Fray Juan
de Yepes/San Juan de la Cruz
Primera Parte: Precedentes teóricos de un SIN VIVIR
Segunda
Parte: Consecuencias reales de un SIN VIVIR
POEMAS
Tercera Parte: Cervantes y el traslado
de secreto los restos de Fray Juan
San Juan de
la Cruz, Doctor de la Iglesia, proclamado el 24 de agosto de 1926 por el Papa Pío
XI
Juan de Yepes Álvarez; su primera identificación como fraile, fue Juan
de Santo Matía.
Fontiveros, 24 de junio de
1542 - Úbeda, 14 de diciembre de 1591.
Religioso y Poeta Místico del
Renacimiento español. Reformador de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y Cofundador
de la Orden de los Carmelitas
Descalzos, con Santa Teresa de Jesús, junto a la cual se le considera
cumbre de la mística experimental cristiana.
Poetas muy diversos como Rubén
Darío, Juan Ramón Jiménez, Paul Valéry y T. S. Eliot, consideraron los
poemas de Juan de la Cruz, no solo como la cumbre de la mística
española, sino de la poesía en esta lengua.
Desde 1952 es el patrono de
los poetas en lengua española. Es uno de los 36 Doctores de la Iglesia, y
fue canonizado por Benedicto XIII en 1726.
Su padre era descendiente
de judeoconversos.
Según él mismo, sus padres
eran unos pobres tejedores de buratos; unos velos o cendales de seda muy tenues
y delicados. Es decir, artículos de lujo que solían llevar las damas ricas
entre los siglos XV y XVI y, aunque suele pensarse que eran de luto,
generalmente eran blancos.
La familia paterna
provenía de la villa de Torrijos -Toledo-, donde poseía tierras y un
molino de aceite, aunque también tenía ramificaciones en Toledo y Yepes. Según declaró
Francisco de Yepes, hermano mayor del santo. El padre era noble, por tanto,
debió alcanzar la hidalguía,
y se trasladó a Fontiveros, donde se casó con Catalina Álvarez. hacia 1527.
Primeros años
Nació en 1542 en el
municipio abulense de Fontiveros, situado
en la amplia paramera delimitada por Madrigal de las Altas Torres, Arévalo y Ávila,
con el nombre de Juan de Yepes Álvarez.
Tenía dos hermanos
mayores llamados Francisco y Luis. El padre murió hacia 1543,
después de una enfermedad que duró dos años, lo que dejó a la familia en una
difícil situación.
Catalina intentó dejarle
su hijo mayor a uno de sus cuñados, el clérigo bachiller Diego de Yepes, sin
éxito. Luego consiguió dejárselo a otro cuñado, Juan de Yepes, médico en la
villa de Gálvez. Tras esto, volvió a Fontiveros donde poco después murió
su hijo Luis, cuando tenía aproximadamente diez años y Juan seis, quizá por
mala alimentación.
Francisco no logró
aprender a leer y escribir normalmente en la escuela pero aprendió bien el
oficio de tejedor de buratos. Su madre le puso bajo contrato con un maestro de
la seda en Arévalo, con quien convivía como aprendiz.
Un incidente llevó a
Catalina a trasladarse con su hijo Juan también a Arévalo para controlar
el carácter despreocupado de su hijo Francisco.
Cuando Francisco tuvo 18
años, su madre le casó con una joven llamada Ana Izquierdo, natural de Muriel
de Zapardiel.
En 1551 la madre se
trasladó a vivir, con su hijo Francisco y su esposa, a Medina del Campo, que entonces
era una ciudad próspera donde, durante tres meses al año, se celebraba una de
las ferias comerciales más importantes de Europa.
Juan,
gracias a su condición de pobre de solemnidad, pudo asistir como interno al Colegio
de los Niños de la Doctrina, privilegio que le obligaba a realizar
ciertas contraprestaciones, como asistir en el convento, la ayuda a misa y a
los oficios, el acompañamiento de entierros y la práctica de pedir limosna. Le
daban ropa y alimento y le enseñaron a leer y a escribir.
También se procuraba que
los niños aprendieran un oficio, por lo que se les enviaba unas horas a
trabajar a talleres de distintas clases. Por esto, Juan fue aprendiz de
carpintero, de entallador y de impresor. Era poco hábil en los trabajos
manuales y no era aceptado en esos talleres, pero sí lo fue en la sacristía de
un convento, donde su disposición agradó a las monjas.
En Medina del Campo había
un hospital donde se trataba a los pobres de sífilis -enfermedad conocida
entonces como "bubas"-. Estaba dirigido por Antonio Álvarez de
Toledo. Probablemente debido a la recomendación de las monjas, Juan fue
aceptado como trabajador de este hospital, en el cual también se dispuso su
residencia. Trabajaba con los enfermos y pedía limosnas por las calles para el
centro. El director se dio cuenta de que Juan era aficionado a los libros y
dispuso su ingreso en un colegio de jesuitas que había sido fundado en esta
ciudad en 1551 por Pedro Cuadrado.
Juan entró en el
colegio de los Jesuitas con 17 años, en 1559, y los estudios en este lugar duraban cuatro. Había
tres maestros, siendo los mayores de 21 años, y cuarenta alumnos. Se impartía Latín,
Historia y Literatura. Se insistía en el aprendizaje de los autores Virgilio,
Horacio, Séneca, Cicerón y Tito Livio.
Compaginó sus estudios con
su trabajo en el hospital. Su director, Álvarez de Toledo, le ofreció el
puesto de Capellán del Hospital, pero no aceptó ya que prefería la vida
monástica. En 1563 entró en el Convento de Santa Ana, de Medina del
Campo, de la Orden de los Carmelitas. En 1564 profesó con el
nombre de fray Juan de Santo Matía. En
su alegría por haber sido admitido en la Orden, escribió un poema que se ha
perdido.
Su educación no era
suficiente como para ordenarse. Por ello, y gracias a sus conocimientos en
latín, entró en 1564 en la Universidad de Salamanca,
residiendo en el Colegio de San Andrés de los Carmelitas. En el colegio solo
había nueve estudiantes; permaneció allí hasta 1567, pasando las
vacaciones en Medina del Campo.
En Salamanca estudió los
cursos trienales de Filosofía y Letras. Es
posible que asistiese a clases de Fray Luis de León, pero jamás
llegó a tratar con él personalmente. Entonces, la Filosofía en Salamanca
seguía una línea Escolástica, basándose en Aristóteles y Santo Tomás de
Aquino, con algo de Platón y de San Agustín de Hipona. En el Colegio de
San Andrés se hablaba de John Baconthorpe, un averroísta del siglo XIV,
que. aunque era de una ortodoxia dudosa, había sido provincial de los
carmelitas.
En esta época leyó y asimiló
la Teología Mística de Dionisio Areopagita, así como La
Consolación de la Filosofía, de Boecio y un tratado
sobre el Cantar de los Cantares atribuido
a San Gregorio de Nisa.
Cuando no estaba en
clase, estaba en la mesa de su habitación estudiando. Pasaba parte de la noche
en oración. Ayunaba
asiduamente, se flagelaba la espalda hasta sangrar y se negaba a participar
en las conversaciones frívolas de otros compañeros.
Durante el tercer curso, fue
nombrado, por sus destrezas dialécticas, prefecto de estudiantes del Colegio
de San Andrés. Corregía con dureza a cualquiera que incumpliese la regla de
la Orden.
En Salamanca solamente
tuvo un amigo, Pedro de Orozco, que había venido con él desde Medina del Campo.
♦
Relación
con Santa Teresa de Jesús
En septiembre de 1567,
recién ordenado Sacerdote, fue a Medina del Campo para oficiar su primera misa
en presencia de su madre. Por entonces, la monja Teresa de Jesús había
llegado a esta ciudad para fundar su segundo convento de monjas Carmelitas Reformado; las conocidas como Carmelitas
Descalzas.
La Reforma de Teresa de Jesús consistía en abandonar la
regla carmelita relajada de 1432,
aprobada por el Papa Eugenio IV, y adoptar unas constituciones más estrictas
basadas en la regla de 1247 aprobada
por el Papa Inocencio IV, generalmente conocida como Regla de San
Alberto.
Teresa quería crear una
rama masculina y el prior carmelita de Medina del Campo, Antonio de Jesús, al
cual ella había conocido antes en Ávila, estaba dispuesto a seguir sus
directrices. Antonio le dijo que contaría también con la colaboración de Fray
Juan de Santo Matía, de cuya vida piadosa y ascética Pedro de Orozco
le había hablado con entusiasmo. Juan, por su parte, estaba descontento con la
relajación de vida de los Carmelitas y se estaba planteando hacerse cartujo.
Teresa y Juan se
encontraron y acordaron colaborar, aunque Juan pidió que no se tardase mucho en
fundar la rama masculina reformada.
Posteriormente, Juan volvió
a Salamanca para iniciar estudios de Teología durante el curso 1567-1568, pero no
terminó Teología, y no pudo obtener el título de Bachiller.
Las
enseñanzas de Francisco de Vitoria todavía ocupaban un lugar destacado en el
programa de estudios de la Universidad de Salamanca. Este Humanista había dado
gran importancia al estudio de la Biblia y de los padres de la Iglesia. Esto
influyó mucho en Juan, que citaba a la Biblia incluso más que los protestantes.
En agosto de 1568
abandonó Salamanca y se reunió con Teresa
en el convento carmelita de Medina del Campo. Desde allí marcharon
juntos, con algunas monjas, a Valladolid, donde ella iba a fundar un
nuevo convento femenino. Mientras los albañiles preparaban el edificio y
Teresa estaba fuera de la clausura, Juan aprovechó durante varias semanas para
informarse del modo de vida de las comunidades reformadas. Fue en esta
ciudad donde Juan de Santo Matía se puso el hábito de Carmelita Descalzo
y cambió su nombre por Juan de la Cruz.
En una carta de Teresa
escrita en septiembre de 1568 y enviada a su amigo Francisco de Salcedo,
dice de Juan:
Hable vuestra merced
a este padre, suplícoselo, y favorézcale en este negocio, que, aunque [el
padre] es chico, entiendo es grande en los ojos de Dios. Cierto, él nos ha de
hacer acá harta falta, porque es cuerdo y propio para nuestro modo, y así creo
le ha llamado Nuestro Señor para esto. Non hay fraile que no diga bien de él,
porque ha sido su vida de gran penitencia, aunque [ha] poco tiempo. Mas parece
le tiene el señor de su mano, que aunque hemos tenido aquí algunas ocasiones en
negocios, y yo, que soy la misma ocasión, que me he enojado con él a rato,
jamás le hemos visto una imperfección. Ánimo lleva, más, como es solo ha
menester lo que Nuestro Señor le da [para que] lo tome tan a pechos.
Teresa, en su libro Fundaciones,
dirá de aquellos momentos con Juan:
Era un hombre tan bueno que por lo menos yo podría haber
aprendido más de él que él de mi. Sin embargo, no lo hice,
y me limité a mostrarle cómo viven las hermanas.
Juan se dirigió
posteriormente a Ávila y salió de allí con un albañil con destino a una casa
solitaria y semiderruida en Duruelo,
en tierras de Blascomillán. Teresa
había escogido este lugar unos meses antes. Tan pronto como el inmueble fue
habitable llegaron Antonio de Jesús,
que pasó a ser prior, y dos frailes más. El 28 de noviembre de 1568 se fundó el convento. Juan de
Santo Matías pasó a llamarse Juan de la Cruz y fue Subprior y Maestro de Novicios.
Teresa visitó el convento de Duruelo en
la primavera de 1569. Relata esta visita en su libro, Fundaciones.
Al llegar se
encontró al Prior Antonio de Jesús barriendo la entrada y le dijo "¿Qué
es esto mi padre? ¿qué se ha hecho la honra?", a lo que el prior
respondió sonriente: "yo maldigo el tiempo que la tuve".
San Juan de
la Cruz. ¿Zurbarán? Archdiocesan Museum in Katowice, Polonia
El Convento de Duruelo
obtuvo una gran fama en la comarca y mucha gente fue a visitarlo. Entre los
visitantes estuvieron la madre, el hermano y la cuñada de Juan de la Cruz,
que se instaron allí para cocinar, lavar y limpiar para él y para los otros
frailes. La comunidad de Duruelo creció y el 11 de junio de 1570 se trasladaron a una casa más amplia, situada en
Mancera de Abajo.
En junio de 1569 Teresa de Jesús fundó el Convento de San José, con Carmelitas
Descalzas, en un inmueble de Pastrana y, en julio, el convento de San Pedro,
con Carmelitas Descalzos, en una ermita a las afueras, todo lo cual fue donado
por el príncipe de Éboli.
Príncipes
de Éboli
Teresa comentó con los Descalzos
de Pastrana la posibilidad de fundar un Colegio en la Universidad de Alcalá de
Henares por la necesidad de tener a personas de letras y por la comodidad de
tener a gente de importancia.
Juan
de la Cruz llegó a Pastrana a mediados de octubre de 1570 y fue el primer Maestro de Novicios.
Se alojó en una cueva del entorno del convento, que todavía se conserva.
Entonces en el Convento había cuatro religiosos y diez novicios. Juan
de la Cruz se centró en enseñar la oración mental continua, componente
central de la vida contemplativa para Teresa, y la práctica de la
adoración al Santísimo Sacramento,
para lo cual el Príncipe de Éboli había dejado rentas en su testamento.
En
Pastrana, Juan de la Cruz coincidió con el príncipe de Éboli y este le dio
dinero para la fundación de un Convento-Colegio Carmelita Descalzo en la
Universidad de Alcalá de Henares.
El objetivo de esta nueva fundación era captar estudiantes y proveer de monjes
bien formados el Convento de Pastrana. Se marchó a mediados de noviembre del
mismo año.
Por estos años se fueron
fundando más conventos de los Carmelitas Descalzos: Altomira, en 1571, Casas de Benítez, en 1572, San Juan del Puerto, en
1572 -que en realidad es una cesión de los Calzados durante
dos años-, Granada, en 1573 (que no
se asentó hasta que llegó Juan de la
Cruz en 1582), La Peñuela en 1573,
en el actual municipio de La Carolina, y Sevilla, en 1574.
El 1 de noviembre de 1570
los Carmelitas Descalzos fundaron un Colegio-Convento en Alcalá de
Henares. En 1571 Juan de la Cruz se trasladó a este colegio para ser
su primer Rector.
En el convento de
Pastrana un joven maestro de novicios introdujo un régimen de mortificaciones humillantes y extravagantes.
Teresa encargó que se mandase allí a Juan de la Cruz para que encauzase
las cosas. Entre abril
de 1571 y mayo o junio de 1572 Juan de la Cruz hizo una nueva visita a Pastrana
para moderar los excesos rigoristas de aquel noviciado. Sin embargo, el maestro de novicios era
obstinado y el prior se había marchado siguiendo a la mística Catalina de Cardona. Teresa terminó por
consultar con el teólogo dominico Domingo
Báñez, que le respondió que la
penitencia severa o exagerada estaba prohibida por la regla. El maestro de novicios fue destituido y,
al cabo de un mes, todo había vuelto a la normalidad.
Algunos pensaban que el
esfuerzo de la reforma había que aplicarlo mejor en disciplinar a los
carmelitas laxos y no reformados. En esta línea, el provincial carmelita Ángel Salazar le dijo al visitador
apostólico Pedro Fernández que el Convento de la Encarnación de Ávila, de
Carmelitas Calzadas, necesitaba de mejoras y le propuso que Teresa fuese la
priora. Teresa llegó a la Encarnación en
octubre de 1571 y estuvo en el cargo de priora tres años, hasta 1574.
Teresa quería que Juan de la
Cruz fuese Confesor y Director Espiritual de las monjas de la Encarnación. Con la aprobación del
visitador Pedro Fernández, en
septiembre de 1572 Juan de la Cruz dejó el Colegio de Alcalá
de Henares para ir a servir en la Encarnación en Ávila. Le acompañó en esta
labor el descalzo Germán de San Matías.
Durante su etapa como confesor en este Convento, entre 1572 y 1577, dibujó
un Cristo Crucificado.
En principio, se
instalaron en el Convento de los Carmelitas Calzados, intramuros, pero su
relación con estos frailes debió provocar alguna fricción, ya que poco después
Juan y Germán se fueron a vivir a una pequeña casa colindante con el jardín del
Convento de la Encarnación.
En 1574 Juan de la Cruz acompañó a Teresa de Jesús a fundar
un convento de Carmelitas Descalzas en Segovia.
Enfrentamiento entre
carmelitas, encarcelamientos y fuga
Oratorio de San Juan de la Cruz en
Úbeda, donde fue sepultado.
En mayo de 1575 el Capítulo General de la Orden del Monte Carmelo, que tuvo
lugar en Piacenza, decidió suprimir todas las fundaciones de los
Carmelitas Descalzos realizadas sin autorización del Superior General, es
decir, las de Andalucía. Le quitaron al Descalzo Jerónimo de la Madre de
Dios su cargo de Visitador y nombraron a Jerónimo
Tostado Visitador General de todos los conventos de España. Tras esto,
algunos Carmelitas Descalzos, como Jerónimo de la Madre de Dios, fueron
recluidos en Pastrana o en Alcalá de Henares.
Juan de la Cruz fue apresado por los Calzados y llevado a Medina del
Campo en 1575, pero fue liberado a los pocos días por la intervención del Nuncio, Nicolò Ormaneto, favorable a
los Descalzos.
El 29 de agosto de 1577
llegó a Madrid el nuevo Nuncio, Filippo
Sega, que era partidario de los Calzados. Los Frailes Descalzos
recibieron órdenes de abandonar sus cargos en favor de los Calzados, pero
ninguno de ellos obedeció.
El Carmelita Descalzo Antonio de Jesús se escondió en el
desván del Hospital de Tavera de Toledo, pero terminó siendo apresado,
aunque le soltaron poco después.
Jerónimo
Tostado le ordenó a Juan de la Cruz
y a su compañero Germán de San Matías
que dejasen sus cargos en el Convento de la Encarnación de Ávila y volviesen a
sus casas. Estos
replicaron que era imposible porque habían sido nombrados confesores de ese
convento por el Visitador Apostólico, que todavía estaba en su cargo, y
no podían marcharse sin su autorización.
En octubre de 1577 tocó
elegir una nueva priora para el Convento de la Encarnación de Ávila. Entre las monjas había dos grupos, las que
querían la vuelta de Teresa y las laxas que querían a una Calzada. Jerónimo Tostado envió al
convento al Provincial con instrucciones para que saliese escogida la candidata
Calzada. Este amenazó con
excomulgar a las que votasen por Teresa. A despecho de estas intimidaciones, 55 monjas que estaban guiadas por
las exhortaciones de Juan de la Cruz declararon su intención de votar por Teresa
y constituyeron mayoría. El Provincial mantuvo su posición e increpó y
excomulgó a las que votaron por la Descalza, al tiempo que requisaba y quemaba sus papeletas de voto. Esto tampoco hizo a esas
monjas cambiar de opinión, tras lo cual el provincial dio orden de que no se les dejase asistir a misa, entrar en la
capilla ni ver a su confesor o parientes hasta que hubiesen votado por la
calzada. Como estas monjas continuaron negándose, el Provincial declaró
nula la elección, las excomulgó por segunda vez y nombró priora a
la monja calzada, que había obtenido menos votos.
En
diciembre de 1577 Juan de la Cruz y
Germán de San Matías fueron apresados por los calzados con permiso del
Nuncio y la colaboración de las autoridades civiles. Teresa se encontraba por
entonces en el Convento de San José de Ávila y se enteró rápidamente del
arresto de los frailes. Al día siguiente Teresa hizo constar esto ante notario.
Teresa
escribió una carta a Felipe II explicándole el bien que había hecho Juan de la
Cruz a las monjas de la Encarnación
y cómo en Ávila le tenían a él y a ella por santos. Relataba también que los Calzados,
que no temían a Dios ni a la justicia, se habían apoderado de él y que prefería
verlo en manos de moros que de Calzados "porque
aquéllos tendrían más piedad". Le pidió al rey que ordenase la
libertad de Juan.
Semanas después, Teresa
escribió al Arzobispo de Évora, hombre muy influyente, repitiendo lo que le considera
"una torre de fortaleza". En
marzo de 1578 escribió al Descalzo Jerónimo de la Madre de Dios.
diciéndole: lo que había dicho al rey acerca de Juan de la Cruz y añadiendo:
Estoy muy inquieta por Fray
Juan y temerosa de que presenten más acusaciones en su contra. Dios trata a sus
amigos de una manera terrible, pero estos no tienen motivo de queja pues lo
mismo hizo con su propio Hijo.
En
agosto de 1578 volvió a escribir a Jerónimo de la Madre de Dios para decirle
sobre Juan de la Cruz: No sé qué ventura
es que nunca hay quien se acuerde de este santo.
Juan
de la Cruz fue llevado
primero al Monasterio de Carmelitas Calzados de Ávila, donde fue azotado
en dos ocasiones. Luego, para evitar que fuesen a rescatarlo, le
trasladaron en secreto al convento de Carmelitas Calzados de Toledo. Le introdujeron en la ciudad por la noche y
con los ojos vendados, para que no supiera dónde se encontraba, y lo
encerraron en una celda.
En Toledo tuvo que
asistir a un Tribunal
formado por el Vicario General, Jerónimo Tostado,
el prior Maldonado y varios frailes
más. Le leyeron las actas del Capítulo General de los Carmelitas
celebrado en Piacenza, según las cuales los Descalzos debían renunciar a su
nombre y a su hábito diferentes, no reclutar nuevos novicios y dejar de ser un
grupo aparte. Luego le recordaron la orden que le había dado Tostado
para que regresase al convento calzado de Medina del Campo. Le dijeron
que, por haberse negado a cumplir esa orden, se había hecho reo de grave
desobediencia a un superior, lo cual era la peor falta que podía cometer un
fraile. Le dijeron que si cedía, le perdonarían su falta, recibiría un cargo
más elevado dentro de los Carmelitas, tendría una buena habitación, una
biblioteca y un crucifijo de oro.
Juan de la Cruz
respondió que no había obedecido la orden de Tostado porque tenía otra orden de
alguien superior, el Visitador
Apostólico. También dijo que había hecho voto de seguir la regla primitiva y
que no era libre de romperlo. También dijo que se había unido a los Descalzos
para escapar de comodidades y honores.
Entonces Jerónimo Tostado sentenció que era
culpable de rebeldía y contumacia y le condenó a permanecer en prisión
indefinidamente.
Durante sus primeros meses
de prisión, estuvo en una celda ordinaria del convento. Pero cuando se
supo que su compañero, Germán
de San Matías, había escapado de la casa donde estaba confinado,
Juan fue trasladado a otra estancia considerada más segura. Esta era
una habitación de seis por diez pies que era usada como retrete a la habitación
de huéspedes adjunta. La única iluminación era una aspillera de tres dedos de
ancho situada en la parte superior de una pared. De este modo, solo podía
leer los oficios al mediodía subiéndose a un banco y levantando el libro. Su cama era una tabla en el suelo y dos
mantas. Tuvo que soportar mucho frío
durante el invierno y, con la llegada del verano, un calor asfixiante.
No le dieron ninguna muda de ropa los nueve meses que
estuvo cautivo y
terminó lleno de piojos.
Comía
mendrugos de pan y algunas sardinas. En
ocasiones era llevado al refectorio donde comían los frailes, le daban pan y
agua y el prior le amonestaba. Tras esto, cada fraile le pegaba en la espalda
con una vara mientras cantaban el Miserere.
En
su reclusión, Juan enfermó de disentería y
cada vez se sentía más débil. Estuvo todo el tiempo incomunicado. Su carcelero no le hablaba, sino que se limitaba a tirarle la comida al suelo.
No le vaciaban el balde durante días y
el olor que desprendía le hacía vomitar. Cuando llegó el calor, su túnica se le pegaba a la espalda, con la
sangre de los azotes, y se pudría y todo se llenaba de gusanos. A los
seis meses de prisión un nuevo carcelero se apiadó de él y le dio una túnica
limpia, así como una pluma y tinta para escribir.
El nuevo carcelero,
con el calor, dejaba abierta la puerta de la celda. También se avenía a vaciarle el balde
cuando él quisiera. Esto le dio la opción a Juan de salir y explorar parte del
convento. El nuevo carcelero también le proporcionó aguja, hilo y unas tijeras
para remendar su manto.
Durante varios días,
Juan de la Cruz planeó su fuga, aflojando los tornillos de la puerta que
sujetaban el candado, midiendo con un hilo y una piedra la distancia de una
ventana al suelo y calculando cómo debía cortar sus mantas para fabricar una
cuerda.
El
14 de Agosto, víspera de la festividad de la Asunción de la Virgen, el Prior
Maldonado fue a la celda de Juan de la Cruz. Este no se dio cuenta de su
entrada porque estaba absorto en la oración. Entonces el prior le dio una patada y le preguntó por qué no se levantaba para
recibirlo. Juan pidió disculpas y se levantó. El prior le dijo "Pues, ¿en
qué pensabais ahora?" y el contestó "en que mañana es el día
de Nuestra Señora y [me] gustará mucho decir Misa". Entonces
Maldonado terminó la conversación diciendo "Jamás en mis días". Y
se marchó.
La
noche del 14 al 15 de agosto se fugó y terminó saltando al interior del patio
de un convento de monjas franciscanas de la Concepción. Finalmente, logró trepar el muro y
salió a la calle del lado opuesto. En la calle, una mujer le indicó dónde
estaba el convento de las Carmelitas Descalzas, pero le dijo que este
estaba cerrado hasta el amanecer. Luego llegó a la casa de un caballero que
estaba abierta y pidió permiso para esperar en el vestíbulo hasta que fuese de
día. Estuvo allí hasta las 8 de la mañana. Luego salió y fue hasta el convento
de las Carmelitas Descalzas. La priora, Ana de los Ángeles, le dejó pasar con
la excusa de que había una monja enferma que necesitaba confesión.
Juan
de la Cruz había
logrado fugarse con un cuaderno en el que había escrito algunas estrofas del Cántico espiritual, hasta el
verso "Oh, ninfas de Judea", el poema que empieza diciendo "Qué
bien se yo la fonte que mana y corre" y una versión rimada del
salmo Super flumyna Babylonis.
Juan de la Cruz no podía alojarse con las monjas y la capilla no era un
lugar seguro, porque estaba fuera de la clausura. Entonces la Priora llamó al Canónigo Pedro González de Mendoza,
amigo de la Reforma. Este disfrazó a Juan con una sotana de sacerdote y lo
llevó en carruaje al Hospital de la
Cruz, del que era director. Posteriormente, Juan estuvo un mes y medio
reponiéndose en casa de Pedro González de Mendoza.
Cargos en su orden
Juan de la Cruz fue
invitado a un Capítulo de los Descalzos en Almodóvar del Campo. Teresa
escribió a Jerónimo de la Madre de Dios pidiéndole que Juan estuviese bien
atendido. Juan
se desplazó en burro, acompañado por dos criados de Pedro González de Mendoza.
Finalmente, Jerónimo de la Madre de Dios no
asistió a la reunión pero los frailes que sí lo hicieron, al ver a Juan tan
demacrado, pusieron a un novicio a cuidarlo.
El
Capítulo se celebró el 9 de octubre de 1578 con siete frailes y acordó el
establecimiento de una Provincia aparte para los Descalzos y se nombró
provincial a Antonio de Jesús.
Esta decisión, como tal, era ilegal y Juan se negó a votar. El proceso legal para establecer una Provincia
era solicitarlo al rey y al papa. Juan
fue designado prior del Monasterio de Nuestra Señora del Monte Calvario, cerca
de Beas de Segura, en sustitución de fray Pedro de los Ángeles, enviado a Roma
por este capítulo para defender la causa de los Descalzos.
En Beas de Segura se
detuvo en el convento de las Carmelitas Descalzas de esta localidad, que había
sido fundado por Teresa tres años antes. La priora era Ana de Jesús, la monja más sobresaliente de la Reforma. Ella se sintió
sorprendida por el aspecto de fray Juan y escribió: Era como un muerto, solo piel
y huesos, tan enjuto y exhausto que apenas podía hablar.
El Monasterio de Nuestra
Señor del Monte Calvario se encontraba a dos horas a caballo del núcleo urbano
de Beas y había unos treinta frailes. Algunos eran antiguos ermitaños de Sierra
Morena que se habían unido a la reforma.
El Monasterio de La Peñuela había sido fundado el 29 de
junio de 1573 pero a finales de 1576 la Comunidad se trasladó a un
paraje conocido como La Corenzuela, donde se fundó el
Monasterio de Nuestra Señora del Monte Calvario. El 15 de agosto de
1577 La Peñuela volvió a poblarse de religiosos, a petición de muchos
caballeros de Baeza y Linares.
La sencillez de los
frailes del Calvario le debió encantar a Juan de la Cruz, cuyo libro favorito
después de la Biblia era Flos Sanctorum, que recogía leyendas
de monjes y anacoretas primitivos.
Ana de Jesús había considerado impropio que Juan de
la Cruz dijese que Teresa de Jesús era
"muy
su hija".
Ana escribió a Teresa para
hablarle de esto y de lo complicado que era obtener un buen confesor para sus
monjas. Teresa le contestó:
En gracia me ha caído,
hija, cuán sin razón se queja, pues tiene allá a mi padre fray Juan de la Cruz,
que es un hombre celestial y divino. Pues yo le digo a mi hija que, después que
se fue allá, no he hallado en toda Castilla otro como él ni que tanto fervore
en el camino del cielo. No
creerá la soledad que me causa su falta. Miren que es un gran tesoro el que
tienen allá en ese santo, y todas las de esa casa traten y comuniquen con él
sus almas y verán qué aprovechadas están, y se hallarán muy adelante en todo lo
que es espíritu y perfección; porque le ha dado nuestro Señor para esto
particular gracia [...] que estimara yo tener por acá a mi Padre Fr. Juan de la
Cruz, que de veras lo es de mi alma, y uno de los que más provecho le hacia el
comunicarle. Háganlo con él con toda
llaneza, que seguro la pueden tener como conmigo misma, y que les será de
grande satisfacción, que es muy espiritual, y de grandes experiencias, y
letras.
Estas tres cualidades: virtud, experiencia y letras,
deseaba la Santa,
aunque no fuesen en tanto grado en los Confesores; y si carecen de ellas, teman
la dirección de las almas que caminan a la perfección, no suceda que las
estorben y detengan, pensando que las guían bien a su corto parecer. Por acá le
echan mucho de menos las que estaban hechas a su doctrina. Den gracias a Dios
que ha ordenado le tengan ahí tan cerca. Ya le escribo les acuda, y sé de su gran
caridad que lo hará en cualquiera necesidad, que se ofrezca
Tras esto, Ana le pidió
a Juan que fuese Confesor del convento. Todos los sábados, Juan recorría a pie
los diez quilómetros que separaban el Calvario del convento de Carmelitas
Descalzas. Tras
confesar a las monjas, les leía pasajes de los Evangelios y se los comentaba,
lo cual las llenaba de entusiasmo.
Al parecer, Juan escribió
en el Calvario el poema que empieza diciendo "En una noche
oscura" y las restantes estrofas, excepto seis, del Cántico
espiritual.
También empezó a escribir
su extensa obra en prosa Subida
del monte Carmelo, como un comentario a su poema, Una noche oscura. Terminó
de escribir esta obra cuatro o cinco años después. Además, entregaba a las
monjas sus poemas y estas pidieron que les explicara el Cántico espiritual. Este fue el origen del comentario
en prosa sobre el poema.
►
Felipe
II estaba muy
disconforme con lo ocurrido a los Descalzos,
porque deseaba la
Reforma y no quería
que se interviniese en los asuntos de España. El nuncio Sega, viendo que el
ambiente en la corte era cada vez más hostil, cedió, y el 1 de abril de 1579
puso un vicario general propio a los Carmelitas Descalzos: Ángel de Salazar.
Ángel de Salazar le
dijo a Juan de la Cruz que fundase
un nuevo colegio de Carmelitas Descalzos.
En junio de 1579 Fray Juan de la Cruz fue a fundarlo en Baeza. Esta
ciudad albergaba muchas familias acomodadas, que podían proporcionar ingresos
suficientes para su sostenimiento, y tenía una universidad, fundada en 1540 por
Juan de Ávila. Juan de la Cruz se instaló en una casa con tres frailes y al
poco tiempo se unieron cuatro estudiantes novicios.
Juan
de la Cruz fue Rector del colegio, pero le disgustaba que sus labores le
distrajeran de la vida contemplativa.
A las pocas semanas de llegar a Baeza fue a visitar a las Carmelitas Descalzas
de Beas de Segura. También pernoctaba a veces en un monasterio trinitario
cercano a Iznatoraf, donde los monjes habían adoptado la oración interior.
Mientras estaba en Baeza
un Sacerdote le regaló al Colegio Carmelita la granja de Santa Ana, que se
encontraba a unos cuatro kilómetros al sur de Sorihuela. Juan de la Cruz se
retiraba a veces allí con otro fraile.
En
el convento de Carmelitas Descalzas de Caravaca de la Cruz la priora Ana de San
Alberto le había escrito a Teresa pidiendo un buen confesor. Teresa
dispuso que Juan de la Cruz las visitase. Juan acudió a principios de 1580.
Tuvo que volver en enero de 1581 para supervisar la elección de la priora,
resultando Ana de San Alberto nuevamente elegida.
Felipe II sugirió, con respecto a los Carmelitas Descalzos,
la creación de una comisión con el nuncio y unos adjuntos, que concluyó el 15
de julio de 1579. Esta propuso como solución que el rey pidiera al Papa una
provincia separada para los Carmelitas Descalzos. Felipe II solicitó al Papa
una provincia independiente para los Carmelitas Descalzos. Gregorio XIII concedió
la provincia independiente a los Carmelitas Descalzos con el Breve Pia Consideratione del 22
de junio de 1580.
En marzo de 1581 Juan
de la Cruz acudió al Capítulo de los Descalzos que se celebró en Alcalá de
Henares. En él se eligió como provincial a Jerónimo de la Madre de Dios. Este,
a su vez, nombró a Juan de la Cruz Tercer Definidor y Prior del Convento
de los Santos Mártires de Granada.
En
noviembre de 1581 Juan de la Cruz fue a Ávila para pasar unos días con Teresa
de Jesús.
Se había decidido fundar
un convento de Carmelitas Descalzas, en Granada, con Ana de Jesús de Priora. Juan de la Cruz pasó por Beas de Segura y
se encontró con Ana y otras cinco monjas, a las cuales acompañó a Granada para
la fundación. Posteriormente, él se instaló en el Convento de los Santos
Mártires como Prior.
Desarrolló predilección
por dos frailes a los que alentaba y enseñaba: Juan de Santa Ana, que le había seguido desde el Monasterio del
Calvario, y Juan Evangelista, que se unió como novicio en Granada a los 19
años; pasó a ser su secretario y le acompañó en todos sus viajes hasta pocos
meses antes de su muerte.
Juan de la Cruz iba con
frecuencia al convento de las Carmelitas Descalzas de Granada a Confesar a las
monjas y hablaba con ellas en el locutorio.
Estando en Granada
prosiguió y terminó su obra Subida
del monte Carmelo y escribió La noche oscura del alma. Concluyó la primera versión
de su comentario en prosa del Cántico
espiritual y se lo dedicó a Ana de Jesús. Escribió también el último de sus grandes poemas, Llama
de amor viva. Entre agosto de 1585 y abril de 1587 redactó un
comentario a este poema solicitado por Ana de Peñalosa, una viuda rica y
piadosa que estaba bajo su dirección espiritual.
Sobre el Cántico espiritual, que
había comenzado a escribir estando preso y que había continuado en el Calvario y posteriormente, se sabe que
antes de agosto de 1586 cambió el orden de las estrofas y realizó una nueva
redacción de su comentario en prosa.
En Granada o más tarde,
escribió una obra en prosa titulada Propiedades
del pájaro solitario que se ha perdido. Tampoco ha llegado hasta
nosotros otra obra escrita posteriormente para distinguir entre estados
mentales y milagros falsos y verdaderos. Hay algunos escritos cortos, como Cautelas y Dichos de
luz y amor, que son aforismos para las monjas de Beas.
En mayo de 1583 tuvo lugar otro Capítulo
de la Orden en Almodóvar del Campo. En el capítulo se trató primero
sobre si los priores debían ser elegidos en capítulo general o por elecciones
en sus comunidades. Juan de la Cruz tomó partido por las elecciones, pero
añadiendo que ningún prior debía continuar en su puesto tras haber expirado un
mandato de dos años. Nadie más compartió esta opinión. También se
debatió sobre si debían mandarse misiones al África pagana y Juan se posicionó
en contra, argumentando que allí no estaban preparados para su modo de vida.
Otro punto de debate
fue si había que intensificar la predicación en las iglesias y Juan también se
opuso, alegando que la función principal de los Descalzos era la vida
contemplativa.
Fray Nicolás de Jesús María apoyaba los puntos de vista de Juan con
respecto a la predicación y las misiones. En la última sesión del capítulo
Nicolás lanzó un ataque contra Jerónimo de la Madre de Dios por su supuesto mal
gobierno y alegó que su excesivo amor por la predicación había arruinado la Orden.
Tras esto, Nicolás fue a fundar un convento de carmelitas descalzos en Génova mientras que Jerónimo organizó
una misión para el Congo.
Juan de la Cruz participó en la fundación del Convento de San José de Málaga, de Carmelitas
Descalzas, el 17 de febrero de 1585.
En la primavera de 1585
tuvo lugar otro capítulo de la orden en Lisboa.
Jerónimo de la Madre de Dios propuso a Nicolás de Jesús María para
sucederlo. Esta opción ganó por 26 votos a favor de los 28. Juan propuso de
nuevo que los priores no pudiesen ser reelegidos en sus cargos, pero tampoco
consiguió adeptos. En el capítulo se acordó que Juan continuase como prior del
Convento de los Santos Mártires de Granada y que fuese también segundo
definidor.
En Lisboa se
encontraba la monja María de la
Visitación, famosa por sus supuestos milagros y por los estigmas que presentaba.
Todos los Priores Descalzos que se encontraban en la ciudad fueron a ver sus
yagas y a coger como reliquias trozos de sus ropas manchadas de sangre. Juan de la Cruz fue el único que se negó a
ir diciendo que no tenía necesidad de ver las heridas de nadie. Finalmente, la Inquisición abrió una
investigación y otra monja dijo que había visto a María de la Visitación
pintarse las heridas y probó que tenía razón lavándolas.
Doria
regresó de Italia el verano de
1585 y convocó un nuevo Capítulo en
octubre del mismo año en Pastrana. Jerónimo de la Madre de Dios fue nombrado
Vicario Provincial de Portugal y Prior del Convento Descalzo que allí se
encontraba. Juan de la Cruz, por su
parte, conservó los cargos de Prior del Convento de los Santos Mártires de Granada y de segundo definidor y fue nombrado
también Vicario Provincial de Andalucía.
El 18 de mayo de 1586 Juan de la Cruz fundó, en
la Ermita de San Roque de Córdoba,
el Convento de Carmelitas Descalzos de
San José -que fue conocido posteriormente como de San Cayetano-. En 1613 este convento se trasladó a un lugar junto a
la Puerta del Colodro.
En 1586 Juan de la Cruz dio autorización al mercader sevillano Pedro Cerezo Pardo, protector de los Descalzos,
y a la Priora del Convento de Carmelitas descalzas de Sevilla para comprar unas
casas de Pedro de Morga y trasladarse a una nueva sede en la ciudad. Las monjas
se trasladaron aquel año. Para la inauguración acudió Juan de la Cruz, que, en
junio de 1586, escribió a la priora
del convento de Caravaca de la Cruz:
Ya
estoy en Sevilla, en la traslación de nuestras monjas, que han comprado unas
casas principalísimas, que aunque costaron casi catorce mil ducados, valen más
de veinte mil. Ya están en ellas y, el día de San Bartolomé pone el Cardenal el
Santísimo Sacramento con mucha solemnidad.
En 1586 Ana de Jesús partió
de Granada para fundar el Convento de Santa Ana de Madrid y Juan de la Cruz la acompañó parte del camino.
En 1586 Ana de
Peñalosa, aconsejada por Juan de la Cruz, compró un edificio de Segovia que
había sido un Convento Trinitario y lo cedió a los Carmelitas Descalzos para
que fundasen otro convento.
Juan
de la Cruz mandó a fray Diego de la Concepción a Caravaca de la Cruz para que
fundase un convento de Descalzos.
La fundación tuvo lugar el 16 de diciembre de 1586. En febrero de 1587, en
presencia de Juan de la Cruz, el convento se trasladó a otro inmueble de la
ciudad.
Entre 1586 y 1587 Juan de
la Cruz pasó también por Beas de Segura, Bujalance, Baeza, La Manchuela
(municipio actualmente llamado Mancha Real), Guadalcázar y Sabiote. En abril de
1587 se celebró un nuevo capítulo en Valladolid. Juan de la Cruz dejó los
cargos de Definidor y Vicario Provincial, pero continuó en el cargo de prior
del Convento de los Santos Mártires de Granada.
El 10 de julio de
1587 el Papa firmó un Breve por el que reconocía a los Carmelitas Cescalzos
como Congregación Autónoma. y se aprobaba una nueva Constitución.
El nuevo sistema fue
ideado por Nicolás de Jesús María.
Según este, la congregación estaría bajo la autoridad nominal del General de la Orden y sería gobernada
por un Vicario General que se elegiría cada seis años. Para asistir a
este Vicario General se crearía un organismo, la Consulta, compuesto por seis
Consiliarios elegidos por votación que estarían en sesión permanente. La
autoridad que tenían los priores en los capítulos sería detentada por la Consulta y los vicarios provinciales
(llamados en adelante simplemente provinciales) solo tendrían funciones
ejecutivas. También se consiguió, con autorización papal, que el vicario
general tuviera autoridad para expulsar a cualquier fraile contumaz.
En junio de 1588 tuvo lugar un Capítulo de la Congregación
en Madrid. Nicolás de Jesús María fue elegido vicario general por 32 votos
de un total de 50. Juan de la Cruz fue elegido Definidor y Consiliario
de la Consulta. Como la Consulta tenía su sede en Segovia, Juan fue
escogido también prior del convento de Carmelitas Descalzos de esta ciudad.
En Segovia, también fue
confesor de las monjas del convento de Carmelitas Descalzas y de varias
personas piadosas.
Las monjas y los frailes protestaron contra la nueva organización
impuesta por Nicolás de Jesús María. Jerónimo de la Madre de Dios, que quería proteger la reforma de Teresa,
escribió al Rey para informarle del malestar. Nicolás se enteró y utilizó su
influencia en el Consejo Real para que el monarca expresase su apoyo a la nueva
constitución. Además, las monjas temían perder los derechos propuestos por Teresa,
recogidos en una constitución aparte y aprobados en el capítulo de Alcalá de 1581, como el de elegir a sus
confesores, votar a su Priora o poder negarse a ser transferidas de un convento
a otro.
Ana
de Jesús, que entonces era Priora en Madrid, consultó a Fray Luis de León y al
dominico Fray Domingo Báñez, y, tras obtener el permiso verbal de Nicolás,
pidió al Papa Sixto V que confirmarse la Constitución de las monjas y que
nombrase a Juan de la Cruz su superior en vez de a la Consulta. El Papa, con un Breve, confirmó la Constitución de las monjas y creó un
cargo de Comisario General para las monjas, que estaba solamente por debajo del
Vicario General y que era elegido una vez cada tres años por el capítulo.
Cuando Fray Luis de León le pidió a Nicolás que convocase un Capítulo General para adoptar
las disposiciones del breve con respecto a las monjas este se negó y dijo que
prescindiría de ellas. Domingo Báñez le dijo a Nicolás que su intención
de prescindir de las monjas era una infamia nunca vista en la historia de la
Iglesia Católica.
En la primavera de 1591 Nicolás solicitó al Papa Gregorio
XIV un Breve que anulase el del Papa
anterior y que sometiese a las Monjas a la Consulta. Lo que hizo el Papa fue
someter a las monjas a los Provinciales, pero como estos habían perdido todo su
poder en pro de la Consulta, Nicolás se salió
con la suya.
Juan de la Cruz se posicionó al lado de Jerónimo de la Madre de Dios y escribió
a su favor a Nicolás y a la Consulta. También quería que se respetase la
Constitución de las monjas y no aprobaba que fuesen gobernadas por la Consulta.
Escribió una carta muy dura a Nicolás que su secretario, Juan Evangelista,
quiso suavizar pero él se negó a que cambiase una sola palabra.
Caída en desgracia
En junio de 1591 tocó celebrar un Capítulo,
que tuvo lugar en Madrid. A Juan se le quitaron los cargos de Prior, Primer Definidor
y miembro de la Consulta. En el Capítulo se discutieron medidas a tomar
contra Jerónimo de la Madre de Dios y, como el Breve de Gregorio XIV todavía no había sido publicado en España,
Nicolás propuso separar orgánicamente a las monjas de los frailes y que estas
pasaran a ser directamente dependientes del Papa.
Juan
de la Cruz empezó su intervención diciendo:
Si en los capítulos,
asambleas y reuniones las personas ya no tienen el valor de decir lo que las
leyes de la justicia y de la caridad les obligan a decir, por causa de la
debilidad, la pusilanimidad o el temor de molestar a su superior y por ello de
no tener beneficio alguno, entonces la orden está prohibida y arruinada.
Luego,
Juan de la Cruz propuso que la votación fuese secreta. Sin embargo, nadie le apoyó. En el debate se habló duramente contra
Jerónimo de la Madre de Dios y con el tema de las monjas y, aunque algunos
frailes en privado estaban de acuerdo con Juan, ninguno se atrevió a
oponerse al Vicario General Nicolás.
Juan de la Cruz también criticó que, desde que Nicolás
había asumido el cargo, se habían aprobado demasiadas normas nuevas, unas
trescientas. Como
existía la posibilidad de que Juan de la Cruz fuese nombrado superior de las
monjas, Nicolás propuso mandarle a México,
donde había un convento recién fundado que necesitaba más frailes. Juan dijo
que estaba dispuesto a ir.
♦
Pocos días después llegó a
España el Breve de Gregorio XIV y, como no mencionaba a Juan de la Cruz
expresamente como superior de las monjas y como Nicolás pensó que no era
oportuno desprestigiarle tan rápidamente, le ofreció el cargo de prior en
Segovia. Juan se negó para evitar verse envuelto de nuevo en controversias.
Entonces se le mandó reclutar a doce frailes en Andalucía para ir con ellos a México y ejercer allí de visitante.
Mientras
permanecía en el Convento de Carmelitas Descalzos de Madrid, tuvo que
soportar los insultos y amonestaciones en público de fray Diego Evangelista,
que había ocupado su lugar en la consulta. El prior del convento, Ambrosio Mariano de San Benito, partidario de fray Nicolás, le pidió a los frailes que acompañasen a Juan de la Cruz
todas partes y le informasen de lo que hiciera o dijese.
En Madrid, Juan de la Cruz se despidió de Ana de
Peñalosa, de la familia de Jerónimo de la Madre de Dios (que acababa de ser
encarcelado) y Ana de Jesús y sus monjas. Salió de Madrid y pasó por Segovia antes de ir
a Andalucía.
Posteriormente, llegó al
Monasterio de La Peñuela. El prior
de este monasterio era fray Diego de la
Concepción, que había sido novicio suyo en el Convento de los Santos
Mártires de Granada y sentía por él gran respeto. El prior le hizo
director espiritual de la Comunidad. Una vez a la semana marchaba a Linares
para confesar y predicar en la iglesia. En este lugar parece ser que se ocupó
de una segunda versión en prosa de Llama
de amor viva.
Nicolás
de Jesús María envió a Andalucía a fray Diego Evangelista a visitar conventos
andaluces y recoger información sobre una posible conducta escandalosa de Juan
de la Cruz. Diego Evangelista interrogaba a frailes y monjas, escribía una tergiversación de lo que decían y les
hacía firmarla sin poderla leer.
Una
monja de Granada, Agustina de San José, conservaba cartas y otros escritos de
Juan de la Cruz, pero al enterarse de que estaba sufriendo persecución los
quemó para que no cayesen en manos de sus enemigos.
El historiador Juan
Antonio Llorente afirma que Juan de
la Cruz, Jerónimo de la Madre de Dios y otros frailes fueron denunciados ante la Inquisición
por practicar la oración interior, acusándoseles de herejes iluministas.
El historiador Marcelino Menéndez
Pelayo, afirmó que Juan había sido acusado ante la Inquisición cuatro veces.
♦
Muerte
Seis
semanas después de que Juan de la Cruz llegase al Monasterio de La Peñuela tuvo
una inflamación en el pie derecho y una fiebre. Otro fraile enfermó a la par.
El prior decidió enviarlos a ambos a Baeza para que fuesen vistos por un
médico. Juan de la Cruz sabía que en Baeza era muy apreciado y pidió ir a un
convento descalzo recién fundado en Úbeda para buscar tranquilidad.
El prior del convento
de Úbeda no apreciaba en absoluto a Juan de la Cruz porque había sido
amonestado por él cuando era vicario provincial de Andalucía. Le dio la
habitación más pequeña y pobre del edificio. Un día en que Juan
estaba demasiado enfermo como para acudir al refectorio, lo mandó llamar y le
reprendió frente a los otros religiosos.
La fiebre y la inflamación
del pie de Juan fueron a peor. Un cirujano le abrió el pie y salió mucho pus.
Tras esto, su pierna, que también estaba hinchada, se llenó de llagas. El
cirujano le cauterizó las llagas, causándole un gran dolor.
El
prior dijo que el convento no podía permitirse los alimentos que eran
prescritos a Juan, aunque la mayor parte de su comida se la mandaban sus
amigos. El prior también se ponía todos los días al
lado de Juan a reñirle y le echaba en cara que, seis años antes, había recibido
una reprimenda suya por predicar demasiado en iglesias y pasar demasiado tiempo
fuera del convento.
El prior prohibió que Juan fuese visitado por los otros
frailes sin su autorización y, finalmente, le privó de la persona que le
cuidaba. Los frailes se sorprendieron tanto de la inhumanidad del prior que
escribieron al provincial, Antonio de Jesús.
El provincial vino desde Granada en noviembre de 1591,
reprendió al prior y se quedó unos días asegurándose de que Juan de la Cruz
tuviese lo que necesitaba.
Juan empezó a tener
tumores por todo su cuerpo, siendo el más doloroso uno en el hombro. Cuando le
dijeron que iba a morir pidió que se quemasen las cartas donde era alertado de
las acciones de Diego Evangelista para que no tomasen represalias contra los
que le avisaron. Luego, mandó llamar al prior y le pidió perdón por las
molestias que le había causado. El prior empezó a sentir remordimiento y le
pidió perdón por no haberle atendido mejor, diciendo que no podía debido a
la pobreza del convento.
Juan recibió la
extremaunción. Por la noche, cuando veía próxima la muerte, mandó llamar a los
frailes del convento. Estos eran unos catorce o quince, que acudieron con
candiles y recitaron el De Profundis
y el Miserere. Juan pidió
que le leyesen algunos versos del Cantar
de los Cantares.
Dieron las doce del 14 de
diciembre de 1591, los frailes
salieron de la celda y sus últimas palabras fueron: "Hoy estaré en el cielo
diciendo maitines".
Juan
de la Cruz fue enterrado en el convento de Úbeda. Ana Peñalosa y su hermano
Luis quisieron llevar el cuerpo al Convento de Carmelitas Descalzos de Segovia.
Según el hispanista Gerald Brenan, nueve meses después de
la muerte, en agosto de 1592, se sacaron clandestinamente los restos de la
tumba de Úbeda y se llevaron a Segovia. Según otras fuentes, en agosto de 1592 se encontraron el cuerpo en buen estado y echaron cal viva
para que se descompusiera y, al fin, pudieron llevarse los restos en abril de
1593 en una maleta a Segovia, dejando solamente una pierna.
Los frailes de Úbeda
protestaron y el 15 de septiembre de 1596 el Papa Clemente VIII dictó el breve Expositum Nobis por el
que ordenaba la devolución de los restos a Úbeda. Más adelante hubo una
modificación del breve pontificio que permitió que los superiores de los
carmelitas descalzos ordenasen la devolución a Úbeda solamente de la otra
pierna y de un brazo, que llegaron allí el 7 de septiembre de 1607.
El
sepulcro actual de Segovia fue realizado en 1927 por Félix Granda.
En enero de 1594 consta
que había una reliquia de sus restos en el Convento de San José de Medina del
Campo.
Glorificación de San Juan de la Cruz,
obra de Vicente Berdusán (1676) para el convento de los Carmelitas descalzos en
Tudela.
♦
En 1948 el poeta y crítico
literario Dámaso Alonso pronunció
una conferencia en el Instituto Caro y
Cuervo titulada, La Poesía de
San Juan de la Cruz, donde se tratan las influencias de su obra
poética.
Alonso divide las influencias
literarias de este autor en españolas y bíblicas. Entre las españolas se
encuentran canciones de la época y los escritos de Garcilaso de la Vega. Las canciones son las que el pueblo
cantaba o las de ambientes más elevados, recogidas en Cancioneros.
La influencia de las
canciones es escasa en el Cántico
espiritual y nula en Noche
oscura, pero sí determina otros poemas conocidos como villancicos.
El villancico se caracterizaba por empezar con un estribillo -una estrofa de
dos o tres versos que es desarrollada en las estrofas siguientes- cuya última
línea se repite al final de cada estrofa.
El villancico más original
de Juan es el que empieza diciendo Qué
bien se yo la fonte que mana y corre. Este no está escrito en el
popular metro octosílabo, habitual en los villancicos, sino en endecasílabos,
lo cual corresponde a un estilo que acababa de ser importado de Italia.
Juan también escribió
algunos romances. Entre estos está
uno largo sobre la Trinidad y la
Encarnación, así como su paráfrasis del salmo Super flumina Babylonis. El romance se usaba en la época
para temas narrativos y se caracterizaba por el hecho de que la misma rima o
asonancia se repetía a lo largo de todo el poema.
Los tres poemas que más
reputación como poeta le han dado son:
Cántico
espiritual,
Noche
oscura y
Llama
de amor viva.
Estos
deben su existencia a Garcilaso de la Vega. Garcilaso, influenciado a su vez por Juan Boscán, escribía poemas en métrica
italiana con más fluidez y musicalidad con el endecasílabo, que tenía tres
sílabas más que la métrica española empleada hasta entonces.
En 1543 se
publicó la obra de Boscán y Garcilaso en un volumen que fue un
éxito de ventas. La mayor parte de la obra de Garcilaso son Églogas,
Canciones y Sonetos de estilo renacentista, caracterizados por la
artificialidad en los temas pastoriles y con un sentido refinado de la belleza.
Cuando Juan entró en los Carmelitas
en Medina del Campo escribió poemas en verso heroico y estilo pastoril. Tras su
paso por Salamanca, abandonó todo lo que no estaba relacionado con la región,
aparcando estas poesías. Sin embargo, decidió retomar la poesía posteriormente.
Se sabe que leyó una obra de un poeta religioso, que escribía basándose en églogas y canciones de Garcilaso,
llamado Sebastián de Córdoba,
publicada en 1575. Esto fue,
probablemente, lo que le hizo ver la posibilidad de escribir poemas con esta
métrica sobre temas místicos. Empezaría a hacerlo durante su reclusión en
Toledo.
Cántico espiritual y Noche oscura, están
escritos en una estrofa llamada lira,
en la que Garcilaso había escrito su canción, Si de mi baja la lira -también titulada Flor
de Gnido.
El modelo estrófico de Llama de amor viva está
tomado de la Canción II de Garcilaso.
Juan también tomó de Garcilaso el lenguaje pastoril en el caso del Cántico espiritual.
Juan de la Cruz tomó
influencias del libro bíblico Cantar
de los Cantares en especial. Para Juan, el Cantar de los
Cantares era una alegoría escrita por Salomón del alma que busca a Dios, de
la unión mística y de la visión beatífica. El Cántico espiritual y Noche
oscura son también de este tipo.
Religiosidad y
filología
La obra de San Juan de la Cruz ha sido, desde
siempre, enfocada desde dos perspectivas, la teológica
y la literaria, que, en muchas ocasiones, se han presentado mezcladas.
Perspectiva religiosa
La obra de San Juan sufre
una serie de manipulaciones tendentes a integrarla dentro de los límites y
convenciones de la ortodoxia.
Probablemente, la primera manipulación la realiza el propio autor cuando se
decide a redactar los comentarios.
Perspectiva filológica
Por otro lado, es
frecuente en el estudio literario de su obra que o bien se den saltos continuos
a lo teológico, o bien que se estudien de forma conjunta la poesía y los Comentarios doctrinales
del propio poeta, con la idea de que estos son necesarios para comprender
aquella. Frente a esta vertiente de los estudios sanjuanistas, se encuentra
otra que postula que «la necesidad -o posibilidad- de la
interpretación religiosa es algo que debe ser argumentado y discutido en cada
caso», en tanto que el sentido objetivo de la poesía de San Juan no
obliga necesariamente a aceptar un significado religioso.
Poesía
Su obra poética, como se
ha dicho-, está compuesta por tres poemas considerados mayores:
-Noche oscura, -Cántico
espiritual y -Llama de amor viva; mas un conjunto de poemas
habitualmente calificados como menores: cinco glosas, diez romances -nueve
de ellos pueden contarse como una sola composición- y dos Cantares. La
difusión de su obra fue manuscrita, y aún no se han dilucidado todos los
problemas textuales que conllevan.
En prosa escribió cuatro
comentarios a sus poemas mayores: Subida del Monte Carmelo y Noche
oscura, para el primero de estos poemas, y otros tratados homónimos
sobre el Cántico espiritual y Llama de
amor viva.
Escudo grabado en una hoja del
Manuscrito de Sanlúcar
Las poesías atribuibles
sin lugar a duda a San Juan de la Cruz son las recogidas en el Códice de Sanlúcar o manuscrito
S, ya que este fue supervisado por el mismo san Juan. El repertorio de sus
poemas, según dicha fuente, se restringe a diez composiciones -los tres poemas
mayores citados y otras siete composiciones-, siempre y cuando los romances que
comprenden los textos titulados In
principio erat Verbum, que son un total de nueve, sean considerados una
única obra.
La autenticidad del resto
de su obra poética no ha podido aún ser dilucidada por la crítica. Por
tradición se acepta generalmente que también son suyos los poemas Sin arrimo y con arrimo
y Por toda la hermosura,
y las letrillas Del Verbo divino
y Olvido de lo criado.
Las siete glosas y poemas «menores» cuya autoría no es discutida son los
siguientes: -citadas por el primer verso-:
- Entréme donde no
supe
- Glosa al Vivo sin
vivir en mí
- Tras de un amoroso
lance
- Un pastorcico solo
está penado
- Que bien sé yo la
fonte
- En el principio
moraba
- In principio erat
Verbum (nueve romances cuyos primeros
versos son:
- «En aquel amor inmenso»,
- «Una esposa que te ame»,
- «Hágase, pues, dijo el Padre»,
- «Con esta buena esperanza»,
- «En aquellos y otros ruegos»,
- «Ya que el tiempo era llegado»,
- «Entonces llamó
un arcángel»,
- «Ya que era llegado el tiempo» y «
- Encima de las corrientes»)
►
La poesía de Juan de la Cruz guarda ciertas semejanzas con
la pintura de Leonardo da Vinci (1452-1519).
Ambos poseen obra escasa,
pero influyente; los dos comunican palabras e imágenes conmovedoras, aunque su
sentido último se nos escape, envueltas en misterio y dotadas de un erotismo
equívoco y latente. Tanto en las pinturas de Leonardo como en los versos de
Juan de la Cruz los motivos religiosos llegan a parecer una excusa para sugerir
lo inexpresable: nunca se usan de forma convencional, y, aunque beben de
tradiciones anteriores, aportan visiones originales, profundamente personales.
Prosa
Su obra en prosa pretende
ser corolario explicativo, dado el hermetismo simbólico que entre cierta crítica
se atribuye su poesía: -las tres primeras han sido editadas juntas reunidas en
el volumen Obras espirituales que
encaminan a un alma a la unión perfecta con Dios- y Cántico
espiritual.
- Subida del monte
Carmelo (1579-1583)
- Noche oscura del
alma
- Cántico espiritual
(1584)
- Llama de amor viva
(1584 o 1585).
---con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
Primera estrofa
de Noche oscura.
►
Un campo sin explorar.
Juan de la Cruz percibe la urgencia y la dificultad, y se decide a explorar
todo ese campo de la noche, en especial las zonas más arduas donde ningún
escritor había logrado penetrar.
José Vicente Rodríguez y
Federico Ruiz
►
Monte de perfección
Monte de perfección
En su célebre dibujo del Monte
de Perfección la recta senda del ascenso aparece flanqueada por dos
caminos laterales sin salida. El de la derecha, el camino mundano, señala sus
peligros: poseer, gozo, saber, consuelo, descanso. Asimismo el de la izquierda
marca también los peligros de un camino espiritual: gloria, gozo, saber,
consuelo, descanso. Sorprende especialmente la leyenda de los escalones del
camino central, el correcto, en los cuales se lee: Nada, nada, nada, nada, nada. Como nota de este gráfico el
autor escribe: Da avisos y doctrina,
así a los principiantes como a los aprovechados, muy provechosa para que sepan
desembarazarse de todo lo temporal y no embarazarse con lo espiritual, y queden
en la suma desnudez y libertad de espíritu, la cual se requiere para la divina
unión. Algunas de sus frases breves resumen bien su doctrina, como: «Niega
tus deseos, y hallarás lo que desea tu corazón» y «El amor no consiste en sentir
grandes cosas, sino en tener grande desnudez, y padecer por el Amado».
Cuando
Santa Teresa consiguió la adhesión a
la Reforma del Carmelo de Fray Juan y
de Fray Antonio, dijo que tenía "fraile y medio", explicando que el primero era
a la medida de su corazón y el segundo no estaba convencido de la reforma.
Según el fraile Jerónimo de la Madre de Dios, la frase "fraile y medio"
era porque san Juan de la Cruz era pequeño de cuerpo. La realidad es que san
Juan de la Cruz medía aproximadamente 1,60 metros, según el estudio de sus
restos en 1992, y esta era una altura normal para la época. San Juan de la Cruz
podría parecer más bajo por una leve lordosis lombar.
Continuará:
TERCERA PARTE
Cántico espiritual,
Noche oscura y
Llama de amor viva.
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CUARTA PARTE Y FINAL:
Cervantes, testigo del traslado secreto de los restos de Fray Juan.
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