martes, 15 de septiembre de 2015

Garcilaso de la Vega. Contigo mano a mano.




Contigo mano a mano. Égloga I, v. 401


Garcilaso de la Vega. Retrato supuesto y de autor desconocido.
Galería de Pintura de Kassel


Garcilaso de la Vega y Guzmán nació en Toledo el 30 de septiembre, probablemente en 1501 –aunque no hay unanimidad en esta datación, tampoco es cuestión de excesiva trascendencia-, y murió en Niza el 13 ó el 14 de octubre de 1536.

Fue el tercer hijo -segundo varón- de los siete que tuvieron Pedro Suárez de Figueroa, señor de los Arcos, y Sancha de Guzmán, señora de Batres, que servían en la corte de los Reyes Católicos.

Leonor, la mayor, casaría con Luis Portocarrero,
Pedro, el heredero, fue jefe de las Comunidades,
Fernando, también soldado, moriría en el cerco francés a Nápoles, en 1528,
Francisco, fue fraile dominico de San Pedro Mártir, en Toledo y canónigo de la catedral de Badajoz,
Gonzalo, sería maestro en la Universidad de Salamanca, y
Juana, religiosa en Santo Domingo el Real, de Toledo.

Él, y su hermano Pedro recibieron una educación esmerada, en la que quizá intervino el Humanista Pedro Mártir de Anglería -capellán de Isabel la Católica y embajador en Egipto-, teniendo como ayo a Juan Gaitán. Garcilaso aprendió latín, griego y, seguramente, italiano y francés, que era el idioma del entorno de Carlos V. Se sabe también que tocaba la cítara, el arpa y el laúd.

Pietro Martire d'Anghiera. Arona, Milanesado, 1457 - Granada, 1526

A pesar de que su familia había sido partidaria de la sucesión del hermano menor de Carlos I, Fernando, cuando Carlos llegó a España, en 1517, Garcilaso, se puso a su servicio, con el apoyo de los Duques de Alba; muy singularmente con el de Fernando, que sería el tercer o Gran Duque de Alba. Así, con vistas a labrar su futuro, junto con su hermano Pedro, viajó a Valladolid, para rendir pleitesía al futuro emperador, a pesar de la posición familiar conocida ya a raíz del enfrentamiento producido entre Fernando el Católico y su yerno, Felipe El Hermoso.

Como poeta, no cabe duda de que la adopción y el justo empleo del endecasílabo italiano fue un hallazgo, que sigue en vigor, tal vez como la forma más armoniosa del verso castellano, pero aun así, la poesía de Garcilaso no es de las más accesibles. Por otra parte, con respecto a lo que llamaríamos su carrera militar, no parece que fuera su gran vocación, ya que el poeta se refiere a sí mismo como conducido mercenario o forzado, y dice de la guerra:

¿Qué se saca de aquesto? ¿Alguna gloria?

Dado que la pregunta es impersonal, no parece que se refiriera sólo a su propia vida –perdida, por cierto, en una inútil y absurda correría, en Francia–, sino a lo que en realidad sacaba el Emperador, belicista compulsivo y protagonista de tanta guerra, que, como es bien sabido, a estos reinos, no les alcanzó sino en el despilfarro de hombres y fondos, que tanta falta hacían en ellos. Don Carlos luchaba en favor de un Imperio que había logrado con dinero en lo que se refería a los electores, y con amenazas, ataques y saqueos, en lo que afectaba al pontífice. Él lo entendía como patrimonio personal, y a sostenerlo iban dirigidos todos sus esfuerzos que, por lo tanto, no revirtieron en modo alguno en beneficios para sus súbditos de España.

Cervantes, por ejemplo, cita al poeta en su novela El Licenciado Vidriera:

…un Garcilaso sin comento, que en las dos faldriqueras llevaba. ¿Por qué lo citaría Cervantes con esa precisión sobre la falta de comentarios? ¿Era halago o ironía? Sabemos que está hablando de aquel loco que, temporalmente creyó ser de vidrio.

¿Cómo explicar la ironía de que hace gala Cervantes al decir que, cuando el licenciado Vidriera parte para Italia, llevaba consigo un Garcilaso sin Comento? La única respuesta coherente que a tales interrogantes cabe dar es que los poemas garcialasianos presentaban no pocas dificultades; que los textos encerraban tantas complejidades que incitaban a maestro tan docto como Juan de Mena a ampliar, desarrollar y profundizar, para poner todo su saber al servicio de una acabada comprensión de los textos.”
Eugenio de Bustos. Cultismos en el léxico de Garcilaso de la Vega. Universidad de Salamanca

Es posible que a Cervantes no le agradaran por entonces aquellas novedades métricas y estéticas, como tampoco gustaron a Cristóbal de Castillejo.

***
Uno de los aspectos que más definen a Garcilaso, es el amor a sus amigos, que los tuvo muy buenos, pero ¿sobre qué base se sustentaba su amistad con el duque de Alba, puesto que la imagen de este último no tiene nada que ver con la del poeta, ni aún en sus años jóvenes?

De hecho procedían de estratos distintos dentro de una escala social impermeable: Garcilaso era de la nobleza mediana –segundón y sin herencia–, mientras que Alba pertenecía a la casta más alta, poderosa y reputada de los Grandes, a los que los reyes llamaban Primos y, de hecho era el único capaz de plantar cara, por así decirlo, al emperador, como después haría con Felipe II. Veremos un ejemplo relacionado con Garcilaso.

Durante el levantamiento de las Comunidades de Castilla, el poeta militó en las filas de don Carlos, igual que el duque de Alba. El servicio al emperador era su oficio y su modus vivendi, pero no así de su hermano mayor, don Pedro, que se distinguió entre los rebeldes, de los que estaría más cerca, por nacimiento, que de la camarilla del emperador.

Cuando don Carlos volvió, aplicó una de sus soluciones medievales, que en 1537 repetiría con más furia y ensañamiento, en Gante, su ciudad natal. Mandó cortar la cabeza a los principales Comuneros, de forma sumaria, apenas 24 horas después de la derrota de estos en Villalar. Conocida es la suerte de los dirigentes, Padilla, Bravo y Maldonado, seguida de, aproximadamente, un centenar de ejecuciones más.

Ejecución de los comuneros de Castilla. 24 de abril de 1521
Juan Bravo yace muerto. Padilla, en el centro, y Maldonado, a la derecha, escuchan las exhortaciones de sendos frailes dominicos. 
Gisbert, 1860. Palacio de las Cortes. Madrid.

Más tarde, don Carlos publicó un llamado perdón general, que no lo era, ya que de él quedaban exceptuados muchos comuneros, entre los cuales se encontraba Pedro Laso, que se vio obligado a refugiarse en Portugal.

1522, 1 de noviembre. Valladolid. Lista de los Comuneros que fueron castigados como consta en el perdón que el Emperador concedió a dichos reinos en Valladolid a 8 de octubre de 1522. Los cuales se exceptuaron por el dicho perdón ante el Secretario Francisco de los Cobos y se publicó con bombetas y atabales en Valladolid a primero de noviembre de 1522. 

Son personas en numero: 287. …Con los quales tres Capitanes Generales hasen numero los antecedentes de ducientos noventa.

Vezinos de Toledo
Don Pedro Lasso de la Vega Procurador en la Junta
Juan de Padilla ya justiciado capitan general
Doña Maria Pacheco su muger

De Salamanca
Don Pedro Maldonado vesino y Regidor ya ajusticiado señor de la casa de las conchas

De Segobia
Juan Bravo, Regidor Capitan de la Junta, justiciado.

(Papeles tocantes del emperador Carlos 5º. En Biblioteca Nacional de Madrid. M. 1751, fols. 224-227.)

Significa todo lo anterior, que La Poesía y el servicio del emperador, marcaron la biografía de Garcilaso, siendo la primera, la única que realmente eligió. Hay que concluir que fue, esencialmente, poeta, y que en todo lo demás, se vio envuelto involuntariamente.
***

Había esperado Toledo con gran interés la llegada de don Carlos, quien, sin embargo desestimó aquel destino, para dirigirse a tierras de la Corona de Aragón, provocando un profundo resentimiento, no sólo en Toledo, sino en toda Castilla, cuando se hizo, además, evidente que, contraviniendo todo lo pedido en Cortes, llegaba rodeado de ministros extranjeros, entre ellos, su famoso secretario, Chievres, que parecía dirigir todos sus actos, y a quien se achacó la decisión de don Carlos de ignorar a la nobleza toledana.

Cuando más tarde, el nuevo rey convocó Cortes en lugar tan desacostumbrado como Santiago de Compostela, Garcilaso y su hermano Pedro Laso, acudieron en representación de Toledo, pero una vez allí, junto con los procuradores de Salamanca, se negaron explícitamente, a participar en las reuniones. Don Carlos desterró a Pedro a Gibraltar, mientras que Garcilaso, fue nombrado contino, es decir, acompañante habitual y permanente del monarca. Cuando más tarde, Toledo se rebelara, Pedro se agruparía junto a los Comuneros, mientras que Garcilaso, formaría parte de los hombres del rey, encargados de impedir la llegada de vituallas a la ciudad.

En agosto de 1521, cerca de Olías, población muy próxima a la ciudad de Toledo, comuneros y realistas combaten; el poeta resulta herido en la cara. Los hombres de don Carlos avanzan imparables y Pedro Laso decide huir a Portugal. Antes de rendirse, la ciudad exige que Garcilaso y otros a los que considera traidores, se abstengan de volver, en tanto no esté presente don Carlos. María Pacheco, la esposa del jefe comunero Juan Padilla, también se ve obligada a escapar, a la vista de que los principales sublevados son arrestados y condenados.

Cuando Garcilaso puede volver finalmente a Toledo, a principios del año siguiente, encuentra su casa en ruinas. A partir de entonces, emprende el objetivo de recomponer la hacienda familiar y, sobre todo, en obtener el perdón y la vuelta de su hermano Pedro.

Entre tanto se produce el nacimiento de Lorenzo, el hijo ilegítimo de Garcilaso, habido con Guiomar Carrillo, con la que quizás no se casó por ser ella perteneciente a una familia de conocidos comuneros, pero con la que, al parecer, mantuvo relaciones, más o menos, hasta su boda, en 1525.

Y también por entonces, con el fin de cobrar sus pagas atrasadas -126.000 maravedíes-.viaja a Vitoria, desde donde las tropas reales intentan recuperar Fuenterrabía, ocupada por Francia.

El 16 de julio de 1522 Carlos I volvía a España, acompañado, entre otros, por el duque de Alba, todavía el Segundo, es decir, don Fadrique, que es protector de Garcilaso, quien espera en Santander la llegada de ambos, formando parte de un distinguido comité de recepción. 

La corte esta dividida sobre el destino de los comuneros arrestados; unos reclaman su perdón mientras que otros exigen un castigo ejemplar y definitivo. Don Carlos, reforzado ya con un poderoso ejército, apenas pisa tierra, ordena la decapitación de los principales comuneros, al tiempo que reclama del monarca portugués la extradicción de los rebeldes, entre los que se encuentra, como sabemos, Pedro Laso, que será uno de los exceptuados del Perdón General del que hemos hablado, y que a duras penas arrancaron del rey flamenco, las súplicas de buena parte de la nobleza y del clero.

Viviendo en Valladolid, Garcilaso se hace amigo del alma de Juan Boscán, a quien conoció como ayo de Fernando Álvarez de Toledo, el que sería Tercer duque de Alba, seis años menor que el poeta. Boscán sería, finalmente el responsable de la primera edición de la obra de Garcilaso, mientras que el duque de Alba, afirmará igualmente una relación de amistad con el poeta, al que protegerá siempre, pasando por encima de su relación clientelar.

Fernando Álvarez de Toledo. Antonio Moro

En el verano de 1523 se convocaron Cortes en Valladolid, donde los procuradores volvieron a reclamar que los principales servidores de don Carlos fueran españoles, o lo que es lo mismo, naturales de estos reinos. Garcilaso fue nombrado Gentilhombre de Borgoña con un sueldo muy notable, y admitido en la Orden de Santiago en el otoño del mismo año.

Una vez clausuradas las Cortes, don Carlos convocó a nobles y caballeros con sus respectivas tropas, para hacer la guerra al rey de Francia a quien le unía una estrecha y permanente aversión, en este caso, a cuenta de los territorios que ambos se disputaban en territorios de Italia. 

Garcilaso se dispuso a cruzar los Pirineos con las compañías levantadas en Pamplona, procediendo previamente a recuperar Fuenterrabía, que se rindió tras obtener ventajosas capitulaciones. El amigo y patrón del poeta, Fernando Álvarez de Toledo –apenas cumplidos los 16 años-, fue nombrado Gobernador de la plaza, en la que efectuó una entrada triunfal, en compañía de sus fieles, Garcilaso y Boscán.

Aprovechando la favorable circunstancia, Garcilaso decidió entonces viajar a Portugal para visitar a su hermano Pedro, que vivía en el entorno de la infanta doña Isabel, la que debía convertirse en esposa de don Carlos, entre cuyas damas pudo tener el poeta algunas enamoradas que, quizás no pasaron de serlo platónicamente, como serían, Isabel Freire, o Beatriz de Sá, que, posteriormente, se convertiría en la segunda esposa de su hermano Pedro.

Tras alzarse con una sonada victoria en Pavía, donde el rey de Francia fue hecho prisionero, en abril de 1525 don Carlos se presentó por fin ante las cortes en Toledo, donde fue celebrado con múltiples fiestas y agasajos, y donde permaneció, sorprendentemente, casi un año, durante el cual, tanto él como Garcilaso, decidieron casarse; don Carlos con Isabel de Portugal, motivado, en principio, por una cuantiosa dote, y Garcilaso con Elena de Zúñiga, en principio, por la misma razón. 

Fue Leonor de Austria, la hermana de don Carlos, destinada a casarse con el rey de Francia, Francisco I, como prenda y garantía de paz, quien propició el encuentro entre el poeta y su dama, en el transcurso de unos pocos días que pasó en Toledo en compañía de su real hermano, en el otoño de aquel mismo año.

Para entonces los bienes de Garcilaso habían alcanzado una cifra notable entre los ingresos habituales, y un gran aumento de sueldo que se le concedió a finales de agosto, todo lo cual mejoró mejoró considerablemente su posición, junto con una nueva aportación materna, más la dote de su esposa, todo lo cual le permitiría afrontar la adquisición de una nueva residencia, acorde con su status en la corte. 

Los dos hermanos de la Casa de Alba, Fadrique y Fernando, solicitaron también por entonces al rey una cuantiosa encomienda para él, que sin embargo, don Carlos no le concedió. A lo largo de la biografía de Garcilaso, parece trascender en más de una ocasión, la posibilidad de que el emperador no terminara de aceptarlo, razón por la que tampoco sorprende que al poeta le desagradaran los halagos que otros cortesanos rendían al monarca.

Pedro Laso y Beatriz de Sá, contrajeron matrimonio en Elbas, en febrero de 1526, y al ser su esposa dama de doña Leonor, don Carlos, por fin, le perdona, aunque le niega el derecho a presentarse en la corte. 

Poco después, el 10 de marzo de 1526, se casaban en Sevilla don Carlos y doña Isabel de Portugal, pasando después a instalarse en Granada. Garcilaso siguió a la corte, y allí, en los jardines del Generalife, se produjo la histórica conversación entre Boscán y Navagero, embajador de Venecia, que apareció en la edición de la obra de Boscan y Garcilaso, y que veremos más adelante.

Pero las fiestas y la dolce vita granadina, tocaron a su fin, cuando el Parlamento de París declaró nulo el Tratado de Madrid, por el que, además de casarse con Leonor de Austria, Francisco I, fue liberado a cambio de dejar a dos de sus hijos como rehenes. Francia firmó la Liga de Cognac con el Papa, Clemente VI, a la que se unieron Inglaterra, Venecia, el Ducado de Milán y Florencia, contra don Carlos y sus dominios imperiales y españoles. 

La situación era terriblemente tensa, ya que el temible turco avanzaba por el occidente europeo, al mismo tiempo en que empezaban a hacerse notorios los problemas entre católicos y reformados.

Con vistas a recaudar fondos para la guerra que se avecinaba, don Carlos convocó Cortes en Valladolid, que debían reunirse a finales de enero. Antes de partir decidió pasar las navidades en Toledo.

En el transcurso de los enfrentamiento entre la Liga y don Carlos, se produjo el Sacco de Roma. Tras la muerte del Condestable de Borbón, que había abandonado a Francisco I para pasarse a las filas de don Carlos, los lansquenetes imperiales, sin jefe y sin paga, se lanzaron sobre Roma, donde llevaron a cabo toda clase de crímenes robos y atropellos, obligando al Papa a abandonar la ciudad.

Entre marzo y agosto, don Carlos encargó a los teólogos de las Universidades de Valladolid, Salamanca y Alcalá, que elaboraran un informe sobre las tesis de Erasmo, que entonces fueron aprobadas sin restricciones, haciendo desaparecer toda inquietiud en el monarca que, inmediatamente envió una carta de felicitación al célebre humanista, a cuyos principios se había adherido Garcilaso, al igual que la mayor parte de la corte. Como henos dicho, el Emperador, finalmente rechazaría aquellas opiniones, pero para entonces ya había fallecido el poeta.

Fue entonces cuando Garcilaso, adquirio finalmente una casa en Toledo, muy cerca de la de su madre, donde el matrimonio había vivido hasta entonces.

Toledo, 1600

Pretextando que los imperiales habían saqueado Roma, Francisco I atacó Nápoles en abril de 1528, durante cuyo asedio murió Fernando, hermano menor de Garcilaso que servía en el ejército de aquella ciudad.

Desde octubre de 1528, hasta marzo de 1529, don Carlos permaneció en Toledo, ocupado en levantar un ejército con el que presentarse en Italia, donde planeaba ser coronado por el Papa, y convocar un concilio en el que se definiesen y condenaran finalmente las opiniones de los luteranos.

A principios de 1529, fallecía en Toledo Baltasar de Castiglione, ya destituido por el pontífice, quien, como veremos, llegó a sospechar que le había traicionado. Su maravilloso retrato realizado por Rafael, sirvió en cierto modo de lenitivo a su esposa y su hijo, que acostumbraban a dirigirse a él, como si estuviera presente, durante sus numerosos viajes.

El 28 de julio de 1529 se embarcaba la corte para Italia, donde se efectuó un espléndido desembarco en Génova. La coronación de Carlos V, como emperador, tendría lugar en Bolonia, donde el Papa le recibió a la puerta de la catedral. Carlos V cumplía treinta años. 

Cuando Garcilaso regresó a Toledo hacia junio de 1530, la emperatriz Isabel le mandó viajar a Francia con la misión oficial de felicitar a Doña Leonor y a Francisco I por su matrimonio, celebrado poco antes, pero en realidad, debía informarse de la calidad del trato que este dispensaba a la reina, pues había rumores muy negativos al respecto.

El 14 de agosto de 1531, un hijo de Pedro Laso, también llamado Garcilaso, se casó, a la edad de 14 años y prácticamente en secreto, con la noble heredera, Isabel de la Cueva, de once años, sobrina del duque de Alburquerque. 

Aunque el padre de la novia ya había fallecido, a pesar del consentimiento de la madre, la familia paterna, denunció la boda, ya que para preservar el patrimonio, planeaban casar a isabel con su tío, Alonso de la Cueva. El emperador, como de costumbre, estaba fuera de España, pero la emperatriz recibió la denuncia: la joven Isabel había sido casada sin el necesario consentimiento real, y Garcilaso, el poeta, había actuado como testigo en la ceremonia.

De hecho, Garcilaso también se encontraba en Ávila, donde estaba entonces la corte de la Emperatriz, cuando un día, después de comer, un paje le llevó recado de que se acercara a la catedral. Allí se encontró, inesperadamente, con el hecho consumado de que debía ser testigo en la boda ilegal de su sobrino. 

Transcurrido algún tiempo, se encontraba el poeta soldado, en Tolosa –Guipúzcoa–, junto al duque de Alba, camino de reunirse con la gente del emperador, cuando recibió la citación para declarar sobre su asistencia a la boda del sobrino. A pesar de que aseguró, que a la fecha de la misma, no existía ninguna prohibición expresa, fue condenado al destierro. Y aquí encontramos una de esas ocasiones citadas, en las que Alba, por muy joven que fuera, se enfrenta abiertamente a las órdenes reales, escribiendo a la emperatriz: que aunque iba á Alemania, llamado por el Emperador, á servirle, no pasaria adelante si Garcilaso no le acompañaba y que así le mandase dar libertad.

Y el caso es que fue escuchado, pudiendo así Garcilaso reunirse con las tropas de don Carlos, aunque con ciertas condiciones. Hay que destacar aquí que semejante jaque al rey, sólo podía permitírselo el de Alba; por alcurnia y por carácter.

Pero la vida, que, en ocasiones, parece volver sobre sí misma, años después, haría que el duque se encontrara en la misma situación que Garcilaso, aunque a la inversa. Felipe II ordenó a su hijo Fadrique que se casara con una mujer que él mismo le había destinado. Para evitarlo, el duque hizo que su hijo se casara en secreto con una prima suya, lo que le costó a su vez, un destierro, que Felipe II mantuvo hasta la muerte del duque en Lisboa, sin permitirle volver a su casa, ni que su esposa acudiera a Lisboa. 

Hay que decir que pronto encontró el rey otro marido para su protegida; el hijo de Hernán Cortés.

El hecho constituye una larga e interesante historia: La Novia de Don Fadrique

Hay algo muy evidente en este trance: don Fadrique, que capitanearía tropas del duque de Alba en Flandes, tenía más miedo a su padre que a Felipe II.

A punto de embarcarse en Barcelona, Garcilaso redactó su testamento, al igual que lo hizo don Carlos; se trataba de una medida habitual cuando se iba a la guerra, en previsión de lo que pudiera pasar. Boscan y Pedro Laso, firmaron como testigos.

***
Yo, Garçilaso de la Vega e de Guzmán, vezino desta muy noble çibdad de Toledo digo, que tengo deliverado e determynado de yr e pasar con la magestad del Enperador Rey don Carlos nuestro señor en Ytalia y en las otras partes donde él fuere servido de quererse de mí servir.

Ytem, digo que por cuanto yo soy casado legítimamente con doña Helena de Çuñiga mi mujer y con ella rrecibí en dote e casamiento setenta mill maravedís de juro, que le sean bueltos e rrestituidos con todo lo demás que paresçiere.

… mejoro e ago mejoría del tercio de todos mis bienes, a Garçilaso de la Vega e de Guzmán, mi hijo legítymo e de doña Helena mi muger, … e sy el dicho Garçilaso falleciere la aya don Íñigo de Çúñiga, my hijo segundo e de la dicha doña Helena, e sy por caso, lo que Dios no quiera, el dicho don Íñigo no hallegare a edad de casar, venga a don Pedro de Guzmán, mi hijo terçero; y en defeto de todos los dichos mis hijos, questa dicha mejoría e legítima venga a don Garçilaso de la Vega, hijo mayor del señor don Pero Laso, mi hermano…

Yten, quel que hubiere de suçeder en esta dicha mejoría e legítima e bienes no sea loco de atar…

Hecho en la ciudad de Barcelona a veynte y cinco días del mes de julio de mill y quinientos y veynte y nueve años. Garcilasso.

Entiérrenme en San Pedro Mártil, en la capilla de mis agüelas, y si muriere pasado la mar, déxenme donde me enterraron.

No conbiden a nadie para mis honrras ni aya sermón en ellas.

Don Lorenço, mi hijo –natural- sea sustentado en alguna buena universidad y aprenda ciencias de humanidad hasta que sepa bien en esta facultad, e después si tuviere inclinación a ser clérigo estudie Cánones, y si no dése a las Leyes, e siempre sea sustentado hasta que tenga alguna cosa de suyo.

Yo creo que soy en cargo a una moça de su honestidad. Llámase Elvira, pienso que es natural de la la Torre u del Almendral, lugares de Extremadura, a la cual conoçe don Francisco, mi hermano, ... Enbien allá una persona honesta y de buena conciencia que sepa della si yo le soy en el cargo sobredicho, y si yo le fuere en él, denle diez mil maravedís, y si fuese casada, téngase consideraçión con esta diligencia a lo que toca a su honrra y a su peligro.

…porque así sea, lo firmo de mi nombre. Garcilasso.

Sabemos pues, por medio de este testamento, en primer lugar, que Garcilaso tenía tres hijos varones legítimos, tras los cuales, la principal consideración se refiere al otro Garcilaso, el sobrino de la boda que le costó el destierro. Finalmente, un hijo ilegítimo, llamado Lorenzo, mas otro que, podría haber tenido con una mujer llamada Elvira

En segundo lugar, destacaría el hecho de que el poeta no quería funeral, ni invitados, ni sermón fúnebre, de lo que algunos biógrafos deducen su ideología erasmista, por entonces, imperante en la Corte, y de la que también participaba el emperador, aunque más tarde –como hemos apuntado–, casi se convirtió en sinónimo de reformado o luterano.

***

En febrero de 1532, Garcilaso y don Fernando cruzan la frontera y atravesando Francia, llegaban a París, donde el Duque de Alba cayó enfermo, lo que les obligó a detenerse unos días. Prosiguieron después hasta el Rin y remontaron su curso, creyendo que el Emperador estaba en los Países Bajos, pero don Carlos acababa de marchar al sur de Alemania. Así pues, tras visitar Colonia volvieron a descender por el río camino de Ratisbona. Luego siguieron por el Danubio, cuyo paisaje inspiró a Garcilaso algunos versos de sincera admiración. 

Cuando llegaron a Ratisbona, a pesar del esfuerzo del duque de Alba por evitarlo, el emperador ordenó ejecutar el destierro de Garcilaso; por tiempo indefinido en una isla del Danubio, próxima a Ratisbona, donde el poeta permaneció tres meses, durante los cuales escribió la Canción III, en la que lamentaba haber caído en desgracia, aun cuando elogiaba calurosamente la belleza del entorno.

Atendiendo a los insistentes ruegos del duque de Alba y del tío de éste, don Pedro de Toledo, don Carlos permitió que el poeta optara entre irse a Nápoles con don Pedro, que acaba de ser nombrado Virrey de aquel reino, o ingresar en un convento. Garcilaso, sin dudarlo, eligió el servicio del Virrey.En aquel momento quedó escrita su entrada y  pervivencia en el olimpo literario.

Partieron pues, el Virrey Marqués de Villafranca y Garcilaso hacia Nápoles, siendo espléndidamente recibidos por donde pasaban, de lo cual informaban puntualmente al emperador. Al pasar por Roma, fueron huéspedes del Papa durante diez días y llegaron a Nápoles después de un mes de viaje. El virrey fijó su residencia en Castelnuovo e inmediatamente Garcilaso fue nombrado Lugarteniente de la Compañía de Gente de Armas del Virrey, con un sueldo de 100.000 maravedíes al año.

A pesar de las fastuosas recepciones, la situación era más inquietante de lo que parecía, ya que una parte de la nobleza se oponía radicalmente al emperador y además, durante un tiempo llegó a convertirse en una verdadera amenaza la aparición de la peste, aunque, afortunadamente, no llegó a producirse.

Preparado ya don Carlos a abandonar Italia, el virrey de Nápoles envió a Garcilaso a Génova con un mensaje para él. Cuando el poeta llegó, el emperador ya navegaba rumbo a Barcelona, de modo que Garcilaso se vio obligado a hacer lo mismo y, ya en Barcelona, tras informar de su misión, fue a visitar a su amigo del alma.

Halló a Juan Boscán terminando la traducción de El Cortesano, de Baltasar de Castiglione. Después acompañó al Duque de Alba a visitar a su familia, y acto seguido, se fue a Toledo, donde permaneció durante tres meses.

A su vuelta a Nápoles en junio de 1533, escribió la Egloga II, la más extensa –1885 versos– y la primera de las tres que compuso. Aquel período 1533-34 que pasó en Nápoles fue uno de los mejores de su vida, alcanzó enorme prestigio entre los humanistas y seguramente se enamoró de la llamada Catalina Sanseverino, a la que en el testamento confesaba deber 300 ducados, de los que –se cree– la viuda hizo caso omiso.

A este período corresponde también la lira A la flor de Gnido, así llamada por el barrio de Nápoles conocido como Nido, si bien la helenización del nombre resultaba mucho más elegante 

En los primeros meses de 1534 volvió a Toledo, donde estaba el Emperador, y allí fue informado del fallecimiento, o bien, de Isabel Freire, o bien de Beatriz de Sá, que ocurriría unos meses antes, al dar a luz a su tercer hijo. A una u otra, dedicó el Soneto XXV.

                  […]
                  Las lágrimas que en esta sepultura
                  se vierten hoy en día y se vertieron,
                  recibe, aunque sin fruto allá te sean,
                  hasta que aquella eterna noche oscura
                  me cierre aquestos ojos que te vieron,
                  dejándome con otros que te vean.

En ocasiones, como ya hemos notado, se plantea la duda sobre si la destinataria de los versos, sería Isabel Freire, o Beatriz, su cuñada, quien también tenía una hermana llamada Isabel.

A mediados de abril de 1534 Garcilaso abandona Toledo. Nunca volvería.

En mayo de 1534, estando ya en Nápoles, empieza la Égloga I, la segunda de las que compone. Durante el verano, Barbarroja atacó las costas de Italia. El Marqués de Villafranca, don Pedro de Toledo, envió a Garcilaso a informar de ello a Carlos V, que estaba en Palencia huyendo de la peste declarada en Valladolid.

Entre tanto, el virrey escribió al emperador, solicitando la plaza de Ríjoles -Regio Calabria- para Garcilaso, que le fue concedida, pero en la que sólo permanecería ocho meses.

Después volvió a Nápoles por tierra y al pasar por Avignon, donde está enterrada la Laura, de Petrarca, Garcilaso visitó su tumba, sumido en un profundo encanto de adoración poética y, bajo aquella inspiración escribió una Epístola a Boscán. Era la primera vez que se escribía en castellano una epístola horaciana en endecasílabos libres:

                  Señor Boscán, quien tanto gusto tiene
                  de daros cuenta de los pensamientos..,

                  ...y porque lo sepáis en pocos versos,
                  es que, considerando los provechos,
                  las honras y los gustos que me vienen
                  desta vuestra amistad, que en tanto tengo,
                  ninguna cosa en mayor precio estimo
                  ni me hace gustar del dulce estado
                  tanto como el amor de parte mía.

                  el gusto y el placer que se me sigue
                  del vínculo d’amor, que nuestro genio
                  enredó sobre nuestros corazones,
                  son cosas que de mí no salen fuera,

                  Doce del mes d’otubre, de la tierra
                  do nació el claro fuego del Petrarca
                  y donde están del fuego las cenizas.

Se proclama entonces una movilización general por parte del imperio para enfrentarse a Barbarroja. Garcilaso participó en el reclutamiento de 20.000 soldados. Don Carlos contaba con el Papa, la Orden de San Juan y el rey de Portugal, pero no participaban, ni Enrique VIII de Inglaterra, ni Francisco I de Francia.

30.000 hombres en 300 galeones, mandados por Andrea Doria, salieron desde Cerdeña en dirección a Cartago. Los primeros días, Garcilaso fue herido en la boca y en el brazo derecho, a las que se referiría en un soneto que allí mismo escribió a Boscán:

                  Y así, en la parte en que la diestra mano
                  gobierna, y en aquella que declara
                  los conceptos del alma, fui herido.
                  Mas yo haré que aquesta ofensa, cara
                  le cueste al ofensor, ya que estoy sano,
                  libre, desesperado y ofendido.

Además de conservar una cicatriz en la cara, escribió Herrera que a consecuencia de la herida, a partir de entonces pronunciaba con un cierto estilo infantil, que resultaba muy agradable.

Después de tomar la Goleta, se preparó la entrada en Túnez, donde los cautivos del interior se sublevaron y abrieron las puertas a las tropas, que pronto se adueñaron de la plaza. 

De vuelta en Trápani, murió don Bernardino, el hermano menor del Duque de Alba. Garcilaso escribió una Elegía, en la que expresaba aquel desencanto de la vida militar, que habíamos destacado al principio:

                  ¿A quién ya de nosotros el exceso
                  de guerras, de peligros y destierro
                  no toca y no ha cansado el gran proceso?
                  ¿Quién no vio desparcir su sangre al hierro
                  del enemigo? ¿Quién no vio su vida
                  perder mil veces y escapar por yerro?
                  ¡De cuántos queda y quedará perdida
                  la casa, la mujer y la memoria,
                  y de otros la hacienda despendida!
                  ¿Qué se saca de aquesto? ¿Alguna gloria?
                  ¿Algunos premios o agradecimientos?
                  Sabrálo quien leyere nuestra historia...


                  "Oh crudo, oh riguroso, oh fiero Marte,
                  de túnica cubierto de diamante
                  y endurecido siempre en toda parte!,

También escribió una Epístola a Boscán en la que denunciaba la hipocresía de los aduladores del emperador.

                  ¿Qué tiene que hacer el tierno amante
                  con tu dureza y áspero ejercicio,
                  llevado siempre del furor delante?
                  Ejercitando, por mi mal, tu oficio,
                  soy reducido a términos que muerte
                  será mi postrimero beneficio".


                  …y así, en mitad de aqueste monte espeso
                  de las diversidades me sostengo,
                  no sin dificultad, mas no por eso
                  dejo las musas, antes torno y vengo
                  dellas al negociar, y variando,
                  con ellas dulcemente me entretengo.
                  Así se van las horas engañando,
                  así del duro afán y grave pena
                  estamos algún hora descansando.

Las tropas del Emperador fueron magníficamente recibidas en Nápoles. Pero muy pronto Francisco I puso sitio a Milán y Carlos V hubo de acudir a Roma con objeto de solicitar el apoyo del Papa, del cual sólo consiguió en aquella ocasión, la neutralidad. 

El 17 de abril de 1536, ante el Papa, su corte y los embajadores implicados, el Emperador refirió las arbitrariedades de Francisco I, en castellano. El obispo de Mâcon, reclamó diciendo que no había entendido nada y que se le tradujera el discurso.

–Señor obispo –le contestó don Carlos–; entiéndame si quiere; y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la qual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana. 

Ciertamente, don Carlos había sufrido para entonces una notable evolución en muchos sentidos, pero que se mostraba especialmente en una profunda castellanización; a fuerza de contrariedades, ya no quería hablar francés por ser la lengua de su enemigo capital, ni tampoco italiano, para no aparentar sometimiento a la corte pontificia.

Ese mismo año, marchó don Carlos con su ejército hacia Milán, siendo muy bien recibido, con fiestas en Florencia, donde debió comenzar Garcilaso su Égloga III, que prosiguió durante la campaña de Provenza.

                  hurté de tiempo aquesta breve suma,
                  tomando ora la espada, ora la pluma...

Pero la moral del poeta atravesaba horas bajas; se diría que soñaba con la vuelta a casa:

                  Mas la fortuna, de mi mal no harta,
                  me aflige y de un trabajo en otro lleva;
                  ya de la patria, ya del bien me aparta,
                  ya de mi paciencia en mil maneras prueba.

La Égloga III hablará de cuatro Ninfas, tras el comienzo de los famosos versos del Tajo:

                  Cerca del Tajo en soledad amena
                  de verdes sauces hay una espesura,
                  toda de yedra revestida y llena.

Apenas una semana después de llegar a Florencia el emperador manda al poeta a Génova con un mensaje para Andrea Doria, conteniendo sus planes de ataque.

Cuando vuelve junto al Emperador, Garcilaso es nombrado Maestre de Campo y Capitán de un Tercio de 3.000 soldados españoles, procedentes de Málaga, que debían navegar a Génova. El objetivo era conquistar Marsella, como plaza vigía sobre el Mediterráneo. Garcilaso formó parte de las fuerzas que asediaron la ciudad, aunque el sitio no llegó a producirse, porque antes de un mes se agotó el mantenimiento de la tropa. 

***

Habíamos hablado, al principio, de la muerte de Garcilaso en una inútil y absurda correría, en Francia. Existen al menos tres versiones del trágico suceso, que ofrecen diferentes detalles del mismo, siempre complementarios.

***
El 19 de septiembre de 1536, las tropas imperiales avistan en Le Muy, cerca de Frejus, una torre que parece abandonada. El emperador manda que fuesen a saber qué gente eran, y así fueron ciertos caballeros, demandándoles qué hacían allí. 

Ellos dijeron que era su tierra y que querían estar allí y que no era su voluntad salir de la torre. Viendo esto el emperador mandó que con el artillería se diese batería a la torre, y así se dio y se hizo pequeño portillo en la torre y subiendo Garcilaso de la Vega y el capitán Maldonado, los que en la torre estaban dejan caer una gran gruesa piedra y da en la escala y la rompe, y así cayó el maestre de campo y capitán, y fue muy mal descalabrado el maese de campo en la cabeza, de lo cual murió a los pocos días. 

Martín García Cereceda: Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del Emperador Carlos V en Italia, Francia, Austria, Berbería y Grecia desde 1521-1545.

***

Pero dos dias antes de esta partida sucedió al ejército imperial una desgracia que debia poner el sello á todas las anteriores. Hay á cuatro millas de Frejus yendo de poniente para levante un lugar pequeño de la orden de S. Juan á cuyo lado se eleva una torre llamada de Muey, desde donde cincuenta (Otras versiones hablan de trece) villanos, la mayor parte arcabuceros, que en ella se habian hecho fuertes, molestaban al ejército hiriendo malamente algunos soldados con piedras y otras armas arrojadizas. Irritado el Emperador de tan insultante audacia mandó combatir la torre, y arrimadas dos piezas de artillería luego quedó abierta brecha por una banda. 

Tardando sin embargo en entregarse, divulgóse por el campo que el Emperador estrañaba que batida de este modo no la entrasen sus tropas al primer golpe, y al instante pidió escalas todo el campo. Picóse mas que nadie Garcilaso que como maestre de campo de la infantería destinada al objeto, creyó que á él tocaba la reconvención y se dirigió á subir osadamente por una escala sin que le pudiesen detener los ruegos de sus amigos, que al verle desarmado, asidos de él procuraban estorbar su temeridad.

Desprendióse de ellos, y sin coraza ni casco, con espada y rodela en mano, arremetió hacia el muro seguido de D. Antonio Portocarrero de la Vega, primogénito de la casa de Palma que después casó con su hija, y de un capitán de infantería española que al ver su arrojada decisión no quisieron abandonarle.

Llegaba ya al último peldaño de la escala cuando despeñaron de lo alto una gran piedra, que alcanzándole en la rodela con que se cubría le hirió en la cabeza con su misma arma defensiva. Á tan violento impulso cayó de espaldas en el foso, envolviendo en su caida á los dos que le seguian. 

Alzóse en el campo un clamor general á tan lamentable espectáculo, y muchos de los caballeros acudieron á socorrerle entre ellos el marqués de Lombay que hizo con él, dice su historiador (Cienfuegos, lib. II, cap. IV.), finezas de amigo y oficios de cristiano.

El Emperador centelleando de ira mandó asaltar con mucha gente la fortaleza, que se demoliese desde cimientos para que no quedase sobre la haz del suelo este padrón de ignominia y que se ahorcase á los cincuenta franceses actores del atentado. No estaban aun comunicadas estas órdenes y ya trepaban por la torre D. Guillen, hijo de D. Hugo de Moncada, uno de los jóvenes lucidos pajes del Emperador y D. Gerónimo de Urrea, caballero del linaje de la casa de Aranda, que aficionado á las bellas letras tradujo el Orlando furioso de Ariosto, pero mas digno de fama por sus prendas militares que por sus méritos poéticos. Ambos hicieron rendir los villanos, y el Emperador que no quería oir palabras de piedad mandó á D. Luis de la Cueva que los ahorcase á todos de las almenas: rigor desacostumbrado en el ánimo benigno de tan gran Príncipe, que nos muestra bien el exceso de dolor y rabia, con que destrozó su alma tan trágico suceso. 

Garcilaso fué conducido á Niza en los Reales y asistido esmeradamente por los médicos y cirujanos del Emperador. Lisonjeáronse al principio con esperanzas de su recobro, pero al séptimo dia se conoció que las heridas eran mortales, y comisionaron al marqués de Lombay para que le diese tan triste nueva, que escuchó con una serenidad admirable. 

Vida del Célebre Poeta Garcilaso de la Vega, escrita por D. Eustaquio Fernández de Navarrete. CODOIN XVI.

***

Tenemos una tercera versión de la muerte de Garcilaso procedente de un testigo ocular: Martín García Cereceda, arcabucero del ejército imperial

El martes que el Emperador salió de Gunfarón llegó a Muy, do se alojó con su corte y avanguardia. Aquí en Muy hay un muy estrecho paso, vecino a la puerta de la villa, y este paso es una pequeña puente pegada a una fuerte torre que era alta y redonda. Tenía pegado a sí esta torre un pequeño cuarto de casa, que también era fuerte, tanto o más que la torre. Aquí en esta torre había catorce personas, que eran doce hombres y dos muchachos

Estos estaban en esta torre encubiertos, que no se habían visto hasta que uno del palacio del Emperador, queriendo subir a la torre por una escalera que puso, los que en la torre estaban, lo dejaron subir hasta el segundo solar o bóveda, mas cuando quiso subir a lo más alto, donde ellos estaban, se puso uno dellos a la boca de la bóveda diciéndole que no subiese. 

Viendo esto el que subía, le demandó que quién eran los de la torre, y éste dijo que eran franceses y que no subiese allá.
Viendo esto éste del palacio del Emperador, se abajó y lo hace saber al Emperador. Como esto fue sabido por el Emperador, manda que fuesen a saber qué gente eran, y así fueron ciertos caballeros; demandoles qué hacían allí: los caballeros les decían que se saliesen de la torre y que se fuesen a do fuese su voluntad, y ellos respondieron que no era su voluntad salir de la torre. 

Viendo esto el Emperador, quiso ver qué gente era y a qué estaba allí, y así mandó que con el artillería que con el avanguardia era arribada se diese batería a la torre y así se dio y se hizo un pequeño portillo en la torre. Como este portillo estaba hecho, don Jerónimo de Urrea, caballero español, con una mala escala arremetió a la torre y entró por el portillo dentro en la torre. Tras de don Jerónimo de Urrea quiso subir el capitán Maldonado y el maese de campo Garcilaso de la Vega, entre los cuales hubo alguna diferencia por la subida. 

A la hora llega don Guillén de Moncada, hijo de don Hugo de Moncada, diciendo: ‘Señores: suplícoos, pues vuestras mercedes tenéis tanta honra, que me dejéis ganar a mí una poca honra’. A la hora le respondió el capitán Maldonado diciendo: ‘Para tan valeroso caballero poca honra es ésta; suba vuestra merced’. Así fue la segunda persona don Guillén Moncada. Subiendo Garcilaso de la Vega y el capitán Maldonado, los que en la torre estaban dejan caer una gran gruesa piedra y da en la escalera y la rompe, y así cayó el maese de campo y capitán, y fue muy mal descalabrado el maese de campo en la cabeza, de lo cual murió a pocos días. 

Pues como dentro en la torre hubiesen entrado don Jerónimo de Urrea y don Guillén de Moncada, hablaron con los de la torre, diciéndoles tantas y tan buenas palabras, por lo cual uno de ellos seguido por una soga abajó a la bóveda donde estaban estos dos caballeros. Este que abajó había sido soldado de Fabricio Marramaldo, y éste se rendía con todos los otros a merced del Emperador. 

Como los otros lo sintieron no quisieron pasar por ello, y así tornaron de nuevo estos caballeros a rogalles que se rindiesen. Ellos dijeron que se rendían con condición que no les echasen en las galeras como los otros de las otras villas, y como esto oyesen aquestos dos caballeros, lo hacen saber al Emperador. El Emperador se lo concedió de no envialles en galeras como ellos demandaban, y así salieron de la torre. 

El Emperador los mandó dexaminar y que supiesen que eran de la villa de Muy y se habían subido allí hasta que el campo fuese pasado, y otras cossas que no eran de buenos soldados. Así el Emperador mandó que no los llevasen en galeras, más que aforcasen a los doce hombres, y que desorejasen a los muchachos. Así fueron ahorcados de una ventana de un palacio vecino de la torre. El día siguiente fue el Emperador a Frejus.

Trasladaronn a Garcilaso herido a Fréjus, donde el ejército permaneció cinco días; y posteriormente marcharon a Niza, donde alojaron al herido en el palacio del duque de Saboya.

Su agonía duró veinticinco días. El 13 ó 14 de octubre de 1536 Garcilaso moría en Niza y fue sepultado en la iglesia de Santo Domingo.

***
Las obras de Boscán y algunas de Garcilasso de la Vega:
repartidas en quatro libros. 1543

En el Libro IV de las Obras de Boscán, aparecieron por primera vez las Odas, Elegías y Sonetos de Garcilaso, cuyos manuscritos poseía su amigo, como él mismo explica en una especie de prólogo. Los dos poetas habían fallecido cuando el libro se publicó.


Estando un día en Granada con el Navagero, tratando con él en cosas de ingenio y de letras, me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas usadas por los buenos autores de Italia: y no solamente me lo dijo así livianamente, mas aún me rogó que lo hiciere... 

Así comencé a tentar este género de verso, en el cual hallé alguna dificultad por ser muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes del nuestro. Pero fui poco a poco metiéndome con calor en ello. Mas esto no bastara a hacerme pasar muy adelante, si Garcilaso, con su juicio -el cual, no solamente en mi opinión, mas en la de todo el mundo ha sido tenido por cosa cierta- no me confirmara en esta mi demanda. 

Y así, alabándome muchas veces este propósito y acabándome de aprobar con su ejemplo, porque quiso él también llevar este camino, al cabo me hizo ocupar mis ratos en esto más fundadamente. 

Epístola nuncupatoria –dedicatoria- de Juan Boscán a la duquesa de Soma

Boscán-Garcilaso, o Garcilaso-Boscán -esto aún se discute-, se conocieron en Italia, e introdujeron en la lírica española el endecasílabo, el soneto y otras estrofas que siguen en uso. 

Contenía la edición 40 Sonetos; 7 Coplas Castellanas; 5 Canciones; 3 Églogas; 3 Odas Latinas; 2 Elegías; una Oda en liras y una Epístola de Garcilaso, y salieron varias ediciones, hasta que, alrededor de 1570, pareció decaer el interés de los compradores.

En 1574, decidió Francisco Sánchez, El Brocense, preparar una edición sólo con la obra de Garcilaso, comentada por él mismo. Añadió a la misma 6 sonetos y 5 coplas inéditas, y salieron ediciones hasta 1612. 

Edición de El Brocense. 1574

Entre tanto, en 1580, había aparecido en Sevilla otra importante edición, en este caso, comentada y enmendada, por Fernando de Herrera, El Divino.


***

En cierta ocasión, viéndose Garcilaso obligado a viajar a Barcelona en cumplimiento de una misión diplomática cerca del emperador, aprovechó el servicio para visitar a Boscán. Coincidió con el momento en que este terminaba su traducción de El Cortesano de Castiglione, a quien Garcilaso admiraba sincera y profundamente y al que llama Castellón

Rafael Sanzio, Retrato de Baltasar de Castiglione, hacia 1514–1515. 
Musée du Louvre, Paris

Boscán informó a Garcilaso que le había animado a emprender la tarea la esposa de un primo suyo llamada Gerónima Palova de Almogávar, a quien Garcilaso decide entonces escribir una carta, que se conserva, ya que Boscán la incluyó en el prólogo de su traducción.

A la muy magnífica señora doña Jerónima Palova de Almogávar

Si no oviera sabido antes de agora dónde llega el juyzio de vuestra merced, bastárame para entendello ver que os parecía bien este libro; mas ya estábades tan adelante en mi opinión que pareciéndome este libro bien hasta agora por muchas causas, la principal por donde agora me lo parece es porque le havéys aprobado de tal manera que podemos decir que le avéys hecho, pues por vuestra causa le alcanzamos a tener en lengua que le entendemos. 

Porque, no solamente no pensé poder acabar con Boscán que le traduxese, mas nunca me osé poner en dezírselo, según le veya siempre aborrecerse con los que romançan libros, aunque él a esto no lo llama romançar, ni yo tampoco, mas aunque lo fuera creo que no se escusara dello mandándolo vuestra merced.

Estoy muy satisfecho de mí, porque antes que el libro viniesse a vuestras manos ya yo le tenía en tanto como entonces devía; porque si agora, después que os parece bien, empeçara a conocelle, creyera que me llevara el juyzio de vuestra opinión, pero ya no ay que sospechar en esto sino, tener por cierto que es libro que merece andar en vuestras manos para que luego se le parezca dónde anduvo y pueda después andar por el mundo … que no me parece que ay que desear en él, sino vello cumplido todo en algún hombre, y también iba a decir en alguna dama, sino me acordara que estávades en el mundo para pedirme cuenta de las palabras ociosas.

Demás de todo esto.., de tal manera escrivió el conde Castellón lo que debía hazer un singular cortesano, que casi no dexó estado a quien no avisasse su oficio. En esto se puede ver lo que perdiéramos en no entenderle.

Y también tengo por muy principal el benefizio que se haze a la lengua castellana en poner en ella cosas que merezcan ser leidas, porque yo no sé qué desventura ha sido siempre la nuestra, que apenas ha nadie escripto en nuestra lengua, sino lo que se pudiera muy bien escusar, aunque esto sería malo de provar con los que traen entre las manos estos libros que matan hombres.

Y supo vuestra merced muy bien escojer persona por cuyo medio hiziésedes este bien a todos; … diose Boscán en esto tan buena maña, que cada vez que me pongo a leer este su libro, o por mejor decir, vuestro, no me parece que le hay escripto en otra lengua…

Yo sólo avré de quedar con una [culpa], que es averme alargado más de lo que era menester; mas enójanme las sinrazones y házenme que las haga con una carta tan larga a quien no me tiene culpa.

Confiesso a vuestra merced que ove tanta embidia de veros merecer sola las gracias que se deven por este libro, que me quise meter allá entre los renglones o como pudiesse; y porque ove miedo que alguno se quisiese meter en traducir este libro o (por mejor dezir) dañarle, trabaxé con Boscán que sin esperar otra cosa luego hiziesse emprimille ..; y él me hizo estar presente a la postrera lima, más como a hombre acogido a razón que como ayudador de ninguna enmienda. Suplico a vuestra merced que, pues este libro está debaxo de vuestro amparo, que no pierda nada por esta poca de parte que yo dél tomo, pues, en pago desto, os le doy escrito de mejor letra, donde se lea vuestro nombre y vuestras obras.

Garcilaso de la Vega

Castiglione había sido destituído de su embajada en Roma, porque el Papa sospechaba que, conociendo los planes de Carlos V, no le había advertido del Saco que las huestes imperiales perpetraron en la Ciudad Eterna. Bajo la protección del emperador, que le hizo nombrar obispo de Ávila, Castiglione falleció en Toledo, en 1529, ante de tomar posesión del cargo.

***

                  Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
                  y siempre con tal fuerza le seguiste,
                  que a pocos pasos que tras él corriste,
                  en todo enteramente le alcanzaste.

                  Dime: ¿por qué tras ti no me llevaste?
                  Cuando desta mortal tierra partiste,
                  ¿por qué al subir a lo alto que subiste,
                  acá en esta bajeza me dejaste?

                  Bien pienso yo que si poder tuvieras
                  de mudar algo lo que está ordenado,
                  en tal caso de mí no te olvidaras.

                  Que, o quisieras honrarme con tu lado,
                  o, a lo menos, de mí te despidieras;
                  o, si esto no, después por mí tornaras

Joan Boscá i Almogáver.

Boscán falleció seis años después que Garcilaso.



Finalmente, sus restos serían efectivamente, llevados a la Iglesia de San Pedro Mártir de Toledo, aparentemente, contrariando su voluntad, si bien, no parece del todo clara la interpretación de la frase: si muriese pasado el mar.


***


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