas, pasa ahora rozar sus límites entre el antes, el después y un ahora, divergente, y a la vez próximo a ambos extremos.
Bronzino, por ejemplo, coloca una figura similar a la Venus de Médici, en una pintura que representa la Resurrección de Cristo.
Este fue el primer gran retablo de Bronzino, realizado por encargo de la familia Guadagna para su capilla familiar en la iglesia de la Annunziata. Empezó a pintar poco después de su marcha de Roma y conservaba la imborrable impresión causada por el fresco de Miguel Ángel, El Juicio Final.
Esta influencia respira en la atmósfera general, no menos que en la multitud de cuerpos desnudos. Incluso el gesto de Cristo con la mano levantada, se diría calcado de Miguel Ángel. Tal emulación le costó a Bronzino una pérdida evidente en su valoración crítica, aunque el paso del tiempo ha cambiado radicalmente aquella negativa consideración.
Con Agnolo Bronzino y Giorgio Vasari esta tendencia del manierismo se ubica entre los años 1530 y 1580, más o menos. Bronzino, que era discípulo de Pontormo, conserva la luz fría de su maestro, pero sus retratos se distinguen por una elegancia estática y por la meticulosa atención que presta al detalle.
Se ha dicho que Bronzino ponía una gran distancia entre la representación, sus modelos y el espectador, y que se centraba excesivamente en el brillo y la textura de las telas. Un ejemplo de este estilo es el Retrato de Lucrecia Panciatichi (1540).
Lucrezia Panciatichi de Angelo Bronzino. Uffizi
Vasari y Daniele da Volterra también realizaron obras a la manera de Miguel Ángel, aunque tratando con su propio estilo la figura humana, siempre, con una extraordinaria previsión del resultado.
Vasari. Autorretrato. Uffizi
Daniele da Volterra, El profeta Elías, c. 1550-1560.
Da Volterra creó este inconfundible retrato de Miguel Ángel para la posteridad.
MET, NY
El manierismo ofrece también, entre otros aspectos únicos: una notable elegancia en el conjunto; gran atención en la superficie y el detalle; figuras, a veces como de porcelana, bajo una luz plana y suave, sobre la que las figuras humanas parecerían, quizás, carentes de emoción; aunque todo esto, en definitiva, constituye uno de los aspectos fundamentales de la Maniera.
Las ciudades en las que se produjo esencialmente el paso al Manierismo en Italia, fueron, Roma, Florencia y Mantua. Venecia siguió su propia evolución con Tiziano a la cabeza; con un carácter más sensitivo, muy colorista y cargado de mágicos e inimaginables juegos de luz.
Fue Giorgione, sin embargo, quien inició el tratamiento que condujo a la evolución más esencial y notable, subrayando su manierismo con vistoso artificio, en ocasiones, muy complejo, como vemos en su Tempestad.
Giorgione: La Tempestad, 1507-08. Galería de la Academia. Venecia
El gran maestro de la pintura veneciana era, sin duda, Tiziano, condiscípulo de Giorgione, que realizó mucha obra de temática religiosa, así como retratos –recordemos el de Carlos V en Mühlberg-. Sería, posteriormente, Tintoretto, quien bajo la influencia del color de Tiziano y de la figura humana de Miguel Ángel, se convertiría en el más significativo representante del Manierismo, como puede observarse sin cansancio, en cada detalle original de su Última Cena.
Originalidad suprema de la maniera de Tintoretto, en su Última cena, 1592-1594. Iglesia San Giorgio Maggiore, Venecia.
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Le sucedieron, por así decirlo, Palma el Viejo, Paris Bordone, Sebastiano del Piombo, Lorenzo Lotto y Jacobo Bassano.
Palma el Viejo -Jacopo Negretti-: La Virgen y el Niño con santos y un donante. c. 1518 – 1520. Thyssen Bormemisza
Paris Bordone: Caballero con armadura, con dos pajes. MET. NY
Sebastiano del Piombo: Retrato de hombre –antaño, considerado, Colón-, MET- NY
Lorenzo Lotto: Probable Autorretrato. M.N. Thyssen-Bornemisza
Jacopo Bassano/ Giacomo da Ponte, Retrato en edad tardía. c.1580. Kunsthistorisches, Viena.
Jacopo Bassano: El Buen Samaritano. NGA, Londres
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Después del tristemente célebre y ya citado, Sacco di Roma, de 1527, muchos artistas de la Maniera abandonaron la ciudad, y se asentaron en diversas ciudades europeas, llevando consigo el nuevo estilo, con lo que este se internacionalizó, de tal manera que, si bien en Italia, decayó a partir de 1580, en algunos de los más importantes emporios europeos, se mantuvo durante el siglo XVII
Il Rosso Fiorentino se instaló en Fontainebleau, donde fundó la escuela que lleva el nombre de la ciudad, dejando su influencia en artistas posteriores, como Ambrose Dubois –flamenco-, Toussaint Dubreuil y Martin Fréminet.
Figuras de il Rosso Fiorentino observan la Asunción en la Annunziata de Florencia
En torno a la corte de Rodolfo II, en Praga se creó también un gran movimiento formado por artistas de diversa procedencia, como Hans von Aachen, Josef Heinz el Viejo, el flamenco Bartholomeus Spranger; el milanés Giuseppe Arcimboldo -el gran acumulador de frutas, verduras, etc.-; y Josef Heinz, el Joven.
En Holanda se produjo un movimiento independiente del llamado Manierismo de Amberes, anterior al italiano, que estuvo representado por pintores como Jan de Beer o Jan Wellens de Cock.
Jan de Beer: Huida a Egipto y Jan Wellens de Cock: San Cristobal
Destacan, además, los pintores de Haarlem: Cornelis van Haarlem y Hendrick Goltzius.
Van Harlem y Gotzius: Autorretratos
Artistas de la misma época y estilo fueron Pieter Aertsen y Joachim Beuckelaer, quienes, al estilo Bassano, de Venecia, hicieron escenas religiosas realizadas como pinturas de género.
Aertsen: Adoración Pastores y Beukelaer: Pesca milagrosa
Propiamente manieristas, fueron: Jan Sanders van Hemessen, Martin van Heemskerck y Marinus van Reymerswale, muy influidos por la anatomía esencial de Miguel Ángel, aunque interpretada de manera muy extrema.
Van Hemessen: San Jerónimo; Van Heemskerck: Retrato ante el Coliseo y Van Reymerswale: San Jerónimo de Estridón en su estudio.
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También se puede hablar de manierismo como categoría estilística en la pintura inglesa, aunque, en la misma época se impusieron tendencias autóctonas, como la isabelina o la jacobea. No obstante, podemos citar en Inglaterra la estancia y la influencia del flamenco William Scrots.
William Scrots: Eduardo VI en perspectiva distorsionada, 1546.
Posible modelo en nueva “distorsión” informática de la pintura anterior.
En España, pueden ser incluidos en la tendencia manierista, en parte, quizás, por confluir su arte en el tiempo, artistas como Juan de Juanes y Alonso Sánchez Coello, con su seguidor Juan Pantoja de la Cruz, a pesar de que intentaron mantener su personalidad frente a la “manera” italiana. Luis de Morales, por ejemplo, se movió con soltura entre el manierismo y una bien asentada tradición hispano flamenca.
Juan de Juanes, retrato mural y Sánchez Coello: Autorretrato
Pantoja de la Cruz: Juana I de Castilla. Luis de Morales: San Juan de Ribera
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En todo caso, teniendo en cuenta que los márgenes históricos de un movimiento artístico, así como el número de sus componentes, puede ampliarse o simplificarse hasta el infinito, dependiendo del punto de vista con que se afronte su revisión, de acuerdo con los cuales en cada caso, habría artistas, de los aquí expuestos, que podrían quedar comprendidos, o no, en el Manierismo.
Ahora bien, sobre todos los destacados en España, hay que incidir especialmente en la figura de El Greco, Doménikos Theotokópoulos / Δομήνικος Θεοτοκόπουλος, que aunque nació en la Creta veneciana, entonces, Candía, realizó la mayor parte de su obra en Toledo.
Alejándose con todas sus energías y posibilidades, del realismo “fotográfico”, se propuso dotar a sus figuras humanas de una especie de distorsión que, claramente aumentaba el impacto emocional de las escenas en las que aparecían. Sus novedosos, y discordantes colores; sus anatomías y sus inesperadas perspectivas, junto con su original tratamiento de la luz y la sombra, además del frecuente amontonamiento de figuras, hicieron de su obra, casi un paradigma de la pintura manierista.
Con obras como Laocoonte (1600) -National Gallery de Washington-, se propuso conjugar la tensión religiosa candente en su época, con un acendrado manierismo, del que no está ausente su origen, en cierto modo, exótico para los castellanos.
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