jueves, 7 de mayo de 2020

JUANA DE CASTILLA ● Crónica ● Galería • 1 Desde su boda, hasta su jura como heredera.



Fernando, de Bernardino Montañés y Pérez, 1848. MNP (Depósito en otra institución)
Isabel, de Luis de Madrazo y Kuntz, 1848. MNP. (Depósito en otra institución).

Hijos:
Isabel 1470-98/Juan 1478-97/Juana 1479-1555/María 1482-1517/Catalina 1585-1636

Apuntes biográficos

Isabel (1470-98) fue casada con el heredero Alfonso de Portugal (1475-1491), para la fecha de la boda, Alfonso tenía quince años y ella, veinte. Unos meses después, en julio de 1491, la corte pasaba el verano en la ribera de Santarém, cuando el rey, Juan II invitó a Alfonso a bañarse con él en el río Tajo. Al principio, Alfonso rechazó la invitación, pero después decidió acompañarle. Según el cronista portugués Rui de Pina: ...en la fuerza de correr, el caballo del príncipe cayó, y le llevó debajo de sí, donde luego de improviso quedó como muerto, sin habla y sin sentido.

Isabel volvió con sus padres, que entonces se encontraban en Illora, Granada.

Entre tanto, Juan II designó como sucesor a su primo, el duque de Beja (1469-1521), es decir, tío del difunto Alfonso, que reinaría como Manuel El Afortunado, con el cual volvieron a casar a Isabel, en 1497. Tuvieron un hijo, Miguel de la Paz (Zaragoza, 23 de agosto de 1498-Granada, 20 de julio de 1500), heredero de las coronas de Castilla, Aragón y Portugal. 

Isabel falleció en el parto y, Miguel, hallándose al cuidado de la reina Isabel, no llegó a cumplir dos años. 

Miguel de la Paz, fragmento de “La Virgen de los Reyes Católicos”. MNP

Juan (1478-1497), príncipe de Asturias. En 1497, fue casado con Margarita de Austria, hija del emperador Maximiliano I de Habsburgo y, hermana, por tanto, de Felipe El Hermoso. Murió seis meses después de la boda.

Educación del Ppe. Juan por parte de Isabel I. De Salvador Martínez Cubells, MNP (Senado).
Juana

María (1482-1517), reina de Portugal como segunda esposa de Manuel I, (1469-1521), tras la prematura muerte de su hermana Isabel de Aragón en 1498. A causa de oscuros temores, solo consintió casarse tras obtener la promesa del monarca portugués, de que expulsaría de su reino a los judíos que allí se habían refugiado después de la expulsión castellana. La boda se celebró el 30 de octubre de 1500 en Alcácer do Sal, cuando ella tenía 18 años. Tuvieron diez hijos.

Manuel I volvería casarse una tercera vez, en 1518, en este caso, con Leonor (1498-1558); la primogénita de Juana y, por tanto, sobrina de las dos anteriores esposas del portugués; Isabel y María. Tuvieron dos hijos, de los que sobrevivió María (1521-1577), a la que Leonor tuvo que abandonar, tras el fallecimiento del rey portugués, para cumplir la orden de su hermano, Carlos V, de casarse con Francisco I de Francia. Como triste curiosidad añadiremos el detalle de que cuando don Carlos se retiró a Yuste, Leonor lo acompañó, pidiendo sólo un deseo; el de volver a ver a su hija. Se celebró un brevísimo encuentro entre ellas, que solo sirvió para aumentar el dolor y la nostalgia de Leonor, pues María, ni la conocía -tenía para entonces, 35 años-, ni mostraba ya deseos de hacerlo.

Catalina (1485-1536), fue casada con el príncipe Arturo de Gales en 1502, que murió pocos meses después de la boda. En 1509 se desposó con el hermano de su difunto marido, el que sería Enrique VIII, convirtiéndose en reina. Repudiada por el monarca, vivió alejada del trono, junto con su hija, en condiciones aceptables, mientras el rey volvía a casarse cinco veces más. Fue madre de María I de Inglaterra, o María Tudor (1516-1558), que, con el tiempo, alcanzaría el trono de Inglaterra y se casaría con Felipe II, como sabemos, su sobrino. 
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Juana I de Castilla. 

Atravesó medio siglo de vida e historia como un fantasma, sin voz y sin presencia, sufriendo decepciones, falsedades y ajena ambición de poder. Muy pronto se dejó correr el bulo de su locura, para justificar a cuantos usurparon sus deberes y derechos, sin que, hasta la fecha, haya aparecido algún documento que demuestre su incapacidad, ya que, es evidente que, si lo hubiera, se habría utilizado, de un modo u otro para justificar la postura de su padre, de su marido, de su hijo, e incluso, de su nieto.

Algo se habló sobre su estado mental, antes de la muerte de su marido; no hay duda, ya que ella conoció tales habladurías: “allá me juzgan que tengo falta de seso”; su posible causa; “no solo hacen contra mí, mas también contra S. A. –su padre- porque no falta quien diga que le place á causa de gobernar nuestros reinos”; para reconocer finalmente: “notorio es que no fue otra la causa sino celos”, explicando que igual que ella, los había padecido su madre, aunque pensaba que, con el tiempo, se curaría, como aquella se curó.

Juana (imaginada) presente mientras su madre dicta sus últimas voluntades.
E. Rosales Gallinas, 1864. (MNP)

Lo cierto es que su marido y su padre la traicionaron, cada uno a su manera, para hacerse con el poder que solo a ella correspondía; la única diferencia, es que Fernando sólo le mintió, abusando de su confianza, mientras que su marido, no sólo actuó a sus espaldas y en su nombre, sino que, además, la humilló en público en múltiples ocasiones, y le faltó al respeto, prácticamente desde el mismo día que la conoció.
Habría que aclarar, por otra parte, sólo para quien sea necesario, por supuesto, el absurdo y repetido mito o, más bien despectivo bulo, de que su hijo Carlos nació en un “retrete”, entendido como lo que hoy se denomina “inodoro”, al que tuvo que acudir urgentemente, la entonces archiduquesa, cuando se hallaba en plena vigilancia de las actividades amorosas de su esposo durante una fiesta. 

De acuerdo con la Academia de la Lengua, se trata de un término, ya en desuso, que significa: “Cuarto pequeño en la casa o habitación, destinado para retirarse.” Asimismo, había “mozos de retrete” que atendían las necesidades del personaje al que sirvieran, ocupándose personal y exclusivamente, del mantenimiento de velas, de la limpieza, etc.

El hecho es que Juana I de Castilla se fue despeñando por sucesivos abismos, a partir del momento en que, con evidentes muestras de dolor sincero por parte de ambas, tuvo que despedirse de su madre para embarcarse, a los dieciséis años, hacia un mundo desconocido, en el que, no obstante, desde el principio, supo desenvolverse, gracias a su excelente formación y a su notable inteligencia, con más facilidad de la que cabría esperar de una muchacha en plena adolescencia, a pesar de las costumbres radicalmente desconocidas para ella, en múltiples aspectos, a las que tuvo que adaptarse y acostumbrase, como, por ejemplo, aunque parezca intrascendente, al hecho de tener que habituarse beber cerveza, en lugar del vino aguado que se tomaba en Castilla.

En 1486, doña Isabel acudió a la Cartuja de Miraflores, para ver los restos de su padre, Juan II, acompañada por sus hijos. 
Fragmento del lienzo de Álvarez Catalá, del Museo del Prado, en depósito en el Hospital Real de Granada.

En líneas generales, podemos destacar cuatro períodos o fases de este drama histórico, de acuerdo con Cronistas de la época e historiadores posteriores:

1º) Desde la boda de Juana, -20 de octubre de 1496-, hasta el fallecimiento de Isabel I -26 de noviembre de 1504-, en cuyo testamento la nombraba heredera universal.

Juana y Felipe. Rimado de la Conquista de Granada. Museo Condé, Chantilly, Fr.
El mismo año en el que doña Juana "la Loca" es jurada como princesa sucesora de los Reyes Católicos en las cortes zaragozanas de 1502, el poeta aragonés Pedro Marcuello dedica a la futura reina su Cancionero, un tratado manuscrito bellamente historiado, formado por composiciones y miniaturas fechadas entre los años 1482 y 1502. (C. Marín Pina).

Isabel I dictando su testamento. Eduardo Rosales, 1864. MNP
Al fondo, los Marqueses de Moya; su amiga Beatriz de Bobadilla y el marido de esta.

2º) Desde la llegada de los Archiduques a Castilla -jurados en Toledo, el 22 de mayo de 1502-, hasta la inesperada muerte de Felipe I -25 de septiembre de 1506-.

Muerte de Felipe el Hermoso. Grabado, 1864

3º) Desde el encierro de Juana, disfrazado de medida de protección –febrero de 1509-, hasta la muerte de Fernando, su padre, -23 de enero de 1516-, pérdida que le fue ocultada por orden del mismo.

Últimos momentos del Rey don Fernando el Católico, 1516. J. Segrelles

4º) El reinado de Carlos I desde su adolescencia, en nombre de su madre, reducida a figurar en los encabezamientos de edictos y órdenes, desde mediados de 1516, hasta su muerte, el 12 de abril de 1555, seguida de la abdicación del entonces Emperador, en 1556: “pues ya mi madre es muerta”.

En esta ocasión, y en líneas generales, hemos optado por la Crónica, titulada: De Felipe I, llamado El Hermoso, que el autor, Lorenzo de Padilla (CODOIN VIII)dirige “Al Emperador Carlos V“, considerando que, por tratar de lo pasado en los tiempos que los católicos y poderosos Príncipes Don Felipe y Doña Juana, padre de V.M. reinaron, no menos será acepta que todas las demás crónicas de España...pues vemos que V.M. no merece menos renombre por la obediencia y acatamiento que tiene a la católica Reina Doña Juana nuestra señora su madre... considerando que por descuido se quedó por escribir... Y los causó en alguna manera el descuido del católico Rey Don Fernando, abuelo de V.M., pues gobernó estos reinos espacio de doce años supliendo en ello la edad de V.M. 

Mas la culpa se debe atribuir a los cronistas que el católico Rey Don Fernando tuvo... se quedó por escribir no solamente los doce años ya dichos, más casi otros diez atrás... desde 1491 -en realidad, 1489, como aclara el editor a pie de página, añadiendo, además, que Pulgar llega hasta 1490-, a donde cesó de escribir Hernando del Pulgar, y hasta que V.M. comenzó a reinar, se quedaba en tinieblas.

Añade, cuidadosamente Lorenzo de Padilla: “Suplico a V.M. que hasta que se halle más noticia reciba en esto mi voluntad y mande que la presente no salga de su cámara porque muchas veces a las personas a quienes tocan, glosan las cosas a su propósito y quitan lo que no les cumple.”

Se observará el prácticamente nulo papel que la reina titular, Juana de Castilla tiene en la presente Crónica, algo que no puede ya sorprendernos, conociendo los intereses encontrados y la guerra fría mantenida entre su padre y su marido en torno a su Corona, tras la muerte de Isabel I, quienes, a pesar de los sucesivos acontecimientos nunca llegaron a retirarle la titularidad de la misma, que, para ella, no fue sino una especie de maldición que cayó sobre su propia cabeza, a causa de los intereses radicalmente opuestos, de los dos hombres a los que más amó, convirtiéndose ella en la víctima del fuego cruzado entre ambos, y aún después, ya que su pervivencia era la garantía del poder de los usurpadores, que bien podemos llamarlos así; garantía que se extendió a su hijo e indirectamente, a su nieto.

Empezaremos pues, resumiendo la Crónica, desde su fatídica boda, cuando Juana tenía 16 años, y su desgracia, propiciada por la sucesión de las prematuras pérdidas de los hermanos y el sobrino que la precedían.

CAPÍTULO IX

Estando el Rey y la Reina en Sevilla, fueron avisados como D. Alonso, Príncipe de Portugal, su yerno, había muerto súbitamente de una caída de un caballo. Mostraron por ello gran sentimiento e hicieron muy solemnes exequias por este Príncipe, y enviaron á Portugal por la Princesa Doña Isabel su mujer, hija mayor de estos Reyes.

Isabel. Las Huelgas, Burgos

Muerte del Príncipe Alfonso, hijo y heredero de Juan II de Portugal, en Santarém, en 1491. El accidente, con la caída del caballo aparece en el ángulo superior derecho. Palacio Nacional de Sintra. Portugal.

CAPÍTULO X.

Como la Reina Doña Isabel entendió en enviar á Flandes á la Infanta Doña Juana su hija, para casar con el Archiduque Don Felipe.

El bastardo de Borgoña con poder del Archiduque de Austria y Duque de Borgoña, primogénito del Emperador Maximiliano, se había desposado en Valladolid en nombre del Archiduque (Felipe), con la Infanta Doña Juana; y en nombre de Doña Margarita, hija del Emperador, y con poder suyo, se había desposado con el Príncipe D. Juan, heredero de Castilla.

Deseando el Rey y la Reina que estos casamientos se hiciesen efectivos, mandaron aderezar armada y hacer gente para que pasase la Infanta Doña Juana en Flandes a casarse, y trajesen á la Princesa Doña Margarita. Y mientras el Rey Don Fernando entendía en cosas tocantes al reino de Aragón, la Reina se vino de Zaragoza de vuelta a Castilla. Y llegada a la villa de Almazán, entendió en ordenar la casa que había de llevar su hija la Archiduquesa.

Se trataba de un séquito formado por 96 nobles -no se habla ahora, naturalmente de personal de servicio y marinería-, y personas de su confianza, entre las que se encuentra, por ejemplo, y, como de costumbre, Beatriz de Bobadilla, sobrina de la Marquesa de Moya -como sabemos, la mejor amiga de la reina Isabel, si no la única que tuvo-, y otros muchos oficiales para el servicio de su casa.

Provisto esto, la Reina partió de Almazán y volvió a Laredo, acompañada del Príncipe D. Joan su hijo, de la Princesa de Portugal Doña Isabel, y de las Infantas Doña María y Doña Catalina sus hijas, y llegados á Laredo donde estaban juntos ciento y veinte navíos de alto borde. 

Se embarcaron en ella quince mil hombres. Y luego que la Reina llegó (vinieron) otros muchos caballeros y deudos suyos, todos los cuales se embarcaron con la Archiduquesa á los diez y seis días del mes de agosto (Los historiadores por lo general, dicen que la reina acompañó a su hija hasta Laredo; que estuvo embarcada con ella dos días, y que se despidieron el 22 de agosto de 1496, fecha en que la armada se hizo a la vela). 

Y la Reina acompañó a su hija hasta el navío, y con ella el Príncipe é Infantas sus hijos, adonde se despidieron con muchas lágrimas.

El Príncipe D. Joan envió ciertos caballos aderezados á la gineta para el Archiduque D. Felipe, los cuales llevó a cargo un caballero de Toledo llamado Joan Gaytán. 

Y llegando cerca de Flandes se levantó viento contrario, de manera que fue forzoso a la armada acogerse a un puerto de Inglaterra, llamado Toorlan (Portland), que es playa y descubierta de aquel viento, lo cual causó que se vio en aprieto la armada, y una carraca topó con un navío vizcaíno y lo echó á fondo; mas salvóse la gente del que estaban en el alto. Y la Archiduquesa estuvo dos días en esta atalaya adonde vinieron muchas damas y caballeros de la tierra á besarle las manos. 

La recámara, de la archiduquesa se perdió en gran parte, y muchas otras joyas de personas particulares; mas salvóse toda la gente que venía en ella.

Todos los demás navíos de la flota llegaron a salvamento con la Archiduquesa, día de nuestra Señora de setiembre, á un puerto de Holanda, llamado la Ramua (Middelburg), y luego á la hora, la Archiduquesa se desembarcó y fue aposentada en la mejor casa de este lugar. Y no habían acabado de desembarcar cuando se levantó tan gran tempestad que se pensaron perder todos los navíos de la flota. 

Der Weiss Kunig (El Rey Blanco), biografía del emperador Maximiliano I. La imagen muestra la llegada de Juana de Castilla al puerto flamenco de Arnemuiden en 1497.

En este mismo día vino a besar las manos a la Archiduquesa Doña María Manuel, hermana de D. Joan Manuel, mujer del bastardo Baduin de Borgoña, el cual se casó con ella cuando vino a España por Embajador del Emperador Maximiliano á tratar los casamientos dichos. La Archiduquesa se holgó mucho con Doña María Manuel, y estuvo en este lugar cuatro o cinco días aguardando que se acabasen de desembarcar su casa y criados, y las de los que la acompañaban.

Luego que fueron desembarcados, la Archiduquesa se volvió a Vergas. Le fue hecho gran recibimiento. Fue aposentada en casa del Señor de este lugar, que era caballero muy principal, y había sido ayo del Archiduque, y ahora su camarero mayor, y caballero del Toisón.

Pero el novio, o, por mejor decir, el desposado, no estaba allí. Veamos por qué.

A la sazón estaba el Archiduque en Alemania en el condado de Tírol, en una villa llamada Landeque, con el Emperador su padre. Y luego que la Archiduquesa desembarcó en Ramua, el (¿?) Salazar que era embajador del Archiduque, y venia de España, le envió correo diciendo que era llegada la Archiduquesa. A causa de la guerra que había entre Francia y España no le pudo hacer correo por tierra desde Laredo, y por esto el Archiduque no pudo venir á Vergas. 

Y después de haber reposado la Archiduquesa ciertos días, se fue para Anveres (A Amberes llegó Juana el 1º de octubre de 1496), que es la más principal villa de Brabante, adonde asimismo le fue hecho gran recibimiento como á Señora, y estuvo en esta villa algunos días, y se aposentó en una abadía de la orden de Premoste, llamada Sant Miguel. Y de aquí se fue a una villa llamada Liera, y posó en casa de un abad de esta orden. Y pasados diez o doce días que estaba en esta villa, llegó allí el Archiduque ahorrado con poca gente porque vino apresuradamente en posta; y le acompañaron Musiur de Vergas y ciertos caballeros, y luego esta noche fue a ver la Archiduquesa. 

Y cuando se apeó, el Almirante D. Fadrique Enríquez y lodos los otros caballeros que venían con la Archiduquesa, le vinieron a besar las manos, y el Archiduque les hizo muy buen recibimiento, y esa misma noche se desposaron (Desposorio en Lila, el 18 de octubre de 1496) por manos de D. Diego de Villascusa, capellán mayor, y no lo hizo D. Luis Osorio obispo de Jaén, porque era muerto en el camino. Y luego esa noche consumieron el matrimonio, y otro día se casaron (”El acto religioso se verificó el 20 de octubre de 1496). 

Joan Gaytán en nombre del Príncipe D. Joan, presentó al Archiduque sus caballos muy enjaezados y aderezados de la gineta, los cuales parecieron muy bien al Archiduque.

Retrato de Juana por Juan de Flandes con motivo de su boda. 1496-1500. 
Kunsthistorisches, Viena.

En este lugar estuvieron pocos días, y se volvieron á Enveres donde les fue hecho gran recibimiento, y á esta villa vino Madama Margarita, muy acompañada de damas y caballeros de la tierra, y con ella Francisco de Rojas embajador del Rey y la Reina, el cual se había desposado con Madama en nombre del Príncipe D. Joan. Y en esta villa se hicieron grandes tiestas y juegos. Estuvo en ella Madama Margarita cuatro o cinco días, y pasados se partió para el puerto de Ramua. 

Fueron con ella el Almirante y su hermano, y todos los caballeros que vinieron con la Archiduquesa, y estuvieron muchos días y meses en Gelanda aguardando tiempo para pasar en España, en los cuales murieron más de nueve mil personas de la armada, de los fríos, y falta de bastimentos y otras cosas necesarias.

Cuando la Princesa se partió de Amberes, los Archiduques se fueron a Bruselas adonde entraron con gran recibimiento. A esta villa vinieron a besar las manos a la Archiduquesa todos los principales de Flandes e hicieron muy grandes justas y torneos, entre las cuales fiestas hubo una justa de tres por tres en el mercado de la villa. 

Tres caballeros justaban por la Archiduquesa, y tres por la Princesa Madama Margarita. Los de la parte del Archiduquesa salieron de colorado con ciertas divisas encima. Por la parte de la Princesa Madama Margarita salieron vestidos de blanco, y encima una margarita. Lo hicieron tan bien que se derribaron los unos a los otros en los encuentros, de manera que no quedó otro en pie sino Musiur de Rabastan. Esta justa fue con blandones –no con lanzas-, y acabada, todos los caballeros se vinieron a la casa de la villa adonde les fue hecho gran banquete; y después que hubieron cenado, hubo muy grandes regocijos de música y danzas, y dieron el premio á Musiur de Rabastan, y de allí todos se fueron á palacio. 

Y en este tiempo los Archiduques se estuvieron en Bruselas holgándose, y continuamente había muchas justas y torneos y otros ejercicios, y no se entendía en otra cosa más que en ordenar -los cargos de- la casa de la archiduquesa... porque los españoles que tenían estos oficios, se volvieron en España, salvo, D. Rodrigo Manrique que quedó por embajador.

Entre tanto, Margarita de Austria llegaba a Castilla para casarse con el heredero.

CAPÍTULO XI.

Cómo la Princesa Madama Margarita vino en España, y se celebraron sus fiestas y bodas con el Príncipe D. Joan en la ciudad de Burgos. 1497

Según ya es dicho, sucedieron tan malos temporales que la Princesa Madama Margarita no pudo pasar a España hasta principio del año siguiente que se contaron mil y cuatrocientos y noventa y siete (1497) del nacimiento de Cristo. 

Aportó con su armada al puerto de Laredo por el fin del mes de mayo (quizás, marzo) de este año, adonde la Reina había mandado á D. Bernaldino de Velasco su Condestable, que estuviese aguardando á la Princesa para acompañarla. Y luego que saltó en tierra, el Condestable y muchos caballeros que con él estaban, le hicieron gran recibimiento. Y como hubieron reposado algunos días, Doña Teresa de Velasco, y el Almirante, y los otros Grandes y caballeros que venían con la Princesa, y el Condestable y los demás que allí estaban, partieron de vuelta a Burgos donde estaban el Rey y la Reina, y muchos grandes y prelados, aguardando la Princesa para celebrar el casamiento. 

Y la princesa, llegó a Burgos por el mes de abril, y saliéronla á recibir el Rey y el Príncipe D. Joan su esposo, acompañados -por muchos- Grandes y prelados que estaban en la corte. Y esa misma noche que llegó la Princesa, se desposó de presente con el Príncipe D. Joan en casa del Condestable donde posaban el Rey y la Reina, y hubo muy grandes fiestas y regocijos en palacio y por la ciudad, y no se casaron fasta pasados cuatro días. Y este día el Rey y la Reina hicieron gran sala, y á la noche cenaron lodos los Grandes y Señores y prelados que estaban en la corte en palacio -entre ellos-, Doña Beatriz de Bobadilla, Marquesa de Moya, y otras Señoras. Estaban muy muchos aparadores y con grandes vajillas de plata. Y sobre todos Don Álvaro de Zúñiga Duque de Vejar, llevaba una ropa rozagante con chapería de oro, que era de gran valor, con muchas piedras y perlas. 

Duró la cena gran rato y acabada, se comenzaron grandes fiestas y danzas, en las cuales danzaron el Rey y la Reina, y todos los grandes señores y damas y galanes, y después hubo muchas justas y torneos y juegos de cañas, y todas las noches saraos. Y jugaron el Rey y el Príncipe a las cañas: siempre tenían, un puesto el Rey, y el otro el Príncipe. 

Y cierto día un galán portugués, llamado D. Joan de Castelblanco, estando el Rey repartiendo los puestos, este se adelantó y tiró una caña, de lo cual se enojó el Rey mucho, y fue tras él y le dio de palos con otra que el Rey tenía en las manos. Y acabado el juego, á la noche el Rey le envió una capa de brocado aforrada en damasco blanco, y un sayo de lo mismo, y le mandó venir al sarao, y el caballero lo hizo y danzó con su dama.

Pasadas las fiestas, que duraron muchos días, el Rey y la Reina dieron al Príncipe para su estado y sostener su casa, además del Principado de Asturias, la ciudad de Salamanca, y Zamora, y Toro, y Arévalo, y Jaén, y Ronda, y otros muchos pueblos y rentas. 

Después de haber estado algunos días la corte en Burgos, se vinieron á Salamanca adonde entendieron en casar -segunda vez- á su hija la Infanta Doña Isabel con Don Manuel, Rey de Portugal -tío de su difunto marido-, que fue hijo del Infante D. Fernando y nieto del Rey Don Duarte de Portugal, que sucedió en el reino á Don Juan Segundo su primo hermano por no dejar hijos legítimos.

Las inesperadas y prematuras muertes del Príncipe Juan y de la Princesa Isabel, sucesivos herederos.

Estando en Salamanca el Príncipe se sintió mal dispuesto y le creció tanto su enfermedad que murió en esta ciudad por el mes de octubre de este año (murió el 4 de octubre de 1497) no pasando de edad de diez y ocho años. Fue sepultado en Santo Tomás de Ávila. (Donde permanece, pasando a convertirse en heredera, su hermana Isabel, recién casada por segunda vez, en Portugal, como hemos visto).

Monumento funerario del príncipe Juan. Real Monasterio de Santo Tomás. Ávila

No dejó preñada á su mujer. Sintieron mucho su muerte el Rey y la Reina y todos sus reinos: llevaron por él grandes lutos de jergas teñidas. 

Jura y fallecimiento de la Princesa Isabel

Y de Salamanca el Rey y la Reina se fueron á Madrid y al principio del siguiente año que fue de mili y cuatrocientos y noventa y ocho (o 99), se vinieron á Toledo adonde mandaron juntar los tres estados de sus reinos, y tornaron á jurar por Princesa y heredera de estos reinos á su hija mayor la Reina Doña Isabel de Portugal, mujer del Rey Don Manuel, y de allí se fueron á Zaragoza para hacer lo mismo, donde esta Reina Princesa murió el 23 de agosto, del parto de un hijo que llamaron D. Miguel.

Y allí también llegaron ciertos caballeros flamencos y alemanes a recoger a la Princesa Doña Margarita, viuda del Príncipe D. Joan, y la llevaron muy acompañada por Francia.

Entre tanto, el Archiduque se estaba en Flandes en la villa de Bruselas; y como era mancebo y regocijado, continuamente entendía en cosas de placer y regocijos de armas. Y ordenó un torneo al cual salieron muchos caballeros, la mitad vestidos de blanco, de los cuales era capitán micer Juan de Lucemburque, señor de Vila, que era privado del Archiduque; y los de la otra parte salieron vestidos de morado.

Y como hubieron cenado, fuéronse á palacio á danzar con las damas por regocijar á los Archiduques.

Después de á pocos días dos caballeros, el uno llamado Andrés de Zuaen, y el otro Claudio de Farno en palacio delante de las damas, presumiendo de valientes, publicaron una justa de nueva manera que habían de salir á ella á silla rasa, y pusieron la silla á la puerta de palacio, la cual guardaba un rey de armas desde la mañana fasta la noche, y el caballero que la tocaba era obligado de pasar tres carreras con el mantenedor. Hubo en esta justa tres premios, uno para el que mejor pasase las tres carreras, otro para la folla, otro para el que más ruinmente lo hiciese. El Archiduque fue el primero de los que tocaron en la silla, y después otros muchos caballeros.

Y la noche que hubieron de dar los premios de la justa pasada de silla rasa, hubo gran sala en palacio adonde demás de las damas de la Archiduquesa vinieron otras muchas de la tierra. Y después que hubieron danzado, los jueces dieron á una dama el diamante que era el premio de mejor justador de las tres carreras, y le mandaron que lo llevase al Archiduque que lo había ganado, y la dama lo fue a buscar con sus trompetas y reyes de armas y se lo dio, y el Archiduque lo recibió y besó á la dama y danzó con ella según el uso de la tierra.


Primera hija de Juana y Felipe

Y el día de la misa este año á los 19 de noviembre, víspera de Sant Martin, la Archiduquesa –Juana- parió á la Infanta Doña Leonor (Nació la Infanta Doña Leonor, no el 19 sino el 15 de noviembre de 1498). hiciéronse grandes alegrías en toda la tierra: la bautizaron en la iglesia mayor de Bruselas: fueron padrinos el Príncipe de Simay, y Madama la Grande hermana del Rey Duarte de Inglaterra, mujer que fue del Duque Charles de Borgoña, y Madama de Rabastan la vieja, hija del Duque Felipo de Borgoña.

Díptico de los hijos de doña Juana. Museo de Santa Cruz, Toledo

CAPÍTULO XV.

Tercer hijo de Juana y Felipe; primer varón.

Cómo nació el Príncipe D. Carlos –tercer hijo-, y de las grandes fiestas que se hicieron por su nacimiento. Carlos V nació en 25 de febrero de 1500, martes día del apóstol San Matías.

En este año á los veinte y cuatro días del mes de febrero, víspera de Sáncto Matía, a la una después de media noche estando de parto el Archiduquesa, fue Dios servido que parió un hijo, de lo cual no recibieron poco placer sus padres, ni menos los de Flandes , los cuales lo deseaban tanto que aposta habían puesto encima de cierta cruz del campanario de la iglesia de Sant Nicolás de la villa de Gante una gran pipa con leña y fuego artificial para que luego que pariese el Archiduquesa , si fuese hijo pusiesen fuego á aquellas pipas para que lo supiese toda la tierra. Y era tan alta esta torre que se vio más de quince leguas alrededor el fuego. Estaban en esta villa aderezados grandes aparejos de regocijos, y entre ellos hecho un corredor da cuerdas desde este campanario de Sant Miguel (¿o San Nicolás?) hasta el Befroy, que es donde toca la campana del reloj que se dice Roldan. 

El Beffroy y la campana Roland. Gante

Fue muy grande el regocijo que hubo en este punto en Gante, y todas las gentes de la villa, así populares como caballeros, se levantaron y fueron á palacio con mucho placer y alegría, el cual asimismo hicieron todos los pueblos de la tierra cuando vieron la señal del fuego de sobre la torre, y hicieron muchos regocijos. 

El Archiduque mandó que llamasen á este Príncipe Carlos como á su bisabuelo, el Duque de Borgoña, y para llevarlo a bautizar fue hecho desde palacio hasta la iglesia de Sant Joan, que es colegial y la principal de aquella villa, por medio de la calle, un corredor de madera que sería hasta estado y medio en alto, y era gran trecho de una parte á otra, que sería casi media legua por las calles que iba, por el cual llevaron al Príncipe á la iglesia donde fue bautizado. Y uno de sus padrinos fue el Príncipe de Simay, y de sus madrinas Madama la grande, última mujer del Duque Charles de Borgoña, y hermana del rey Duarte de Inglaterra.

CAPÍTULO XVI.

Como el Rey y la Reina se volvieron de Sevilla para Granada á entender en acabar de tornar cristianos á los moros.

Fallecimiento de don Miguel, el hijo de Isabel.

Y pasada la cuaresma y Pascuas de Resurrección y Espíritu Santo, el Rey y la Reina se vinieron para Granada (en junio) á entender en acabar de hacer cristianos á todos los moros del reino. En la cual ciudad entraron por el mes de junio, y de camino sucedieron ciertas calenturas al Príncipe D. Miguel, hijo de la Reina Princesa y del Rey Don Manuel de Portugal, y crecieron en tanto que murió de ellas por el fin del mes de julio de este año (Según Zurita murió en Granada á 20 de julio de 1500 en edad de veinte y dos meses.) siendo de edad de tres años. 

Lleváronlo á sepultar al monasterio de Sant Francisco del Alhambra.
Entre tanto, en Flandes…

Pasadas las fiestas de Gante, el Archiduque se vino a Bruselas donde estaba lo más ordinario del tiempo por los montes y otros aparejos que había en aquella villa para caza de sabuesos y lebreles. Y estando en esta villa por el mes de agosto le llegó correo en once días de Granada, despachado por Joan Vélez de Guevara, trinchante de la Archiduquesa, haciéndole saber la muerte del Príncipe Juan, de Fonseca obispo de Córdoba, á hacer saber a la Archiduquesa su hija como la sucesión de sus reinos le venía de derecho por muerte de su sobrino, y que era necesario que ella y el Archiduque su marido viniesen en España a ser jurados por Príncipes. Los Archiduques respondieron que se aderezarían e irían lo más presto que pudiesen.

Matrimonios de María y Catalina, las dos hijas menores de Isabel y Fernando.

Vidriera de la Capilla de la Iglesia de Santa María de la Victoria en el Monasterio de Batalha, en Portugal, atribuida de Francisco Henriques, c. 1510-13. 

Catalina (posible retrato) de Michel Sittow, 1502. Kunshistorisches, Viena

A la sazón el Rey y la Reina teniendo concertados casamientos de las Infantas sus hijas , Doña María con el Rey D. Manuel de Portugal , y Doña Catalina con el Príncipe de Gales heredero del Rey Enrico de Inglaterra, acordaron de traer en efecto; y víspera del nacimiento de nuestra Señora que es por el mes de setiembre, el Rey y la Reina bajaron del Alhambra para la iglesia mayor á oír vísperas, y con ellos, las Infantas y Reina de Nápoles, y acabadas vísperas los embajadores de los Príncipes dichos por virtud de los poderes que tenían, en nombre del Rey de Portugal se desposó su embajador con la Infanta Doña María (Este desposorio se verificó en Granada á 24- de agosto de 1500 con D. Álvaro de Portugal, como procurador del Rey Don Manuel. Doña María se puso en camino para Portugal en 1º. de octubre del mismo año.), y el de Inglaterra con la Infanta Doña Catalina (A pesar de que aquí se da a entender que el matrimonio de Doña Catalina se verificó el mismo año que el de Doña María, parece que aquel no se efectuó hasta 1501. Quizá se hizo el desposorio en Granada en 1500, y se ratificó en Inglaterra el año siguiente) por mano de D. Fernando de Talavera arzobispo de Granada. 

Hecho este auto el Rey y la Reina se quedaron aquella noche en la posada del arzobispo, y otro día por la tarde se volvieron al Alhambra. Y pasados cuatro o seis días las Infantas salieron de Granada para encontrarse con sus maridos, y el Rey y la Reina fueron con ellas hasta Santafé donde se despidieron y volvieron a Granada. Desde Santafé fueron juntas las Infantas hasta Alcalá la Real donde se despidieron. La Infanta Doña María fue la vuelta de Portugal, acompañada del cardenal D. Diego Hurtado de Mendoza, y de D. Diego Pacheco Marqués de Villena, y de D. Alonso Fernández Señor de la casa de Aguilar, y Puertocarrero Señor de Palma, los cuales fueron con la Infanta hasta la raya de Portugal donde vino el Rey Don Manuel con muchos caballeros y prelados, y se casó con la Infanta y consumió matrimonio.


CAPÍTULO XIX.

De lo que este año pasó en España, y como fue jurada la Princesa Doña Johana en Toledo.

(El heredero, Miguel de la Paz, había fallecido el 20 de julio de 1500).

En el principio de este año que se contaron mili y quinientos y dos (1502) de Cristo, avisados el Rey y la Reina que habían salido de Flandes los Archiduques sus hijos y venían a ser jurados por Príncipes, enviaron a mandar a los tres estados de Castilla, que son prelados y nobles y procuradores de pueblos, fuesen juntos en la ciudad de Toledo por todo el mes de marzo para celebrar cortes generales. 

El Rey y la Reina se fueron para Toledo á celebrar las cortes dichas. Aderezando los Archiduques para pasar en España, les pareció que debían venir por mar, para lo cual se comenzaron de proveer de bastimentos, naos y otras cosas necesarias; y como á la sazón el Rey Luis de Francia tuviese paces con el Emperador y con el Rey y la Reina, envió a rogar á estos Príncipes que se fuesen por tierra y que en Francia seria hecho todo servicio y buen hospedaje. 

Sobre esto hubo diversos pareceres si la venida seria por tierra o por mar, y acordóse que fuese por tierra. Y aderezado todo lo necesario salieron de la villa de Bruselas.

Y de allí se fueron la vuelta de París, la cual ciudad les hizo gran recibimiento, y salió tanta gente el día que entraron, que ahogaron de aprieto algunas personas por las calles. Holgáronse en esta ciudad tres días: hallaron en ella al Conde de Cabra, y á su madre y hermanos que venían de Inglaterra de acompañar a la Infanta Doña Catalina, los cuales se vinieron con los Archiduques. 

CAPÍTULO XX.

Como los Príncipes se vlnieron para Toledo donde fueron jurados y de otras cosas que este año pasaron en España.

Después que hubieron reposado algunos días en Fuenterrabía, los Príncipes prosiguieron su camino hacia Toledo por Guipúzcoa, en toda la cual se habían ensanchado y allanado los caminos, y todos los parientes mayores de aquella tierra salían con muchos bailes y danzas y presentes, y el Príncipe se holgaba de ver estos regocijos. Y llegados á Vitoria, les hicieron asimismo muy honrado recibimiento, y les presentaron mucho pan y cebada y vino y aves y vacas y carneros, y otras cosas para su despensa; y tres días que estuvieron en esta ciudad hubo muchas fiestas y juegos. 

Y de allí se fueron para Miranda de Ebro donde les salió á recibir D. Diego Sarmiento, hijo mayor del Conde de Salinas, acompañado de ciento de á caballo á la gineta, muy bien aderezados y con sus capellares de grana: lo cual como era cosa nueva para el Príncipe y para los que con él venían, les pareció muy bien. 

De Miranda los Príncipes se fueron para Burgos donde á la sazón estaba el Condestable D. Bernardino de Velasco y otros muchos señores naturales de aquella tierra. El día que entraron en Burgos les hizo gran recibimiento la ciudad, la cual salió por sí, y el cabildo de la iglesia por sí, y el Condestable y los Condes ya dichos, acompañados de sus deudos y amigos, salieron por sí. 

Y los Príncipes se aposentaron en casa del Condestable, el cual les hizo muchas fiestas y servicios los días que allí estuvieron. Y de allí se fueron para Valladolid, y les fue hecho el mismo recibimiento que en Burgos. Y de Valladolid los Príncipes se fueron para Madrid donde estuvieron algunos días aguardando que se acabasen de juntar los Grandes y algunas de las personas que faltaban para las cortes, á las cuales vinieron D. Diego Hurtado de Mendoza, cardenal de España y arzobispo de Sevilla: patriarca de Alejandría: D. fray Francisco Jiménez de Cisneros de la orden de Sant Francisco, arzobispo de Toledo y Primado de las Españas: etc. etc.

Los Príncipes se vinieron á Olías (Toledo) donde estuvieron dos días, y de allí para Toledo donde se les hizo muy gran recibimiento. Y salió el Rey fuera de la ciudad, acompañado de los grandes y prelados ya dichos, y cuando llegaron a verse, el Príncipe se quiso apear; mas no lo consintió el Rey. Y la Princesa su hija le pidió la mano y no se la quiso dar. Mostró mucho placer con ellos y los metió en la ciudad, y fueron á posar en palacio, que era en casa del Marqués de Villena. 

Y la Reina salió a recibir a su hija fasta la puerta de la sala, acompañada de sus damas y dueñas de honor, y los Príncipes se hincaron de rodillas, cada uno por sí, y le pidieron la mano, más la Reina no se la quiso dar, pero abrazó a cada uno con mucho amor, y metió de la mano á su cámara á la Princesa su hija.

CAPÍTULO XXII

Como el Príncipe se fue para Alemania (1503) y de camino habló con el Rey de Francia, y de otras cosas que este año pasaron.

En Madrid estando el Príncipe hasta el principio del año siguiente, que se contaron mili y quinientos y tres de Cristo, (1503) por el mes de enero dejando á la Princesa su mujer preñada de D. Fernando su segundo hijo (varón), se fue la vuelta de Francia.

Comienza la tragedia de doña Juana.
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