Rasputín y Yusúpov
Grigori Efímovich Rasputín/Григо́рий Ефи́мович Распу́тин. Pokróvskoye, 9.1.1869 -21 del calendario gregoriano - Petrogrado, 17.12.1916 -30, greg.*-. Fue un místico que ejerció gran influencia sobre los Romanov en la última época de la dinastía.
*En adelante, cuando se dan dos fechas, la primera, siempre se refiere al calendario juliano y, la segunda, al gregoriano.
En su juventud ya tenía fama de sanador mediante el rezo, algo que conocía Anna Výrubova, amiga de la zarina, y estando Alekséi Nikoláyevich Románov, el heredero, enfermo, -era hemofílico y tenía una hemorragia-, en 1905, aconsejó a su madre que llamara a Rasputín. Así se hizo y, el niño mejoró notablemente, por lo que, a partir de entonces, su madre, se convirtió en la más fiel seguidora y admiradora del monje. Fue entonces cuando empezó esta historia.
Rasputín había nacido y se crió en Pokróvskoye, un pueblo pequeño de Siberia Occidental, en la región de Tobolsk, a unos 300 km. de los Urales, en cuya parroquia se conserva en registro de 10/22 de enero: “En el pueblo de Pokróvskoye, en la familia del campesino Yefim Yákovlevich Rasputín y su esposa, ambos ortodoxos, nació un hijo, Grigori”. Al día siguiente fue bautizado recibiendo su nombre, en honor de San Gregorio de Nisa, cuya fiesta se celebra justamente el 10 de enero (juliano).
Grigori fue el quinto de nueve hijos, de los que sobrevivieron dos: él y su hermana Feodosia. Nunca asistió a la escuela; nada extraño, pues según el censo de 1897 casi todo el pueblo era analfabeto. En su localidad, Rasputín era considerado como un poco extraño, pero dotado de dones misteriosos. "Sus extremidades se sacudían, movía los pies y siempre mantenía las manos ocupadas. Pese a algunos de sus tics físicos, llamaba la atención". Lo poco que se sabe sobre su infancia fue transmitida por su hija María. Según ella, a los catorce años ante la idea de que «el reino de Dios está en nosotros» le hizo «correr a esconderse en el bosque, temeroso de que la gente notara que le había ocurrido algo inimaginable». Cuando se recuperó, volvió a casa con “la sensación de una luminosa tristeza”. Más o menos a esa edad, harto de soportar que otros niños lo llamasen “enclenque”, un día se resolvió y les agredió. Aunque se arrepintió de aquello, pues no era violento, se hizo más sociable desde entonces y fue capaz de ir al mercado de Tiumén (80 km al oeste) a vender el centeno de su padre. Sin embargo, en conjunto, Rasputín siguió siendo un muchacho demasiado disperso como para convertirse en un hombre de provecho. Empezó a beber y lo detuvieron junto con otros por el robo de unos caballos. Finalmente, la asamblea rural lo absolvió, aunque los demás fueron desterrados a Siberia Oriental.
Rasputín y sus hijos.
El 2 de febrero de 1887, Rasputín se casó con Praskovia Fiódorovna Dubróvina, tres años mayor que él, con quien tuvo tres hijos: Dmitri, Varvara y María. Dos hijos anteriores a ellos murieron muy pequeños. En 1892, Rasputín abandonó repentinamente su aldea, esposa, hijos y padres, pasó varios meses en un monasterio de Verjoturie, hoy en Sverdlovsk. El autor Aleksandr Spiridóvich sugirió que su decisión se debió a la muerte de un niño. Ingresó poco después en una secta cristiana condenada por la Iglesia Ortodoxa Rusa, conocida como jlystý/flagelantes, que consideraban que la fe verdadera solo se alcanzaba por el dolor y el sufrimiento. En las reuniones de esta secta, sin embargo, se sucedían fiestas y orgías, y Rasputín se convirtió en un acérrimo integrante de las mismas; algo que le marcó para siempre, lo cual, según parece, explicaría su más que activa vida sexual, que terminó por destruir su reputación de hombre santo. Más tarde, adoptaría una vida de ermitaño hasta que conoció a Macario, un iluminado que influyó mucho en su actitud, logrando que renunciara a beber y comer carne, hasta el punto, que cuando volvió a su casa, ya era converso ejemplar.
Rasputín en 1910.A partir de entonces, no solo se ganó a la familia real, sino también, a buena parte de la aristocracia. Ciertamente, parece que tenía gran carisma personal, que, al parecer, como casi todo en su personalidad, sería producto de varios aspectos, entre los que destacaría: una mirada muy fija y penetrante, con unos ojos azules muy claros; dotado de gran facilidad de palabra, era, sin embargo, muy ambiguo en la expresión, por lo que, cada uno podía entender, exactamente, aquello que esperaba. Resultaba muy atractivo para las mujeres; algo que él sabía bien, debido a su físico, que acompañaba con su gran capacidad de intuición y, su conocimiento de las Escrituras. Por último, sabiendo que en aquellos momentos, en Rusia se imponía un evidente romanticismo filoeslavo, que le permitía, al proceder de la casi misteriosa Siberia, recriminar a los nobles, ampliamente emparentados con la aristocracia europea; lésae, fundamentalmente, alemana, que no tuvieran “una sola gota de sangre rusa”, lo que que no estaba muy lejos de la realidad.
Rasputín con un grupo de seguidores, en 1914.
Su actitud, nunca disimulada, le atrajo la animadversión de cortesanos y nobles, que veían peligrar su propia influencia, y propagaron rumores que calaron, sobre todo, en los enemigos del régimen zarista. El zar lo toleraba en la medida que la zarina lo imponía, pero, con todo, sus decisiones terminaban siempre tamizadas por la supervisión de Rasputín.
Durante la Primera Guerra Mundial, llegó a ser acusado de espía alemán, pero, sobre todo, se le recriminaba su influencia política sobre la zarina, de ascendencia alemana, y los nombramientos ministeriales que ella llevó a cabo, cuando el zar se ausentó, a causa de la guerra. Aquellas actitudes, finalmente resultarían en desastre para el zarismo.
La zarina tomando el té con Rasputín.
Rasputín era, en todo caso, muy querido por el zarévich/hijo el zar; Alekséi Nikoláievich, gracias a su capacidad de “hipnosis curativa”, que resultó tan efectiva, y que podía llegar a condicionar el futuro de los Romanov; Rasputín parecía destinado a mantener la salud del zarévich, cuya muerte, si se producía, dejaría la dinastía sin heredero.
Ciertamente, la zarina Alejandra confiaba ciegamente en él, considerando que era el responsable de la mejoría de su hijo, que, parecía inexplicable sin la influencia del monje, en cuyos vaticinios sobre el destino de Rusia, también confiaba sin la menor duda. Rasputín describía el futuro de la santa Rusia muy negativamente, pues la veía: “envuelta en una nube negra e inmersa en un profundo y doloroso mar de lágrimas”.
En aquel momento, la situación de la monarquía ya era muy crítica, y tanto el gobierno como la corte consideraban rotundamente negativa la influencia de Rasputín sobre la misma, has tal punto que, el primer ministro, Aleksandr Trépov le ofreció doscientos mil rublos para que volviera a Siberia, pero él no aceptó.
Ya a principios de 1916, hubo un intento de asesinato, que resultó frustrado. Finalmente, sería la conjura del príncipe Félix Yusúpov, la que “triunfaría”. En ella estaban implicados un líder conservador de la Duma, Vladímir Purishkévich, y dos grandes duques: Dmitri Pávlovich y Nicolás Mijáilovich.
Yusúpov, Purishkévich y el gran duque Dimitri planearon atraer a Rasputín al palacio de Yusúpov con la excusa de que conocería a la esposa de Yusupov; la gran duquesa Irina Alexándrovna. Rasputín fue informado de que correría peligro, desde el día 16/29 de diciembre de 1916, a pesar de lo cual, se presentó en el palacio poco después de medianoche. Quizás no había espacio en su imaginación, dadas sus privilegiadas circunstancias, para creer que algo malo podría sucederle.
Como la esposa de Yusúpov no se encontraba allí, este se propuso entretener a su invitado, ofreciéndole excusas sobre ella, ya fuera con las necesidades de su arreglo personal, ya porque estaba atendiendo otras visitas. Inmediatamente le sirvió el vino y los pasteles envenenados con cianuro, pero pasaba el tiempo y el veneno parecía no hacer efecto, por lo que Yusúpov le disparó con una pistola Browning que, efectivamente hizo caer al monje, y, creyéndolo muerto, el noble se dispuso a deshacerse del cadáver.
Esperaban que todo fuera muy rápido, pero pronto se vio que Rasputín seguía inexplicablemente vivo. Purishkévich decidió recurrir a su arma, y, después de fallar en dos ocasiones, lo derribó con otros dos disparos, además de un fuerte golpe en la sien.
Después arrastraron el cuerpo atado con cadenas, y lo arrojaron al río Nevá, donde, a pesar del veneno, los disparos y el golpe, finalmente, se dijo que murió ahogado. Su cuerpo fue encontrado el 18/31 de diciembre.
Rasputín fue enterrado junto al palacio de Tsárskoye Seló, en enero de 1917. Después de la Revolución de Febrero, su cuerpo fue desenterrado y quemado en el bosque de Pargolovo, donde las cenizas fueron esparcidas.
Investigaciones más recientes aseguran que no había agua en sus pumones y que, en el asesinato estaba involucrado el servicio secreto británico, a través de un agente que residía por entonces en Petrogrado, llamado Oswald Rayner, bajo las órdenes de otro agente, John Scale, y que participaría directamente en el crimen.
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El hecho real, es que la muerte del místico y monje ruso Grigori Rasputín, acaecida el 17/30 de diciembre de 1916, fue un asesinato, llevado a cabo por varios miembros de la nobleza rusa, encabezados por el príncipe Félix Yusúpov.
A pesar de lo fácil que se pensaba en un principio la ejecución, el plan se volvió mucho más complicado de lo previsto, y fueron necesarias varias acciones desesperadas para lograrlo.
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Los nobles y militares que idearon la conspiración y la llevaron a cabo, fueron los siguientes:
Félix Yusúpov, en la imagen, con su esposa, Irina Alexandrovna en 1915
Félix Yusúpov, que también era escritor, tenía entonces 29 años, y fue el principal instigador de la conspiración. Se había casado en segundas nupcias con la princesa Irina Alexándrovna Románova, famosa por su belleza, y dueña de una fortuna, al parecer, inconmensurable.
-Tú tienes buen sentido y me ayudarás. Tal vez tú eres más rico que el mismo zar. -le había dicho Rasputín a Yusúpov.; bien, pues; darás ese dinero a los pobres.
La falsa presencia de la princesa, se convertiría en el cebo para atraer a Rasputín.
Dimitri Románov. Gran Duque y primo del Zar. Fue el segundo promotor del plan, a causa de su convicción sobre el peligro que representaba el místico en la excluyente corte rusa de la cual formaba parte.
Aunque se desconoce con exactitud quiénes, además de los citados, colaboraron en el crimen, sí se sabe de la participación de un oficial llamado Iván Sujotin, y del grupo médico del ejército, Lazavert.
El objetivo declarado por todos, era liberar a Rusia del mal, personificado en Rasputín, quien, por lo tanto, debía desaparecer.
Finalmente, acordaron proceder el día 29 de diciembre de 1916 en la residencia de Yusúpov, conocido como el palacio Moika, en San Petersburgo.
Se dice que, poco antes de aquella fecha, Rasputín había escrito a la zarina, diciéndole que sospechaba que tendría una muerte violenta, probablemente por mano de la nobleza; pronosticaba, que si él moría, los zares caerían, en un máximo de dos años,algo que, de ser cierto que fue dicho, efectivamente, se cumplió
Sabiendo todo esto, los conjurados pensaron que tendrían que buscar una razón muy convincente para que el monje acudiera a su cita en en el palacio de Yusúpov, un inmenso edificio en el que cualquier cosa podía pasar sin hacer ruido.
Y la “razón”, como hemos adelantado, fue la princesa Irina, la esposa de Yusúpov, a la que sabían que Rasputín deseaba conocer. Pero ella no estuvo en el palacio Moika aquel día, y, al parecer, ni siquiera estaba en Rusia. Pero Rasputín creyó, sin dudas, que ella deseaba conocerlo y se había sentido muy halagado por ello.
Yusúpov hizo preparar una gran cantidad de dulces y vino en los sótanos del palacio; todo cargado de cianuro, al parecer, en grandes dosis. Rasputín empezó a comer y beber, mientras esperaba, preguntando varias veces por la princesa.
Sala del palacio de la Moika donde Rasputín acudió como invitado.
Aún veo con todos sus detalles la instalación de aquella sala y, en particular, un armario de ébano con incrustaciones que contenían un laberinto de espejitos, de columnitas de bronces y cajones secretos. Sobre este armario había un crucifijo de cristal de roca y de plata cincelada, un hermosísimo trabajo italiano del siglo XVI. La gran chimenea de granito rojo se hallaba adornada con copas doradas, platos de mayólica antigua y un grupo de marfil esculpido. En el suelo se extendía una gran alfombra persa y, en un rincón, ante el armario del laberinto, una piel de oso blanco. En medio de la estancia se colocó la mesa en la que Rasputín tenía que tomar su última taza de té.
Así maté a Rasputín. F. Yusúpov
Pasaba el tiempo, y el monje no parecía afectado, hasta el punto que, incluso se puso a cantar acompañándose con una guitarra, para desesperación de los conjurados, especialmente de Yusúpov, que, en un momento dado, se excusó ante él, diciendo que iba a buscar a su esposa, cuando, en realidad, necesitaba desesperadamente hablar con Purishkévich, dispuesto a abortar el proyecto; estaba tan asustado por la resistencia de su víctima, que llegó a creer que, probablemente, fuera inmortal.
Lejos de acceder, Purishkévich, le dijo que la única solución posible, sería disparar al monje por la espalda, porque, seguramente, nunca más surgiría otra oportunidad.
Así pues, Yusúpov volvió junto a Rasputín y le disparó varias veces, hasta que le vio caer. Inmediatamente, lo comunicó a sus cómplices, que pensaron en trasladar el cadáver a su propia casa, para despistar a la posible investigación.
Cuando Yusúpov volvió al sótano, se acercó sin ruido a Rasputín, para comprobar su estado, cuando este, inesperadamente, se incorporó, y se agarró fuertemente al príncipe, para incorporarse, mientras lanzaba terribles maldiciones.
Entonces ocurrió algo atroz. Con un movimiento brusco y violento, dio un salto, con la boca llena de espuma. Daba miedo verle. Un salvaje rugido resonó bajo las bóvedas y vi como sus manos convulsas se agitaban en el aire. Luego se arrojó sobre mí; sus dedos intentaban cogerme por el cuello y se hundían en mi espalda como tenazas. Los ojos se le salían de las órbitas, la sangre resbalaba por sus labios. (Íd.)
Yusúpov llamó a Purishkévich a gritos, el cual se dispuso junto a una puerta con un arma cargada en la mano. Pero, inesperadamente, Rasputín se dirigió a otra salida. Purishkévich le siguió, y le disparó dos veces mientras corría por la nieve, alcanzándole en el hombro con una bala. Cuando Rasputín se volvió, herido, Purishkévich le disparó en la cabeza.
¡Cuáles no serían mi estupor y mi espanto al ver que la puerta se abría y que Rasputín desaparecía en la noche! Purichkevitch se lanzó tras él. Dos disparos resonaron en el patio. (Íd.)
Patio por el que Rasputín intentó escapar.
Ya a las cinco de la mañana, convencidos de que Rasputín había muerto, decidieron tirarlo desde el puente Bolshói Petrovski, a un hoyo entre el hielo del río Neva, muy cerca del palacio.
El cadáver de Rasputín, congelado, sobre un trineo.
Cuando apareció el cadáver y se realizó la autopsia, se dio como causa de la muerte el ahogamiento, ya que, según se dijo entonces, tenía agua en los pulmones, lo que significaría que fue arrojado al río helado, con vida, y que, ni el veneno, ni las balas, habrían producido un efecto mortal.
De acuerdo con las citadas investigaciones muy posteriores, el Servicio Secreto Británico se implicó en el homicidio y un agente llamado John Scale, fue quien ordenó a Oswald Rayner, Luiyis Yanez y Cosimo Cacioppo que participaran directamente en el mismo; según Telegraph.co.uk,: “British spy 'fired the shot that finished off Rasputin” / "Un espía británico efectuó el disparo que acabó con Rasputín". y BBC - Press Office – Timewatch, en: Who Killed Rasputin?"/¿Quién mató a Rasputín?. -
Naturalmente, en San Petersburgo se produjo un gran revuelo por aquella muerte, pero surgieron muchas diferencias de opinión respecto al famoso místico, con poderes curativos.
Yusúpov fue, en principio, desterrado, pero pudo volver a Rusia un año después, ya durante la Revolución rusa. Posteriormente, la victoria soviética y la persecución contra los Románov le hizo volver a exiliarse. Yusúpov, como ya dijimos, era escritor, y más tarde, publicó también, El fin de Rasputín.
Románov también fue desterrado, pero no Purishkévich, aunque, su oposición política militante contra la revolución, le atrajo una condena de once meses en trabajos de obras públicas.
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Félix Yusúpov
Félix Felixovitch Soumarokov-Elston, príncipe Yussoupov, en 1903, por Valentin Serov. Museo Ruso de San-Petersburgo.“Persuadido de la necesidad de obrar, expliqué a Irina mis propósitos y ella se mostró completamente de acuerdo conmigo. Creí encontrar sin dificultad a algunos hombres decididos, dispuestos a buscar conmigo el modo de eliminar a Rasputín. Algunas conversaciones que tuve sobre esto, con algunas personalidades influyentes, me desilusionaron bastante- Los mismos que al solo nombre de staretz proferían violentas diatribas, mostrábanse reticentes cuando les decía que había llegado la hora de pasar de las palabras a los hechos. El temor a comprometerse y la preocupación por salvaguardar su tranquilidad, a menudo los hacía optimistas.
Sin embargo, el presidente de la Duma, Rodzianko, tuvo palabras bien distintas: “¿Qué se puede hacer cuando todos los ministros y todos los que rodean a Su Majestad, son hijos de Rasputín? La única probabilidad de salvación sería matar a ese miserable, pero en toda Rusia no se encuentra un solo hombre que tenga el valor de hacerlo. Si yo no fuera tan viejo, me encargaría de ello”.
Estas palabras me afirmaron en mi resolución de obrar. Pero ¿cómo se puede preparar a sangre fría la muerte de un hombre?
Ya he dicho varias veces que no tengo un temperamento sanguinario. En la lucha que en mi se libraba, me debatía contra una fuerza extraña a mi mismo. Ella fue la que poco a poco llegó a acabar con todas mis dudas.
Ausente Dimitri por hallarse retenido en el Cuartel General, a mendo veía al capitán Sukhotin, herido de guerra que hacía una cura en San Petersburgo. Confié mi decisión a este amigo seguro y le pregunté si estaba dispuesto a prestarme su concurso. Me aseguró que sé, sin un momento de duda.
Esta conversación tuvo efecto el mismo día de la vuelta de Dimitri. Le vi al día siguiente. No me ocultó que la idea de suprimir a Rasputín le apremiaba desde hacía mucho tiempo, pero que el medio de lograrlo, aún no se le había ocurrido. Me informó de las poco alentadoras noticias que traía del Cuartel general. Estaba íntimamente persuadido de que el brebaje administrado al embajador en forma de medicamento, tenía por objeto y resultado, paralizar su voluntad. Añadió que debía regresar pronto al Cuartel General, pero que no permanecería allí mucho tiempo, puesto que el general Wocikof, comandante del Palacio, parecía estar bien decidido a alejarle de la persona del soberano.
El capitán Sukhotin vino a verme por la noche. Le conté mi conversación con el gran duque y enseguida comenzamos a establecer nuestro plan de acción. Se convino que, ante todo, tenía que acercarme a Rasputín y ganar su confianza, a fin de que él mismo me informara exactamente de su acción política.”
Fragmento de: Así maté a Rasputín. F. Yusúpov
Yusúpov, en 1914
El príncipe Félix Félixovich Yusúpov, conde Sumarókov-Elston: San Petersburgo, 11/23 de marzo de 1887 - París, 27 de septiembre de 1967, era miembro de la familia imperial por su matrimonio.
Hijo del conde Félix Félixovich Sumarókov-Elston, gobernador de Moscú y de la princesa Zinaida Yusupova, una de las mujeres más ricas del mundo. La muerte de su hermano mayor Nicolás, en un duelo, lo convirtió en potencial heredero de un patrimonio inconmensurable en dinero, propiedades, joyas, objetos de arte y otros bienes. Durante su juventud llevó una vida disipada, alternando con períodos de misticismo.
El príncipe Félix Yusúpov con sus padres y su hermano mayor, Nikolái.
De 1909 a 1912 estudió en la Universidad de Oxford, donde fue miembro del Bullingdon Club y fundó la Sociedad Rusa de Oxford.
En 1914 se casó con la Princesa Irina Alexándrovna Románova, sobrina del Zar Nicolás II, con la que tuvo una hija, la Princesa Irina Félixovna Yusúpova. Durante su luna de miel estalló la Primera Guerra Mundial y los príncipes fueron detenidos en Berlín por lo que Irina tuvo que pedirle a su prima, la princesa Cecilia de Prusia, que intercediera por ellos ante su suegro, el emperador Guillermo II de Alemania. El emperador negó la petición. Ante esto, el padre de Félix apeló al embajador español -de Alfonso XIII-, en Alemania y consiguió que los príncipes volvieran a Rusia a través de Dinamarca y Finlandia.
A su regreso a Rusia, Félix convirtió una de las alas del Palacio Moika en un hospital para heridos de guerra. Sin embargo, a pesar de sus preocupaciones, evitó entrar al servicio militar aprovechando la ley que eximía a los hijos únicos.
En 1915 nació su única hija, la princesa Irina Félixovna Yusúpova, quien tras la Revolución se casaría en el exilio francés con el conde Nikolái Dmítrievich Sheremétiev.
Evidentemente, se convirtió en un personaje célebre por su participación en el asesinato de Rasputin en 1916, junto con los otros conspiradores.
Príncipe Félix Yusupov junto a su esposa y su hija, en el año 1916.
Además de su bien avenido matrimonio con la princesa Irina, algunas fuentes publicaron que Yusúpov, probablemente habría sido bisexual, aunque no hay pruebas sobre ello. Cabe recordar, que durante toda su vida, el monje Rasputín intentó seducir tanto a mujeres como a hombres, entre sus múltiples contactos en el círculo de aristócratas.
En diciembre del 1916, Félix Yusúpov se acercó a Rasputin con la esperanza de que este lo “curara de su enfermedad”, pero el monje intentó seducirlo. Ofendido el príncipe e influido también por el diputado de la Duma, Vladímir Purishkévich, que temía los peligros que la nefasta influencia del monje tenía en el gobierno del zar Nicolás II -se barajaba, incluso, la posibilidad de una paz por separado con Alemania-, se decidió a planear el asesinato en su palacio.
Rasputin, como sabemos, solo saldría del palacio Moika de los Yusúpov, encadenado, para ser arrojado al río Neva, tras haber sido envenenado, disparado cuatro veces y golpeado con una barra de hierro.
Tras ser confinado en su finca de Kursk, por su participación en el asesinato, pudo regresar a Petrogrado en 1917, al producirse la Revolución, pero la persecución desatada en 1918 contra los Románov, le llevó a abandonar Rusia con su esposa y su hija.
Cuando se produjo el asesinato del zar, los Yusúpov volvieron al palacio Moika antes de marcharse a Crimea. Sin embargo, algún tiempo después, volvieron, para recuperar un millón de dólares en joyas y dos pinturas de Rembrandt, que conservaban de su inmensa fortuna y que les sirvió para mantenerse durante el exilio.
Al llegar a Crimea, la familia accedió al buque de guerra británico HMS Marlborough, en el que navegaron desde Yalta a Malta y de allí, a Italia, donde Yusúpov obtuvo pasaportes a cambio de diamantes, hasta llegar a París. Aunque se establecieron un tiempo en Londres, pronto volvieron a París, donde compraron una casa, en Boulogne-sur-Seine.
Durante su estancia en París, su generosidad para con otros exiliados rusos se hizo famosa y Yusúpov escribió una autobiografía, titulada Esplendor perdido.
En 1934, el príncipe y su esposa obtuvieron 25.000 Libras, por daños y perjuicios, tras ganar una demanda por invasión de la privacidad y difamación, contra la Metro-Goldwyn-Mayer, por la película titulada Rasputín y la Zarina, de 1932. Años después, en 1965, Yusúpov demandó también a la Columbia Broadcasting System, ante los tribunales de Nueva York, pero entonces, perdió el pleito.
Después de publicar, en 1953, unas Memorias, en las que detallaba la muerte de Rasputin, fue demandado, con el gran duque Dmitri Pávlovich, por María, la hija de Rasputín, ante un tribunal de París, reclamando 800.000 dólares. María acusaba a los príncipes de asesinato, pero el tribunal francés desestimó su demanda, aduciendo que no tenía jurisdicción sobre un asesinato político que había tenido lugar en Rusia.
Félix Yusupov falleció en París, el 27 de septiembre de 1967, a los 80 años de edad y fue enterrado en el cementerio ruso de Sainte-Geneviève-des-Bois.
Además de sus Memorias, también había publicado, El final de Rasputin, en 1927 y el citado, Así maté a Rasputín.
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Nicolás II
La abdicación del Zar en el periódico Rússkoie Slovo.
Después de la muerte de Rasputín, el gobierno monárquico empezó a desintegrarse con gran rapidez. Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las causas de la Revolución de Febrero. A partir de enero de 1917 la situación interna, empeorada por el curso desfavorable de la guerra con Alemania y las instigaciones revolucionarias, sumadas a las intervenciones políticas de la emperatriz, hicieron que la Cuarta Duma cediera a la presión de los revolucionarios y se formara un Gobierno provisional, liderado por Kerenski, un revolucionario moderado. La decisión de formar el gobierno provisional fue aceptada por todos los estamentos sociales y militares, incluido el Estado Mayor de Nicolás II, que se vio paralizado ante la situación política que se imponía en Petrogrado. En principio, el Zar aceptó la abdicación en favor de su hijo Alexis; pero dada la condición de salud e inmadurez del heredero, pronto se volvió atrás.
La familia imperial rusa en 1913. Foto Prensa Española.
Nicolás II abdicó finalmente, sus derechos y los de su hijo el 2 de marzo de 1917 en favor de su hermano menor, Miguel. Este no aceptó de inmediato, sino que esperó a ser ratificado por una asamblea electa, pero fue en vano. La dinastía Románov llegó así su fin. Se anunciaba otra parte terrible de la Historia.
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