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Es, incluso doloroso, cuando se ha disfrutado de una larga y profunda afición a la literatura, encontrar, hoy, estudios, completamente racionales, que nos obligan a anular interpretaciones seculares, en función de verdades muy posibles, con frecuencia, basadas en descubrimientos reales. En ocasiones, han sido interpretaciones en las que ya habíamos pensado, pero, verdaderamente, no nos parecía posible haber sido engañados voluntariamente, la mayoría de las veces, en beneficio de ciertos poderes, que nunca tuvieron que rendir cuentas.
Se trata hoy del famoso Lázaro de Tormes, y de las explicaciones ofrecidas con respecto a esta obra -tal vez, en fragmentos, o, el menos, muy recortada-, de la mano de Rosa Navarro Durán, cuyos razonamientos resultan, verdaderamente lógicos y se ajustan más a la realidad que aprendimos en su día, a base de ocultaciones y recortes inquisitoriales.
Algo fundamental, que no conviene olvidar, es la gracia que, en su día nos hacían los palos que recibía un pobre huérfano, que parecía venido al mundo sólo para recibirlos, y que, además, sus esfuerzos por eludirlos, nos parecían muy de “pícaro”. Y, por cierto, algo que jamás encontró sitio entre mis convicciones, fue la posibilidad de que Lázaro supiera escribir; siempre me sorprendió el carácter autobiográfico del relato.
Revisaremos, pues, la clásica historia de Lázaro, para pasar, con mejor conocimiento de causa a las aseveraciones e interpretaciones de la profesora en cuestión, y terminar con una breve revisión de su posible autor Alonso de Valdés. (Atenas, Diario de a bordo).
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La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, más conocida como Lazarillo de Tormes, es una novela española anónima, escrita en primera persona y en estilo epistolar, como una sola y larga carta, cuyas ediciones conocidas más antiguas datan de 1554. En ella se cuenta de forma autobiográfica la vida de un niño, Lázaro de Tormes, en el siglo XVI, desde su nacimiento y su miserable infancia hasta su matrimonio, ya en su edad adulta. Es considerada precursora de la novela picaresca por elementos como el realismo, la narración en primera persona, la estructura itinerante, el servicio a varios amos y la ideología moralizante y pesimista.
Lazarillo de Tormes es un esbozo irónico y despiadado de la sociedad del momento, de la que se muestran sus vicios y actitudes hipócritas, sobre todo las de los clérigos y religiosos. Hay diferentes hipótesis sobre su autoría. Probablemente el autor fue simpatizante de las ideas erasmistas. Esto motivó que la Inquisición la prohibiera y que, más tarde, permitiera su publicación, una vez expurgada. La obra no volvió a ser publicada íntegramente hasta el siglo XIX.
Primeras ediciones
Se conservan cuatro primeras ediciones distintas de la obra, las cuatro del año 1554, impresas respectivamente en Burgos, Amberes, Alcalá de Henares y Medina del Campo. Las más antiguas parecen ser las de Burgos y Medina.
De la edición de Amberes se conservan siete ejemplares distintos, en tanto que solo hay uno de cada una de las otras tres ediciones. El ejemplar más recientemente descubierto es el de la edición de Medina del Campo, que apareció en 1992 emparedado en una casa de la Plaza de Nuestra Señora de Soterraño de la localidad pacense de Barcarrota.
No obstante, es muy probable que existiese una edición más antigua, de 1553 o 1552, cuyo éxito generase las cuatro simultáneas ediciones posteriores conservadas.
Ediciones príncipe de 1554
Históricamente se han postulado varios autores para el Lazarillo de Tormes. En 1605 el fraile José de Sigüenza, de la Orden de San Jerónimo, atribuyó la autoría de esta obra al también jerónimo fray Juan de Ortega:
Dicen que, siendo estudiante en Salamanca, mancebo, como tenía un ingenio tan galán y fresco, hizo aquel librillo que anda por ahí, llamado Lazarillo de Tormes, mostrando en un sujeto tan humilde la propiedad de la lengua castellana y el decoro de las personas que introduce con tan singular artificio y donaire, que merece ser leído de los que tienen buen gusto. El indicio desto fue haberle hallado el borrador en la celda, de su propia mano escrito. (F. José de Sigüenza; Historia de la Orden de San Jerónimo).
Por la época en que se publicó Lazarillo, Juan de Ortega era General de los Jerónimos, lo cual explicaría que el libro apareciese sin autor. La autoría de fray Juan de Ortega y la necesaria discreción del anonimato por su condición de General de la Orden fue defendida con firmeza por Marcel Bataillon con cuyos argumentos ha coincidido el periodista José Delfín Val.
En 1607, en el Catálogo de Escritores Españoles Catalogus Clarorum Hispaniae Scriptorum, que fue redactado por el flamenco Valerio Andrés Taxandro, se dice que Diego Hurtado de Mendoza «compuso [...] el libro de entretenimiento llamado Lazarillo de Tormes». Otros autores del siglo XVII, así como el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (1726-1739), mencionan esta atribución, que alcanzó cierta fortuna, sobre todo en el XIX.
En marzo de 2010 apareció en prensa que la paleógrafa Mercedes Agulló descubrió en unos papeles de Diego Hurtado de Mendoza la frase «Un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia», lo cual le llevó a escribir un libro postulando «una hipótesis seria sobre la autoría del Lazarillo, que fortalecida por otros hechos y circunstancias apunta sólidamente en la dirección de don Diego».
A finales del XIX, un artículo del hispanista Alfred Morel-Fatio, cuya propuesta fue desarrollada después por Manuel J. Asensio, relaciona al autor de Lazarillo con el círculo erasmista de los hermanos Valdés. Siguiendo esta hipótesis se ha atribuido la obra a Juan de Valdés o a su hermano Alfonso. Esta última atribución cobró fuerza en 2002 debido a las investigaciones de la profesora Rosa Navarro Durán, que se basa sobre todo en el cotejo de la obra con los diálogos conocidos de Alfonso de Valdés, el Diálogo de Mercurio y Carón y el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma.
La atribución de la autoría a Juan de Valdés la defiende el investigador toledano Mariano Calvo López, para quien la obra habría sido publicada 25 años después de ser escrita, pues Juan de Valdés fue perseguido por la Inquisición y tuvo que exiliarse en Italia, perdiéndose la identidad del manuscrito que se imprimió en Alcalá de Henares, en la imprenta de Miguel de Eguía. Calvo basa su argumentación en el estudio de los escenarios toledanos que aparecen en la novela y concluye que el autor era una persona que conocía bien Toledo, pero que no era oriundo de la ciudad. Según él, la obra fue escrita por Juan de Valdés en el hoy denominado Palacio de Munárriz, entre agosto de 1525 y febrero de 1526. Esta hipótesis ha sido defendida también por José María Martínez en un artículo que apoya esa propuesta en argumentos lingüísticos, ideológicos y propiamente literarios y en otro que explica esa autoría y también el título del libro a partir de las lecturas que Juan de Valdés comenta en su obra Diálogo de la lengua.
La candidatura de Sebastián de Horozco —que postuló en el siglo XIX José María Asensio y Toledo, editor de su Cancionero— fue defendida en 1914 por Julio Cejador y Frauca en su edición del Lazarillo, apoyándose en un pasaje de la obra de este autor en que aparece un mozo de ciego llamado Lazarillo. Más adelante fue retomada y defendida por Francisco Márquez Villanueva, quien encuentra importantes semejanzas de temas, ideas y vocabulario y llega a afirmar que «apenas si hay en el Lazarillo un tema literario, un tópico, un pensamiento, un recurso expresivo que no pueda encontrarse también en Horozco».
También han sido propuestos como autores del Lazarillo, el dramaturgo Lope de Rueda (por Fonger de Haan en 1903, alegando que fue, como el protagonista de la novela, pregonero en Toledo en 1538, aunque esta hipótesis ha sido rechazada posteriormente), Pedro de Rúa, Hernán Núñez, el Comendador Griego y, más recientemente, Francisco Cervantes de Salazar, defendida por José Luis Madrigal, si bien este investigador abandonó esa hipótesis para pasar en 2008 a defender la autoría de Juan Arce de Otálora, autor de los Coloquios de Palatino y Pinciano. Por su uso exhaustivo del recurso a la autobiografía ficticia, entre otras razones, Clark Colahan y Alfred Rodríguez pensaron que el Lazarillo fue escrito por el humanista conquense Juan Maldonado. Otras atribuciones han recaído en Alejo Venegas, Bartolomé Torres Naharro (postulado por Alberto M. Forcadas), Gonzalo Pérez, secretario real de Carlos I (por Dalai Brenes Carrillo), Francisco de Enzinas (según Alfredo Rodríguez López-Vázquez y Roland Labarre), Fernando de Rojas, el autor de La Celestina, cuya autoría fue defendida por Howard Mancing, o el célebre humanista español Juan Luis Vives, propuesta hecha pública por Francisco Calero en 2006.
En 2022 se ha propuesto a Juan Bernal Díaz de Luco, obispo de Calahorra, como autor de la novela. Esta hipótesis se basa en el cotejo de la biografía y los intereses de Díaz de Luco con los estudios críticos sobre la obra.
Género
Se trata de una novela de autoformación y picaresca, de estructura aparentemente simple, pero en realidad muy compleja. Es epistolar en tanto se trata de una carta destinada a «vuestra merced», tratamiento que implica alguien con superior condición social, y está motivada por «el caso», hecho del cual este ha oído hablar, y cuya versión personal pide a Lázaro, parte implicada en él, le explique («escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso»). Así figura ser una especie de confesión y el personaje es un alto dignatario eclesiástico, quizá el Arzobispo de Toledo, que habría oído los extraños rumores que circulan sobre la extraña conducta sexual del Arcipreste de San Salvador, como llegamos a saber al fin del libro, según los cuales este Arcipreste estaría amancebado con la mujer de Lázaro.
La originalidad del libro, sin embargo, trastoca cualquier molde y crea un subgénero literario específico realista, la novela picaresca, mediante el recurso a la parodia de narraciones caballerescas idealizantes del Renacimiento: a las rimbombantes epopeyas de gestas guerreras y los libros de angélicos pastores y cortesanos enamorados se opone una epopeya del hambre, que mira solamente a cuanto hay por debajo del cuello de golilla y se preocupa solamente de la subsistencia, en línea con la tradición realista de la literatura española, revitalizada entonces por La Celestina y sus continuaciones.
Temas
La temática del Lazarillo de Tormes es moral: una crítica acerba, incluso una denuncia, del falso sentido del honor («la negra que llaman honra») y de la hipocresía. La dignidad humana sale muy malparada de la sombría visión que ofrece el autor, nihilista y de denuncia del clero. La vida es dura y, tal como aconseja el ciego a Lázaro en la obra, «más da el duro que el desnudo»; cada cual busca su aprovechamiento sin pensar en los otros, por lo que, como se dice al principio de la obra, arrimándose a los buenos «se será uno de ellos»: esto es, para ser virtuoso hay que fingir ser virtuoso, no serlo. Sin duda alguna, se trata de la visión de un humanista desencantado, acaso judeoconverso y erasmiano, a pesar de que Marcel Bataillon niega el influjo directo de Erasmo en la obra.
Como consecuencia, resultó la inclusión de esta obra en el Índice de libros prohibidos de la Inquisición, la cual permitió al cabo la circulación de una versión expurgada de los pasajes anticlericales. El Lazarillo fue, además, una obra muy traducida e imitada. Su influjo, profundo, marcó tanto la literatura española que podría decirse que sin ella no habrían podido escribirse ni Don Quijote de la Mancha ni la treintena de novelas picarescas españolas y extranjeras que se han conservado.
Fuentes
Usaba poner cabe sí un jarrillo de vino, cuando comíamos, y yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados y tornábale a su lugar. Mas duróme poco, que en los tragos conocía la falta y, por reservar su vino a salvo, nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido. Mas no había piedra imán que así trajese a sí como yo con una paja larga de centeno que para aquel menester tenía hecha, la cual, metiéndola en la boca del jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches.
Lazarillo..., ed. cit. de F. Rico (1998), págs. 30-31.
El Lazarillo se ha relacionado con las siguientes obras:
• El asno de oro: el Lazarillo responde a la estructura de la novela costumbrista de aventuras, representada por la obra de Apuleyo. Esta influye en la organización del relato y en la índole del protagonista: mozo de muchos amos; pero Lázaro no sufre la metamorfosis del personaje de Apuleyo. Se publicó en Sevilla en 1513, traducida por Diego López de Cortegana.
• Cuarto libro del esforzado caballero Reinaldos de Montalbán: esta obra, de 1542, era en realidad una adaptación de Baldus o Baldo (1521), poema macarrónico (mezcla de palabras latinas y vulgares con terminaciones latinas) del italiano Teófilo Folengo, que presentaba ya narración autobiográfica, un héroe de baja extracción y la pareja del ciego y su mozo. Pero tanto en esta obra como en el Lazarillo subyace el modelo de Apuleyo.
• Proceso de cartas de amores: de esta novela sentimental de Juan de Segura (1548), el Lazarillo toma el modelo epistolar, que había adquirido gran relevancia en el humanismo.
• Cuentos folclóricos: actualmente, se tiende a no privilegiar en exceso las fuentes orales como fundamento del Lazarillo y a tener en cuenta los textos escritos, máxime si su posible autor era un hombre letrado.
• Confesiones de Agustín de Hipona: toma la estructura autobiográfica, sobre todo al principio de la obra.
• El niño y el ciego (Le Garçon et l'Aveugle): texto y obra de teatro de autor anónimo de la Francia del siglo XIII. Parecida a la infancia de Lázaro, un niño es contratado por un mendigo ciego para recoger monedas. El invidente resulta ser un estafador y oculta las monedas para no pagar al chico, pero aquel joven logra ser más inteligente que él para evitar ser engañado y así hacerse con el dinero recogido. Por su similitud y antigüedad, es posible imaginar que Le Garçon et l'Aveugle pudo haber influído en la primera parte del Lazarillo de Tormes, o ambas se inspiraron en cuentos populares de la época.
Valor y trascendencia
El Lazarillo de Tormes es una obra artística de primer orden; lo es por su originalidad, su valor humano, su trascendencia literaria y cultural, su estilo (el castellano equilibrado, preciso y oral que preconizaba Juan de Valdés) y su lenguaje: un castellano clásico modélico, flexible y expresivo, sutilmente irónico, donde abundan las geminaciones y los isocola y donde no se desprecian y se ponen al mismo nivel el castizo refrán y la cita culta. La desproporción entre la materia y su elaboración por parte del autor se inclina marcadamente en esta última, pero sin denotar, y en eso consiste uno de sus méritos, el esfuerzo que debió suponer.
Gran parte del material e incluso de los personajes son de origen folclórico y tradicional; hay cuentecillos y facecias tomados del rico acervo popular. La obra, sin embargo, crea sus propios precedentes y contiene, asimismo, una variada panoplia de técnicas narrativas: la suspensión, de la que hará un inteligente uso Cervantes, como en el episodio del buldero; o la gradatio narrativa en ascensión hacia el anticlímax, como en el caso del ciego o el clérigo de Maqueda.
El uso de la estructura anular, que acaba concluyendo con lo que se inicia, hace de la novela una obra redonda; por otra parte es la primera novela polifónica de la literatura española. El personaje de Lázaro evoluciona, no es plano ni arquetípico: cambia y evoluciona, y va pasando de ser un ingenuo a un cínico redomado, aprendiendo de las lecciones que le da la vida. Tan es así que el final, lejos de ser positivo, sin embargo, es vivido por el personaje como lo mejor que le podía haber pasado teniendo en cuenta toda la trayectoria vital que le precede. La infidelidad de su mujer, por tanto, no es nada comparado con las vejaciones que ya ha sufrido. Cada personaje plano, por otra parte, se halla completamente individuado y caracterizado sin maniqueísmo: la crueldad del ciego, que no es absoluta; el idealismo soñador y orgulloso del escudero pobre, un personaje al parecer folclórico luego retomado por Cervantes; el diálogo entre conciencias en el cual se atisba la humana comprensión que después será patrimonio casi exclusivo de Cervantes, en el episodio del criado y el escudero; o la avaricia, mezquindad e hipocresía del clérigo.
El valor psicológico y humano es patente en el tratado tercero, que se ha querido ver como el anticipo de la novela polifónica moderna; por otra parte, el Lazarillo bosqueja ya los rasgos fundamentales de un género de amplia trascendencia española y europea, la novela picaresca, que se configurará definitivamente con el Guzmán de Alfarache (1599) de Mateo Alemán, más moralizado y pesimista todavía.
Argumento
Porque la miseria es la auténtica protagonista del cuadro, como lo era del libro. Miseria física, moral, y por supuesto social. De ahí esos personajes harapientos, grotescos, absolutamente caricaturescos, que viven en la penumbra de un reino en el que cada cual busca su aprovechamiento sin pensar en los otros.
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La obra es, en realidad, una larga epístola que el "autor" envía a un corresponsal anónimo (a quien trata de "Vuestra Merced"), que podría identificarse con un visitador o su notario eclesiástico, si se acepta que el contexto de la novela es una visita pastoral a la parroquia de San Salvador de Toledo, durante la que se investiga el famoso "caso".
Las visitas pastorales tenían por objeto tanto examinar la observancia religiosa como las costumbres y la moral, entre otras, del bajo clero y de los feligreses a su cargo. En consecuencia, la relación que hace Lázaro de su vida formaría parte del acostumbrado proceso indagatorio impulsado por el visitador a cuenta de los pecados públicos que se le achacan al arcipreste y en los que el propio Lázaro aparece relacionado.
Está dividida en siete tratados y cuenta en primera persona la historia de Lázaro, un niño de origen muy humilde; aunque sin honra, nació en un río de Salamanca, el Tormes, como el gran héroe Amadís; quedó huérfano de padre, un molinero ladrón llamado Tomé González, y fue puesto al servicio de un ciego por su madre, Antona Pérez, una mujer amancebada con un negro, Zaide, que le da a Lazarillo un bonito hermanastro mulato.
Entre "fortunas y adversidades", Lázaro evoluciona desde su ingenuidad inicial hasta desarrollar un claro instinto de supervivencia. Es despertado a la maldad del mundo por la cornada de un toro de piedra, embuste con el que el ciego le saca de su simpleza; después rivaliza en astucia con él en diversos célebres episodios como el de las uvas o el jarro de vino (un modelo de narración clásica) hasta que se venga devolviéndole la cornada de piedra con otro embuste, que le vale al cruel ciego descalabrarse contra un pilar.
Pasa luego a servir a un tacaño clérigo de Maqueda que lo mata de hambre, y al que sisa algo de pan de un arca que tiene; el clérigo lo confunde a oscuras (en su boca silba accidentalmente la llave del arca, escondida mientras duerme) y, tomándolo por culebra, descubre el engaño, le da una tremenda paliza y lo despide.
Después entra a servir a un hidalgo arruinado cuyo único tesoro son sus recuerdos de hidalguía y de dignidad; Lazarillo simpatiza con él, ya que aunque no tiene nada que darle, por lo menos lo trata bien, aunque recurre a esa simpatía que despierta para conseguir que le dé parte de los mendrugos que consigue el muchacho al pedir limosna, ya que él no posee la dignidad de la hidalguía. El patético escudero termina por abandonar la ciudad y Lazarillo se encuentra de nuevo solo en el mundo.
Más adelante sirve Lázaro a un sospechoso fraile mercedario, tan amante del mundo que apenas para en su convento y le hace reventar los zapatos. Según Aldo Ruffinatto, habría una alusión a las reformas monásticas por entonces de moda, en el sentido de "descalzar" o hacer más rigurosos los estatutos del clero regular, o quizás alusión a actividades sexuales hetero u homoeróticas. Sin embargo, Francisco Rico asegura que «no hay el menor indicio para suponer tal escabrosidad», pues el sentido del texto es una simple abbreviatio o reticencia, procedimiento abundantemente usado antes, como cuando relatando sus aventuras con el ciego, Lázaro dice «por no ser prolijo, dejo de contar muchas cosas [...]», en elipsis que era común para terminar las cartas, teniendo en cuenta que todo el Lazarillo es una larga epístola.
El tratado quinto es más extenso: narra una estafa realizada por parte de un vendedor de bulas o buldero. Lazarillo sirve al buldero y asiste como espectador, sin opinar, al desarrollo del timo, en el cual finge el buldero que alguien que piensa que las bulas no sirven para nada, está poseído por el diablo, cuando en realidad está compinchado o conchabado con él; esto se descubre a posteriori, con una hábil técnica de suspensión. También este tratado sufrió la poda de la censura.
Los restantes y breves tratados narran cómo Lázaro se asienta con otros amos, un capellán, un maestro de hacer panderos y un alguacil, y se hace aguador. Por último consigue el cargo de pregonero gracias al Arcipreste de la iglesia toledana de San Salvador, quien además le ofrece una casa y la oportunidad de casarse con una de sus criadas, con la finalidad de disipar los rumores que se ciernen sobre él, ya que era acusado de mantener una relación con aquella criada.
Sin embargo, tras la boda los rumores no desaparecen porque el hecho es cierto y Lázaro comienza a ser objeto de burla por parte del pueblo. Él sufre la infidelidad con paciencia, después de toda una vida de ver qué es el honor y la hipocresía que encubre la dignidad realmente, ya que eso al menos le permite vivir, y con ello termina la carta, un cínico alegato autojustificativo que ridiculiza la literatura idealista del momento. Lázaro afirma que ha alcanzado la felicidad, pero para ello ha debido perder su honra, pues los rumores afirman que su mujer es la amante del arcipreste. Para mantener su posición, Lázaro hace oídos sordos a dichos rumores.
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Continuaciones
Segunda parte de Lazarillo de Tormes (anónima)
Publicada por primera vez en Amberes en 1555, sin nombre de autor. Nicolás Antonio cita a Cardoso para atribuirla a un tal fray Manuel de Oporto. Tuvo escasa acogida entre los lectores, ya que en vez de mantener la línea realista y picaresca del libro original, convirtió la historia de Lázaro en una fantasía alegórica lucianesca, en la que el protagonista se convierte en atún, se casa con una atuna y tiene hijos tan peces como el padre y la madre, sosteniendo en la Corte de los atunes todo tipo de guerras como jefe de los mismos contra otros peces. Posiblemente, el desconocido autor, que quizá era un español establecido en Flandes, quiso aludir en estos episodios a personajes y circunstancias de la vida española de la época, pero la sátira tuvo poco éxito, y solamente se reimprimió en Milán en 1587 y 1615, junto con el primer Lazarillo.
Esta segunda parte se divide en 18 capítulos:
• Capítulo I. En que da cuenta Lázaro de la amistad que tuvo en Toledo con unos tudescos, y lo que con ellos pasaba.
• Capítulo II. Cómo Lázaro, por importunación de amigos, se fue a embarcar para la guerra de Argel, y lo que allá le acaeció.
• Capítulo III. Cómo Lázaro de Tormes hecho atún salió de la cueva, y cómo le tomaron los centinelas de los atunes y lo llevaron ante el general.
• Capítulo IV. Cómo, después de haber Lázaro con todos los atunes entrado en la cueva, y no hallando a Lázaro sino a los vestidos, entraron tantos que se pensaron ahogar, y el remedio que Lázaro dio.
• Capítulo V. En que cuenta Lázaro el ruin pago que le dio el general de los atunes por su servicio, y de su amistad con el capitán Licio.
• Capítulo VI. En que cuenta Lázaro lo que al capitán Licio, su amigo, le acaeció en la corte con el gran capitán.
• Capítulo VII. Cómo, sabido por Lázaro la prisión de su amigo Licio, le lloró mucho él y los demás, y lo que sobre ello se hizo.
• Capítulo VIII. De cómo Lázaro y sus atunes, puestos en orden, van a la corte con voluntad de libertar a Licio.
• Capítulo IX. Que contiene cómo libró de la muerte a Licio, su amigo, y lo que más por él hizo.
• Capítulo X. Cómo recogiendo Lázaro todos los atunes, entraron en casa del traidor don Paver y allí le mataron.
• Capítulo XI. Cómo, pasado el alboroto del capitán Licio, Lázaro con sus atunes entraron en su consejo para ver lo que harían, y cómo enviaron su embajada al rey de los atunes.
• Capítulo XII. Cómo la señora capitana volvió otra vez al rey, y de la buena respuesta que trajo.
• Capítulo XIII. Cómo Lázaro asentó con el rey, y cómo fue muy su privado.
• Capítulo XIV. Cómo el rey y Licio determinaron de casar a Lázaro con la linda Luna, y se hizo el casamiento.
• Capítulo XV. Cómo andando Lázaro a caza en un bosque, perdido de los suyos, halló la Verdad.
• Capítulo XVI. Cómo, despedido Lázaro de la Verdad, yendo con las atunas a desovar, fue tomado en las redes, y volvió a ser hombre.
• Capítulo XVII. Que cuenta la conversión hecha en Sevilla, en un cadahalso, de Lázaro atún.
• Capítulo XVIII. Cómo Lázaro se vino a Salamanca, y la amistad y disputa que tuvo con el rector, y cómo se hubo con los estudiantes.
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Segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes, de Juan de Luna
Esta obra, mucho más cercana que la anterior a la naturaleza realista del primer Lazarillo de Tormes, fue publicada por primera vez en París en 1620. Su autor, Juan de Luna, era un toledano protestante que vivió enseñando el idioma en París y Londres, donde compuso y editó bastantes obras sobre esta materia. Al leer la Segunda parte del Lazarillo se enfureció tanto que decidió escribir otra mejor; lo cuenta en el prólogo de la suya: Segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes (París, 1620), reimpresa en Zaragoza (pero París) en 1652 con variantes textuales, una de ellas, por ejemplo, no prometer ya una tercera parte. La obra va a continuación de la obra original que le sirve de inspiración y que Luna, su admirador, editó también. El autor justifica su obra en la escasa calidad de la primera continuación, lo que le impulsó como toledano y conocedor del ambiente de la obra a elaborar otra más digna y realista:
La ocasión, amigo lector, de haber hecho imprimir la Segunda parte de Lazarillo de Tormes ha sido por haberme venido a las manos un librillo que toca algo de su vida, sin rastro de verdad. La mayor parte dél se emplea en contar cómo Lázaro cayó en la mar, donde se convirtió en un pescado llamado atún, y vivió en ella muchos años, casándose con una atuna, de quien tuvo hijos tan peces como el padre y madre. Cuenta también las guerras que los atunes hacían, siendo Lázaro el Capitán, y otros disparates tan ridículos como mentirosos y tan mal fundados como necios. Sin duda que el que lo compuso quiso contar un sueño necio o una necedad soñada. Este libro, digo, ha sido el primer motivo que me ha movido a sacar a la luz esta Segunda parte, al pie de la letra, sin quitar ni añadir, como la vi escrita en unos cartapacios en el archivo de la jacarandina de Toledo, que se conformaba con lo que había oído contar cien veces a mi abuela y tías, al fuego, las noches de invierno y con lo que me destetó mi ama.
La obra conoció un gran éxito en su época: cuatro ediciones en castellano y siete traducciones francesas, todo ello antes de acabar el siglo XVII. Pero en España no se publicó hasta 1835, significativamente al año siguiente de ser abolida para siempre la Inquisición. Desde esa fecha se ha reimpreso más de veinte veces.
El autor demuestra conocer las obras de Cervantes, Mateo Alemán, Quevedo y Vicente Espinel, y parodia la disparatada segunda parte del Lazarillo (Amberes, 1555) en buena parte de su obra. Retoma la crítica al clero y la misoginia del Lazarillo original convirtiendo a su protagonista en marido «cartujo».
El argumento de la obra es el siguiente. Lázaro abandona Toledo dejando a su hijo "injerto a canutillo" y a su mujer cuidados por el arcipreste, que lo hace "como si propios fueran". Se reencuentra con el escudero, que le refiere una aventura que tuvo con una dama non sancta. Embarca después en la armada contra el moro y naufraga, salvándose solamente los capitanes, gente de consideración y "dos clérigos que había" en el esquife y que ni siquiera se ocuparon en confesar a los futuros ahogados porque sólo pensaban en salvarse como fuera; como él estaba completamente lleno de vino, borracho perdido, el agua no puede entrar en él y sobrevive salvado por dos pescadores que deciden exhibirlo como una especie de monstruo marino o pece Nicolao dentro de una cuba de agua; escapa vertiendo el agua de la cuba, que se filtra al piso inferior y moja a una dama en su cama que "movida de caridad, había acogido en ella a un clérigo que por su contemplación había venido a aposentarse allí aquella noche", de forma que aparecen desnudos él y ella "como Cupido con la flecha y Venus con la aljaba".
De vuelta en Toledo con el Arcipreste, este le muestra los nuevos hijos que su mujer ha tenido de él (de Lázaro) durante su larga ausencia, desvergüenza que al fin obliga a Lázaro a pleitear contra él, perdiéndolo.
Decide entonces marchar a Madrid a trabajar como ganapán; allí sirve primero a una meretriz sevillana y luego transporta el hato de un franciscano; ambos amos le dan por único pago palos y golpes. Antes de abandonar la corte se encuentra metido en los amores entre Clara, doncella repolluda, y un galán pisaverde al que se encarga de transportar a casa de la moza escondido en un cofre que se desfonda descubriendo toda la treta, con nuevo saldo de palos y golpes a Lázaro, quien sin embargo logra pasar el castigo al escudero; conoce a unos gitanos y se vuelve a tropezar con la repolluda y el pisaverde en una venta a las afueras de Valladolid, donde el Santo Oficio arremete contra los hermanos que quieren vengar a la dama. Entre los gitanos figuran el clérigo y la chica que fueron mojados cuando se escapó del tonel. Un viejo gitano afirma que en España, todos eran clérigos, frailes, monjas o ladrones, pero que entre todos los mayores bellacos eran los que habían salido de los monasterios mudando la vida especulativa en activa.
Durante su estancia en Valladolid sirve simultáneamente a siete mujeres, una de ellas beata hipócrita y aficionada al trato erótico con frailes. Tras una orgía acaecida entre doce varones y seis mujeres, decide hacerse ermitaño y convive con uno que a la postre resulta tener una despensa repleta y está amancebado con otra mujer, y no sólo eso, sino que la suegra del eremita había conocido a la dicha buscona y a sus dos hermanas a raíz de sus relaciones "con un monje, un abad y un cura, porque siempre he sido devota de la iglesia". La vieja refiere a Lázaro cómo ella misma inició en el oficio a sus hijas con eclesiásticos "por ser gente secreta, casera, rica y paciente".
Tras esto es burlado y secuestrado por unas mujeres que le atan desnudo a una cama mientras le vejan y maltratan, curiosa escena cómica y sadomasoquista que la crítica no suele mencionar; le echan a la calle en cueros y ensabanado y es perseguido por la chiquillería, escondiéndose en una iglesia, donde es confundido con un fantasma y espanta a toda la concurrencia. Con este apogeo de la humillación concluye la obra.
¿Didáctica moralidad en este escrito?.
La industria de los hombres es vana, su saber ignorancia y su poder flaqueza cuando Dios no fortalece, enseña y guía.
Capítulo VI
El protestantismo del autor se manifiesta en su anticlericalismo, constante y sin ambages, durante todas las páginas de la obra, donde también se pinta una España inmoral e hipócrita, sumida en todo tipo de depravaciones sexuales, acaso como contraste al puritano rigor de los protestantes. El Lazarillo de Luna fue dedicado a la princesa Marqueta de Rohan y se divide en 16 capítulos:
Capítulo I. Donde Lázaro cuenta la partida de Toledo para ir a la guerra de Argel.
Capítulo II. Cómo Lázaro se embarcó en Cartagena.
Capítulo III. Cómo Lázaro salió de la mar.
Capítulo IV. Cómo llevaron a Lázaro por España.
Capítulo V. Cómo llevaron a Lázaro a la corte.
Capítulo VI. Cómo llevaron a Lázaro a Toledo.
Capítulo VII. De lo que le sucedió a Lázaro en el camino del río Tajo.
Capítulo VIII. Cómo Lázaro pleiteó contra su mujer.
Capítulo IX. Cómo Lázaro se hizo gana-pan.
Capítulo X. De lo que sucedió a Lázaro con una vieja alcahueta.
Capítulo XI. Cómo Lázaro se partió para su tierra, y de lo que en el camino le sucedió.
Capítulo XII. De lo que le sucedió a Lázaro en una venta, una legua antes de Valladolid.
Capítulo XIII. Cómo Lázaro sirvió de escudero a siete mujeres juntas.
Capítulo XIV. Donde Lázaro cuenta lo que le pasó en un convite.
Capítulo XV. Cómo Lázaro se hizo ermitaño.
Capítulo XVI.Cómo Lázaro se quiso casar otra vez.
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Otros Lazarillos
En 1617 Juan Cortés de Tolosa publicó su Lazarillo de Manzanares, que se parece más al Buscón de Quevedo que a la obra de que toma nombre. El libro es de lectura poco ágil a causa del gran número de anécdotas intercaladas.
En 1688 apareció en Londres un The life and death of young Lazarillo, anónimo.
En 1742 se imprimió en Barcelona un Lazarillo de Badalona escrito en verso con la intención de servir de guía de la ciudad que le da nombre.
Calixto Bustamante Carlos, hizo circular en 1773 un Lazarillo de ciegos caminantes que describe los itinerarios de Buenos Aires a Lima reflejando usos, costumbres, vida social y trabajos de las ciudades y zonas que recorre.
El Lazarillo del Duero de Joaquín del Barco está escrito en verso y aparece en 1898 para enaltecer la historia de Zamora con intención pedagógica.
El Lazarillo español de Ciro Bayo (1911) y las
Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, de Camilo José Cela, cierran el capítulo de continuaciones modernas de la obra.
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Rosa Navarro Durán: «No tengo ninguna duda de que Alfonso de Valdés es el autor del ''Lazarillo''».
Asegura igualmente, que no es una novela picaresca, sino una sátira erasmista que denuncia los abusos de la Iglesia.
01 nov 2024.
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Los avances científicos ayudan a desvelar muchas incógnitas del pasado, pero hay algunas que siguen sin resolverse, como el nombre del autor del Lazarillo de Tormes, obra maestra de la literatura española, de obligada lectura y que muestra cómo era la vida en la España del siglo XVI. Es considerada la primera obra picaresca y así se ha estudiado siempre. Pero Rosa Navarro, está convencida de que su autor es Alfonso de Valdés, escritor y político humanista nacido en Cuenca en 1490, representante del pensamiento erasmista, Secretario de cartas latinas del emperador Carlos V.
Pero además, esta filóloga, niega que se trate de una novela picaresca: «Ni es novela, porque es una obra muy corta, ni es picaresca: Lázaro no era un pícaro, era un pobre niño que no tenía qué llevarse a la boca», afirma.
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—¿Cómo llegó a la conclusión de que Alfonso de Valdés escribió el «Lazarillo»?
Llegué por casualidad en el año 2002. Me di cuenta de que el último párrafo del prólogo no formaba parte del prólogo, sino que hablaba ya Lázaro, es decir, era el principio de la obra. Entonces empecé a hacerme preguntas, empecé a tirar del hilo y me di cuenta de cosas evidentes; la primera, que todos los amos de Lázaro, menos el Escudero, pertenecían a la Iglesia, lo que me dio la respuesta sobre por qué nos había llegado incompleta y anónima: fue una obra prohibida siempre, estamos en la época de la Inquisición y se trata de una crítica clara a la Iglesia, no de una novela picaresca.
—¿En qué género la sitúa entonces?
Es una sátira erasmista y es muy breve. Ni siquiera es una novela, es un libelo contra la Iglesia, una sátira, porque el tono es cómico: a pesar de lo que va diciendo del pobre Lázaro, que es un muchacho maltratado, no hay dolor, sino risa. Le dan garrotazos, como en las películas del cine mudo de Buster Keaton, donde recibían golpes, pero se levantaban como si nada, y eso mismo es lo que le pasa a Lázaro.
—¿Qué fue lo que le llevó al nombre de Alfonso de Valdés?
—La verdad es que todo es casualidad en mi vida, puro azar. En el siglo pasado, edité los dos Diálogos de Alfonso de Valdés por un encargo para Planeta. Me conocía perfectamente su obra, pero ni siquiera fue entonces cuando se me ocurrió llegar a él como autor del Lazarillo. Años después empecé a ver las similitudes con los Diálogos de las cosas acaecidas en Roma, por ejemplo, en el hecho de que no se ponga nombre a los personajes: ninguno de los amos de Lázaro tiene nombre porque en las sátiras no se ataca a una persona en concreto, sino a un miembro de un grupo que actúa como el que se describe: en los clérigos ataca a los religiosos avariciosos y en el fraile de La Merced a todos los pederastas que hay dentro de la Iglesia.
—Es el capítulo más corto, y quizás el más cruel…
—Es el más corto porque la Inquisición se encargó de eliminar ese tratado inmediatamente. Tiene muy pocos renglones, pero su significado está clarísimo. Dice Lázaro: «Ese amo me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida; pero no me duraron ocho días ni yo pude con su trote aguantar más». Nos está diciendo que el fraile abusó de él, era un pederasta y ya nos lo estaba diciendo Alfonso de Valdés: si ahora se estuviera leyendo el Lazarillo siguiendo mi teoría, se podría poner como ejemplo de este vicio horrible que corroe a la Iglesia y que ya estaba presente en el siglo XVI.
—¿Cómo explica esa teoría?
—Por una parte, porque conozco bien a los frailes de la Merced, que nacieron en Cataluña y ni llevan zapatos ni necesitan criados, son mendicantes. Y por otra, por todas las referencias que hace al calzado: el verbo calzar siempre se ha utilizado como sinónimo de fornicar. Describe a un fraile que «se perdía por andar por fuera, era muy amigo de los asuntos de la calle y de hacer visitas, tanto que pienso que rompía él más zapatos que todo el convento». Pero es que además, el propio Valdés en su Diálogo de las cosas acaecidas, habla de los clérigos que, «después de levantarse de la cama con su amiga o con su amigo, se van a decir misa». Es el mismo que está escribiendo el Lazarillo, no tengo dudas.
—¿Es esta dura crítica a la Iglesia lo que llevaría a no firmar la obra?
—Era una obra peligrosísima por todo lo que dice, al igual que los dos Diálogos de Valdés, que también fueron prohibidos y circularon siempre anónimos. Y a él no lo quemó la Inquisición porque era secretario de Carlos V, estaba protegido por el emperador. Es el momento del protestantismo, cuando Lutero quema las bulas y empieza la gran separación de la Iglesia. Alfonso de Valdés participó en las conversaciones y lo dijo muy claramente en la Dieta de Augsburgo de 1530: «Lo único que quieren es una cosa, si la Iglesia no se la da, se separarán». Lo único que quería Lutero era casarse. Si el Papa hubiera permitido que los clérigos se casaran, no estaríamos hablando de tantos casos de pederastia, los mismos que denuncia en el Lazarillo.
—Valdés era una persona muy importante en la época, pero desconocida hoy.
—Alfonso de Valdés era un tipo inteligentísimo y no llegó más arriba porque murió infectado de peste en 1532. Pero estaba llamado a ser canciller; era un gran político.
—Si Alfonso Valdés escribió el «Lazarillo», no pudo escribirse en 1550, como siempre se ha dicho…
—Claro que se escribió antes. Yo coloco el Lazarillo en los años treinta. La primera novela picaresca, Vida y hechos del pícaro Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, se publica en 1599, a finales del XVI, no antes. Y las novelas picarescas nunca se prohibieron, porque a los curas no les preocupaba la lujuria de los demás, pero sí que denunciaran la suya.
—También ve en la obra muchas referencias al pasado judío de los Valdés.
—En realidad muchos de los grandes escritores del XVI tienen origen judío, como Teresa de Jesús; católicos que se mantienen al margen y pueden dar una visión distinta de lo que están viendo. Y sí, hay muchas referencias en la obra: el escudero es judío converso, porque cuando va a misa sale el último para que todo el mundo lo vea; las mujeres que vivían junto a él viven solas, y en esa época solo las judías podían vivir solas; el capellán le pedía 30 maravedíes, el mismo número de monedas por las que Judas vendió a Cristo; y lo que ganaba los sábados era para él, otra referencia al día sagrado. La gente lee estos datos y no se da cuenta de lo que está escrito, pero están ahí.
—Incluso asegura que dejó su nombre encriptado en el título…
—Eso lo vi mucho después por casualidad en un facsímil de la Junta de Extremadura donde las tres letras del comienzo estaban destacadas en otro color. «LAV»; y entonces vi el final: La vida de Lázaro y de sus fortunas y adversidades. ¿Por qué un título tan largo para un libro tan pequeño? Si se une el principio y el final del título ahí está el Valdés, leído de izquierda a derecha porque así se lee el hebreo, otra referencia judía más.
—¿Qué le falta al «Lazarillo» para no ser una obra incompleta?
—Además de las partes censuradas del tratado del fraile de la Merced, el texto original tuvo que tener un apartado llamado «Argumento», característico en todas las obras de la época, lo que hoy sería la contraportada de los libros. Ahí explicaría algo así como que una dama, a la que llegan rumores sobre su confesor, pide que se haga una información sobre el caso; y para ello le pregunta a su criado, que también es el pregonero, y que es Lázaro. Para la Inquisición, esto era tan fuerte que lo debió de quitar inmediatamente, al igual que la explicación de quién es Lázaro y quién es Vuestra Merced. Con ese resumen que no se conserva, no nos hubiéramos equivocado al leer el Lazarillo.
—¿Conoce las otras teorías que dan la autoría a otros escritores?
—Las conozco todas y te las puedo desmontar una a una. La última que ha salido dice que el autor es Juan Valdés, el hermano gemelo de Alfonso. Los dos se querían mucho, y Alfonso, antes de morir, pide a su hermano que guarde todos sus documentos. Por eso es él quien tenía el Lazarillo, pero no porque lo hubiera escrito. Juan escribía mucho peor que su hermano. Otra teoría dice que lo escribió un inquisidor, Horozco. ¿Cómo va a ser un inquisidor el autor de un libelo contra la Iglesia?; también hablan de un cura al que le encontraron un ejemplar en su celda, y digo yo: ¡porque lo estaría leyendo! Y también hablan de Diego Hurtado de Mendoza. A ese me lo conozco muy bien porque me he leído toda su correspondencia: era un señorito, un noble que fue embajador en Venecia y gobernador de Siena. Es imposible que alguien como él se preocupara por los pobres y escribiera una obra como esta. Escribió la segunda parte del Lazarillo, en 1555 para hacer una sátira contra el emperador y vengarse de él.
—¿Por qué cree que su teoría no ha sido aceptada?
—No tengo ninguna duda de que tengo razón. La Universidad es muy jerárquica, y los que estaban en la cumbre son los que habían escrito sobre el Lazarillo. Sé que muchos dicen que estoy loca, pero no pretendo nada; conseguí ser catedrática de Universidad siendo de familia humilde y tengo una pensión que me permite vivir dignamente, y eso es lo que me basta. Además, como tengo cierto prestigio siguen invitándome a institutos, y eso me mantiene viva, poder explicarles a los chavales lo que descubrí me da vida para seguir.
—¿Cuántos ejemplares tiene del «Lazarillo»?
—Tengo facsímiles de las cuatro primeras ediciones, publicadas todas en 1554.
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Otras teorías en torno a la autoría del «Lazarillo»
• FRAY JUAN DE ORTEGA. El fraile que tenía una copia escrita a mano en su celda: Antonio García, trabajador de la Biblioteca Nacional, defiende que el autor fue fray Juan de Ortega. Se basa en el hecho de que un fraile de su mismo convento encontró una copia del libro escrita de su propia mano, en su celda, después de morir. El bibliotecario indica, además, que nadie como el fraile «tenía una relación tan estrecha con el río Tormes», ya que vivió durante su infancia muy cerca del monasterio de Alba de Tormes. «Eligió el nombre de Lázaro porque es un personaje evangélico, quería exponer que tuvo una infancia llena de privaciones».
• SEBASTIÁN DE HOROZCO. El dueño de la casa en la que Lázaro vive con el escudero: su candidatura la postuló ya en el siglo XIX José María Asensio y Toledo, editor de su Cancionero y fue defendida en 1914 por Julio Cejador y Frauca en su adaptación del Lazarillo, basándose en un pasaje de la obra de este autor en que aparece un mozo de ciego llamado Lazarillo. En el año 2018, su nombre volvió a estar vinculado a la obra después de que se descubriera la ubicación exacta de la casa en la que vivió en Toledo, y que coincide con el escenario urbano donde transcurre el tratado tercero, en el que Lázaro convive con el escudero.
• DIEGO HURTADO DE MENDOZA. Un cronista, autor de la segunda parte del «Lazarillo»: la historiadora Mercedes Agulló defendió hasta su muerte que el autor era Diego Hurtado de Mendoza, un erudito de la nobleza, autor de la segunda parte del Lazarillo. Agulló encontró unos documentos del albacea de Hurtado con la anotación «legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo». Ese fue el inicio de su investigación. Y afirmaba que escribió un libro «divertido, amargo también, un retrato de los bajos fondos del reino, de la orfandad infinita del miserable, de la astucia para sobrevivir; una epopeya del hambre, del ingenio, del ridículo y de la humillación».
• JUAN DE VALDÉS: La última teoría, basada en datos lingüísticos: el investigador Mariano Calvo argumenta la autoría del Lazarillo en favor del humanista conquense Juan de Valdés, apuntando además que pudo colaborar en la obra su hermano Alfonso. Asegura que la obra fue escrita en 1525 en Toledo y se reeditó en 1554. También José María Martínez, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos, apunta a Juan como posible autor, basándose en la similitud lingüística con sus otras obras, caracterizada «por una gran abundancia de oraciones subordinadas», que se explican por la tendencia a copiar el modo natural de hablar.
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Alonso de Valdés
Alfonso de Valdés. Cuenca, c. 1490/1492 ?-Viena, 1532. Fue un Humanista, representante, junto con su hermano Juan, del pensamiento erasmista español.
Escritor y Secretario de Cartas Latinas del Emperador Carlos V, nacido en Cuenca a finales del siglo XV. No se sabe exactamente en qué año.
Su padre, Hernando de Valdés, fue regidor perpetuo de Cuenca y Procurador de la ciudad en Cortes; de origen hidalgo, según la ejecutoria de hidalguía ganada en 1540 por Andrés, el mayor de sus hijos, descendía de familia conversa por parte de su abuela paterna. Su madre, María de la Barrera, descendía de familia judía conversa por tres costados. Su tío materno, Fernando de la Barrera, cura de Villar del Saz y luego capellán de la iglesia de San Salvador de Cuenca, murió en la hoguera en la plaza de San Martín de Cuenca en 1491, acusado por la Inquisición de judaizante relapso.
Tanto a su padre como a su hermano mayor, Andrés, los procesaron años más tarde por “fautoría de herejes”, es decir por oponerse a la actuación del Santo Oficio; la pena que se les impuso fue mínima, una multa con vergüenza pública.
Los primeros datos que tenemos sobre la vida de Alfonso son tres cartas que escribe en 1520 desde Bruselas, Aquisgrán, y, en 1521, desde Worms, en la Corte del Emperador. Se las dirige al que seguramente fue su maestro, el humanista Pedro Mártir de Anglería.
Desde entonces hasta su muerte está al lado del Emperador desempeñando cargos en su Cancillería; Mercurino Gattinara, el Gran Canciller, fue su apoyo en la Corte. Se cartea con Erasmo, al que admira profundamente, y cuya doctrina divulga en España e inspira su obra, además de con otros humanistas europeos.
Alfonso participó en las conversaciones entre los luteranos y los representantes del Papa en la dieta de Augsburgo –había muerto ya Gattinara–, sin que su espíritu conciliador consiguiera que las partes enfrentadas evitaran la ruptura que llevó al cisma protestante. Su muerte repentina truncó una destacada carrera política junto al emperador.
La correspondencia oficial con su nombre y la que se conserva entre el escritor y sus amigos, desde Erasmo a Maximiliano Transilvano, Pedro Juan Olivar o Juan Dantisco, el obispo de Culm y embajador de Polonia, nos van dando fechas y lugares en la vida de Valdés. Está con la corte en los Países Bajos en 1520 y 1521; desde 1522 a 1529 en España (Valladolid, Tordesillas, Madrid, Toledo, Granada, Valladolid, Palencia, Burgos, Valencia, Madrid, Toledo, Zaragoza y Barcelona); en 1529 va con el Emperador y la corte a Italia (en Bolonia, Gattinara recibe el cardenalato, y Clemente VII corona al emperador el 24 de febrero de 1530). Participa en las conversaciones de la Dieta de Augsburgo; escribe desde esta ciudad al cardenal de Rávena, Accolti (desde julio a septiembre de 1530) y la Relación de lo que en las cosas de la fe se ha hecho en la Dieta de Augusta, en septiembre de 1530. Luego estará con la corte en Colonia, Bruselas, Gante, Bruselas, Ratisbona (se conservan cartas de Valdés desde esta ciudad de octubre de 1531 a septiembre de 1532), Passau y Viena, donde muere el 6 de octubre de 1532.
Su posición privilegiada en la Corte le protegió de las acusaciones del Nuncio del Papa Clemente VII, Baltasar de Castiglione, por haber escrito su primera obra, el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma. En este diálogo entre Lactancio y el Arcediano del Viso a propósito del Saco de Roma y prisión del Papa por las tropas del Emperador en mayo de 1527, Alfonso de Valdés presenta el Saqueo como voluntad de Dios, exime de culpa a Carlos V; señala la corrupción de la jerarquía eclesiástica y acusa al Papa de desempeñar mal su oficio.
Ni este diálogo ni el que escribe a continuación, entre 1528 y 1529, el Diálogo de Mercurio y Carón, fueron publicados en vida del escritor. Circularon manuscritos y anónimos y se imprimieron en Italia, seguramente poco después de su muerte, sin que figure en la edición dato alguno de lugar, año o impresor. Se atribuyeron siempre a su hermano Juan, quien había establecido en Italia un círculo de espiritualidad evangélica muy afín al protestantismo. A fines del siglo XIX se le devolvió la autoría del Diálogo de las cosas acaecidas en Roma y hasta 1925 no se le reconoció –lo demostró Marcel Bataillon– que también era el autor del Diálogo de Mercurio y Carón.
Precisamente, el Diálogo de Lactancio y un Arcediano, más conocido como Diálogo de las cosas ocurridas en Roma; y el Diálogo de Mercurio y Carón, son discursos en los que defiende la política del emperador Carlos V y ensalza el pensamiento erasmista antes de que esta corriente pase a ser censurada en el medio siglo siguiente. Son alegatos políticos que incluyen numerosos documentos de la cancillería imperial. Su ideal cristiano y erasmista abarca todos los aspectos de la vida, todas las jerarquías y todos los estados de la sociedad.
Su anhelo reformador y su pensamiento utópico le hicieron expresar que su pretensión era hacer un mundo nuevo. Así, en el Diálogo de Lactancio, muestra su visión del destino del mundo que tiene como centro a un Emperador y un Papa espirituales que deben gobernar al pueblo de Cristo.
En el Diálogo de Mercurio y Carón insiste básicamente en las mismas ideas; denuncia las actitudes extravertidas de los eclesiásticos en el mundo temporal, crítica la religiosidad extrema e intolerante, y señala como imperio ideal al que tiene como propósito la fraternidad de todas las naciones cristianas, regidas por un emperador.
Estos discursos emplean la prosa vehemente que exigía la proximidad de los hechos narrados. Aunque nunca exenta de recursos retóricos, prodiga las fórmulas coloquiales para aligerar el diálogo.
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El Lazarillo de Tormes
Como ya lo hiciera Joseph V. Ricapito en 1976, en el año 2002 la profesora Rosa Navarro Durán, como hemos visto, postuló de nuevo su autoría en una de las más famosas obras literarias españolas de todos los tiempos: La vida de Lazarillo de Tormes. Entre los argumentos postulados por la catedrática de la Universidad de Barcelona para confirmar su autoría está el que el apellido del autor esté encriptado al principio y final del título completo de la obra: Valdés -> Val-dés -> laV-des, La vida del Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversida-des, así como argumentos lingüísticos -predilección por el verbo acaecer, en vez de acontecer- y argumentos temáticos que desplazan el foco del argumento de la historia: de las desventuras y humillaciones de Lázaro a una sátira hacia dos estamentos, la corte y la iglesia, de los que evidenciar su falta de ética y piedad, elemento principal de crítica para un erasmista. Alfonso de Valdés era uno de sus más importantes exponentes de esa época.
Además se dan nuevas pistas sobre la época en que fue escrito; entre 1525 y 1532 y dónde fue publicado. Según Rosa Navarro debió de ser impresa por primera vez en Italia. En 1542 se publica en Sevilla un libro, el Baldo, que adapta y amplía un poema en latín macarrónico, el Baldus, del italiano Teófilo Folengo; tiene ya huellas evidentes de que su autor había leído el Lazarillo.
Alguien llevaría un ejemplar a España, después de arrancar un folio –de peligrosa lectura–, y aquí se imprimiría otra vez, antes de 1548, porque la Representación de la parábola de san Mateo de Sebastián de Horozco, que se puso en escena ese año, tiene también huellas de que su autor había leído la obra, y lo evidencia más la Representación de la historia evangélica de San Juan.
Horozco tuvo en sus manos una impresión del Lazarillo.
Pese a que se han publicado ediciones del Lazarillo asignándole la autoría a Alfonso de Valdés, las pruebas aportadas siguen siendo cuestionadas e incluso autores como Pérez Vénzalá apuntan a que la obra fue escrita en los años cuarenta, haciendo imposible que la autoría recayera en Valdés, lo que mantiene la autoría en el anonimato.
Primera página de "Relación de las nuevas de Italia" de Alonso de Valdés. Impreso en Alcalá de Henares por Miguel de Eguía, en 1525.
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Diálogo de la lengua. Juan de Valdés, sobre Nebrija
VALDÉS.- dejando aparte la ortografía, en la cual muchas veces peca (Nebrija) en la declaración que hace de los vocablos castellanos, en los latinos se engaña tantas veces que sois forzado a creer una de dos cosas: o que no entendía la verdadera significación del latín (y esta es la que yo menos creo) o que no alcanzaba la del castellano, y esta podría ser, porque él era de Andalucía, donde la lengua no está muy pura.
Diálogo de la lengua | Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
¿Era converso, Antonio de Nebrija?
Es la pregunta que sobrevuela su biografía, como ocurre con tantas otras grandes figuras de la lengua castellana.
Al parecer, su legado hebreo quedaría certificado, entre otras cosas, por la gran cultura de sus padres, impensable en unos labriegos cristianos en la época; su gran conocimiento del hebreo; su obsesión por encubrir su linaje; sus estrechos contactos con otros conversos y «su temeraria arrogancia», típica de la característica chutzpah judía.
Parece que mintió claramente en su genealogía, a raíz de la Expulsión de 1492, pero tampoco ha habido forma de demostrarlo.
Inmediatamente después de salvarse de la Inquisición por intervención del Cardenal Cisneros, Nebrija publicó un libro, 'Apología', considerado el primer gran alegato contra la censura y a favor de la libertad de expresión.
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