Tuvo la fortuna y la desdicha de nacer hijo de rey en el siglo XVII, circunstancia que convirtió su vida en una cadena de infortunios entrelazados con algún contento pasajero.
Retrato anónimo en el Museo del Prado, identificado como Juan José de Austria.
Fragmento del registro de bautizos de la Parroquia de los Santos Justo y Pastor en Madrid.
Juan hijo de la tierra.
Reinaba en España Felipe IV, desde el Alcázar de Madrid, y reinaba María Inés Calderón en la comedia, desde el Corral de la Cruz, cuando alguien propició un encuentro entre los dos, iniciándose una relación amorosa de juventud –24 y 18 años respectivamente-, que terminaría tras el nacimiento de un niño llamado Juan, registrado como Hijo de la Tierra, lo que vendría a significar que se desconocía el nombre de su padre, aunque todo el mundo lo supiera.
María Inés Calderón.1611-1646
Se suele resaltar entre los datos sobre la actriz, su condición de casada y ex amante de Ramiro Núñez de Guzmán, duque de Medina de las Torres, viudo ya de la única hija del Conde Duque de Olivares, pero el dato no es del todo seguro. Fue separada inmediatamente del niño, nacido el 7 de abril de 1629 y obligada a ingresar en un convento, en 1642.
Sí consta y, obviamente, afectaría al recién nacido, el hecho de que su padre fuera el rey, y que además estuviera casado, desde 1615, con Isabel de Borbón -hija de Enrique IV de Navarra, o de Borbón, rey de Francia-, quien, en más de una ocasión expresaría su desagrado ante el lucimiento público de la actriz, en su papel de favorita y en lugares reservados a la aristocracia.
Isabel de Borbón. Velázquez
La educación de Juan fue confiada al escritor Luis de Ulloa, muy amigo del omnipresente Conde Duque de Olivares, hasta el punto de que se refugió en la casa del poeta, en Toro, tras su estrepitosa caída de la privanza real. De Olivares procedería también la idea de que el rey legitimara a Juan, ante la falta de hijos varones, ya en 1642, cuando parecía evidente que no tendría más descendencia.
Tampoco complacía en exceso a la segunda esposa del rey desde 1649, Mariana de Austria, la existencia de aquel Hijo de la Tierra, al que, de un modo u otro, soportó mientras vivió el rey, pero ni un día más.
Mariana de Austria a los 22 y a los 41 años.
Velázquez, 1656. Museo del Prado y
Carreño de Miranda. 1675. R.A.BB.AA. S. Fernando
Casada con Felipe IV a los catorce años –estaba destinada al príncipe Baltasar Carlos y no a su padre-, era hija del emperador Fernando III de Austria, casado a su vez, con María, hermana del propio Felipe IV, quien falleció en 1665, cuando ella contaba 29 años, y quedaba como regente del único hijo que sobrevivió, de los seis habidos durante el matrimonio; es decir, el que sería Carlos II, que entonces tenía 4 años.
Cuenta el Semanario Erudito, en las
GRANDES RUIDOSAS CONTROVERSIAS acaecidos en la menor edad del Señor Don Carlos II. entre la Reyna Madre Doña Maria Ana Teresa de Austria; el Serenísimo Señor Don Juan de Austria, hijo bastardo de Felipe IV y el P. Juan Everardo, de la Compañía de Jesus (de nación alemana) del Consejo de Estado , Inquisidor General, y confesor de dicha Señora:
“No puede negarse que dominó la ambición al Señor Don Juan de Austria, asi como al otro de su nombre, hijo del Señor Emperador Carlos V, la misma desordenada pasion. Que su orgullo, fundado en la maña con que supo captar la benevolencia del pueblo, le hizo alguna vez temerario, y aun delincuente, es tan cierto, que sus mismos escritos y acciones, antes y después de gobernar el reino lo acreditan.
“Pero no es menos constante que el tesón de la Reyna en mantener a un extranjero, a un Jesuita –Juan Everardo Nithard-, en los mayores empleos de la Monarquía, y hecho árbitro de ella, sin conocimiento de sus leyes, sin amor a los vasallos y sin interés en la gloria del Príncipe y de la Nación, pues solo el suyo le preocupaba, contribuyó infinito a los ruidos, alteraciones y disputas, no sin escándalo, que ocurrieron en aquellos tan desgraciados tiempos para España; la que postrada por el desfallecimiento en que la dejaron los reinados anteriores, respiraba congojas, y veía casi la triste época de su total exterminación.
Sucedió que la reina regente, doña Mariana, ordenó a don Juan José que se hiciera cargo de la guerra en los Países Bajos.
“Fuerza es volver á buscar al señor Don Juan á Galicia, donde le dexamos para embarcar; y habiendo escrito en el dia 25 de Junio, que el día 26 se embarcaba; á los 27 del mes volvió á escribir, escusándose de no hacerlo con decir que los Médicos le aconseiaban no lo hiciese, respeto del achaque que padecía de una destilacion al pecho , y que si pasaba á Flandes, en breve tiempo se le acabaría la vida.
“Sintióse mucho esta inesperada resolucion, y así se le aceptó luego la dexacion del puesto de Flandes, y se le mandó entregase los papeles y despachos que llevaba, al Condestable de Castilla, para que pasase á Flandes en su lugar, y que su Alteza se volviese á Consuegra, y no entrase en la Corte en veinte leguas en contorno; con que se halló obligado á pedir licencia para pasar por muy cerca de Madrid, para irse á Consuegra, por no arrodear, sino es quebrantando el orden de las veinte leguas.
Es decir, que la reina no se creyó la excusa de las destilaciones al pecho; indudablemente, sospechaba, o quizás sabía, que existían otras razones. El mismo Semanario dice que cuando don Juan José esperaba para embarcarse en Galicia, recibió la siguiente noticia:
El Sábado siguiente amaneció un espectáculo en Madrid tan extraordinario, como el verse en la noche del Viernes á las once de ella preso por un Alcalde de Corte un hidalgo Aragonés, que se llamaba Don Joseph Malladas, y á la una de la misma noche se le dio garrote en la carcel, en virtud de una órden de S. M. escrita toda de su real mano, que le entregó el Presidente de Castilla. Fue de suma admiracion este caso porque fue público inmediatamente, y hasta hoy se oculta el delito que cometió, que es cierto correspondería á tan horrible castigo, que ha dado mucho que discurrir á los Teólogos, y que admirar á los Jurisconsultos, y segun los efectos que de él han resultado, parece ha sido la piedra del escándalo de lo que adelante se verá.
Don José Malladas era gran amigo y partidario de Juan José de Austria.
“Cuentan algunas crónicas –dice Ignacio Ruiz Rodríguez -Juan José de Austria: Un bastardo regio en el gobierno de un Imperio-, aportando datos documentales precisos-, que el 19 de mayo de aquel año, mientras llevaban un moribundo a su posada, antes de morir vino a confesar que le habían envenenado con una taza de chocolate, por haberse negado a la proposición que le hizo un tal Malladas para que asesinase al confesor de la regente, y que ese individuo era el que le había envenenado. Vino a asegurar, incluso, que dicha propuesta estaba instigada por el bastardo de Felipe IV.
“José Malladas era un hidalgo aragonés que había sido protegido durante cierto tiempo por el padre confesor, pero que su mala gestión en el empleo de recaudador de rentas y la escandalosa vida que llevaba su esposa, hicieron que fuese cesado. Más tarde, detenido el aragonés sin un motivo todavía claro, comenzaron a imputársele posibles motivos. En este sentido, Nithard fue de la opinión de que en la muerte del marqués de Saint Aunais –que era la que se le achacaba–, nada tuvo que ver Malladas, siendo este liberado.
“Aquel asunto en cierto modo pudo hasta llegar a engrandecer la figura del confesor de la Reina como ser misericordioso y piadoso… de no ser por lo ocurrido muy pocos días después.
“El 1 de junio el recién nombrado presidente del Consejo de Castilla, Diego Sarmiento de Valladares, otro protegido de Nithard, ordenó verbalmente a un alcalde de Corte que detuviese a Malladas en su casa del Postigo de San Martín de Madrid. Conducido a prisión y sin ningún tipo de procedimiento judicial, ni juicio, se le dio garrote en su misma celda en la madrugada del 2 de junio de 1668.
“Muerte de don Joseph Malladas. Viernes en la noche 1º de junio de 1668 el señor don Diego Valladares Sarmiento, obispo de Oviedo, presidente de Castilla, hizo llamar al alcalde don Pedro González Salcedo, y le dio orden de que prendiese a don Joseph Malladas, natural de Aragón y ejecutase en él pena de muerte, luego sin dilación alguna, en cuyo cumplimiento le sacó de su posada a más de las doce de la noche y le llevó a la cárcel de la Corte donde le recibió declaración, y acabado le dio sacerdote con quien se confesó, y sin otros autos ni diligencias le hizo dar garrote, de modo que se cobró todo en el término de dos horas poco más o menos.
“No se sabe la causa ni la calidad del delito, ni qué escribiese en él, ni por qué tribunal corrió determinación.
“Y por fin apareció la entrevista entre Malladas y el padre confesor, en donde las acusaciones fueron terribles, incluyéndose la confesión de cierto rumor, en donde se aducía cierta relación sentimental entre Mariana de Austria y Nithard y que superaba las propias de un clérigo con sus feligreses:
“Díjose que fue porque habiendo hablado el padre Everardo, confesor de la Reina y Inquisidor General tocante a su conducta y descargo de su proceder, le dijo el confesor que contra él había muy malos informes porque todos aseguraban que era un ladrón, a que respondió, ¡ay señor excelentísimo! que si hubiera de dar crédito a lo que se dice también asegurando que V.E. duerme con la Reina Nuestra Señora, de que irritado el padre Everardo le despidió con enojo, y aquel mismo día se le dio muerte.
“Era Malladas aragonés, partidario de don Juan de Austria de cuya orden se dijo había hecho algunas atrocidades, como el haber dado veneno a Saint Aunais, enemigo de don Juan y espía del padre Everardo y otras cosas que se le imputaron.
“Enterados los partidarios de don Juan de Austria de aquella violación de los más mínimos derechos jurídicos, además del propio hecho de la ejecución sumaria, organizaron un auténtico escándalo en la Corte y fuera de ella. Madrid se llenaría de pasquines atacando a la regente, al valido y todos aquellos que compartían el poder con ellos, siendo considerados todos autores y cómplices de aquella muerte.
"Al mismo tiempo se escribía a los miembros de la Junta de Gobierno… sobre el nefasto gobierno de Nithard. Todo ello venía justificar de manera sobrada el cese del jesuita de sus tareas de gobierno, además de su expulsión de los territorios de España.
Don Juan se refugió entre tanto en Aragón. Pero volvamos atrás para mejor comprender los antecedentes de su biografía, antes del caso Malladas.
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Don Juan nació en Madrid, calle Leganitos, la noche del 6 al 7 de abril de 1629. Era hijo extramatrimonial de Felipe IV y de la actriz María Inés Calderón -la Calderona-, la cual, supuestamente, mantenía también relaciones con el duque de Medina de las Torres, Ramiro Núñez de Guzmán, lo que propició que sus detractores le adjudicaran la paternidad del recién nacido:
Así en las facciones del cuerpo, como en las habilidades e inclinaciones del ánimo, salió este niño una vivísima imagen de Don Ramiro de Guzmán, semejanza que se ha ido recogiendo más claramente, al paso que ha ido adelantándose en la edad, el talle, el semblante, el pelo, la voz, la lascivia, la ambición, la venganza, el fausto, la fantasía, la ineficacia y las facciones se ven, tan correspondientes en uno y en otro, como la copia corresponde al original.
Medina de las Torres, Col. Privada, y
Don Juan José de Austria en 1674, de Isidoro de Burgos Mantilla.
Real Monasterio de El Escorial.
Don Juan pasó los primeros años de su vida en León, al cuidado de una mujer que murió cuando él rozaba la adolescencia, por lo que fue llevado a la villa de Ocaña, en Toledo donde fue educado en la religión católica por un fraile inquisidor, teólogo y humanista, siendo su ayo don Pedro de Velasco.
Tenía buena memoria e interés por aprender, y, al parecer, mostró haber adquirido notable capacidad para la escritura, así como para el manejo de las armas, siendo buen cazador y jinete.
Retrato de don Juan José de Austria a los 13 años. Eugenio de las Cuevas.
Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid.
En 1642 fue reconocido y legitimado como hijo de Felipe IV, como dijimos, por consejo del Conde Duque de Olivares, aunque ya en 1636 se propuso el monarca hacerle nombrar Gran Prior de la Orden de San Juan en Castilla y León, aunque en secreto, ya que el muchacho no tenía la edad mínima para ostentar aquella representación, que no se hizo pública hasta 1642, a pesar de lo cual tuvo que esperar tres años más, para asumir todos sus derechos, es decir, cuando cumplió 16.
En el otoño de 1643 –tenía sólo 14-, su padre le quiso nombrar Gobernador y Capitán General de los Países Bajos, pero todo el mundo se opuso a que llevara a cabo sus deseos, por lo que decidió el rey, cuatro años después, nombrarle Príncipe de la Mar
...considerando que don Juan de Austria, mi hijo, Prior de la religión de San Juan en mis Reinos de Castilla y León, se halla con edad que puede comenzar a ejercitar el valor y demás virtudes de que debe adornarse quien tiene tantas y tan grandes obligaciones como las que residen en su persona...he resuelto elegir y nombrar al dicho don Juan de Austria, mi hijo, para que representando mi persona y veces, tenga en las presentes ocasiones, el Gobierno General de todas las fuerzas marítimas de Galeras, Navíos, de Alto bordo otras cualesquier embarcaciones asi ordinarias como extraordinarias que en cualquier parte se juntaren sin excepción alguna. -28.3.1647-.
La plaza del Mercado de Nápoles el día 7 de julio de 1647, cuando estalló la revuelta encabezada por Masaniello. Michelangelo Cerquozzi.
A finales de 1646 era virrey de Nápoles el duque de Arcos, quien en un momento en el que imperaba la sequía, junto con la enfermedad y el hambre, decidió ordenar un impuesto nuevo sobre los alimentos más básicos, lo que provocó graves desórdenes, que se reprodujeron también en Palermo al año siguiente. A principios de julio, el pescador Masaniello y sus seguidores, obligaron al duque de Arcos a refugiarse en el Castillo de Santelmo, mientras Nápoles se consumía entre llamas.
Castillo de San Telmo. Nápoles
El impuesto fue abolido, pero no se sabe si, a causa de su éxito, Masaniello se convirtió en un tirano, o las autoridades españoles dieron la apariencia de que el pescador se había pasado a sus filas, pero el caso es que sus seguidores lo asesinaron, apenas una semana después del levantamiento. A partir de entonces, las reclamaciones populares tomaron un tono político, promoviéndose un movimiento independentista, que con el apoyo del ministro cardenal Mazarino, se puso a las órdenes de Henri de Lorraine, duque de Guise.
Retrato de don Juan José de Austria en 1648 con Nápoles al fondo.
José de Ribera. Palacio Real de Madrid.
Don Juan se hallaba en las costas catalanas, intentando controlar los movimientos de la flota francesa, que se preparaba para atacar Tarragona, cuando recibió órdenes de dirigirse a Italia, y así, aun sin saber con qué objeto, amarraba en las costas de Nápoles a primeros de octubre de 1647. El duque de Arcos le puso en antecedentes sobre lo ocurrido durante las revueltas, que suponían una amenaza real sobe la posesión de aquellos territorios para la Corona Hispánica.
El Consejo acordó la necesidad de negociar con los rebeldes, con la condición de que fuera don Juan José quien se ocupara de ello y no el virrey Arcos, cuya palabra ya era una falsa moneda en Italia, después de haber dicho varias veces que retiraría la nueva carga impositiva, sin mostrar nunca una verdadera intención de hacerlo.
Tras ordenar la disposición estratégica de tres mil soldados de Infantería por la ciudad, don Juan ofreció conversaciones a los rebeldes, que enviaron cuatro representantes llevando cuatro condiciones:
-Entrega de la fortaleza de San Telmo.
-Retirada del Virrey duque de Arcos.
-Amnistía general.
-Confirmación y cumplimiento de las condiciones juradas por el virrey, y que nunca había cumplido.
Finalmente, Arcos fue destituido y el mando del virreinato, entregado a don Juan, pero sin título:
Tengo por bien que vos, el dicho don Juan de Austria, mi hijo, hayáis admitido el ejercicio del cargo de mi Virrey y Capitán General en el dicho mi Reino de Nápoles, en lugar del dicho duque de Arcos, en el interín que yo proveo y envío Virrey propietario, que será con toda brevedad. Real Cédula de 18 de diciembre de 1646.
A principios de enero de 1648 el rey le otorgaba poderes plenipotenciarios para ajustar plenamente la paz con Nápoles, ciudad que, sin embargo abandonaba a finales del mismo mes, pues el rey, su padre, había decidido finalmente, nombrar virrey, el día 12, al conde de Oñate, quien se presentó en su nuevo destino el día 1 de marzo, procediendo de inmediato a ordenar sus efectivos de forma estratégica por toda la ciudad.
La rendición de Nápoles a don Juan de Austria. Carlo Coppola.
Museo di San Martino, Nápoles.
El duque de Guisa intentó salir de Nápoles para buscar refugio en los estados pontificios, pero fue hecho prisionero y encerrado en el castillo de Gaeta, mientras esperaba su traslado definitivo al Alcázar de Segovia. Oñate indultó a todos los prisioneros que no fueran franceses.
Castillo de Gaeta
Sorprendentemente, fue entonces cuando Felipe IV firmó el nombramiento de don Juan para el gobierno de Nápoles, si bien este se negó a aceptarlo, tal vez considerando injustas las anteriores negativas del monarca, quien, en consecuencia, le nombró virrey de Sicilia, cargo del que tomó posesión ceremonialmente el 27 de diciembre de 1648.
En el otoño del año siguiente, había obtenido que la ciudad sufragara sus gastos, tasados en 60.000 escudos anuales, a la vez que reducía drásticamente la presencia militar en la isla, a pesar de que llevaba la misión de recuperar Porto Longone y Piombino, que Francia había arrebatado a la Corona de España en 1646. Don Juan se encargaría, en principio, de la Armada, aunque nuevamente se vio frustrado, cuando recibió un despacho firmado por el rey, por el que nombraba al conde de Oñate Gobernador de todas las Armas Marítimas.
Don Juan José envió una carta a don Luis de Haro: Dígame por amor de Dios qué lugar tengo yo en esta facción, porque no veo otra ocupación sino de convoyar al conde de Oñate, a quien hace S. M. dueño absoluto, confieso a V.E. que ha sido esta mortificación de mi aliento y que mientras viva, no se me borrará del corazón el concepto en que mi desdicha me ha puesto. 27 de julio de 1649.
A pesar de ello, don Juan se vio obligado a mantenerse en su puesto, dado que Oñate había enviado su infantería a luchar en Cataluña contra los ejércitos franceses, donde permanecieron hasta que la Paz de Westfalia acabó con la alianza franco-holandesa, al mismo tiempo que se producía la insurrección de La Fronda contra la reina Ana de Austria, que ejercía la regencia de Luis XIV.
No obstante, a finales de año, la falta de financiación en Sicilia así como una insurrección que se gestaba en Palermo, obligaron a don Juan a abandonar Mesina, para instalarse en Palermo desde el 11 de noviembre de 1648 hasta finales de marzo de 1650.
Para la primavera, don Juan y Oñate se dirigían con sendas flotas, a acometer Porto Longone y Piombino; a cuyo efecto se reunieron en Gaeta. El 24 de mayo estaba reunida toda la Armada, y el 25 avistaron sus objetivos.
Los ataques a ambas plazas fueron simultáneos. Piombino fue la primera en rendirse el 19 de junio y a mediados de julio se lanzó toda la fuerza contra Porto Longone. El 31 de julio se firmaban y ratificaban las correspondientes capitulaciones y para el 15 de agosto, don Juan, vestido de gran gala, presenció la salida de los sitiados y la entrada de las armas del Rey su padre. Inmediatamente después, se embarcó hacia Sicilia, donde hizo una entrada triunfal, en Palermo, el 28 de agosto.
Instalado de nuevo en la isla, don Juan se propuso anular las concesiones hechas durante los tumultos, es decir, restablecer los impuestos y hacer volver a los tercios, aunque todo ello no pasó de proyecto, pues se vio obligado a abandonar de nuevo la isla, pocos meses después, cuando el rey reclamó su presencia en Cataluña.
Me ha parecido que no estareis bien ocioso en parte tan remota como Sicilia, y que será más propio de vuestra persona y obligaciones, continuar los generosos pensamientos que siempre habeis mostrado de adquirir gloria militar en el mundo, como diversas veces me los habeis hecho entender.
Porque don Juan José se lo había pedido anteriormente:
Apruebo mucho la gran prudencia y acierto de V.A., en suplicar a S.M. se sirva de no detener a V.A. en el gobierno político de Sicilia, sino permitir que se emplee su persona en ocasiones vivas de guerra. Carta de don Luis de Haro a don Juan de 10 de junio de 1649.
El 11 de julio de 1651 llegaba don Juan a Cataluña. En Tarragona se entrevistó con el virrey marqués de Mortara, para estudiar las posibilidades de un asedio a Barcelona, ya que como hemos dicho, en aquellos momentos Francia se hallaba ocupada de sí misma, ante el estallido de La Fronde, y sus conquistas catalanas habían pasado a un segundo plano, aunque no fueron abandonadas.
Entre agosto y octubre de 1651, don Juan aseguró el cerco, y, para finales del verano siguiente, la rendición por hambre se mostró inevitable.
Asedio de Barcelona por don Juan José de Austria, de Pandolfo Reschi.
Galleria Corsini, Florencia.
El 27 de septiembre, los consejeros de la región se entrevistaron con el francés La Mothe, para tratar las condiciones de un pacto con don Juan, que consistiría básicamente en obtener la confirmación de los Fueros; mantenimiento de un Consejero francés; alojamiento de tropas conforme a lo pactado anteriormente y abolición del impuesto de quintos. El 9 de octubre de 1652, don Juan les ofrecía el perdón que previamente había firmado el monarca.
El 28 de enero de 1653, don Juan fue nombrado virrey de Aragón, donde convocó cortes para el 31 de marzo con el fin de hacer aprobar el porcentaje con que debían financiar la guerra con Francia, que se acordó el 4 de junio, cifrándose en 500.000 libras anuales durante tres años.
Las tropas francesas se habían retirado del territorio, excepto en Rosellón y Roses, pero en 1653 reiniciaron la ofensiva tomando Castellón de Ampurias y Figueres, y procedieron a sitiar Gerona en el verano del mismo año, llevando a cabo su asalto a mediados de agosto. Don Juan salió a su encuentro el 15 de septiembre, logrando expulsarlos, pero los franceses se reforzaron y volvieron al año siguiente, logrando alguna victorias que pusieron a don Juan en una difícil posición, planteándose incluso, renunciar al gobierno que le había sido confiado.
Y con esta ocasión insinúa el Señor don Juan no será justo que pueda ser testigo de los efectos de los daños que aquello amenaza, poniendo en consideración será conveniente al Real servicio de V. Mg., poner en su lugar quien con mayores experiencias y talento, dé cobro de aquellos negocios –decía la Consulta del Consejo del 31 de marzo de 1655, que le fue denegada, por lo que don Juan se vio obligado a continuar la campaña, a pesar de la carencia de hombres y fondos–.
Después de algunos retrocesos notables, pudo recuperar Berga, haciendo muchos prisioneros, victoria que, en diciembre revalidó con la toma de Solsona, ciudad a la que castigó con especial dureza.
Entregose Solsona al señor don Juan a merced, día de la Concepción, y aunque procuró evitar el saco, habiéndose recogido los ciudadanos en la iglesia, no dejaron en las casas cosas de valor la soldadesca desmandada. Prendió luego algunos de los principales por traidores al Rey; echó el presidio, y tras él un bando quitándole a aquel lugar el título de ciudad, y todas las preminencias y honores que tenía.
La guerra con Francia, se prolongó hasta la firma del Tratado de los Pirineos, en 1659, pero apenas tomada Solsona, don Juan fue enviado a los Países Bajos.
El 4 de marzo de 1656, partió del puerto de Barcelona y el día 13 llegó a Cerdeña, prosiguiendo viaje por Génova a Milán, donde se le reunió el marqués de Caracena, gobernador de aquel Estado, quien debía acompañarle a Flandes.
El 11 de mayo, cerca de Lovaina, se entrevistó, con el Archiduque Leopoldo, tras lo cual se dirigió don Juan a Lovaina, donde fue recibido por el Príncipe de Condé, que se había pasado al servicio de Felipe IV, en 1652, siendo nombrado Generalísimo del Ejército de Flandes.
En tal condición, Condé consiguió la libertad al duque de Guisa, el que había sido apresado en Nápoles, y que se le cediese todo lo que conquistase por su cuenta en Francia, en las proximidades de la frontera de Flandes. Aunque mantuvo su fidelidad al Rey de España durante las campañas en Flandes, pasados los años, cuando Luis XIV declaró la guerra a Carlos II, Condé volvió a declararse enemigo de España. Pero para entonces, todavía amigo de Felipe IV, Condé agasajó a don Juan con un espléndido banquete.
Al día siguiente don Juan llegó a Bruselas, y fue muy bien recibido por el pueblo. Parece ser que muy pronto se produjo una entrevista entre él y el futuro Carlos II de Inglaterra, que desde mediados del mes de marzo se encontraba en Brujas como huésped protegido de Felipe IV, en espera de la caída del republicano Cromwell.
Don Juan llegó a Flandes provisto de varias instrucciones: Cuidado de la religión católica; observancia de la justicia y orden en el ámbito militar, castigando los malos usos y abusos de los soldados. Debía asimismo, crear una Junta de Hacienda; reformar el ejército reduciéndolo a términos que pueda caber en la estrecheza del País... Y así os mando y encargo que procureis con sumo cuidado excusar la multiplicidad de oficios y oficiales y ejecutar las últimas órdenes que se enviaren sobre la reformación del ejército.
Tras ello, se le informaba de las relaciones existente entre el gobierno español en Flandes y los territorios de su entorno: Guerra con Francia y con la Inglaterra de Cromwell, dada la protección que Felipe IV brindaba a Carlos II de Inglaterra: Y estareis advertido de que en nombre del Rey desposeído me han hecho algunas proposiciones para entrar en tratado y siendo punta tan importante, procurar en todo caso introducir en el Reino de Inglaterra alguna división, estareis atentísimo a lograr las ocasiones que os presentaren para conseguir este intento, anteponiéndole a cualquier otra grande conveniencia por consistir en esto la seguridad de la Indias el frecuente comercio de estos y aquellos Reinos, que es de la utilidad e interés que sabeis y lo mucho que importa el franquearle para las asistencias de todas partes.
Había paz con Holanda y tratos de amistad con Dinamarca, y con respecto a la Liga Hanseática se mantenían los acuerdos de Münster. Con Suecia debía don Juan ser muy prudente, ya que aquel reino estaba adquiriendo mucho poder con enorme rapidez.
Pronto se dio cuenta don Juan de que el verdadero problema en los Países Bajos era la falta de fondos, por lo que reclamó poderes para obtenerlos cuando fallaran las remesas de Castilla, que le fueron concedidos.
Así pues, tras reunir en una Junta de Guerra a los principales jefes de su ejército, es decir, el Príncipe de Condé, el marqués de Caracena, el Príncipe de Ligne, el conde de Marsín y don Fernando de Solís, les propuso acudir en auxilio de la plaza de Valenciennes, que disponía de poca gente y escasa pólvora para rechazar el asedio comandado por los mariscales Turenne y De la Ferté.
El 15 de julio de 1656, por la noche, se emprendió la acción; al amanecer, el ejército de la Ferté estaba desmantelado y él era prisionero, mientras que Turenne pudo retirarse a tiempo.
A comienzos del mes de agosto don Juan se lanzó a sitiar la plaza de Condé, la cual aunque muy poblada, tenía grandes dificultades para bastecerse. Tras un breve asedio, se rindió el 18 de agosto.
En marzo de 1657, ante la noticia de que Francia iba a introducir refuerzos en la ciudad se inició la toma de Saint-Ghislain; donde se logró hacer una entrada con éxito, pero acto seguido, la campaña tuvo que ser interrumpida por la habitual carencia de fondos, circunstancia que aprovechó Turenne para entrar en Flandes y La Ferté, ya libre, en Luxemburgo, tras lo cual se presentaron ante Dunkerke, circunstancia que constituía un gravísimo peligro.
En este estado queda Dunkerque, el cual, por ser la llave de esta Marina por el pie firme que da a los enemigos para otras conquistas, por cortarnos las esperanzas de recuperar Mardique, y por lo que dificultará las materias de la paz y arriesgarse las de la religión (además de las influencias exteriores), le juzgo por el golpe más mortal, que pueden recibir estas Provincias, si Dios por su infinita misericordia no abre algún camino para el reparo. [A.G.S., Estado, leg. 2.093. Carta de don Juan de 1 de junio de 1657].
En 1657 la Ferté tomaba la plaza de Montmedy, próxima a la frontera de Luxemburgo, a la que siguió la rendición de Saint Venant. Los franceses continuaban avanzando sin grandes dificultades.
Don Juan se vio obligado a abandonar la recuperación de Mardick a causa del mal tiempo, la escasez de tropas y la poderosa guarnición de la plaza.
Al finalizar la campaña de 1657 don Juan presidió una Junta en la que planteó la falta de hombres, de medios, de dinero, de alojamientos y la inferioridad general de la fuerzas hispanas frente a las francesas. Todo, en definitiva, tomaba un cariz muy negativo para la Monarquía Hispánica.
Dunkerque supuso el principio del fin. La plaza tenía gran importancia por ser el puerto que dominaba el Mar del Norte. Los franceses, capitaneados por Turenne, pusieron cerco a la ciudad, mientras los ingleses la bloqueaban por mar, y además, estaba desguarnecida. 14.000 hombres de don Juan debían enfrentarse a 20.000 enemigos.
La batalla de las Dunas. 1658.
Entre tanto, la infantería de don Juan ocupó las Dunas, pero fue una victoria pírrica a causa del gran número de bajas que diezmó considerablemente sus mal abastecidas tropas.
Dunkerke seguía en grave peligro, lo que hizo a don Juan pensar en un tratado de paz, al que la Corte de Madrid se negó rotundamente. A finales de junio de 1658, don Juan ya no podía socorrerla, ni por tierra ni por mar, por lo que propuso acudir a otras vías mediante las cuales forzar la dispersión del ejército francés, como, por ejemplo, atacar Nieuwport. Pero el 26 de junio recibió la fatídica noticia de la rendición de Dunkerque y el 30 de agosto, también Gravelinas caía en poder de las fuerzas franco-inglesas.
La situación no podía ser más crítica: si caía Yprés, quedaban en una posición muy delicada Nieuwpoort y Ostende, cruciales para la comunicación por mar, pero si se acudía en su auxilio, quedarían desguarnecidas las ciudades más importantes del país, especialmente Bruselas.
Efectivamente, el 25 de septiembre, el príncipe de Barbazón, gobernador de Yprés, se veía obligado a capitular. Todas las principales plazas flamencas habían ido cayendo en manos de Francia .
Ante la necesidad de buscar una salida, don Juan pensó entonces en firmar un tratado con el rey de Hungría o en buscar la paz con Francia.
Desde Madrid, se le ordenó que atacara Inglaterra y, si ello no era posible, que firmase la paz con Cromwell. Don Juan prefirió la segunda alternativa, pero entre tanto se produjo la muerte de Cromwell en el otoño de 1658. Felipe IV ordenó a su hijo que regresara a la Península, para hacerse cargo del Ejército de Portugal mediante un despacho firmado en San Lorenzo de El Escorial, 31 de octubre de 1658.
A principios de 1659, la campaña de Portugal obligó a acelerar los acuerdos de paz entre Flandes y las coronas francesa e hispánica. Quedando el Marqués de Caracena como Gobernador Interino de los Países Bajos, el 1º de marzo de 1659 don Juan abandonaba Bruselas para dirigirse a España, pasando por París, donde se entrevistó con la reina regente de Francia, hermana, recordemos, de Felipe IV.
El 7 de noviembre de 1659, se ajustaba la Paz de los Pirineos entre las Coronas de España y Francia, de acuerdo con lo tratado entre don Luis de Haro y el cardenal Mazarino.
Tratado de los Pirineos. Jacques Laumosnier. Museo Tessé, en Le Mans.
La Infanta María Teresa se casaría con Luis XIV como parte del acuerdo, pero el impago de la dote por parte de España, constituiría más tarde la excusa para incumplir el Tratado y forzar la Guerra de Sucesión española.
El 20 de febrero de 1661, Felipe IV emitió oficialmente el título de Capitán General de la Conquista del Reino de Portugal para Don Juan de Austria y le ordenó la formación de un ejército en las fronteras de Extremadura, otorgándole amplios poderes.
He resuelto darle y concederle toda plenitud y Plenipotencia mía sin reservación de cosa alguna para que en mi Real nombre pueda titular, jurar leyes, usajes, constiticiones y costumbres de aquel Reino, perdonar, hacer mercedes, conceder privilegios. [A.G.S., Estado, leg. 6.152. Plenipotencia otorgada a don Juan en 5 de marzo de 1661.]
El 21 de marzo de 1661 don Juan llegó a Zafra, pero no se mostró optimista cuando tuvo la oportunidad de estudiar la situación.
En agosto decidió repartir su ejército entre Badajoz, Olivenza, Arronches, Alburquerque y Alcántara, pero el excesivo calor evitó que los portugueses diesen batalla, confiando en la retirada de don Juan para hacer ellos lo mismo.
Luis XIV, a pesar de lo acordado en la Paz de los Pirineos, enviaba auxilios a Portugal, y Carlos II de Inglaterra, que –recordemos, había vivido bajo el amparo de Felipe IV-, una vez recuperado el trono, se declaró enemigo de su antiguo protector, tras acordar su matrimonio con Catalina de Braganza, hermana del rey de Portugal, Alfonso VI.
El 11 de julio de 1662 don Juan dio por finalizada la primera campaña, tras la cual, su ejército se retiró a Badajoz.
Antes de iniciarse la campaña de 1663, Felipe IV contrató navíos de guerra para iniciar la campaña con el cerco a Lisboa, tanto por tierra como por mar, con el objetivo de acabar pronto con aquella guerra. Sin embargo, el proyecto tuvo que ser abandonado por falta de recursos. El Ejército al mando de don Juan salió de Badajoz el 6 de mayo.
Don Juan decidió entonces marchar hacia Estremoz pero finalmente, los portugueses derrotaron al ejército castellano que abandonó el territorio ya bajo soberanía portuguesa. Las fuerzas de de don Juan José fueron destruidas en la Batalla del Ameixial sufriendo más de 10.000 bajas frente a 1.000 entre los vencedores portugueses. Esta fue la última gran batalla de la Guerra de Restauración portuguesa y su fracaso terminó con la carrera militar de Juan José de Austria.
Aun así, podría haber conservado la confianza de su padre, si la reina Mariana, no hubiera mostrado tanta desconfianza y desagrado hacia él. Don Juan fue retirado del mando y desterrado a su encomienda en Consuegra.
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Después de la muerte de Felipe IV, en 1665, don Juan se convirtió en líder de la oposición al gobierno de la reina regente y su favorito, el jesuita alemán Juan Everardo Nithard. Fue entonces cuando se produjo la detención y muerte de don José Malladas.
Don Juan, entonces, se puso a la cabeza de un levantamiento de Aragón y Cataluña, lo que llevó a la expulsión de Nithard el 25 de febrero 1669, a pesar de lo cual, tuvo que contentarse, de momento, con el virreinato de Aragón.
En 1677, la Reina madre despertó la antipatía general a causa del descarado favor que otorgaba a Fernando de Valenzuela. Debido a ello don Juan pudo alejarla de la corte, y establecerse él como primer ministro. Al principio hizo concebir grandes esperanzas sobre su administración, pero esta resultó decepcionante y, finalmente, muy breve; don Juan murió, tal vez por envenenamiento, según se dijo, el 17 de septiembre 1679.
Isidoro de Burgos Mantilla, Don Juan José de Austria.
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
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A Nithard le sucedió, pues, el nuevo valido, Fernando de Valenzuela y don Juan tuvo que hacer frente a este y a la reina. Fue destinado en 1670 a Flandes y cinco años después a Nápoles, regresando por poco tiempo a Madrid en 1675 llamado por Carlos II, que acababa de ser reconocido mayor de edad y trataba de liberarse de la tutela de su madre y del nuevo valido. Pero Juan José fue nuevamente alejado de la corte por la reina madre doña Mariana.
En sus tres años de gobierno desterró a Valenzuela a Filipinas e hizo que la reina tuviera que alejarse de la corte, instalándose en Toledo.
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Valenzuela. Juan Carreño de Miranda. 1676 h. Museo: Museo Lázaro Galdiano
Nacido en 1636, a los 25 años se casó con una dama de la reina Mariana y fue nombrado Caballerizo, haciéndose confidente de la reina, a la que continuamente informaba de todo y de todos.
En 1676 se produjo su caída y encarcelamiento en medio del escándalo; fue despojado de sus dignidades y desterrado a Filipinas. Intentaba volver a España en 1689, cuando murió en México.
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