domingo, 5 de agosto de 2018

Luis XIII de Borbón-Francia, el Justo



María de Médici con su hijo, Luis XIII, de Charles Martin, 1603. 
Musée des Beaux-arts, Blois.

* Fontainebleau, 27 de septiembre de 1601
+ Saint-Germain-en-Laye, 14 de mayo de 1643.
Rey de Francia, de Navarra y Copríncipe de Andorra (1610–1643).

Como sabemos, fue el primogénito de Enrique IV de Francia y III de Navarra y de María de Médici y, padre, a su vez, de Luis XIV, el deslumbrante «Rey Sol», aunque aquella paternidad causó gran sorpresa en su día, como veremos. 

La infancia de Luis XIII es bastante conocida a través del protocolo redactado por su médico personal, Jean Héroard, que, además de los detalles relativos a la salud de su paciente, anotó muchos otros sobre su vida privada.

Luis XIII creció en el castillo de Saint-Germain-en-Laye con sus hermanos y con otros hijos de su padre. Un diplomático italiano, escribiría en 1608 no haber visto un desorden más grande que el que “reinaba” en la corte de Francia, lo que, en su opinión, llevaría al futuro rey a desarrollar una gran aversión por el desorden. 

Castillo de Saint-Germain

El delfín abandonó entonces Saint-Germain en 1609, pero volvería allí, para morir, el 14 de mayo de 1643. 

El Louvre, 1570, obra de Philibert Delorme. Grabado de Jean Bullant

Entonces se instaló en el Louvre con su padre, que debía iniciarlo en las tareas de heredero y futuro monarca, aprendizaje del que, en realidad se encargó el preceptor Gilles de Souvré, con no muy buenos resultados, ya que el niño mostró siempre escaso interés por cuanto no fuera caza o música, aunque aprendió, según parece, a dibujar y adquirió modales con el subgobernante Antoine de Pluvinel.

Al parecer, Louis tartamudeaba, circunstancia que le hizo ser tímido y perder la confianza en sí mismo, o, quizás fue a la inversa, aunque, por otra parte, se le atribuye un carácter violento y agresivo, características de las que algunos responsabilizan a su padre, aduciendo que le obligaba a comportarse de modo que pareciera más viril de lo que era, según su criterio; una apreciación posiblemente exagerada, si consideramos que Enrique IV fue asesinado cuando Louis todavía no había cumplido los 9 años y que la brutalidad de aquella muerte le marcó mucho más profundamente a causa de los insistentes rumores acerca de la participación de su madre en la misma.

María de Médici y Luis XIII. Acuarela de Autor Desconocido.
Copiado de una cámara del Palazzo Imperiale, Florence, 1610. The Lewis Walpole Library. Yale Univ. 

En 1610, Luis XIII subió al trono bajo la regencia de su madre, María de Médici, hasta 1614, año en que fue declarado mayor de edad y, por tanto, se le suponía capacitado para dirigir los destinos del reino y de sus súbditos, algo que María, su madre, negó rotundamente, pues le consideraba inmaduro en todos los aspectos, si bien, hay sobrados motivos para poner en duda la madurez política de la propia reina, que dejó todos los deberes de la Corona en manos de sus favoritos, Concino Concini y Leonora Dori, a la que María conocía desde se infancia florentina. Con su ayuda, María de Médicis logró llevar el reino al desastre en un tiempo récord, si bien, como suele ocurrir con las “validos” que aceptan aliviar a los monarcas de sus pesadas tareas, a cambio de inmensos privilegios, ambos terminarían siendo castigados con extrema dureza.


Concino Concini en 1600, de Jacopo da Empoli y 
Eleonora Dori, o Galigaï, Museo Condé.

La violenta muerte de su padre, unida a la falta de atención de la madre, que, al parecer sólo tenía ojos para su hijo menor, Gastón, convirtieron a Louis en un muchacho taciturno, y, sobre todo, desconfiado, frente a la actuación de los favoritos reinantes. Parece que, además, nunca fue hombre de muchas palabras.
Retrato de Luis XIII en 1611 por Frans Pourbus el Joven. Palacio Pitti.

Tras quedar viuda, la reina, cuya belleza no dejaba a nadie indiferente, vivió una amistad apasionada con el cardenal Jules Mazarino… mientras trabajaban juntos en la consolidación de la monarquía. Hay quien cree que fueron amantes e incluso que se casaron en secreto. (Herodoto Historia).

En 1615, cuando Luis tenía 14 años, la reina madre acordó su matrimonio con Ana de Austria, infanta de España -hija de Felipe III-, que se celebró en Burdeos el 21 de noviembre de aquel mismo año. Luis aceptó, porque no tenía otra opción, pero consideraba a Ana como una especie de caballo de Troya, ofrecido por un reino enemigo. Así pues, en parte a causa de su edad y en parte debido a su falta de interés, pasaron cuatro años sin que la pareja tuviera relaciones íntimas -algo que, en su caso, era, sobre todo, el incumplimiento de una obligación-, hasta que el Consejero Luynes, le habló seriamente de sus deberes conyugales y dinásticos.

La boda de Luis XIII y Ana de Austria, de Jean Chalette. 
Musée des Augustins à Toulouse

El 24 de abril de 1617, con la colaboración y el consejo de su buen Luynes, el jovencito y silencioso monarca, ordenó el asesinato de Concini en el Louvre, orden que llevó a cabo inmediatamente Nicolas de L’Hospital, capitán de su guardia de corps. En cuanto a la señora Leonora Dori, ya viuda del consejero, se tuvieron más miramientos; sólo fue juzgada por brujería, decapitada, y sus restos quemados públicamente en la Place de Grève.

Los jueces consideraban que Leonora sólo podía haber ejercido tan absoluto dominio sobre la reina, mediante embrujos, pero la Dori ofreció una brillante y sencilla respuesta, que, de todas formas, no le evitó una condena decidida de antemano: "mi poder de seducción reside en el de las almas fuertes frente a los espíritus débiles".

Los bienes de los ajusticiados -se les calculó una fortuna equivalente a tres cuartas partes del presupuesto anual del reino-, pasaron íntegramente, a manos de Luynes, quien, de inmediato, y sin restricciones, ocupó el lugar del favorito asesinado, mostrando la misma incapacidad o ignorancia o desinterés que él para los asuntos de Estado. Acto seguido, Luis ordenó el exilio de su madre, la reina viuda, que fue obligada a abandonar la Corte y fijar su residencia en Blois.

Un ostentoso y rápido enriquecimiento, el uso arbitrario y absoluto del poder y un trágico final, son hitos que definen la figura “política”, de aquellos que, en España, eran llamados, Validos

Tal fue el caso de Concino Concini, (1575-1617); Mariscal, Marqués, Barón y Conde, nacido en Florencia y casado con Leonora Dori, la pretendida bruja, confidente, consejera y amiga de María de Médicis, desde la infancia de ambas.

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Concini había estudiado en la Universidad de Pisa, antes de entrar en la Corte de María de Médicis, donde conoció a Leonora Dori, llamada la GaligaÏ, con la que se casaría en 1601.

Hombre pretencioso y arrogante, nunca agradó a Enrique IV, ni a la nobleza, ni al pueblo. En cierta ocasión, poco antes del asesinato del rey, estuvo a punto de morir apaleado, junto con los pajes de la reina, que acudieron en su auxilio, por presentarse ante el Parlamento con el sombrero puesto. 

Realmente ayuda a la reflexión histórica la consideración atenta de qué acciones podían ser consideradas merecedoras de muerte; en ocasiones como la citada, una cuestión relativa alcanza la categoría de ley. 

Cuando María de Médicis asumió la regencia, Concini se compró el marquesado de Ancre y logró ser nombrado Primer Gentilhombre de Cámara y otros cargos, antes de ser hecho Mariscal de Francia, en 1613. El ascenso de Richelieu al cargo de ministro, se debió fundamentalmente a su influencia.

Finalmente, Luis XIII se cansó de soportar a la pareja, decidiendo su eliminación, no sin la ayuda del duque de Luynes, su Maestro Halconero y Favorito personal, que se ocupó de todo.

Dado que Concini no podía ser derrotado políticamente -tenía numerosos partidarios-, ni tampoco en campo abierto -tenía asimismo, un ejército personal de más de 7.000 soldados-, se optó por un asesinato rápido y lo más discreto posible. 

El 24 de abril de 1617, llegaba Concini al Louvre, como de costumbre, pero aquel día, por alguna razón desconocida, no iba escoltado por su guardia personal. Cuando se disponía a cruzar la puerta de acceso al castillo, el Barón de Vitry, Capitán de la Guardia, se acercó a él y, sin mediar palabra, le disparó cinco veces, sobre todo, en la cara y la garganta. Una vez caído en tierra, la guardia se encargó de rematarlo a golpes de espada. 


Entrando en el Louvre, por el bien de Francia, fue
                                          detenido y muerto, honrosamente,
                                                                            a la altura de su poder.


No hubo sino un simulacro de proceso hasta después de su terrible ejecución y Luis XIII no tuvo ningún problema de timidez para expresar su enorme agradecimiento a los participantes: Grand merci à vous, à cette heure, je suis roi! - ¡Gracias a vosotros, ahora soy rey!

A pesar del transcurso del tiempo, la frialdad con que se llevan a cabo acciones como la precedente, todavía causa estupefacción. Sin embargo, la venganza todavía no era completa. 

Concini fue enterrado discretamente en la iglesia de Saint-Germain-l'Auxerrois, pero después, el cuerpo fue exhumado, arrastrado por las calles, apedreado, apaleado, y colgado por los pies, en una de los patíbulos que él mismo había hecho levantar en el Pont-Neuf. Finalmente fue despedazado y los restos, quemados, para escarmiento/diversión pública. 

Su mujer sería condenada por judaizante y bruja, evidentemente sin pruebas, y ejecutada en la Place de la Grève, el 8 de julio del mismo año. 

Éléonore Galigaï. Gallica, BnF

Eleonora GaligaÏ, se había criado en Florencia, en el Palacio Pitti, como señorita de compañía de María de Médicis, a la que, en 1600 acompañó en su viaje a Francia, para casarse con Enrique IV, el cual se negó a nombrar a Leonora Dama de Compañía, con el achaque de que no era noble ni célibe, de modo que se quedó como cameriera encargada de peinar a la reina. 

Con respecto a su matrimonio con Concini, acordado durante el viaje a Marsella, Enrique sólo lo aceptaría, a condición de que volvieran a Florencia. Si, por el contrario, Leonora quería permanecer en Francia, debía casarse con un gentilhombre francés y Concini abandonaría la Corte. No cabe duda de la perspicacia de Enrique IV.

Pero entre tanto, la reina conoció a Henriette d’Entragues, la amante favorita de Enrique IV, a la que lógicamente, no podía ni quería soportar y Concini dedujo inmediatamente las grandes posibilidades de aquella situación: si la señora d’Entragues convencía al rey para que Leonora y él permanecieran en la Corte, él convencería a la reina para que la aceptara a ella.

La boda de Concini con la ya Dama de Honor, Leonora Dori -más que ricamente dotada por la reina-, se celebró, sin más dilaciones, el 12 de julio de 1601 en Saint-Germain-en Laye, muy cerca de París y, pronto tuvieron tuvieron dos hijos. A partir de entonces, ya conocemos la historia; en cuanto Enrique IV murió, Concini fue hecho Mariscal de Francia.

Por otra parte, la crítica histórica parece unánime en la consideración de Eleanora Dori como una mujer muy inteligente, y, al contrario que su marido, sumamente discreta y no demasiado apegada a la vida cortesana. 

Por medio del sabio manejo de los fondos que le regaló la reina, se dice fue la señora Dori el cerebro que llegó a acumular en sus manos aquella fortuna equivalente a la tres cuartas partes del presupuesto anual del Reino. Sin embargo, no parece posible deducir si tal acusación entra en el mismo rasero que la de “brujería” o es un hecho comprobado. En todo caso es cierto que el matrimonio acumuló una fortuna inmensa con métodos similares a los empleados por su “colega” contemporáneo en la Corte de Felipe III; el duque de Lerma; “el mayor ladrón de España”, que “se vistió de colorado para no morir ahorcado”

Es un hecho que la avaricia no tiene límites, y es un hecho también, que al final, los Validos pagaban por sus delitos y, aunque no se dijera, por los de los monarcas que abandonaban en sus manos todas las responsabilidades reales, mientras ellos se dedicaban al sano ejercicio de la caza, u otras diversiones, y al final, se lavaban las manos, aceptando el linchamiento feroz de sus colaboradores.

Tras el asesinato de su marido, Leonora fue llevada del Louvre a la Bastilla, y después a la Conciergerie. Interrogada durante más de un mes, su proceso se llevó a cabo en el Parlamento.

La Dori se libró de la tortura, tras ser desechada la acusación de que tenía la marca del diablo en el cuerpo y, además, de las declaraciones de más de cincuenta testigos, ninguna resultó concluyente, pero cuando después de muerto su marido, fue acusado públicamente de haber sido traidor a Francia con ayuda de España y de haber robado del Tesoro, ella fue acusada de lo mismo, abusando de la confianza de la reina para llevar a cabo un odioso tráfico de influencias. 

Con todo, aquellos cargos no conllevaban pena de muerte, pero dado que Luynes y otros, esperaban impacientes la desaparición de la dama a la que iban a heredar, se le buscó el achaque de brujería; imposible de demostrar, pero también imposible de negar. Leonora fue juzgada por exorcista y por ejercer la medicina judía, pero condenada a muerte por otras causas “criminales de lesa majestad divina y humana” y por ello, decapitada y quemada, el 8 de julio de 1617.

«Je ne me suis jamais servi d'autre sortilège que de mon esprit. Est-il surprenant que j'aie gouverné la reine qui n'en a pas du tout?»

«Nunca me he servido de otro sortilegio que no fuera mi inteligencia. ¿Es tan sorprendente que haya gobernado a una reina que carece absolutamente de ella?”

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Probable retrato de Luynes. Frans Pourbus. Art Gallery of New South Wales

En cuanto al sustituto, Luynes, de origen toscano, que había estado al servicio de Enrique IV, fue favorito de Luis XIII gracias a su pasión compartida por la caza. El rey le nombró consejero de Estado, gentilhombre ordinario de la cámara real, y otros cargos, pero sobre todos ellos, Gran Halconero de Francia. 

En su calidad de consejero del nuevo rey abogó por los viejos ministros de Enrique IV, caídos en desgracia, cuya política adoptó y mantuvo en parte, ya que reanudó las relaciones con Inglaterra y se unió a la causa de la independencia italiana, concertando, por ejemplo, el matrimonio de la segunda hermana del rey Cristina de Francia con Victor Amadeo I de Saboya y el de la tercera, Henriette Marie, con Carlos, príncipe de Gales, todo ello, sin romper completamente los lazos con España. 

Luynes mantuvo a la reina madre, María de Médicis alejada, durante un tiempo, de la corte, pero le permitió volver tras haberla derrotado dos veces, uniéndose a los Grandes. Sin embargo, en 1617 empezó a intrigar personal y definitivamente contra ella, a cuyo efecto, planeó el asesinato de Concini, si bien, hay cronistas que aseguran que lo desaconsejó, proponiendo la mediación del obispo de Carcasona. 

En cualwuier caso, cuando Concini murió fue cuando Luynes alcanzó su apogeo como dueño del reino, apropiándose a su vez, de la fortuna y los bienes de su predecesor y de su mujer, ajusticiados, para después adjudicarse los títulos de duque, par, primer gentilhombre de la Cámara y condestable de Francia, sorprendiendo a todos por el hecho de obtenerlos sin haber participado en ninguna guerra, especialmente, el de condestable, aunque él adujo que este último título había recaído sobre su persona cuando el calvinista duque de Lesdiguières lo rechazó antes que hacerse católico.

Al parecer, nunca fue bien considerado, aunque algunos historiadores aseguran que tal malevolencia se debió al odio que el Cardenal Richelieu hizo público contra él, incluso por escrito.
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Marie de Médicis, 1610. De Frans Pourbus le Jeune – Louvre

En 1619 la reina madre escapó del castillo de Blois y levantó un ejército contra su hijo, quien, a pesar de ello, se reconcilió con ella firmando el Tratado de Angulema, por el que Luis le cedía las ciudades de Angers y Chinon, aunque le prohibió que volviera al Consejo.

Château de Blois

Sala de Estados Generales en el Castillo de Blois.

A pesar de todo, en 1620, María provocó una guerra civil que concluyó con su derrota total en la batalla de Ponts-de-Cé en agosto de 1620. 

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Conocida también como la «diversión” de Ponts-de-Cé, fue un conflicto producido el 7 de agosto de 1620, entre los partidarios de Luis XIII y los de su madre, empeñada en recuperar el poder, desde que tres años antes su hijo le retirara la regencia.

María de Médicis todavía contaba con el apoyo de los Grandes del reino, como César, duque de Vendôme –hijo mayor de Henri IV y de su favorita, Gabrielle d’Estrées y por tanto, medio hermano de Luis XIII-, que tomó partido por ella y dirigió, con su hermano, Gran Prior de Vendôme, las tropas de los “Grandes” –los duques de Epernon, de Retz, de Nemours, de Montmorency, de Longueville, de la Trémouille; el conde de Soissons y el mariscal de Boisdauphin, por medio de los cuales, María seguía controlando una buena parte de los territorios del reino. 

El día 7, el ejército real salió en dirección a Rouen; era mandado por el rey, y contaba entre otros, con su hermano, el príncipe de Condé –liberado hacía poco tiempo-, y tres hombres de guerra experimentados: los mariscales de Praslin, de Créquy y el futuro mariscal de Schomberg. 

Rouen fue tomada el 10 de julio. Longueville, que no esperaba una reacción tan rápida, tuvo que refugiarse en Caen, en compañía del prior de Vendôme. La ciudad y su castillo se sometieron desde el amanecer del día 17 de julio.

El paso estratégico del Loira entre Anjou y Poitou, se hizo en Ponts-de-Cé.

El 10 de agosto se firmaba la Paz de Angers entre Louis XIII y su madre, María de Médicis, pero temiendo que ella siguiera organizando complots, el rey aceptó su vuelta a la corte de Francia y la reconciliación, por consejo de Richelieu, por entonces, obispo de Luçon.

Retrato del joven rey Louis XIII de Pourbus. 1620

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El 31 de marzo de 1621 fallece Felipe III, arrepentido por haber dejado las riendas de la Corona en manos del Duque de Lerma y asegurando que si volviera a nacer no volvería a hacerlo.

Ahora, el nuevo rey de España, Felipe IV es hermano de la reina de Francia, Ana de Austria y el rey de Francia, Luis XIII, es hermano de la reina de España, Isabel de Borbón, pero ambas dinastías siguen siendo enemigas. La reina de Francia posará para la posteridad en riguroso luto.

Felipe III en 1617. Retrato de Pedro Antonio Vidal. Museo del Prado
Ana de Austria de luto por la muerte de Felipe III, 1621. Frans Pourbous el Joven

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Luynes falleció por enfermedad, en Longueville el 15 de diciembre de 1621, donde, al parecer tuvo ocasión de demostrar su desconocimiento de las tácticas militares, tras el asalto a la fortaleza de Montauban, previo al asedio y toma de La Rochelle. Se le recuerda como continuador de la política proespañola de Enrique IV.
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Poco después, Luis XIV se dirigió a Pau, en Navarra, donde también era rey, para restablecer el culto católico, prohibido por los protestantes desde hacía ya más de medio siglo. Se proponía acabar con los privilegios políticos de los protestantes, obtenidos tras las llamadas Guerras de Religión

En 1621 llevó a cabo una primera campaña contra los protestantes, ocupando Saint-Jean-d’Angély, pero fue derrotado ante Montauban, al parecer, y como hemos dicho, a causa de la incompetencia de Luynes, que, además. murió de escarlatina poco después, durante el sitio de Montheurt.

Campañas de Luis XIII contra los hugonotes (1621-1622).

Luis XIII decidió entonces dedicarse personalmente a los negocios del Estado, vinculándose a un solo ministro, Brûlant de Sillery y su hijo, el marqués de Puisieux, así como con La Vieuville, que, sin embargo, perdieron rápidamente el favor real por su evidente incompetencia. 

En 1624 María de Médicis colocó al cardenal Richelieu -que en 1614 había sido representante del clero en los Estados Generales y ministro en el gobierno de Concini-, en el Consejo Real. Richelieu prometió someter todos sus planes al criterio del rey, mostrando que nunca pretendería gobernar en su lugar. Sus propuestas fundamentales eran: racionalizar la administración; luchar contra los Habsburgo y someter a la nobleza feudal.

También luchó contra los protestantes a los que rindió en La Rochelle, tras un largo asedio, en 1628; del que sobrevivieron 5000 de los 27000 habitantes de la ciudadela. 

El Cardenal Richelieu durante el asedio de La Rochelle.
Henri-Paul Motte, 1881. Musée d'Orbigny Bernon

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De acuerdo con la leyenda, ante la obstinación de los asediados, los 25.000 hombres del ejército de Luis XIII fueron derrotados en todos los intentos previos de asalto. Después de varias batallas con pérdidas dramáticas para Luis XIII, este habría recurrido a los servicios de un alquimista español muy conocido, que recomendó al rey: 

-Hay que asustar a los habitantes de la ciudad; sólo un gran temor haría que se rindieran.

El monarca ideó entonces que se dispusieran 400 cañones apuntando a la comuna, para que dispararan simultáneamente 400 cañonazos. Provocando un estruendo ensordecedor, las cuatrocientas balas habrían sido disparadas sobre las murallas de la ciudadela. Cuando volvió el silencio, los atacantes, que esperaban la rendición, no vieron salir a nadie. Por el contrario, la resistencia se fortaleció. 

J. Garrisson y P. Duchein, Louis XIII y los 400 golpes, Toulouse, Privat, Mémoire Vive, 2002. 
Dénes Harai (éd), Diario de un oficial de Louis XIII sobre el asedio de Montauban, 1621.
En el infierno de la «Segunda Rochelle», L'Harmattan, 2013.

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A la victoria final siguió la promulgación del Edicto de Gracia de Alès, de 28 de junio de 1629, que legalizaba la libertad de culto en Francia, excepto en París; prohibía las asambleas políticas y terminaba con la existencia y reconocimiento de plazas fuertes protestantes.

Luis XIII y el cardenal Richelieu victoriosos en el asedio de La Rochelle. 
La Sorbonne, París

Luis XIII tuvo que enfrentarse a la hostilidad de una parte de la familia real hacia Richelieu. La Journée des Dupes / Jornada de los engañados -10 de noviembre de 1630-.

La corte siguió al cardenal, que había sido despedido tras un violento altercado entre el rey y la reina madre, pero al final, la jornada terminó con el exilio de María -Luis XIII nunca volvería a verla-, en Moulins; con la prisión del canciller Michel de Marillac y la ejecución de su hermano el mariscal de Marillac, por acusaciones falsas. 
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Se conocen como La journée des Dupes los sucesos ocurridos entre el domingo 10 y el lunes 11 de noviembre de 1630, en cuyo transcurso, Luis XIII reiteró, en contra de lo esperado, su confianza en el Ministro Richelieu, eliminando a sus adversarios políticos y condenando a la reina madre al exilio.

Tras acabar con la independencia de los hugonotes franceses y obtenido el reconocimiento de la herencia del ducado de Mantua por el duque d Nevers, el cardenal Richelieu quiso aliarse con los protestantes alemanes para luchar contra la hegemonía de los Habsburgo católicos del sur de Europa, de los que salieron todos los emperadores, y los reyes de España.

La idea disgustaba al partido devoto de la corte, encabezado por María de Médicis, austriaca por su madre, cuya hija, Isabel, era entonces reina de España y cuya nuera, Ana de Austria, era Infanta de España, y a Michel de Marillac, Guardasellos, favorable a la opción pacifista.

Por otra parte, frente a la turbulenta nobleza y sus habituales revueltas, Richelieu, que quería favorecer a la burguesía en ascenso, respondió con firmeza.

En cuanto a Gaston d'Orléans, hermano menor de Luis XIII, creyó que podría aprovechar la oportunidad para mejorar su posición en defensa de los privilegios de la gran nobleza.

Luis XIII, enfermo en Lyon, dio una respuesta dilatoria a María de Médicis, acerca de la eliminación de Richelieu.

Cuando el rey, ya curado, volvió a París, para quedarse allí durante el invierno, la reina, que no había obtenido de él una solución satisfactoria, dio rienda suelta a su odio hacia el cardenal, el sábado, 9 de noviembre en el palacio del Luxemburgo, tras una reunión del Consejo real, reducida a ella misma, a Marillac y al cardenal, Luis XIII anunció el nombramiento del mariscal Luis, hermano de Marillac, al mando del ejército de Italia, a pesar de la desaprobación de Richelieu. 

La reunión fue interrumpida por la llegada de Madame de Comballet, sobrina de Richelieu, que fue tan friamente recibida e injuriada, que el rey se quedó sin palabras. La reina anuló los cargos de la Comballet y esta estalló en llanto ante el monarca. 

Para terminar, la reina retuvo al Cardenal y le anunció que quedaba despojado de su cargo de superintendente y limosnero. El rey parecía haber quedado mudo.

El domingo 10, tras anular el Consejo del día, el rey intentó en vano reconciliar a su madre y a su ministro, pero María volvió a sus diatribas, exigiendo la expulsión de Richelieu y el nombramiento de Marillac en su lugar.

Para no ser molestada, María, pretextando que tenía que ser atendida por el médico, mandó cerrar las puertas, antes de que llegara el cardenal para la esperada reconciliación, pero este, que conocía bien el palacio, que él mismo había hecho construir para la reina, así como sus recovecos, logró entrar en la habitación de todos modos.

-Apostaría algo a que Sus Majestades hablaban de mí –dijo.

-¡Sí! –Respondió secamente la reina, que acto seguido empezó a lanzarle insultos en italiano, a la vez que decía a su hijo:

-¿Prefieres a un lacayo antes que a tu propia madre?

Richelieu aparentó hallarse fuertemente afectado por la cólera real, hasta el punto de arrodillarse llorando y besar el borde del vestido de la reina. 

Sin decir palabra, el rey se retiró a su solitaria cabaña de caza en Versalles. Tampoco habló al cardenal, que volvió al Petit Luxembourg, dispuesto a afrontar su caida.

La marcha de ambos hizo creer al partido devoto y a María que habían triunfado y sus cortesanos ya se felicitaban por la llegada del nuevo ministro. No se sabe si fue Cesar de Tourville o el cardenal de Valette, quien convenció a Richelieu para que fuera a encontrarse con el rey, pero el hecho es que este volvió a Versalles, donde fue cálidamente recibido por Luis, que tras una larga conversación, le abrazó ostensiblemente para mostrar su reconciliación, momento a partir del cual, Luis tomó la decisión de acabar con toda oposición a su voluntad, rechazando incluso una nueva oferta de dimisión por parte de Richelieu, a quien renovó su confianza, diciendo:

-Me debo más a mi Estado que a mi madre.

Después convocó al consejo y destituyó a los hermanos Marillac.

Exiliada en Compiègne desde febrero de 1631, la reina escapó el 18 de julio a los Países Bajos Españoles, mientras que Gaston d'Orléans se refugió en la corte del duque Charles IV de Lorraine, desde donde prosiguió la rebelión contra su hermano.

Otros colaboradores de la reina, también sufrieron las consecuencias del desastre: el mariscal de Bassompierre fue enviado a la Bastilla de donde no salió hasta 1643, y el duque de Guisa optó por pedir permiso para hacer un viaje de peregrinación a Italia, de donde nunca más volvió.

Ante la sorpresa general por tan inesperado suceso, como lo fue el hecho de que cayera la reina frente a Richelieu, cuando lo que se esperaba, era justo lo contrario, Guillaume de Bautru, conde de Serrant, exclamó: 

-C'est la journée des dupes! - ¡Es el día de los engañados!

Así fue como, a pesar de su teatral desarrollo, la Journée des Dupes, tuvo una importancia capital para el ascenso de Richelieu, cuyos planes jamás volvieron a chocar con la oposición del Consejo Real.

1622 Louis XIII en 1622, ya liberado de la tutela de su madre. Peter Paul Rubens, Norton Simon Museum.
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Recordando la sospechosa coronación de la reina, justo la víspera del asesinato de su esposo Enrique IV, Honoré de Balzac, en su Estudio Sur Catherine de Médicis, dice que María de Médicis guardaba ciertos documentos secretos y comprometedores sobre aquel asesinato; y que la victoria de Richelieu en la famosa Journée des Dupes, se debió a que había descubierto la existencia de aquellos documentos, de los que, en su caso, podría servirse para destruir a la reina María, ante el reino y ante su hijo.
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Poco después, Luis XIII aceptaría acusaciones poco convincentes para ordenar la ejecución de dos de los Montmorency y otros, creándose una imagen de marioneta manejada por Richelieu, ya que nadie entendía que se mostrara conforme con las numerosas ejecuciones que tuvieron lugar bajo su reinado.

Al contrario de lo ocurrido bajo el reinado de Enrique IV, Richelieu propició el endurecimiento de las tensiones franco-españolas y durante varios años, los dos países vivieron una especie de guerra fría, pero en 1635 se produjo un cambio radical: Francia declaró oficialmente la guerra a España. En adelante, y hasta el final de su reinado, el rey se comprometió en una terrible guerra durante la cual, en varias ocasiones, mandó personalmente su ejército. Tras algunos años difíciles, el ejército francés logró poco a poco la derrota del ejército español. 

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Louis XIII en costume de sacre, par Philippe de Champaigne, Royal Collection.

Territorialmente, Francia extendió considerablemente sus límites bajo el reinado de Luis XIII. El Reino de Navarra -Baja Navarra y Ultrapuertos, incluyendo el Bearn-, fue incorporado a la corona. Los protestantes abandonaron sus reclamaciones políticas y territoriales. Cataluña, fue temporalmente anexionada a Francia (1640-1652), así como Saboya y el Piamonte. La ciudad de Casale Monferrat en Lombardía corrió la misma suerte. Perpiñán y el condado del Rosellón fueron definitivamente anexionados a Francia, en la Paz de los Pirineos, reinando ya su hijo Luis XIV. Al norte, una gran parte de Hainaut fue conquistada con la toma de Arras y al este, Lorena fue íntegramente ocupada por las tropas francesas. 

Por último, pero no de menor importancia, cabe destacar que Luis XIII subvencionó las expediciones de Samuel de Champlain a Canadá y favoreció el desarrollo de la Nueva Francia. 

Su relación con Richelieu fue compleja, pues evolucionó desde el rechazo hacia un afecto sincero. Tras la muerte del cardenal, el rey decidió reconciliarse con algunos de los antiguos conspiradores, como su medio-hermano César de Vendôme y los dos hijos de este, los duques de Mercoeur y de Beaufort y, antes de morir, nombró como ministro principal a Mazarino, hechura y continuación de Richelieu, que habría de prolongar su política en el reinado siguiente, que culminaría con el absolutismo de Luis XIV.

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Luis XIII fue soldado como su padre y siempre le gustaron los caballos y las armas. Acudió frecuentemente al campo de batalla, y la caza fue su entretenimiento preferido.

Era un hombre muy piadoso y devoto católico, debido a la formación recibida de su madre, que hizo que sintiera verdadero horror por algunos pecados, y por las vanidades, lo que propició que sintiera una gran desconfianza hacia sus cortesanos, pero, sobre todo, hacia las mujeres, a las que consideraba frívolas y viciosas. Si mostró cierto respeto hacia los protestantes, fue debido a la memoria de su padre.

Su conocida misoginia hizo correr incluso algunos rumores sobre una posible homosexualidad, llegando el ruido a alcanzar a algunos de sus favoritos como el duque de Luynes, el mariscal de Toiras, el duque de San Simón o el marqués de Cinq-Mars-, si bien todo ello no tiene más base que su rechazo hacia las mujeres, como objeto de pecado, bajo un restringido concepto moral en el que no tenía el mismo peso, por ejemplo, el asesinato, o su instigación.

Luynes, St.-Simon y el Marqués de Cinq-Mars

El amor del rey no era como el de los demás hombres, pues amaba a las mujeres sin el deseo de obtener su favor, y vivía con ellas como con un amigo, de tal manera que a pesar de que no es compatible una amante y una amiga, en su opinión sí lo era, porque la amante era su única amiga y una confidente a la cual sometía todos los sentimientos de su corazón. (Memorias del marqués de Monglat).

Se le conocen al rey dos relaciones femeninas, las dos platónicas, ciertamente: una con Marie de Hautefort, futura duquesa de Halluin, y la otra con Louise de La Fayette, con la cual quiso retirarse a Versalles. Pierre Chevallier –que sin embargo dudaba de la homosexualidad de Enrique III-, consideraba posible la de Luis XIII, a cuyo efecto evoca el testimonio del veneciano Morosini en octubre de 1624, hablando del papel del mariscal de Toiras: No para los asuntos de Estado, sino para la caza y las particulares inclinaciones del rey.

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Luis XIII, su esposa Ana de Austria y el pequeño Delfín Luis haciendo ofrendas durante la Natividad de 1639. Louvre

Verdaderamente, el gran problema de Luis XIII durante muchos años, fue la falta de un heredero varón, que alentaba la esperanza de los pretendientes al trono, entre los que se encontraba, en primer lugar, su hermano, y después, sus medios-hermanos y sus sobrinos. Si bien la reina había concebido en varias ocasiones, todas resultaron finalmente frustradas.

Además, en 1626, la reina, animada por la duquesa de Chevreuse, participó en el atentado fallido del conde de Chalais, contra el propio monarca, su marido. A partir de entonces, los esposos se alojaron en residencias distintas, y la reina, siguió atendiendo a los intereses españoles, enemigos de Francia, durante la guerra de los Treinta Años, llevando a cabo lo que podríamos denominar ciertos servicios de espionaje a favor de su reino de origen. 

Cuando la traición se descubrió, se barajó la idea del repudio, pero el propio Luis XIV se encargó de encubrir el asunto, evitando sus consecuencias, e incluso su desprestigio, pero no cambió su delicada posición como esposo y rey.

Y, así las cosas, ocurrió la causalidad de que Luis salió un día de caza, pero al producirse una fuerte tormenta se vio obligado a deshacer el camino, quedando la residencia de la reina más próxima que la suya. Sus habitaciones no estaban preparadas, por lo que tuvo que cobijarse en las de la reina, y aquella vez, sí resultó. Luis XIV, el célebre “Niño Milagro”, nació aquel mismo año, 1638; nueve meses después de la terrible tormenta.

El acontecimiento fue tan celebrado, que, al parecer, el monarca, ante la enorme sorpresa que la noticia pareció causar en todo el reino, preguntó, qué tenía de particular que un marido y su esposa tuviesen un hijo. Era, sin duda, una pregunta retórica.

Luis XIII tenía ya 36 años y no tenía hijos a pesar de que llevaba 22 casado. La noche de bodas había sido una catástrofe. Hay que decir que no tenían 15 años y que nadie les había explicado nada. Algunos dicen que después de un cierto número de noches fallidas, el medio hermano del rey, Cesar de Vendôme, habría hecho el amor delante de él para mostrarle cómo se hacía. Pero, en resumen, el rey no amaba a la reina y la reina no le amaba a él, pero aun así habían llegado a lograr alguna concepción, pero siempre terminaban mal. Y Richelieu, que detestaba a Ana de Austria, «echaba aceite al fuego» para que el matrimonio de se arreglara.

…Cuando el rey y la reina se acercaban a la capital, se anunció a Luis XIII que la nieve era cada vez más densa y que sería difícil llegar a Saint-Maur; el rey ordenó entonces volver al Louvre. En el gran castillo no se le esperaba, por lo que nada estaba preparado para recibirlo. Como un extraño en su palacio, Luis decidió cenar con su mujer. Nadie sabe lo que hablaron ni lo que ocurrió, pero, al final, el rey decidió compartir la cama de la reina por primera vez desde hacía cinco años, y sucedió una especie de milagro aquel día, porque nueve meses después, contados día por día, el 5 de septiembre de 1638, nació Luis XIV; Luis Dieudonné, para ser más precisos, pues fue el resultado de un milagro que ya no se esperaba. 
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Luis-Dieudonné (1638-1715), sería, pues, el sucesor de Luis XIII y, además, una vez superada la frustración, dos años después nació también su hermano Felipe (1640-1701), fundador de la colateral Casa de Orleans.

El futuro Luis XIV y su hermano Felipe de Orleans
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Durante mucho tiempo se puso en duda la paternidad de Luis XIII. De hecho, en 2013, en un intento de despejar la incógnita, se analizó la que se suponía la cabeza, perdida durante la Revolución, de Enrique IV, y se comparó con la también supuesta sangre de Luis XVI, recogida al pie de la guillotina, obteniendo un resultado positivo en cuanto a la continuidad de la línea hereditaria. Sin embargo, un año después, un equipo de investigadores hispano-francés, expresó sus dudas en relación con las muestras empleadas -cráneo y sangre-, procediendo a un nuevo estudio, en este caso, basado en la secuencia de cromosoma “Y” -descendencia paterna-, de tres descendientes actuales: Axel de Bourbon-Parma, Sixte-Henri de Bourbon Parma y Joao de Orleans-Braganza-, del cual resultó que las muestras analizadas, se parecen tanto entre sí, que permiten la afirmación de un ascendiente biológico común, es decir, que la historia familiar y biológica, que incluiría a Luis XIII, Luis XIV y el Gran Delfín, coincide, a pesar de los persistentes rumores de ilegitimidad, por lo que se concluye que no ha habido eventos de no paternidad. 

Axel (Borbón-Parma); Sixte Henri (Borbón-Parma) y Joao (Orleans-Bragança)

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Luis XIII murió en París el 14 de mayo de 1643, exactamente el día en que se cumplía el 33º aniversario de la muerte de su padre, Enrique IV de Francia, después de haber pasado seis semanas enfermo y gracias a los múltiples enemas y sangrías, aplicados como de costumbre, hasta su último día.

Su cuerpo fue llevado a la Basílica de Saint-Denis, sin ninguna ceremonia, al parecer, de acuerdo con sus deseos de no cargar a sus súbditos con unos gastos que, además de habitualmente excesivos, consideraba inútiles.

Firma de Luis XIII




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