jueves, 14 de febrero de 2019

Favila -el hijo De don Pelayo- en la Literatura Castellana


LA CRÓNICA ROTENSE

Favila se despide de su esposa Froiluba en un relieve del s. XII. 
Monasterio de San Pedro de Villanueva, Cangas de Onís.

Favila o Fáfila, era hijo de don Pelayo. Reinó «dos años, siete meses y diez días» entre 737 y 739, de acuerdo con la Crónica Rotense –de Alfonso III, Códice de la Roda-, atribuida a este rey, y que contiene la historia desde el reinado de Wamba hasta el final del de Ordoño I de Asturias. 

Crónica de Alfonso III, Códice de Roda, f 178 r

El hecho de que Favila fuera un gran aficionado a las cacerías, hace verosímil, por encima de otras que se han propuesto, la teoría según la cual, fue despedazado por un oso al que irritó imprudentemente.

Favila descuidó los asuntos de Estado, y, además no fue atacado por los árabes que entonces guerreaban en Francia. La Crónica Sebastianense –otra versión de la anterior, corregida y retocada por el Obispo Sebastián, sobrino de Alfonso III-, asegura que Favila «no hizo nada digno de la historia».

El sucesor de Favila reinaría como Alfonso I de Asturias. Estaba casado con Ermesinda o Hermenesinda, hermana de Favila, e hija, por tanto, del matrimonio de don Pelayo y la reina Gaudiosa

Retrato imaginario de Ermesinda. J. Gutierrez de la Vega. MNP

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POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ: VII-123

Fernán González es un poema épico del Mester de Clerecía, que contiene un cantar de gesta que narra hechos históricos de la vida de este personaje, muy notable en la historia de Castilla.

Se conserva en un solo códice, en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, aunque es una copia muy posterior, del siglo XV, en la que resulta evidente la intervención de dos personas distintas, que, además, han recortado el texto, dejando numerosos vacíos, así como seguramente causaron la desaparición total del texto, a partir de la estrofa 752. A pesar de todo, ha sido posible recuperar el contenido, tomándolo de la Primera Crónica General.

Parece muy probable que el Poema fuera escrito por un monje de San Pedro de Arlanza, en cuyo entorno transcurre toda la biografía del protagonista, allí enterrado. Estaría destinado a divulgar la historia del héroe, con el fin de atraer hacia el monasterio, peregrinos y limosnas.

San Pedro de Arlanza
Es probable que los restos de Fernán González reposaran aquí.

San Pedro de Arlanza. Fundado en 912. Restos más antiguos, de 1080

En opinión de Menéndez Pidal, el Poema fue escrito hacia 1255, teniendo en mente la obra de Berceo y, sobre todo, El Libro de Aleixandre, del que también se sirve ampliamente, como modelo. 

AQVI YAZE VELASCO Q [...] VNO DE LOS DOS CABALLER
OS VELASCOS H[e]R[mano]S QVE ARMO CABALLEROS EL CONDE HERNAN GONÇALEZ EL DIA QVE DIO LA BATALLA AL REY ALMAN
ZOR EN ACINAS LOS QVALES YBAN CON LA MISMA PER
SONA DEL CONDE EN LA BATALLA QVE EL YBA

Don Favila, rey de Asturias. Carlos Esquivel y Rivas
Museo del Prado. Depósito en el Museo de Covadonga

Códice de san Lorenzo de El Escorial

         Finó el rey Pelayo, don Cristo lo perdone;
         Reinó su hijo Vabila que fué muy mal varone,
         Quiso Dios que mandase poco en la regione
         Ca visquió rey un año e más poca sazone.

Biblioteca de Autores Españoles, de Ribadeneira, tomo LVII.
Ed. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

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DON QUIJOTE DE LA MANCHA. Cervantes: 
El Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha: II. Parte, Cap. XXXIV

Don Quijote en el palacio de los duques. Moreno Carbonero, 1834

En esto atravesaron al jabalí poderoso sobre una acémila, y, cubriéndole con matas de romero y con ramas de mirto, le llevaron, como en señal de vitoriosos despojos, a unas grandes tiendas de campaña que en la mitad del bosque estaban puestas, donde hallaron las mesas en orden y la comida aderezada, tan sumptuosa y grande, que se echaba bien de ver en ella la grandeza y magnificencia de quien la daba. Sancho, mostrando las llagas a la duquesa de su roto vestido, dijo:

—Si esta caza fuera de liebres o de pajarillos, seguro estuviera mi sayo de verse en este estremo. Yo no sé qué gusto se recibe de esperar a un animal que, si os alcanza con un colmillo, os puede quitar la vida. Yo me acuerdo haber oído cantar un romance antiguo que dice:

                  De los osos seas comido
                  como Favila el nombrado. (1)

—Ese fue un rey godo —dijo don Quijote— que yendo a caza de montería le comió un oso.

—Eso es lo que yo digo —respondió Sancho—, que no querría yo que los príncipes y los reyes se pusiesen en semejantes peligros, a trueco de un gusto que parece que no le había de ser, pues consiste en matar a un animal que no ha cometido delito alguno.

—Antes os engañáis, Sancho —respondió el duque—, porque el ejercicio de la caza de monte es el más conveniente y necesario para los reyes y príncipes que otro alguno. La caza es una imagen de la guerra (2): hay en ella estratagemas, astucias, insidias, para vencer a su salvo al enemigo; padécense en ella fríos grandísimos y calores intolerables; menoscábase el ocio y el sueño, corrobóranse las fuerzas, agilítanse los miembros del que la usa, y, en resolución, es ejercicio que se puede hacer sin perjuicio de nadie y con gusto de muchos; y lo mejor que él tiene es que no es para todos, como lo es el de los otros géneros de caza, excepto el de la volatería, que también es solo para reyes y grandes señores. Así que, ¡oh Sancho!, mudad de opinión, y cuando seáis gobernador, ocupaos en la caza y veréis como os vale un pan por ciento (3).

—Eso no —respondió Sancho—: el buen gobernador, la pierna quebrada, y en casa (4). ¡Bueno sería que viniesen los negociantes a buscarle fatigados, y él estuviese en el monte holgándose! ¡Así enhoramala andaría el gobierno! Mía fe, señor, la caza y los pasatiempos más han de ser para los holgazanes que para los gobernadores. En lo que yo pienso entretenerme es en jugar al triunfo envidado las pascuas (5), y a los bolos los domingos y fiestas, que esas cazas ni cazos no dicen con mi condición ni hacen con mi conciencia.

—Plega a Dios, Sancho, que así sea, porque del dicho al hecho hay gran trecho.

—Haya lo que hubiere —replicó Sancho—, que al buen pagador no le duelen prendas, y más vale al que Dios ayuda que al que mucho madruga, y tripas llevan pies, que no pies a tripas; quiero decir que si Dios me ayuda, y yo hago lo que debo con buena intención, sin duda que gobernaré mejor que un gerifalte. ¡No, sino pónganme el dedo en la boca, y verán si aprieto o no!

—¡Maldito seas de Dios y de todos sus santos, Sancho maldito —dijo don Quijote—, y cuándo será el día, como otras muchas veces he dicho, donde yo te vea hablar sin refranes una razón corriente y concertada! Vuestras grandezas dejen a este tonto, señores míos, que les molerá las almas, no solo puestas entre dos, sino entre dos mil refranes, traídos tan a sazón y tan a tiempo cuanto le dé Dios a él la salud, o a mí si los querría escuchar.

—Los refranes de Sancho Panza —dijo la duquesa—, puesto que son más que los del Comendador Griego (6), no por eso son en menos de estimar, por la brevedad de las sentencias. De mí sé decir que me dan más gusto que otros, aunque sean mejor traídos y con más sazón acomodados.

Ed. Francisco Rico. 
Centro Virtual Cervantes
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(1) Los versos pertenecen a Maldiciones de Salaya, editado varias veces en pliego suelto y en un tomito de los que reelaboraron el Cancionero general, donde las maldiciones se dirigen a un criado llamado Misancho. F. Rico.
(2) La comparación es un lugar común para justificar el ejercicio de la montería; es especialmente significativa y socorrida la cita del locus classicus de la Ciropedia, I, 10, de Jenofonte.
(3) ‘sacaréis gran provecho’
(4) Rehace jocosamente el refrán de «La mujer honrada”.
(5) ‘muy de vez en cuando’, procede de una jugada de la baraja.
(6) puesto que: ‘aunque’. El Comendador Griego fue Hernán Núñez de Guzmán, comendador de la orden de Santiago y profesor de griego en Alcalá y en Salamanca, autor de una importante colección de refranes, impresa en Salamanca en 1555. 
Notas, F. Rico.

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