La Guerra de Troya –de acuerdo con la tradición-, se desencadenaría a causa del secuestro de Elena, la esposa de Menelao, rey de Esparta, por parte de Paris, hijo de Príamo, rey de Troya.
Una sugestiva imagen de las ruinas de Troya en la actualidad.
La narración del conflicto entre Grecia y Troya, o, mejor, entre griegos y troyanos, formaba parte del llamado Ciclo Troyano; un conjunto de relatos de los que hoy sólo queda completo el de Homero; la Ilíada, título que procede del nombre griego de la ciudad de Troya, Ίλιον–Ílion, aunque también era, y es conocida como Τροία– o Tría.
Menelao, el marido robado y su hermano Agamenón, levantaron un ejército en el que se integraron casi todos los reyes griegos con el objetivo de castigar a la ciudad de Troya mediante un asedio; recuperar, tal vez, a Elena y volver con el mejor botín posible.
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Los personajes que conocemos como Griegos son llamados, Aqueos -Ἀχαιοί-, procedentes de la región de Acaya –Αχαΐα-, en la zona central del norte del Peloponeso, también son citados como Dánaos–Δαναοί- o Argivos-Ἀργεῖοι-; nunca griegos y los nombres de los principales héroes de esta guerra, siguen siendo muy familiares, especialmente, los de los griegos: Agamenón, Menelao, Aquiles, Ulises, etc. a pesar de los cuales y de otros guerreros, aún no mencionados, los verdaderos protagonistas mudos de la Guerra de Troya, son dos tipos muy diferentes; la primera, es Elena, a la que se considera causante de la guerra, pero que, ciertamente pasa por el relato como un espíritu o una sombra. El segundo no es siquiera un personaje, sino una cosa; es decir, un Caballo de madera.
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En realidad, podría decirse que todo empezó en el Olimpo. Por mucho que sus divinos habitantes solían quejarse de que los humanos los hacían responsables de sus desgracias, lo cierto es, que en este caso, los humanos tendrían algo de razón, a pesar, o además, de ciertos errores sólo imputables a ellos mismos.
El hecho es que Zeus había arrebatado el trono a su padre, Cronos, que, a su vez, se lo usurpó al suyo, Urano. Pues bien, una profecía advirtió a Zeus que él también sería destronado por un hijo que tendría con la ninfa Tetis, de modo que Zeus, intentando eludir el destino, hizo casar a Tetis con el mortal Peleo, los cuales serían padres de Aquiles.
Así pues, todos los dioses fueron invitados a las bodas de Peleo y Tetis, excepto Eris Ερις, la Discordia, quien decidió acudir de todas formas, llevando una manzana de oro, que depositó en la mesa, y en la que se podía leer: καλλίστη –kalistí; Para la más bella.
Eris ofrece la manzana de la discordia en la boda de Tetis y Peleo.
Óleo en lienzo de Jacob Jordaens. 1633. Museo del Prado.
Tanto Atenea, como Hera y Afrodita, que se consideraban destinatarias de la manzana –tal como esperaba Eris–, solicitaron el juicio de Zeus, quien dejó la elección a Paris, hijo de Príamo, el rey de Troya. Atenea le ofreció el poder militar si resultaba elegida; Hera, la realeza y Afrodita, el amor de la mujer más bella del mundo, es decir, Elena, la esposa de Menelao, rey de Esparta. Paris la eligió.
Creyéndose en su derecho, Paris secuestró a Elena en casa de su esposo, Menelao, quien después de pedir consejo y ayuda a su hermano Agamenón, reunió una fuerza griega con la que sitiar y tomar Troya.
Aquiles, pues, militaría en el campo aqueo, o griego, y Paris en el troyano; ambos se covertirían en protagonistas de la tragedia.
En cuanto a Ulises, el gran héroe griego de Homero, aunque parezca lo contrario, participó en la guerra, en cierto modo, a la fuerza.
Acompañado por su hermano Agamenón y por Palamedes, Menelao fue a buscarlo a su casa, ya que se resistía a prestar su colaboración tras haber recibido información de un oráculo, que sólo veía malos augurios para aquella guerra. Ulises ideó recibirlos haciéndose pasar por loco. Para ello se vistió como un campesino y se puso a trabajar con un arado del que tiraban un buey y un asno, a la vez que iba arrojando sal sobre los surcos abiertos a su espalda. Pero Palamedes sospechó de su actitud y colocó a Telémaco, el hijo único de Ulises, delante del arado. Naturalmente, en cuanto el padre vio al niño, tiró de las riendas y frenó el carro, mostrando así su cordura.
Los griegos asentaron el campamento en la playa que se extiende ante Troya y los troyanos se hicieron fuertes detrás de sus murallas. Desde el principio, Aquiles se empleó en evitar la entrada de víveres a la ciudad.
El relato de La Ilíada de Homero, se inicia cuando la peste se extiende por el campamento griego. Calcas o Calcante –Κάλχας– el augur, revela que Apolo está castigando a Agamenón por haberse negado a devolver a Criseida, tomada como botín de guerra, a su padre, el sacerdote troyano Crises.
Obligado a ceder, Agamenón reclama una parte equivalente del botín; la doncella entregada a Aquiles, quien, naturalmente, se niega a entregarla. Agamenón secuestra a Briseida, y Aquiles, cegado por la cólera, decide encerrarse en su tienda, jurando que no volverá a luchar, a la vez que obtiene de Zeus que los troyanos triunfen mientras él no intervenga en la batalla.
Su ausencia, efectivamente, lleva a los griegos a sufrir una derrota tras otra, viéndose obligados a retroceder hasta el punto de que los troyanos llegaron a amenazar con quemar sus naves.
A pesar de los ruegos del anciano Néstor, de Fénix y de Ulises, Aquiles no vacila en su decisión, pero su amigo Patroclo, conmovido, le pide su armadura para ayudar a los compatriotas. Aquiles accede, pero Patroclo muere a manos de Héctor, hermano de Paris, que toma las armas de Aquiles como botín, despertando los deseos de venganza de este, quien, a pesar de las advertencias de su madre, decide enfrentarse a Héctor con las nuevas armas que para él forja Hefesto.
Aquiles, pues, vuelve al combate y termina con la vida de tantos troyanos, que los cadáveres oscurecieron el agua del río Escamandro, que, furioso, intenta también ahogar a Aquiles, pero de nuevo se salva gracias a la intervención de Hefesto.
Finalmente, Aquiles encuentra a Héctor a quien mata con ayuda de Atenea; después ata el cadáver a su carro y lo arrastra en torno a la ciudad para que los troyanos puedan verlo desde las murallas, aunque más tarde, siguiendo entonces el consejo de su madre, permite que Príamo recupere el cuerpo de su hijo para poder ofrecerle honras fúnebres.
Aquiles arrastra el cuerpo de Héctor atado a su carro.
Peine de hueso, hallado de Oria, en la segunda mitad de siglo I aC. Museo Arqueológico Nal. de Tarento.
El asedio duró diez años y, durante los nueve primeros, los griegos fracasaron en todos los intentos de tomar la ciudad. Hasta que alguien, tal vez Ulises, tuvo una idea, aunque este importante dato no fue transmitido por Homero, ni en la Ilíada, ni en La Odisea, sino por el gran Virgilio en La Eneida, a la que es preciso recurrir frecuentemente para completar los datos ofrecidos por Homero.
La estrategia consistía en que los griegos construyeran un enorme caballo de madera; después prenderían fuego al campamento y se embarcarían, simulando retirarse del combate. Pero las naves sólo debían ocultarse tras la isla de Ténedos, mientras que un gran número de soldados se ocultarían en el interior del caballo, que, aparentemente, dejarían abandonado a la vista de las murallas de Troya, como una ofrenda.
G. Tiépolo. El Caballo es conducido junto a los muros de Troya
Cuando los troyanos ven el caballo, al amanecer, las opiniones se dividen; unos creen que se trata de un regalo para Atenea, mientras que otros sospechan que puede ser alguna trampa, entre ellos, Laoconte, quien advierte del peligro a sus conciudadanos, de acuerdo con el relato de Virgilio, en la Eneida:
–Quidquid id est, timeo danaos et dona ferentes —, les dijo: –Sea lo que sea, desconfío de los griegos, incluso cuando hacen regalos.
Después, para confirmar sus sospechas, lanzó una jabalina al flanco del caballo, e inmediatamente, se oyó un gemido de dolor que debería haber alertado a los troyanos, pero, tal como relata Virgilio, un griego llamado Sinon, haciéndose pasar por desertor, les dijo que si tocaban el caballo sería su ruina, pero que si lo introducían en la ciudad, obtendrían la victoria.
En aquel momento, dos enormes serpientes salieron del mar y atacaron a Laoconte y a sus hijos, lo que se interpretó como una señal de la furibunda reprobación de Atenea contra ellos.
El Greco. Laoconte. 1609. Oleo/lienzo 137x172 cm. Gal. Nal de Arte, Washington.
El temor, en fin, decide a los troyanos a introducir el caballo en la ciudad, a cuyo efecto, incluso se ven obligados a derribar parte de la muralla.
Creyéndose ya triunfadores, celebran la victoria hasta la caída de la noche, pero cuando, finalmente, todos duermen, los griegos salen del caballo y corren a abrir las puertas de la ciudad al resto del ejército invasor, que finalmente tomará posesión de Troya.
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Agamenón, Ἀγαμέμνων, El Obstinado, Rey de Micenas.
Máscara funeraria de Agamenón hallada en Micenas. Museo Arqueológico de Atenas.
Era hijo de Atreo y Erope, reyes de Micenas, o de Argos, y hermano de Menelao. Asumió el mando del ejército aqueo en la guerra que se aproximaba. Durante el asedio, su negativa a devolver a la prisionera Criseida a su padre, Crises, sacerdote de Apolo, desencadenó la peste en el campamento aqueo. Obligado a devolverla, secuestró a Briseida, que formaba parte del botín de Aquiles, lo que provocó la decisión de este, de abandonar el campo y aislarse en su tienda.
De acuerdo con la Ilíada, tras la caída de Troya, al volver a su casa, fue asesinado por Egisto, amante de su esposa Clitemnestra, quien, a su vez, mató a Casandra, concubina de su marido. Tenía tres hijas: Ifigenia, Krisozémis y Electra, y un hijo, Orestes.
Agamenón, con su cetro. Tapadera de lekanis ático con figuras rojas. c.410-400 aC. Museo Arqueológico Nacional de Tarento.
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Menealo, - Μενέλαος- El que Sostiene al Pueblo. Rey de Esparta. Marido de Elena y hermano de Agamenón.
Menelao sostiene el cuerpo de Patroclo.
Loggia dei Lanci. Piazza della Segnoria. Florencia
Elena era hija de Leda y Zeus, aunque estos adjudicaron su paternidad a Tíndaro, el rey de Esparta. Cuando Elena tuvo edad para casarse, fue solicitada por todos los dirigentes de Grecia. Tíndaro temió que si se la entregaba a uno de ellos, todos los demás se rebelarían contra su decisión, pero Ulises le ofreció una solución a cambio de que Tíndaro le ayudara a obtener la mano de Penélope. La idea de Ulises consistía en hacer jurar a todos los pretendientes que se defenderían mutuamente en caso de que alguno de ellos se hallara en peligro, lo que les impediría, en todo caso, luchar entre sí.
Tíndaro aceptó; obtuvo la mano de Penélope para Ulises, hizo jurar a los pretendientes y eligió como marido de Elena –según Hesíodo, porque era el más rico de todos–, a Menelao, a quien más tarde, confiaría también el trono de Esparta. Elena y Manelao tuvieron dos hijos, Hermione y Nicostrato.
Pero como Afrodita había prometido a Paris que le daría a Elena, este viajó a Grecia, concretamente a Esparta, para tomar posesión de su regalo. Fue muy bien recibido por Menelao en su palacio y allí vio a Elena por primera vez. Unos días después de la llegada de Paris, Menelao se vio obligado a viajar a Creta, así que, antes de embarcarse, ordenó a su mujer que fuera amable con el invitado troyano. Afrodita unió a los dos jóvenes la misma noche de la partida de Menelao, tras lo cual, ambos decidieron huir al día siguiente, robando casi todas las riquezas de su anfitrión, quien fue informado del desastre por Eris.
Menelao entonces consulta con su hermano Agamenón y con el sabio Néstor, decidiendo, entre los tres, reunir a todos los jefes aqueos, para que, cumpliendo el juramento que habían hecho ante Tíndaro, se unieran para lanzar un ataque sobre Troya.
Menelao recorrió la tierra para reunir el mayor número posible de guerreros griegos en su alianza. Algunos, como Ulises, o Ciniras, de Chipre, intentaron, sin resultados, eludir su participación recurriendo a diferentes argucias. Aun así, Menelao llega a reunir 60 bajeles que llenó de guerreros procedentes de Esparta y otras ciudades, con las cuales se presentó ante Troya.
Antes de desembarcar a las tropas, Ulises y Menelao entraron en Troya para intentar recuperar a Elena sin necesidad de recurrir a la guerra, pero los troyanos se negaron a entregarla, e incluso intentaron matar a los emisarios.
La Ilíada cuenta que cuando Menelao vio a Paris entre la multitud, se lanzó hacia él como un león, pero Paris huyó, haciéndose acreedor de los reproches de su padre, Héctor, que lo acusó de ser un cobarde, después de haber provocado la guerra él mismo. Paris aceptó entonces, para evitarla, enfrentarse a Menelao en un duelo singular, cuyo premio sería Elena.
Desde el principio, Menelao superó a Paris, pero cuando su lanza se quedó clavada en el escudo de este, intentó retenerlo aferrándose a su casco, pero, he aquí que intervino Afrodita y liberó a Paris de las manos de su oponente. Otros guerreros se enfrentaron entonces a Manelao, quien, protegido a su vez, por Hera y Atenea, logró reducir a ocho troyanos más.
En el terreno literario, Menelao alcanza la gloria en el Canto XVII de la Ilíada, aunque mató menos guerreros que los principales héroes de la obra, ya que el número de bajas que produjo, fue menor que las que causaron Aquiles, Ayax, Agamenón o Ulises. Más adelante, la muerte de Patroclo le conmovió especialmente y fue el primero de los griegos que intentó recuperar su cuerpo, siendo asimismo uno de los que se metieron dentro del caballo de madera.
Al comenzar el ataque desde el Caballo, Menelao, seguido por Ulises, entró en el palacio de Deifobo –el nuevo esposo de Elena tras la muerte de Paris- y allí encontró a su esposa, cuya visión hizo desaparecer sus deseos de venganza sobre ella. Finalmente Elena volvería con él. Pero antes de abandonar el campo de batalla, los griegos sacrificaron a Polixena, hija de Príamo, sobre la tumba de Aquiles, para calmar la ira del espíritu del guerrero.
Después del saqueo de Troya, Menelao discutió con su hermano, pues mandó a los aqueos volver inmediatamente a Grecia, mientras que Agamenón, consideraba que era preciso hacer sacrificios a los dioses antes de embarcar. Así, Menelao fué también uno de los primeros en iniciar el retorno, junto con Elena, aunque distintas circunstancias le obligaron a detenerse continuamente: en el Cabo Sunión, porque tenía que enterrar a su piloto; después, porque Zeus provocó una tempestad que desvió algunas de sus naves hacia Creta, y la suya hacia las costas de Egipto, etc., todo lo cual hizo que su viaje de vuelta durara ocho años. Aun así, su retorno, a pesar de las múltiples contrariedades, fue menos complejo y largo que el de Ulises, y además llegó con una nave repleta de oro y otros ricos objetos, con los que pasó holgadamente el resto de su vida junto a Elena.
Una tradición dice que al llegar a casa, Menelao encontró a la verdadera Elena, que se había mantenido al margen del conflicto durante todos aquellos años, porque solo su espíritu o fantasma había huido con Paris; –una túnica vacía, de acuerdo con los incomparables versos de Yorgos Seferis-.
Detalle de la cabeza de Menelao en la Loggia dei Lanci de Florencia.
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Aquiles –Ἀχιλλεύς, también llamado Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος– Aquiles El Pelida-, por su padre, Peleo.
Hijo de Tetis y, como hemos dicho, y de Peleo, rey de los Mirmidones, nació en Ftía, Tesalia. Su madre lo sumergió en la corriente del Estigia, un río del inframundo, para hacerlo invulnerable, a cuyo efecto, tuvo que sujetarlo por un talón, que, como consecuencia, no fue bañado por las aguas y se convirtió en su único punto débil. Más tarde, para evitar que marchara a la Guerra de Troya, Tetis lo escondió, pero fue descubierto por Ulises y, finalmente, reclutado junto con su mejor amigo, Patroclo. Guapo, valiente y orgulloso de sí y de su estirpe, constituye el prototipo del héroe griego.
En el décimo año de la guerra, su altercado con Agamenón –la cólera del Pelida, con que comienzan los versos de la Ilíada–, le induce a abandonar el combate, pero la posterior muerte de Patroclo le hace volver para enfrentarse al troyano Héctor, a quien mata, tomando una cruel venganza sobre su cadáver. Poco después moría él mismo, al ser alcanzado en el talón por una flecha lanzada por París y guiada por Apolo.
Aquiles, bajorrelieve de un sarcófago ateniense. c.240. Louvre.
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Ayax, hijo de Oileo - Αἴας Ὀϊλῆος, rey de Locrida, también llamado Ayax El Pequeño, a causa de la gran diferencia entre su estatura y la del otro Ayax, hijo de Telamón. Fue uno más de los pretendientes frustrados de Elena. Dice de él Homero, que a pesar de su estatura, no tenía rival en el lanzamiento de la javalina.
Arctinos de Mileto, por su parte, dice que forzó a Casandra, sacerdotisa de Apolo, en el Templo de Atenea, quien, a la vuelta de Troya, permitió que Ayax se ahogara en el mar, cerca de Mikonos o de Eubea. Fue enterrado en Micenas.
Ayax, el Menor, ataca a Casandra, que pide ayuda a Atenea. Louvre.
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Ayax, Αἴας Τελαμώνιος. Hijo de Telamón, rey de Salamina, y de Peribea. Argonauta. Conocido también como Ayax El Grande a causa de su gran estatura.
Acudió a la guerra de Troya contribuyendo con doce naves. Cuando Príamo lo vio desde las murallas de Troya, lo describió como un guerrero aqueo, noble y grande, que supera a los argivos por la cabeza y sus nobles hombros. Se dice que sólo Aquiles era más valeroso y fuerte que él.
De acuerdo con la Ilíada, es el único personaje que nunca resultó herido, a pesar de ser igualmente, el único que no recibía ayuda de los dioses, lo que le valió el sobrenombre de Fortaleza de los Aqueos. La lanza –escribe Quintus de Esmirna, en la Réplica a Homero–, no le hería a pesar de golpear su delicada piel con todo su impulso… el destino no quiso que ningún arma enemiga pudiera teñirse con su sangre en el campo de batalla. Dice también la Ilíada que mató a diez troyanos, lo que le situaría en cuarto lugar, después de Aquiles, Diomedes y Agamenón.
Cuando Héctor pidió que los griegos designaran a un hombre para batirse con él en duelo singular, la suerte recayó en Ayax; ambos lucharon hasta que cayó la noche, por lo que hubieron de abandonar, declarándose pares.
El gran Héctor de casco reluciente, dijo:
-Ayax, puesto que un dios te ha dado la talla, la fuerza y la sabiduría, y que con la lanza sobrepasas a todos los aqueos, dejemos por ahora la pelea y la muerte; ya lucharemos más tarde, hasta que una divinidad decida y dé la victoria a uno de nuestros pueblos. La noche ha llegado y es bueno obedecer a la noche. Así, tú disfrutarás con los aqueos, junto a las naves y, sobre todo, de tus parientes y compañeros y yo, en la gran ciudad del rey Príamo, disfrutaré con los troyanos y las troyanas de largo velo. Pero démonos gloriosos presentes el uno al otro, para que de nosotros digan, tanto los aqueos, como los troyanos: Ciertamente han luchado a causa de la discordia que devora el corazón, pero se han separado de acuerdo y como amigos.
Dicho esto, entregó a Ayax su espada claveteada de plata, con su funda y su correa bien cortadas, y este le entregó su brillante cinturón de púrpura.
Ilíada, Rapsodia VII, vv. 286-304.
Una actitud sorprendente si la comparamos con la brutal crueldad que más tarde se produciría en el encuentro entre Héctor y Aquiles.
Cuando, finalmente, Héctor mató a Patroclo, los troyanos se propusieron lanzar el cadáver a los perros, pero Áyax logró recuperarlo, luchando incansablemente hasta devolverlo a su campamento. Del mismo modo, cuando Aquiles resultó herido de muerte por la flecha de Paris, Ayax también logró recuperar el cadáver, en esta ocasión, con la ayuda de Ulises.
Locamente enfurecido cuando se le negó la herencia de la armadura de Aquiles, Atenea le ofuscó la mente, llevándolo a vengarse contra un rebaño de ovejas, a las que confundió con los responsables aqueos. Al recuperar la lucidez y contemplar la absurda masacre que había llevado a cabo, decidió acabar con su propia vida, que consideraba ya deshonrada. Para ello empleó, precisamente, la espada que le regalara Héctor.
El suicidio de Ayax. Crátera etrusca, c. 400-350 aC. British Museum.
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Diomedes, Διομήδης, rey de Argos, hijo de Tideo y Deípile. Se hallaba ausente, en la guerra, cuando Agamenón invadió su reino, que después le devolvió como recompensa por su participación en Troya. Sucedió a su padre en el trono de Argólida.
Acudió a Troya con 80 naves, siendo el más joven y uno de los más valerosos guerreros griegos; según la Ilíada, 16 vidas de troyanos lo colocaron en segunda posición detrás de Aquiles.
Su gloria se canta en la Rapsodia V de la Ilíada. Atenea, que siempre le protegió, hizo surgir de su casco y de su escudo un fuego inextinguible, parecido al astro del otoño, que resplandece y brilla más cuando se baña en el océano.
Curiosamente, jamás cruzó una palabra con Aquiles, ni durante el combate, ni en los consejos, y después de los funerales de Patroclo, fue su escudero quien recibió su recompensa de manos del héroe. Llevó su audacia hasta atacar a los dioses, hiriendo a Ares y a Afrodita, por lo que Apolo se vio obligado a recordarle cual era el lugar de los dioses y cual el de los hombres. En el Canto V, se compara su energía con las fuerzas de la naturaleza. Ayudó a Ulises cuando este entró una noche en Troya para robar el Paladion; una efigie de Atenea, que un adivino había dicho que era indispensable para que los griegos tomaran la ciudad.
Para vengarse de las heridas que Diomedes le había infligido, Afrodita empujó a su esposa a la infidelidad mientras él luchaba en Troya. Al volver a su casa fue atacado por el amante; precisamente, el hombre a quien había confiado el cuidado de su casa. Obligado a huir, abandonó Grecia y fundó Argyripa –Arpi-, en la Magna Grecia, donde murió durante una cacería. Atenea le concedió la inmortalidad y transformó a sus compañeros en garzas, dando su nombre a la Calonectris Diomedea, conocida como pardela cenicienta.
Cuenta Virgilio que Eneas encontró a Diomedes muchos años después de la Guerra de Troya.
Diomedes. Copia romana de un original griego atribuido a Cresilao. c. 440-430 aC. Gliptoteca de Munich.
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Néstor –Νέστωρ. Hijo de Neleo y Cloris y rey de Pilos, como único superviviente de la matanza llevada a cabo por Hércules en su familia, en la que murieron su padre y sus once hermanos, tras el intento de aquellos por robarle los bueyes de Gerion. Apolo le concedió vivir durante más de tres generaciones.
Era el de más edad y más sabio de los héroes de Troya y en la Ilíada y la Odisea aparece como un anciano, todavía intrépido en el campo de batalla, escuchado y respetado por todos. Fue a él a quien Menelao pidió consejo tras el secuestro de Elena y Néstor le acompañó en la asamblea que convocó para recabar la ayuda de los griegos para la guerra de Troya, a la que aportó un contingente de noventa naves e intentó poner paz entre Aquiles y Agamenón cuando disputaron agriamente a causa de Briseida. Su hijo Antíloco fue el mejor amigo de Aquiles después de Patroclo. En la Odisea, Telémaco, el hijo de Ulises, también acude a él en busca de consejo.
Néstor ofreciendo un sacrificio con sus hijos. Museo Arqueológico, Madrid.
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Ulises - Ὀδυσσεύς-, rey de Ítaca.
Casado con Penélope, y padre de Telémaco, fue célebre por su astucia. su retorno al hogar familiar después de la Guerra de Troya, es el objeto de La Odisea. Su muerte marcó el fin de la época de los héroes.
Cuando Homero se refiere a su reino, habla siempre de un archipiélago de cuatro islas, que se corresponderían con las actuales Jónicas; Ítaka, Levkada, Kefalonia y Zakyntos -Ιθάκη Λευκάδα Κεφαλλήνια –a la que Homero denomina Samos, Σάμης-, y Ζάκυνθος- aunque su poder se extendería sobre un gran número de islas e islotes, como las que hoy se denominan Arkoudi, Meganisi, Oxia y las Equinades. Αρκούδι, Μεγανήσι, Οξεία, αἱ Ἐχῖναι νῆσοι, según Homero, hoy, Equinades, Εχινάδες y Curzolari durante el dominio veneciano; casi todas productoras de diferentes recursos, que permitieron a Ulises llevar una vida muy holgada, así sus rebaños, formados por millares de animales; cabras y cerdos, de los que se ocupaba Eumeo, el anciano que le reconoció a pesar de su disfraz cuando volvió de Ítaka veinte años después de su partida.
Ulises, en el Canto IX, verso 21 de la Odisea, afirmaba: Vivo en Ítaka, la que se ve desde lejos y donde se eleva un monte, el Neriton -Νηρίτο Όρος-, cuya ramas agita el viento y cuya cima se advierte en la distancia; a su alrededor hay otras islas muy próximas entre sí, Dulikion, Δουλίχιον Samos y, Zakyntos, cubierta de bosque.., indicando así que aquella isla era la sede de su gobierno.
En la Ilíada es representado como un rey sabio favorecido por Atenea y un hábil orador. Acudió a la guerra con once naves que formaron el centro de la línea que se situó en la playa de Troya, y ocupaba un lugar de honor en el Consejo de Reyes.
Su carácter afable hizo que Agamenón le encargara recuperar a Briseida, en posesión de Aquiles, tras haberle pedido en vano que la devolviera. También se ocupó de la embajada de paz, acudiendo a Troya con Menelao, para negociar la entrega de Elena.
Tras la muerte de Aquiles, Ulises venció en duelo a Ayax Telamonio y recuperó las armas del Pelida. Finalmente, ideó la estratagema del caballo de madera y fue uno de los primeros en esconderse en su interior y salir al ataque.
Su historia es relatada en La Odisea, y esta termina con su retorno a Ítaca, pero nada dice de su muerte, aunque en el Canto XI, vv 134–36, un adivino le predice: la muerte te alcanzará “fuera del mar”, muy dulcemente, en el descanso de una vejez espléndida, rodeado de tu próspero pueblo.
Homero habla de una partida relacionada con el mar, aunque el término empleado –ἐξ, ex; no deja claro si le llegaría exactamente desde, o fuera del mar.
Otro texto del Ciclo Troyano, cuenta que, hallándose Ulises en Ítaka, salió a combatir a unos hombres que habían desembarcado en sus playas y se proponían saquear la ciudad. Uno de aquellos extranjeros, llamado Telégon, le hirió con una lanza envenenada y, mortalmente herido, Ulises recordó la profecía de Tiresias, en la que le advertía que desconfiara de la mano de su hijo. Ulises preguntó el nombre del que le había herido y recordó que Telégon era, precisamente, el hijo que había tenido con Circe durante su singular secuestro.
Atenea consoló a ambos, asegurándoles que el destino es inevitable. Después aconsejó a Telégon que se casara con Penélope y que llevara el cuerpo de Ulises a Circe -Κίρκη, quien tanto le había amado, para que esta celebrara las debidas honras fúnebres.
Ulises
Supuestos vestigios del palacio de Ulises en Stavros, Ítaka.
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Continuación:
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