domingo, 2 de agosto de 2015

Cervantes: El cautiverio en Argel (y 2)

[Ver: PRIMERA PARTE]

Cuenta Cervantes que en septiembre de 1549 vivía en Argel un renegado español, que decía ser de Granada y licenciado; que cuando era cristiano se llamaba Girón, pero que al hacerse moro, pasó a llamarse Abderráhmen. Para entonces, estaba arrepentido y quería volver a España. Cervantes le animó en su decisión y se puso en contacto con un mercader valenciano, llamado Onofre Exarque, que le dio más de trescientas doblas para que el licenciado comprase una fragata. Así lo hizo el tal Girón, siguiendo siempre las instrucciones del escritor.
"El Argel de hoy.—Vista general sobre los muelles y la Casbah (Alcazaba)." 
Astrana Marín

Argel 2009

Adquirida la fragata, Cervantes avisó a muchos caballeros, letrados, sacerdotes, y cristianos que en Argel estaban cautivos, y otros de los más principales, que estuviesen a punto y se apercibiesen para cierto día, con intención de hacerlos embarcar a todos y llevar a tierra de cristianos, que sería hasta número de sesenta cristianos, y toda gente la más florida de Argel.

Sin embargo, una vez más, cuando ya estaba todo a punto, un tal Caybán, también renegado, de Florencia, informó al rey Hazán de lo que se estaba tramando, aunque no lo hizo por cuenta propia, sino por instigación del doctor Juan Blanco de Paz, un español de Montemolín, del que decían que había sido de la Orden de Santo Domingo en Salamanca.

Cervantes, como organizador de la fuga, quedó en grave riesgo, así como todos aquellos que se habían puesto de acuerdo con él para escapar. Lógico pues, que el escritor, desde entonces quedó mal y en gran enemistad con el dicho doctor Juan Blanco.
“El Argel de hoy.—Vista de la parte Norte de la ciudad.—Las azoteas de la Alcazaba (antigua ciudadela turca).”


Cuando se supo que Hazán, a pesar de estar informado de todo, disimulaba por coger a los cristianos en el fecho, cortados todos de miedo, Onofre Exarque, el que había dado el dinero para la fragata, temiendo que Cervantes le delatara bajo tortura, intentó convencerlo para se fuese a España en unos navíos que estaban para partir y que él pagaría su rescate, pero no logró convencer al escritor.

Poco después, el rey hizo pregonar que buscaba a Cervantes y que castigaría a quien lo escondiera, lo que obligó a este a entregarse para no poner en riesgo la vida de su protector. Y así, se puso en manos de un arráez muy grande amigo del rey, que se dice Morato Ráez Maltrapillo, renegado español, para que él le entregase al rey, por que le viniese menos daño.

Hazán interrogó a Cervantes, mandándole, por más atemorizarle, poner un cordón a la garganta y atar las manos atrás, como que le querían ahorcar, a pesar de lo cual, el escritor no delató a nadie. Y ansi, lo mandó meter en la cárcel de los moros, que estaba en su mismo palacio, y mandó con gran rigor le tuviesen a buen recaudo. En la cual cárcel le tuvo cinco meses con cadenas y grillos, donde pasó muchos trabajos, con intención de llevarle a Constantinopla, donde si allá le llevaran, no podría tener jamás libertad.

Pero, sorprendentemente, y, por lo que sabemos, de forma inesperada, a Cervantes le llegó la buena fortuna de mano del redentor fray Juan Gil, que consiguió, en el último momento, reunir y entregar los quinientos escudos de oro, en oro, que pedía Hasán por Cervantes, a quien, en consecuencia, dejó libre, justo el mismo día y punto que alzaba vela para volverse en Constantinopla. Era el 19 de Septiembre de 1580.

Los testigos de la información, añaden algunos detalles al caso –nuevos o complementarios-, que siempre resultan interesantes. 

Alonso Aragonés, por ejemplo, asegura que el chivato fue un dominico de Salamanca, que, como recompensa había recibido un escudo de oro y una jarra de manteca.

Diego Castellano añade que la fragata había costado mil quinientas doblas, y que los cautivos que se iban a embarcar, eran más de sesenta; él mismo se encontraba entre ellos.

Rodrigo de Chaves, otro de los viajeros frustrados, declaró que Blanco de Paz había denunciado falsamente al doctor Domingo Becerra, también esclavo en el baño del rey de Argel, como delator, pero que pronto fue notorio que Blanco mentía y, viniendo la Semana Santa, que es el tiempo que los cristianos se suelen confesar y comulgar, confesó y comulgó Juan Blanco, y no le fue a pedir perdón al doctor Domingo Becerra del testimonio que le había levantado, de lo cual dio escándalo a los demás frailes y cautivos que había en Argel.

Hernando de Vega, califica las situación de Cervantes tras el chivatazo, como un trance peligroso

Juan de Valcázar, que estaba navegando al corso con su patrón, cuando se produjo la delación, conoció el suceso en Tetuán, donde se lo contó el mismo Girón, que había sido desterrado de Argel. Cuando volvió, supo que, efectivamente, Cervantes estaba preso en la cárcel del rey de Argel.

Domingo Lopino, otro de los que iban a escapar, dijo que Cervantes, gracias a su buen juicio ante Hazán Bajá, había quedado libre y descargado, si bien había padecido mucho tiempo de prisión. 

“El Argel de hoy.—El Almirantazgo.”


El toledano Fernando de Vega, que también había decidido escapar en la fragata, dice que, estando un día en el Baño del rey vio reñir a unos frailes con Blanco de Paz y que le llamaron al susodicho, detrás, leño, - es decir, persona de poco talento y habilidad, según la R.A.E.-, diciendo que él había hecho perder la libertad a tanto número de cristianos principales.

Otro de los participantes, que asistió a las negociaciones entre Cervantes, Girón y Onofre Exarque, fue el maestro Cristóbal de Villalón, quien dice que Cervantes se entregó a Hazán sin temor.

El alférez Luis de Pedrosa, asegura que Cervantes le preguntó si el renegado Girón era hombre de confianza, a lo que él le contestó que era persona de autoridad y tenía buenas prendas, demás de tener buenos propósitos. En cuanto a Cervantes, asegura que cobró gran fama, loa y honra y corona cuando se supo de su valentía ante Hazán, y que era digno de grande premio.

El carmelita Feliciano Enríquez, de Yepes, Toledo, otro de los participantes en la aventura, estaba presente cuando Onofre Exarque propuso a Cervantes –inútilmente-, huir a España en unos navíos que estaban para partir, y añade que después estuvo preso con él.

Por último, el doctor don Antonio de Sosa –considerado por muchos críticos, como el autor de la famosa Topographía-, declaró que Cervantes le había invitado a formar parte del proyecto de huida, y que siempre le pedía consejo sobre lo que había que hacer. Que todos los caballeros cautivos en Argel debían mucho al valor del escritor y que la causa del fracaso había sido la traición de Blanco de Paz, que era muy odiado y mal quisto de todos. Y hubo cristianos que me dijeron que estaban para le dar de puñaladas, por haber hecho tal cosa, a los cuales yo rogué y persuadí se dejasen de tales pensamientos y de hacer a un sacerdote cosa tan horrenda como matarle o darle de puñaladas. Y que aquel Juan Blanco tenía por enemigos a todos los que iban a escapar, que no le hablaban y rehuían su compañía, teniendo especial enemistad con Cervantes, por temor a que este se vengara o le quitara la vida.
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Nicolás Díaz de Benjumea –el esotérico intérprete del Quijote-, fue el primero y, probablemente, el único- que hizo notar la extraña, benevolente y casi protectora actitud de Hazán Bajá hacia Cervantes: Es bien raro –escribe-, que ninguno de los biógrafos de nuestro famoso escritor se detenga a dedicar algunas observaciones sobre la conducta del rey Hazán Bajá en estas circunstancias, tan en contra de su natural inclinación y bárbaras costumbres.

Bien mirado –añade-, Hazán Bajá es el único contemporáneo que midió a Cervantes con la verdadera medida de su grandeza, el único que, aun siendo éste joven, adivinó y presintió su gran superioridad y sorprendió en sus actos y en su rostro la marca divina de los grandes hombres. Un momento de falta de esta fascinación, de este imperio misterioso de las almas grandes, habría acabado con una de nuestras mayores glorias, sin que el mundo se hubiera dado cuenta de lo que perdía, pues, realmente, la inteligencia de nuestro ingenio aún no había tenido ocasión de mostrarse. 

Si alguno de los admiradores de nuestro Escritor –termina diciendo-, piensa alguna vez en darnos noticias de los beneméritos de Cervantes, no debe olvidar de poner en primer término en la lista al renegado veneciano, que, pudiendo haber cortado en flor la vida de nuestro héroe, no sólo no lo hizo, impulsado por un misterioso respeto y admiración, sino que, en su calidad de rey y de amo, hizo el mayor elogio que se ha hecho de Cervantes como valiente hasta lo temerario, al decir que, teniendo seguro a un pobre cautivo, joven y estropeado, tenía seguros sus bajeles, sus riquezas y su reino.

En realidad, el planteamiento de Benjumea, destaca, y sobre todo, valora la actitud de Hazán Bajá, pero tampoco la explica, si no es suponiéndole cierta capacidad profética sobre el futuro literario de Cervantes.

“El Argel de hoy.—Nuestra Señora de África.”


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Cervantes, pues, entró en la cárcel del palacio del Rey, hacia mediados de Octubre de 1579. 

Cuando Dalí Mamí volvió a Argel a principios de 1580, Hazán Bajá, le compró a Cervantes por 500 escudos de oro y en marzo fue trasladado al baño del Rey, donde, a pesar de la cadena, gozaba de cierta libertad que le permitía andar por la ciudad y ver a sus amigos y aliados, y también a Blanco de Paz, del cual subraya ahora Astrana –a modo de explicación definitiva que finalmente nos saca de dudas: que el apelllido Paz, solían llevarlo judaizantes reconciliados, mientras que el de Blanco, abundaba entre la gente morisca y que esto, unido al hecho de que en la Información de Argel, Hernando de Vega dijo que Blanco de Paz era mudejar, permite deducir, concluye Astrana, que tenía sangre de moro y de judío, aunque ello no le impidió ser nombrado comisario titular del Santo Oficio en Enero de 1576.

Recuerda asimismo Astrana, que a la vuelta de un viaje a Roma –a donde sin duda había ido a acusar falsamente a algún compañero-, en agosto de 1577, Blanco fue hecho prisionero y llevado a Argel, donde conoció a nuestro héroe, pero que, siendo el dominico reverso absoluto de la virtud de Cervantes, concibió contra él una envidia y odio feroces. 

Quedaría así explicada la causa de la traición llevada a cabo por un hombre que, al fin y a cabo, era judaizante reconciliado, gente morisca, mudejar, moro, judío y comisario del Santo Oficio.
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Los trinitarios fray Juan Gil y fray Antón de la Bella habían salido de Valencia el 22 de Mayo de 1580, y llegaron a Argel a 29 del mismo mes. Inmediatamente empezaron a buscar a los cautivos que traían encargo de redimir, hallando que muchos de ellos estaban de gira corsaria con sus patrones –7.000 cristianos estaban empleados en ese menester desde hacía ocho meses-. Algunos, incluso habían muerto, otros renegaron y también había desaparecidos, de forma que empezaron a rescatar a los que encontraban, ya sin orden de precedencia, que entre los meses de junio y julio, fueron más de cien y, en total, para el 3 de Agosto volvía a España fray Antón de la Bella con 108 redimidos. 

“El Argel de hoy.—La Catedral -antigua gran Mezquita-.”


Fray Juan Gil, permaneció en Argel, intentando los rescates más problemáticos, o aquellos por los que se pedían cantidades impagables Fue él, finalmente, quien liberó a Cervantes. 

Decía el Rey, al parecer, que sus cristianos eran hombres graves y que no tenía cristiano que no fuese caballero; que a ninguno dellos daría en menos de quinientos escudos de España en oro, e que a don Jerónimo de Palafox no le daría por menos de mil escudos, por ser hombre de grande rescate y ser caballero. Fray Juan no disponía de tantos fondos, y no le quedó más salida que intentar negociar una rebaja.

Entre tanto, y en previsión de cualquier cosa que Blanco de Paz pudiera decir de él, Cervantes, redactó las preguntas de la Información de Argel, de las cuales es ejemplo, la que sigue:

Digan si saben que el doctor Juan Blanco de Paz era su enemigo, la cual enemistad se causó por haber manifestado al rey Hazán lo de la fragata, y porque Miguel de Cervantes se quejaba, con razón, que le había quitado la libertad a él y a toda la flor de los cristianos cativos de Argel, como era pública voz y fama y cosa muy sabida..., y que viéndose aborrecido de todos, corrido y afrentado, y ciego de la pasión, amenazaba a Cervantes, diciendo que había de tomar información contra él para hacerle perder el crédito y toda la pretensión que tenía de que Su Majestad le había de hacer merced.

En conformidad desto y para efectuar este su dañoso deseo, en el mes de Junio pasado... se nombró y publicó que era comisario del Santo Oficio, y por otra parte decía que Su Majestad le había enviado una cédula y comisión para que usase del tal poder de comisión de la Santa Inquisición, y siendo requerido de algunas personas principales, cautivos en este Argel, e principalmente del señor padre fray Juan Gil, a quien requirió le diesen obediencia como a comisario general, y a los padres redentores que aquí estaban, que mostrase los dichos poderes si los tenía, él dijo que no los tenía ni los mostró.

Para efetuar su mala intención, pensando que con esto quitaría el crédito a Miguel de Cervantes, Juan Blanco de Paz se puso a tomar algunas informaciones, como comisario del Santo Oficio, según decía que era... y particularmente contra algunos contra quien él tenía odio y enemistad especial y contra Miguel de Cervantes, inquiriendo de sus vidas y costumbres. 

Y para que Miguel de Cervantes no publicase en España la traición que Juan Blanco de Paz había hecho, procuró tomar, como se ha dicho, contra él información, por ponerle miedo; y para esto andaba sobornando a algunos cristianos, prometiéndoles dinero y otros favores, por que depusiesen contra él... y contra otros, cuyos dichos tomó y escribió. 

En fin, que Juan Blanco, en todo el tiempo que ha sido cautivo en Argel, que será tres años y más, ha sido hombre revoltoso, enemistado con todos, que nunca dijo misa en todo este tiempo, ni le han visto rezar horas canónicas, ni confesar, ni visitar o consolar enfermos cristianos, como lo acostumbran a hacer otros sacerdotes cristianos; antes siendo reprendido del mal ejemplo que daba, de dos religiosos, en el baño del Rey, donde el susodicho habitaba, a uno de ellos dió un bofetón, y a el otro de coces, por donde dió grande escándalo y le tuvieron en mala reputación. 

Coincidiendo con todos los testimonios, Alonso Aragonés le tiene por hombre murmurador, maldiciente, soberbio y de malas inclinaciones

Diego Castellano también dijo que, hallándose Blanco con el redentor y otras personas, trató de que fray Juan le obedeciese, diciendo que era comisario y que Su Majestad le había remitido una cédula para que usase de ella; pero el padre le contestó que la mostrara, y no la exhibió. Le considera hombre revoltoso, de mal ejemplo y de mala opinión, que andaba siempre a puñadas con otros.

El capitán Lopino dijo que Blanco le enseñó ciertas informaciones que tenía tomadas contra algunas personas, y en especial le vio una contra Cervantes; y diciéndole que para qué la hacía, le respondió que porque le quería mal y era su enemigo, pues andaba diciendo tanto mal de él. 

Pero Lopino supo que la enemistad era por haber descubierto Blanco a Hazán lo de la fragata y huída de caballeros y gentes principales y volvió a hablar con él.

-Si sólo Cervantes es vuestro enemigo –le dijo-, no debíais hacer informaciones contra otras personas. 

-Lo hago- argumentó el dominico-, de maña, contra muchos para dar color, para que si ellos en España tratasen mal de mi, diciendo que he hecho en destruir tantas gentes, para que no valga su testimonio, por ser mis enemigos capitales. 

Volvió otro día Lopino y el dominico le ofreció que, si había menester favor y su persona y dinero, que hablase, que no tuviese empacho, que él estaba muy aparejado para serville, porque,

-Señor capitán, tengo necesidad de su favor de vuestra merced para acabar de fulminar dos procesos.

Refiriéndose el capitán Lopino a la información sobre Cervantes, que Blanco llevaba en la mano, le dijo:

-Me pesa mucho en ver que os metéis en negocios de calumniar tal persona, siendo como es un caballero generoso, virtuoso y de mucho valor, y que su oficio en Argel es favorescer y ayudar a todos los cristianos que a él se le encomiendan. 

-Señor capitán –le contestó Juan Blanco-: yo ya le tengo descubierto a vuestra merced mi pecho, como a persona principal y amigo; y yo le prometo que a quien a mí me picare e me hiciere mal, como dicen me han de hacer, que le tengo de dañar y perjudicar en cuanto pudiere, aunque sea contra mi padre; y aquí en Argel, a cambio de poco, hallaré testigos por cada paso. 

Desde entonces, Lopino le tuvo por un hombre de mala conciencia, fuera del camino de Dios. 

Nunca le he visto decir misa ni rezar las horas canónicas ni visitar enfermos cristianos, excepto a mi, que por estar metido en hierros, aprisionado, sin salir de casa de mi patrón, cada día, me vino a visitar...: todo a fin de tenerme grato para sus pretensos y malos propósitos. Y así –termina el testimonio-; procuré saberme evadir de él por buenos términos. 

Confirmó también Rodrigo de Chaves que los padres redentores tuvieron dares y tomares con Blanco de Paz sobre si tenía comisión de los inquisidores de España o de Su Majestad. 

Algunos datos curiosos agrega Luis de Pedrosa: que Cervantes había trabajado mucho en la organización de la fragata, buscando gran número de personas principales que entrasen en el negocio, además de otras gentes comunes, hombres de hecho, que tenía prevenidos para el remo, todos los cuales, al conocerse la traición, gemían y se desesperaban con grandes suspiros contra el dicho Juan Blanco de Paz; de forma que unos decían: ¡Oh, malhaya el cautiverio, que aunque se quieran vengar los hombres y dar el pago a quien lo merece, no pueden! Y otros: ¡Oh, si Juan Blanco de Paz no fuera sacerdote, para poner las manos en él y darle su satisfecho!. 

También importunó Blanco a fray Feliciano Enríquez, instándole a que si sabía de algunas personas que tuviesen algunos vicios, que lo jurase; pero el carmelita le contestó que, si las había o no, a él no se lo quería decir; que si Dios le llevase a España, allí hallaría a los padres inquisidores para manifestarlo. 

El mismo procedimiento intentó con el doctor don Antonio de Sosa

-También a mí me requirió –declaró este-, día del apóstol Santiago, estando yo en mi aposento, donde entró con licencia de mi patrón, que le diese también obediencia; y demandándole yo me mostrase con qué poderes era él comisario del Santo Oficio, me dijo que no los tenía aquí, y yo le repliqué que, pues no me los mostraba, ni me constaba por otra vía legítima..., se fuese en buen hora.

Como sabemos, efectivamente, Blanco de Paz era comisario -no general, como él pretendía-, del Santo Oficio; sino de la Inquisición de la provincia de León. Astrana considera además, fuera de toda duda, que mentía al afirmar que Felipe II le había remitido una cédula para que tomara informaciones.

Este miserable –remata Astrana Marín–, fué víctima, diez u once años después, de un suceso. Dijérase que la Providencia quiso castigar sus perversidades. 

Así lo narra Diego Galán en la relación de su Cautiverio y trabajos: Los cautivos españoles ordenaron de hacer otra comedia de La toma de Granada, a cuyo efecto se hicieron morriones y petos de papel, espadas de palo, y los demás pertrechos de guerra. 

Y la persona que había de hacer el papel del Rey don Fernando, no contento con armas de papel..., intentó que un capitán inglés que estaba en el puerto de Argel, le prestara un peto, espaldar, morrión y espada; para lo cual se valió del favor del Dr. Johan Blanco, que también estaba cautivo y tenía estrecha amistad con el capitán inglés, a quien hizo llegar un aviso diciéndole que, porque los cautivos querían hacer una representación, le hiciese merced de prestalle las armas referidas. 

Con este billete bajaron al muelle dos cautivos, y en el esquife pasaron al navío inglés y dieron el billete, sin advertir que estaban merendando con el capitán dos turcos..., y habiendo leído el billete, les dijo: 

–Digan vuestras mercedes al Sr. Dr. Johan Blanco que le beso las manos, y que en tierra ajena no puedo prestar mis armas. 

Por la cual respuesta maliciaron los turcos... que los cautivos se querían alzar con la ciudad, pues iban a pedir armas al inglés. Y sin detenerse un punto, salieron del navío, entrando por la ciudad dando voces: “!Al arma, al arma, que los cautivos se quieren levantar con Argel!” A diestro y siniestro mataron a algunos cristianos que toparon por las calles... Y mataran más, si los dueños no los escondieran, como hacienda suya, hasta saber la ocasión de tal rigor. 

Luego cogieron a los que habían llevado el billete; y dándoles tormento, confesaron que, para hacer una comedia, con orden del Dr. Johan Blanco, habían ido al navío y pedido al inglés las armas referidas. Vista la confesión por el Bajá -parece ser Heder Bajá-, mandó traer a su presencia al Dr. Johan Blanco, y así como le vió, dijo: 

Perro, si no dices la verdad, te tengo que hacer pedazos a tormentos. Y aunque confesó lo propio que los demás, le dieron crueles tormentos. Visto lo cual por el pobre doctor y que padecía sin culpa, dijo al Bajá: 

Para que su Alteza se desengañe, haga traer los petos, morriones, espadas, y vea que todo es de palo y papel, que estaban apercibidos para la comedia, y echará de ver como no hay malicia.

Y al punto mandó el Bajá que fuesen por ello; y traído a su presencia, parece que mostró algún género de desengaño. Mas era tanta la turba de la gente bárbara que daba voces diciendo “¡Mueran todos!”, que el Bajá, no pudiendo resistir la bárbara fuerza del vulgacho, les entregó a seis de los comediantes para que hiciesen en ellos su gusto, reservando al Dr. Johan Blanco, porque estaba concertado su rescate en tres mil ducados, cantidad que le valió la vida. 

Aunque llama la atención lo de los 3000 ducados, aclara inmediatamente Astrana, que la cifra es errónea, y que costó solamente mil escudos de oro –aunque su persona valía menos que el ducado de la traición junto con la jarra de manteca–.Finalmente, acompaña copia de la partida de redención de Blanco de Paz, de la que proceden muchos de los datos que de él se conocen.

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Al mismo tiempo que fray Juan Gil intentaba la redención de Cervantes, se cumplían tres años de tiranía de Hazán Bajá, de la que no se libraron ni los privilegiados genízaros. Aumentó los tributos, se apropiaba de los víveres y de la mayor parte de la moneda de plata, haciendo fundir el resto, mezclado con otro metal más pobre. 

Para colmo de males, se produjo una hambruna en todo el país durante los años 1579 y 80. Incluso se registró que desde el 17 de enero hasta el 17 de febrero de 1580, murieron de hambre por las calles 5.656 pobres. Hazán Bajá concedió una mortaja de estopa para cada difunto que enterrasen.

Los genízaros, pues, hicieron información de los abusos de Hazán y la enviaron al Sultán, pidiendo al Gran Turco justicia contra el tirano y un nuevo rey para Argel. 

A últimos de Enero de 1580 llegó la nave con la denuncia a Constantinopla, pero, para entonces, Hazán Bajá, a base de sobornos a hombres influyentes de Argel, había preparado una información falsa para contrarrestar la de los genízaros. Con la nueva información, más 30.000 escudos de regalo, Uluch Alí habló con la Sultana, madre de Amurad o Amurates, pidiendo su intercesión a favor de Hazan. Sea como fuere, se ordenó a Jaffer Bajá que se olvidara del castigo de Hazán, cuya impunidad quedó totalmente garantizada, recibiendo asimismo permiso para ir a establecerse en Constantinopla.

El nuevo rey llegaba a Argel el 29 de Agosto de 1580 y Hazán empezó a organizar su ida a Constantinopla. Era por entonces Hazán, según Haedo, hombre de 35 años, alto de cuerpo, flaco de carnes, los ojos grandes, encendidos y encarnizados, la nariz larga y afilada, la boca delgada, no demasiadamente barbado, de pelo como castaño y de color cetrino que declina para amarillo, señales todas de su mala condición.

A la hambruna y la tiranía se unió una tercera amenaza sobre un posible ataque a Argel por parte del rey de España, Felipe II, quien, habiéndose propuesto suceder en el trono de Portugal, había empezado a hacer preparativos de guerra, durante el verano de 1579, juntando armada y gente en toda Andalucía, especialmente en Cádiz y otros puertos. 

El continuo paso de navíos de Italia a España, y tantas galeras con infantería y municiones que los corsarios veían continuamente, hicieron cundir el pánico en Argel, convencidos de que la ciudad iba a ser atacada, hasta el punto de que Hazán pidió ayuda a los turcos y a su amo Uluch Alí, y se puso a fortificar el castillo o torre del hijo de Barbarroja, a una milla de Argel, efectuando obras que duraron casi dos años. 

Finalmente, su temor y el de todo Argel cesó cuando se supo que la temible armada se dirigía a Portugal

Pero aquellos rumores de guerra habían entorpecido aún más el cometido de fray Juan Gil, porque los arraeces de las galeotas en corso, en las que remaban siete mil cristianos, se dispersaron por los mares y en todo el año no aparecieron por Argel. De manera que, desde la salida de fray Antón de la Bella, fray Juan sólo pudo llevar a cabo un pequeño número de redenciones.

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El ya ex rey no quiso rebajar ni un maravedí al precio de sus prisioneros. La posibilidad de rescate de Cervantes se habían desechado ya, puesto que fray Juan Gil no disponía de los 500 escudos, ni tampoco obtenerlos de su familia, ya que la madre del escritor seguía intentando vender su privilegio de 2000 ducados en mercaderías, lo que no pudo hacer hasta 1584, después de pedir doce prórrogas.

Y así amaneció el día 19 de Septiembre. Hazán se iba finalmente a Constantinopla con una flota de once bajeles, en uno de los cuales, atado ya al banco, estaba Miguel de Cervantes, cuando fray Juan se decidió a emplear en él parte de los fondos que reservaba para cautivos que aún no habían aparecido. Corrió pues, a hablar con Hazán, cuando este le dijo que los 500 escudos debían ser en oro de España; e si no los diera en oro, no se le dieran. E dellos el dicho padre buscó entre moros a trueco de doblas con sus yntereses. Después volvió al puerto a toda prisa.

Cervantes estaba rescatado.

No hay en la tierra, conforme a mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida. Cervantes


Partida de rescate de CERVANTES (I). (Archivo Histórico Nacional. Libro de la Redempçion de captivos de Argel... Fol. 157 v.)

Partida de rescate de CERVANTES (II). (Archivo Histórico Nacional. Libro de la Redempçion de captivos de Argel... Fol. 158 r.)

Final de la partida de rescate de Cervantes (III). (Archivo Histórico Nacional. Libro de la Redempçion de captivos de Argel... Fol. 158 v.)

En la çiudad de Argel, a diez e nueve dias de el mes de Septiembre [de 1580], en presencia de mi el dicho notario, el muy reverendo padre fray Juan Gil, redentor susodicho, rescató a Miguel de Zeruantes, natural de Alcalá de Henares, de edad de treinta e un años [iba a cumplir treinta y tres], hijo de Rodrigo de çeruantes e de doña Leonor de Cortinas, vesino de la villa de Madrid, mediano de cuerpo, bien barbado, estropeado de el braço y mano izquierda, captivo en la galera del Sol, yendo de Nápoles a España, donde estuvo mucho tiempo en serviçio de Su Magestad. 

Perdióse a veinte e seis de Septiembre del año de mill y quinientos e setenta y çinco. Estaba en poder de Açán bajá, rey. Costó su rescate quinientos escudos de oro en oro. No le quería dar su patrón, si no le daban escudos de oro en oro de España, porque si no, le llevaba a Costantinolla (sic). Y así, atento esta neçesidad e que este xpiano [christiano] no se perdiese en tierra de moros, se buscaron entre mercaderes duçientos e veinte escudos. 

Tuvo de adjutorios tresçientos ducados. Fué ayudado con la limosna de Francisco de Caramanchel, de que es patrón el muy illustre señor don Íñigo de Cárdenas Çapata, del Consejo de Su Magestad, con çinquenta doblas. E de la limosna general de la Orden fué ayudado con otras çinquenta. Las demás restantes, hiço obligaçión de pagallas a la dicha Orden, por ser maravedís para otros captivos, que dieron deudos en España para sus rescates, e por no estar a el presente en este Argel no se han rescatado, y estar obligada la dicha Orden a volver a las partes su dinero, no rescatando los tales captivos

E más se dieron nueve doblas a los ofiçiales de la galera del dicho rey Açán bajá que pidieron de sus derechos. 

En fee de lo qual lo firmaron de sus nonbres, testigos: Alonso Berdugo e Francisco de Aguilar, Miguel de Molina, Rodrigo de Frías, xpianos. Frai Juan Gil. 

Pasó ante mí, Pedro de Rivera, notario apostólico.

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Sabiendo ya que nunca recuperaría sus avales, supo entonces Cervantes que habían muerto aquellos que se los habían firmado, es decir, don Juan de Austria y el duque de Sessa; los dos grandes hombres, que tanto se amaron en vida, murieron, como es sabido, con dos meses de diferencia: don Juan el 10 de Octubre de 1578; y el duque, el 3 de Diciembre.
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