Fueron días excepcionalmente fríos a pesar de la estación; el viento y la lluvia transformaron el aspecto veraniego de aquel bellísimo paisaje suizo, creando, de un momento a otro, un lienzo de finales de otoño, de tal forma que apenas pudieron salir de aquella casa, cuyos muros, repentinamente, parecían sacados de un paisaje de hielo. Pero el frío no impidió, sino muy al contrario, favoreció, la tertulia habitual del grupo, que aquel día -17 de junio de 1816- se celebró junto al fuego y se prolongó hasta el amanecer.
Villa Diodati; la casa de Byron junto al Lago de Ginebra
Fue Byron –George Gordon-, al que siempre se referían por su apellido, quien propuso el tema que, por otra parte, no sorprendió a nadie, porque en aquella época, aparecía frecuentemente en periódicos y revistas: se trataba de las nuevas y sorprendentes teorías de Darwin.
Aún estaba por venir Charles Darwin el autor de El origen de las especies; entonces se trataba a su abuelo, Erasmus, quien había propuesto que quizás fuera posible reanimar cadáveres de personas y animales por medio de la electricidad –galvanismo-, yendo un poco más lejos de donde después se llegaría por medio de los desfibriladores, de cuyo empleo podría decirse que fue pionero.
Georges Gordon, Lord Byron. (Thomas Philipps)
El punto de partida de la tertulia fue, pues, qué pasaría si existiera la posibilidad de devolver la vida a un cuerpo mediante descargas eléctricas.
Cuando, ya muy avanzada la noche, cada uno había expuesto ante los demás su opinión sobre el galvanismo y sus posibilidades, Byron sugirió una especie de reto. Cada uno de los asistentes debía crear una historia literaria en la que intervinieran las fantásticas posibilidades de aquella relación entre la electricidad y la vida.
Mary Godwin, que más tarde se emplearía a fondo en desarrollar la fantástica idea concebida esa misma noche, escribio: vi, con los ojos cerrados pero con una nítida imagen mental, al pálido estudiante de artes impías, –que más tarde sería el doctor Frankenstein–, de rodillas junto al objeto que había armado. Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que luego, tras la obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural. Debía ser terrible; dado que sería inmensamente espantoso el efecto de cualquier esfuerzo humano para simular el extraordinario mecanismo del Creador del mundo.
Mary Shelley y J.B. Polidori
De aquela tertulia salieron dos libros. Mary Godwin, basándose en la historia que tanto llegó a inquietar su sueño, compuso Frankenstein o el moderno Prometeo y John William Polidori, el médico de Byron, quien le acompañaba habitualmente a causa de su delicada salud, escribió Ernestus Berchtold o el moderno Edipo.
Pasado aquel verano creador, la vida reservaba terribles acontecimientos a los alegres contertulios, demostrándoles, con dolorosa insistencia, la insalvable distancia que hay entre la vida y la muerte.
Mary Godwin apenas había conocido a su madre, Mary Wollstonecraft, porque abandonó el mundo poco después de su nacimiento, pero dedicó mucho tiempo a saber todo lo posible sobre su vida y su obra. Así supo, mucho después, que Mary Wolstonecraft-Godwin se encontraba en Francia durante la Revolución, en compañía de Gilbert Imlay, el cual, prácticamente la abandonó cuando supo que esperaba un hijo suyo. Pero, inesperadamente, Inglaterra declaró la guerra a Francia, y ambos se vieron en la necesidad de registrarse como matrimonio con el fin de evitar riesgos, de modo que, aunque nunca se casaron realmente, la hija de ambos fue inscrita legalmente con el apellido del padre; se llamaba, pues, Fanny Imlay.
William Godwin (James Northcote) y Mary Wollstonecraft, los padres de Mary Shelley
Cuando Mary Wollstonecraft se casó, con William Godwin, este adoptó a Fanny, a quien Mary durante años creyó hermana de sangre. Sin embargo Fanny siempre se mostró profundamente inquieta respecto a su origen. En octubre de 1817, expresó su deseo de conocer a la familia de Godwin en Dublín, y emprendió un viaje que, lejos de alcanzar aquel proyecto inicial, terminó en la habitación de un hotel de Swansea, en Gales, con restos de láudano en un frasco en la mesilla. Nunca se supo qué fue exactamente lo que la llevó a tomar tan drástica decisión; estas cosas nunca se saben en realidad.
Un mes después, Harriet Westbrook, tomó la misma decisión, arrojándose al Lago Serpentine en Hyde Park. Pero ¿cuál era la relación Harriet con nuestro grupo de jóvenes escritores?
Lo cierto es que cuando Harriet se arrojó al lago, ya no se llamaba Westbrook, sino Shelley, porque estaba casada precisamente, con el poeta Percy Bisshe Shelley, con quien tenía dos hijos, y que, en aquel momento, ya vivía con Mary Godwin.
Percy Bisshe Shelley
Harriet había escapado de su casa familiar a los dieciséis años, en compañía del poeta Shelley, exactamente lo mismo que había hecho después Mary, a la misma edad y con el mismo hombre.
Mary Wolstonecraft murió de parto cuando Mary tenía apenas tres años y William Godwin volvió a casarse, en aquella ocasión, con Jane Clairmont, quien ya para entonces, también tenía dos hijos, Charles y Claire. Claire fue para Mary una verdadera amiga que la seguía a todas partes y compartía sus amigos. Tanto fue así que, durante la primavera anterior al creativo verano suizo, Claire mantuvo una relación amorosa con Byron, de la cual nació, a mediados de enero de 1817 una niña que recibió el nombre de Allegra.
Claire Clairmont (Amelia Curran)
Entre tanto Shelly y Mary Godwin se habían casado en un intento de ganar legitimidad para conservar a los hijos de Shelley y Harriet, a pesar de lo cual el juez les denegó la custodia, alegando falta de estabilidad en la pareja y entregando en adopción a los hijos del poeta.
Un par de meses después de la boda, Claire rogó a Mary y a Shelley que viajaran con ella a Italia, donde residía Byron desde 1816 -había decidido no volver a pisar Inglaterra, hastiado por lo que a él le parecía una sociedad hipócrita en la cual nunca encajó del todo-. Claire quería que el poeta conociera a su hija. Mary y Shelley esperaron al nacimiento de su hija Clara, que llegó en el otoño y, al año siguiente, se trasladaron todos a Venecia.
Pero Italia perdió todo su elocuente atractivo para Mary, cuando la muerte decidió golpearla sin la manor piedad, una vez más. Perdió dos hijos en aquellas tierras. Y no se detuvo ahí el infortunio. Su amigo John Keats –el tercer gran poeta, junto a Byron y Shelley-, se encontraba por entonces muy enfermo y le recomendaron un cambio de aires, de modo que decidió viajar también a Italia y unirse a sus amigos.
Durante los primeros meses, su salud mejoró de forma visible, pero antes de que pasara un año, su vida se agotó definitivamente. John Keats fue enterrado en Roma, bajo una lápida cuya inscripción sugirió él mismo:
Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua.
… y el alma de Mary se iba llenando de luto por tantas desapariciones.
También Polidori, aunque ya había abandonado el servicio de Byron, se suicidó por una deuda de juego, en 1821. Tenía 25 años.
Cuando nació su hijo Percy Florence, Mary ya había perdido también a Shelley, aunque para entonces el poeta no ocultaba, ni a ella ni a nadie, su relación –que tampoco iba a ser muy duradera-, con Jane Williams. Shelley había salido a navegar unos días con Byron y otros amigos, algunos de los cuales desembarcaron en el norte de Italia, permaneciendo en el velero el propio Shelley y el capitán. Ambos naufragaron por causas desconocidas y perecieron ahogados en las costas del Tirreno, no lejos de Florencia.
Tres días después, el mar devolvió a la playa el cuerpo de Percy. En uno de sus bolsillos llevaba todavía un libro de tragedias de Esquilo.
El grupo de amigos optó por incinerar su cuerpo en la playa, llevando despues las cenizas a Roma, donde fueron depositadas junto a los restos de John Keats.
El funeral de Shelley. Luis Edouard Fournier.
Mary volvió poco después a casa de su padre y su madrastra, y permaneció con ellos hasta que pudo alquilar una vivienda gracias a una pequeña pensión recibida del padre de Shelley.En la primavera de 1824 moría también Byron en Mesolonghi, apoyando la lucha de los griegos por su independencia y convirtiéndose así en un héroe nacional.
Nunca volvió a Inglaterra. Se había casado con Anabella Milbanke y, aunque el matrimonio apenas duró un año, tuvieron una hija, Ada Byron, Lovelace por su matrimonio. Ada Lovelace fue una brillante científica, que contribuyó a la creación de una máquina pionera de los actuales ordenadores, lo que le valió el apodo de Enchantress Of Numbers; La Encantadora de Números.
Anabella Milbanke y Ada Lovelace
Mary siempre mantuvo muy buenas relaciones con su hijo Percy Florence, que se fue a vivir con ella cuando terminó los estudios y permaneció a su lado después de casarse. Con Percy Florence, en un principio y con el matrimonio después, Mary realizó interesantes viajes que dejó reflejados en algunos de sus libros.
<Percy Florence
Finalmente, tras una enfermedad que, con diversos altibajos, se extendió a lo largo de diez años, Mary Shelley fallecía el 1 de febrero de 1851 a los 53 años.
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Por la lectura de sus Diarios conocemos con exactitud gran parte de sus actividades entre las cuales destacan, sin duda, viajar, leer y escribir. Así, sabemos que entre sus lecturas figuraba El Quijote que –de acuerdo con sus anotaciones– leería habitualmente entre los 20 y los 23 años, es decir, entre 1816 y 1820.
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